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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.19 no.75 Toluca ene./mar. 2013

 

Apoyos en los hogares con al menos un adulto mayor en el Estado de México

 

Supports in the homes with at least one elder member in the State of Mexico

 

Lilian Cervantes*

 

Universidad Autónoma del Estado de México.

 

Este artículo fue
Recibido el 23 de octubre de 2012
Aprobado el 8 de enero de 2013.

 

Resumen

Este artículo analiza las características de los hogares donde viven los adultos mayores del Estado de México, distinguiendo entre ellos los que reciben algún tipo de apoyo informal por parte de sus corresidentes y los que proporcionan algún tipo de ayuda a estos últimos. La fuente de información que se utiliza es la Encuesta sobre Envejecimiento Demográfico en el Estado de México (ESEDEM) 2008, realizada por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México (CIEAP-UAEM). Los resultados muestran que los adultos mayores viven principalmente en hogares nucleares y desempeñan papeles en los cuales no solamente tienen que hacerse responsables de sí mismos, sino de otras personas. En la entidad, 42.2 por ciento de las personas mayores recibe algún tipo de ayuda informal y 16.3 por ciento la otorga; los intercambios de apoyos se efectúan con los hijos, la nuera y el yerno, los cónyuges, los nietos y los padres de los adultos mayores.

Palabras clave: Adulto mayor, familia, envejecimiento, apoyos, hogares, Estado de México.

 

Abstract

The aim of this paper is to analyze the characteristics of the homes in which the elderly people of the State of Mexico live, and also to analyze those who receive some sort of informal support, as well as whether the 60-years-old and older population are the recipients or the providers of said support. The analysis uses data from the Survey on Demographical Aging within the State of Mexico (Encuesta sobre Envejecimiento Demográfico en el Estado de México -ESEDEM) 2008, carried by the Center for Research and Advanced Population Studies of the Autonomous University of the State of Mexico (Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México CIAP-UAEM). The results show that the elderly people live mainly in nuclear homes and perform roles in which they not only have to take care of themselves; they also take care of other people. Within the State, 42.2 per cent of the 60-years-old and older population receives some sort of informal support and 16.3 per cent provides some sort of support. The study shows that the 60 years old and over people mainly interact with their progeny, family-in-law, spouses, grandchildren and parents.

Key words: Elderly people, family, aging, support, homes, State of Mexico.

 

Introducción

La transición demográfica por la que está pasando México ha propiciado que la población tienda a un envejecimiento demográfico. Los factores que han contribuido a dicho proceso son las decrecientes tasas de mortalidad y las bajas tasa de fecundidad, así como los avances tecnológicos y médicos que influyen en el incremento de la esperanza de vida (Partida, 2005).

Hoy nuestro país presenta un acelerado proceso de envejecimiento; sin embargo, todavía la población mexicana es mayoritariamente joven, pues la media de edad es de 26 años (INEGI, 2010). Por ello, es pertinente y oportuno analizar las condiciones de vida de las personas adultas mayores en el presente, con el fin de conocer el perfil de demandas y necesidades de este grupo de población en los años por venir. Para el año 2030 se espera que el porcentaje de adultos mayores sea de 12.5 y para 2050, de 22.6 (Ham, 2011: 141).

Los adultos mayores a los que hace referencia este artículo residen en el Estado de México y nacieron en esta o en otra entidad antes y durante la década de 1950, cuando las condiciones de vida eran totalmente distintas a las actuales: la seguridad social empezaba a desarrollarse y la economía era principalmente agrícola, comenzaban a crecer las áreas urbanas de manera asociada al incipiente crecimiento de la actividad industrial y, posteriormente, de los servicios; estos procesos que favorecieron las migraciones de las zonas rurales mexiquenses hacia los polos de desarrollo económico. La proporción de personas que asistía a los sistemas de educación formal de esa época era limitada en general, pero mucho más entre las mujeres que, por cuestiones culturales, se dedicaban principalmente a los cuidados del hogar y a la crianza de los hijos.

Lo anterior puede observarse en las historias laborales y en la percepción de ingresos y pensiones de los actuales adultos mayores. Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), México es, entre los países miembros de esta organización internacional, la economía que menos otorga pensión a sus trabajadores; como resultado, la gente tiene que permanecer más tiempo dentro del mercado laboral, además el riesgo de pobreza es un tercio más grande para los adultos mayores que para la población en general (CNNEXPANSIÓN, 2011).

Debido a que la mayoría de la población anciana carece de pensión o jubilación o bien percibe una pensión insuficiente para vivir de manera autónoma, surge la necesidad de contar con apoyos informales que completen el sustento de los adultos mayores, por lo cual la familia y otros miembros del hogar pueden ser una fuente de ayuda primordial para los ancianos. Tanto es así que, por ley, los integrantes de la familia de la persona adulta mayor son responsables de proporcionar los satisfactores necesarios para su atención y desarrollo integral (Congreso de la Unión, 2002: 6). Sin embargo, cabe esperar la posibilidad de que en algunas familias sean los recursos formales o informales del adulto mayor los que completen la economía del hogar.

Por estas razones, el presente artículo tiene como propósito analizar las características sociales de los hogares en los cuales viven los adultos mayores y donde se registra algún tipo de apoyo informal, ya sea que la persona mayor provea la ayuda al hogar o que los demás corresidentes sean quienes brinden el apoyo al adulto mayor. Es decir, los apoyos no son solo dirigidos al adulto mayor, lo que se presenta en realidad es un intercambio dentro de los hogares.

La fuente de información que se utiliza en este estudio es la Encuesta sobre Envejecimiento Demográfico en el Estado de México (ESEDEM, 2008), realizada por en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México (CIEAP-UAEM) en el año 2008.

En el primer apartado del artículo se establece la situación demográfica en el Estado de México y se explican las características principales de la población de 60 años o más. La metodología y las fuentes de información que se utilizaron se revisan en el segundo apartado. La importancia de la familia para el adulto mayor y el papel que desempeña este dentro del hogar se aborda en el tercer apartado. A continuación se presentan los tipos de apoyo en los que participa el adulto mayor, con un enfoque principal en los apoyos informales. En la última parte se observan los tipos de ayuda que da y recibe el adulto mayor, de acuerdo con el parentesco de las personas que participan en el intercambio de apoyos. Para concluir este estudio se incluyen algunas reflexiones sobre la importancia de visualizar que los adultos mayores constituyen una fuente de apoyo dentro de sus hogares.

