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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.20 no.79 Toluca ene./mar. 2014

 

La reproducción de la pluriactividad laboral entre los jóvenes rurales en Tlaxcala, México

 

The reproduction of the labor pluri-activity among rural young people in Tlaxcala, Mexico

 

Hernán Salas-Quintanal e Íñigo González-de la Fuente

 

Universidad Nacional Autónoma de México/ Universidad de Cantabria, España.

 

Artículo recibido el 12 de agosto de 2013.
Aprobado el 9 de diciembre de 2013.

 

Resumen

En la actualidad es indiscutible el hecho de que la agricultura ha dejado de ser central en las estrategias de subsistencia de los habitantes de sociedades rurales y que la proliferación de actividades es una de las principales características de las economías familiares en México.

El presente análisis etnográfico se centra en las características que asumen diferentes prácticas consideradas como relevantes para entender la manera en que se reproduce el carácter pluriactivo de la fuerza de trabajo, esto es, la manera en que los jóvenes del municipio de Natívitas, Tlaxcala adquieren la capacidad para desempeñar actividades laborales en diferentes ámbitos y sectores, en mercados nacionales e internacionales. En este sentido, se estudian tres grupos de estrategias de empleo: la socialización en la unidad doméstica, las prácticas de apoyo a través de redes sociales y las prácticas de consumo.

Palabras clave: Estrategias de empleo, nueva ruralidad, juventud, pluriactividad, México.

 

Abstract

Nowadays, it is a proven fact that agricultural activities which used to be centered in Mexican rural societies have been diversified with other types of activities, especially wage work. They have gone through several transformations which have affected the inhabitants in these rural societies and their agricultural practices in an important way.

This ethnographic paper explores the characteristics that are significant to understand the way that workforce is pluri-actively reproduced, which is how young people from the municipally of Nativitas (Tlaxcala) are inclined to be employed in different fields and sectors, both in national and international labor markets. Specifically, the article examines three employment strategies: socialization and informal learning processes in domestic units, supporting practices through social networks, and consumption practices.

Key words: Employment strategies, new rurality, youth, pluriactivity, Mexico.

 

Introducción

En la actualidad es indiscutible el hecho de que la agricultura ha dejado de ser central en las estrategias de subsistencia y en la manutención económica de los habitantes de sociedades rurales y que la confluencia y proliferación de actividades e ingresos monetarios es una de las principales características de las economías de las familias rurales en México.

La economía y sociedad rural en América Latina se han transformado en décadas recientes como consecuencia de la dependencia de las relaciones capitalistas y de la incorporación de la agricultura y la producción de alimentos a los mercados de la economía mundial. En México, hacia finales de la década de los noventa, los procesos asociados a la globalización y en concreto la reestructuración de la economía, han tenido el efecto de la llamada desagrarización, es decir, una disminución paulatina y sostenida de la superficie cultivada, especialmente en la pequeña propiedad y en las tierras ejidales,1 transformando y en algunos casos desarticulando formas históricas de organización de la producción y del trabajo rural, que en el plano familiar del medio rural se refleja en una reducción del aporte de las actividades agrícolas a la generación de ingresos (Escalante et al., 2007; Carton de Grammont, 2009). A la disminución de superficie cultivada se suman la depreciación del valor de los productos agrícolas, los cambios en el uso del suelo para prácticas relacionadas con el turismo, con la industria, los servicios y el comercio y los cambios en las relaciones de propiedad, los cuales giran en torno a transacciones comerciales de la tierra en el sector de la producción y exportación de alimentos, piensos, biocombustibles, madera y minerales y en la especulación sobre el valor comercial de la tierra2 (Borras y Franco, 2012).

La desorganización productiva ha traído además una transición desde estilos de vida que en el pasado giraban en torno a una ruralidad articulada a través de las actividades agropecuarias de unidades campesinas, hacia un reacomodo actual en que la diversificación de actividades, especialmente las asalariadas, son las que ordenan y dan sentido a la vida y reproducción de las familias y comunidades. Es la llamada pluriactividad como contraparte de la desagrarización, que caracteriza lo que se ha llamado nueva ruralidad (Barkin, 2001; Delgado, 1999; Salas et al., 2011). En el pasado reciente, las sociedades rurales eran consideradas por la producción agropecuaria y de alimentos con base en un actor central: el campesino. En los estudios rurales no se registraban otros ingresos sino como estrategias marginales. Habitualmente el campesino no se empleaba a cambio de un salario y comenzó a hacerlo únicamente con el fin de complementar ingresos para adquirir mercancías que no producía ni conseguía por medio del intercambio; con su trabajo generaba valores de uso y todo producto de su trabajo se encaminaba a la manutención de su familia y a los intercambios en el mercado.

En el esquema analítico descrito quedaban velados y encubiertos los demás trabajos, labores y esfuerzos de la familia por conseguir otros ingresos extra agrícolas fuera de la parcela. Hoy se pueden reconocer cuatro elementos que caracterizan a los campesinos como pobladores rurales: la búsqueda de una agricultura de subsistencia; la organización familiar como unidad de producción, trabajo, consumo y reproducción; la subordinación al Estado y a los mercados regionales o internacionales de mercancías y trabajo y un asentamiento en pueblos que atesoran y reproducen importantes prácticas tradicionales (Bryceson, 2007).

La perspectiva de las nuevas ruralidades abre la posibilidad de volver a mirar a este sujeto campesino sin considerar la pluriactividad de las familias como un fenómeno nuevo que corresponda únicamente a la etapa actual de desarrollo capitalista. La familia rural, de acuerdo con el uso de los recursos naturales de su entorno, ha practicado la agricultura, la caza y la pesca, la recolección de semillas, frutas y madera, ha creado y confeccionado artesanías, ha participado en intercambios de diversa naturaleza y ha movilizado a sus miembros al trabajo asalariado fuera del ámbito de sus unidades domésticas. En consonancia con esta heterogeneidad de formas de trabajo que Arias (2009) reporta al menos desde fines del siglo xix en México, es posible distinguir entre una pluriactividad del pasado —en este sentido tradicional— y una que permita discutir en la actualidad sus características en torno a la reproducción de la fuerza de trabajo en mercados ampliamente extendidos. Estamos de acuerdo con el análisis de estas transformaciones que Martínez (2009: 83) ha calificado como una ampliación del campo social,

proceso que está vinculado con una acelerada mercantilización de la misma sociedad rural, ahora ya no sólo vinculada con el mercado interno, sino también con el mercado mundial. Este proceso, si bien lento en los años sesenta [del siglo XX] se ha acelerado a partir de los años ochenta, pues ha estado acompañado de crisis económicas, reestructuración del rol del Estado y apertura de mercados. El mercado, de ser una realidad ocasional […] ha pasado a ser una realidad permanente y cotidiana.

