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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.20 no.81 Toluca jul./sep. 2014

 

Cambios en los mercados laborales de México de 2000 a 2010 mediante esperanzas de vida activa

 

Changes in the labour markets of Mexico from 2000 to 2010 by active life expectancies

 

Virgilio Partida Bush

 

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México.

 

Artículo recibido el 13 de febrero de 2014
Aprobado el 11 de abril de 2014.

 

Resumen

En el documento se inspecciona el cambio en los mercados laborales en México con base en esperanzas de vida activa, destacando la diferencia entre empleo formal e informal. Para ello se utilizan el panel de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) de 2000 y la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) de 2010. El método de Andrevv et al. para valorar el cambio en la esperanza de vida simple se adapta al modelo de estados múltiples. Se constata la creciente participación de las mujeres en la actividad económica de 2000 a 2010, así como un breve descenso en la proporción de la informalidad en la Población Económicamente Activa (PEA). En el cambio de las esperanzas de vida activa al cabo de la década, se corrobora la mayor inserción femenina en la PEA tanto en la ocupación formal e informal como en el desempleo. También se verifica la ligera baja en el empleo informal en ambos sexos, pero también se advierte un aumento en la desocupación.

Palabras clave: Actividad económica; esperanzas de vida activa; estados múltiples; informalidad.

 

Abstract

Changes in the Mexican labor markets are noted through working life expectancies, emphasizing the difference between formal and informal employment. For this purpose, the panel of Mexican labor force survey (ENE and ENOE) is used. The method developed by Andrevv et al. for calculating the age contribution to the change in life expectancy is adapted to the multistate approach. The growing female participation into work is confirmed from 2000 to 2010, as well as a slight decrease in the informality employment. Changes in the working life expectancies throughout the decade confirm the increasing female insertion in the formal and informal employment as well as in unemployment. It is also verified a slight drop in the informal employment for both sexes, but it is also noted an increase in unemployment.

Key words: Labor force; working life expectancies; multistate approach; informal employment.

 

Introducción

El cambio del modelo económico de México experimentado en los últimos 40 años, de uno orientado a la producción de bienes y servicios para satisfacer el consumo doméstico, conocido como Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI) a un esquema encaminado a los mercados internacionales dentro del proceso de globalización de la economía mundial, ha traído consigo transformaciones en diversos ámbitos de la vida nacional, una de ellas es la metamorfosis en los mercados laborales, donde la proliferación del empleo informal es manifiesta.

Si bien visible, la informalidad se percibe de manera distinta, no sólo entre los ciudadanos comunes, sino también y —quizás de manera más marcada— en el ámbito de las ciencias sociales: "es como un elefante: habrá desacuerdos para decidir cuál es su rasgo más conspicuo, pero todo el mundo es capaz de identificarlo cuando lo ve" (metáfora atribuida a Hernando de Soto y mencionada por Negrete, 2011: 77).

El objetivo de este documento es inspeccionar el cambio en la participación de las personas en la actividad económica no agrícola, sobre todo diferenciando el empleo formal del informal, de 2000 a 2010. No se pretende debatir sobre la concepción y cuantía del empleo formal o informal, pues para ello De la Garza (2011), entre otros autores, ofrece una discusión detallada y concisa de los problemas conceptuales que se tienen en la pretendida separación de ambos sectores de la economía, o bien de los puestos de trabajo asociados; aquí sólo se adoptan las características más comunes que se han propuesto para la cuantificación en México: "la referencia a los micro negocios y al trabajo por cuenta propia, o también profundizando en la falta de regulación laboral en lo que toca a la ausencia de prestaciones sociales" (García, 2010: 370).

Entre las diversas medidas disponibles, fueron seleccionadas las esperanzas de vida activa, pues tienen la virtud de condensar la estructura etaria de la inserción de la población en las actividades económicas, sin necesidad de la fijación arbitraria de una composición por edad común, como es el caso en los procedimientos de estandarización, donde al fijar arbitrariamente distintos patrones etarios, las diferencias entre poblaciones pueden cambiar e incluso invertirse.

