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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.28 no.112 Toluca abr./jun. 2022  Epub 31-Mar-2023

https://doi.org/10.22185/24487147.2022.112.15 

Artículos

Expectativas de formación de familia entre jóvenes indígenas y mestizos del centro de México y Quintana Roo

Family formation expectations between young indigenous and mestizos of central Mexico and Quintana Roo

Angélica González-Oliver* 
http://orcid.org/0000-0003-4034-8143

Allan Ortega-Muñoz**  
http://orcid.org/0000-0002-2038-502X

*Facultad de Ciencias, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

**Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Quintana Roo, México


Resumen:

Se compararon las preferencias de 149 jóvenes solteros -maya, mestizo, nahua y totonaco- de Puebla y Quintana Roo, México, en relación a la edad a la primera unión, tipos de unión, residencia postmarital, prácticas de endo/exogamia y homo/heterogamia, divididos por tamaño de localidad y características del mercado matrimonial. Los resultados muestran que los jóvenes indígenas y mestizos, sin distinción de tamaño de localidad, preferirían unirse a una edad tardía, bajo una unión legal, neolocalidad, y matrimonios homógamos. Concluimos que hay una continuidad del sistema tradicional de nupcialidad, pero con atisbos a la tesis de la Segunda Transición Demográfica.

Palabras clave: Indígenas; nupcialidad; segunda transición demográfica; sistema familiar mesoamericano; edad a la primera unión

Abstract:

We compare the family formation preferences of 149 -Mestizo, Nahua, Totonaco, and Maya- young-single individuals from Puebla and Quintana Roo, Mexico. We analyzed inter-group and inter-sex preferences by size of locality and marriages market characteristics. The results show that young indigenous and mestizo individuals of both sexes, with no statistical differences by size of locality prefer marriage at elder ages, a legal married status, neolocality and homogamy, with slight differences between social groups. We conclude that there is continuity of the traditional nuptiality system, with some glimpses of issues linked to SDT thesis.

Keywords: Indigenous; nuptiality; second demographic transition; mesoamerican familial system; age at first marriage

Introducción

Las nuevas convenciones en la formación de familias ocurridas desde los años sesenta en Europa noroccidental, como la postergación conyugal y la paternidad, la vida soltera prematrimonial y la cohabitación, han sido ligadas a la acentuación de autonomía individual en lo ético, moral y político, con mayor visión a la igualdad entre géneros, y al rechazo de las formas institucionales de control y autoridad. Estas sociedades más ricas, educadas y secularizadas de la posguerra, cambiaron sus necesidades de sobrevivencia, seguridad y solidaridad hacia una mayor importancia a las necesidades de primer orden, bajo la triada: auto-actualización de los objetivos de los jóvenes, autonomía individual en escoger significados, y un clamor en el reconocimiento por su realización. Todos estos componentes demográficos y conductuales han sido denominados como “Segunda Transición Demográfica” (SDT, por sus siglas en inglés), los cuales ocurrieron primero en la Europa noroccidental esparciéndose hacia Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Estados Unidos, y difundiéndose ulteriormente, en los noventa, hacia la península Ibérica, el centro y el este de Europa; empero en estos últimos se les relacionó más a las crisis económicas locales que a cambios de actitudes, a pesar que los valores de la gente con diferente formas arreglos familiares, apoyaban la tesis de la SDT (Lesthaeghe, 2014: 18,113-18,114; Sobotka, 2008; Surkyn y Lesthaeghe, 2004: 47, 48, 51).

Para América Latina y México se ha tenido la interrogante de si los cambios socioeconómicos y demográficos (disminución de las Tasas Globales de Fecundidad, mayor educación y participación en el mercado laboral de las mujeres, cambio de percepción en la sociedad de que el hombre es el único sostén de la familia, nuevas formas de uniones, incremento de jefaturas femeninas en los hogares, e incremento de divorcios y cohabitación) observados hacia finales del siglo XX e inicios del XXI se relacionan con la existencia de la SDT (Ariza y Oliveira 2001; Binstock y Cabella, 2021; Binstock et al., 2016; Cabella, 2009; Cabella et al., 2005; Esteve y Lesthaeghe, 2016; Esteve et al., 2016; García y Rojas, 2004; Lesthaeghe y Esteve, 2016; Pérez Amador, 2008; Quilodrán, 2000; Quilodrán y Sosa, 2004: 219; Rosero-Bixby et al., 2009: 179; Samuel y Sebille, 2004; Solís, 2004). Esta interrogante no es ociosa, ya que la edad a la primera unión y a la maternidad ha sido remarcablemente estable y con ligeros retrasos en Latinoamérica (Ariza y Oliveira, 2001; García y Rojas, 2004: 74; Rosero-Bixby et al., 2009: 172). Este fenómeno ha sido más interpretado como una flexibilización de los modelos tradicionales familiares en sectores más privilegiados, y una desinstitucionalización aún incipiente a inicios del siglo XXI (Ariza y Oliveira, 2001).

En México, y en la mayoría de los países latinoamericanos, existe un sistema de nupcialidad donde conviven el matrimonio (legal y/o religioso) y la cohabitación, distinguiéndose por la estabilidad de las uniones conyugales, (el divorcio tiene baja frecuencia entre la gente unida, así como la invariabilidad en la intensidad y calendario de edades de las parejas tanto a la primera unión como a la primera maternidad (Esteve et al., 2016: 133; Parrado y Zenteno, 2004: 82; Pérez Amador, 2008: 482; Rosero-Bixby et al., 2009; Samuel y Sebille, 2004). Además, la formación familiar en México se distingue por su casi universalidad, en un periodo acotado de la vida de los individuos, temprana edad a la primera unión, a la maternidad, generando redes familiares para contrarrestar la inestabilidad económica y social (Fussell y Palloni, 2004), con alta fecundidad, son patrilocales y neolocales en su mayoría posibilidad de disolución de unión, influencia de los padres y comunidad de elección de parejas, y poligamia en ciertos casos (Quilodrán y Sosa, 2004: 234-235; Robichaux, 2002).

El objetivo es analizar las expectativas de la formación familiar entre jóvenes indígenas y mestizos solteros de 14 a 35 años de edad en Puebla y Quintana Roo, México. El énfasis está en las expectativas que ellos tienen sobre la edad a la primera unión, el tipo de unión, la residencia postmarital, y las prácticas de endo-exogamia por localidad, homo/heterogamia cronológica y educacional. Suponemos, que sin distinción de ser indígena o mestizo -términos que explicaremos más adelante-, aspectos como el lugar de residencia -más urbanas-, y el mercado matrimonial caracterizado por la relación de hombres por mujer, por nivel de escolaridad de nueve o más años aprobados, tipo de condición laboral -mayor porcentaje de mujeres asalariadas y hombres en ocupación calificada- tienen impactos significativos en el deseo de una edad tardía para formar la unión, así como mayor expectativa de formar familias en cohabitación, neolocales, exógamas, homógamas cronológica y educacionalmente.

Características de la formación de familias en méxico en los últimos decenios

En el siguiente apartado daremos cuenta de algunas de las características de la intensidad y el calendario de la edad a la primera unión, el tipo de unión, la residencias postmarital, además de los rasgos de la selección de pareja por homo/heterogamia - endo/exogamia en los últimos decenios en México. En la medida de lo posible se hará referencia a la información sobre la población indígena, debido a que ésta fundamentalmente se presenta de forma nacional o regional y de medios urbanos.