La participación de la familia rural en mercados laborales tampoco es una novedad completa. En la década de los noventa del siglo xx la migración interna y a Estados Unidos se expandió y generalizó a todas las áreas rurales de México; también la participación de las mujeres en mercados regionales industriales surgió en todo el país (D’aubeterre et al., 2003). Al respecto, según Arias (2009: 172-73)

la combinación de ambas estrategias resultaba afortunada: permitía recibir remesas y contar con salarios locales. Con todo, la existencia y explotación de recursos agropecuarios estaba presente todavía en las estrategias económicas de las familias rurales, y la relación con la tierra jugaba un papel a la hora de tomar decisiones respecto al futuro de los recursos […] Pero esto ya no es tan evidente. Hoy en día, podría decirse que los recursos y opciones agropecuarios han perdido fuerza y centralidad en las estrategias de las familias rurales.

En este contexto, el presente análisis tiene como objetivo principal estudiar las características que asumen diferentes prácticas cotidianas consideradas relevantes en la manera en que se reproduce el carácter pluriactivo de la fuerza de trabajo en las unidades familiares del municipio objeto de estudio. Para ello, se presta especial atención a las trayectorias laborales de jóvenes —sujetos cuya edad oscila entre 15 y 29 años de edad— que adquieren la capacidad para desempeñar actividades laborales en diferentes ámbitos y sectores en mercados nacionales e internacionales. Estudiar específicamente a los jóvenes permite revisar con precisión las formas que adquiere la pluriactividad en el seno de mercados laborales cada vez más flexibles, la transmisión generacional de disposiciones multilaborales y las prácticas ocupacionales al interior y fomentadas por la familia, tanto de quienes necesitan ingresos de diversas fuentes para vivir, como para quienes cumplen funciones que van más allá de la sobrevivencia, cuando dicha pluriactividad se ha convertido en un estilo de vida y en un espacio de socialización. El análisis de las transformaciones rurales en la población joven permite entender las articulaciones que han sido interpretadas como transiciones y/o como oposiciones entre lo rural y lo urbano, entre lo agrícola y lo urbano-industrial.

Las reflexiones presentadas son resultado de una investigación que se desarrolla en el municipio tlaxcalteca de Natívitas desde enero de 2010, la cual busca, entre otras cuestiones, entender la relación local-global desde la perspectiva de las transformaciones sociales, a partir de la experiencia de las poblaciones.3 Para ello, se ha seguido una metodología propia de la Antropología y las Ciencias Sociales que combina técnicas de trabajo de campo y la generación de información etnográfica. Durante todo este tiempo, ha sido posible establecer vínculos estrechos con varias familias extensas cuyos miembros tienen la residencia en varias comunidades pertenecientes al municipio. Específicamente, los datos sobre jóvenes rurales recogidos en estas páginas corresponden al año 2012. Para tal registro, fueron visitadas sistemáticamente las comunidades de Jesús Tepactepec, Santo Tomás La Concordia, San Bernabé Capula y la cabecera Santa María de Natívitas. A partir de redes familiares, se realizaron entrevistas abiertas semiestructuradas a una veintena de jóvenes residentes en el municipio, hombres y mujeres, pertenecientes a familias nucleares y extensas de diferentes niveles socioeconómicos. Esta labor permitió establecer de forma detallada los itinerarios formativos, laborales, residenciales y familiares de los jóvenes y de los miembros de sus familias. Concretamente, fueron seleccionados jóvenes que respondían al patrón normativo de transición a la vida adulta, de manera que primero transitaban del sistema de educación formal al mercado de trabajo, posteriormente formaban una nueva familia a través de la unión conyugal y la maternidad-paternidad, para finalmente obtener la independencia residencial a partir del abandono del hogar de los padres-tutores (Settersten y Ray, 2010: 21; Saraví, 2009a: 49; 2009b: 85). La intención no es otra que mantener constantes las variables en torno al nivel socioeconómico de la familia de origen para centrar el análisis en las prácticas cotidianas que tanto con elementos del pasado como con sus actualizaciones, generan y mantienen la capacidad de los nuevos trabajadores y sus familias para combinar múltiples actividades en contextos tan diversos como el familiar, el empresarial, el grupo de pares, el comunitario y/o el político-sindical.

Pensando que esta generación supone un “lugar estratégico para observar el cambio social” (Reguillo, 2000: 89) destacan tres grupos de prácticas cotidianas, que en los términos de De la Garza (2006) son las estrategias de empleo, las cuales contribuyen decisivamente a reproducir la pluriactividad: i) la socialización en la unidad doméstica de la tradicional pluriactividad laboral campesina en nuevas prácticas de pluractividad laboral y económica; ii) las prácticas de apoyo a través de redes sociales familiares, comunitarias y del grupo de pares, las cuales comprenden la circulación de los medios para ganarse la vida (productos, servicios e información) y iii) las prácticas de consumo como posibilidad de ir ganando autonomía en el hogar de origen y fuente de reconocimiento identitario entre pares.

El artículo está estructurado en cuatro apartados. El primero presenta una breve caracterización de la nueva ruralidad en el sur de Tlaxcala. A continuación se esbozan unos apuntes sobre los conceptos de trayectoria laboral y reproducción de la fuerza de trabajo. En seguida se describen las trayectorias de los jóvenes seleccionados según los intereses de la investigación. Las siguientes subsecciones incorporan información para destacar las estrategias laborales, prácticas socializadoras en la unidad doméstica, de apoyo y las pautas de consumo como configuradoras de la actual pluriactividad laboral que caracteriza las inserciones laborales de los jóvenes nativitenses. Se concluye con una reflexión acerca de la manera en que la penetración y el desarrollo desigual del capitalismo en las sociedades locales latinoamericanas condicionan los requerimientos de la acumulación de capital que, a su vez, contribuyen a la constitución y conservación de diversas formas de utilización de la fuerza de trabajo. Para el caso de Natívitas, se trata de formas en las que la familia, la comunidad y el grupo de pares son piezas clave para formar y transmitir las prácticas de producción y reproducción, caracterizadas por el establecimiento de una relación de dependencia o explotación de la clase trabajadora con el capital (De Oliveira y Salles, 2003: 629; Narotsky, 2004: 304).4

 

La nueva ruralidad en Tlaxcala

Uno de los más importantes efectos de las transformaciones en la sociedad local rural de Natívitas (municipio al sur de Tlaxcala) ha sido la consolidación de estrategias de formación del ingreso familiar mucho más dúctiles, con mayor énfasis en la pluriactividad laboral de los hogares rurales para satisfacer sus necesidades básicas, en donde el trabajo asalariado se ha convertido en una fundamental pero no única fuente de ingresos. Así, es común encontrar familias que tienen cuando menos a uno de sus miembros laborando en las industrias, que cuentan con un pequeño comercio y que continúan cultivando para el autoconsumo y criando animales de traspatio (Salas y González, 2013: 11). En cualquier caso, la ruralidad que actualmente enfrentan las nuevas generaciones es diferente a la que experimentaron los ejidatarios y campesinos del pasado reciente. La desarticulación industrial ha disminuido el trabajo formal y estable, el cual ha sido sustituido por otras formas de trabajo precario, que incluye ocupaciones formales con bajos salarios, autoempleo e informalización.

