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La ventana. Revista de estudios de género

versión impresa ISSN 1405-9436

La ventana vol.3 no.22 Guadalajara dic. 2005

 

En la mira

El X Encuentro Feminista: el avance del patriarcado a través de la inclusión

Ochy Curiel


La costumbre de escribir después de haber participado en los encuentros feministas se me ha hecho difícil por primera vez después de haber tomado parte del X Encuentro Feminista realizado en Sierra Negra, Sao Paulo, del 9 al 12 de octubre. Tengo una mezcla de resquebrajamiento, de pérdida de confianza en nosotras mismas, feministas de Latinoamérica y el Caribe; tengo una sensación de cansancio político, de hastío, sensaciones que evité durante tanto tiempo de activismo, pues no obstante nuestras diferencias políticas, siempre aposté a que era posible construir un proyecto político feminista transformador y que nos sumáramos muchas. En los últimos años, después de tanto debate sobre institucionalidad y autonomía, sentía, tal vez ilusa yo, que había puntos que ya estaban “superados”, profundizados, que ya este tema no era el fundamental, sino buscar consensuarnos en un proyecto que nos hiciera avanzar como movimiento frente a un mundo global cuyo neoliberalismo nos sigue matando casi a sangre fría. Tenía la esperanza de que este encuentro aportara a esa construcción, pues algo olía a que era posible. Hoy, lo dudo.

Probablemente mientras los días sigan pasando vuelva a mi posición anterior de seguir soñando y creyendo; ahora, trataré de colocar en estas notas mis sentires y algunas reflexiones que espero nos sirvan a todas en este recorrido feminista y lo hago desde la rabia y la tristeza.

Vale decir ante todo que el X Encuentro logísticamente estuvo muy bien organizado, en un lugar agradable, con todo a tiempo y disponible. En ese sentido van mis agradecimientos sinceros a la comisión organizadora.

Pero fue un encuentro que no logro ubicar en una palabra, un concepto o tal vez una frase: ¿aburrido?, ¿poco interesante políticamente?, ¿superinstitucional?, ¿poco lúdico? Creo que todo junto. Con excepción de las noches de fiesta, las actividades culturales brillaron por su ausencia; otra vez se volvió a esos encuentros rígidos, los cuerpos otra vez quedaron inamovibles en esos espacios de cuatro paredes. ¿Qué habrá sido de esa política feminista que nos dijo una vez que lo personal es político?, ¿dónde estuvo metida la creatividad que ha caracterizado a una buena parte del feminismo? Quién sabe, prefiero pensar que están fuera de estos encuentros y es una lástima que allí no se hayan manifestado.

Feminismo y ¿democracia?

En el proceso de organización de este X Encuentro dos cosas me hacían ruido y comencé a cuestionar: el tema, Feminismo y democracia, y las maneras en que las organizadoras se proponían hacer este encuentro participativo.

Sobre el tema del encuentro, la democracia, me preguntaba: ¿por qué habiendo sido tan cuestionada, sobre todo esa democracia representativa que conocemos, no sólo desde el feminismo, sino desde otros movimientos sociales y sectores intelectuales, las organizadoras proponían este tema?, ¿cómo es que ante un mundo que está siendo absorbido, golpeado por el patriarcado neoliberal, por los feminicidios de Ciudad Juárez y Guatemala, por la pobreza extrema, por un racismo y una xenofobia impresionantes, se decide reflexionar sobre democracia, una propuesta de organización social que hasta hoy ha sido tan liberal, que no toca ni profundiza las desigualdades sociales y económicas aunque le hayan puesto el apellido o el pre-nombre de radical?

La única explicación que me viene a la cabeza es que Brasil, uno de los países que tiene el feminismo más institucional de Latinoamérica y el Caribe, sigue apostando a la democracia como forma de organización política, consciente y a propósito, y esto se hizo sentir en el X Encuentro. La cantidad de feministas dentro de partidos políticos, que laboran en espacios estatales, que tienen una gran dependencia financiera e ideológica del Estado y la política de inclusión a él, es lo que más encontramos como política feminista y lésbica feminista en este país. El debate de la autonomía no ha pasado por ahí como ha sucedido en el resto de los países de América Latina y el Caribe y el cuestionamiento a estas instituciones patriarcales ha brillado por su ausencia, obviamente con pocas excepciones.

