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Economía, sociedad y territorio

versión On-line ISSN 2448-6183versión impresa ISSN 1405-8421

Econ. soc. territ vol.17 no.54 Toluca may./ago. 2017

https://doi.org/10.22136/est17542017775 

Artículos

La inserción socioeconómica y territorial de los migrantes aymaras en la ciudad de El Alto, Bolivia

The socio-economic and territorial integration of aymara migrants in El Alto city, Bolivia

Mariela Paula Diaz* 

*Universidad de Buenos Aires, Argentina, correo electrónico: madidip@gmail.com


Resumen:

Este artículo analiza la apropiación del territorio de los migrantes aymaras -residentes en dos barrios de la ciudad de El Alto: El Porvenir I (periferia) y 16 de Julio (centro)- y su relación con la dinámica urbana y laboral. En el barrio periférico ocurre la configuración de territorios rururbanos, donde los migrantes empobrecidos mantienen un hilo de continuidad con sus comunidades. Para llevar a cabo esta investigación, se realizaron entrevistas semiestructuradas en profundidad a la población migrante y se aplicó una encuesta a miembros de 100 hogares en total. También se destaca la observación no participante de las actividades de la vida cotidiana.

Palabras claves: Ciudad de El Alto; migración aymara; apropiación urbana; informalidad laboral

Abstract:

This article analyzes the urban appropriation of Aymara migrants, residents in two neighborhoods of the city of El Alto, El Porvenir I (periphery) and July 16th (center), and their relationship with labor and urban dynamics. In the suburb appear the rururban territories where migrants maintain a thread of continuity with their communities. To carry out this study, semi-structured in-depth interviews to migrant residents and a survey applied to members of 100 households were conducted. Also, non-participant observation of the activities of daily life was used.

Keywords: El Alto City; Aymara migration; urban appropriation; labor informality

Introducción

A fines del siglo XIX y principios del siglo XX, gran parte del territorio alteño estaba concentrado en manos de latifundistas. En el altiplano norte, donde se asienta El Alto -a diferencia de otras regiones de Bolivia- las haciendas se erigieron sobre los territorios de las comunidades indígenas aymaras (ayllu) en los que se presentaba la combinación de una tenencia privada o familiar de espacios de tierra cultivable y la propiedad comunal. Hacia mediados del siglo XX, El Alto se consolidó como un barrio periférico de la ciudad de La Paz y se constituyó principalmente como “dormitorio obrero”. Su conformación fue parte del proceso de metropolización y consolidación urbana de La Paz que comenzó específicamente a partir de la Revolución de 1952, periodo de transformaciones sociales, políticas y económicas.

Con la implementación de la Reforma Agraria (1953) se llevó a cabo la expropiación de las haciendas, y bajo el lema “la tierra es de quien la trabaja”, se entregaron pequeñas parcelas a los campesinos. Sobre la base de estas haciendas se conformaron la mayoría de los barrios alteños, que junto con los campesinos acomodados generaron un submercado de loteamientos informales o se convirtieron en los llamados urbanizadores piratas (Abramo, 2012).

El crecimiento de El Alto se debió, en parte, a los limitantes de relieve que presenta el valle donde se ubica la ciudad de La Paz. Esta última, al estar situada en un valle cerrado y accidentado, tiene restringidas posibilidades de expansión que le impide construir en cualquier zona. Al contrario, El Alto presenta un relieve plano sin accidentes geográficos relevantes, solamente tiene dos límites: uno físico (la cordillera) y, otro, político-administrativo (los municipios vecinos).

No obstante, en un primer momento, El Alto por su altitud (4050 metros sobre el nivel del mar), el clima (propio de la puna) y la carencia de los componentes colectivos básicos del hábitat se estructuró como un foco secundario o alternativo de recepción de la población de bajos recursos, particularmente de migrantes aymaras. A partir de la década de1980, trás el desborde poblacional de las laderas de la hoyada de La Paz, éste se convirtió en el primer polo de atracción de las nuevas migraciones que se produjeron en el país, producto de la aplicación de las medidas neoliberales.

En marzo de 1985 se transformó en municipio autónomo: dejó de llamarse El Alto de La Paz por simplemente El Alto y la población pudo elegir a sus propias autoridades municipales. Finalmente, en septiembre de 1988, el Congreso Nacional reconoció su estatus de ciudad. El crecimiento más fuerte de ésta (y el más alto de Sudamérica) se registró en el periodo intercensal de 1976-1992 por factores económicos y sociales diversos. Principalmente, por las transformaciones neoliberales plasmadas en el Decreto N°21060 bajo el gobierno de Paz Estenssoro de agosto de 1985, que provocaron oleadas migratorias de las consideradas “víctimas del sistema”, lo que dio impulso al proceso de urbanización del país. Este vertiginoso crecimiento de El Alto sucedió de una manera informal y sin ningún tipo de planificación estatal alrededor de tres ejes de expansión: hacia la carretera a Copacabana, a Viacha y a Oruro. Esto a pesar de las pocas urbanizaciones creadas por los planes estatales de vivienda, focalizados especialmente en los asalariados formales.

De esta manera, los relocalizados mineros, fabriles y pobladores rurales del Altiplano Norte se dirigieron a El Alto y a las zonas de cultivo de hoja de coca. Estos últimos se vieron obligados a migrar debido a las sequías en tierras bajas e inundaciones en zonas montañosas por efecto del fenómeno climático el “Niño” durante 1982 y 1983. A esto se le sumó la crisis agraria de 1985, producto de la apertura económica y del problema estructural del minifundio. El costo social de estas medidas se tradujo en el incremento del desempleo y de los niveles de pobreza, lo que obligó a los campesinos empobrecidos y a los relocalizados a migrar a las ciudades para dedicarse a otras actividades dentro de una economía informal y precarizada.

Estas migraciones internas produjeron en El Alto una tendencia a la extensión continua que promovió una estructura territorial difusa en la periferia (de baja consolidación urbana) y compacta en las zonas céntricas de consolidación “relativa”.1 Esta extensión de las periferias (sin infraestructura ni servicios básicos) expresan las estrategias de los loteadores informales de minimizar los costos de fraccionamiento y maximizar las ganancias (Abramo, 2012).

Actualmente, según la información brindada por el Censo de Población y Vivienda de 2010, es la segunda ciudad más poblada (843,934 habitantes) del país, luego de Santa Cruz (1,453,549 habitantes); contando con una extensión territorial de 350,4 km2, dividida políticamente en 14 distritos municipales.2 En la década de 1990 fue declarada ciudad en emergencia por el elevado crecimiento demográfico y las deficiencias en materia de servicios básicos. Por este motivo, generalmente, se define como un enclave urbano homogéneo: el más pobre de la región metropolitana de La Paz y un espacio “racializado” (el otro étnico) por el predomino de la población autoidentificada con el pueblo aymara, que ostenta una baja provisión de infraestructura básica con relación a La Paz (Adad-Torrico, 2004; Guaygua, 2011). De tal modo que El Alto es considerada una “ciudad aymara”, que es uno de los rasgos que permanece pese al proceso de urbanización y metropolización. Se describe como una ciudad joven y de inmigrantes por su reciente conformación y por la composición de su población. A nivel macro o, en este nivel de desagregación de los datos, dicha descripción puede ser considerada correcta. Por el contrario, cuando se combinan diferentes escalas de análisis, a nivel urbano y barrial, se puede demostrar la distribución espacial desigual de la cultura aymara, de la población migrante, de la estructura poblacional joven, de la cobertura de los servicios públicos domiciliarios y de la infraestructura urbana respecto a la situación de localización centro-periferia. Esto último permite reflexionar sobre la calidad socio ambiental del hábitat. Pese a esto, solamente se encuentran afirmaciones incipientes, con escasa evidencia empírica sistematizada, sobre la diferenciación socioespacial y el desarrollo urbano desigual y combinado que caracteriza a esta ciudad.

