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Papeles de población

On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.13 n.53 Toluca Jul./Sep. 2007

 

Espacialidades, desplazamientos y trasnacionalismo

 

Spatialities, displacements and transnationalism

 

Alicia Lindón

 

Universidad Autónoma Metropolitana/Iztapalapa

 

Resumen

La espacialidad constituye el tema central de este trabajo. La primera parte analiza la relación entre el trasnacionalismo y el territorio. La segunda parte trata sobre la concepción del espacio que llevan consigo los estudios sobre trasnacionalismo. En este apartado se contrastan estas concepciones sobre el espacio con las que se han desarrollado en la Geografía más reciente. El apartado siguiente presenta una particular forma de concebir el espacio en el estudio de la vida cotidiana en la periferia de la ciudad de México. Por último, se esboza un horizonte posible para los estudios de trasnacionalismo si se replanteara la concepción de espacio hacia otro tipo de visiones, como las geográficas.

Palabras clave: espacialidad, Geografía, trasnacionalismo, vida cotidiana.

 

Abstract

Spatiality is the central object of this paper. The first part analyzes the relationship between transnationalism and territory; the second one, the concept of space integrated by the studies on transnationalism. In this part, a contrast is made between those concepts and other developed by the most recent Geography. The following part, presents a particular conception of space in the study of everyday life in the periphery of Mexico City. Finally, a possible horizon for the studies on transnationalism is presented if their concept of space is revised in the direction of other visions, such as the geographical ones hereby presented.

Key words: everyday life, spatiality, transnationalism, Geography.

 

Las 'espacialidades' constituyen el tema central de este trabajo. Esta expresión puede ser empleada en dos perspectivas alternativas: como la experiencia del ser humano de habitar, es decir, como la forma de vivir el espacio que incluye tanto las prácticas como el conocimiento de sentido común que las orienta y que está enraizado en la historicidad. O bien, puede ser entendida como las diferentes concepciones acerca del espacio que se han desarrollado en el pensamiento científico.1 Aunque usualmente empleo este concepto en el primer sentido, en esta ocasión lo haré en el segundo. Esto significa que a lo largo del trabajo me pregunto por la concepción de espacio de ciertos discursos especializados que indagan cuestiones relacionadas con la movilidad espacial —los desplazamientos— de las personas o de colectivos de personas, por ejemplo, comunidades. En particular, me interesa explorar la concepción del espacio que prevalece implícita en cierto campo de los estudios culturales, aparentemente muy interesados por la espacialidad, como es el caso específico de los estudios sobre el trasnacionalismo. No obstante, a fin de darle mayor profundidad, comparo dicha concepción del espacio con la que orienta mi propia investigación dedicada a la movilidad espacial de las personas, no desde el trasnacionalismo, sino desde las geografías de la vida cotidiana.

Así, en la primera parte de este trabajo reviso la relación aparentemente 'natural' y necesaria entre el trasnacionalismo y el territorio, para continuar en la segunda parte con una exploración acerca de la concepción del espacio que llevan consigo los estudios sobre trasnacionalismo. Al respecto hay que destacar que esa concepción casi nunca es explicitada, no hay una reflexión directa acerca del espacio, por eso la tarea que asumo en este caso es reconstruir —sería más preciso hablar de reconstrucción— 'lo no dicho de lo dicho' respecto al espacio en este campo de la investigación. En este apartado se contrastan estos hallazgos con otras concepciones del espacio desarrolladas dentro de una de las tradiciones más claras sobre la espacialidad, como es la Geografía, que contemporáneamente ha configurado su objeto de estudio en torno a la relación 'espacio/sociedad'. En el tercer apartado presento la forma de concebir el espacio que sigo en mi trabajo sobre la espacialidad de la vida cotidiana en la periferia excluida del oriente de la ciudad de México. En este punto cabe destacar que lo empírico sólo está apoyando la indagación teórica que se hace, por lo que no debería leerse como un estudio de caso. Por último, termino con una reflexión sobre el panorama potencial que tienen frente a sí los estudios de trasnacionalismo si se replantearan la concepción de espacio, o si se abrieran a otras concepciones. Cabe aclarar que todo lo anterior supone hacer una lectura del trasnacionalismo desde afuera, es decir, desde un ángulo (la espacialidad) que el mismo trasnacionalismo no se ha planteado directamente, sino que incluye de manera más o menos enmascarada.2 Por último, cabe destacar que éste no es un estudio de caso, ni una propuesta metodológica, sólo plantea líneas de reflexión de tipo teórico metodológico sustentadas en casos concretos.

 

El trasnacionalismo y el territorio

La investigación sobre trasnacionalismo se viene desarrollando sobre todo dentro de la Antropología, aunque no exclusivamente, también dentro de los estudios culturales, de los estudios postcoloniales, entre muchos otros campos afines, que se podrían ubicar como dentro y fuera de la Antropología. Indudablemente, se trata de una mirada que atraviesa disciplinas e incluso campos temáticos, abriéndose a nuevos horizontes. Al mismo tiempo quiero recordar que en la última década "el tratamiento de la idea de cultura como organización de las relaciones sociales en el tiempo y el espacio parece haber ganado terreno" (Cruces, 1997: 45). Precisamente, el campo del trasnacionalismo es parte de estas miradas que abordan la cultura y las relaciones sociales 'en el espacio'.

En el caso del trasnacionalismo, este acercamiento al espacio por un lado parece más evidente que en otros estudios culturales porque el punto de partida es el desplazamiento espacial de comunidades que atraviesan las fronteras nacionales. No obstante, la relación entre el trasnacionalismo y la espacialidad es ambigua: el fenómeno empírico estudiado tiene una componente espacial particular, pero los interrogantes de fondo del trasnacionalismo no son directamente espaciales, aunque sí tangencialmente espaciales. La insatisfacción de cierta Antropología ante los abordajes locales de las comunidades ha llevado a buscar otras opciones, como el trasnacionalismo. Precisamente, esa visión de lo local y las alternativas para superarla marcan la relación ambigua del trasnacionalismo con la espacialidad: el trasnacionalismo se plantea que es posible estudiar lo local sin hacerlo desde la espacialidad, entendida ésta como el espacio de vida. Pero, cuando el trasnacionalismo busca alternativas para superar las visiones tradicionales de lo local, va más allá de lo local sin por ello abordar la espacialidad.

Para el trasnacionalismo, los desplazamientos de la población a través del territorio son el núcleo básico. También es indudable que los desplazamientos de la población parecen constituirse en un fenómeno creciente a nivel mundial en las últimas dos décadas, sin que por ello podamos ubicarnos frente a este fenómeno como si fuera enteramente nuevo: en realidad, la historia de la humanidad es la historia de los desplazamientos de los seres humanos a lo largo de la superficie terrestre. Esto resulta bastante notorio si se recuerdan algunas ideas de los padres de la moderna Geografía Humana de fines del siglo XIX e inicios del XX: son ejemplos el interés por la movilidad en la superficie terrestre de Ratzel y la consecuente difusión de las técnicas, o la idea de la plasticidad del ser humano de Max Sorre, es decir, su notable capacidad de adaptarse a diferentes espacios. De igual modo, es abundante la literatura antropológica o histórica que muestra que la movilidad de los seres humanos a lo largo de la superficie terrestre es un fenómeno muy antiguo: la ruta de la seda, los grandes descubrimientos, las exploraciones del interior del continente americano, pero también los viajeros que durante los siglos XVIII y XIX recorren América Latina. Todas son expresiones de la movilidad espacial.

No obstante, es innegable que entre aquellas formas de movilidad espacial y las actuales hay diferencias. La movilidad del pasado iba ligada en buena medida a lo que los geógrafos han llamado la transformación del anecúmene en ecúmene (del mundo sin la huella humana, al mundo con la huella del ser humano). En cambio, la movilidad espacial actual ha tomado nuevos impulsos y nuevas connotaciones. Para algunos, la movilidad espacial actual es una de las expresiones de la globalización, de la interconexión de lugares remotos en la superficie terrestre; para otros, es un rasgo característico de las sociedades posmodernas o de la modernidad avanzada y sus procesos de desanclaje (Giddens, 1997).

Si la movilidad espacial en términos generales se ha incrementado, también hay que observar que una parte importante de estos movimientos de población a lo largo de la superficie terrestre tienen la característica adicional de que atraviesan las fronteras nacionales. Asimismo, hay que tener en cuenta que el desplazamiento de la población lleva consigo un movimiento de capitales, símbolos e información. Todos estos movimientos, con lo que conllevan, constituyen el núcleo temático que actualmente abordan los estudios de trasnacionalismo.

