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Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.20 n.82 Toluca Oct./Dec. 2014

 

El trabajo femenino independiente en México en época de recesión económica. Los años 2005-2012

 

Women's employment in Mexico in time of economic recession. The years 2005-2012

 

Jean Papail y Fermina Robles-Sotelo

 

Universidad de Guadalajara, México

 

Artículo recibido el 29 de octubre de 2013.
Aprobado el 26 de mayo de 2014.

 

Resumen

En el transcurso del tiempo y por la conjunción de diversos factores, se incrementó la participación femenina en las actividades remuneradas, al mismo tiempo que aumentaron las responsabilidades familiares de las mujeres. En los años de crisis económica como la de 2008-2010, las pérdidas de empleo masculino en diversos sectores fueron más que compensadas por un fuerte aumento del trabajo femenino, particularmente en las actividades independientes. Una pequeña fracción de las remesas internacionales contribuyó al incremento de las actividades femeninas no asalariadas. Sin embargo, al analizar las trayectorias de los micronegocios en el transcurso del tiempo a partir de los datos de las encuestas ENOE del INEGI del periodo 2005-2012, estas actividades femeninas independientes parecen mucho más frágiles y efímeras que las actividades independientes de los hombres.

Palabras clave: México; trabajo femenino; inversiones; remesas; micronegocios.

 

Abstract

In the course of time, and by a combination of various factors, the women's participation in paid activities increased, while family responsibilities increased too. In the years of economic crisis, such as the 2008-2010, the losses of male employment in various sectors were more than offset by a sharp increase of female labor, particularly in the independent activities. A small fraction of international remittances contributed to the increase of the independent women's activities. However, when analyzing the trajectories of the micro-businesses in the course of time from the data in the ENOE survey data 2005-2012 from the INEGI, these independent women's activities perish much more fragile and fleeting that the independent men's activities.

Key words: Mexico; female labor; investments; remittances; microbusiness.

 

Introducción

Durante las últimas décadas, el proceso de urbanización al reducirse el peso relativo del sector primario, esencialmente la agricultura, en la estructura de las actividades, la intensificación de la educación, el atraso en el calendario de la formación de las parejas y la reducción de la fecundidad, el incremento de la precariedad del trabajo a partir de los años 1980 y las crisis económicas recurrentes durante las dos últimas décadas del siglo pasado, fueron factores que contribuyeron a incrementar la participación de las mujeres en las actividades remuneradas y a reducir el peso relativo del estatus de trabajador familiar en el cual estaban confinadas muchas de ellas en la estructura del empleo.

Los hogares encabezados por una mujer representan actualmente un cuarto del conjunto de éstos, según los datos de la Encuesta Nacional sobre Ocupación y Empleo (ENOE) en hogares, después de un incremento significativo (tres puntos) de este grupo durante los siete años 2005-2012. Inscribiéndose en la tendencia clásica del aumento continuo del trabajo remunerado femenino en todas las economías en el transcurso de su desarrollo, este crecimiento fue acentuado por la ampliación de las responsabilidades de las mujeres en los hogares, efecto de la sobreemigración internacional masculina, del incremento de las rupturas de uniones, de la sobremortalidad masculina, de la reducción de los recursos hogareños durante los periodos de recesión, etc. (López Ramírez, 2001). El ritmo de crecimiento de las actividades entre las mujeres jefas de hogar se aceleró de manera importante en los últimos años. De igual manera, en los hogares encabezados por hombres casados, se observa una reducción no despreciable de la proporción de cónyuges inactivas, que compensa en parte la disminución del ritmo de crecimiento de las actividades de los jefes masculinos. En este trabajo se propone analizar las condiciones de emergencia y de consolidación del trabajo independiente —parte importante de las actividades femeninas— a partir de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), de la Encuesta Nacional de Micronegocios (ENAMIN) y de la ENOE, proporcionadas por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que se completarán con informaciones provenientes de otras encuestas diversas a nivel regional o local.

 

La evolución del trabajo en los hogares durante el septenio 2005-2012

Entre el primer trimestre de 2005 y el tercer trimestre de 2012, el número de hogares en el país, estimado por la ENOE del INEGI, subió de 25 665 032 a 30 531 584, de los cuales 89.7 por ciento correspondía en la última fecha a hogares familiares.1 El tamaño promedio de los hogares familiares disminuyó ligeramente, de 4.3 a 4.1 personas durante ese lapso. Los hogares no familiares estaban constituidos esencialmente (alrededor de 94 por ciento durante el periodo) por una sola persona (Cuadro 1) y su número creció de manera mucho más importante (45.9 por ciento) que los hogares familiares (16.5 por ciento). El crecimiento del número de los hogares familiares se descompone en un aumento de 12.5 por ciento para los hogares encabezados por un hombre y 32.2 por ciento para los hogares encabezados por una mujer, lo que revela el peso creciente tomado por las mujeres en las responsabilidades familiares. Este crecimiento afecta a todos los tipos de hogares, nucleares, ampliados y compuestos, con más o menos la misma intensidad. El crecimiento de los hogares no familiares (45.9 por ciento) durante el mismo periodo, concierne más a los hombres (54.3 por ciento) que a las mujeres (+37.7 por ciento).

