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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.20 no.80 Toluca Abr./Jun. 2014

 

Análisis de la inmigración en España y la crisis económica*

 

Economic crisis and its socio-economic impact on immigration in Spain

 

Jesús Alberto Valero-Matas, Juan R. Coca e Irene Valero-Oteo

 

Universidad de Valladolid, España/Universidad de Salamanca, España.

 

Artículo recibido el 24 de enero de 2014
Aprobado el 23 de abril de 2014.

 

Resumen

Este artículo pretende mostrar la realidad de la inmigración en España y cómo la crisis está afectando a los migrantes. La migración de las personas se inicia con unos objetivos claros, con la mirada puesta en dar soluciones a muchos de los problemas existentes en el país de origen. Pero cuando se produce una crisis en los países de acogida, se truncan muchas de las metas que dieron origen al proceso migratorio. El artículo intenta poner de relieve dichas consecuencias y cómo afectan al migrante el desempleo, el retorno o el envío de remesas. También aporta una reflexión sobre los beneficios del proceso migratorio en el país de acogida, en este caso España.

Palabras clave: Inmigración; remesas; retorno; crisis económica; mercado laboral; movilidad laboral.

 

Abstract

This paper aims to show the reality of immigration in Spain and the way that crisis is affecting this group. The migration of people begins with clear aim, and with the hopefully solves the problems in the native land. But when a crisis occurs in the host countries are truncated many of the goals that gave rise to the migration process. The paper attempts to highlight those consequences and how it affects the migrant unemployment, return or remittance. But it also brings a reflection on the benefits of the migration process in the host country, in this case in Spain.

Key word: Immigration; remittances; return; economic crisis; labor markets; labor mobility.

 

Introducción

Una primera valoración es que las migraciones no son ni una moda ni mucho menos un elemento nuevo. Se trata de un fenómeno permanente e inacabado. Sin duda, la existencia de una mayor sensibilización y el dinamismo de los medios de comunicación hacia ella, hacen que adquiera una mayor atención. No obstante, las migraciones internacionales requieren buscar una explicación, en sus características y en los contextos en que se producen. Como señala Lacomba (2008: 9) la interpretación de las migraciones en perspectiva global ha de tener en cuenta diversas características, como son los procesos económicos, demográficos, político-sociales y culturales tanto a nivel colectivo como a nivel individual.

En términos generales, en el año 2013, 232 millones de personas vivían fuera de sus fronteras, es decir, dos por ciento de la población mundial mientras en el año 1965 las cifras eran de 75 millones (2.2 por ciento). También ha cambiado respecto al género, si en el año 1965, 47 por ciento de los migrantes eran mujeres, el porcentaje para 2013 era 51. Las tres cuartas partes de los inmigrantes en el mundo proceden de los países en vías de desarrollo (OIM, 2013). Analizando los datos, se observa un cambio significativo en los perfiles, causas y consecuencias de los movimientos migratorios actuales con los de hace cien años (Manning, 2005; Livi-Bacci, 2012; OIM, 2013).

Por lo tanto, la movilidad humana en términos absolutos es mucho mayor y por las dimensiones que está adquiriendo dicho fenómeno, el siglo XXI, como apuntan Castles y Miller (2003) podría acabar siendo el periodo de mayor intensidad migratoria externa.

La falta de trabajo o la mala calidad de gran parte de los empleos existentes en los países en vías de desarrollo han incrementado en los últimos años las migraciones internacionales de trabajadores hacia países con mayores niveles, en busca de nuevas y mejores oportunidades de trabajo y de calidad de vida.

La intensificación de los flujos migratorios hace pensar que algunos de los países con menor renta están pasando por una crisis más profunda que otros, léase que muchos de los migrantes actuales permanecían en el país de origen en el sector informal, considerado como su refugio porque no encontraban empleo en el sector formal, pero les permitía sobrevivir sin la necesidad de abandonar la familia y el país. La compleja situación y un contexto con un nivel de ingresos bajos, les hace optar por emigrar a otros países. Incluso prefieren emprender la aventura cayendo a veces en la irregularidad administrativa que no les permitirá trabajar en el mercado formal y a pesar de ello, deciden continuar porque sus ingresos serán más altos de los que perciben en su país de origen.

Esta sociedad aparentemente global se caracteriza por una prominente movilidad geográfica exterior, sin embargo, no se comporta en forma igualitaria con las personas, ya que favorece a quienes están altamente calificados y es muy restrictiva hacia quienes no presentan esa calificación. De acuerdo con esto, los mercados laborales internacionales permanecen segmentados, pues no existe todo el abanico de calificaciones entre los migrantes. Esta segmentación es negativa para los países de rentas medias o bajas, porque padecen una permanente fuga de cerebros (brain drain) como consecuencia de la salida de esos trabajadores altamente cualificados, lo que arrebata a sus sociedades del capital humano necesario para el progreso.

Las causas que motivan la decisión de emigrar son diversas, aunque todo parece indicar que los factores económicos son los principales. En este sentido, son numerosos los trabajos que desde hace muchos años centran su análisis y la explicación del fenómeno migratorio en cuestiones económicas o lindantes con este ámbito (Portes, 2012; Larramona, 2006; Friedberg, 2001; Hanson y Spilimbergo, 1999; Borjas et al., 1996; Friedberg y Hunt, 1995; Borjas, 1993a; Borjas, 1993b; Vanderkamp, 1971). De hecho, estos factores están asociados con las expectativas de los trabajadores de obtener mayores ingresos en el extranjero que en su país de origen, que les permita una mejora económica, una movilidad social o enviar dinero para ayudar a sus familias a salir de la pobreza y mejorar sus condiciones de vida. Pero también existen otras variables no menos importantes, como la búsqueda de expectativas de futuro para ellos y sus hijos, aun cuando esto pueda acarrear una pérdida de cierta posición económica y social respecto a sus países de origen.

