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Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.13 n.53 Toluca Jul./Sep. 2007

 

Descripción sociodemográfica alrededor del año 2000. Mujeres y pobreza en países miembros del Mercosur

 

Socio-demographical description ca. 2000. Women and poverty in the Southern Common Market member countries

 

Dora Celton y Viviana Masciadri

 

Universidad Nacional de Córdoba

 

Resumen

Este trabajo tiene como único objetivo describir sucintamente algunas características sociodemográficas de las poblaciones que integran los cuatro países miembros del Mercosur, con especial énfasis en la situación de pobreza de las mismas —en particular las condiciones de carencias de las mujeres de esta región—.

Palabras clave: estudios de población, mujeres, pobreza, Mercosur.

 

Abstract

This work has a single objective to briefly describe some socio-demographical characteristics of the populations which shape the four member countries of the Southern Common Market, with special emphasis in the poverty situation in them —particularly the conditions of scarcity of this region's women—.

Key words: poverty, socio-demography, Southern Common Market, women.

 

Presentación

El Mercado Común del Sur está compuesto por Estados parte (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay)1 y Estados asociados (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú). Aunque los países escogidos se encuentren relacionados a través de lazos comerciales, este trabajo tiene como único objetivo describir sucintamente algunas características sociodemográficas de las poblaciones que integran los cuatro países miembros con especial énfasis en la situación de pobreza de las mismas —en particular las condiciones de carencias de las mujeres de esta región.

En un primer momento, se realiza una aproximación conceptual al tema pobreza y a ciertos tópicos vinculados con ella. Seguidamente, se abre paso al análisis de algunos indicadores escogidos para describir la situación demográfica de los países que integran el Mercosur con el fin de identificar semejanzas y diferencias que sean de utilidad para describir la heterogeneidad de las poblaciones que se intenta interactúen en dicho entorno. Posteriormente se analiza la situación de pobreza de las mujeres de la región, tratamiento que abre el camino a los comentarios finales.

 

Algunas precisiones conceptuales

Aceptando la premisa de que 'es imposible medir lo que no se conceptualiza', se presenta a continuación la definición de 'pobreza' y ciertos términos vinculados con ella.

En el discurso de los estudios sobre pobreza es frecuente encontrar expresiones que intentan explicar o dar cuenta del fenómeno en cuestión. Se habla de 'marginalidad', 'desigualdad', 'vulnerabilidad', 'exclusión' y, en ocasiones, de 'desafiliación'. Estos términos no son intercambiables y advierten una mirada particular del fenómeno pobreza, al tiempo que marcan distintas sendas a la hora de enunciar programas y acciones para modificar la situación diagnosticada, cuando más, prevista como posible.

Anclemos en los términos enunciados. Existe consenso en que la pobreza es la privación de activos y oportunidades esenciales a los que tienen derecho todos los seres humanos (Amagada, 2003: 1). En su adaptación más vasta, que procura incluir las dimensiones tanto materiales como no materiales, queda definida por la ausencia de ingresos o los bajos ingresos; la falta de acceso a bienes y servicios provistos por el Estado, como seguridad social y salud, entre otros; ausencia de propiedad de una vivienda y otro tipo de patrimonio; nulos o bajos niveles educativos y de capacitación; carencia de tiempo libre para actividades educativas, de recreación y descanso, y que se expresa en la falta de autonomía y en ausencia o limitadas redes familiares y sociales (Arriagada, 2003: 2-3).

El término 'marginalidad' va ligado al proceso de urbanización. Se utiliza para denominar a los sectores de la población rural y de las ciudades menores que migraron a ciudades de mayor tamaño, esto es, más urbanizadas, con mayor disponibilidad de empleos en el sector industrial y con una extendida disponibilidad de servicios (salud, educación, vivienda, transporte, etc.). El par antitético lo constituyen el campo y la ciudad. El margen se asimila al entorno rural y el centro a la ciudad.

En cambio, cuando se habla de 'desigualdad social' el acento se pone en la dotación de recursos (económicos, sociales, culturales y políticos) de los distintos estratos sociales. La antinomia pobreza/riqueza se refleja, por un lado, en el proceso que lleva al empobrecimiento de la población y por el otro, a la concentración de la riqueza.

