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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.20 no.80 Toluca Abr./Jun. 2014

 

Género y autoempleo en México durante la recesión de 2008-2009: un estudio de flujos laborales

 

Gender and self employment in México during the recession of 2008-2009: a study of labor mobility

 

José G. Aguilar-Barceló, Ana B. Mungaray-Moctezuma y Martín Ramírez-Urquidy

 

Universidad Autónoma de Baja California, México.

 

Artículo recibido el 30 de septiembre de 2012
Aprobado el 18 de febrero de 2014.

 

Resumen

A partir de los microdatos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo se analiza empíricamente la evolución de los flujos laborales relacionados con el autoempleo en México en el entorno temporal de la recesión iniciada en 2008. Se encuentra que la segregación por variables laborales y sociales ayuda a identificar patrones de comportamiento diferenciados por género. En general, las mujeres parecen ser mucho más sensibles que los hombres a los vaivenes de la economía nacional. Además, la evidencia es mixta en lo que se refiere al origen del incremento en la participación en actividades de autoempleo femenino en los últimos años, pues aunque éste parece obedecer en gran medida a un efecto de refugio económico, se han encontrado asociaciones relacionadas con la permanencia en el autoempleo y el paso a la microempresarialidad, que indicarían comportamientos "voluntarios" para ciertos grupos de mujeres.

Palabras clave: Género; autoempleo; flujos laborales; recesión.

 

Abstract

Using microdata from the National Survey of Occupation and Employment we analyze empirically the evolution of labor mobility within occupational categories related to self-employment in Mexico during the 2008-2009 recession. We classify the population according to some labor and social variables to help to identify patterns of gender-differentiated behavior. We found that women are more sensitive than men to the economic cycle. Even so, evidence about the origin of the increase in participation of female self-employment activities in recent years is mixed. Furthermore, although this seems to be largely due to a shelter (push) effect, it also exist positive correlation between labor mobility and GDP growth related to entry into self-employment and the transition to other entrepreneurial behaviors that would indicate an innovative (pull) effect, groups of women.

Key words: Gender; self-employment; labor mobility; recession.

 

Introducción

Como respuesta a la escasez estructural de empleo formal o como materialización de una visión emprendedora, surge en muchos mexicanos la pretensión de participar con su esfuerzo individual en el desarrollo de actividades económicamente rentables que sirvan de fuente propia de ingresos. Estos esfuerzos al ser unipersonales (aunque pueden complementarse con algunas colaboraciones no remuneradas) suelen nombrarse como "trabajo independiente" o "autoempleo" y la persona que lo ejerce, como trabajador "autónomo" o "por cuenta propia".

En muchos de los casos, al incursionar en el mercado estos individuos no cuentan con experiencia previa ni propensión natural hacia la actividad independiente por desarrollar.1 En otras ocasiones, la iniciativa surge de antiguos empleados que han elegido voluntariamente la vía independiente para seguir trabajando, sin que exista una necesidad económica apremiante. Así, este tipo de trabajo puede llegar a ser altamente precario y de bajo valor agregado, aunque también cabe en su definición la figura del profesionista con capacidad de prestar sus servicios sin vinculación a una empresa, es decir, el trabajador autónomo profesional.

Aunque en países en vías de desarrollo normalmente se trata de una actividad relacionada con bajos niveles de productividad, el autoempleo presenta ventajas para quien lo ejerce, como las de poder ser su propio jefe, no tener a quien reportar, poseer libertad para desarrollar las ideas y la creatividad, tener la posibilidad de administrar a gusto una empresa y, además, el hecho de ser independiente y quizá contar con una vía de autodesarrollo; evidentemente son estas mismas ventajas las que generan muchas de las desventajas del autoempleo cuando el esfuerzo no es correctamente gestionado.

Este tipo de trabajo ha venido creciendo en México de manera descontrolada en los últimos años tanto en hombres como en mujeres, hecho que se debe tomar en cuenta debido a que estos esfuerzos bien dirigidos, pueden ser la vía de mercado para la superación de la pobreza y el fortalecimiento de la estructura empresarial (Ramírez et al., 2009) pudiendo un porcentaje pequeño de ellos incluso convertirse en microempresas (que sean fuente de empleo). No obstante, no queda claro todavía si las causas y consecuencias del incremento del fenómeno son las mismas en ambos géneros.

Lo cierto es que la literatura microeconómica dedicada al análisis de los factores que determinan la decisión de ser empresario empieza a entrelazarse con elementos macroeconómicos, al encontrar en el ciclo económico un sustento capaz de explicar las variaciones a las probabilidades de dedicarse a ser empleador o autoempleado (Congregado et al., 2003). La hipótesis planteada en este trabajo es que el incremento en el número de mujeres que participa en actividades de autoempleo en años recientes en México podría obedecer a un efecto de refugio económico ante situaciones sociales desventajosas respecto a los varones, más que a la inercia mundial con tendencia ascendente de participación de la mujer en los mercados laborales como resultado de un mayor empoderamiento, delatando los altos retos que el ideal de igualdad de género afronta en el país.

En el trabajo se analiza la evolución del autoempleo en México entre los años 2005 y 2010 a través de los flujos de entrada, permanencia y salida y también su asociación con algunas variables relacionadas con las condiciones laborales y sociales del individuo, tomando en cuenta el estado de la economía en cada momento y las diferencias de género.2 Interesa identificar el rol que el género juega en la estructura laboral mexicana, si ésta se altera en periodos de crisis y si con el tiempo las diferencias entre las participaciones de hombres y mujeres se han venido acortando o no.

