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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.25 Guadalajara may. 2007

 

En la mira

Metodología lesbiana

Laura Alejandra Cruz Hernández1 

1 Auxiliar de investigación en el Centro de Estudios de Género de la UdeG. México. Correo electrónico: cruznitche@yahoo.com.mx / cruznitche@gmail.com

Alfarache Lorenzo, Ángela G.. Identidades lésbicas y cultura feminista. Una investigación antropológica. CEIICH, Plaza y Valdés, México: 2003.


Cómo empezar a hablar del libro, cómo definirlo. La dificultad radica en que se tiene que hablar objetivamente de él, es un libro científico, académico, pero su objeto de estudio toca las fibras más profundas de una persona; lo científico se enlaza inevitablemente con la percepción subjetiva y las sensaciones de seres que habitan hoy en todas las civilizaciones y en todos los tiempos, ahora invisibles, ahora forzados a ocultarse, en ocasiones investidos de trajes que los constriñen dejándolos casi sin aire para respirar libres, siendo. Las lesbianas son sujetos reales, existen aunque se les niega con el olvido, la burla o la indiferencia timorata, pero son.

O por lo menos eso nos enseña Ángela Alfarache en su investigación antropológica, la primera, dice Marcela Lagarde, en perspectiva de género sobre lesbianas mexicanas; y apoyo a esta estudiosa del género cuando echo un vistazo a la bibliografía existente sobre temática lesbiana en México.

Es un estudio particular sobre lesbianas particulares que no pretende ser “un estudio sobre la totalidad de las mujeres homosexuales” (p. 34), dice la autora. Son lesbianas feministas “las” sujetos que forman su principal fuente documental, entendiendo que cuando hablamos de lesbianas feministas nos estamos refiriendo a mujeres que aman a otras mujeres que, primero, se han percibido como lesbianas, han asumido su condición y además llevan a cabo una actividad política y “pública” al formar o integrar grupos organizados feministas o lésbicos.

El punto más importante de este libro es el método que plantea para abordar la construcción de la identidad de las lesbianas, una identidad que es más bien una deconstrucción de elementos de identificación que les son impuestos por la cultura dominante y los cuales son cambiados por otros o transformados por las mismas lesbianas. Este método, que parte de la hipótesis de que “la homosexualidad de las mujeres [es] una construcción social y cultural” (p. 37) y es un estudio que contrasta el “ciclo cultural de vida” propiamente del género, con el ciclo cultural de la vida particular de cada una de las mujeres que utilizó como fuentes (diez mujeres en total), siguiendo estas vidas particulares a lo largo de eventos específicos que son definitorios en la vida de las lesbianas:

… el día que descubrieron, supieron, les dijeron, se dieron cuenta de que eran diferentes; el día que tuvieron que confirmar dicha diferencia; el día que decidieron buscar mujeres iguales que ellas; el día que se autonombran lesbianas; el día que “salen del clóset”; el día de su primera relación erótica con una mujer, el día que establecen su primera relación de pareja con una mujer, el día que conocen algún grupo feminista o a alguna mujer feminista; el día que conocen o se integran a un grupo lésbico (p. 38).

Gracias a estos eventos la autora va a hacer un análisis de esas contradicciones entre la condición de mujer y la identidad lesbiana, y cómo negocian estas últimas con esas reglas genéricas para lograr un lugar de existencia.

Pero antes de llegar a su propio estudio la autora nos va a situar la evolución del estudio lesbiano. En “Las mujeres lesbianas y la antropología feminista de género” se ocupará de informarnos que primero se tiene que dar un acercamiento de los estudios feministas a la antropología, pues éstas empezarán a hacer una crítica a la vez a los estudios antropológicos; de esta crítica se cuestionarán un androcentrismo y una invisibilidad de las lesbianas dentro de la antropología; un androcentrismo que se ejecuta por parte de los investigadores antropólogos en tres niveles. En un primer nivel encontramos la visión propia y particular del investigador antropólogo; un segundo nivel es el de la cultura de la sociedad donde se produce la investigación y el último nivel es una estructura más amplia de una cultura occidental. En cuanto a la invisibilidad de las lesbianas, se relaciona con un tipo de análisis que se aplica de los estudios de la homosexualidad masculina a los de la femenina, haciendo una comparación superficial de ambas, ignorando la especificidad de las identidades lesbianas, que ni como género comparten las mismas experiencias.