Además, El Alto dejó de ser un lugar meramente de residencia. A partir de 1985, pero con mayor énfasis en la década de 1990, se convirtió en una ciudad mercado y en una ciudad manufacturera e industrial. Pese a no contar con estadísticas oficiales que estimen la incidencia de la informalidad laboral, se deduce que la misma debe ser alta debido a que las principales actividades económicas de la ciudad son el comercio, los servicios y la industria manufacturera. El objetivo de este artículo es analizar la dimensión dinámica del territorio urbano con relación a la apropiación de la población aymara migrante de origen rural -una de las “víctimas del periodo neoliberal”- en el barrio periférico El Porvenir I y el barrio céntrico 16 de Julio (III sección) de la ciudad de El Alto durante el periodo posneoliberal 2010-2013. En primer lugar, se abordan las características de las prácticas cotidianas en ambos barrios y las vinculaciones que existen con el tipo de hábitat en el que residen, así como con la posición de los hogares en el mercado laboral, es decir, con la estructura de clase del hogar. Además, se estudia el lazo que sostienen los hogares de migrantes con sus comunidades rurales de origen.

Por consiguiente, se intentará demostrar, que lejos de la visión homogeneizante, la ciudad de El Alto presenta una diferenciación socioespacial y un desarrollo urbano desigual y combinado, que configura un tipo de hábitat según localización centro-periferia. No obstante, este estudio se propone estudiar tanto la configuración territorial (hábitat) como su articulación con la dimensión del habitar y de la apropiación urbana. Al mismo tiempo, se pondrán a debate los postulados de la Teoría de la Modernización respecto al proceso de descampenización progresiva (Heyning, 1982).

Al respecto de este análisis existen pocas investigaciones previas sobre la ciudad que se estudia. Como señaló Hubert Mazurek (2009), la sociología boliviana se ocupó muy poco de estudiar las transformaciones socioterritoriales en el marco del proceso de urbanización, y El Alto es específicamente una de las ciudades con menos estudios sobre su realidad. A su vez, se han relevado pesquisas que examinan fragmentariamente la cuestión de la vivienda y del mercado de trabajo en la ciudad, siendo escasas las publicaciones que indagan esta relación desde un anclaje socioterritorial. Finalmente, se hallan exiguas investigaciones sobre la dinámica urbana (con relación al “habitar”) de la ciudad de El Alto. Por ende, este artículo pretende ser un aporte para futuros abordajes.

1. Fundamentos teóricos y metodológicos

El estudio de toda dinámica urbana implica una doble dimensión: la referente a habitar y al hábitat. La primera se refiere a los diversos modos de residir en la ciudad y las formas de apropiación, que se manifiestan mediante las prácticas cotidianas que permiten satisfacer necesidades sociales (Lefebvre, 1978). Cabe aclarar que las diversas expresiones de apropiación urbana forman parte de las estrategias familiares de reproducción en circunstancias estructurales que las condicionan (Duhau, 2003; Dureau, 2004).

En este artículo se restringe el término apropiación urbana a las prácticas que se refieren a los usos del territorio urbano, sin negar su abordaje desde una perspectiva más amplia, que incluya otras prácticas y sus representaciones desde el plano simbólico. En este sentido, habitar implica apropiarse del espacio sin ser sinónimo de propiedad, sino de hacer una obra, modelarla, ponerle el “sello propio”. Por ende, no es meramente un acto de reproducción.

La configuración territorial o el hábitat hacen referencia a las oportunidades diferenciales que ofrece la ciudad en función de la distribución espacial desigual de los servicios públicos domiciliarios, infraestructura, equipamientos comunitarios, entre otros; condición que posibilita la existencia de rentas diferenciales en el suelo urbano. Por lo tanto, las condiciones del hábitat incluyen las características de la vivienda y del contexto urbano (vecindario). Es así que una situación definida por tierras sin condiciones urbano-ambientales para ser usadas como residenciales -sin servicios públicos domiciliarios, infraestructura o equipamientos colectivos, con dificultad para acceder al transporte público, entre otros- alude a una precariedad de la vivienda y de los componentes colectivos del hábitat que identifica un bajo nivel de consolidación urbana. Esta cuestión puede caracterizar tanto a la construcción del espacio urbano dominial formal como informal (Clichevsky, 2003).

Por otra parte, la concentración de los componentes colectivos tiende a aumentar el precio del suelo y configura los lugares céntricos o consolidados de la ciudad. En consecuencia, ciertas zonas (periféricas o rururbanas) que no representan condiciones generales de valorización al capital permanecen inexplotadas o se hallan al margen de los “beneficios” de las economías de aglomeración, generando diversas situaciones de penurias (Topalov, 1979).

La diferenciación en el espacio de las condiciones de valorización de los capitales reside en el carácter no reproducible y monopolizable de las economías de aglomeración, con consecuencia en la fijación de una sobreganancia de localización en forma de rentas, es decir, las rentas del suelo se transforman en un mecanismo de asignación espacial de actividades y en un mero reflejo del propio movimiento del capital, de su desarrollo espacial desigual. Los niveles de constructibilidad, asociados a las características topológicas y topográficas del terreno y a los costos de localización con relación a su centralidad y accesibilidad -no sólo los costes de transporte sino también la dotación de infraestructuras urbanas y equipamiento comunitarios- son indicadores de estas rentas diferenciales en el espacio urbano y, a su vez, desempeñan un papel en la estructura habitacional de segregación en las ciudades (Coulomb, 2012; Abramo, 2012).

Asimismo, la diferenciación en el espacio de las condiciones de valoración conlleva repensar el concepto de ciudad. Desde una primera aproximación se muestra un desarrollo urbano desigual entre las áreas céntricas y periféricas, esta noción manifiesta la incesante acumulación y concentración del capital en espacios reducidos. No obstante, este desarrollo urbano no sólo es desigual sino también es combinado, en tanto puede ocurrir una mixtura entre lo más desarrollado de la técnica con lo más tradicional en un mismo territorio a nivel macro (urbano) y micro (barrial), que se encuentra determinado por el proceso anárquico de la acumulación del capital en el periodo del capitalismo globalizado (Smith, 2006; Katz, 2016). Por lo tanto, en un posterior trabajo será necesario analizar cómo la globalización y la dependencia al capital trasnacional moldea (y moldeó) las economías periféricas (Katz, 2016).

Vale aclarar que la noción de desarrollo desigual y combinado puede ser utilizada para analizar distintos ámbitos de la sociedad (como el económico y el cultural), pero en este artículo se limita al estudio de lo “urbano”, es decir, como herramienta teórica que permita distinguir los tipos de hábitat y su grado de consolidación en una urbe latinoamericana según localización centro-periferia. Por ejemplo, en la ciudad de El Alto, las áreas periféricas son homogéneamente precarias y en las áreas céntricas se presenta una heterogeneidad de situaciones. Esto muestra no sólo un desarrollo urbano desigual y combinado en la ciudad, en tanto unidad sino también en el mismo ámbito céntrico. De este planteamiento se desprende que las áreas céntricas de mayor consolidación y las áreas periféricas no forman parte de una “ciudad dual” sino que son producto del mismo proceso histórico.

