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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.12 no.50 Toluca oct./dic. 2006

 

Remesas y desarrollo en México. Una visión crítica desde la macroeconomía

 

Remittances and development in Mexico. A critical overview from the macro-economics perspective

 

Alejandro I. Canales

 

Universidad de Guadalajara.

 

Resumen

Este trabajo presenta información estadística con la intención de documentar una visión crítica en torno al tema de las remesas. Se analiza desde una dimensión macroeconómica el papel y significado de las remesas en la dinámica del crecimiento y desarrollo económico recientes en México, particularmente en lo tocante al volumen y comportamiento económico de las remesas, en relación con otras variables macroeconómicas básicas. Se corroboran las hipótesis de que, en términos macroeconómicos, las remesas constituyen fundamentalmente un fondo de transferencias familiares que tienen un escaso o nulo impacto en la capacidad de crecimiento y desarrollo económicos; además, en México las remesas no han seguido una tendencia lineal y creciente. Antes bien, en momentos de estabilidad y crecimiento económico, las remesas se han mantenido relativamente estables, mientras que se incrementan significativamente en los periodos de crisis económica.

Palabras clave: remesas, transferencias familiares, desarrollo económico, ahorro, inversión productiva, México.

 

Abstract

This job presents statistical information with the intention of documenting a critical vision on the remittances issues. It is analyzed from a macro-economical dimension the role and meaning of the remittances in the recent economical growth and development in Mexico, particularly in the relation to the remittances' volume and economical behavior, in relation to other basic macro-economical variables. The hypothesis are confirmed, that in macro-economical terms, the remittances fundamentally constitute a familiar transference funds which have a scarce or null impact on the growth capability and economical development; besides, in Mexico the remittances have not followed a linear and growing tendency. So in moments of stability and economical growth, remittances have been relatively stable, whereas they are significantly increased in the economical crisis periods.

Key words: remittances, familiar transferences, economical development, savings, productive investment, Mexico.

 

Introducción

Las remesas que envían al país los migrantes mexicanos habrían ascendido en 2005 a poco más de 20 mil millones de dólares, según cifras del Banco de México. Este monto representa un incremento de más de 100 por ciento respecto al valor de esta variable hace tan sólo cinco años atrás. México no es el único país que ha experimentado este nivel de incremento absoluto en el volumen de remesas. De hecho, se estima que en América Latina las remesas habrían ascendido a casi 52 mil millones de dólares en 2005, cifra que es más de cinco veces superior a la de hace tan sólo 10 años (Cepal, 2006).

Estos volúmenes alcanzados por las remesas en años recientes han despertado un gran interés político y social por sus potenciales beneficios como fuente de financiación del desarrollo local y regional. En este contexto, no resulta extraño que diferentes organismos internacionales de ayuda al desarrollo (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros), hayan dedicado una especial atención a las remesas como instrumento que podría contribuir a la reducción de la pobreza y al desarrollo de los países de origen de la migración internacional.

Frente a este discurso institucional sobre la migración y las remesas, en los últimos años ha surgido una perspectiva crítica que replantea los términos en los cuales se ha formulado la relación remesas-desarrollo. En particular, se señala que estos enfoques adolecen de diversas deficiencias conceptuales y metodológicas, a la vez que se sustentan en hipótesis y modelos de análisis que no han sido debidamente contrastados, especialmente en lo que se refiere a los beneficios e impactos de las remesas en la promoción del desarrollo y reducción de la pobreza y desigualdad social (Cepal, 2006; Cortina et al. 2004; Binford, 2002; Canales y Montiel, 2004).

Considerando lo anterior, el objetivo de este trabajo es presentar información estadística que permita documentar una visión crítica en torno al tema de las remesas. Para ello, tomaremos como referencia el caso mexicano, que es desde 2002 el principal país perceptor de remesas a nivel mundial. En particular, nos interesa discutir y analizar desde una dimensión macroeconómica el papel y significado de las remesas en la dinámica del crecimiento y desarrollo económico reciente en México. En general, esta es una dimensión que ha estado ausente en la reflexión y análisis del impacto de las remesas, a pesar de que es fundamental para evaluar sus impactos económicos. En este sentido, nos interesa analizar el volumen y comportamiento económico de las remesas en función del volumen y comportamiento de otras variables macroeconómicas básicas.

Al respecto, nuestra hipótesis subyacente es que, en términos macroeconómicos, las remesas constituyen fundamentalmente un fondo de transferencias familiares, que por lo mismo, tienen un escaso o nulo impacto en la capacidad de crecimiento y desarrollo económico. Por un lado, su volumen no es ni remotamente suficiente para impulsar un proceso de crecimiento económico autosostenido, a la vez que, por otro lado, son recursos que se dirigen a hogares en condiciones de vulnerabilidad, marginación y pobreza, por lo que son usados fundamentalmente para financiar el consumo de esos hogares, siendo marginal e insignificante el volumen y proporción de las remesas destinadas a inversiones productivas.

Ahora bien, si las remesas son transferencias familiares del exterior, entonces es de esperar que su comportamiento macroeconómico se asemeje más al de una variable anticíclica, esto es, que responde fundamentalmente a las crisis y ciclos recesivos de la economía mexicana. En este sentido, podemos adelantar una hipótesis de trabajo más específica: en México, las remesas no han seguido una tendencia lineal y creciente. Antes bien, en momentos de estabilidad y crecimiento económico, las remesas se han mantenido relativamente estables, mientras que se incrementan significativamente en los periodos de crisis económica.