 

La situación demográfica en el Estado de México

El Estado de México, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), es la entidad más poblada de la República Mexicana; en el año 2010 tenía 15 175 862 habitantes, de los cuales 48.7 por ciento eran hombres y 51.3 por ciento, mujeres; con una Tasa de Crecimiento Natural (TCN) de 1.32 y una Tasa Global de Fecundidad de 2.01 hijos (INEGI, 2010).

Según datos proporcionados por el Consejo Nacional de Población (CONAPO), en sus proyecciones de población para el año 2010, la Tasa Bruta de Mortalidad (TBM) fue de 4.74 muertes por cada mil habitantes mexiquenses, mientras que la tasa de natalidad fue de 19.60 por cada mil, y la esperanza de vida fue de 71.86 años para los hombres y de 77.17 años para las mujeres.

La situación demográfica actual es resultado de una dinámica que Rodolfo Tuirán ha explicado del siguiente modo:

Las tendencias seguidas por la mortalidad y la fecundidad han determinado no solo el ritmo de crecimiento de la población, sino también marcado cambios en su composición por edades. Por un lado, la disminución de la mortalidad origina un progresivo aumento de la sobrevivencia, reflejada en la pirámide de población por un número cada vez mayor de personas que llegan con vida hasta las edades adultas y avanzadas. Por el otro, la disminución de la fecundidad se traduce en un estrechamiento de la base de la pirámide, puesto que, a medida que la transición se profundiza, el número de nacimientos es cada vez menor. Ambos procesos conducen a un gradual envejecimiento de la población, caracterizado por una menor proporción de niños y jóvenes, así como un paulatino aumento del peso relativo de las personas en edades adultas y avanzadas (Tuirán, 2002: 31).

Datos recientes muestran que el Estado de México es la entidad de la república que cuenta con el mayor número de personas de 60 años o más (7.7 por ciento del total de la población para 2010), lo cual permite inferir que aproximadamente en uno de cada cuatro hogares de la entidad hay un adulto mayor (Montoya Arce y Montes de Oca Vargas, 2010).

El crecimiento de la población de adultos mayores en el Estado de México ha hecho que la razón de dependencia de la vejez se incremente de cinco en 1990 a ocho adultos mayores por cada 100 personas que se encuentran entre 15 y 64 años de edad en 2010 (INEGI, 2010). Esto muestra que el Estado de México ha iniciado un proceso de envejecimiento poblacional en el cual se presenta un incremento relativo y absoluto de la población en edades avanzadas; por ello, se tiene que adaptar una gama de factores asociados a la vida del adulto mayor como los servicios de salud, la educación, el trabajo, la infraestructura, la seguridad social, los arreglos residenciales de los hogares y las familias.

Conocer las características sociales que presentan los adultos mayores de la entidad permite ubicar más claramente la situación general del envejecimiento demográfico en el Estado de México. Al respecto, Montoya Arce y Montes de Oca Vargas (2010) muestran que, en cuanto al estado de salud de las personas mayores, 40.9 por ciento de los hombres y 43.7 de las mujeres dicen sentirse regular, un tercio dijo que su salud era buena, un importante porcentaje (15.8) mencionó que su estado era malo y solo ocho por ciento de los consultados consideraron que su salud era buena o excelente. Sobre la situación laboral cabe mencionar que hay una notable diferencia respecto a los géneros, ya que 54.2 por ciento de los hombres trabajan, mientras que solo 22.4 por ciento de las mujeres realizan alguna actividad laboral. De entre las personas que no laboran, tres de cada 10 mujeres aceptarían un trabajo si se los ofrecieran, mientras que para los hombres la proporción es cinco de cada 10.

Los adultos mayores que cuentan con algún ingreso por pensión o jubilación solo constituyen 15.9 por ciento del total de su grupo poblacional. Puede notarse que existe un mayor número de hombres que de mujeres pensionados (23.2 y 8.5 por ciento, respectivamente), esto puede deberse a la trayectoria laboral y a los roles sociales, pues el hombre tiene el papel de proveedor, mientras que las mujeres tienen como principal ocupación el trabajo en el hogar.

Los datos revisados hasta aquí dan cuenta de una dinámica poblacional en la que se están generando grandes transformaciones sociales, familiares y en la historia de vida de los individuos que han llegado a la vejez. Si bien la prolongación de la esperanza de vida ha sido un anhelo de la humanidad, los avances médicos y tecnológicos también propician un alargamiento en la vida que trae consigo retos en los cuales se debe trabajar desde ahora; por lo que es necesario analizar esta nueva situación, tanto desde el punto de vista de la dinámica demográfica, como desde el impacto que el envejecimiento ocasiona en los distintos ámbitos de la sociedad.

 

Metodología

Esta investigación se basa en la ESEDEM realizada en el año 2008, entre los meses de junio y agosto por el CIEAP-UAEM. La ESEDEM 2008 permite obtener información sobre las características económicas, laborales, demográficas, de salud, y los aspectos que reflejan la situación social de las personas de 60 o más años. Se trata de una encuesta representativa de la población residente en hogares con al menos una persona de 60 años o más. La encuesta tiene cobertura y representatividad tanto a nivel estatal como regional, considera como localidades urbanas a aquellas que cuentan con 2 500 habitantes o más y como localidades rurales a las que tienen menos de 2 500 habitantes.

El diseño de la muestra estatal consideró los datos del Conteo de Población y Vivienda 2005 del INEGI y se basó en un método estrictamente probabilístico y polietápico. Al momento de realizar el operativo de campo se visitaron 2 304 viviendas particulares, distribuidas proporcionablemente en un total de 140 áreas geoestadísticas básicas (Ageb) urbanas y 60 localidades rurales. En la encuesta se utilizaron dos cuestionarios, uno por hogar y otro individual, el cuestionario de hogar era aplicado a cualquier informante de más de 15 años de edad, mientras que el individual fue aplicado a todos los adultos mayores que vivieran en el hogar. En total se recabaron 1 998 entrevistas completas de hogar y 2 434 individuales, por medio de las cuales se recabó información sobre el grupo de adultos mayores que dan o reciben algún tipo de apoyo, enfatizando los apoyos que se presentan dentro de los hogares (Montes de Oca Vargas, 2011).

