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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.17 no.69 Toluca jul./sep. 2011

 

Integración económica de los inmigrantes mexicanos en la Zona Metropolitana de Los Ángeles*

 

Economic integration of Mexican immigrants into Los Angeles Metropolitan Area

 

Rafael Alarcón y Telésforo Ramírez-García

 

El Colegio de la Frontera Norte.

Consejo Nacional de Población.

 

Recibido: el 3 de marzo de 2011
Aprobado: el 30 de mayo de 2011.

 

Resumen

La migración de mexicanos a Estados Unidos tiene una historia centenaria. Sin embargo, en la actualidad hay mucha preocupación sobre su integración en la sociedad estadounidense por su gran volumen y alto porcentaje de personas indocumentadas. Con el uso de datos de la American Community Survey de 2007, este artículo analiza la integración económica de los inmigrantes mexicanos en la zona metropolitana de Los Ángeles, mediante un análisis comparativo de indicadores tales como: nivel de escolaridad, manejo del idioma inglés, naturalización, participación en el mercado laboral y propiedad de la vivienda. Los resultados del estudio revelan que los inmigrantes mexicanos presentan comparativamente un patrón de integración en desventaja, sin embargo, a pesar de esto, están fuertemente integrados a la economía de Los Ángeles que ha experimentado un grave proceso de reestructuración, degradación e informalidad.

Palabras clave: migración internacional, integración, asimilación, Los Ángeles, México.

 

Abstract

Mexican migration to the United States has a century-old history. However, there is currently ample concern about its integration into the U.S. society due to its massive volume and high percentage of undocumented persons. Using data from the 2007 American Community Survey, this article examines the economic integration of Mexican immigrants in the metropolitan region of Los Angeles, through a comparative analysis of the following indicators: education, English proficiency, naturalization, labor market participation and home ownership. The findings reveal that Mexican immigrants have comparatively a disadvantageous integration pattern, however, in spite of this; they are strongly integrated into the Los Angeles economy that has experienced a severe restructuring process, degradation and informality.

Key words: international migration, integration, assimilation, Los Angeles, Mexico.

 

Introducción

Desde su fundación a fines del siglo XVIII como el Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles de Porciúncula hasta convertirse en una "ciudad-región global" en nuestros días, la Zona Metropolitana de Los Ángeles ha mostrado una dinámica económica vertiginosa que históricamente ha integrado a numerosos inmigrantes de todos los confines del mundo.

De acuerdo a los datos de la American Community Survey en 2007, la Zona Metropolitana de Los Ángeles, conformada por los condados de Los Ángeles, Orange, San Bernardino, Riverside y Ventura, contaba con una población de 17.7 millones de habitantes, de los cuales 5.7 habían nacido fuera de Estados Unidos. De esta población inmigrante, 2.6 millones eran nacidos en México, aunque si se toma en cuenta la población de origen mexicano nacida en Estados Unidos, esta cifra aumenta a poco más de cinco millones de personas.

Los inmigrantes mexicanos equivalían a 14.7 por ciento de la población total angelina y casi a la mitad (45.7 por ciento) de la población inmigrante residente en la región, superando por mucho a otros grupos que tienen porcentajes más bajos de la población inmigrante. Los asiáticos con 1.6 millones constituían 29.5 por ciento de la población inmigrante de la región, seguidos por los centroamericanos con 630 mil (11 por ciento), los europeos con 471 mil (ocho por ciento), los suramericanos y caribeños con 227 mil (cuatro por ciento) para finalmente llegar a los africanos que con 72 mil inmigrantes conformaban uno por ciento restante de la población de la metrópoli que se complementaba con 9 345 personas nacidas en otros países.

El predominio de los mexicanos frente a otros grupos de inmigrantes se explica porque esta fue una ciudad mexicana antes de la guerra entre México y Estados Unidos de 1847, así como a la proximidad geográfica entre ambos países que ha facilitado los desplazamientos, ya que la ciudad de Los Ángeles está situada a 200 kilómetros de la ciudad de Tijuana en la frontera mexicana. Asimismo, la economía angelina ha ejercido una creciente atracción laboral a lo largo de todo un siglo y las políticas de inmigración de Estados Unidos han fomentado el establecimiento creciente de la población inmigrante mexicana, documentada e indocumentada. Estos procesos han convertido a Los Ángeles, en la cuarta ciudad en el mundo con mayor población mexicana, detrás de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey (Portes y Rumbaut, 2006).

El presente artículo tiene como objetivo central analizar la integración económica de los inmigrantes mexicanos en la Zona Metropolitana de Los Ángeles con base en los datos de la American Community Survey de 2007 y desde una perspectiva comparativa con la población nativa y con los inmigrantes europeos, asiáticos y centroamericanos. La American Community Survey es una encuesta que la Oficina del Censo de Estados Unidos realiza anualmente y sus datos permiten obtener información demográfica, económica y social de la población y viviendas de todas las comunidades de Estados Unidos con representatividad estadística a nivel nacional, estatal, de zonas metropolitanas y de algunos condados de Estados Unidos.

El artículo está estructurado en tres grandes apartados. En el primero, se presenta la discusión teórica sobre la integración económica de los inmigrantes en las sociedades de destino. En la segunda sección, se describe el desarrollo de la Zona Metropolitana de Los Ángeles en relación con la migración mexicana. En el tercer y más amplio apartado, se examina la integración económica de los inmigrantes mexicanos mediante el análisis de indicadores socioeconómicos tales como: nivel de escolaridad, manejo del idioma inglés, adopción de la ciudadanía estadunidense, participación en el mercado laboral y propiedad de la vivienda en comparación con la población nativa e inmigrante. El documento cierra con un apartado dedicado a las conclusiones.

 

Perspectivas teóricas sobre la integración económica de los inmigrantes

La integración económica de los inmigrantes en los países de destino se ha concentrado en analizar los patrones de movilidad económica ascendente de los inmigrantes en relación con la población nativa (Borjas, 1990). Por esta razón, el análisis de la integración económica de los inmigrantes debe incluir la inserción en el mercado laboral y la paridad de sus salarios con los trabajadores nativos ya que la mayor parte de los inmigrantes trabajan. Sin embargo, como lo han probado, entre otros, Light (1972), Portes y Wilson (1980), Waldinger (1993) y Kaplan y Li (2006) también hay que incluir el autoempleo y la formación de negocios ya que algunos grupos de inmigrantes muestran una fuerte tendencia al autoempleo que en ocasiones da lugar al surgimiento de economías étnicas.