En este trabajo presentamos información estadística macroeconómica que permite corroborar estas hipótesis, a la vez que nos ayuda a dimensionar y dilucidar el significado económico de las remesas. Para ello hemos dividido este trabajo en tres grandes secciones. En la primera presentamos sucintamente los principales argumentos que alimentan el debate sobre el papel y potencialidad de las remesas. En la segunda sección presentamos información estadística que nos permite dimensionar el significado macroeconómico de las remesas en México. Finalmente, en la tercera sección presentamos un análisis sobre los determinantes macroeconómicos de las remesas en México, apoyándonos en un modelo econométrico de series de tiempo.

 

Remesas y desarrollo

El discurso de los organismos oficiales

A partir de la segunda mitad de la década de 1990, desde diversos organismos internacionales de ayuda al desarrollo se ha puesto una mayor atención a los flujos de remesas, enfatizando sus posibles impactos en el desarrollo de los países de origen de la emigración. Un buen ejemplo de estas expectativas lo constituye el Plan de Acción suscrito por el G8 en la cumbre de Sea Island en 2004: Applying the power of entrepreneurship to the eradication of poverty, en el cual se dedica un apartado específico a las remesas enfatizando su efecto en el bienestar de las familias y en la creación de pequeños negocios que impulsarían el desarrollo de las comunidades de origen de la migración. Cabe señalar que este interés por el papel de las remesas en los niveles de bienestar de las familias y como factor de desarrollo local surge en un contexto caracterizado por el fracaso de las políticas de ajuste estructural y de liberalización de los intercambios comerciales a la hora de mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la población en los países en desarrollo.

En este marco, y ante el gran volumen que han adquirido las remesas, se plantea que ellas, junto con otros capitales sociales (redes sociales y familiares, trabajo familiar y comunitario, organizaciones de migrantes, entre otros), son recursos con los que cuentan los pobres y que, bien empleados, les permitirían superar sus condiciones de vulnerabilidad social y precariedad económica, aun cuando las condiciones del entorno estructural en el que viven no les sean nada favorables.1 De esta manera, entre las líneas estratégicas para el desarrollo, tanto de gobiernos nacionales como de organismos internacionales, figura en lugar destacado la necesidad de orientar las remesas hacia la creación de pequeñas y medianas empresas, así como hacia otro tipo de gastos que fomenten la formación de capital productivo y humano (Ratha, 2003). En el caso de México, esta tesis forma parte ya de los programas oficiales del gobierno, en el que el autoempleo y la formación de negocios familiares (changarros) financiados con remesas se ofrecen como alternativas al desempleo y la pobreza.2

La formulación de este tipo de directrices se inserta en los nuevos enfoques para el desarrollo surgidos en la década de 1990. Desde estos enfoques se cuestiona la capacidad del Estado para protagonizar un proceso de desarrollo económico y social, y ante lo cual plantean como alternativa la liberalización de los intercambios comerciales y la flexibilización de las regulaciones económicas. De acuerdo con este enfoque del desarrollo, la liberalización de las relaciones económicas también beneficiaría a los sectores más pobres de la población, al permitirles el desarrollo de sus propias capacidades, que hasta ahora se mantenían constreñidas por el control estatal de la economía y la persistencia de redes clientelares que, a cambio de garantizar la supervivencia de estas capas sociales, perpetuaban, sin embargo, su situación de pobreza y vulnerabilidad social.3

En este contexto, las nuevas políticas de desarrollo impulsadas en la reciente década se orientan a que los pobres obtengan provecho de este nuevo entorno económico, utilizando para ello los diversos recursos que disponen. A diferencia del carácter asistencialista que estaba impregnado en las anteriores políticas de combate a la pobreza, este nuevo enfoque traslada el eje de atención a la promoción de una correcta gestión de los activos y recursos de los pobres para que ellos mismos enfrenten y superen su situación de pobreza y vulnerabilidad. Medidas como el empowerment, el autoempleo y el aprovechamiento del capital social de los pobres constituirían mecanismos privilegiados para resolver su situación de vulnerabilidad. Según este enfoque, los pobres pueden ser los protagonistas del proceso de desarrollo porque cuentan con los recursos necesarios para tal fin, entre ellos las remesas. En todo caso, tan solo necesitan aprender a usarlos y gestionarlos correctamente.

En este sentido, se señalan cuatro ejes o niveles desde los cuales las remesas pudieran favorecer el bienestar de las familias que las perciben, así como promover el desarrollo de sus comunidades.

 

El papel de las remesas en la inversión productiva

Estudios de diversos académicos han documentado distintos ejemplos en los que las remesas han contribuido al financiamiento de inversiones productivas (especialmente en ámbitos rurales), promoviendo así el desarrollo local a través de industrias dinámicas e insertas en circuitos económicos regionales.4 Con base en estos hallazgos se han impulsado políticas de fomento y apoyo a la inversión productiva de los migrantes. Tal es el caso de los programas 2x1 y 3x1, en donde por cada dólar que aporta el migrante para un proyecto productivo, el Estado, por medio de diversas instancias locales, estatales y federales, aporta otros dos o tres dólares. última década, especialmente en las regiones de mayor tradición migratoria en México, así como también en Centroamérica y el Caribe (Torres, 2001; Cepal, 2000; Moctezuma, 2000).

