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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.17 no.67 Toluca ene./mar. 2011

 

Explicación sociodemográfica de la duración de las relaciones de pareja masculina en la Ciudad de México

 

Socio–demographic explanation of the duration of male gay couple relationships in México City

 

Gabriel Gallego–Montes

 

Departamento de Estudios de Familia de la Universidad de Caldas, Manizales, Colombia.

 

Este artículo fue
recibido el 18 de septiembre de 2010
aprobado el 1 de febrero de 2011

 

Resumen

Se buscó identificar los factores sociodemográficos que explicasen la duración de las relaciones de pareja entre varones. Fueron reconstruidas 633 historias de pareja homosexual masculina ocurridas en diferentes momentos de su curso de vida a partir de una encuesta biográfica retrospectiva aplicada durante 2006 en la Ciudad de México a 250 varones homosexuales de entre 16 y 55 años de edad. Un análisis de regresión logística tomó como variables explicativas: cohorte de emparejamiento, lugar de conocimiento de la pareja, corresidencia o no en pareja, diferencia etárea entre entrevistado y pareja, exclusividad sexual, tiempo trascurrido desde el conocimiento hasta la primera relación sexual, conocimiento de la relación por parte de la familia del entrevistado y acumulación de experiencia en el establecimiento de relaciones de pareja estable con otros varones. Las variables estadísticamente significativas mostraron la ambigüedad en los discursos que soportan las relaciones de pareja entre varones y que combinan ciertos mandatos de la sociedad mexicana respecto al sexo, la intimidad y las alianzas, con discursos de apertura y no exclusividad sexual.

Palabras clave: sexualidad, cultura sexual, biografías sexuales, homosexualidad, emparejamiento gay, México.

 

Abstract

We sought to identify the socio–demographic factors that would explain the duration of male gay relationships. 633 male homosexual couple stories, which occurred at different time in their lives, were reconstructed from a retrospective bibliographic survey applied to 250 homosexual males, between 16 and 55 years of age, along 2006 in México City. A logistic regression analysis took as explanatory variables: paring cohort, place where the couple met for the first time, co–residence as a couple or not, age range of the couple, sexual exclusivity, time elapsed from the first meeting to first sexual intercourse, acknowledgement of the relationship by the family of the interviewee, and experience accumulation from stable couple relationships with other men. The statistically significant variables showed ambiguity in the discourse that support these relationships and which combine certain mandates of Mexican society in relation to sex, intimacy and alliances with openness discourses and non–sexual exclusivity.

Key words: sexuality, sexual culture, sexual biographies, homosexuality, gay coupling, México.

 

Introducción

La duración de una relación de pareja entre personas del mismo sexo puede estar asociada a diferentes factores psicológicos y sociodemográficos de los individuos que en ella interactúan y a múltiples factores socioculturales que permiten o restringen las expresiones de afecto entre varones o entre mujeres, todo ello bajo condiciones de homofobia interna o externalizada.

Durante los siglos XIX y XX, el tratamiento social a las relaciones afectivas homosexuales, sean entre hombres o entre mujeres, ha seguido un sendero de dramáticos cambios y deformaciones. Concebidas como pecado, crimen o enfermedad (Foucault, 1977) y sujetas a presión por parte de estados y elites sociales, las relaciones entre personas del mismo sexo emergen hoy por vías sin precedentes (Castañeda, 2000).

Como construcción sociocultural, el emparejamiento entre personas del mismo sexo en la sociedad mexicana—y podríamos decir latinoamericana— no puede ser hallado como fenómeno colectivo y público, más allá de los años sesenta del siglo XX (Gallego, 2007). La reconstrucción de la historia de la afectividad entre personas del mismo sexo durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX ha demostrado que existían profundos lazos de afecto e intimidad entre varones o entre mujeres, pero enmarcados en lo que se llamó amor romántico, no necesariamente homoerótico, sino más bien fraternal (Gallego, 2007; Irwin, 1998). Las amistades profundas entre hombres constituyeron el escenario para una emergencia del amor–amistad, todo dentro del mandato de las normas del matrimonio, la constitución de la familia y la descendencia (Gallego, 2007; Irwin, 1998). No obstante, la emergencia de la homosexualidad a finales del siglo XIX transformó los códigos de interacción entre varones, haciendo desaparecer el amor dentro del vínculo de la amistad (Foucault, 1999; Gallego, 2007). De acuerdo con Novo, los emparejamientos entre hombres eran una cuestión de elite, un lujo que para la mayoría social no era permitido y generalmente rechazado (Novo, 1998).