En síntesis, en el mundo actual asistimos a un incremento de la movilidad espacial de las personas bajo diversas modalidades: migraciones temporales, cíclicas, definitivas, movilidad diaria incrementada al mismo ritmo que se extienden las metrópolis, movilidad por ocio a distancias a las cuales hace algunas décadas era casi impensable, movilidad residencial intraurbana, movilidad por viajes de trabajo, incluso atravesando fronteras nacionales de manera cotidiana.

Al mismo tiempo, y como correlato de lo anterior, habría que considerar que actualmente las referencias al espacio, el territorio y el movimiento espacial, son reiteradas en el conjunto de las ciencias sociales y no sólo en los estudios de trasnacionalismo o en los estudios culturales. Por ejemplo, Peter Gould, poco antes de que terminara el siglo XX, planteó que el siglo XXI se anticipa como un "siglo espacial, en el que se evolucionaría hacia una fuerte conciencia espaciotemporal: un tiempo en que la conciencia de lo geográfico volverá a adquirir una presencia destacada en el pensamiento humano" (Gould, 1996). También resulta bastante notorio que se habla del espacio y el territorio desde diversas perspectivas e incluso muchas veces sin una reflexión profunda: no faltan las referencias al espacio dentro de distintos discursos especializados de las ciencias sociales, en los cuales aparece como algo evidente en sí mismo, o como algo dado. Los lastres de la materialidad autoevidente siguen presentes.

Así, en las ciencias sociales en conjunto aparece una y otra vez la referencia al espacio, mientras que durante casi todo el siglo XX las ciencias sociales se mostraron muy poco sensibles a la espacialidad. Más bien, priorizaron el tiempo sobre el espacio, y desde allí se construyeron una serie de conceptos nodales para el pensamiento social actual. Tal vez el ejemplo más claro, conocido y citado sea el concepto de 'progreso', indisociable de la temporalidad, pero totalmente ajeno a la espacialidad. En esta tendencia actual de redescubrimiento de la espacialidad de la vida social también se incluyen los estudios sobre trasnacionalismo.

 

Lo no dicho de la espacialidad del trasnacionalismo

En un principio podría parecer que si los estudios trasnacionales parten del movimiento de la población en el territorio, es decir, los flujos migratorios —que en esencia son movimientos de población en el espacio—, la componente territorial en estos enfoques es evidente. Sin embargo, también es posible reconocer que el hecho de que el fenómeno estudiado contenga una espacialidad necesaria no garantiza que el enfoque construido para estudiarlo reflexione, analice y construya conocimiento sobre dicha componente. Un ejemplo de lo anterior se puede encontrar en la investigación demográfica que durante largos años ha estudiado las migraciones, sean nacionales o internacionales. Aun cuando la migración lleva consigo una particular espacialidad, la Demografía sobre todo la ha estudiado —incluso con un alto grado de refinamiento técnico— de manera aespacial o con una espacialidad muy rudimentaria. Esto se comprende rápidamente si recordamos que el interrogante central para dichos especialistas del estudio de la población ha sido 'esclarecer los factores o condiciones de expulsión' de los lugares de origen, o bien, la atracción de los lugares de destino y muchas veces todo termina reduciéndose a la existencia de fuentes de trabajo o a su ausencia. En esos casos, el tratamiento de la espacialidad del fenómeno se diluye o se reduce a una cuestión de localización, y la localización siempre ha sido la forma más elemental de pensar el espacio.

Entonces, cabe subrayar que la espacialidad propia del fenómeno no es garantía de un tratamiento ad hoc de la espacialidad, por eso a continuación se plantean una serie de niveles sobre la espacialidad considerados en los estudios trasnacionales y algunos interrogantes para cada uno de ellos.

Algunas de las temáticas territoriales que encuentran un gran potencial dentro del trasnacionalismo son cuestiones como el desdibujamiento de las fronteras nacionales, el resquebrajamiento de los límites, los procesos sociales que atraviesan la escala nacional y la tornan borrosa, y las múltiples facetas de la movilidad espacial. En suma, se trata de una serie de problemáticas que parecen reclamar un abordaje espacial. Las componentes territoriales en los estudios de trasnacionalismo son numerosas, pero en esta ocasión me focalizo en algunas en particular: el concepto de 'espacio trasnacional' y los de 'desterritorialización y reterritorialización', y como fundamento de lo anterior, el concepto más general de 'espacio', que aparece implícito, encapsulado, nunca directamente analizado. Por último, insisto en que esta metalectura de la espacialidad que contienen los estudios de trasnacionalismo está realizada desde la Geografía, en parte porque es desde allí desde donde se ha construido y sistematizado más acabadamente un cuerpo teórico referente al espacio, y también porque los estudios de trasnacionalismo defienden las visiones transdisciplinarias.

 

El espacio trasnacional

Respecto al concepto de espacio trasnacional, cabe reflexionar sobre tres interrogantes principales: la primera está referida a la componente 'espacial' del concepto de espacio trasnacional. La segunda interrogante se orienta al concepto 'espacio trasnacional' como un todo, y la tercera, a la adjetivación 'trasnacional' de dicho concepto.

La primera inquietud ante el concepto de espacio trasnacional se refiere a la espacialidad del mismo. Por ello, me pregunto si este concepto de espacio trasnacional no será acaso sinónimo o cuasi sinónimo de aquél de 'comunidad trasnacional'. Si la respuesta fuera afirmativa, entonces la palabra espacio en esa expresión no referiría a una componente territorial propiamente dicha, o bien, tiene un contenido espacial un tanto diluido o difuso. Por otra parte, no sería la primera vez que la teoría social utiliza la palabra 'espacio' como referencia a un ámbito de relaciones sociales sin una componente estrictamente territorial: un ejemplo muy conocido de este tipo de uso es el planteamiento bourdiano de 'espacio social'.

A fin de esclarecer si el concepto de 'espacio trasnacional' se refiere a un espacio, o bien, a un ámbito de la vida social o a una trama de relaciones sociales, se le puede formular a este concepto un nuevo interrogante: ¿ese espacio tiene una dimensión material? Esto no implica que se considere que el espacio sea exclusivamente materialidad, sino que la historia de la construcción de este concepto ha mostrado que aun cuando lo material sea acompañado de una representación, de una idea, de un significado, esa materialidad no puede estar ausente. No obstante, hay diferentes tradiciones para pensar la materialidad del espacio. Por ejemplo, desde la perspectiva del espacio como producto social (Santos, 1990), lo material del espacio son formas espaciales —a veces, patrones espaciales— construidas a lo largo de procesos históricos, ya sea por una sociedad pasada o una presente. Estos patrones resultan insoslayables, tienden a producir inercias en la apropiación futura del espacio, sin por ello ser determinantes.

Para una perspectiva espacial como la anterior, se podría vislumbrar que el concepto de espacio trasnacional no tiene esa componente material. En estos estudios no se hace referencia a formas espaciales particulares, a patrones espaciales, ni a formas espaciales refuncionalizadas por apropiaciones diferentes a las que ese espacio tuvo en el pasado. Más bien sería un uso metafórico del espacio: se nombra como espacio, pero se está refiriendo a un ámbito de relaciones sociales o comunitarias. Esto no niega que pueda ser desarrollada la espacialidad como producto social del espacio trasnacional.

Sin embargo, si en vez de analizar la espacialidad del concepto de espacio trasnacional en términos de producto social, se lo hace desde una concepción del espacio más simple —por ejemplo, desde una visión geométrica—, entonces emerge la componente espacial del 'espacio trasnacional'. Si lo espacial es geométrico, la espacialidad de lo trasnacional no sería una referencia metafórica a otra cosa, sino una referencia locacional. El espacio trasnacional sería el conjunto de puntos de un plano en los cuales 'está' la comunidad trasnacional.

Ante esta última alternativa, surge la segunda inquietud: ¿no será acaso que ese espacio trasnacional termina siendo una 'colección de localidades'? Si esta última hipótesis tuviera alguna pertinencia, entonces cabe otra pregunta: ¿con qué supuestos de espacialidad se ha construido el concepto de espacio trasnacional? ¿Será acaso que el espacio trasnacional se sustenta en el concepto geográfico del espacio relativo? Cabe recordar que el espacio relativo es aquel que parte del plano euclidiano, pero en vez de limitarse a la homogeneidad como en su versión más pura, incluye la localización de puntos, líneas y áreas.

Si el concepto de trasnacionalismo tiene estos supuestos, se puede formular otra pregunta: ¿no se trata de una espacialidad muy rudimentaria para analizar una temática en la que la componente cultural es importante? No obstante, se podría comprender que esta línea de estudios culturales tome un sustrato espacial geométrico si sólo se quisiera incluir el espacio como el soporte material de una serie de procesos socioculturales que son analizados en sí mismos y no espacialmente. Si esto último se acepta, entonces se hace evidente que los estudios de trasnacionalismo pueden haber refinado el tratamiento de lo cultural y haber superado las visiones localistas, pero en términos de abordaje de la espacialidad permanecen anclados en concepciones locacionales, geométricas, que disciplinas como la Geografía emplearon reiteradamente a mediados del siglo XX pero que actualmente ya resultan muy cuestionadas.

