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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.12 no.49 Toluca jul./sep. 2006

 

Organización comunitaria para la conservación forestal: estudio de caso en la Selva Lacandona de Chiapas, México*

 

Community organization for the forest conservation; case study in the Lacandona jungle of Chiapas, Mexico

 

Guillermo Montoya Gómez, José Francisco Hernández Ruiz, Alfredo Velasco Pérez, Luis Reygadas y Teresa Ramos Maza

 

El Colegio de la Frontera Sur/UAM-Iztapalapa/ Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.

 

Resumen

Este artículo describe la forma en que las unidades familiares de un ejido ubicado en la Selva Lacandona, en Chiapas, se organizan, toman decisiones y controlan sus recursos naturales, en donde una de las acciones centrales es precisamente la conservación ambiental mediante procesos de autocontrol, de gobernanza local. Sin embargo, lo anterior no habría sido posible sin el cambio de estructuras sociales, que se ha traducido en potencialidades. Todo ello ha ido construyéndose al calor de sucesos coyunturales como un mayor interés internacional por la conservación de los recursos, y la venta de servicios ambientales, que las comunidades locales prestan a la población mundial. El estudio muestra la necesidad de construir escalas locales de implementación en un marco que supera los límites de la teoría del desarrollo sustentable.

Palabras clave: medio ambiente, desarrollo sustentable, organización comunitaria, protección ambiental, Selva Lacandona, Chiapas, México.

 

Abstract

This article describes the way the family units in a ejido located in the Lacandona Jungle, in Chiapas, are organized, take decisions and control their natural resources, where one of the central actions is precisely the environmental conservation through self-control processes, of local governing. However, the latter would have not been possible without the change of social structures, which have become in potentialities. All of that has been constructed in the heat of relevant events as a more international interest for the conservation of the resources, and the sale of the environmental services, that the local communities sell to the world population. The study shows our need of building local implementation scales in a context that overcomes the sustainable development theory.

Key words: environment, sustainable development, community organization, environmental protection, Lacandona Jungle, Chiapas, Mexico.

 

Introducción

La región de la Selva Lacandona ha sido considerada desde el siglo XIX una importante región para la economía chiapaneca (De Vos, 1988; 2002). Actualmente aporta, entre otras cosas, invaluables servicios ambientales (fijación de bióxido de carbono, agua, y biodiversidad), rentas arqueológicas y bellezas escénicas que alientan el turismo y recursos naturales que la población utiliza para las diversas actividades productivas. Vista en términos espaciales, esta región conforma extensas áreas de reservas naturales (Montes Azules, La Cojolita y Lacanja-Chansayab), centros urbanos (Palenque, Frontera Corozal, Zamora Pico de Oro y Benemérito de las Américas) y extensas áreas dedicadas al pastoreo de los animales. En este escenario transcurren las actividades de los diversos actores que conviven cotidianamente, construyendo una muy particular dinámica y estructura territorial.

La región ocupa alrededor de 12 600 km2, alberga a más de 155 000 habitantes (CDI, 2006) y tiene un índice de marginación entre bajo y muy bajo. Sin embargo, por paradójico que parezca, la región tiene un gran potencial natural como para que se pudieran haber mejorado las condiciones de vida de sus habitantes (Vázquez et. al., 2005). No fue casual, pues, que justamente ahí se haya originado el movimiento zapatista que poco a poco se fue filtrando al resto del tejido social estatal y nacional. Si bien el movimiento detonó importantes avances en términos de infraestructura, inversión y cambios en las estructuras productivas y de organización, hoy todavía quedan pendientes varias asignaturas: la desmilitarización, la construcción de caminos secundarios, canalizar mayores recursos financieros a los proyectos comunitarios, entre los que destacan las iniciativas ecoturísticas y de conservación de recursos naturales (Hernández et al., 2005).