Fueron los hogares de co-residentes (que representaban 5.8 por ciento de los hogares no familiares en 2012) los que mostraron el crecimiento más fuerte (51.4 por ciento), particularmente entre los dirigidos por hombres (84.4 por ciento). El número de jefes de hogares no familiares se reparte de manera más o menos igual entre hombres y mujeres durante el periodo. Durante el septenio, la proporción del total de los hogares dirigidos por mujeres subió de 22.8 a 25.5 por ciento. En 2012 como en 2005, el peso relativo de las mujeres jefas de hogar es netamente más importante entre los hogares ampliados y los hogares compuestos que entre los hogares nucleares. En 2012, representaban un poco más de un tercio (35.9 por ciento) de los jefes de hogares ampliados y 38.3 por ciento de los jefes de hogares compuestos. Dicho de otra manera, mientras la gran mayoría (alrededor de 78 por ciento durante todo el periodo) de los hombres jefes de hogar familiar encabezan hogares nucleares, las jefas de hogares nucleares representan apenas 57.7 por ciento de los hogares familiares.

Aunque las mujeres jefas de hogar están sobrerepresentadas a partir de los 60 años (34.1 por ciento de las jefas tienen 60 años o más, respecto a 21.9 por ciento entre los jefes masculinos) su peso relativo es importante en todos los grupos de edades en el conjunto de los jefes de hogares, con un mínimo de 17.7 por ciento en el grupo 25-29 años y un máximo de 39 por ciento en el grupo de los 70 años o más.

Casi un cuarto (23.3 por ciento) de las jefas son casadas o unidas y se concentran más en los grupos de edades quinquenales entre los 25 y los 39 años, mientras las jefas separadas o divorciadas se concentran en las edades de 35 a 54 años y las viudas a partir de los 55 años. En este grupo de jefas de hogar casadas o unidas, cerca de la mitad (45.8 por ciento) debe su estatus a la ausencia de los cónyuges, esencialmente migrantes internos o internacionales. A partir de los 45 años, por lo menos un cuarto de las mujeres presentes en los hogares tiene el estatus de jefa de hogar.

Las migraciones, las separaciones y los divorcios, la viudez y en menor medida la inactividad masculina debida al desempleo, así como las enfermedades e incapacidades, incrementaron las responsabilidades de las mujeres en los hogares, particularmente en el hecho de asumir la jefatura del hogar y de contribuir a los ingresos.

El presente estudio toma en cuenta la actividad de los jefes de hogar y de los cónyuges que forman la mayor parte de los activos en los hogares. La presencia de cónyuges aumentó en cinco puntos (de 7.9 a 13.3 por ciento) en el total de hogares dirigidos por mujeres entre el inicio de 2005 y el último trimestre de 2012, pero su influencia sobre el aumento de la Población Económicamente Activa (PEA) promedio parece ser muy débil. Este aumento de la PEA promedio por hogar fue apenas de uno por ciento durante el septenio, al pasar de 1.66 a 1.68 activos para el conjunto de los hogares, pero aparece más importante en los hogares encabezados por mujeres, donde se incrementó de 1.35 a 1.43. Alrededor de la mitad de estos hogares dirigidos por mujeres (51.7 por ciento en 2005 y 58.3 por ciento en 2012) tienen menos de dos activos en el hogar y la proporción de hogares sin activos se redujo de 22.7 a 19.2 por ciento durante el periodo. La evolución de la actividad en los hogares entre el primer trimestre 2005 y el tercer trimestre 2012 aparece en el Cuadro 2, en el cual se puede apreciar que el volumen de activos creció netamente más, en términos relativos, en los hogares encabezados por mujeres que en los hogares encabezados por hombres.

El volumen de jefas activas se incrementó en efecto en 45.7 por ciento, mientras el volumen de jefes activos subió en 12.3 por ciento, de manera que las jefas de hogar activas contribuyeron a 38.6 por ciento del incremento de la actividad del conjunto de los jefes de hogar. En estos hogares encabezados por mujeres, la mayor parte del incremento (72.6 por ciento) es debido al trabajo de las jefas de hogar sin cónyuges. Por otro lado, se observa también un muy fuerte crecimiento de la actividad de las cónyuges de los jefes de hogar (1 645 600). Globalmente, el incremento del trabajo femenino2 en volumen se debe tanto al crecimiento del trabajo de las cónyuges (1 645 600) como al de las jefas de hogares (1 343 826), pero con un ritmo mucho más importante en este último grupo.

 

El empleo femenino

Durante el último septenio las tasas de participación femenina se incrementaron en todos los grupos de edades (Cuadro 3) sobre todo entre los 25 y los 59 años, en donde el aumento se ubica entre cinco y ocho puntos para cada grupo de edades. Esta evolución se inscribe en el desarrollo de la economía, como una tendencia histórica que se apoya sobre diferentes factores: reducción de la fecundidad, aumento de la educación femenina, desarrollo de las ramas de los servicios, etc., que acompañaron la modernización del aparato productivo.

Las tasas de participación de las mujeres solteras, viudas, separadas y divorciadas son generalmente mucho mas elevadas que las de las mujeres casadas,3 de manera que el incremento global de la actividad concierne más particularmente a este último grupo de mujeres que constituye la mayor parte de la población femenina adulta y en el cual existen márgenes importantes de crecimiento de la actividad.

