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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.29 Guadalajara jul. 2009

 

La teoría

 

¿Historia no es destino? Masculinidades juveniles tabasqueñas contemporáneas

 

Esperanza Tuñón Pablos* y Rolando Tinoco Ojanguren**

 

* Doctora en sociología. Investigadora en El Colegio de la Frontera Sur. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel 3. Correo electrónico: etunon@ecosur.mx.

** Maestro en ciencias en recursos naturales y desarrollo rural. Técnico académico de la línea de género y políticas públicas del área académica de sociedad, cultura y salud de ECOSUR. Correo electrónico: rtinoco@ecosur.mx.

 

Resumen

Con base en una encuesta representativa realizada en 2008, en este trabajo se analizan el sentido de los cambios y permanencias del orden genérico, sus prácticas, representaciones y valores, así como las relaciones de género y generación entre jóvenes contemporáneos en Tabasco. Se parte del supuesto que los grupos sociales (jóvenes) se reinventan con el paso del tiempo y por lo tanto es importante documentar esos cambios. Se concluye que tal reinvención no ocurre descontextualizada ni por algún mecanismo social autopoiético misterioso, sino que los cambios sociales son complejos y suponen diversas condiciones de posibilidad y, centralmente, la participación de la familia como institución generizada/generizante.

Palabras clave: Cambio social, cambio generacional, orden genérico, masculinidad hegemónica, democracia genérica.

 

Abstract

Based on a representative survey conducted in 2008, this article analyzes the directions of the changes and maintenance of a gendered order, its practices, representations and values, as well as gender and generational relationships among young people in the state of Tabasco. It is assumed that social groups (of young people) are reinvented over time, and it is therefore important to document these changes. We conclude that this reinvention is not completely independent of context, or due to some mysterious social autopoietic mechanism: the changes are complex and involve social conditions of possibility, revolving around the family as a generic and gendered institution.

Key words: Social change, generational change, generic order, hegemonic masculinity, generic democracy.

 

Develar los efectos que la dominación masculina ejerce sobre
los hábitos masculinos no es, como algunos podrían creer,
intentar disculpar a los hombres. Es explicar que el esfuerzo
para liberar a las mujeres de la dominación, o sea, de las
estructuras objetivas y asimiladas que les imponen, no puede
avanzar sin un esfuerzo por liberar a los hombres de esas
mismas estructuras que hacen que ellos contribuyan a imponerlas.

(Bourdieu, 2000, 138)

 

Al igual que otros grupos poblacionales, las y los jóvenes enfrentan constantes cambios de tipo social, político, tecnológico y religioso dentro de la sociedad. El que estos cambios moldean sus valores, las normas a las que se adscriben y sus formas de ser, es un fenómeno a demostrar. Al mismo tiempo, en los últimos años se ha acumulado sobre el tema masculinidad(es) una vasta literatura teórica y, en menor medida, empírica y metodológica (Tuñón y Ayús, 2007). Es por lo anterior que en este texto se presenta el análisis del sentido de los cambios y permanencias del orden genérico, sus prácticas, representaciones y valores, así como las relaciones de género y generación entre varones jóvenes contemporáneos en Tabasco. Se ha utilizado como demarcador permanente la condición urbana/rural de los jóvenes, para así poder evidenciar diferencias y similitudes, cambios y continuidades.

En México, las y los jóvenes representan 27% del total de la población y en Tabasco, uno de cada tres habitantes tiene entre 15 y 29 años, lo que convierte a este grupo en la parte más ancha de la pirámide poblacional (INEGI, 2000), situación que hace que, sobre ellos, recaerá el futuro sostén del conjunto de la población. Aunado a lo anterior, las y los jóvenes enfrentan una situación de alta vulnerabilidad, caracterizada principalmente por su poca formación y baja escolaridad, la precariedad de su trabajo y empleo y la todavía alta presencia de embarazos adolescentes que los obliga a modificar radicalmente sus trayectorias de vida (Tuñón y Ayús, 2003).