Edad a la primera unión

La primera unión es clave en el proceso de la transición a la vida adulta, principalmente en donde la institución familiar es preponderante (Martínez-Salgado y Tapia-McClung, 2017: 133). La edad a la primera unión tiene efectos directos en la fecundidad, y es un indicador de diferencias y cambios de las relaciones de género a través del tiempo y entre grupos sociales (Parrado y Zenteno, 2004). En México, la edad a la primera unión, especialmente en el medio rural, ha tenido cierta estabilidad hasta 1980, sin ser excesivamente temprana (Cuevas, 2020; García y Rojas, 2004: 73; Samuel y Sebille, 2004; Parrado y Zenteno, 2004). Para 1990, Parrado y Zenteno (2004: 82) reportan una aceleración de la edad a la primera unión entre los hombres de la cohorte de 1951-1953, y García y Rojas (2004: 74) un retraso en la de 1960 de 23.9 a 24.6. En los mismos estudios, las mujeres de estas cohortes retrasaron su calendario a la primera unión siendo de 19 a 21 años y en la de los sesentas de 20.7 a 22.4 años. Cuevas (2020) reporta, para las cohortes de las décadas de 1980 y 1990, un rejuvenecimiento de la edad a la primera unión entre mujeres con niveles de escolaridad intermedios, pero un aplazamiento moderado entre las universitarias, sobre todo en las cohortes más jóvenes.

Del análisis por regiones para el año 2010, Martínez-Salgado y Tapia-McClung (2017: 135-138, 145-146) observaron que las mujeres del centro y occidente del país y parte de la península de Yucatán tienen edades tardías al matrimonio (23.6 años vs. 23 del todo el país). Los hombres de la península de Yucatán tuvieron matrimonios más precoces, 24.3 años (25.4 años en todo el país) y los del centro de México más tardías, 26.3 años. La intensidad del matrimonio en las mujeres es mayor y se tiende a igualar entre los sexos conforme aumenta la edad, por lo que el matrimonio es parte de la centralidad de la vida de las personas y su postergación es aún paulatina, observación que comparten con García y Rojas (2004: 73) y Parrado y Zenteno (2004: 82). Los autores (2017: 142-143) explican los diferenciales mediante el desbalance del mercado matrimonial, producido por la migración, la baja escolaridad (secundaria) y las bajas oportunidades laborales.

La mediana de edad a la primera unión entre los hombres urbanos para los años noventa tuvo una disminución de 24 a 23 años, entre hombre rurales que migraron a la ciudad de 25 a 22 años y los de residencia rural se mantuvo a los 22 años, sin importar la cohorte de edad. Entre las mujeres urbanas esta se elevó de 19 a 21 años, las rurales migrantes urbanas de18 a 21 años y las rurales de 18 a 19 años (Samuel y Sebille, 2004: 47). Una vez más la migración fue el factor que afectó el retraso en el calendario a la entrada a la primera unión entre las mujeres de acuerdo a lo autores.

Entre los grupos urbanos indígenas de México, de acuerdo a los datos de la Encuesta Demográfica Retrospectiva (EDER) 2011, (Vázquez y Ortiz-Ávila, 2018: 97) las mujeres tienen una edad mediana a la primera unión a los 20 años. Los hombres indígenas tienen su primera unión a los 22 años. González Oliver et al. (2018: 98, 103, 104) demuestran que la emancipación entre estos hombres está ligada con el mercado laboral y entre las mujeres al matrimonio, siguiendo por tanto una estrategia de reproducción familiar y comunitaria y no por la búsqueda de independencia y autonomía.

Cohabitación vs. matrimonio

Los matrimonios legales en México representan 80 por ciento del total de las uniones ocurridas en el país, y el celibato es más o menos estable con proporciones más bien bajas entre las generaciones sobre todo en medios rurales (Quilodrán y Sosa, 2004: 218; Samuel y Sebille, 2004: 52). La cohabitación (o unión libre o consesualidad) ha sido común desde la Colonia, explicándose su permanencia con argumentos relativos a la esclavitud, a la débil cristianización de poblaciones nativas, como apoyo al proceso de mestizaje, al aislamiento geográfico, y como preferencia entre sectores rurales y urbano-marginados y con baja escolaridad, por lo que no implica necesariamente cambios culturales, emancipación femenina o de abandono de las normas tradicionales (Esteve et al., 2016: 135; García y Rojas, 2004: 78, 84; Gómez de León, 2001; Lesthaeghe, 2014: 18114-18115; Pérez Amador, 2008: 488, 496-497; Quilodrán, 2000; Solís, 2004). Baste decir que la consesualidad inicia a tempranas edades, legalizándose posteriormente, o bien la cohabitación de largo tiempo reemplaza el matrimonio (García y Rojas, 2004; Lesthaeghe, 2014: 18,114; Quilodrán, 2000, Quilodrán y Sosa, 2004: 223), bajo una forma de compañerismo, con equidad en la división del trabajo en el hogar, entre todos los grupos sociales y educacionales (Esteve et al., 2016: 154). Esta ha aumentado después de los años 1970 y 1980 en Latinoamérica en diversos sectores sociales (Cabella, 2009; Lesthaeghe, 2014: 18115; Samuel y Sebille, 2004: 45) y en los urbanos es considerada como parte del proceso antes de casarse (Morales, 2011). En México, ésta pertenece al sistema mesoamericano familiar, sobre todo entre indígenas y mestizos rurales del país (Robichaux, 2002), donde la virilocalidad y la neolocalidad son un patrón predominante en los años noventa, con diferencias en medios rurales (50.8 por ciento, virilocal y 38 por ciento, neolocal) y urbanos (35.3 por ciento, virilocal y 50.4 por ciento, neolocal) (Samuel y Sebille, 2004: 62).

La cohabitación en México presenta diferentes intensidades entre regiones y entre grupos indígenas. En el año 2010, entre mujeres segmentadas por grupo étnico en las totonacas se presentó la cohabitación en 30 por ciento, en nahuas 32 por ciento, y para mayas 13.1 por ciento. Estas frecuencias han tenido un ascenso referente a años previos, como las tendencias para la población en general. Por regiones, en Puebla y Quintana Roo los porcentajes de cohabitación ha ido en aumento entre 1990 y 2010, siendo de 18.7 a 50.1 por ciento, y de 16.4 a 45.7 por ciento, respectivamente (Esteve et al., 2016: 138-139, 142). La cohabitación y la educación de las mujeres tiene un patrón negativo, es decir a mayor educación el porcentaje de mujeres unidas de 20 a 25 años por cohabitación disminuye, sobre todo para el año 2010 (Esteve et al., 2016: 143-144, 154). Si bien entre las mujeres menos educadas la cohabitación es más elevada, esta ocurre en mayor porcentaje cuando estas mujeres residen en municipios heterogéneos, con muchas más mujeres educadas, que en municipios homogéneos donde virtualmente cada una tiene poca educación. Otro factor importante es el aspecto de las oportunidades de empleo para estas mujeres menos educadas, pues Esteve y colaboradores encuentran que aparentemente en los municipios más ricos, el sector servicio provee trabajo a ellas, las cuales les ayudan a instalar sus hogares mediante la cohabitación.

Homo/heterogamia y endo/exogamia

La elección de la pareja hoy en día tiene más un cariz de carácter privado, pero con normas socialmente construidas que permiten asegurar la transmisión del capital (económico y cultural) acumulado por una generación a otra (Bourdieu, 1976; Quilodrán y Sosa, 2004: 217-218), y depende del mercado matrimonial que contiene parejas potenciales con un estatus (de edad o cronológico, residencia y educativo y socio-económico) similar u homógamo (Mäenpää y Jalovaara, 2014: 1770; Parrado y Zenteno, 2004: 67; Quilodrán y Sosa, 2004: 217). La homogamia tanto adscritas (clase social parental y antecedentes étnicos) como adquirida por la movilidad social (continuidad de la educación) incrementa la estabilidad de la unión, ya que promoverá valores y prioridades consensuados entre la pareja, reducirá los conflictos, y generará apoyo social de redes sociales y familiares (Mäenpää y Jalovaara, 2014). La homogamia cronológica empodera y da herramientas de negociación a las mujeres en el interior de la pareja, porque ambos son contemporáneos y tuvieron relativamente el mismo tiempo de educarse, trabajar y madurar (Quilodrán y Sosa, 2004: 219-220). El diferencial de edad entre cónyuges se reducirá (por ejemplo, de 3.5 a 2.5 en las cohortes más jóvenes de los años noventa en comparación a las cohortes de los años treinta) en la medida de que la división sexual del trabajo sea menos diferenciada, a la menor dependencia del ingreso del hombre y a la flexibilidad de los roles masculinos y femeninos (Parrado y Zenteno, 2004: 72, 93).