En este sentido, se coincide con De la Garza (2003: 769-70)5 respecto a que las trayectorias de empleo no pueden asumirse como “la simple sucesión de ocupaciones”, sino que el trabajo tiende “posiblemente a ampliarse y confundirse con otros mundos de vida considerados propios de la reproducción social de los trabajadores”, tales como la unidad doméstica y la familia, el grupo de pares, la comunidad o las organizaciones político-sindicales. Además, la vida laboral y las fuentes de ingreso pueden provenir de múltiples actividades que se desarrollan sucesiva y/o simultáneamente.

Para comprender los escenarios laborales de hoy en día, hay que superar la visión restringida de trabajo —la neoclásica— que supone la racionalidad, la información total y la plena libertad de los trabajadores, además de ampliar el campo social del trabajo. Análogo a las ideas de Martínez (2009) y de De la Garza (2010), Peck (2000) ha llegado a reflexionar que los mercados laborales no pueden ser analizados únicamente como sistemas económicos, sino como espacios sociales “vividos”, socialmente producidos y reproducidos, cultural e institucionalmente localizados. Las significaciones acerca de lo que es trabajo son construcciones sociales que implican relaciones de poder y dominación. El pensamiento único reduce el trabajo al asalariado, dándole un carácter universal y no histórico:

El triunfo actual de la economía neoclásica no sólo implica el relegamiento social del trabajo frente al capitalismo como fuente de valor, sino de la propia producción frente al mercado, supuestamente constatado por la hipertrofia del sector financiero especulativo como fuente de grandes riquezas sin vínculos con la producción (De la Garza, 2006: 16).

El empleo en las grandes industrias se ha desarticulado y tiene una tendencia a disminuir a favor del aumento de empleos en servicios, precarios, informales y temporales. La reproducción social de la fuerza de trabajo y el trabajo de reproducción en la familia para satisfacer necesidades de alojamiento, alimentación, esparcimiento, cuidado de los niños que no adquiere un carácter mercantil, el trabajo mercantil y de subsistencia no capitalista como el del campesino, el trabajo por cuenta propia, el trabajo familiar para venta, el trabajo doméstico no mercantil y el autoempleo, sobrepasan el reconocimiento en la economía de considerar sólo como trabajo el que produce mercancías y las actividades asalariadas.

Natívitas forma parte de una región con una amplia tradición agrícola, un estilo de vida rural centrado en prácticas ancestrales y una organización comunitaria, política y religiosa que, con diferentes matices, ha perdurado hasta la actualidad. Durante el siglo xx la región ha experimentado hechos que la transformaron. Las consecuencias de la Revolución mexicana no esperaron; en la década de los años veinte y hasta los cuarenta tuvo lugar un acentuado proceso de reparto agrario y fomento agrícola que permitió el sustento de la familia rural y la gestación de un contingente de reserva de mano de obra en su interior. En efecto, a partir de los años cincuenta, los gobiernos estatal y federal planearon la instalación de parques industriales en el sector automotriz, petroquímica, hojalatería y fundición y otros que iniciaron operaciones en los sesenta, época en se abrieron las carreteras y se expandieron los mercados para articularse con otras regiones del país y más allá de sus fronteras. Con singular destreza, debido a las debilitadas economías domésticas, los campesinos se incorporaron al trabajo industrial y de esta manera revitalizaron una práctica depositada en su memoria desde las primeras décadas del siglo, cuando formaban parte del trabajo en la creciente manufactura textil.6

Durante las siguientes décadas, la industria generó los llamados empleos clásicos; el uso desmesurado de los recursos naturales y la explotación de la mano de obra comenzó a marcar límites en su desarrollo. A partir de 1990, como resultado de los ajustes estructurales en el ámbito mundial y nacional, la región experimentó serias transformaciones. La industria automotriz comenzó un proceso de flexibilización industrial que significó desmontar el proceso productivo y trasladarlo a pequeñas y medianas fábricas satélites que hoy se extienden por un nuevo corredor industrial que va desde San Martín Texmelucan hacia las ciudades de Puebla y Tlaxcala (Parque 8 del Mapa 1). De esta manera, frente a la fragmentación del proceso productivo se crearon pequeñas industrias y talleres a domicilio para fabricar partes vehiculares como vestiduras, correas, mangueras, hojalata, etcétera. Esta forma ha permitido contratar trabajadores por tiempo parcial menos especializados mediante esquemas flexibles y la creación de una gran variedad de maquiladoras de autopartes.

A partir del análisis de los cambios en el trabajo rural, Lara (2006: 338) apunta que actualmente el trabajo en la agricultura tiene especificidades que

no son sólo las resultantes de un proceso productivo atado a la naturaleza (la tierra y sus fertilidades, el clima, el agua, los ciclos biológicos) pues de ello se han encargado las tecnologías. Éstas responden, ahora, a los mecanismos de restructuración que han abarcado al conjunto de los sectores de la economía.

En esta región, dos factores han sido centrales en la diversificación de la demanda laboral, en la articulación de la agricultura de subsistencia con la comercial y en las migraciones aceleradas: el aumento de población y la reducción del número de hectáreas ejidales cultivadas, factores que han provocado una fuerte presión sobre las parcelas y los recursos naturales, al mismo tiempo que las familias aumentan sus demandas por empleo asalariado (Salas y González, 2013). En Natívitas se puede apreciar que la actividad agrícola sigue siendo importante para la población, pues de acuerdo con el Instituto Nacional de Estdística y Geografía (INEGI, 2010) 30.8 por ciento de la población trabajadora se dedica a la agricultura, frente a un exiguo 15.6 por ciento en todo el estado de Tlaxcala (véanse Cuadros 1 y 2). También se observa cómo disminuye la importancia del empleo en el sector agrícola del municipio: en 1990 fue más de 50 por ciento (INEGI, 1991) en 1980 incluso hubo un aumento a 60.9 por ciento (INEGI, 1981) y decreció al mencionado 30.8 por ciento para el año 2010. Paralelo a esta disminución del empleo agrícola, se observa un importantísimo aumento del empleo en el sector secundario que va de 9.2 por ciento en 1980 a 25.5 por ciento en el año 2010 (INEGI, 2010).