En efecto, es motivo de interés para los visitantes la ampliación de la cartera de proyectos articulados a los recursos naturales, como caídas de agua, senderos, grutas, avistamiento de aves, orquidearios y tepescuintlarios. De ahí que se observe que, entre los ejidatarios, cada vez es más atractiva la idea de impulsar proyectos de esta naturaleza para obtener ingresos adicionales, mismos que estimulan las acciones individuales y colectivas para conservar. Esto explica la decisión autónoma de conformar áreas de reserva, tanto para la venta del servicio de fijación de bióxido de carbono, como para el autoabasto de leña y madera. Sin embargo, estos procesos articulados cada vez más intensivamente al mercado se exponen, por lo mismo, a las tensiones derivadas de la competencia por el uso del suelo, a la toma de decisiones de manera individual, al divisionismo interno; en definitiva, contrapuestos a las acciones comunes, proyectos de conjunto e intereses colectivos. Ante este dilema, consideramos pertinente plantear la siguiente interrogante: ¿Cuáles son las debilidades y fortalezas de los procesos endógenos de organización, gestión y gobernanza1 encaminados a la conservación en la selva?

Para responder a la pregunta, nos planteamos el siguiente objetivo: mostrar cómo un ejido (La Corona) se organiza, toma sus decisiones y controla sus recursos naturales, es decir, logra cierto avance en la gobernanza por medio del consenso, en un contexto de intensa articulación con el mercado, el cual despliega incentivos en sentido contrario, es decir, hacia la individualización y la privatización. Todo, sin desaprovechar la coyuntura caracterizada por la intensa relación hacia el exterior a través de los programas gubernamentales, asesorías de distintos actores (organizaciones no gubernamentales, académicos, gobierno), e innovando con nuevos productos para diversificar su oferta productiva. En donde una de las acciones centrales del ejido La Corona es precisamente la de la conservación.

 

Contexto macroeconómico con efecto en lo microeconómico

El proceso que analizamos se encuentra inmerso en un contexto que se caracteriza por su elevado recambio estructural, porque en un breve periodo se sucedieron virajes de fondo tanto a nivel nacional como estatal. Identificamos como los más importantes y con mayor repercusión en la región, los siguientes cambios:

1. Políticos, porque a nivel nacional y estatal, perdió el partido hegemónico que ocupó 70 años el poder y estableció redes amplias de clientelismo y corporativismo. De manera que el cambio permitió una mayor apertura, mayor presencia y participación de otros partidos en la región. Sin duda, este acontecimiento estuvo reforzado por el movimiento zapatista de 1994.

2. Económicos, porque el cambio de modelo de acumulación, que inició en 1982, pero que se reforzó de 1994 en adelante con la firma de varios tratados comerciales, significó una sostenida apertura comercial que obligó a introducir cambios en el patrón productivo. Cambios que aunque con rezago temporal, no dejaron de resentirse en los precios, en los ingresos y en las dinámicas cotidianas de la comunidad.

3. Sociales, porque hubo una desestructuración de las redes de alianzas entre las autoridades supralocales y las comunitarias que funcionaron al clásico estilo clientelar. Por lo que se desdibujó el tejido social, dando paso a nuevos modelos de participación y de organización.

4. Ecológicas, porque del discurso y programas para la apertura de las fronteras agrícola y pecuaria, se pasó a una exigencia de conservación de los recursos naturales, bloqueando en determinados momentos los apoyos para la ganadería, acusada de ser una de las causales mayores de la deforestación. A lo cual se vino a sumar la declaración de la veda forestal en 1987 y a consolidar las áreas de núcleo y amortiguamiento de una de las reservas más importantes de nuestro país y de Centroamérica: la reserva de los Montes Azules, a la que luego le sucedieron otras.

 

El ejido La Corona

El ejido La Corona se fundó en 1987 con 50 familias de ejidatarios provenientes de municipios de la región central de Chiapas: Socoltenango, Tzimol, Villa de Las Rosas y Amatenango del Valle. Para el año 2005, en el ejido se contaba con 55 ejidatarios.2 Algunos de ellos decidieron buscar otras alternativas fuera del ejido y tomaron la dura decisión de vender sus derechos agrarios a campesinos provenientes de los municipios de Ocozocoautla y Ocosingo (gráfica 1). Este fenómeno podría estar reflejando un incipiente mercado de derechos agrarios.

Originalmente, con habilidades sólo para la agricultura, ante la coyuntura de elevadas rentas derivadas de la ganadería, los ejidatarios están volcando ahora sus esfuerzos hacia esa actividad, de manera que se observa una acelerada incorporación de tierras para pastizales. Por otra parte, el aprovechamiento forestal no ha sido una actividad duradera. Lo fue cuando el desmonte inicial para hacer habitable el territorio y durante el tiempo en que operó el plan de manejo forestal "Marqués de Comillas".

