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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.28 Guadalajara dic. 2008

 

Avances de trabajo

 

Malinali: discursos y creación cultural

 

Anna María Fernández Poncela*

 

* Doctora en antropología. Investigadora y docente del Departamento de Política y Cultura de la UAM–Xochimilco. Correo electrónico: fpam1721@correo.xoc.uam.mx.

 

Resumen

Este texto es una revisión en torno a los discursos y la imagen de Malinali (la Malinche) como figura histórica y literaria. Se revisa desde los relatos periodísticos y literarios de inicios del siglo XX —aunque arrancan en el XIX—, pasando por las reflexiones en torno a la mexicanidad y la representación artística y cultural en la segunda mitad del siglo XX. Y ya en el siglo XXI cómo ven a Malinali los infantes y jóvenes. Se muestra la diversidad de opinión y versiones del personaje según la mirada de los actores sociales en cuestión, así como el cambio histórico de la misma que está teniendo lugar en nuestros días.

Palabra claves: Discurso, cultura, Malinche, literatura, arte.

 

Abstract

This paper studies the discourse around and the image of Malinali (la Malinche), as a historical and literary figure. The study encompasses the journalistic and literary discourse since the beginning of the XXth century —although it actually started in the XIXth— and the reflection upon Mexican identity and its artistic and cultural representation in the second half of the XXth century, as well as how children and young people view Malinali in the XXIth century. It is shown the diversity of opinion and different versions of the character according to the views of the social actors in question, and the historical change of this outlook taking place in our time.

Key words: Speech, culture, Malinche, literature, art.

 

La configuración original de las unidades administrativas americanas era hasta cierto punto arbitraria y fortuita, marcando los límites espaciales de conquistas militares (Anderson, 1993: 84).

La Unidad Nacional y la búsqueda del "progreso" concluyen en una jamás definida política cultural del Estado, que puede incorporar —sin demasiados juicios y prejuicios— las encontradas tendencias e interpretaciones intelectuales y artísticas (Monsiváis, 1994: 1381).

Preguntarnos por la participación femenina en la historia de México implica la conciencia de múltiples desconocimientos. Sabemos que las mujeres han estado presentes, que se trata de un sujeto histórico cuya ausencia en las fuentes no responde a su ausencia en el proceso que ha construido este país.

Señala Julia Tuñón en el inicio de su obra Mujeres en México. Recordando una historia (1998: 15) que hay historias e historias, y mujeres y mujeres. Malinali aparece mucho en las fuentes y documentos gráficos y escritos de todo tipo. Sin embargo, su verdadera historia también se desconoce. Añade un poco más adelante esta autora:

Una rápida mirada a la bibliografía sobre el tema refleja la reiterada significación de tres personajes: la Malinche, la Virgen de Guadalupe y Sor Juana Inés de la Cruz. Las tres han sido, cada una a su manera, arquetipos de género por su peculiar manera de integrarse al desarrollo nacional... Se les ha convertido en símbolos más allá de su posible realidad: la Malinche parece monopolizar la sexualidad, Sor Juana el intelecto y Guadalupe la maternidad abnegada (Tuñón, 1998: 18).

Sin embargo, de las tres características asimiladas a estas mujeres, la única de las tres que puede decirse que las contiene todas es Malinali. Aquí revisaremos el discurso cultural en torno a ella, no tanto su presencia real en la historia (Glantz, 1994), sino más bien los sueños y pesadillas, leyendas y obras artísticas que su figura ha despertado, su recreación simbólica cultural y su reinvención en el imaginario social de la mexicanidad durante el siglo que nos antecede: el XX.

 

PRESENTACIÓN

Este artículo ofrece un repaso sobre los discursos y la proyección de la imagen de Malinali (la Malinche) desde los relatos periodísticos y literarios de inicios del siglo XX —aunque arrancan en el XIX—, pasando por las reflexiones en torno a la mexicanidad y la representación artística y cultural durante la segunda mitad del siglo pasado, todo ello en relación con este personaje histórico. Y llega hasta finales del XX con una repaso a libros de texto de historia de primaria y secundaria, así como la opinión de maestras y maestros sobre el tema, lo mismo que de niños, adolescentes y jóvenes, y su percepción de esta mujer que indudablemente se funde con la representación nacional mexicana de forma simbólica y emblemática desde el siglo XVI hasta nuestros días.

Se muestra y demuestra la diversidad de opinión y versiones del personaje según la mirada de los actores sociales en cuestión que abordan su imagen, así como el cambio histórico de la misma, que tiene que ver con quién opina, desde dónde y cuándo lo hace. Esta figura simbólica del imaginario popular mexicano ha sido creada y recreada y, desde los albores del siglo XXI, posee un simbolismo diferente a la del siglo pasado o épocas anteriores que es interesante descifrar.

 

PERIODISTAS, LITERATOS, ESCRITORES/AS DEL SIGLO XIX E INICIOS DEL SIGLO XX

Definió a sus mujeres y a sus hombres idóneos desde la consolidación de una cultura de género que devino de dos procesos: la propia edificación del Estado y del proceso civilizatorio en el que se empeñaba la sociedad desde el momento de la conquista española. La creación de las representaciones de "la mexicana" y "el mexicano" son "expresiones mitológicas" que se han acumulado en el imaginario social durante un largo periodo y terminan por constituir una especie de metadiscurso, "una intrincada red de puntos de referencia a los que acuden muchos mexicanos" para explicar la identidad nacional (Muñiz, 2002: 320).

En general en México, y tras la Independencia, se ha hecho una lectura sesgada con gran menosprecio de la vida y obra de esta mujer. Es la encarnación de la traición por así decirlo, si bien y según la época y las influencias literarias o históricas, además de políticas y nacionalistas del momento, es pintada con más o menos crueldad, algo justificada o totalmente denostada. Hay una gigantesca tarea que se abre a los intelectuales o pensadores de la época: la construcción de una cultura nacional.