En todo proceso donde se adoptan medidas existe una reflexión y en este caso ésta es mayor, puesto que entra en juego emprender un camino que puede no tener retorno o que se vean truncadas las expectativas que se planificaron. A la hora de valorar la aventura aparecen diversos factores en la selección de un destino u otro: i) las disparidades salariales entre el país de origen y el país receptor; ii) las expectativas económicas en los países de origen y en los países receptores; iii) las redes de apoyo familiar y/o de amistades (Borjas, 2001; Newland e Hiroyuki, 2010); iv) las políticas migratorias de los países receptores que dificultan la entrada de inmigrantes (Velasco, 2010); v) el coste económico del proceso migratorio; vi) la distancia geográfica entre países y vii) la facilidad o dificultad de integración en la sociedad de acogida.

Dichas causas llevaron a muchas personas a embarcarse en la aventura migratoria hacia España. Los cambios sociales, políticos y económicos habidos en dicho país hicieron de éste un atractivo lugar para muchos migrantes internacionales. Este hecho cambió el mapa étnico-cultural y trajo consigo beneficios, pero también problemas. Sin duda, uno de los efectos más significativos recayó en brindar la oportunidad de alcanzar muchos objetivos de dichas personas. No obstante, la crisis económica ha tenido consecuencias negativas para la población en general y especialmente para la población extranjera, perturbando muchos de los propósitos de estas personas. Este artículo intenta realizar un balance de la realidad de los extranjeros asentados en España en la última década y analizar las consecuencias actuales de la crisis en dicho colectivo.

 

Evolución de la inmigración en España

La inmigración ha cambiado el mapa social, cultural y étnico de España. El desarrollo económico español, especialmente a partir de 1986 cuando el país entró en la Unión Europea, significó una transformación de gran dimensión. Se pasó de ser un territorio de emigrantes a convertirse en un país de inmigración. La transición democrática inició el proceso de transformación económica y social. Entonces, los extranjeros que se asentaban en España no respondían al perfil actual, una inmigración económica, sino a los denominados extranjeros turísticos. Las condiciones sociales y climáticas del país contribuían a su asentamiento. Estos primeros flujos de extranjeros se caracterizaban por ser jubilados con altos ingresos económicos. De hecho, existen zonas en Mallorca, Canarias y Andalucía donde la población es mayoritariamente extranjera. No obstante, lo realmente relevante de esta evolución es que no se ha producido de forma lineal. El ritmo de crecimiento se ha intensificado desde el año 1996 y sobre todo de forma exponencial a partir de 2000 y el perfil del migrante ha dado un giro de 180 grados.

El rápido crecimiento de la población inmigrante se refleja asimismo en la creciente proporción de esta población en el total de la población empadronada. Si a principios del siglo XXI el peso relativo de la misma apenas superaba el dos por ciento, diez años después, una de cada ocho personas empadronadas en España era extranjera.

La población inmigrante residente en España desde el año 2000 se ha caracterizado por su marcado carácter económico, similar a las emigraciones de los españoles en el pasado. Dicho incremento fue provocado primero, por el notable aumento registrado de los inmigrantes acogidos al régimen general1 y después, durante los años 2007 y 2008, por los inmigrantes comunitarios provenientes de las zonas europeas menos desarrolladas. De hecho, la incorporación de Rumania y Bulgaria a la Unión Europea, desde el 1 de enero de 2007 y la llegada de contingentes numerosos de inmigrantes de ambas nacionalidades, ha incrementado significativamente el peso relativo de los residentes extranjeros adscritos al régimen comunitario en estos años.

La inmigración, debido a que no formó durante décadas parte del imaginario social español, ha generado el mito de reducir a este colectivo a la relación empleo inmigrante y en consecuencia a enjuiciar que los inmigrantes expulsan del mercado laboral a los autóctonos, porque realizan el trabajo por un menor coste. Sin duda, este estereotipo bastante extendido desde los años 90 de la pasada centuria, ha servido como instrumento de rechazo hacia la inmigración.

Este pensamiento está presente en un alto porcentaje de españoles pero no está bien fundamentado por múltiples razones. Como han señalado Borjas (1993a, 2006), Aysa-Lastra y Cachón (2013) o Iglesias y Llorente (2008) los nacionales se benefician de la inmigración, principalmente, a causa de la complementariedad en la producción entre los inmigrantes y otros factores de producción. Un segundo aspecto es que el mercado laboral español es de dos marchas. Un nivel primario, caracterizado por tener salarios altos, buenas condiciones de trabajo, promoción laboral, etc. y un nivel secundario, que ofrece un salario bajo, malas condiciones de trabajo, incertidumbre, etc. En el nivel primario se ubican los autóctonos y extranjeros procedentes de países comunitarios o desarrollados y en el segundo nivel, extracomunitarios con renta baja o media. Es decir, los inmigrantes del nivel secundario son reclutados para aquellos trabajos que los autóctonos no quieren ocupar y como "ejército de reserva", según los momentos coyunturales del mercado de trabajo (Valero et al., 2010: 242).

Así, se pone de manifiesto que inmigración y desempleo autóctono no guardan relación, como se pretende hacer ver. La desconfianza genera grados de incertidumbre entre la población inmigrante y rechazo en la población autóctona. Así se producen dos tipos de segmentación laboral de la inmigración: intra-inmigración y extra-inmigración. La segmentación intra-inmigración responde a las diferencias existentes entre los trabajadores inmigrantes calificados que consiguen empleos en los mismos términos que los nativos y son un activo importante en el desarrollo económico empresarial. El extra-inmigrante es la diferenciación laboral con los oriundos, que produce una etnoestratificación laboral, en donde los inmigrantes ocupan posiciones inferiores en el mercado laboral: servicio doméstico, empleos no calificados en la hostelería, agricultura, peones de la construcción y comercio al por menor. Sus condiciones de trabajo son peores, con inseguridad laboral, un empleo altamente friccional, etc. y por lo tanto, están más expuestos al desempleo en situaciones económicas difíciles. Este fenómeno ha supuesto una mejora de las condiciones laborales de los naturales al haber tenido un ascenso en la pirámide laboral.

