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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.27 no.110 Toluca Out./Dez. 2021  Epub 13-Jan-2023

https://doi.org/10.22185/24487147.2021.110.29 

Artículos

Evolución de los principales indicadores sociodemográficos italianos: una crítica sutil a la teoría de la transición demográfica

Evolution of the main Italian socio-demographic indicators: a subtile critique of the demographic transition theory

*Universidad Rey Juan Carlos, España

**Universidad Complutense de Madrid, España


Resumen

En este trabajo analizamos la evolución de los principales indicadores sociodemográficos italianos. Utilizamos como marco teórico de referencia la teoría de la transición demográfica mientras que, para recoger los datos a analizar, hemos recurrido a la web del Instituto Nacional de Estadística Italiano (ISTAT) y a los informes del Observatorio Nacional sobre la salud en las regiones italianas. Los resultados demuestran que Italia se caracteriza por un proceso de envejecimiento poblacional cada vez más relevante y por una disminución de la fecundidad muy por debajo del nivel de reemplazo. Además, Italia cumple en gran medida con los principios y las fases de la transición demográfica, pero a la vez tiene algunas características peculiares, como las pronunciadas diferencias regionales entre Norte y Sur, que cabe matizar y profundizar.

Palabras clave Transición demográfica; Italia; diferencias regionales

Abstract

In this paper we analyse the evolution of the main Italian socio-demographic indicators. We use the Theory of demographic transition as reference. We collect the data from Italian National Statistical Institute (ISTAT) and Italian National Observatory on Health. The findings suggest that Italy is experiencing a significant process of population ageing and a decrease in fertility well below the replacement level. Also, Italy follows the main stages of demographic transition but at de same time it has some special characteristics, such as the pronounced regional differences between North and South, which should be studied.

Key words Demographic Transition; Italy; regional differences

Introducción

El presente trabajo se divide en cinco apartados: en la introducción, aclaramos los principales objetivos del estudio y las fuentes utilizadas; a continuación, en el marco teórico, presentamos el cuadro teórico de referencia y, en el apartado siguiente, nos dedicamos a presentar la evolución histórica de los principales procesos demográficos que han afectado a la Península italiana en las últimas décadas y llevamos a cabo un análisis de los principales indicadores demográficos contemporáneos de Italia: como la esperanza de vida, la mortalidad, el índice sintético de fecundidad, la tasa de vejez, el índice de dependencia estructural, etc. Ha de considerarse que todos estos aspectos están relacionados ya que cada uno de ellos implica a todos los demás, por ello se habla de “sistema demográfico” (Livi Bacci, 2015: 54). Como dice Ricardo Samartín (2020: 56), “todo está cambiando, en la economía, en las relaciones humanas, en la posibilidad de tener hijos”, etc. Por poner un ejemplo, Italia ha sido tradicionalmente un país de emigraciones, sobre todo transoceánicas (Reher, 2003: 40), y sólo recientemente se ha convertido en un destino de inmigración, con todas las consecuencias sociodemográficas que esto conlleva (Salvini y De Rose, 2011: 13). En el cuarto apartado reflexionamos sobre las diferencias regionales a nivel sociodemográfico, como las diferencias en esperanza de vida y las diferencias internas, especialmente entre Norte y Sur, algo muy característico de Italia. El trabajo concluye con unas consideraciones finales sobre los hallazgos y los límites del presente estudio.

Son dos las preguntas de investigación a las que intentaremos responder a través del presente trabajo: ¿Cuáles son las principales características sociodemográficas de Italia en la actualidad? ¿Cómo ha llevado a cabo Italia su transición demográfica? El objetivo es llevar a cabo un análisis sociodemográfico de Italia y de su población, desde el reciente pasado hasta llegar a la actualidad, tomando en consideración los principales indicadores sociodemográficos y su evolución a lo largo del tiempo. Como ya hemos mencionado, esto permitirá elaborar un informe crítico y contextual de la demografía italiana y de su evolución. Vamos a utilizar una perspectiva longitudinal, algo prácticamente obligatorio a la hora de tomar en consideración los fenómenos demográficos. Se trata de explicar la evolución demográfica italiana y de contextualizarla históricamente. Sabemos que Italia, como casi todos los demás países europeos, habría entrado hace tiempo en la fase de crecimiento cero y habría perdido población si no fuera por las migraciones de las últimas décadas. Además, Italia tiene una historia demográfica y una evolución parecida, y a la vez en algunos aspectos distinta, a la de España. Como hemos explicado en los objetivos, en este artículo llevamos a cabo una especie de retrato demográfico de Italia, a partir del análisis de la evolución de algunos indicadores fundamentales para analizar los procesos demográficos. En síntesis, queremos buscar las peculiaridades del caso italiano: sus semejanzas y diferencias con los procesos propios de la transición demográfica.

Por lo que concierne a las fuentes utilizadas para llevar a cabo el presente estudio, hemos recurrido a las fuentes primarias más accesibles, como la web del ISTAT (Instituto Nacional de Estadística), y sobre todo a las series históricas presentes en la web oficial del Instituto Italiano de Estadística, las cuales ofrecen datos desde 1961 en adelante. Allí donde no ha sido posible recoger datos pormenorizados, año tras año, hemos empleado datos censales, que se refieren a los años de elaboración del censo: 1961, 1971, 1981, 1991, 2001, 2011, 2021 (en 2021 los datos son aún provisionales). Se trata de datos que el mismo ISTAT (2015) ha recogido y publicado después en un informe de fácil acceso y manejo. Por lo que concierne a la cuestión de las diferencias regionales, necesitábamos de datos pormenorizados que hemos encontrado en los informes anuales del Observatorio Nacional de Salud en las regiones italianas.