En síntesis, la conceptualización de las ciudades, como expresión de un desarrollo urbano desigual y combinado, se contrapone a la visión finalista (y dualista) de un proceso de urbanización absoluto y sin contradicción, en tanto que las actividades sociales y de la población se concentran en las ciudades, lo que motiva la desaparición de las áreas rurales (Pradilla-Cobos, 1986). Esta cuestión es pertinente ya que el tema propuesto pretende indagar sobre las actividades rurales llevadas a cabo por los migrantes indígenas aymaras en un entorno urbano barrial periférico de baja consolidación y renta del suelo. Estas actividades manifestarán una forma particular de apropiación urbana que en lugar de ser analizadas como “islas de ruralidad” (Jaramillo y Cuervo, 1993) puede optarse por describirlas como territorios rururbanos de prácticas cotidianas “híbridas (o mixtas)” que definen un tipo de hábitat particular. En otras palabras, cabe preguntarse si es posible una coexistencia de elementos heterogéneos sin fusión o, por el contrario, una mixtura superadora de usos del suelo urbanos y rurales.

Esta noción de “desarrollo urbano desigual y combinado” se vincula también con ciertos rasgos particulares de la urbanización latinoamericana: la deficiente provisión de los valores de uso colectivo y la presencia de formas -no mercantiles/precapitalistas- de producción y de socialización del consumo. Igualmente, dichos rasgos son considerados indicadores no sólo de la configuración territorial (hábitat) sino también de la dimensión del habitar, es decir, de las estrategias de apropiación del territorio. Por consiguiente, el hábitat y el habitar no deben estudiarse de manera dicotómica sino en su relación dialéctica. Es así como las características del hábitat condicionan las posibilidades de apropiación y las formas de habitar de una población pero, al mismo tiempo, éstas pueden dar como resultado un tipo de hábitat particular.

Cabe destacar que este análisis se inscribe en el estudio mayor de la acumulación del capital periférico que se asienta en un régimen de salarios bajos (Jaramillo y Cuervo, 1993; Topalov, 1979). En esta perspectiva analítica, las actividades rurales desarrolladas en El Porvenir se estudian como formas de socialización del consumo, no mercantilizadas y precapitalistas,3 que permiten la reproducción social y complementan los escasos recursos del hogar.

Por otra parte, estos rasgos fueron detallados por diversos autores a una escala “macro”. Este artículo se propone problematizarlos, especialmente los detallados por Jaramillo y Cuervo (1993), en un análisis multiescalar (urbano y barrial) con el fin de indagar las posibles diferenciaciones según la localización centro y periferia definida. Esto último como primer abordaje que permita, con posterioridad, evaluar las características similares y las especificidades de cada país de la región. Sin embargo, el estudio de la ciudad de El Alto, referente de la cultura aymara, se constituye en un caso testigo de las características propias de los países andinos del cono sur.

Para poder llevar a cabo esta investigación, en la cual se indaga sobre el hábitat y el habitar, se adoptó una estrategia multimétodo4 incorporando datos de fuentes primarias y secundarias. Especialmente se analizaron los informes publicados por el Instituto Nacional de Estadística de Bolivia. Los datos cualitativos provienen de las entrevistas semiestructuradas en profundidad a mujeres y hombres migrantes residentes en cada uno de los barrios, y de la observación no participante de la vida cotidiana. Para la realización de las entrevistas en dichos barrios se eligieron a hombres y mujeres de 18 años y más, y en total se entrevistaron a 40 personas con base en los hogares integrados en la muestra estratégica (no probabilística) de una encuesta aplicada a 100 hogares en total (50 hogares en cada barrio). Esta estrategia se combino con la técnica “bola de nieve” a partir de las referencias aportadas por los sujetos a los que ya se había accedido. En todos los casos aparecen con sus nombres ficticios para resguardar su anonimato.

Los datos cuantitativos primarios son resultado de una encuesta a miembros de 50 hogares (en total 100 hogares que representan un total de 298 habitantes)5 en cada uno de los barrios que muestran situaciones diferentes en la relación centro-periferia de la ciudad. Para la implementación de la misma se utilizó un muestreo estratégico (no probabilístico) donde el procedimiento de selección muestral concluye cuando se llega a la saturación teórica. En este sentido, cada lugar en el que se aplicó la encuesta representa un tipo de hábitat característico de dicha ciudad.6

En cuanto al recorte temporal adoptado, es importante destacar que la globalización neoliberal en Bolivia tuvo un punto de inflexión en 1985 cuando se aplicó el Decreto N°21060 de estabilización monetaria y reforma estructural bajo la presidencia de Víctor Paz Estenssoro del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR).7 Este decreto que condensó la reestructuración neoliberal se pudo implementar luego de la derrota de las jornadas de lucha de los trabajadores mineros.

El periodo neoliberal (que data de 1985) se extendió hasta la llegada a la presidencia de Evo Morales del Movimiento al Socialismo (MAS) en 2006. Esto último fue antecedido de un ciclo de rebeliones populares-aymaras (2000-2005), con epicentro en la ciudad de El Alto, que inauguró una etapa llamada posneoliberal que rige hasta el presente. Actualmente, existe un debate sobre si los gobiernos posneoliberales lograron menguar o no la dependencia. Aquí se sostiene que más allá de las diferencias entre el denominado neoliberalismo y posneoliberalismo, la dependencia estructural al capital trasnacional se mantiene. A continuación se abordará el tipo de hábitat y la posición en el mercado laboral de los hogares en los barrios que se estudian. Por último, las características de las prácticas cotidianas y las vinculaciones de los migrantes aymaras con sus comunidades rurales de origen, seguidas de unas reflexiones finales.

2. Tipo de hábitat y perfil socioeconómico de los habitantes de los barrios

El barrio 16 de Julio es céntrico, se encuentra al norte de la ciudad, se creó el 16 de julio de 1944. Es considerado uno de los más antiguos pues se formó después de la guerra del Chaco (1932-1935) y fue uno de los primeros. Actualmente, goza de una mayor consolidación urbana, aunque relativa, ya que posee deficiencias estructurales, característica propia de las urbanizaciones periféricas que se basan en una baja provisión de valores de uso colectivo (Jaramillo y Cuervo, 1993). En este barrio prevalece una mezcla de usos de suelo urbano: residencial, comercial e industrial. En cambio, el barrio El Porvenir I se halla en el sector noroeste de la periferia de la ciudad de El Alto y es de creación reciente, se fundó el 2 de febrero de 1999.

Por consiguiente, la conformación de estos barrios sucedió en dos momentos económicos, políticos y sociales distintos. Esto refiere a que en la década de 1950, la urbanización del país se aceleró bajo el periodo de capitalismo de Estado cuando se desarrolló la política de industrialización por sustitución de importaciones y se aplicaron diversas reformas políticas y sociales, que entre tantas medidas dispuestas, eliminó el pongueaje (forma de esclavitud en las haciendas)8 y la restricción que prohibía la entrada de la población indígena a ciertas calles céntricas y plazas de La Paz. En cambio, hacia mediados de la década de 1980, bajo los gobiernos democráticos neoliberales, el crecimiento poblacional en las áreas urbanas y la migración campo-ciudad fue una consecuencia de la política de desindustrialización (relativa), de la apertura económica y de la liberalización de la economía.

