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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.14 no.57 Toluca Jul./Set. 2008

 

Las mujeres en los estudios de estratificación social: una mirada desde la encuesta permanente de hogares*

 

Women in the studies on social stratification: a look from the permanent survey on households

 

Gabriela V. Gómez Rojas

 

Universidad de Buenos Aires.

 

Resumen

El artículo aborda la creciente inserción de las mujeres en el mercado de trabajo y la discusión sobre cómo incorporarlas en las investigaciones referidas al análisis de las clases sociales y la estratificación social, de tal modo que sea posible incluir en esos análisis a las mujeres trabajadoras que no son jefas de hogar. Lo anterior transita por, entre otras cosas, examinar los niveles de heterogeneidad de clase entre hombres y mujeres al interior de los hogares.

Palabras clave: estratificación social, trabajo femenino, homogamia, hogar.

 

Abstract

The abstract approaches the growing insertion of women into the labor market and the discussion on how to incorporate them into the researchers related to social strata analysis and social stratification, so that it will be possible to include in these analysis working women which are not heads of family. The aforementioned includes, among other things, examining the levels of stratum heterogeneity between women and men inside the households.

Key words: social stratification, feminine labor, homogamy, household.

 

Introducción

Este trabajo muestra algunos avances obtenidos en un área relativamente inexplorada en los estudios sobre la estratificación social: la incorporación de las mujeres -que no son jefas de hogar- en los esquemas de medición de las clases sociales. Los estudios de estratificación cuya unidad de análisis es el hogar, generalmente han seguido la línea de establecer la posición de dicho hogar dentro de la estructura social, independientemente de las características laborales de las mujeres (cónyuge o pareja del jefe), excepto en los casos en que los hogares carecen de jefe varón y por tanto se toma como referente a la jefa. En muchas oportunidades, cuando se realizan estudios sobre estratificación social, surge una duda sobre qué aspectos de la realidad social se están dejando de lado cuando no son consideradas las mujeres.1

No existen, por el momento, suficientes estudios empíricos que hayan considerado esta cuestión. En Argentina, sólo Jorrat (2000) ha efectuado algunas indagaciones sobre la homogamia (homogeneidad) educacional y ocupacional entre los encuestados y sus cónyuges en los estudios sobre estratificación.

Ante esta situación, algunos interrogantes que pretenden responderse mediante este estudio son: ¿es lícito considerar que un hogar en el que un trabajador que está unido a otra trabajadora posee la misma posición de clase que aquél constituido por un trabajador y su pareja ama de casa? ¿El trabajo femenino implica alguna diferencia en el estilo de vida del hogar y en los intereses de sus miembros? El hecho de haber elegido un solo referente del hogar, ¿ha producido o no una clasificación inadecuada de dichos hogares en los distintos estratos de clases debido a la mayor participación en la actividad económica de las mujeres?

Aun cuando se encuentre que al considerar los empleos femeninos no se evidencian mayores problemas en la clasificación de los hogares, resulta de interés conocer cómo queda definida la composición de dichos estratos al tomar en cuenta las ocupaciones de ambas personas del hogar, considerando las diferentes implicaciones sobre las condiciones de vida del hogar que resulta de poseer dos miembros que generan ingresos.

El resto del documento está organizado de la siguiente manera: en una sección se efectúa una reseña sobre el estado del arte de la cuestión a investigar. En otra se hace referencia a las cuestiones metodológicas del trabajo de investigación. Los hallazgos empíricos obtenidos hasta el momento se presentan en otro apartado, y por último se incluye un breve párrafo de conclusiones.

 

Algunos aspectos conceptuales del problema a investigar

A partir de la creciente inserción de las mujeres en el mercado de trabajo, se ha discutido cómo incorporarlas en las investigaciones referidas al análisis de las clases sociales y a la estratificación social. Cabe señalar que aquellas posiciones que defienden la perspectiva tradicional sostienen que la misma no muestra problemas de subestimación o sobreestimación de algunos estratos sociales.