Lo anterior proporcionará un mayor conocimiento del trasfondo del autoempleo masculino y femenino desde distintas ópticas sociales, tanto por su evolución, como en términos relativos, permitiendo identificar particularmente algunos factores que facilitan u obstaculizan el desarrollo de las mujeres en el área microempresarial. Asimismo, el trabajo proporciona fundamentos que ayudan a la identificación de los casos en los que se puede hablar de estas acciones emprendedoras como voluntarias (por oportunidad) o involuntarias (por refugio).

La organización del trabajo es la siguiente: en la parte sucesiva se revisan, analizan y contrastan las visiones sobre autoempleo y género; después se describen los datos utilizados, el tratamiento dado a los mismos y la metodología empleada; posteriormente se muestran y analizan los resultados obtenidos y por último se presentan las principales conclusiones de la investigación.

 

Revisión de literatura

La discusión económica en lo que respecta al género ha cambiado de manera importante en años recientes. Se ha pasado de un debate centrado en la igualdad de oportunidades y responsabilidades, a otro en el que emergen realidades derivadas de una atmósfera socio-económica diferenciada y cuya omisión en las políticas públicas parecería amenazar no sólo a la equidad, sino también a la eficiencia y sostenibilidad del desarrollo (Belso, 2003).

Los estudios de género exploran cada vez más y mejor las condiciones individuales y sociales que favorecen la participación en la economía, sobre todo en aquellas situaciones donde esta participación es referencia en la construcción del tejido social.3 De hecho, existe evidencia empírica que identifica diferencias de género en las razones por las que se incursiona en el mercado laboral, las cuales están presentes, por ejemplo, en las motivaciones particulares o en las percepciones del impacto de los obstáculos y retos involucrados.

Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelan que el papel que ha jugado la mujer en la economía nacional ha cambiando en las últimas décadas. De los empleos generados en 2010, 68 por ciento fue ocupado por hombres y 32 por ciento por mujeres, constituyendo éstas 38 por ciento de la fuerza laboral. No obstante, la participación de la mujer en el mercado de trabajo nacional sólo ha aumentado seis puntos porcentuales de 1970 a 2010, pasando de 20 a 26 por ciento (INEGI, 2010).4

Así, la contracción de los mercados laborales y la pérdida del poder adquisitivo del ingreso acontecida durante las últimas dos décadas, junto con el deseo de autorrealización, parecen haber favorecido la incorporación de la mujer en el mercado de trabajo, especialmente en el ámbito de los emprendimientos individuales o familiares, como forma de obtener en todo o en parte el ingreso familiar. Este fenómeno tomó suficiente fuerza en los albores del presente siglo, como para afirmar que la tasa de aumento de emprendimientos dirigidos por mujeres en América Latina había superado a la de aquellos dirigidos por hombres (Daeren, 2000).5

Sin embargo, existen motivos para pensar que las decisiones laborales de las mujeres no siguen el mismo patrón que en el caso de los hombres. Ya la teoría neoclásica enfatizaba acerca de las diferencias de capital humano entre hombres y mujeres, las cuales eran consecuencia de decisiones individuales y familiares, pudiendo llegar a ser un factor crucial para el desarrollo de ciertos patrones de especialización en la oferta de trabajo (Becker, 1985). Por ejemplo, si se realiza una segregación por edad y giro, llama la atención que el crecimiento más alto de participación laboral durante los años 90 fue en un colectivo específico de mujeres: las más jóvenes y que se dedicaban a actividades de autoempleo, las cuales pasaron de 39 por ciento en 1990 a 45 por ciento en 1998 (Carosio, 2004).

El estudio de la empresarialidad, definida en términos de iniciativa y capacidad individual para enfrentar la economía de mercado, se ha desarrollado ampliamente debido a tres tendencias que han trasformado la configuración de las ciencias sociales: el fortalecimiento de la perspectiva humanista, el desarrollo del trabajo multidisciplinario (Chell, 2007) y la perspectiva de género.

Si bien existe una amplia gama de perfiles motivacionales que llevan a la elección del emprendedurismo, sobresalen dos: i) el de aquellos que buscan aprovechar una oportunidad específica de negocios, es decir, los "emprendedores por oportunidad" y ii) el de aquellos que no encuentran un trabajo adecuado a sus capacidades y necesidades y comienzan un negocio para mantener un nivel de ingreso o incluso para sobrevivir económicamente, es decir, los "emprendedores por necesidad" (Carosio, 2004). Incluso, trabajos como el de Martínez (2009) han dado pruebas para México de la existencia de una dualidad interna constituida por un grupo de autoempleados que busca la acumulación de capital y otro grupo, mayoritario, que lo utiliza como respuesta a la escasez de trabajos formales. En todo caso, estos trabajos no han incorporado la perspectiva comparada de género.

Esta tendencia de las mujeres a elegir la opción emprendedora, reconocida en los años 80 como alternativa para sobrellevar la crisis económica imperante, se acentuó notablemente durante los años 90 y muy especialmente a partir de la recesión económica mundial iniciada en el año 2008 (INEGI, 2010). Esta práctica ha consistido preponderantemente en modalidades de autoempleo o de producción familiar, especialmente entre los sectores más pobres de la población, aunque existe evidencia en el sentido de que el trabajo por cuenta propia, particularmente el informal, está mejor remunerado que el resto de las ocupaciones formales-informales debido a que los cambios en la distribución de las remuneraciones lo han favorecido (Huesca, 2008).