La repartición entre trabajo asalariado y no asalariado es relativamente idéntica entre hombres y mujeres y prácticamente constante durante el septenio. En el tercer trimestre de 2012, la tasa de trabajo asalariado se ubicaba en 64.2 por ciento en la población femenina ocupada y en 66.5 por ciento en la población masculina. El trabajo asalariado es más frecuente entre 20 y 29 años (la tasa es de 75.3 por ciento entre las mujeres y 74.4 por ciento entre hombres) y baja constantemente con el envejecimiento de los activos, para alcanzar apenas 29.3 por ciento entre las activas y 30.7 por ciento entre los activos de 60 años o más, reflejo de un proceso de desalarización (Papail y Arroyo, 2004) en el transcurso de la vida activa de cada generación.

La evolución del empleo entre sector formal e informal (Carrillo, 2005) durante el septenio muestra una relativa estabilidad entre los dos sexos, porque si el porcentaje de ocupados masculinos en el sector informal quedó estable (27.6 por ciento en el primer trimestre 2005 y 27.9 por ciento en el tercer trimestre 2012) la presencia de las mujeres en este sector se reforzó levemente, pasando de 28.7 a 31.3 por ciento durante este periodo. Lo que distingue netamente a las ocupadas de los ocupados en este sector es su concentración en los grupos de edades más viejos. Mientras la proporción de hombres trabajando en el sector informal aparece más o menos uniforme (alrededor de 27 por ciento) en todos los grupos de edades se observa que es a partir de los 50 años (42.1 por ciento) y sobre todo después de los 60 años (52.3 por ciento) que las mujeres marcan su presencia en este sector. De hecho, la proporción de mujeres laborando en la informalidad crece continuamente desde los 20-29 años (alrededor de 23 por ciento durante el periodo) hasta pasar a 50 por ciento para las más grandes. Es probable que en estos grupos de edades haya una intensificación del efecto del crecimiento del volumen de jefaturas femeninas de los hogares por viudez, divorcio, etc., que impulsa el trabajo por cuenta propia para conseguir recursos monetarios.

No despreciable en el sector agropecuario, en el cual la doble actividad alcanza casi 20 por ciento entre los no asalariados masculinos, la presencia de una actividad secundaria es relativamente débil en el ámbito no agropecuario. Se ubica entre cuatro y siete por ciento tanto entre asalariados masculinos o femeninos, como entre los independientes de los dos sexos durante todo el periodo. Al contrario de los hombres que tienen una parte significativa de sus activos en el ámbito agropecuario (11 por ciento de los subordinados y de 31.4 por ciento de los independientes en 2012), la presencia de las mujeres es muy débil en este ámbito: apenas 4.6 por ciento de las subordinadas y 3.1 por ciento de las independientes trabajaban en este sector en 2012.

Entre las trabajadoras subordinadas del ámbito no agropecuario, el acceso a las instituciones de salud se estabilizó durante el periodo, de 50.9 por ciento en 2005, a 50.1 por ciento en 2012, como ocurrió también entre los activos masculinos del mismo ámbito (57.3 por ciento y 56.9 por ciento, respectivamente). Las activas asalariadas son generalmente más educadas que los activos del mismo estatus, particularmente por debajo de los 30 años. En estos grupos de edades, las mujeres que tienen un nivel de instrucción inferior a la secundaria completa representan 24 por ciento, contra 29 por ciento en la población masculina. La situación es parecida en la población que trabaja por su cuenta, en la cual las mujeres aparecen netamente más instruidas que los hombres (Cuadro 4). Como se puede observar, los niveles de educación son mucho más elevados entre los asalariados que entre los independientes por cuenta propia, cualquiera que sea el sexo.

Durante el septenio, T1-2005/T3-2012, las mujeres asalariadas del sector no agropecuario contribuyeron a 52.8 por ciento del incremento total de 4 559 221 personas de este grupo que se estimó en el periodo (Cuadro 5). El incremento del empleo femenino asalariado fue más elevado en las pequeñas empresas (de seis a 15 activos en el comercio, de seis a 50 en los servicios y de 16 a 50 en la industria) donde contribuyeron a 55.5 por ciento del crecimiento del empleo, al contrario de los hombres, para los cuales el aumento más importante en volumen se dio en las micro empresas. Los grandes establecimientos presentan un saldo ligeramente positivo (10.4 por ciento) durante el periodo, efecto de la recesión de 2008-2009, que afectó más al sector exportador de la economía. El crecimiento del empleo en estas grandes empresas se dio esencialmente en la población masculina (84.5 por ciento del crecimiento del empleo del grupo).

En el tercer trimestre de 2012, las mujeres representaban 41.7 por ciento del total de asalariados en el ámbito no agropecuario, pero estaban subrepresentadas en las microempresas (con número de activos inferior a seis personas en los servicios y el comercio y 16 en la industria manufacturera) en las cuales constituyen 30.9 por ciento del conjunto de los activos asalariados y sobre todo en los micro negocios sin establecimiento, en los que representan apenas 11.5 por ciento de los activos.

Se nota el muy fuerte crecimiento del empleo asalariado en el rubro "otros" (40.9 por ciento) constituido esencialmente por los servicios domésticos, empleos casi exclusivamente femeninos (representan 94.3 por ciento del empleo del rubro en 2012).