El concepto de 'vulnerabilidad' apunta a la inseguridad y a los riesgos a que están expuestas las personas frente a situaciones de crisis y a la incapacidad o dificultad para responder. Este término hace referencia a los procesos que pueden llevar a caer en la pobreza a personas, familias o comunidades, tanto en sus aspectos externos-objetivos (crisis económicas coyunturales que aumentan la precariedad en las condiciones de empleo) como internos-subjetivos (situación de desprotección, daño psicológico o físico). La vulnerabilidad también puede ser entendida como una relación entre las capacidades de personas, familias o comunidades y la estructura de oportunidades —en el mercado, en la sociedad y en el Estado—. De las combinaciones posibles entre estos factores resultan grados y tipos de vulnerabilidad.

Otro paradigma conceptual vinculado con los estudios de pobreza es el de la 'exclusión social'.2 Surgido en la discusión europea y con amplia difusión en la agenda latinoamericana —dadas las situaciones de pobreza y exclusión creadas por el modelo de acumulación económica— la expresión hace referencia a la falta de lazos sociales que vinculan al individuo con la familia, la comunidad, la sociedad y los derechos ciudadanos. Es un concepto relacional que combina mecanismos y tipos de exclusión que pueden estar presentes en distintos plano como el institucional, social, cultural y territorial.

Como propuesta alternativa al concepto de exclusión aparece el término 'desafiliación', el cual resalta el carácter dinámico de los estados de privación, esto es, privilegiando la óptica de proceso. Se considera que la desafiliación no debe tratarse como fenómeno individual sino como fenómeno social derivado de los principios del modelo de desarrollo imperante.

Por último, en el afán de ponderar los acontecimientos que acucian a las poblaciones de la región, la perspectiva de género aporta elementos de análisis que potencian los programas y las políticas que se desea implementar en detrimento de la pobreza.

Analíticamente, para un completo diagnóstico sobre la situación de pobreza, es necesario distinguir ciertas dimensiones básicas de la misma:

1. Dimensión sectorial: educación, empleo, salud, ingresos e inserción laboral, vivienda.

2. Factores adscritos: género, etnia, que cruzan las dimensiones sectoriales, así como también la edad y el ciclo vital de las personas.

3. Dimensiones territoriales debido a que para contribuir a paliar la pobreza es indispensable trabajar desde iniciativas y potencialidades existentes en la comunidad (capital social) y en el sitio de residencia.

Por lo tanto, este trabajo sólo se limita a esbozar un conciso panorama de la pobreza con énfasis en algunos elementos adscritos a la situación de las mujeres de los cuatro países escogidos para este análisis.

 

Breve reseña demográfica de los países miembros del Mercosur

La población integrante ronda los 216 558 000 habitantes. El 79 por ciento de esta población habita suelo brasileño, 17 por ciento argentino, 2.5 por ciento paraguayo y 1.5 por ciento uruguayo. El índice de femineidad más elevado se registra en Uruguay y el más bajo en Paraguay (cuadro 1); el índice regional es de 102.6 mujeres por cada cien hombres. Estos índices se encuentran asociados a la estructura por sexo y edad de las poblaciones componentes, donde la estructura de la población uruguaya es la más envejecida de todas, y Paraguay, la más joven. Argentina y Brasil ocupan una posición intermedia, aunque la primera muestra un achicamiento mayor en la base y un abultamiento superior en la cúspide.

Estos cambios se explican, en parte, por el descenso de la fecundidad tanto de las mujeres como de hombres.3 No obstante, únicamente se cuenta con información de la fecundidad femenina, lo que limita el análisis, mostrando una de las caras del fenómeno, lo que podría llevar a subestimar el nivel de la fecundidad de un país.4

Como se observa en la gráfica 2, al comienzo del periodo Brasil y Paraguay tenían tasas de fecundidad muy próximas —cercanas a seis o siete hijos por mujer—. En el quinquenio 1960-1965, Brasil evidencia un descenso de la fecundidad debido a una fuerte política orientada hacia su descenso para superar, incluso, a Argentina en el periodo 1990-1995 y arribar a niveles casi idénticos entre Argentina, Brasil y Uruguay al final del periodo (2.2 hijos por mujer). Las proyecciones de la fecundidad femenina predicen para Paraguay una tasa global de fecundidad, para el quinquenio 2005-2010, de 3.5 hijos por mujer,5 siendo la más elevada de los países comprendidos en el análisis.