Si bien es escasa la información específica que sobre las y los jóvenes se cuenta en Tabasco, destacan las investigaciones realizadas por El Colegio de la Frontera Sur, entre 1997 y 2002, sobre sexualidad y comportamientos de riesgo de las y los jóvenes en la entidad y el análisis de la información para Tabasco de la primera Encuesta Nacional de Juventud realizada en el año 2000.1

El análisis de dicha encuesta ofrece una excelente radiografía no sólo de las características sociodemográficas, familiares, educativas y laborales de las y los jóvenes de 12 a 29 años en el estado, sino también de aspectos de sus relaciones sociales y de pareja, de sus expectativas de vida y ejercicio de la sexualidad, de sus opiniones acerca de tópicos variados de la vida pública, de sus formas de inserción en el ámbito de los adultos y de las maneras como las y los jóvenes desarrollan su vida cotidiana y utilizan su tiempo libre.

 

Metodología

El presente estudio contempló el desarrollo de una metodología de corte cuantitativo con base en una encuesta de hogares representativa a nivel estatal, un muestreo aleatorio estratificado por tamaño de localidad y grupos de edad y un nivel de confianza de 95%, aplicada a jóvenes de entre 12 y 29 años de edad de diferentes estratos socioeconómicos y lugares de residencia urbana y rural; la muestra fue de 1 430 entrevistas. El trabajo de campo se realizó entre los meses de abril y agosto de 2008 y la aplicación de la encuesta dependió del consentimiento previo informado de los entrevistados.

Para este artículo se analizó tanto la información seleccionada proveniente del total de varones dentro de la encuesta (n=601), independientemente de su estado civil o condición rural/urbana, como un subgrupo de varones que al momento de la encuesta habían formado su propio hogar (n= 122).

 

Resultados

Los resultados de esta investigación se presentan en cinco grandes apartados: a) las características de los jóvenes entrevistados; b) el orden genérico; c) las relaciones genéricas y de generación; d) la reproducción genérica; y e) ¿historia no es destino? Cambios y continuidades en el orden y las relaciones de género y generación. Cabe señalar que en los tres primeros apartados se da cuenta del total de jóvenes estudiados y, en los dos últimos, del subgrupo de varones que han formado un hogar.

a) Características de los entrevistados

Se analizaron variables seleccionadas de 601 varones tabasqueños de entre 15 y 29 años de edad que muestran una media de 20 años. El 45% proviene de localidades mayores de 2 500 habitantes y el restante 55% radica en localidades rurales.

Destaca que 45% se ubica en el quinquenio de los 15 a 19 años, 35% en el de 20 a 24 años y 21% en el de 25 a 29 años. Cerca de la mitad trabaja de forma exclusiva (45%), un tercio se dedica al estudio como única actividad, 12% refirió estudiar y trabajar, y finalmente uno de cada diez no estudia ni trabaja. La mayoría de los que sólo estudian se ubican entre los 15 y 19 años (54%), mientras que los que sólo trabajan se ubican entre los 25 a 29 años (80%). Poco más de la mitad (53%) de los que estudian y trabajan pertenecen al grupo de 20 a 24 años y, en este mismo grupo de edad, hay 14% que no estudia ni trabaja. Hay que resaltar que en su mayoría alcanzaron el nivel medio superior como grado máximo de estudios (84%) y que sólo 14% estudió licenciatura.

Por otra parte, casi siete de cada diez viven en hogares de tipo nuclear, con un promedio de cinco habitantes por hogar y en viviendas con hasta tres cuartos (86%), agua entubada (77%), drenaje (63%), electricidad (99%) y piso de material variado (92%). La diferencia más notoria es la conexión a la red de drenaje, ya que mientras en las localidades urbanas ésta alcanza 93%, en las rurales sólo se reporta 38%.

b)  El orden genérico

La masculinidad,2 como categoría social, está constituida por presupuestos socioculturales sobre ideales y estereotipos de género y de relacionamiento intergenérico que contribuyen a la construcción del imaginario subjetivo, la representación social, la manera de ser y de relacionarse de hombres y de mujeres (Kaufman, 1 997; Kimmel, 1997; Nauhrad, 1997; Olavarría, 1998, 2002).

Esta construcción del imaginario subjetivo da sustento, sentido y coherencia al ser, al estar y al hacer de hombres y mujeres, que tiene como resultado un orden social de aparente naturalidad: el orden genérico. Así, para los jóvenes, las experiencias cotidianas, las costumbres, los ritos y las tradiciones van moldeando la producción y la reproducción de todo lo socialmente estipulado para cada uno de los géneros (Tuñón, 1 997: 67).