En esta línea de análisis conviene indicar que a consecuencia del envejecimiento de la población española y los cambios estructurales en la sociedad, la inmigración viene a resolver tres problemas. Por un lado, parte de los problemas económicos y laborales, pues al ocupar empleos rechazados por los nacionales contribuyen a incrementar las arcas del Estado en materia laboral. En segundo lugar, en menor medida han sido un activo en el crecimiento de la natalidad, con niveles extremadamente bajos y en algunos casos han repoblado áreas en proceso de despoblación. En tercer lugar, están atendiendo necesidades sociales de la población nativa, que de otro modo sería difícil de cubrir por el Estado o los ciudadanos.

En el estudio de la inmigración en España deben diferenciarse dos cuestiones. Una, los diferentes periodos de arribo de inmigrantes, causado básicamente por cuestiones políticas como persecución o ausencia de libertad en los países emisores y por otra parte, el crecimiento económico español. Respecto a la primera característica es posible señalar varias etapas. En una primera, que se puede denominar el inicio (1975-1985) comenzaron a llegar los primeros inmigrantes, pero no se vislumbraba España como país de acogida. En 1975 solamente residían 165 289 extranjeros, cifra que se incrementó a 241 975 en 1985. La mayoría se asentó en Madrid y Barcelona. En la segunda fase de crecimiento (1985-1995) se empezó a divisar España como país de acogida, al duplicarse la presencia de inmigrantes, pasando de 241 975 a 499 773 individuos. En el tercer periodo o de aceleración (1995-2007) se produjo un enorme incremento de extranjeros, desbordando todas las expectativas. De los 499 773 extranjeros de la década anterior se alcanzaron los 3 979 014, lo cual representa 8.5 por ciento de la población total. Ya no fueron las grandes ciudades las que acogieron a los inmigrantes. Las necesidades productivas y la saturación de las regiones iniciales desplazaron a los inmigrantes a otras áreas. Comunidades como Murcia, Valencia, Canarias o Andalucía y en menor medida Navarra, Galicia, Castilla y León sufrieron una gran transformación cultural. En el cuarto periodo o de madurez (2006-2009) siguieron llegando extranjeros pero los contingentes eran menores. La crisis financiera mundial y las políticas restrictivas de la Unión Europea redujeron las intenciones migratorias. Por último, actualmente España está ante una etapa que se puede denominar de inflexión (2010-2013) ante la crisis económica y las dificultades laborales. Los inmigrantes deben decidir permanecer un tiempo a la espera de una mejora económica, emprender la aventura hacia otros países o retornar a sus lugares de origen.

Analizando la población de acuerdo con el tamaño de la inmigración por contingentes, en un primer momento se puede hablar del periodo europeo, porque hasta 1990 la mayoría de los extranjeros residentes en España correspondía a ciudadanos de la entonces llamada Comunidad Económica Europea (CEE). A partir de ese año sucedió la explosión latinoamericana, que a la fecha continúa siendo el contingente más numeroso de extranjeros residentes en España. Cabe destacar que la llegada de latinoamericanos tiene un comportamiento de dientes de sierra. Inicialmente, los primeros en trasladarse a España en los años setenta de la pasada centuria lo hacían por cuestiones políticas, procedían de países bajo dictaduras (Cuba, Chile, Uruguay y Argentina) y con altos niveles de estudios. Hasta mediados de los noventa, la colonia argentina fue la más numerosa con 20 mil ciudadanos. A mediados de los noventa se produjo un cambio de tendencia. dominicanos y peruanos desplazaron al resto de los latinoamericanos, convirtiéndose en el año 1995 en las principales colonias, fundamentalmente por la llegada de mujeres para trabajar en el servicio doméstico. En 2001, nuevos grupos de migrantes latinoamericanos cambiaron el mapa migratorio procedente de América del Sur y fueron ecuatorianos y colombianos quienes pasaron a erigirse como los principales grupos con 84 699 y 48 710 de personas, respectivamente. A pesar de que la crisis ha llevado a muchos a retornar a sus países de origen, todavía siguen siendo los grupos latinoamericanos más numerosos en España con 359 312 y 218 413 personas en 2013.

En la década de los noventa, periodo de explosión de la inmigración en España, irrumpieron con fuerza los extranjeros procedentes de África; hasta entonces su presencia en España era prácticamente inexistente, pero a partir de entonces, tras los latinoamericanos formaron el grupo más numeroso de extracomunitarios. En el caso africano existe una gran desigualdad. Los marroquíes representan las tres cuartas partes de los africanos residentes en España (717 416 en 2008 a 842 844 personas en 2013) seguidos a gran distancia por argelinos y senegaleses, con 57 807 y 51 909 personas, respectivamente. En ese periodo encontraron en España un nuevo destino laboral y residencial, asentándose en la zona mediterránea y Andalucía, principalmente por la oferta de mano de obra en los sectores agrario y de la construcción.

En el año 2003, emergió un movimiento migratorio importante de los países del este. Sin embargo, llegaron a superar a británicos, italianos, portugueses o alemanes, cuyas colonias son eran las más numerosas en este tiempo. Los rumanos vieron en España un refugio a sus problemas domésticos y emprendieron la diáspora hacia el país. Entre 2003 y 2006 comenzó un permanente trasvase de rumanos a España, duplicándose cada año. Con la sexta ampliación de la Unión Europea en 2007, tras la integración de Rumania y Bulgaria, el arribo de inmigrantes rumanos fue importante y pasó de 211 325 en 2006 a 603 889 en 2007 y a 922 286 en 2013. En 2006 se convirtieron en la comunidad más numerosa procedente de Europa y en 2007 pasaron a ser la comunidad extranjera con mayor número de personas en el territorio español tras haber superado al colectivo marroquí.

Los asiáticos forman un cuarto grupo, colectivo que desde que España se convirtió en país de recepción de inmigrantes, ha estado presente en su geografía humana. En la década de los 80, comenzaron a llegar ciudadanos filipinos a España, principalmente mujeres, para dedicarse al servicio doméstico. A finales del siglo XX, China modificó su política de migración y emprendió un cambio de estrategia con sus ciudadanos, favoreciendo la salida del país. España fue uno de sus destinos y a partir del año 2005 el colectivo chino se convirtió en el grupo asiático más numeroso. La intensiva llegada de pakistaníes desde el año 2002, desplazó al colectivo filipino al tercer lugar.

