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Economía, sociedad y territorio

versión On-line ISSN 2448-6183versión impresa ISSN 1405-8421

Econ. soc. territ vol.8 no.27 Toluca may./ago. 2008

 

Artículos de investigación

 

La individualización del mundo rural. Dimensiones analíticas para ¿un concepto generalizable?

 

The indivudualisation of the rural world: Analytical dimensions for a generalisable concept?

 

Ángel Paniagua–Mazorra*

 

* Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España. Correo–e: angelpa@ieg.csic.es.

 

Recibido: 15 de diciembre de 2006.
Reenviado: 6 de marzo de 2007.
Aceptado: 21 de mayo de 2007.

 

Abstract

The individualisation that can be seen in rural societies suggests similarities with its urban counterpart due to their own geographical characteristics as well as the (de)composition process of a traditional society and the addition of urban values in the rural space. In the urban space, social individualisation processes are considered as "positive" as a consequence of postmodern society and the development of individual rights. At the same time, in the rural space these processes present different dimensions: territorial, social, perceptive and political; all with different "positive" and "negative" formulations. The different associations of both dimensions suggest several analytical and methodological interpretations.

Keywords: individualisation, rural environment, risk, analytical dimensions.

 

Resumen

La individualización que se aprecia en las sociedades rurales sugiere similitudes con sus contrapartes urbanas debido tanto a las características geográficas de cada área, como al proceso de (des)composición de la sociedad tradicional y la incorporación de valores urbanos en los espacios rurales. En los espacios urbanos los procesos de individualización social presentan una consideración positiva, consecuencia de la sociedad posmoderna y el desarrollo de derechos individuales. Por su parte, en los espacios rurales los procesos de individualización presentan diferentes dimensiones: territorial, social, perceptiva y política, con diferentes formulaciones positiva y negativa. Las diferentes asociaciones de ambas dimensiones sugieren diversas interpretaciones analíticas y metodológicas.

Palabras clave: individualización, entorno rural, riesgo, dimensiones analíticas.

 

Introducción1

Es común que el proceso de individualización se acepte como uno de los más notables en cuanto a transformación en las sociedades modernas, el cual viene a sustituir a los tradicionales enfoques ligados a la estratificación (Beck, 1998). En tal sentido, se puede concebir como un proceso de autorrealización social que confiere mayor poder y dimensión a la acción individual.

La individualización de la sociedad rural tiene un marco analítico muy distinto al que se admite para la sociedad urbana, ello deriva no sólo de sus características geográficas, sino también por el proceso de deterioro del tejido social tradicional o por la incorporación de poblaciones y valores de procedencia urbana.

El contenido espacial de la teoría de la individualización presenta una notable abstracción. El espacio abstracto donde se mueven los individuos oscila en torno a categorías binarias del análisis social moderno, como tiempo–espacio, local–global o incluso individual–global. Normalmente, las referencias de la teoría de la individualización a los espacios rurales suelen ser escasas, negativas o limitantes y siempre en relación con la categoría urbana. Es posible plantear estas referencias desde dos amplias perspectivas: 1) la forma de organización social, es decir, "las oportunidades biográficas, los peligros y las incertidumbres biográficas, que antes estaban predefinidas dentro de la asociación familiar o de la comunidad rural, o a tenor de la normativa de los estados o clases asistenciales, deben ahora percibirse, interpretarse, decidirse y procesarse por los propios individuos" (Beck y Beck–Gernshein, 2001: 42) o 2) desde la organización del espacio: "las formas de asentamiento tradicionales se han visto frecuentemente sustituidas por nuevos proyectos de vivienda urbanos. Estos cambios han generado también nuevas formas de individualización, que afectan a modelos de interacción dependientes de la vivienda y modos de vivir. Las modernas metrópolis, así como los desarrollos urbanos en las poblaciones más pequeñas, están sustituyendo a los modelos de asentamiento tradicionales. Personas con distintos antecedentes culturales se mezclan entre sí y las relaciones sociales de vecindad se están organizando de manera mucho menos rígida. Así, están empezando a desaparecer formas tradicionales de comunidad" (Beck y Beck–Gernshein, 2001: 88).

De esta forma, mientras en los espacios urbanos el proceso de individualización de la sociedad se ve como el éxito de la moderna sociedad posindustrial y el desarrollo de una sociedad de derechos, en los espacios rurales se perciben diversas estructuras que envuelven procesos sociales y territoriales netamente diferenciados.

Así, la individualización en los espacios rurales se puede ver de manera dual –éxito o fracaso– y desde muy diversas perspectivas: territorial, social, perceptual, asistencial, entre otras. La conjugación de estos procesos genera distintas formas de presentación y también sugiere variadas formas de estudio.