Con respecto al tercer interrogante, es decir, la adjetivación de 'trasnacional', así como las comunidades son adjetivadas de trasnacionales también se ha dado una extensión de esa lógica al espacio. Sin embargo, posiblemente hay implicaciones muy diferentes cuando la adjetivación de esta forma se hace con respecto a las comunidades o cuando se hace con relación al espacio. Entiendo que la adjetivación de las comunidades y sus desplazamientos en términos de trasnacionales, a la luz de la literatura antropológica, toma una connotación innovadora porque de alguna manera discute la vieja idea de las comunidades tradicionales fijadas en un espacio local, con escasa movilidad e incluso con cierto aislamiento geográfico. En suma, discute la figura del mosaico cultural. Al plantear comunidades en movimiento que atraviesan fronteras nacionales, se rompe con aquellas visiones muy cerradas.

Sin embargo, cuando lo que se adjetiva de trasnacional es el espacio se generan algunas inconsistencias, sobre todo por omisión o por falta de una visión enteramente espacial: al espacio geográfico siempre se le ha reconocido un atributo básico como es la 'continuidad',3 más aun cuando es concebido como espacio geométrico. En última instancia, ese continuo sólo encuentra límites en los de la superficie terrestre misma. La continuidad es una de las expresiones más antiguas de reflexión sobre el espacio. Así, si el espacio geográfico es pensado en términos geométricos —como un espacio relativo— se puede afirmar sin mayores inconvenientes que es un continuo en el que hay puntos, líneas y áreas. Para el caso en cuestión, esas líneas y áreas pueden ser fronteras entre naciones y, evidentemente, los puntos pueden corresponder a las localidades en donde se establecen las comunidades trasnacionales. Las fronteras nacionales serían las líneas que en cierta forma rompen con el continuo.

La adjetivación de 'trasnacional' para el espacio se puede entender desde la idea de la continuidad espacial: el espacio trasnacional sería entonces el que, como un continuo, va más allá de esas fronteras nacionales. La vieja idea de la continuidad geográfica aquí es importante porque articula con el presupuesto del espacio geométrico y con el hecho de que la frontera no aparece como obstáculo. Durante mucho tiempo las fronteras fueron vistas como elementos que otorgaban una particular organización espacial, por ejemplo, Pierre Gourou —en las primeras décadas del siglo veinte— las incluyó en las 'técnicas de encuadramiento'. El espacio trasnacional de alguna manera discute esa idea, va más allá de la frontera nacional, por eso parece acercarse a la perspectiva del espacio continuo. Cuando en el espacio geométrico se quitan los elementos obstáculos (como las fronteras) cobra vigencia el continuo. El espacio trasnacional sería así una expresión de la 'extensión sin solución de continuidad'. No obstante, en la forma de nombrarlo mantiene el referente de lo fronterizo nacional, aunque sea por negación ('lo trans').

En estos términos, la adjetivación trasnacional, cuando es aplicada al espacio, más que producir un nuevo aporte en términos de espacialidad parecería estar regresando sobre la vieja idea de la continuidad geográfica, tantas veces rechazada o criticada, entre otras razones porque las diversas formas espaciales —como las fronteras— le restan fuerza debido a que la historia se inscribe en el espacio y hace imposible la homogeneidad, base necesaria del continuo.

Sin embargo, la adjetivación del espacio en términos de trasnacional podría haber avanzado en el conocimiento de la espacialidad si se lo hubiese enfocado en otros sentidos. Si en vez de regresar implícitamente a esa idea de la continuidad geográfica a un lado y otro de la frontera o mejor aun, más allá de la frontera, se habría podido construir el concepto de espacialidad trasnacional, por ejemplo, en términos del archipiélago. Otra posibilidad más compleja podría ser la de construir el espacio trasnacional bajo la idea del archipiélago pero articulado con la de contigüidad,4 es decir, fragmentos territoriales diferentes pero colindantes.

Algunos autores del campo del trasnacionalismo, como Rouse (1991), han propuesto sustituir el concepto de espacio trasnacional por el de circuito trasnacional. El circuito tendría algunas ventajas; por ejemplo, la de dejar atrás el esquematismo que ha marcado las investigaciones de migraciones a través del 'de' y 'a': los migrantes salieron 'de' cierto lugar y llegaron 'a' tal lugar de destino. En cambio, el circuito permitiría pensar en la circulación de personas, dinero, bienes, e información como un 'continuo'. En esta propuesta encontramos que por un lado hay un avance respecto a los esquemas rígidos, introduce la circulación y, con ella, el movimiento que los estudios migratorios clásicos no captaban porque congelaban el fenómeno con los conceptos de lugar de origen y lugar de destino. Pero por otro lado, esta visión del circuito como flujo continuo parece acercarse al 'continuo espacial': se podría inferir que este flujo o circuito se mueve a lo largo de un espacio que es un continuo o, como diría Milton Santos, que no tiene rugosidades. O bien, cabe la posibilidad de que la idea del circuito continuo no pretende dirigirse al continuo espacial y simplemente es una noción aespacial.

En síntesis, el espacio trasnacional parece a veces ser sólo una expresión metafórica con la que se da cuenta de relaciones sociales. En otras ocasiones toma contenidos espaciales, pero excesivamente limitados como todos los que parten de la idea de un espacio geométrico. Por su parte, la adjetivación de trasnacional aplicada al espacio, más que producir un avance en la compresión de la espacialidad parece regresar sobre supuestos geográficos tradicionales y muy discutidos. Por su parte, el circuito trasnacional no queda claro si también se encamina por el continuo espacial (con todo el lastre geométrico que ello supone) o si es una noción no especializada.

 

La desterritorialización y la reterritorialización

La segunda entrada analítica sobre la espacialidad de los estudios trasnacionales considerada en esta ocasión, es la cuestión de la 'desterritorialización/ reterritorialización'. Ambas son expresiones muy empleadas en los últimos años en todas las ciencias sociales e incluso en la filosofía contemporánea, pero no necesariamente es claro el contenido que se otorga a cada una. En principio, se puede comentar que dentro de los estudios trasnacionales se ha hablado de la desterritorialización en diversas escalas: desde nacionales a locales. Por ejemplo, se ha planteado la existencia de 'Estados desterritorializados', pero también de comunidades desterritorializadas.

Como un caso particular de los 'Estados desterritorializados' se puede citar la idea de que Haití es un Estado desterritorializado, para lo cual el punto clave radicaría en considerar que los haitianos residentes en Nueva York constituyen una provincia de ese Estado. En este caso se puede apreciar que estar 'desterritorializados' quiere decir estar fuera del lugar de origen aunque siendo reconocido como 'parte de'. Además, por la escala del planteamiento, de manera más particular, estar desterritorializado quiere decir estar fuera del 'territorio nacional'. Indudablemente, la referencia al territorio en el ejemplo es indisociable de las ideas de fronteras nacionales, soberanía y territorio nacional, o bien, el territorio como la base del Estado-nación. Al respecto caben dos observaciones: una es que se le está otorgando un enorme peso a la escala nacional. La segunda y más relevante es que no deja de ser una versión de la concepción de espacio relativo en el sentido más claro del continente o contenedor: "estoy dentro del continente/contenedor nacional o estoy fuera de ese receptáculo pero igualmente me reconocen como si estuviera dentro" (Kearney, 2002). Por último, cabe observar que, por el hecho de estar fuera de su lugar de origen, es difícil asumir que una persona o comunidad no esté en el territorio.

En una perspectiva más o menos semejante, también se habla de la desterritorialización respecto a jurisdicciones y unidades territoriales más pequeñas, lo que geográficamente sería una escala grande porque sería más grande el nivel de detalle. Así, los estudios de trasnacionalismo han aplicado la misma idea en diferentes escalas. Un ejemplo de ello lo hallamos en la propuesta de Besserer cuando señala que "San Juan Mixtepec está desterritorializado" (2004). En este caso, la desterritorialización de San Juan Mixtepec se concibe —y así se representa cartográficamente en ese estudio— a partir de la localización residencial actual en Estados Unidos de una parte importante de los pobladores originarios de este lugar. Una vez más, la desterritorialización implica residir fuera del lugar de origen, o dicho de otra forma, es la comunidad que reside en muchos 'puntos' diferentes al de origen.

Nuevamente se pone de manifiesto que los discursos del trasnacionalismo siguen manteniendo el supuesto de que el espacio es una localización, un espacio relativo o un espacio contenedor. Resulta iluminador que la desterritorialización está pensada en términos exclusivamente locacionales, es decir, sólo expresa un 'estar en' o 'estar localizado en'. Como se podría esperar, este análisis de la desterritorialización está totalmente relacionado con la idea que se tiene de lo que es 'estar territorializado': es estar en el lugar de origen. En suma, a la limitación de pensar el espacio locacionalmente se suma otra: para una persona sólo parece ser su territorio el lugar de origen.