Figura 1

Figura 2

Actualmente, la superficie que ocupa la comunidad asciende a 2 100 ha, de las cuales 450 se han destinado para un área de reserva natural y eventual venta de servicios ambientales, otras más pequeñas, denominadas "astilleros", se han destinado para el abasto de leña; mientras que el resto se utiliza para la agricultura y la ganadería, (ver mapa de localización del ejido en el contexto regional e imagen de satélite para ubicar el área de reserva ejidal y los ejidos colindantes).

Según el censo más reciente, realizado en el trabajo de campo de abril a junio del 2005, la población asciende a 266 personas. De las cuales sólo los ejidatarios con derechos agrarios están autorizados para opinar y votar en la Asamblea Ejidal, la que se erige como máxima instancia comunal en donde se ventilan y acuerdan las decisiones que inciden en la vida comunitaria. Por ejemplo, ahí se otorgan los permisos para que puedan regresar, ahora en calidad de pobladores, los exejidatarios que vendieron sus derechos agrarios.

La generación que propiamente nació en la selva es la que abulta el grueso de la población y son quienes no perciben como opción viable convertirse en productores agrícolas. Esta visión ha motivado a varios jóvenes a migrar fuera de la región; algunos inclusive se encuentran trabajando en Estados Unidos, desde donde envían remesas para sus familiares. En seguida transcribimos un testimonio:

Es bonito estar allá por el dinero, porque se gana un billete, se siente que estás quemándote en dinero y piensa uno que estando allá que alguien ahorre aquí. Cuando vienes aquí lo vienes a gozar tu dinero, lo suficiente y lo bueno es que aquí tienes amigos, compartes y sales, andas con carro nuevo, y con buenos pantalones y buenas camisas. En varias maneras te gusta estar allá, hay muchas cosas, lo que no te gusta es de que lo que ganas se gasta igual, ganas mucho pero gastas mucho. En la forma de cruzar también está duro cuando uno se va, uno arriesga, cruzas o no cruzas pero lo que vas a tener está llegando del otro lado, esté como esté el camino, llueva, relampaguee, pasa el aire, el frío, llueve bien frío, uno va buscando lugar, pero si uno ya conoció, ya sabe qué cosas le esperan.3

Es importante mencionar que muchas de las familias dijeron recibir periódicamente dinero que les envía algún pariente que está trabajando en Estados Unidos. Esto se refleja en la estructura de sus ingresos y en el volumen destinado para satisfacer algunas de sus necesidades de reproducción.

 

Rasgos de la dinámica productiva

El cultivo básico es el maíz, del cual nadie escapa y es básicamente para el autoconsumo. Se destina muy poco a la comercialización o intercambio. La mayoría de los productores son beneficiarios del programa Procampo. En el caso de los cultivos comerciales, no se ha establecido un sistema de cultivos estables, sino que los productores continuamente están experimentando nuevas opciones. Esto se debe entre otras cosas a la combinación de factores internos, tales como problemas técnicos y plagas, con factores externos, como la escasa demanda y precios a la baja. Después de haber experimentado pérdidas con los cultivos de la vainilla, chihua (calabaza) y chile, actualmente incursionan con jitomate, para lo cual han obtenido recursos financieros con los que están construyendo un pequeño invernadero. Esta intensa búsqueda refleja organización e innovación para la adopción de cultivos agrícolas (cuadro 1).

Cuestión distinta ha sido el caso de la ganadería bovina. Para ello, un incentivo clave ha sido el precio favorable que durante los últimos años ha prevalecido en la región. A esto hay que agregar que el programa gubernamental Progan (Proganadería), ha fortalecido la actividad al ir incorporando incluso a grupos de mujeres para el manejo de pequeños hatos. Empero, es justamente debido a esta actividad productiva por la que se ha iniciado un proceso de creciente diferenciación socioeconómica entre los integrantes de la comunidad.