Según información disponible del Censo de 2001, la densidad más alta se encuentra en el Distrito 6 (donde se ubica el barrio 16 de Julio) con 12,467 habitantes por km2, y la más baja, en el Distrito 7 (donde se localiza El Porvenir) con 341 habitantes por km2. Este último Distrito es considerado el segundo más extenso de El Alto y el que menos población tiene, constituyéndose así en un área periférica en proceso de expansión (Alvarado et al., 2011). Para esa época, la tercera sección del barrio 16 de Julio contaba con una población de 8822 habitantes y para el 2012 se estimó que ascendía a 15,000 personas. Respecto a El Porvenir no se encuentran datos disponibles del Censo 2001 ya que era un barrio muy reciente, y había un estimativo poblacional como “zona San Roque” que agrupaba a distintos barrios del Distrito 7. Gracias a la información brindada por la ONG SUMAJ HUASI-Para la vivienda saludable se pudo evaluar que hacia el 2011 había 450 lotes, de los cuales 350 estaban construidos, y el número de familias que vivían en forma permanente era alrededor de 150. A partir de la encuesta aplicada en 2012, se pudo calcular que el promedio de miembros por familia es de 4,8. Entonces, aproximadamente son 720 personas las que se encuentran en forma permanente en el barrio, lo que evidencia una menor densidad poblacional.9

En el barrio periférico predominan los hogares con adultos nacidos en el campo (94%), autoidentificados con el pueblo aymara. Por el contario, en el barrio 16 de Julio imperan los hogares con adultos nacidos en la ciudad de El Alto o La Paz (60%), 53,5% se autoidentifica con ese pueblo y 20% con ningún pueblo indígena. Es probable que en esta zona muchos sean hijos o nietos de migrantes, esta cuestión podría abordarse en una futura investigación. En el grupo poblacional de 65 años y más, 50% provenía de las comunidades rurales y la otra mitad de las ciudades de La Paz o El Alto, lo que denota que en sus orígenes recibió un contingente de población rural.

El Porvenir posee una estructura poblacional más joven que el barrio céntrico, 55% del total de los miembros del hogar tiene menos de 20 años, mientras en 16 de Julio alcanza 37,6%. Estos datos contradicen la imagen homogénea de la ciudad El Alto, ya que presentan una diferenciación socioespacial por la distribución de la población migrante aymara y la estructura poblacional joven en la ciudad, respecto a la situación de localización centro-periferia. En contraste con el barrio16 de Julio, el hábitat de El Porvenir se caracteriza por una baja consolidación urbana y un área segregada que configura un tipo específico de hábitat. Esto no sólo se refiere a la tendencia de la organización del espacio en zonas de fuerte homogeneidad social interna y de gran disparidad entre ellas, sino esencialmente a las oportunidades diferenciales de acceso a los bienes materiales y simbólicos de la ciudad,10 lo que muestraun desarrollo urbano desigual y combinado del territorio urbano según localización centro-periferia definida.

La información recabada muestra una tipología de vivienda precaria, pues de acuerdo con los elementos principales que se tomaron en cuenta para este estudio, las viviendas carecen de gas domiciliario, agua potable, baño, están construidas sobre piso de tierra, y las que cuentan con baño no tienen arrastre de agua, asimismo, las que poseen red de agua potable domiciliario no tienen distribución por cañería, sólo en el patio o en el baño de la casa.

Cuadro 1 Tipología de vivienda. Total de hogares de los barrios El Porvenir y 16 de Julio, 2012  

Tipo de vivienda Nombre del Barrio
El Porvenir 16 de Julio
Vivienda precaria 100% 58%
Vivienda no precaria 0% 42%
Total 100 (50)% 100 (50)%

Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora, 2012.

En El Porvenir, la totalidad de las viviendas de los hogares encuestados es precaria, deriva de una situación estructural homogénea por la ausencia de gas natural a domicilio, con una distribución de agua por cañería sólo hasta el patio de la casa, y si bien las viviendas tienen baño éstas no tienen arrastre de agua.

Respecto a la provisión de agua, cabe destacar que avanzado el siglo XXI esta población no contaba con red pública de agua potable. Durante el gobierno de Sánchez de Losada se recibió financiamiento de Suiza para su conexión domiciliaria. Pero, ésta se vio cancelada por los levantamientos populares aymaras de octubre de 2003. Bajo el Gobierno de Evo Morales, con el financiamiento del gobierno de Holanda, se terminó la instalación de agua por cañería, aunque actualmente cuenta con una limitada distribución.11 Las calles son de tierra e irregulares, con amplias subidas y bajadas, de tal modo que cuando llueve se convierten en greda. Además, el alumbrado público es deficiente, por lo que el transporte público y el vehículo recolector de residuos no ingresan a las vías principales del barrio, sólo transitan por la carretera Panamericana. Por este motivo, la población para conseguir un medio de transporte tiene que caminar como mínimo ocho cuadras y diecinueve como máximo. A partir de las 20 h el transporte comienza a escasear y se torna muy difícil poder movilizarse desde las áreas periféricas de El Alto. También, se observan calles desbordadas de basura, contribuyendo a la contaminación del río por la deficiencia del servicio, lo que lo convierte en un foco de enfermedades infecciosas.

De esta manera, el hábitat de este barrio, donde residen principalmente los migrantes aymaras, se caracteriza por el predominio de una situación homogénea en cuanto a la precariedad de la vivienda y del entorno urbano en el marco de una vulnerable calidad socioambiental, es decir, posee una baja consolidación debido a las reducidas inversiones en obras públicas, infraestructura urbana, equipamientos comunitarios, así como a los problemas agudos para su accesibilidad. Estas carencias permiten configurar una situación de segregación residencial de estos sectores sociales, a los que se les niega íntegramente el derecho a la ciudad. Cabe señalar que este tipo de hábitat fue uno de los resultados del loteamiento informal que contó con la “tolerancia del Estado”. Esto se liga con la permanencia de una lógica económica de rentabilidad de las políticas públicas, en lo que corresponde a la no implementación de programas de mejoramiento de barrios en una zona de baja densidad poblacional y edilicia que se encuentra también al margen de los desarrolladores inmobiliarios.

Por el contrario, en el barrio 16 de Julio se encontró con una cierta heterogeneidad pues coexiste en el mismo espacio lo precario (predominante con 58% sin distinción migratoria) y lo no precario en un contexto urbano de mayor consolidación relativa. Por ejemplo, en 2013, gracias al Programa de Mejoramiento de Barrios se cambió el enlosetado y el empedrado, con más de 15 años de antigüedad, por cemento rígido. Con ello se facilita el ingreso del vehículo recolector de residuos en forma frecuente al barrio, y el transporte público funcionando las 24 horas.

Por lo tanto, esta tipología de vivienda establece una desigualdad entre las áreas céntricas y periféricas (e incluso dentro del mismo barrio céntrico), así como una condición de segregación residencial que sufren los hogares de migrantes en la periferia, como expresión del desarrollo urbano desigual y combinado que presenta la ciudad de El Alto. En este sentido, se concluye que pese a los avances que ocurrieron en la ciudad de El Alto en cuanto a cobertura de servicios públicos domiciliarios poslevantamiento aymara de octubre de 2003 y de mayo-junio de 2005, se siguen concentrando en las áreas céntricas de mayor densidad poblacional y edilicia.

En consecuencia, retomando los supuestos teóricos, los barrios periféricos se definen con un bajo valor del suelo urbano con relación a las áreas céntricas de la ciudad de El Alto. Esto último se enmarca en una menor valorización del territorio alteño en comparación a La Paz debido a su ámbito hostil derivado de su clima y altitud. Esta cuestión explica en parte su deficiente provisión relativa de infraestructura urbana a nivel general, pese a ubicarse en la meseta de altiplano y poseer un nivel de constructividad mayor que La Paz. A esto se le suman las escasas inversiones de la municipalidad paceña cuando El Alto se configuraba como su barrio periférico.