En un primer momento, la intención de los liberales es borrar al indio o lo indio del pasado del país. Hay persecución de los grupos que quedan en rebeldía que ya no han sido asimilados, como algunos en el norte, y se lucha con las comunidades del sur que se levantan.

El exterminio llano tenía, sin embargo, sus bemoles; repugnaba a las conciencias liberales, costaba muy caro y engrandecía demasiado a los caudillos militares. Para vencer la tenaz oposición de los indios a todo proyecto de integración nacional, se buscarán otros métodos de "asimilación" (Núñez, 1998: 110).

Posteriormente, hacia la segunda mitad del XIX, se reinicia la política nacionalista, encabezada por Ignacio Manuel Altamirano (1834–1893). Se persigue la creación de una literatura nacional, en la cual se incluye el interés por reavivar relatos míticos y legendarios en torno al pasado indio del pueblo mexicano, seguramente con la influencia del romanticismo y a manera de epopeya seudohistórica. Este escritor consideraba que había que tener temas propios y dignificar lo mexicano. Princesas y príncipes indígenas, sus amores y desamores, son los protagonistas de las narraciones, recreadas desde la mirada de la época, con un lenguaje que las hacía pasar como verídicas y siempre reclamando su origen histórico real.

Heriberto Frías (1870–1925), escritor y periodista antiporfirista, tiene muchas historias de este tipo. Aquí recogemos dos relatos en los cuales aparece la figura de la Malinche. El primero de ellos es "Cuauhtémoc y Hernán Cortés", y en él alaba al primero, como líder indio que es, lo presenta enojado, pues su tío Moctezuma está jugando con Cortés y al entrar en la estancia donde esto acontece exclama sorprendido: "—¡Tú Malitzin!", Moctezuma le ordena salir y "El príncipe retrocedió, baja la frente, fulminado por la visión de aquella mujer, de la mujer apóstata, del caudillo extranjero. —¡Infame, traidora!— iba rugiendo por las calles y puentes" (Frías, 1999: 344). Según el relato, Cuauhtémoc había conocido a Malinali en Tabasco

Linda como las auroras del trópico, dulce y lánguida como el sueño vaporoso de sus siestas, y exuberante y regia como su vegetación soberana y lujuriosa. ¿Cómo no habían de amarse el caudillo y la hija de aquellos paraísos?... Se amaron... No; ya el guerrero no piensa en su juramento de arrancar el corazón de Hernán: piensa en Malintzin que se ha unido a él, seducida por el brillo de plata de su armadura, por su cutis blanco, por su barba majestuosa... (Frías, 1999: 344–345)

En un encuentro de Cuauhtémoc y Malinali, él le recrimina: "¿Por qué has traicionado a tu amante a tus dioses y a tu raza y te entregas al extranjero blanco?" (p. 346), ella responde: "porque él es bueno y el enviado del verdadero Dios" (idem). Aparece Cortés en escena y Cuauhtémoc le pide:

—Dile que te amo y que fuiste mía —dice en idioma náhuatl—. —Dice que a tu pesar he de ser suya y te odia—, dijo en castellano la india Malintzin. Desenvainó su espada Cortés, la levantó en alto amenazando a Cuahtémoc, y éste presentó su pecho; pero en el momento en que iba a cerrar sobre él, viendo Malintzin la nobleza del mexicano, se interpuso ante Cortés gritándole: —¡Sé noble, está desarmado! Hernán retrocedió... Cuauhtémoc... —¡Dile, ingrata, que de hoy en adelante no espere misericordia de nosotros; que si se la habíamos tenido era por nuestro emperador; que ya estamos cansados y yo voy a acaudillar la rebelión santa hasta morir, ya que merezco la muerte por amarte! (idem).

Como se ve, ya hay "mexicanos" en aquella época y son indios por más señas; también se presenta la imagen del indio valeroso y el no tanto, mientras que el conquistador es el enemigo, pero también es gallardo. Lo curioso es que Malinali es la que sale peor librada, pues a pesar de ser india, su actuación aparece con características negativas y no sólo por traicionar a su pueblo, sino por traicionar el amor de Cuauhtémoc, según este relato, que por otra parte y seguramente poco tiene que ver con la verdadera historia y navega en el mundo de los símbolos e imaginarios culturales.

La segunda narración seleccionada de este mismo autor es "La venganza". En ella aparece en escena Mencia, ahijada de Cortés y enamorada de Cuauhtémoc, según este texto:

ella ama como nunca al príncipe mexica cuyos pies calcinados besara un día en un frenesí de lástima y amor...lo que más la torturaba, era el pensamiento de que Cuautémoc apenas se había dignado besarla...¡Orgulloso indio! ¡No besar a una dama española él, el indio hijo de una raza que los suyos ultrajaban de la manera más vil (Frías, 1999: 374).

