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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.16 no.63 Toluca ene./mar. 2010

 

El homicidio en México, 2000–2008

 

Homicide in Mexico, 2000–2008

 

Héctor Hernández–Bringas y José Narro–Robles

 

Universidad Nacional Autónoma de México. Correos electrónicos: bringas@servidor.unam.mx ; galileam2002@yahoo.com.mx

 

Resumen

Se presenta una revisión de la ocurrencia de homicidios en México para el periodo 2000–2008, llevada a cabo con base en datos de estadísticas vitales del Instituto Nacional de Geografía Estadística e Informática y del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Las dos fuentes presentan diferencias significativas entre sí: el monto difiere, en promedio, en dos mil muertes anuales, lo que representa entre 15 y 20 por ciento de la cifra anual de homicidios; sin embargo, coinciden en señalar al año 2008 como un momento de repunte de este tipo de delitos en la república mexicana, particularmente en cinco entidades federativas: Baja California, Chihuahua, Durango, Guerrero y Sinaloa. Se destaca el hecho de que el incremento de homicidios se da luego de la aplicación de una estrategia gubernamental de lucha frontal contra el crimen organizado iniciada en el año 2007.

Palabras clave: crimen organizado, homicidio, mortalidad, narcotráfico, seguridad pública, Tijuana, Ciudad Juárez, Culiacán, México.

 

Abstract

We present a review of the occurrence of homicides in Mexico for the 2000–2008 period, which was undertaken on the basis of vital statistics data from the National Institute of Geography, Statistics and Computing and the National System of Public Security; the sources present significant differences between each other: the amount differs, on average, in two thousand casualties yearly, which represent circa 15–20 percent of the annual figure of homicides; nevertheless, they agree on pointing out the year 2008 as the moment of upturning for this kind of crimes in the Mexican Republic, particularly in five federal states: Baja California, Chihuahua, Durango, Guerrero and Sinaloa. We underscore the fact that the increment of homicides arises after applying a governmental strategy of frontal fight against organized crime started in 2007.

Key words: organized crime, homicide, mortality, drug trafficking, public security, Tijuana, Ciudad Juarez, Culiacan, Mexico.

 

Introducción

La revisión de las cifras sobre homicidios en México es hoy una tarea necesaria ante la percepción social de que los niveles de violencia y de inseguridad se han incrementado significativamente, percepción fortalecida por la estrategia gubernamental de lucha frontal contra el crimen organizado iniciada a partir del año 2007, y por la profusa información que, al respecto, cotidianamente se transmite en los medios de comunicación. Aquí nos hemos propuesto hacer una revisión de cómo ha evolucionado el fenómeno en México durante el periodo que va del año 2000 al 2008, último año sobre el que se dispuso de información oficial al respecto. Asimismo, se intenta valorar el posible impacto de la estrategia contra el crimen sobre las estadísticas de homicidio.

 

Las fuentes de información

Para analizar los niveles de homicidio que prevalecen en México, disponemos de dos fuentes oficiales de información:

• La primera de ellas la constituyen las estadísticas vitales, fuente a la que normalmente recurren los estudios sobre mortalidad desde las disciplinas de la salud pública y la Demografía. Son los datos que publica el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y que provienen de las actas de defunción. A esta fuente se le reconoce siempre un nivel de subestimación, atribuible en parte a que en un país como el nuestro no necesariamente todas las muertes son registradas correctamente o no son registradas, o también por el largo proceso burocrático que va desde el levantamiento de un acta de defunción hasta su registro en el sistema nacional de estadísticas. Por otro lado, aunque estas estadísticas suelen publicarse con dos o tres años de rezago, tienen la ventaja de que son accesibles, y presentan desgloses por edad, género y diversos niveles geográficos de ocurrencia del fenómeno, variables de interés para el estudio de estos temas.

• Una segunda fuente de información sobre homicidios es el registro que sobre el particular llevan a cabo las procuradurías de justicia de las entidades federativas y que son concentradas por el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP). Es de acceso restringido y salvo la distribución de los homicidios por estado, no ofrece información de otras variables de interés.1

En términos lógicos sería esperable que la información de ambas fuentes coincidiera, en razón de que a cada acta de defunción por homicidio debiera corresponder un proceso ante el Ministerio Público. Pero los datos nos muestran que esto no es así, que las diferencias en el monto de homicidios que reportan una y otra fuente casi siempre son de magnitud importante: en el periodo bajo análisis (2000 a 2008), la diferencia global entre ambas fuentes fue de 18 400 defunciones. En otros términos, dos mil muertes anuales de diferencia en promedio.