Las estimaciones de este estudio parten de la información recabada en la Encuesta Nacional de Ocupación Empleo (ENOE) para 2010 y su precursora, la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) para 2000. La decisión de espaciar una década las observaciones tuvo como finalidad apreciar mejor la modificación de la movilidad dentro de los mercados laborales del país en el mediano plazo. La selección de 2000 como año inicial se debe a que fue hasta el segundo trimestre de ese año que la ene tuvo efectivamente representatividad nacional, pues antes sólo se refería a la parte más urbanizada del país (47 grandes ciudades) bajo la denominación de Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU).

El presente trabajo actualiza, en cierta forma, los hallazgos descritos previamente (Partida, 2000) aunque la propuesta metodológica de ahora es más completa para identificar los cambios temporales.

Con el fin de examinar esos cambios, se pasaron al anexo tanto la construcción de las categorías de empleo utilizadas, como el método de cálculo de las esperanzas de vida activa y su cambio en el tiempo.

 

Las categorías de análisis y la inserción en la actividad

La Oficina Internacional del Trabajo (OIT, 2013) ha sugerido ciertos criterios para definir el empleo y el sector económico informal. Generalmente se distingue la formalidad de la informalidad a través del tamaño del establecimiento (número de trabajadores), la presencia o ausencia de seguridad social y prestaciones adicionales (aguinaldo, vacaciones, reparto de utilidades) y la práctica contable y su reporte ante la autoridad hacendaria.

En este análisis se dividió a la población en cuatro categorías mutuamente excluyentes y exhaustivas. Primero se separó la población total en económicamente activa y no económicamente activa; después se descompuso la primera en ocupados y desocupados y, finalmente, se desagregaron los ocupados en empleos formales e informales. Se dejó de lado al sector agrícola, pues no hay consenso respecto de si se puede hablar de formalidad e informalidad en éste. En el anexo se explica la manera como se formaron las cuatro categorías a partir de las bases de micro datos de la ENE-ENOE.

Con el fin de guiar el análisis posterior, en la Gráfica 1 se presentan las proporciones de participación (porcentaje de la población que es económicamente activa) y la composición de la Población Económicamente Activa (PEA),1 de acuerdo con las tres categorías en que fue dividida, por edad y sexo para los dos años considerados.2

Mientras la participación masculina por edad se mantuvo casi igual al cabo del decenio (línea gruesa continua en los paneles izquierdos), con un descenso en 15-19 años y una disminución más pronunciada a partir de 75 años, en las mujeres, por el contrario, salvo los grupos 15-19, 75-79 y 85-89 años, en las demás edades se advierte un claro incremento en la inserción en las actividades económicas, ascenso que se puede notar desde hace varios decenios.

La composición de la PEA difiere tanto en el tiempo como entre los sexos. La inserción en la informalidad es mayor que en la formalidad en 15-19 años en mujeres y hombres en ambos años. A partir de 20 años predominan los ocupados en el sector formal. No obstante, mientras en los hombres la vuelta a la preminencia informal envejeció de 50-54 años en 2000 a 60-64 en 2010 (después del segundo cruce de las líneas delgadas continuas y discontinuas), en las mujeres rejuveneció de 40-44 a 35-39 años, respectivamente.

En los hombres el descenso franco en ocupaciones formales inicia en 60-64 años, probablemente vinculado al retiro con una pensión o al refugio en el sector informal (el progresivo alejamiento de las líneas correspondientes) ante la falta de oferta de empleos formales y la preferencia de los empleadores por jóvenes y adultos jóvenes en tales puestos de trabajo. En las mujeres, en cambio, tal disminución es más joven: empieza en 45-49 años en 2000 y 50-54 años en 2010 y, debido a que muchas de ellas no satisfacen los requisitos mínimos para gozar de una jubilación, es probable que se acojan al sector informal durante la parte final de su vida activa.

La desocupación, por su parte, se incrementó al cabo del decenio en todas las edades y en los dos sexos, excepto en los hombres de 85-89 y las mujeres de 70-74 y 80-84, años donde disminuyó.