 

La familia y los adultos mayores

Las familias también han sido modificadas por la transición demográfica, ya que la baja fecundidad mediada por la planificación familiar ha propiciado una reducción del tamaño promedio de estas (Rejado, 2003). Por otra parte, el aumento de ancianos que no pueden seguir llevando una vida autónoma —debido a que requieren de supervisión, cuidado y atención de otras personas— es un factor que ha introducido cambios en los hogares y familias, así como el hecho de que los ancianos viven más, debido a la prolongación de la esperanza de vida y a la baja mortalidad; por lo tanto, conviven dentro de los hogares con generaciones más jóvenes, creando los llamados hogares multigeneracionales, donde pueden llegar a cohabitar el bisabuelo, el abuelo, el padre, los hijos, los nietos y los bisnietos.

Por lo anterior, es de vital importancia estudiar los arreglos residenciales, debido a que tienen una fuerte relación con la ayuda que se les proporciona a los mayores de 60 años en las actividades cotidianas de la vida; sin embargo, resulta aún más importante observar el efecto que causa el hecho de que uno de sus miembros sea un adulto mayor, para así comprender la manera en la que participan los ancianos dentro del hogar en el que viven (Pérez y Brenes, 2005).

Al definir al hogar como "el conjunto de personas que pueden ser o no familiares, que comparten la misma vivienda y se sostienen de un gasto común. Una persona que vive sola también constituye un hogar" (INEGI, 2010). El hogar es, entonces, un complemento de las actividades que realizan los individuos al exterior, propiciando, como menciona Montes de Oca (2011), protección entre sus miembros; por lo tanto, es importante que al interior del hogar se cree un ambiente de solidaridad y cooperación, buscando siempre alcanzar el bienestar1 de todos sus miembros y potenciar sus aptitudes.

Dentro de los hogares familiares encontramos los hogares nucleares, los cuales se conforman por el padre, la madre y los hijos, o solo la madre o el padre con hijos; una pareja que vive junta y no tiene hijos también constituye un hogar nuclear. Los hogares ampliados son aquellos formados por un hogar nuclear más otros parientes (tíos, primos, hermanos, suegros, etcétera). Los hogares que están constituidos por un hogar nuclear o ampliado y personas sin parentesco con el jefe del hogar son llamados hogares compuestos.

Los hogares no familiares pueden ser unipersonales (integrados por una sola persona) y hogares formados por dos o más personas sin relaciones de parentesco, llamados corresidentes (INEGI, 2010).

De acuerdo con los datos que reporta la ESEDEM 2008, 57.8 por ciento de las personas de 60 y más años en los hogares de la entidad son mujeres, mientras que solo 42.2 por ciento son hombres. El hecho de que en la entidad haya un mayor número de mujeres que de hombres se debe a que la mortalidad masculina es mayor que la femenina, lo cual produce una feminización de la población, que es muy notable en las personas envejecidas (INEGI, 2010).

Si analizamos por localidad de residencia, los datos de la ESEDEM 2008 indican que 65.9 por ciento de los adultos mayores viven en zonas urbanas y 34.1 por ciento, en zonas rurales. Sin embargo, en localidades rurales se puede apreciar que hay un mayor número de adultos que tienen entre 65 y 69 años, esto se puede deber a la migración por reunificación familiar o por cuidados de salud, lo cual implica un incremento en la esperanza de vida.

A pesar de que en las ciudades se cuenta con mayores posibilidades de asistir a los servicios de salud, las mujeres que viven en el campo tienen una mayor longevidad que aquellas que radican en la ciudad; pues, como se puede ver en el Cuadro 1, el porcentaje de mujeres de 85 años y más en zona rural es de 9.5, mientras que en la zona urbana es de 7.4 por ciento. Esta correlación se invierte para los varones, pues hay más hombres de 85 años, y más en la ciudad que en el campo, aunque la diferencia es de solo uno por ciento (Cuadro 1).

 

Hogares del adulto mayor

En este análisis se toman en cuenta cinco tipos de hogares, que se agrupan en dos grandes categorías: familiares y no familiares. "A su vez, los hogares familiares se clasifican en nucleares, ampliados y compuestos. El grupo de los hogares no familiares se integra con los unipersonales" (Velázquez y Vega, 2006: 75).

Las personas mayores suelen vivir en hogares de tipo nuclear, 71.2 por ciento de los hombres y 57 por ciento de las mujeres caen en esta categoría; además, 30 por ciento de estás últimas residen en hogares ampliados y 11.7 por ciento viven solas. Lo anterior coincide con un estudio realizado por Huenchuan (2009), donde se explica que:

El hecho de que existan más personas adultas mayores viviendo en hogares ampliados y nucleares puede ser consecuencia de que se cuenten con recursos insuficientes para su atención, de que el adulto mayor tenga un deterioro progresivo de las condiciones de salud, que impide que muchos mantengan hogares independientes, o de que los hijos continúen siendo dependientes de los adultos mayores por dificultades para poder independizarse (Huenchuan, 2009).

En cuanto a los hogares no familiares se encuentran los unipersonales. Como se mencionó, hay un porcentaje de 11.7 mujeres que viven solas y 7.4 por ciento de hombres; coincidiendo nuevamente con Huenchuan, quien en su estudio afirma:

La residencia independiente en la vejez está fuertemente relacionada con la viabilidad física y financiera. En la medida en que las personas mayores disfruten de buena salud o puedan pagar por servicios de asistencia, y estén en condiciones de solventar los costos de mantener un hogar, es probable que opten por vivir de manera independiente (Huenchuan, 2009: 160).

El hecho de que un porcentaje más alto de mujeres (11.7 por ciento) que de hombres (7.4 por ciento) viva en hogares unipersonales puede deberse, según Saad (2005), a dos factores principalmente. El primero es que los esposos son normalmente mayores que las esposas y las mujeres, generalmente, suelen tener una esperanza de vida más elevada que los hombres. Esto hace que la mayoría de los hombres permanezcan casados hasta edades avanzadas, mientras que las mujeres, con frecuencia, quedan viudas a edades relativamente jóvenes. El segundo factor es que, en la mayoría de los países, los hombres viudos o divorciados suelen casarse nuevamente con mayor frecuencia que las mujeres (Saad, 2005: 11).