En el contexto del mismo proyecto de investigación, Besserer (2004) y Besserer y Kearney (2002) plantean que la comunidad de sanjuanenses ha llegado a reterritorializarse de manera multicéntrica, constituyendo el 'Gran Mixtepec'. Esta reterritorialización estaría expresando que la comunidad en cuestión sigue localizada en una serie de puntos, sobre todo en California (pero no exclusivamente), lejanos al lugar de origen, pero ha construido un discurso identitario propio, se sienten parte de un todo, han creado vínculos socioculturales.

Seguramente, desde una mirada antropológica, ambas figuras —des y reterritorialización— son un aporte en términos de rupturas y construcción de vínculos comunitarios asociados a procesos de movilidad espacial. Sin embargo, desde una mirada espacial no puede dejar de observarse que en este discurso, la desterritorialización y la reterritorialización son lo mismo: ambas son localizaciones en puntos dispersos de dos estados nación. La diferencia entre ambas no es territorial, sino sociocultural: en el primer caso no se sienten parte de una comunidad, y en el segundo, sí. No hay relación diferente con el territorio, de hecho, no se habla de cual es la relación de estas comunidades con el territorio en el cual habitan. Lo único que se señala respecto a la espacialidad es que 'están' en ciertos puntos dentro de un espacio que puede pensarse como una retícula. Dentro de esa retícula, estas comunidades ocupan ciertas coordenadas. Esa es la espacialidad que se considera. Aunque esta es una espacialidad muy rudimentaria, se puede aceptar que se quiera reducir lo espacial a la localización, pero lo que no queda claro es por qué utilizar la palabra 'territorializar' con sus dos prefijos ('des' y 're') cuando desde la espacialidad elemental que se usa es exactamente lo mismo.

Cabe subrayar que estos autores al mismo tiempo son críticos respecto a las visiones del trasnacionalismo que se definen exclusivamente a partir del lugar de origen. Paradójicamente, la condición de 'desterritorializado' que utilizan se define exclusivamente con referencia al lugar de origen, es decir, es 'estar fuera del lugar de origen' aunque sin dejar de pertenecer a la comunidad de origen.

Hay otras formas de abordar la desterritorialización (Hiernaux y Lindón, 2005). Por ejemplo, la desterritorialización puede referir a algo distinto de lo que asume estos estudios sobre el trasnacionalismo: estar desterritorializado también puede ser: estar en un lugar como habitante/residente pero sin sentirse parte de ese lugar, es decir, sintiendo que sólo 'se está ahí' circunstancialmente (Lindón, 2006b). Pero, indudablemente, al pensar la desterritorialización en estos términos el supuesto de base ya no es el espacio geométrico y relativo, sino el espacio vivido (los sentidos y significados atribuidos al espacio).

Por su parte, el antropólogo urbano Manuel Delgado (1999), en sus investigaciones sobre espacios públicos, encuentra que la desterritorialización es el proceso por el cual la gente se va de un cierto espacio público en un momento. En tanto que la reterritorialización sería el volver a congregarse en dicho espacio. En suma, en esa visión, la desterritorialización y su opuesto se definen desde el espacio de vida (las prácticas). En cambio, la desterritorialización que atraviesa los estudios de trasnacionalismo no se plantea ni como espacio de vida ni como espacio vivido, más bien lo hace en términos de espacio geométrico, es decir, reduce el espacio a su mínima expresión.

 

El espacio

Tal vez la cuestión de la multicentralidad o la multilocalidad sea uno de los conceptos más fuertes en los estudios de trasnacionalismo, y en cierta forma el que ha sido más relevante para acercar el tema de las comunidades trasnacionales a la espacialidad. Por ello, la multilocalidad resulta útil para comprender cual es la idea de espacio más abstracta que se asume implícitamente en este campo del conocimiento. En principio, lo multilocal, dentro de los estudios culturales y dentro de la Antropología, vino a cumplir un papel no poco relevante, como es el de ampliar el horizonte respecto a las concepciones construidas sobre la idea de comunidades muy compactas y ancladas en un lugar, es decir, la figura hegemónica durante mucho tiempo del mosaico cultural (Marcus, 2001). En ese sentido, lo multilocal implicó una apertura de horizontes para la disciplina.

Sin embargo, cuando se analiza la aplicación de lo multilocal en los estudios de trasnacionalismo desde acervos teóricos no antropológicos, o más específicamente desde la reflexión geográfica sobre el concepto de espacio, surgen algunas observaciones de otro tipo. Por ejemplo, nuevamente lo multilocal parece concebir el espacio en la tradición que usualmente hemos denominado del 'espacio relativo'. Como ya se ha señalado, esto significa pensar el espacio como un plano geométrico en el cual se localizan elementos diferencialmente o dicho de otra forma es la vieja idea geográfica del espacio 'contenedor': la concepción del espacio en términos de puntos, líneas y áreas, que por cierto ha constituido la plataforma de algunos campos temáticos muy desarrollados, como la Geografía Económica. No obstante, también en otros campos de la Geografía esta concepción floreció extensamente, como es el de la Geografía Urbana. Algunas aplicaciones concretas se pueden hallar en los sistemas de ciudades, las jerarquías urbanas dentro del sistema de ciudades, incluso la conocida regla de rango-tamaño (rang-size).

Estas ideas —de base geométrica— parecen muy cercanas a ciertos planteamientos de los estudios trasnacionales. Como ejemplo se puede citar a Besserer (2004), quien plantea que "hay una ruptura de la jerarquía entre márgenes y centros", en referencia a las localidades en las cuales reside la comunidad trasnacional. Más aun, el mismo autor recurre a una metáfora geométrica, que indirectamente refuerza su concepción del espacio geométrico o al menos, relativo o locacional: dice que la comunidad trasnacional no toma la forma de una estrella, sino la de un "sistema de poliedros semejante a la formación de cristales".

En la Geografía, algunas versiones más sofisticadas de esta concepción originaron los conocidos modelos gravitacionales, en donde se analizan los pesos diferenciales de los puntos que están conectados entre sí. Incluso, los sistemas de ciudades han sido estudiados estadísticamente en esta perspectiva, calculando los pesos relativos de las diferentes ciudades dentro del conjunto. Los seguidores de estas perspectivas les han atribuido numerosas virtudes, pero lo que resulta innegable es que esto llevó, en el caso de la Geografía, a la ausencia del sujeto, del actor social, del individuo y las personas, que paradójicamente eran el punto de partida para comprender cómo las sociedades se apropian del espacio. Esta ausencia del sujeto fue el resultado necesario de pensar el espacio geométricamente. De hecho, las fuertes críticas que en las décadas de 1970 y 1980 se generaron dentro de la misma disciplina geográfica se orientaron sobre ese aspecto.

Tal vez estas tendencias ya recorridas dentro de la Geografía podrían servir de advertencia a los estudios de trasnacionalismo y representar algo así como la visualización de un escenario anticipado de hacia donde podrían estar conduciendo los presupuestos del espacio geométrico tan anclados en los estudios antropológicos de trasnacionalismo. Alguna evidencia de estos problemas ya se advierte en esos estudios: es frecuente que el análisis se fragmente, a veces se analiza el espacio trasnacional con base geométrica y desaparece el sujeto, y en otras ocasiones se habla del sujeto colectivo, aunque en esos momentos significativamente se desdibuja la espacialidad, ni siquiera geométrica. Parecería que los estudios de trasnacionalismo no logran conciliar al sujeto y la espacialidad, y posiblemente la respuesta a ello esté en que abordan al sujeto desde una perspectiva, y al espacio, desde otra opuesta.

 

Otras espacialidades

Para plantear otras concepciones del espacio, u otras 'espacialidades', tomo como punto de referencia mi propio trabajo sobre espacialidades y movilidades en la periferia excluida de la Ciudad de México. Esta investigación no se ubica en el campo del trasnacionalismo, ni en los estudios culturales, aunque indudablemente tiene puntos de acercamiento con ambos. Algunos de esos puntos precisamente están relacionados con el interés por la espacialidad y con los movimientos de las personas en el territorio. He estudiado sujetos con alta movilidad en el espacio, sin tampoco hacerlo en términos de migración. El interés ha radicado en la espacialidad de la vida cotidiana de personas con alta movilidad territorial, tanto como movilidad cotidiana como en términos de movilidad residencial a lo largo de la vida. No se ha problematizado la dimensión trasnacional de estos desplazamientos, aunque muchos de los sujetos estudiados han pasado por dicha experiencia en una parte de su trayectoria biográfica. El foco de interés ha sido la espacialidad de la vida cotidiana en la periferia metropolitana reciente del oriente de la Ciudad de México. Esta espacialidad incluye movimientos cotidianos y movimientos de la residencia dentro del ámbito metropolitano y también la ausencia de movimiento espacial cotidiano, en ciertos casos. Los primeros se construyen en el tiempo cotidiano, el ciclo de las 24 horas; en tanto que los segundos se construyen sobre el tiempo biográfico. Dentro de los movimientos residenciales que ocurren en el tiempo biográfico también se han incluido los movimientos entre las zonas rurales de origen y el área metropolitana de la Ciudad de México: ambas temporalidades —el ciclo cotidiano y el tiempo biográfico— han sido estudiadas dentro del tiempo histórico.