El caso es que Malinali era amiga de Mencia y "miraba sonriendo a la española con una sonrisa traidora" mientras ésta pronunciaba: "—Esclava miserable que has vendido a tu raza a la codicia de los aventureros de mi tierra... tú los crees grandes y nobles... los verdaderos grandes y nobles no te los imaginas... La Malinche bajó humildemente la cabeza". Prosigue: "—Lo comprendo mi ama: pero, ¿qué quieres que haga?... Oye Mencia... ¡Tampoco tú te imaginas lo que quiero! ¡Vengarme!... Mi señor te ama, yo se lo he oído decir en sueños... Cuauhtémoc me ama a mí... y tú a él... ¿Comprendes que todo está en que tú vayas a verlo a despecho de la voluntad de mi amo?" (p. 375). Así es como llevan a cabo el plan, se cambian los ropajes y Mencia, vestida de india, parte al palacio de Cuauhtémoc y así sucedió muchas noches más. "La Malinche, la lengua, como le decían los españoles, era la eterna sombra de Cortés; jamás la india intérprete amada del caudillo lo abandonaba un instante" (p. 376). Los rumores de infidelidad se extendieron más: "¡Cómo creer semejante cosa si la Malinche no se separaba de él ni un instante! Sin embargo, envenenada el alma por una sospecha, la retuvo más que nunca a su lado. ¡Sabía que Cuautémoc la amaba y la había poseído! Ella estaba contenta, tenía de nuevo el amor de su amo, de quien sospechaba que amase a Mencia" (p. 377). Dos años después Cortés cedía Malinali a Juan de Jaramillo. Pero con la sublevación de Hibueras (Honduras) Cortés partió con Malinali, Cuauhtémoc y Mencia. Éste fue ahorcado por el primero y Mencia besó su cadáver y juró vengarlo: contrae matrimonio con un marino, vuelve a España y "refiere las iniquidades de la conquista" ante el rey Carlos V. Cortés sufrió humillaciones en la Corte. Mencia acabó en un convento pidiendo perdón a su padrino. Como se ve, los indios son los considerados "buenos" y sus defensores, no importa su raza, lo son también. Así, ya hay "españoles" también en esta época. Malinali es "malvada", se mire por donde se mire, aunque la maldad sea fruto de la razón y la inteligencia, de la adaptación social y la sobrevivencia física. Las venganzas son realizadas por mujeres, por medio de una estrategia de acción más que de amenaza, los hombres aparecen vencidos por la astucia femenina, se matan entre ellos y, finalmente, la co–protagonista de la historia acaba en un convento como toda joven de la Colonia que rompiera de alguna manera las tradiciones y buenas costumbres de la época (Fernández, 2000).

A inicios del siglo XX, hay un grupo de intelectuales —periodistas y escritores— denominados "los colonialistas" (Monsiváis, 1994), debido a que entre los objetivos de sus obras se trataba de reivindicar el pasado colonial del pueblo mexicano como anclaje de origen del mismo, y en contraposición con el discurso oficial que elogiaba lo autóctono encarnado en los héroes indios de un mítico pasado. Luis González Obregón (1865–1938), entre otras cosas cronista de la ciudad de México, pertenecía a dicha corriente. De su pluma se verá "La calle de Juan Jaramillo", leyenda de una de las calles de la capital del país, en la cual aparece Malinali. La hoy populosa y céntrica calle República de Cuba cambió de nombre en varias ocasiones, en una época se denominó Juan Jaramillo —alrededor de 1527—, pues allí era la morada del esposo de Malinali, "no faltando un ingenuo pero malicioso cronista, que asegurara no haber estado en su sano juicio el Jaramillo cuando se desposó con la Malinche" (González, 2000: 135). Desde un inicio el prejuicio se percibe claro e irónico a la vez. El texto también informa de la segunda boda de Jaramillo, esta vez con una española. Y añade en otro momento del relato:

Todos los historiadores de la conquista de México se han ocupado en referir los importantes servicios que prestó la célebre india doña Marina a Hernán Cortés y a sus capitanes y soldados, ya sirviéndoles de intérprete con los indios, ya descubriéndoles serias conspiraciones, en que hubieran perecido sin sus oportunos avisos; ya indicándoles las rutas seguras para no extraviarse por caminos largos y peligrosos; ora, en fin, suministrándoles alimentos para que no pereciesen de hambre, cuando los indígenas los sitiaban y se negaban a proporcionárselos dolosamente (p. 135).

Entre otras cosas, en este texto se critica a los conquistadores por no haber agradecido los favores tan necesarios que Malinali les proporcionó. Fue la india "buena" y como reflejo del enfoque "colonialista" ya mencionado hay de alguna manera que revalorizar su nombre como aliada de la conquista y colonización. A pesar del título de la narración, se trata de reivindicar los derechos de descendencia de los hijos de Malinali: Martín y María. Se considera que ya:

En la época populista de Lázaro Cárdenas, el retrato de la Malinche alcanzó una altura nacional, tanto en su aspecto positivo, de héroe nacional, de mater de la patria, de mestiza mexicana, como en el negativo, dando origen al "malinchismo", "malinchista", etcétera, y reemplazando el antiguo discurso sobre si la Malinche había o no traicionado a su pueblo (Núñez, 1998: 11).

También la literatura —novela y poesía, fundamentalmente— aborda la figura de Malinali; aunque aquí nos enfocamos sólo en las leyendas, cabe mencionar que autores como Elogio Ancona en su obra Las mártires de Anáhuac recrea la conquista y la figura de Malinali como heroína, basándose en Díaz del Castillo y Prescott, básicamente. Irineo Paz, en Doña Marina, subraya el hecho de tratarse de una mujer y lo indígena pasa a un segundo plano (Núñez, 1998). Lo importante en esta novela, como en las leyendas antes mencionadas, cuya protagonista es mujer, es que el amor resulta el centro de todo, el sentimiento del amor guía a Malinali para someterse a los conquistadores, para traicionar a su pueblo. El amor justifica todo y la guerra y la muerte son actores secundarios frente al protagonismo del romance. Y de paso es difusora de la fe cristiana, como también sobresale en otras narraciones, donde la mujer india fue la primera de su grupo en bautizarse e invita al resto a hacerlo. Y es que

Si la Malinche puede llegar a ser heroína de novela, no es por su indianidad, sino por su eterno femenino, y en la novela es evidente que para que hubiera podido gustarle a Cortés necesitaba ser la más bonita, la más inteligente, una hija de príncipes, bien educada, etcétera (Núñez, 1998: 113).