En México, tanto en medios rurales y urbanos, durante los años noventa, la heterogamia es la norma, donde los hombres son mayores que sus cónyuges (70 por ciento, con diferencias de 3.2 años en las generaciones más jóvenes) y solo diez por cierto homogamia cronológica; sin embargo, la homogamia se ha incrementado relativamente desde los años setenta (Quilodrán y Sosa, 2004: 219, 236; Samuel y Sebille, 2004: 64). La homogamia por localidad, para los años noventa, fue de 80.2 por ciento, mientras que por regiones alcanzó 98 por ciento (Quilodrán y Sosa, 2004: 225). La región sur del país y del centro tuvieron una homogamia que oscila entre 97.6 a 98.7 por ciento. Las mujeres son más exógamas interregionalmente, que los hombres en el sur del país, mientras que en el centro de México no tienen esta tendencia. Los flujos nupciales se dan fuertemente entre hombres y mujeres del Bajío y del Centro del país, así como del sur y del centro (mujeres del sur se casan frecuentemente con hombres del centro del país). Pero estos matrimonios interregionales no superan tres por ciento (Quilodrán y Sosa, 2004: 226-233). En cuanto a la homogamia educacional los datos muestran que 56 por ciento de las parejas están conformadas por parejas con los mismos niveles de escolaridad, 27.4 por ciento los hombres tienen mayor nivel educativo, y el 16.6 por ciento las mujeres lo tienen (Quilodrán y Sosa, 2004: 238).

Material y métodos

En los años 2016 y 2017 se encuestaron 389 personas de ambos sexos (11 a 83 años de edad) sobre el proceso de formación de familias en hogares de 51 localidades (26 municipios) de los estados de Puebla, Querétaro y Quintana Roo, México. De estos datos seleccionamos únicamente a las personas solteras, siendo un total de 149 individuos (71 hombres y 78 mujeres) de 14 municipios (18 localidades), de Puebla y Quintana Roo, identificados ya sea por la lengua que habla o su ancestría -identificada por la pertenecía de sus padres y/o abuelos a algún grupo indígena-. Cabe señalar que excluimos de este estudio los datos de los jóvenes solteros de Querétaro, debido a que su frecuencia fue muy baja y no generan patrones establecidos identificables. Los entrevistados fueron segmentados en cuatro grupos sociales: mestizo, o que no tienen ancestría conocida con grupos indígenas, nahuas, mayas y totonacos. Los municipios y localidades de la que son originarios los individuos se muestran en la Tabla 1. Los idiomas nahua y maya son los que tienen el mayor número de hablantes; en México, existen 2,176,922 de hablantes náhuatl y 1,364,670 de maya (INEGI, 2005). En este sentido, se seleccionaron estos estados y localidades debido a que el estado de Puebla tiene el mayor número de hablantes del náhuatl con 646,297 personas. Este mismo estado es el segundo con el mayor número de hablantes del totonaco con 136,253 individuos, ya que el estado de Veracruz ocupa el primer lugar con 190,901 hablantes de un total de 367,728. El estado de Quintana Roo es el segundo con más hablantes del idioma maya con 304,454 personas, puesto que en Yucatán existen 912,151 hablantes. Consecuentemente, estos estados y localidades rurales fueron seleccionados debido a que tienen el mayor número de individuos indígenas y algunos habitan en lugares semi aislados. Ambas características son relevantes en los estudios genéticos y demográficos. Nosotros hemos estado analizando la información genética del DNA mitocondrial en las poblaciones mayas y nahuas para entender las relaciones genéticas que mantienen con otras poblaciones indígenas antiguas y modernas de origen mesoamericano e identificar si la diversidad genética que presentan las poblaciones estudiadas se relaciona con algún factor demográfico-cultural (González Oliver et al., 2018, 2019).

Tabla 1: Información geográfica de los individuos analizados por grupos socia e idioma 

Grupo Social Estado Municipio Localidad (Lugares de origen) Idioma
Mestizo Ciudad de México Ciudad de México Ciudad de México Español
Puebla Ahuacatlán Ahuacatlán
Tetela de Ocampo Tetela de Ocampo
Zacatlán Tlatempa
Zacatlán
Maya Quintana Roo Felipe Carrillo Puerto Laguna Kanah Maya
Santa María Poniente
Tulum Tulum
Nahua Puebla Ahuacatlán Ahuacatlán Náhuatl
Pochalcatl
Ayotoxco Ayotoxco de Guerrero
Cuautempan Cuautempan
Huitzilan de Serdán Huitzilan de Serdán
Ixquihuacán Ixquihuacán
San Jerónimo San Jerónimo Coaltepec
Zacatlán San Miguel Tenango
Totonaco Puebla Ahuacatlán Ahuacatlán Totonaco
San Mateo Tlacotepec

Fuente: elaboración y cálculos propios.

La edad de los encuestados es entre 14 y 35 años, con una edad media de 19.83 años para los hombres y 20.05 para las mujeres. Las cohortes a las que pertenecen van de 1981 a 2000, teniendo por moda la cohorte de 1999, principalmente en los hombres, y 1997 en mujeres, en casi todos los grupos sociales (Tabla 2).

Tabla 2: Número y porcentaje de hombres y mujeres por grupo social que reportaron hablar y por si están activos económicamente 

Grupo
Social
Hombres
(%)
Edad
X-
Cohortes Estudia
(%)
Trabaja
(%)
Mujeres
(%)
Edad
X-
Cohortes Estudia
(%)
Trabaja
(%)
En el hogar
(%)
Mestizo 33
(46.5)
19.7
± 2.5
1981-2000
X^=1999
27 (52.9) 4
(23.5)
35
(44.9)
19.9
± 1.9
1990-2000
X^=1997
27
(50.9)
6
(46.2)
2
(16.7)
Maya 20
(28.2)
20.6
± 6.1
1981-2002
X^=1999
9
(17.6)
11
(64.7)
20
(25.6)
20.3
± 6.2
1981-2002
X^=1999
9
(17.0)
3
(23.1)
8
(66.7)
Nahua 10
(14.1)
19.2
± 1.1
1996-1999
X^=1999
8
(15.7)
1
(5.9)
18
(23.1)
20.2
± 2.8
1989-1999
X^=1997
13
(24.5)
3
(23.1)
2
(16.7)
Totonaco 8
(11.3)
19.5
± 2.3
1992-1999
X^=1998
7
(13.7)
1
(5.9)
5
(6.4)
19.6
± 0.9
1994-1997
X^=1997
4
(7.5)
1
(7.7)
0
(0.0)
Total 71
(100)
19.8
± 3.7
51 (100) 17
(100)
78
(100)
20.1
± 3.6
53
(100)
13
(100)
12
v (100)

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Los mestizos fue el mayor grupo numéricamente, siguiendo en importancia el grupo maya. Más de 50 por ciento por ciento de los mestizos de ambos sexos se encontraban estudiando al momento de la entrevista, al igual que los hombres del grupo totonaco y nahuas. El promedio de escolaridad entre los hombres mestizos es de 10.5 ± 2.1 años y el de los mayas es 10.3 ± 1.7 años. Para las mujeres mestizas es de 12 ±1.4 años y mujeres mayas es de 8.8 ± 2.2 años. No se tiene información para los otros grupos, pero no deben de discrepar mucho, ya que aún se encuentran estudiando al momento de la encuesta. Entre los mayas hay una amplia proporción laborando, principalmente hombres, y las mujeres tanto fueron asalariadas como en el hogar. Las mujeres nahuas en su mayoría se encontraban estudiando, y solo tres mujeres de 13, comentaron que eran asalariadas (Tabla 2).