 

Tendencia reciente

Los homicidios explican alrededor de 1.5 por ciento del total de muertes en nuestro país. De acuerdo con las estadísticas vitales (INEGI), el número de homicidios registrados entre 2000 y 2007 no presentó grandes variaciones, pero en 2008 se registra un incremento significativo (de 60 por ciento) que ubicaría el monto de homicidios en 13 607 (cuadro 1), lo que implica alrededor de 13 homicidios por cada cien mil habitantes (cuadro 2). Este incremento rompe la tendencia relativamente estable o a la baja que había mostrado la tasa de homicidios en años anteriores.

De igual forma, los datos del SNSP muestran que la tendencia a la reducción del fenómeno es constante hasta 2007, pasando la tasa de homicidios de 14 a 10 por cien mil habitantes. Sin embargo, esta misma fuente consigna un nuevo repunte del nivel (12 por cien mil) hacia 2008 (véanse los cuadros 3 y 4, gráfica 1).

Hasta aquí, y no obstante las inconsistencias en la información, dos hechos parecen claros:

• En coincidencia con la percepción social existente, el homicidio en México es un fenómeno que ha presentado recientemente un repunte significativo, que rompe la tendencia a la reducción que se observaba hasta 2007.2

• Hacia 2008, segundo año de la estrategia frontal contra el crimen organizado y último sobre el cual se dispone de información, de las dos fuentes analizadas se desprende que el homicidio se ubica en niveles que van de 12 a 13 muertes por cada cien mil habitantes.

 

¿Es alto el nivel de homicidios en México?

Independientemente de la tendencia señalada, es vigente la pregunta acerca de si son o no altos los niveles de homicidio en nuestro país.

La respuesta a esta cuestión debe ser considerada desde diversas ópticas. En términos absolutos, es decir, ateniéndonos a una cifra que se ubicará entre 12 mil quinientos y 13 mil seiscientos homicidios anuales hacia 2008, la respuesta es que los niveles son sin duda elevados, porque en todos los casos se trata de muertes que no deberían ocurrir; se trata de interrupciones abruptas de vidas como resultado de un cúmulo complejo de desajustes psicológicos y sociales.

Un solo homicidio es catastrófico para quien lo sufre, para aquéllos que forman parte de su círculo familiar y, en general, para el tejido social. Es la expresión extrema de la violencia contra un ser humano, y es un fenómeno que se multiplica cotidianamente, toda vez que en México, durante 2008, murieron asesinados tres mexicanos cada dos horas. El dramatismo de esta situación no deja lugar a dudas.

Desde otra óptica, la respuesta a nuestra pregunta puede ser distinta, si nos atenemos a la comparación con otros países. Hay voces, tanto en nuestro país como en el extranjero, que ven a México como uno de los países más violentos del orbe, particularmente por lo que hace a los homicidios que se verifican en el territorio nacional. Veamos algunas comparaciones internacionales:

De acuerdo con datos de 2004,3 el promedio de homicidios en el mundo era de 7.6 por cada cien mil habitantes, y para toda Norteamérica la cifra correspondiente fue de 6.5. América Central y Sudamérica presentaron niveles por encima de 25 por cada cien mil habitantes.

Comparado con países de Sudamérica como Venezuela y Colombia (cuadro 5), México presenta hacia 2007 niveles muy inferiores de homicidio, aunque también en Sudamérica se encuentran algunos de los países con menores tasas de homicidio del continente, como lo muestra Uruguay. En Norteamérica, México presenta niveles considerablemente más altos que Estados Unidos y, particularmente, que Canadá. Es en el continente americano donde se registran los más altos niveles de homicidio del mundo. Al interior, como se aprecia, los contrastes son notables, ubicándose México en una situación intermedia dentro del continente.

De lo anterior se desprende que nuestro país no necesariamente es uno de los países más peligrosos del mundo, al menos si nos atenemos a los niveles de homicidio prevalecientes como promedio nacional.

