A lo largo de la historia de Estados Unidos solo cinco candidatos han ganado el voto popular, pero no la presidencia: Andrew Jackson (1824), Samuel J. Tilden (1876), Grover Cleveland (1888), Al Gore (2000) y Hillary Clinton (2016). El voto del colegio electoral es decisivo, en este caso Hillary Clinton obtuvo 218 y Trump 276. Los votos por colegio electoral para esta elección fueron de la siguiente manera: California 55; Texas 38; Nueva York 29; Florida 29; Illinois 20 y Pensilvania 20. Mientras que estados poco poblados como Alaska, Dakota del Norte o Wyoming tienen un mínimo de tres.¹

Las elecciones de 2020 fueron una de las más reñidas donde todo el mundo estuvo a la expectativa. El demócrata Joe Biden es el 46º presidente de Estados Unidos, según los resultados de las elecciones en Estados Unidos (que obtuvo más 77 millones de votos y 302 votos del colegio electoral), tras derrotar a un Donald Trump que se resistió a abandonar la Casa Blanca (72.6 millones de personas votaron por él y 232 votos del colegio electoral similar a los conseguidos por Hillary Clinton en 2016) (^{González, Puig y Planas, 2020}).

Como se puede ver, los resultados no favorecieron al Presidente Donald Trump. El mandatario jamás aceptó su derrota y había afirmado, sin presentar pruebas, que los demócratas están cometiendo un “fraude” e intentando “robarse” las elecciones, por lo que prometió que “iba a haber mucho litigio” en relación con la votación por correo, calificándola de “sistema corrupto”, y otras posibles irregularidades.²

A la vez que los medios de comunicación escribían que Donald Trump prometió impugnar por “fraude” (por los votos que llegaban vía correo) el recuento en todos los estados que se inclinan ahora por Biden; pero Donald Trump estaba acorralado por el escrutinio, acusó sin pruebas a Biden de “robar” la elección; Trump acusa fraude… sin pruebas y “fraude”, insiste Trump; tribunales le aplican reveses…. Televisoras de Estados Unidos cortan mensaje de Trump por ‘mentir’; cadenas de televisión de Estados Unidos como CBS, NBC o CNN cortaron el mensaje del presidente de ese país; Donald Trump, en las que acusó fraude, al considerar que falseaba información; Facebook cierra a un grupo que alegaba fraude en Estados Unidos; y un sinfín de notas que retrataban la situación electoral estadounidense, “La tardanza en el conteo destapa teoría conspiratoria”; “Si gana Biden, Trump será una piedra en el zapato ante el nuevo gobierno”; “Un resultado igualado para recordar que Estados Unidos es un país partido en dos”; “Ni Trump, ni Biden: el perdedor es el sistema electoral de Estados Unidos…”Todo esto condujo a la toma de la Casa Blanca y cientos de ellos fueron arrestados, los cuales exigían respetar su voto. Todo ello significa que el Presidente Trump polarizó al mundo y a la sociedad estadunidense.

Por su parte, Biden defendía el escrutinio: “La democracia a veces requiere paciencia”; y los medios de comunicación también hicieron lo suyo, “El nuevo mapa político de Joe Biden y Kamala Harris”; “Estados Unidos es perfectamente capaz de escoltar a intrusos fuera de la Casa Blanca”, de Biden a Trump (MSN, 2020).

Al final, el 20 de enero del 2021, Joe Biden toma protesta virtual debido a la pandemia de coronavirus y el mundo puso sus esperanzas de una mejora en la relación multilateral. En específico la de la inmigración al eliminar la restricción a su entrada a Estados Unidos.