Existe una relación relativamente fuerte entre el nivel de educación y el tamaño de las empresas en las cuales laboran las asalariadas. A mejor nivel de educación corresponde un tamaño más elevado de las empresas y salarios generalmente más altos. La proporción de asalariados gozando de protección social (en particular el acceso a instituciones de salud) y de contratos de trabajo escritos crece de manera continua también con el tamaño de las empresas. No se observan diferencias importantes entre hombres y mujeres en estos aspectos.

La distribución del tiempo de trabajo semanal distingue netamente hombres y mujeres asalariados del ámbito no agropecuario (Cuadro 6). Los asalariados masculinos trabajan en promedio más que los hombres por cuenta propia. Esta diferencia se amplía aún más en la población femenina, lo que constituye un factor importante también de las diferencias de ingresos entre asalariadas y trabajadoras por cuenta propia. La gran mayoría (86.9 por ciento) de los asalariados masculinos trabajan más de 34 horas por semana. Las mujeres por cuenta propia representan la situación totalmente opuesta, la mayoría de ellas (55.9 por ciento) trabajando menos de 35 horas. Sin embargo se nota la fuerte proporción (33 por ciento) de los hombres por cuenta propia que trabajan más de 47 horas por semana.

La intensificación del trabajo entre los asalariados disminuye de manera casi continua con el aumento del tamaño de las empresas: 42.9 por ciento de los hombres y 27.2 por ciento de las mujeres que laboran en micro empresas trabajan más de 47 horas, mientras estas proporciones bajan a 26.6 por ciento y 15 por ciento, respectivamente, en las grandes empresas.

Estas distribuciones son muy diferentes en la población de 65 años o más, con una duración de trabajo netamente inferior para los dos sexos, cualquiera que sea el estatus. Así, la proporción de asalariados trabajando menos de 35 horas es de 26.1 por ciento en la población masculina envejecida (contra 13.2 por ciento en la población masculina en general) y de 45.3 por ciento en la población femenina (contra 24 por ciento en la población femenina en general). Estas diferencias son aún mas nítidas entre los trabajadores por cuenta propia masculinos (44.2 por ciento de los 65 años o más trabajan menos de 35 horas contra 24 por ciento en la población masculina en general) mientras no aparecen en la población femenina, donde 54.5 por ciento de las mujeres de 65 años o más trabajan menos de 35 horas, contra 55.9 por ciento en la población femenina en general).

Estos factores tienen repercusiones en los ingresos de los diferentes grupos (Salas y Zepeda, 2006) y diferencian netamente las activas por cuenta propia del conjunto de los otros grupos de activos. Casi la mitad (48.8 por ciento) de las trabajadoras por cuenta propia tenían ingresos inferiores a un salario mínimo en 2012, mientras que en este nivel de ingresos se ubicaban solamente 15.4 por ciento de los hombres por cuenta propia, 14 por ciento de las mujeres asalariadas y 6.4 por ciento de los hombres asalariados. Durante el periodo 2005-2012, la distribución de los ingresos de los hombres y mujeres por cuenta propia parece haberse deteriorado ligeramente, al contrario de lo que pasó entre los activos y activas asalariados, que presentaron una ligera mejoría en su distribución de ingresos. A finales de 2012, las tres cuartas partes (77.6 por ciento) de las mujeres trabajando por cuenta propia tenían ingresos inferiores a dos salarios mínimos, lo que singulariza fuertemente este subgrupo en la población total de activos. Esto se debe en gran parte a la importancia relativa del grupo femenino laborando en los servicios domésticos, que representan alrededor de 17 por ciento del empleo asalariado no agropecuario femenino y en los cuales los salarios son generalmente muy bajos (De la Garza, 2012).

 

El desarrollo del trabajo independiente femenino

El volumen de ocupados totales en el país creció en 8 150 399 personas entre el primer trimestre de 2005 y el tercer trimestre de 2012. Vale la pena descomponer la evolución del empleo de 2005 a 2012 en dos periodos (2005-2009, Cuadro 7) y (2009-2012, Cuadro 8) para examinar las variaciones del empleo según el sexo, en este periodo marcado por la recesión de 2009.

La descomposición en dos ámbitos (sector primario y resto de los sectores) y en género entre el primer trimestre 2005 y el último trimestre 2009, revela que el empleo total creció apenas alrededor de 825 mil empleos anuales en promedio durante los casi cinco años del periodo. Las mujeres aportaron 62 por ciento del crecimiento del empleo durante este lapso. Como ya se ha mencionado, las pérdidas de empleo masculino en las grandes empresas por la crisis y la reducción del número de independientes masculinos en el sector agropecuario fueron compensadas por la entrada masiva de las mujeres en el trabajo asalariado no agropecuario (15.7 por ciento durante el periodo) y sobre todo por el desarrollo del trabajo independiente femenino del sector no agropecuario (26.2 por ciento durante el periodo) permitiendo reducir el impacto de la crisis en los ingresos de los hogares.

Las mujeres aportaron casi la totalidad (95.4 por ciento) del crecimiento del empleo independiente total de este periodo, esencialmente en el sector no agropecuario, donde 81.1 por ciento del crecimiento del número de independientes fue producido por las mujeres. En el sector no agropecuario, contribuyeron a más de la mitad (52.8 por ciento) del aumento de la población asalariada. Globalmente, las mujeres contribuyeron de manera muy importante a limitar el impacto de la crisis de 2008 a 2009, por su entrada masiva en el trabajo independiente, que representó 37.7 por ciento del incremento del empleo femenino del sector no agropecuario.