 

Entidades federativas con mayor nivel de homicidios

Los niveles de homicidio señalados son un promedio de lo que ocurre en el país. Es claro que entre las entidades federativas existen diferencias dignas de ser consideradas.

En las dos fuentes consideradas (INEGI y SNSP), son coincidentes las entidades federativas que presentan los mayores niveles de homicidios en el país. Estas se muestran en el cuadro 6.

De acuerdo con los datos del INEGI, entre las entidades con mayores niveles de homicidio en 2008 destacan particularmente los casos de Chihuahua, con una tasa de homicidios de 76 por cien mil, nivel que supera en 497 por ciento el promedio nacional, y significa un incremento superior al 400 por ciento en el último año de nuestro análisis. Chihuahua explica 40 por ciento del incremento del homicidio en México en el último año del periodo. Baja California, con una tasa de 33 homicidios, supera al nivel nacional en 161 por ciento, con un incremento en el último año del 188 por ciento. Asimismo, Sinaloa, con un nivel superior al nacional en 131 por ciento, presenta un incremento en el último año del 119 por ciento. Un rasgo distintivo de estas tres entidades, como puede notarse, es que el cambio en sus niveles de homicidio no es constante a lo largo de los nueve años que analizamos. En realidad, el incremento abrupto ocurre solamente hasta 2008. Una situación similar se registra también para Durango, y con menor intensidad, para Sonora.

En Chihuahua, Baja California y Sinaloa, el alto nivel de homicidios en el último año se encuentra altamente focalizado en tres municipios (cuadro 7 y gráfica 2):

• Juárez explica 60 por ciento de los homicidios en Chihuahua y presenta una tasa de 108 por cien mil en 2008.

• Tijuana explica casi tres de cada cuatro homicidios en Baja California (72 por ciento), con una tasa de 47 por cien mil.

• En Culiacán se verifica 42 por ciento de los asesinatos en Sinaloa, con una tasa de 42 homicidios por cien mil habitantes en 2008.

De entre las entidades con altos niveles de homicidio, puede distinguirse otro subconjunto con características socioeconómicas, geográficas, históricas y culturales distintas a las de las entidades ya señaladas: Guerrero, con un nivel superior al nacional en 134 por ciento, presenta de manera constante a lo largo del periodo niveles altos, y el incremento durante el último año, si bien es importante (40 por ciento), no resulta tan drástico como en los casos anteriores. Para Guerrero pudiera señalarse que a su situación tradicionalmente alta y compleja en materia de homicidios (con el nivel más alto de todas las entidades en el año 2000), se le han agregado elementos nuevos.

Oaxaca, por su parte, no presenta grandes cambios a lo largo del periodo. Siendo en el año 2000 una de las dos o tres primeras entidades por su nivel de homicidios, en el 2008 se acerca al promedio nacional, más que por "méritos propios", por los incrementos registrados en otras entidades.4

Con los datos del SNSP se pueden obtener prácticamente las mismas conclusiones respecto de las entidades federativas con mayores niveles de homicidio, aunque, desde luego, con niveles diferentes a los que se desprenden de las estadísticas vitales del INEGI (se muestran los datos correspondientes en el cuadro 6).

 

Diferencias por género y edad

El homicidio en México es un fenómeno que padecen tanto hombres como mujeres, aunque hay diferencias dignas de ser consideradas (cuadro 8). El homicidio impacta preponderantemente a los hombres, sin que la proporción por género cambie significativamente en los años analizados: los asesinatos de hombres explican entre 87 y 90 por ciento de todos los homicidios.

Tal y como ocurre con los datos de todo el país, la tasa de homicidios, tanto para hombres como para mujeres, presenta a lo largo de casi toda la década del 2000, una tendencia a la estabilidad o ligeramente a la baja (cuadro 9 y gráfica 3). Pero en 2008 la situación cambia: la tasa de homicidios para hombres y mujeres se incrementa en 64 y 30 por ciento, respectivamente. Es decir, queda claro que el incremento de la violencia expresada en el nivel de homicidios para el último año, si bien impacta particularmente a los hombres, ha involucrado también a la población femenina, en forma tal que su tasa ha regresado a los niveles prevalecientes en el 2000. 335 asesinatos más de mujeres en un solo año no son poca cosa: es casi una muerte diaria adicional.