De la encuesta hemos analizado la edad a la unión deseada. De esta variable dependiente se ha generado estadísticos descriptivos (media, desviación estándar -DS-, mediana, edad mínima, máxima) y pruebas T para probar la hipótesis de las diferencias entre tamaño de localidad -menor a 15 mil habitantes vs. mayor a 15 mil habitantes- por sexo y al interior de grupo social, y entre grupos sociales divididos por sexo y tamaño de localidad. Los valores promedio se compararon con edades promedio a la primera unión obtenidos mediante el método de Sigulate Mean Age at Marriage (SMAM) (Hajnal, 1953) de las personas casadas menores a 50 años y se realizó una prueba T para muestras relacionadas. Las proporciones de solteros (ambos sexos) se obtuvieron para la población no indígena de Puebla y Quintana Roo, maya, nahuas y totonaco (de toda la República Mexicana) a partir de los datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID) 2018 (INEGI, 2021).

Así mismo, se usaron variables dicotómicas (0, 1) de edad a la unión deseada (0, a una edad menor de los 27 años; 1 unirse a los 27 y más años) tipo de unión (0, matrimonio legal; 1, unión libre), residencia postmarital (0, neolocal; 1, virilocal), endo/exogamia (0, unirse con una persona fuera de la localidad; 1, unirse con una persona de la misma localidad), homogamia cronológica (0, unirse con una persona con edad mayor o menor a él o ella; 1, unirse con una persona de la misma edad), y homogamia educacional (0, unirse con una persona con educación mayor o menor a él o ella; 1, unirse con una persona con el mismo nivel educativo) para realizar correlaciones y pruebas de hipótesis con variables explicativas como tamaño de localidad donde reside (0, menos de 15 mil habitantes; 1, más de 15 mil habitantes) y las características del mercado matrimonial, a partir de la propuesta de Parrado y Zenteno (2004: 77-78) evaluado por cuatro indicadores con datos de la ENADID 2018 (INEGI, 2021): i) proporción de hombres por mujer, solteros, en el mismo tamaño de localidad y en grupos de edad. La proporción está dada por a=k-8k+1Waa=k-5k+4Ma , donde W a y M a son el número de mujeres y hombres solteros en el grupo de edad. La razón está basada en grupos decenales de edad en donde las mujeres escogen hombres en promedio tres años de edad mayores. Es de esperarse que en la medida en que el número de mujeres relativo al de hombres se incrementa, la probabilidad de casarse para ambos sexos disminuye ii) proporción de individuos solteros (calculado por cada sexo) con nueve o más años de educación en las mismas localidades del mismo tamaño de residencia y grupo de edad. La proporción está dada por a=k-8k+1EWaa=k-8k+1Wa y a=k-5k+4EMaa=k-5k+1Ma iii) proporción de mujeres solteras asalariadas en las mismas localidades del mismo tamaño de residencia y grupo de edad. La proporción está dada por a=k-8k+1JWaa=k-8k+1Wa iv) proporción de hombres en ocupaciones calificadas en el mismo tamaño de residencia y grupo de edad. La proporción está dada por a=k-5k+4JMaa=k-5k+1Ma.

Resultados

Edad a la unión deseada

Hombres y mujeres de casi todos los grupos sociales refirieron que en algún momento de su vida se visualizaban en algún tipo de unión, siendo el matrimonio tradicional el que más preferían (más de 50 por ciento), sin encontrar diferencias significativas entre ellos (Figura 1). Hay un amplio porcentaje, sobre todo en hombres nahuas (50 por ciento) y mujeres mayas (38.9 por ciento) que desean permanecer solteros. Sin embargo, el celibato no sería permanente, ya que 31 de 37 entrevistados que les gustaría permanecer solteros, posteriormente declararon que en algún momento se unirían a cierta edad y bajo ciertas características.

Nota: χ2: Análisis entre grupo social y tipo de estado civil por Hombres: valor = 7.423, p = 0.284. Mujer: valor = 7.865, p = 0.248. Entre sexo por grupo social: Mestizo: valor = 1.654, p = 0.437. Maya: valor = 1.974 p = 0.373. Nahua valor = 4.861, p = 0.088. Totonaco: valor = 4.286, p = 0.117.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Figura 1: Preferencia de estado civil en el futuro de los individuos por sexo 

Controlando la edad a la unión deseada por tamaño de localidad es de notar que los hombres que habitan localidades menores a 15 mil habitantes consideran una edad deseada entre los 20 (mayas) y 36 años (mestizos). El promedio más bajo lo tuvieron los mayas (26.2 años) y el más alto los totonaco (29.5 años). Entre los que habitan localidades mayores a 15 mil habitantes las edades van desde los 24 a los 35 años (entre los mestizos), siendo este grupo el que más retrasaría la edad a la unión.

Entre las mujeres las edades van de 17 a 35 años en localidades menores de 15 mil y de 25 a 30 años entre las de más de 15 mil habitantes. Las mujeres que estarían más dispuestas a retrasar su unión, en promedio y mediana, son las totonacas de localidades menores a 15 mil (29 años) y las nahuas residentes de localidades mayores a 15 mil (28.7 años). Empero, no hay diferencias significativas entre las edades deseadas a unión entre tamaños de localidad, al interior de los sexos (Tabla 3). Las edades tempranas deseables a la que se unirían los mayas -ambos sexos- en comparación con mestizos, nahuas y totonacos son significativamente diferentes (Tabla 4).

Tabla 3: Estadísticos de la edad a la unión deseada de los entrevistados por sexo, grupo social y tamaño de localidad 

Menor a 15 mil habitantes Ma/yor a 15 mil habitantes Prueba T SMAM*
Grupo Social N(v. perdidos) X- DS Mín Máx N (v. perdidos) X- DS Mín Máx t gl p
Mestizo 14 (1) 28.5 1.01 28.5 23.0 36 17 (1) 28.6 0.8 28.0 24.0 35.0 -0.113 29 0.911 25.3a; 27.3b
Maya 17 (3) 26.2 0.90 25.0 20.0 35 24.1
Nahua 9 (0) 29.3 0.96 30.0 25.0 35 1 (0) 26.0 26.0 26.0 26.0 1.101 8 0.303 23.7
Totonaco 4 (1) 29.5 0.50 30.0 28.0 30 3 (0) 28.0 1.0 27.0 27.0 30.0 1.464 5 0.203 20.8
Mestizo 16 (1) 27.3 0.50 28.0 25.0 30 14 (3) 26.9 0.4 27.0 25.0 29.0 0.496 28 0.624 23.2a; 21.9b
Maya 13 (7) 24.7 1.08 25.0 17.0 30 21.8
Nahua 15 (0) 28.3 0.92 28.0 24.0 35 3 (0) 28.7 1.3 30.0 26.0 30.0 -0.153 16 0.880 20.3
Totonaco 4 (0) 29.0 1.00 30.0 26.0 30 1 (0) 28.0 28.0 28.0 28.0 0.447 3 0.685 23.5

* Edades promedio a la primera unión obtenidos mediante el método SMAM. Cálculos propios con datos de ENADID 2018. 1No indígenas de Puebla; 2No indígenas de Quintana Roo. Diferencias entre promedios entre Hombres: Mestizo, 3.2 años (t = 4.7, gl. = 30, p = 0.000); Maya, 2.1 años (t = 2.4, gl. = 16, p = 0.031); Nahua, 5.3 años (t = 5.8, gl. = 9, p = 0.000); Totonaco, 8.7 años (t = 1.5, gl. = 6, p = 0.000). Mujer: Mestizo, 3.9 años (t = 13.3, gl. = 30, p =0.000); Maya, 2.9 años (t = 2.7 gl. = 12 p = 0.02); Nahua, 8.1 años (t = 10.3, gl. =17, p = 0.000); Totonaco, 5.3 años (t = 6.6, gl. = 4, p = 0.003).