Durante el periodo que va del cuarto trimestre 2009 al tercer trimestre 2012, el empleo global se recuperó a un ritmo promedio de crecimiento de un millón 450 mil empleos anuales. Hubo también una recuperación del empleo masculino en el sector primario, particularmente en el estatus "independiente", como en los otros sectores. Las mujeres siguieron contribuyendo de manera predominante en el empleo independiente del sector no agropecuario, donde representaron 55.4 por ciento del crecimiento total, pero con un ritmo reducido. De igual manera, su aportación relativa en el crecimiento del trabajo asalariado no agropecuario se redujo para representar 39.7 por ciento del crecimiento (contra 52.8 por ciento durante el periodo 2005-2009).

Como se puede observar, las mujeres aportaron 44.2 por ciento del crecimiento global del empleo no agropecuario entre 2009 y 2012 (contra 61.8 por ciento durante el periodo 2005-2009) y 39.2 por ciento del empleo total (contra 62 por ciento durante el periodo anterior) gracias a la recuperación del empleo masculino durante estos últimos años. En épocas difíciles, como puede ser una recesión económica, la entrada masiva de las mujeres en las actividades remuneradas (sobre todo en el grupo de los trabajadores independientes) permite compensar en parte las pérdidas de ingresos de los hombres, inducidas por la reducción del empleo asalariado. Desde el inicio de 2005 hasta finales de 2012, las mujeres contribuyeron con 63.6 por ciento del crecimiento del empleo independiente del sector no agropecuario y 46.4 por ciento del crecimiento del empleo asalariado del mismo sector.

Esencialmente fueron las mujeres quienes incrementaron el peso relativo del sector informal en el empleo durante la última década. Entre el segundo trimestre del año 2000 y el cuarto trimestre del año 2009, la proporción de hombres laborando en este sector quedó estable (de 27.4 a 27.3 por ciento) mientras esta proporción subió cuatro puntos, de 26.1 por ciento a 30.1 por ciento entre las mujeres durante este mismo lapso.

En el personal subordinado en los micronegocios (ámbitos rural y urbano) la mayoría de las mujeres (55.5 por ciento) son no remuneradas, mientras la mayoría de los hombres (56.7 por ciento) son asalariados. Así, a pesar de la reducción continua en el transcurso del tiempo del peso relativo de los trabajadores familiares no remunerados (TFSR) entre los activos, la mayoría de estos trabajadores (60.7 por ciento) sigue siendo mujeres.

 

La gran fragilidad de los micronegocios creados por las mujeres

Las trabajadoras por cuenta propia representaron en 2008, 93 por ciento de las independientes según la encuesta ENAMIN 2008 del INEGI y están casi exclusivamente laborando en el ámbito no agropecuario (97.3 por ciento en 2009). Son las características de este grupo las que se analizarán más particularmente. La relación de feminidad (número de mujeres por 100 hombres) de los trabajadores independientes en el ámbito no agropecuario en diferentes momentos según el año de creación del negocio aparece en el Cuadro 9 y en la Gráfica 1. Se puede observar que esta relación es superior a 100 para los años más cercanos al de la encuesta —sobre todo en 2009, cuando esta relación supera a 100 durante los cuatro años anteriores— reflejando la irrupción de las mujeres en este sector desde mediados de los años 2000. Desde 2005, hay entre 130 y 160 creaciones de negocios femeninos por cada 100 negocios masculinos creados cada año. Las mujeres están iniciando mucho más negocios que los hombres en los años recientes. La fuerte baja del nivel de la relación de feminidad con la edad de los negocios refleja también la fragilidad de estas actividades femeninas del sector respecto a la de los hombres. La relación de feminidad se estabilizó después de varios años: alrededor de 0.40-0.45 en el conjunto de los negocios creados antes del año 2000.

Lo que se está observando, en efecto, son los negocios que sobrevivieron desde el momento de su creación, de manera que se pueden estimar "tasas de sobrevivencia"4 entre el año de creación y el año de la encuesta. Estas "tasas de sobrevivencia" por sexo aparecen en el Cuadro 10 e ilustran las diferencias sensibles en las trayectorias de los negocios según el género. Las "tasas de sobrevivencia" de los negocios masculinos son siempre netamente superiores —generalmente entre 15 y 20 puntos— a las "tasas de sobrevivencia" de los negocios creados por las mujeres durante los años que separan las encuestas (2006-2009 y 2009-2012). Parecería que la "probabilidad" de sobrevivencia de los negocios, tanto masculinos como femeninos, mejoró entre estos dos periodos durante los primeros años de operación. En transcursos de tiempo más largos (de 2001 o de 2002 a 2009 por ejemplo) las diferencias en las "tasas de sobrevivencia" de los negocios femeninos y masculinos se ubican en alrededor de 22 puntos.

Se puede notar que apenas entre 51 y 60 por ciento de los negocios femeninos creados en 2001-2003 captados en la encuesta T1-2006 han "sobrevivido" (o siguen operando) en el primer trimestre 2009, mientras alrededor de 70 por ciento de los negocios masculinos "sobrevivieron". La desaparición de negocios ocurre más frecuentemente durante los dos primeros años, sobre todo entre los que fueron creados por mujeres.

