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La ventana. Revista de estudios de género

versão impressa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.26 Guadalajara Nov. 2007

 

En la mira

¿Será que la hombría cansa?

Juan Carlos Ramírez Rodríguez1 

1 Universidad de Guadalajara. México. Correo electrónico: juancarlosra@gmail.com.

Amuchástegui, Ana; Szass, Ivón. Sucede que me canso de ser hombre… Relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México. El Colegio de México, México: 2007. 681 pp.


Agradezco a Ana Amuchástegui e Ivonne Szass la invitación a participar en la presentación de este libro. En primer término quiero hacer mención de algunos aspectos del contexto de este libro, porque no es una obra aislada sino que se encuentra articulada a un campo de conocimiento. Me refiero a los estudios de género de los hombres.

Los estudios de los hombres, los Men’s Studies, aparecen como tal en los años setenta en los Estados Unidos y, de manera más general, en el contexto anglosajón. Tuvieron un despegue lento, y durante los años ochenta y noventa se fueron consolidando poco a poco. En los últimos quince años ha habido un surgimiento muy importante y una cantidad cada vez mayor de publicaciones que tratan el tema del género de los hombres, de las masculinidades, de los estudios de los hombres. Muestra de ello es el creciente número de revistas especializadas en esta temática. Las revistas pueden tomarse como un parámetro del dinamismo y centralidad que un área de conocimiento tiene en el contexto científico, en el espacio académico. El primer número de la revista The Journal of Men’s Studies aparece en el año de 1992. Transcurrieron seis años para que empezara a circular Men and Masculinities (1998). Después inicia labores editoriales la revista Phycology of Men and Masculinities (2000). En el año 2002 empieza a publicarse Internacional Journal of Men’s Health y en 2003 se lanza a la circulación Fathering, a Journal of Theory, Research and Practice about Men’s and Fathers; luego aparecieron The Journal of Men Health and Gender (2004); La Manzana, Revista Internacional de Estudios sobre Masculinidades (2006); Thymos: Journal of Boyhood Studies (2007) y Journal of Men, Masculinities and Spirituality (2007). De estas nueve revistas, siete empezaron a circular a partir del año 2000. Las dos últimas el 2007. La orientación de estas revistas es diversa, lo que nos indica la existencia de un campo seminal, con potencialidades de diversificación y compresión bastas y robustas. También sugiere que el tema ha captado la atención de más académicas/os que encuentran en el análisis de los hombres vertientes novedosas, que permiten y demandan la generación de conocimientos acerca de los hombres bajo nuevas miradas e interpretaciones.

Si se hace una revisión de la literatura que circula en internet acerca del género de los hombres, bajo sus distintas acepciones, se encontrarán con una compilación bibliohemerográfica que sistematiza, casi de manera exclusiva, la producción anglosajona. Lleva por título: Men’s Bibliography. A Comprehensive Bibliography of Writing of Men, Masculinities, Gender and Sexualities, elaborada por Michael Flood (Flood, 2006). No existe un documento similar para la literatura realizada en lengua castellana; sin embargo, se puede hacer un rastreo de la producción en torno al género de los hombres, las masculinidades en América Latina, siguiendo las compilaciones que se han hecho al respecto. En ese sentido, quiero mencionar algunas de ellas que desde mi punto de vista son importantes. Género e identidad. Ensayos sobre lo femenino y lo masculino editado por Arango, León y Viveos (1995) en Bogotá, Colombia. Valdés y Olavarría editaron de manera sucesiva en 1997 y 1998 dos libros: Masculinidad/es y, Masculinidades y equidad de género en América Latina, ambos aparecieron en Santiago de Chile (Valdés y Olavarría, 1997; Valdés y Olavarría, 1998). También en 1998, en Brasil, Arilha, Unbehaum Ridenti y Medrado editaron Homens e masculinidades: outras palabras. Masculinidades en Ecuador, editado por Andrade y Herrera (2001). En Puerto Rico, Ramírez, García-Toro y Cinningham (2002) editan Caribbean Masculinitities: Working Papers. Changing Men and Masculinities in Latina America, editado por Gutmann en 2004. En México aparecieron en 2005 y 2006 tres libros cuyos editores fueron Montesinos (2005), con el título Masculinidades emergentes, México. Careaga y Cruz Sierra (2006), Debates sobre masculinidades. Poder, desarrollo, políticas públicas y ciudadanía. Finalmente Miranda Guerrero y Mantilla Gutiérrez (2006), Hombres y masculinidades en Guadalajara.