 

Remesas y desigualdad social

Es ampliamente aceptado que las remesas contribuyen a mejorar las condiciones de vida y bienestar de la población perceptora, y de ese modo, a reducir la incidencia de la pobreza (Jones, 1998). Por un lado, el volumen de las remesas supera ampliamente el nivel de ingresos que se pudiera generar con cualquier otra actividad económica o productiva local o regional. Por otro lado, su eficacia en la reducción de la pobreza es mayor que en el caso de otro tipo de transferencias, pues fluyen directamente hacia quienes más las necesitan sin pasar por filtros caciquiles o burocráticos (Durand et al., 1996). Por último, y con base en modelos probabilísticos, otros autores han estimado que las ón del ingreso, especialmente a nivel regional y local (Taylor, 1992; Djajiae, 1998). De esta forma, se afirma que las remesas, más que ningún otro tipo de transferencia, tienen un marcado carácter progresivo en términos de la distribución del ingreso, especialmente en el caso de México, en donde los más beneficiados con ellas son hogares rurales y en situación de pobreza (Banco Mundial, 2004).

 

Remesas y estabilidad macroeconómica

Considerando el volumen alcanzado por las remesas, desde diversos organismos oficiales se destaca también la contribución de las remesas a la estabilidad macroeconómica de los países de origen de la migración. En particular, se constata que, frente a otras fuentes tradicionales de divisas, las remesas muestran un mayor dinamismo y estabilidad, lo que las convierte en un ingreso más fiable y que permite solventar situaciones de crisis. De hecho, las series históricas muestran que en épocas de crisis económica, cuando suele darse una huida de los capitales extranjeros y del ahorro nacional, las remesas, en cambio, se incrementan (Ratha, 2003; Canales y Montiel, 2004). Tal fue el caso de México en 1995, Indonesia en 1997, Ecuador a partir de 1999 o Argentina después de 2001.

 

Remesas, bancarización y pobreza

Otro efecto beneficioso de las remesas es que, en el caso de que se canalicen por vías formales, pueden contribuir al desarrollo y fortalecimiento del sector financiero del país receptor. Asimismo, en la medida que más familias perciban remesas por medio de instituciones bancarias, podrán convertirse en clientes de estas instituciones, accediendo a diversos planes de crédito y financiamiento tanto para fines de consumo (vivienda, salud, educación, transporte, etc.), como para inversión productiva. Por lo mismo, no es extraño que tanto desde ámbitos gubernamentales como de instituciones financieras se promueva la bancarización de los migrantes y sus familias, como un mecanismo íos de remesas.5

 

Migración y remesas: una visión crítica

Desde nuestra perspectiva, sostenemos que este discurso que enaltece el potencial de las remesas adolece de diversas deficiencias conceptuales y metodológicas, a la vez que se sustenta en hipótesis y modelos de análisis que no han sido debidamente contrastados con datos y evidencia empírica. En este sentido, a continuación presentamos un conjunto de argumentos que, desde una visión crítica, contribuyen a replantear el debate sobre la relación remesas-desarrollo, al menos tal cual esta relación ha sido formulada en el discurso de organismos internacionales.

En primer lugar, las remesas no son ni una forma de ahorro, ni una fuente para la inversión productiva, sino que constituyen un fondo salarial que, como tal, se destina principalmente al consumo y la reproducción material del hogar (Canales, 2002). Si consideramos que la emigración de mexicanos a Estados Unidos es un fenómeno eminentemente laboral, no cabe duda entonces de que los ingresos obtenidos por los migrantes representan un fondo salarial que, como cualquier otro, tiende a usarse preferentemente para la reproducción material de su familia. Por ese medio contribuyen a mejorar las condiciones de vida de las familias de los emigrantes y a contrarrestar su empobrecimiento derivado de las crisis económicas recurrentes y los efectos de las políticas neoliberales de ajuste estructural. La diferencia respecto a otros ingresos familiares estriba únicamente en que, en el caso de los migrantes, este salario es canalizado hacia sus familias bajo la forma de transferencias internacionales.

En segundo lugar, diversos estudios coinciden en señalar que las remesas se destinan básicamente a financiar la reproducción material de los hogares migrantes, siendo muy baja la proporción que se destina a proyectos productivos (Papail, 2002; Samuel, 2000). Asimismo, aunque suelen representar un importante componente del ingreso de las familias perceptoras, su impacto en la reducción de la pobreza y la desigualdad social es más bien limitado, y se reduce a casos muy particulares (Paz et al., 2004; Martínez, 2003). Ello se debe a que, aunque a nivel agregado, las remesas constituyen un volumen de gran magnitud, a nivel microsocial, en cambio, ese volumen se diluye en una gran multiplicidad de envíos de pequeñas cantidades de dinero. En efecto, según datos del Banco de México, en 2004 los 17 mil millones de dólares de remesas correspondieron a más de 50 millones de transferencias, con un promedio de sólo 327 dólares por transferencia. En este sentido, el impacto que las remesas puedan tener en la reducción de la pobreza se circunscribe a lo que estos 327 dólares puedan contribuir en cada hogar, lo cual, obviamente, es muy limitado.

