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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.17 no.67 Toluca Jan./Mar. 2011

 

Homosexualidad en la juventud mexicana y su distribución geográfica

 

Homosexuality in Mexican youth and its geographical distribution

 

José Moral–De–La–Rubia

 

Universidad Autónoma de Nuevo León.

 

Este artículo fue
recibido el 28 de octubre de 2010
aprobado el 30 de marzo 2011

 

Resumen

Con datos de la Segunda Encuesta de la Juventud, se buscó describir la prevalencia de relaciones, enamoramiento e identidad homosexuales, así como crear un índice compuesto con estas tres variables y contrastar diferencias por región geográfica, estado federal y estrato poblacional. En una muestra probabilística de 25 630 hombres y mujeres mexicanos de 12 a 19 años, la prevalencia de enamoramiento homosexual fue de 11.5 por ciento; de relaciones homosexuales, 3.4 por ciento, y de identidad no heterosexual, 1.7 por ciento. Las tres variables definieron un factor con consistencia interna adecuada (KR–20 = 0.61), base del índice compuesto, cuya distribución fue marcadamente asimétrica. Los rasgos de homosexualidad fueron más frecuentes en los estados de Durango, Chihuahua y Tamaulipas. Estos datos muestran una realidad que está presente para ser respetada.

Palabras clave: homosexualidad, adolescentes, jóvenes, México.

 

Abstract

With data from the Second Survey on Youth we sought to describe the prevalence of homosexual relations, love and identity, as well as create an index composed of these three variables and contrast difference by geographic region, federal state and population stratum. In a probabilistic sample of 25 630 Mexican men and women from 12 to 19 years of age, the prevalence of homosexual love was 11.5 percent; of homosexual relationships 3.4 percent, and of non–heterosexual identity 1.7 percent. The three variables defined a factor with an adequate internal consistency (KR–20 = 0.61), a base of the composed index, whose distribution was markedly asymmetric. The features of homosexuality were more frequent in the states of Durango, Chihuahua and Tamaulipas. These data show a reality that is here to be respected.

Key words: homosexuality, adolescents, youths, México.

 

Introducción

Las sociedades humanas, en su gran mayoría, han reforzado la conducta reproductiva, así como los lazos estables entre progenitores y grupos familiares, al tiempo que han castigado las conductas no reproductivas y desintegradoras de estos lazos. La religión, así como los códigos civiles y penales han garantizado tales objetivos. Ninguna sociedad ha fomentado la homosexualidad. En algunas se ha tolerado la bisexualidad, como en la Grecia clásica y helenística o en la Roma imperial, o se ha aceptado la homosexualidad en grupos marginales, sobre los cuales no hay intereses reproductivos, como en los esclavos, o ha sido practicada de forma secreta por monjes y sacerdotes a quienes se les impone el celibato o restricciones sexuales (Crompton, 2003). Lo más común en la historia de la humanidad ha sido que las sociedades estimulen la reproducción para lograr una mayor dominancia, de ahí el castigo hacia la homosexualidad (Heuveline, 2001). Precisamente, en ciertos periodos de paz y crecimiento, donde surgen los problemas relacionados con el exceso de población, se invierte dicha presión y las actitudes hacia la homosexualidad cambian hacia una mayor tolerancia, como en el apogeo del imperio romano, tendencia que fue revertida durante el declive de Roma (Rupp, 2001). Cuando se percibe exceso de población no sólo se tolera más la homosexualidad, sino también se fomentan los métodos anticonceptivos, se valoran más las familias pequeñas y los matrimonios sin hijos, esto es, se promueve la reducción del crecimiento poblacional (Heuveline, 2001). Siempre las ideologías religiosas y políticas dominantes median estos cambios y los pueden hacer más lentos o más rápidos, dependiendo de su actitud hacia la sexualidad en general (condena o aceptación) y la homosexualidad en concreto (Moral, 2010a). Aunque se puede hacer un promedio nacional, las actitudes y conductas no son homogéneas en todo el territorio nacional en un momento dado. Ciertas ciudades son más liberales y otras más conservadoras, lo mismo ocurre con las zonas rurales, aunque éstas tienden a ser más conservadoras que las ciudades. Las variables implicadas en esta dispersión interterritorial son el tamaño poblacional, la proporción de inmigrantes y la dinámica de poderes e ideologías dominantes en cada entidad territorial local (Lauman et al., 1994). Usualmente, la condición de inmigrante es señalada como factor de riesgo, a lo que contribuye una cierta liberación de los controles sociales de origen y destino; además, el sometimiento jerárquico y dificultad para encontrar pareja en inmigrantes ilegales o que huyen de la pobreza. A su vez, los homosexuales de zonas rurales suelen inmigrar a las ciudades buscando más libertad para manifestar su orientación sexual (Moral, 2010a y 2010b). Hsueh–Hao (2009) señala que la diferencia sociodemográfica más importante que surge en las muestras poblacionales en relación con la conducta homosexual es el lugar de residencia, incluso con más peso que el género.