Adicionalmente, los datos (Montes de Oca Vargas, 2011) muestran que los hombres en su mayoría se encuentran casados o unidos (77.2 por ciento) y solo 16.5 por ciento son viudos; en contraste con las mujeres, de las cuales 45.8 están casadas y 42.3 por ciento, viudas. Como puede observarse, la viudez es más acentuada en las mujeres que en los hombres, quienes al quedar viudos con frecuencia buscan tener otro tipo de unión (Gráfica 1).

En el 2008, según la ESEDEM 2008, el número promedio de integrantes en los hogares mexiquenses fue de 3.85 personas. Hay una disminución del tamaño de los hogares grandes y un aumento los hogares integrados por menos personas. Vega (2004) menciona que esto pudo ser propiciado por el descenso de la fecundidad y el alargamiento de la sobrevivencia.

 

Lugar del adulto mayor respecto al jefe de hogar

El papel que desempeñan los adultos mayores como miembros del hogar en el que viven determina muchas de sus responsabilidades. En el Estado de México la mayoría de los hombres de 60 años o más se desarrollan como jefes de hogar, después el rol de padres, y conforme avanza la edad los porcentajes de estas dos categorías disminuyen. Para las mujeres la tendencia es diferente, los porcentajes están más desagregados, pues la mayoría son esposas, luego jefas de hogar y por último madres. Es curioso notar que en el caso de las jefas de hogar conforme la edad aumenta también se incrementa el porcentaje, en los rangos de 60 a 69 hay 31.29 por ciento de mujeres que funcionan como jefas de hogar, cuando tienen entre 70 y 79 años el porcentaje sube a 38.87 y baja muy poco al llegar a los 80 y más (35.27 por ciento). A diferencia de los hombres, de los cuales 93.54 por ciento desempeña el papel de jefe de hogar en el rango de 60 a 69 años, pero disminuye hasta 71.36 por ciento al llegar a los 80 años o más (Cuadro 2). El hecho de que haya más hombres jefes de hogar que mujeres puede deberse a la ideología sociocultural que asigna a los hombres la responsabilidad de ser los proveedores del hogar.

Aunque se puede pensar que los adultos mayores representan una carga para las familias, es notable el papel que desempeña una proporción de los adultos mayores en los hogares donde no solamente tienen que ser responsables por ellos mismos, sino que se hacen responsables de la familia en general. Ramírez señala que:

Continuar siendo considerado como jefe o su cónyuge, es una expresión de status (sic.) dentro del medio social y de respeto por los demás miembros del grupo familiar, pero también podría significar la presencia de una mayor cantidad de familias de ancianos solos, en los cuales por definición sería el jefe o su cónyuge (Ramírez, 2003: 469).

Los hombres mayores son jefes de hogar principalmente de hogares nucleares (74 por ciento) y las jefaturas de las mujeres no están tan concentradas como la de los hombres, pues hay 33.2 por ciento de mujeres que son jefas de hogar en hogares ampliados (Gráfica 2). El INEGI (2005) informa que el hecho de que la jefatura de los hombres se concentre en hogares nucleares puede deberse a que ellos asumen la jefatura de su grupo doméstico cuando se unen conyugalmente y tratan de conservar su estatus a lo largo del tiempo; por su parte, las mujeres son reconocidas como autoridad del hogar cuando no tienen cónyuge, ya sea por viudez o divorcio, lo cual ocurre más frecuentemente en las edades avanzadas.

 

Apoyos en los hogares de los adultos mayores

Ante la limitada cobertura del sistema de pensiones (según CONAPO, en 2002 solo 28.7 por ciento del total de personas con 60 años o más cuentan con pensión),2 el soporte económico que brindan algunas instituciones, la familia y los amigos son de vital importancia para superar las múltiples dificultades que se presentan en las edades avanzadas (Madrigal, 2010).

Pero no solamente el soporte económico es fundamental para el adulto mayor, en palabras de Pérez y Martín (2010: 1) podemos decir que "apoyo son las transacciones interpersonales que implican la expresión de afecto positivo, la afirmación o respaldo de los valores y creencias de la persona, y la provisión de ayuda o asistencia".

Los apoyos, según Méndez y Cruz (2008: 86), pueden ser clasificados en cuatro tipos:

1. Apoyos materiales: incluyen recursos monetarios, como dinero en efectivo, ya sea de aporte constante o no, remesas, regalos y otros, y apoyos no monetarios, como comida, ropa y pago de servicios.

2. Apoyos instrumentales: transporte, ayuda en labores del hogar, cuidado y acompañamiento.

3. Apoyos emocionales: acompañamiento, cariño, confianza, empatía, sentimientos asociados a la familia y la preocupación por el otro. Pueden presentarse mediante visitas periódicas y transmisión física de afecto.

4. Apoyos cognitivos: intercambio de experiencias, transmisión de información (significado), consejos.

Si se toma en cuenta quién brinda los apoyos, estos pueden clasificarse en dos grandes grupos: "apoyos informales basados en relaciones personales comunitarias y familiares; y los apoyos formales basados en organizaciones formales encargadas de brindar el apoyo que considera objetivos específicos en ciertas áreas determinadas" (Méndez y Cruz, 2008).

En cuanto a los apoyos formales, de acuerdo con la ESEDEM 2008, 33 por ciento de todos los adultos mayores de la entidad cuentan con algún tipo de ayuda por parte de una institución, de los cuales 39.5 por ciento son hombres y 60.5 por ciento, mujeres. Los datos de la ESEDEM 2008 confirman que:

Los apoyos institucionales que se dan en países de ingreso medio como México son escasos, además de que a los ahora adultos mayores les faltó acceso a recursos financieros durante su juventud, con los que pudieron haber acumulado fondos para enfrentar la vejez (Pelcastre et al., 2011: 461).

La mayoría de los apoyos formales son otorgados a personas que tienen entre 70 y 79 años. Vistos los datos según sexo, el Cuadro 3 muestra que los apoyos son otorgados mayormente a las ancianas que tienen entre 70 y 79 años de edad (44.9 por ciento) y después a las que tienen entre 60 y 69 años de edad (34.7 por ciento); además, 52.3 por ciento de los apoyos son obtenidos por varones de entre 70 y 79 años y 27.1 por ciento son para hombres de 80 y más años de edad (Cuadro 3).