En esta perspectiva, a continuación se retoman muy escuetamente algunas espacialidades halladas en esta investigación empírica, sin desarrollar ninguna de ellas con detalle: sólo se las esboza como una ventana al tipo de hallazgos que se pueden presentar cuando la espacialidad es tratada desde presupuestos diferentes al espacio geométrico y locacional, como son los que parecen albergarse en los estudios de trasnacionalismo.

 

Anclaje en microespacios complejos sin arraigo en la periferia excluida

Una temática que es posible hallar en el estudio de diferentes comunidades desde perspectivas espaciales 'no locacionales', sino orientadas por concepciones del espacio de vida y el espacio vivido es el tema del anclaje y el desanclaje. Veamos el caso de nuestra propia investigación, no sin antes ubicar el tema del anclaje/desanclaje en la discusión actual. Anteriormente se señaló que es innegable el peso creciente que el fenómeno de la movilidad espacial viene tomando en la última década. Con relación a ello, también son muy conocidas las interpretaciones que destacan que esa alta movilidad viene acompañada de la multiplicación de no lugares (entendidos como aquéllos que no tienen una marca simbólica). Este fenómeno también ha traído la aceleración de los movimientos espaciales. En la misma perspectiva igualmente se ha puesto en evidencia que muchas veces esa aceleración de la movilidad espacial ha implicado la ruptura de vínculos entre el individuo y el espacio. En cierta forma, los no lugares dan cuenta de espacios en los cuales faltan vínculos de pertenencia entre el sujeto y el espacio.

Sin negar estas ideas, la investigación realizada en ciertos territorios metropolitanos de la exclusión, al oriente de la Ciudad de México, han permitido hallar fuertes anclajes de las personas en microespacios. Cabe destacar que, en estos casos, el anclaje no expresa los vínculos del sujeto con el espacio. En esta perspectiva, el anclaje sólo indica que el sujeto permanece la mayor parte de su tiempo cotidiano en un mismo lugar, que casi siempre es el espacio de la casa. Estos microespacios de vida se constituyen en 'espacios complejos' debido a que en ellos se han borrado las fronteras, las especializaciones funcionales: se ha difuminado la separación entre el espacio de trabajo y el espacio doméstico, entre el espacio público y el privado. Es importante la tradición de estudios urbanos que ha considerado al lugar de residencia y el lugar de trabajo como dos espacios separados, distantes, regidos por lógicas opuestas y en los cuales ocurren intercambios sociales diametralmente diferentes. En la escala de la ciudad también resulta 'natural' demarcar zonas industriales y comerciales (zonas de trabajo para el habitante de la ciudad) y por otro lado, zonas residenciales.

En la periferia reciente del oriente de la Ciudad de México son frecuentes las situaciones en las cuales ocurre lo contrario: se borran las fronteras entre esos espacios, y la casa llega a constituirse en un espacio complejo, deviene el lugar de la familia y el lugar de trabajo al mismo tiempo, o dicho de otra forma, 'se vive en el trabajo' y 'se trabaja en la casa', con la componente social que ello supone. Evidentemente, este particular modo de vida es posible en virtud de la espacialidad misma. Si se trabaja en casa, casi siempre 'se trabaja en familia'. La superposición del espacio de trabajo y el espacio doméstico le da nuevas connotaciones al trabajo mismo, pero también a los lazos familiares: la vida familiar se organiza en torno a lógicas económicas y el trabajo se tiñe de lógicas de cooperación familiar y los principios de autoridad familiar se filtran al mundo del trabajo. Esto muestra que la espacialidad compleja incide y condiciona la vida familiar que en ella se desarrolla, aunque las relaciones familiares también configuran ese espacio de vida (Lindón, 1999).

De esta forma, en estos territorios de la exclusión no se da la aceleración y el movimiento espacial, reconocidos como rasgos espaciotemporales contemporáneos, en cambio emerge otra condición asociada al derrumbe de patrones modernos: el desdibujamiento de las espacialidades opuestas, como por ejemplo, 'lugar de trabajo/lugar de residencia', 'espacio público/espacio privado', 'trabajo/familia', 'trabajo/tiempo libre'. Esta superposición de espacios, sobre todo de residencia y trabajo, está fuertemente asociada con macro procesos, como la reestructuración de los procesos de trabajo y las crecientes formas de exclusión social que han dejado fuera del asalariamiento a numerosos individuos que se ven impulsados a recrear formas de trabajo alternativas dentro de su espacio de vida inmediato: la casa. Otro ejemplo de desdibujamiento de las fronteras es de carácter temporal: el tiempo libre se desarrolla dentro del tiempo de trabajo. El tiempo libre se constituye en algo así como instantes fugaces dentro del tiempo extenso de trabajo, o bien, se superpone con el tiempo de trabajo. Es el tiempo libre que Lefebvre caracterizó como el ocio articulado en la cotidianidad, aquel que deja una insatisfacción radical, a diferencia del ocio de la ruptura (Lefebvre, 1972). El ejemplo más claro, es el tiempo libre de 'la televisión' y más concretamente, el ocio de la televisión dentro del comercio.

La observación de este tipo de fenómenos es posible porque el concepto que se está asumiendo es el de "espacio de vida/espacio vivido" (Di Meo, 1991), donde el primero expresa los espacios de las prácticas cotidianas (espacio de vida) y el segundo (espacio vivido) la forma en que es vivido el primero, es decir, el significado otorgado a los distintos espacios en los que se despliegan las prácticas cotidianas. Al mismo tiempo, esta espacialidad también recoge la premisa de Milton Santos (1990) respecto a que el espacio (en este caso, de vida y vivido) es producto social pero también es productor de lo social. Como puede apreciarse, esta forma de concebir el espacio difiere bastante de la concepción del espacio relativo o del espacio geométrico, para el cual el espacio se reduce a un simple punto o a un conjunto de puntos.

Incorporar esta concepción del espacio en el trasnacionalismo permitiría conocer cuestiones como las siguientes: ¿las comunidades trasnacionales habitan espacios complejos como los que se acaban de presentar?, o bien, ¿desarrollan su vida en la perspectiva más conocida de la especialización funcional? Probablemente, lo hagan bajo la modalidad más frecuente de los espacios separados de acuerdo con las funciones. No obstante, indagar esto permitiría introducir otros interrogantes nada despreciables para el trasnacionalismo: ¿se reproducen los espacios de la vida familiar y doméstica de acuerdo con los modelos espaciales del lugar de origen? O, ¿es que en la vida privada se apropian esquemas de espacialidad cotidiana propios de la sociedad en la que están insertos? En este último caso y asumiendo el carácter del espacio de productor de lo social, cabe un nuevo interrogante: la apropiación de esquemas de espacialidad de la vida privada propios del lugar al cual ha migrado la comunidad trasnacional, ¿no es un elemento poderoso para la transformación de la socialidad misma de dicha comunidad y de sus patrones socioculturales? Esto sólo por mencionar algunas cuestiones que se abrirían al trasnacionalismo si se pasara del espacio geométrico al espacio de vida y espacio vivido.

 

Del habitar al localizarse en la periferia excluida

Otra posibilidad de tratamiento de la espacialidad que evita las miradas del espacio relativo y locacional la encontramos al desplazar la escala del espacio de vida de la 'casa' (como en el punto previo), hacia la escala del espacio del barrio, en la periferia estudiada. En este caso, la espacialidad se puede estudiar en términos de 'desarraigo'. En la periferia oriental de la Ciudad de México se encontró que era algo frecuente —sobre todo entre aquéllos que han alcanzado el sueño del 'comercio propio en la casa propia' produciendo esos espacios complejos que se plantearon más arriba— que el espacio barrial tomara el sentido de una simple 'localización'. No se sienten habitantes de un barrio, de una colonia, sino que 'están' en un verdadero locus. Se sienten habitantes de una casa con comercio. El sentido de pertenencia por el espacio de vida termina en los límites de la casa, como si más allá de esa casa se extendiera una Terra incognita,5 o al menos un territorio que no ofrece ningún interés (ni siquiera por albergar a la clientela del propio comercio) y con el que no se tiene ningún vínculo.