Varios papeles y significados se le han otorgado a este personaje histórico, como hemos visto con los diferentes textos, épocas y enfoques mostrados. Básicamente, se puede afirmar que es "buena" o "mala", quizá más lo segundo que lo primero. Entre aquellas personas cuyas reflexiones la consideran buena está la de Antonio Peñafiel1 y la de Margarita Olivo Lara,2 a inicios de siglo y en la época de los años treinta, respectivamente. Los escritos de María Jesús Indart y Felipe González Ruiz en las decadas de los treinta y los cuarenta la enmarcan como catequista, como una suerte de profeta. Incluso este último llega a considerarla una santa, un hada buena de los españoles y una "madre para la nación mexicana". Por otra parte, hay quien ve en ella la "reencarnación de una mala mujer", como en la primera década del siglo XX, Laureana Wright de Kleinhans,3 por ejemplo, "emprende la tarea —patriótica de satanizar a la Malinche" (Núñez, 1998: 149).

El tema de Malinali como símbolo del mestizaje está ampliamente tratado por una gran diversidad de autores, los que ven todavía la conquista como una bella historia de amor o así la reflejan en sus escritos. Fernanda Núñez (1998) retoma la obra de Federico Gómez de Orozco en la década de los cuarenta. Destaca la no culpabilidad de Malinali porque ella estaba enamorada y además no tenía patria, era una esclava que había pasado de unas manos a otras. Dice el autor:

El primer contacto entre españoles e indios se levantaba ahora como un símbolo de unión perfecta. El eterno femenino de esas mujeres, que iban con sus caricias y halagos a poner la piedra fundamental de una nueva nacionalidad, mediante la fusión de dos razas... Ese hijo era además símbolo de su completa vinculación a su obra, a su conquista (Cortés4). En ese pequeño se fundían dos razas, dos caracteres, el amor y la fuerza, la fe y el heroísmo. La raza vencida representada por doña Marina, le entregará el don más alto de su homenaje: un hijo (Núñez, 1998: 161 y 164).

Por su parte, el trabajo de Miguel Ángel Menéndez —que data de los años sesenta—, también destacado por Núñez (1998), sigue la misma tónica en cuanto a la conquista y el mestizaje. Añade datos históricos en torno a todos los grupos indios en contra del imperio azteca; así, la conquista es vista como un triunfo de los españoles más el de todos aquellos indios que no estaban de acuerdo con el estado de las cosas, que al fin quedaron igual de esclavizados a Cortés.

Malintzin fue el puente sobre el cual pasaron las palabras de Cortés, y de labios de él, Malintzin había oído por primera vez en su vida, lo que podía ser la libertad. Malinali no es traidora, fue traicionada por los suyos, por su madre vendida y como alguien tenía que ser culpable ante la historia de la traición de los españoles, se le culpó a ella (Núñez, 1998: 166–167).5

 

LAS REFLEXIONES DE LA MEXICANIDAD6 DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX7

En este apartado revisamos la obra de afamados intelectuales mexicanos de la segunda mitad del siglo XX que, desde una posición "pro–mexicanista", muestran su visión sobre la figura de Malinali, en general poco favorecida o justificadora del supuesto "desprecio" que este personaje despierta —excepto Bartra—. Todos ellos son hombres, y es Octavio Paz el que posiblemente más trascendencia ha tenido y tiene. Sus miradas van y vienen entre la acusación de maldad y la desvalorización que representa o "merece" este personaje.

En la leyenda rosa se presenta a la Malinche como una víctima de las circunstancias, sin voluntad propia y como punto menos que una santa... Si la Malinche, en vez de haberse entregado a los conquistadores —a tres de ellos por lo menos—, se hubiese entregado a los frailes y evangelizadores, para servirles en su tarea evangelizadora y civilizadora, el pueblo mexicano no la habría tomado como símbolo de traición, de entrometimiento y de prostitución. Podemos imaginar el dolor de Cuauhtémoc al ver a una bella indígena, compatriota suya, entregada a Hernán Cortés. Por otra parte, está la leyenda negra. A una mujer esclava, dependiente de la voluntad de otros, acostumbrada a obedecer invariablemente, se le convierte en el símbolo de la entrega —sumisa y vergonzosa— de las "sagradas" esencias de la mexicanidad al extranjero. Se le pone en la picota y se le acusa injustamente de haber entregado a su patria, olvidándose de que fue el cacique Tabscoob, quien la obsequió a Cortés y que fue su madre quien la dio como esclava para que el hijo de su nuevo marido heredara el cacicazgo (Basave, 1999: 744).

Los comentarios de este autor no tienen desperdicio; más allá de la oscuridad en su estilo o las posibles imprecisiones históricas, encontramos la prostitución de la carne frente a la prostitución del alma, la solidaridad entre hombres al comprender a Cuauhtémoc, la "bella indígena", etcétera.

Dice Santiago Ramírez lo siguiente:

Son muchas las razones históricas que han permitido que la mujer sea devaluada. Ya desde Hernán Cortés, el trato a la Malinche está revelando que una vez utilizada es objeto de regalo a un súbdito. Pocos inmigrantes hombres, muy valuados, conquistan y colonizan a un mundo de mujeres indígenas a las cuales pueden utilizar, minimizar e identificar con lo devaluado. Estas mujeres se van a refugiar en la maternidad exuberante cuando no encuentran en el varón la espina dorsal que las sustente (Ramírez, 1977: 136).

Afirma Paz:

Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es doña Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al Conquistador, pero éste, apenas deja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no perdona su traición a la Malinche. Ella encarna lo abierto, lo chingado, frente a nuestros indios, estoicos, impasibles y cerrados. Cuauhtémoc y doña Marina son así dos símbolos antagónicos y complementarios. Y si no es sorprendente el culto que todos profesamos al joven emperador —"único héroe a la altura del arte", imagen del pueblo sacrificado— tampoco es extraña la maldición que pesa sobre la Malinche (Paz, 1992: 78).

Señala Bartra:

Los mitos fundacionales del "alma mexicana" nos conducen directamente a dos fuentes originarias y aparentemente contrapuestas: por un lado, la virgen–madre protectora de los desamparados, la guadalupana; por otro, la madre violada y fértil, la chingada, la Malinche... La Malinche —en la leyenda mexicana— es la Gran Prostituta pagana: fue la barragana de Hernán Cortés y se ha convertido en el símbolo de la traición femenina (Bartra, 1987: 205 y 215).

