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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.25 Guadalajara may. 2007

 

En la mira

Entre la violencia, el poder y la masculinidad1

Juan Guillermo Figueroa Perea1 

1 Profesor-investigador en el Centro de Estudios Demográficos Urbanos y Ambientales de El Colegio de México. México. Correo electrónico: figue@colmex.mx

Ramírez Rodríguez, Juan Carlos. Madejas entreveradas. Masculinidad, violencia y poder. Plaza y Valdés, UdeG, Guadalajara: 2005.


Hay una cosa con la que quisiera empezar el comentario que voy a hacer: yo no trabajo específicamente el tema de la violencia, pero me hicieron el favor de invitarme a presentar el libro de Juan Carlos Ramírez. Yo ya conocía el libro porque estuve en otra presentación del mismo, entonces mi temeridad y el interés por haberlo escuchado me llevaron a aceptar esta presentación. Precisamente para tener un interlocutor a la hora de hacer el comentario, lo que me vino a la mente como opción fue comparar el libro con otros dos que recientemente he tenido la oportunidad de leer sobre el tema de la violencia. Lo que voy a hacer es presentarles el libro desde mi particular punto de vista, como espejeándolo con un libro que escribió una compañera y que se publicó en el Instituto de las Mujeres en la ciudad de Guadalajara, llamado Hombres violentos, y otro publicado en 2006 por un compañero peruano egresado de El Colegio de México, que tiene como título Masculinidad y violencia conyugal.

A propósito de posicionarse de alguna manera al ver la violencia, a mí se me hace muy interesante analizar cómo las diferentes personas que investigan sobre ésta la nombran y la describen. Incluso Juan Carlos dice al principio de su libro: “los hombres son los últimos actores que entraron en la escena al investigar el tema de la violencia”. A propósito de “ponernos en escena”, lo que se me hace muy relevante es analizar el guión: ¿cómo es que las diferentes personas que investigan y trabajan sobre violencia, por lo menos estos tres, nombran aquello que es objeto de su estudio?

  • a) Se me hace muy interesante por lo siguiente: el primer texto al que me refiero se llama Hombres violentos; es el título que aparece incluso con letras más grandes y después tiene como subtítulo “Antropología de violencia masculina”. El libro de Miguel Ramos, publicado también en 2006, se llama Masculinidades y violencia conyugal; no habla de la violencia masculina como tal, sino masculinidades y violencia conyugal y le pone como subtítulo experiencias de vida de hombres de sectores populares. Dentro de esas experiencias de vida él va a analizar la violencia, pero tiene la particularidad de que entrevista a “hombres no violentos”, hombres que se auto-describen así; no le fue sencillo encontrarlos por una razón muy interesante, que más adelante mencionaré.

Lo curioso del libro de Juan Carlos es que con el título inicial uno se queda con el gusanito de qué querrá decir cuando lee en letras grandes “Madejas entreveradas”; para empezar a contextualizar le pone “violencia, masculinidad y poder”. Como eso no queda totalmente claro, tengo la impresión, todavía le pone otro subtítulo acostado, viendo hacia arriba, que dice “Varones que ejercen violencia contra sus parejas”, ¿me explico? Creo que no es una diferencia pequeña ponerse a pensar qué nombre le pusieron al trabajo, cómo recuperan y cómo describen aquello que incluyen en cada libro. Entonces, una primera característica con la que quiero presentar el libro de Juan Carlos es la forma de nombrar su objeto de estudio.

  • b) Lo segundo que se me hace muy importante del libro de Juan Carlos, en espejo con los otros dos, es preguntar cuál es su población de estudio. Martha Ramírez, la compañera del primer libro, específicamente entrevista (con recursos antropológicos y a mucha profundidad) a cinco varones nada más: cuatro de esos cinco hombres estaban en un grupo de neuróticos anónimos, el que no estaba ya había sido referido para estar y en el momento de la entrevista estaba en un colectivo de hombres por relaciones igualitarias, que trabajan específicamente también el tema de la violencia. Lo que Martha reconoce en aquel libro de hace cuatro años es que por haber entrevistado a hombres que están en grupos de autoayuda tienen ya desarrollado un discurso que permite que “racionalicen (ella dice) de más” aquello por lo que les está preguntando, pero al mismo tiempo puede que por haberlo pensando bastante hayan hecho ellos mismos su propia reconstrucción de los procesos que han vivido, y no únicamente que los interpreten los o las que escriben un libro. Incluso en aquel libro Martha llega a decir que dos o tres de los cinco varones querían ser entrevistados como una forma de dar un testimonio de la experiencia de la que se habían dado cuenta gracias a los grupos a los que pertenecían.