Cabe reseñar que Paraguay es el país que concentra el mayor porcentaje de población rural de la región (44 por ciento). Le siguen Brasil (20 por ciento), Argentina (10 por ciento) y en último puesto se ubica Uruguay (siete por ciento).

Estas disparidades observadas en el plano demográfico podrían indicar otras mayores en el plano económico. Son contrastes que hacen mención directa a uno de los problemas que afectan la aplicación plena de la Plataforma de Acción en relación con el tópico género y pobreza en el marco de una creciente mundialización de la economía: las economías no estructuradas y en zonas rurales (Cepal, 2001: 5).

Por otra parte, entre los indicadores escogidos para caracterizar estas poblaciones se menciona el porcentaje de población mayor de 60 años, la esperanza de vida al nacer (en años), la tasa de analfabetismo global, la tasa de asistencia escolar de la población urbana entre 13 y 19 años, el porcentaje de jefes en el total de hogares urbanos, la incidencia de la pobreza según sexo del jefe de hogar, la tasa de desempleo urbano, el total de ocupados urbanos y los ocupados urbanos en sectores de baja productividad.

Los dos primeros indicadores favorecen —en todos los países considerados— a las mujeres, quienes tendrían mayores expectativas de vida que los hombres —de ahí que existan mayores porcentajes de mujeres mayores de 60 años de edad—. Sin embargo, cabe preguntarse sobre las condiciones de vida que deberán hacer frente en los actuales regímenes jubilatorios y de pensión de sus países de residencia. Esto, sumado a que actualmente cerca de 60 por ciento de las mujeres que habitan zonas urbanas y que se encuentran en edad de trabajar no se encuentran ocupadas ni reciben asignaciones por su desempeño en las labores domésticas de sus propios hogares.

En cuanto al nivel de educación formal, Brasil es el país que muestra peores condiciones de analfabetismo, aunque sin evidenciar diferencias entre mujeres y hombres. Continúa Paraguay, donde la situación es perjudicial para las mujeres, que tienen dos puntos porcentuales más de analfabetismo que los varones.

Pese al retroceso sufrido por Argentina —que se acentuó en la última década— este país evidencia los niveles más altos de asistencia escolar entre las mujeres de 13 y 19 años. En el caso de los hombres, Uruguay muestra mayores inconvenientes en la asistencia escolar de aquéllos comprendidos entre los 13 y 19 años.

La tasa de desempleo urbano más alta se registra en Argentina (14 por ciento), donde es mayor entre las mujeres, factor que debe sumarse a la baja productividad de los empleos urbanos, sector en el cual se registra 42 por ciento de las ocupadas y 58 por ciento de los ocupados urbanos. La situación tampoco es fácil en Brasil (11 por ciento) y Uruguay (11 por ciento). Paraguay muestra una tasa inferior debido al alto porcentaje de población rural, que contribuye a frenar el incremento de este indicador.

Las tasas de participación económica de mujeres y hombres (gráfica 4) muestran en las primeras un leve incremento y en los segundos un decremento. Las tasas correspondientes a los hombres son próximas entre sí en los distintos países, mientras que en las mujeres destaca una mayor participación femenina en el mercado laboral de Uruguay. Brasil y Paraguay muestran comportamientos cercanos. Argentina es el país con menor participación económica de las mujeres, que contrasta con sus niveles educativos. Esto permite afirmar que el capital femenino, además de estar subutilizado, es objeto de múltiples discriminaciones, como lo asevera un estudio realizado por Cepal (2004: 30) para América Latina.

En síntesis, pese a los avances en los niveles educativos de las mujeres, es pertinente resaltar que éstos no siempre han estado acompañados por condiciones de igualdad de empleo y de ingresos para los mismos años invertidos en educación que en el caso de los hombres. Es posible afirmar que aún persisten factores socioculturales que influyen en las relaciones entre los géneros y que perpetúan elementos discriminatorios que les impiden a las mujeres aplicar todos los conocimientos adquiridos.