Es significativo que en ambos barrios alteños predomina la formalidad dominial, representando en El Porvenir 76%, y en el barrio 16 de Julio 70,8%. Es decir, esta inserción formal actual, en contraste con sus orígenes, se debió a una política concreta del gobierno local de regularización de la situación dominial de la población de la ciudad, base sobre la cual la Alcaldía ejerce su “derecho” de cobro del impuesto al inmueble. Como analizaron Ramírez-Corzo y Riofrio (2006) en el caso de las barriadas populares de Lima (Perú), destacan los límites de la regularización dominial ante la inexistencia de una política urbana integral por parte del Estado. Es así que continúa una lógica “viviendista” sin atacar el problema principal que es el déficit cualitativo de la vivienda.

En síntesis, los migrantes aymaras, luego de una larga trayectoria migratoria desde la salida de su comunidad rural de origen, lograron acceder a la propiedad formal de su vivienda, pero en situación de precariedad urbana, social y ambiental signada por su desarrollo desigual (y combinado) en cuanto a la cobertura de servicios públicos e infraestructura. Igualmente, respecto al perfil económico de los residentes de ambos barrios, se halló una diferenciación socioespacial. Como se visualiza en el cuadro 2, los jefes de hogar se concentran como trabajadores por cuenta propia sin empleados a su cargo y como obreros/empleados.

Cuadro 2 Ocupación principal de los jefes de hogar activos. Total de hogares de los barrios El Porvenir y 16 de Julio, 201212  

Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora en 2012

Estos barrios revelan la composición socioeconómica de El Alto, que según el Censo 2012, está compuesta principalmente por obreros/empleados (43%) y trabajadores por cuenta propia sin empleados a su cargo (43,3%). Las actividades cuentapropistas se ligan principalmente a los microemprendimientos destacados en la ciudad de El Alto. Son formas productivas precapitalistas basadas fundamentalmente en el trabajo familiar no asalariado, que suelen desarrollarse en un lugar dentro la misma vivienda. En otras palabras, la utilización de la vivienda no solamente como lugar de alojamiento sino de trabajo constituye una estrategia familiar de inserción en el mercado laboral.

Esta práctica de autoempleo se masificó a partir de la década de 1980 como forma de paliar el desempleo, producto de la crisis económica y las consecuencias sociales que trajo consigo la aplicación de medidas neoliberales. La proliferación de las microindustrias expresa no sólo los límites del mercado laboral para absorber a la totalidad de la población sino fundamentalmente la estrategia del capital de reducir sus costos de producción. Además, manifiesta un problema estructural de Bolivia, como país dependiente, que se basa en un patrón de crecimiento económico centrado en el sector primario exportador, sin generar puestos de trabajo suficientes para el conjunto de la población (Wanderley, 2009).

Cabe agregar que lo que prevalece en ambos barrios es la informalidad laboral de los jefes de hogar, desde la definición legal o de protección social, según tenencia de aportes jubilatorios (93,8% del total de jefes de hogar de El Porvenir, y en 16 de Julio 97,7%). Si bien bajo el gobierno de Evo Morales se derogó el artículo del Decreto Supremo N°21060 que aludía a la liberalización del mercado laboral, no trajo consigo una liquidación del empleo informal y precario. De aquí se desprende el problema estructural de la informalidad laboral en la ciudad de El Alto, y en Bolivia en general. En este país, hacia el 2010 aproximadamente 90% de la población económicamente activa (asalariados y cuentapropistas no calificados) son informales desde esta perspectiva (Tornarolli et al., 2012; Portes y Haler, 2004).

Cuadro 3 Tipo de inserción en el mercado laboral de los jefes de hogar (activos). Total de hogares de los barrios El Porvenir y 16 de Julio, 2012 

Nombre del Barrio Tipo de inserción en el mercado laboral
Informal Formal Total
El Porvenir 93,8% 6,2% 100 (48)%
16 de Julio 97,7% 2,3% 100 (44)%

Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora en 2012

Asimismo, puede analizarse la inestabilidad del empleo como un indicador adicional de precariedad y de empobrecimiento de los obreros/empleados y cuentapropistas sin empleados a su cargo.13 Esto último se vincula con los menores ingresos, y a la menor disponibilidad de capital en el caso de los cuentapropistas, asociado a la inestabilidad. De esta manera, se distinguen actividades informales consolidadas o no consolidadas. Como se puede observar en el cuadro 4, en El Porvenir rige la inestabilidad laboral o el empleo temporario (54,2%), mientras en 16 de Julio la estabilidad (57,5%).

Cuadro 4 Calidad de la ocupación de los jefes de hogar (activos). Total de hogares de El Porvenir y 16 de Julio, 2012 

Nombre del Barrio Calidad de la Ocupación Total
Permanente Temporario
El Porvenir 45,8% 54,2% 100 (48)%
16 de Julio 57,5% 42,5% 100 (40)%

Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de tesis doctoral de la autora en 2012.

Por ende, en el barrio periférico se concentran los hogares de migrantes que constituyen la fracción más empobrecida de los trabajadores y sectores populares. En resumen, la situación de segregación residencial de la población del barrio periférico está asociada a la condición migratoria e indígena de los adultos del hogar y a un tipo de inserción laboral de quien asume la jefatura de hogar.

3. Prácticas cotidianas urbanas en los barrios de estudio

En esta sección se indaga la relación de los hogares de migrantes con sus comunidades de origen así como las prácticas cotidianas en ambos barrios, con respecto a la apropiación del espacio público y privado. Las “prácticas cotidianas híbridas”14que implican actividades rurales dentro de un entorno urbano en el barrio El Porvenir aluden a una forma particular de apropiación urbana que se vinculan con las estrategias de acceso de los hogares de migrantes a un hábitat segregado y de baja consolidación urbana. Estas últimas configuran un territorio rururbano o un tipo de hábitat donde ocurre una mixtura de usos del suelo urbano y rural.

Para el análisis de dichas prácticas, en se entrevistaron y observaron a mujeres jóvenes junto a sus hijos, pues sus parejas trabajan en empleos informales como albañiles o conductores de minibús; ellas además de dedicarse a las tareas del hogar también, realizan prendas a mano que venden en las ferias. Muchas de ellas se encargan del negocio familiar que generalmente se encuentra en el mismo predio de su vivienda. De este modo, las mujeres viven en una “reclusión” parcial pues salen constantemente a las ferias para comercializar los sus tejidos.

En El Porvenir es común que en los patios delanteros se siembren papas, habas y otras verduras, característica inexistente en el barrio 16 de Julio., estas actividades de índole rural forman parte de las tareas del hogar en un contexto urbano, realizadas especialmente por las mujeres, además del cuidado de los hijos. A diferencia del barrio 16 de Julio, netamente comercial y céntrico, en El Porvenir la cría de ganado o la presencia de huertas dentro de la propia vivienda o en espacios públicos comunes son prácticas cotidianas híbridas. Esto último quizá se debe, en parte, a una menor consolidación urbana existente en la periferia y, del mismo modo, está vinculado con estrategias de acceso al hábitat por parte de hogares de migrantes que predominan en el barrio.

Estas actividades rurales pueden estudiarse como formas de socialización del consumo no mercantilizadas (y pre-capitalistas), elemento importante en las estrategias de reproducción de la familia complementadas con escasos recursos del hogar dada su inserción en empleos informales e inestables (Jaramillo y Cuevo, 1993; Topalov, 1979). Por ejemplo, la familia de Doña Alejandra (28 años) posee aves de corral en su casa, las cuales se utilizan para el consumo familiar, como ella lo comenta: “(…) huevea y eso nos ayuda, sale a casi un boliviano cada huevo, es muy caro”.