El género es una variable claramente diferencial en todos los aspectos de la conducta sexual, incluyendo la homosexualidad, la cual aparece con mucha más frecuencia en hombres que en mujeres; a lo que contribuye el mayor impulso sexual que experimentan los hombres, como ocurre en los machos de otras muchas especies (Alcock, 1993). La escolaridad y el estatus socioeconómico poseen una influencia mucho más limitada y mediada por la libertad que proporciona el acceso a una mayor cultura frente a las ideologías religiosas y políticas dominantes (Paternostro, 1998).

En México existen datos poblacionales sobre conducta homosexual y están disponibles para su análisis en relación con variables sociodemográficas, como los de la Encuesta Nacional de la Juventud, aplicaciones 2000 y 2005. Aprovechando dichos datos, este estudio se propone: a) describir los datos de la segunda Encuesta Nacional de la Juventud (ENJUVE2005) (Instituto Mexicano de la Juventud, 2006), sobre frecuencia de conducta manifiesta, enamoramiento e identidad homosexuales, y valoración de qué tanto en México los jóvenes son homosexuales (percepción de homosexualidad), b) crear un índice ponderado con las tres primeras variables, esto es, un puntaje del grado de homosexualidad, donde se da más peso en la suma a unas variables sobre las otras, al ser multiplicadas cada una por un coeficiente, que si es mayor de uno lo aumenta y si es menor de uno lo disminuye, c) contrastar diferencias del índice compuesto y la percepción de homosexualidad por región geográfica, estado federal y estrato poblacional, y d) comprobar si las asociaciones con las variables geográficas son mayores que con el género.

Se espera una prevalencia reportada de conducta homosexual manifiesta baja (de entre dos y cuatro por ciento), en consonancia con otros estudios poblacionales (Moral, 2010b), aunque discordante con la valoración de la presencia de homosexualidad en los jóvenes mexicanos, esto es, su presencia en los otros. Más allá de la proyección de rasgos socialmente rechazados, la baja manifestación de homosexualidad por parte de los encuestados se atribuye a que la entrevista en el domicilio cara a cara dificulta la sinceridad. Como en otros estudios, la frecuencia de enamoramiento homosexual o lésbico será mayor que la identidad no heterosexual y la frecuencia de conducta manifiesta homosexual o lésbica (Sell et al., 1995), toda vez que el enamoramiento implica un proceso de deseo, antecedente que puede ocultarse sin consecuencias sociales, mientras que la conducta manifiesta ya obliga a enfrentar esas consecuencias, y también debido a que la identidad no heterosexual autodefinida surge de un proceso de integración y reducción de la disonancia consecuente a la conducta y deseo (Cain, 1991; Dubé, 2000). Precisamente, el puntaje complejo de homosexualidad está integrado por deseo, conducta e identidad.

Se espera mayor prevalencia de homosexualidad en población urbana que rural por el menor control social y, consecuentemente, la mayor libertad individual que otorga vivir en ciudades (Hsueh–Hao, 2009; Vázquez y Chávez, 2008). También se presupone mayor presencia de homosexualidad en la zona sur–sureste por influencia de la cultura maya, que históricamente fue la más tolerante a su práctica (Garza, 2002; Trueba, 2008), así como en zonas de frontera con Estados Unidos de América, por el mayor contacto con una cultura más liberal y mercantilista, donde existe un próspero mercado de consumo con una amplia oferta de prostitución masculina homosexual (Carrillo, 2005).

Se presupone que el género masculino se asociará con más rasgos de homosexualidad, lo cual es atribuible a un mayor impulso sexual (Alcock, 1993) y mayor libertad sexual en un ámbito personal (Cain, 1991), pero no así en el plano social, al estar la homosexualidad más estigmatizada en el hombre que en la mujer (Aguirre y Rendón, 2008; Vázquez y Chávez, 2008). No obstante, la asociación será más fuertes con las variables demográficas, como señalan Hsueh–Hao (2009) y Laumann et al. (1994), lo que apoyaría las teorías ambientales y psicoevolutivas, que asumen una plasticidad sexual o bisexualidad básica (Muscarella, 2000).

 

Método

Participantes

La población objeto de estudio es de adolescentes y jóvenes de 12 a 29 años de edad que residen en México. La muestra quedó integrada por 25 630 participantes de 12 a 29 años. 51 por ciento (13 067 de 25 630) son mujeres y 49 por ciento (12 563 de 25 630) hombres. Hay, significativamente, más mujeres por la prueba binomial (p < 0.01). El participante promedio de la encuesta (mujer u hombre) tiene 19 años de edad (adolescente tardío), nueve años de escolaridad (secundaria completa), es soltero, de religión católica y considera la religión como importante, es de nivel socioeconómico medio–bajo, con un ingreso familiar mensual de unos 5 615 pesos, se halla radicado en una localidad urbana y vive con sus padres, habiendo un promedio de cuatro a cinco personas en la vivienda (véase cuadro 1).