Entre los hombres se destaca que, de acuerdo con sus edades (cuadro 8 y gráfica 4), el homicidio ocurre preponderantemente en los grupos que van de los 15 a los 34 años de edad. Estos grupos presentan una tendencia al incremento en su participación en el fenómeno, particularmente a partir del año 2006, al pasar de 49 a 53 por ciento.

Entre las mujeres se dan algunas variantes (cuadro 8 y gráfica 4):

• Los grupos de edad entre los 15 y los 39 años también son los de mayor participación, aunque ésta es relativamente estable a lo largo del periodo analizado (entre 44 y 45 por ciento del total de homicidios).

• Comparativamente con los hombres, la proporción de homicidios de menores de 15 años es mucho mayor: 11 por ciento del total. Antes de los cinco años no existe gran diferencia en los montos de homicidios entre los sexos: la relación hombre/mujer entre las víctimas de homicidio es muy cercana a uno; incluso, en dos de los años analizados es mayor para las mujeres (gráfica 5).5

 

El homicidio y la estrategia gubernamental contra el crimen organizado

Sobre el número de personas que han muerto como resultado del inicio de la estrategia gubernamental contra el crimen organizado no existe una fuente oficial que las registre. Al respecto, el Grupo Milenio (agencia de comunicación y noticias), entre otras fuentes periodísticas, se ha dado a la tarea de registrar lo que ha llamado "el recuento de ejecuciones". Se consigna lo siguiente;6

• En el año 2007, 2 773 ejecuciones, lo que representa 32 por ciento de los homicidios registrados por INEGI y 27 por ciento de los reportados por el SNSP.

• En el año 2008, 5 661 ejecuciones, lo que representaría 41 por ciento de los homicidios reportados por INEGI, y es una cifra muy similar al incremento en el monto de homicidios que reporta esa fuente con respecto a 2007 (5 121 homicidios más en 2008). Este monto de ejecuciones, asimismo, sería casi la mitad (45 por ciento) de los homicidios registrados por el SNSP.

• Aunque ya no se analizó en profundidad por haber sido publicadas con posterioridad a la elaboración de esta investigación, en el año 2009 hubo alrededor de 8 mil ejecuciones. Sin posibilidad de comparación con las fuentes oficiales en ese momento, pero si esto fuera así, y de acuerdo con la tendencia observada, el monto total de asesinatos por ejecución que se registrarían en el país para el 2010 podría estar alrededor de las 15 mil defunciones.

Si se asume el supuesto de que la lucha contra el crimen organizado no se hubiera verificado y que por tanto no se hubiera dado un quiebre al alza en la tendencia del homicidio, observamos en la gráfica 6 lo que ocurriría con esa tendencia. Si se descuenta este efecto, las cifras en 2008 serían 7 966 homicidios y no 13 627 (según datos del INEGI), o 6 916 y no 12 577 (SNSP).

Si esto fuera cierto, es decir, si la estrategia gubernamental contra el crimen organizado no existiera y, por tanto, tampoco las "ejecuciones" que se asocian a esa lucha, observaríamos que el homicidio continuaría una tendencia al descenso, congruente con los ritmos observados en los años previos a 2008.

Parece evidente la relación entre la estrategia gubernamental y el incremento de los homicidios en 2008. Tal estrategia ha implicado constantes enfrentamientos de fuerzas gubernamentales con grupos criminales, situación que se ha traducido en más muertes. Pero el mayor número de muertes también resulta de los ajustes, reacomodos y pugnas al interior de los cárteles de la mafia.

 

Conclusiones

Las dos fuentes existentes para el estudio de las cifras de homicidios en México presentan diferencias significativas entre sí: el monto difiere, en promedio, en dos mil muertes anuales, lo que representa entre 15 y 20 por ciento de la cifra anual de homicidios. Más allá de las hipótesis que al respecto podrían formularse, sería importante conocer argumentos al respecto de parte de las instancias que generan esta información.

En coincidencia con la percepción existente, el homicidio en México ha interrumpido su tendencia a la reducción. En el año 2008 se revierte ese proceso por un repunte significativo de su incidencia.