Por lo que concierne la justificación del trabajo, cabe recordar que, si toda Europa se caracteriza por un bajo índice de natalidad y por elevado envejecimiento poblacional, en Italia este fenómeno parece ser especialmente relevante y preocupante que puede tener consecuencias a corto y largo plazos sobre la población, el Estado del Bienestar y la sociedad italiana en general. Por consiguiente, puede resultar muy útil estudiar y profundizar en el caso italiano, teniendo en cuenta las similitudes que existen con el caso español.

Marco teórico

En este estudio no nos limitamos a presentar datos estadísticos fríos sacados de las distintas fuentes utilizadas para elaborar el presente texto, sino que, a partir de los datos recogidos, llevamos a cabo un trabajo de análisis, interpretación y contextualización de los principales procesos sociodemográficos italianos. Hemos utilizado la teoría de la transición demográfica (Van de Kaa, 1987; Reher, 2004), que constituye nuestro principal cuadro teórico y conceptual de referencia, el cual describe un cambio progresivo desde una situación de desorden demográfico y de elevados niveles de mortalidad y natalidad a reducidos niveles de ambos, pasando por una fase intermedia de elevado crecimiento poblacional, que se produciría cuando la mortalidad se reduce mientras que la natalidad sigue elevada. Además, este proceso de cambio demográfico acompañaría a la industrialización, siendo esta una de las variables explicativas fundamentales. Esta teoría la hemos utilizado sobre todo para compararla con el caso italiano, al estilo de los tipos ideales weberianos. Las críticas que esta teoría ha recibido a lo largo de los años y las sospechas que ha levantado (Arango, 1980: 172), demuestran que se trata de una teoría todavía bien presente en el corpus de la demografía pero que queda lejos de convertirse en una ley universal e inmutable, válida para todo contexto histórico, social, económico, etc. De todas formas, no nos hemos limitado a tomar en consideración esta importante teoría demográfica, y hemos utilizado con provecho las aportaciones de sociólogos y demógrafos que tienen distintos puntos de vista, como Reher (2003; 2004), Livi Bacci (1998; 2012; 2015), Billari y Dalla Zuanna (2010), Mencarini y Vignoli (2018), etc. Todos estos son investigadores que han estudiado el fenómeno demográfico y la evolución del caso italiano.

Resultados: análisis de los principales indicadores sociodemográficos italianos

Respecto a los países de Europa del Norte, Italia tuvo una transición demográfica tardía, sobre todo por lo que concierne a la reducción de la mortalidad infantil y el aumento de la esperanza de vida (Manfredini y Pozzi, 2004: 129), algo parecido a lo que ocurrió en España (Reher, 2003: 37).

Por lo que atañe a la evolución de la población total, la Figura 1 pone en evidencia que la población italiana ha ido creciendo de forma ininterrumpida, aunque lentamente, en las últimas décadas. El último dato registrado por el ISTAT, que se refiere al 1 de enero de 2020 y que no hemos recogido en la Figura 1 porque todavía no aparece en las series históricas, pone en evidencia que ya está produciéndose el proceso de disminución poblacional que Livi Bacci (1998: 45) había previsto hace unas décadas. Aunque resulta demasiado pronto para poder afirmar que el proceso de despoblamiento sea irreversible. Desde este punto de vista, Italia parece haber terminado su transición demográfica y ya está en una fase post-transicional, caracterizada por crecimiento cero o negativo. Por otro lado, Livi Bacci no había previsto la llegada de más de cinco millones de inmigrantes a Italia. En la actualidad, al igual que ocurre en España, la demografía italiana tiene un elevado nivel de dependencia de los flujos migratorios (Fernández Cordón, 2003: 248).

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en seriestoriche.istat.it.

Figura 1 Evolución de la población italiana desde 1961 hasta 2014 

Por eso el proceso que Livi Bacci describió como inminente en 1998, en realidad acaba de empezar a producirse. De hecho, al 1 de enero de 2020, Italia cuenta con 116 mil habitantes menos que en el año anterior (ISTAT, 2020: 1). Entre otras razones, porque han empezado a reducirse los flujos migratorios, mientras que el saldo vegetativo es cada vez más negativo. De todas formas, no se trata de una novedad, Italia lleva cinco años perdiendo población, mientras que hasta 2013 había conseguido no sólo mantener su población sino incluso aumentarla ligeramente, como consecuencia, sobre todo en los últimos años, de los flujos migratorios. La crisis y también las polémicas políticas en torno a la inmigración (como las protagonizadas por Matteo Salvini) (Poli, 2018: 11; Dessí 2021: 13), han provocado una reducción significativa de los flujos. De todas formas, estos siguen siendo positivos. Según las previsiones del ISTAT (2018), en 2065 la población italiana podría reducirse a 54.1 millones de habitantes, a pesar de que muy probablemente se registrará una leve recuperación del Índice Sintético de Fecundidad (ISF).

Varios factores han contribuido a este peculiar proceso transicional italiano. Factores económicos, sociales, incluso culturales, como la secularización tardía y a la vez cada vez más significativa en las últimas décadas y “la permanencia del papel tradicional de las familias” (Fernández Cordón, 2003: 260). Recordamos que en 1970 fue aprobada la ley del divorcio (Legge 1º dicembro 1970, n. 898) y, en la actualidad, 32.3 por ciento de los nuevos nacimientos se producen entre parejas no casadas. Aunque todavía estemos lejos de los niveles de maternidad fuera del matrimonio alcanzados en los países del Norte de Europa, el nivel de pluralización del modelo familiar y de nacimientos fuera del matrimonio sigue aumentando (Bonarini, 2016; ISTAT, 2019: 4). Los mismos matrimonios civiles en 2018 superaron a las bodas religiosas, algo muy significativo en un país tradicionalmente católico como Italia (Iossa, 2019), y que revela que el Vaticano y la Iglesia católica tienen una influencia “cada vez menor sobre los comportamientos individuales” (Golini, 2019: 70).