 

Instrumento

El cuestionario ENJUVE2005 está integrado por dos secciones: una de hogar y vivienda y otra de opinión, cada una con 163 preguntas cerradas y 43 abiertas. Para este estudio se consideran las cinco preguntas sobre homosexualidad que aparecen en el cuestionario ENJUVE2005 dentro de la sección de opinión: Las preguntas "4_5a ¿Alguna vez has tenido relaciones sexuales con alguien de tu mismo sexo?" (cualitativa dicotómica: 1 = sí y 2 = no) y "4_5b ¿Cuántas veces?" (ordinal: 1 = una vez, 2 = pocas veces, 3 = muchas veces y 4 = siempre) del módulo de sexualidad. Las peguntas "6_8 ¿Alguna vez te has enamorado de alguien de tu mismo sexo?" (cualitativa policotómica: 1 = nunca me he enamorado, 2 = sí y 3 = no, la cual es dicotomizada: 1 = sí [2 previo] y 2 = no [1 y 3 previos]) y "6_9 ¿Cuál consideras que es tu orientación sexual?" (cualitativa policotómica: 1 = heterosexual, 2 = homosexual, 3 = bisexual y 4 = lesbiana, la cual también se maneja dicotomizada: 1 = no heterosexual [2, 3 y 4 previos] y 2 = heterosexual [1 previo]) del módulo de esfera de la vida privada. La pregunta 7_39x "¿Qué tanto crees tú que en México los jóvenes son homosexuales?" (ordinal: 1 = mucho, 2 = bastante, 3 = algo y 4 = nada) del módulo de esfera de la vida pública. La tendencia de respuesta en las preguntas dicotómicas o dicotomizadas es: 1 = sí y 2 = no, con las cuales se crea el índice compuesto de homosexualidad (a menor puntuación, mayores rasgos de homosexualidad).

Procedimiento

El diseño de la muestra de la encuesta ENJUVE2005 es probabilístico polietápico, donde la última unidad de selección es la vivienda y la unidad de observación fueron los jóvenes de 12 a 29 años de edad residentes habituales o permanentes de la vivienda seleccionada para la entrevista. La encuesta considera un efecto de diseño de 1.75 y una tasa de no respuesta de 15 por ciento. La base de datos cuenta con un factor de expansión por diseño muestral. El cuestionario integral de 326 preguntas cerradas y 86 abiertas se aplicó en forma de entrevista individual durante una visita domiciliaria sólo a adolescentes y jóvenes de 12 a 29 años de edad. Los entrevistadores fueron capacitados y remunerados por el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ) desde su colaboración con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). La participación de las personas encuestadas fue voluntaria y no remunerada, tras un consentimiento informado. En caso de rehusar participar se pasaba a la siguiente unidad de muestreo programada sin reponer el caso de no respuesta por otro nuevo.

Análisis estadístico

Los análisis se aplican sobre la muestra sin expandir; no obstante, se repiten también con los datos expandidos (por factor de diseño de la muestra) que constituyen el universo objeto de estudio. Estos últimos se manejan como datos adicionales. Se privilegian los datos muestrales sobre la inferencia poblacional por tres razones: a) para dar juego a la estimación del azar por las pruebas de contraste, b) porque el altísimo número de casos en la muestra expandida hace que todo contraste resulte significativo e impide que algunos procedimientos no paramétricos puedan ser aplicados (prueba de Kruskal–Wallis y prueba U de Mann–Whitney), y c) porque se juzgan más confiables los datos obtenidos que la inferencia con base en una fórmula compleja de expansión, cuando en algunos análisis se observan discrepancias.

Para la creación del índice compuesto de homosexualidad (ICH) se parte de un análisis de componentes principales de las variables: 4_5a, 6_8 y 6_9, el cual crea nuevas variables o componentes por suma ponderada de las factorizadas, dándoles distinto peso con base en su interrelación; al ser variables dicotómicas, la matriz de correlaciones de donde se extraen los componentes está constituida por valores de coeficiente phi (que varían de –1, para la relación inversa perfecta, a 1, para la relación directa perfecta, con 0 como la representación de ausencia de relación). Además, para definir el ICH se considera la consistencia interna de las tres variables, estimada por la fórmula KR–20 de Kuder–Richardson, que es equivalente a la alfa de Cronbach para datos dicotómicos y varía de 0 (inconsistencia) a 1 (total consistencia en las respuestas); en concreto, se observa qué variables incrementan o disminuyen el valor de consistencia interna. Las diferencias de promedios de las dos variables ordinales (ICH y valoración de la afirmación de qué tanto crees que los jóvenes mexicanos son homosexuales) entre los grupos de las tres variables geográficas se contrastan por la prueba de Kruskal–Wallis (que transforma los valores en órdenes o rangos y contrasta rangos medios con la hipótesis nula de equivalencia), y entre los dos grupos de género por la prueba U de Mann–Whitney para muestras independientes (con la hipótesis nula de equivalencia de medias aritméticas), estimándose las asociaciones por los coeficientes eta (η) y V de Cramer, ambos varían de 0 (ausencia de relación) a 1 (correspondencia perfecta). En la muestra expandida se emplea análisis de varianza de una vía y prueba t de Student, ambas pruebas paramétricas (con supuestos de continuidad de valores y normalidad de distribuciones), ya que su tamaño impide el cálculo de las pruebas no paramétricas (libres de tales supuestos). Se rechaza la hipótesis nula con p < 0.05. Los cálculos estadísticos se realizan con el programa SPSS16.