Para el caso de los jóvenes varones de Tabasco, encontramos que la mitad de los jóvenes definieron al padre como jefe del hogar, 21 % a la madre y 11 % a sí mismo. Las variaciones entre los jóvenes rurales y los urbanos se encuentran en el porcentaje que refiere a la madre como jefa (6% más entre urbanos) y a la cónyuge (4% más entre rurales) (véase gráfica 1).

En la mayoría de los casos los padres trabajan como empleados (20%), agricultores (17%) o artesanos, obreros o peones (13%). En este rubro resultan notorias las diferencias entre los jóvenes urbanos y rurales, ya que mientras que en las localidades urbanas los padres son en su mayoría empleados, artesanos u obreros y profesionistas (diferencia en esta ocupación de 12%); en las comunidades rurales un tercio de los padres son agricultores y un quinto, obrero o peón (véase tabla 1).

Por lo que toca a la ocupación de las madres, casi siete de cada diez se ocupan de las labores del hogar y las restantes tres son empleadas (8%) o trabajan por su cuenta: venta de comida o lavar ropa ajena (5%). Su condición urbana/rural marca algunas diferencias interesantes, ya que ocho de cada diez madres rurales se dedican a las labores del hogar, mientras que entre las urbanas la cifra es de seis de cada diez. Así, las madres urbanas participan mucho más en actividades económicas fuera del hogar que las rurales (diferencia de 8%) y existe un mayor porcentaje de profesionistas entre las madres urbanas (brecha de 6%) respecto de las rurales (véase tabla 2).

Cabe señalar que la democracia al interior de los hogares de los jóvenes encuestados no está presente como una alternativa, que la distribución de las actividades sigue reproduciendo los roles genéricos tradicionales y hegemónicos y que estos roles constituyen un referente estructurante de las identidades juveniles. La tabla 3 explicita lo encontrado en torno a este tema y en ella aparecen, en forma descendente con base en el porcentaje de respuestas positivas reportadas, aquellas actividades que eran compartidas por padres y madres y se le asignan un lugar para diferenciar la condición urbana de la rural.

El aporte de dinero, las actividades de tipo productivo y las de representación pública están más centradas en los padres, mientras que la mayoría de las actividades de cuidado y las relacionadas a la esfera privada siguen recayendo en las madres. Se observó una marcada diferencia en la contribución monetaria de las madres de localidades urbanas (segundo lugar) en comparación con las madres rurales (séptimo lugar). La actividad que más frecuentemente es compartida por la pareja es el traslado de los enfermos al médico, pero a nivel individual esta tarea sigue recayendo en las madres, tanto en contextos urbanos como rurales. Si bien se puede pensar que se documenta lo obvio, hay que resaltar que éstos son los referentes estructurantes de la masculinidad juvenil contemporánea en Tabasco.

Al nivel de las representaciones y del valor simbólico del control de la sexualidad femenina, la virginidad de las mujeres sigue siendo un tema importante para los jóvenes tabasqueños. Así, seis de cada diez jóvenes rurales cree que las mujeres deben llegar vírgenes al matrimonio, en contraste con los cuatro de cada diez de localidades urbanas. Esta diferencia es muy significativa estadísticamente (p= .000) y hace que los jóvenes rurales casi dos veces más consideren importante que las mujeres lleguen vírgenes al matrimonio que aquéllos que sostienen la creencia contraria (IC= 1.241 –1.733).

Todo lo anterior describe empíricamente el llamado "modelo de masculinidad hegemónica" o "modelo normativo de masculinidad", mediante el cual se produce la masculinidad e identidad masculina (Valdés y Olavarría, 1997; Fuller, 1998), así como el papel de la familia como institución generizada y generizante.

c) Las relaciones genéricas y de generación

Sociohistóricamente, entre los géneros se establece una lógica de la diferencia explicada por medio de la sincronía entre una de tipo atributiva y otra distributiva. A partir de la primera, ciertos atributos son socialmente asignados a cada género según datos biológicos sujetos a procesos de simbolización y donde, a raíz de la segunda, se distribuyen funciones y grados de control y poder entre los géneros y al interior de ellos. Ambas lógicas sociales funcionan simbólicamente, pues asignan sentido a las relaciones sociales y suelen conducir a la desigualdad, la diferencia y la asimetría entre ellos (Ayús y Tuñón, 2007). Los siguientes apartados intentan evidenciar las expresiones de tales prescripciones culturales y su contraste generacional.