Italia está desde hace tiempo entre los países del mundo más envejecidos y con mayor esperanza de vida. Como cabía esperar de un país con una esperanza de vida tan elevada, el ritmo de crecimiento de la esperanza de vida se ha ralentizado en los últimos años. Incluso se registró un retroceso en el año 2015. En 2019, según los datos del ISTAT (2020: 5), la esperanza de vida en Italia era de 85.3 años para las mujeres y de casi 81 para los hombres. Se trata de una de las esperanzas de vida más elevadas del mundo, unos niveles “que jamás se consideraban posibles hace tan solo unas pocas décadas” (Pérez Moreda, Reher y Sanz Gimeno, 2015: 24). En el periodo 1860-1864, la esperanza de vida al nacimiento en Italia era de las más bajas de Europa, junto con la española, y se situaba en 31.2 años (Pérez Moreda, Reher y Sanz Gimeno, 2015: 26). Italia y España han tenido una evolución bastante parecida de los principales indicadores sociodemográficos (Reher, 2003: 36). Por consiguiente, no nos sorprende en absoluto que, en la actualidad, la población italiana sea una de las poblaciones más envejecidas del mundo, con todas las consecuencias que esto puede conllevar. Sin embargo, resulta todavía demasiado pronto para ver cómo el Coronavirus ha afectado y afectará a la evolución de la esperanza de vida italiana, que ya en 2015 sufrió un ligero retroceso debido a la elevada mortalidad que se registró en ese año (40 mil muertos más que lo habitual). Lo que ocurrió en 2015, aunque estadísticamente poco significativo, llamó la atención mediática porque rompió la idea del progreso continuo en lo que concierne a la esperanza de vida. Los datos publicados por el Ministerio de Sanidad atestiguan, como no podía ser de otra manera, que se ha registrado una subida de la mortalidad como consecuencia de la pandemia, por lo menos respecto a las medias de los últimos años: 15.6 por ciento de fallecimientos más respecto a la media del periodo pre-Covid-19 (2015-2019), que corresponden, en términos brutos, a cien mil muertos más de lo habitual (ISTAT 2021: 2). Es probable que el Covid-19 nos obligue a revisar todas las previsiones a corto y largo plazos, aunque nosotros, en este trabajo, nos estamos moviendo en una perspectiva que prevé la desaparición del virus y la vuelta a una nueva normalidad y a escenarios más parecidos al periodo pre-Covid-19. De hecho, aunque la mortalidad ha empeorado significativamente como consecuencia de la pandemia, los procesos demográficos suelen ser más lentos y necesitan, por consiguiente, estudios longitudinales, que tengan en cuenta la evolución de los indicadores a lo largo del tiempo. El mismo envejecimiento poblacional en parte explica por qué Italia ha sido uno de los países más duramente golpeados por la pandemia: 76.3 por ciento del exceso de mortalidad en 2020 en Italia, respecto al quinquenio anterior (2015-2019), se debe a la población de 80 o más años (ISTAT, 2021: 2). Mientras que la mortalidad entre la población de 0 a 49 años no ha aumentado respecto a la media del periodo de 2015-2019, a pesar de la pandemia (ISTAT, 2021: 3). Los países con un mayor envejecimiento poblacional, como Italia y España, han sido de los más golpeados por el Covid-19 (ISTAT, 2021: 3). Al 1 de enero de 2020, 23.1 por ciento de la población italiana tiene 65 o más años (ISTAT, 2020: 7). Recordamos que el fenómeno del envejecimiento poblacional afecta a toda Europa, pero que el caso italiano “no tiene iguales en Europa” (Mencarini y Vignoli, 2018: 2), hasta el punto de que Golini y Mussino (Golini y Rosina, 2011: 48) han hablado de malestar demográfico, refiriéndose al acelerado envejecimiento poblacional italiano que se acompaña a una fecundidad muy reducida. La edad media de la población italiana es de 45.7 años (ISTAT, 2020), y podría llegar a los 49.6 en 2045 (ISTAT, 2018a: 8). Es más, según datos de la ONU de 2017 (Bloom, Canning y Lubet, 2018: 81), sólo Japón superaba a Italia en lo que concierne el envejecimiento poblacional, mientras que, en 2050, según las previsiones de la misma ONU, España reemplazará a Italia en el segundo lugar mundial (Bloom, Canning y Lubet, 2018: 81).

Aunque la persistencia del modelo familista, descrito por Reher y por otros (Golini y Rosina, 2011: 93), determina que los contactos entre familiares de distintas generaciones y la ayuda mutua sean más fuertes que en el Norte de Europa, incluso en países mediterráneos están haciéndose un hueco los procesos de individualización propios del mundo contemporáneo y del modelo posfamiliar (Fernández Cordón, 2003: 258). Por consiguiente, en el futuro se presentarán inevitablemente problemas relacionados con la reducción del número de jóvenes y con el envejecimiento poblacional, así como con toda la temática relativa a la asistencia a los ancianos. Incluso habrá consecuencias sobre la mortalidad, que, de hecho, ha registrado un notable crecimiento en los últimos años. Como hemos explicado en páginas anteriores y como se puede comprobar en los gráficos que presentamos a continuación, la esperanza de vida italiana ha mejorado notablemente en las últimas décadas (Figura 2 y Figura 3). Sólo en 1980 Italia alcanzó a Estados Unidos en esperanza de vida, mientras que en 1951 todavía “estaba en la cola de los países occidentales, con una esperanza de vida de apenas 66 años” (Billari y Dalla Zuanna, 2010: 71). En efecto, la mejora de la esperanza de vida se ha ido ralentizando en los últimos años, teniendo en cuenta que en la década de los 90 se ganaron más de tres años de esperanza de vida respecto a la década anterior, mientras que, en la última década, y con datos que todavía no contabilizaban los efectos del Covid-19, la mejora ha sido de un año y cinco meses. La mejora se ralentizará, pero no parará y, si las previsiones del ISTAT fuesen confirmadas y se encontrara un remedio al Covid-19, la esperanza de vida italiana femenina en 2065 superará los 90 años de edad (ISTAT, 2018a: 4).