Asimismo, estas prácticas tienen una vinculación estrecha con la autoconstrucción de la vivienda que configura una estrategia de acceso al hábitat de la población migrante. El modelo de hábitat particular que construyen son viviendas con paredes de adobe y patio delantero donde se halla generalmente una huerta y corrales para sus animales de consumo familiar. Igualmente, el espacio público se transforma en una extensión de la vivienda donde pastorean a sus animales y siembran. A continuación se presentan imágenes que muestran las prácticas cotidianas de las familias de El Porvenir al llevar a cabo actividades rurales en el predio de su vivienda y en espacios públicos, lo que pone de manifiesto una apropiación urbana particular.

Figura 1 Sembradío 

Figura 2 Corral para ovejas 

Actualmente en los límites del barrio El Porvenir se está formando un nuevo barrio, denominado 2 de Julio, donde se encuentran sembradíos a campo abierto. Del mismo modo, en los lotes baldíos se pudo visualizar cómo los vecinos de la zona y de los barrios aledaños pastoreaban a sus animales. Esto muestra un conjunto de prácticas cotidianas híbridas que implican una mezcla de usos del suelo urbano-rural, característica propia de la periferia de la ciudad de El Alto, de baja consolidación y calidad socioambiental. Se encuentra una imbricación entre las dos áreas, por lo que deben ser estudiadas en su unidad dialéctica como ámbitos que permiten la reproducción material de la unidad familiar en un hábitat segregado, retroalimentándose mutuamente.

En oposición, los pobladores del predio de las viviendas del barrio céntrico 16 de Julio no se dedican a la crianza para el consumo familiar y tampoco a la siembra. Por ende, se presenta un paisaje muy diferente debido al gran tránsito de vehículos y a la cantidad de comercios, indicadores de su mayor consolidación. Nelson, migrante de una comunidad rural del departamento de La Paz, refiriéndose a su vivienda, comentó: “no tenemos animales, solo gatito nada más, no tenemos patio es estrecha la tierra de mi mamá, es pequeña”.

Por consiguiente se destaca una ciudad con un desarrollo urbano desigual y combinado que muestra áreas céntricas con una mayor consolidación (aunque relativa) en comparación con las áreas periféricas. Este escenario se presenta como una condición de posibilidad de los usos del suelo distintivos: en el primero, un uso predominantemente comercial, y en el otro un uso rururbano.

En este ambiente sociourbano desigual, cabe preguntarse por la relación de los hogares de migrantes de ambos barrios de la ciudad con sus comunidades rurales de origen. También, cómo ésta se articula con la posición del jefe de hogar en el mercado de trabajo y con la apropiación de sus lugares de residencia respecto a los usos del suelo urbano. Por un lado, la situación laboral de inestabilidad es, igualmente, uno de los factores más importantes que explican los diferentes grados (según barrio) de interrelación entre los migrantes con sus comunidades rurales; a través de sus movimientos pendulares y su pluri o multilocalidad urbano-rural que, en muchos casos, indica una “doble (o más) residencia”.15 En El Porvenir, 87,2% del total de los hogares con adultos nacieron en el campo y regresan durante el año a sus comunidades de origen, mientras en el barrio 16 de Julio, 50% de los pobladores migrantes regresa. En este último caso, ocurre una fragmentación donde sólo la mitad regresa a su comunidad, mientras en la periferia es lo preponderante, más de 87%. En otras palabras, en El Porvenir la relación continua entre el campo y la ciudad se expresa con mayor intensidad, constituyendo, un mecanismo adicional para garantizar la obtención de recursos para la subsistencia de la familia. Los migrantes de los barrios que regresan a la comunidad rural, lo hacen para el temporal de la cosecha y la siembra (75,6% de El Porvenir y 70% de 16 de Julio).

Cuadro 5 Relación con la comunidad de origen. Total de hogares con adultos nacidos en el campo de los barrios El Porvenir y 16 de Julio, 2012 

Relación con la comunidad de origen
Nombre del Barrio No Total
El Porvenir 87,2% 12,8% 100 (47)%
16 de julio 50% 50% 100 (20)%

Fuente: elaboración propia según encuesta realizada para el proyecto de la tesis doctoral de la autora en 2012.

Para profundizar esta información son importantes las entrevistas realizadas a los miembros de los hogares. En primer lugar, los que regresan al campo son aquellos que poseen tierra y, por ello, tienen obligaciones con su comunidad o familiares que radican allí. Otros factores para volver o no a la comunidad son la distancia (o el tiempo de viaje), los conflictos familiares en torno a la subdivisión de las parcelas y la aparición de los surcofundios (parcelas más pequeñas aún que los minifundios). Esto último se refiere al problema de la estabilidad familiar debido a la orfandad o a nuevos matrimonios, lo que implica la pérdida de derechos sobre los terrenos a favor de algún otro pariente o de un nuevo vínculo matrimonial.

Tabla 1 Similitudes y diferencias en los motivos para regresar a la comunidad y en los usos de los productos rurales según barrio 

Fuente: elaboración propia.

En El Porvenir entre los principales motivos para regresar a la comunidad, la mayoría de los entrevistados señaló que los productos del campo los utilizan principalmente para el consumo familiar:

Yo vuelvo a Los Andes, a veces sola, con mi esposo, a veces con mis hijos, a veces todos, a escarbar papa, me traigo papa, habas para comer para mis hijos […]. Al pueblo de mi esposo no vamos, lejos es, al año una vez para semana santa. […] Sí, tengo tierra en Los Andes, recién estamos terminando de repartir la tierra, dos están allá en el campo, y dos estamos acá en El Alto… (Nancy, 39 años).

Entre los factores para no regresar a la comunidad de origen los advierte Angelina (65 años):

“La familia se aprovecha también, está mi tío, mi mamá se había muerto, en el pueblo de Jesús de Machaca había tenido un terreno pero mi tío se lo ha agarrado, los papeles ha sacado, lo ha partido entre sus hijos y a mí no me ha dado nada […]. He sufrido tanto que ya no quiero ir más pues. Es cerca pues pero ya no quiero ir más” (Angelina, 65 años).

La relación con el campo permite a las familias de El Porvenir obtener medios de subsistencia en la ciudad. Ante la escasez de recursos económicos, mediante relaciones no mercantiles, se proveen de valores de uso necesarios, que en general se destinan al consumo familiar. De la misma manera, los productos que reciben de la comunidad rural constituyen formas de socialización para el consumo de manera precapitalista (no mercantilizada). En contraste, en el barrio 16 de Julio, los migrantes subrayaron cambios en las relaciones con su comunidad de origen. Por ejemplo, en algunos casos las visitas esporádicas se transformaron en vínculos más continuos debido a la necesidad de los productos del campo en un contexto urbano de encarecimiento de la vida por el alza de los precios de los alimentos “posgasolinazo”.16 Por el contrario, otros lograron consolidar su situación económica en la ciudad con intensos ritmos laborales. Este escenario trajo consigo un debilitamiento de los lazos comunitarios porque los miembros del hogar carecen del tiempo suficiente para trasladarse a sus lugares natales; o en todo caso, los vínculos familiares fortuitos sin ataduras económicas:

A la comunidad, sí vuelvo al año una vez o dos veces nada más, voy a sembrar y luego a recoger papa, haba, eso nomás. Y para mi mantención me traigo. Ahora las cosas han subido entonces ya me obliga ir a cosechar, más antes no iba y mis ventas de sal también han rebajado y de ese motivo voy a cosechar más, antes no iba (Nadia, 46 años, comerciante de sal).