Hay pocas aproximaciones sobre el valor de la identidad individual en las áreas rurales, pues a menudo quedan englobadas en estudios de áreas, sin un análisis preciso, o como una característica que suele aparecer en algunos grupos de población. Tradicionalmente, las ciencias sociales rurales han puesto sus esfuerzos en el análisis de fórmulas de identidad y cohesión comunitarias o bajo el mismo marco teórico en el estudio de procesos de desintegración de comunidades rurales.

En la actual etapa post, los valores ligados a la clase, a la etnicidad o a la familia tradicional aparecen como decadentes y son sustituidos por diversas formas de individualismo, a partir de las cuales se rearticulan los procesos de cohesión social (Beck, 2001). Adoptar el individualismo o la identidad individual como marco de investigación posibilita nuevas formas de estudio de la sociedad rural, bajo diversas perspectivas –en general no utilizadas en los estudios sociales generales o específicamente urbanos– y en un contexto de fuerte debate en las orientaciones teóricas de los estudios rurales (Llambí, 1997).

En todo caso, todavía es necesario poner de manifiesto si estos planteamientos pueden tener una validez amplia en los estudios sociales rurales o si, por el contrario, sólo tienen valor para espacios con un avanzado proceso de transformación social y deben readecuarse o limitarse a otro tipo de realidades socioeconómicas. En concreto, en principio es necesario generar un mayor debate sobre su idoneidad analítica en áreas con presencia importante de movimientos sociales, pero sobre todo, de aquellos movimientos sociales más ligados a la propiedad de la tierra y a la cuestión étnica.

1. La identidad individual: el negativo ¿o el positivo? de las áreas rurales

El aislamiento y la lejanía han sido algunos de los atributos clásicos de las zonas rurales como áreas de baja densidad demográfica o de escasas prestaciones sociales. Bajo estas premisas, en general las áreas rurales han adquirido una connotación negativa, sobre todo en relación con los espacios de éxito que constituyen los núcleos urbanos, con frecuencia asociados con el progreso social. De esta manera, la individualización ha quedado vinculada con la soledad, la despoblación y el éxodo, todos ellos fenómenos cuya connotación es negativa. Esta consideración particular que se da a los procesos de individualización en zonas rurales, no parte de la incorporación de nuevos valores o de la creación de novedosas estructuras socioeconómicas, como habitualmente se ha apuntado (Beck, 2001), sino del desmantelamiento de estructuras socioeconómicas sin la generación de un marco social nuevo. Asimismo, el valor de la comunidad en las áreas rurales –ligado a un sistema de poblamiento en núcleos de tamaño reducido– implicaba numerosas relaciones tradicionales de vecindario, las cuales se consideran un freno a los procesos de individualización. Pero también la persistencia de estas relaciones de comunidad tradicional se tienen en sí mismas como un valor social, de identificación con un grupo y un espacio dentro del marco de la sociología y la geografía rural. Recientemente, el incremento de poblaciones y valores de procedencia urbana, sobre todo en los países occidentales, posibilita la explicación positiva de los procesos de cambio de las áreas rurales en el marco de la difusión de los valores post (Urry, 2000). Sin embargo, este tipo de análisis no se pueden aplicar a todos los espacios, debido a las múltiples diferencias entre los distintos grupos sociales.

El peso del análisis de la comunidad en los estudios rurales se ha puesto de manifiesto de manera repetitiva desde una perspectiva funcionalista, en la cual se analiza la comunidad como un pequeño microcosmos social que dirige la vida de todos los individuos que la componen. Desde tal perspectiva, son las regulaciones expresas o normas sociales las que establecen la vida de las personas y sus relaciones con los demás. De manera implícita o explícita los estudios de comunidad rural han representado una forma de defensa del estilo de vida rural frente al urbano. Pero esta defensa no sólo se ha establecido en las formas de interacción y organización social, sino también en la propia estrategia de investigación. El dominio de la economía política como vía de investigación de los procesos de conformación, desintegración y redefinición de las comunidades rurales ha llevado a pensar que todas las relaciones de clases se definían en el contexto de dominio y autoridad de la propia comunidad rural, en menoscabo del análisis de los propios grupos sociales característicos o de un análisis posmodernista del individuo y de su trayectoria biográfica. El desarrollo de marcos teóricos ligados a la individualización social puede convertirse en una tarea compleja por la necesidad de asociar de una forma adecuada los itinerarios biográficos con una determinada acción sobre el entorno. No sólo como fórmula analítica de procesos de desintegración, sino también como estrategia de estudio de procesos de rearticulación comunitaria.