 

Las tasas de movilidad

El modelo de estados múltiples, utilizado aquí para el cálculo de las esperanzas de vida activa, se alimenta de tasas de movilidad entre las cuatro categorías referidas en el acápite anterior. La ENE y la ENOE, encuestas de hogares por muestreo probabilístico bietápico estratificado por conglomerados, que consisten de cinco visitas a cada unidad doméstica con periodicidad trimestral, constituyen la fuente ideal para los fines de la investigación. Se utilizaron los datos del segundo trimestre de 2000 y el segundo de 2001 y el primero de 2010 y el primero de 2011, de tal manera que fue posible abarcar lapsos anuales para cada uno de esos dos periodos.3 Si se compara la situación de cada uno de los miembros del hogar en las dos entrevistas extremas, se pueden asimilar los movimientos entre las cuatro categorías como los individuos que estaban en alguna de las cuatro situaciones o estados en una visita y en la misma o en otra un año después, es decir, se puede valorar la permanencia en la misma situación o el cambio de un estado hacia otro.

Igual que en los censos de población, en la ENE-ENOE sólo se registra la inserción de la población en la actividad económica a partir de 12 años de edad; no obstante, se dejaron de lado los menores de 12-14 años y las personas de 90 años o más por su escasa participación; así, el análisis se concentró en el rango etario de 15 a 89 años de edad cumplida y se trabajó con grupos quinquenales (15-19 a 85-89 años). En el anexo metodológico se explica la forma como se dedujeron las tasas de movilidad entre las cuatro categorías. En las gráficas 2 y 3 se reproducen los patrones etarios para hombres y mujeres, respectivamente, a los cuales se removieron algunas irregularidades en los valores originales.

En ambas gráficas, si bien se identifican patrones particulares de las diversas situaciones y entre mujeres y hombres, son similares aunque con reducción en la intensidad con el paso del tiempo. La única regularidad patente, a través de las categorías, es la pauta etaria tipo "U" en las salidas de la actividad en las tres formas de participación, menos marcado el ascenso en las mujeres desocupadas que se retiraron en edades avanzadas en 2000 (panel inferior izquierdo de la Gráfica 3).

En los hombres (Gráfica 2), los pasos de formal a informal y en sentido contrario muestran pautas etarias opuestas: mientras el primero (panel superior izquierdo) desciende en la juventud, permanece aproximadamente constante en la adultez temprana y asciende en la adultez madura y tardía, para descender al final de la vida activa; el segundo (panel inferior izquierdo) aumenta al inicio y, después de mantenerse casi invariable, desciende en la adultez madura y aún más en la avanzada. El ingreso a la actividad (panel derecho inferior) es notoriamente distinto si se hace en la formalidad (rápido ascenso en la juventud para posterior descenso continuo) que en la informalidad, acampanado con sesgo derecho.

Los patrones etarios femeninos (Gráfica 3) son similares a los masculinos. No obstante, para la incorporación de las desocupadas en la informalidad, destaca el marcado patrón acampanado en la vejez avanzada en 2000 (línea punteada delgada).

En ambos años, en general, las tasas masculinas son más elevadas en casi todas las edades; sin embargo, el retiro de las mujeres, en cualquiera de las tres categorías de activo, es más frecuente que en los hombres (excepto entre los desocupados al final de la vida activa), evidencia de la mayor movilidad de las féminas, entre actividad y no actividad económica, vinculada a roles propios del género, como los periodos ligados a la maternidad y crianza de los hijos.

 

Esperanzas de vida activa en 2000 y 2010

Aunque se puede introducir mortalidad distinta por estado en el modelo de tabla de vida activa, se supone que el riesgo de fallecer es el mismo para la cuatro categorías en que se dividió la población, porque la información recolectada en las actas de defunción del Registro Civil sólo se puede separar en actividad y no actividad económica, pero la primera no se puede descomponer en ocupada y desocupada, ni tampoco en los sectores formal e informal a los ocupados.

El supuesto de igual mortalidad presenta la ventaja que permite apreciar de manera más nítida el cambio en el fenómeno bajo estudio, aquí la movilidad en el mercado laboral, pues no interfiere el distinto riesgo de fallecer. Admitir que la mortalidad es igual, equivale a retirarla y trabajar sólo con los cambios en la condición de actividad, lo que en el caló de la Demografía se denomina "trabajar al estado puro".