"Mis papás siguen en la comunidad, no hay tiempo para ir a visitar, con el negocio no hay tiempo. Ellos vienen a visitarnos al año una vez. Cuando vamos un par de horas, no cosechamos nada". (Wendy, 26 años, junto con su esposo son dueños de una carnicería).

En este barrio céntrico, especialmente las familias que regresan a las comunidades por los motivos señalados, utilizan los productos del campo para el consumo familiar y, resaltan aquellos que los venden en su negocio familiar:

Vamos a las comunidades de mi mamá y de mi papá, traemos papitas, cosechamos, vamos dos veces al año (…) Traemos la papa para comer, para vender, para comercializarlo, tenemos una pensión (un restaurante), para cocinar, para vender. El restaurante era de mi mamá que, en paz descanse, ha fallecido. Lo vamos a manejar mis hermanos y yo (Nelson, 32 años).

Por otra parte, existen migrantes que no tienen parcela propia en el campo, por consiguiente, regresan a la comunidad de origen especialmente para mantener los lazos familiares y, en menor medida, por necesidad de proveerse de alimento para sobrevivir en la ciudad: “Sí, el 6 de agosto cada año vamos la familia a la comunidad, por lo menos a compartir un platito, se recuerda el día de la patria, allá desfilan alumnos los de la comunidad, las autoridades. […] Solamente a esas fiestas…”.

En síntesis, en el barrio16 de Julio existe una heterogeneidad de situaciones entre los migrantes que regresan a sus comunidades. Sin embargo, predominan aquellos hogares donde los productos agrícolas provenientes de sus lugares de origen les permiten potenciar su situación económica o complementar la economía familiar. En cambio, en El Porvenir imperan los que advierten sobre la necesidad de esos productos para subsistir en la ciudad, o como estrategia de reproducción material de las familias, compuestas en mayor medida por jefes de hogar que se insertan en empleos informales no consolidados (inestables).

Por consiguiente, una parte importante de la reproducción social se lleva a cabo por “fuera”17 del modo de producción capitalista dominante. La problemática de la segregación residencial de los sectores populares en el barrio periférico es funcional a la acumulación capitalista periférica que se fundamenta en un régimen de salarios bajos que gira alrededor de un proceso de reproducción de la fuerza de trabajo sin basarse solamente en la relación salarial propiamente dicha. En este sentido, la existencia de territorios rururbanos en la periferia de la ciudad y los movimientos pendulares campo-ciudad debaten con los presupuestos de la teoría de la modernización respecto a un proceso de urbanización/descampenización absoluto y con la teoría clásica de la asimilación/aculturación, presente en los estudios de la primera Escuela de Chicago de los años veinte del siglo pasado. Por el contrario, se muestra evidencia empírica que señala la presencia de un proceso complejo y contradictorio de descampenización- recampenización.18

En ambos barrios, como es usual en la ciudad de El Alto, las familias en general, y en especial las mujeres, se dirigen a las ferias para adquirir lo necesario para el hogar (comida, ropa, etc.), ámbito que expresa una forma particular de apropiación urbana donde la calle se convierte en un mercado. En esta actividad esimportante la participación de las mujeres debido a la construcción del mercado como un espacio tradicionalmente femenino en la vida de las ciudades andinas. En el barrio 16 de julio, se dirigen generalmente a la feria de la zona, considerada una de las más grandes del país y la segunda de Sudamérica. Inversamente, en El Porvenir son inexistentes ferias y mercados. Por ello, las mujeres de El Porvenir realizan compras en la Feria 16 de Julio, que corresponde a los puntos focales primarios en cuanto que es la más grande de Bolivia y la segunda mayor de Sudamérica, y en forma frecuente a los puntos focales secundarios, es decir, ferias de menor peso o más pequeñas que se localizan más cerca de su lugar de residencia. Al mismo tiempo, venden sus productos deambulando en las distintas ferias de El Alto; mientras en el barrio 16 de Julio se hallaron comerciantes que cuentan con un puesto fijo en las mismas. La presencia de ferias en barrios alteños constituye un símbolo de consolidación y de jerarquía de los mismos. Su ausencia en El Porvenir es un indicador más de su baja consolidación urbana. Por lo tanto, se subraya una diferenciación socioespacial de la presunta ciudad mercado, según localización centro-periferia, que constituye un indicador indirecto del desarrollo urbano desigual y combinado de la urbe analizada. Por último, esta interacción entre los hogares de migrantes de El Porvenir con las ferias de El Alto y con la ciudad de La Paz sea por cuestiones laborales o de visita a familiares, paseo, entre otras cuestiones, pone de manifiesto que la segregación que padecen no es asimilable a un “gueto”.

Conclusiones

La conformación de los barrios 16 de Julio y El Porvenir son una muestra de la dinámica del crecimiento urbano informal de El Alto, cuestión asociada al proceso de urbanización y metropolización de la ciudad de La Paz. Lo relatado puso en evidencia algunos de los rasgos de las urbes latinoamericanas como el crecimiento veloz de las ciudades “fuera” de todo tipo de planificación estatal y la estrategia de loteadores informales de establecer en la periferia “suelo urbano sin urbanización” con el fin de maximizar sus ganancias. En primer lugar, la información expuesta demuestra que, lejos de la visión homogenizante sobre la ciudad de El Alto, ésta presenta una diferenciación socioespacial. Sobre esta cuestión, cabe señalar que los sectores populares y trabajadores no son sectores uniformes sino que existen capas más empobrecidas unas respecto a otras que se localizan de manera diferencial en el territorio urbano.

Al mismo tiempo, esta urbe exhibe un desarrollo urbano desigual y combinado que revela un tipo de hábitat particular, apropiaciones urbanas distintivas y valores del suelo desiguales según la situación centro-periferia. En este sentido, es importante destacar que la segregación residencial que padecen los migrantes aymaras en la periferia evidencia un tipo de hábitat en donde coexisten una formal situación dominial en un entorno urbano homogéneamente precario con una vulnerable calidad socioambiental. Esto es producto de las deficiencias respecto a la provisión de servicios públicos y de infraestructura urbana que explican, en parte, la baja valorización de los territorios rururbanos (periféricos), principalmente, la lógica imperante en las políticas públicas.

En contraste, en el barrio 16 de Julio, el tipo de hábitat se caracteriza por una situación de heterogeneidad respecto a la situación de precariedad (en un contexto de mayor consolidación urbana) y también por el predominio de la formalidad urbana. Esto demuestra que la mera política de regularización de la situación dominial, si no se complementa con una política que logre reestructurar el mercado laboral, no garantiza la ansiada mejora del hábitat. E Esta cuestión es pertinente ya que abundan estudios académicos sobre la ciudad informal en América Latina o, en caso contrario, no conectan la dimensión urbana con la laboral. Por otra parte, los migrantes residentes en el barrio de la periferia despliegan múltiples estrategias de reproducción material de la familia en su vida cotidiana, en una ciudad que los relega a empleos no sólo informales sino inestables. Las prácticas cotidianas híbridas que desarrollan en el barrio (especialmente las mujeres aymaras del hogar) implican una apropiación del espacio urbano público y privado, que dan como resultado un tipo de hábitat donde ocurre una mixtura de usos del suelo urbano y rural, posibilitado por la menor consolidación urbana que posee la periferia de la ciudad. Empero, lejos de una visión mecanicista entre las características de baja consolidación/precariedad de un territorio urbano y las estrategias desarrolladas por migrantes rurales, se señala una asociación entre ambas.