Un grupo que ha caracterizado las propuestas teóricas –sobre todo en los espacios occidentales– ha sido la nueva clase media o clase de servicios. Esta clase social se ha considerado en la investigación social rural como el grupo emergente de la nueva sociedad rural y el exponente de los valores posmodernos. Los nuevos grupos sociales, por su tendencia a construir su propio itinerario o biografía laboral, constituyen un segmento de especial importancia en los procesos de individualización social y espacial. Sin embargo, su utilización indiscriminada en cualquier espacio es compleja debido a que es un grupo que ha sido valorado sobre todo en áreas donde el proceso de cambio social está muy avanzado y donde confluye no sólo el desmantelamiento de una sociedad más tradicional, sino el surgimiento de estos nuevos grupos sociales, que pasan a ocupar posiciones de poder en términos subregionales. A menudo las nuevas clases sociales han sido analizadas bajo el fenómeno de la contraurbanización, aunque este término tiene un sentido mucho más amplio (Hill, 2003). Los nuevos grupos sociales surgidos en la ciudad asocian el ascenso profesional con una trayectoria biográfica–espacial en el campo y es notable la bibliografía al respecto tanto en la sociología como en la geografía. En esta determinación subyace el campo como ideal de vida. Es necesario tener en cuenta las connotaciones de la imagen del campo en la construcción de la identidad nacional, las cuales están ampliamente reconocidas en los países occidentales. Estas condiciones –que se han ensayado en áreas muy transformadas socialmente y que están muy ligadas al posproductivismo de los espacios rurales– no parece que sean universales ni que aparezcan de igual manera en cada estado de una misma zona geográfica. Lo anterior ha sido puesto de manifiesto por Keith Hoggart y Ángel Paniagua (2001) y más recientemente por Alexander Mather et al. (2006). De esta forma, los procesos de cambio social pueden aparecen en las áreas rurales de manera multidimensional.

En este contexto, desde una perspectiva social y geográfica el proceso de individualización considerado de forma global puede tener varias dimensiones, cada una de ellas con diversas caras –positiva o negativa–, entre las que cabe destacar: la sociodemográfica, la territorial, la perceptual y la asistencial (cuadro 1).

2. Procesos de individualización

Los procesos de individualización mencionados pueden aparecer asociados, como se indicó, pero también es posible que surjan de manera diferenciada alrededor de uno de ellos. En todo caso, en relación con estos cuatro procesos de individualización social en las áreas rurales, sería posible encontrar nuevas fórmulas de cohesión diferenciadas en virtud de la trascendencia de cada una de ellas.

La individualización sociodemográfica presenta diversos planos debido a su relación con ciertos grupos sociales y, en consecuencia, queda ligada a un determinado tipo de valores sociales, pero también a un cierto tipo o estilo de vida.

La individualización territorial responde a un proceso de identificación espacial. La interacción entre los individuos y un determinado tipo de espacio supone un proceso de singularidad territorial. De esta manera, la individualización social puede conducir a la territorial. A su vez, la individualización territorial constituiría la base que permitiría el desarrollo de trayectorias individuales sobre el mismo.

La individualización perceptual y tecnológica está relacionada con el proceso de sustitución de la imagen emblemática nacional del campo, en general construida por los Estados y sus instituciones y por las identidades individuales asociadas con el lugar idóneo para desarrollar las opciones de vida. Esta identidad perceptuales común que esté ligada al desarrollo de las nuevas tecnologías que deforman las dimensiones espacio–temporales y que permiten fragmentar y reunificar espacios simultáneamente.

La individualización político–asistencial suele asociarse con un sentimiento de abandono o marginación por la falta de atención de los poderes públicos, la ausencia de equipamiento o por un relativo alejamiento espacial. Puede establecer algún tipo de equivalencia con aislamiento geográfico, generado por la dispersión de la población y la necesidad de desarrollar políticas y estrategias asistenciales diseñadas de acuerdo con situaciones dadas. Ésta constituye la reconsideración de una aproximación del institucionalismo al individuo.

Estas cuatro formas de individualización pueden aparecer de forma conjunta, pero también independiente. En todo caso, es preciso indicar su inserción en el marco de un proceso de liberación, desestabilización y readaptación, por lo que su estudio es complejo ya que simultáneamente implica procesos sociales, laborales y espaciales. Por ejemplo, una de las razones que esgrimen las personas para establecerse en las zonas rurales es el deseo de llevar una vida más tranquila, con otro ritmo. Así, estos procesos para generar una nueva identidad individual no sólo están aparejados con un espacio propicio para iniciar una actividad laboral, sino también con la rearticulación de una identidad social y comunitaria en las zonas rurales, muy diferente en comparación con los espacios urbanos.