 

Resultados

Relaciones sexuales, enamoramiento e identidad homosexuales

Tres por ciento (178 de 5 165) de la muestra ha tenido relaciones sexuales con alguien de su mismo género al menos una vez. Aunque debe señalarse que el porcentaje de participantes que no responden es muy alto (80 por ciento, 20 465 de 25 630), de ahí que probablemente la verdadera proporción poblacional sea mayor, ya que la tasa de no respuesta sigue siendo muy alta (56 por ciento) tras aplicar el factor de expansión según el diseño de la muestra. Puede aportarse, en favor de esta conjetura, que ante la pregunta de "Qué tanto crees que en México los jóvenes son homosexuales", 29 por ciento (3 396 de 11 858) dice que mucho, 29 por ciento (3 388 de 11 858) bastante, 22 por ciento (2 678 de 11 858) poco y 20 por ciento (2 396 de 11 858) nada, es decir, 58 por ciento tiene una percepción clara de que hay un porcentaje importante de jóvenes homosexuales en México.

Del tres por ciento de los que reconocen haber tenido relaciones homosexuales, 32 por ciento (57 de 178) lo ha hecho sólo una vez, 33 por ciento (58 de 178) pocas veces, 24 por ciento (43 de 178) muchas veces y 11 por ciento (20 de 178) siempre ha tenido relaciones homosexuales. La media, mediana y moda corresponden a 2 (pocas veces), es decir, la frecuencia es baja.

El 11.5 por ciento (1 457 de 12 672) de la muestra reporta haberse enamorado de una persona de su mismo género. De nuevo, el porcentaje de no respuesta es muy alto (51 por ciento, 12 958 de 25 630), aunque éste resulta muy bajo una vez que se aplica el factor de expansión según el diseño de la muestra (1.1 por ciento), siendo de 12 puntos el porcentaje estimado de enamoramiento homosexual o lésbico (4 162 188 de 33 739 574), el cual prácticamente coincide con el de la muestra sin expandir.

El 98 por ciento (12 302 de 12 516) de la muestra define su orientación sexual como heterosexual, 0.9 por ciento (107 de 12 516) como homosexual, uno por ciento (90 de 12 516) bisexual y 0.1 por ciento lésbica (17 de 12 516). La tasa de no respuesta es muy alta (51 por ciento, 13 114 de 25 630), aunque desciende a una mínima al aplicar el factor de expansión según el diseño de la muestra (2.2 por ciento). Los porcentajes coinciden entre la muestra expandida y sin expandir. Por lo tanto, 98 por ciento se define como heterosexual, y dos por ciento, no heterosexual.

Considerando que el muestreo fue probabilístico y que la población tiene un tamaño de 34 119 352 adolescentes y jóvenes de 12 a 29 años (muestra expandida), un tamaño de muestra de 25 630 participantes para una estimación de conducta homosexual de 3.4 por ciento arroja un error absoluto de 0.22, por lo que el porcentaje con un intervalo de confianza del 95 por ciento se ubicaría entre 3.18 y 3.62 por ciento. Asimismo, a una estimación de 11.5 por ciento de enamoramiento homosexual o lésbico le corresponde un error absoluto de 0.39, por lo que el porcentaje con un intervalo de confianza del 95 por ciento se encuentra entre 11.11 y 11.89 por ciento. Finalmente a una estimación de 1.7 por ciento de identidad homosexual, lesbiana o bisexual le corresponde un error absoluto de 0.16, así el porcentaje con un intervalo de confianza de 95 por ciento se ubicaría entre 1.54 y 1.86 por ciento.

Creación de un índice compuesto de homosexualidad (ICH)

En la muestra sin expandir la matriz de correlaciones (coeficientes 9) refleja unas propiedades adecuadas para la extracción de factores. El índice de adecuación de la muestra de Kaiser–Meyer–Olkin es de 0.57 (> 0.50), se rechaza la hipótesis nula de equivalencia de la matriz de correlaciones a una matriz identidad por la prueba de Bartlett (χ2 (3 N = 5076) = 2221, p < 0.01) y el determinante de la matriz es menor a 1 (|R| = 0.64). Las tres correlaciones son significativas y directas. La correlación más fuerte aparece entre relaciones sexuales e identidad no heterosexual (φ = 0.55, p < 0.01). El enamorarse presenta correlaciones débiles con identidad no heterosexual (φ = 0.25, p < 0.01) y relaciones sexuales (φ = 0.23, p < 0.01).