Para finalizar, las colonias procedentes de Oceanía y América del Norte. Los residentes en España procedentes de estos continentes no son muy numerosos y generalmente están dedicados a actividades muy calificadas y trabajan para grandes compañías. Así, se contabilizaban solamente, al 31 de marzo de 2013, 20 351 estadunidenses, 1 443 australianos, 444 neozelandeses y 2 303 canadienses (Figura 2).

Otra de las cuestiones por resaltar reside en el perfil del inmigrante económico llegado a España en los últimos veinticinco años. En la década de los años 70 y 80 la mayoría de los extranjeros se caracterizaba por tener niveles educativos altos. Es decir, cerca de 70 por ciento estaba en posesión de estudios universitarios o con formación profesional. En la década de los noventa, los perfiles educativos de los inmigrantes se modificaron sustancialmente, estando en posesión de estudios de primaria y secundaria 72 por ciento, 27 por ciento con estudios técnicos o superiores y uno por ciento eran analfabetas. Esto presenta una doble lectura. Por una parte, viene a favorecer la etnoestratificación del mercado laboral y en segundo lugar, la limitación profesional a la que se enfrentan por su baja calificación.

Por otro lado, a grandes rasgos, las distribuciones provinciales más significativas de la población inmigrante por procedencia son como sigue. La población dominante en todo el territorio español es la de rumanos, en primer lugar y marroquíes en segundo. Por razones históricas, sigue existiendo una gran presencia de inmigrantes portugueses en León, Salamanca, Zamora y gran parte de Galicia. La colonia búlgara ha decidido asentarse en Palencia, Valladolid y Segovia.

En la zona norte de España se localizan asimismo grupos significativos procedentes de América del Sur. Por el contrario, se observa una mayor concentración de extranjeros procedentes de la Unión Europea, sobre todo de Alemania y Reino Unido en las Islas Canarias y Baleares y en la zona costera.

 

Efectos de la crisis económica sobre la inmigración

Tras haber realizado una breve exposición de la distribución geográfica de la inmigración en España, se analiza cómo han cambiado el comportamiento y la actitud de los inmigrantes, en otros términos, cómo es la realidad de la inmigración en España tras la crisis económica.

La llegada de trabajadores procedentes de países de rentas bajas o medias, ha propiciado la creación de nuevos nichos laborales, pero también ha causado el desplazamiento de trabajadores nativos de sus trabajos. Por otra parte, los trabajadores oriundos han experimentado, gracias a los extranjeros, un ascenso laboral al ocupar estos últimos, puestos de trabajo de menor categoría.

La etnoestratificación laboral de la inmigración es manifiesta, pues existen nichos laborales propios para ella, aunque como ya se ha indicado, han abierto nuevos campos de trabajo, de los cuales muchos han sido cubiertos por oriundos y otros se han generado exclusivamente para los inmigrantes. La inmigración económica ha producido un cambio estructural en el mercado laboral. Las empresas requieren mano de obra más cualificada, pero a su vez, subcontratan mayores servicios a otras empresas, lo que produce un descenso de la calidad laboral. Dos hechos han ayudado a este deterioro. En primer lugar, la presión de la inmigración por encontrar un puesto de trabajo desplaza a los nativos al desempeñar las mismas tareas a un menor coste. En segundo lugar, reclutar personal con escasa calificación para pagar menos, nutriéndose con mano de obra inmigrante. Como indican Piore y Schrank (2006) no existe una concurrencia de mano de obra entre inmigrantes y nativos como consecuencia de ocupar diferentes segmentos de mercado de trabajo.

En este sentido, como viene diciéndose desde diferentes organismos, estudios e instituciones, la integración social de los inmigrantes reside en el mercado laboral. Sin embargo, ocupar puestos de baja calificación, precarios y de alta temporalidad, implica una dificultad para ello y además, debido a que estos puestos son colectivos con riesgos de exclusión, el asunto se torna más complicado.

Una cuestión importante en estos años y que en época de crisis resulta compleja, es que la inmigración ha llegado a España por dos motivos: la necesidad de los migrantes de mejorar su situación personal y la de sus familias en el país de origen, pero también la demanda de esa inmigración por parte de la economía española. La crisis ha puesto freno a la demanda, aunque no tanto a la salida.

La inmigración durante estos años, hasta la crisis, ha cubierto al menos dos necesidades existentes en España: sanear parte del sistema público de pensiones y con ello garantizar la estabilidad del modelo de reparto y rejuvenecer a la sociedad española.

Como sugieren Iglesias y Llorente (2008: 90) hasta la fecha, "los procesos de inmigración están teniendo un efecto positivo en nuestra economía en términos de bienestar". Sin embargo, la inmigración está produciendo diferencias laborales regionales. La inmigración se asienta en áreas laboralmente dinámicas a la vez que presiona al mercado laboral y contribuye a esa dinamización. Entonces, contribuye a la mejora de los niveles de actividad laboral. Las comunidades menos dinámicas no se ven afectadas por la presión de la inmigración, al no percibir la posibilidad de encontrar un puesto de trabajo.

 

Desempleo de los inmigrantes en España

La crisis económica ha tenido fuertes repercusiones en el empleo en España. En el inicio de la crisis en 2008, el desempleo era de 11.3 por ciento, para situarse en 26.03 por ciento en 2013 (Figura 3). Si el desempleo es un drama para la población en general, en el caso de la población inmigrante el problema ha sido mayor, puesto que en 2008 era de 21.3 por ciento y alcanzó 36.5 por ciento en el año 2013.

El mercado laboral es uno de los elementos básicos en la integración de los inmigrantes en una sociedad. En época de crisis, uno de los elementos determinantes está en el desempleo, que puede llevar a frustrar un proyecto, al retorno, a caer en la exclusión social y a otras múltiples consecuencias. Por ello, se analiza el desempleo en este colectivo.