Sorensen (1994), en su racconto de los distintos enfoques sobre los estudios de estratificación, señala que la concepción compartida por los mismos ha sido considerar al hogar como unidad de estratificación. Esto implica que se asume que los miembros de un mismo hogar (varones, mujeres e hijos) son iguales y poseen intereses similares, el mismo estándar de vida y comparten las mismas probabilidades de vida. Esta concepción asume entonces que la posición en una clase social no está afectada por la naturaleza de los roles económicos de las mujeres y los varones. Más aun, la posición en una clase de las mujeres es independiente de su propio estatus en el empleo, y la posición del hogar no está afectada por las características laborales de las mismas. Así, la posición de dicho hogar resulta la misma en el caso de que la cónyuge o pareja sea una ama de casa, una secretaria, una profesional o una trabajadora sin calificación.

Asimismo, las mujeres -para quienes sus carreras profesionales son importantes- se supone que poseen los mismos intereses que los de sus parejas, y la situación de sus hijos se considera poco afectada por su situación laboral o por su nivel de educación. De este modo, las mujeres resultan invisibles en los estudios referidos a la estratificación social.

Ahora bien, aun cuando sea necesario asumir que la unidad de análisis es el hogar, podría pensarse que no necesariamente debe tomarse la situación laboral del jefe como el mejor indicador de la posición de dicho hogar. Es en esta situación donde se requiere la consideración del nuevo rol económico de las mujeres en el hogar. Ya que el empleo de las mismas puede generar problemas en la medición de la posición de clase de los hogares.

Sorensen (1994) sostiene que entre quienes han mantenido el enfoque tradicional se encuentra Goldthorpe, quien manifestó que la posición que las mujeres ocupan (en desventaja en relación con los varones) y su dependencia de los varones son las razones principales por las cuales deben mantenerse los hogares como unidades de estratificación. Más aun, como los miembros de un hogar comparten sus condiciones materiales y sus oportunidades de vida, la situación de una mujer, su estándar de vida y su destino estará mucho más influido por la situación de su compañero que por la suya propia.

A partir de que Goldthorpe defendió esta perspectiva tradicional de los estudios de clase -hacia 1983- surgió una gran variedad de estudios empíricos que comenzaron a preguntarse cómo afecta el nuevo rol económico de las mujeres a los estudios de las clases sociales y muy especialmente la posición de clase de los hogares en la sociedad moderna. Así, Sorensen (1987) considera que asumir a la familia como unidad de estratificación dentro de los estudios implica sostener que no existe desigualdad entre los cónyuges varones y mujeres. La condición para esta igualdad entre los esposos se basa en la dependencia económica de las mujeres casadas.

Delphy (1992) señala la inadecuación de los actuales sistemas de estratificación, que en el caso de las mujeres casadas dan mayor prioridad a la relación matrimonial de éstas que a su propia ocupación. Este método de clasificación logra ocultar un particular modo de producción, la ausencia de las mujeres en estos sistemas de clasificación indica una estructura social oculta. Comparte con Acker (1973) que al asumir la homogeneidad de clase de los hogares no es usual hacer comparaciones entre los esposos.

Tanto Garnsey (1990) como Wright (1997) se dedicaron a analizar la clase social de las personas que residen en hogares con dos personas (esposo y esposa) con ingresos provenientes de sus ocupaciones. En ambos estudios se concluye que tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos existe cierta disparidad de experiencias laborales entre los cónyuges. Estas situaciones de familias con heterogeneidad de clase impone problemas de clasificación que no pueden ignorarse en el análisis de las clases sociales.

Asimismo, Wright (1997) señala que aun cuando las parejas de los hogares compartan situaciones de consumo, las diferencias entre sus ocupaciones pueden generar intereses de clase diferentes. Incluso si la contribución económica de las mujeres es menor que la de sus cónyuges, el carácter de clase de su trabajo remunerado puede dar forma a las estrategias familiares y, por lo tanto, también al carácter de clase de la familia como unidad. Así es que, para considerar estas situaciones, Wright (1997) elabora el concepto de 'lazos de clase directos e indirectos'. La ubicación en una clase no se da dentro de compartimentos estancos, sino de un modo nodal, en una red de relaciones. Los intereses materiales de clase de los individuos no se conforman simplemente por sus relaciones directas con el sistema productivo, sino también por una variedad de otras relaciones indirectas (mediatizadas) que los vinculan con el sistema de producción.