Si bien más de ocho de cada diez jóvenes refieren que los conflictos en la casa de sus padres se resuelven o resolvían de manera no violenta, el restante 1 3% reporta diversas maneras violentas, entre las que se puede identificar claramente la violencia psicológica y física (véase tabla 4).

Los usos de la violencia para enfrentar los conflictos familiares son más prevalentes entre las familias de los jóvenes urbanos que en las de los rurales (hasta 5.5% más), mientras que la resolución pacífica de los mismos tiene una prevalencia ligeramente mayor entre las familias rurales versus las urbanas (véase tabla 5).

La diferencia en las formas de resolución de los conflictos en la familia de origen es estadísticamente significativa (p=0.04) y existe hasta un tanto más riesgo de que las familias urbanas de estos jóvenes resuelvan sus conflictos de formas violentas en comparación con las familias rurales. Lo anterior nos habla de un modelo de relaciones que promueve y legitima usos de la violencia genérica.3

En sintonía con lo anterior, las formas de disciplinar a los hijos varones son en su mayoría violentas. Independientemente de si es el padre o la madre, sólo uno de cada tres padres y una de cada cinco madres utilizan acercamientos asertivos cuando sus hijos tienen algún mal comportamiento. Cabe señalar que no se encontraron diferencias estadísticamente significativas en el trato que dan padres y madres a los hijos varones según el ámbito urbano o rural (véase tabla 6).

Con respecto a la cercanía con los padres y madres, resulta que seis de cada diez jóvenes tabasqueños refieren que es con ellos con quienes platican sus problemas personales y, dentro de éstos, la mayoría identificó a la madre como su confidente (37.9%), seguido de acudir a ambos padres (15%), mientras que sólo 8.4% plantea sus problemas exclusivamente al padre. Por contexto, destaca que los jóvenes rurales acuden más con sus familiares que con otras personas para consultar sus problemas (p=0.018; IC = 1.014–1.374) e incluso van más con el padre de forma exclusiva (10%) que los urbanos (6.4%).

En general, la comunicación entre padres/madres e hijos es poco prevalente. En promedio sólo dos de cada diez jóvenes tabasqueños platican mucho con su papá y casi tres de cada diez lo hacen con su mamá. El tema de comunicación más común con padres y madres es el trabajo, seguido por los estudios y la religión. Muy pocos hablan de sexo y menos de 10% habla de sus sentimientos (véase tabla 7).

A pesar de lo arriba descrito, 82% de los jóvenes refieren llevarse bien con su papá y 93%, bien con su mamá. El mayor contraste se da entre los que reportan llevarse regular y mal con su madre (6.9% y .04%, respectivamente) y los valores reportados para el padre que duplican y hasta cuadriplican los anteriores: regular (1 5%) y mal (2.2%). Entre los jóvenes urbanos 3% refiere llevarse mal con su papá en comparación con 1 % de los rurales, mientras que ninguno de los rurales refirió llevarse mal con su madre.

La toma de decisiones al interior de los hogares muestra cierto equilibro entre padre y madre. A excepción de la compra de comida, donde las madres son mayoría en la toma de decisiones, en otras actividades ambos cónyuges participan de ese ejercicio de poder (entre 44 y 46% desde la mirada de los jóvenes entrevistados). Lo anterior ocurre indistintamente de la condición urbana o rural. Pareciera que en la dimensión de lo privado se negocia mucho la toma de decisiones o ésta es delegada a la madre. Los datos que sustentan lo anterior se muestran en la tabla 8, la cual fue ordenada en forma descendente, conforme al porcentaje de respuestas positivas para las decisiones tomadas por las madres.