A pesar de los apoyos formales, la familia continúa siendo la principal institución responsable del cuidado y la integración de las personas de edad avanzada, lo que se asocia a la escasa cobertura de la seguridad social y a la ausencia de mecanismos institucionales y comunitarios dedicados al cuidado de dichas personas. "El apoyo de parte de la familia a las personas de edad avanzada se retribuye, muchas veces, cuando estas les brindan a sus parientes un espacio de la vivienda donde habitan o al participar en las actividades domésticas del grupo familiar" (INEGI, 2005: 79); pues como también menciona Garrido:

En la sociedad humana la familia ha venido siendo (sic.) el espacio privilegiado donde se atendían las dependencias fundamentales de sus miembros, lo que incluye gestación, crianza, la manutención, el vestido, el alojamiento, la educación, la salud, los cuidados y la compañía (Garrido, 1997: 158).

Los apoyos informales son difíciles de cuantificar y contabilizar a causa su variabilidad, especialmente dentro del hogar; sin embargo, la ESEDEM 2008 permite obtener información sobre los apoyos de tipo material (como vales de despensa o dinero), emocional (referente al cuidado personal) e instrumental (como ayuda en los quehaceres del hogar); los apoyos cognitivos no son incluidos en este análisis.

 

Tipología de las ayudas

Características de las personas mayores que dan y reciben apoyo

La ESEDEM 2008 muestra que 42.9 por ciento de los adultos mayores residentes en el Estado de México reciben algún tipo de ayuda por parte de familiares, vecinos o amigos; mientras que las personas mayores que otorgan algún tipo de ayuda constituyen 16.3 por ciento. En el grupo estudiado, las mujeres dan y reciben más apoyos que los hombres, pues del porcentaje de adultos mayores que recibe apoyo, 64 por ciento son mujeres y 36 por ciento hombres; en tanto que de las personas mayores que dan apoyo 66.8 por ciento son mujeres y 32.2 por ciento son hombres. Las mujeres, en especial las esposas e hijas, son quienes atienden por lo general a los ancianos. Los adultos mayores (hombres y mujeres) al estar en los primeros años de la vejez dan más apoyo del que reciben; sin embargo, al aumentar la edad la situación se invierte.

El análisis por sexo y rangos de edad arroja que cuando tienen entre 60 y 69 años más hombres dan apoyo (56.1 por ciento) y solo 34.9 por ciento lo reciben; el caso de las mujeres es similar, pues 62.3 por ciento de las mujeres de entre 60 y 69 años brindan apoyo y en ese mismo rango de edad quienes lo reciben constituyen 40.1 por ciento. No obstante, al llegar al rango de 80 años o más los hombres que dan apoyo constituyen 5.3 por ciento del total, mientras quienes lo reciben forman 20.8 por ciento; a su vez, las mujeres que dan apoyo conforman 6.8 por ciento en este rango y las que lo reciben 17.7 por ciento (Cuadro 4).

Al desagregar por género y estado civil puede observarse que entre los varones hay más casados otorgantes de ayuda que receptores de esta, mientras que hay más viudos receptores de ayuda que otorgantes. Si se comparan casados y casadas, tenemos que 67.7 por ciento del total de los hombres son receptores de ayuda, contra 43.9 por ciento de las mujeres; mientras que 78.8 por ciento de los varones son casados que dan apoyo, contra 51.7 por ciento de las mujeres casadas que también lo brindan.

Entre los viudos se invierten las mayorías, pues hay más viudas que viudos que dan y reciben ayuda: las viudas que dan apoyo constituyen 47.8 por ciento del total de mujeres mayores, contra 25.1 por ciento de los hombres; en tanto que las mujeres en estado de viudez constituyen 32.8 por ciento del total de adultas mayores, contra 15.2 por ciento de los hombres (Gráfica 3).

Llama la atención que 15.5 por ciento de las mujeres divorciadas otorgan ayuda a sus corresidentes y solo 8.4 por ciento de las adultas mayores divorciadas la reciben; mientras que solo 6.1 por ciento de los varones son divorciados otorgantes de ayuda y 7.2 por ciento de los hombres divorciados la reciben. Tal vez la posibilidad de contar con recursos haya sido una condición para que las mujeres hayan tomado la decisión de divorciarse.

En la etapa de la vejez las actividades dependen en gran parte de con quién vivan los ancianos, la ESEDEM 2008 muestra que las personas mayores que otorgan ayuda viven en primer lugar en familias nucleares, es decir, con su cónyuge y sus hijos; en segundo lugar suelen vivir solamente con su pareja, donde:

Las mujeres mayores tienen que hacerse cargo de casi todos los deberes como: lavar, cocinar, limpiar, etc. A diferencia de cuando viven con alguno de sus hijos o familiares, donde se ceden las actividades más pesadas a los más jóvenes, dejando a las ancianas, que no tienen las mismas capacidades físicas, la elaboración de comida o el papel de niñeras cuando viven con nietos (Rozón, 2000: 118-119).

El siguiente subgrupo en importancia está conformado por los que viven con otros familiares en hogares extensos y los que viven solos. De los hombres mayores que reciben ayuda, 34.4 por ciento vive con su cónyuge e hijos; 26.9 por ciento, solo con su consorte; 11.7 por ciento, en hogares unipersonales, y con hijos y nietos, 9.6 por ciento. Los ancianos solos reciben más ayuda de la que otorgan, los que viven en hogares nucleares dan más apoyos de los que perciben; cuando cohabitan solo con su pareja suelen recibir más apoyo que el que ofrecen y cuando viven con otros familiares suelen dar más apoyo del que reciben (Cuadro 5); es decir, que la corresidencia con familiares implica una participación más activa en la donación de apoyos que en su recepción.

Con excepción de las familias nucleares, las mujeres otorgan y reciben más ayuda que los hombres, independientemente de con quién vivan; en todos los casos existe un intercambio de apoyos entre los adultos mayores y la familia. El porcentaje de mujeres que otorgan y reciben ayuda es de 26.8 y el de las que viven con su esposo e hijos, 22.9. La proporción de hombres que otorgan ayuda es de 44.7 por ciento, los que viven con su esposa e hijos y dan apoyo conforman 21.2 por ciento; mientras las mujeres en este rubro constituyen 16.6 por ciento cuando brindan ayuda y 16.8 cuando la reciben. Las mujeres que viven solamente con sus hijos son más numerosas que los hombres en esa circunstancia y reciben más apoyo del que otorgan (Cuadro 5).