Esto no es lo peor. Antes de entrar al primer día de trabajo fueron muchas las feministas amigas y no tan amigas que se me acercaron comentando: “¿por qué el tema de democracia en este encuentro?” Yo preferí sonreír porque, que yo sepa, las únicas que cuestionamos esto fuimos Las Chinchetas, Lesbianas Feministas en Colectiva y Mujeres Rebeldes; el resto prefirió el silencio, como tantas veces. Y dentro del encuentro, muy pocas voces cuestionaron tal visión política; al contrario, en los espacios en donde participé se prefirió asumir este tema como “el” hilo del encuentro sin ser puesto en cuestionamiento y sin ver otros temas urgentísimos que tenemos enfrente.

No me sorprendió entonces que los conceptos “inclusión” y “exclusión” fueran los que marcaran los debates.

Las que facilitamos los paneles y diálogos complejos (por fin, caras nuevas, ¡eso sí!) fuimos producto de una consulta regional, lo cual me pareció acertado considerando que desde el feminismo debemos construir colectivamente. Lo que no me pareció acertado, que también expresé a la Comisión Organizadora muchos meses antes del X Encuentro, es que estas consultas se hiciesen a través de redes y articulaciones de Latinoamérica y el Caribe, las cuales representan (las escogidas) el feminismo más conservador, institucional y funcional al sistema producto de las conferencias mundiales y la dinámica de la ONU, de los financiamientos y del feminismo de Estado.

Nada más desacertado. Otra vez se invisibilizaron colectivos, organizaciones y feministas independientes que sí hacen movimiento político y social, que no son organizaciones no gubernamentales (ONG) con grandes financiamientos y agendas potables al sistema, que apuestan por transformaciones reales y no andan con paños tibios. Se asumió que esas redes y articulaciones eran “el movimiento feminista”. Lo que predominaba en el X Encuentro era una cantidad de ONG y redes con grandes publicaciones, numerosas delegaciones (con pasajes pagados por las financiadoras), cuyos temas abordados eran más que todo derechos reproductivos y seguimientos a conferencias, lo cual no es casual, dada la cantidad de financiamientos disponibles para este tema. ¡Era realmente impresionante! Ahí pensé: no es cierto que la institucionalidad está en crisis como dicen muchas; al contrario, sigue galopando como nunca antes.

Racismo, etnocentrismo, lesbianismo

Estos tres temas fueron los centrales en los diálogos complejos, parte de la metodología del encuentro y me pareció positivo; temas que durante años estuvieron invisibles o cuando salían a la luz era por la presión de las afrodescendientes, de las indígenas y las lesbianas. Haber considerado estos temas como centrales en el encuentro abre una brecha política importante, pues se empieza a considerar una propuesta feminista que articula diversos sistemas de opresión que tocan a las mujeres.

En ese sentido hubo una presencia significativa de afrodescendientes, de lesbianas, muy pocas indígenas, con voces y propuestas, cuestionando ese feminismo blanco, heterosexual que aún se erige como el legítimo. Ojalá que en los próximos encuentros y sobre todo en la práctica política cotidiana se sigan considerando como perspectivas que no sólo sean abordadas por las afrodescendientes, indígenas y lesbianas, sino por todas las feministas.

Ahora bien, aún todo ello se sigue manejando dentro del concepto de “diversidad” y de “inclusión/exclusión”. Se cree que el hecho de que haya un número considerable de esas voces que antes estaban silenciadas garantiza una perspectiva política alternativa. Más allá del número y cantidad de estas voces, lo que habrá que ver es cuáles son sus perspectivas políticas y lo que vi y sentí es que todavía estas propuestas se inscriben en lógicas identitarias, la mayoría de las veces esencialistas; el pensamiento político sigue fragmentado y segmentado y muchas de las demandas van dirigidas a formar parte de ese proyecto “democrático representativo” liberal. Aún no aparece claro un proyecto político transformador de las relaciones sociales, que creo que ahí es donde debemos concentrarnos en construir; se prefiere hablar de la cultura indígena o afrodescendiente más que del racismo; se prefiere insistir en el orgullo de ser lesbiana, más que considerar la heteronormatividad como un sistema patriarcal obligatorio que reproduce la explotación y subordinación de las mujeres a través del matrimonio, la pareja y la reproducción de roles erótico-sexuales-amorosos heterocéntricos y sobre todo una política lésbico-feminista que no ve más allá de sus narices, que no hace un análisis de la realidad socioeconómica que nos está afectando a todas las lesbianas y a las mujeres. Hubo obviamente excepciones, aunque muy pocas.

Queda aún pendiente profundizar hacia donde apuntar un proyecto político feminista que toque la realidad integrada, articulada, como bien se le presenta a las mujeres, aunque desde las experiencias concretas en donde la raza, la clase, la sexualidad… son claves para entenderla.