Con base en el criterio de Kaiser (autovalores iniciales mayores a 1), se obtiene un único componente que explica 56 por ciento de la varianza total. Las saturaciones varían de 0.83 a 0.56. La consistencia interna es adecuada (KR = 0.61) y resulta alta si se elimina la pregunta sobre enamoramiento (KR = 0.70).

Si la variable compuesta se crea por una suma ponderada, dando el doble de peso a las relaciones sexuales y autodefinición de orientación sexual que al enamoramiento (ICH = 2* (p4_5a) + p6_8_dic + 2* (p6_9_ dic) se obtiene una variable asimétrica negativa (Sk = –4.24, EE = 0.03) y apuntada (K = 20.63, EE = 0.07), que no se ajusta a una curva normal (ZKS = 33.63,p < 0.01), es decir, se concentra en unos pocos valores altos (no homosexualidad). La media es 9.74 y desviación estándar 0.76, con un rango de 5 a 10. La mediana y la moda coinciden en 10. A mayor puntuación, el reporte de rasgos de homosexualidad es menor. A la variable ICH se la considera ordinal por no ajustarse a una distribución normal, poseer un rango limitado y una escala numérica discreta.

Diferencias por variables geográficas

Con diferencia significativa (K–W: χ2 (4 N = 5076) = 26.34, p < .01), en la muestra sin expandir, el promedio más bajo en el ICH (mayores rasgos de homosexualidad) aparece en la región noreste (M = 9.67) y el más alto (menores rasgos) en la noroeste (M = 9.83). La asociación entre las dos variables es débil: η = 0.06 y V = 0.05. La misma tendencia se observa en la muestra expandida, aunque se incrementa ligeramente la asociación (η = 0.13 y V = 0.10) (véase cuadro 2). En la muestra sin expandir, el promedio de convicción con la afirmación de que los jóvenes mexicanos son homosexuales es significativamente mayor (menor convicción) en la región noroeste (M = 2.62) y el más bajo (mayor convicción) aparece en las regiones del centro (M = 2.17) y centro–occidente (M = 2.18).

La asociación entre ambas variables es débil (η = 0.17 y V = 0.11) La misma tendencia se observa en la muestra expandida (η = 0.15 y V = 0.11) (véase cuadro 3).

Existen diferencias significativas entre los estados en el promedio de ICH (K–W: χ2 (31, N = 5076) = 159.20, p < .01). Los promedios más bajos (más rasgos de homosexualidad) aparecen en: Durango (M = 9.09), Chihuahua (M = 9.40) y Tamaulipas (M = 9.55). Los promedios más altos (menos rasgos de homosexualidad) en San Luis Potosí (M = 10) y Baja California (M = 9.98). En la muestra expandida también destacan Tabasco por promedio bajo (rasgos de homosexualidad) (M = 9.52), así como Guanajuato y Sonora por promedios altos (menos rasgos de homosexualidad) (M = 9.99). La asociación entre ambas variables es débil: η = 0.15 y V = 12 en la muestra sin expandir y η = 0.22 y V = 0.18 en la expandida (véase cuadro 4). Hay diferencia significativa en los promedios de convicción ante la pregunta de qué tanto se cree que en México los jóvenes son homosexuales. Los promedios más bajos (más convicción) aparecen en Colima (M = 1.63), Tabasco (M = 1.72), Puebla (M = 1.88) y Guerrero (M = 1.97). Los más altos (menor convicción) aparecen en Baja California (M = 3.27) y Tlaxcala (M = 3.03). En la muestra expandida, Puebla se destaca por un promedio bajo (más convicción) (M = 2.38) y Veracruz se destaca por un promedio alto (M = 3.38). La asociación entre ambas variables es baja: η = 0.25 y V= 0.18 en la muestra sin expandir y η = 0.32 y V = 0.27 en la expandida (véase cuadro 5).

En la muestra sin expandir el promedio en el ICH es equivalente entre los tres grupos de estrato poblacional (χ2 (2, N = 5076) = 1.91). Como se esperaba, los promedios más altos (menos rasgos) aparecen en jóvenes rurales (M = 9.82) y de localidades semiurbanas (M = 9.78) y el más bajo (más rasgos) en jóvenes urbanos (M = 9.73). La asociación no es significativa por el coeficiente V de Cramer: V = 0.04, p = 0.21. Pero sí por el coeficiente eta: η = 0.04, p = 0.02. La tendencia de promedios y correlaciones coincide en la muestra expandida (η = 0.01 y V = 0.02) (véase cuadro 6). Con diferencia significativa (K–W: χ2 (2, N = 11,858) = 18.89, p < 0.01), los jóvenes de localidades semiurbanas (M = 2.42) están más en desacuerdo (promedio más alto) con la afirmación de que los jóvenes mexicanos son homosexuales frente a jóvenes de ámbitos rurales (M = 2.30) y urbanos (M = 2.32). La asociación entre las dos variables es débil (η = 0.04 y V= 0.03).