Simultáneamente, estas prácticas cotidianas híbridas que se articulan con los productos que reciben del área rural, especialmente para el consumo familiar, constituyen formas de socialización del consumo de manera precapitalista, las cuales se complementan con el régimen de salarios bajos que predomina en la acumulación capitalista periférica. En este marco general se interpreta que los lazos de los migrantes con sus comunidades de origen son, en mayor medida, necesarios para lograr la reproducción mínima de los miembros del hogar en el ámbito urbano. Estas formas de socialización del consumo no mercantiles se combinan con las formas mercantiles, representadas por las ferias, que implican una apropiación urbana particular donde la calle se convierte en un mercado.

De este modo, la diferenciación socioespacial y el desarrollo urbano desigual y combinado de los barrios en cuestión respecto a la cobertura de los servicios públicos e infraestructura; en relación con la dinámica urbana, laboral y migratoria; a las prácticas cotidianas y apropiaciones de la población responden a los distintos momentos de crecimiento urbano alteño que se vinculan con la antigüedad de éstos. Hipotéticamente, es probable que el crecimiento urbano alteño siga en aumento y que el barrio El Porvenir se densifique y se consolide dependiendo, en parte, de la dinámica demográfica y de la dinámica urbana, que incluye la autoorganización de la población y sus reclamos por un goce efectivo del derecho a la ciudad. Sin embargo, esto no implica necesariamente una mejora en la calidad de vida de sus habitantes, ya que si continúa la dependencia del país, más la escasez de los recursos públicos es de preverse una socialización de la miseria y una apropiación privada de la riqueza.

En el barrio 16 de Julio, los migrantes que conforman una minoría, ya que actualmente se concentran los hogares de no migrantes, se integran en un espacio urbano de mayor consolidación y se insertan en actividades informales que les provee de mayores recursos económicos; por consiguiente, la interacción con las áreas rurales es menor, y cuando ésta ocurre les permite a los que regresan potenciar o complementar la economía del hogar. Esto se vincula con el predominio de las formas mercantiles de reproducción de la familia, aunque sea probable que en los inicios de su consolidación (entre 1950 y 1980) hayan prevalecido las diversas formas “precapitalistas” de socialización del consumo.

Ahora bien, la multi o plurilocalidad (en tanto movimientos pendulares) urbano-rural en Bolivia, producto de las migraciones internas y el hallazgo de su desigual intensidad en la ciudad según localización centro-periferia, se corresponde a nivel internacional con los estudios respecto a las redes migratorias trasnacionales. En consecuencia, la multi o plurilocalidad es una práctica que puede analizarse a nivel local y global. Esto se debe a que ambos acontecimientos (las migraciones internas e internacionales) son las dos caras del mismo proceso histórico y de las transformaciones que trajo consigo la globalización (neoliberal y posneoliberal) en un sistema mundial desigual. Finalmente, es plausible desarrollar en futuras investigaciones la relación entre estas condiciones sociourbanas y ambientales desiguales con el proceso de “estigmatización territorial”.

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1La mayor consolidación urbana de las áreas céntricas en comparación con las periféricas es relativa, en cuanto que poseen deficiencias estructurales ligadas a la baja provisión de valores de uso complejo que caracteriza a las urbes latinoamericanas en general y a las urbes andinas en particular.

2Cada uno de los distritos integra dentro de sí a un conjunto de barrios.

3Esta forma de socialización es de consumo pues apunta a la manera en que una sociedad satisface sus necesidades. No es mercantil y es precapitalista, ya que esa satisfacción de las necesidades implica una producción cuyo fin es el suministro de un valor de uso.

4La misma combina procedimientos cualitativos y cuantitativos.

5Resulta conveniente señalar, siguiendo a Blalock (citado en García-Ferrando, 1992:12) que el número 50 es el mínimo aproximado de casos que debe contar una distribución para poder calcular los porcentajes.

6El barrio 16 de Julio se encuentra dividido en tres secciones. Se eligió la tercera ya que era el lugar donde antiguamente se habían radicado los migrantes del campo.

7Este decreto configuró un programa de ajuste estructural ante un escenario hiperinflacionario que tenía dos objetivos: la estabilidad monetaria y la reforma estructural. Esta última consistía en pasar de una economía estatista y cerrada a otra abierta y sustentada en el mercado (Arze Vargas, 2009).

8La práctica del pongueaje fue formalmente proscrita en 1945 por el gobierno de Villarroel, pero en la práctica estuvo vigente otros siete años.

9Se define como un barrio de engorde, ya que muchos mantienen sus predios sólo con el fin de vender o habitar luego de establecidos todos los servicios básicos; mientras tanto residen en las zonas más céntricas de la ciudad.

10Según la perspectiva de autores clásicos y latinoamericanos (Massey y Denton, 1998; Castells, 1974; Sabatini et al., 2001), el proceso de segregación residencial implica una relación socioespacial definida por una homogeneidad urbana y social (de clase y de etnia).

11En 2006 se concretó la nacionalización de los servicios de agua potable y de alcantarillado sanitario luego de un periodo de luchas sociales por la recuperación de los recursos naturales manejados por empresas extrajeras donde El Alto fue protagonista. En el presente, se plantea una nueva crisis en la provisión de este servicio esencial, demostrado por la aplicación de un plan de racionamiento en diversos distritos alteños.

12Bajo la categoría “No sabe, no contesta” se agrupa a aquellos casos donde se relevó la ocupación y no la categoría ocupacional solicitada.

13Este tipo de informalidad asociado al trabajo no registrado constituye una de las formas más agudas de precarización laboral. Pero, aunque pueda darse en forma conjunta, los elementos constitutivos de la informalidad y la precariedad no son idénticos (Neffa, 2010).

14En los análisis de la geografía urbana el término hibridez lo abordan Vidal-Koppmann (2007) y Ciccolella (2014).

15Esto en parte refleja la estrategia andina de cosechar en distintos pisos ecológicos: en clima cálido y húmedo, y en otro frío y seco.

16En el 2010, el Gobierno de Evo Morales determinó el incremento de los combustibles en casi 100%. Esta medida provocó un alza de los precios de los alimentos de primera necesidad en la misma proporción. Si bien por presión popular se derogó la medida, los precios de la canasta familiar se mantuvieron inalterables.

17El modo de producción capitalista absorbe aquellos elementos que les son ajenos (Topalov, 1979).

18 Diaz (1977) planteó este proceso en la economía rural familiar mexicana.

Recibido: 13 de Noviembre de 2015; Aprobado: 13 de Febrero de 2017

Mariela Paula Diaz.

Es doctora en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Actualmente es docente en el Ciclo Básico Común en la asignatura Sociología y en la maestría en Planificación Urbana y Regional de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo en la asignatura Análisis estadístico, ambas materias de la UBA. Es becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, con sede de trabajo en el Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas (IMHICIHU, unidad ejecutora del CONICET). Sus líneas de investigación actuales abordan los siguientes ejes: sociología urbana, hábitat popular, mercado laboral, migración aymara, procesos de urbanización latinoamericano. Entre sus publicaciones más destacadas: “Las transformaciones socio-territoriales del neoliberalismo y la derrota del movimiento obrero”, Les Cahiers ALHIM, Université Paris 8, Paris, Francia, pp. 1-26 (2014); “Hábitat popular y mercado laboral: El desarrollo urbano desigual de la ciudad de El Alto (Bolivia)”, Revista INVI, Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile, pp. 111-145 (2015); “Las ciudades de El Alto y La Paz y su integración en la dinámica urbana”, en Sonia Vidal-Koppmann (comp.), Metrópolis en mutación, Editorial Café de las Ciudades, Buenos Aires, Argentina, pp. 321-345 (2015).

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