Se omitió la mortalidad porque los cambios recientes son marcados en distintas etapas del ciclo de vida. Aunque en la mayoría de las edades se advierten descensos en el pasado reciente, se nota un incremento en el riesgo de morir en la juventud y adultez temprana (15 a 39 años de edad), presumiblemente debido a la creciente criminalidad registrada de 2005 a 2010 (Canudas et al., 2014).

En los cuadros 1 y 2 y las gráficas 4, 5, 6 y 7 se reproducen las esperanzas de vida al "estado puro". Dado el supuesto de ausencia de mortalidad, los años que espera vivir cualquier individuo de la edad x hasta su aniversario 90, cuando se supone que cesa la participación en la actividad, es 90 - x. Por ejemplo, una persona de 30 años vivirá los siguientes 60 años para llegar a la edad 90, duración que se reporta en la columna intitulada "total" de los cuadros 1 y 2.

La alta presencia de la informalidad en los mercados laborales no agrícolas delineada arriba, es evidente también en las esperanzas de vida de ambos sexos. En 2000, salvo las edades extremas avanzadas entre quienes gozaban de un empleo formal, en todos las demás situaciones y edades la vida media restante era mayor en la informalidad que en la formalidad (gráficas 4 y 5). En 2010 se aprecia sólo un escenario distinto entre aquellos que se desenvuelven en la formalidad (gráficas 6 y 7), pues en la mayor parte del rango etario es mayor la esperanza de vida en la formalidad; a ellos se unen hombres y mujeres desocupados y quienes se incorporan a la Población Económicamente Activa (PEA) en la juventud en 2010 (panel inferior derecho).

La segmentación del mercado laboral, en general, se redujo al cabo del decenio, lo cual se evidencia en el cierre de la brecha entre las esperanzas de vida entre ocupaciones formales e informales de 2000 a 2010. El cambio se advierte entre los informales, desocupados y no activos, pero no es tan patente en los formales en ambos sexos.

En los hombres, la vida media restante en la misma situación para un ocupado formal creció más de un año de 15 a 50 años de edad, con más de dos de 20 a 30, y la vida restante en la informalidad se redujo en mayor cuantía hasta 60 años de edad. Quienes se desenvolvían en el sector informal, estaban desocupados o no activos, exhibieron un patrón similar, reflejando mejores expectativas de incorporarse al sector formal en 2010 que en 2000.

La creciente inserción femenina en la actividad económica, que data de varias décadas, se manifiesta al comparar los paneles correspondientes de las gráficas 5 y 7 y también el achicamiento de la segmentación. En las cuatro condiciones, el tiempo que se espera pasar en la formalidad en el futuro fue notoriamente mayor que en la informalidad o el desempleo.

La presencia de la segmentación de los mercados laborales se puede apreciar también en la proporción de la vida restante activa que se ha de pasar, en promedio, en la informalidad, como se muestra en los cuatro paneles de la Gráfica 8;4 la disminución es evidente al contrastar los paneles superiores con los inferiores. Más de la mitad de la esperanza de vida laboral de una ocupada u ocupado formal la pasaría en la formalidad en 2000, pero en menor proporción en 2010 (línea continua), manteniéndose la fracción aproximadamente constante en ambos sexos de la juventud hasta la adultez madura.

En cambio, conforme envejecen los informales (línea punteada gruesa) sus esperanzas de conseguir un empleo formal se desvanecen y su permanencia en la informalidad se acrecienta; curso semejante encaran los desocupados, mientras los no activos desisten del intento de pasar a la PEA.

 

Contribución diferenciada por edad al cambio en las esperanzas de vida activa

Las modificaciones en el mercado laboral al cabo del decenio, que se han bosquejado mediante el contraste de las esperanzas de vida activa, se pueden apreciar mejor si se inspecciona la contribución que las distintas edades han hecho a esos cambios. Para ellos se utilizó la extensión al modelo de estados múltiples de la idea original de Andrevv et al. (2002) para la tabla de vida simple.