Actualmente, el emparejamiento entre personas del mismo sexo presenta dos características que hacen al fenómeno diferente, por un lado, la visibilización pública y su colectivización, y por el otro, el establecimiento de unidades domésticas diferenciadas, con su reciente regulación civil en el Distrito Federal mediante la Ley de Sociedades de Convivencia y la reforma al artículo 146 del Código Civil del Distrito Federal de México, mediante la cual se permite el matrimonio entre personas del mismo sexo.

En este sentido, puede especularse que los emparejamientos no procreativos de gays y lesbianas que hicieron su emergencia pública en el último tercio del siglo XX son compatibles con el nuevo régimen demográfico. Es decir, la caída en las tasas de natalidad, la tendencia a nivel mundial por alcanzar el nivel de reemplazo en la población, la disminución de la presión demográfica por la reproducción, la separación entre sexualidad y reproducción (D' Emilio, 1997), y especialmente la disminución del control social en torno a la función reproductora de la pareja y la familia permitieron la emergencia de formas de relacionamiento íntimo no basadas en la sexualidad heterosexual y el matrimonio. El establecimiento de parejas entre varones o entre mujeres homosexuales corresidentes, al ser un arreglo doméstico minoritario, no desentona con los propósitos demográficos de nuestro tiempo, de ahí su permisividad y visibilización social (Gallego, 2007).

Existen pocos estudios sociodemográficos que ayuden a entender el emparejamiento entre personas del mismo sexo (Gallego, 2007). En las tres principales revistas demográficas de la cultura occidental —Demography, Population Studies y Population and Development Review— durante el periodo 1990–2007 se encontró poca producción en este campo; particularmente en las dos últimas publicaciones no se halló un solo artículo que abordase el tema de la demografía gay o lésbica y mucho menos que hiciera referencia a las parejas del mismo sexo. Situación similar puede ser encontrada en la producción académica latinoamericana.

Dan Black, Gary Gates et al. (2000) en su artículo "Demographics of the gays and lesbian population in the United States: Evidence from available systemcatic data sources publicado en la revista Demography, consideran que un trabajo empírico y sistemático sobre esta población es importante por dos razones. Primera, las investigaciones pueden incidir sobre las políticas públicas que aluden a sus propias condiciones de vida: discriminación, derechos civiles, políticas públicas de provisión de beneficios para las parejas y adopción; sin embargo, un análisis político de estas situaciones requiere y requerirá información demográfica actualizada. Segunda, análisis empíricos sobre la población de gays y lesbianas serían prometedores y ayudarían a los científicos sociales a entender importantes cuestiones: cambios en el mercado de trabajo, decisión en la elección de pareja, acumulación de capital humano, movilidad social, especialización en el hogar, discriminación y factores que explican la duración de los emparejamientos.

Gunnar Andersson et al. (2006) han publicado el único referente teórico para explicar los factores asociados a la duración de las parejas del mismo sexo. Si bien su análisis se basa en la identificación de los factores de riesgo asociados a la separación, las variables que explora constituyen un buen ejercicio de aproximación para comprender la mayor duración de las relaciones de pareja.

 

Material y métodos

Durante el primer semestre de 2006, una encuesta biográfica o retrospectiva denominada "Iniciación sexual, trayectorias de emparejamiento y vida en pareja en varones con prácticas homoeróticas en la Ciudad de México" fue aplicada a una muestra intencional de 250 hombres, de entre 16 y 55 años de edad, pertenecientes a una clase media altamente escolarizada, donde 72.8 por ciento reportó tener o estar cursando estudios de licenciatura.

A todos los varones que participaron en la investigación se les informó de manera previa a la entrevista los propósitos y la utilidad de la información, la confidencialidad y el tratamiento estadístico de los datos, todo esto en el marco del consentimiento informado.