Al mismo tiempo se torna necesario desarrollar programas que orienten y coordinen acciones destinadas a integrar los sistemas de educación, de producción y de previsión social. En los sistemas de producción y previsión social las necesidades de las mujeres han sido largamente desatendidas. Este es uno de los factores que seguramente inciden en la baja participación femenina en el mercado laboral de Argentina —además de la coyuntura propiamente tal—.

Respecto al sexo de la persona principal del hogar, Uruguay es el país que muestra mayores porcentajes de mujeres en esta categoría, seguido de Argentina, Paraguay y Brasil (gráficas 3 y 5). No obstante, el porcentaje de hombres en la categoría antes indicada siempre es superior, dada la estructura por estado conyugal de estas poblaciones.

En cuanto a la incidencia de la pobreza urbana según sexo de la persona principal del hogar, Paraguay es el país más rezagado, seguido por Brasil, Argentina y Uruguay (gráficas 3 y 5).

Al realizar el diagrama de dispersión, aplicar el método de regresión lineal y estimar el coeficiente r2 (gráfica 5), se puede apreciar una relación positiva baja (Brasil, Argentina y Paraguay) y moderada (Uruguay) entre hombres y mujeres, si se considera el porcentaje de población mayor de 60 años, la esperanza de vida al nacer (en años), la tasa de analfabetismo global, la tasa de asistencia escolar de la población urbana entre 13 y 19 años, el porcentaje de jefes en el total de hogares urbanos, la incidencia de la pobreza según sexo del jefe de hogar, la tasa de desempleo urbano, el total de ocupados urbanos y los ocupados urbanos en sectores de baja productividad.

El valor que se aleja más de la recta de regresión es el porcentaje de jefes en el total de hogares urbanos debido a la gran distancia entre mujeres y hombres, dada la interferencia del estado conyugal. No obstante, la ecuación lineal permitió obtener los parámetros correspondientes a cada uno de los países considerados y muestra la mejor situación de Uruguay respecto a los demás países del Mercosur.

Cabe recordar que Argentina, en el periodo 1990-2002, ha mostrado un serio deterioro en las condiciones de vida de sus habitantes a causa del severo programa económico que viene implementando el gobierno nacional, que no deja espacio más que para el mejoramiento de las condiciones de vida de un pequeñísimo sector de la sociedad argentina (cuadro 3). En dicho periodo, Brasil y Uruguay han disminuido la pobreza, aunque aparecen signos de leve aumento en 2002. Paraguay muestra un estancamiento tanto de la pobreza como de la indigencia (Cepal, 2004: 16-22).

 

Situación de pobreza en el Mercosur con énfasis en aspectos vinculados a la condición de ser mujer

En esta sección, en consonancia con los objetivos planteados por la IV Conferencia Mundial de la Mujer y de la Cumbre sobre desarrollo social, se rescata la necesidad de insistir en la construcción de indicadores no sólo de diagnóstico, sino también de seguimiento de las metas de equidad entre mujeres y hombres (Cepal, 2001: 23).

Si se calcula el índice de feminidad6 en hogares pobres y no pobres —mero indicador diagnóstico— pueden observarse proporciones superiores o inferiores de mujeres cuando la medida está por encima o por debajo de cien. En la gráfica 6 también se muestran los cambios acaecidos en el indicador, comparando los años 1991, 1999 y 2002.

En Argentina —año 2002— el índice de femineidad en hogares pobres se encuentra por debajo de cien en los grupos de edad 0-6 años y 20-59 años. Los datos correspondientes a los años 1994 y 1999 parecen indicar que existía una proporción mayor de mujeres en hogares pobres entre siete y 59 años que parece desaparecer en 2002. Esto hace dudar de la información debido a que las condiciones de vida en las zonas urbanas de Argentina no se han modificado. Es presumible que las niñas y jóvenes que en 1994 y 1999 tenían entre siete y diecinueve años, en un lapso de ocho años, no hayan logrado cambiar su estado de pobres a no pobres dada la situación socioeconómica por la que atraviesa este país (gráfica 6).

Brasil muestra una mayor cantidad de mujeres en hogares pobres que no pobres. También se observa un incremento de este guarismo en 2002, con excepción de los grupos 0-6 años y 13-19 años (gráfica 6).

