La responsabilidad educativa, suele decirse, es cosa de la familia y del aula, pero como muy bien resume el proverbio africano, todo el mundo contribuye a la educación de la juventud, consciente o inconscientemente, responsable o irresponsablemente. En la cafetería al comentar una revista, en la maniquí ausente y lánguida y en las imágenes de quiosco de chicas “piercing Inditex” se están creando obras maestras del marketing: quieren consumidoras inconscientes y a dieta perpetua y lo están consiguiendo. En estos sitios se están fomentando unos modelos vitales y se están produciendo unas subjetividades ajenas al bienestar físico, mental y moral de las ciudadanas más jóvenes.
Esta gran cantidad de educación informal recibida en forma de revistas, carteles publicitarios, escaparates gigantescos, anuncios televisivos, estrellas musicales enlatadas y otros productos afines, constituye ya una densa polución sensorial y moral a las que muchas jóvenes (y no tan jóvenes) nos vemos sometidas continuamente, sin filtros críticos que nos ayuden a respetarnos a nosotras mismas, a nuestra demonizada grasa, a respetar nuestro entorno, a ser felices al margen de la mercancía y de los valores sexistas. ¿Cómo ser algo más que una chica Ragazza, que una chica popular que viste a la última? ¿Cómo ser una chica crítica, si de continuo me someten a todo este bombardeo de basura mediática y comercial?
En el año 2005, gracias al apoyo del Instituto Asturiano de la Mujer, la asociación Mujeres Jóvenes de Asturias ha realizad un estudio2 que intenta demostrar cómo las revistas para mujeres jóvenes fomentan un consumo irresponsable, un modelo de belleza imposible y unas relacionas poco igualitarias con los chicos. Aunque se disfracen con una máscara de glamour y modernidad, estas revistas potencian un modelo tradicional de mujer siempre guapa y complaciente y, para colmo, sus consejos legales, psicológicos y de salud no sólo insisten en este modelo de mujer poco igualitario, sino que están plagados de errores según hemos ido detectando a lo largo de nuestras lecturas. Escogimos las siguientes ocho revistas: Ragazza. You, Loka Magazine, Nuevo Vale, Bravo por ti, Witch, Superpop y FHM.
La necesidad de realizar un estudio sobre las revistas que están leyendo las jóvenes españolas de entre catorce y 25 años viene exigida por las características de la etapa que atraviesa el grupo, una etapa de cambios físicos y hormonales decisiva en la evolución de la personalidad. En el caso de las lectoras adolescentes hay que tener en cuenta su predisposición a “empaparse" de todo lo que les rodea, pues en esta etapa deben afrontarse grandes cambios físicos que generan altas dosis de inseguridad y ante las cuales se responde eligiendo como referente corporal los modelos aparecidos en los medios; así, la adolescente compara constantemente su nuevo cuerpo con el cuerpo idealizado por los medios. Además, la adolescencia es una etapa donde se adquiere un nuevo estatus social, es un paso entre la infancia y la edad adulta en el que la opinión del grupo de pares es fundamental. El autoconcepto y la autoestima dependen en buena medida de la opinión de las demás personas, y si ellas consideran que una es gorda o no va a la moda, eso, más que una mera observación o prejuicio, es un estigma vital del que habrá que desprenderse a toda costa. Estas características quedan reflejadas en las publicaciones analizadas, ya que el tema del grupo de pares tiene una presencia constante en unas revistas centradas en cómo conseguir una vida social exitosa por medio de la moda, el maquillaje y determinadas actitudes, como la de ser sexy y segura, promovidas de continuo por estas revistas.3 Todos los méritos ajenos al amor, al mundo de la moda, la música o el cine comerciales se considerarán entonces irrelevantes.
En España, estas revistas llegan a ser leídas por 1 600 000 adolescentes;4 este éxito de ventas se debe en buena medida a que, como muy bien reconoce Mónica Figueras, son unos instrumentos muy útiles y las adolescentes demandan desesperadamente utilidad para su vida cotidiana.5 A corto plazo la revista responde, su educación informal es muy atractiva y pragmática, mientras que es muy difícil que una joven pueda extraerle la utilidad inmediata a la educación formal. Las revistas femeninas estarían fuera de este ámbito educativo, puesto que no tienen una planificación pedagógica ni una intencionalidad educativa como la que podría tener un curso formativo, pero, por medio de reportajes, anuncios, consejos, trucos, tests y horóscopos están configurando todo un “engranaje formativo” a través del cual enseñan dietas, consejos de belleza o trucos para mantener relaciones con los chicos. Las conclusiones más reveladoras a las que hemos llegado son las siguientes:
Las revistas dirigidas a jóvenes adolescentes contribuyen a la aparición de trastornos de la conducta alimentaria, ya que se ofrece una imagen física inalcanzable; se considera la gordura como todo un pecado, la lipofobia es constante6 y se empuja a las jóvenes a seguir dietas adelgazantes peligrosas.