3. La individualización social

Los procesos de individualización social son los de mayor trascendencia académica (Beck y Beck–Gersheim, 2001). A través de estos procesos se ha tratado de explicar los procesos globales de modernidad en nuestras sociedades. No obstante, este desarrollo teórico no se ha llevado a los estudios propiamente rurales debido a la notable tradición de las investigaciones sobre comunidad rural o cohesión social ligada a un determinado espacio. En buena medida, los estudios sobre individualización social quedan ligados a la irrupción de formas de vida urbana en zonas rurales, sobre todo los que se ocupan de nuevos grupos sociales en áreas rurales o de la transformación de algunos tradicionales. Se trata de evidenciar los grupos o procesos que conducen a la individualización en áreas rurales y los factores que generan resistencia a estos procesos.

Los estudios dedicados al surgimiento de las nuevas clases medias, como grupo más característico de las nuevas sociedades, ha sido una de las áreas de investigación más representativas de los procesos de individualización, como ya se mencionó. En general, a estas nuevas clases medias se le ha concedido una serie de características familiares, sociales y espaciales que las singularizan en el proceso de cambio social en las áreas rurales. Estas características se pueden concretar, como ya se apuntó, en el dominio sobre la propia trayectoria laboral –en especial en forma de autoempleo como vía de promoción profesional– y que se combina, en múltiples ocasiones, con un plano territorial muy acusado, ligado principalmente a la dimensión espacial de las trayectorias laborales y biográficas. Este tipo de comportamientos, que se podrían englobar en el término self–identity habitus (Bordieu, 2005), es posible conectarlos sobre todo a ciertos grupos sociales. Reúne un cierto individualismo metodológico –entendido como la maximización del beneficio en toda actuación– al tiempo que desarrolla un estilo de vida, lo cual conduce a que el medio sea más una construcción social que un medio estrictamente natural.

En todo caso, se podría plantear si estos procesos de transformación social, ligados a determinadas clases sociales en áreas rurales, pueden constituir un argumento válido tanto en el ámbito global como en el microanálisis. En zonas donde los procesos de transformación de las áreas rurales han quedado ligados al debate sobre la propiedad de la tierra y a cuestiones de tipo étnico, los procesos de cambio social y movilidad espacial pueden quedar confinados a áreas rurales y supeditados a la existencia de determinados niveles de bienestar material. La existencia de una gran proporción de habitantes que viven en la pobreza constituye un freno para los procesos de individualización, al no existir una base material que permita a la persona efectivamente tomar las decisiones adecuadas en relación con su biografía (cuadro 2). Por otra parte, la pobreza rural suele estar más extendida que la urbana. El propio tamaño de la pobreza rural actúa como limitante tanto para la autonomía como para el bienestar material (Beck et al., 1997).

A su vez, estas mismas bases de pobreza material, sobre todo en cuestiones relacionadas con la tierra, también dan lugar a movimientos organizados en los cuales el acceso a la tierra y, en muchos casos, la reorganización del campesinado suelen constituir sus claves. Sería posible discutir si este proceso de acceso a la tierra genera en sí mismo procesos de individualización o si se articulan en procesos importantes de rearticulación comunitaria. En todo caso, sí es posible plantear que están ligadas a un debate modernista en el mundo rural en sus claves clásicas y que en consecuencia generan una única vía para el progreso material, unida a un determinado espacio. Discutir estos procesos desde un punto de vista post (productivo) tiene serías limitaciones, dado que la única alternativa individualizada de tales poblaciones es la emigración a otros espacios urbanos o no. Parece obvio que utilizar el mismo marco teórico para explicar situaciones tan dispares precisa de notables matizaciones. En cualquier caso, los procesos ligados al acceso a la propiedad de la tierra desembocan, si tienen éxito, en verdaderos procesos de individualización por la relación directa con la propiedad, por la generación de un sistema de toma de decisiones propio –o al menos familiar– y por el incremento de un cierto bienestar material. Conviene ser muy cautelosos al respecto, ya que en sí mismos los movimientos alternativos no se pueden considerar una opción a los procesos de individualización social, dado que sobre todo pretenden ser precisamente eso, una alternativa a los modelos sociales estratificados.

En todo caso, y esto es una innovación considerable, junto a este tipo de situaciones generales caracterizadas por la pobreza y la desigualdad, también es posible constatar el surgimiento de grupos sociales característicos de la sociedad posmodernista, que incrementan la complejidad social y la riqueza a un nivel de microanálisis en áreas concretas (Sili, 2005; Preston, 1980). Esta situación de pobreza coexistiría con procesos de cambio socioeconómico a nivel de microanálisis y en muchas ocasiones como casos singulares. Una lectura compleja del espacio rural en zonas de elevadas tasas de pobreza es cada vez más propicia para tratar de advertir situaciones de diversidad y el contexto en el que se mueven.