Para la inspección fueron seleccionadas tres edades: 15 años como inicio de la vida activa; 25 años, cuando una fracción importante, aunque no una mayoría, han concluido estudios de licenciatura, quizás hasta posgrado, o una carrera técnica o comercial y 55 años cuando comienza a ser intenso el retiro de la actividad económica o bien, ante la pérdida del puesto de trabajo por la preferencia a emplear a más jóvenes, el adulto maduro debe ocuparse en el sector informal.

El Cuadro 3 contiene la contribución de cinco grupos etarios a las esperanzas de vida activa a los 15 años.5 En los hombres el cambio total tiene un patrón similar de incremento en las esperanzas de vida formal, desocupada y no activa y el decremento equivalente en la informalidad. La ganancia o pérdida global prevalece en los cinco grupos etarios, excepto en la juventud para la esperanza de vida formal de un individuo en cualquiera de las cuatro categorías.

El aporte negativo del intervalo 15-24 en el empleo formal e informal y el positivo en la no actividad, indican la menor participación de los jóvenes,6 seguramente por la mayor retención en el sistema escolar, pero el aumento en la desocupación es también indicativo de la incapacidad de la economía mexicana para generar los puestos de trabajo que se demandan.

En las mujeres, el panorama es distinto. El incremento en la formalidad y desocupación, derivado de la creciente inserción en las actividades económicas, se contrarresta con el decremento en el aporte de la no actividad.

Ahora sólo para las formales de 15 años, los siguientes diez años reducen la esperanza de vida, mientras las informales, desempleadas y no activas lo acrecientan. Aunado al decremento en la esperanza de vida temporaria en la informalidad, para las cuatro pertenencias en el décimo quinto aniversario, indica que, si bien retenidas en el sector educativo antes de los 20 años, experimentan después una profusa inserción en la PEA.7

Seguramente el lector notará que dentro de cada grupo de edad los aportes de cada una de las categorías son prácticamente iguales a partir de 25 años. Esto se debe a que las altas tasas de movilidad y su acumulación en la particular combinación de la supervivencia (fórmula A.3 del anexo) y de las esperanzas de vida temporarias (ecuación recursiva A.11) propician estabilidad en las distintas contribuciones conforme envejece la población.

A los 25 años de edad (Cuadro 4) el patrón masculino es similar al más joven; no obstante, el aporte del primer intervalo etario decenal incrementa la esperanza de vida en la formalidad, excepto para un formal de 25 años. Asimismo, el retiro de la actividad disminuyó al cabo de la década entre 55 y 64 años de edad, como lo indica el decremento de 0.005 años en las cuatro categorías.

En las mujeres, el comportamiento también es parecido al de las más jóvenes. Ahora, el intervalo inmediato posterior al vigésimo quinto aniversario incrementa la esperanza de vida informal para una ocupada en la formalidad.

Al inicio de la adultez madura (Cuadro 5) la composición de los aportes se asemeja nuevamente a la estructura de los jóvenes, aunque ahora, en el primer intervalo etario se incrementa la esperanza de vida en la formalidad para las cuatro situaciones al inicio, sobre todo cuando se es informal a los 50 años de edad.

En las mujeres cabe destacar que, incluso cerca de la edad mínima para optar por una pensión, la esperanza de vida fuera de la actividad se reduce por la mayor inserción en la PEA femenina de 50 a 69 años; no obstante, el incremento que aporta el intervalo 70-89 puede estar asociado precisamente al goce de una jubilación.

 

Conclusiones

En este trabajo se inspeccionaron los cambios en los mercados laborales no agrícolas de México de 2000 a 2010, con los datos de la ENOE y su precursora la Encuesta Nacional de Empleo (ENE), poniendo énfasis en la desagregación de la PEA ocupada en aquella que se desenvuelve en el sector formal y la que lo hace en el informal. Como indicador de la movilidad entre tres estratos de la PEA (ocupado formal, ocupado informal y desocupado) y hacia y desde la Población no Económicamente Activa (PNEA), se eligió la esperanza de vida activa bajo el enfoque de estados múltiples.

La población que se ocupa en el sector informal sigue representando una fracción importante de la fuerza de trabajo del país; no obstante, las esperanzas de vida muestran que ha perdido peso dentro de la PEA con el paso del tiempo.