Los apoyos sociales juegan un papel central en el mantenimiento de la condición de salud y bienestar de los individuos, independientemente del modelo utilizado para explicar la asociación entre apoyo social y condición de salud (efecto directo o efecto amortiguador), diversos estudios han identificado que el tipo de apoyos con que se cuenta está asociado a diferentes estados de salud y bienestar, aun en individuos que se encuentran en situaciones de similar vulnerabilidad (Pelcastre et al., 2011: 461).

En relación a cómo perciben su estado de salud, los adultos mayores que dan o reciben ayuda dentro de los hogares consideran que su estado es "regular". Los que brindan ayuda reportan mayores porcentajes de buena salud respecto de los que reciben apoyo, lo cual nos lleva a pensar que una de las causas de recibir ayuda es que resulta necesaria para su estado de salud.

Hay una diferencia considerable entre las mujeres que reportan tener buena condición de salud y reciben ayuda (29.3 por ciento) y aquellas que igualmente dicen tener buena salud pero que aportan ayuda (38.1). Por su parte, la mayoría de los hombres que reciben ayuda consideran que su estado de salud es regular (37.9 por ciento), al igual que las mujeres de esa categoría, con 43.4 por ciento; esto nos muestra que mientras más saludables se consideren, más competentes se sienten para ayudar.

Los porcentajes de hombres y mujeres que otorgan ayuda son muy similares en cuanto al reporte de salud regular y buena; entre los hombres, 40.2 por ciento dice sentirse regular y 37.9 por ciento presenta una buena salud; por su parte, 39.6 por ciento de las mujeres dice tener salud regular y 38.1 por ciento, buena salud.

El estado de salud autopercibido por los ancianos también está determinado por el estado mental y de ánimo; el envejecimiento físico es inevitable, pero la persona que lo experimenta puede mantener el control sobre su actitud, evitando así convertirse en una persona vieja.

En la Gráfica 4 resalta, después del reporte de regular y buena, el estado de mala salud, el cual es mucho más notable entre las personas que reciben ayuda que entre las que la dan. Respecto a los que perciben apoyo, los porcentajes de hombres y mujeres que reportan mal estado de salud son muy similares.

Los reportes de muy buena y excelente salud fueron mínimos, los que reciben ayuda suelen reportan en menor medida buen estado de salud que los que ofrecen apoyos (Gráfica 4).

Otro aspecto que tiene relación con los apoyos de los adultos mayores es la trayectoria laboral, es decir:

la participación en el mercado de trabajo, que se destaca como un factor mediante el cual puede interpretarse el curso de vida de grupos sociales específicos en relación con el proceso de envejecimiento que define ese curso y sus repercuciones en el tramo final de la vida (Gomes,1998: 417).

Si bien este artículo no muestra las trayectorias laborales de los individuos, se pueden hacer algunas precisiones acerca de la situacion laboral de los adultos mayores que participan en el intercambio de apoyos, ya que dentro de los hogares la ESEDEM 2008 muestra que hay una mayor proporción de mayores que otorgan ayuda y trabajan que de quienes reciben ayuda y también trabajan. Ronzón (2000: 108) encontró que:

los adultos mayores que aún trabajan dicen hacerlo por necesidad, pues argumentan que no por ser viejos necesitan menos y que, además, se sienten mejor consigo mismos al contribuir de alguna forma al gasto familiar; pero que si no tuvieran la necesidad de hacerlo, vivirían tranquilos, descansando los años que les resta de vida.

La diferencia entre el porcentaje de los que reciben ayuda y no trabajan y de los que dan ayuda y no trabajan también es muy notable: los que otorgan ayuda trabajan más que los que la reciben; sin embargo, el mayor porcentaje de adultos mayores no trabaja, tanto los que reciben apoyo como los que lo ofrecen.

Hay más hombres que mujeres que están empleados, pues entre los que reciben ayuda, 47.2 por ciento de los hombres trabaja y 52.8 no lo hace, y de las mujeres, 19.2 por ciento labora y 80.8 no trabaja. Sobre los hombres que aportan apoyo, 61.4 trabajan y 38.6 no están en el mercado laboral, las mujeres que dan apoyo se comportan al contrario, pues la mayoría no labora (70.6 por ciento) y solo 29.4 por ciento está trabajando.

Los individuos que ofrecen apoyo reportan querer trabajar en mayor medida que los que reciben ayuda. Los hombres en ambos casos están más dispuestos a trabajar (40 por ciento de quienes reciben ayuda y 50.8 por ciento de quienes la otorgan) que las mujeres (42.3 por ciento de quienes aportan apoyo y 27.6 por ciento de quienes lo obtienen); lo cual muestra que, en general, los que otorgan ayuda tienen mayor deseo de trabajar que los que la reciben (Cuadro 6).

Salas (1999) meciona que el retiro del trabajo tiene en México expresiones distintas según se trate de hombres o mujeres y afirma que cuando los hombres se retiran de la actividad económica, o bien lo hacen de manera formal, son amparados por alguna institución de seguridad social, o bien las familas se hacen cargo de ellos.

Sobre la situación de las pensiones, la ESEDEM 2008 reporta que, en general, el porcentaje de la poblacion adulta mayor del Estado de México que no cuenta con ella es alto, y se refleja en ambos grupos, los que reciben y otorgan ayuda (Cuadro 7). Las mujeres son pensionadas en menor medida que los hombres, pues las pensionadas que adquieren ayuda conforman 6.2 por ciento y las que proveen, 8.7 por ciento; los hombres pensionados que ayudan a otros representan 34.8 por ciento y aquellos que la obtienen, 14.4 por ciento.

Salas (1999: 122) afirma que:

en el caso de las mujeres, el retiro se expresa en la dedicacón al trabajo doméstico en forma exclusiva o en una combinación de esta actividad con trabajo esporádico o de tiempo parcial, muchas veces sin percibir ingresos, como familiar sin pago, o bien un retiro casi total del trabajo remunerado.