Para el entramado de la muestra se utilizaron cuatro vías de aproximación a los varones: conocidos del entrevistador (22 por ciento), bola de nieve saturada en tres contactos por informante (44.8 por ciento), abordaje directo en zonas conocidas de 'ligue' sociosexual entre hombres (26.4 por ciento) y contacto por internet (6.8 por ciento). El uso del método biográfico posibilitó reconstruir 633 relaciones de pareja transcurridas en los últimos 35 años en la Ciudad de México.1 Si bien el diseño del instrumento permitía recuperar cuatro historias por entrevistado, cantidad variable según la edad de los varones y su propia biografía sexual, y llegar a un total de 677 historias, en campo fue posible recuperar 93.5 por ciento del total, debido especialmente a la capacidad de memoria y al olvido de episodios relacionados con el emparejamiento.2

Para el manejo estadístico de la información se usó el paquete estadístico SPSS, versión 11. Determinar el peso que tienen diferentes factores sobre la duración de relaciones de pareja entre varones implicó correr cuatro modelos de regresión a nivel exploratorio, optándose finalmente por un modelo de regresión logística. La regresión logística resultó particularmente apropiada por la naturaleza de las variables, ya que en su mayoría se utilizan variables no métricas, algunas dicotómicas y otras categóricas. Se optó por el modelo de regresión logística que explica la probabilidad de duración superior a un año (valor 1 de la variable) en relaciones de pareja entre dos varones (cuadro 1).

A partir del modelo propuesto por Gunnar Andersson et al. (2006) y de la propia exploración teórica que sustenta la investigación, se optó por las siguientes variables explicativas:

• Cohorte de emparejamiento.3

• Lugar de conocimiento de la pareja.

• Corresidencia o no en pareja.

• Diferencia etárea entre entrevistado y pareja.

• Exclusividad sexual.4

• Tiempo trascurrido desde el conocimiento hasta la primera relación sexual.

• Conocimiento de la relación por parte de la familia del entrevistado.

• Acumulación de experiencia en el establecimiento de relaciones de pareja estable con otro varón.

La función estimada para la regresión logística general fue: Ln [(p/1–p)] = α + β1 (cohorte) + β2 (lugar de conocimiento) + β3 (corresidencia) + β4 (diferencias etáreas) + β5 (exclusividad sexual) + β6 (tiempo primera relación sexual) + β7 (conocimiento relación en familia) + β8 (acumulación de experiencia amorosa).

El logit se define como el logaritmo natural de p/(1–p), donde p es una proporción de una de las dos categorías de la variable dependiente (0 = duración menor a un año y 1 = duración mayor a un año), en función de las variables explicativas seleccionadas.

 

Resultados

Las estadísticas descriptivas generales y los resultados del modelo de regresión se presentan en los cuadros 1 y 2, respectivamente. Las variables 'cohorte de emparejamiento', 'corresidencia', 'exclusividad sexual' y 'conocimiento de la relación por parte de la familia' salieron estadísticamente significativas (p < 0.05), al igual que la categoría 'haber tenido la primera relación sexual después del primer mes de conocidos'. Con un nivel de significancia estadística de p < 0.1 estuvieron las categorías 'escuela dentro de los lugares de conocimiento', y la cuarta historia en la variable 'acumulación de experiencia amorosa'. No resultó estadísticamente significativa la variable 'diferencias de edad entre el entrevistado y la pareja'. Las variables estadísticamente significativas tienen efectos sobre el logito de los momios de durar más de un año en una relación de pareja entre dos varones.

En este grupo de entrevistados, los momios de que una relación de pareja entre dos varones dure más de un año son 4.29 veces más altos en las relaciones de pareja que se iniciaron antes de la emergencia del SIDA con respecto a las relaciones de pareja iniciadas en el quinquenio 20012005; cerca de cuatro veces en las parejas iniciadas durante el periodo de crecimiento exponencial de la epidemia (1985–1995) y del doble en el lustro 1996–2000, con respecto al grupo de referencia.

En tal hallazgo existe un efecto producto de la cohorte de emparejamiento, así como de la edad del grupo de entrevistados, es decir, de combinación del tiempo individual con el tiempo social en el cual trascurrieron estas historias de pareja. Todo parece indicar que cuando se dio la emergencia del VIH–SIDA, a mediados de la década de 1980, el grupo de entrevistados mayor de 35 años venía haciendo una apuesta por relaciones de pareja más duraderas, en tanto para la época constituían, como diría Guasch (1997), un bien escaso y por lo tanto altamente valorado.5 La expansión del modelo erótico–afectivo de la pareja gay desde mediados de los ochenta constituyó, para el grupo de entrevistados mayores de 25 años, el modelo a seguir y reforzar en un contexto de mayor riesgo y vulnerabilidad en la era del SIDA. A este fenómeno también contribuyeron las campañas publicitarias de educación y prevención frente al VIH–SIDA de la época y que tenía como lema "sólo con tu pareja", en un clara invitación a la monogamia en los encuentros sexuales.