Y es que

En alguna medida, podemos aludir a la identidad nacional como un imaginario colectivo edificado sobre la base de una reconstrucción mítica de la relación conflictiva y desigual entre la cultura hispana y la indígena... la consolidación del Estado–nación en México trajo aparejado un proceso de elaboración del imaginario colectivo que se forjó a través de la reconstrucción mítica de lo que podemos llamar una vivencia social de la historia que se remontaría hasta la Conquista, la cual fungiría como referente de un punto de quiebre con un pasado glorioso, para fundar el presente en una personalidad humillada... Lo interesante para nosotras es que, al parecer los ejes estructuradores de esa autopercepción identitaria serían, por un lado, la oposición singular entre femenino y masculino y, por otro, la oposición entre figuras antagónicas de la femineidad Serret, 1999: 262). 8

Es claro para los/as autores/as mencionados/as con anterioridad la identificación entre la Eva occidental con la Malinche para los mexicanos, y la Virgen María se transmuta en la Guadalupana. Sin embargo, sobre el primer tema Estela Serret insiste en que Malinali es "menos mala". Aclaramos, según la tradición cristiana, que se identifica generalmente a las mujeres con el mal, a través de relaciones y asociaciones "mujer–cuerpo–naturaleza" —caos y misterio—, y deriva de ello cierta amenaza simbólica contra el hombre y la cultura. Esta creación de la mujer está íntimamente cercana a lo diabólico y es por ello también temida, con lo cual se legitima incluso la violencia para someterla y doblegar toda manifestación de independencia. Así las cosas, en la tradición europea la mujer es encarnada por Eva o Lilith, y para el caso de México es la mujer indígena, en concreto la Malinche. Además, la maldad aquí es asociada con la traición a su pueblo y la alianza con los extranjeros, combinándose esclavitud, humillación y subordinación. Esta mujer, deshonrada por los extraños, violada, es además madre de un hijo bastardo, por extensión, el pueblo mexicano (Serret, 1999).

Y concluye esta autora:

Estar signada por la sumisión distingue a Malinche de la clásica imagen de peligrosidad de la mujer mala —demoníaca— sustentada por la tradición cristiana, sobre todo la derivada de la doctrina que predicaron los padres de la Iglesia, adoptada por la Santa Inquisición europea... la figura femenina en México parece inspirar más desprecio que temor, y la dominación sobre ella ha contado tradicionalmente con la aceptación de las mujeres, responsables de socializarla como un valor fundamental, lo que nos muestra la poderosa eficacia de la asunción cabal de una identidad subordinada... la "maldad" de las mujeres es vista con una mirada más indulgente —aunque más despectiva— por la población en general (Serret, 1999: 267, 269 y 271).

Si bien es cierto que esto pudiera ser extensivo a la población femenina, no es tan aplicable a la imagen figurativa de Malinali; en algunos relatos, históricos o literarios que hemos revisado, ella es vista como la encarnación del mal en persona y, en otros, como la autora señala, es sólo despreciada, lo cual es también digno de tenerse en cuenta. Pero como veremos más adelante, tal vez las cosas estén variando y sean distintas en el inicio del siglo XXI.

 

REPRESENTACIONES ARTÍSTICAS Y CULTURALES DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX 9

La producción significativa de identidades colectivas se expresa en el conjunto de prácticas, creencias, concepciones y valores que denominamos imaginario social. A diferencia del aparato simbólico desde el cual se genera, el imaginario social debe pensarse como el plano de manifestaciones de la(s) identidad(es) grupales concretado en prácticas y discursos colectivos de todo tipo (Serret, 2001: 97–8).

La presencia de esta figura simbólica en la dramaturgia contemporánea ha sido también objeto de estudio. La Malinche de Celestino Gorostiza es "la imagen de la madre abnegada, pero primero tiene que vincularla con la reputación de traidora" (Messinger, 1994: 183). Cuauhtémoc la culpa directamente.

Rodolfo Usigli, en la obra Corona de Fuego, tragedia épica de la conquista donde Malinali "está vista como mujer mala en todo lo que se refiere a su uso de la función discursiva. Así, las imágenes que emplea Usigli cuando se refiere a la voz de la Malinche son todas negativas", si bien por otra parte "La identificación positiva de la mujer como vientre sí sirve para la agenda nacionalista de Usigli, agenda liberal en el sentido que le da a Cuautémoc un papel importante como el padre espiritual de la nación mexicana contemporánea, pero en cuanto a su presentación como mujer, el contexto patriarcal viene a inscribirse en el texto" (Messinger, 1994: 182–183).

Tanto en ésta, como en la representación anterior, vemos cómo da un lugar importante a Cuauhtémoc y hay una preocupación por el futuro a través del hijo que dará a luz Malinali. Salvador Novo, en su obra Cuauhtémoc, también representa a Malinali. Así, en los textos del siglo XIX e inicios del XX, la figura de Cuauhtémoc es fundamental en el esbozo de Malinali —ya sea como pareja amorosa o como contrapunto ideológico—.

En la representación Todos los gatos son pardos, de Carlos Fuentes, Malinali es la fundadora de lo nuevo en contraposición del conquistador español o del emperador indígena. En otra obra, Valiente mundo nuevo, ella casi desaparece (Franco, 1994). Aquí Malinali es como una mujer puente entre dos culturas, Cortés y Cuauhtémoc son dos tiranos. Sin embargo, "Su Malinche no puede actuar por sí misma, depende del hombre para poder desarrollar sus planes" (Messinger, 1994: 188). Por otra parte, en El Naranjo de este mismo escritor, Malinali aparece en su papel de madre de un bastardo.