Conjuntamente, la manera de conformar los emprendimientos es distinta por género. Las mujeres establecen organizaciones más horizontales, basadas en la construcción de redes y decisiones por consenso, con mayor tendencia a la asociatividad (Valenzuela y Venegas, 2001). Ellas destinan un mayor porcentaje de sus ingresos a la salud, educación y nutrición de los hijos, que son factores fundamentales para la ruptura del ciclo intergeneracional de reproducción de la pobreza (Abramo, 2003).6

También los objetivos centrales de las mujeres al iniciar un micronegocio no están necesariamente relacionados con la búsqueda de ganancias económicas crecientes, sino que pueden estar consideradas otras metas como la independencia, la flexibilidad para compartir el tiempo entre la familia y compromisos de trabajo y el aseguramiento de la subsistencia de la familia (Valenzuela y Venegas, 2001) lo cual pone de manifiesto la necesidad de análisis alternativos al modelo microeconómico clásico de maximización de beneficios cuando se habla de autoempleo y sus modalidades. Se sugiere entonces que la subsistencia económica podría encontrar raíces en los roles de género y procesos diferenciados de socialización (Rosales, 2009).7

El entorno económico y sociocultural de una región también es un factor que puede ayudar a propiciar o inhibir los emprendimientos de mujeres. La subestimación de la función económica, la existencia de estereotipos en cuanto a las funciones propias de cada sexo, el acceso limitado a determinados empleos o niveles de formación profesional y la propia legislación, son factores que influyen en la creación, supervivencia y desarrollo de las empresas dirigidas por mujeres (Karremans y Petry, 2003). Además, los costos de la inseguridad son asimétricos entre hombres y mujeres forzando a modificaciones en la gestión empresarial derivadas de una actitud preventiva.

Actualmente, 22 por ciento de los hogares mexicanos tiene jefatura femenina, siendo la mujer la proveedora principal o exclusiva; además, en 25 por ciento de los hogares biparentales la mujer aporta 50 por ciento o más del ingreso familiar. Con todo, en años recientes se ha venido dando un aumento de la precariedad laboral femenina, que no puede ser explicada solamente por la estructura o por la dinámica del mercado, sino que exige la introducción de ciertas dimensiones culturales en el análisis. El estudio de los flujos laborales es esencial en la búsqueda de respuestas, pero es importante tomar en cuenta que éstos se construyen a partir de múltiples factores endógenos y exógenos cuyas relaciones se transforman a través del tiempo (Longo, 2009).

Aunque en México los tres sectores de actividad económica son ocupados mayoritariamente por hombres, el tamaño del sector terciario está cercano a niveles de igualdad en términos de género. La evolución de los flujos laborales de la última década sugiere que en los próximos años existirá una mayoría femenina en las actividades de comercio, servicios y turismo y un incremento en la proporción de hombres, para los sectores primario y secundario. De hecho, en 2008, de cada cinco mujeres que participaban en el mercado laboral, prácticamente cuatro lo hacían en el sector terciario de la economía (Cardero y Espinosa, 2009).

En la Tabla 1 se muestran los porcentajes por género de las principales categorías ocupacionales durante la última década. Es interesante notar que la única categoría ocupacional con tendencia distinta entre hombres y mujeres es la de trabajadores por cuenta propia, que se presenta descendente para hombres y ascendente para mujeres. Hay que resaltar también que sólo hacia el final del periodo la proporción de mujeres asalariadas respecto del total de mujeres, fue menor a la de los hombres.

Por otro lado, la tabla referida muestra que el porcentaje de hombres que fueron empleadores durante la década pasada supera en más del doble al de mujeres y que el porcentaje de mujeres que trabajaron sin un pago fue aproximadamente el doble que el de los hombres. Todo lo anterior, entendido como proporciones respecto al total de cada género.

Al calcular las "veces hombre/mujer" de las principales categorías ocupacionales, se encuentra que la tendencia de los últimos años es a que cada vez haya menos hombres por cada mujer (aunque en términos absolutos sigue habiendo más hombres que mujeres). El "trabajo sin pago" es la única categoría ocupacional que está conformada por menos hombres que mujeres debido al significativo número de mujeres que desempeña actividades de apoyo y de trabajo doméstico (Tabla 2) lo que pone de manifiesto la necesidad del diseño de políticas públicas que mejoren las condiciones de inserción femenina en el mercado de trabajo y favorezcan la participación activa de los hombres en las actividades domésticas no remuneradas (Cepal, 2007).8

En la Tabla 3 se muestra que en México los hombres enfrentan mayor desempleo que las mujeres en los niveles de escolaridad bajos, mientras que el desempleo más alto en las categorías femeninas ocurre en los grupos con alta escolaridad. Así, las mujeres con niveles bajos de escolaridad aparecen en el desempleo en menor proporción que los hombres, sin embargo, exhiben mayores dificultades relativas para emplearse en la medida que aumenta su escolaridad.

 

Datos y metodología

Se utiliza la base datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI para el periodo 2005/20109 para conocer las características sociodemográficas y ocupacionales de la fuerza laboral en las principales áreas urbanas del país, antes y durante la recesión que inició a mediados de 2008. Los datos de referencia son las decisiones de los individuos acerca de su movilidad o permanencia en la condición de ocupación que tienen periodo a periodo y el indicador que se construye de base son los flujos de movilidad y permanencia laboral de corto plazo (de t a t + 1 ). Al tratarse de una base de datos trimestral se cuenta con 24 cortes de tiempo, por lo que la información permite tener 23 observaciones acerca de la evolución del indicador.