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en seriestoriche.istat.it.

Figura 2 Esperanza de vida masculina al nacimiento 1961-2020 

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en seriestoriche.istat.it.

Figura 3 Esperanza de vida femenina al nacimiento 1961-2020 

Por lo que concierne a otro indicador fundamental como el índice sintético de fecundidad, registramos, como demuestra La Figura 4, que después de un breve paréntesis ilusorio, desde 2008 los nacimientos han vuelto a caer, como hicieron ininterrumpidamente desde la segunda mitad de los 60 hasta 1985, con algunas rarísimas excepciones. En realidad, desde 1961 en adelante, Italia nunca ha tenido una natalidad muy elevada, aunque en el primer periodo de la serie, desde 1961 a 1969, el ISF ha estado por encima de 2.5. A principios de los 60 se registró un pequeño baby boom que llegó a su culmen en 1964 con 2.7 hijos por mujer (Golini, 2019: 63), y que, en realidad, no ocurrió sólo en Italia, sino que fue generalizado: en esos años la población mundial creció a la mayor velocidad jamás registrada. De todas formas, fue muy limitado en el tiempo, y bastante reducido en su magnitud, si comparamos Italia con lo que ocurrió en otros países, aunque resulta difícilmente explicable utilizando como marco teórico la teoría de la transición demográfica. Como pasó en España, el baby boom fue reducido y la caída del ISF fue mucho más rápida y significativa. Desde los 80 Italia entra en una fase de muy baja fecundidad, de la que no volverá a salir y que alcanzará el pico negativo en 1995 (+1.19 hijos por mujer) (Salvini y De Rose, 2011: 15). De hecho, la baja fecundidad de los años 80 y 90 tiene consecuencias sobre la disminución de la fecundidad actual, habiendo menos mujeres en edad fértil en comparación con generaciones anteriores (Mencarini y Vignoli, 2018: 22). La crisis de 2008, con la reducción de los flujos migratorios y el retraso de la emancipación juvenil, ha producido una ligera caída del ISF, ya de por sí muy bajo (Livi Bacci, 2015: 63; Comolli, 2017). No se trata de una novedad absoluta ni de una peculiaridad del caso italiano: desde siempre los ciclos económicos negativos tienen efectos sobre la fecundidad (Mencarini y Vignoli, 2018: 57). Aunque, como dicen otra vez Mencarini y Vignoli (2018: 67), sería un error justificar la baja fecundidad italiana sólo como consecuencia de la crisis económica. Por poner un ejemplo, un factor que habría que tomar en consideración es el retraso en la edad de emancipación, que conlleva una postergación de la maternidad y una mayor dificultad a la hora de lograr el embarazo, y que es un proceso que se empezó a producir mucho antes de la crisis de 2008. Mientras que antes de la crisis los flujos migratorios habían provocado, desde este punto de vista, una cierta ilusión, y hubo quien llegó a hablar de un nuevo mini baby boom ante la llegada de jóvenes inmigrantes que determinaron una ligera recuperación de la natalidad.

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en seriestoriche.istat.it.

Figura 4 Evolución del Índice Sintético de Fecundidad italiano (ISF) desde 1961 a 2015 

La recuperación del ISF por el fuerte crecimiento de la población extranjera ha sido más la consecuencia de la enfatización mediática, que un hecho real (Fondazione ISMU, 2007: 57). En realidad, en Italia se produce desde hace décadas la misma paradoja que se registra en España: la incorporación de la mujer a la vida laboral (de 55 por ciento en 2016) (Mencarini y Vignoli, 2018: 38), es muy inferior respecto a los países del Norte de Europa. Y la diferencia se acentúa cuando aumenta la carga familiar: “Italia y España son los países donde la tasa de empleo de mujeres que tienen hijos o hijas disminuye de manera más evidente si se la compara con el resto de situaciones familiares” (Torns, Recio Cáceres y Durán, 2013: 164). De hecho, la mayor incorporación de las mujeres a la vida productiva representa uno de los retos futuros que habrá que afrontar para reducir el impacto del envejecimiento poblacional y aumentar la población activa (Fernández Cordón, 2003: 253). Sobre todo, habrá que auspiciar que esta mayor incorporación no se produzca como hasta ahora, es decir “en condiciones de precariedad, flexibilidad y desprotección social” (Maquieira, 2006: 44). Para llegar a este resultado será necesaria una mayor incorporación de los hombres del Sur de Europa en las tareas domésticas (Torns, Recio Cáceres y Durán, 2013: 177). La relativa incorporación de la mujer a la vida productiva se acompaña a un ISF muy bajo, mientras que en países como Suecia y Dinamarca supera el 1.7. Además, Italia fue el primer país europeo en alcanzar niveles de fecundidad “lowest- low”, es decir inferiores a 1.3 hijos por mujer (Mencarini y Vignoli, 2018: 33). Habría que ir muy atrás en el tiempo, a 1850, para encontrar un ISF italiano elevado (4.67 hijos por mujer) (Livi Bacci, 2012: 167). Habría que volver a una época en la que todavía Italia no había cumplido su transición demográfica (Sanz y González, 2001: 60) y la mortalidad, incluso la infantil, seguía siendo elevada: “las auténticas mejoras sólo tuvieron lugar después de 1870” (Schofield y Reher, 1994: 14) y el verdadero cambio demográfico en Italia se produce sólo “hacia finales del siglo XIX” (Del Panta, 1991: 22). En los años 70 del siglo XX, cuando la esperanza de vida mejoró sensiblemente, pero estaba lejos de los niveles actuales, el ISF bajó a niveles cercanos a la tasa de reemplazo. Pero Italia por aquel entonces todavía no tenía la esperanza de vida que se registraba en algunos países del Norte de Europa. Esto confirma las reflexiones de Joaquín Arango, quien no ve una relación tan estrecha entre natalidad y mortalidad. Livi Bacci (2012), por su parte, afirma que la transición demográfica italiana duró un siglo, desde 1880 a 1980, mientras que Golini (2019: 43) la reduce diez años (1876-1965).