En el cuadro 2, se muestra la estratificación interna que existe en función de la concentración del número de cabezas de ganado. El primer estrato no cuenta con cabezas de ganado vacuno, pero al menos hay un solo productor que tiene dos hectáreas de pastizal, lo que le permitirá en el corto plazo rentar la pastura y obtener ingresos. En un segundo momento podría obtener lo que se denomina ganado, a partir de algún otro ganadero que no tiene pastura suficiente para mantener su hato ganadero y con esto poder iniciarse en esta actividad. En un tercer momento podría obtener, mediante un programa gubernamental, algunas cabezas de ganado que le permitiesen pasar a otro estrato económico productivo.

De acuerdo con entrevistas realizadas a los habitantes, así se ha dado el crecimiento y la propagación de la ganadería.

En los estratos V y VI se localiza una mayor capacidad de acumulación, tanto de cabezas de ganado como de superficie con pastizales, lo que les permite estar en el centro de la actividad productiva más dinámica de la comunidad. La consolidación de su situación económica se da al concentrar un mayor número de vacas y vaquillonas que permitirán ampliar el hato ganadero, así como un número mayor de toretes que entran al proceso de comercialización, permitiendo ingresos para continuar con el ciclo reproductivo de la actividad ganadera.

Como se puede observar, todos los estratos participan de alguna forma en la dinámica de la ganadería. Una primera conclusión es que los productores han visualizado a la ganadería como una actividad productiva que genera mayores ganancias dentro de la comunidad. Por ejemplo, uno de los ejidatarios dijo que:

Lo que yo he hecho en mi ganadería, yo me preocupo por tener mejores vacas, lo hago de mi producción que es el sostén de mi familia, de alguna manera le busco. Por ejemplo, un semental me está saliendo casi en 15 000 o 18 000 pesos. Por lo que tenemos que sacrificar a nuestras familias en no comprar zapatos, o ropa e invertir ese dinero ahí, es lo que yo estoy haciendo. Hacen falta más apoyos del gobierno necesarios, ya que se necesitan buenos sementales para mantener una buena cruza, ya que hay gente que tiene entre 10 y 20 vaquitas y venden un becerrito de 120 kilos en los seis meses, entonces, esto ya no es negocio, porque tenemos que darle peso y mayor ganancia a los becerros.4

Nos hemos detenido un poco más de lo previsto en la cuestión ganadera, porque representa en sí una actividad que, estrictu sensu, entra en franca contradicción con la conservación de recursos forestales. Por lo que de entrada constituye un reto que en el futuro tendrán que afrontar los ejidatarios de La Corona. ¿Cómo lograr reducir la tensión entre la necesidad de contar con más superficie con pastos y mantener los recursos forestales?

 

Destino del ingreso

Para no quedarnos con los aspectos puramente productivos, se realizó una matriz para conocer el destino del ingreso, para lo cual se consideró el número de miembros de la familia y el flujo monetario para satisfacer algunas de sus necesidades en alimentación, salud y educación. Lo anterior, visto desde los estratos presentes en la comunidad.

Cuadro 3

Las diferencias observadas en el destino de los ingresos entre los estratos muestra indicios de un proceso de diferenciación en La Corona a partir de la incursión en la actividad ganadera. Se observa que hay una diferencia significativa de la cantidad de ingreso destinada a alimentos entre los estratos III, IV y VI, dado que tienen el mismo promedio de personas por familia. Incluso el que destina menos tiene un promedio mayor de personas por familia (6.6). Lo anterior es más claro aún si comparamos el estrato IV con el VI, que tienen exactamente el mismo promedio de número de personas por familia y una diferencia de 206 pesos de gasto destinado a alimentos. Esto nos habla también de las diferentes estrategias que las familias instrumentan a partir de las decisiones en el consumo y de sus intereses de inversión en la actividad ganadera.