Curiosamente el trabajo de Juan Carlos hace una excelente discusión sobre cómo definió su población de estudio y una cosa que él describe es que no quiso buscar hombres que pertenecieran a grupos de éstos y que ya tuvieran un discurso elaborado sobre el tema. Quiso acercarse un poco más a la narrativa (que pareciera más espontánea) de los hombres cuando estaban describiendo el asunto. En contraposición, el libro de Miguel Ramos es muy interesante, ya que hace un rato les dije que él habla de hombres violentos y no violentos. No obstante, cuando originalmente empezó a escoger por referencias de varias personas a los que parecían no violentos, por la percepción que socialmente se tenía de su relación de pareja, descubrió que todos los hombres no violentos en esta primera descripción efectivamente eran no violentos, pero en términos de violencia física y sexual. Sin embargo, encajarían (y así lo especifica Miguel) en violencia emocional, hombres que según su descripción tenían suficientes recursos de ejercicio de poder que no necesitaban de la violencia física para imponer el control sobre la otra persona; en cambio, pareciera que los primeros necesitaban la violencia física para poder imponer sus puntos de vista.

Lo interesante del grupo de Miguel (en este caso son quince hombres) es que dice: “Después que descubrí que esos que parecían no violentos eran por lo menos violentos emocionalmente, seguí yo buscando hombres no violentos, e iba yo terminando el trabajo de campo haciéndome a la idea que no iba a haber hombres no violentos”. Por fortuna, para propósitos analíticos y para propósitos existenciales (créanme como hombre), sí encontró a final de cuentas algunos hombres que, según la narrativa y según los imaginarios de la colectividad, efectivamente son hombres no violentos.

Eso es muy interesante incluso para una de las últimas sugerencias que voy a hacerle a Juan Carlos para contrastar, porque dentro de su búsqueda él escribe: “Voy a seleccionar hombres de la población abierta y puede que me encuentre a hombres que no son violentos”. Lo interesante a propósito de cómo se nombran las cosas es que efectivamente se encuentra a hombres que parecen no violentos, y a uno de esos hombres Juan Carlos lo caracteriza como un “hombre atípico”; la pregunta que de repente valdría la pena conversar entre todos y con Juan Carlos es la siguiente: ¿por qué “atípico”?, ¿cuál es el parámetro para denominar atípico a Armando, uno de los entrevistados?

  • c) La tercera forma de presentar el libro de Juan Carlos es con la que él utiliza para reconstruir su objeto de estudio, que son las narrativas de los hombres. ¿En qué sentido? Si ustedes leyeran el trabajo de Martha Ramírez, el cual lo cita incluso Juan Carlos, verán que lo que hace Martha es escoger tres momentos en los ciclos de vida de las personas y desde esos tres momentos hace una historia colectiva entre los cinco hombres. Los tres momentos abordan cómo fue su familia de origen (es decir, su proceso de socialización), cómo construyeron relaciones de noviazgo y, finalmente, cómo ha sido su vida conyugal. A partir de ahí va insertando múltiples testimonios de los cinco hombres.

Lo que hace Miguel es muy diferente; hagan de cuenta que Miguel elabora una fotografía de cada uno de los quince hombres entrevistados: divide hombres violentos física y sexualmente, violentos emocionalmente y no violentos y a cada uno los describe por sí mismo. Lo que dice Miguel es que primero leyó las quince historias, las amplió a partir de la discusión teórica que conoce, pero a cada personaje lo presenta por sí mismo y va interpretando lo que hace cada uno de ellos. La apuesta de Juan Carlos es diferente, él no escoge específicamente ciclos de vida, tampoco las historias de cada uno de los 22 entrevistados, sino que le apuesta a dos variantes analíticas.

Se acaba de mencionar precisamente el detonador que representa el trabajo de las mujeres, pero lo que Juan Carlos también muestra es la religión que pareciera representar a todos los hombres su propio trabajo, su propia inserción laboral. Entonces elige el trabajo y escoge la formación de familia como dos de los ejes para ir presentando a los hombres.