A partir de 1977 el ISF italiano cae en picado y se aleja definitivamente de la tasa de reemplazo. El saldo vegetativo natural en Italia es negativo desde 2004 (Figura 5 y Figura 6), si bien 2006 constituyó una excepción a este respecto (Mencarini y Vignoli, 2018: 9). Aunque no aparezca representado en la Figura 4, en 2017 nacieron 119 mil niños menos que en 2008. De hecho, la tasa de natalidad ha ido reduciéndose casi ininterrumpidamente desde finales de los años 60 en adelante, y esta tendencia no se ha frenado a pesar de la llegada de inmigrantes en las últimas décadas. Aunque si no fuera por los inmigrantes (1.95 hijos por mujer en 2017), la caída de la fecundidad habría sido más notable aún (Mencarini y Vignoli, 2018: 17). En realidad, también entre las mujeres extranjeras la fecundidad ha ido bajando en estos últimos años, algo que suele ocurrir, porque las inmigrantes se van adaptando a las pautas reproductivas del país de acogida. Datos de 2019 confirman que los extranjeros residentes en Italia están envejeciendo y que su fecundidad ha empezado a reducirse (Observatorio Nacional de Salud en las regiones italianas, 2020: 2). Los problemas de convivencia y de racismo en la sociedad italiana siguen bien presentes, pero en la actualidad el conflicto generacional entre jóvenes inmigrantes y población nativa envejecida (Castells, 2004: 8) ha dejado espacio a otros tipos de conflicto de carácter más económico, étnico o incluso relacionados con las diferencias en términos de capital humano (Livi Bacci, 2015: 65). En realidad, en Italia, y lo mismo ocurre en España, como han revelado en repetidas ocasiones las encuestas del CIS, el número de hijos deseados (dos) no se corresponde al número de hijos que efectivamente nacen (con un ISF en torno a 1.3 hijos por mujer) (Mencarini y Vignoli, 2018: 102).

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en seriestoriche.istat.it.

Figura 5 Tasa de crecimiento natural de la población italiana desde 1961 hasta 2014 

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en ISTAT (2015)

Figura 6 Evolución de la tasa mortalidad desde 1961 hasta 2014 

Otro aspecto que hay que tomar en consideración es que los inmigrantes extranjeros en edad de trabajar no se distribuyen de forma homogénea a lo largo y ancho de la Península, sino que se concentran en algunas regiones industriales del Norte, como Lombardía y Emilia Romaña. De hecho, estas dos regiones siguen creciendo a nivel poblacional. Sin embargo, las regiones del Sur no atraen a inmigrantes y expulsan a población autóctona en edad de trabajar. Como ocurre en toda Europa, son las zonas más productivas y que más participan en la economía global, y no las zonas periféricas, las áreas que “atraen a millones de seres humanos procedentes de todo el mundo” (Castells, 2004: 4). Por consiguiente, teniendo en cuenta los problemas legales, políticos y culturales que se acompañan al fenómeno migratorio, las llamadas migraciones de reemplazo (González Ferrer, 2018: 70) podrán constituir sólo un pequeño alivio al envejecimiento poblacional italiano, pero nunca podrán constituir una solución (Fondazione ISMU, 2007: 57).

Aunque en 2003 Reher (2003: 43) todavía creía posible que la llegada de inmigrantes podría producir un reequilibrio por lo menos parcial “de los desajustes en la estructura por edad de la población”, en realidad, como dice el mismo Livi Bacci (1998: 4), “la abundancia de personas procedentes del Sur del Planeta no puede compensar, salvo en mínima parte, su escasez en el Norte”. Algo parecido lo ha dicho Castro Martín (2010): la inmigración puede producir un alivio a corto plazo, pero no es suficiente para contrarrestar de verdad y a largo plazo el envejecimiento poblacional de sociedades como la italiana y la española. Golini y Rosina (2011: 13-14) han afirmado algo parecido:

La inmigración ha tenido y tendrá un lugar relevante pero no es para nada suficiente para compensar los desequilibrios demográficos que se están produciendo en la relación entre población anciana y población activa (Golini y Rosina, 2011: 13-14).

Y el mismo discurso lo lleva a cabo González Ferrer (2018: 77) refiriéndose a la sostenibilidad futura del Estado del Bienestar mediterráneo. Fernández Cordón (2003: 225), por su parte, ve como inevitable, para Italia y España, el fenómeno del envejecimiento “sin inmigrantes como con inmigrantes”. Entre otras razones también porque los flujos migratorios tendrían que ser tan elevados para conseguir tener efecto (desde este punto de vista la Fundación ISMU (2007: 59) ha calculado unos 450 mil ingresos anuales para que recupere la natalidad) que terminarían inevitablemente produciendo problemas políticos imposibles de gestionar (Bloom, Canning y Lubet, 2018: 87), teniendo en cuenta el rechazo a la inmigración y el miedo a la invasión que existen en Italia en la actualidad.

Como hemos visto en páginas anteriores, la inmigración representa una cuestión transversal a todas las temáticas tratadas a lo largo de este texto: ISF, envejecimiento, Estado del Bienestar, etc. Por lo que concierne a los flujos migratorios hacia Italia, se registró un primer pico a principios de los 90, sobre todo por la llegada de inmigrantes albaneses y marroquíes. Y luego en la primera década del siglo XXI, aunque Italia no recibió tantos inmigrantes como España en este periodo, de todas formas, en 2010 se alcanzaron los 4.2 millones de extranjeros residentes (Benassi, Ferrara y Strozza, 2015: 81) y cabría destacar el aumento de las migraciones desde Rumania. Según las previsiones, el saldo migratorio seguirá siendo positivo, pero disminuirá sensiblemente en el próximo futuro (Figura 7).