Con frecuencia, estas tasas de pobreza están asociadas con el trabajo infantil que impide un desarrollo formativo normal que actúe como igualador o escalador social. Esto es más notable en el caso de la agricultura. Tradicionalmente, en las sociedades agrarias a los hijos se les ha considerado como mano de obra y su incorporación al trabajo se produce a una edad temprana. La persistencia de una familia económica en amplias zonas rurales, fruto de una herencia tradicional y de un contexto socioeconómico, socava ampliamente cualquier proceso de que se generalice la individualización dentro del grupo doméstico (Giddens, 1999). La individualización mediante la cualificación sería notablemente difícil para amplias capas de la población rural en buena parte de los países no occidentales.

En otro orden de cosas, estos indicadores de pobreza y trabajo infantil conviven con un incremento de hogares unipersonales. Desde una perspectiva demográfica se ha puesto de manifiesto que la propensión a vivir solo queda ligada notablemente a la clase social, incluso desde una perspectiva temporal (Hall et al., 1997). Los profesionales o las nuevas clases sociales, sobre todo, son quienes tienen mayor propensión a vivir en un hogar unipersonal. A su vez, estos grupos sociales también son los más representativos del posmodernismo y de la sociedad self, la cual está asociada con la descripción individual de trayectorias personales tanto en el plano social (ascensos o eventuales descensos) como en el espacial (movilidad ligada al progreso social).

Pero, como se pone de manifiesto en el cuadro 4, la individualización sociodemográfica no es un fenómeno que quede definido en las categorías urbana o rural, sino en relación con los núcleos rurales y los núcleos más urbanos, de más de cien mil habitantes. Es sólo en las categorías urbanas de mayor tamaño donde los procesos de individualización se observan claramente.

De esta manera, lo que determina la individualización sociodemográfica, urbana o rural, no es el hecho de vivir en soledad –cuyos porcentajes son parecidos en ambas zonas o incluso es mayor en zonas rurales donde se ha producido un desmantelamiento de las estructuras sociales fruto de la emigración rural a las ciudades–, sino las características socioeconómicas de aquellos individuos que habitan solos.

Un proceso sociodemográfico que ejemplifica la dualidad de los procesos de individualización en las áreas rurales es lo que podría denominarse la soledad territorial, la cual es posible examinar bajo dos prismas: la visión del último y la visión del primero. Desde la primera ponemos de manifiesto una cierta visión de resistencia, del que se queda solo cuando todos abandonan un núcleo permanentemente habitado. La individualidad forzada, con frecuencia ligada a formas y valores tradicionales y cargada de connotaciones negativas. Por otra parte, la individualidad del nuevo pionero, ligada a la recolonización de áreas rurales por poblaciones más dinámicas, con valores más cosmopolitas y asociados a nuevas dualidades más allá de lo rural–urbano. Estas dos tendencias no tienen que estar segmentadas espacialmente, sino que pueden coincidir en el mismo pueblo, en el mismo lugar, y suponen la superposición social de la individualidad obligada y la individualidad electiva. En todo caso, tales dualidades pueden tener una connotación diferencial en diversas áreas geográficas.

4. La individualización territorial

El debate sobre la singularización del espacio urbano respecto del espacio rural presenta una fuerte tradición en las ciencias sociales, hasta convertirse en una de las principales relaciones tanto de tipo espacial como social. Campo–cuidad, rural–urbano perviven pese a numerosos intentos académicos de diluir estas dualidades. Así, habitualmente el inicio de la singularización del territorio rural se realiza en relación con el urbano. La propia separación recoge una idea de división, de oposición, social y también espacial. Esta misma idea de división por realidades opuestas es una de las características sobre la que definimos la individualización en las áreas rurales. Es decir, la relación, en caso que se acepte, entre sociedad y espacio rural y urbano implica una identidad propia de cada una de ellas y el desarrollo de procesos sociales y espaciales en las áreas rurales que se consideran propios o con origen en las zonas urbanas puede llevar a la pérdida y a la reconstitución de la singularidad en términos positivos o negativos en el campo. En todo caso, este proceso de singularización en algunos casos ligados a un cierto movimiento social, son diferentes dependiendo de las consideraciones del contexto. En términos generales, en países de la Unión Europea o los Estados Unidos constituyen una determinada imagen de lo rural, como señas de identidad muchas veces simbólicas, y así las utilizan movimientos regionalistas e incluso separatistas. En los países de América Latina existe una connotación mucho más comunitaria y social del fenómeno (socialmente más vivo), ligado en ciertos casos a fenómenos de etnicidad, pero no exclusivamente.