Sin embargo, a partir de la década de 1990 se viene dando una drástica disminución en la duración mediana de la relaciones de pareja6 y una menor probabilidad de duración, la cual puede estar asociada a múltiples factores: la emergencia de los antirretrovirales (ARV) a mediados de la década de los años noventa y el mejoramiento sustancial en la calidad y esperanza de vida de los varones viviendo con VIH, los mayores niveles de incertidumbre o de riesgo, como diría Giddens (1992), que no permiten una apuesta por relaciones estables, y un temor "al compromiso", expresado por muchos entrevistados. Estas últimas situaciones configurarían parte de las condiciones de lo que Zigman Bauman (2007) ha llamado el "amor líquido de nuestro tiempo".

Parece ser, de acuerdo con los resultados del modelo, que la corresidencia en pareja constituye un factor central que explica la mayor duración en las relaciones de pareja entre varones. Una relación que experimentó la corresidencia en pareja tiene tres veces más probabilidad de duración con respecto a aquellas relaciones donde sólo hubo una relación de 'noviazgo'. El establecimiento de la corresidencia en parejas del mismo sexo constituye un ritual de paso importante, como el matrimonio en parejas heterosexuales. Tiene una fuerza simbólica tal, que las leyes que protegen el concubinato u otorgan derechos a parejas del mismo sexo establecen como criterio central el que haya habido corresidencia o convivencia bajo el mismo techo, por un lapso de tiempo particular. De hecho, son impensables las nociones de familia sin pensar en la corresidencia como requisito fundamental. Por ello, parte del proceso de institucionalización de la vida gay se explica por la difusión de un modelo de pareja corresidente, modelo por el cual se hacen movilizaciones políticas y demanda de derechos. Así, la corresidencia = matrimonio tiende a constituirse en un factor estabilizador de las relaciones de pareja entre personas del mismo sexo.

El hecho de que la corresidencia tenga tanta fuerza como factor explicativo de una mayor duración en relaciones de pareja entre dos varones es propio y condescendiente del segmento de clase analizado, pues establecer un hogar independiente requiere recursos económicos, simbólicos y culturales que sólo le son propios a la clase media. De haberse podido entrevistar varones en sectores populares, posiblemente la corresidencia hubiese perdido fuerza como variable explicativa y habrían emergido otros factores socioculturales en tal discusión.

No obstante, el modelo estadístico propuesto remite a dos campos problemáticos y contradictorios en las relaciones de pareja entre varones, por un lado, la exclusividad sexual, y por el otro, el tiempo transcurrido desde el conocimiento hasta la primera relación sexual; el comportamiento de ambas variables refleja los discursos ambiguos, pero no antagónicos que tiene la expresión de la sexualidad entre los varones entrevistados.

Una pareja sexualmente abierta tiene 51 por ciento más probabilidad de una duración superior a un año que una pareja cerrada o exclusiva. Por otro lado, los momios de una duración mayor a un año aumentan en 61 por ciento si la pareja tardó más de un mes en tener su primera relación sexual con respecto a aquellas parejas que lo hicieron el mismo de día de conocerse.

Los resultados anteriores ponen de manifiesto una dualidad discursiva en el campo de las relaciones de pareja entre varones: un aplazamiento de la intimidad sexual eleva las probabilidades de duración de una relación de pareja con respecto a aquellos varones que deciden imbricar el mismo día de conocidos intimidad sexual con intimidad personal. Si bien la anterior discusión refleja las normas más convencionales en el campo de la sexualidad, la exclusividad sexual y las mayores probabilidades de duración que tiene una relación de pareja abierta revelan la faceta menos convencional del campo de la sexualidad de los varones entrevistados. Los relatos sexuales de los varones con prácticas homoeróticas muestran esa combinación problemática de las normas sociosexuales expresadas en etiquetas, expectativas de género y prácticas homofóbicas. No obstante, tal discusión debe precisarse con investigaciones de corte cualitativo.

En igual sentido, en una sociedad donde la familia juega un papel central, como la mexicana, las relaciones de pareja que construyen dos varones recientemente tienen un lugar en la estructura familiar general, garantizando tal conocimiento y reconocimiento una mayor probabilidad de duración de la relación de pareja. Los momios de que una relación de pareja entre varones dure más de un año son 2.72 veces mayores para las relaciones que fueron conocidas por las familias de los entrevistados como "relación de pareja" que para aquellas relaciones que se desarrollaron al margen de la estructura familiar.