Si se observa la Tabla 1, donde se muestran los datos tanto del desempleo de la población española como inmigrante según el nivel de formación, se puede ver cómo éste afecta a todas las capas, pero especialmente a quienes poseen niveles formativos medios y bajos. En el año 2008, con la crisis presente, los mayores incrementos de desempleo en los inmigrantes se produjeron en los niveles formativos de educación secundaria y en ese año, el mayor aumento lo sufrieron los inmigrantes con estudios de primaria, que pasaron de 21.5 por ciento en 2008 a 36.5 por ciento en 2013. Este será el comportamiento a lo largo de estos años.

Respecto a la tasa de desempleo extranjero por sexo (Tabla 2), se observa que en los primeros momentos de la crisis (2007) las mujeres tenían tasas de desempleo (como expone Muñoz, 2012) bastante superiores a las de los varones, 23.1 por ciento frente a 12.8 por ciento, si bien a medida que el paro fue aumentando, las tasas entre varones y mujeres se fueron igualando. Observando los intervalos entre 20 y 40 años, se puede ver que las diferencias entre varones y mujeres son mínimas, entre otras medidas se debe a que las mujeres han optado por el trabajo por cuenta propia. Esto implica que ante el incremento del desempleo de los varones, las mujeres pasan a ocupar el puesto de cabeza de familia, al ser ellas quienes ostentan el trabajo.

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Valorando el desempleo por sectores y nacionalidad (Tabla 3) el sector de los servicios y de la construcción es donde la población ha sufrido una mayor derrota laboral, alcanzando números desorbitados y dejando a miles de trabajadores sin empleo. Es el colectivo latinoamericano el más perjudicado, porque al igual que los procedentes de África y Rumania, sus niveles formativos son más bajos.

El crecimiento de la población y la dinámica laboral de la inmigración han dado lugar a la creación de empresas, lo que ha visto incrementar considerablemente el número de autónomos. Esto tiene consecuencias positivas considerables.

En primer lugar, ayudan en la creación de empleo, en segundo término participan en la inversión económica del país y en el sistema productivo. Un tercer efecto es que la creación de empresas conlleva el asentamiento y en consecuencia facilita la integración en el sistema social y por último, durante un tiempo, envía mayores cantidades de remesas al país de origen. Eso tiene un efecto socioeconómico favorable, tanto en el país de origen como en el de acogida. La crisis ha tenido su efecto sobre el colectivo inmigrante. Muchos de ellos se han visto obligados a cerrar sus negocios y en algunos casos, con considerables pérdidas económicas. Como se observa en la Figura 4, las mujeres inmigrantes han mantenido un crecimiento constante y los varones no tienen el mismo comportamiento. Estos alcanzaron su punto álgido en el año 2007. La situación económica tuvo su efecto en dicho colectivo y a partir de ese año comenzó a descender. Los comportamientos responden a realidades laborales desiguales; generalmente los negocios de los varones estaban dedicados básicamente a actividades relacionadas con la construcción y el sector servicios, donde el desempleo ha tenido un mayor efecto.

Mientras, en el caso de las mujeres, sus actividades laborales autónomas están orientadas a servicios a la comunidad o negocios al por menor y mantienen una demanda, lo que les permite emplearse como autónomas.

Otro de los aspectos importantes en el análisis de la inmigración desde el punto de vista laboral y su repercusión en la estructura social recae en su movilidad laboral. El trabajo determina el hecho en sí del establecimiento de una persona en un determinado territorio, pero si además es un extranjero que llega a un determinado país con un proyecto migratorio, la movilidad laboral estimulará la consecución de los objetivos buscados, así como el asentamiento o no del migrante. La movilidad ascendente proporciona informaciones sobre diversos aspectos de la población, pero especialmente sobre la friccionalidad del mercado laboral, los riesgos e incertidumbres de éste. Como señala Bücker (2009) la movilidad laboral ascendente genera seguridad laboral y reduce los riesgos y las incertidumbres en los trabajadores. Las desigualdades laborales entre nativos y extranjeros pueden ser un reactivo laboral y en muchos casos provocar desequilibrios en el mercado laboral y generar prejuicios en la sociedad en general.

Los datos así lo confirman. Durante casi dos décadas, el reclutamiento de mano de obra inmigrante ha sido intensivo, motivado como ya se ha dicho, por una demanda de mano de obra en determinados sectores y puestos de trabajo y en segundo lugar, por unos salarios más bajos.

Esto ha dado lugar a la etnoestratificación laboral, donde los nichos de trabajo ocupados por los inmigrantes requieren baja cualificación laboral y prácticamente no producen una movilidad ascendente.

Como se muestra en la Tabla 4, donde están representada la ocupación española por categoría profesional y la ocupación de los extranjeros de fuera de la Unión Europea (UE) en 2011 se centra básicamente en trabajos de baja calificación, ocupaciones elementales, construcción y restauración y vendedores. Son sectores donde la movilidad laboral es escasa, con bajos salarios y sujetos a la temporalidad, por definición de sus características, con difícil promoción. Centrando la atención en la Tabla 4, se percibe el año 2007 como el mejor para los extranjeros extracomunitarios, por haber tenido un ascenso considerable de personas (58 700) desempeñando puestos de dirección o gerencia. Por otro lado, a partir del año 2008 se redujo considerablemente el número de personas (26 800) en estos puestos de decisión. Si se hace una valoración de los datos por género, los varones sufren en mayor cuantía la perdida de responsabilidad en cargos directivos o de gerencia que pasan de 11 900 en 2007 a tan sólo 4 900 personas. Mientras, en las mujeres su efecto es menor, pues su representación paso de 12 mil a 7 900. Cabe señalar, que analizando los datos de movilidad de mujeres con los datos de formación, se observa que muchas han dejado de ocupar puestos de responsabilidad principalmente por dos causas: su regreso al país de origen o la marcha a otros países con mayores expectativas laborales. Mientras en el caso de los varones, esta circunstancia es menor. También se puede decir que las mujeres extracomunitarias están mejor preparadas que los varones, aunque existen nacionalidades como rumana, peruana, paraguaya o ecuatoriana donde los índices formativos de las mujeres son más bajos que los varones.