En Paraguay, el índice de femineidad de hogares pobres supera a cien en el grupo de edad 20-59 años, que a su vez muestra un incremento entre 1994 y 2002. Este índice en los hogares no pobres es superior a cien entre 0 y 19 años, dato que debería investigarse en detalle por la asimetría de su comportamiento (gráfica 6).

Uruguay muestra una mayor proporción de mujeres pobres, fundamentalmente entre siete y 59 años, con decrementos entre 1994 y 2002.7

Los datos referidos de la gráfica 6 muestran que en todos los países considerados —con excepción de Paraguay— el índice de femineidad de hogares pobres a la edad 60 y más se encuentra por debajo de cien, lo cual indica quizás una mortalidad mayor de las mujeres pobres o mejores condiciones económicas en las generaciones femeninas más antiguas.

Al mismo tiempo, los datos contenidos en la gráfica 7 podrían indicar que, al menos en Brasil y Paraguay, el fenómeno de la pobreza femenina es preferentemente urbano.

Por otra parte, la probabilidad de que las mujeres pertenezcan a hogares pobres8 entre los 20 y 59 años muestra diferencias según país, relación de parentesco, tipo de hogar y estado civil. El riesgo mayor se da en Argentina entre las mujeres separadas, debido a que existen 3.07 veces más posibilidades de vivir en un hogar pobre si se está en esa categoría. Es decir, el riesgo es superior en 1.93 puntos al riesgo promedio de las mujeres comprendidas en ese tramo de edad.

Brasil, Paraguay y Uruguay exhiben probabilidades muy cercanas entre sí, aunque con algunas diferencias entre categorías. En Uruguay, el riesgo en las mujeres separadas es 2.94 veces mayor y también entre las mujeres viudas es pronunciado (2.37). En Paraguay destaca el caso de mujeres viudas (2.54) y el de los hogares monoparentales (2.36). En Brasil, el indicador de riesgo más alto se sitúa en los hogares monoparentales (1.64).

Respecto a la tasa de participación económica de las mujeres, si bien ha aumentado en los últimos años, no alcanzó a la de los hombres tanto en sectores pobres como no pobres. Cabe resaltar que, según esta información, las mujeres pobres trabajan en menor proporción que sus pares no pobres con la excepción del caso de Uruguay. Llama la atención las elevadas tasas de participación de las mujeres que residen en zonas rurales de Brasil, sea que soporten o no la pobreza (cuadro 5).

Al analizar la tasa de participación económica de la población de 15 a 60 años por condición de pobreza, según número de menores en el hogar (ningún hijo, un hijo, dos hijos, tres y más hijos), se observa que la medida siempre es superior en los hombres porque siempre son ellos los que más trabajan fuera de la vivienda.

Las mujeres en situación de pobreza siempre exhiben tasas más bajas, independientemente de la condición de tener o no hijos y, si los tienen, de su número. Le siguen en orden creciente las mujeres no pobres, los hombres pobres y, por último, los hombres no pobres. Esto es así en todos los países analizados (gráfica 8).

En Argentina, entre 1994 y 1999, se observa un incremento de la tasa a medida que aumenta el número de hijos entre los hombres pobres o no. Las mujeres pobres que tienen mayores tasas de participación son las que tienen un hijo (41 por ciento) y las sin hijos (39 por ciento). En el caso de las mujeres no pobres, las que no tienen hijos son las que exhiben las tasas más altas (59 por ciento). En términos generales, la tasa de participación en la actividad económica disminuye según la condición de tener o no hijos.

En Brasil no sucede así. Las mujeres revelan tasas que crecen levemente con el número de hijos, principalmente en el caso de las mujeres pobres. Las mujeres que se encuentran en situación de pobreza tienen una participación menor que sus pares no pobres. Aunque en estas últimas, cuando tienen tres o más hijos, la tasa cae moderadamente.

En Paraguay, las mujeres pobres tienen tasas que aumentan levemente con el número de hijos pero se mantienen muy por debajo de las masculinas. En Uruguay, la participación económica de las mujeres es más alta en las categorías sin hijos, con un hijo y con dos hijos. Cuando las mujeres tienen tres o más hijos, la participación económica desciende.