Es evidente que el establecimiento del corredor industrial señalado líneas arriba genera, por un lado, que las actividades agropecuarias pierdan centralidad y por otro, que se diversifiquen las fuentes del ingreso de las familias, hecho que es posible observar en la significativa ocupación en el sector terciario —dentro del que destaca el comercio— en detrimento de las actividades primarias. Para el año 2010, sólo 30.8 por ciento de la Población Económicamente Activa se dedicaba a actividades primarias (agricultura) mientras que 25.5 por ciento de la población nativitense se empleaba en actividades secundarias (industriales) y 43.5 por ciento en terciarias —comercio y servicios— (INEGI, 2010). La información de los años censales citados registra la principal actividad realizada por la población la semana previa al levantamiento del censo y en este sentido, permite observar que se reduce la actividad económica en la agricultura y aumenta en el sector terciario. Sin embargo, al contrastar tal información con los estudios de caso, se constata que los pobladores del municipio combinan las actividades agropecuarias con trabajo asalariado, empleo informal, servicios y comercio, combinación que desde luego no queda representada en la rigidez de las cifras. El trabajo asalariado se lleva a cabo en el sector industrial, en las maquiladoras y en servicios, tanto en la región y otras entidades del país como en el extranjero.7

El caso típico de una familia incluye hasta tres generaciones. Los más ancianos cumplieron su vida laboral y hoy se dedican a la ganadería de traspatio y al cuidado de la parcela ejidal; los adultos generan los ingresos monetarios principales para el mantenimiento de la familia y las generaciones más jóvenes combinan la actividad escolar con el inicio en el mundo laboral. A lo largo de su vida, las personas mayores han transitado por mercados laborales en el área comercial, de servicios, industrial, en mercados regionales, nacionales e internacionales, en la agricultura y ganadería de manera sucesiva y simultánea. Este proceso de diversificación de las fuentes de ingreso y de las actividades laborales se manifiesta en un corte generacional. Quienes han concluido su vida laboral, incluso aquellos que tienen experiencias migratorias, ven en las actividades agropecuarias un medio de subsistencia, por lo que se afanan en reproducir formas de producción y organización familiar y comunitaria que corresponden a un estilo de vida marcado por la agricultura.

A diferencia de la anterior generación, los jóvenes se muestran reacios a emplearse en esa actividad y centran sus expectativas en el trabajo asalariado —oficios ocasionales y/o pequeños negocios— en la región o fuera de ella, de manera que las actividades agropecuarias operan como un soporte para las migraciones laborales y para el desarrollo de otras estrategias económicas de las familias. En este sentido, cabe señalar que las actividades asalariadas y las migraciones laborales se definen por las condiciones del mercado de trabajo y son las que ordenan la vida social y económica de las familias, a diferencia del pasado agrícola.

 

Trayectorias laborales y de reproducción de la fuerza de trabajo

El último año en la vida de Cristina ha sido muy intenso. A sus 29 años, esta tlaxcalteca de un municipio cercano a Natívitas acaba —en este orden- de encontrar un puesto de trabajo estable en una empresa relacionada con sus estudios, contraer matrimonio con un nativitense, tener un hijo con él y empezar a construir su nuevo hogar en la comunidad de Jesús Tepactepec. Antes de todo ello, Cristina había finalizado dos licenciaturas que compatibilizaba desde los 21 años con diferentes empleos. La tienda de ropa de unos conocidos en su municipio de origen fue su primera incursión en el mercado laboral. Aunque no necesitaba trabajar, Cristina comenta que siempre ha querido “comprar su propia ropa”. Estuvo sin contrato un año por una paga de 600 pesos semanales, hasta que su hermana la invitó a participar en un proyecto conjunto de venta de artículos de jardinería en el estado de Veracruz. Los continuos viajes entre Tlaxcala y Veracruz durante cuatro años mantuvieron boyante el negocio, aunque finalmente Cristina prefirió buscar otros empleos en su ciudad natal, desde telefonista en una financiera hasta ayudante en la tienda de otro hermano. Ahora, Cristina trabaja en una empresa de automoción, cuida de su hijo y colabora en las tareas domésticas en la casa de sus suegros mientras espera poder trasladarse a su nueva vivienda. Además, su esposo ya cuenta como miembro de su comunidad para los efectos de cooperaciones y cuotas para el ciclo festivo y las actividades comunitarias.

El particular tramo biográfico de Cristina narrado en estas páginas presenta sumariamente la secuencia de eventos del denominado patrón normativo. Este modelo no es el dominante, sino que, más bien, la juventud mexicana hoy en día sigue modelos transicionales altamente heterogéneos y diversos, los cuales, además, están estrechamente asociados a los procesos de desigualdad social imperantes, de manera que algunos jóvenes —los más privilegiados— experimentan procesos de acumulación de ventajas que refuerzan sus posiciones sociales, mientras los menos privilegiados acumulan experiencias de pobreza, privación y vulnerabilidad cotidiana (Román y Sollova, 2012; Saraví, 2009a).

En otro orden de cosas, la actual cotidianidad de Cristina está conformada por la articulación entre momentos laborales y momentos reproductivos. Se entiende la reproducción de la fuerza de trabajo como aquellas formas sociales que buscan una recreación adecuada y necesaria de las capacidades físicas y mentales de una determinada población, según las exigencias de la producción capitalista, “una determinada división social y sexual del trabajo [que] crea estructuras de opciones que posibilitan o limitan a los individuos en el desarrollo de sus capacidades” (De Oliveira y Salles, 2003: 630).

En otras palabras, la reproducción de la fuerza de trabajo se refiere a la manutención —renovación diaria de la capacidad del trabajador mediante la satisfacción de sus necesidades de alimentación, vestido, vivienda, transporte, salud y otros— y a la reposición del trabajador —su sustitución al retirarse de la población activa— teniendo en cuenta las situaciones históricas concretas. En el caso de la adecuación a las exigencias del neoliberalismo, además de los procesos de reproducción biológica, las formas sociales vigentes que funcionan en la reproducción de fuerza de trabajo abarcan la disolución de modalidades no capitalistas de producción, la migración, la incorporación de mujeres y menores en el mercado de trabajo, la ampliación del tiempo dedicado al trabajo o la pluriactividad laboral, formas sociales que dan respuesta a los requerimientos de los procesos de trabajo capitalistas en cuanto a movilidad espacial, temporalidad (disponer de fuerza de trabajo para ser utilizada un tiempo determinado y en cualquier momento del día) rotación entre sectores, ramas y ocupaciones, etc.

El concepto de trayectoria laboral permite conocer la relación dinámica entre las condiciones estructurales y las estrategias individuales de los sujetos para acceder al mundo laboral. Los estudios sobre trayectorias dan cuenta de la secuencia de posiciones laborales que ocupa una persona en su vida; sin embargo, comprenden un tipo de enfoque de las historias de vida para interpretar los fenómenos sociales a lo largo del tiempo a partir de las vivencias de las personas. Las ideas centrales son construir una síntesis entre el aspecto más objetivo y medible del trabajo y las concepciones y percepciones más subjetivas de éste, señalando su mutua intervención y dependencia, así como reconstruir las interpretaciones y estrategias, entendidas como las evaluaciones de posibilidades y expectativas futuras y las decisiones que ponen en juego los sujetos frente a situaciones estructurales en un momento histórico y en un espacio social (Frassa, 2007).

Entonces, siendo el objetivo principal de la presente propuesta explorar la manera en que se reproduce la pluriactividad laboral en el municipio objeto de estudio —más que cómo se reproduce la desigualdad social— interesa prestar especial atención a las trayectorias laborales reproductivas de jóvenes que, como Cristina, son pluriactivos. En otras palabras, la investigación indaga sobre cómo se está reproduciendo el estilo de vida de Cristina, una mujer de estudios universitarios que simultáneamente trabaja en el mercado formal (tras sucesivas experiencias informales) mientras cuida a su hijo menor, realiza tareas domésticas y coopera —junto a su marido— en el ciclo festivo comunitario. Igualmente, interesa explorar qué tipo de prácticas impulsan a jóvenes como Cristina a entablar sucesivamente diferentes relaciones laborales de dependencia o explotación con el capital.