En otras palabras, el espacio barrial resultó ser vivido como una localización en el sentido geométrico.6 Este hallazgo es inesperado desde el punto de vista del habitante. Es extensa la tradición de pensamiento que ha utilizado el concepto de localización, pero siempre ha sido una forma de aproximación a la lógica de las empresas (por eso su importancia en la Geografía Económica clásica). En otras palabras, ha sido un concepto utilizado por el investigador para comprender patrones espaciales, y también una forma de dejar de lado al sujeto, al habitante y los vínculos que establece con el lugar en el cual habita: el espacio era tratado de manera geométrica porque lo que estaba en juego eran cuestiones como, por ejemplo, comprender por qué una empresa se localiza en el punto A en vez de hacerlo en B o C, o qué implicaciones tendría una localización en cada uno de estos puntos.

En cambio, en este caso el análisis se hace desde la concepción del espacio de vida y espacio vivido (y no el de localización). Pero, la paradoja está en que la localización se presenta como el hallazgo: es la forma de vivir el espacio de ciertos habitantes del lugar. Este habitante de la periferia habita en una colonia como si su casa estuviera en un plano geométrico o en medio de la nada. Si se profundiza la cuestión se puede apreciar que detrás de ese significado que vacía discursivamente un espacio que no está vacío, se encuentra un profundo desarraigo e incluso un fuerte rechazo por el lugar. Ese sentido de rechazo por el lugar o 'topofobia' no puede comprenderse al margen de la trayectoria de vida de alta movilidad espacial de este tipo de sujeto (Lindón, 2005a, 2005b). El habitante de esta periferia rechaza ese espacio al contrastarlo con otros espacios que habitó previamente. En ese ejercicio de contraste (o pareo), la actual colonia resulta evaluada como un espacio que no tiene nada: ni los elementos característicos de la fantasía rural, ni lo que puede ofrecer la ciudad. Por eso, el sentido de estar localizado (en vez de habitar) en un vacío es indisociable de una profunda topofobia. Al mismo tiempo establece un vínculo afectivo de pertenencia con el espacio más limitado de la casa. Esto se comprende porque ésta representa el sueño alcanzado del comercio y la casa propia. Pero este sentido no se extiende al entorno en el cual se halla la casa, sino que se restringe a sus estrechos límites. Posiblemente, estas formas de pensar la espacialidad resultarían fructíferas para el trasnacionalismo. Sabemos dónde están las comunidades trasnacionales pero es bastante desconocido si están construyendo topofobias o topofilias (Tuan, 1974), si se sienten habitantes o localizados en un plano vacío, si están anclados y arraigados, o anclados y desarraigados.

La falta de pertenencia respecto al entorno local o barrial, la ausencia de arraigo respecto al lugar en el cual se 'reside', tiene su contraparte en la socialidad: emerge un claro distanciamiento respecto a los habitantes de ese entorno inmediato en el cual está 'localizada' la casa/comercio, es decir, respecto al vecindario. Pierde sentido la noción de 'vecindario' y también la de 'comunidad' entendida como 'comunidad de vida', siguiendo la terminología de Berger y Luckmann (1997). No es una comunidad de vida asentada en un territorio, sino una multitud de familias localizadas muy próximas unas de otras en términos de distancias físicas e incluso, con intercambios entre ellas. Pero distantes entre sí en términos sociales. Más aún, el distanciamiento afectivo se constituye en una estrategia protectora respecto al otro (el vecino, a veces vecino pariente) que es visto como peligroso o conflictivo. Se establecen relaciones superficiales, esporádicas y usualmente conflictivas.

En el contexto periférico estudiado, si las solidaridades no se presentan en el contexto del vecindario, resultan indiscutibles dentro del ámbito familiar doméstico. No obstante, ello no excluye el conflicto y la violencia intradoméstica. En este aspecto podría considerarse la idea tradicional de que la constitución de un vecindario es un proceso que requiere de ciertos tiempos, que posiblemente en estos asentamientos aún no han transcurrido. Sin embargo, esta interpretación no parece una opción satisfactoria si se considera que el anclaje en el microespacio de la casa/comercio ha traído el repliegue del grupo familiar hacia adentro de ese espacio, lo cual no deja de ser paradójico a la luz de la función comercial que estos hogares ofrecen hacia 'afuera' de ese microespacio (hacia el entorno vecinal). Pero aun así, resulta que esa función comercial no crea lazos vecinales estrechos porque nuevamente parece más ajustada a la lógica económica de 'la localización' que a crear una socialidad vecinal fuerte. Dicho con otras palabras, la función comercial ofrecida para el entorno vecinal circundante no va más allá del intercambio comercial, no contribuye a tejer relaciones vecinales más intensas. Incluso, aparece la idea de que el distanciamiento social con el vecino es protector.

Esta perspectiva haría posible la formulación de interrogantes respecto a las comunidades trasnacionales en estos términos: ¿estas comunidades están localizadas en ciertos espacios (por ejemplo, barrios) o están territorializadas en ellos? Esto permitiría conocer si sólo están en un lugar que no tiene mayor sentido que un locus, un estar en algún lugar o, si por el contrario, han desarrollado algún sentido de pertenencia respecto al lugar de residencia, es decir, ¿han desarrollado alguna forma de topofilia o incluso, de topofobia?

 

Nomadismo residencial preparatorio del anclaje o sedentarización

Los dos apartados anteriores se refieren a la espacialidad 'actual' de un perfil de habitantes de la periferia estudiada: aquellos que han unido el trabajo y la familia en el espacio de la casa. En cambio, este apartado se dedica a la espacialidad 'biográfica' del mismo perfil de sujetos. De esta forma, este apartado permite observar otro tipo de tratamiento de la espacialidad que, sin caer en lo geométrico, se desplaza en el tiempo.

Los habitantes de este territorio periférico estudiado llevan consigo trayectorias biográficas marcadas por los continuos desplazamientos residenciales, por eso en una ocasión retomamos la expresión de 'eternos migrantes' —tomada del arte7— como una imagen que condensa sentidos. Se trata de sujetos que han realizado a lo largo de su vida un aprendizaje sobre la movilidad en el espacio, sobre el 'cómo moverse, cómo relocalizarse'. Esas trayectorias biográficas integradas por numerosos desplazamientos es lo que denominamos 'nomadismo residencial'. Debido a que estos continuos movimientos del lugar de residencia dentro del tejido metropolitano están orientados por la búsqueda de una vivienda y una fuente de ingresos para el grupo familiar, el movimiento espacial se da siempre hacia la periferia reciente, donde la ocupación urbana se está iniciando. El movimiento sólo puede darse en este sentido porque los asentamientos de la reciente periferia son los únicos lugares en donde estos sujetos pueden alcanzar la 'casa propia' y aun el comercio en la casa, con el cual resolver la reproducción familiar.8 El movimiento espacial con orientación inversa (de la periferia al centro) implicaría un aumento progresivo de los costos de reproducción y la imposibilidad de iniciar o continuar el pequeño comercio, y en última instancia, fragilizaría aun más la reproducción familiar.

El nomadismo residencial es un conjunto de prácticas residenciales por las cuales las familias van desplazando periódicamente su lugar de residencia hacia las nuevas periferias, es un delocalizarse y relocalizarse periódico (Hiernaux y Lindón, 2003). Estas prácticas adquieren mayor profundidad a la luz de la expresión schutziana de los 'motivos para', es decir, lo que proyecta al sujeto hacia el futuro. En este caso, aquello que lo proyecta hacia un futuro es la búsqueda de una casa y una fuente de ingresos (comercio); es decir, resolver la reproducción familiar.

En esa práctica residencial de desplazamientos también hay que incluir otro concepto schutziano: los 'motivos porque', vale decir, el conocimiento del que disponen las personas por las experiencias pasadas y que les permite resolver las circunstancias presentes de manera espontánea o 'no problemática'.9 En otras palabras, el conocimiento de cómo movilizarse, hacia dónde, cómo conseguir un lote irregular, cómo instalarse, cómo empezar a construir la nueva casa, cómo iniciar un negocio. Resolver estos interrogantes es posible porque el sujeto habitante dispone de un conocimiento práctico o 'experiencial', pero en este caso se trata de un conocimiento que en esencia es de tipo espacial: es un 'saber hacer' con relación al espacio y a la ciudad en particular (motivos porque). En este último punto habrá que considerar que en esas experiencias pasadas y fuente de conocimiento práctico también se incluyen aquellas que no fueron vividas directamente por el actor, sino que le fueron transmitidas por un 'antecesor', como pueden ser los padres u otros miembros de su red social.