Como se puede observar, al comparar los porcentajes entre padre y madre, rural o urbano, la mayoría de las tomas de decisiones recaen en la madre, cuando no es un acuerdo mutuo. Es importante señalar que pareciera que existe alguna relativa democracia en esos hogares pero, al mismo tiempo, se delinean claramente las esferas de lo público y lo privado, y el decidir sobre la esfera de lo privado no atenta contra las relaciones de poder hegemónicas generizadas.

d) La reproducción genérica

Si bien las normas hegemónicas de género mantienen su vigencia y pautan la diversidad de los comportamientos juveniles (Tuñón y Ayús, 2003), los siguientes datos estadísticos dan cuenta de transformaciones generadas en la propia interacción entre los géneros.

El 80% de los jóvenes encuestados eran solteros al momento de la encuesta. De los restantes 122 jóvenes unidos, 22% son rurales y 17% urbanos. Esta diferencia es apenas estadísticamente significativa (p= 0.58), pero el intervalo de confianza (IC= 0.732–1.016) no permite asegurar, mas sí aventurar, que la condición rural es determinante para iniciar vida en pareja.

Las variaciones de edad entre los varones unidos y sus parejas no son estadísticamente significativas. La diferencia promedio es de un año, pero el rango es amplio (1 3–38 años) (véase gráfica 2).

Como puede notarse, para el caso de los varones, la edad promedio de unión siempre es superior a la de sus parejas. El rango de edad es mayor para los jóvenes rurales, pero las edades más tempranas son de sus parejas. Las edades extremas aparecieron en varones urbanos, mientras que la única unión donde la mujer era bastante mayor que el joven fue rural. En resumen se mantiene la convención social de que los varones deben ser mayores que sus parejas.

Por lo que toca a la ocupación, destaca que ocho de cada diez varones rurales y seis de cada diez jóvenes urbanos estaban trabajando cuando se unieron. Cabe aclarar que 15% de los jóvenes urbanos estudiaban y trabajaban al mismo tiempo, en comparación con 3% de sus pares rurales. Sólo 5% del total respondió que se encontraba en su casa sin trabajar ni estudiar, mientras que 33% de sus parejas se encontraban en esa situación, la mayoría de localidades rurales (15% más que las urbanas).

e) ¿Historia no es destino? Cambios y continuidades en el orden y las relaciones de género y generación

En este apartado se documentan los cambios entre la familia de origen y la familia actual de los jóvenes que se reportan casados o unidos (n= 122), en cuatro aspectos principales: la distribución de las actividades dentro del hogar, la resolución de los conflictos de pareja, la toma de decisiones en la esfera de lo privado y las formas de disciplinar a los hijos.

El cambio encontrado, al comparar las actividades compartidas dentro del hogar de sus padres con respecto del propio de los jóvenes, es inmenso, ya que en algunas actividades representa desde 28% (entre los rurales) hasta 40% (entre los urbanos) de incremento del trabajo colaborativo (véanse gráficas 3 y 4).

Los quehaceres del hogar, que en la casa de sus padres representaba la actividad menos compartida (5%), aumentó hasta 44% en el hogar actual para los jóvenes urbanos, mientras que entre los rurales el cambio fue de 1.5% a 21%. Este cambio aparente se basa en la respuesta de trabajo colaborativo, pero cuando se desagrega por participante dentro del hogar, el cambio se matiza y se refrenda la vigencia de un orden genérico hegemónico (véase tabla 8).

El rol de proveedor, productor, representante de la familia, gestor y reparador sigue perteneciendo a los varones en ambas generaciones, esto es hasta cuatro veces más marcado entre los jóvenes rurales que entre los urbanos (p=0.001, IC 1.447–4.668). Sí hay cambios observados entre madres y parejas, pero sólo en términos relativos, ya que el modelo generizado de organización familiar permanece. Las diferencias porcentuales de estos cambios permiten afirmar que, más que una democratización del hogar, está aumentando la participación de las parejas en ciertas actividades. Lo anterior se observa sobre todo en localidades urbanas, ya que las diferencias entre madres/parejas en el ámbito rural son menores y en este contexto los roles masculinos se mantienen inamovibles (véanse gráficas 5 y 6).