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en ISTAT (2015).

Figura 7 Tasa migratoria total desde 1961 hasta 2014 (por mil habitantes) 

Como ya hemos dicho en páginas anteriores, la tasa de mortalidad en Italia se ha elevado en los últimos años como consecuencia del envejecimiento poblacional. A continuación, en la Figura 8, presentamos la evolución del índice de vejez, para mostrar visualmente la notable y rápida subida del envejecimiento en Italia.

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en ISTAT (2015).

Figura 8 Evolución del Índice de envejecimiento (1961, 1971, 1981, 1991, 2001, 2011, 2021) 

El dato de 2021 se basa en una previsión del ISTAT, en ausencia de registros oficiales. Según las previsiones, en 2021 por cada 100 menores de 15 años residirán en Italia 169 mayores de 65.

El índice de dependencia estructural (Figura 9), que registró un ligero descenso en la década de los 90, como consecuencia del ingreso en el mercado laboral de la generación del mini baby boom de los 50 y 60, ha vuelto a subir ininterrumpidamente desde 2001, generando alarma sobre el futuro de las pensiones y del Estado Social italiano, ya de por sí débil y poco equitativo, como en todos los Estados del Bienestar del modelo mediterráneo (Martín Martín, De Castro Pericacho y Calderón Gómez, 2020: 85). Estas generaciones del mini baby boom están a punto de entrar en la fase anciana de la vida, como recuerda María Jesús Izquierdo (Díaz, 2013), y el descenso de la población en edad laboral es ya una realidad (Reher, 2003: 48). Sin asumir tintes malthusianos, registramos que las preocupaciones aumentan si tenemos en consideración que con la crisis de 2008 y con la actual provocada por el Covid-19, ha aumentado significativamente el número de ancianos que apoyan o sustentan económicamente a hijos y nietos (Golini y Rosina, 2011: 20). Es improbable que el modelo de asistencia familiar de la población anciana pueda resistir y mantenerse a largo plazo, teniendo en cuenta el inevitable “debilitamiento de las tradicionales redes de solidaridad familiar” con el actual modelo de pluralismo familiar (Salvini y De Rose, 2011: 32). Aunque el dato de 2021 se base en las previsiones del ISTAT, y no en datos reales, es difícil que se aleje mucho de la realidad, teniendo en cuenta la evolución de la pirámide poblacional italiana de los últimos años. Por consiguiente, el sistema de pensiones necesitará una reforma con perspectivas a largo plazo para paliar los efectos del envejecimiento poblacional que lo están convirtiendo en “financieramente insostenible” (González García, 2018: 96), en un país que, además, tiene una deuda pública que se sitúa “alrededor de 160 por ciento del PIB” (Dessí, 2021: 7).

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en ISTAT (2015).

Figura 9 Evolución del índice de dependencia estructural (1961,1971,1981, 1991, 2001, 2011…años del censo 

El peso de las diferencias regionales

En este apartado vamos a tomar en consideración las diferencias regionales, un lastre que condiciona económicamente a Italia y que en los últimos años ha empezado a tener consecuencias sociodemográficas cada vez más significativas. Históricamente el Índice Sintético de Fecundidad ha sido más elevado en el Sur de Italia, como evidencia, entre otros factores, el menor número de divorcios y matrimonios civiles (Salvini y De Rose, 2011: 42), que en el Norte. Las cosas han cambiado en los últimos tiempos, por la mayor presencia de inmigrantes en las regiones del Norte que en las del Sur. Como hemos afirmado anteriormente, estas últimas no sólo no atraen a inmigrantes, sino que expulsan a población en edad de trabajar. Este cambio entre regiones del Norte y del Sur se ha producido a partir de 2004. Basilicata y Molise, que tienen esperanzas de vida más bajas que la media nacional, son a la vez las regiones que más población han perdido en los últimos años. Basilicata ha perdido uno por ciento de la población en 2019 (ISTAT, 2020: 2). Es probable que el Sur siga perdiendo población en el futuro, como lo atestiguan las previsiones del ISTAT (2018: 3). Mientras que las provincias de Trento y Bolzano, situadas en el extremo Norte, son a la vez entre las provincias más ricas de toda Italia y las que tienen mayor esperanza de vida, tanto al nacimiento como a los 65 años de edad (ISTAT, 2019b: 11), y el índice sintético de fecundidad más elevado en la Península (respectivamente, 1.43 y 1.69). Livi Bacci (1998: 57), en un artículo que publicó en 1998 en La Revista de Occidente sobre el caso italiano, todavía hablaba de Sicilia y Campania como de las dos regiones más prolíficas de Italia. Y Mussino, basándose en los datos censales de 1991, hacía algo parecido, poniendo las regiones del Sur junto con el Trentino, situado en el extremo Norte, entre las zonas con niveles de fecundidad más elevadas (Golini y Rosina, 2011: 63). Hoy ya no es así, aunque la mayor fecundidad de las décadas pasadas determina que en la actualidad haya un relativo menor envejecimiento en el Sur que en el Norte. Ese cambio se relaciona con cuestiones como la crisis económica, la precariedad laboral, la emancipación cada vez más tardía y quizás también con un proceso de difusión, es decir de contagio de las pautas reproductivas de las áreas industriales sobre las áreas rurales y poco industrializadas. Dentro de Italia se vuelve a reproducir la diferencia entre Norte y Sur que se registra entre los países de la Unión Europea: en las regiones del Norte la mayor incorporación de las mujeres al mundo laboral se acompaña a un ISF relativamente más elevado que en las regiones del Sur (Mencarini y Vignoli, 2018: 124). Además, entre las provincias de Trento y Bolzano y algunas del profundo Sur, como las provincias de la Campania, se registran 3 años de diferencia por lo que a esperanza de vida se refiere.