Asimismo, es necesario incluir en el análisis de la integración económica, las inversiones en bienes inmuebles, tanto en el país de destino como en el de origen. Mientras la compra de una casa sugiere el compromiso de los inmigrantes y sus familias por permanecer en el país de destino, la adquisición de propiedades en el país de origen puede indicar la presencia de proyectos transnacionales. Este enfoque valida el estudio de la integración, analizando los procesos en los países de destino y origen en contra del llamado "nacionalismo metodológico" que solo considera relevante lo que acontece en el país de destino (Levitt y Glick Schiller, 2004).

Con respecto a la integración de los inmigrantes al mercado de trabajo de Estados Unidos, Valenzuela (1993) considera que tres teorías pueden explicar las distintas alternativas: desplazamiento, segmentación y la sucesión laboral. La teoría neoclásica del desplazamiento argumenta que los inmigrantes llegan a Estados Unidos en un contexto de salarios a la baja y con el incremento de trabajadores inmigrantes se reducen aun más los salarios al expandirse la oferta agregada de fuerza de trabajo a pesar de la demanda estable de trabajadores. En este proceso, los inmigrantes desplazan a los trabajadores nativos porque se asume que los pueden sustituir perfectamente si se ignoran las diferencias en habilidades.

De acuerdo a la teoría del mercado de trabajo segmentado en Estados Unidos, éste está dividido entre empleos para los inmigrantes y para los no inmigrantes por lo que los trabajadores nativos están protegidos de los efectos del desplazamiento directo por parte de los inmigrantes. Michael Piore (1979), el exponente más notable de esta teoría, postula un mercado de trabajo segmentado en un sector primario y otro secundario. En el primero se ubican los empleos de mayores ingresos, más estables y de mayor estatus que están reservados para los trabajadores nativos. Los inmigrantes, por su parte, se concentran en el sector secundario, ocupando empleos que no son calificados, con bajos salarios, de status inferior y que a menudo conllevan condiciones difíciles, inseguridad y pocas oportunidades de avanzar en la jerarquía ocupacional.

Aunque la teoría del mercado de trabajo segmentado no ha sido verificada empíricamente y parece insuficiente para explicar el alto volumen de migrantes calificados en la industria de la tecnología de la información de Estados Unidos, es útil para entender el surgimiento de nichos laborales (Portes y Rumbaut, 2006; Alarcón, 2000). Los inmigrantes de un mismo país con frecuencia se concentran en un número limitado de ocupaciones o industrias formando nichos. Estos nichos crean dos efectos importantes: incrementan la habilidad de los inmigrantes para acceder al empleo y al mismo tiempo reducen los costos y riesgos de los empleadores en relación a la contratación y el entrenamiento laboral. Asimismo, los nichos dominados por un grupo de inmigrantes limitan que los trabajadores nativos y otros inmigrantes consigan empleos en este sector (Waldinger, 1994).

La teoría de la sucesión laboral o queuing theory está relacionada con la teoría del mercado de trabajo segmentado y argumenta que los inmigrantes toman empleos que los trabajadores nativos ya no quieren, por lo que se forma una escalera o fila para los inmigrantes. Con el paso del tiempo, los trabajadores nativos se mueven a ocupaciones mejores, dejando vacantes empleos que son tomados por los inmigrantes recién llegados, dando lugar, a la complementariedad laboral entre inmigrantes y nativos (Waldinger, 1987; Zabin et al., 1993).

Para el tema de la paridad de los ingresos entre trabajadores nativos e inmigrantes, desde la perspectiva neoclásica, Borjas (1990: 97-114) entiende la asimilación como la velocidad a la que las ganancias de los inmigrantes se emparejan con las de los nativos conforme ambos grupos envejecen en Estados Unidos. Borjas argumenta que el estudio pionero que contrastaba las ganancias de los inmigrantes con sus contrapartes nativos, llevado a cabo por Chiswick (1978), mostraba erróneamente que en el proceso de asimilación, los inmigrantes legales tenían un buen desempeño en la economía de Estados Unidos y por tanto se asimilaban "demasiado bien". Con base en su propia investigación, al inicio de la década de 1990, Borjas (1990) argumenta que las habilidades socioeconómicas de los inmigrantes (principalmente educación y manejo del idioma inglés) se habían deteriorado significativamente entre las décadas de 1960 y 1970 y que por esta razón los salarios reales de los inmigrantes recientes permanecerían por debajo de los salarios de los nativos a través de sus vidas laborales.

Un tema fundamental para entender la integración laboral de los inmigrantes actuales es la precarización del trabajo en los países desarrollados. Aunque la economía informal se ha concebido como un remanente de relaciones de producción pasadas, se ha desarrollado en economías institucionalizadas a expensas de relaciones de trabajo formales. La pregunta de Saskia Sassen (1989: 60) sigue vigente sobre si la economía informal en países industrializados es consecuencia del capitalismo avanzado o más bien el resultado de la inmigración proveniente de países del anteriormente llamado Tercer Mundo.

En el caso de los inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos, se ha documentado que las trayectorias laborales más habituales corresponden a trabajos poco calificados y de baja remuneración. En general, el tipo de ocupaciones en las que se emplea la mayor parte de los mexicanos y latinoamericanos son consideradas por los nativos y otros inmigrantes como de bajo prestigio social porque implican salarios bajos, jornadas prolongadas, inestabilidad y carencia de beneficios sociales. La concentración de los inmigrantes mexicanos en este tipo de ocupaciones se explica por el alto índice de indocumentación y el bajo nivel de capital humano, así como por su elevada concentración residencial en barrios y comunidades pobres (Levine, 2008; Giorguli et al., 2006; Angoa, 2009; Mehta et al., 2002). Giorguli y sus colaboradores (2006) argumentan que la evidencia empírica más reciente indica que aun en situaciones similares, en cuanto al tiempo de residencia en Estados Unidos y estatus migratorio legal, los mexicanos reciben salarios más bajos por su trabajo. Explican este efecto como la desventaja de ser mexicano, que estereotipa a los migrantes mexicanos a priori como poco calificados y de baja productividad y los relega a estos puestos, sin importar que posean competencias especializadas.