Estos textos y revistas son, en mayor o menor medida, citados en este libro. Así, entiendo la aparición del mismo como una continuidad en la discusión del género de los hombres, las masculinidades en México y América Latina.

El libro que han compilado Ana Amuchástegui e Ivonne Szass lleva por título: Sucede que me canso de ser hombre… El título del libro es una frase de un poema de Pablo Neruda: “Walking around”. Éste es un poema ampliamente citado. Si se recurre a los motores de búsqueda en internet, tales como yahoo y google, en este último, el número de referencias a esta frase de Neruda es de más de 135 000, y para el caso de yahoo más de 57 200.1 Esto da idea de que hay una buena cantidad de personas que se identifican con este poema. Podría también inferirse que comparten la idea de cansancio, de hastío, de malestar al que hace referencia el poeta. Es recomendable hacer una lectura detenida del mismo y establecer sus correlatos con el contenido de la compilación.

“Walking around”, que se podría traducir de manera libre como “el paseito” o “dando una vuelta”. ¿A dónde nos llevan Amuchástegui y Szass a dar la vuelta, a pasear? Nos conducen a conocer los relatos y reflexiones sobre hombres en México, subtítulo de la obra.

Otro aspecto que me llama la atención del título: Sucede que me canso de ser hombre…, precisamente es el uso de puntos suspensivos. Éstos podrían completarse con otra frase, o con una serie de frases como las siguientes: pero no tengo remedio; o podría pensarse, sucede que me canso de ser hombre… descanso y continúo. Eso me lo enseñaban mis maestros de yoga. Al indicarme hacer una postura o un movimiento específico mencionaban: haz este ejercicio, si te cansas, descansas, te recuperas y continúas. Uno podría verlo también en ese sentido, se cansan de ser hombres, me canso de ser hombre, pues me recupero, agarro aire, agarro mi segundo aire o el tercero o el quinto, pero continúo en la misma sintonía. También podría ser: sucede que me canso de encarnar esta forma de ser hombre, o sucede que me canso de la manera como me he hecho hombre. Uno podría seguir especulando, dado el título tan sugerente. No es gratuita la elección de este título, que refiere al agotamiento, al fastidio, al empacho. Esta condición o sensación está presente de manera explícita o implícita en los distintos capítulos del texto.

El libro contiene 18 capítulos y una introducción. Los capítulos abordan temas muy diversos, algunos de ellos son cuestiones que han llamado la atención y se han discutido de manera recurrente en la investigación sobre el género de los hombres, por ejemplo: paternidad, sexualidad, salud reproductiva, violencia. Otros son más novedosos, como la migración. La gran mayoría son resultados de investigaciones empíricas que han optado por un enfoque cualitativo. Algunos de ellos recurrieron a la etnografía como estrategia teórico-metodológica. Las coordinadoras agruparon los trabajos en siete secciones. De manera secuencial se abordan: aspectos de carácter epistemológico y teórico; la configuración del deseo, la sexualidad y las relaciones de pareja; el fenómeno migratorio y la masculinidad; diferentes perspectivas y experiencias del ejercicio de la sexualidad en jóvenes; la corporalidad en relación con la identidad, la sexualidad y la salud reproductiva; la paternidad y, por último, el fenómeno de la violencia, las relaciones jerárquicas y el ejercicio de poder.