El trabajo utiliza el Cuestionario Sociodemográfico de la ENOE como fuente de información. Esta base de datos tiene representatividad nacional en términos de la población urbana y es suficientemente robusta como para construir una primera interpretación de los comportamientos de los flujos de mujeres y hombres entre las categorías ocupacionales relacionadas con el autoempleo, sin necesidad de hacer rastreos transversales. De esta forma, se pretende identificar diferencias (o similitudes) en los patrones de comportamiento asociados al trabajo por cuenta propia, a través de su relación con la evolución de la economía, dado que el individuo cuenta con determinadas características sociales para poder inferir acerca de las posibles causas de ello.

La muestra de la ENEO se encuentra formada en promedio por 120 260 viviendas trimestrales; su diseño se basa en un esquema de encuesta continua y rotativa. Estas viviendas están divididas en cinco paneles independientes y del mismo tamaño, que son visitadas durante cinco trimestres consecutivos para obtener información del hogar y de sus miembros; cada trimestre un panel se renueva (rota). La mecánica anterior evita el incremento de las tasas de no respuesta originado por las visitas repetidas.

La clasificación de los flujos surge de las variables laborales: "condición de actividad" y "posición en la ocupación", tomando de la primera las categorías que pertenecen a la Población Económicamente Activa (PEA) y utilizando de la segunda la clasificación para la población ocupada. De lo anterior, ambas variables pueden ser utilizadas como una sola bajo la clasificación: "trabajadores subordinados y remunerados", "empleadores", "trabajadores por cuenta propia" y "población desocupada", que es la adoptada en el presente trabajo.

A manera de referencia, los tamaños absolutos de las categorías ocupacionales al inicio del periodo estudiado (los datos cambian marginalmente trimestre a trimestre) fueron los siguientes: para el caso de subordinados y remunerados 26 165 241 personas; también se consideró el comportamiento de 1 890 071 empleadores; de autoempleados fueron tomadas en cuenta 9 511 628 personas y, finalmente, por parte de los desocupados se registró la opinión de 2 045 024 personas (Cámara de Diputados, 2007). La Tabla 4 muestra los flujos de desplazamiento considerados.

Se entenderá por "trabajador por cuenta propia" o "autoempleado" a aquella persona que trabaja sola óo a lo sumo con apoyo de fuerza de trabajo no remuneradaó en una empresa, establecimiento comercial o taller, sin contratar trabajadores a sueldo y que dispone de sus propias herramientas o medios de producción, lo cual le permite trabajar sin patrón y vincularse directamente con los clientes (Pedrero, 2004). Dentro de la pea ocupada, el trabajo por cuenta propia representa una minoría importante y con tendencia creciente en la composición laboral de los países de América Latina, tanto en su componente formal como en la informal.10

Además de diferenciar por tipo de desplazamiento, la base de datos se segregó por género, lo cual representa una novedad en el estudio de flujos de movilidad laboral, pues muchos de los trabajos anteriores (Bosch y Maloney, 2008; Aguilar et al., 2010, entre otros) han supuesto homogeneidad en el comportamiento de los flujos agregados por categoría. No obstante lo anterior, los objetivos de la investigación hicieron necesaria la aplicación de un tercer nivel de desagregación conducente a conocer las diferencias de comportamiento, de acuerdo con el estado de un conjunto de variables laborales y sociales.

Las variables laborales cualitativas y los "tipos" que pueden tomar, son:

  • Búsqueda de otro empleo: Son los motivos por los que se busca otro empleo. Los tipos que puede tomar la variable son: i) para tener un trabajo complementario, ii) para cambiarse de trabajo y iii) no buscó.
  • Condición de desocupación. Los tipos que puede tomar la variable son: i) perdió o terminó su empleo anterior, ii) insatisfacción con el empleo anterior y iii) dejó o cerró un negocio propio.

Por otro lado, las variables sociales, cuantitativas y cualitativas y los "tipos" que pueden tomar se describen a continuación:

  • Alfabetización (sabe leer y escribir). Los tipos que puede tomar la variable son: i) sí y ii) no.
  • Estado conyugal. Los tipos que puede tomar la variable son: i) unión libre, ii) separada(o) ó divorciada(o), iii) soltera(o), iv) viudo(a) y v) casado(a).
  • Edad. Los tipos que puede tomar la variable son: i) de 14 a 24 años, ii) de 25 a 34 años, iii) de 35 a 44 años, iv) de 45 a 54 años y v) de 55 o más.
  • Nivel de escolaridad. Los tipos que puede tomar la variable son: i) primaria incompleta, ii) primaria completa, iii) secundaria completa y iv) medio superior y superior.
  • Parentesco: vínculo que une al entrevistado con el jefe del hogar. Los tipos que puede tomar la variable son: i) él mismo; ii) esposo o cónyuge, concubino o querido; iii) hijo consanguíneo o reconocido, adoptado, hijastro o entenado y iv) cualquier otro parentesco (madre, padre, hermano, suegro, etc.).
  • Número de hijos: i) sin hijos, ii) de uno a dos hijos, iii) de tres a cinco hijos y iv) de seis hijos o más.