Los contextualiza inicialmente a partir de sus valoraciones del trabajo propio, el trabajo de su pareja y de la formación de familia, para después meterse ya en el tema más específico de escenarios y del “proceso de la violencia”, como él lo caracteriza. Hace una tipología, pero no únicamente de la violencia en sí misma, sino de las relaciones de poder y resistencia que hay entre las personas que ejercen la violencia y aquéllas sobre quienes se ejerce. Entonces la presentación no es específicamente de persona por persona, sino desde esa tipología que él mismo va construyendo. Yo no digo si es mejor o peor que las otras, pero creo que si se las muestro de esta manera ustedes se podrán imaginar en qué sentido el libro de Juan Carlos es específico y en qué sentido puede tener algunas similitudes con los otros dos libros que estoy presentando paralelamente.

Ahora, curiosamente, cuando Juan Carlos presenta sus resultados desde esta tipología, de repente se encuentra un varón que hace rato mencioné como atípico y entonces trata de profundizar un poco en cómo es ese hombre atípico y por qué pudo haber llegado a no ser como el resto de los varones que entrevistó. Por otro lado, hace un desglose muy detallado de otro hombre, que ya no le llama atípico, sino “un caso paradigmático”. ¿Por qué? Porque es un hombre que, a través de la narrativa que le comparte Juan Carlos, le va mostrando cambios en su proceso de relación con él mismo y con su pareja. Incluso, este hombre tiene que aceptar, aunque le duela al compañero, que muchas veces su propia pareja es “su único recurso pedagógico” para poder renovar y cuestionar su modelo de masculinidad. Entonces Juan Carlos hace un análisis semiótico muy cuidadoso y muy detallado de este caso, pero más en la lógica de interpretar las palabras que utilizó el entrevistado.

Lo que sería muy bueno comentar con Juan Carlos, comparado con el texto de Miguel, es ahondar en cómo lo interpretaría el mismo personaje que le compartió la narrativa.

  • d) Una cuarta forma de presentarles el libro de Juan Carlos es en términos de la manera en que se posesiona el autor comparado con los otros dos libros que les acabo de mencionar. La primera que les dije es una mujer y no porque diga primero las damas, sino porque su libro fue publicado antes que los otros dos. Esta compañera a la hora de investigar sobre violencia y describir los resultados de su investigación reconoce que a ratos le metió mucho ruido la entrevista, pero no únicamente por cierta fragilidad o vulnerabilidad que reconoció en sí misma como entrevistadora a la hora de escuchar cierto tipo de relatos (incluso Lucero afirmaba “relatos que a veces indignan, que a ratos incomodan”), sino que Martha decía: “Me cuestionaba de repente, si al investigar a los hombres en su violencia estaba siendo yo poco solidaria con mis pares, o sea, con las otras mujeres”. “Me cuestionaba -continúa Martha- si debía yo seguir haciendo esto, entendiendo a los otros, pero después, cuando empecé a meterme mucho más a su narrativa, descubrí miedos, impotencias, culpas y frustraciones de lo más frecuentes en las historias de los hombres”.

Cuando yo leo a Miguel, él hace un comentario muy parecido al de Juan Carlos: “Yo quiero comprender a los agresores, pero muchas veces cuando estaba entrevistándolos me cuestionaba si al tratar de comprenderlos no estaba siendo cómplice de ellos”. Es decir, el investigar sobre el tema mete muchos ruidos en diferentes sentidos, ya porque la entrevistadora sea mujer o que quien entreviste sea un hombre. Miguel dice: “Si bien reconozco que en buena parte de los relatos de violencia se generan secuelas terribles para las mujeres y los niños, al mismo tiempo descubro un proceso profundamente doloroso, también para los agresores”.

Lo que Juan Carlos menciona al hacer su propia reflexión personal es que “Yo era un observador que me sentía observado y tenía el temor de que a través de la reflexividad que compartía con los entrevistados hubiera una dosis de complicidad con ellos”. Entonces otro elemento constante en los tres libros es la necesidad de hacer explícita esa toma de posición personal ante el objeto que está siendo analizado.

  • e) Una quinta forma de presentarles el libro de Juan Carlos, y lo voy a hacer lo más corto que pueda, es listando algunos de sus aspectos más relevantes como aportes. Para cuidar lo más posible el tiempo, yo seleccioné diez; algunos sólo los voy a enunciar porque repiten cosas que dijeron Ana y Lucero durante su presentación.