En las gráficas anteriores el valor cero representa la no diferencia entre las actividades que hacen padres/hijos o madres/parejas calculada con base en las respuestas porcentuales desde la perspectiva de los jóvenes entrevistados. Los valores negativos representan la disminución en el porcentaje de las actividades que refieren realizar de manera exclusiva los jóvenes actualmente en comparación con las que hacen o hacían sus padres. Se dice "padres/hijos" porque en ningún caso se produjeron valores negativos en las diferencias entre madres/parejas. La compensación de esa diferencia se ubica en el aumento de las actividades compartidas que ya se documentó líneas atrás. De aquí que podamos documentar tanto cambios como continuidades en el orden genérico: cambios en las actividades compartidas y en el aumento de la participación de las parejas en esas actividades y continuidades en los roles hegemónicos de género que se manifiestan aún con mayor fuerza en el ámbito rural.

En términos de resolución de conflictos se observó un aumento en el porcentaje de jóvenes que afirman que resuelven sus conflictos de pareja de forma pacífica, en comparación con las prácticas de sus padres (urbano 72% contra 64%; rural 89% contra 82%). Pero, al mismo tiempo, se reporta un aumento en las formas violentas no físicas (insultos) de enfrentar los conflictos entre los jóvenes urbanos y rurales (véase tabla 9).

La diferencia en las formas percibidas de resolución de los conflictos de pareja, entre los padres y con la pareja actual, es estadísticamente muy significativa (p= .005 IC= 1.730–18.435), lo que nos lleva a pensar que en la vida de pareja de estos jóvenes se privilegia la resolución dialogada de los conflictos.

La toma de decisiones en los hogares de los jóvenes tabasqueños también ha cambiado generacionalmente, ya que la participación compartida por la pareja en diferentes aspectos de la vida cotidiana se reporta mayor en comparación con la dinámica de sus padres. En promedio, las decisiones compartidas pasaron de 41 % en la familia de origen a 78% en la familia actual en contextos urbanos; y de 42% a 71 % en el ámbito rural (véase tabla 10).

Si bien los cambios agrupados pudiesen indicar formas democráticas del ejercicio del poder generizado, los datos desagregados por rubro en el cual se toman las decisiones de manera exclusiva por los jóvenes o sus parejas siguen mostrando patrones hegemónicos (véanse gráficas 7 y 8).

Destaca que entre los jóvenes urbanos las decisiones sobre la movilidad y la disciplina son en su mayoría de exclusividad de los varones, mientras que a sus parejas les corresponde la administración de los gastos de hogar y la compra de la comida. Entre los jóvenes rurales es marcada la exclusividad de las mujeres para decidir sobre la compra de comida pero, al igual que en el caso de los jóvenes urbanos, ellos son los que controlan la movilidad de las personas del hogar.

Por otra parte, es importante señalar que entre los jóvenes tabasqueños encuestados se reproducen las formas violentas de disciplinar a sus hijos, tal como lo hacían sus padres (el padre) en su hogar de origen. Si bien se denota una disminución en la frecuencia (alrededor de 5% menos en comparación con sus padres), se mantiene un alto porcentaje de los usos de la violencia sin diferencias estadísticas significativas entre el campo y la ciudad (véase tabla 11).

Es de señalarse que optar por no decir nada o no hacer nada frente a las faltas disciplinarias de los hijos es un recurso que emplea 21.6% de los entrevistados, muy por arriba de la frecuencia referida como recurso de sus padres hacia ellos (4.2%), lo que representa un aumento de hasta cinco veces en el ejercicio de una forma de violencia de tipo emocional, cuyas repercusiones en la salud mental deberán ser exploradas aún.

 

Reflexiones a manera de conclusión

En el hogar de origen de la totalidad de los jóvenes tabasqueños, la democracia genérica no está presente como una alternativa; la distribución de las actividades cotidianas sigue reproduciendo los roles genéricos y éstos constituyen un referente estructurante de las identidades juveniles. Así, el aporte de dinero, las tareas productivas o de representación pública, están centradas en los padres, mientras que la mayoría de las actividades de cuidado en la esfera de lo privado siguen estando a cargo de las madres.

Al nivel de las representaciones y del valor simbólico del control de la sexualidad femenina, la virginidad de las mujeres sigue presente como un tema importante para los jóvenes tabasqueños, sobre todo para los rurales.

Permanecen los usos de la violencia para enfrentar los conflictos familiares, lo que nos habla de la reproducción de un modelo de relaciones que promueve y legitima usos de la violencia genérica, pero que además es el referente formativo de los jóvenes.