En la muestra expandida la asociación es más débil (η = 0.02 y V = 0.02) y la tendencia de los promedios varía, promedian más bajo (M= 2.10) los residentes en áreas rurales y más alto los residentes urbanos (M = 2.39) e intermedio los residentes semiurbanos (M = 2.35) (véase cuadro 7). Por estas contradicciones y debilidad se considera una asociación espuria.

Diferencias de género

Los hombres promedian significativamente más bajo en el ICH (M= 9.66) que las mujeres (M= 9.80) (ZU = –3.56, p < 0.01), es decir, presentan más rasgos de homosexualidad. La asociación entre las dos variables es débil: η = 0.09 y V= 0.09. La misma tendencia diferencial y asociativa se observa en la muestra expandida: η = 0.04, V= 0.11 y rbp = 0.04. Hay equivalencia estadística entre hombres y mujeres en los promedios de la valoración de qué tanto crees que en México los jóvenes son homosexuales: ZU = –0.17, p = 0.87. Y la asociación no es significativa: η < 0.01, p = 0.92; V= 0.01, p = 0.65. En la muestra expandida, la media es más baja en mujeres (M = 2.37) que en hombres (M= 2.41), es decir, están más conformes con dicha afirmación y la asociación es muy débil (η = 0.02, V= 0.03 y rbp = –0.02).

 

Discusión

Prevalencia de la homosexualidad entre adolescentes y jóvenes de 12 a 29 años

Debido a que la encuesta ENJUVE2005 fue levantada mediante entrevista en el domicilio, cara a cara, se esperaba una prevalencia reportada baja, de entre dos y cuatro por ciento, siendo mayor la valoración de la presencia de homosexualidad por medio de una pregunta del tipo: '¿Crees tú que en México los jóvenes son homosexuales?' Los datos se ajustan de forma clara a esta expectativa. El porcentaje de conducta homosexual manifiesta fue de 3.4 por ciento, ligeramente por encima de 2.5 por ciento obtenido en una muestra poblacional de varones por Izazola, Gortmaker, Tolbert, De Gruttola y Mann (2000), y ligeramente por debajo del cuatro por ciento obtenido en estudiantes de psicología (la mayoría mujeres) por Moral (2009), pero muy alejado de la estimación de nueve por ciento de homosexualidad entre familiares de la encuesta Mitofsky (Campos y Penna, 2007). La encuesta Mitofsky empleó un procedimiento ingenioso de estimación indirecta, basado en la percepción de las personas que el encuestado más conoce, esto es, su familia. Este procedimiento convierte al nueve por ciento en un límite superior de la prevalencia bastante confiable. Debe señalarse que la muestra incidental del estudio de Moral (2009) proporciona unos datos valiosos por su confiabilidad. La aplicación fue anónima y con garantías de confidencialidad en el manejo de los datos, en un ambiente que motivaba la participación y la sinceridad, así se obtuvo una tasa de participación muy alta y un nivel de sinceridad auto–informado también alto. La estimación en el estudio de Moral (2009) con los estudiantes que afirmaron responder de forma totalmente sincera (sin reservarse cosas) es de 5.8 por ciento y si se equipondera a hombres y mujeres, por el fuerte sesgo femenino de la muestra, aparece el nueve por ciento que sugiere la encuesta Mitofsky. Con una metodología semejante a la encuesta ENJUVE2005 (IMJ, 2006) y al estudio de Izazola et al. (2000), pero en población estadunidense, Laumann et al. (1994) hallaron una prevalencia de la conducta homosexual de nueve por ciento en hombres y cuatro por ciento en mujeres al analizar la Encuesta de Vida Social y de Salud Nacional de 1992; aún más reciente Turner, Villarroel, Chromy, Eggleston y Rogers (2005) encontraron una prevalencia promedio de ocho por ciento para hombres y cinco por ciento para mujeres en la serie de años de 2000 a 2004 en la Encuesta Social General (GSS). Quizá estas diferencias entre las encuestas mexicanas y estadunidenses, fácilmente atribuibles a la cultura, reflejen la disposición a responder a una entrevista domiciliaria cara a cara en lugar del verdadero porcentaje de conducta homosexual, siendo consecuentemente la inhibición mucho mayor en los encuestados en México. Por lo tanto, los datos de la encuesta ENJUVE2005 probablemente estén subestimando la prevalencia de conducta homosexual entre adolescentes y jóvenes mexicanos. Esto también es apoyado por 58 por ciento de participantes que creen mucho o bastante que en México los jóvenes son homosexuales. Debe señalarse que la redacción de la pregunta no es muy adecuada, ya que hace una afirmación demasiado categórica y probablemente el encuestado esté dando otra lectura a la misma: en México existe homosexualidad o no. En la revisión del cuestionario ENJUVE se sugiere cambiar la redacción de esta pregunta que podría quedar como: 'Según tu experiencia, ¿cuál podría ser el porcentaje de jóvenes que tienen relaciones sexuales con personas de su mismo sexo en México?' (menos de uno por ciento, uno a tres por ciento, tres a cinco por ciento, cinco a ocho por ciento, más de ocho por ciento). Así se logra una enunciación más matizada y adecuada al objetivo de análisis. Además se sugiere incluir la pregunta empleada por la encuesta Mitofsky: '¿Tiene usted un familiar homosexual?', la cual, junto a la previa, puede proporcionar datos valiosos sobre la percepción de la homosexualidad y contribuir así a la discusión sobre la verdadera prevalencia.