Todo esto muestra que estas trayectorias con muchas experiencias de movilización del lugar de residencia dejan en el sujeto una marca: conocimiento práctico del que no sólo dispone bajo la forma del recuerdo. También dejan conocimiento práctico que es procesado y tipificado, es decir, es desprendido de lo particular para ser elaborado como una receta que puede volver a utilizarse cada vez que sea necesario: conocimiento 'disponible y a la mano'.

De esta forma, el movimiento residencial reiterado tiene como objetivo llegar a un lugar y anclarse o fijarse en él por un periodo (motivos para). Ese anclaje se mantiene mientras no cambian las condiciones contextuales de manera adversa, es decir, mientras la consolidación urbana no traiga un encarecimiento local que dificulte la permanencia allí. Cuando esto ocurre, el sujeto comienza a explorar otros territorios posibles para una nueva relocalización. El nomadismo, aunque sea hacia zonas de mayores carencias en sentido urbano, desde una subjetividad colectiva es visto como una práctica que permite alguna forma de mejoría en las condiciones de vida: es el dejar todo y volver a empezar en otro territorio que promete mejorar las condiciones de vida a pesar del alto costo personal/cotidiano de empezar nuevamente. Cabe subrayar que esa mejoría en las condiciones materiales de vida no es algo evidente para el etnógrafo. Sólo es posible reconstruir esta interpretación a la luz de la narrativa de vida del habitante de esta periferia, en la cual refiere a distintas experiencias residenciales.10

Otro aspecto aparentemente paradójico que está inserto en este nomadismo residencial es que sigue presente en los imaginarios colectivos de estos eternos migrantes la 'idea guía' de progreso (transmutada en el mantenimiento de la competitividad del comercio familiar). La idea guía de progreso es reconstruida en 'el logro', es decir, aquello que se ha logrado y que estratégicamente se busca mantener, incluso al costo de una nueva delocalización que empeore las condiciones 'urbanas' de vida. En última instancia, el nomadismo residencial y el anclaje periódico en microespacios resultan una unidad indisoluble: el sujeto se relocaliza para volver a anclarse por un periodo.

Este tipo de hallazgos sobre la espacialidad que va más allá del espacio geométrico también permitiría incorporar nuevas preguntas en los estudios de trasnacionalismo. Por ejemplo, sería posible plantear ¿están arraigadas las comunidades trasnacionales (en el sentido de vínculos profundos con el espacio) en ciertos lugares? O ¿desarrollan estilos de vida basados en anclajes periódicos en distintos lugares, que son abandonados tan pronto como se percibe un horizonte mejor en otro lugar?

 

La espacialidad de la precariedad laboral

Otra forma de espacialidad hallada en este territorio periférico es la que se asocia con aquellos habitantes que no han instalado un comercio en la casa, sino que recrean diferentes prácticas laborales en el espacio público, vale decir, en las calles. Más arriba se planteó que los espacios de vida son aquéllos en los cuales se desarrollan las prácticas cotidianas. Por eso, los espacios de la vida laboral son los espacios en los cuales la persona trabaja. No sólo son una materialidad en la cual se desarrolla el trabajo, sino que son constituidos en espacios vividos porque cargan con significados que pueden derivar del trabajo allí desarrollado, o bien, de otras experiencias previas y transferirse al trabajo (o a cualquier práctica) que allí se aloje.

En este perfil de habitantes casi siempre la trayectoria laboral está marcada por una gran cantidad de situaciones laborales vividas, por ello mismo las actividades laborales se han desarrollado en muchos y diversos espacios de vida. No obstante, a pesar de esa heterogeneidad, resulta reiterado que esas prácticas laborales casi siempre se han desplegado en 'espacios públicos'. Estos espacios públicos se pueden entender a través de la expresión anglosajona de outdoors,11 es decir, los espacios que están fuera de un recinto que se pueda delimitar físicamente. Constancio de Castro (1997: 12), para nombrar estos espacios, propone la expresión de 'escenarios callejeros'. Cabe aclarar que no se está tomando el adjetivo callejero como referido exclusivamente a la calle en sentido estricto.

En este caso, la investigación ha mostrado que se pueden presentar dos tipos de escenarios callejeros (outdoors) que operan como espacios de la vida laboral (Lindón, 2006a): unos son los escenarios callejeros fijos, como los puestos en los mercados. También hay otros escenarios callejeros fijos, son lugares concretos en el espacio público, por ejemplo, el cruce de dos calles, la salida de una escuela, la entrada a la propia casa.

Los otros escenarios callejeros son espacios en movimiento, es decir, no son escenarios en el sentido estricto, sino 'trayectorias de desplazamientos' por las calles. En unos y otros, la actividad laboral que se desarrolla es semejante, es la venta de diversos productos. Aunque, según cual sea el producto se interactúa con distintas personas y en circunstancias particulares.

Ambos tipos de escenarios callejeros, con la materialidad ineludible que suponen, contribuyen a concebir el trabajo que en ellos se desarrolla como algo cambiante, efímero y transitorio. Estas actividades laborales evidentemente son efímeras y transitorias si se las analiza desde el ángulo de la precariedad laboral que llevan consigo. Pero desde el punto de vista de la persona que vive esta experiencia, el estar trabajando en este tipo de espacios favorece la idea de que es un trabajo efímero, porque el escenario en sentido material está cambiando constantemente. En ambos escenarios callejeros hay cambio constante: en unos porque aunque el escenario está fijo en un lugar, llegan y se van constantemente distintas personas (entran y salen del escenario). En el otro, el cambio es más evidente, porque quien trabaja lo hace desplazándose a lo largo de una o varias calles ofreciendo un producto. Esto muestra la capacidad del espacio de producir lo social, sin por ello dejar de ser un producto de lo social.

Estas dos formas de movimiento —por desplazamiento del sujeto o por entrada y salida de distintos actores en el escenario callejero— no sólo contribuyen al sentido de que el trabajo es efímero y transitorio, sino que también representan una fragmentación de los espacios de la vida laboral. Los espacios de vida laboral no se viven como un todo cerrado, sino como piezas sueltas de un rompecabezas que nunca estará completo. Sin embargo, también se esboza algo inesperado, estos sujetos encuentran en esa fragmentación resquicios de libertad o de una ilusión de libertad, en lo que podrían parecer condiciones estructurales totalmente limitadas y cerradas. Una vez más, la espacialidad (ahora a través de los significados que le son atribuidos, así como de los significados otorgados al trabajo allí realizado) permite comprender algo que va más allá del espacio.

En términos del tratamiento de la espacialidad hay otro rasgo importante: estos escenarios callejeros —fijos o en movimiento— están vinculados orgánicamente con el espacio de la casa. Así, outdoors e indoors están conectados por un hilo que es la trama de las prácticas laborales precarias del sujeto. Por ejemplo, la preparación de la comida dentro de la casa, para luego salir y la venderla afuera (del recinto de su casa) o bien, se preparan ramos de flores en la casa, luego se sale y se los vende en las calles del entorno de la propia colonia o en el mercado próximo. Es importante observar que aun cuando la comida o los ramos de flores se preparen dentro de la casa, el espacio de trabajo —o espacio de la vida laboral— es la calle porque es allí donde se interactúa con los compradores y donde se produce la venta. Pero por haberse producido el objeto en el interior de la casa, queda tendido un vínculo orgánico entre el adentro y el afuera.

Es necesario subrayar esto porque tanto lo que está afuera de la casa (outdoor) como el recinto de la casa (indoor) son vividos de una manera muy diferente de lo que puede ocurrir con una persona que desarrolla un trabajo en un espacio laboral dentro de un recinto claramente definido. En ese caso, lo usual es que sujeto cuando llega a su casa la viva como un espacio totalmente separado de su espacio de la vida laboral, aun cuando él se desplace de uno al otro y en un sentido conecte con ese desplazamiento ambos espacios. En cambio, en este perfil de habitante de la periferia la conexión es de otro tipo: ese indoor alimenta y hace posible el outdoor, por eso hablamos de una vinculación orgánica. Sin ese indoor la calle sólo sería 'calle', en cambio, así deviene en espacio de trabajo, callejero, cambiante, móvil, pero finalmente espacio y anclaje de su vida laboral. A través de esa vinculación con el indoor, los escenarios callejeros —los outdoors— no sólo son un espacio material en el cual se vende un producto, sino que se cargan de un sentido que viene de adentro del recinto de la casa: los escenarios callejeros (espacios de vida) son vividos (espacio vivido) como un resquicio para salir de una estructura de oportunidades limitada.

Si trasladamos estos hallazgos a los estudios de trasnacionalismo, nos podremos preguntar cómo establece la relación entre indoor y outdoor el sujeto trasmigrante. Las investigaciones sobre trasnacionalismo han presentado imágenes respecto a la reproducción en California de nombres oaxaqueños y también lo inverso, sin embargo, ello no es suficiente para comprender si el espacio público es apropiado y conectado orgánicamente con los indoors, o si estas apropiaciones 'dentro del recinto' toman el carácter más cercano a la resistencia, constituyendo indoors totalmente diferentes a los outdoors.