En esta oportunidad quiero dirigir mis comentarios a dos secciones que me parecen sumamente relevantes: a) la sección destinada a la discusión teórico-epistemológica de los estudios de género de los hombres y las masculinidades; b) la violencia.

El inicio del texto está centrado en reflexiones de orden teórico. Desde mi punto de vista es un acierto, porque le da continuidad a una serie de reflexiones y señalamientos que se habían hecho en trabajos previos, incluidos en las compilaciones y revistas mencionadas. ¿Por qué es importante el carácter teórico, epistemológico y metodológico planteado en los trabajos de Guillermo Núñez Noriega, Gary Dowset y Rodrigo Parrini Roses? Porque aluden a la vigilancia epistemológica y a la reflexividad en la que insistía, por ejemplo, Bourdieu, al criticar la producción científica en las ciencias sociales (Bourdieu y Wacquant, 1995). Los planteamientos de Núñez, Dowset y Parrini permiten observar de forma crítica la manera como se estudia el género de los hombres, las masculinidades. En una proporción de los trabajos citados se puede identificar un insuficiente desarrollo teórico y en ocasiones la ausencia de rigor teórico metodológico. Por ello, los señalamientos de Núñez en torno a cuestionar algo aparentemente neutral o incuestionable, como podría ser el concepto de hombre, de masculinidad, no tienen nada de anodino. Hay que reflexionarlos con profundidad, con detenimiento, ya que no es algo dado y traslúcido, claro. Es lo que construimos los investigadores, las investigadoras y también las personas, los individuos, los sujetos que son el objeto de la investigación. Hay una suerte de construcción de espejos constantes, hay una hermenéutica permanente, una doble hermenéutica; una representación de lo masculino, del ser hombre, tanto de quien observa como de quien es observado, tal cual lo refiere Pratt (1997). Lo que trata de develarse son estas construcciones colectivas, sociales, que no son dadas, no son esenciales ni naturales. Uno de los aspectos centrales en el proceso investigativo del género de los hombres es, precisamente, el análisis de esos entramados de representación que se entretejen con la acción social, con las prácticas sociales. En esta encrucijada están presentes de manera tácita las premisas de cómo conocemos. El carácter epistemológico de estos estudios aparece en segundo plano. Lo que propone Núñez es evidenciarlo y discutirlo otorgándole la centralidad que tiene, aunque en pocas ocasiones se reconozca.

Un segundo elemento que quiero resaltar es la discusión que hace sobre las mujeres excluidas por el conocimiento, por la ciencia en general. Como bien lo señala, fue un aspecto identificado, debatido y superado por la teoría feminista, que evidenció el antropocentrismo del conocimiento, de las metodologías, de las técnicas; parecería que convierte este juego de generación de conocimiento en una dicotomía de incluidos y excluidas. Incluidos los hombres en el conocimiento como sujetos que generan conocimiento y sobre los cuales se puede generar conocimiento y excluir a las mujeres en los mismos términos. Pero la pregunta y afirmación de Núñez es si en este proceso también los hombres no están siendo excluidos; si en este proceso de conocer a los hombres, el género de los hombres, no ha habido también un proceso de exclusión, porque la generación de un conocimiento nuevo, esto es, identificar y analizar a los varones en su condición genérica, no es considerado un conocimiento válido. Es un conocimiento que en muchos espacios académicos se cuestiona si en realidad “eso” es ciencia. Es un conocimiento que es relegado, un conocimiento “silenciado”. De ahí que discutir rigurosamente el sustento epistemológico de estos estudios resulte no sólo necesario, sino imprescindible. He escuchado a diferentes colegas, en repetidas ocasiones, la pereza que les genera debatir el asunto epistemológico. Yo pienso que es un desafío que debemos afrontar y calar hondo en esa dirección, tal cual lo propone Núñez.