Otra consideración importante a la hora de dilucidar la verdadera prevalencia de la conducta homosexual es el altísimo porcentaje de encuestados que no responden al módulo de sexualidad. Dentro de este amplio grupo de no respondientes se encuentran adolescentes y jóvenes sin experiencia sexual, pero el conjunto de no respondientes es mucho más amplio e incluye un considerable número de personas que simplemente se rehusaron a proporcionar datos al respecto, probablemente por prejuicios, pudor o temor, sobre todo en la situación de entrevista domiciliaria cara a cara. Kinsey señala que para este tipo de información se requiere generar un ambiente de apertura y confianza que dista del contexto de la encuesta ENJUVE2005 (Kinsey, Pomeroy y Martin, 1948). Precisamente, el grupo de Kinsey tiene las estimaciones más altas de conducta homosexual en estudios poblacionales.

Diferencias geográficas

Hsueh–Hao (2009), en un estudio con muestras poblacionales de estadunidenses, señala que la variable más diferencial en conducta y actitudes hacia la homosexualidad es el lugar de residencia y especialmente el lugar donde la persona pasó su adolescencia y juventud, lo que subraya un aspecto social en la construcción de la identidad homosexual, lesbiana o bisexual. Las grandes ciudades, que cuentan con más intercambio cultural, más libertad y menos arraigo personal que las áreas rurales facilitan la manifestación de la homosexualidad, incluso es en estas ciudades donde se encuentran los movimientos de liberación sexual y comunidades organizadas de homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales. El estudio no confirma la relación con el estrato poblacional, ya sea en rasgos de homosexualidad o percepción, pero sí se remarca la diferencia por estado y región.

A nivel de región destaca en rasgos de homosexualidad y valoración de la presencia de homosexualidad la zona noreste; a nivel de estados, Durango, Chihuahua y Tamaulipas; por el contrario, la zona noroeste es donde menos se reportan tales rasgos, sobre todo en los estados de Baja California y Sonora. De nuevo, los datos no confirman las expectativas que se formularon en relación con las culturas precolombinas y el contacto con la cultura anglosajona estadunidense. Se esperaba mayor prevalencia de homosexualidad en toda la zona norte y en la zona sur–suroeste. Probablemente en ciudades de frontera, como Tijuana, Tecate, Mexicali, Nogales, Piedras Negras, Ciudad Juárez, Matamoros, Nuevo Laredo, Nuevo Progreso y Reinosa, así como en Monterrey, que es la gran metrópoli del norte, se confirme la mayor presencia de homosexualidad, lo cual es un nivel de análisis que no maneja esta investigación y de ahí que se requieren estudios adicionales. Dentro de la zona sur–suroeste sólo Campeche se muestra liberal en relación con la homosexualidad; por consiguiente, la mayor liberalidad maya parece haberse perdido o quizá nunca ha estado presente en el México poscolonial. Precisamente, la mayoría de los indígenas mayas que actualmente viven en México (1.5 millones concentrados en la Península de Yucatán) son católicos o practican formas de un sincretismo maya–católico y muestran actitudes hacia la sexualidad muy semejantes a las del resto de la población mexicana de su mismo nivel socioeconómico (bajo) y estrato poblacional (rural) (Marzal, 1993).

La explicación de la distribución geográfica hallada entre jóvenes de 12 a 29 años, con base en los datos del ENJUVE2005, tampoco se relaciona de forma clara con movimientos de inmigración temporales de mexicanos hacia Estados Unidos de América o mayor contacto con ciudadanos estadunidenses, pues en ese caso debería destacar Baja California y Nuevo León. Tampoco la suscripción política lo aclara, pues los ciudadanos que se identifican con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) son los que más aceptan la homosexualidad (Campos y Penna, 2007) y en ninguno de estos estados es un partido con peso en el poder. Por el contrario, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de Acción Nacional (PAN) son los partidos fuertes en el poder, ambos postulan suscripciones democristianas y son reacios a aceptar que se homologuen los derechos de parejas del mismo sexo con las parejas heterosexuales, con la excepción del gobierno del PRI en Coahuila, aunque éste no es un estado destacado en rasgos de homosexualidad dentro del estudio.

Relación con el género

La percepción de homosexualidad es independiente del género, al igual que del estrato geográfico. La diferencia de género en la prevalencia de la conducta e identidad homosexuales es una de las regularidades mejor establecidas por los estudios empíricos, ya sea con muestras incidentales o con muestras poblacionales que cuentan una cobertura nacional (Smith, Rissel, Richters, Grulich y De Visser, 2003). Los datos de la encuesta ENJUVE2005 confirman esta diferencia.