El primero de ellos. Juan Carlos intenta salirse de los estereotipos y la misma compañera que escribe la introducción o el prefacio al libro dice lo siguiente: “Juan Carlos se ha despojado de las preguntas habituales sobre el tema”. Cuando uno pregunta de manera diferente definitivamente uno está obligado a buscar de manera distinta. Si se quiere romper con estereotipos tengo que reconocer públicamente que cuando supe que Juan Carlos era médico, y se lee el libro que escribió, uno piensa “pues no es de los médicos que yo conozco, es otro tipo de médico”. Se me hace que desde ahí rompe con ciertos estereotipos y me encanta ver a un médico escribiendo de esta manera.

Un segundo aporte de Juan Carlos y de este libro que nos une ahora, es que la discusión sobre la violencia y la investigación sobre el tema habla de lo ético, habla de la duda que muchas veces le surgía entre grabar o no grabar, entre tomar notas durante la entrevista o incluso la posibilidad de investigar en parejas y los dilemas éticos que eso le pudiera generar. Hablar de lo ético se me hace una cuestión muy relevante al investigar sobre violencia y me parece muy sensato que lo explicite así Juan Carlos.

Un tercer aporte es que expone desde el título, a diferencia de los otros dos libros, la dimensión del poder y confirma una vez más la dimensión de la resistencia por parte de las mujeres.

Una cuarta característica que yo quisiera distinguir (y lo dijo ya Ana) es que no aborda la violencia como un episodio, sino que la enfatiza como una relación social y como parte de un proceso muy complejo.

Una quinta característica es lo que ya mencioné de las tipologías que establece a partir de las relaciones de poder y resistencia. Algo que quiero volver a enfatizar es el cuestionamiento de hablar de “casos atípicos” y “casos paradigmáticos”. Cuando uno tiene tipologías, sirven para eso precisamente, pero si uno cuestiona el nombrar, hay que cuestionar qué es lo que lo hace atípico.

Una sexta característica es que le apuesta a sistematizar las interpretaciones y las narraciones; entonces ese caso que llama paradigmático lo analiza con lujo de detalles desde la semiótica y yo creo que es un buen experimento. Él propone, incluso, como su última sugerencia de todo el libro, que hay que seguir explorando esta vertiente y yo creo que es muy cierto. Quien trabaja la semiótica (les digo nada más una pequeña referencia) sabe que la semiótica incluye la sintaxis, la semántica y la pragmática. La sintaxis es la regla de los signos, la semántica es lo que hace Juan Carlos al revisar el significado de las palabras, pero la pragmática es analizar lo que personas concretas le dan de significado a palabras concretas, ya que un mismo término puede significar (como él mismo lo dice) cosas distintas para personas distintas. Él reconoce que la violencia significa cosas diferentes para algunas de las personas (de las 22) que estuvo entrevistando; entonces yo creo que el paso que falta es meterse más a la pragmática. Es decir, ver cómo los individuos se reconocerían o no en las interpretaciones que hacen los autores de libros como éstos.

Un séptimo elemento que lo acaba de mencionar Lucero, y que me parece muy importante, es que Juan Carlos revisa el contenido de periódicos durante 38 años, de 1960 a 1998. Cuando se revisa la versión de esos medios se descubre cómo se visibilizan realidades o, bien (como él lo dice), se invisibilizan otras realidades en función de los criterios de definición de los mismos periódicos. En la mañana cuando estaba ordenando mis últimas notas saqué un recorte, una broma de un periódico, precisamente para ilustrar cómo se manipulan las versiones en función de los intereses, pero por el tiempo prefiero que si a alguien le interesa el chiste se lo platico después de la presentación.

Un octavo elemento en el que insiste mucho Juan Carlos, y se me hace un aporte muy importante del libro, es que da muchos elementos para pensar definiciones y redefiniciones de masculinidad. Ana ha escrito en algunos artículos que a veces algunas personas llegamos a confundir hombres con masculinidad y confundimos sexo con género, precisamente por eso. Yo tengo la impresión de que las reflexiones que hace Juan Carlos sobre masculinidad permiten mostrar lo resbaloso que es el concepto de masculinidad, pero al mismo tiempo aporta elementos para redefinirlo por si algunos queremos seguir hablando de masculinidad, cómo y en qué términos podríamos seguirlo haciendo. Juan Carlos simplemente dice en una parte: “La masculinidad es un objeto inasible que se escurre entre las manos como agua que puede sentirse, pero que no puede atraparse”; dice también: “es como un salto en el vacío”. Incluso uno de sus últimos capítulos se llama “Masculinidad en fuga”, lo cual se me hace muy sugerente para seguirlo reflexionando.