Gary Dowset escribió el segundo capítulo que lleva por título: “Yo te enseño el mío si tú me enseñas el tuyo: hombres gay, investigación sobre masculinidades, estudios sobre hombres y sexualidad”. Ese trabajo es un conjunto de reflexiones elaboradas hace 13 ó 14 años. Es un texto que se podría considerar viejo. Es un texto viejo, pero es un texto vigente. Un texto escrito desde una posición política y académica. Dowset es un activista en el movimiento homosexual en Australia y también es un investigador. Los temas propuestos, y coincido con él, son muy relevantes y a mí me resultaron novedosos en cierto sentido. Aquí aludiré sólo a algunos de ellos.

Discute sobre el distanciamiento que existe entre la comunidad gay, el conocimiento generado por el propio movimiento gay y los hombres heterosexuales, pero también con las mujeres. Cómo ese distanciamiento no solamente es en términos de las diferencias de ciertas visiones de orden político, sino también en la construcción del conocimiento. Este distanciamiento tiene ciertos efectos, pasa por alto ciertos temas que para él son relevantes. Uno de ellos es la vida cotidiana de la comunidad gay. ¿Y por qué es tan importante? Porque al pasar del enfoque exclusivo en la sexualidad de los hombres gay a temas de la cotidianidad, se tornan visibles aspectos que son tortuosos e influyen en la calidad de vida, tales como las pensiones, el asunto del acceso a los créditos de vivienda, la adopción de los hijos; temas que en México apenas hemos empezado a ventilar de manera pública. Éstos son temas centrales para el desarrollo de la ciudadanía, elemento importante e interesante, porque conlleva aspectos de orden ético, de derechos humanos. Lo que se juega es el poder de representación social, los universos simbólicos que los sustentan.

Otro aspecto señalado por Gary es la importancia que tiene la homoso-cialidad, que entiende como “las relaciones no sexuales entre hombres, que los mantienen en el poder y que … son profundamente homofóbicas”, que no es producto de la homosexualidad reprimida, sino constitutiva de la sexualidad (p. 84). En este sentido, la importancia reside en poner la atención en los procesos de relación homosocial, porque las formas de relación social se transforman notablemente cuando existen formas heterosociales de relación. Nos hace una invitación a reflexionar sobre ello. Generalmente lo que leemos y escuchamos es que los hombres reafirman su identidad masculina en las relaciones de pares. Concepto que es muy limitado, refiere al igual o semejante, también al conjunto de dos personas o dos cosas de una misma especie (Real Academia de la Lengua, 1992). Poco hemos pensado en términos de la homosocialidad y la heterosocialidad, la manera como se construyen y reproducen los iguales y los diferentes en términos genéricos, lo que posibilita y dificulta un desarrollo de autonomía, valoración o rechazo a la diversidad y el acceso pleno del ejercicio de derechos ciudadanos, o al confinamiento a situaciones nautonómicas (Edwards y McKie, 1998).2

Otro aspecto interesante es el énfasis en mover el centro de la discusión sobre la sexualidad. Para Dowset el foco ha estado en la sexualidad de los hombres gay. Es necesario investigar las relaciones sexuales de todo tipo y no sólo de los hombres que integran la comunidad gay. Esto quiere decir moverse de la “investigación liberal”, ya que los estudios de la masculinidad han estado centrados, desde su punto de vista, en, por ejemplo, “el trabajo doméstico y el cambio de roles” y deben de dar un paso más allá, dirigirse a “las partes sudorosas, olorosas y carnales del asunto” (p. 86). Hay que entender la sexualidad con mayor profundidad. La sexualidad en todas sus dimensiones, porque es un elemento fundamental para comprender este vínculo entre género y sexualidad y no, en cambio, subordinar la sexualidad al género.

En ocasión de la inclusión de su artículo en esta compilación, agregó un “posfacio” para señalar el avance en los estudios de la masculinidad. derechos ciudadanos. El segundo es la importancia de la globalización y su impacto en la configuración de género de los hombres y que requiere mayor investigación empírica.