Una vez analizada la situacion laboral, ahondaremos en las cuestiones del ingreso de las personas mayores, pues como menciona Rubalcaba:

es más frecuente de lo que se supone que las personas de edad generen ingresos, y que además el ingreso de los ancianos en muchos casos sea el principal medio de sostén económico del hogar y, que en ocaciones sea el único Rubalcaba (1999: 128).

La paga principal para los mayores que trabajan y reciben ayuda es el autoconsumo, seguido de los que ganan entre 50 y 500 pesos, un gran porcentaje no sabe cuales son sus ingresos. Al igual que los que reciben ayuda y trabajan, para los que otorgan ayuda y laboran el principal ingreso es el autoconsumo; la diferencia con el primer grupo es que el segundo porcentaje de importancia se presenta en los que ganan entre mil y dos mil pesos, seguidos de los que reportan ganar de 40 a 500 pesos. Los ingresos por trabajo son mejores para los que brindan ayuda que para los que la obtienen.

Tanto las mujeres que dan como las que reciben apoyos suelen ganar menos que los hombres. Dentro del grupo que recibe ayuda, los hombres que perciben más de cuatro mil representan 4.1 por ciento y las mujeres, 0.8 por ciento; mientras que hay un gran porcentaje de mujeres en autoconsumo (29.5 por ciento), seguido de 28.7 por ciento que cuenta con ingresos de entre 40 y 500 pesos. Para el caso de los que brindan apoyo, el porcentaje de hombres que cobra más de cuatro mil es 11.5 por ciento, mientras que entre las mujeres este grupo es menor a 0.1 por ciento, también presentan un alto porcentaje en autoconsumo (15.8 por ciento) y el porcentaje más alto está entre las que reportan obtener de 40 a 500 pesos mesuales (25 por ciento).

Cabe mencionar que los salarios por trabajo con los que cuentan los mayores son en general menores a cuatro mil pesos, pues aunque existe un porcentaje que gana más (tenemos que tomar en cuenta que en la ESEDEM 2008 hubo reportes de hasta 14 mil pesos), los resultados son mínimos.

En cuanto a los ingresos por pensión, observamos que la mayoría de las pensiones está en el rango de más de mil a dos mil pesos mensuales, seguido de los que ganan más de dos mil a tres mil. Para el caso de los que reciben ayuda, más de la mitad reportan ganar más de mil a dos mil, seguido de los que dicen ganar de dos mil a tres mil. Al igual que los ingresos por trabajo, los ingresos por pensión para las mujeres son menores que para los hombres (Cuadro 8).

 

Características de las personas que participan en el intercambio de apoyos con los adultos mayores

Datos de la ESEDEM 2008 muestran que las personas que conviven con los adultos mayores y que participan en el intercambio de apoyos con ellos, o sea, que reciben ayuda del adulto mayor o que le brindan apoyo, son mayormente mujeres, pues 60.5 por ciento de quienes brindan apoyo a los ancianos son mujeres, en tanto que 62.2 por ciento de las personas que reciben apoyo del adulto mayor también son mujeres. Esto último muestra que los adultos mayores suelen brindar más ayuda a las mujeres que a los hombres.

Las personas que tienen entre 19 y 39 años son las que más participan en estos intercambios. Los menores de 18 años que brindan ayuda son muy pocos y mayoritariamente mujeres (3.3 por ciento) y 0.7 por ciento de los hombres en esta condición residencial. Sin embargo, los menores de 18 años que reciben apoyo por parte de los mayores son más hombres que mujeres (23.3 por ciento y 11.3 por ciento, respectivamente).

En relación con el parentesco entre las personas que dan apoyo y el adulto mayor, podemos ver que más de la mitad son hijos y que los hijos hombres constituyen 84 por ciento, mientras que las mujeres son 60.2 por ciento.

Los yernos y nueras también representan una ayuda importante para los adultos mayores, los yernos tienen baja participación dentro del apoyo que brindan los hombres, pues solo conforman uno por ciento de las personas que viven con los adultos mayores captados por la ESEDEM 2008, mientras que las nueras participan dentro de la ayuda que brindan con 14.6 por ciento de las corresidentes. El cónyuge también participa en los apoyos, pero son las esposas las que cooperan en mayor medida, pues ellas, dentro de la colaboración de las mujeres, representan 5.4 por ciento; mientras que los esposos solo conforman 4.1 por ciento de los corresidentes.

Acerca de las personas que reciben apoyo por parte de los ancianos, como se puede ver en el Cuadro 9, en primer lugar los adultos mayores otorgan ayuda a sus hijos y luego a sus nietos, seguido de sus padres y sus hermanos. Se puede apreciar que la ayuda al cónyuge está por debajo de la ayuda a los amigos, conocidos y personas sin parentesco.

Si desagregamos por parentesco y sexo de las personas que reciben ayuda por parte de los mayores, notaremos que las mujeres que reciben apoyo de sus cónyuges conforman 3.3 por ciento, mientras que los hombres constituyen 8.8 por ciento; así, los hombres reciben mayor ayuda de sus cónyuges que las mujeres. Los nietos que reciben ayuda de sus abuelos representan 19.6 por ciento de las personas que cohabitan con los mayores, mientras que las nietas, 12.4 por ciento.

Con relación al estado civil de las personas que ofrecen apoyo a los ancianos, la mayoría son casados, seguidos de los solteros. De los hombres que brindan apoyo 69.2 por ciento son casados y 57.3 de las mujeres también, los solteros hombres conforman 18.2 por ciento y las mujeres 22.8; quienes ayudan a los ancianos en mayor proporcion son las mujeres solteras y los hombres casados. Concerniente a los que reciben apoyo de los mayores, los hombres casados se encuentran en primer lugar (51.2 por ciento), seguido de los varones solteros (25.2 por ciento) y las mujeres viudas (23 por ciento); dentro de los que dan y reciben ayuda los anteriores son los más representativos (Cuadro 9).

 

Apoyos informales en los hogares del adulto mayor

El énfasis hacia los apoyos familiares se debe a que es común presuponer que envejecer se asocia con un deterioro económico y de la salud (física o mental) que genera una pérdida de la autonomía, por lo que los parientes y la descendencia, principalmente, se presentan como las fuentes de apoyo más directas de esta etapa de la vida (Montes de Oca, 1999: 292).