Si bien los vínculos parentales que genera una relación de pareja del mismo sexo no tienen nominación en el lenguaje del parentesco convencional, su permanencia y vinculación con las redes de familia demanda de sus miembros nombrar lo innombrable y significar tal relación. Para algunos de los entrevistados sus parejas son nominados como "tíos" por parte de los sobrinos de su pareja o "hijos" por parte de las madres de éstos; al no existir lenguaje apropiado para nombrar esta realidad, se hace uso de la gama del parentesco resignificando su contenido; además, todos los entrevistados que manifestaron que sus relaciones habían sido conocidas por las familias expresaron una fuerte vinculación de la pareja en eventos sociales importantes de la vida familiar: bautismos, quince años, matrimonios, sepelios.

Sin embargo, el ritual de presentación de un novio o pareja, sea del mismo o del sexo "opuesto", requiere certeza en la aceptación de quien presenta y es presentado como posible miembro de la familia; tal certeza involucra múltiples aspectos, como el nivel socioeconómico y cultural de origen. En la sociedad urbana mexicana, la certeza del origen socioeconómico del otro es básica para iniciar el ritual; por lo tanto, cuando el ritual inicia se está casi seguro de que el otro es un igual socioeconómicamente hablando (Solís et al., 2007). En una exploración de la base de datos y de las pocas relaciones de pareja donde existía disparidad entre el nivel educativo del entrevistado y su pareja (menos del nueve por ciento), las relaciones sólo fueron conocidas por la familia del entrevistado en tres casos.

El hecho de que una relación de pareja entre dos varones sea visible en la red familiar puede generar en ellos menos conflictos asociados con la homofobia interna y el no reconocimiento, expresado en el anonimato y el enmascaramiento de la relación bajo diferentes figuras socialmente legítimas de vinculación afectiva entre hombres, especialmente la 'amistad especial'.

Este resultado, de nuevo, indica el lado más tradicional de las normas sociales mexicanas y la importancia que la estructura parental juega como instancia ordenadora de la vida social de sus miembros, más allá de las preferencias sexuales y de las estructuras de pareja que construyan. En este sentido, tales hallazgos serían consistentes con los planteamientos de Carrington (1999) y Weston (1997) para sectores de clase media en California, Estados Unidos, donde las parejas de gay y lesbianas construyen redes de apoyo sin romper con las estructuras familiares de origen, donde también son visibles estas relaciones.

Finalmente, dos categorías adicionales contribuyen a explicar la mayor duración de las relaciones de pareja entre varones en este grupo de entrevistados, el haberse conocido en la escuela (p < 0.1) con respecto al bar gay, en la variable lugar de conocimiento, y la cuarta historia (p < 0.1) con respecto a la primera, en la variable acumulación de experiencia amorosa con otros varones.

Los lugares y espacios de interacción homosexual, sean éstos institucionalizados o no, son depositarios de una carga valorativa y subjetiva que los transforma en referente básico para explicar cuando un simple ligue sociosexual se transforma en una relación de pareja. Desde esta óptica, los lugares donde la gente se conoce pueden determinar el futuro de una relación y casi la duración de la misma. Por otro lado, existen múltiples expresiones en la subcultura gay que hacen referencia especialmente a los saunas, cuartos oscuros, zonas de ligue sexual y, recientemente, la internet, como espacios que no propician el surgimiento de relaciones de pareja entre varones (Gallego, 2010). Por tal contenido subjetivo se incluyó esta variable en el modelo propuesto.

Un varón que conoce a otro en la escuela aumenta los momios de una duración mayor a un año en 89 por ciento, con respecto a aquéllos que se conocieron en un bar gay. Sin embargo, habría que preguntarse ¿por qué la escuela y no otro de los lugares propuestos tienen la mayor significancia estadística en la explicación de la duración de las relaciones de pareja entre varones? Me aventuro a proponer dos vías de análisis.

Por un lado, la gran dicotomía planteada entre la dupla calle–metro–fiesta y bar gay–internet, que genera el proceso de tránsito entre la no institucionalización y la institucionalización de la vida eroticoafectiva entre varones y que ha sido documentada por Gallego (2010), genera un área de grises ocupada por la escuela, como espacio intermedio que refleja un patrón que se aparta del ligue callejero pero no opta por la vía institucional del bar, para buscar otros varones con los cuales pueda establecer una relación de pareja estable. Tal vez por eso ambos valores de la dicotomía no sean significativos, estadísticamente hablando, en la duración de la relación entre dos varones.