Con respecto a la propiedad de la vivienda, Myers y Woo (1998) señalan que la adquisición de una casa es un símbolo importante de pertenencia a la clase media y de asimilación residencial de los inmigrantes en Estados Unidos. En su estudio sobre la adquisición de una casa por parte de los inmigrantes en el Sur de California con respecto a los nativos, señalan que mientras los inmigrantes asiáticos alcanzan una tasa alta de propietarios al poco tiempo de llegar a Estados Unidos, los inmigrantes hispanos muestran una tasa de crecimiento sostenido partiendo de niveles muy bajos.

 

La migración mexicana y el desarrollo de la zona metropolitana de Los Ángeles

La población inmigrante mexicana se ha insertado en la economía de la Zona Metropolitana de Los Ángeles que ha experimentado diversos cambios en su estructura productiva en su pasado reciente. Edward Soja (2000) identifica cinco periodos en el crecimiento urbano y el desarrollo económico de esta metrópoli.

En el primer periodo de 1870 a 1900, se dio la 'Waspización' de Los Ángeles con el arribo de la población blanca, anglosajona y protestante cuando la producción agrícola era la base de la economía local. En la era Regresiva-Progresiva, de 1900 a 1920, el desarrollo industrial consolidó a la región angelina como centro de apoyo del complejo manufacturero fordista del noreste de Estados Unidos. De 1920 a 1940, entre la primera y segunda guerra mundiales se dio el boom del desarrollo urbano y económico de la región cuando la industria aeronáutica financiada por el Departamento de Defensa, impulsó el desarrollo industrial.

Durante las dos guerras mundiales, la inmigración de mexicanos a Los Ángeles creció constantemente. Sin embargo, durante la gran depresión, y más específicamente entre 1929 y 1935, alrededor de 415 mil mexicanos fueron deportados de Estados Unidos, incluyendo muchos ciudadanos de Estados Unidos de ascendencia mexicana. Esta cifra no incluye a los repatriados por su voluntad o por el gobierno mexicano. Las deportaciones se dieron en una operación tumultuosa y las autoridades de la ciudad de Los Ángeles tuvieron un papel protagónico en este proceso (Hoffman, 1974: 126).

Fue hasta principios de la década de 1940, y concretamente en 1941, con la entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial, que la migración mexicana a Los Ángeles retomó su curso. El inicio de la guerra dio lugar al establecimiento de un acuerdo entre México y Estados Unidos en 1942, conocido como el Programa Bracero que se extendió hasta 1964. Se estima que poco más de 4.6 millones de contratos fueron concedidos a mexicanos durante la vigencia del programa. California recibió poco más de la mitad de los Braceros y, en particular, la región de Los Ángeles, fue muy beneficiada por estos trabajadores (García y Griego, 1988; Vargas y Campos, 1964).

Durante la cuarta era, entre 1940 y 1970, cuando según Soja (2000) explota la "Gran Naranja", se dio la transformación industrial de la región con el liderazgo de la industria aeroespacial y una extensa red de industrias manufactureras y de servicios. Entre 1940 y 1970, la población regional se triplicó, llegando a 10 millones de habitantes.

Mientras tanto, a nivel federal, se dio un cambio radical en la política de inmigración de Estados Unidos a mitad de la década de los sesenta en el contexto del movimiento por los derechos civiles en ese país. La reforma a la Ley de Inmigración y Nacionalidad aprobada en 1965, suprimió el restrictivo sistema de cuotas basado en orígenes nacionales establecido en 1921, eliminando origen nacional, raza y ascendencia como base para la inmigración. Esto condujo a un universo más diversificado de inmigrantes legales siguiendo los criterios de reunificación familiar y calificaciones ocupacionales (Portes y Rumbaut, 2006).

Esta reforma cambió radicalmente la inmigración a Estados Unidos y a la región de Los Ángeles en particular, con la disminución de la participación de los europeos y la inmigración masiva de asiáticos y latinoamericanos entre los que empezaron a predominar los mexicanos. Por la puerta "frontal" llegaron inmigrantes del sur de Vietnam, Cambodia, Laos y otros países del sudeste asiático y por la puerta "trasera", continuaron llegando los mexicanos y centroamericanos quienes incrementaron las filas de los inmigrantes indocumentados (Waldinger y Bozorgmehr, 1996: 10-11)

La quinta y última etapa del desarrollo de Los Ángeles, se dio entre 1970 y 2000, y Soja (2000: 140) la denomina como la era de la Nueva Urbanización, y aunque en este periodo se ha dado un proceso de crecimiento industrial y poblacional menor que en años anteriores, en términos absolutos, este crecimiento ha sido el más alto de todas las zonas metropolitanas de Estados Unidos. La reestructuración económica de la región, se basó en la desindustrialización como en el resto de Estados Unidos. Como consecuencia, las industrias manufactureras fordistas virtualmente han desaparecido, pero las industrias intensivas tanto en mano de obra como en conocimiento continuaron expandiéndose hasta la década de 1980.

Con la intención de "volver a tomar el control de sus fronteras" y solucionar el problema de cerca de doce millones de personas indocumentadas en Estados Unidos, en 1986 el congreso de Estados Unidos aprobó la Immigration Reform and Control Act (IRCA) que tenía tres elementos principales: una amnistía para los trabajadores indocumentados, sanciones contra los patrones que a sabiendas emplearan a trabajadores indocumentados y el reforzamiento de la vigilancia fronteriza.

La implementación de esta ley se ha dado de una manera fragmentada. Mientras la amnistía se aplicó generosamente de acuerdo a lo propuesto, las sanciones a empleadores nunca han pasado de tener una importancia simbólica y el reforzamiento real de la vigilancia fronteriza se dio hasta fines de 1993 cuando la administración del Presidente Clinton decidió adoptar esta política.

La amnistía fue administrada bajo dos programas: la "amnistía general" y el programa especial para trabajadores agrícolas: Special Agricultural Workers (SAW) que dieron como resultado que más de tres millones de personas regularizaran su status migratorio, de ellos, 2.3 millones eran de México (Massey et al., 2002: 90). La mayor parte de estas personas obtuvieron su residencia permanente legal entre el fin de la década de 1980 y los primeros años de la década de 1990.

El efecto más importante ocasionado por IRCA fue el surgimiento de un vigoroso proceso de establecimiento y reunificación familiar en Estados Unidos de personas documentadas e indocumentadas entre el final de la década de 1980 y los inicios de la de 1990. La reunificación familiar llevada a cabo por esta ley ocasionó la presencia en varias regiones de Estados Unidos de una gran cantidad de familias con estatus migratorio mixto, ya que incluían entre sus miembros a ciudadanos estadunidenses, residentes permanentes legales y a personas indocumentadas.