Por otra parte, al realizar el diagrama de dispersión, aplicar el método de regresión lineal y estimar el coeficiente r2 se puede apreciar una casi evidente relación9 positiva moderada entre las tasa de participación de la población de 15 a 60 años por condición de pobreza, según número de menores en el hogar de mujeres pobres correspondientes a los años 1994 y 1999. La relación es positiva y alta al considerar las mismas medidas en mujeres no pobres y hombres pobres y no pobres (gráfica 9).

La distribución de los puntos en torno a la recta muestra claramente las menores tasas de participación de mujeres pobres en todos los países en cuestión. La tasas más bajas se ubican en el extremo izquierdo de la distribución y corresponden a Argentina. En el extremo superior derecho se concentran las tasas más altas donde prevalece la posición de Uruguay.

La distribución correspondiente a los hombres muestra diferencias entre pobres y no pobres aunque también muestra las visibles dificultades por las cuales atraviesa Argentina en materia de empleo.

Finalmente, estas diferencias cobran sentido cuando se piensa en las desemejantes actividades que realizan mujeres y hombres en ámbitos urbanos y rurales. Sobre todo, cuando se considera que las mujeres destinan una enorme cantidad de tiempo en actividades domésticas que incluye limpieza, cocina, cuidado de niños y ancianos, compras para la subsistencia, etc.10 Es decir, los datos representados en la gráfica 9 hablan de las fuertes desigualdades existentes según género, mismas que se acentúan ante la pobreza.

Esta descripción global de la situación de las mujeres en estos países no debe oscurecer los diferenciales intrarregionales que no han sido abordados. Tampoco han sido puestos en consideración los volúmenes de población que resultan fundamentales a la hora de diseñar políticas.

No se han puesto en consideración las potencialidades y las necesidades que la población en situación de pobreza manifiesta. En primer término, debido a que la información disponible presenta datos agregados que impiden el análisis local. En segundo, porque no se emplean fuentes directas, esto es, el análisis consumado se desprende del uso de metodologías que consideran el tópico pobreza desde la perspectiva que proporcionan los métodos indirectos.

 

Comentarios finales

Del análisis consumado se desprende, como primera medida, la necesidad de impulsar fuentes de empleo. Si con el trabajo femenino se logra incrementar los ingresos de los hogares y evitar situaciones de pobreza es importante destacar también las medidas que deben acompañar la inserción de las mujeres en el mercado de laboral.

Para que dicha inserción sea percibida en términos de bienestar deben existir, principalmente en las ciudades, guarderías infantiles estatales y escuelas públicas primarias y secundarias de doble escolaridad, que dispongan de comedores escolares. De esa manera se aseguraría una masiva incorporación de las mujeres al mercado laboral. Si las condiciones favorecieran el empleo deberían también impulsar la equidad de género. Las legislaciones en materia de derecho laboral y de familia deben prever y amparar la situación de mujeres que por diversas circunstancias (muerte, separación, divorcio, enfermedad, etc.) pasan de ser económicamente inactivas a personas principales del hogar —con mucha frecuencia a cargo de menores—.

Tanto más cuando se sabe que el estado civil es la variable que mejor predice el riesgo que tienen las mujeres de pertenecer a hogares pobres en zonas urbanas. Un tópico que no puede dejarse de lado al abordar el tema pobreza desde la perspectiva de género. Esto es así debido a que la proporción de mujeres mayores de 15 años sin ingresos propios supera ampliamente la de los hombres, dejándolas en situaciones muy desfavorables en el caso de separación, divorcio o viudez, máxime cuando se transforman en personas principales del hogar con menores a cargo.

Si se propone incorporar a las mujeres a las fuerzas productivas en el Mercosur es menester revisar las legislaciones en materia de derecho laboral y de familia como temas prioritarios para alcanzar la integración de las poblaciones que lo conforman en términos de bienestar.

La especificidad lingüística no debería ser olvidada, como tampoco las especificidades relativas al género, no sólo con el fin de realizar mapas de carencias críticas sino también con el propósito de desarrollar actividades que articulen programas de salud, violencia y derechos de las mujeres.