Como segunda fuente explicativa está la homogamia educativa.7 Como campo de estudio, la homogamia se constituye en una de las fuentes no sólo para comprender las formas y tendencias del emparejamiento (Sosa, 2003; Quilodrán y Sosa, 2004), sino para entender la estratificación social (Solís et al., 2007). En términos generales, la homogamia puede entenderse como la unión entre miembros del mismo grupo social (Solís et al., 2007). Según Robert Mare (en Solís et al., 2007), existe una tendencia de las personas a casarse con sus similares, tendencia que se basa en parte en las preferencias y características del mercado matrimonial en el que juegan un rol fundamental los patrones de estratificación social.

Para Solís et al. (2007), la existencia de altos niveles de homogamia sugiere que existen pocas relaciones íntimas y profundas entre miembros de grupos sociales diferentes. En forma contraria, altas tasas de unión entre miembros de distintos grupos sociales obstaculizan la habilidad de la familia para transmitir a su descendencia los valores específicos y las maneras de ver el mundo del grupo social de origen. En este sentido, la frecuencia de la homogamia puede ser considerada como un indicador del grado de rigidez social y cultural de una sociedad, así como de la impermeabilidad de su régimen de estratificación social (Smits et al., 2000; Solís et al., 2007).

Diferentes estimaciones demuestran el predominio de la homogamia educativa en la sociedad mexicana donde una de dos personas elige a su cónyuge con su mismo nivel educativo (Solís et al., 2007; Sosa, 2003). En otras palabras, la sociedad mexicana y capitalina está altamente estratificada socialmente y los logros educativos y su acreditación juegan un papel central en tal estructuración, de ahí que la movilidad entre clases no pase de ser un sueño bastante bien recreado en las telenovelas mexicanas o un deseo revolucionario de la década de 1970.

La escolaridad, en los análisis sobre estratificación social, es considerada una característica adquirida a lo largo del curso de vida del individuo más que adscriptiva o heredada, en este sentido, la homogamia por escolaridad revelaría la existencia de otros parámetros de selección basados en afinidades que surgen de las trayectorias individuales, independientemente de los orígenes sociales (Solís et al., 2007). Sin embargo, el acceso al sistema escolar en la Ciudad de México refleja la estructura socioeconómica de la ciudad y la forma en que una característica adquirida termina siendo adscriptiva o producto del origen social de los individuos; de ahí que para los varones entrevistados conocer a otro varón en la escuela es conocer a uno de sus iguales socialmente hablando y, por lo tanto, alguien digno de ser presentado a la familia y con quien se puedan generar y estrechar vínculos más allá de los eroticoafectivos. No es entonces casual que ambas categorías —familia y escuela— hayan resultado significativas para explicar la mayor duración de una relación de pareja entre dos varones.

Una variable que se introdujo en el modelo a nivel exploratorio tiene que ver con la acumulación de experiencia amorosa en el curso de vida, esperando que tal acumulación actuara en favor de la mayor duración de relaciones de pareja entre varones. Si se observa el cuadro 2, existe un crecimiento lineal en las razones de momios estimadas en cada una de las historias de pareja, siendo estadísticamente significativa, para explicar una mayor duración de una relación de pareja entre dos varones, una cuarta historia con respecto a la primera. De hecho, los momios de una mayor duración aumentan 97 por ciento en una cuarta historia de pareja con respecto al primer amor.

En este grupo de entrevistados, la acumulación de experiencia amorosa con otros varones les ha permitido una mayor duración en las relaciones de pareja. Tal hallazgo, entonces, permite inferir que los amores de juventud o adolescencia duran menos que los establecidos durante años posteriores, es decir, en la adultez, pues la acumulación de experiencia amorosa es una variable que crece con el avance del curso de vida. Sin embargo, y como todo proceso de acumulación de experiencia vital, debe existir un momento de saturación, el cual debe estar por encima de la quinta historia de pareja, donde los efectos positivos pueden volverse negativos y, por lo tanto, tener un resultado contrario al no aumentar la probabilidad de duración. Desafortunadamente no se cuenta con datos biográficos completos de todos los entrevistados y por lo tanto tal disquisición queda planteada a nivel de hipótesis para futuras investigaciones.

 

Discusión

El modelo de regresión logística propuesto para explorar los factores sociodemográficos que expliquen la duración mayor a un año en relaciones de pareja entre dos varones puso de manifiesto la coexistencia no antagónica de discursos en torno a la sexualidad, el afecto y la vinculación familiar y social que soportan los encuentros eroticoafectivos entre varones. En el plano más convencional, las mayores probabilidades de duración de los emparejamientos se encuentran asociadas a la corresidencia en pareja, al conocimiento de la relación por parte de la familia del entrevistado, a que los varones se conocieron en alguna institución educativa y no en el bar gay, y si la primera relación sexual trascurrió después del primer mes de conocidos y no el mismo día; sin embargo, las relaciones de pareja entre dos varones también tienden a durar más si la pareja es sexualmente abierta y no exclusiva.