El tercer artículo fue escrito por Rodrigo Parrini. Discute el tema del poder. Confronta dos perspectivas: una es la visión sobre la masculinidad hegemónica, otra es la dominación masculina. Estos conceptos son ampliamente referidos en la literatura sobre el género de los hombres, las masculinidades -la referida anteriormente como compilaciones y artículos en revistas-. Los distintos capítulos que componen esta compilación no son la excepción.

Con frecuencia, masculinidad hegemónica y dominación masculina son conceptos utilizados como términos intercambiables, como sinónimos. Cuando esto ocurre parecerían, al menos, ser términos que carecen de contenido propio; también pueden dar la impresión de conceptos consensuados. En cualquier caso, lo que evidencian es la necesidad de profundizar en los supuestos teóricos que les dan origen, porque lo que subyace a uno y otro es una perspectiva teórica sobre el poder. El texto de Parrini nos introduce a dicha discusión.

El concepto de masculinidad hegemónica propuesto por Carrigan, Connell y Lee (1987) a principios de los años ochenta se extendió y ha sido utilizado profusamente. Algunos autores han señalado la importancia de profundizar sobre el mismo y anotan algunas dificultades en su uso (Minello Martini, 2002). Parrini recurre a los planteamientos gramscianos y muestra la manera como se concibe y se construye la hegemonía, las implicaciones que tiene, los elementos teóricos sobre los que se fundamenta. De esta suerte, lo importante en el uso del concepto es dar cuenta del proceso de construcción de la hegemonía, en este caso particular, la masculinidad hegemónica. La idea de masculinidades subordinadas y marginadas planteadas por Connell, que corresponden a la orientación sexual distinta de la heterosexual, la clase, la raza y la etnia, se encuentran en constante negociación, en ocasiones evidente y las más de las veces imperceptible; no tienen una connotación clasificatoria, que es como comúnmente se utilizan, sino de determinación de procesos de subordinación frente a la posición hegemónica. En este sentido la revisión de Parrini es provechosa porque sitúa los recursos a partir de los cuales se ejerce la hegemonía y que deben considerarse para entender las tensiones entre las diversas masculinidades.

Por otra parte, Parrini analiza el planteamiento de la masculinidad dominante a partir de dos autores, P. Bourdieu y M. Godelier. Esta perspectiva de la masculinidad se presenta como transhistórica y transcultural. Es la forma de dominación que pervive en todas las sociedades a través del tiempo. Es la forma primaria de sometimiento de un grupo sobre otro, en este caso de las mujeres hacia los hombres. Algunas formas de dominación son francas y otras encubiertas, invisibles, a estas últimas se les ha denominado como “violencia simbólica”. Este concepto añade una mayor complejidad al análisis. Parrini echa mano de autoras como Butler para cuestionar la que concibe como visión sistémica de la dominación. Coincide con esta autora en la importancia de concebir los fenómenos situados, estratégicos y focalizados.

El cuestionamiento que Parrini hace a las concepciones de masculinidad hegemónica y masculinidad dominante lo considero como una ventana que nos muestra una parte de un problema todavía no resuelto, al menos teóricamente. Algunos otros conceptos están apuntados y requieren mayor profundización, tal es el caso del concepto de “legitimidad”, de los recursos “valorativos” y también aquéllos de orden “utilitario”, todos ellos asociados a la dominación, que desde mi punto de vista tiene una influencia weberiana a la cual no se hace referencia y que podría aportar en la discusión.

La perspectiva foucaultiana que con frecuencia es referida en los estudios del género de los hombres apenas es esbozada por Parrini, dejando un camino amplio por recorrer. Estas tres vertientes para discutir el poder, basadas ya sea en la concepción gramsciana de hegemonía, de dominación desarrollada por Godelier y Bourdieu y la propuesta por Foucault, atienden a una orientación en que lo central es el poder, que sin duda no es una discusión acabada y se requerirá mayor reflexión. Para añadir otro elemento que puede motivar esta encrucijada teórica, quiero aludir al pensamiento sobre jerarquización, que pone en juego una reformulación que tiende a dislocar el poder desde los planteamientos de la equidad, como el elemento central en la discusión sobre la construcción del género de los hombres. Los trabajos hechos en los países nórdicos son un referente que hay que involucrar en esta reflexión (Holter, 2005).