Las jóvenes: ¿Renovando el feminismo?

Otro balance positivo que saco es la cantidad de jóvenes que participaron en el X Encuentro. ¿Es renovación? Probablemente generacional, lo cual considerando el poco trabajo político para crear movimiento que el feminismo hace en los últimos años, es una gran cosa. Ver y sentir cuantas mujeres jóvenes se asumen feministas es un dato realmente esperanzador. Lo único no tan bueno es que muchas juegan el rol de las “pupilas” de las feministas de más larga data, repiten sus discursos y sus prácticas, sobre todo las que ya se mueven en las esferas institucionales, en las conferencias mundiales y en espacios financiados y cooptados políticamente. Eso podría significar que la renovación no es tal sino más de lo mismo con nuevas caras. Muy a pesar de ello, otras voces jóvenes (las menos) sí se paran desde otra lógica, más cuestionadora, más creativa y crítica. Opino que a las que llevamos algunos años en el feminismo, sin erigirnos como las “sabelotodo y dueñas del conocimiento y práctica feminista”, nos corresponde aportar también a sus procesos políticos y de activismo, al mismo tiempo que nos alimentamos de las nuevas formas de hacer feminismo que muchas de ellas con valentía asumen y promueven.

Las trans: La nueva ruptura entre las feministas

Meses antes de comenzarse el X Encuentro empezó a circular una carta promovida por Aireana y el Programa para América Latina y el Caribe de IGLHRC removiendo la entrada de las trans a los encuentros feministas. Ello no es más que una continuidad de la política de moda para ampliar la “diversidad” y el “arco iris” y que tocó de mala manera también al VI Encuentro Lésbico-Feminista el año pasado en México. Cito los dos primeros párrafos de esta carta con los cuales justifican su pedido y que fueron los fundamentos principales que aparecieron también en el X Encuentro:

  • 1. Porque creemos que el feminismo es una corriente de opinión, una fuerza política, un movimiento social y no un grupo de auto-ayuda o un club de amigas. Lo que define que una persona sea (o pueda ser) feminista o no son sus ideas y sus acciones, nunca su anatomía.

  • 2. Si las identidades sonauto-definidas y políticas, y si el género es una construcción, eso vale para todas y todos, trans y no trans. Aun aceptando la premisa de que sólo es posible ser feminista si se es mujer, si una persona se define como mujer trans y feminista, nosotras no tenemos ninguna autoridad para decirle que no lo es y cerrarle el acceso a nuestros espacios.

Quisiera analizar estos párrafos para aportar al debate que no se cierra por haberse aceptado en los encuentros feministas la entrada de las trans. Por cierto, no quedó claro si son trans mujeres, travestis, transgéneros de mujer a hombre o de hombre a mujer. No es lo mismo ni es igual.

Estoy de acuerdo en que el feminismo es un movimiento social y una fuerza política, yo agregaría que también es una teoría política y una propuesta de mundo. Pensar que algunas lo asumimos como un club de amigas es no entender una lucha política que ha implicado hasta la muerte para muchas mujeres; por tanto, también hay que considerar las anatomías porque es con base en ella y en los cuerpos que también el patriarcado se ha instalado porque el sexo ha sido también una construcción social. Y sí, también es un movimiento que ha permitido la autoconciencia, el encuentro entre mujeres compartiendo experiencias personales y colectivas. Aun lo personal es político es una consigna que sigue siendo válida hasta hoy día porque la propuesta feminista pasa por las historias personales de las mujeres, ya que el patriarcado también les atraviesa.

Ciertamente es positivo que diversos sectores, grupos, individuos que no son las mujeres, asuman el feminismo como posicionamiento político porque, lo quieran o no, es un reconocimiento a que la propuesta feminista, construida por las mujeres, es una propuesta que va más allá de nosotras y va para toda la humanidad, que es transformadora y propositiva. Es cierto también que el patriarcado no sólo afecta a las mujeres, sino a otros grupos humanos, por lo que el feminismo aporta también a la libertad de estos grupos.

Ahora bien, pararse desde una postura feminista es saber entender y saber respetar los procesos históricos de quienes construyeron ese movimiento, esa teoría y esa política y saber por qué lo construyeron. Han sido mujeres, mujeres que el sistema patriarcal ha construido socialmente cuando nacimos “hembras” y desde allí nos colocó estereotipos, roles, subordinaciones y explotaciones y que las feministas, por medio de discursos teóricos y prácticas políticas, hemos querido deconstruir, eliminar y hacer y aprehender nuevas formas y maneras de vivir y estar en el mundo. No se trata entonces de identidades autodefinidas, sino de relaciones sociales. “Mujeres” es una construcción que es producto del patriarcado y que sólo nos sirve como una cuestión estratégica para la articulación política, porque es desde esta categoría y su construcción que se entiende la subordinación, sea que nos paremos en cualquier corriente de pensamiento feminista.