Si bien los hallazgos de la investigación no pueden ser extensibles más allá del grupo de varones entrevistados, los resultados constituyen un indicador de que al interior de la subcultura de los varones con prácticas homoeróticas se vienen dando cambios, o que esto que llamamos cambios constituyen prácticas y estrategias establecidas, pero no reconocidas por quienes deciden las políticas públicas. Es necesario precisar que los últimos 25 años de la historia sociosexual del México urbano están marcados por la hegemonía del discurso gay y la irrupción del VIH–SIDA como fenómenos sociales (Gallego, 2010; List, 2005). Ambos procesos han venido transformando la forma de ver y significar el emparejamiento entre varones, en un contexto de mayor institucionalización de la vida eroticoafectiva. El modelo propuesto y las variables estadísticamente significativas dan cuenta de la incidencia de estos hechos en las interacciones sociosexuales a nivel micro.

Por otro lado, parte de los hallazgos son contrarios a buena parte del discurso público institucional contemporáneo, que considera el establecimiento de una relación de pareja entre varones como la mejor arma de defensa contra el VIH–SIDA, en tanto el emparejamiento, desde esta visión, es sinónimo de monogamia y, por lo tanto, de exclusividad sexual. Este argumento ha hecho buena parte de las campañas de prevención del VIH–SIDA desde la década de 1990 y constituye uno de los elementos nodales sobre los cuales se argumenta la aprobación de leyes que tutelan derechos a las parejas del mismo sexo y la reciente aprobación del matrimonio en el Distrito Federal.

Detrás del tema de la exclusividad o no en las relaciones de pareja se encuentra camuflado el debate de la 'promiscuidad sexual' que se ha constituido en uno de los discursos para generar nuevas culpas en los varones con prácticas homoeróticas. Una mirada mucho más detenida y menos apasionada de la realidad muy seguramente nos ayudaría a desarrollar mejores políticas de intervención en el complejo campo de la sexualidad en varones con prácticas eroticoafectivas con otros varones.

Un hallazgo que refrenda los discursos normativos alrededor de la sexualidad en su conjunto tiene que ver con la velocidad con la cual un ligue trasciende hacia la primera relación sexual en la pareja; esta situación, en un contexto sociocultural particular, refleja el grado de interiorización y maleabilidad de las normas sociosexuales. En el modelo propuesto se incluyó la variable 'tiempo transcurrido desde el conocimiento hasta la primera relación sexual', la cual resultó estadísticamente significativa. Seal y Ehrhardt (2003) plantean tal disyuntiva en términos de la velocidad con la cual se funden la intimidad sexual con la intimidad emocional. Algunos estudios han demostrado que cuando la primera relación sexual ocurre demasiado pronto es percibida en detrimento de la intimidad emocional (Seal y Ehrhardt, 2003). En el contexto heterosexual, Ana Amuchástegui (2001) ha descrito cómo en la sociedad mexicana imbricar demasiado rápido estos campos pude conducir, especialmente a las mujeres, a ser catalogadas como buenas o malas, putas o santas, mujeres para el placer o madres de sus hijos. Los estudios de Seal y Ehrhardt (2003) con varones de diferentes grupos étnicos en Nueva York demuestran que la velocidad con que ambos campos se entremezclen va a permitir una clasificación de las mujeres con similares categorías a las encontradas por Amuchástegui para el caso mexicano. Es decir, tanto en uno como otro contexto existe un discurso que permite representar ambas relaciones. Ahora bien, los varones homosexuales parecen no ser ajenos a este tipo de discursos y representaciones, en tanto las mayores probabilidades de duración superior a un año se dan cuando la pareja sostiene la primera relación sexual después del primer mes de conocidos y no el mismo día.

Pero estos cambios y permanencias en los modos de emparejamiento entre varones no son exclusivos del grupo de varones entrevistados. Los patrones eroticoafectivos y de mayor flexibilidad amorosa de nuestro tiempo permean al conjunto social independientemente de las preferencias sexuales; Quilodrán y Sosa (2004), en estudios hechos con parejas heterosexuales de primera unión en la ciudad de México, han demostrado que existe una menor duración mediana de los emparejamientos en el primer lustro del siglo XXI con respecto a décadas anteriores. En este sentido, existen factores particulares que explican la mayor o menor duración de las relaciones de pareja heterosexuales y del mismo sexo, pero también explicaciones comunes independientemente de las preferencias sexuales de los individuos.