La casi totalidad de los negocios no agropecuarios femeninos pertenecen al grupo de los micro negocios, de los cuales la encuesta ENAMIN 2008 muestra las principales características. La mayoría (54.2 por ciento) de las trabajadoras por cuenta propia, que constituyen 93 por ciento de las independientes, crearon su negocio en la rama comercio y particularmente en el comercio al por menor de alimentos, bebidas y tabaco (21.3 por ciento). Los servicios reagrupan 28.3 por ciento de los negocios, de los cuales casi la mitad (48.8 por ciento) se dedica a la preparación de alimentos y al alojamiento. En los años recientes, se observa un reforzamiento de la atracción de estas dos subrramas de actividades, en donde alrededor de un tercio de los negocios captados por la ENAMIN 2008 se crearon durante los tres últimos años anteriores a la encuesta.

Contrariamente a los hombres —cuya gran mayoría (87.6 por ciento) trabajaba antes de crear su negocio y 72.2 por ciento como asalariados— la mayoría de las mujeres (54.4 por ciento) que crearon un negocio no pertenecían al mundo del trabajo antes de iniciar una actividad. Esta inexperiencia laboral es uno de los factores que contribuyen a explicar la fragilidad de los negocios creados por las mujeres. Para la mayoría (53 por ciento) de las mujeres, la creación de un negocio está motivada por el deseo de complementar el ingreso familiar, lo que puede explicar la debilidad del tiempo de trabajo promedio y de los ingresos, respecto a estas mismas características en los negocios masculinos. El desempleo —por lo menos en 2008— tanto para los hombres como para las mujeres, no aparece como un factor tan determinante para crear una actividad independiente.

Los datos de la ENAMIN 2008 indican que 85.6 por ciento de los hombres y 87.4 por ciento de las mujeres necesitaron un financiamiento para iniciar su negocio. Las mujeres que no pudieron acumular ahorros en actividades anteriores por su débil participación económica, como se mencionó anteriormente, recurren netamente más a préstamos de parientes y amigos. Los ahorros personales y los préstamos de parientes y amigos representan respectivamente 54.2 por ciento y 27.6 por ciento de las necesidades de financiamiento de las mujeres y 62.2 por ciento y 17.8 por ciento, respectivamente, en el caso de los hombres. Sin embargo, es probable que las mujeres se beneficien de remesas relativamente importantes (Arroyo y Rodríguez, 2008) particularmente del exterior del país, para financiar la creación de un negocio, aun si la medida de la distribución de las remesas entre los diferentes rubros de uso es difícil de establecer con los datos disponibles (Woodruff y Zenteno, 2001).

 

La contribución de las remesas a la creación de micro negocios

Los Cuadros 11, 12 y 12 bis permiten seguir la evolución de la distribución de las transferencias monetarias5 en los hogares según los grupos de edades y los estatus de los beneficiarios en los hogares, usando los datos de las encuestas ENOE del INEGI. Las mujeres, en la población de 14 años o más, captan entre 70 y 72 por ciento de las transferencias externas y 70 por ciento de las transferencias internas entre 2005 y 2012, reflejando una cierta estabilidad en la repartición de estos recursos entre los dos sexos. Se observa la fuerte reducción del número de personas que reciben remesas en todos los grupos de edades entre 2005 y 2010. Las proporciones de beneficiarios se redujeron a la mitad durante este periodo. La situación se estabilizó después, entre 2010 y 2012. Parece haber un ligero aumento de la distribución hacia las mujeres de la tercera edad, en detrimento de los hombres de este grupo.

Los jefes y jefas de hogar reciben más transferencias del interior del país que de países extranjeros. En el primer trimestre de 2005, 8.5 por ciento de los hombres jefes de hogar y 27.6 por ciento de las jefas de hogar recibían transferencias internas, contra dos por ciento y 10.6 por ciento, respectivamente, que recibían transferencias externas. Si estas proporciones en lo que concierne a las transferencias internas casi no variaron durante el periodo 2005-20012, las remesas se redujeron a raíz de la crisis económica en los Estados Unidos. En el primer trimestre de 2005, 5.5 por ciento de los hogares recibían remesas. En el último trimestre de 2009, con la recesión en Estados Unidos que creó mucho desempleo —particularmente en la rama de la construcción donde laboran muchos mexicanos— esta proporción bajó a 3.4 por ciento.

Los hombres jefes de hogar captaron 22.3 por ciento de las remesas al inicio de 2012 y el resto se repartió entre los otros miembros de los hogares y en particular entre las cónyuges de los jefes de hogar (21 por ciento). En total, jefas de hogar y cónyuges de jefes captaron un poco más de la mitad (53.1 por ciento) de las remesas en 2012. La mayor parte de las transferencias de fondos externos se destinó a las mujeres de menos de 60 años (generalmente esposas de migrantes, que representan alrededor de la mitad —47.4 por ciento— de los beneficiarios en 2012) y a las personas de 60 años o más (37 por ciento) que son generalmente los padres y madres de los migrantes). Es probable, como se puede observar en el Cuadro 12 bis, que haya un deslizamiento gradual de la distribución de las remesas hacia las personas de la tercera edad. Entre 2005 y 2012, este subgrupo de la población captó cinco puntos suplementarios en la distribución (de 32.2 a 37.3 por ciento).