En tercer lugar, aun en aquellos casos en que las remesas se destinan a proyectos de inversión, éstos suelen tener un escaso efecto en el desarrollo local y regional, pues por lo general se trata de pequeños establecimientos económicos, de alcance local y marginalmente regional, con baja generación de empleo y bajos montos de inversión (Canales y Montiel, 2004; Papail, 2002; Ortiz, 1997). De hecho, estos supuestos proyectos productivos se ubican más en el plano de las estrategias de supervivencia familiar que en el de las dinámicas del mercado.

En cuarto lugar, en relación al papel estabilizador de la remesas, sostenemos que los términos en que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han planteado la cuestión, ocultan un hecho fundamental. Si las remesas efectivamente constituyen un fondo de estabilización macroeconómica de nuestros países, entonces debe reconocerse con igual fuerza que son los propios migrantes, con sus envíos de dinero, los que están subsidiando los efectos perversos de las políticas de ajuste estructural, mismas que se llevan a cabo precisamente por indicación de tales organismos. Las implicaciones de este hecho nos exigen ir más allá del aspecto puramente económico, ampliando el debate a sus connotaciones políticas y éticas, en términos de que debiera argumentarse explícitamente por qué los migrantes deben cargar con los costos de la reestructuración de nuestras economías, cuando su misma situación de vulnerabilidad y precariedad es generada por esa política de apertura a la economía global (Cepal, 2006).

Finalmente, y desde un plano diferente, algunos autores también llaman la atención sobre el hecho que el interés por el impacto económico de las remesas y sus determinantes ha provocado el abandono del análisis de otras dimensiones igualmente importantes (Guarnizo, 2003). En este sentido, cabe considerar que el envío de remesas está ligado indefectiblemente a la existencia de hogares y comunidades transnacionales, no sólo como una consecuencia de ese fenómeno, sino que a su vez son parte del proceso de formación de tales comunidades (Delgado Wise et al., 2004). En efecto, en otros estudios hemos demostrado cómo las remesas son uno de los mecanismos principales que aseguran la continuidad en el tiempo de este tipo de comunidades (Canales, 2004). Es por ello que enfoques que tengan en cuenta esta dimensión transnacional de la migración y las remesas pueden ser, cuando menos, tan provechosos como los enfoques de carácter económico, y contribuyen, sin duda, a un mejor entendimiento y comprensión de sus causas y consecuencias.

 

Migración y remesas en México

Dimensión macroeconómica de las remesas en México

Según estimaciones del Banco de México, las remesas se han triplicado entre los años 2000 y 2005, pasando de un monto de casi 6.6 mil millones de dólares, a más de 20 000 millones en 2005. Por su magnitud y persistencia en el tiempo, suele afirmarse que las remesas constituyen una variable macroeconómica de primera importancia que genera diversos efectos positivos en la economía mexicana. Sin embargo, sostenemos que estas posiciones optimistas adolecen de deficiencias conceptuales y metodológicas que repercuten en sesgos y distorsiones en la estimación de su importancia macroeconómica y, por tanto, en el análisis de sus impactos en la promoción del desarrollo, estabilidad macroeconómica y reducción de la pobreza.

En este sentido, a continuación presentamos información estadística que nos permite cuestionar esta supuesta importancia relativa de las remesas. Para ello analizaremos tres aspectos que nos dan la posibilidad de dimensionar el significado macroeconómico de las remesas, a saber: su importancia cuantitativa en comparación a otras variables macroeconómicas, su papel en la generación de divisas, y por último, sus ciclos y tendencias en los 25 años más recientes.

 

Importancia macroeconómica de las remesas

Una primera distorsión en el análisis de los impactos de las remesas surge cuando se intenta dimensionar el valor global de las remesas en relación con diversos indicadores macroeconómicos. Tradicionalmente se han usado como medidas de comparación indicadores directamente relacionados con la generación de divisas, como las exportaciones petroleras, las exportaciones de la maquila, la inversión extranjera directa, entre otras. Si bien esta comparación en sí no es incorrecta, el error está en asumir implícitamente que las remesas, al ser una fuente de divisas similar a las anteriores, tendrían también similares propiedades y efectos macroeconómicos. Para ser precisos, habría que señalar más bien que estas comparaciones nos dan una buena idea de la dimensión cuantitativa de las remesas, pero en ningún caso de sus posibles impactos y efectos en la economía mexicana. En este sentido, en nuestro caso preferimos usar como indicadores de comparación no sólo los relacionados con la generación de divisas, sino también aquéllos que miden otros aspectos de la economía nacional, como lo son el producto interno bruto, el valor de las remuneraciones totales, el valor de las remuneraciones generadas por la industria maquiladora, el gasto en consumo de los hogares, entre otros. Estos indicadores nos dan una mejor idea del impacto de las remesas entendidas no sólo én como un fondo salarial.

En efecto, aunque en términos absolutos el monto de las remesas es sin duda elevado, convirtiendo a México en el principal país perceptor a nivel mundial, en términos relativos la situación es algo ambigua. Por un lado, en 2004 el volumen total de las remesas representó menos del tres por ciento del valor del producto interno bruto y menos del cuatro por ciento del valor del consumo privado generados en México en ese mismo año. En otras palabras, a pesar de su gran magnitud, las remesas representan un muy pequeño aporte a la economía mexicana en su conjunto, a la vez que contribuyen a financiar una muy pequeña fracción del consumo privado de los hogares.6 Estos datos nos permiten refutar la idea ampliamente difundida que habla de una gran dependencia de la economía mexicana a este flujo de divisas.