Como apuntamos antes, la teoría de la individualización tiene una cierta consideración limitante o negativa respecto de los espacios y sociedades rurales y ello lleva a sustituir la relación campo–ciudad por relaciones de tiempo–espacio, hombre–mujer o local–global.

¿Son posibles procesos de individualización en los espacios rurales? Estos procesos en los espacios rurales no están exentos de manifestaciones espaciales y políticas. El propio proceso de individualización social lleva asociado un proceso de identificación territorial en relación con determinados espacios o áreas, que adquieren nuevo valor, se singularizan o tienen una nueva identidad. Todos estos procesos de singularización espacial, aunque adquieren diversas nominaciones o formas en su presentación, aparecen en buena parte de las grandes zonas geográficas y son, por tanto, fenómenos globales apropiados por una determinada área. A dicho proceso de singularización contribuye el aspecto explicativo o político que se genera para conducirlos. Nos referimos a la denominada reestructuración rural en Europa o la denominada nueva ruralidad (en tanto que construcción teórica abierta, que trata de abordar y reconocer fenómenos del temario post de investigación en las áreas rurales en los países de América Latina, en coexistencia con otros más tradicionales ligados a la distribución de los recursos) en América Latina. Estos procesos de cambio o transformación de diferente grado o intensidad tienen un valor común, la asociación de una nueva visión territorial y notables cambios sociales. Los procesos de individualización social van paralelos a los procesos de singularización espacial y de flexibilidad política. En tanto que los procesos de individualización llevan aparejada una mayor libertad individual en relación con la comunidad social de referencia, ésta se expresa también de manera territorial, en forma de trayectorias espaciales, en el marco de una apertura política, donde el campesino o el agricultor paulatinamente se convierte en ciudadano, con las implicaciones socioeconómicas derivado de ello. Este proceso territorial de individualización conlleva una individualización de los procesos de propiedad y uso de la tierra, lo que está en la base de muchos procesos de disolución de formas comunitarias de identidad y también en la desaparición de derechos universales sobre ciertas áreas significativas en términos ambientales, por ejemplo. De esta forma, dichos procesos de individualidad territorial se expresan de manera compleja e incluso aparentemente contradictoria, ya que se pueden dar diversas dinámicas incluso en áreas reducidas. Quedarían enmarcados en procesos transversales de cambio complejos (Pérez Correa, 2004; Llambí, 1997, 2004).

Así, la individualización de un espacio respecto de otro, por su utilización social, tiene varios niveles de consideración geográfica. Un nivel que podríamos llamar macro, de tipo regional o suprarregional, en competencia con otro tipo de espacios y un nivel más micro en el ámbito local o de un área específica. Pero, como se indicó, no es posible argumentar que tales procesos de individualización a distintas escalas tengan una naturaleza simple o lineal, más bien al contrario, constituyen procesos complejos, alimentados por las nuevas tecnologías y el carácter fluido de las relaciones espacio–temporales (Urry, 2004). Por ejemplo, muchas de las nuevas identidades en América Latina están compartidas espacialmente con los migrantes en Estados Unidos, en contextos donde la emigración supone una salida individual sin una ruptura con la identidad étnica o espacial de partida (Giarraca, 2004).

De esta manera, en relación con lo escrito en los párrafos previos, es necesario volver a remarcar el punto de discusión sobre los procesos de individualización, que suponen la pujanza de los movimientos sociales en México (ver www.laneta.apc.org) o en otros países de América Latina. En algunas áreas, entre 15 y 20% de la población trata de encontrar salidas alternativas a través de estos movimientos sociales (dato facilitado por un evaluador anónimo del texto). Movimientos encauzados a través del Congreso Nacional Indígena, el movimiento zapatista en México u otros en Latinoamérica ponen sobradamente de manifiesto cómo los posibles procesos de individualización tienen una respuesta amplia en diversas áreas, donde se están generando grupos sociales consolidados sobre un ideario alternativo. Este tipo de movimientos sociales, sobre todo los étnicos, suponen además una nueva forma de relación social con los recursos naturales de sus áreas y el nacimiento (o resurgimiento) de una ecología política indígena (Vargas–Hernández, 2005), entendida como un ideario alternativo al establecido en la gestión del espacio. Esto hace que en determinado tipo de áreas la propuesta analítica ligada a los procesos de individualización se reoriente notablemente, sobre todo en sus dimensiones sociales y espaciales.

5. La individualización perceptual y tecnológica

Con el moderno desarrollo de las identidades nacionales se ha generado una imagen o grupos de imágenes de ruralidad, que normalmente aparecen estereotipadas o idealizadas. Esta imagen estaba construida, muchas veces por los Estados, para reforzar la idea de nación–Estado en torno a un retrato visual más tradicional.