La frase de Simone de Beauvoir: “la mujer no nace se hace” (1950) significaba y sigue significando su construcción social, histórica, materialista, relacional, que tiene que ver con los cuerpos, pero cuerpos situados en relaciones sociales en las que se encuentran ESAS mujeres. Es, como bien lo explica la francesa Nicole Claude Mathieu:

Ahora se escucha hablar de “relaciones sociales de producción de género” (Gender Relations of Production), pero a pesar del traspaso de género e incluso de sexo, estas relaciones de producción consisten en la explotación de las mujeres. Sin duda existen géneros “hombre-mujer”, pero en la base y en el peldaño más bajo de la escala de los géneros, lo que efectivamente hay son hembras: sexo social “mujer” (Mathieu, 2005).

Las trans (transgéneros, transexuales y travestis), si bien son víctimas también de opresión, dado que salen de la imposición de la binaridad, dicotomía de los géneros y en parte de la heteronormatividad, no han vivido lo que nosotras históricamente; es esa diferencia, que es política y concreta, lo que hace que muchas de nosotras queramos mantener espacios autónomos como mujeres construidas socialmente, lo cual no quiere decir que negamos posibilidades de articulación, coordinación y apoyo mutuo, siempre y cuando estén claros los fundamentos y proyectos políticos, no por la simple “diversidad”.

No es lo mismo asumirse mujer trans que haber sido socializada mujer. No es casual que la categoría trans sea política, no es casual que se denominen trans. Esto tiene un contenido y una apuesta concreta que según entiendo sus activistas han puesto de relieve: es romper con la relación legitimada de sexo-género-deseo y sus implicaciones en el cuerpo y la sexualidad. Y, según tengo entendido, las transexuales sí reivindican un cambio anatómico, es parte de su política, no así tanto los y las transgéneros ni las y los travestis que apuestan más a cambios de género y a una nueva estética. Entonces no apelamos a la anatomía, aunque muchas veces ciertas prácticas pequen de esencialistas y biologicistas.

Muchas mujeres feministas, entre las que me encuentro, queremos también deconstruir los roles y estereotipos impuestos por el patriarcado y esa relación sexo-género-deseo binaria y dicotómica enmarcada en la feminidad y la masculinidad. Pero no nos quedamos con eso: analizamos, sobre todo, cómo somos explotadas a través de la división sexual y racial del trabajo porque, como mujeres construidas socialmente, el patriarcado nos toca desde otras esquinas y es lo que ha permitido impulsar un movimiento político con muchos años de historia, historia también marcada por grandes tensiones dadas nuestras diferencias de apuestas y proyectos políticos.

Es por ello que hemos defendido el derecho a guardar nuestra autonomía y la seguiremos defendiendo, porque aún, no obstante los cambios que se han producido por nuestra propia lucha, el patriarcado sigue tan vivo como años atrás.

¿Excluimos? Tal vez sí, tal vez no. Tal vez sí, porque obviamente cualquier movimiento define sus actores y actoras, o más bien las y los actores definen el movimiento. Tal vez no, porque excluir supone una actitud adrede, implica negación, discriminación y la construcción de la autonomía como mujeres y feministas tiene más bien como propósito construir desde nuestras propias experiencias y propuestas y consolidar un proyecto político o diversos proyectos políticos desde nosotras. Obviamente eso le asusta al patriarcado, a sus instituciones y a los y las responsables de mantenerlo.

Yo me pregunto: ¿por qué se niega entrar entonces a los hombres feministas a los encuentros o a los colectivos de mujeres?, ¿por qué las blancas no entran a hacer activismo en los grupos de afrodescendientes?, ¿por qué las negras no entran a hacer activismo en los grupos de indígenas?, ¿por qué sólo cuando se trata de trans, travestis, transgéneros se habla de exclusión?, ¿de dónde sale este maternalismo?, ¿será que las trans, travestis, transgéneros no pueden defenderse por sí solas y solos?, ¿por qué no construyen su movimiento, sus encuentros propios?, ¿qué hay en el fondo de todo esto?