Cabe señalar que la variable "número de hijos" se aplica sólo a la población femenina; la variable "búsqueda de otro empleo" se aplica sólo a la población ocupada; la "condición de desocupación" aplica sólo para desocupados. El resto de variables son de aplicación general. La selección de variables obedece al interés por conocer el papel de algunos de los factores que forman parte de, o potencialmente pueden influenciar las decisiones laborales relacionadas con el autoempleo de los individuos, facilitándolas o inhibiéndolas.

Para el cálculo de los flujos, se llevan a cabo rastreos longitudinales por trimestre, diferenciados por género y desagregados a dos capas (condición de ocupación y condición social) para construir flujos de movilidad laboral relacionados con el trabajo por cuenta propia durante el periodo 2005/2010. Los flujos trimestrales se suman por tipo, se dividen por la base y se concatenan para construir series de evolución que puedan ser entendidas como el comportamiento de la población que cuenta con unas determinadas características iniciales en cada momento del tiempo. Estos flujos pueden ser tomados como aproximaciones a las probabilidades de que un individuo con ciertas características o representativo de un grupo, pueda permanecer o cambiar su condición laboral. Debido a que se calculan flujos en el plazo más corto posible (trimestre) las clasificaciones asumen periodo a periodo el estado inicial como constante durante el mismo.11

Los flujos son analizados a la luz de la evolución de la economía, representada por las series desestacionalizadas12 del Producto Interno Bruto (PIB) trimestral del Banco de México (a precios de 2003) para poder identificar comportamientos cíclicos, contra cíclicos o acíclicos, además de aquellos referidos a las diferencias de género y los "tipos" tomados por las variables laborales y sociales. La relación entre el flujo y el PIB se determina por medio del cálculo del nivel de correlación de Pearson. En el contexto de la naturaleza del comportamiento laboral, una relación cíclica estaría asociada a emprendimientos voluntarios (oportunidad) mientras que una contracíclica a aquellos involuntarios (refugio). Martínez (2009) llama al primero autoempleo superior y al segundo, autoempleo inferior.

Se consideran como elementos de análisis el género, el tipo de flujo (ver Tabla 4), el tipo que toma la variable estudiada y el signo, fuerza y tipo de la correlación. El test que define qué correlaciones son significativas y descarta aquellas asociaciones que puedan deberse al azar, está dado por la ecuación 1:

donde rt es el valor de la correlación y n es el número de observaciones. La expresión anterior se distribuye como una T de Student con n - 2 grados de libertad. En este caso los grados de libertad son el número de trimestres que se asocian. Se llamará correlación alineada (rt) a la que asocia el porcentaje de flujo con el valor del PIB en el mismo trimestre, mientras que la correlación con rezago será aquella que asocia el PIB con el flujo en un trimestre posterior (rt + 1) y, con adelanto, la que asocia el PIB con el flujo en un trimestre anterior (rt - 1).

El valor en tablas necesario para alcanzar resultados con 99 por ciento de confianza para la correlación alineada, dados los grados de libertad, es de 2.528, lo que supone que los valores de iguales o mayores a |0.475| son evidencia de una relación significativa. Para el caso de las correlaciones con retardo o adelanto se obtiene un valor de 2.540, lo que implica que valores de r t+ 1 o rt - 1 iguales o mayores a |0.477| son evidencia de una relación significativa.

La información es presentada y analizada bajo la siguiente especificación: los flujos para cada uno de los "tipos" de las variables laborales y sociales, están formados por aquellos individuos que cambiaron a una determinada categoría laboral sobre la base del total de individuos que estaba en la categoría ocupacional de inicio (Tabla 5), tomando así la forma de porcentajes.13 Estos pueden ser entendidos como el peso de los individuos de un "tipo" que cambiaron de categoría ocupacional, respecto del total que podría haberlo hecho. Asimismo, se debe tomar en cuenta que sólo se han considerado aquellos flujos asociados al autoempleo.

 

Resultados

Es importante mencionar que el principal criterio de discusión de resultados es el referido a las variaciones de las series en el tiempo y su asociación con el PIB, medido a través de las correlaciones y la comparaciones de éstas, por género (filas en las figuras 1-6) para un determinado flujo y tipo de variable social (columnas en las figuras 1-6). El nivel del porcentaje en sí mismo de individuos que migra de un estado laboral a otro se utiliza sólo como dato de apoyo. De esta forma, a una correlación "alta" entre el estado de la economía y la evolución de un flujo en particular, se le dará mayor importancia aunque se trate de un flujo medio de 0.5 por ciento de los individuos, que a una correlación "baja", asociada a un flujo medio del cinco por ciento, por ejemplo.

La evidencia indica que las mujeres manifestaron poco interés en pasar al autoempleo cuando contaban ya con un empleo asalariado, pero estos flujos están significativamente asociados al PIB de forma contracíclica y reactiva (Figura 1d); curiosamente fue mayor su flujo del autoempleo hacia el trabajo remunerado para tener un segundo empleo, pero en este caso el patrón seguido fue cíclico y proactivo (Figura 1e). Existe también asociación positiva entre la evolución del PIB y el flujo hacia la microempresarialidad originada desde el autoempleo en un grupo importante de mujeres14 que eventualmente habría podido consolidar sus emprendimientos, sin haber manifestado interés por buscar otro empleo, mostrando un comportamiento también proactivo (Figura 1f). Los hombres no mostraron asociaciones tan consistentes (Figuras 1a, 1b y 1c). Tanto hombres como mujeres mostraron una baja salida del autoempleo cuando la economía soportaba el periodo más intenso de la recesión.