Gráfica 1

Sin embargo, en ambos casos, el peso específico de las remesas era en 2004 más del doble de lo que representó en 2000. Es decir, aun cuando se trata de una variable con un bajo impacto relativo, destacan su tendencia y evolución recientes, que dan cuenta de un peso específico cada vez más importante.

Ahora bien, si consideramos que las remesas conforman un fondo salarial, y lo comparamos con otras categorías de ingresos laborales, veremos en cambio, que las remesas representan un flujo de recursos que se equiparan y supera a las remuneraciones al trabajo que se generan en diversos sectores económicos nacionales. Aunque a nivel agregado las remesas representaron en 2004 un fondo salarial equivalente al siete por ciento del total de las remuneraciones percibidas por la población ocupada en México, cuando las comparamos con el valor de las remuneraciones generadas en sectores estratégicos, la situación es muy diferente.

En efecto, en 2004 las remesas representaron un fondo salarial equivalente a 42 por ciento de las remuneraciones percibidas por los trabajadores de la industria manufacturera, duplicando su relación respecto a 2000. Asimismo, las remesas representaron un fondo salarial que era casi dos veces superior al volumen total de remuneraciones generadas por la industria maquiladora de exportación en 2004, proporción que es más de 2.5 veces superior a la prevaleciente en 2000. Esta última comparación es muy relevante, pues indica que, en términos de generación de ingresos directos para los hogares, las remesas no sólo son mucho más importantes que lo que genera uno de los sectores más dinámicos de la economía, sino que además muestra un dinamismo muy superior. Por último, las remesas representaron en 2004 un fondo salarial que equivalía a más de tres veces del volumen de las remuneraciones generadas en el sector silvoagropecuario. Este dato es también muy relevante, pues no debemos olvidar que, en México, casi dos tercios de los hogares perceptores de remesas son de origen rural.

 

Papel de las remesas en la generación de divisas

Suele señalarse que por su magnitud, las remesas constituyen cada vez más una fuente insustituible de divisas para el país, contribuyendo a mantener los necesarios equilibrios macroeconómicos externos. No obstante, por lo general se olvida mencionar que esto se da en un contexto más amplio de transformaciones en la estructura del comercio exterior de México. En efecto, en 1990 el petróleo constituía el principal proveedor de divisas del país. Las exportaciones petroleras en esos años representaban un valor similar al de los ingresos generados conjuntamente por la industria maquiladora, el turismo, la inversión extranjera directa y las remesas. En 2004, en cambio, óleo se mantiene en el primer lugar como fuente generadora de divisas, destacan también la importancia que han adquirido tanto la inversión extranjera directa, como las exportaciones netas de la industria maquiladora y las remesas enviadas por los migrantes. En conjunto, las divisas generadas por estas tres actividades son más de 2.3 veces superiores a las generadas por el petróleo.

De hecho, tanto a principios de la década de 1990 como en los últimos años, el valor de las remesas es muy similar al de la inversión extranjera directa y al de las exportaciones netas de la industria maquiladora. Lo interesante de todo esto es que estas tres variables han experimentado un similar e importante impulso en los 15 años recientes. En este sentido, es falso suponer que la fortaleza actual de la balanza externa se debe al sostenido y creciente flujo de remesas. Por el contrario, el mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos externos no se sustenta en la dinámica de una variable aislada, sino en un proceso de transformación estructural más amplio y profundo, que ha derivado en una mayor diversificación en el origen de las divisas, y en el cual las remesas son sólo un componente más, que comparte su importancia con otras fuentes de divisas.

 

Evolución y tendencia de las remesas

En relación a la evolución y tendencia de las remesas, suele caerse en un grave error metodológico, pues comúnmente se toma su valor nominal sin efectuar ningún ejercicio de deflactación con base en la evolución del nivel de precios y el tipo de cambio.7 De esta forma, al considerarse los valores nominales, se observa lo que todo el mundo repite, que las remesas muestran un sostenido y sistemático ritmo de crecimiento, definiendo una tendencia lineal, cuando no exponencial.

Sin embargo, cuando consideramos no su valor nominal, sino el valor real de las remesas, esto es, su valor deflactado con base en el índice de precios y el tipo de cambio de cada año, se observa una tendencia muy diferente.

Gráfica 2

En efecto, al contrario de lo que suele creerse, en los 25 años recientes las remesas no han seguido una tendencia lineal ascendente, sino que tienen un comportamiento peculiar, que combina ciclos de crecimiento con ciclos de estabilidad. De hecho, si se observa con más detalle, se puede comprobar que los ciclos de crecimiento coinciden precisamente con los momentos de crisis y estancamiento de la economía mexicana. Tal pareciera que las remesas siguen una tendencia opuesta a la de los ciclos económicos mexicanos.

Como se ilustra en la gráfica 3, que compara la evolución del monto global de remesas con la evolución de las remuneraciones promedio en México, a principios de la década de 1980 las remesas se situaban en 1.4 mil millones de dólares. Entre 1982 y 1983, coincidiendo con una reducción substancial de las remuneraciones reales provocada por la crisis económica de esos años, las remesas más que se duplican, alcanzando en 1983 casi 3.2 mil millones. Aunque en 1984 descienden a sólo 2.7 mil millones, a partir de entonces siguen una tendencia ascendente hasta estabilizarse entre 1987 y 1994 en torno a los 4 000 millones. Este es un periodo en el que los salarios siguen una tendencia ascendente, que refleja un ciclo de auge de la economía mexicana.