De hecho, Campania es la única región italiana que en 2015 tenía una esperanza de vida al nacimiento inferior que la media europea (ISTAT, 2019b: 11) y es a la vez la región con la población menos anciana de la Península (Observatorio Nacional de Salud en las regiones italianas, 2020: 2). Las diferencias se acentuarían más aún si tomáramos en consideración otro indicador que es el de la esperanza de vida sana: entre algunas regiones del Sur, como Campania, y otras del Norte, como el Trentino Alto Adige, se registran, desde este punto de vista, más de 12 años de diferencia (ISTAT, 2019b: 56). Son las mujeres con elevado nivel de educación y que viven en el Norte, en primer lugar, en el Noroeste (Piemonte, Liguria, Lombardia, Valle d’Aosta) y en segundo lugar en el Noreste (Veneto, Friuli Venezia Giulia y Trentino), las que viven más, con respectivamente 86.3 y 86.2 años de esperanza de vida, según datos de 2012-2014 del ISTAT (2015). Mientras que los hombres con un bajo nivel educativo y que viven en las regiones del Sur son los italianos con menor esperanza de vida: 78.7 años en el periodo 2012-2014. La Tabla 1, aunque no tenga en cuenta el nivel de educación, que es otra variable correlacionada con la esperanza de vida, pone en evidencia las diferencias existentes entre Norte y Sur de Italia en lo que a esperanza de vida se refiere, relativas al año 2016. Según lo que revelan los datos del Observatorio Nacional de Salud en las regiones italianas la diferencia no sólo no se ha reducido en los últimos años sino que parece haberse acentuado, por lo menos antes de la llegada del Covid-19: “Campania, Calabria y Sicilia incluso han empeorado su posición con el transcurso de los años” (Observatorio Nacional de Salud en las regiones italianas, 2018: 2). De hecho, refiriéndose a datos de 2009, Salvini y De Rose (2011: 25) afirmaban que las diferencias territoriales en lo que concierne la esperanza de vida en Italia no eran tan relevantes. La crisis económica de 2008 ha tenido consecuencias directas como el aumento del índice de Gini y el aumento de la precariedad, “de la pobreza y de la vulnerabilidad” (Martín Martín, De Castro Pericacho y Calderón Gómez, 2020: 88), así como de las desigualdades internas desde múltiples puntos de vista. Como revelan los datos de la Tabla 1, entre las regiones del Norte sólo la región montañosa de Valle d’Aosta presenta datos ligeramente menos positivos desde este punto de vista (ISTAT, 2019b: 58). Estas diferencias entre Norte y Sur no representan una novedad de estos últimos años: en 1951, “en Basilicata diez por ciento de los nacidos no llegaba a cumplir el primer año de vida” (Billari y Dalla Zuanna, 2010: 71), mientras que, a principios del Siglo XX, los problemas eran más transversales y se registraba una elevada mortalidad infantil también en Lombardía y en el Noreste de Italia (Manfredini y Pozzi, 2004: 132). Si el malestar demográfico es un fenómeno que afecta a Italia en su conjunto, podemos decir que en el Sur de la Península alcanza los niveles más preocupantes (Golini y Rosina, 2011: 56). Aunque será objetivo de otro estudio futuro profundizar sobre las causas de estas diferencias regionales tan pronunciadas, podemos adelantar que existen varios factores que contribuyen a determinar esta situación, como el estilo de vida, el nivel de sedentarismo, la alta prevalencia de la diabetes y de otras enfermedades, así como de la obesidad. Aunque todos los fenómenos sociales son pluricausales y correlación no implique causalidad, podemos decir que estos problemas que acabamos de nombrar son más frecuentes en las regiones del Sur que en las del Norte (ISTAT, 2019b: 60).

Tabla 1 Algunas diferencias regionales entre Norte y Sur de Italia en la esperanza de vida en el año 2016 

Nombre de la región y su posición
geográfica
Esperanza de vida al nacimiento
(ambos sexos)
Piemonte (Noroeste) 82.625
Valle d’Aosta (Noroeste) 81.871
Liguria (Noroeste) 82.739
Lombardia (Noroeste) 83.246
Trento (Noreste) 83.773
Bolzano (Noreste) 83.448
Veneto (Noreste) 83.306
Campania (Sur) 81.068
Calabria (Sur) 82.296
Sicilia (Sur) 81.835

Fuente: elaboración propia a partir de los datos presentes en Observatorio Nacional de Salud en las regiones italianas (2018).

Sin embargo, aunque habrá que esperar la evolución en los próximos años, por el momento el Coronavirus ha golpeado tanto en el Norte como en el Sur de Italia (Bocci, 2020). Por poner un ejemplo, en el mes de octubre de 2020 se registraron 22 por ciento más de muertes en el Norte de Italia y 23 por ciento más en el Sur, es decir más o menos la misma cantidad. Mientras que, sobre todo en los primeros meses de la pandemia, de febrero a mayo, durante la llamada primera ola, la difusión del Covid fue más fuerte en el Norte que en el Sur (ISTAT 2021: 2). Sobre todo, en la región de Lombardía, donde el virus ha sido más letal, con un significativo más 111, ocho por ciento de exceso de defunciones respecto a la media de los años del quinquenio anterior (ISTAT, 2021: 9).

Conclusiones

La complejidad de Italia y las crecientes diferencias regionales no llegan a invalidar la teoría de la transición demográfica, pero nos demuestran que es necesario matizarla, teniendo en cuenta las peculiaridades de cada caso y que, al fin y al cabo, no se puede analizar un país como si fuera un bloque homogéneo. Además, los procesos demográficos van evolucionando y cambiando, como demuestra la reducción de la fecundidad en el Sur de Italia.