Los encuentros feministas son parte de la construcción política de este movimiento que hasta ahora autónomamente hemos hecho las feministas, mujeres construidas socialmente. Son encuentros de mínimas confluencias de prácticas políticas (aunque diferentes y diversas) que se hacen nacional y localmente por las mujeres y que logramos transnacionalizar apostando al internacionalismo, característica que el feminismo siempre ha tenido. No entender esto es una imposición patriarcal. Y es más fácil justificar esta imposición a través de la “inclusión/exclusión”, pues son los términos que más le sirven a este sistema, es lo más simple y potable, como si los proyectos políticos bastaran por cantidad y no por el contenido de las propuestas y las sujetas que lo componen. “Inclusión/exclusión” han sido los conceptos más manipulados para lograr que las trans entren a los encuentros, haciéndonos sentir culpables, pues se asume que tenemos que atender a las demandas, necesidades de los y las otr@s, menos a las de nosotras mismas.

Tengo mucha rabia porque las promotoras de todo esto, utilizando un discurso posmoderno, el cual sólo comparto en la medida en que diversifica los sujetos políticos y no se apega a identidades fijas, hacen creer como que permitir la entrada de las trans a los encuentros y a los espacios de las mujeres y lesbianas es lo más políticamente correcto y lo más avanzado del feminismo y el resto se lo cree. Nada más lejos que esto… es aprovechar los espacios para imponer lógicas de las financieras, aprovechar también la ignorancia teórica que aún existe en nuestro movimiento, producto de las diversas oportunidades de acceso al conocimiento que tenemos las mujeres. Es imponer por cualquier lado la lógica de la “diversidad”, la simbólica del arco iris y sumar letras a lo que se denomina movimiento LGBTI… sin profundizar en las propuestas políticas y las diferencias importantes que tiene ese movimiento, en donde no es casual que las lesbianas son las más invisibles y deslegitimadas por la misoginia que caracteriza este movimiento.

No me sorprendió entonces que haya sido en Brasil que se aceptara las trans en los encuentros feministas, por lo que dije más arriba: la creencia en la democracia (representativa), donde inclusión/exclusión son términos que sustentan la práctica política de feministas y lesbianas feministas, hicieron que las promotoras de esas ideas tuvieran el escenario perfecto.

Y es lógico también que se haya pasado la propuesta de su entrada porque sus promotoras han sido las mismas que instalaron la tecnocracia de género, que han burocratizado el movimiento, que ganan mucho dinero en nombre de las mujeres. Son a final de cuentas las mismas regalonas del patriarcado, las institucionales. Son las que han abierto las puertas cuando el patriarcado acecha y espera la debilidad política de las mujeres, para irrumpir, entrar, poseernos.

Tengo la imagen, que no logro quitarme de la cabeza, del momento en que se discutía este punto en el X Encuentro. Era el ÚNICO punto a debatir en plenaria. Mientras algunas promovíamos la necesidad del debate para tomar una decisión, dado que el tema es políticamente complejo, otras insistían en tomar la decisión ahí, en el momento y los procedimientos eran exactamente como hacen los partidos políticos, el fútbol y otras instituciones patriarcales y masculinas: ¡¿Quiénes en contra?, ¿quiénes a favor?! En medio del debate habíamos logrado colocar casi un consenso de que era necesario debatirlo, reflexionarlo… pero no hubo forma de impulsar ese consenso desde la mesa… había que ¡VOTAR!… Tal como lo concibe exactamente la democracia representativa liberal y la política en el X Encuentro y tal como se entiende en Brasil.

Resultado: El movimiento feminista dividido nueva y profundamente, y se divide por las diferencias políticas que se nos generan por la imposición de sectores e instituciones de afuera y donde muchas son cómplices. ¡Es ésa mi gran tristeza!

¿Qué queda? Seguir debatiendo, seguir construyendo proyectos políticos que toquen las bases de las subordinaciones, sin fragmentaciones políticas y teóricas, con autonomía de todo tipo. Creo que se hace urgente no colocarnos en trincheras (a pesar de que ahora mismo no tengo deseos de construir movimiento con estas cómplices que hacen pactos con el patriarcado) y tratar de profundizar en todo esto que nos está pasando como movimiento. ¿Cuál es el proyecto feminista que urge frente a este patriarcado neoliberal terrible y nefasto? Yo sé muy bien que no lo tenemos claro, pero estoy segura de que tenemos algunas ideas y sobre todo algunos sueños. A pesar de la rabia, de mis dudas y mis frustraciones, sólo me resta decir: no dejemos que la esperanza se disuelva, creo que allá afuera y dentro de nosotras hay un mundo en el que realmente podemos transformar, aunque nos cueste. Todo depende de nosotras.

* Ochy Curiel. Correo electrónico: ochycuriel@hotmail.com

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