Para entender la construcción de la identidad lesbiana y las experiencias del homoerótico femenino, la conformación del género ayuda a entenderla. El sexo está relacionado con el género pero de forma que a partir del sexo se asignan características, funciones económicas, de poder, sociales e identidades; la práctica sexual en éstas son construidas social y culturalmente también y, por eso, entender las prácticas sexuales como un elemento identitario nos lleva a integrar el estudio de las experiencias de las mujeres lesbianas. Concluye este capítulo dejando atrás una densa recopilación de citas textuales y notas a pie de página que se convierten en un segundo texto.

“La construcción cultural de la sexualidad sitúa al erotismo como el núcleo central en la definición del lesbianismo” (p. 140), y el erotismo, que es una muestra de empoderamiento por parte de la mujer, en las heterosexuales se subordina a la procreación y pasa a un segundo plano de importancia, mientras que para las lesbianas es un punto central en los intereses de vida, lo que las coloca en un lugar diferente a la norma cultural y las envía a un lugar negativo. Ésta es la ejemplificación de una asignación social como forjadora de identidad, la autoidentidad de la lesbiana ante esta asignación es otro tipo de identidad, si se puede decir. Este segundo capítulo: “Mujeres lesbianas: erotismo e identidades”, es el que nos va a narrar estas varias identidades lesbianas al paso de los siglos XIX y XX. En el siglo XIX, con la aparición de la sexología, se da una definición por primera vez a la homosexualidad, tanto femenina como masculina; sin embargo, es una definición negativa que se utiliza para controlar y, en el caso de las mujeres, la sexualidad femenina como ausente y supeditada a la masculina, y a las homosexuales como un peligro para las heterosexuales. La situación vendrá a cambiar en el siglo XX, con la lucha por una desaparición de las connotaciones negativas que a las lesbianas se les había impuesto, y las discusiones al interior de los grupos lesbianos feministas giraran en torno a las especificidades entre las mismas lesbianas, tanto de raza, etnia, clase.

Por fin llegamos al producto de la investigación de Alfarache, que nos habla de la situación específica de México en su tercer capítulo titulado “Mujeres lesbianas y cultura feminista”. En las voces de sus diez mujeres abordará entonces esos eventos que se mencionaron atrás. “¿Por qué soy así?” es la pregunta nodal diferente a la de “¿quién soy?”, por ejemplo, que se plantea una mujer heterosexual. La lesbiana se da cuenta de que es diferente “en intereses, gustos, indumentarias, deseos, formas de expresarse, de sentir y de relacionarse concretados en la dualidad masculino/femenino” (p. 186), pero esta interrogante varía de acuerdo con la etapa en que se plantea, pues habrá las que se saben diferentes desde tempranas etapas de la vida y algunas que lo descubran en su vida adulta, al final es sólo el hecho de que se reconoce lo que siempre se fue. Lo importante es ver cómo esta pregunta se va transformando de acuerdo con las etapas que se cruzan. En la adolescencia es cuando mayormente las homosexuales tienen su primer “enamoramiento”, que se manifiesta como un deseo más sentimental, romántico, besos y excitación, pero no centralmente sexual; existe, no obstante, una conciencia de saber que esa relación representa un acto homosexual que contraviene a lo establecido, y la lesbiana sabe por eso que ser lesbiana es algo negativo. Sus intereses por buscar a sus semejantes la llevarán a descubrir lesbianas organizadas dentro del movimiento feminista o los grupos lesbianos, éstos le aportarán elementos positivos sobre ser lesbiana. Establecerse en pareja será un paso más en una conformación identitaria positiva, el camino se ve frenado cuando esas mismas organizaciones ya no parecen avanzar en sus propios proyectos políticos, cuando ya no existe una actitud crítica al interior de las propias organizaciones. Parte de los aportes importantes de Alfarache tiene que ver con esta crítica y revisión de los temas tratados al interior de estos grupos; dice, por ejemplo, que muchas lesbianas suelen abandonar los grupos porque hay un cansancio por redundar en los mismos temas, ya que no se plantean las cuestiones de, por ejemplo, la maternidad o el matrimonio legal, pues la misma identidad lesbiana ha acostumbrado a las lesbianas, por una lado, a una autonegación a la maternidad en un presupuesto de que ser lesbiana significa no ser madre. Por otro lado, la renuencia a hacer planteamientos sobre el matrimonio se funda en un deseo radical de no repetir los patrones heterosexuales opresores.