Ahora quiero referirme a dos artículos más que analizan la violencia ejercida por varones. El primero de ellos, de Juan Guillermo Figueroa, toma como objeto de análisis a una de las instituciones que por antonomasia ejerce la violencia en nuestras sociedades, y que no solamente la ejerce, sino que la legitima. Me refiero al ejército, a la institución militar. Una serie de aspectos centrales en la configuración del militar, el hombre militar; en otras palabras, la construcción del sujeto de masculinidad dentro de los espacios castrenses. Una serie de principios contribuyen a ello. Unos son los principios del “Espíritu Militar”, que son el patriotismo, el honor, la disciplina, el valor. Principios que tienen como propósito fundamental ser impulsores de actos heróicos, de contar con militares que no solamente tengan la disciplina, que cultiven el honor, que cultiven el patriotismo, sino que sean capaces de llevar a cabo, bajo circunstancias específicas, extremas, actos de heroísmo. Crisol de lo militar, a lo que se rinde homenaje, pero también crisol de lo masculino.

Estos principios que rigen al individuo están articulados a otros de carácter estructural, que son los principios de las “fuerzas armadas”, a saber: el comando central; la autoridad piramidal; la autoridad despersonalizada; el espíritu de cuerpo, de cohesión; el aislamiento de la sociedad y la escasa permisividad.

Para Figueroa, los principios de las fuerzas armadas y del espíritu militar deben ser motivo de un análisis exhaustivo para determinar la manera como impactan la construcción de género en estos espacios y las repercusiones que ello tiene en la vida de los individuos que forman parte de ellos. Si bien son diversos los aspectos sobre los cuales discute el autor, quiero referir dos de ellos: el primero es el elemento de confinamiento por largos periodos a que están sujetos los individuos. Es un espacio eminentemente homosocial, que produce y reproduce, a decir de Figueroa, una visión dominante de lo masculino. En dicho contexto, poco se conoce sobre los procesos de relación entre los individuos que lo componen. ¿Cómo es la relación entre hombres? Se sabe que estos individuos cuando se exponen a una socialización con hombres “civiles”, tienden a relajar las estrictas normas que rigen el comportamiento institucional. Ahora bien, cuando las personas con quienes se relacionan son mujeres, el desgaste de la rigidez es todavía mayor. Estos aspectos de las relaciones homosociales y heterosociales han sido poco explotados en estos contextos, a lo que invita Figueroa a la reflexión y estudio minucioso.

Otro aspecto apenas visualizado es el efecto que los mencionados principios tienen en la vida cotidiana de un varón militar. En particular, Figueroa está interesado en la salud en general y, más específicamente, en la salud reproductiva y la salud sexual. La concepción del “ser hombre” que priva entre los militares, en que la violencia es un recurso del que se echa mano para cumplir con la institución y con la sociedad, qué efectos tiene en su vida familiar, en su vida de pareja, en su relación con las hijas e hijos. El autor menciona la fragilidad del balance entre la acción institucional y la acción en el espacio familiar: ¿la violencia circula y las acciones legítimas en el espacio laboral -militar- se extiende a las relaciones familiares? También el autor se pregunta sobre los efectos en la salud reproductiva, como son el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual, y el vínculo entre prostitución y militares. Habría que recordar la maravillosa novela de Vargas Llosa, Pantaleón y las visitadoras, que expone de manera magistral este vínculo y las consecuencias que conlleva. Figueroa deja abierta una serie de preguntas a lo largo de su texto que conviene analizar e intentar dar respuestas teóricas y también estudios empíricos.

Por otra parte está el trabajo elaborado por Roberto Garda, que evidencia los elementos de orden emocional que subyacen a los varones que participan en los procesos de reflexión y modificación de sus relaciones violentas, en los espacios de Coriac, salud y género, etcétera.