La situación de México en su conjunto no es de las más graves a nivel mundial. Se ubica en un nivel intermedio, muy por debajo de naciones como Venezuela y Colombia (países con los más altos niveles mundiales), pero muy por encima de Estados Unidos, Canadá y, por supuesto, de los países de la Unión Europea.

Sin embargo, hay entidades federativas como Chihuahua, Baja California y Sinaloa, con niveles de homicidio similares (y aun superiores) a los de Venezuela y Colombia.

En los tres estados señalados es particularmente grave la situación de tres municipios en 2008: Ciudad Juárez, con una tasa de homicidios de 108 por cada cien mil habitantes; Tijuana, con 47 por cien mil, y Culiacán, con 42 por cien mil. Estas regiones, sin duda se ubican entre las más violentas del mundo.

No se registra en México una tendencia clara a la feminización del homicidio. Sin embargo, el repunte observado en 2008 también incluye un incremento del monto de homicidios entre mujeres. En un país como el nuestro, tal y como se ha documentado en otras investigaciones, el homicidio contra mujeres merece particular atención porque buena parte de ellos se dan por su condición de género o alentados por contextos en los que impera la impunidad.

El incremento observado en el monto de homicidios afecta principalmente al grupo de edad de entre 15 y 34 años. En 2008, más de la mitad de homicidios ocurrió en esas edades.

De los datos disponibles en materia de homicidios puede señalarse que el efecto de la estrategia gubernamental contra el crimen organizado se hace sentir con claridad en las estadísticas de narcoejecuciones en el año 2008.7 Algunos datos refuerzan esta conclusión: en 2008, el número de homicidios se incrementó en 5 661 con respecto a 2007. Es de destacar que casi tres de cada cuatro de estos nuevos casos se registraron en tan sólo cinco entidades: Chihuahua (entidad en la que, dentro de esta terrible estadística, destaca Ciudad Juárez), Baja California, Durango, Sinaloa y Guerrero, estados con una intensa actividad del crimen organizado, y con fuerte presencia de las fuerzas gubernamentales. Asimismo, se haría evidente la coincidencia entre el monto de las llamadas "ejecuciones" y el incremento registrado por el homicidio. Si los datos no oficiales de que se dispone sobre ejecuciones son veraces, estos explicarían con suficiencia la ruptura de la tendencia histórica que, en México, venía registrando el nivel de homicidios.8

De acuerdo con algunas informaciones extraoficiales disponibles en el momento de elaboración de esta investigación, en 2009 el número de homicidios dolosos en México podría haberse ubicado entre 15 mil y 16 mil, de los cuales ocho mil podrían estar ligados a la lucha contra y entre el crimen organizado. Esta tendencia se confirmaría para 2010, año en el que ya se contabilizan, para el primer trimestre, más de tres mil homicidios que podrían estar ligados a esa lucha.

 

Reflexiones finales

La lucha contra el crimen organizado, que se presenta como una cruzada por recuperar la tranquilidad de los mexicanos y para evitar que las drogas lleguen a nuestra población, ha traído en realidad más muerte para jóvenes y adultos jóvenes. Asimismo, ha incrementado la percepción y el sentimiento de inseguridad, ha trivializado las causas y el manejo de la violencia, y no ha conseguido reducir la oferta de estupefacientes, cuyo consumo en México se ha incrementado.9

A la falta de oportunidades y a la ya de por sí difícil situación socioeconómica que vive México, se agrega un trasfondo violento y un sentimiento de riesgo y vulnerabilidad que quebranta nuestra cohesión social.

Las atrocidades que comete el crimen organizado no son resultado directo de la política gubernamental, pero ésta, que en teoría debería orientarse a inhibir la acción del crimen, en ocasiones o en ciertas fases de su instrumentación estimula las situaciones de riesgo. Ello puede darse en atención a diversas circunstancias no excluyentes entre sí: por la propia acción de la fuerza pública, que es fuente de riesgo no sólo para la delincuencia, por la simple reacción del crimen ante el embate de la fuerza militar o policiaca, o porque la estrategia gubernamental provoca pugnas al interior del crimen organizado para defender o por ganar nuevos espacios o territorios a grupos rivales.