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Tabla 4: Prueba T para la igualdad de medias de la edad a la que se unirían los entrevistados por tamaño de localidad, sexo comparando por grupo social 

Sexo Tamaño de localidad Prueba T Mestizo/Maya Mestizo/Nahua Mestizo/ Totonaco Maya/Nahua Maya/ Totonaco Nahua/ Totonaco
Hombre Menor a 15 mil habitantes T 1.672 -0.561 -0.511 -2.173 -1.711 -0.111
Gl 29 21 16 24 19 11
P 0.105 0.580 0.616 0.040 0.103 0.914
Mayor a 15 mil habitantes T 0.743 0.312 -1
Gl 16 18 2
P 0.468 0.759 0.423
Mujer Menor a 15 mil habitantes T 2.299 -1.051 -1.576 -2.582 -2.102 -0.353
Gl 27 29 18 26 15 17
P 0.029 0.302 0.132 0.016 0.053 0.728
Mayor a 15 mil habitantes T -1.682 -0.694 0.250
Gl 15 13 2
P 0.113 0.500 0.826

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Las edades de unión deseadas comparadas con las edades promedio a la primera unión, estimadas mediante el método de SMAM, observamos que las primeras están entre dos y nueve años (hombres) y tres y ocho años (mujeres) (sobre todo para totonacos-hombres y mujeres nahuas) por arriba de lo que realmente ocurre entre la población no indígenas y los grupos indígenas seleccionados. Las diferencias son significativas para todos los grupos sociales y ambos sexos (véase nota en la Tabla 3).

En general, no encontramos una correlación robusta (r > a 0.5) y significativa entre la edad deseada de unión y las variables explicativas (tamaño de localidad y mercado matrimonial por edad, educación y condición laboral) por sexo, a excepción en los hombres mayas en el mercado matrimonial (r = -0.506) y porcentaje de hombres en ocupación calificada (r = 0.5); esto significa que a mayor porcentaje de hombres por mujer, más rejuvenecerían su entrada a la unión y con mayor porcentaje de hombres en ocupaciones calificadas la retrasarían. Otra excepción fue en las mujeres mestizas en escolaridad aprobada (r = 0.459) y con la asalarización de las mujeres solteras (r = 0.600). Para las mujeres mayas también es significativo con r = 0.765, lo que muestra que a mayor porcentaje de mujeres con nueve años o más de escolaridad y mayor porcentaje de mujeres asalariadas pueden retrasar su entrada a la unión (Tabla 5).

Tabla 5: Correlaciones entre la edad y tipo de unión a la que le gustaría casarse los individuos por sexo, el tamaño de localidad, índice de mercado matrimonial, proporción de individuos con 13 o más años de escolaridad y proporción de mujeres asalariadas y hombres en ocupación calificada 

Sexo Grupo Social N Tamaño localidad P Mercado matrimoniala p Escolaridad aprobadab p Asalarización y ocupación calificadac p
Residencia postmarital Hombre Mestizo 33
Maya 18
Nahua 10 -0.111 0.760 0.114 0.775 -0.336 0.343 -0.368 0.295
Totonaco 7
Mujer Mestizo 34
Maya 16 -0.129 0.635 -0.129 0.635 -0.198 0.463
Nahua 18
Totonaco 5
Endo/Exogamia Hombre Mestizo 32 -0.113 0.537 -0.221 0.223 0.180 0.325 -0.176 0.336
Maya 17 0.260 0.313 -0.249 0.335 -0.107 0.683
Nahua 10 0.333 0.347 0.326 0.357 -0.197 0.586 0.149 0.681
Totonaco 7 -0.167 0.721 -0.076 0.871 0.575 0.177 0.588 0.165
Mujer Mestizo 33 0.260 0.150 -0.016 0.929 0.330 0.060 0.082 0.652
Maya 18 -0.058 0.819 -0.062 0.807 -0.326 0.186
Nahua 18 0.120 0.637 0.131 0.605 0.014 0.956 0.052 0.838
Totonaco 5 0.612 0.272 0.590 0.295 0.427 0.473 0.330 0.588

a Índice de mercado matrimonial por edad; bProporción de hombres y mujeres con 13 o más años de escolaridad aprobados; c Proporción de mujeres asalariada y hombres en ocupación calificada.

Para el grupo social con siete individuos o menor número no es posible calcular datos.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Tipo de unión conyugal

Analizando los tipos de unión conyugal, por tamaño de localidad, observamos que las uniones consensuales serían una opción principalmente para los hombres mestizos y totonacos en localidades menos urbanizadas y en mayores de 15 mil habitantes sobre todo para los últimos. Entre las mujeres nahuas y mestizas de localidades menores a 15 mil habitantes, la unión libre sería una opción, mientras que las mayas preferirían más el matrimonio.

Entre las mujeres no hay casos de preferencia de unión libre en ningún grupo social, en localidades mayores de 15 mil habitantes. Las diferencias no son significativas al interior de los sexos y por tamaño de localidad (Figura 2). La única correlación que fue significativa entre el tipo de unión y las variables explicativas fueron las mujeres mayas con una correlación positiva (0.656) en el porcentaje de mujeres solteras asalariada dando a entender preferirían las uniones consensuales al matrimonio tradicional (Tabla 5). A pesar de que no hay otras correlaciones significativas vale la pena señalar los casos que tiene una r > 0.5. Las mismas mujeres mayas con el mercado matrimonial tienen una r negativa (-0.567) lo que denota que el mercado matrimonial existente les tendería preferir el matrimonio por encima de la unión libre. En el caso de los totonacos, con las variables de porcentaje de hombres con nueve años o más escolaridad aprobada (r = 0.602) y porcentaje de hombres con ocupación calificada (r = 0.726), tenderían a preferir más la unión libre (Tabla 5).

NOTA: χ2: Hombre: Menor a 15 mil habitantes: N = 34, valor = 1.388, p = 0.708; Mayor a 15 mil habitantes: N = 16, valor = 5.259, p = 0.072. Mujer: Menor a 15 mil habitantes: N = 42, valor 2.858, p = 0.414; Mayor a 15 mil habitantes: N = 14, No se calculará ningún estadístico porque Tipo de unión es una constante.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Figura 2: Preferencia de tipo de unión por grupo social y por tamaño de localidad (A) Menor a 15 mil habitantes (B) Mayor a 15 mil habitantes 

Residencia posmarital

Hay una preferencia hacia la neolocalidad como la forma en que les gustaría residir después de la unión conyugal, sin que haya diferencias significativas entre grupos. La virilocalidad solamente fue reportada por hombres nahuas y mujeres mayas de localidades menores a 15 mil habitantes (Figura 3). Del análisis de correlaciones con las variables explicativas (Tabla 6) solo fue factible realizar para los hombres nahuas y mujeres mayas, con tendencias de correlaciones tenues (r < 0.5) y negativas en el tamaño de localidad, escolaridad aprobada, y asalarización y ocupación laboral calificada, además del mercado matrimonial entre las mujeres (en los hombres es positivo), sin que haya una correlación estadísticamente significativa.