Para concluir quisiera señalar un argumento de Alfarache como el principal, después de su planteamiento metodológico. La identidad lesbiana en México cuenta con únicamente dos posibilidades, la negativa “heterodesignada”, que lleva a una práctica inconsciente de los juegos de roles “machina/femenina” (butch/femme) (p. 267), que deviene en relaciones basadas en el dominio y la violencia. Una segunda identidad es la que otorga la cultura feminista, es una identidad positiva que las posiciona en la sociedad, ya no en un no-lugar, sino que deconstruye la concepción de género logrando que la lesbiana se siga identificando como mujer, pero una mujer que a la vez se va conformando a sí misma y no se define ya como las categorías jerarquizantes del heteropatriarcado. Además, agrega una cuestión política que tiene que ver con los ideales que se deben plantear las lesbianas feministas y las heterosexuales feministas acerca de la maternidad lesbiana, el matrimonio homosexual, los derechos legales concretos para las lesbianas, para evitar la deserción y el hartazgo de las lesbianas; pero a la vez un planteamiento más concreto del movimiento feminista que logre unificar las diferencias en supuestos que vayan más allá del deseo erótico, una categoría de mujer que logre identificar a unas y otras. La sabiduría erótica de las lesbianas otorgaría un elemento importante para las mujeres en general pues, como se mencionó antes, se trata de un empoderamiento de la mujer sobre su propia sexualidad, sus deseos y, por tanto, el poder sobre los demás ámbitos en que se desenvuelva. Qué tanto de antropológico hay en proponer estas medidas para la evolución de la cultura feminista, casi de manera panfletaria hacia una nueva luz, un futuro mejor, no lo sé exactamente; su objetivo “es encontrar, en la vida de las mujeres, los diversos caminos seguidos para asumir las contradicciones que se les plantean entre la asunción de la condición genérica de las mujeres, sus experiencias vividas y su particularidad identitaria como lesbianas” (p. 21). Creo que al final logró poner de manifiesto estas contradicciones entre la condición y la identidad de la lesbiana. Es interesante descubrir la construcción de identidad lésbica a partir de esas luchas, diría, entre la lesbiana y los símbolos, las instituciones, la cultura, la sociedad; las regulaciones que van desde la relación materna que le transmite el tabú de la homosexualidad, el silencio, el género oprimido, hasta las regulaciones religiosas y las legales más sutiles.

Identidades lésbicas y cultura feminista. Una investigación antropológica es, en otras palabras, una alentadora demostración de capacidad para el planteamiento de nuevas metodologías y sobre todo en este campo de las diversidades sexuales en México. El lesbianismo es visto a través de los estudios de género; desde una mirada de una etnóloga (Escuela Nacional de Antropología e Historia) a las otras ciencias sociales. Me parece encontrar un buen análisis que da luz sobre una realidad que aún sigue estando muy escondida, callada en México y en muchas ocasiones en los planteamientos del movimiento feminista mexicano e internacional.

Además, hay que mirar en el apéndice que agrega Alfarache donde habla un poco sobre los espacios de encuentro de las lesbianas, cómo se clasifican, cómo son tratadas dentro de éstos en la capital mexicana, para llegar a una conclusión enojosa y triste: la lesbiana está obligada a existir dentro de espacios limitados, las pocas posibilidades que la sociedad les “cede”, desde oportunidades de trabajo hasta leyes religiosas y políticas, prácticamente las segrega a sus propios hogares que los logran formar con sus propios recursos duramente ganados. La lesbiana aún sigue siendo “peligrosa”, la lesbiana no es normal, es invisible, ignorada, la lesbiana aún no es.

* Laura Alejandra Cruz Hernández. Estudiante de licenciatura en historia en la Universidad de Guadalajara. Auxiliar de investigación en el Centro de Estudios de Género de la UdeG. Correo electrónico: cruznitche@yahoo.com.mx / cruznitche@gmail.com

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