Este hecho se refleja tanto en las propias esperanzas de vida (cuadros 1 y 2), como en la contribución de distintos grupos de edad y las cuatros categorías, en la variación de 2000 a 2010 (cuadros 3, 4 y 5) donde ese aporte se calculó con la extensión, al caso de estados múltiples, de la idea original de Andrevv et al. (2002) para la tabla de vida simple.

Asimismo, las esperanzas de vida reflejan la creciente inserción de las mujeres en los mercados laborales, sobre todo en la disminución, al cabo del decenio, de la vida media restante fuera de la actividad económica, tanto para las ocupadas formal o informalmente, desocupadas o no activas, sea que se vea el futuro en la juventud (15 o 25 años de edad) o al inicio de la adultez madura (50 años).

Si bien la formalidad ganó espacio en la oferta de empleo formal en México, en el decenio considerado aún queda mucho camino por recorrer para que todos los demandantes de un puesto de trabajo lo consigan con prestaciones laborales y seguridad social.

Una joven o un muchacho que en su aniversario 15 hubiera conseguido un empleo formal o uno informal, para su infortunio, tendría expectativas de pasar en la informalidad más de la mitad o casi la mitad de su vida laboral futura (Gráfica 8), muchas veces en puestos de trabajo de baja o nula productividad y escasa retribución a sus capacidades y destrezas y, por construcción del concepto, sin seguridad social ni prestaciones laborales. Pero una o uno de 25 años, quizá habiendo concluido una licenciatura o una carrera técnica o comercial, gastaría sus facultades y conocimientos en la informalidad en una proporción similar y a los 45 o 50 años la situación sería más crítica, sobre todo en las mujeres, no obstante haber alcanzado la madurez intelectual y contar con buena experiencia laboral.

Así, de no haber transformaciones profundas en la economía de México en el futuro, la mano de obra mexicana, mucha de ella de alta calificación, se desperdiciaría en el sector informal, preservando el subdesarrollo del país, la desigualdad y la pobreza.

 

Bibliografía

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Notas

1 Conocidas comúnmente como tasas de actividad, aquí se les llama proporciones y se deja el término de tasa para la movilidad entre las cuatro categorías en que fue agrupada la población.

2 En realidad corresponde a los años-persona vividos en ambos años (véase la ecuación A.1 del anexo).

3 Se empezó con el segundo trimestre 2000, ya que fue ahí donde inició el panel de la Encuesta Nacional de Empleo con cobertura nacional.

4 Por ejemplo, para las mujeres de 15 años en la ocupación formal en 2010, la esperanza de vida activa total es 12.239 + 12.991 + 1.063 = 26.293 y el porcentaje en la informalidad es 12.991/26.293 = 49.41 por ciento.

5 Nótese que, como consecuencia del supuesto de mortalidad nula, la suma de la aportación total de cada grupo es igual a cero.

6 La proporción de participación de 15-19 años se redujo en siete puntos porcentuales (de 46.7 por ciento en 2000 a 39.7 por ciento en 2010) y de 20-24 años en 3.9 (79.5 y 75.6 por ciento, respectivamente), según se advierte en los paneles izquierdos de la Gráfica 1.

7 A diferencia de los hombres, mientras la proporción de participación de 15-19 años también se redujo (7.2 puntos porcentuales de 28.8 a 21.6 por ciento), se incrementó en 20-24 años (3.3 puntos de 41.9 a 45.2 por ciento) como se puede ver en la Gráfica 1.

 

Información sobre el autor

Virgilio Partida Bush. Actuario y Doctor en Ciencias Políticas y Sociales con orientación en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México y Maestro en Demografía por El Colegio de México. Profesor en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, El Colegio de México, El Colegio de la Frontera Norte, Centro Interamericano de Estudios de Seguridad Social (CIESS), Instituto Tecnológico Autónomo de México y en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, donde actualmente se desempeña como profesor e investigador. Es autor o coautor de 22 libros y más de cien artículos, capítulos en libros y colaboraciones periodísticas. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores nivel II y Profesor Honorífico del CIESS.
Dirección electrónica: vpartida@flacso.edu.mx

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