Finalmente, a fines de 1993, la administración del Presidente Clinton retomando las cláusulas de IRCA, decidió reforzar la vigilancia de su frontera con México para detener la migración de personas indocumentadas a través del incremento substancial del presupuesto del ahora llamado Departamento de Seguridad Interna y la concentración de recursos para la instalación de murallas y equipo electrónico de vigilancia en las rutas fronterizas que tradicionalmente habían usado los migrantes.

Esto ha provocado el surgimiento de una frontera fortificada, que a su vez ha ocasionado que quienes ahora la cruzan de manera indocumentada se vean forzados a internarse por regiones más agrestes y peligrosas, en donde muchos han muerto. Se ha documentado que más de cinco mil personas han muerto en el intento de cruzar la frontera desde 1994 (Jiménez, 2009). El reforzamiento de la vigilancia fronteriza ha llevado a la disminución de la circularidad de los migrantes indocumentados que no se arriesgan a cruzar la frontera de nuevo cuando ya están en Estados Unidos. En este contexto, los migrantes mexicanos participan en un mercado de trabajo muy competitivo que ofrece la economía de Los Ángeles que además de haber perdido buena parte de su base industrial manufacturera ha incrementado rápidamente su sector informal.

 

Los indicadores de la integración económica de los inmigrantes mexicanos en la zona metropolitana de Los Ángeles

Como ya hemos mencionado anteriormente, la integración económica de los inmigrantes en los países de destino consiste en analizar, los patrones de movilidad económica ascendente de los inmigrantes en relación con la población nativa (Borjas, 1990), por esta razón para nuestra investigación de la integración económica de los inmigrantes en la región metropolitana de Los Ángeles utilizamos los siguientes indicadores: 1) nivel de escolaridad, 2) dominio del idioma inglés, 3) adopción de la ciudadanía estadunidense, 4) participación en el mercado laboral y 5) propiedad de la vivienda.

Estas variables se analizan temporalmente, utilizando cuatro periodos históricos de la migración mexicana a Estados Unidos definidos por el impacto de la política de inmigración de Estados Unidos (Alarcón, 2011). El periodo hasta antes de 1965, culmina con el fin del Programa Bracero en 1964. El segundo periodo, denominado como el de la "migración indocumentada" se inicia en 1965 y termina en 1986 con la aprobación de la Immigration Reform and Control Act (IRCA) (Durand y Massey, 2003).

La tercera etapa, entre 1987 y 1994, corresponde al impacto de esta legislación en la migración mexicana y el cuarto periodo (1995-2007) cubre los años en los que el gobierno de Estados Unidos ha reforzado su vigilancia fronteriza con México.

En el análisis de la participación en el mercado laboral y la propiedad de la vivienda, se analiza el efecto que tiene para los inmigrantes mexicanos la obtención de la ciudadanía estadunidense. Se utiliza el acceso a la naturalización como proxy para analizar las diferencias causadas por el estatus migratorio, ya que en la American Community Survey no hay una variable sobre el estatus migratorio. Los ciudadanos naturalizados son obviamente todos documentados y los no naturalizados incluyen tanto a documentados como indocumentados. El análisis comparativo de los indicadores de la integración económica se hace en relación con la población nativa y con los tres grupos inmigrantes más numerosos después de los mexicanos: asiáticos, centroamericanos y europeos.

 

Nivel de escolaridad

Desde la perspectiva de la teoría de la asimilación, la escolaridad, al igual que el manejo del idioma de la sociedad de acogida, es considerado como uno de los factores más importantes para la integración económica y social de los inmigrantes (Portes y Rumbaut, 2001; Waldinger y Reichi, 2006; Huntington, 2004; Levine, 2001; Tinley, 2006; Rouse y Barrow, 2006). Estos autores plantean que los inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos así como los provenientes de Centroamérica, poseen bajos niveles de escolaridad en comparación con los nativos y otros inmigrantes nacidos en otros países del mundo.

Un obstáculo por superar es el diploma de high school (preparatoria terminada, doce años de escolaridad). La falta de esta credencial educativa, según Levine (2001), presagia pobreza y la obtención de trabajos de baja calificación, denominados "trabajos para inmigrantes". Según datos del Census Bureau de Estados Unidos (2007), el promedio de ingresos para una persona que no ha completado high school es de casi 20 mil dólares anuales, mientras que para una persona que cuenta con dichos estudios concluidos, es de casi 30 mil. En tanto que una persona con estudios universitarios o de posgrado tendrá, en promedio, ingresos 2.3 veces más altos que una persona que solo tiene un diploma de high school (Rouse y Barrow, 2006).

Gráfica 1

De hecho, entre los indicadores que Huntington (2004) utiliza para cuestionar la integración de los mexicanos y sus descendientes en Estados Unidos, esta la proporción de la población inmigrante mexicana que no tenía un diploma de high school entre 1989 y 1990 que ascendía a 69.9 por ciento, mientras que la misma cifra para la segunda generación (hijos de inmigrantes) era de 51.5 por ciento. La información proveniente de la American Community Survey de 2007 apoya la tendencia señalada por Huntington (2004), en el sentido de que los inmigrantes mexicanos residentes en la Zona Metropolitana de Los Ángeles, presentan niveles de escolaridad muy por debajo a los registrados por la población nativa y otros inmigrantes. Según dicha fuente, únicamente 39.4 por ciento de los mexicanos de 25 años y más residentes en la región angelina había concluido la high school, y de ellos, solamente 4.7 por ciento tenía estudios de licenciatura completa o posgrado (al menos 16 años de escolaridad). En cambio, entre los nativos estadunidenses, 90.1 por ciento contaba con el grado de high school y tres de cada diez habían obtenido al menos un título universitario. Una situación muy similar se observa entre los inmigrantes procedentes de Asia y Europa, entre los cuales, aproximadamente, cuatro de cada diez tenían estudios de licenciatura o más. Los inmigrantes centroamericanos también presentan niveles de educación inferiores a los nativos, asiáticos y europeos, pero ligeramente superiores a los mexicanos.