Las piezas escritas por mujeres "Tratan el tema histórico con un humor que se mofa de la tradición establecida. Cada obra representa un paso más en el cambio a la desmitificación de la historia nacional" (Messinger, 1994:188). Esto es muy importante subrayarlo, el diferente tratamiento de un mismo personaje histórico femenino según el sexo de quien escribe, y cómo las mujeres "positivan su imagen" hasta llegar a escritoras chicanas que la elevan a mito feminista. 10 No hay que olvidar que los escritos y reflexiones desde las mujeres datan de la segunda mitad del siglo XX, mientras que los que hemos visto de hombres son de toda la centuria, incluso nos remontamos a algunos del siglo anterior (XIX).

En El eterno femenino de Rosario Castellanos (1998), Malinali es valiente y perspicaz, Cortés sólo se queja y culpa a todo mundo.

Este Cortés que se contempla en el espejo, que fácilmente se deja engañar por unas palabras bonitas, se parece más a la idea tradicional de la mujer que al astuto conquistador genial pintado por López de Gómara, su secretario, entre otros, por su parte Malinali no parece ser traidora al pueblo indígena porque no existe tal unidad sino un país con muchas tribus en conflicto (Messinger, 1994: 191).

Y en Águila o sol, la obra teatral de Sabina Berman:

Notamos que a Cortés le hacen falta los servicios de su esclava india para ser entendido por los nativos, como se supone que pasó históricamente. Pero, el hecho de que, a la vez el lenguaje que Cortés utiliza tampoco puede ser entendido por el público, profundiza la parodia, mientras que Malinali parece ser una de las pocas que lo comprende todo y puede funcionar en dos mundos —el de los indígenas y el de los españoles. No es la mujer enamorada ni sumisa, ni es culpable de una traición, pues los jefes indígenas tampoco parecen dignos de lealtad... Berman ataca la percepción mitificada del poder patriarcal, mostrándolo en su faz absurda... Así Berman, como Castellanos, se inserta dentro de la empresa cultural mexicana del revisionismo que cuestiona la validez de los mitos sagrados. Ambas dramaturgas se aprovechan del tono irónico, burlón, para tratar a los personajes identificados con el poder. Las dos muestran que el poder patriarcal es un juego, no una realidad dada, y de este modo, parecen desmitificar los mitos sagrados... La mujer no es una figura sumisa, pasiva, un objeto manipulado por el hombre, sino un ser con una voluntad independiente (Messinger, 1994: 193–194).11

Hoy hay obras históricas y literarias recientes en torno a este personaje y presentan un discurso cultural con una mirada más comprensiva, desde ópticas femeninas, tales como Malitzin y el señor Malinche (1998) de Helena Alberú de Villava; Amor y conquista. La novela de Malinali mal llamada la Malinche (1999) de Marisol Martín del Campo; La conquista de la Malinche de Anna Lanyon (2001); y de Laura Esquivel (2006) Malinche.

Al parecer hay un cambio en la perspectiva de esta figura fundadora de universos simbólicos (Berger y Luckmann, 1986) e imaginarios sociales (Castoriadis, 1983), una transformación que, como hemos dicho, tiene que ver con el sexo de quien escribe: mujeres; su profesión: creadoras y/o investigadoras; la época: reciente. Sin embargo, y si bien hasta aquí hemos pasado revista a la opinión de escritores/as y periodistas, filósofos/as y artistas, ¿qué visión tiene la población en general?, ¿cuál es la mirada que predomina?, ¿ha dejado huella el discurso de la intelectualidad de la mexicanidad? Responder estas preguntas es algo que va más allá de las posibilidades de este texto, pero sí incluimos los resultados de un breve estudio ilustrativo de tendencias y clarificador del reacomodo de la imaginería educativa y popular en nuestros días sobre este personaje histórico–simbólico. Así llegamos al presente siglo: el XXI.

 

DISCURSOS DEL SIGLO XXI: ESTUDIANTES, MAESTRAS/OS Y LIBROS DE TEXTO12

El nacionalismo hiere y estereotipa y al mismo tiempo dignifica y estimula la capacidad de autoadmiración. ¿Por qué el nacionalismo favorece imaginarios femeninos? El nacionalismo recurre a lo femenino, pero en tanto cuerpo de mujer, porque se trata de un múltiple, creativo y adaptable marcador para construir imágenes arquetípicas de identidad nacional (Gutiérrez, 2004: 43).

Se parte de la consideración de la preeminencia de cierto discurso tradicional alrededor de la mexicanidad que ha imperado durante varias décadas de forma algo maniquea, donde hay buenos y malos sin matices —por supuesto simplificando—, y en donde hay discursos, imágenes y figuras sacralizadas hasta el máximo y otras denostadas en extremo (Ramírez, 1990; Basave, 1990; Paz, 1992). En este apartado nos centraremos en revisar las percepciones de infantes, adolescentes y jóvenes que, socializados a través de la educación institucional y la tradición cultural, tienen también su propia visión y voz sobre el asunto. Se trata de los resultados de un estudio aplicado acerca del personaje de Malinali en diferentes etapas de su desarrollo humano de infantes y jóvenes (Delval, 1999) y de su endoculturación o socialización cultural, y esbozan no sólo el imaginario social (Castoriadis, 1988), personal y subjetivo —entendido como urdimbre de significaciones que dirigen la vida social—, sino también el universo simbólico en el cual se inscriben, entendido éste como matriz de significados socialmente objetivados y aprehendidos individualmente como reales (Berger y Luckmann, 1986).