Para el caso de Nativitas, se han estudiado tres grupos de prácticas cotidianas tradicionales y/o actualizadas que contribuyen a reproducir la pluriactividad laboral: las estrategias de ingreso de la unidad doméstica, la pertenencia a redes u otras estructuras sociales y los hábitos de consumo. Los jóvenes entrevistados comparten la condición de pertenecer a estructuras familiares que combinan múltiples y variadas fuentes de ingreso; igualmente tienen en común que han cursado, están cursando o tienen firmes intenciones de llevar a cabo estudios superiores; que durante tales estudios han establecido relaciones laborales asalariadas —descartando la migración internacional— y que igualmente han realizado o realizan actividades de reproducción domésticas de manutención, domésticas de reposición del trabajador, mantenimiento de redes sociales, servicios comunitarios voluntarios, etc.

 

Familias “multiusos”: la socialización de las prácticas pluriactivas

Los 17 años de Lucía —joven nativitense con residencia familiar en la comunidad de Santo Tomás La Concordia— no impiden trazar una trayectoria laboral reproductiva que puede datarse desde siete años antes. Cuando cursaba el quinto grado de primaria, Lucía compró su primera mochila ahorrando parte de los 100 pesos —“más pasajes”— semanales que unos familiares le daban a cambio de cuidar al hijo de éstos tres veces por semana. Hija de padres separados y hermana de un varón menor y una mujer mayor, Lucía vive desde hace años con su madre y hermano a quien cuida cuando se quedan solos en la vivienda. Muchas veces, ambos hermanos acuden a la casa de sus abuelos —en la comunidad limítrofe de Natívitas— donde ella participa realizando diferentes actividades domésticas e incluso ayudando a su abuelo a dar de comer a los animales que crían en el patio. Actualmente, ella combina sus estudios en la preparatoria —sueña con estudiar Comunicación Social— con participaciones puntuales en una compañía de teatro a la que accedió a través de una compañera de clase y también preparando dos coreografías para el baile de quince años de una prima de su ex novio, a cambio de 1 500 pesos con los que espera poder comprar un nuevo teléfono celular.

Lucía no recuerda completamente las trayectorias laborales de su familia, aunque tiene claro que su padre ha trabajado sobre todo como chofer particular y vigilante, mientras que su madre es “multiusos”, es decir, que ha sido trabajadora informal doméstica en casa de unos familiares de sol a sol desde hace doce años y ha hecho todo tipo de trabajos conseguidos “por recomendación”, tales como vendedora ambulante de comida —ayudada por la propia Lucía— o tejedora de pantalones de mezclilla en una fábrica ubicada cerca de su hogar, etc. Lucía reconoce que su madre ha hecho grandes esfuerzos para que todos sus hermanos tengan posibilidades de concluir una carrera universitaria, aunque la única con perspectivas de conseguirlo —sin haber empezado— es ella misma. Por un lado, al primer año de llegar a la universidad, su hermana comenzó a trabajar en una boutique, abandonó los estudios y se casó; por otro lado, su hermano “está descontrolado”, se fue a vivir una temporada con su padre al Distrito Federal (ciclo en el que se inició laboralmente como ayudante de taller mecánico por 50 pesos al día por tres horas) y ahora sigue estudiando secundaria en un internado.

El caso de la unidad doméstica de Lucía documenta un fenómeno ya estudiado en distintas regiones rurales de América Latina, particularmente en México y Tlaxcala: el incremento de participación de la población en actividades de servicio y comerciales y el aumento de empleos precarios, informales y flexibles (Kay 2007; Salas et al., 2011). Adicionalmente, si se incluye en el análisis la unidad doméstica de los abuelos, la familia extensa de Lucía representa un caso paradigmático de pluriactividad laboral y reproductiva, sucesiva y simultánea: los más ancianos cumplieron su vida laboral y hoy se dedican a la ganadería de traspatio y al cuidado de la parcela ejidal; los adultos generan los ingresos monetarios principales para el mantenimiento de la familia; los niños y jóvenes combinan la actividad escolar con el inicio en el mundo laboral, primero en la unidad doméstica y luego fuera de ésta.

En este contexto, es necesario considerar que la socialización en la unidad doméstica y/o familia extensa de las generaciones más jóvenes en hábitos asociados a la tradicional pluriactividad laboral campesina, propicia el surgimiento y/o actualización de nuevas prácticas pluriactivas. Es importante recordar en este punto que la pluriactividad laboral formaba y forma parte de las estrategias de reproducción social de las unidades domésticas rurales. Adicionalmente, las nuevas prácticas observadas en los individuos jóvenes sugieren que la pluriactividad ha sido interiorizada y por tanto, seguirá formando parte del mundo de vida rural. En este sentido, las familias, instituciones básicas de la economía doméstica en regiones rurales, se reacomodan, esto es, adquieren la capacidad de abrigar a miembros que se mueven en diferentes tipos de mercados laborales, proporcionándoles una base material constituida por un hogar, es decir, un lugar de residencia y de consumo. Aquí es donde la agricultura y las actividades pecuarias juegan un papel primordial como producción de alimentos que ayudan en la reproducción material y biológica de las familias.

 

Trabajar para un familiar: las estrategias de empleo a través de redes sociales

Mónica tiene 20 años, vive en la comunidad nativitense de San Bernabé Capula y puede ser valorada como una joven pluriactiva laboral reproductiva. Su familia también es pluriactiva. Ambos progenitores de Mónica son maestros en escuelas del municipio y destaca la trayectoria laboral del padre hasta antes de conseguir su plaza en el nivel pre-escolar. Además de mantener su ejido de tres hectáreas, lo cual le ha dado oportunidad de ser dirigente de organizaciones campesinas regionales, compaginó diversos empleos en fábricas cercanas al domicilio, caracterizadas por ofertar puestos rotatorios y en cadena de montaje. Una vez que estuvo seguro de estudiar para convertirse en profesor, también trabajó como parte del personal de mantenimiento de las escuelas hasta ganar su plaza y convertirse en destacado dirigente gremial a nivel estatal.

Mónica cursa actualmente estudios universitarios en la ciudad capital del estado, realiza tareas domésticas en la casa de su familia de origen —incluido el cuidado de un anciano— trabaja en casa a través de la venta por catálogo —ingresos variables por comisión— labora fuera de casa como mesera en celebraciones de fin de semana organizadas por dos empresas diferentes —por 200 pesos más propinas por un servicio de entre ocho y doce horas— es vocalista y corista en un grupo musical —500 pesos por actuación— funge como presidenta de una organización política juvenil, es miembro de algunas asociaciones feministas y ecologistas y participa además en los procesos de elección de autoridades comunitarias en los cuales la mujer puede hacerlo.8

Si fuera por su padre, quien ha aceptado paulatinamente los cambios en el papel de la mujer trabajadora fuera del hogar, ella no trabajaría. Sin embargo, desde hace aproximadamente tres años, Mónica genera los ingresos suficientes para proporcionarse “ropa, teléfonos y cosas de la escuela” e incluso colaborar en la economía de la unidad doméstica. Fue a través de redes de parentesco y sociales que empezó a convocar a amigas y vecinas para la venta de artículos del hogar, cosméticos, ropa y zapatos en su domicilio; fue por medio de un primo que contactó con la primera de las empresas de eventos y de la prima de sus primos que contactó con la segunda; por el hermano de un padrino se presentó al casting del grupo musical que finalmente ganó y gracias a su padre entró a participar tanto en organizaciones políticas formales como en los procesos comunitarios de elección de autoridades.