La diferencia de género es atribuible a aspectos hormonales y de diferenciación cerebral (Alcock, 1993; Gooren, 2006; Swaab, Gooren y Hofman, 1992), así como aspectos culturales (Dubé, 2000). Por una parte, el impulso sexual femenino indicado por la frecuencia de masturbación, fantasías sexuales y parafilias es menor que el masculino; además, la mayor frecuencia de masturbación masculina se observa en casi todas las especies de vertebrados y de forma clara en primates y antropoides (Alcock, 1993). Por otra parte, la cultura centra más el control de la transmisión genética y patrimonial en la sexualidad femenina, por lo que la promiscuidad e infidelidad están muy castigadas en las mujeres, incluso con pena de muerte o, al menos, la exclusión social; no obstante, la mayor libertad sexual masculina en relación con la promiscuidad e infidelidad no implica mayor libertad en relación con la homosexualidad; por el contrario, la homosexualidad está más estigmatizada en el hombre que en la mujer dentro de la cultura latina católica (Crompton, 2006; Vázquez y Chávez, 2008). El menor impulso sexual, la mayor represión general de la sexualidad y el mayor conformismo cultural podrían explicar el menor porcentaje femenino (Paternostro, 1998), o el mayor impulso sexual masculino aunado a una mayor libertad individual y crítica de las asunciones culturales podrían explicar el mayor porcentaje masculino (Cain, 1991), o la simultaneidad de ambas tendencias podría dar cuenta de la diferencia. También se podría acudir a argumentos genéticos y de transmisión de la homosexualidad ligada a los cromosomas X o Y (Turner, 2004), pero parece que el factor hereditario es más fuerte en la mujer que en el hombre (Santtila, Sandnabba, Harlaar, Varjonen, Alanko y Von der Pahlen, 2008) y ésta requiere más peso del factor genético para superar la inhibición cultural (Moral, 2010a), de ahí que las bases genéticas de la homosexualidad actualmente no dan cuenta de la diferencia de género.

 

Conclusiones

A pesar del muestreo poblacional, el estudio tiene limitaciones: el carácter de autoinforme de los datos que fueron obtenidos a través de una entrevista cara a cara en el domicilio y el nivel de medida cualitativo u ordinal; además, las conclusiones de este estudio sólo pueden ser aplicadas a la población mexicana de 12 a 29 años de edad. Las generalizaciones a otros rangos de edad y países deben manejarse como hipótesis y datos argumentativos. Se concluye que en población de mexicanos y mexicanas de 12 a 19 años, el enamoramiento es el aspecto más frecuente de los tres considerados de homosexualidad y el menos relacionado con los otros dos, aunque finalmente las tres variables definen un único factor que permite crear un índice compuesto de homosexualidad. Este índice, que a menor puntuación refleja más homosexualidad, presenta una marcada asimetría negativa al ser los indicios de homosexualidad poco frecuentes en la población: 84 por ciento obtiene una puntuación máxima (ningún indicador) y sólo 1.3 por ciento los tres indicadores (personas homosexuales en sentido estricto). Entre las distintas regiones de México, los rasgos homosexuales y percepción de homosexualidad son más frecuentes en el noreste, y por estados, donde hay más casos es en Durango, Chihuahua y Tamaulipas, sin que sea atribuible al estrato poblacional. La percepción de homosexualidad es independiente del género y el estrato poblacional. Contra lo que se esperaba, la distribución geográfica de la homosexualidad en la población joven de México no es explicada por el contacto con la población y cultura estadunidense, la mayor libertad y desarraigo de vivir en núcleos poblacionales grandes, suscripciones políticas o influencias precolombinas en la región sureste. Estos datos nos hablan de una realidad que está ahí presente entre los adolescentes y jóvenes mexicanos para ser escuchada y respetada. Pero queda pendiente de confirmar esta distribución geográfica por otros estudios poblacionales y dilucidar las razones de la misma, probablemente circunstancias socio–históricas complejas que requerirían de un análisis historiográfico y antropológico fino, o simplemente errores de estimación consecuencia de la tasa alta de no respuesta.

 

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Información sobre el autor:

José MORAL DE LA RUBIA. Doctor por la Facultad de Medicina de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid, España). Psicólogo, especialista en Psicología Clínica por el programa de tres años de Psicólogo Interno Residente (Madrid, España). Licenciado en Psicología por la Universidad Pontificia de Comillas (Madrid, España). Profesor–investigador de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), cargo que desempeña desde agosto de 1999. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) con nivel I, posee Perfil PROMEP (docente de calidad) y es miembro de Cuerpo Académico consolidado de Psicología Social y de la Salud, estando inscrito en la línea de investigación: Variables psicosociales relacionadas a la salud y estudios de familia. Ganador del premio al mejor artículo científico de la revista Medicina Universitaria en 2003. Posee numerosas publicaciones como artículos, capítulos y libros sobre Psicología de la Salud, Clínica y Social. Forma parte del comité editorial de varias revistas científicas.Correo electrónico: jose_moral@hotmail.com

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