Con la crisis económica de 1994-1995 y la consecuente reducción de las remuneraciones reales, las remesas vuelven a incrementarse hasta alcanzar los 6 000 millones de dólares. Desde entonces y hasta el año 2000, tanto las remesas como las remuneraciones se estabilizan, aunque con algunas variaciones. Así, por ejemplo, en 1998 las remesas disminuyen ligeramente, para ascender en 1999 y 2000 a 6.7 mil millones de dólares.8

Este peculiar comportamiento de las remesas nos permite definir su tendencia como 'anticíclica e inflexible a la baja',9 lo cual ilustra su carácter de mecanismo compensador para las economías familiares en las comunidades de origen (Canales y Montiel, 2004). En contextos de crisis económica se produce un desajuste en el balance consumo-ingreso de las economías domésticas: las devaluaciones aumentan el costo de los bienes de consumo, a la vez que reducen el poder de compra de los salarios y otras fuentes de ingresos.

En tales situaciones, las remesas en dólares permiten mantener el mismo nivel de consumo anterior a la crisis. Este comportamiento refuerza la tesis que ya hemos señalado, en el sentido de que las remesas son una 'transferencia salarial' que el migrante envía a sus familiares en México, y cuyos efectos y usos son los mismos que los de cualquier otro salario: financiar la reproducción material de las familias.

Este carácter anticíclico e inflexible a la baja de las remesas se puede comprobar también al considerar la evolución del número de hogares mexicanos que las perciben. Entre 1992 y 2002, los hogares perceptores de remesas más que se duplicaron, pasando de 650 000 a 1.4 millones en dicho periodo. No obstante, no se trata de una tendencia lineal y continua. Como se puede apreciar en la gráfica 4, es entre 1994 y 1996, coincidiendo con una de las mayores crisis económicas de México, cuando se da el mayor incremento, al pasarse de poco menos de 700 mil hogares perceptores en 1994 a casi 1.1 millones en 1996, lo que representa un incremento de más del 50 por ciento en tan solo dos años. Posteriormente, el incremento en el número de hogares perceptores de remesas ha sido muy inferior: 7.4 por ciento entre 1996 y 1998, 8.9 por ciento entre 1998 y 2000, y 12 por ciento entre 2000 y 2002.

 

Determinantes macroeconómicos de las remesas

Los datos presentados en la sección anterior nos permiten afirmar que, contrario a lo que se dice en los discursos oficiales, el impacto macroeconómico de las remesas no parece ser tan significativo, especialmente en términos de su capacidad para promover un proceso de crecimiento económico y desarrollo social. En este sentido, en esta sección nos interesa comprobar si el comportamiento macroeconómico de las remesas es mucho más sensible a las condiciones socioeconómicas y de vida de la población o, por el contrario, responde más directamente a las condiciones de inversión y crecimiento económico de cada país. En el primer caso, las remesas se asemejarían mucho más a un ingreso familiar, mientras que en el segundo podrían considerarse como un fondo de ahorro e inversión productiva. Esta distinción no es casual, pues indican distintos impactos y potencialidades de las remesas en términos de promoción del crecimiento y desarrollo económicos.

Para demostrar esta tesis, a continuación presentamos un modelo econométrico que relaciona el volumen de las remesas con diferentes variables macroeconómicas. Se trata de un modelo de regresión lineal de series de tiempo, a través del cual podemos estimar los determinantes macroeconómicos de las remesas.

En la siguiente tabla presentamos las dimensiones y variables macroeconómicas incluidas en el modelo. La variable independiente corresponde al volumen anual de remesas estimado por el Banco de México, y los datos se refieren a cada año calendario entre 1980 y 2004.

Entre las variables independientes hemos incluido de tres tipos, a saber:

1. Aquéllas que miden la evolución de las condiciones de vida de la población.

2. Variables macroeconómicas que miden la dinámica de la economía nacional, sus ciclos y tendencias.

3. Variables que miden las condiciones financieras de ahorro e inversión en cada momento.

De acuerdo con nuestra perspectiva, si las remesas son un tipo de ingreso familiar, entonces es de esperar que sean más sensibles a las condiciones de vida de la población, respondiendo también a los ciclos de cada economía. Por el contrario, si las remesas constituyen más bien un fondo de ahorro-inversión, entonces es de esperar que ellas sean más sensibles a las condiciones financieras de cada momento.

En la tabla 1 presentamos los resultados del modelo de mejor ajuste. Lo interesante de este modelo es que selecciona automáticamente aquellas variables que tienen un peso estadísticamente significativo en la explicación de la variable dependiente (volumen anual de las remesas en México), y excluye del modelo aquellas otras variables que no contribuyen significativamente a la explicación del comportamiento (varianza) de la variable dependiente.

Los resultados que arroja el modelo de mejor ajuste nos permiten inferir lo siguiente:

1. En todos los casos, las condiciones socioeconómicas de la población son un factor determinante del volumen de remesas. En particular, el volumen de remesas tiende a incrementarse ante caídas del salario mínimo en México o ante incrementos en el salario mínimo percibido en Estados Unidos, lugar de destino de la gran mayoría de los migrantes mexicanos. En el primer caso, ello nos indica que las remesas configuran un fondo que permite contrarrestar los efectos negativos de las crisis sobre el nivel de ingresos familiares, o lo que es lo mismo, que ante caídas en el ingreso familiar (salarios), la migración y las remesas se ven como una opción viable para mantener, en la medida de lo posible, el nivel de vida y consumo familiar. En este sentido, puede inferirse que las remesas parecen contribuir a reducir los efectos de las crisis sobre el nivel de pobreza de la población.