Si analizamos la información recabada sobre el asunto, podemos afirmar que a pesar de que la Malinche es una figura femenina de México, que tradicionalmente había sido negada o desvalorizada (Paz, 1992; Bartra, 1987), hoy sin haber perdido el señalamiento de "traidora", conjuga éste con el de "inteligente" y "traductora", que sumados —estos últimos— son cuantitativamente incluso más numerosos, como se observa en el cuadro adjunto que resume el testimonio infantil y juvenil. Es interesante constatar cómo los libros de texto, las y los educadores, sin negar el peso de la familia y otros factores, influyen en la percepción simbólica de las jóvenes generaciones. Y cómo seguramente los nuevos modelos valorativos del ser mujer no sólo avanzan en nuestra sociedad, sino que son adjudicados y encarnados por la misma Malinali desde una perspectiva que podríamos considerar más ecuánime y menos ideologizada y, por supuesto, menos sesgada del asunto. Muy ad hoc con las recientes obras filosóficas, históricas y literarias escritas por mujeres que nombrábamos en el anterior apartado.

Un aspecto que hay que hacer notar es que el sexo y el tipo de centro escolar muestran algunas diferencias, pero en general no son importantes. Sin embargo, el nivel educativo y el grupo etario, que van unidos o en paralelo, sí señalan discrepancias significativas. La fundamental se refiere al grado de conocimiento expresado en el número de respuestas o las características adjudicadas a la Malinche, así como, ya en el plano cualitativo, el nivel de reflexión que su significado denota, entre otras cosas, algo más alejado de lo afectivo para los de mayor edad y más alto grado escolar, y a veces una mirada más aguda y crítica. Esto tiene que ver con el desarrollo psicosocial de las mentes infantiles y juveniles (Delval, 1999).

En concreto el enunciado que traemos a revisar en estas páginas decía: "Escribe tres características positivas y tres características negativas". El adjetivo calificativo positivo más importante cuantitativamente es "inteligente" y en segundo lugar se dice que es traductora, dos aspectos que tienen que ver con su mente y el desarrollo de la misma, por lo que se puede decir que aquí predomina el modelo positivo de la mujer inteligente y dinámica, además de la personalidad "valiente". Se añade, eso sí, la cuestión física al considerarla "bonita". Dichas visiones se pueden comparar con la imagen mostrada en los libros de texto, en general ponderada. En ellos se le califica de "inteligente" y se le describe como traductora, las principales definitorias también según el cuestionario aplicado. Siempre se le relaciona con Cortés en su relación personal y de ayuda unilateral —a un solo bando del conflicto—, todo ello también aparece reflejado en el ejercicio realizado. También observamos la mirada que poseen y expresan las y los educadores, con posturas diversas, desde juicios duros y totalmente despectivos, hasta cierto grado de comprensión y justificación. Y es ésta la fuente de las características negativas que las y los estudiantes adjudican a Malinali, sobre todo la expresión de "traidora", que varias maestras apuntaron y reiteraron en las entrevistas.13

Pero, en todo caso, lo que resalta es el modelo de mujer inteligente, traductora y con personalidad valiente ante la vida. La imagen de mujer mexicana de Paz (1992) y de otros autores (Ramos, 1980; Ramírez, 1999) se desmorona y parece levantarse con fuerza la valoración de modelos de personalidades femeninas de personajes históricos reales que existieron, inteligentes y fuertes. Tal vez los tiempos estén cambiando o, en todo caso, la sociedad se escapa al viejo discurso sobre el ser y deber ser de la población femenina y de la mexicanidad tradicional.

El análisis refleja la conformación del imaginario social (Castoriadis, 1983) y del universo simbólico (Berger y Lucmann, 1986) de la sociedad mexicana, especialmente con respecto a su "mexicanidad" y al "ser mujer", como apuntamos con anterioridad. Pero dentro de esta configuración social y nacional, que tiene que ver con la identidad del yo y la psicosocial (Erickson, 1974), a través de las estrategias de endoculturación, hay espacio, si no para el disenso, sí para la relativización, matización y diversificación a la hora de percibir y expresar significados, como se ha mostrado a lo largo del presente texto.

 

CONCLUSIÓN

Si hay una figura histórica femenina que ha despertado interés en cuanto a su estudio, ésa es Malinali. Desde la psicología, la literatura, la filosofía, la antropología, la historia, la sociología, los estudios culturales, el enfoque de género, el folclore y los estudios de cultura popular se ha cultivado la curiosidad personal, académica y social hacia esta mujer.

Como ya dejamos claro en su momento, en función del investigador o investigadora, escritor o escritora, su contexto espacio–temporal, su corriente ideológica o enfoque teórico, se pueden tomar interpretaciones con perspectivas, en ocasiones, y matices muchas veces distintos.

Se ha visto cómo desde algunas tendencias literarias y mexicanistas se impone un cierto desprecio hacia Malinali. Y si bien en su tiempo colonizadores e indios tenían diferentes versiones del asunto, será en la época independiente o a partir de ahí cuando realmente se le sienta en el banquillo de los acusados, se le juzga y condena; a raíz del planteamiento de la "identidad nacional, se transformó a doña Marina en la Malinche; pasó a simbolizar la humillación del pueblo indígena (su violación) y el acto de traición que conduciría a su opresión" (Franco, 1994: 171).

Pero opiniones hay muchas:

Yo, por mi parte, la veo con una luz totalmente diferente: es ante todo el primer ejemplo, y por eso mismo, el símbolo, del mestizaje de las culturas; por ello anuncia el Estado mexicano moderno y, más allá de él, el estado actual de todos nosotros, puesto que, a falta de ser siempre bilingües, somos inevitablemente bi o triculturales. La Malinche glorifica la mezcla en detrimento de la pureza (azteca o española), y el papel del intermediario. No se somete simplemente al otro (caso desgraciadamente mucho más común: pensemos en todas las jóvenes indias, "regaladas" o no, de las que se apoderan los españoles), sino que adopta su ideología y la utiliza para entender mejor su propia cultura, como lo muestra la eficacia de su comportamiento (aun si el "entender" sirve aquí para "destruir") (Todorov, 1987: 109).