En relación con la medición de la posición de clase de los hogares, Sorensen (1994) indica que se han propuesto básicamente dos tipos de medición: una basada en la posición de clase de los jefes de hogar y otra que combina la información de los miembros de la pareja del hogar.

 

Características metodológicas de la investigación

El enfoque de la investigación es de carácter cuantitativo. Se trabaja con la base usuarios de la Encuesta Permanente de Hogares de octubre de 2001. Su cobertura geográfica está referida al área metropolitana de Buenos Aires.

Las unidades de análisis a considerar son los hogares que cuentan con ambos miembros de la pareja con ocupación actual.

Como estrategia analítica se emplea el esquema teórico de análisis de clase social elaborado por J. Goldthorpe (que se define más adelante).

Por tanto se recodificaron las ocupaciones de la base originaria según los lincamientos de dicho enfoque.

 

El esquema de Goldthorpe

Este esquema, usado por Goldthorpe y colaboradores, ha dado lugar a un programa de investigación en países industrializados de Europa, bajo el nombre de proyecto Casmin (Comparative analysis of social mobility in industrial nations).

El esquema de clase de Goldthorpe, según Crompton (1994), parte de las categorías ocupacionales de la escala Hope-Goldthorpe de 'deseabilidad general' dentro de un conjunto de siete categorías de clase. Los conceptos que subyacen a la distribución de las ocupaciones en clases son la situación de mercado y la de trabajo. Cabe señalar que retoman dichas dimensiones enunciadas por Lockwood. La primera remite a la posición en términos económicos, vinculada con el origen y volumen de la renta y el grado de seguridad en el empleo. La segunda alude a las relaciones sociales que el individuo pone en práctica según su posición en el contexto de división del trabajo.

Una idea importante en este esquema es la referida a la clase de servicio. Según González (1991), la Clase I del esquema incluye posiciones que involucran el ejercicio de la autoridad o calificación y que implican un alto grado de autonomía respecto del control de otros. El nombre otorgado a esta clase deviene de lo que Karl Renner denominó 'clase de servicio del capitalismo moderno', en el cuales se da un intercambio de servicios por capital.

La operacionalización de esta clase incluye tanto a expertos y directivos como a personas de negocios y profesionales liberales. Para este autor, la autonomía y autoridad de estas posiciones suponen un depósito de confianza por parte de los capitalistas.

Las clases intermedias son categorías más o menos heterogéneas cuya característica más sobresaliente es situarse en la zona de la estructura social con mayor permeabilidad a la movilidad.

Esta clase dentro del esquema Goldthorpe busca establecer la división entre clases directivos y subordinados.

Las categorías del esquema de Goldthorpe, que autor suele agrupar en tres categorías (servicio, intermedias y trabajadoras), son las siguientes:

Servicio

1. Profesionales, administrativos y funcionarios de alta gradación; directivos de grandes empresas industriales; grandes propietarios (más de 25 empleados).

2. Profesionales, administrativos y funcionarios de baja gradación; técnicos de alta graduación; directivos de pequeñas empresas (menos de 25 empleados); supervisores de empleados no manuales.

Intermedias

3. Empleados no manuales de trabajos rutinarios, fundamentalmente. Administrativos en la administración y el comercio, empleados ordinarios en servicios.

4a. Pequeños propietarios y artesanos con empleados (menos de 25).

4b. Pequeños propietarios y artesanos sin empleados.

5. Supervisores de trabajadores manuales, técnicos de nivel inferior. Obrera

6. Trabajadores calificados manuales.

7a. Trabajadores manuales semicalificados y no calificados.

7b. Trabajadores agrarios.

Siguiendo a esta autora, la agrupación de Goldthorpe se asemeja mucho a los esquemas jerárquicos convencionales que se basan en el prestigio o el estilo de vida. Por ejemplo, el estilo de medición en categorías denominadas AB, CI, C2; C3 y DE de los investigadores de mercado. Otra de las críticas es que se trata de un esquema inadecuado para la descripción del empleo femenino.

 

Rendimiento empírico del modelo

Para evaluar el rendimiento empírico del modelo se empleó la variable ingresos. Con lo cual el análisis se orienta a explicar el esquema de estratificación de Goldthorpe y la variabilidad de los estratos. Se han elegido los ingresos pues están vinculados a los intereses materiales.