En el segundo caso, el incremento del volumen de remesas ante incrementos en el salario en el lugar de destino es lo esperable, pues nos indica que las remesas dependen directamente del nivel de ingresos disponible de los inmigrantes.

2. En cuanto al papel de las condiciones macroeconómicas estructurales de la economía mexicana, nuevamente se observa una relación sistemática que nos indica que las remesas suelen responder inversamente a la dinámica de los ciclos económicos. En efecto, el volumen de las remesas se incrementa en situaciones de crisis, caracterizadas por caídas del producto interno bruto, así como por devaluaciones del tipo de cambio.

3. Resulta interesante comprobar también que las remesas no muestran ninguna relación estadísticamente significativa con las variables financieras y de inversión. En efecto, el modelo de mejor ajuste nos indica que las remesas no parecen estar determinadas por el comportamiento de la tasa de interés prevaleciente en México o en Estados Unidos, así como tampoco suelen tener un comportamiento similar al de otros fondos de inversión, como la inversión extranjera directa.

En otras palabras, el modelo econométrico nos indica que no hay evidencia estadística que permita definir a las remesas como un fondo de inversión productiva. Por el contrario, el modelo nos indica que el comportamiento macroeconómico de las remesas no guarda ningún tipo de relación estadísticamente significativa con los determinantes tradicionales de la inversión productiva.

En síntesis, el análisis de los determinantes de las remesas nos permite concluir que en términos macroeconómicos, su dinámica y comportamiento no corresponden al de un fondo de ahorro o inversión, sino más bien al de un ingreso familiar que, bajo la forma de transferencias familiares, contribuye a compensar los efectos negativos de las devaluaciones recurrentes de la moneda, la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y la pérdida de competitividad de nuestras economías provocadas por las crisis recurrentes y los ciclos recesivos de las economías latinoamericanas.

Estos resultados nos permiten corroborar una tesis que ya hemos mencionado anteriormente, y que hemos expuesto en otros trabajos, en términos de que las remesas corresponden a una variable macroeconómica 'anticíclica e inflexible a la baja' (Canales y Montiel, 2004). El carácter anticíclico, además, nos permite reforzar nuestra tesis general de entender las remesas como un ingreso familiar, más que como un fondo de inversión.

 

Conclusiones

Las remesas son, qué duda cabe, una fuente importante de ingreso para las familias perceptoras. Si a ello agregamos la magnitud que han alcanzado en los últimos años, no debe extrañarnos entonces el optimismo que se trasluce en el discurso de gobiernos nacionales y organismos internacionales. Es común leer informes de organismos públicos y escuchar declaraciones de funcionarios de gobierno en los que se señala el significativo aporte de las remesas a la reducción de la pobreza, promoción del desarrollo y al bienestar de las familias, entre muchos otros supuestos beneficios.

Sin embargo, cuando se revisan con más detalle los mismos informes de dichas instituciones, se observa, en cambio, que este optimismo se sustenta más en un conjunto de buenos deseos y mejores intenciones que en datos estadísticos y evidencia empírica. En este trabajo hemos querido documentar para el caso mexicano una visión crítica, que no pesimista, sobre el papel e impacto de las remesas.

Al respecto, sostenemos que las remesas tienen un muy limitado y restringido impacto en la promoción del desarrollo y en la reducción de la pobreza, debido a que constituyen, en esencia, un fondo salarial que se transfiere entre hogares de similares condiciones socioeconómicas. En efecto, las remesas suelen ser enviadas por trabajadores migrantes precarios y vulnerables, hacia sus familiares que viven en condiciones de pobreza y contextos de marginación social. En este sentido, las remesas podrán contribuir a mejorar el nivel de vida de los hogares perceptores, pero están muy lejos de representar una estrategia que permita superar y resolver los problemas estructurales que perpetúan la pobreza.

De hecho, el volumen anual de las remesas (los 20 000 millones de dólares que el Banco de México estimó para 2005), en realidad no deja de ser una ilusión monetaria generada por las metodologías de la contabilidad nacional. Como tal volumen las remesas nunca han existido. Lo que sí existen, en cambio, son millones de pequeñas transferencias periódicas y recurrentes. En promedio, en 2002 se estima que en cada hogar perceptor se recibieron 200 dólares mensuales, los que representan un flujo de menos de 55 dólares per cápita. Cabe mencionar, sin embargo, que en ese mismo año la línea de la pobreza definida por la Secretaría de Desarrollo Social era de 93 dólares mensuales per cápita en zonas rurales, y de 140 dólares mensuales per cápita en zonas urbanas. En este contexto, los impactos en términos de desarrollo (inversión productiva, infraestructura social) y bienestar de la población (reducción de la pobreza, movilidad social) se circunscriben a lo que pueda realizarse con esos escasos dólares que se perciben mensualmente.