El bajo nivel educativo de los inmigrantes mexicanos residentes en la zona Metropolitana de Los Ángeles no es, ciertamente, sorpresivo, ya que se trata de una migración de carácter eminentemente laboral. Por otra parte, por el hecho de que México y Estados Unidos comparten una larguísima frontera común, los migrantes mexicanos están sujetos a un proceso selectivo menos severo que los inmigrantes de otros países, lo que facilita la migración de personas con baja escolaridad (Portes y Rumbaut, 2006; Alarcón, 2000). Este proceso selectivo menos rígido se complementa con una historia migratoria centenaria en el que se han desarrollado redes sólidas entre empleadores en Estados Unidos y comunidades de migrantes en México. Al tratarse de una migración motivada particularmente por factores económicos y laborales, no es raro que muchos migrantes mexicanos lleguen a Estados Unidos en edad escolar y busquen lo más pronto posible un empleo que les permita su subsistencia y la de sus familias que han dejado en sus lugares de origen. Además, muchos de ellos, no disponen de los títulos y certificados educativos para poder continuar sus estudios en el sistema estadunidense. En este sentido, la baja escolaridad se traduce en dificultades para la integración en el mercado laboral y la movilidad socioeconómica.

 

Dominio del idioma inglés

La teoría de la asimilación postula que uno de los aspectos fundamentales del proceso de integración a la sociedad receptora es la adopción del lenguaje. De hecho, la asimilación lingüística se espera de los inmigrantes no sólo por razones instrumentales, sino también simbólicas, dado que el lenguaje está en el centro de las identidades nacionales y las solidaridades étnicas (Portes y Rumbaut, 2006). Desde esta óptica, se postula que la adquisición del lenguaje del grupo dominante es el primer paso para el ajuste del inmigrante a la nueva sociedad. La competencia lingüística sirve como catalizador, no sólo del conocimiento táctico necesario en lo cotidiano, sino que puede contribuir igualmente a aumentar y reforzar la comunicación entre nativos e inmigrantes y para la inserción positiva en el ámbito laboral y educativo (Baron, 2007).

Varios estudios realizados en Estados Unidos reportan que, aunque en menor medida que otros inmigrantes, los mexicanos y sus descendientes tratan de aprender el inglés, porque lo consideran como elemento indispensable para triunfar en ese país (Galindo, 2009; Baron, 2007; Alba, 2005; PEW, 2004). Sin embargo, Huntington (2004:30) argumenta que:

los mexicanos y otros latinos no se han asimilado a la cultura principal de Estados Unidos, formando en cambio sus propios enclaves políticos y lingüísticos —"de Los Ángeles a Miami—" y rechazando los valores Anglo-Protestantes que construyeron el sueño americano.

Por su parte, Alba (2005) señala que en 1990, poco más de 60 por ciento de los miembros de la tercera generación de origen mexicano hablaba únicamente inglés en sus hogares y en el año 2000 esta cifra subió a alrededor de 70 por ciento.

Los datos de la American Community Survey indican que los mexicanos presentan menos habilidades para hablar el idioma inglés en comparación con otros grupos de inmigrantes. De los datos del cuadro 1, se desprende que la mitad de los mexicanos no lo habla bien o no lo habla. Esta cifra contrasta con la proporción registrada entre los europeos y asiáticos (11.5 y 24.1 por ciento, respectivamente). Asimismo, llama la atención que los inmigrantes centroamericanos presentan porcentajes similares de dominio del inglés que los mexicanos.

McManus (1990) explica que la alta concentración residencial de los latinos en California y las fuertes redes sociales influyen en el aplazamiento del proceso de adquisición del lenguaje de la sociedad de acogida, ya que los inmigrantes tienden a rodearse de personas del mismo origen reduciendo con ello la necesidad de aprender otra lengua. Baron (2007) señala que no todos los inmigrantes hispanos en Estados Unidos mantienen el español y que la asimilación lingüística tiende aumentar con el tiempo de permanencia de los inmigrantes y sus descendientes de segunda o tercera generación.

Al observar la distribución de la población inmigrante mexicana en la Zona Metropolitana de Los Ángeles, según la cohorte de llegada a Estados Unidos se constata que la mayor permanencia de los inmigrantes mexicanos en Los Ángeles facilita que tengan un mayor dominio del inglés. Entre los mexicanos que llegaron antes de 1965, 63 por ciento se concentraba en las categorías: habla solo inglés, habla muy bien o bien en 2007. Este porcentaje disminuye consistentemente para los que llegaron en los periodos siguientes hasta llegar a los que arribaron entre 1995 y 2007, entre quienes solamente 38.7 por ciento tenía este dominio del inglés.

Sin embargo, cuando se compara el nivel de domino del idioma inglés de los inmigrantes mexicanos con los provenientes de Europa y Asia se observa que aun en las cohortes más antiguas, los mexicanos son el grupo con el menor porcentaje de población que habla solo inglés o lo habla muy bien o bien. Este mismo patrón se presenta en el caso de los inmigrantes centroamericanos, ubicándose como el segundo grupo inmigrante con menor dominio del inglés, después de los mexicanos.

Hay otros condicionantes que influyen en la dificultad para adoptar el idioma inglés por parte de los inmigrantes mexicanos. Fix y Passel (2003) señalan que un estudio sobre la educación de los latinos en el suroeste de Estados Unidos indicó que la falta de maestros capacitados en la enseñanza de inglés como segunda lengua es el problema más sobresaliente (Wainer, 2004). Por otra parte, los datos de la Encuesta de Latinos de 2002, indican que si bien el dominio del idioma inglés puede conducir a mayores beneficios económicos para los inmigrantes latinoamericanos, no necesariamente reduce la discriminación, pues una proporción importante de los encuesta-dos que hablan bien el idioma reportó haber sido objeto de discriminación en su trabajo por su apariencia (Pew Hispanic Center, 2004).

 

La adopción de la ciudadanía estadunidense

La naturalización es un factor clave en la integración de los inmigrantes. Como el más importante país de inmigración en el mundo, Estados Unidos ha diseñado una legislación compleja e instituciones gigantescas para gestionar la admisión de extranjeros. El país se rige por el principio de Ius Soli por el que se confiere la ciudadanía a todas las personas nacidas en el territorio a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de los países europeos que se que rigen por el Ius Sanguinis. Un extranjero que ha sido admitido como residente permanente legal puede solicitar la naturalización luego de cinco años además de cumplir con varios requisitos como no tener antecedentes penales. Los cónyuges de ciudadanos estadunidenses pueden solicitar la naturalización después de tres años de ser residentes permanentes legales.