No obstante, en sociedades donde se recurre a incentivar un familiarismo forzado —debido a que las instituciones sociales no brindan el apoyo que deberían a sus poblaciones— es muy importante ser muy escrupuloso a la hora del diseño de la política y en el momento de realizar acciones concretas para contribuir con la situación de personas que se encuentran en situación de pobreza y además no responden a los mandatos sociales de tener una familia 'bien constituida'.

También será prioritario desarrollar fuentes de información que permitan prever diferentes contextos de acuerdo con los países que lo componen.11 La información sociodemográfica desagregada e integrada a escala local y global permitiría diseñar estrategias —no sólo centradas en el intercambio comercial, sino también cultural, educacional, turístico— que amplíen las comunicaciones y la cooperación —cuidado del medio ambiente, preservación del patrimonio cultural de las comunidades autóctonas, etc. —tanto entre los estados parte del Mercosur como con los asociados—.

Otro tema prioritario, dada la aguda situación de pobreza que predomina en la región, es la manera de diseñar políticas que mejoren la situación económica tanto de mujeres como de hombres. ¿Para ello es necesario modificar la distribución del ingreso en la región? ¿Demás están las críticas aunque falten acciones?

Esas críticas podrían orientarse severamente a mostrar cómo, pese a que en Argentina el gasto social per cápita alcanzó en el periodo 2000-2001 los 1 650 dólares (de 1997), la situación de pobreza aumentó. Juicio que debe extenderse a Uruguay, donde el gasto social per cápita es de 1 494 dólares (de 1997), y Brasil, donde asciende a 936 dólares (de 1997) per cápita. Países que, junto con Argentina, son los tres de la región que tienen el mayor gasto social por habitante. Paraguay sólo destina 148 dólares (de 1997) per cápita al gasto social ¿A qué programas se destinan estos fondos? Esa pregunta excede este trabajo pero podría encontrarse en la base de los 'programas para erradicar el desempleo y la pobreza' vigentes en los países considerados y que muestran pocos frutos.

Por otra parte, si en el año 1991 emerge el Mercosur, es llamativo que en concordancia con su creación se haya incrementado la situación de pobreza en Argentina, se haya estancado en Paraguay y no haya continuado descendiendo en Brasil y Uruguay. De ahí que resulte imperativo acercar los objetivos económicos a los de bienestar para las poblaciones que lo componen.

En el análisis se ha desatendido la situación de salud de las mujeres, la de sus hijos y también la situación de vivienda, aunque está claro que este último es un elemento central para el diagnóstico de la pobreza. El análisis territorial debería circunscribirse a lo local, con el objeto de dimensionar la perspectiva macroestructural con la microsocial.

Anexo

 

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Notas

1 Venezuela se incorporó primero como país asociado y recientemente, en el año 2006, lo hizo como Estado parte.

2 De la mano de la exclusión arribamos a la palabra 'discriminación'. Comportamiento social basado en hacer esencial ciertas características externas de las personas y vincularlas con características socialmente construidas para segregar negativamente a los grupos identificados como tales. Este puede ser el caso de discriminación por género, etnia, estado civil o conyugal, etcétera.

3 Los demás factores que interfieren y que juegan un papel preponderante son la mortalidad —que, por lo general, desciende antes que la fecundidad— y las migraciones. También juegan papeles fundamentales el momento y la generación.

4 ¿Cuál es el número promedio de hijos que tendría un hombre de una cohorte hipotética de hombres que durante su vida fértil tuvieron sus hijos de acuerdo con las tasas de fecundidad por edad del periodo de estudio y no estuvieron sometidos a riesgos de mortalidad desde el nacimiento hasta la finalización de su vida? La lógica indica que si este indicador fuera calculado sería superior al de las mujeres debido a que el tiempo de exposición de los hombres a tener un hijo es superior al de las mujeres debido a que su periodo fértil es superior y también por su mayor propensión a formar segundas uniones.

5 Cabe reseñar que esta medida varía según zona urbana-rural y según nivel de escolaridad alcanzado por las mujeres.

6 Es sabido que el número de mujeres es superior al de varones debido a su mayor supervivencia. Sin embargo, cuando la relación entre mujeres y hombres es superior a cien en hogares pobres, el dato constituye un llamado de atención hacia los efectores de políticas sociales.