 

Proceso de construcción institucional del ejido

Si bien el ejido de La Corona no participó directamente en el movimiento zapatista, los efectos centrífugos del movimiento repercutieron significativamente en la dinámica cotidiana de la comunidad, en las estructuras del poder regional (el corporativismo y el clientelismo) y en la ulterior reconfiguración territorial que terminó en una remunicipalización. Uno de estos efectos ha sido la mayor interconexión terrestre, pues la enorme derrama de la inversión pública permitió la conclusión de la carretera fronteriza y la construcción de caminos troncales y secundarios. Se ha dado también la apertura de nuevas oportunidades de gestión e ingreso de mayores recursos financieros hacia nuevos proyectos productivos. Este movimiento intensificó el arribo de nuevos actores nacionales e internacionales e incrementó la articulación de las fuerzas del mercado. En efecto, "fue en 1994, cuando la remunicipalización empezó a tener mayor posibilidad por el nuevo contexto político producido por el levantamiento zapatista" (Harvey, 2004: 186). Ha significado igualmente una ruptura con el poder municipal centralizado en la cabecera municipal de Ocosingo, que ha eliminado, entre otras cosas, el efecto negativo que ejercía la fricción espacial sobre la estructura de costos de transacción, es decir, el oneroso desplazamiento hasta la entonces lejana cabecera municipal de Ocosingo. Costos que, filtrados hacía el resto de la región, minaban los ingresos de las familias de productores.

Lo anterior también afectó la correlación de fuerzas existentes y permitió el surgimiento de condiciones favorables para el nacimiento de nuevas figuras asociativas que dieron impulso a nuevos objetivos de lucha incluyentes. Se diluye la presencia de la organización Julio Sabines y maduran el MOCRI, CNPA, y la UEJS (Harvey, 2004). El MOCRI vendrá a ser un elemento clave en la lucha por el aprovechamiento de la madera.

El proceso de organización endógeno en el ejido no ha sido unívoco ni ajeno a rupturas internas. Si algo caracteriza a la comunidad de La Corona han sido los procesos de organización discontinuos, con rupturas y diferenciación. Sin embargo, la inercia de este efecto se ve obstaculizada por la emergencia de fuerzas de recomposición. Efectivamente, lejos de que el desánimo, consecuencia del desgaste por las disputas, acarreara inmovilización, se desplegaron acciones de reconfiguración por medio de nuevas células de reagrupamiento social (figura 3). Lo anterior permitió redefinir los nuevos objetivos de la acción colectiva, constituyendo así los ideales, las metas, las esperanzas, y por lo mismo, la utopía. Como diría Zemelman:

La circunstancia de que la realidad se construye exige que sea repensada constantemente, incorporándose dimensiones que no están estructuradas, como todo aquello que emerge y que no necesariamente se reproduce con certeza, pero que conforma el contenido de esa materia con la que se pretende plasmar sentidos de historia (1987: 87).

La toma de conciencia, el compromiso, la identificación de pertenencia a un grupo, la necesidad de mayor visibilidad individual, la discusión como una herramienta para dirimir diferencias de opinión y de visión avanzan, pero también se desgastan dialécticamente, por varias razones:

1. Participación desigual que conduce a un compromiso y gestión no efectiva. Se amplia la presencia de los Free-Raiders (gorrones, gandallas), y los líderes innovadores terminan por corromperse o por abandonar, por desgaste, las acciones de organización y gestión.

2. Incapacidad de muchos comuneros de cooperar para los gastos de gestión. La mitad de los productores carecen de suficiente liquidez; muchos viven al día, sobreviven únicamente con lo que cosechan en sus parcelas de maíz. Y entonces esta incapacidad se traduce en exclusión, porque la gestión cuesta, hay que movilizar recursos humanos, y entonces la falta de liquidez se constituye en un factor que reduce la oportunidad individual.

3. Falta de consensos en los proyectos a impulsar. El consenso se mueve de acuerdo con los nuevos intereses determinados por los avances y retrocesos, y obviamente, por los cambios de contexto: incremento o decremento de precios de los productos que ellos cultivaban, cambios de políticas del gobierno federal y estatal.

4. Desánimo y desgaste por el recambio de representantes institucionales, porque rompe con la continuidad del proceso de gestión y trámites burocráticos. Mientras que los gastos, que muchas veces se hacen sacrificando otras necesidades, terminan por perderse.

5. Satisfacción de demandas iniciales y escasa visión para replantear nuevas y mayores demandas.

6. Incertidumbre externa por las muchas promesas de los actores y los pocos resultados y productos realizados. Incertidumbre interna, cambios de autoridades, cambios estacionales: lluvias, sequías, plagas.