Los migrantes mexicanos a Estados Unidos hasta el fin de la década de los noventa del siglo pasado mantuvieron niveles bajos de naturalización por una combinación de nacionalismo y la exigencia por parte de México de renunciar a la nacionalidad mexicana cuando se adoptara la ciudadanía estadunidense.

Al fin de la década de 1990, los migrantes mexicanos cambiaron su actitud hacia la naturalización debido a la Illegal Immigration Reform and Immigrant Responsibility Act (IRIRA) que fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos en 1996 y que limitaba drásticamente el acceso de los residentes permanentes legales a muchos beneficios sociales. Por su parte, el congreso mexicano aprobó una reforma constitucional, la Ley de Nacionalidad de 1997, que permite conservar la nacionalidad mexicana a quienes decidan adoptar otra, lo que hace de la nacionalidad mexicana un derecho irrenunciable. La combinación de estos dos procesos ocasionó un incremento inusitado en el número de naturalizaciones de inmigrantes mexicanos, muchos de los cuales se habían convertido en residentes permanentes legales gracias a la Immigration Reform and Control Act de 1986.

A pesar del incremento reciente de la naturalización, de acuerdo a los datos de la Current Population Survey de 2007, la población nacida en México residente en Estados Unidos presenta tasas de naturalización muy inferiores en comparación con otros grupos de inmigrantes. Mientras, aproximadamente uno de cada cinco mexicanos tiene la ciudadanía estadunidense, se ha naturalizado casi uno de cada tres inmigrantes de otros países de América Latina y uno de cada dos inmigrantes provenientes de Asía y Europa.

En la Zona Metropolitana de Los Ángeles, solamente uno de cada cuatro mexicanos residentes en la región cuenta con la ciudadanía estadunidense. En cambio, entre la población asiática y europea, este porcentaje es muy alto (alrededor de 63 por ciento). Después de los mexicanos, los centroamericanos constituyen el segundo grupo con menor porcentaje de inmigrantes que han obtenido la ciudadanía estadunidense. Asimismo, al comparar el estatus de ciudadanía de los inmigrantes mexicanos según periodo de llegada, destaca la baja tasa de naturalización de los mexicanos de recién arribo. Los datos de la gráfica 2 indican que mientras 7.6 por ciento de la población mexicana que llegó a Estados Unidos entre 1995 y 2007 contaba con la ciudadanía estadunidense, la tenían 24.5 por ciento de los inmigrantes asiáticos.

Michael Fix y sus coautores (2008) argumentan que muchos de los inmigrantes latinos que pueden aspirar a convertirse en ciudadanos estadunidenses no lo hacen debido a los requisitos que exige el gobierno estadunidense. Una vez que el inmigrante ha logrado conseguir la residencia permanente legal tiene que esperar por lo menos cinco años para solicitar la ciudadanía, pagar los altos costos que conlleva el proceso y cubrir la exigencia del dominio del idioma inglés, que como hemos mostrado es muy bajo entre los inmigrantes mexicanos.

 

Participación en el mercado de trabajo

Aunque los trabajadores mexicanos presentan altos niveles de participación laboral, se insertan mayoritariamente en ocupaciones de baja calificación y mal remuneradas. De acuerdo con datos de la American Community Survey, del total de inmigrantes mexicanos en edad de trabajar (16 años o más), 2.4 millones formaban parte de la población económicamente activa de la Zona Metropolitana de Los Ángeles en 2007. Esta cifra representa una tasa de participación laboral de 68.7 por ciento que es ligeramente inferior a la reportada por el agregado de inmigrantes procedentes de Centroamérica pero superior a la de los otros grupos de inmigrantes y nativos.

En cuanto a la inserción laboral de los inmigrantes mexicanos según grupo de ocupación principal, los datos presentados en el cuadro 2 muestran que mientras que 68.5 por ciento de los mexicanos se emplea en ocupaciones relacionadas con la preparación de alimentos, limpieza de edificios, la industria de la producción, apoyo administrativo y ventas y la construcción, los estadunidenses nativos están fuertemente concentrados en ocupaciones profesionales y en apoyo administrativo y ventas.

De hecho, la reducida participación de los mexicanos en ocupaciones profesionales y especializadas resulta particularmente notoria con respecto a los nativos y otros grupos de inmigrantes como los asiáticos y los europeos. Casi la mitad (47.9 por ciento) de los inmigrantes asiáticos se emplea en estas ocupaciones profesionales, contrastando fuertemente con 10.8 por ciento de los mexicanos. Estos datos expresan claramente la existencia de un mercado laboral inmigrante polarizado según el origen étnico, en el que los trabajadores mexicanos y aquellos provenientes de países centroamericanos responden a la demanda de trabajo para actividades poco calificadas que generalmente ofrecen bajos salarios, mientras que los inmigrantes europeos y asiáticos satisfacen las necesidades de trabajo calificado.

El cuadro 2 presenta también la distribución ocupacional de los inmigrantes, según condición de obtención de la ciudadanía estadunidense para analizar las diferencias causadas por el estatus migratorio ya que los ciudadanos naturalizados son todos documentados y los no naturalizados incluyen a documentados e indocumentados. Se puede observar que los mexicanos que cuentan con la ciudadanía estadunidense se emplean en ocupaciones de mayor calificación que aquellos que no cuentan con ella.

Así, por ejemplo, mientras 19.4 por ciento de los trabajadores mexicanos que cuentan con la ciudadanía estadunidense se emplean en actividades profesionales y ocupaciones especializadas, solamente los hace siete por ciento de los no ciudadanos. Inversamente, la proporción de mexicanos ciudadanos estadunidenses ocupados en actividades de baja calificación, (servicios de preparación y venta de alimentos y limpieza de edificios) es mucho menor que la registrada entre los trabajadores mexicanos que no cuentan con dicho estatus migratorio.

No obstante lo anterior, al comparar la situación laboral de los mexicanos respecto a la población nativa y otros inmigrantes, los datos sugieren una tendencia a reafirmar la concentración de la población inmigrante mexicana, con y sin ciudadanía estadunidense, en ocupaciones que requieren poca calificación. Sin embargo, es muy importante observar que mientras la diferencia en ocupaciones profesionales entre ser naturalizado o no serlo, es de 12 puntos porcentuales entre los mexicanos y de 17 puntos porcentuales para los centroamericanos, no sucede lo mismo para los inmigrantes europeos y asiáticos, que tienen casi la misma proporción entre los naturalizados y los no naturalizados en estas ocupaciones.