La intención es ver si las categorías internamente homogéneas alcanzan un buen grado de variabilidad explicada. La mayor o menor explicación de la variabilidad estaría relacionada con el grado de homogeneidad de las categorías. Se espera que la generación de categorías internamente más homogéneas pueda traducirse en una mayor variabilidad explicada.

La herramienta a utilizar para explorar el alcance explicativo del esquema es el Eta, que es la razón de correlación análoga al R2 (cociente entre la suma de cuadrados explicada por la regresión y la suma de cuadrados total, es decir, porcentaje de variabilidad explicada) y a su vez contar con una prueba de su validez.

A continuación se presentan los datos mencionados. Se observa que el modelo da cuenta de 16 por ciento de variabilidad explicada de ingresos, lo que constituye una proporción relativamente baja. Si bien estos valores son similares a los hallados por Jorrat en su estudio (2000). Debe recordarse que el ingreso considerado es el de la ocupación principal.

Por otro lado, cabe señalar que los estratos de clase muestran un buen ordenamiento jerárquico en función de dicha variable, también coincidente con lo obtenido por Jorrat para el año 2000.

 

Observaciones

En este apartado se cita cómo queda definida la medición de clase de los hogares tomando como referente de éstos a los jefes. Recuérdese que en la investigación que le dio origen lo que se pretende es hacer visibles a las mujeres que no son jefas, y que por lo tanto quedan subsumidas dentro de estas estimaciones.

En el cuadro que se plantea a continuación se observa cómo es descrita la estratificación social del área metropolitana de Buenos Aires, independientemente de la distinción entre jefes y cónyuges. Aquí se muestran los resultados en una versión abreviada del esquema de clases de Goldthorpe. Dicha reducción de categorías tuvo que realizarse para poder efectuar comparaciones entre la clase social del varón y de la mujer que comparten el mismo hogar (información que se analizará más adelante).

Así se observa que casi en proporciones similares se encuentran representadas las clases sociales con mayor ingreso (las de servicio) y las de menor ingreso (las obreras calificadas y no calificadas), y la proporción mayor de encuentra en las intermedias, que como se dijo anteriormente son más permeables a la movilidad social. Cabe señalar que los datos obtenidos son bastante coincidentes con los relevados por Raúl Jorrat en el año 2000.

 

La heterogeneidad de clase de los hogares

Antes de proseguir con el análisis resulta oportuno recordar que el tema de "quién se casa con quién" fue analizado desde los estudios de estratificación vinculado con la movilidad matrimonial de las mujeres.2 En general, se ha sostenido que las mujeres buscaban en el matrimonio una vía de ascenso social, casarse hacia arriba (marry up). En muchos estudios empíricos este tópico se abordó, considerando la clase social del padre de la esposa y la clase social del esposo (asumiendo que las mujeres derivan su status social de sus esposos). Estas hipótesis parecieron estar confirmadas por diversos estudios realizados por Lipset y Bendix (1962) y Tyree y Treas (1974), aunque este fenómeno en investigaciones más recientes parece ser más complejo y no se arriba a conclusiones tan sencillas. Así, Olga Salido Cortés (2001) muestra que en otra serie de estudios,3 más actuales, en los cuales se considera la movilidad mediante el matrimonio de varones y mujeres, aquélla no es sólo patrimonio de las mujeres, sobre todo si ajusta la base de comparación a las personas que trabajan.

En el racconto realizado por Jorrat (2000) sobre las condiciones de formación de las parejas, hace referencia a hipótesis de la búsqueda de semejanzas y otras que sostienen la búsqueda de competencias. Las primeras se basarían en la idea de poder compartir con el otro una serie de valores e ideologías que eviten las fricciones o las diferencias entre las preferencias de unos y otros. Las segundas remiten a que la elección de un cónyuge está regida por los recursos económicos que cada cual acerca al matrimonio. Desde esta perspectiva, el mercado matrimonial está dirigido por la competencia de los recursos económicos.

Cabe recordar que la hipótesis central que orienta el análisis sostiene que el perfil del sistema de estratificación varía sustancialmente si se considera como referente para su medición a los jefes de hogar, o si se toma en cuenta a los jefes y a sus cónyuges.