Como se mencionó anteriormente, los tipos de cuidados que registró la ESEDEM 2008 dentro de los hogares con al menos un adulto mayor fueron: atención en cuidados, ayuda doméstica, ayuda en cuestión de comida o despensa y dinero o vales. Las principales personas que brindan ayuda a los adultos mayores son los hijos, el yerno o la nuera y el cónyuge. El tipo de ayuda que más suelen dar los hijos a sus padres son vales de despensa o dinero (84.8 por ciento lo hacen), en segundo lugar los hijos suelen apoyar a los adultos mayores con despensa o comida (62.9 por ciento), 62 por ciento de los hijos ayuda a sus padres ancianos por medio de cuidados y 59 por ciento hacen tareas domésticas para ellos.

Los yernos y las nueras suelen apoyar principalmente en las tareas del hogar (14.6 por ciento), después con comida o despensa (13.5 por ciento), luego con cuidados, por último, con dinero o vales. Para el caso del cónyuge, la ayuda doméstica es la principal modalidad (7.4 por ciento), las personas que apoyan a su pareja con cuidados representan 6.6 por ciento, los que aportan comida o despensa, seis por ciento y aquellos que dan dinero o vales, 3.4 por ciento (Gráfica 5).

Según la ESEDEM 2008, los adultos mayores ayudan principalmente a sus hijos: en primer lugar, con dinero o vales (37 por ciento); en segundo lugar, con algún tipo de cuidado (35.7); después con ayuda doméstica, y por último, dando comida o despensas. Los nietos también juegan un papel importante para las personas mayores, pues después de apoyar a los hijos, las personas a quienes más apoyan los adultos mayores son sus nietos, solo que aquí la principal modalidad de ayuda son los cuidados (21.6 por ciento), luego comida o despensa (17.3 por ciento) y 10.9 por ciento, para cada forma, la ayuda doméstica y el dinero o vales.

Los adultos mayores entrevistados para la ESEDEM 2008 también dijeron apoyar a sus padres: 15.2 por ciento de los mayores que apoyan con dinero o vales lo destinan a sus padres, 7.6 por ciento dijo dar dinero a personas con quienes no tiene ningún parentesco y 8.7 de las personas mayores facilitan dinero o vales a sus amigos, conocidos o compadres.

En cuanto a ofrecer comida o despensa, los mayores siguen al pendiente de sus padres, 9.7 por ciento brinda este tipo de apoyo, 8.9 por ciento dijeron apoyar de esta manera a sus hermanos y ocho por ciento ayudan con alimentos a personas con las cuales no tienen parentesco.

El 10.3 por ciento de las personas de 60 o más que participan en los apoyos con ayuda doméstica dicen que lo brindan a su cónyuge, 9.7 por ciento a sus padres y otro 9.7 por ciento dice apoyar a personas sin parentesco.

En cuanto a los que ofrecen cuidados, 9.4 por ciento enfocan ese apoyo a sus padres, 7.5 por ciento a sus hermanos y empatados con 6.6 por ciento: a su cónyuge y a personas con otro parentesco (Gráfica 6).

 

Consideraciones finales

El Estado de México vive una vertiginosa transición demográfica que se refleja en el aumento cada vez más acelerado del número de adultos mayores; el envejecimiento tendrá hondas repercusiones en la relación entre productividad económica y gasto social, esto afectará no solo al grupo de las personas de edad avanzada, sino también a las generaciones más jóvenes y al equilibrio social en su conjunto, en especial a los hogares donde viven adultos mayores.

El mercado laboral formal para el adulto mayor es reducido, las pensiones son escasas y los que cuentan con ellas reciben poco; por tanto, el adulto mayor necesita de otros medios identificados aquí como apoyos, formales e informales, para cubrir sus necesidades. No obstante, la falta de apoyos formales que cubran totalmente las necesidades de este grupo etario convierte a la familia y a los miembros del hogar en la fuente principal de ayuda para el adulto mayor.

Las personas que vivien con los adultos mayores tienen la responsabilidad legal de velar por el bienestar de estos, y pudiera pensarse por ello que los hogares dirijen todos sus apoyos a los miembros de 60 años o más. No obstante, en el presente estudio se demostró que los apoyos al interior de los hogares son de carácter recíproco, ya que los adultos mayores prestan también ayuda. El género, la edad, el estado civil, el estado de salud, la situción laboral o de ingresos influyen de manera determinante en los apoyos que dan y reciben los adultos mayores.

Es importante destacar que en el Estado de México hay una estructura más envejecida en las zonas rurales que en las urbanas, también que la mayoria de los adultos mayores vive en hogares de tipo nuclear donde no solo deben responsabilizarse de sí mismos sino de otras personas y que el intercambio de apoyos se efectua principalmente entre padres e hijos.

Las personas en los últimos años de vida continuan siendo una fuente de apoyo en sus hogares, no solo esperan ser atendidos y cuidados. La búsqueda debe ser que vivan esos años con calidad y dignidad, sin exclusiones económicas o de género, de ahí que el envejecimiento deba verse como una responsabilidad social, no como una situación individual que cada persona resuelva según sus recursos sociales, culturales, emocionales o económicos.

 

Agradecimiento

* La autora agradece el apoyo académico y personal brindado por el Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población (CIEAP-UAEM) para poder realizar este artículo, en especial al doctor B. Jaciel Montoya Arce, quien dirigió su elaboración durante el desarrollo del proyecto de investigación Familia y situación social de los adultos mayores en el Estado de México.

 

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Notas

1 El concepto, de acuerdo con Palomba (2002), se entiende como la cualidad de obtener satisfacción a través del disfrute de los recursos disponibles y no solo de su mera posesión.

2 Según estimaciones del CONAPO, basadas en el XII Censo de General de Población y Vivienda 2000, este porcentaje corresponde a la población del grupo de 60 años o más entre la población total menos la pea con seguridad social.

 

Información sobre la autora:

Lilian Cervantes Molina. Es egresada de la Licenciatura en Relaciones Económicas Internacionales de la Universidad Autónoma del Estado de México. Ha participado como becaria en proyectos de investigación relacionados con la población adulta mayor en el Estado de México. Sus intereses de investigación giran en torno a los temas de envejecimiento, familia y hogares. Dirección electrónica: lilian.cervantesm@gmail.com

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