La distribución ocupacional de los trabajadores inmigrantes evidencia un patrón de segregación ocupacional que afecta principalmente a los mexicanos y centroamericanos; los cuales, aun contando con el estatus de ciudadano estadunidense, se emplean mayoritariamente en actividades de baja calificación en comparación con los nativos y los inmigrantes naturalizados procedentes de Asia y Europa. Por ejemplo, 14.4 por ciento de los mexicanos y 16.5 por ciento de los centroamericanos que cuentan con la ciudadanía estadunidense se emplean en actividades relacionadas con la preparación, venta de alimentos y limpieza de edificios versus 3.7 por ciento de los europeos y 3.8 por ciento de los asiáticos.

Indudablemente, los bajos índices de escolaridad, dominio del idioma inglés y naturalización alcanzados por los inmigrantes mexicanos tienen un impacto en su integración laboral desventajosa, sin embargo, una tarea pendiente será verificar el papel que tiene la discriminación. Giorguli y Leite (2010:389) argumentan que aun en aquellos casos en los cuales los mexicanos "disponen de competencias especializadas, su éxito laboral se encuentra supeditado a los estereotipos respecto del 'trabajo mexicano', entendido como poco calificado y de bajo valor monetario".

La concentración de los inmigrantes mexicanos en empleos de baja calificación se expresa en una diferenciación salarial respecto a los nativos y a los inmigrantes europeos y asiáticos. Mientras cerca de la mitad (46 por ciento) de la población nativa recibía ingresos por trabajo superiores a los 40 mil dólares anuales; 54 por ciento de los europeos se encontraban en el mismo grupo de ingresos, al igual que 48 por ciento de los asiáticos. Por su parte, solamente 17 por ciento de los mexicanos tenían ese nivel de ingresos. Entre estos últimos, al igual que los centroamericanos, más de 60 por ciento recibe ingresos por trabajo inferiores a 30 mil dólares anuales. Es evidente que, en términos económicos, la brecha salarial entre los mexicanos y los nativos estadunidenses es tan amplia que opaca sus perspectivas de una integración económica exitosa (ver gráfica 3).

 

Propiedad de la vivienda

La propiedad de la vivienda es un indicador de suma importancia en el análisis de la integración de los inmigrantes, ya que no sólo conduce al establecimiento permanente en Estados Unidos, sino que además constituye una inversión económica fundamental. La adquisición de una casa es un símbolo importante de pertenencia a la clase media y de asimilación residencial de los inmigrantes en Estados Unidos (Myers y Woo, 1998).

En el caso específico de los inmigrantes mexicanos residentes en la Zona Metropolitana de Los Ángeles, los datos de la American Community Survey indican que poco más de 45 por ciento reside en una vivienda cuyos integrantes son propietarios. Esta es una proporción considerable, si se compara con 60 por ciento de los inmigrantes europeos y asiáticos.

Numerosos estudios consideran la propiedad de la vivienda de los inmigrantes como un signo de compromiso con la sociedad de acogida, como manifestación del deseo de permanecer en el país (Alba y Logan, 1992; Mulder y Wagner, 1998; Painter et al., 2001). Señalan además que el estatus migratorio tiene un papel discriminante en las tasas de propiedad de la vivienda de los diferentes grupos étnicos. Los datos de la gráfica 4 parecen corroborar esta hipótesis, ya que siete de cada diez mexicanos con ciudadanía estadunidense residen en una vivienda que es propiedad de algún residente en la misma, en comparación a tres de cada diez de los no naturalizados. Los inmigrantes mexicanos naturalizados tienen un porcentaje similar de propietarios de casa (alrededor de 68 por ciento) que sus contrapartes asiáticos y europeos, lo que sugiere que el estatus documentado va acompañado de movilidad económica y social.

Se puede afirmar que el tiempo de residencia en Estados Unidos es otro factor que incide en la adquisición de vivienda entre la población inmigrante (Alba y Logan, 1992; Mulder y Wagner, 1998; Painter et al., 2001). Entre mayor es el tiempo de residencia en Estados Unidos, mayor es la proporción de inmigrantes propietarios de una vivienda, como lo muestra el cuadro 3 en todos los grupos de inmigrantes considerados en este análisis.

 

Consideraciones finales

El análisis de la integración económica de los inmigrantes mexicanos en la Zona Metropolitana de Los Ángeles muestra que lo están haciendo en condiciones de desventaja en comparación con otros grupos de inmigrantes como los europeos y los asiáticos y de manera muy similar a los centroamericanos. Así lo refl ejan sus bajos niveles de escolaridad, dominio del idioma inglés, adopción de la ciudadanía estadunidense, participación laboral en ocupaciones calificadas y como propietarios de la vivienda.

Solamente 39.4 por ciento de los mexicanos de 25 años y más tiene estudios de high school terminada, y de ellos, solamente 4.7 por ciento tiene estudios de licenciatura completa o posgrado que son porcentajes muy bajos con respecto a los otros grupos de inmigrantes y los nativos. En relación al dominio del idioma inglés, los mexicanos presentan comparativamente menos habilidades para comunicarse en este idioma, ya que más de la mitad no habla bien o no habla inglés. Sin embargo, el análisis del dominio del idioma inglés por cohorte de llegada a Estados Unidos muestra que la mayor permanencia de los mexicanos en ese país facilita que tengan un mayor dominio de este idioma.

A pesar de ser el grupo inmigrante mayoritario y con mayor tradición migratoria en la región angelina, sólo uno de cada cuatro mexicanos ha conseguido la ciudadanía estadunidense. Sin embargo, es importante mencionar que la baja tasa de ciudadanía que presentan los mexicanos es resultado principalmente de la alta proporción de la población indocumentada que es retroalimentada constantemente y al marcado patrón circular adoptado por ellos, a diferencia de las experiencias de los inmigrantes europeos y asiáticos.

En el mercado de trabajo los inmigrantes mexicanos se concentran en ocupaciones de baja calificación. Aproximadamente siete de cada diez se desempeña en ocupaciones relacionadas con la preparación de alimentos, limpieza de edificios, la industria de la producción, apoyo administrativo y ventas y la construcción. Los mexicanos parecen haber conquistado nichos laborales en sectores no deseados por otros trabajadores nativos o inmigrantes, sin embargo, es posible que los nichos laborales de los inmigrantes mexicanos en sectores de la manufactura si excluyan, por ejemplo, a trabajadores negros que de antemano sufren un proceso de discriminación más alto que los mexicanos (Waldinger, 1996).