Mónica, como la mayoría de los jóvenes en México, obtuvo su primer empleo precario y los sucesivos a través de su red de amigos o familiares y trabaja en negocios o actividades informales desarrollados en la comunidad de residencia. En sus investigaciones en colonias populares de la Ciudad de México, Saraví (2009a: 237) considera que esta conjunción de capital social, informalidad y localización contribuye “a generar un contexto social en el que tiene cabida la incorporación temprana de los jóvenes al mercado de trabajo”.

Desde luego, la exploración de la accesibilidad a la participación en redes sociales formales (generadas desde las instituciones públicas, incluidas las organizaciones político-sindicales) y/o informales (familiares, compadres, amistades, conocidos) que faciliten el apoyo social en el acceso a un empleo es un factor por tener en cuenta en esta investigación. Se trata de un capital social9 muy concreto que tiene que ver con tres de las principales agencias de socialización e integración de los jóvenes: la familia, el grupo de pares y la comunidad.10 En este sentido, se puede hablar de una multiplicidad de “redes sociales superpuestas en que las mismas personas se vinculan a través de diferentes roles” (Boiseevain, 1974, citado en Portes, 1998: 16).

En definitiva, el papel decisivo de estas prácticas de apoyo en la circulación de los medios para ganarse la vida (productos, servicios e información) habla de la necesidad de incluir en los análisis de trayectorias laborales reproductivas el trabajo invertido en la generación y mantenimiento de redes sociales. Asimismo, en un contexto donde la consecución de recursos a través del capital social puede ser fundamental para cubrir necesidades básicas de muchas familias, tales prácticas funcionan como un elemento central en la reproducción de la fuerza de trabajo con la característica específica —entre otras— de la pluriactividad.

 

Trabajar para “pequeñas compras”: prácticas de consumo como sello de identidad

Carlos, de 23 años, está a punto de completar su transición laboral, residencial y familiar. En un par de meses, se trasladará a vivir con su pareja y sus dos hijos a un municipio del Estado de México para ocupar una plaza magisterial en una escuela primaria. Hasta este momento, Carlos ha seguido una trayectoria laboral reproductiva por una gran variedad de trabajos generadores de los ingresos para mantener a la familia propia, colaborar en la unidad doméstica de origen y de vez en cuando, “salir de parranda con los cuates”.11 Sus primeras actividades estuvieron relacionadas con el terreno agrícola propiedad de su familia de origen, trabajo que realizaba cortando tomate durante ocho horas al día a cambio de la manutención de la familia propia. Durante una etapa de su trayectoria formativa y animado por el grupo de pares, Carlos se dedicó a las apuestas de billar en el doble rol de jugador y apostador. La necesidad de aumentar los ingresos promovió que Carlos empezara a trabajar de albañil por encargo de la familia y que incluso pidiera a un amigo le contratara en su gasolinera por 1 500 pesos semanales.

El caso de Carlos es particularmente interesante porque representa a los jóvenes que no conjugan paralelamente transición familiar y transición residencial. Mientras construye su propia familia, no ha podido emanciparse residencialmente de la unidad doméstica de origen. Esto genera diferentes procesos de paulatina negociación y configuración de roles familiares a través del consumo de artículos domésticos. Por ejemplo, la compra de una televisión, un equipo informático, una radiograbadora, una consola de videojuegos y hasta una motocicleta permiten a Carlos ir ganando independencia y un espacio propio para él y para la familia propia en el hogar de origen. Son artículos que, en conjunto, mantienen igualmente al joven vinculado a múltiples, precarios e inestables empleos.

Las prácticas de consumo esbozadas para Carlos y también para Cristina, Lucía y Mónica coinciden con las interpretaciones de Saraví (2009a: 181 y 233-4) en cuanto a las necesidades propias de la condición juvenil. Mientras los varones siguen pautas relacionadas con el consumo “social” de alcohol, las mujeres se interesan más en poder comprar ropa, celulares, maquillaje o, como decía Mónica, “pequeñas compras”. Sea lo que fuere, el trabajo en sí mismo se vuelve una necesidad para los jóvenes, ya no sólo como una fuente adicional de ingreso para el hogar, sino también como fuente de ingreso para gastos personales y como fuente de identidad y autonomía (Rivera-González, 2013). En este último caso, la contribución a los gastos de la familia de origen tiene múltiples implicaciones identitarias y simbólicas que se logran desde la esfera del consumo y se expresan en una reconfiguración de los roles en el interior del hogar y de las relaciones de autoridad, en la posibilidad de ir ganando independencia y un espacio propio e igualmente en el reconocimiento entre pares.

 

Reproducción social y estructura de explotación

Entre las relaciones trabajo-capital de Mónica mencionadas arriba, destaca el contrato que ella tiene con una empresa de venta por catálogo que únicamente se preocupa de recibir a tiempo lo acordado entre ambas partes. De esta forma, alrededor de un té o café, Mónica reúne cada sábado a diferentes grupos de familiares, amigas y vecinas de la comunidad. Como no puede ser de otra manera, se genera un ambiente distendido, amistoso y propenso a los chismes. Cuando la pieza por vender se sale del presupuesto de la mayoría de potenciales compradoras, el grupo utiliza el denominado “sistema de apartados”, también llamado “tanda”. En palabras de la propia Mónica, “es como un crédito” sin intereses, en el que cada participante —máximo diez— va anticipando en cada reunión un porcentaje de la prenda, de manera que todas ellas terminarán con una pieza de idéntico valor, determinándose a través de un sorteo quiénes lo recibirán en las primeras reuniones y quiénes en las últimas.12

Este espacio de interacción permite estudiar pormenorizadamente cómo la reproducción de las relaciones capitalistas de producción está profundamente imbricada a las particularidades culturales locales que configuran la experiencia y las acciones de la gente (Narotzky 2004: 302 y ss.). La empresa de venta por catálogo —como todas las unidades de producción capitalista— tiene el claro objetivo de obtener beneficios a través de la producción y distribución de mercancías. Igualmente, el objetivo de Mónica es vender tanto como pueda. Lo interesante es ver cómo lo hace a través de redes ya existentes de relaciones sociales y en un contexto de consumo del hogar y la familia. A través de formas construidas bajo particularismos culturales, se diluye la relación de intercambio mercantil vendedora-clienta, se adoptan formas basadas en la reciprocidad con las mencionadas tandas y al mismo tiempo la relación trabajo-capital y la vendedora es específicamente explotada.