Estas revistas asignan roles superficiales a las adolescentes y convierten en preocupación principal las relaciones con los chicos. Las mujeres siguen siendo heterodesignadas, definidas en función de su éxito seduciendo a unos hombres que todavía siguen siendo “el primer sexo” y que marcan las normas estéticas y morales. Este interés se antepone a cualquier otro, ya sea intelectual, profesional o social, por lo que las revistas reproducen roles sexistas y relegan a las mujeres al ámbito privado. Fomentan el consumismo de productos de estética, moda, música comercial y accesorios para el teléfono móvil. Desde la portada donde se nos “regalan” productos residuales como el “tanga haz feliz haz tu novio” (Loka, 28), hasta los consejos de belleza donde se recetan cosméticos adaptados a todo tipo de bolsillos,7 pasando por anuncios de politonos, sms románticos, tarots telefónicos, cursos de peluquería y la ubicua moda; las jóvenes sólo importamos como consumidoras, nunca como ciudadanas,8 porque estas revistas inhiben la participación de las chicas en movimientos políticos, culturales, asociativos y deportivos, ya que nunca se visibilizan modelos de este tipo: las mujeres de estas revistas sólo destacan por su belleza.9
Ofrecen unos patrones de conducta sexual muy estereotipados, poco igualitarios donde se da una información poco educativa basada en el arte de la seducción. Se dedican muchas páginas a la “primera vez”, a formas de “ponerle a cien” (la presencia de “Él” en estas revistas es casi religiosa), a afrodisíacos y a lencería, y muy pocas, por no decir ninguna, a hablar sobre métodos anticonceptivos, enfermedades, primeras visitas a la consulta ginecológica o afectividad. No se hace ninguna mención a la homosexualidad y las lesbianas son tratadas con aire de burla.
Los reportajes sobre violencia de género brillan por su ausencia, salvo historias enviadas a la revista Nuevo Vale, que se quedan en meros testimonios sin revisión adecuada e información rigurosa. Esto es muy preocupante, puesto que estamos hablando de revistas dirigidas a mujeres, mujeres que por ser jóvenes no dejan de ser víctimas de asesinos y maltratadores. Pero lo más lacerante es que a veces ofrecen una imagen de los celos y de la violencia como algo inevitable en la pareja.10 La educación sentimental ofrecida por estos testimonios es peligrosísima: como mujer tu meta vital es la de conseguir el amor de un hombre, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Este mundo de revista modela un tipo de chica que, como el príncipe Sidharta Buda, vive en un palacio sin malos olores, fealdad, dolores e injusticias y del que en algún momento tendrá que salir. Cuando el Sidharta sale del palacio es cuando se da cuenta de que ha vivido en un mundo irreal, un mundo tan irreal como el construido por unas revistas que quieren chicas que no se disgusten, no piensen y no actúen… un mundo de papel que quiere chicas activas para consumir, educadas para no agobiar, pasivas y guapas para seducir y que no se planteen la lucha social y política. En resumidas cuentas, tras una imagen supuestamente moderna se venden los valores más reaccionarios. Sólo podemos ser: guapas, sumisas, anoréxicas, frívolas y consumistas.
Es hora de establecer un debate público, no sólo debemos preocuparnos por la famosa “telebasura”; dentro de estas revistas que como madre, padre o enseñante nunca nos hemos preocupado por abrir, existe mucha polución ideológica, ya es hora de empezar a hablar de una necesaria ecología visual, ecología para los medios de comunicación que no tenemos que confundir con censura. No se trata de cerrar revistas, sino de ejercer una crítica constructiva y de proponer unos modelos positivos (en MUJOAS en ello estamos), pues la redacción y las editoriales también tienen una responsabilidad educativa, no sirve luego quejarse del mal estado de la juventud. Todo el mundo contribuye con actos de más o menos trascendencia educativa, a la juventud no le viene en el ADN lo de ser frívola, consumista, violenta o sexista, eso es algo que la gente mayor le enseña, desde el empresariado de la moda y el periodismo, al sistema educativo y la familia, pasando también por la clase política. La educación está en el aire, es una responsabilidad colectiva, aunque no se tenga descendencia o aunque no se sea docente, no sirve mirar a otro lado, se necesita todo un pueblo.