En cuanto a la propiedad de las viviendas los resultados del estudio muestran que poco más de 45 por ciento de los inmigrantes mexicanos reside en una vivienda cuyos integrantes son propietarios. Esta es una proporción considerable, si se compara con 60 por ciento de los propietarios entre inmigrantes europeos y asiáticos. Esto sugiere que un porcentaje importante de inmigrantes mexicanos al ser propietarios de una casa están fuertemente integrados a la economía y sociedad de Los Ángeles.

El análisis del impacto del estatus migratorio legal en el mercado de trabajo y en la propiedad de la vivienda a través de la observación de las experiencias de naturalizados y no naturalizados muestra que los mexicanos que cuentan con la ciudadanía estadunidense se emplean en ocupaciones de mayor calificación que aquellos que no cuentan con ella, asimismo, un porcentaje mayor de inmigrantes mexicanos con ciudadanía estadunidense residen en hogares con propietarios de una vivienda. El análisis de la propiedad de la vivienda por cohorte de llegada a Estados Unidos muestra también que en general una permanencia más larga en este país lleva a un porcentaje mayor de propietarios de viviendas. A la luz de estos resultados, se puede argumentar que el estatus migratorio legal y una larga residencia conduce a una integración económica más exitosa de los inmigrantes mexicanos en la Zona Metropolitana de Los Ángeles.

Este estudio ha mostrado que los inmigrantes mexicanos se están integrando en la economía de la Zona Metropolitana de Los Ángeles de una forma desventajosa en relación con otros inmigrantes como los europeos y los asiáticos. En este sentido, nuestros indicadores concuerdan con los mostrados por Huntington (2004), sin embargo, argumentamos que los mexicanos manifiestan una fuerte integración a la economía de Los Ángeles porque se insertan en el mercado de trabajo formal e informal de esta metrópoli que ha padecido un grave proceso de restructuración económica que ha llevado a la disminución de su base manufacturera y a la creciente expansión de su economía informal por lo que ofrece muchos empleos que requieren poca calificación, son inestables, no ofrecen prestaciones sociales y están sujetas a sistemas de subcontratación y otras formas de precariedad laboral.

Sassen (2003) argumenta que las ciudades globales como Los Ángeles demandan trabajadores altamente calificados para el desarrollo de su economía, pero a su vez, requieren trabajadores de baja calificación con tendencia a la actividad informal y pocas opciones de movilidad ocupacio-nal. La misma autora señala que surge una nueva estructura de consumo, cuando el número de los trabajadores de altos salarios alcanza una masa crítica en los grandes centros urbanos generando la demanda de trabajadores para servicios intensivos en mano de obra (Sassen, 1988). Por ejemplo, Susser (1991) considera que cuando las mujeres con alta escolaridad se emplean en empleos profesionales que requieren mucho de su tiempo, mujeres pobres e inmigrantes se encargan del trabajo en sus hogares. En este sentido, las mujeres inmigrantes mexicanas están aportando los servicios intensivos de mano de obra como limpieza de casas y cuidado de niños que requieren las familias de altos ingresos.

La Zona Metropolitana de Los Ángeles muestra un mercado de trabajo segmentado en el que los inmigrantes asiáticos y europeos tienen la mayor parte de las ocupaciones calificadas mientras los inmigrantes mexicanos y centroamericanos se concentran en las ocupaciones de baja calificación. Asimismo, dentro de la misma población inmigrante mexicana hay una segmentación adicional por status migratorio ya que los inmigrantes que se han convertido en ciudadanos naturalizados consiguen ocupaciones mejores que los no naturalizados que se ven confinados a ocupaciones más precarias. La proximidad de México con Estados Unidos ha favorecido la baja selectividad de la migración mexicana en términos de escolaridad, a pesar de esto, los inmigrantes mexicanos parecen estar fuertemente integrados a la economía de la región metropolitana de Los Ángeles ya que tienen una alta participación laboral en esta metrópoli que padece un grave proceso de restructuración, degradación e informalidad.

 

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Nota

* Este artículo es parte del proyecto de investigación "Integrándose a la ciudad: factores socio-demográficos y políticas urbanas en la incorporación de los inmigrantes mexicanos en Los Ángeles" que cuenta con financiamiento de la Fundación BBVA y se realiza bajo la responsabilidad de Rafael G. Alarcón Acosta, Luis Escala Rabadán y Olga Odgers Ortiz.

 

Información sobre los autores:

Rafael ALARCÓN. Es profesor investigador en el Departamento de Estudios Sociales de El Colegio de la Frontera Norte en Tijuana, Baja California. También es profesor invitado en el Master Internacional de Migraciones en la Universidad de Valencia en España. Obtuvo el doctorado en Planeación Urbana y Regional por la Universidad de California en Berkeley, es miembro del Sistema Nacional de Investigadores en el nivel 2 y fue el director fundador de Migraciones Internacionales. Ha realizado investigación sobre los efectos económicos y sociales de la migración en México y Estados Unidos, la integración de los inmigrantes y sobre la migración calificada. Entre las publicaciones de su investigación más reciente está el libro: Recession without borders: mexican migrants confront the economic downturn, editado por David Scott Fitzgerald, Rafael Alarcón y Leah Muse-Orlinoff (Boulder: Lynne Rienner Publishers, 2011). Correo electrónico: ralarcon@colef.mx

Telésforo RAMÍREZ-GARCÍA. Es doctor en Estudios de Población por El Colegio de México y maestro en Demografía por El Colegio de la Frontera Norte. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores y ha trabajado como profesor de estadística y metodología de la investigación en algunas universidades y centros de educación superior en México. Actualmente se desempeña como Director del Área de Estudios Socioeconómicos y Migración Internacional del Consejo Nacional de Población (Conapo). Sus temas de investigación giran en torno a la migración internacional, género, familia y envejecimiento. Entre sus recientes publicaciones se encuentra el artículo: "The linkage of life course, migration, health, and aging: health in adults and elderly mexican migrants", en Journal of Aging and Health 23(7) publicado en 2011 en coautoría con Verónica Montes de Oca, Rogelio Sáenz y Jennifer Guillén. Correo electrónico: tramirez@segob.gob.mx

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