En otras palabras, este bajo monto mensual por transferencia que percibe cada familia fija el carácter y significado económico y social de las remesas. Por un lado, son un ingreso salarial, que como cualquier otro, se destina al consumo familiar. Por otro lado, el reducido monto promedio por hogar perceptor nos indica que se trata principalmente de familias y trabajadores de bajos recursos, inmersos en situaciones de vulnerabilidad social y precariedad económica. Son estratos pobres, con muchas carencias y en donde las remesas pueden contribuir a paliar esta situación de pobreza, pero en ningún caso a resolverla.

En síntesis, este marco general nos permite entender el carácter anticíclico de las remesas. En efecto, las remesas y la migración constituyen, cada vez más, el único recurso de que disponen amplios sectores de la población para enfrentar el empobrecimiento de sus condiciones de vida generadas por las crisis recurrentes de la economía mexicana. Por lo mismo, más que un fondo de ahorro-inversión, las remesas constituyen un recurso de la pobreza para sobrevivir al empobrecimiento generado por el fracaso de las políticas macroeconómicas de ajuste estructural.

 

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Notas

1 Esta propuesta se basa en el enfoque de asset/vulnerabilty desarrollada por el Banco Mundial, y según la cual esta situación de vulnerabilidad podría ser contrarrestada con una adecuada gestión de los activos (assets) sociales, económicos, culturales, políticos y demográficos que los pobres poseen, independientemente de sus escasos ingresos, y de las condiciones que imponga el contexto estructural. Para más detalles, véase Moser, 1998. Para una visión crítica, véase Rodríguez, 2001.

2 Es el caso, por ejemplo, de los programas 2x1 y 3x1, a través de los cuales se busca fomentar la inversión productiva y formación de negocios por parte de los migrantes o sus familiares. Sobre los alcances de estos programas, véase Delgado Wise et al., 2004; Torres, 2001; Moctezuma, 2000.

3 Hemos sintetizado al máximo los argumentos aducidos en favor de este programa, destacando tan sólo algunos de sus elementos. Para una visión más amplia de este enfoque, y considerando el caso de México, véase la primera parte del informe sobre la pobreza en México, elaborado por el Banco Mundial en 2004. Para una visión crítica de este enfoque, véase Boltvinik, 2005.

4 Al respecto, véase los trabajos de Durand (1994), sobre la fabricación de calzado en San Francisco del Rincón, Guanajuato; de Jones (1995), sobre la producción de melocotón en Jerez, Zacatecas; así como la aplicación de modelos econométricos que Durand, Parrado y Massey (1996) han usado para estimar el nivel de inversión de las remesas en ámbitos locales. En otros contextos geográficos, Russell (1992) presenta ejemplos similares para el caso de la agricultura intensiva en comunidades de alta emigración del Sahel, Turquía y Zambia.

5 Ejemplo de ello es la política de algunos bancos estadunidenses que, en la apertura de cuentas de ahorro, aceptan como una identificación válida la matrícula consular que expide el gobierno mexicano a los migrantes en Estados Unidos. Esto ha contribuido a la bancarización de una gran proporción de migrantes mexicanos indocumentados que, hasta hace unos años, no tenían posibilidad de abrir una cuenta de ahorro en Estados Unidos.

6 Esto se debe a que en México menos de seis por ciento de los hogares perciben remesas del exterior, por lo que su contribución al consumo agregado se limita a lo que aportan al consumo privado este escaso seis por ciento de hogares mexicanos. En otras palabras, aunque se trata de un gran volumen absoluto, su incidencia a nivel macroeconómico es relativamente marginal. En la tercera sección presentamos más información sobre estos y otros aspectos relacionados con la percepción de remesas en México.

7 El crecimiento del valor nominal de las remesas encierra dos posibles causas: por un lado, la inflación de precios, y por otro, el incremento real. Para obtener este último es necesario deflactar los valores nominales de la serie con base en la tendencia de los precios y del tipo de cambio. Una vez hecha esta corrección, la tendencia de los valores deflactados es la que se ilustra en la gráfica y describimos en el texto.

8 El Banco de México reporta una mejora en su sistema de captación del flujo de remesas a partir del año 2001, lo cual explica parte del gran incremento del flujo de remesas a partir de ese momento. En particular, se ha mejorado la contabilidad de las transferencias electrónicas, las que pasan de un nivel de 13.6 millones de operaciones anuales a fines de la década de 1990, a casi 30 millones en los tres años recientes. Sin embargo, la remesa promedio se ha mantenido estable en un nivel cercano a los 300 dólares por transferencia electrónica.

9 Es decir, su pendiente es normalmente inversa a la de la evolución de las remuneraciones, aunque rara vez llega a ser negativa. De hecho, entre 1980 y 2000, el índice de correlación de Pearson entre las remesas y las remuneraciones es negativo, con un nivel de significación superior a 96 por ciento.

 

Información sobre el autor

Alejandro I. Canales. Economista por la Universidad de Chile, maestro en Demografía y doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Es profesor-investigador del Departamento de Estudios Regionales-INESER, de la Universidad de Guadalajara, y director del Centro de Estudios de Población, en la misma Universidad. Actualmente es presidente de la Asociación Latinoamericana de Población y ha sido consultor de la Cepal en temas de migración y desarrollo. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1994 (nivel II) y de la Academia Mexicana de Ciencias. Sus libros más recientes son Panorama actual de las migraciones en América Latina, 2006, y Desafíos teórico-metodológicos en los estudios de población en el inicio del milenio, 2004, coordinado conjuntamente con Susana Lerner Sigal. Correo electrónico: acanales@cucea.udg.mx

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