Aunque la biografía queda ligada a un lugar o a un conjunto delimitado de lugares, los procesos de individualización conllevan un proceso de globalización de las identidades territoriales, aunque en principio parezca contradictorio. La identidad espacial constituye un marco de referencia en la actualidad tanto para movimientos sociales como para individuos y que opera tanto en el propio espacio percibido como en otros. Además promueve el desarrollo de identidades y relaciones sociales a distancia. La dialéctica global–local presenta una influencia directa en la vida diaria de poblaciones que residen en espacios lejanos (Giddens, 1991).

En otro orden de cosas, se debe considerar un proceso de individualización tecnológica ligado a la difusión de las nuevas tecnologías. Pero el desarrollo de estas tecnologías nos lleva a otra notable relación en el marco de las ciencias sociales, la relación tiempo–espacio y su compresión de forma individualizada. Así, acercar o alejar espacios estaría en la propia consideración del proceso individualizador en el marco de fórmulas de trabajo flexibles. Trabajar en lo rural, negociar en lo urbano, es una de las principales vías de asociación de la dicotomía rural–urbano con la dicotomía tiempo–espacio. Pero estas nuevas dicotomías tienen mucho que ver con el desarrollo de una sociedad informacional y con el fuerte aumento de ocupaciones en puestos de alto nivel formativo como profesionales o técnicos. Sin embargo, precisamente este grupo social combina su transgresión urbano–rural con la transgresión espacio–temporal, que no sólo está ligada a unas condiciones materiales (medios de desplazamiento, nuevas tecnologías de la comunicación) sino también a la generación de un sistema valores, no únicamente sobre lo rural, sino en relación con el sistema de flujos urbano–rural. Así, la individualización tecnológica y la perceptual tienen un punto de coincidencia. En todo caso, no se ha puesto de manifiesto que las ocupaciones tengan un peso global notable en áreas rurales incluso de países occidentales, fundándose sobre todo en las zonas más urbanas (Millard, 2005).

6. La individualización político–asistencial

Una de las características de los procesos de individualización es la individualización institucional. Con ello se quiere hacer referencia a una mayor flexibilidad en los procesos de intervención pública en las áreas rurales, ligado a los procesos de cambio social en las mismas. La actuación pública ya no determinaría el papel de los grupos sociales, sino que estaría influida por la dinámica de las personas. Ello se concretaría en prácticas legislativas más abiertas a su desarrollo por personas y no a través de instituciones u otras formas organizativas. Es decir, daría más valor a la ciudadanía que a la adscripción por pertenencia a algún grupo sociolaboral.

De esta manera, la individualización institucional presenta un doble contenido.

1. Por una parte, ligada a la individualización de derechos en las modernas sociedades y por otra junto con la dispersión territorial. En el Estado de bienestar los receptores de derechos son los individuos y no los grupos. Es un cambio de la vida organizada por la tradición y el grupo a una vida estructurada por las regulaciones y las instituciones, y en términos históricos estas regulaciones se dirigen cada vez más hacia los individuos (Giddens, 1991).

El paso de un espacio fundamentalmente dominado por las actividades agrarias y su regulación a otro donde la población ligada a la agricultura es notablemente menor, contribuye a la adscripción individual de los derechos, previamente dominada en muchos casos por el acceso a la tierra y a su propiedad. En efecto, tradicionalmente las políticas relacionadas con el uso de la tierra y su propiedad han contribuido a generar un determinado sistema social. No obstante, la evolución de muchas políticas agrarias ha conducido a un carácter individualizador de las mismas, unido al carácter voluntario de la aplicación de ciertas regulaciones. Esto ha ocurrido sobre todo entre las regulaciones agroambientales y de diversificación, que en la Unión Europea son optativas para el agricultor y permiten diseñar dentro de un marco legislativo complejo una vía singular para el agricultor y de esta forma individualizarse respecto del grupo socioeconómico. El propio diseño territorial de las ayudas agrarias en Europa también contribuye a generar este propio efecto individualizador.

Según se desprende del cuadro 5, en muchos países latinoamericanos la población rural, aunque todavía es considerable, se ha reducido de forma notable, pero en la mayor parte de los casos el peso de la población agrícola dentro del mundo rural sigue siendo determinante. De esta manera, las políticas dirigidas a la tierra, a su distribución social y a su rendimiento sostenible siguen siendo relevantes. Los movimientos sociales en Latinoamérica ligados a la (no) posesión de la tierra todavía son determinantes en los procesos de cambio social.