Mucho se ha escrito sobre el personaje y el papel de Malinali, como historia y como símbolo, y sin duda se seguirá haciendo. En un tiempo se redujo la documentación histórica existente a una simple interpretación seudoliteraria del asunto basada en "modelos culturales, literarios"; sin embargo, otros autores/as mantuvieron la veracidad histórica de las crónicas, concretamente de Díaz del Castillo, sobre el que hay cierta polémica también (Baudot, 1994). La historia, la literatura y el discurso cultural han ido trenzando y destrenzando narraciones e interpretaciones de esta figura histórico–simbólica. Y en la actualidad, a caballo entre el siglo XX y el XXI —y ya en la primera década del segundo—, y como hemos visto en estas páginas, quien revisa cronistas, obras de teatro o novelas, quien filosofa al respecto, quien maneja los datos históricos sobre el tema, quien recrea artísticamente a Malinali, son generalmente mujeres, al contrario del acercamiento en otras centurias.

Finalmente, nuestros infantes y jóvenes parecen distanciarse del discurso de "chivo expiatorio" de la conquista, y llegan a convertirla en símbolo "feminista" como algunas chicanas hacen. Curioso es destacar que no se le juzga tan negativamente como otras generaciones pero, a la vez, se le otorgan características positivas a su imagen de mujer "inteligente", más receptivos al parecer hacia los libros de texto —y las nuevas tendencias interpretativas de académicas y artistas en boga— que a sus propios educadores/as. Y de paso se positiviza la imagen de todas las mujeres que pueden ser calificadas y valoradas como inteligentes y desarrollar habilidades y capacidades relacionadas con el ámbito intelectual. El imaginario femenino y su universo simbólico al parecer están en transición. Se está deconstruyendo su significación negativa y emerge un nuevo discurso y unas novedosas prácticas que, al parecer, van mucho más allá del cambio de concepción acerca de figuras históricas como Malinali y se sumergen en una autoafirmación y conciencia de sí y para sí de amplios sectores de la población femenina en el mundo (Beck y Beck–Gernstein, 2003; Touraine, 2007).

 

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Notas

1 Como curiosidad, en la obra de Peñafiel, Malinali viaja con su esposo a España, donde la veneran.

2 Una de las labores loadas de Malinali es ser una intermediaria actuante: suaviza el carácter rudo de los "españoles", aleja a los indios de su culto sangriento y aconseja su sometimiento. Entiende su actitud desencadenada por el amor.

3 La considera traidora y vendepatrias directamente; menciona una versión sobre su origen cubano y con ello cree rebajarla aún más. Curioso es la dureza con que juzga a Malinali, sobre todo tratándose de una mujer considerada feminista.

4 Aclaración de la autora.

5 Este autor señala cómo en cada mexicano hay una pugna entre el indio y el blanco que lleva dentro , como mestizo considera que se vive atormentado buscando el equilibrio.

6 En cuanto a la construcción nacional y de género en México puede consultarse Fernández Poncela (2002).

7 Se revisaron para este apartado varios textos que tienen que ver con lo que se viene en llamar lo mexicano, la mexicanidad, sólo se mencionan los que tienen algo que decir sobre la figura de la Malinche y de forma muy breve.

8 "Con todo y que, según las voces de esta identidad imaginaria, nunca se produjo un verdadero sincretismo cultural, las figuras clave de esta construcción espectacular provienen de una mezcla especial de elementos simbólicos tanto europeos como indígenas" (Serret, 1999: 262).

9 Este apartado es una rápida revisión de representaciones culturales y artísticas con el objeto de ilustrar algunas visiones sobre el tema. Aquí sólo se mencionarán algunas obras que se dedican a Malinali, o que de una u otra manera la abordan. No se ahondará sobre el tema, ya que se trata de recreaciones que necesitan un profundo análisis teatral o literario, según sea el caso.

10 Tema que no abordaremos por motivos de espacio, pero que es importante mencionar.

11 En los últimos tiempos y en la actualidad, hay otra reinterpretación sobre la visión y utilización realizada por varias mujeres mexicanas y chicanas que, al parecer, ponen énfasis en la relación de madre–hija, y en los problemas de la misma (Franco, 1994). Sólo recordemos que Rosario Castellanos tiene un poema sobre Malinali, en el cual resalta dicha relación.

12 Se realizó un ejercicio práctico a través de la formulación, aplicación y análisis de un cuestionario de 22 preguntas abiertas y de tipo cualitativo, a un total de 538 personas: 276 hombres, 262 mujeres. Cursaban estudios en un centro público 179 personas, otras 179 en uno privado laico y 180 en uno de carácter privado religioso. Fueron 180 de primaria en cuarto, quinto y sexto grados, entre 9 y 12 años —con alguna excepción de 8 y 13—, 178 en el nivel de secundaria, en los tres grados, entre 12 y 15 —con alguno de 11—, y 180 que estudian bachillerato, también en sus tres grados, entre 15 y 19 —con algunos de 14, 20 y 21 años—. La aplicación fue hecha entre junio y diciembre de 2001. Los centros de estudio seleccionados se encuentran ubicados en la delegación Azcapotzalco del Distrito Federal. También se llevó a cabo la revisión de los libros de texto de historia de la SEP y de otras editoriales —según los casos—, de cada grado, nivel y escuela, y la realización de entrevistas sobre Malinali a maestros y maestras correspondientes a los grupos que participaron en el ejercicio, con el objeto de ampliar y, de manera especial, contextualizar las visiones y expresiones de los sujetos sociales de la muestra seleccionada. Aquí sólo se utiliza la parte que se refiere a la Malinche, ya que los propósitos y objetivos de la investigación eran más amplios. Para la aplicación y captura de los cuestionarios en las escuelas se contó con la colaboración de Román Vázquez, mientras que en la adquisición de libros de texto y las entrevistas al cuerpo docente colaboró Katia Basulto.

13 Para una profundización en concreto de esta investigación de campo y sus resultados puede consultarse Fernández Poncela (2006).

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