Las mujeres tienen una entrada al autoempleo asociada positivamente al PIB, cuando existe insatisfacción con el empleo anterior (Figura 2e), asociación que no ocurre si se ha perdido el empleo, ni siquiera en el caso de haber cerrado un negocio propio (Figuras 2d y 2f). Esto habla de que las mujeres capitalizan mejor que los hombres la insatisfacción como empleado asalariado, aprovechando los periodos de crecimiento económico para incursionar en el autoempleo.

De acuerdo con la Figura 3, las asociaciones significativas –siempre negativas– entre flujos y PIB se dan bajo condiciones de analfabetismo. La entrada tanto de hombres como de mujeres al autoempleo desde el desempleo, se asocia al PIB de forma contracíclica cuando no se sabe leer y escribir, siendo más fuerte esta asociación en las mujeres, en cuyo caso se observa un marcado incremento del flujo durante la recesión (Figuras 3b y 3e). Las mujeres, además, muestran un comportamiento contracíclico en su paso al autoempleo desde el empleo asalariado cuando no saben leer y escribir, hecho asociado seguramente al nivel de ingreso percibido (Figuras 3a y 3d). La salida del autoempleo para convertirse en empleador en aquellos que no saben leer y escribir, no presenta asociación con el pib en ningún sexo (Figuras 3c y 3f).

La permanencia en el autoempleo es contracíclica para ambos sexos cuando se trata de solteros, pero altamente significativa sólo para el caso de las mujeres (Figuras 4a y 4d). En el caso de los separados o divorciados se encuentra un flujo contracíclico y significativo únicamente para los hombres cuando pasan del desempleo al autoempleo (Figuras 4b y 4e).

Es curioso observar que los hombres viudos muestran un sólido comportamiento contracíclico cuando pasan del autoempleo a la microempresarialidad, evidenciando un repunte durante la crisis (Figura 4c). Cabe destacar que las mujeres casadas pasan del autoempleo a la gestión microempresarial bajo un comportamiento cíclico pero con mayores complicaciones (ralentización en el flujo de desplazamientos) en periodos de recesión (Tabla 5).

El flujo de entrada al autoempleo desde un trabajo asalariado se asocia de forma significativa con el PIB entre los más jóvenes (de 14 a 34 años) de manera contracíclica y con mayor solidez para los hombres (Figuras 5a y 5d). La entrada desde el desempleo en los hombres, también con patrón contracíclico, ocurre en el segmento de 35 a 44 años (Figuras 5b y 5e) siendo manifiesta una mayor dificultad para recolocarse en esa cohorte de edad. Llama la atención el sólido paso del autoempleo a la microempresarialidad en mujeres de 35 a 54 años, mostrando una relación positiva con el PIB, es decir, con incrementos en periodos de recuperación (Figuras 5c y 5f), pero con un importante flujo al empleo remunerado sobre todo cuando se es muy joven (Tabla 5).

Tanto mujeres como hombres de 35 a 44 años se trasladan incrementalmente del empleo remunerado al autoempleo cuando la economía se desacelera. Sin embargo, cabe mencionar que las mujeres tienen un flujo de salida más significativo cuando la economía se encuentra en recuperación o crecimiento. La entrada desde el empleo remunerado y la permanencia en el autoempleo como refugio aparece con mayor probabilidad entre los 25 y 44 años.

El tener primaria incompleta es una condición asociada contracíclicamente con la entrada al autoempleo desde el desempleo para el caso de los hombres (Figuras 6a y 6d). Por su parte, las mujeres muestran diversas asociaciones significativas y de ambos signos, con una marcada diferenciación: de signo positivo cuando cuentan con estudios más allá de la primaria, pero negativo cuando tienen como mucho este nivel académico (Figura 6 y Tabla 5). Asimismo, las asociaciones positivas tienen que ver generalmente con la "salida" (Figura 6f). Parece existir un patrón que indica que cuando hay optimismo económico, a mayor nivel educativo, se facilita la salida del autoempleo hacia el trabajo asalariado pero también a la microempresarialidad. Por otro lado, a menor nivel educativo en las mujeres, se incrementa la probabilidad de entrar al autoempleo, conducta que no es tan evidente en el caso de los hombres (Tabla 5).

En lo que se refiere al parentesco, las asociaciones significativas no fueron muy comunes. En el caso de la entrada, únicamente resultó significativo el flujo del autoempleo desde el desempleo para las hijas mujeres que vivían con el jefe de familia, en cualquier caso, utilizándolo como refugio económico (Figura 7f). En lo que se refiere al flujo de salida, sólo resultó significativo y positivo el paso de las mujeres del autoempleo hacia la empresarialidad, para el caso de las mujeres jefas de familia (Tabla 5).

Sólo dos asociaciones resultaron significativas en lo que se refiere al número de hijos; una de ellas indica que cuando se tiene uno o dos hijos la permanencia en el autoempleo se mueve a la par del PIB (oportunidad económica) (Figura 8a). La otra mostraría que cuando se tienen seis o más hijos la permanencia en el autoempleo se mueve de forma inversa al PIB (refugio económico) (Figura 8b).