7 La disminución en la proporción de mujeres pobres entre 1994, 1999 y 2002 observados en Argentina y Uruguay ¿podrían explicarse, en parte, por la grave situación de pobreza que aqueja a un número mayor de personas en estos países? Tal vez, muchos hombres que en 1994 podrían no haber sido considerados como pobres, en 2002 podrían haber cambiado de situación. De esta manera, podría haber descendido el indicador para el caso de las mujeres, aunque las circunstancias no hubieren mejorado. Lo que indica que esta medida puede ser útil para diagnosticar contextos donde la situación de pobreza no se modifica sustancialmente en el corto plazo. Por lo tanto, en el contexto analizado este indicador poco ayuda al diagnóstico de la situación de pobreza de las mujeres.

8 El indicador de riesgo (IR) de las mujeres de pertenecer a hogares pobres es un indicador relativo, pues considera cuanto más afecta a la población de hogares pobres esta situación que a la de los hogares no pobres. Si el valor IR es uno se supone que hombres y mujeres tienen la misma posibilidad de pertenecer a hogares pobres. Si el IR es superior a uno se interpreta como que las mujeres tienen más posibilidades que los hombres de pertenecer a hogares pobres. Si el IR es inferir a uno los hombres tienen más posibilidades que las mujeres de pertenecer a hogares pobres. Cfr. Milosavljevic, 2004:12.

9 Si las tasas no hubiesen cambiado entre 1994 y 1999, la relación entre ellas sería perfecta, esto es, r2 = 1. Por lo tanto, los datos indican que la situación de las mujeres pobres es la que más cambió entre 1994 y 1999 (r2 = 0.78).

10 Al no disponer de encuestas de uso del tiempo en éstos países tampoco se conoce la dedicación que le dan las mujeres a las actividades no remuneradas dentro del hogar —tareas a las que se dedica la mayoría, trabajen o no afuera—.

11 Remítase a la experiencia Eurostast.

 

Información sobre las autoras

Dora Celton. Licenciada, maestra y doctora en Historia, por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Especialización en Demografía Histórica en la École des Hautes Etudes en Sciences Sociales, París. Investigadora categoría I (uno) del Consejo Interamericano Nacional. Investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Directora del Centro de Estudios Avanzados (UNC). Directora del Doctorado en Demografía de la Facultad de Ciencias Económicas (UNC). Presidenta de ΑΕΡΑ y ALAP. Integra el Consejo Directorio del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Entre sus trabajos figuran El camino de las estancias. Inscripción en la historia del patrimonio de la Humanidad (2000), La comunidad boliviana en Córdoba: caracterización y proceso migratorio (1998), Estimación y proyección de la población de la Provincia de Córdoba 1991-2005 (1999), Características migratorias de la población en el TV Censo General de la Nación, 7947(1998), La mortalidad en la Argentina entre 1980 y 1991 (1997), Censos de población de la Ciudad de Córdoba 1778-79 (1996). Como editora (en colaboración) se puede mencionar —entre otros— el trabajo Cambios demográficos en América Latina: la experiencia de cinco siglos (2000). Recientemente (año 2005) publicó "Las dispensas como fuentes de estudio de la consaguinidad y de las pautas matrimoniales ", en el libro Cuestiones de familia a través de las fuentes, editado por la Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico: dcelton@arnet.com.ar

Viviana Masciadri. Licenciada y profesora en Psicología por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Magister en Demografía por la UNC. Magister en Geografía Humana opción Demografía por la Universidad Autónoma de Barcelona. Candidata a doctora en Demografía por la Escuela de Graduados, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Córdoba. Actualmente se desempeña como investigadora asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas bajo la dirección de Dora Celton. Entre sus publicaciones figuran Tendencias recientes en la constitución y disolución de las uniones en Argentina, 2002; Demanda y oferta del personal de salud de la provincia de Córdoba, 2000; El uso de los mapas censales de carencias críticas en estudios de salud: zonas sanitarias de la provincia de Córdoba, 1999. En el año 2005 publicó Demographic behaviour and behaviour genetics o comportement démographique et génétique du comportement, de Atam Vetta y Daniel Courgeau, y Casarse en Córdoba en 1996. Correo electrónico: v_masciadri@yahoo.com.ar

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