En el caso de España, a diferencia de otros países del entorno o de los denominados países desarrollados, la difícil convergencia salarial equiparada con el puesto de trabajo, se complica por el modelo productivo y el excesivo abaratamiento de la productividad amparada en salarios bajos y baja calificación. Esto conlleva el binomio inmigrante-bajo salario, al encajonarlo en sectores y trabajos determinados. Encasillarlos en esos puestos de trabajo, porque es lo que se está contratando, empobrece el modelo productivo y limita el ascenso de la población trabajadora inmigrante. Otro aspecto incidente en ello reside en el tamaño empresarial. En empresas grandes las posibilidades de promoción laboral son mayores por la dinámica interna, donde existen políticas formativas, especialización e incentivos que posibilitan el ascenso laboral. En cambio, en las empresas pequeñas por lo general no concurren programas y políticas de esta índole.

En España, el tejido productivo está formado básicamente por empresas pequeñas entre tres y 49 trabajadores.

Un estudio de Tubergen realizado en el año 2008 puso de relieve cómo los inmigrantes cualificados en un espacio de tiempo relativamente corto llegan a converger salarialmente con los oriundos. Para ello, es necesario personal cualificado y en el caso español no hay una masa importante cualificada de extranjeros no comunitarios.

 

Remesas

Un componente importante en el análisis de la inmigración económica reside en las remesas. El envío de remesas a las familias de origen suele ser una de las principales razones del proceso migratorio. El envío de remesas resulta fundamental para el desarrollo del país, la mejora de las condiciones de vida de sus familias y como agente de regreso al país de origen. Las remesas suelen destinarse a comprar una vivienda, tierras o abrir negocios, sin embargo, muchas de esas remesas no tienen esa asignación y se destinan al consumo de insumos como televisiones, coches, lavadoras, videoconsolas, etc. El Banco Iberoamericano de Desarrollo (BID) en 2009 establecía que la media del envío de los emigrantes era de tres mil euros anuales procedentes del extranjero. En total se habían enviado a Iberoamérica unos 69 200 millones de euros, siendo la principal fuente de divisas de muchos países iberoamericanos.

En términos similares acontece con los inmigrantes procedentes de África. Por otra parte, esas cantidades ingentes de dinero no están teniendo su efecto en la estructura económico laboral del país. Muchas de las microempresas creadas tras el retorno presentan altos índices de fracaso. Los llamados hijos de la inmigración, jóvenes que conviven con sus abuelos o tíos, están siendo educados en un excesivo consumismo. Mientras unos están trabajando en el extranjero, los perceptores de esas remesas no invierten en futuro y están dilapidando el capital enviado por sus familiares. Esto ha comenzado a generar serios y profundos problemas familiares. La falta de inversión forja el retraso del retorno de los inmigrantes por falta de capitalización y en otros muchos casos, el no retornar y construir una nueva familia en el país de acogida, abandonando a la de origen.

Las remesas son un activo muy importante para muchos países porque mejoran la balanza de pagos, permiten invertir en industria o potenciar el ahorro y a nivel micro, facilitan una mejora de las condiciones de vida de las personas receptoras del dinero enviado. Pero también es cierto que algunos estudios como el del Banco Interamericano de Desarrollo (2009, 2012, 2013) o el Informe de la Organización Internacional de las Migraciones (2013) ponen de relieve que las remesas van destinadas principalmente al consumo o la inversión. Como señalaban Al-Sakka y McNabb (1999) los usos de las remesas de los emigrantes o sus familias han sido una cuestión discutible en cuanto al beneficio neto de los países de origen.

El estudio de las remesas reviste importancia por las siguientes razones:

  • Las remesas son un instrumento de desarrollo económico en la región porque son un ingreso que tiene como destino final los hogares.
  • Las remesas permiten que los hogares receptores tengan mayor capacidad de satisfacer las necesidades de salud y la educación.
  • Las remesas permiten un mayor grado de poder adquisitivo de los hogares, por lo que tienen una incidencia en el consumo, inversión y generación de actividades emprendedoras, es decir, Pequeñas y Medianas Empresas (PYMES).
  • Representan el compromiso de los migrantes de atender las necesidades de su hogar.
  • Permiten desarrollar las infraestructuras de los países receptores.

Tal y como se presenta el panorama, los destinos de esas cantidades de dinero ponen en cuestión si las remesas son una ventaja para los países receptores, puesto que el destino de la mayoría es para usos no productivos, concluyendo el escaso estimulo de desarrollo producido por las remesas. Bastantes estudios señalan cómo las personas perceptoras de remesas destinan dichos recursos económicos a la compra de tierra, vivienda y otros activos reales no productivos, otra cantidad en educación y sanidad y por último, en el pago de deuda y financiación para la futura emigración. Como señalan Vargas et al.:

Un porcentaje relativamente bajo de las remesas es destinado a la creación de empresas locales. Sin embargo no todos los hogares que las reciben dedican algún porcentaje a ello o al ahorro. La mayor parte de los hogares dedican el dinero al pago de alimentación, educación y salud. Deben existir condiciones para la inversión, además de los programas gubernamentales... (2010: 226).

Portes y Rumbaut (2006) señalan que facilitar la emigración a menudo contribuye a la despoblación de las áreas de origen de los migrantes. Una consecuencia de este proceso es que se reduce la población receptora de remesas y se vacían las estructuras productivas que las remesas idealmente deberían reactivar. Ejemplos de este vaciamiento existen en México y en algunas áreas de Ecuador y se hicieron visibles durante los años noventa, cuando una proporción importante de comunidades rurales perdió población.

Tabla 5

Dicho esto, considerando el caso de España, es de singular importancia el aumento de remesas que el país ha experimentado en los últimos años: es, en muchos países de la región andina, el segundo principal origen de los flujos. No en vano, en Ecuador, Europa ha superado con creces los niveles como emisor de remesas sobre Estados Unidos y España ha tenido una contribución importantísima.

En este contexto, España se situó en 2013 como el principal emisor de remesas de trabajadores de la Unión Europea y uno de los principales orígenes de las remesas de algunos de los países de la región de América Latina y el Caribe, como en el caso de Ecuador. Otros países con gran volumen de remesas procedentes de España en 2013, reflejo de la presencia de personas de estos países en España y con permisos de trabajo, son Rumania, Marruecos, Colombia, Argentina, Bolivia, Ecuador y Perú.