Es en este contexto en que adquiere importancia el voto latino. Por primera vez en Estados Unidos de América, las personas votantes de origen latinoamericano y caribeño fue la minoría más grande residente en dicho país. Esta es la primera vez en que, el voto latino supera al voto afroamericano. Se trata de 32 millones de personas de origen latinoamericano y caribeño que pudieron tener un impacto significativo en la contienda electoral. Los hispanos tienden en 70 por ciento a votar por los demócratas y 30 por ciento por los republicanos, el porcentaje más alto del voto latino fue en la elección de Goerge Bush en 2004 al ser de 40 por ciento (^{Sulbarán, 2020}). Después de que en 2016, Trump únicamente obtuvo 36 por ciento de los votos latinos en Florida, mientras que Hillary Clinton tuvo 63 por ciento. Este año, la comunidad latina se dividió luego de que casi la mitad de los latinos decidieran efectuar su voto al candidato republicano, cuyos votos oscilaron entre 24 y 51 por ciento y llama la atención el caso cubano cuyos votos se inclinaron mayoritariamente por Trump (^{Carrano, 2020}). El comportamiento del voto latino es un botín clave, pero la variación en la emisión es disperso según entidad o ciudad. Tan sólo en California los posibles votantes serían 7.9 millones; en Texas 5.6 millones y Florida más de tres millones (^{Carrano, 2020}).

Según el Centro de Investigaciones PEW (PEW), este grupo representaba a 13.3 por ciento de los potenciales votantes. En Estados Unidos, solamente pueden votar los ciudadanos, ya sea por nacimiento o por naturalización, mayores de 18 años de edad. En el caso de votantes con condenas penales, y dependiendo de su Estado de residencia, este derecho puede ser negado. Cerca de un cuarto de los votantes de origen latinoamericano y caribeño adquirieron la ciudadanía, es decir son ciudadanos por naturalización, que suele ser el peldaño final en el proceso migratorio (^{alianzaamericas.org, 2020}).

En cada voto de los latinos se tiene la esperanza de que Joe Biden instrumente una política migratoria amigable, por ejemplo, eliminar la política migratoria dura con programas justos y humanos; acabar con la separación de familias: reunificar a niños; no seguir con la construcción del muro: la cual “es una vergüenza nacional”; emitir visas temporales de trabajo por escases de mano de obra; que Estados Unidos sea un lugar seguro para asilados y refugiados; reestablecer DACA: para los Dreamers significa la no deportación; aplicar una moratoria de 100 días de no deportación; eliminar acuerdos de tercer país seguro: México, El Salvador, Guatemala y Honduras y apoyar el financiamiento para su desarrollo; crear programas de inversión para Centroamérica en el largo plazo; regularizar a 11 millones de indocumentados de los cuales muchos son mexicanos y hacer posible la eliminación de una política de deportación como la de Barak Obama, eliminar el impuesto a las remesas entre otros. En términos simples que sea todo lo contrario a la política restrictiva impuesta por el presidente Trump.

Sin embargo, no debemos olvidar que con independencia de qué partido gobierne Estados Unidos siempre se instrumentará una política restrictiva, lo que cambia son los tonos discursivos o la retórica; en este caso podemos pasar de una tolerancia cero a la migración de Trump a una restricción suave.

De una separación de familias a una simulación de reunificación familiar; de una no construcción del muro, pero existen miles de muros intangibles; de restricción de visas para trabajo y estudio a otra de visas selectivas según huecos del mercado de trabajo; de limitar asilos y refugios a un política selectiva de refugiados; de la eliminación la Acción Diferida para los llegados en la Infancia (DACA) en donde también cabe el argumento de la selectividad según origen y nacionalidad; continuar con las políticas del tercer país seguro aunque en el discurso se diga que no; continuidad a la deportación al estilo de Barack Obama; castigar con impuesto a las remesas; restringir las ciudades santuario y subordinar a México en el tema de la seguridad en la frontera sur y norte de México, etcétera.

Finalmente, la política migratoria en la era del Presidente Biden, en términos discursivos es un plan ambicioso, sin duda será apoyado por la sección más progresista del Partido Demócrata, pero que tiene muy pocas posibilidades de hacerse realidad en el Senado porque tiene que pasar por el muro de los republicanos.