A diferencia de la distribución de las tareas cotidianas, la toma de decisiones dentro de los hogares de origen de los jóvenes muestra cierto equilibro entre padre y madre, indistintamente de la condición urbana o rural. Se puede adelantar la hipótesis de que, en la dimensión de lo privado, se negocia mucho la toma de decisiones. Pero, al mismo tiempo, y contradictoriamente, lo anterior puede estar asociado a la dinámica del padre ausente.

Es importante señalar que pareciera que existe alguna relativa democracia en esos hogares pero que, al mismo tiempo, se delinean claramente las esferas de lo público y lo privado, y el decidir sobre la esfera de lo privado no atenta contra las relaciones de poder hegemónicas generizadas.

La comunicación entre padres e hijos es muy poco frecuente, aunado a los usos de la violencia como mecanismos de disciplina de los padres. Dentro de lo poco que se habla no se incluyen los temas de la salud reproductiva ni de la salud mental de los jóvenes.

Por lo que toca a aspectos de las familias actuales de los jóvenes, destaca que se mantiene la convención social de que los varones deben ser mayores que sus parejas, si bien existen cambios en roles que son relativamente importantes. Así, en general, los jóvenes casados o unidos comparten mucho más las actividades cotidianas con su pareja que sus padres, pero cuando se desagrega por participante dentro del hogar, el cambio se matiza y se regresa a un mismo orden hegemónico.

El rol de proveedor, productor, representante de la familia, gestor y reparador sigue perteneciendo a los varones en ambas generaciones y de manera más marcada entre los jóvenes rurales que entre los urbanos. Sí hay cambios observados entre madres y parejas, pero sólo en términos relativos, ya que el modelo generizado de organización familiar permanece y los roles masculinos se mantienen inamovibles. Por lo tanto, lo que encontramos es un proceso complejo de cambios y continuidades en el orden genérico: cambios en las actividades compartidas y en el aumento de la participación de las parejas en esas actividades y continuidades en la vigencia de los roles hegemónicos de género, con mayor fuerza en el ámbito rural.

La toma de decisiones en los hogares actuales de los jóvenes tabasqueños unidos también ha cambiado. La participación compartida por la pareja en diferentes aspectos de la vida cotidiana se reporta mayor en comparación con la dinámica de sus padres. Estos cambios pudiesen indicar formas democráticas del ejercicio del poder generizado. Aun así, los datos desagregados por rubro en el cual se toman las decisiones de manera exclusiva por los jóvenes o sus parejas muestran patrones hegemónicos.

Pareciera que se documenta lo obvio, pero no hay que olvidar que lo que estamos evidenciando son los elementos familiares y contextuales que funcionan como referentes estructurantes de la masculinidad juvenil contemporánea en Tabasco, sus cambios y continuidades y la central participación de la familia como institución generizada y generizante. Las implicaciones futuras de este proceso no pueden dejarse al azar, más bien dependerán de la claridad con la que se produzcan condiciones de posibilidad para orientar la producción de nuevos modelos de masculinidad más equitativos y democráticos.

 

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–––––––––– "Embarazo en adolescentes del sureste de México", en Papeles de Población. México, Universidad Autónoma del Estado de México, núm. 48, abril–junio, 2006.         [ Links ]

VALDÉS, Teresa y José OLAVARRÍA (eds.). Masculinidades y equidad de género en América Latina. Santiago, FLACSO, 1998.         [ Links ]

 

Notas

1 Para mayor detalle consúltese: Tuñón y Eroza, 2001; Tuñón y Ortega, 2003;Tuñón y Ayús, 2003; Tuñón y Nazar, 2004;Tuñón, Ayús y Montejo,2004; Tuñón, Ayús, García y Hernández, 2005; Tuñón y Bobadilla, 2005; Tuñó, 2006; y Ayús y Tuñón, 2007.

2 Por masculinidad se entiende un conjunto de funciones, conductas, valores y atributos que forman parte del varón en un determinado tiempo, espacio y cultura (Conell, 2005).

3 Así, el proceso de convertirse en hombre o actuar como tal se inscribe en el campo simbólico de las relaciones de poder, de la dominación y de la subordinación de género (Bourdieu, 2003).

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