Algunas voces aluden a la importante presencia aún de la economía sumergida en España (20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB)) lo que facilita generar ingresos al margen de la legalidad y del control fiscal y administrativo y que tiende a incrementarse en épocas de crisis. En el caso particular de la población inmigrante, podría suceder que estas prácticas tuvieran una incidencia mayor en el seno de este colectivo, pero no existe información cuantitativa que permita afirmarlo.

En el envío de remesas también persiste un alto grado de informalidad y los flujos remitidos son, sin duda, sensiblemente mayores a los oficialmente registrados por el Banco de España en sus estadísticas de balanza de pagos. En época de crisis, el envío de las remesas por vía informal se acentúa porque hay que seguir enviando dinero con el menor coste. Además, algunos países latinoamericanos tienen gravámenes sobre las remesas. Esto hace que muchos ciudadanos decidan enviar sus ahorros por vías informales para evitar los impuestos.

Los mecanismos utilizados por los inmigrantes para enviar las remesas se realizan por vías formales o informales. Esto genera una problemática para la inmigración y como bien indica el estudio realizado por Moré (2009) las remesas informales (ver Tabla 6) tienen una consecuencia negativa para todas las partes, para los países emisores desde el punto de vista de las estadísticas, porque distorsionan la balanza de pagos y la contabilidad nacional y en los países receptores, porque afectan a la oferta y a la demanda de las mismas. Suponen una merma de los ingresos fiscales porque los correos informales no cotizan por ellas. Pero quizá el más perjudicado termine siendo el propio emigrante, porque pone en riesgo el capital que ha ahorrado sin saber si el dinero llegará a su destino y en segundo lugar, son la forma más peligrosa de "no integración", porque utilizar canales no formales implica entrar en la "ley de la selva" perdiendo sus derechos como consumidor y cayendo en manos de mafias financieras.

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Es cierto que las remesas formales conllevan un costo, pero se aseguran la llegada de esas cantidades de dinero. Las más utilizadas en España por los inmigrantes son a través de empresas remesadotas, transferencias bancarias o giros postales. Con la afluencia de inmigrantes, han proliferado las empresas remesadotas, generando puestos de trabajo. Las vías informales (ver Tabla 7) no participan en el desarrollo del mercado laboral y generan redes inseguras y un mercado negro que está en claro crecimiento. Dado el carácter informal y la opacidad de los envíos, es difícil determinar el monto de dinero que sale por canales no oficiales. Existen diferentes mecanismos de remesas informales, si bien el más común es el autotransporte.

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Como se observa en la Figura 5, las remesas aumentaron en el año 2011 tras una caída continuada desde 2006 aun cuando los índices de desempleo en la población inmigrante eran elevados. La explicación que cabe, es que el aumento es consecuencia del incremento de la economía sumergida, lo que permite seguir enviando remesas a los países de origen. Sin embargo, en 2012 y 2013 éstas volvieron a descender, bien por la dificultad de la inmigración de mantenerse económicamente en España que por la continua salida de extranjeros.

La importancia de las remesas enviadas desde España al extranjero es vital para la economía del país y en especial para la economía domestica. En el año 2008, el Banco Interamericano de Desarrollo reveló que en muchos países de Iberoamérica las remesas superan las inversiones directas. En algunos casos las remesas enviadas desde España tienen un peso específico sobre el Producto Interno Bruto (PIB). En Bolivia representan 10.1 por ciento del PIB, en Ecuador, 4.9 por ciento, en Senegal, tres por ciento, en la República Dominicana, 2.1 por ciento, en Colombia 1.5 por ciento, en Marruecos, 1.4 por ciento y en Rumania 0.8 por ciento.

También es cierto que las cantidades que se envían en su conjunto son importantes, no tanto a nivel familiar, puesto que la media suele ser de unos tres mil euros anuales por familia, es decir, unos 250 euros mensuales y van destinadas a unos dos millones de familias.

Las cantidades en su conjunto son significativas, pero si llegaran en un solo paquete y no por etapas, lo que indudablemente resulta poco atractivo o beneficioso para destinarlas a la creación de negocios o industrias y se destinan en su mayoría a otras actividades no productivas.

 

El retorno

El retorno es una posibilidad que está presente en toda persona que inicia el proceso migratorio. En determinadas situaciones, ese retorno se hace doloroso, puesto que la persona que salió de un país con unos objetivos determinados se ve en la necesidad de retornar sin haber cumplido dicho proyecto. España dispone de dos proyectos que ayudan a los inmigrantes a retornar a sus países de origen. Uno se inició en 2003 en colaboración con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). El Programa de Retorno Voluntario de Inmigrantes desde España (PREVIE) es una iniciativa de la OIM, financiada por el Instituto de Mayores y Servicios Sociales (IMSERSOI) y desarrollada en colaboración con la Delegación del Gobierno para la Extranjería y la Inmigración del Ministerio del Interior, dirigido a inmigrantes en estado de vulnerabilidad social y que desean voluntariamente volver a su país de origen. Está diseñado para inmigrantes con problemas serios y que desean regresar a sus países de origen. El otro se inició en 2008, a raíz de la crisis económica. Está dirigido a inmigrantes desempleados con derecho a cobrar el desempleo, de manera que se les abona una cantidad inicial y luego en su país de origen se le abona el restante, pero no podrán solicitar autorización para trabajar en España hasta pasados tres años desde la percepción de todo el monto del desempleo.

Con la crisis bien avanzada y sin un horizonte claro, cabía esperar un retorno importante de inmigrantes y así también lo esperaba el Gobierno de España. La realidad es otra, pues no ha habido una salida masiva de extranjeros a pesar de los incentivos gubernamentales. Lo significativo del fenómeno no es la salida de extranjeros, sino la reducción de la llegada de éstos a territorio español.

En el año 2007 comenzó una salida importante de extranjeros, 120 254 personas, doblando esa cantidad al año siguiente, 2008, con 232 007 personas. Desde ese año continuan saliendo extranjeros, como se puede apreciar en la Figura 6. De seguir este comportamiento de salida y escasa entrada de inmigrantes, en pocos años la población española se verá reducida considerablemente.