Para contrastar dicha hipótesis se construyeron dos tablas estadísticas que permitan exponer la relación entre la clase social -a partir de la categorización de Goldthorpe- de ambos miembros del hogar, para los casos en que ambos miembros de la pareja tuviesen ocupación informada. La idea que pretende mostrar dicho cuadro es que la clase social de uno de los miembros de la pareja no está altamente asociada a la que posee el cónyuge. Si esta asociación fuera alta, no se hallaría una variación significativa en el perfil del sistema de estratificación resultante de considerar a uno u otro miembro de la pareja como referente para la medición de la clase social del hogar.

Tal como se observa en las tablas de referencia, se rechaza la hipótesis nula de que la posición de clase de uno es independiente de la del otro (la asociación de una y otra es significativamente alta). Portante no puede sostenerse que al tomar en cuenta a las cónyuges el perfil de estratificación variaría sustancialmente del actual.

Estos resultados son coincidentes con las evidencias mencionadas por Jorrat (2000) para el caso de Argentina y por Erikson (1984), Goldthorpe (1984) y Graetz (1991) para una serie de países industriales.

Asímismo, resulta de interés mostrar que lo expresado anteriormente se detecta también en el análisis porcentual de las mismas tablas. Queda de manifiesto que hay una alta correspondencia entre la clase social del varón y de la mujer, que constituyen un mismo hogar, más notoria en los estratos extremos.

 

Mirada adicional a la homogamia de clase de los hogares4

Ahora bien, aunque la clase social de ambos miembros de la pareja presenta una asociación considerable -aunque no perfecta- resulta de interés indagar sobre las características de la homogeneidad de la composición de los hogares en cuanto a su clase social. Con ese objetivo se reconstruyó el cuadro planteado en el inicio, porcentualizando los datos sobre el total de casos.

Graetz (1991) propone un modelo genérico para la confección de una clasificación de las familias basada en la información conjunta de la ocupación de la esposa y del esposo.

Cuadro 3

En este modelo se plantea que las celdas en la diagonal principal, etiquetadas como HH, representan familias de composición de clase homogénea. Celdas fuera de la diagonal principal representan familias de clase heterogénea: entre ellas, aquéllas que se ubican de la diagonal hacia arriba resultan familias de combinación tradicional (los esposos se ubican en una clase social superior) y aquéllas que se ubican bajo la diagonal son no tradicionales (las esposas se encuentran en una clase superior a la de los esposos).

Tal como se observa en el cuadro 4, los hogares estrictamente homogéneos, es decir, aquéllos que se ubican en la diagonal y que aparecen resaltados con negrita, ascienden a más de la mitad (52.9 por ciento).

Asimismo, retomando los tipos de hogares citados por Graetz, los hogares con cruce de clases "tradicional", es decir, cuya clase social del cónyuge varón supera a la de su compañera, constituyen poco menos que una cuarta parte (18.9 por ciento).

Por último, los hogares con cruce de clase "no tradicional", aquellos en los que las mujeres superan la clase social de los varones resultan casi una cuarta parte (27.8 por ciento). Este último tipo de hogar es el que constituye el núcleo de la preocupación de la investigación, pues en este caso las mujeres quedarían sin considerarse, si es que los definidos como jefes son los varones.

Indagaciones relativamente similares respecto de la homogamia educacional han sido realizadasd por Wainerman (2003). En ellas se observa una tendencia parecida a la presentada para la homogamia de clase.

 

Comentarios finales

El presente estudio retomó los debates producidos durante la década de 1980 e inicios de la de 1990 en la sociología europea y estadunidense, respecto de los estudios de estratificación social -cuya unidad de análisis es el hogar- sobre la necesidad de incorporar a las mujeres como referentes en la clasificación de la posición social de un hogar. Tratando de promover el abandono de un abordaje más convencional, cual era tomar como referente del hogar a los jefes, en su mayoría, varones.