En una encuesta reciente en Encarnación de Díaz,6 ciudad de la región tradicional de migración, ubicada en el estado de Jalisco, donde los flujos migratorios son más elevados que el promedio nacional, se observó en la repartición de los beneficiarios de remesas una distorsión más importante en provecho de las mujeres (Cuadro 13). Ellas representaban 77.2 por ciento de los beneficiarios de las transferencias externas de 15 años o más, proporción ligeramente superior al dato de la encuesta nacional ENOE. Entre las mujeres cuyo cónyuge residía en Estados Unidos en 2011, 62.5 por ciento recibía dinero proveniente del país vecino.

Estas transferencias provienen sobre todo de los hijos de los beneficiarios (57.3 por ciento en promedio, con 75 por ciento en la población masculina y 57.3 por ciento en la población femenina) y de los cónyuges (25.1 por ciento en promedio, con 30.7 por ciento en la población femenina y 4.2 por ciento en la población masculina). El importe mensual promedio recibido del exterior (329 dólares en 2011, o sea alrededor de cuatro mil pesos) es del mismo orden que el ingreso promedio de actividad en la ciudad (4 250 pesos, con 4 693 pesos entre los activos y 3 323 pesos entre las activas) lo que revela la importancia de estas transferencias en los presupuestos familiares de los hogares receptores, donde constituyen a menudo un sustituto al ingreso de actividad del migrante si éste no se hubiera desplazado al país vecino (caso del migrante casado, cuya esposa e hijos se quedaron en México).

Los importes de estas transferencias externas son generalmente mucho más altos que las transferencias internas y se concentran más en los hogares sin pea. En el último trimestre de 2009, 34.7 por ciento de los hogares receptores de remesas no tenía activos, mientras esta proporción es de 9.7 por ciento en el total de los hogares. Sin embargo, el peso relativo de las jefas de hogar activas entre el total de jefas en la captación de las remesas tiende a aumentar durante el quinquenio 2005-2009, al contrario del de los jefes de hogar activos, que bajó fuertemente. Según datos de una encuesta realizada en 2005-2006 en ciudades pequeñas del centro occidente de México (Papail y Arroyo, 2009) la gran mayoría (70 por ciento) de las mujeres jefas de hogar casadas o unidas cuyas parejas residían en Estados Unidos eran activas y entre estas activas, 87.8 por ciento eran no asalariadas. Este subarchivo de la encuesta era bastante reducido (117 casos) y no se puede inferir a partir de estos datos, pero indica que pueden existir relaciones relativamente fuertes entre remesas y creación de micro negocios en el grupo de las mujeres jefas de hogar (es decir generalmente cónyuges de migrantes internacionales). La misma fuente de datos indica que cuando los creadores de negocios —sobre todo cuando son mujeres— usan un financiamiento de parientes y amigos, la mayor parte proviene de Estados Unidos.

 

Conclusiones

Se debe subrayar en primer lugar la gran riqueza de los datos recolectados en la ENOE del INEGI, que permiten relacionar muchas variables de diferentes áreas, incluso cuando a veces no parece posible establecer relaciones que permitirían profundizar algunos puntos de interés. El quinquenio 2005-2009 se caracterizó por dos acontecimientos importantes que tuvieron un impacto notable sobre la evolución del trabajo no asalariado femenino. El primero concierne a las migraciones internacionales, cuyos flujos de salida hacia Estados Unidos mostraron una inflexión a mediados del quinquenio, por la intensificación de la represión hacia los migrantes irregulares y la recesión económica que apareció en el país vecino. El fuerte incremento de la emigración internacional al inicio del siglo se desaceleró e inició su decrecimiento en la segunda parte de la década. Esta pérdida de mano de obra, fuertemente masculinizada, favoreció mecánicamente el crecimiento del peso relativo de la participación femenina en las actividades remuneradas en México. El segundo acontecimiento fue la recesión económica de 2008-2009, que disminuyó el empleo del sector formal, particularmente en los grandes establecimientos, amenazando los ingresos de numerosos hogares por el aumento del desempleo, lo que contribuyó a incrementar la participación femenina en las actividades remuneradas, en particular en el sector informal, para contrarrestar estos riesgos. Sin embargo, se pudo observar que el fuerte incremento de la creación de micro negocios por parte de las mujeres se produjo antes de la recesión económica, en el primer quinquenio de la década. La recesión intensificó el proceso. El último septenio fue marcado por un incremento bastante importante de la proporción de jefaturas femeninas en los hogares, de manera que actualmente alrededor de un cuarto de los hogares está encabezado por mujeres. Este movimiento se acompañó de una participación creciente de las mujeres en las actividades remuneradas. Contribuyeron con más de la mitad al incremento del asalariado en el periodo, pero sobre todo aportaron la mayor parte del crecimiento del autoempleo. Desde el inicio de los años 2000 y de manera más intensa desde mediados de esta década, las mujeres crearon más micro negocios que los hombres en el ámbito no agropecuario. Se puede hablar de irrupción en este sector, en la medida que para la mayoría de las mujeres, la creación de un micro negocio representó la primera experiencia de trabajo, al contrario de los hombres que provienen en su gran mayoría del trabajo asalariado. Este desarrollo de las actividades independientes femeninas se caracteriza sin embargo por abarcar actividades generalmente complementarias en la constitución de los ingresos hogareños y se beneficia, en parte, de las remesas externas para iniciarse. Movilizan una población netamente menos educada que el resto de los activos con horarios de trabajo sensiblemente inferiores a la norma y en consecuencia, ingresos bastante más reducidos que en el asalariado o en el trabajo independiente masculino. Se concentra en unas subrramas (comercio, preparación de alimentos y bebidas) que no necesitan mucha inversión, características del autoempleo de "sobrevivencia", generalmente poco susceptible de permitir un mejoramiento progresivo de los ingresos. Una de las características importantes de este tipo de actividades es su precariedad, inestabilidad que se pudo constatar a través de las tasas relativamente elevadas de desaparición, aunque una parte de estas clausuras pueden ser seguidas de aperturas de nuevas actividades en las mismas o en otras subrramas.