Tabla 6: Correlaciones entre el tipo de residencia posmarital preferida y preferencia de unirse con una persona de su misma localidad de los individuos por sexo, el tamaño de localidad, índice de mercado matrimonial, proporción de individuos con 13 o más años de escolaridad y proporción de mujeres asalariadas y hombres en ocupación calificada 

Sexo Grupo social N Tamaño localidad P Mercado matrimonial a p Escolaridad aprobadab p Asalarización y ocupación calificadac p
Edad a la unión Hombre Mestizo 32 0.085 0.644 0.067 0.714 -0.050 0.786 0.086 0.640
Maya 18 -0.506 0.034 0.231 0.356 0.500 0.035
Nahua 10 -0.509 0.133 -0.472 0.168 0.213 0.554 0.137 0.706
Totonaco 7
Mujer Mestizo 33 0.021 0.911 0.051 0.779 0.459 0.007 0.600 0.000
Maya 17 -0.147 0.574 0.289 0.261 0.765 0.000
Nahua 18 0.051 0.841 0.291 0.241 -0.257 0.303 -0.209 0.406
Totonaco 5 0.250 0.685 0.275 0.655 -0.238 0.700 -0.293 0.632
Tipo de unión Hombre Mestizo 24 -0.048 0.823 -0.093 0.665 -0.284 0.179 -0.037 0.863
Maya 15 0.132 0.639 -0.306 0.267 0.167 0.553
Nahua 5
Totonaco 6 0.707 0.116 0.630 0.180 0.602 0.206 0.726 0.102
Mujer Mestizo 26 -0.327 0.110 -0.223 0.273 0.122 0.552 0.306 0.129
Maya 11 -0.567 0.069 -0.359 0.278 0.656 0.028
Nahua 15 -0.237 0.396 -0.241 0.386 -0.061 0.829 -0.266 0.339
Totonaco 5

a Índice de mercado matrimonial por edad; b Proporción de hombres y mujeres con 13 o más años de escolaridad aprobados; c Proporción de mujeres asalariada y hombres en ocupación calificada.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

NOTA: χ2: Hombre: Menor a 15 mil habitantes: N=46, valor 4.202, p = 0.240; Mayor a 15 mil habitantes: N=22, No se calculará ningún estadístico porque Grupo social y Residencia postmarital son constantes. Mujer: Menor a 15 mil habitantes: N=52, valor 2.294, p = 0.514; Mayor a 15 mil habitantes: N=1, No se calculará ningún estadístico porque Grupo social y Residencia postmarital son constantes.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Figura 3: Preferencia de tipo de residencia postmarital por grupo social y por tamaño de localidad (A) Menor a 15 mil habitantes (B) Mayor a 15 mil habitantes 

Análisis endo/exogamia

Mestizos de localidades menores a 15 mil habitantes preferirían unirse con personas fuera de su localidad, siguiendo los nahuas, mayas y al final los totonacos. Los grupos más endógamos serían los mayas y los nahuas. Las diferencias son significativas. En localidades más urbanas, aunque no son significativas las diferencias, la gente mestiza tendrían un alto porcentaje exogamia y los nahuas y totonacos refieren que serían más endógamos (Figura 4). Las variables explicativas no tienen una correlación significativa con el patrón de endo/exogamia que refieren los encuestados.

Pero es de notar las correlaciones positivas (solo en totonacos) en las variables proporción de hombres con nueve o más años de escolaridad (r = 0.575) y proporción de hombres con ocupación profesional (r = 0.588), así como en tamaño de localidad (r = 0.612) y mercado matrimonial (r = 0.590) (Tabla 6). Lo que significarían que estas personas preferían ser más endógamos que exógamos.

NOTA:χ2: Hombre: Menor a 15 mil habitantes: N=45, valor 10.259, p = 0.016; Mayor a 15 mil habitantes: N=21, valor 5.232, p = 0.073. Mujer: Menor a 15 mil habitantes: N=54, valor 11.384, p = 0.010; Mayor a 15 mil habitantes: N=19, valor 1.810, p = 0.405.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Figura 4: Preferencia endo/exogamia por grupo social y por tamaño de localidad (A) Menor a 15 mil habitantes (B) Mayor a 15 mil habitantes 

Homogamia cronológica

En general, hombres y mujeres de ambos tipos de tamaño de localidad consideran que preferirían casarse con una persona de su misma edad o no muy grande (para el caso de las mujeres) o no muy menor (para el de los hombres). Los hombres mestizos son los que más consideran que deben ser menor la edad de su posible cónyuge, siguiendo los mayas (en localidades menores de 15 habitantes) y totonacos (en mayores de 15 mil habitantes). En cuanto a las mujeres residentes en localidades menores a 15 mil habitantes son las nahuas que respondieron más que prefieren hombres mayores, siguiendo las mestizas y al final mayas y totonacas. En localidades más urbana, las mujeres mestizas y nahuas preferirían la heterogamia (Figura 5). Con respecto a las variables explicativas en ambos sexos y todos los grupos sociales solamente hay correlaciones menores a 0.5 y en ningún caso fue significativa (Tabla 7).

NOTA:χ2: Hombre: Menor a 15 mil habitantes: N=40, valor 2.864, p = 0.413; Mayor a 15 mil habitantes: N=22, valor 1.556, p = 0. 459. Mujer: Menor a 15 mil habitantes: N=46, valor 2.546, p = 0. 467; Mayor a 15 mil habitantes: N=17, valor 0.608, p = 0.738.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Figura 5: Preferencia de homogamia cronológica por grupo social y por tamaño de localidad (A) Menor a 15 mil habitantes (B) Mayor a 15 mil habitantes 

Tabla 7: Correlaciones entre la preferencia de homogamia cronológica y educacional de individuos por sexo, el tamaño de localidad, índice de mercado matrimonial, proporción de individuos con 13 o más años de escolaridad y proporción de mujeres asalariadas y hombres en ocupación calificada 

Sexo Grupo social N Tamaño localidad p Mercado matrimoniala p Escolaridad aprobadab p Asalarización y ocupación calificadac p
H. cronológica Hombre Mestizo 33 -0.155 0.389 -0.203 0.256 0.240 0.179 -0.220 0.219
Maya 17 0.136 0.603 -0.092 0.725 -0.310 0.226
Nahua 7 0.167 0.721 -0.004 0.993 0.262 0.571 0.305 0.506
Totonaco 5 0.167 0.789 0.200 0.748 0.415 0.487 0.470 0.424
Mujer Mestizo 27 -0.028 0.888 -0.147 0.456 -0.042 0.831 -0.031 0.875
Maya 16 -0.354 0.179 0.349 0.185 -0.045 0.867
Nahua 16 0.101 0.710 -0.069 0.801 -0.114 0.675 -0.356 0.175
Totonaco 4 0.333 0.667 0.333 0.667 0.333 0.667 -0.333 0.667
H. educacional Hombre Mestizo 32 -0.206 0.258 -0.237 0.191 0.037 0.843 -0.400 0.023
Maya 15 0.139 0.620 -0.185 0.509 -0.139 0.622
Nahua 7 -1.000 0.000 -0.896 0.006 0.342 0.453 0.160 0.732
Totonaco 6 0.447 0.374 0.258 0.621 0.143 0.787 0.167 0.752
Mujer Mestizo 32 -0.342 0.055 -0.225 0.208 -0.110 0.544 0.073 0.688
Maya 16 0.157 0.561 0.129 0.635 0.198 0.463
Nahua 17 0.019 0.942 -0.011 0.996 -0.309 0.228 -0.491 0.046
Totonaco 4 0.577 0.423 0.638 0.362 -0.548 0.452 -0.685 0.315

a Índice de mercado matrimonial por edad; b Proporción de hombres y mujeres con 13 o más años de escolaridad aprobados; c Proporción de mujeres asalariada y hombres en ocupación calificada.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Homogamia educativa

Hombres y mujeres, sobre todo mestizos, de localidades menores a 15 mil habitantes les gustaría que su pareja tuviera la misma educación que ellos, seguidos de mayas, nahuas y totonacos. Hombres mayas y mujeres nahuas son los que más consideran que no les gustaría que tuvieran el mismo nivel educativo en estas localidades, (diferencias significativas entre las mujeres). En las localidades más urbanas no hay un patrón en la homogamia educativa (Figura 6). La correlación entre esta variable y las explicativas es de notar el caso de los nahuas en ambos sexos, ya que tienen correlaciones negativas robustas y significativas. En los hombres lo tienen con el tamaño de localidad (r = -1) y mercado matrimonial (r = -0.896), denotando que a localidades más grandes y con menos porcentaje de hombres por mujer, preferían más un tipo de unión con una mujer con una educación diferente a la de él. En las mujeres ocurrió en el porcentaje de mujeres solteras asalariadas con un efecto negativo (r = -0.491), es decir, a mayor porcentaje de mujeres asalariadas igualmente preferirían que su pareja tuviera una educación diferente (Tabla 7).