 

Conclusiones

Por medio de los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, se revisó la evolución de los flujos laborales relacionados con la condición de autoempleo y su asociación con el ciclo económico para el periodo 2005-2010, incluyendo algunas condiciones de tipo laboral y social, con la finalidad de conocer las similitudes y diferencias entre los patrones de comportamiento de hombres y mujeres, particularmente durante el periodo de recesión económica global acontecido desde finales de 2008. El análisis de resultados muestra que existe evidencia de una diferenciación de género cuando se habla de la caracterización de los flujos laborales relacionados con el autoempleo y la microempresarialidad.

En términos generales, es en el caso de las mujeres donde la asociación con la evolución del PIB está más claramente definida. A nivel del tipo de flujo, las mujeres muestran un mayor número de asociaciones en los desplazamientos de salida del autoempleo, mientras que los hombres muestran mayor asociación en los desplazamientos de entrada. En todo caso, tanto hombres como mujeres suelen entrar al autoempleo en periodos de recesión económica.

Uno de los resultados más interesantes se refiere al nivel de escolarización. En general existe un patrón que indica que en periodos de recuperación económica, con mayor probabilidad se sale del autoempleo conforme mayor sea el nivel educativo, ya sea al trabajo salariado o incluso a la microempresarialidad, hecho particularmente cierto para el caso de las mujeres. Sin embargo, ante una recesión, los grupos con menor grado educativo son los que más claramente buscan entrar o mantenerse en el autoempleo.

Cuando las mujeres tienen a lo sumo dos hijos, es más fácil que prueben el autoempleo como opción laboral ante un buen momento económico, pero supeditado a un retorno al empleo asalariado ante una recesión, una vez superado el periodo de desempleo friccional. Sin embargo, cuando tienen seis o más hijos el comportamiento se invierte, probando el autoempleo ante malos momentos de la economía y buscando el empleo asalariado en los buenos.

También es notable la ciclicidad del paso de las mujeres del trabajo por cuenta propia a la empresarialidad, particularmente de aquellas que no utilizaron el autoempleo como complemento a otras actividades laborales y que están en el rango de 25 a 34 años. Si bien este flujo es menor en volumen y en proporción al de los hombres, la forma de su evolución permite considerarlo como resultado del aprovechamiento de una oportunidad económica de una forma más precisa que el de los hombres.

Los resultados en cuanto a la edad y a la escolarización son consistentes con los encontrados por Martínez (2009) en el sentido de que a mayor edad (aunque los resultados no son claros cuando se está cerca de la adultez mayor) y educación, se incrementa la probabilidad de la entrada al autoempleo con visos microempresariales, aunque el presente trabajo tiene la contribución particular de que lo confirma desagregando el análisis por género. Se coincide también con Pietrobelli et al. (2004) acerca del doble carácter del autoempleo en las economías en desarrollo. Sin embargo, a diferencia de Martínez (2009) quien no puede afirmar que el autoempleo superior tiene un carácter procíclico, en este trabajo se puede sostener que el comportamiento del mercado laboral femenino es más acorde con ello.

Esto lleva a concluir que la hipótesis aquí planteada se cumple sólo parcialmente y desde ciertas ópticas. Por una parte, el incremento reciente en el porcentaje de mujeres que participa en actividades de autoempleo en México parece obedecer en gran medida a un efecto de refugio económico ante un entorno económico adverso y quizá situaciones sociales desventajosas respecto a los varones; pero por la otra, existen suficientes asociaciones, particularmente relacionadas con la entrada procíclica al autoempleo y el paso a la microempresarialidad, que sugieren la presencia de comportamientos "voluntarios" hacia los emprendimientos y la generación de empleo. De esta forma, mientras que el paso hacia el autoempleo aún sigue siendo en buena medida un efecto "refugio", la conversión a empleador o en muchos casos más sólida que la de los hombresó parece derivada del aprovechamiento de oportunidades de mercado.

Desde un punto de vista agregado, las mujeres parecen ser mucho más sensibles que los hombres a las fluctuaciones de la economía, lo cual podría estar asociado a las responsabilidades y roles que el entorno social les impone, los cuales se traducen en un hándicap por superar. Aun así, en México existe un número creciente de mujeres emprendedoras que decide voluntariamente dejar sus trabajos remunerados, abandonando con ello la zona de confort en busca de mejores oportunidades de desarrollo, que incluye la persecución de una meta empresarial.

El trabajo remunerado, pero principalmente el autoempleo con posibilidad de crecimiento, es fundamental en la búsqueda de la superación de la pobreza por parte de las mujeres en un número importante de hogares. Las consabidas dificultades añadidas que ellas enfrentan debido a su condición de género, hacen indispensable que las políticas públicas orientadas a la erradicación de la pobreza y la generación de empleo, incorporen, con visión de largo plazo y dejando fuera los paternalismos, esta dimensión en todas las etapas del proceso: concepción, implementación, evaluación y monitoreo, para asegurar la real igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.

Los estereotipos de género no se restringen al nivel del individuo ni de sus decisiones personales, sino que permean diversos niveles de acción social (Longo, 2009), pero el desarrollo globalizado exige hoy más que nunca políticas públicas de género y no sólo políticas de apoyo para mujeres. Estas últimas están destinadas a tornar más confortable la vida de determinados grupos de mujeres en situación de vulnerabilidad, favoreciendo su inclusión en el desarrollo de las sociedades, mientras que las primeras pretenden modificar la histórica y desigual relación entre los géneros como requisito para alcanzar el nivel de desarrollo deseado (Yannoulas, 2005) en este caso, por medio del establecimiento de condiciones y el fomento al autoempleo que derive en microempresarialidad y favorezca la autorrealización y generación de ingresos.