La experiencia del emparejamiento obedece a complejos procesos socioculturales y sistemas de regulación y permisividad en torno al afecto, el placer, el cuidado y la intimidad entre personas del mismo sexo o género, así como la forma en que cada sociedad define y recrea el parentesco, la filiación, la familia, el matrimonio y el orden de género.

 

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Notas

1 Se definió como relación de pareja el vínculo erótico–afectivo establecido entre dos varones con una duración igual o superior a tres meses, con o sin corresidencia. Esta definición toma experiencias anteriores de investigaciones en sexualidad, mediante el uso de encuestas retrospectivas en Brasil (Heilborn y Cabral, 2006; Knauth, et al, 2006; Juárez y Castro, 2004). Este criterio también fue utilizado en el clásico estudio de McWhirter y Mattison (1984) para comprender el funcionamiento de la pareja gay masculina en Estados Unidos.

2 Debo advertir al lector que de los 250 entrevistados, 231 habían tenido al menos una relación de pareja en su vida. Estos 231varones mencionaron en conjunto 677 relaciones de pareja; de estas historias, 26 no pudieron ser reconstruidas porque el entrevistado no quiso hablar de ellas y 18 tuvieron que ser eliminadas de la base porque estaban repetidas, ya que se había entrevistado a los dos miembros de una misma pareja. En total quedaron 633 historias de pareja para el análisis.

3 Corresponde a la fecha de inicio de la relación de pareja. Para la definición de los cortes temporales se tomó como punto de partida la historia de la respuesta institucional frente al VIH–SIDA (Magis y Parrini, 2006) y el comportamiento epidemiológico de la enfermedad (Tapia, et al., 2003; Saavedra y Bravo–García, 2006). El primer corte temporal se denominó 'antes del SIDA' 1970–1984; el segundo, de 'crecimiento exponencial', periodo que abarca los años 1985 a 1995. Y el tercer momento, que va desde el año 1996 a 2005 o de 'estabilización de la epidemia', el cual coincide con la entrada al mercado de los antirretrovirales y la consecuente disminución de las tasas de mortalidad y el aumento en la esperanza y calidad de vida de los portadores del virus. Estos tres momentos temporales permiten identificar, grosso modo, los cambios y permanencias en la sexualidad en varones con prácticas homoeróticas en la Ciudad de México (Gallego, 2010).

4 Es la valoración subjetiva que hicieron los varones entrevistados en términos de si su relación de pareja había sido cerrada desde el punto de vista sexual, es decir, monogámica exclusiva, o abierta, donde pueden participar otras personas para el ejercicio de la sexualidad. Me refiero específicamente al intercambio de parejas y el sexo en grupo. Estos encuentros sexuales con terceros pueden darse en interacciones cara a cara o en internet.

5 En el análisis de las trayectorias de emparejamiento de los varones mayores de 35 años se determinó una duración mediana de 24 meses en sus relaciones de pareja. Este valor es superior con respecto a las duraciones medianas de las relaciones de pareja de los varones en el grupo 1624 años y 25–34 años, la cual se estimó en siete y doce meses, respectivamente.

6 Existe una disminución en la duración mediana de las relaciones de pareja, que pasa de 17 meses en la década 1985–1995 a seis meses en el lustro 2001–2005 (Gallego, 2010).

7 En 91.6 por ciento de las 633 historias de pareja existe el mismo nivel educativo entre el entrevistado y la pareja al iniciar la relación.

 

Información sobre el autor:

Gabriel GALLEGO MONTES. Doctor en Estudios de Población por El Colegio de México A.C. Profesor–investigador del Departamento de Estudios de Familia de la Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. Fue galardonado con el premio Gustavo Cabrera que otorga El Colegio de México a la mejor investigación en el campo de la Demografía y los Estudios de Población en 2008. Recientemente publicó el libro Demografía de lo otro (2010) editado por El Colegio de México. Entre sus artículos más recientes destaca "Implicaciones del VIH–SIDA en la biografía de varones con prácticas homoeróticas en la Ciudad de México" (2010), publicado en la revista Salud Pública de México y "Trayectorias de emparejamiento entre varones en la ciudad de México", publicado en la revista Sexualidades de Nueva York.Correo electrónico: gabriel.gallego@ucaldas.edu.co, gabo.gallego@gmail.com

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