NOTA: χ2: Hombre: Menor a 15 mil habitantes: N=38, valor 5.203, p = 0.157; Mayor a 15 mil habitantes: N=22, valor 4.285, p = 0.117. Mujer: Menor a 15 mil habitantes: N=50, valor 14.148, p = 0.003; Mayor a 15 mil habitantes: N=19, valor 0.549, p = 0.760.

Fuente: elaboración y cálculos propios.

Figura 6: Preferencia de homogamia educativa por grupo social y por tamaño de localidad (A) Menor a 15 mil habitantes (B) Mayor a 15 mil habitantes 

Entre las mujeres totonacas, el tamaño de localidad (r = 0.577) y mercado matrimonial (r = 0.638) tuvieron una correlación robusta, aunque no significativa, por lo que a mayor tamaño de localidad y mayor porcentaje de hombres por mujer, éstas preferirían unirse con un hombre con su misma educación y en el caso de porcentaje de mujeres con nueve o más años de educación y asalariadas la correlación es negativa, implicando que educación y trabajo entre las mujeres generaría el escoger parejas con diferente nivel educativo.

Discusión

No hay un consenso entre los especialistas de la existencia de la SDT en la dinámica sociodemográfica de México (Ariza y Oliveira, 2001; García y Rojas, 2004; Esteve y Lesthaeghe, 2016), ya que como señalan Brzozowska (2021: 1126) y Lesthaeghe (2014) estos cambios culturales de valores materialistas a post-materialistas ocurrirán bajo la condición de que se haya alcanzado un desarrollo económico suficiente en las sociedades, situación que en México aún dista de obtenerlo.

No obstante, el análisis de variables relativas a la SDT, en países como México, es fundamental para comprender nuevos y viejos procesos sociales veinte años después de haber iniciado el siglo XX. En especial el estudio entre los jóvenes estudiantes en edad casadera sobre planes a futuro en la conformación de su familia o el trabajo ha sido ampliamente desarrollado en otros contextos fuera de México (Affleck et al., 1989; Kaufman, 2005). En este tenor se encuentra el presente estudio. Un aspecto importante a señalar es que las respuestas que nos ofrecen estos jóvenes sobre su futuro familiar que ellos construyan son sus apreciaciones o percepciones propias, individualizadas, sin embargo, ello no elimina la influencia de las normas socialmente construidas (la familia y la comunidad) que permiten la transmisión del capital (económico y cultural) acumulado por una generación a otra, lo que Bourdieu (1976) definió como el habitus. En este sentido es importante señalar que la unidad básica en las sociedades mayas y nahuas es la familia nuclear, aunque también existen casos de familias extensas. Para establecer el matrimonio, se visitan varias veces a la familia de la muchacha y ahí se decide el lapso de tiempo en el que el muchacho prestará sus servicios o ayuda a la familia de la novia, con esto el matrimonio queda establecido (Scheffer, 1992). Muy seguramente estos jóvenes en edad casadera seguirán estos u otros patrones culturales para formar sus parejas.

En este sentido, la unión conyugal -tradicional o consensual- es uno de los aspectos planeados a futuro entre los jóvenes entrevistados de diferentes antecedentes sociales, ya que la perspectiva del celibato es bajo, lo que concuerda tanto con el patrón nupcial que Quilodrán y Sosa (2004) reportan desde los años noventa y con la visualización del matrimonio, sobre todo para las mujeres, como uno de los principales objetivos de la transición a la adultez (García y Rojas, 2004: 73; Parrado y Zenteno, 2004: 82). El patrón de posible cohabitación observado está en concordancia con la literatura al ubicarlo en medios rurales, pero también se ha observado en estos jóvenes entrevistados residen en localidades más urbanas donde los municipios son más heterogéneos y con mujeres más educadas por lo que esto también promoverían la cohabitación, tal como lo mencionan Esteve et al. (2016). Las mujeres mayas tendrían un patrón de cohabitación bajo quizás a los niveles observados por Esteve et al. (2016: 138-139, 142) para la región maya. La gente de Puebla, -nahuas y totonacos- están en la misma concordancia, por lo que es de esperar que varios de ellos, inicien en cohabitación y posteriormente la legalicen, siendo un patrón ampliamente en la literatura (Quilodrán, 2000).

Sin embargo, esta posible primera unión se prevé con un considerable retraso, sin diferencias entre tipo de localidad de residencia, si se le compara con la edad a la unión reportada en 2010 entre los 23.6 años en mujeres y en hombres a los 24.3 años y 26.3 años (Martínez-Salgado y Tapia-McClung, 2017) o bien las edades estimadas aquí con el método SMAM. Y aún edades más tardías que las medianas reportadas para grupos indígenas por Vázquez y Ortiz-Ávila (2018: 97): mujeres 20 años y hombres 22 años. Dentro del marco de la SDT, el retaso de la entrada a la unión se ha relacionado con la educación y el empleo, porque hombres y mujeres priorizan su desarrollo educativo y profesional, lo que permiten la prolongación de su transición a roles económicos adultos y reducen su incertidumbre (nivel educativo alto, empleo estable y remunerado) facilitándoles la decisión de formar una unión a edades posteriores (Gómez de León, 2001; Ortiz-Ávila y Devolder, 2016: 130; Parrado y Zenteno, 2004: 71; Solís, 2004).

Centrando la discusión hacia la segunda década del siglo XXI, es notorio que las mujeres que finalizan los estudios, con al menos 19 años de estancia en la escuela, son las únicas que postergan la edad a la primera unión y las que están aún estudiando tienen una baja probabilidad de unirse por primera vez. Las mujeres de nivel educativo bajo y medio se acortan las diferencias de formar una unión después de los 27 años (Rosero-Bixby et al., 2009: 180). De la condición laboral, una mujer que trabaja o es asalariada en menor proporción retrasará su unión que una mujer dedicada al hogar, sobre todo en las cohortes jóvenes (Martínez-Salgado y Tapia-McClung, 2017: 153; Rosero-Bixby et al., 2009: 180). En los hombres con elevada educación, esta le generaría perspectivas económicas favorables, (Parrado y Zenteno, 2004: 83, 91), y aunado a la reciprocidad de apoyo económico por la entrada al mercado laboral de la mujer (Samuel y Sebille, 2004: 51), por lo que pueden acelerar la edad a la unión. Es de notar que los jóvenes entrevistados han alcanzado una alta escolaridad -en promedio diez años- y aún están en proceso de estudio o trabajando además de que muchos de ellos comentaron que no tienen el recurso económico para formar una nueva unidad doméstica. Consecuentemente, ellos tienen probabilidades de que retrasen su entrada al matrimonio, quizás no al grado de los que ellos desean, sobre todo, al observar que las variables explicativas no tienen una correlación alta ni significativas en la mayoría de los grupos sociales con la edad deseada a la unión. Por consiguiente, estos individuos entrarían dentro del marco de discusión de Ariza y Oliveira (2001) y Rosero-Bixby et al. (2009: 172) que observan que, en estas cohortes más jóvenes, educadas e individualizadas no han quebrado aún el rol de la familia latinoamericana, pero que aun así es probable que alcancen la adultez con diferentes aspiraciones respecto al matrimonio y la familia, su educación, el trabajo, la autosuficiencia económica, y estilos de vida que sus madres y abuelas.