El proceso de transición demográfica en Italia ha sido un proceso peculiar, que no siempre ha cumplido a la letra todas las fases canónicas atribuidas a dicho proceso de forma secuencial. Aunque en el caso italiano la transición demográfica en gran medida se ha cumplido, de todas formas, como hemos visto a lo largo de este texto, no se ha desarrollado como un proceso siempre lineal, como lo han descrito teóricamente algunos demógrafos y sociólogos que han apoyado este marco teórico. Además, el envejecimiento poblacional y el déficit de población joven demuestran que el equilibrio alcanzado con la transición demográfica queda lejos de ser un equilibrio seguro, sino que se funda sobre bases precarias, como demuestra el debate en torno a la sostenibilidad del Estado del Bienestar italiano. En definitiva, el contexto sigue importando y cada sociedad, incluso desde un punto de vista demográfico, tiene una evolución específica. En 2015, es decir incluso antes de que apareciera el Coronavirus, se registró un aumento inesperado de la mortalidad y una ligera reducción de la esperanza de vida, algo que se ha vuelto a repetir en 2020, como consecuencia de la pandemia que estamos viviendo. Además, las cada vez más significativas diferencias regionales, demuestran que no se pueda hablar de una única y común transición demográfica exactamente igual para todas las regiones italianas. Queda todavía por escribir la historia de la transición demográfica de las regiones italianas. Lorenzo Del Panta (1991:10) ha subrayado la necesidad de tomar en consideración en las investigaciones los mecanismos específicos y las peculiaridades de las diferentes áreas e incluso sub-áreas de la Península. Hay regiones del profundo Sur de Italia que nunca han pasado por verdaderos procesos de industrialización y aun así han cumplido su transición demográfica, aunque todavía en los años 60 estaban lejos de haber cumplido la segunda transición demográfica. No siempre se registra una correlación entre industrialización y cambios demográficos. Por otro lado, hoy se registran más de tres años de diferencia entre las regiones del Sur, como la Campania, y las regiones del Norte, como el Trentino, por lo que concierne la esperanza de vida. Mientras que el ISF ha caído en los últimos años más en el Sur que en el Norte. Por consiguiente, cada vez más se habla de una Italia que va a dos velocidades distintas (Pini, 2018), no sólo desde el punto de vista económico sino también demográfico.

En el futuro sería interesante profundizar más la cuestión de la mortalidad diferencial, intentando profundizar la temática de la correlación existente entre nivel educativo y mortalidad. En este trabajo nos hemos limitado a presentar un dato relativo a la correlación existente entre nivel educativo, área geográfica de residencia y esperanza de vida por sexo, pero se necesitaría un trabajo mucho más riguroso, que analizara con detenimiento estas importantes temáticas, teniendo en cuenta que “la influencia del título de estudio sobre la sobrevivencia (…) se manifiesta en Italia de forma acentuada en todas las regiones” (ISTAT, 2019b: 16).

Al final de este trabajo de análisis de los principales indicadores sociodemográficos italianos, podemos afirmar que la teoría de la transición demográfica sigue teniendo validez y utilidad, y se pueden aplicar varios de sus postulados al caso de Italia. Sin embargo, no hay que tomarla como una ley universal porque, entre otras cosas, no tiene suficientemente en cuenta la complejidad interna de los países, muy relevante para comprender el caso italiano (Arango, 1980). Más aún si tenemos en cuenta la gran indefinición de esta teoría, dentro de la cual en realidad puede caber casi de todo (Arango, 1980: 174). Por último, cabe señalar que, como hemos comprobado a lo largo de este texto, Italia, lejos de alcanzar un equilibrio demográfico estable y seguro, representa, junto con España, un caso de retroceso progresivo de la fecundidad y de envejecimiento creciente y generalizado. Desde este punto de vista Italia y España no tienen parangón con ningún otro país europeo (Fernández Cordón, 2003: 255).

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Anexo I. Indicadores utilizados

A continuación, siguiendo las indicaciones contenidas en la tabla metodológica del ISTAT (2020), explicamos cómo el Instituto Nacional de Estadística Italiano calcula los principales indicadores que hemos utilizado y analizado para llevar a cabo nuestra investigación:

Esperanza de vida: Se calcula el número promedio de años que una persona que nace en una determinada fecha puede esperar de vivir.

Tasa de Mortalidad: Se obtiene calculando la relación entre el número de muertos en un determinado año y la media de población residente, multiplicado por cien. Índice Sintético de Fecundidad: Es el resultado de la relación entre el número de nacimientos por mujeres en edad reproductiva (15-49 años) y la población femenina total en edad reproductiva (15-49 años). Expresa el número de hijos promedio por mujer. Tasa de vejez: Es la relación entre la población italiana con 65 o más años y la población italiana de 0 a 14 años, multiplicado por cien. Índice de Dependencia Estructural: para calcularlo se debe dividir el número de personas con una edad comprendida entre los 0 y los 14 años más los mayores de 65 años entre el número de personas que tienen entre 15 y 64 años. Y se multiplica por cien.

Recibido: 08 de Marzo de 2021; Aprobado: 14 de Septiembre de 2021

Giuliano Tardivo Profesor Contratado. Doctor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España). Tiene dos quinquenios de docencia, un trienio de investigación y un tramo de Docentia. Ha publicado artículos en revistas de reconocido prestigio internacional como la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, RASP, Sociología del Trabajo, Revista de Comunicación, etc. Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6341-564X

Álvaro Suárez-Vergne Doctorando de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, beneficiario de una ayuda predoctoral FPU (FPU/00335) Direccion electrónica: alvasuar@ucm.es Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0003-2787-4560

Eduardo Díaz Cano Profesor Contratado. Doctor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España). Tiene dos quinquenios de docencia y tres tramos de Docentia. Sus principales líneas de investigación son las siguientes: teoría sociológica, sociología económica, sociología medioambiental y del turismo y sociología urbana. Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0001-9804-6290

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