 

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Notas

1 Hasta 80 por ciento de los autoempleados no tiene documentación que certifique experiencia o conocimiento acerca del giro del emprendimiento.

2 "Trayectoria laboral", es el término más ampliamente utilizado en la literatura económica para estos estudios. No obstante, como este trabajo no pretende identificar la historia laboral de las personas ni sus posiciones sucesivas, ni ser exhaustivo en la distribución de los individuos, se ha preferido la expresión "flujo laboral", la cual resulta más impersonal.

3 Por ejemplo, el sector maquilador textil de Tlaxcala llegó a ser una importante fuente de trabajo y de encadenamientos productivos con las Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES) textiles y de confección de jefatura femenina (Rosales, 2009).

4 En este indicador, en países como Suecia se alcanzaba 75 por ciento al final del siglo pasado (INE, 2003).

5 Estos datos reflejan el peso económico de las microempresarias y la necesidad de políticas públicas que apoyen sus iniciativas empresariales.

6 Un estudio llevado a cabo en Holanda por Groot y Maassen van den Brink (1999) revela que solamente 20 por ciento de mujeres con cónyuge e hijos menores de 12 años tiene posibilidad de desarrollar plenamente su capacidad emprendedora. Para las mujeres con cónyuge pero sin hijos la proporción es considerablemente más alta: 60 por ciento.

7 Según la OIT (1999) las mujeres tienden a disponer de menos tiempo para sus negocios por la necesidad de atender simultáneamente el cuidado del hogar y los hijos, teniendo que repartir su tiempo entre el trabajo empresarial y el trabajo doméstico. Incluso muchas alternan con algún trabajo asalariado (Bueno, 2009).

8 Cabe decir que México es el país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) con mayor nivel de trabajo no remunerado en mujeres, con 4.5 horas diarias más que los hombres (OCDE, 2011).

9 Se considera un periodo suficientemente amplio para analizar la evolución sin necesidad de recurrir a mecanismos de armonización de la base de datos, necesarios en caso de considerar años anteriores a 2005.

10 La investigación incluye los casos de autoempleo informal, pero también el formal. La relación entre el autoempleo y la informalidad suele ser más sólida en la medida en que la economía subyacente esté más lejos de pertenecer a la economía industrializada.

11 Es decir, si una persona pertenece al rango de edad de 25 a 34 años en el periodo inicial, se clasificará como tal y se considerará que pertenece a este grupo durante el trimestre siguiente, ocurra ello en realidad o no.

12 Debido a que no se pretende comparar varios momentos de una misma serie, sino ésta con los flujos laborales resulta apropiado conservar la componente estacional.

13 Se debe precisar que la base considera la categoría laboral de inicio sin distinguir entre los "tipos" posibles.

14 Martínez (2009) lo calcula en diez por ciento para el caso agregado.

 

Información sobre los autores

José Gabriel Aguilar Barceló. Es Maestro en Finanzas por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey; cuenta con el reconocimiento a la suficiencia investigadora en Economía Cuantitativa por la Universidad Complutense de Madrid y es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Su trabajo de investigación se ha orientado hacia el análisis de la empresarialidad, la competencia, la fijación de precios, las estructuras de mercado con énfasis en pequeñas empresas y la economía de redes. Ha publicado 24 artículos en revistas de la especialidad, tales como Región y Sociedad, Estudios Fronterizos, Problemas del Desarrollo, Review of Business & Finance Case Studies, International Journal of Business Strategy, Comercio Exterior, Revista de Economía Industrial y Revista del Derecho de las Telecomunicaciones e Infraestructuras en Red. Actualmente coordina el programa de Maestría y Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Baja Califortnia (UABC). Cuenta con el perfil promep y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Dirección electrónica: gaba@uabc.edu.mx

Ana Bárbala Mungaray Moctezuma. Es Maestra en Estudios Latinoamericanos por la University of California, Los Angeles y Doctora en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Sus líneas de Investigación son la nueva economía política enfocada a la informalidad económica y las políticas públicas para la innovación. Ha publicado cuatro libros, 16 capítulos en libro y seis artículos académicos. Se desempeña como profesor-investigador de tiempo completo en la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la UABC y actualmente es Coordinadora de Posgrado e Investigación de la misma Facultad. Dirección electrónica: bmungaray@uabc.edu.mx

Martín Arturo Ramírez Urquidy. Es Maestro en Economía por la California State Politechnic University, Maestro en Economía con especialidad en Organización Industrial por Claremont Graduate University y Doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC) en el área de capital humano y desarrollo microempresarial. Su producción académica ha sido en las áreas de economía industrial, economía de las pequeñas empresas, capital humano y aprendizaje, desarrollo industrial e instituciones en la frontera norte, empresarialidad y educación. Es autor o coautor de 18 capítulos de libros, 27 artículos en revistas arbitradas nacionales e internacionales; es coautor y/o coordinador de ocho libros. Es profesor con perfil deseable PROMEP desde 2003 y actualmente miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II. Se ha desarrollado en distintos cargos del sector privado y universitario. Actualmente es profesor investigador, miembro del núcleo básico del Programa de Maestría y Doctorado en Ciencias Económicas y Director de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la UABC. Dirección electrónica: martinramirez@uabc.edu.mx

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