El texto escrito por Garda, a diferencia del anterior, da cuenta de un estudio empírico. Toma como base su trabajo desarrollado con hombres que enfrentan problemas de violencia con sus parejas. Además, utiliza información que proviene de talleres que realizan diversas organizaciones de la sociedad civil, similares a aquélla en que labora Garda.

Roberto Garda describe a los hombres que entran en procesos de confrontación y eventual modificación de sus prácticas de violencia en las que están inmersos con sus parejas. Uno de sus propósitos es mostrar el papel que juega la emocionalidad como detonante de estos procesos. Haciendo eco del título y subtítulo del libro, Garda muestra de manera reiterada la incomodidad, el malestar, el enojo, el temor en que están inmersos estos varones. Las narraciones son ricas e ilustran de manera clara la forma en que la violencia está íntimamente ligada a fenómenos emocionales, estos últimos poco explorados en la literatura sobre género de los hombres. También, en la amplia descripción de casos que hace el autor, deja ver la complejidad del fenómeno de la violencia en la que están inmersos no solamente el varón y su pareja, sino también otros miembros de la familia, principalmente las hijas y los hijos.

A los varones que participan en estos procesos no les resulta fácil ni sencillo identificar sus emociones, algunos nunca lo logran, antes desertan. Parecería que enfrentan una situación insuperable, a la que no quieren enfrentar, a la que evaden porque parecería no cuentan con asideros que les provean de cierta seguridad. Los que continúan en la búsqueda, por los motivos que sean, van a cuentagotas, encontrando un nuevo mundo simbólico, nuevas representaciones, nuevas formas de reconstruir su emocionalidad fragmentada y sin nombre, con la que aprendieron a vivir y en algunos casos a sobrevivir durante décadas, lo que no les exime de su responsabilidad en el ejercicio de la violencia.

Sucede que me canso de ser hombre… Relatos y reflexiones sobre hombres y masculinidades en México, de Ana Amuchástegui e Ivon Szass, es un libro que continúa en el camino de mostrar la perspectiva “etnográfica”, al darle la voz a los varones, pero también es un libro que nos plantea retos teóricos que son insoslayables. Las compiladoras han hecho su tarea; quienes colaboraron con cada uno de los capítulos nos brindan la oportunidad de nutrirnos con las perspectivas de los varones a quienes les dieron la palabra y nos invitan con sus reflexiones a continuar con las mismas, ahondarlas y, sobre todo, cuestionarlas para avanzar en el conocimiento en este subcampo de los estudios de género, el de los hombres y las masculinidades. Una parte muy importante del proceso ha concluido, la otra le corresponde a la lectora, al lector, a quien se interese en comprender este fenómeno de los géneros, que nos desafía de manera cotidiana.

Bibliografía

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______, Masculinidades y equidad de género en América Latina. Flacso, Santiago de Chile, 1998. [ Links ]

2“La nautonomía se refiere a la producción y distribución asimétrica de oportunidades vitales, lo que limita y erosiona las posibilidades de participación política… El intento de controlar, si no es que de monopolizar, cualquier rango de recursos de acuerdo con un criterio social particular, sea el de clase, de raza, étnico o de género, es una forma de exclusión social o una ‘cláusula social’. Cualquier sistema de poder en el cual las oportunidades de vida están sujetas a ‘clausura’ puede crear resultados nautonómicos y, por lo tanto, socavar o erosionar el principio de autonomía. Así, aquellas personas que no tienen acceso a, por ejemplo, un salario adecuado, oportunidades educativas, o a los medios organizados, no pueden, en sociedades como la nuestra, ser capaces de ejercer su potencial como ciudadanos activos” (Edwards y McKie, 1998:127).

* Juan Carlos Ramírez, Rodríguez. Profesor investigador. Programa Interdisciplinario de Estudios de Género (PIEGE). Universidad de Guadalajara. México. Correo electrónico: juancarlosra@gmail.com; http://piege.cucea.udg.mx

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