2. Por otra parte, la dispersión territorial de las áreas rurales incitaría a la promoción de derechos cada vez más individualizados, o al menos a su gestión. Esto lo facilitaría la existencia de dinámicas no agrarias en confluencia con las agrarias, las dinámicas de poblaciones urbanas junto con las típicamente rurales y por procesos de trasvases de población. Esta dinámica iría unida con la anterior y constituiría un plano más estrictamente social. En todo caso, esto no parece que constituya procesos generales, sino más bien parciales, dado que en aquellas sociedades de tipo dual donde perviven estructuras heredadas de periodos coloniales, las distinciones ligadas a la propiedad de la tierra permanecen y los intentos de reforma de la propiedad de la tierra para resolver problemas asociados al campesinado continúan (Wilson, 2004). Las dinámicas espaciales en estas áreas todavía estarían asociadas a los problemas de desigualdad ligados con estructuras económico–políticas–territoriales duales, donde el acceso a los servicios, incluida la educación, estaría restringido (ONU, 2003).

 

Conclusión

Como se ha puesto de manifiesto, la preocupación por los procesos de individualización en las áreas rurales es escasa, fruto de la reducida consideración de la división rural–urbana en la sociología y la geografía modernistas. La visión negativa de la categoría rural ha fundamentado el análisis del individualismo en grupos sociales procedentes del mundo urbano, principalmente las nuevas clases medias.

Un análisis de los procesos de surgimiento del individualismo en las sociedades rurales y, a su vez, la limitación de este marco teórico en los espacios rurales, lleva implícita la consideración de diversas dimensiones, entre las que se consideran cuatro: sociodemográfica, territorial, perceptual–tecnológica y político–asistencial. En cada una se presentan los procesos de individualización de forma diferenciada. Se ha considerado que el principal proceso es el social–perceptual, pero cada uno puede aparecer con mayor o menor intensidad en distintos espacios. La forma de presentación, la intensidad y su conjugación propician distintos procesos de individualización, desde muy débiles hasta otros de notable intensidad. Por último, es necesario apuntar que no sólo se consideró la dimensión social de la individualización, en el entendido de que también tiene claras implicaciones territoriales y políticas.

Además se pusieron de relieve las grandes dificultades operativas de la individualización en escenarios de notable pobreza material, donde la toma de decisiones se determina, en muchas ocasiones, por la supervivencia. Pero también en dichos escenarios se reconoce una cierta pluralidad al coexistir situaciones diferentes a nivel de microanálisis.

 

Agradecimientos

El autor agradece los constructivos comentarios de dos evaluadores anónimos de Economía, Sociedad y Territorio. Algunos de los datos e ideas aportadas por dichos evaluadores han sido recogidos en el presente texto.

 

Bibliografía

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Nota

1 Una versión inicial de este texto se presentó como ponencia en el VII Congreso de ALASRU, Quito, Ecuador, en noviembre de 2006 y aparece en la página web de dicho congreso con el título "La individualización de la sociedad rural. ¿Un concepto generalizable?".

 

Información sobre el autor:

Ángel Paniagua Mazorra. Es doctor en geografía humana por la Universidad Autónoma de Madrid. Ha realizado estancias de especialización e investigación en la Universidad de Ámsterdam y diversos centros de la Universidad de Londres, donde ha sido Honorary Research Fellow y Research Fellow. Asimismo, ha fungido como evaluador de políticas públicas para diversos organismos internacionales y españoles. En la actualidad es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Cientificas (CSIC) en Madrid. Sus principales líneas de investigación son: cambio rural y ambientalización de la agricultura y dimensión ambiental de la formación de nuevos grupos sociales en áreas rurales. Entre sus principales publicaciones destacan: en colaboración con Keith Hoggart, "Rural restructuring in Spain?", Journal of Rural Studies, 17(1), pp. 63–80 (2001); "Agri–environmental policy in Spain. The agenda for socio–political developments at the national, regional and local levels", Journal of Rural Studies, 17(1), pp. 81–97 (2002); "Counterurbanization and new social class in rural Spain: The environmental and rural dimension revisited", Scottish Geographical Journal, 118(1), pp. 1–18 (2002); "Urban–rural migration, tourism entepreneurs and rural restructuring in Spain", Tourism Geographies. International Journal on Space, Place and Environment, 4(4), pp. 349–372 (2004); "A conceptualization of the farmer and the environmental dimension in the South of Europe", New Medit. Mediterranean Journal of Economics, Agriculture and Environment, 4, pp. 30–38 (2007); "The environmental dimension in the constitution of new social groups in a extremely depopulated rural area of Spain (Soria)", Land Use Policy (disponible en línea 9 de abril de 2007, ScienceDirectElsevier).

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