Los retornos más importantes corresponden a los varones, que son bastante superiores a los cupos de salida de mujeres. En el año 2008 se produjo la mayor diferencia de salida, 135 927 varones frente a 96 080 mujeres. La falta de trabajo indudablemente está afectando a los inmigrantes y provoca la decisión de regresar en unos casos y en otros la de lanzarse a la búsqueda de empleo en otros países con una economía más saneada. Con el hecho de una menor salida de mujeres, aunque intervienen diferentes factores, se dan dos consecuencias para permanecer en España. Una, mayor facilidad de encontrar empleo debido a los nichos de trabajo donde desempeñan su actividad principal; en segundo lugar, más facilidades para autoemplearse, también promovido por los sectores y actividades en los campos donde se desenvuelve su trabajo.

Tabla 8

Actualmente existen colectivos de inmigrantes que están percibiendo dinero de sus países de origen para permanecer en los países de acogida, a la espera de una mejora de la situación económica y volver de nuevo a continuar su proyecto. Como exponía el periódico La Jornada de México del 4 de octubre de 2009, esto está ocurriendo en Estados Unidos con los inmigrantes latinoamericanos, especialmente con los mexicanos.

En España en menor cuantía, pero algunos colectivos de inmigrantes a través de ayudas de las redes socio-nacionales y de los aportes de las familias en los países de origen, están intentando permanecer en el país a la espera de una situación mejor.

 

Reflexiones finales

La bonanza económica despertó el sueño español en muchos ciudadanos de otros países. La crisis económica ha mermado dicho sueño y la inmigración se ha visto reducida considerablemente respecto a otros años. Parece que esta será la tendencia en el próximo quinquenio. Este descenso en la población inmigrante tendrá consecuencias demográficas y económicas en la demografía española, por el envejecimiento de la población.

Como exponen Fix et al. (2009) la crisis en España ha producido la disminución de flujos de inmigrantes, aunque la mayor parte de los migrantes de América Latina desean permanecer, en cierta medida por la debilidad de las economías de sus países de origen.

El incremento de los niveles educativos de la población oriunda hizo posible que los inmigrantes pudieran ocupar puestos de trabajo de baja calificación no desempeñados por la población nativa y en consecuencia hubo un ascenso de los niveles salariales de éstos. Pero la marcha y falta de mano de obra para dichos puestos, puede traer consigo una movilidad laboral vertical descendiente en la población española.

El envío de remesas tiene múltiples dimensiones y visiblemente no está orientado a generar un crecimiento económico en los países receptores. Éstas básicamente se destinan a la subsistencia y otras muchas al consumo, quedando escasas cantidades en inversión productiva. Esto genera una dependencia que puede originar serios problemas a esas familias cuando sus benefactores se encuentren en situaciones complicadas y no puedan seguir enviando remesas.

A pesar de que las remesas son usadas principalmente para el consumo, éstas son un sustituto del gasto social (Dayton-Johnson, 2008) que los gobiernos no ofrecen a muchos de los inmigrantes cuando retornan con la mirada puesta en el desarrollo de su localidad.

El retorno es la última opción de los inmigrantes y muchos aún se aferran a permanecer en el país, porque no sólo la decisión de regresar puede venir marcada por el futuro incierto, sino que como apuntan Papademetriou y Terrazas (2009) la migración de retorno frecuentemente está más vinculada a las condiciones del país de origen que del país de destino. No obstante, la imposibilidad de encontrar un puesto de trabajo, la falta de vivienda, no poder ahorrar y enviar remesas y en muchos casos, la falta de pagos y las deudas, los obliga a emprender el retorno sin el objetivo cumplido y bajo el estigma de la frustración.

 

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Notas

* Este trabajo es producto del proyecto de investigación Mediación y convivencia intercultural, Financiado por la AECID-Ministerio de aa.ee de España Ref. B/023020/09- 2010-2011.

1 Se entiende por extranjeros en régimen general, aquellos que deben obtener el correspondiente permiso de residencia, temporal o permanente. Por otra parte, son considerados extranjeros en régimen comunitario los ciudadanos de los Estados miembros de la ue o países suscritos en el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo (Islandia, Liechtenstein y Noruega) así como a los familiares de dichos extranjeros y españoles.

 

Información sobre los autores

Jesús Alberto Valero Matas. Doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Licenciado en Sociología por la UCM y Licenciado en Ciencias Políticas y de la Administración por la UCM. Dirige el Grupo de Investigación GICIPORE en la Universidad de Valladolid. Ha sido profesor visitante en diversas universidades extranjeras, Edimburgh University, Colorado School of Mines, Georgetown University Ben Gurion University, UNAM, etc., Tiene en su haber más de diez libros algunos de ellos colectivos, como Sociología de la ciencia o Etica y ciencia: fronteras culturales, y más de 30 artículos en revistas indexadas internacionales, entre los que destacan Diversidad cultural y educación intercultural, Educación, sociedad y cultural, Controversia epistemológica y The migratory flows in Spain: an analysis of the migration and immigration input from European Union. Dirección electrónica: valeroma@soc.uva.es

Juan Romay Coca. Profesor ayudante. Doctor en la Universidad de Valladolid-Campus de Soria. Doctor en Sociología por la Universidad de Santiago de Compostela. Ha sido profesor visitante en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha impartido docencia en el Instituto Politécnico de Braganza en Portugal. Ha participado en más de 20 Congresos Internacionales. Dirige tres revistas y es árbitro en varias publicaciones nacionales e internacionales. Ha publicado más de 20 artículos tanto nacionales como internacionales y varios libros. Entre ellos: The migratory flows in Spain: an analysis of the migration and immigration input from European Union. Dirección electrónica: juanrcoca@gmail.com:

Irene Valero Oteo. Estudiante del último año del grado de Sociología en la Universidad de Salamanca. Ha participado como ponente en congresos internacionales, entre los que destacan: Universidad 2014 (La Habana) o Ninth Internacional Congreso of Qualitative Inquiry (2013) en Chicago (USA). Tiene investigaciones menores realizadas a lo largo de su formación universitaria.

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