Vender productos por catálogo en casa, cosechar tomates en el terreno de su familia, ayudar en la tienda de los padres, enseñar los pasos de una coreografía de quince años a una vecina, ensayar para ofrecer actuaciones musicales en tu comunidad, participar como jugador en apuestas de billar junto a los cuates, son prácticas que incorporan el impulso de reproducción de las personas y al mismo tiempo el impulso de acumulación del capitalismo. En otras palabras, esta diversidad de formas de relación trabajo-capital tienen en común que son construidas a través de la necesidad del individuo de ganarse la vida —abrazando identidades significativas en el marco de la “cultura local”— y a través de la necesidad del capital de garantizar la máxima extracción de plusvalía.

La articulación entre la reproducción social y la estructura de explotación se expresa nítidamente en las relaciones asalariadas, pero también en todas aquellas formas ajenas al mercado, personalizadas e informales, que, como el trabajo doméstico, el intercambio recíproco de trabajo o el trabajo en casa, igualmente generan ingresos, reducen los costes del capital y consecuentemente, contribuyen a la acumulación de excedente. Estos casos corresponden a una amplia diversidad de formas de articulación entre los jóvenes y el trabajo en sus múltiples presentaciones. Sin embargo no hay que olvidar dos aspectos medulares que las hacen posibles: i) las redes sociales de participación comunitaria, barrial y territorial y ii) la reorganización de las tareas de cada miembro del grupo doméstico. En ambos aspectos juega un papel central la familia, la cual se articula con las redes sociales a través de las de parentesco y se adecua a los cambios y exigencias de los mercados laborales. En otras palabras, sea de manera calculada o no, las familias establecen estrategias pluriactivas que involucran a todos sus miembros para buscar la reproducción del grupo.

 

A manera de conclusión

Con base en el estudio realizado, es posible señalar que, dentro de los múltiples factores de transformación rural, el llamado desagrarización es quizá el que más efecto ha tenido sobre los cambios en el trabajo y el que además permite observar el tránsito desde una pluralidad laboral tradicional hacia una pluralidad actual marcada por diversos procesos: la dinámica del mercado de tierras que se destinan a múltiples actividades más allá de las agropecuarias; los cambios en los mercados de trabajo a partir de los cuales la fuerza laboral rural se inserta en contextos urbanos e internacionales; el cambio en la composición de las unidades campesinas por nuevas generaciones de reemplazo de los originarios jefes de familia, ejidatarios y comuneros; el ingreso de mujeres y jóvenes al mundo laboral; el impacto de las remesas en la diversificación del empleo de los miembros del grupo familiar; el aumento del peso de los ingresos familiares provenientes de actividades extra agropecuarias y la reorganización de las familias, en las cuales se establecen momentos diferenciados para que sus miembros se socialicen en el trabajo, adquieran educación formal y accedan al mundo laboral. Es por ello que la tendencia al multiempleo define hoy en día la “multifuncionalidad de la agricultura” (Bonnal et al., 2004) o “pluriactividad campesina”.

A diferencia de los adultos y ancianos, los jóvenes han perdido el interés en ocuparse en las actividades agropecuarias y sus expectativas y capacidades han sido desarrolladas y aprendidas en el ámbito doméstico, en torno al trabajo asalariado, en oficios ocasionales, temporales, en el comercio formal o informal, en los servicios y en las migraciones. Las familias resignifican sus funciones de producción y consumo, lo que puede observarse en estrategias laborales que ordenan la vida social y económica del grupo, desplazando el papel que antes ocupaba la agricultura.

De este marco de referencia devienen las principales características de la socialización que reciben los niños y jóvenes para hacer frente a la adultez y a su vida laboral:

1. Las nuevas generaciones han interiorizado las prácticas laborales de sus mayores adaptándolas a las cambiantes circunstancias del mercado.

2. Al observar la pluriactividad como un proceso común y generalizado entre los padres y abuelos y entre la mayoría de la comunidad, los jóvenes buscan participar y vigorizar redes sociales amplias para acceder a nichos laborales en diferentes lugares, mercados, condiciones y materia de trabajo.

3. El cambio en la estructura de la familia, que tiende a nuclearizarse y reducirse en el número de hijos, modifica, al menos en el imaginario, las necesidades de ingreso, fenómeno que se ha observado en las pautas de consumo que cada vez se parecen más a las de las poblaciones urbanas.

Es posible señalar, a modo de reflexión final y de acuerdo con la terminología utilizada en este trabajo, dos procesos fundamentales.

En primer lugar, con el objetivo de entender mejor la dinámica en la que se desenvuelven las trayectorias laborales y la reproducción de la fuerza de trabajo de los jóvenes rurales, es preciso analizar los escenarios de trabajo. A diferencia de la idea de que el mercado laboral es el encuentro entre la oferta y la demanda de trabajo, se parte del supuesto que este mercado es una construcción social negociada entre los actores y las estructuras. Los primeros no actúan siempre bajo el supuesto de la racionalidad, sino que se mueven y deciden a través de la construcción del sentido del trabajo y del lugar donde trabajar, lo que De la Garza (2010) llama la estrategia del empleo. Por otro lado, se encuentran las restricciones estructurales como la edad de los trabajadores: es sabido que por su edad o debido a condiciones de género y étnicas, los jóvenes están excluidos de los trabajos formales, espacios laborales marcados por la discriminación, la escolaridad, el estado civil, la experiencia y la cualificación.

Sin duda las expectativas, así como los logros laborales, varían de acuerdo con el ciclo de vida y el momento biográfico de cada persona, según la fortaleza de sus redes sociales, las necesidades y decisiones de su grupo familiar dentro de las estrategias de sobrevivencia de éste. Consecuentemente estas estrategias de empleo no se generan por simples decisiones individuales, sino que están acotadas por estructuras que limitan o posibilitan los cursos de acción, además implican una construcción en el plano subjetivo pero principalmente en el plano práctico, que puede poner en juego a la familia, redes de amistad, parentesco o paisanaje (Granovetter, 1995, citado en De la Garza, 2010: 104).

En segundo lugar, bajo las circunstancias descritas de los jóvenes rurales, el trabajo forma parte de la ampliación del campo social que hoy es un marcador de identidad social y forma parte de estrategias de reproducción social que incluyen y superan el concepto clásico —restringido— de trabajo.

Estas condiciones llevan a las familias rurales a recurrir a estrategias que se definen por un conjunto de disposiciones para conseguir un objetivo, la sobrevivencia y reproducción del grupo, que se han vuelto permanentes: producir para el autoconsumo, producir bienes y servicios para el mercado y vender fuerza de trabajo fuera del predio. Con estas disposiciones se combinan dos acciones que parecieran contradictorias: aumentar la producción y reducir el consumo; sin embargo, buscan igualmente la permanencia —no son estrategias transitorias— debido a que carecen de habilidades económicas que logren establecer procesos de acumulación. Se trata de estrategias para complementar los gastos, y se pueden dividir en agrícolas y no-agrícolas (urbanas). Las primeras incluyen emplearse como jornaleros fuera del predio, la feminización laboral fuera de la unidad doméstica y la producción casera de artesanías, alimentos, empaque de semillas y pepitas, venta de helados, etc. Las segundas se refieren a la migración (nacional e internacional) ambulantaje, acceso al servicio doméstico, talleres mecánicos, construcción y albañilería, maquilas y talleres textiles, transporte público, obreros industriales, etc.