Asimismo, cuando la estrategia es de carácter eminentemente policiaco o militar, no se atienden las causas de fondo que producen la proliferación del crimen organizado, que tienen que ver sobre todo con la falta de oportunidades de estudio, de orden laboral y de superación personal. Lamentablemente, parece que en un país como México el crimen tiene lo que pudiera llamarse una 'base social' o un mercado de potenciales adeptos, ya no digamos sólo entre los miles de jóvenes que consumen algún tipo de estupefaciente, sino entre los millones de jóvenes que carecen de empleo, de opciones en la educación formal y que, por tanto, están desprovistos de toda esperanza de una vida medianamente digna.10 Para muchos de ellos, el narcotráfico o cualquier otra actividad ilícita puede ser una alternativa, seguramente por un tiempo corto y a costa de su salud, su libertad o su vida. No es gratuito que, particularmente en algunas regiones del país, exista toda una subcultura apologética del narco y una complicidad social, ya sea que ésta se fundamente en la admiración, la aceptación pasiva o el miedo.

La estrategia militar y policiaca omite la consideración de las causas sociales profundas a las que hacemos referencia y tampoco toca otras que están más en la superficie de nuestra vida social. La violencia se exalta en los diversos y potentes medios de comunicación e información a los que hoy acceden los jóvenes. A la falta de opciones en la educación formal, se agrega la inexistencia de una formación sólida en valores de la convivencia: ésta no se da en la escuela y muchas veces tampoco en las familias. Se privilegia el interés material, a veces a costa de lo que sea.

El fortalecimiento de nuestro aparato de justicia también debería considerarse en una estrategia integral contra el crimen. Su actual debilidad es causa de impunidad y, por tanto, un estímulo al crimen organizado. Si, como se ha constatado,11 en México sólo se denuncia 21 por ciento de los delitos que se cometen, y sólo se abre una averiguación previa en el 15 por ciento de los casos, la conclusión racional es clara: el riesgo de ser delincuente e ir a la cárcel es extremadamente bajo.

Las consecuencias de una estrategia parcial contra el crimen ya están a la vista. Aquí hemos documentado una de ellas, que es el notable impacto sobre las cifras de homicidio en México, particularmente en algunas regiones. Otras las documenta el día a día de nuestra realidad: muertes de delincuentes, pero también de inocentes; decenas de miles de familias afectadas, las que se ligan directa o indirectamente a los más de ocho mil muertos de la lucha contra el crimen sólo en 2009, y ciudades enteras de nuestra frontera norte postradas ante lo que se vive como una auténtica guerra. A nivel internacional, el desprestigio de un país en el que su Estado se ve rebasado, en donde no termina de imperar la ley, y que pierde su atractivo como destino tanto de capitales como de personas. Sin duda es tiempo de pensar de nuevo en la estrategia contra el crimen, y seguir un abordaje que atienda íntegramente las causas de este fenómeno.

 

Bibliografía

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DIARIO MILENIO ONLINE, 2 de enero de 2010, "Un ejecutado cada hora durante 2009", tomado de http://impreso.milenio.com/node/8697054.         [ Links ]

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LÓPEZ, Roberto y Melissa DEL POZO, 2009, 2009 Historias, noticias y personajes, Se duplica la cifra de 2007–2008: 5 661 ejecutados, tomado de http://2.bp.blogspot.com/_K9jW2dGqGGw/SV6ROGeFKFI/AAAAAAAAAPo/kTQL6BFuBkc/s1600–h/narcomex–war–2009.png.         [ Links ]

 

Notas

1 Los datos del SNSP para este análisis fueron proporcionados por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre Inseguridad (ICESI).

2 En una consideración histórica de más largo alcance (1950–1982), se constata que el homicidio en México es, en condiciones normales de estabilidad social, un fenómeno con marcada tendencia a la reducción (Hernández, 1989).

3 Geneve Declaration on Armed Violence and Development (2008).

4 Hacia 1982, las entidades con mayor nivel de homicidios eran, en orden decreciente: Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Morelos, y los estados del norte o fronterizos no figuraban en esta lista (Hernández, 1989). Las diferencias con respecto a la situación actual sugieren con claridad la prevalencia de determinantes sociales distintos antes y en la actualidad; en el pasado, los determinantes del homicidio estaban ligados a atavismos culturales y a las carencias socioeconómicas. Ahora, los determinantes están asociados a la emergencia del crimen organizado.