 

Reflexiones finales

Para concluir planteo tres cuestiones que considero centrales. Por un lado, me resulta elocuente tomar la expresión de Crang et al. (2003: 440) cuando señalan que, "lo trasnacional opera como una figura que licua las geografías, cuestiona el recurso a los contextos locales y los estudios locales...". La metáfora de 'licuar' merece alguna reflexión, resulta provocadora, pero también deja un interrogante abierto: ¿es un mérito de los estudios trasnacionales o una debilidad? Las dudas se extienden más aun cuando se observa que los mismos autores se reconocen en cierta forma como parte de este campo de estudio, aunque lo hacen de manera crítica.

Por un lado, la metáfora de licuar las geografías puede ser vista como un acierto del trasnacionalismo si esto es una forma de restituir el movimiento, lo dinámico. Sobre todo sería un mérito si se tiene en cuenta que casi todos los conceptos, así como las técnicas de registro y representación de la información, congelan e inmovilizan la realidad estudiada, incluso muchas de las técnicas utilizadas por el propio trasnacionalismo, como las cartografías, inmovilizan. En este sentido, la posibilidad de licuar sería superadora de un límite.

Por otro lado, frente a esta metáfora se abre una inquietud de fondo: ¿es posible licuar la espacialidad sin perderla? Esta pregunta toma sentido si se considera que el espacio tiene una materialidad insoslayable, que ha llevado a autores como Milton Santos a plantear conceptos que expresan ese rasgo propio del espacio. Algunos ejemplos son los conceptos derivados de rugosidades, o las inercias dinámicas, es decir, una serie de expresiones por las cuales las formas espaciales (producidas por las sociedades en un tiempo) siguen presentes, aun cuando la sociedad que las produjo ya no lo esté. Tal vez sería más comprensible aplicar la metáfora de licuar el tiempo. Pero cuando se plantea que una cierta aproximación —el trasnacionalismo— licua el espacio o las geografías, posiblemente se está haciendo una advertencia muy relevante en el sentido de 'perder la espacialidad'. Por otra parte, la revisión de ciertos análisis de trasnacionalismo que se hizo previamente también parecería apoyar esta idea, de que el trasnacionalismo está licuando la espacialidad, o la está desdibujando.

En nuestra perspectiva, la forma más clara de licuar la espacialidad en tanto pérdida, es reducirla al nivel de la localización. La localización y la concepción del espacio trasnacional, como relativo o geométrico, licua el espacio porque lo reduce a una expresión tan básica que ya no se reconoce el espacio en ella. Estos mismos autores —Crang et al.—nos dan más elementos para reflexionar en este sentido cuando advierten que el "trasnacionalismo ha llegado a ser una expresión ubicua para referir a múltiples vínculos e interacciones..." (Crang et al., 2003: 439). Precisamente, cuando el análisis se hace de manera ubicua es otra forma de pérdida de la espacialidad.

Una segunda cuestión sobre la que vale regresar es que, a pesar de todo lo que han permitido conocer los estudios trasnacionales y de los escollos que han superado, no han mostrado la espacialidad de vida y la espacialidad vivida por las comunidades trasnacionales. También es importante destacar que, conocer la espacialidad de vida y vivida de las comunidades trasnacionales no tiene por qué llevar a visiones ni estáticas ni cerradas. En cierta forma esto se podría reflexionar en términos semejantes a lo planteado con relación a ciertas investigaciones urbanas, en las cuales se ha transitado del análisis 'en' la ciudad, al análisis 'de' la ciudad. Indudablemente las perspectivas 'en' son fuertemente locacionales (en el sentido del espacio geométrico o del espacio contenedor), posiblemente los estudios de trasnacionalismo también se enriquecerían si comenzaran a transitar de las visiones 'en el espacio como localización' a las visiones 'del espacio como lugar, como espacio de vida y espacio vivido'.

Por último, la tercera cuestión que retomo para concluir es que posiblemente pudiera resultar un enriquecimiento para los estudios de trasnacionalismo incluir las perspectivas sobre el 'lugar', con lo cual se podría generar conocimiento sobre espacialidades de vida y vividas de las comunidades trasnacionales. En este sentido, cabe recordar que no deben confundirse ni asimilarse las visiones del 'lugar', sobre todo en la perspectiva del humanismo geográfico, con los estudios locales. Los temas que hemos planteado a partir de hallazgos empíricos, tales como el anclaje y desanclaje, arraigo y desarraigo, el conocimiento espacial que articula las trayectorias de vida nómadas y la relación orgánica entre espacios de vida dentro y fuera de los recintos, son algunas posibilidades que se abrirían a los estudios de trasnacionalismo que se atrevieran a franquear la frontera del espacio relativo, geométrico y locacional.

 

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Notas

1 Cabe destacar que ambos sentidos también pueden ser expresados a través de la palabra 'geograficidad'. En este caso, se puede mencionar que el primero de estos sentidos fue empleado originariamente por Eric Dardel en 1952 (1990: 46-62) y contemporáneamente por muchos autores, dentro de los cuales cabe destacar a Raffestin (1989, 1986). El segundo sentido de la palabra geograficidad, lo encontramos inicialmente en Paul Michotte (1922), aunque más recientemente también en otros geógrafos, por ejemplo, Yves Lacoste (1979).

2 En cierta forma, este tipo de lectura se asemeja a lo que propone Jeffrey Alexander, en el contexto de la Sociología, cuando advierte que todas las teorías sociológicas —generales y particulares— tienen detrás de lo dicho dos supuestos o presuposiciones decisivas. En ese caso dichos presupuestos son: cómo se concibe la 'acción social' y cómo se concibe el 'orden social' (1995: 11-27). En mi análisis estoy asumiendo algo semejante, pero en términos de presupuestos sobre el 'espacio'.

3 Continuidad es la unión natural que tienen entre sí las partes del continuo.

4 Contigüidad es la inmediación de una cosa a otra, algo está tocando a otra cosa, sin que ello implique una unión como en el caso de la continuidad.

5 La expresión de Terra incognita fue planteada por John K. Wright en 1947 para referir a todos aquellos lugares que para el sujeto simbolizan lo geográficamente desconocido desde el punto de vista de la experiencia espacial de los lugares.

6 Esto no debe confundirse con lo antes planteado: Ahora se está mostrando que ciertos sujetos viven y experimentan su lugar como una localización. Anteriormente, se mostró que en ciertas perspectivas de análisis el estudioso reduce la espacialidad a una localización con independencia de cómo la vivan los propios habitantes del lugar.

7 La expresión procede de Remedios Varo, quien —desde la pintura— siempre puso de manifiesto un enorme interés por la movilidad espacial del ser humano, lo que la llevó a expresar la vida social sobre todo, a través de la movilidad espacial y a plantear la figura del Homo Rodans.

8 En otra ocasión hemos analizado esto desde la perspectiva del 'mito de la casa propia' (Lindón, 2005c).

9 Recordemos que para la fenomenología schutziana 'lo problemático' es aquella experiencia para la cual el individuo en principio no tiene forma o esquema con el cual actuar, por no haber vivido anteriormente ninguna experiencia semejante. Aunque finalmente, siempre encontrará alguna 'receta' o 'tipificación' utilizada en la experiencia vivida que considere más o menos semejante en algún plano o nivel de lo vivido. De esta forma, lo 'no problemático' es aquella experiencia ante la cual rápidamente se dispone de una tipificación con la cual interpretarla y encontrar el mejor curso de acción posible.

10 La noción de mejoría, como la de deterioro, son valoraciones relativas que sólo toman sentido dentro de lo vivido.

11 En inglés esta expresión se opone a la de indoors, que sería todo aquel espacio que queda dentro de un recinto que pueda cerrarse con una puerta. A veces se ha traducido esta expresión como escenarios intradomésticos, aunque tal vez no sea lo más pertinente.

 

Información sobre la autora

Alicia Lindón. Es doctora en Sociología por el Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. Profesora investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 2. Profesora de las licenciaturas en Sociología, Psicología Social y Geografía Humana, y del posgrado en Estudios Sociales de la UAM Iztapalapa. Fundadora del Área de Investigación Espacio y Sociedad del Departamento de Sociología de la UAM-I en las líneas de investigación: imaginarios y lugares, y problemas teóricos y metodológicos en torno a espacio e imaginario. Miembro del Cuerpo Académico Consolidado en Análisis Espacial de la UAM-Iztapalapa. Temas de investigación: territorialidades y construcción socio-simbólica de los lugares, vida cotidiana, topofilias y topofobias, y metodologías cualitativas. Correo electrónico: alindon@attglobal.net

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