Así con todo, la principal estrategia de las familias es combinar una serie de acciones de carácter individual, familiar y comunitario. Hoy sin embargo se han fortalecido —como ha sido analizado en el caso de los jóvenes rurales— las estrategias individuales: acceso a mercados laborales regionales, nacionales e internacionales. Se trata de mercados laborales flexibles, precarios, en cualquier lugar y condiciones. En este sentido, cobra importancia el establecimiento de pequeñas actividades comerciales dentro del municipio, como tienditas, estéticas, cafés-internet, venta de celulares, venta en mercados locales y ferias, pequeños servicios turísticos, etc. Se puede señalar que las familias son pluriactivas y que sus miembros más jóvenes se han involucrado en actividades laborales en diferentes sectores tanto por la experiencia que las familias y generaciones anteriores les han transmitido a través de la socialización, como por la necesidad de enfrentar mercados laborales que ahora son precarios y temporales, que exige de ellos una mayor flexibilidad. Esta forma de reproducción laboral entre los jóvenes permite observar cómo operan los aspectos microsociales (la socialización del trabajo al interior de la familia) para hacer frente a los macrosociales, a los cambios estructurales.

Es posible concluir que observar las transformaciones rurales en la población joven adquiere una doble importancia: describir cómo el acceso de las jóvenes a múltiples mercados de trabajo abre la posibilidad de entender las articulaciones entre lo rural y lo urbano, entre lo agrícola y el trabajo urbano-industrial —polos que tradicionalmente se analizaron separadamente— y caracterizar las variaciones actuales del modelo económico y sus afectaciones particulares en el ámbito rural.

 

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Notas

1 Es importante señalar que, al mismo tiempo, en las últimas décadas se han extendido tierras de cultivos comerciales con sistemas intensivos orientados a la agroexportación, en manos de empresarios agrícolas y empresas transnacionales. En estas regiones muy localizadas, al margen de la propiedad social, se puede observar un proceso diferente de agrarización que articula cultivos de exportación no tradicionales que se insertan en el mercado internacional.

2 Respecto al cambio en el uso del suelo y especulaciones sobre el valor de la tierra y sus implicaciones territoriales, véase la obra colectiva coordinada por Delgado (2008).

3 Investigación titulada “Repensar lo rural y el concepto de nueva ruralidad como propuesta para entender las transformaciones contemporáneas en el Valle Puebla-Tlaxcala” financiada por CONACYT (clave CB-98651) en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, bajo la responsabilidad de Hernán Salas.

4 La importancia del núcleo familiar y del medio social en que se desenvuelven los jóvenes en edad escolar es fundamental para definir, primero, sus opciones y trayectorias de vida y luego, sus aspiraciones educativas, como lo han demostrado Rumbaut y Martínez (2012).

5 De la Garza (2003: 766-771) propone el concepto de “trayectoria de trabajo y reproducción de la fuerza de trabajo” para refutar las tesis defensoras del “fin del trabajo” y argumentar que la extensión del trabajo precario y flexible significa su transformación en formas diferentes que articulan momentos laborales y reproductivos.

6 Los campesinos del país conformaron de manera muy temprana (antes del pleno desarrollo capitalista) un gran ejército de reserva de mano de obra industrial, el cual permaneció durante casi todo el siglo XX y fue fundamental en los siguientes modelos de industrialización. Esto lo había apuntado Kautsky (1977) al analizar la agricultura capitalista y la industria moderna, las cuales para su expansión requerían tanto de proletarios rurales como de campesinos con el objetivo de proveer de fuerza de trabajo estacional y eventual que solamente las unidades campesinas pueden facilitar a costos mínimos. Concluye que los campesinos han sido proveedores no sólo de excedentes de la producción —como ha dejado en claro Wolf (1971)— sino también de trabajo que se transfiere al sistema capitalista a través del salario, conformando de manera singular una articulación entre la economía capitalista y las domésticas (Meillassoux, 1981).

7 Respecto a la importancia que ha adquirido en las últimas décadas la migración hay que destacar que, a diferencia de lo que ocurrió en el pasado cuando la región de estudio fue un destino privilegiado para migrantes originarios de los estados aledaños, hoy en día puede ser caracterizada como una región de expulsión de población en edad productiva.

8 A pesar de que se observa en las comunidades un aumento significativo de la participación activa de las mujeres en el sistema de cargos, el acceso a los cargos de mayor jerarquía social está negado para ellas.

9 Un tratamiento sistemático del concepto de capital social debe distinguir entre: i) los poseedores del capital social, esto es, aquellos que reciben beneficios en función de su participación en grupos; ii) las fuentes del capital social, individuos que entregan bienes valiosos sin una compensación inmediata; iii) los recursos mismos y iv) los efectos positivos o negativos (Portes, 1998: 6).

10 No es desdeñable la importancia de las organizaciones políticas y sindicales para aquellos jóvenes que tienen como objetivo principal conseguir una plaza de maestro y/o hacer carrera en las funciones públicas.

11 En México, cuate tiene la acepción de “amigo muy cercano”.

12 Este “sistema de crédito” organizado ha sido registrado, junto con otras prácticas de ayuda mutua, en sectores de bajos recursos en ámbitos rurales y en sectores urbanos que tienen su origen en poblaciones indígenas que llegaron a establecerse a la ciudad hace varias décadas (Gissi, 2009).

 

Información sobre los autores

Hernán Salas Quintanal. Doctor en Antropología por la UNAM (2000), Maestro en Ciencias Sociales (1996) por FLACSO-México y licenciado en Antropología Social por la Universidad de Chile (1985). Es profesor e investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas UNAM. Sus temas de investigación son diversidad cultural, globalización y nuevas ruralidades. Entre sus últimas publicaciones destacan los libros Nuevas ruralidades. Expresiones de la transformación social en México (UNAM y Juan Pablos, 2011) y El río Nazas. La historia de un patrimonio lagunero (UNAM 2012). Dirección electrónica: hsalas@unam.mx

Íñigo González de la Fuente. Doctor en Antropología de Iberoamérica, Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca y licenciado en Sociología por la Universidad del País Vasco. Es profesor en la Universidad de Cantabria. Sus temas de investigación son educación, juventud y nuevas ruralidades. Entre sus últimas publicaciones destacan los artículos “Community projects in the era of globalization: the case of a local rural society in Mexico”, en Anthropological Notebooks (2012); “Juventud y diversidad cultural. Algunos elementos para un análisis socioantropológico de la transición escuela-trabajo”, en Revista de Ciencias de la Educación (2012); “Socialización comunitaria y procesos educativos informales en el México rural. Estudio de caso” en Gazeta de Antropología (2012). Dirección electrónica: inigo.gonzalez@unican.es

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