5 Estas diferencias por edad y género no presentan grandes variantes a lo largo del tiempo, según se reporta en un estudio del homicidio entre 1950 y 1982 (Hernández, 1989).

6 Gómez Leyva, 2009.

7 Un análisis efectuado recientemente sobre los niveles de homicidio en México (Escalante Gonzalbo, 2009), descarta la influencia que sobre ellos puede tener la estrategia gubernamental del combate al crimen organizado, y en todo caso explica el incremento del homicidio que se ha dado en las entidades fronterizas como resultante de un proceso de urbanización abrupto y sin control. Este análisis, sin embargo, no dispuso en ese momento de las cifras correspondientes a 2008, en las que el nivel de homicidios que se alcanza en forma súbita no puede ser explicado por procesos históricos (como la urbanización), sino por condiciones extraordinarias, como la lucha contra y entre los grupos criminales.

8 Llama la atención que Colombia, país que también puso en operación a partir del año 2000 una estrategia frontal contra el crimen organizado mediante el llamado Plan Colombia, ha visto reducir paralelamente sus tasas de homicidios. Si bien el Plan Colombia ha sido cuestionado severamente por sus efectos sobre los derechos humanos y el medio ambiente, entre otros, no ha implicado que los niveles de homicidio se incrementen.

9 De acuerdo con la Encuesta Nacional de Adicciones, el consumo de drogas se incrementó entre los años 2000 y 2008 de 5.0 a 5.7 por ciento de la población entre 12 y 65 años. Particularmente, el consumo de marihuana pasó de 3.5 a 4.2 por ciento, y el de cocaína, de 1.2 a 2.4 por ciento.

10 De acuerdo con la Encuesta Nacional de Juventud (Instituto Mexicano de la Juventud y el Centro de Investigaciones en Juventud), en 2005, 7.5 millones de jóvenes de entre 12 y 29 años no estaban incorporados al sistema educativo ni al mercado de trabajo. Entre los datos de esta encuesta también destaca que 30 por ciento de los jóvenes declaran tener una relación conflictiva con sus padres, y 31 por ciento señala vivir situaciones de violencia familiar.

11 Encuesta Nacional sobre Inseguridad, 2009. Instituto Ciudadano de Estudios sobre Inseguridad. México.

 

Información sobre autor(es)

Héctor Hiram Hernández–Bringas. El doctor Héctor Hiram Hernández Bringas obtuvo el grado de licenciado en Sociología en la actual FES Acatlán. En 1989, El Colegio de México le otorgó el grado de Maestro en Demografía. En 1997 El Colegio de México le otorgó el grado de Doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios de Población, Desde 1986 se integró como parte de la planta académica de la UNAM. En la actualidad es investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México y realiza proyectos de investigación sobre temas de políticas de población y migración, demografía indígena, y evaluaciones de programas gubernamentales de apoyo a la ciencia en México. Ha publicado, entre otros títulos, los siguientes libros: Población y desigualdad social en México, Las muertes violentas en México, La mortalidad infantil en México durante los años de crisis, La investigación en ciencias sociales y humanidades en México y su más reciente libro, Los indios de México en el Siglo XXI.

José Narro–Robles. En 1973 obtuvo, en la Facultad de Medicina de la UNAM, el título de médico cirujano. Entre 1976 y 1978 efectuó estudios de posgrado en medicina comunitaria en la Universidad de Birmingham, Inglaterra. En enero de 1974 se incorporó a la Universidad Nacional como profesor de la Facultad de Medicina, en la que ha dictado cátedra de medicina preventiva, medicina familiar, salud pública, además de haber sido titular de distintos cursos de posgrado. Actualmente es profesor. Ha desarrollado acciones de investigación, impulsado el proceso de formación de recursos humanos, dirigido tesis y trabajos de investigación y contribuido al establecimiento de programas académicos de colaboración entre las instituciones del sector salud y la Facultad de Medicina de la UNAM. Es autor y coautor de más de 170 artículos científicos y de divulgación publicados en revistas mexicanas y extranjeras, de libros y capítulos de libros, principalmente sobre temas de educación superior, salud pública, educación médica y administración de servicios de salud. Desde el año 2007 es el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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