La preferencia de la neolocalidad entre los entrevistados no discrepa mucho de las tendencias observadas por Samuel y Sebille (2004), desde los años noventa. Las explicaciones que nos dan estos jóvenes como para preferirla, destacan, entre los hombres: “Independencia de la pareja” y la “Comodidad e intimidad de la pareja” y, por último, el “Evitar conflictos familiares”. Entre las mujeres son las mismas razones, pero el orden cambia, teniendo en los primeros lugares “Comodidad e intimidad de la pareja” y “Evitar conflictos familiares” y al final la independencia. La virilocalidad, asociada sobre todo con grupos indígenas y rurales, obedecen a un sistema familiar mesoamericano (Robichaux, 2002) y nuestros datos apoyan su hipótesis al observar que solamente fue reportada por los jóvenes nahuas y mujeres mayas de medios más rurales. Los jóvenes no expresaron una opinión por la cual preferían esta opción, sin embargo, especulamos que se debe más a razones de índole cultural, y de estrategias al interior de los hogares como se ha documentado por Gurri (2010) al estudiar poblaciones mayas y mestizas en Campeche al inicio del siglo XXI.

Es interesante señalar ciertas tendencias de las características de las parejas que les gustaría tener para formar una familia, por grupo social. Los mestizos y totonacos -ambos sexos- serían más exógamos, con tendencia a la homogamia cronológica y educativa. Los nahuas no presentaron una tendencia clara en cuanto a la preferencia de endo/exogamia, pero las mujeres preferirían hombres de mayor edad, con diferente nivel educativo. Los mayas -hombres y mujeres- ocupan un lugar intermedio entre nahuas y totonacos, donde su posible endogamia está acorde al patrón observado para el centro de Quintana Roo (González-Oliver et al., 2019: 290), con cierta homogamia cronológica o un ligero desfase -sobre todo mujeres pues prefieren un poco mayores a ellas-, y una homogamia educativa. Las razones que dan estos jóvenes sobre sus preferencias son relativamente homogéneas entre sexos y grupos sociales. La principal explicación por la cual serían exógamos es la “Aspiración a conocer gente fuera de la comunidad”. Entre las mujeres mestizas, nahuas y mayas la segunda razón -que no la dan los hombres- es la de “Desconfianza en la gente de la comunidad” como para entablar una unión, por lo que buscan una pareja fuera de su comunidad. Por último, los jóvenes exponen que como están estudiando o trabajando fuera de su localidad esto les ha permitido buscar posibles candidatos de pareja fuera de su comunidad. Ahora bien, la endogamia a nivel localidad es importante y una de las principales razones que nos compartieron casi todos los grupos -excepto hombres mayas y totonaco(as)- es el “Mantener costumbres y tradiciones” al interior de sus comunidades. En un segundo lugar y que está muy ligado a la anterior razón es el “Conocimiento de la gente de su comunidad” y esta es la razón principal que expresan las mujeres mayas, mestizas y totonacas.

La homogamia cronológica y educativa entre estos individuos es importante y la principal razón que ellos dan es el “Compartir ideología, valores, costumbres y conductas”. Aunado a esta, ellos inquieren un “Mejoramiento económico y laboral” al formar una familia con una persona de su mismo nivel educativo, y añaden una tercera razón -sobre todo mestizos, nahuas y totonacos-, que es el “Evitar conflictos y poder dialogar”. Estas razones, como lo señala la literatura, promovería la estabilidad de sus futuras uniones, debido al compartir valores, mejora económica, así como la creación de redes sociales y familiares (Mäenpää y Jalovaara, 2014). No nos dieron una razón del por qué buscar heterogamia cronológica y educativa, ya que lo consideran como no importante en el momento de su selección de pareja, lo que nos lleva a pensar que el arraigo a las costumbres al interior de los grupos es lo fundamental.

Conclusiones

¿Existe cierta continuidad cultural en el sistema de nupcialidad en estos grupos sociales radicadas en localidades de Puebla y Quintana Roo? ¿Su edad deseada para una nupcialidad tardía en todos los grupos, su preferencia de cohabitación sobre todo en localidades menos urbanizadas, la alta exogamia que podría expresarse, sobre todo entre mestizos y totonacos y con tendencia a la preferencia hacia la homogamia cronológica y educativa en mestizos y mayas estaría de acuerdo con la tesis de la SDT y su impacto de la educación y el trabajo en las mujeres y hombres? Los datos que tenemos de esta muestra pequeña de personas solteras entrevistadas en diversas localidades rurales y urbanas de Puebla y Quintana Roo, las cuales son personas que en promedio tiene una educación aprobada mayor a los nueve años, algunos de ellos se encuentran trabajando y la mayoría aún continúan con sus estudios, además de pertenecer a cuatro grupos sociales diferentes, nos presentan un diorama de posibles comportamientos para su futura formación familiar.

Observamos la persistencia cultural de preferencias dentro del sistema familiar mesoamericano, sobre todo en nahuas y mayas, expresado en preferencia de la virilocalidad, endogamia y de diferencias cronológicas y educacionales, así como la cohabitación tradicional. Sin embargo, el discurso esgrimido por hombres y mujeres de todos los grupos sociales deja ver aspectos individuales de aspiraciones educativas, y laborales, así como de su deseo conocer gente y tener vivencias más allá de su comunidad, antes de formar una familia, además de que nos dan un marco de referencia de las razones para buscar pareja con ciertas características. En este sentido consideramos que observamos la mencionada flexibilización de los modelos tradicionales familiares que Ariza y Oliveira (2001) veían solo en sectores más privilegiados, pero ahora, posiblemente, ya haya permeado a los sectores menos visibilizados en el estudio de la SDT, siendo los indígenas de México.

Agradecimientos

A los jóvenes de Puebla y Quintana Roo que nos compartieron sus expectativas de vida. La información en las localidades de Puebla fue recabada mediante el Proyecto CB 2015, No. 252130. Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) y con PAPIIT IN-403217, DGAPA, UNAM. Los datos en Quintana Roo fueron retomados de los proyectos “Etnografía de las localidades aledañas a las zonas arqueológicas abiertas al público” y “Solares sustentables para contribuir a la soberanía alimentaria en la costa Yucateca” financiados por el INAH. Hacemos patente nuestro agradecimiento a Nina Castro Méndez por su observaciones y sugerencias.

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Recibido: 14 de Octubre de 2021; Aprobado: 17 de Agosto de 2022

Angelica González Oliver Profesora Titular “A” de Tiempo Completo en la Facultad de Ciencias, UNAM. Licenciada en Biología, Maestra en Ciencias y Doctora en Ciencias obtenidos en la Facultad de Ciencias, UNAM. Realizó dos postdoctorados en Antropología Molecular, el primero en la Universidad de Florida y el segundo en la Universidad de California, Davis, USA. Desarrolla las líneas de investigación de Antropología Molecular para identificar las relaciones genéticas por vía materna entre las poblaciones indígenas antiguas y actuales de origen mesoamericano, y la de Paleopatología Molecular con énfasis en el análisis del DNA de las bacterias Treponema p. y Mycobacterium t. en individuos prehispánicos que muestran signos típicos de sífilis o tuberculosis, para contribuir al conocimiento del origen y desarrollo de la enfermedad. Dirige el Laboratorio de Antropología Molecular de la Facultad de Ciencias. Dirección electrónica: goliver@ciencias.unam.mx Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4034-8143

Allan Ortega Muñoz Profesor-investigador de tiempo completo Titular C del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II. Licenciado en antropología física por la ENAH, Maestro en Demografía y Doctorado en Estudios en Población por El Colegio de México. Ha participado en proyectos tanto de sociedades contemporáneas (ecología humana) como prehispánicas, a través de la antropología esquelética y la demografía histórica. La línea de investigación que se encuentra actualmente desarrollando es La movilidad y condiciones de vida de las poblaciones costeras, prehispánicas y contemporáneas, de la península de Yucatán, desde la óptica de osteología antropológica, y la paleodemografía, así como la ecología humana, donde la identidad es un aspecto fundamental a desarrollar. Dirección electrónica: allanortega@yahoo.com Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2038-502X

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