A pesar del aumento de la participación femenina en el mercado de trabajo, y dado que la clase social de las mujeres presenta una alta asociación con la clase social de sus cónyuges varones, el tomar como referente de la medición al jefe de hogar, no produce distorsiones significativas en la descripción del perfil de estratificación del área metropolitana de Buenos Aires. Sin embargo, al examinar los niveles de heterogeneidad de clase de los hogares se pone en cuestionamiento la homogeneidad de clase de los mismos, supuesto implícito del "punto de vista convencional", mostrando que no siempre que se asigna la clase del jefe varón, la misma es idéntica a la de su pareja (mujer).

En este estudio se analiza, además, los grados de heterogeneidad de clase de los hogares, con ambos miembros de la pareja con ocupación. Según el enfoque de clases empleado, sólo un poco menos de un tercio de los hogares del área de estudio cuentan con ambos miembros de la pareja que trabajan (dentro de los hogares con jefe y cónyuge). De ellos, casi una tercera parte constituyen hogares estrictamente homogéneos, es decir, la clase social de la mujer coincide con la del varón.

Aquellos que muestran un cruce de clases no tradicional, esto es, que la clase social de la muj er supera a la clase social del varón, es una proporción considerable (27.8 por ciento), porcentaje mayor que el del cruce tradicional, en el cual la clase social del varón supera a la de la mujer. Aquéllos que muestran un cruce de clase tradicional, es decir, la clase social supera a la de la mujer constituyen poco menos que una cuarta parte (18.9 por ciento). Asimismo los hogares con estricta homogeneidad de clase son algo más de la mitad.

Por último, una breve reflexión. Si bien, las evidencias empíricas muestran que el perfil de estratificación actual no presentaría cambios significativos al incorporar a las mujeres -en el caso de los hogares con ambos miembros de la pareja que trabajan- no puede sostenerse que no resulte pertinente tenerlas en cuenta desde un punto de vista teórico. Así es bueno recordar los términos empleados por Olga Salido (2001), cuando advierte no confundir los criterios de "significación estadística" con la "relevancia sociológica". Ya que se ha mostrado, en el trabajo de investigación, que no puede sostenerse que el incluir a las mujeres en el análisis de clase no aporte una mejor descripción del comportamiento de clase de los hogares.

Se cree que desde esta concepción sostienen algo similar autores como Graetz (1991), Wright (1997) y Erikson (1984). Puesto que el primero considera que no hay evidencia en contra de utilizar un sistema de clasificación combinada cuando hay disponible información para ambos cónyuges. El segundo propone advertir la red de relaciones de clase directas y mediatizadas. Mientras que el tercero propone observar cuál es la clase dominante, ya sea de la mujer o del varón.

Por lo expuesto, se impone como desafío continuar ajustando las definiciones operativas de las clases sociales, de manera que sea posible incluir a las mujeres que no son jefas de hogar en las mediciones.

 

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Notas

* Este documento se basa en el trabajo de investigación Los hogares en los esquema de estratificación social: ¿Cómo incorporar a las mujeres?, realizado como becada de doctorado en la UBA, bajo la dirección de Raúl Jorrat.

1 Nótese que en muchos de los estudios de estudios de estratificación social por encuestas, la unidad de análisis es el individuo y no el hogar.

2 Una discusión interesante sobre el sexismo presente en la selección de las mujeres para el análisis de la movilidad matrimonial, como única vía de movilidad ocupacional de las mismas, se encuentra en Salido (2001)

3 Se hace referencia a los estudios de Jones 1990; Schadee y Schizzerotto 1990; Carabaña 1983.

4 La idea de la homogamia refiere a la noción de casarse o unirse a un "semejante", en general, en relación al estrato social de pertenencia o al nivel educacional de los miembros de la pareja (se cita la variable educacional, pues muchos estudios empíricos aluden a ella).

 

Información sobre el autor

Gabriela V. Gómez Rojas. Profesora adjunta en Metodología de la Investigación en la Universidad de Buenos Aires. Líneas de investigación: percepción y legitimidad de la desigualdad. Ha publicado: En torno a las metodologías: abordajes cualitativos y cuantitativos, El Punto, 2002, Buenos Aires; "Las mujeres y el logro de autoridad en el trabajo: un estudio en el AMBA", en Boletín del Consejo Profesional de Sociología, vol. 19, núm. 1, 2001. Correo electrónico: gomezrojas@fibertel.com.ar.

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