Un noveno elemento que se me hace el más preocupante de todos los resultados del libro, pero un aporte al final de cuentas del resultado de la investigación, es que Juan Carlos plantea que de acuerdo con ciertos modelos de masculinidad de los que los hombres entrevistados dan cuenta, “los hombres no están entrenados para lidiar con la otredad”, hay una poca familiaridad (dice Juan Carlos) para “vincularse con alteridad”. Es decir, de repente son un “ser para sí mismos -o a pesar de los otros-”; por ende, va a estar medio complicado que se relacione con los otros. Se me hace de lo más preocupante como hallazgo, pero se me hace un hallazgo muy válido y muy consecuente con lo que él está mostrando. Si es un hallazgo muy pertinente por lo investigado, valdría la pena ahora pensar en las implicaciones de esto.

El último aporte, por lo menos de esta lista, es que Juan Carlos se pregunta casi hasta el final: ¿será cierto lo que dice Catarino (uno de los entrevistados) de que la violencia doméstica que los hombres ejercen contra sus parejas está perdiendo legitimidad? Catarino dice que sí, Juan Carlos dice “se me hace que no”, y eso como que a uno le quita el ánimo después de todo lo que acaba de leer en el libro.

  • f) Para seguirle pensando, menciono tres últimos elementos que me quedan pendientes, después de esta primera lectura del libro, además de lo que ya dije.

    • 1. Por una parte, Juan Carlos hace muchas preguntas y eso me encanta ya que yo vengo desde la filosofía, pero hay preguntas que no están contestadas y me gustaría seguirlas dialogando con Juan Carlos y con cuanta gente quiera platicar sobre el tema. Una “pregunta inocente” que hace Juan Carlos en el capítulo VII es: “¿Por qué un hombre concreto elige un determinado modelo de masculinidad y no otro?” Genial pregunta, a mí se me hace muy buena pregunta y a la vez muy complicada, pero vale la pena seguirla dialogando y seguir imaginado posibles respuestas. ¿Por qué el hombre atípico del que habla Juan Carlos es un hombre que sufrió violencia en su casa, que a los siete u ocho años denunció a su padre por la violencia que ejercía sobre su madre y el padre fue encarcelado, además, y ahora es muy negociador -según su propio relato-? En cambio, hay otros que no sufrieron violencia de chicos y después viven ejercicios de violencia de adultos; entonces se me hace una pregunta excelente.

    • 2. Por otra parte, un elemento mássobre el que valdría la pena seguir reflexionando con Juan Carlos es la cuestión que les decía de la pragmática. Es decir, si bien quienes investigan el tema de la violencia hacen elaboraciones muy interesantes sobre la narrativa de los entrevistados, ¿qué tanto los entrevistados se reconocerían en ese discurso con el que se está dando cuenta de su propia experiencia personal?

    • 3. El último comentario, que yo sé que mete ruido, tiene que ver con lo que dice Juan Carlos en su libro y que destacó Ana. Juan Carlos dice: “Yo quiero tomar distancia de visiones psicologicistas” y acaba haciendo una referencia de que la violencia no es un episodio, son procesos y son elementos estructurales. ¡De acuerdo!, pero entonces, ¿cómo damos cuenta de hombres concretos que en sus narrativas parecieran hombres no violentos? Parecieran hombres que evitan (como en el libro de Miguel) específicamente lugares de socialización masculina para no ser constantemente confrontados en su modelo diferencial de ser hombres. ¿Cómo damos cuenta de hombres que no se enganchan en discusiones, incluso con su propia pareja (sabiendo que en otros contextos esos escenarios son detonadores de violencia) y que buscan momentos de más calma para enfrentar el conflicto?, ¿cómo dar cuenta del Armando al que hace rato hice referencia? Armando dice: “Yo soy explosivo, pero no violento; es decir, yo discuto con mi pareja y mi pareja discute fuertemente conmigo, pero tenemos límites, no hay problema con discutir, no hay problema con confrontar, siempre y cuando sepamos decir hasta aquí la discusión”.

Es un libro muy estimulante y espero que muchas personas lo lean.

1Presentación del libro Madejas entreveradas. Masculinidad, violencia y poder de Juan Carlos Ramírez, celebrada en El Colegio de México el jueves 23 de marzo de 2006. El libro fue publicado por Plaza y Valdés y la Universidad de Guadalajara en el año 2005.

* Juan Guillermo Figueroa Perea. Doctor en sociología y demografía. Profesor-investigador en el Centro de Estudios Demográficos Urbanos y Ambientales de El Colegio de México. Correo electrónico: figue@colmex.mx

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