 

Bibliografía

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Notas

1 Los hogares son clasificados en nucleares (pareja o persona sola con hijos), ampliados (hogares nucleares mas otros parientes), compuestos (nuclear o ampliado mas personas sin parentesco con el jefe de hogar) que forman los hogares familiares y en hogares unipersonales o de co-residentes (personas sin relación de parentesco) que forman los hogares no familiares.

2 Sin tener en cuenta el trabajo de las hijas y otros miembros femeninos de los hogares.

3 En el grupo de edades de 40-44 años en 2008, por ejemplo, en el cual la tasa de participación global es máxima (56.3 por ciento) las tasas se ubican en 75.7 por ciento entre las solteras, 79.9 por ciento entre las separadas y divorciadas, 66.3 por ciento entre las viudas y 49.6 por ciento entre las casadas y unidas.

4 En todo rigor las tasas de sobrevivencia deben calcularse en una misma cohorte, lo que no es el caso con estos datos, que no siguen los mismos negocios en el tiempo, pero se pueden asimilar estos cálculos a las probabilidades de una cohorte, bajo la hipótesis de comportamientos más o menos constantes en estas poblaciones. Para reducir las posibles fluctuaciones anuales, se usaron promedios móviles sobre tres años. Entonces, aquí se trata de aproximaciones.

5 Las transferencias monetarias (o transferencias en este texto) se refieren aquí a apoyos económicos recibidos por los miembros de los hogares, provenientes generalmente de parientes residiendo en otros lugares de México (transferencias internas) o en el extranjero (transferencias externas o remesas).

6 Encuesta sobre el Trabajo, las Migraciones Internacionales y los Impactos Locales en Encarnación de Díaz, 2011 (IRD-IEDES-PARIS1/CUCEA-U DE G). Esta encuesta se hizo en 2090 hogares (fracción de sondeo de 32 por ciento).

 

Información sobre los autores

Jean Papail. Maestro en Sociología por la Universidad Paris 5 y Experto demógrafo por la Universidad Paris 1. Actualmente es investigador del Institut de Recherche pour le Développement (IRD) y pertenece a la Unité Mixte de Recherche (UMR) Développement et Sociétés de l'IEDES-Université Paris 1. Trabajó sobre proyecciones de poblaciones (Venezuela), migraciones internas (Ecuador) y desde los años 1990 desarrolló, en colaboración con el DER-INESER-CUCEA de la Universidad de Guadalajara, varios programas conjuntos de estudios sobre los temas de la migración internacional, las remesas y las inversiones productivas en la región Centro Occidente de México. Entre sus publicaciones recientes se encuentra el libro Migración a Estados Unidos y autoempleo. Universidad de Guadalajara, 2009; los articulos "L'argent de la migration mexicaine: consommation, investissements et dépenses collectives", en I. Guérin y M. Selim (eds.) A quoi et comment dépenser son argent ?: hommes et femmes face aux mutations globales de la consommation. Paris, L'Harmattan, 2012 y "Le travail des personnes âgées au Mexique", en Antoine P., Golaz V. (eds.) Vieillir au Sud, Autrepart, 2010, (53). Dirección electronica: jpapail@yahoo.fr.

Fermina Robles Sotelo. Licenciada en Economía por la Universidad de Guadalajara y estudios de Maestría en Demografía en el Colegio de México. Actualmente es profesora e investigadora en la Universidad de Guadalajara con adscripción al Departamento de Estudios Regionales/INESER, en el Centro Universitario de Ciencias Económicas y Administrativas (CUCEA). Desde 1995 trabaja como investigadora asociada en varios programas de investigación sobre migración internacional, remesas y empleo en la región centro occidente de México. En colaboración con Jean Papail, ha publicado varios artículos, entre los que se encuentran: 2009, "Migración a Estados Unidos en doce ciudades de la región Centro Occidente de México", en Jesús Arroyo Alejandre y Salvador Berumen Sandoval (coords.), Migración a Estados Unidos: remesas, autoempleo e informalidad laboral, Colección Migración, Universidad de Guadalajara, México y en 2010 "Envejecimiento de la población, trabajo y migración internacional", en Jerjes Ochoa Aguirre y José Odón García (coords.), Comunidades mexicanas en Estados Unidos: diáspora, integración y desarrollo en México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales y Colegio de Tlaxcala A. C., Fondo Editorial Morevallado, Morelia Michoacán. Dirección electrónica: rfermina@gmail.com.

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