No ha sido fácil el proceso de construcción institucional del ejido La Corona. En la figura 3 ilustramos la hoja de ruta histórica que refleja los vericuetos por los que han tenido que transitar los habitantes, sorteando las adversidades propias de todo proceso de construcción institucional, visto desde las tres vertientes: social, económica y ambiental; triada al parecer inseparable en el caso del ejido que aquí se estudia.

Un elemento muy importante en este proceso de institucionalización es la fuerte dependencia respecto del Estado para el financiamiento de las actividades productivas. Según esto, podemos decir que en esta construcción han participado de manera determinante dos factores básicos: las políticas públicas y la organización de los productores. La Corona ha sido parte de los nuevos ejidos de la Selva Lacandona que, por una parte, han jugado el papel de "campo experimental" de la política gubernamental dirigida a convertir a Marqués de Comillas en una región de plantaciones y, por otra, también es un ejemplo muy claro de los procesos de colonización y corporativización que han tenido lugar en la Selva Lacandona.

 

Fortalezas, oportunidades y potencialidades de La Corona

Hay claras evidencias y los datos muestran la existencia y construcción sostenida de instituciones de control y regulación endógenas. Por ejemplo, el nombramiento trianual de las autoridades ejidales, la conformación de cuadrillas para mitigar y controlar los incendios, el permiso que se les confiere a los "pobladores" (exejidatarios, hijos de ejidatarios que piden permiso para vivir en el ejido, sin tener derechos). Hay pues, una estructura de normas y sanciones que emanan de la máxima instancia de toma de decisiones que es la asamblea. Cárdenas y Ostrom (2004: 93) abonan en este sentido y ponen de relieve la importancia del contexto y de las instituciones porque afectan las decisiones de los individuos incentivando o inhibiendo la organización, ya que:

Las instituciones fortalecen las normas sociales que son consistentes con las reglas, permiten a los participantes reunir más o menos información sobre el comportamiento de los demás y también permiten a las personas premiar o castigar ciertos comportamientos con incentivos materiales o etéreos.

Entre otros muchos logros de los coroneños está la formación de técnicos comunitarios forestales. En ese sentido, ha habido una formación de capital social en este renglón. Esto representa una ventaja frente a otras comunidades. La reserva comunal, quizá como ningún otro proyecto, pondrá a prueba la cohesión interna y el grado de soporte de los disensos internos. Al respecto, un especialista refiere el asunto bajo los siguientes términos:

De acuerdo con las primeras experiencias del Plan de Manejo Forestal (...) no sin grandes dificultades en los primeros años de su implementación, a partir de 1995-1996 se aprecia que los ejidos se disponen en mayor medida a la conservación de las áreas de selva cuando tienen posibilidad real de su aprovechamiento económico (Marques, 2001).

No obstante, se ha identificado que "aun en ejidos parcelados, la expectativa del aprovechamiento forestal ha inducido la organización de grupos de ejidatarios e incluso ejidos completos, con el fin de establecer áreas forestales permanentes" (Marques, 2001).

Si aceptamos que el autocontrol o gobernanza local es un proceso no lineal, abierto, con avances y retrocesos, por ende cíclico y dialéctico, podríamos decir que hay distintos grados o niveles de autocontrol: 'débil', 'medio' y 'fuerte'. Lo anterior estaría denotando una situación inacabada, con ciertas características que ubican al autocontrol en un determinado grado a la hora del corte analítico. Los principales factores que dibujan el proceso son la participación incluyente, de género, de consenso, de transparencia y la rendición de cuentas. Los mecanismos de regulación y control endógeno, considerados todos como nuevas instituciones comunitarias y de acción colectiva, generados desde adentro y desde abajo; desde lo local, pero conectados con el mundo exterior. En este sentido, y dada la experiencia previa de La Corona, el movimiento zapatista no hizo sino fortalecer las instituciones que débilmente existían en el ejido y, obviamente, generar otras. El logro de objetivos trazados desde el equipamiento urbano-ejidal, hasta la captación de recursos productivos innovadores, pasando por la construcción del camino y la fuerte vinculación con organizaciones no gubernamentales, reflejan un nivel de organización en vías de fortalecimiento. Sin embargo, este proceso no es ajeno a rupturas y disputas, que terminan por traducirse en abono para una mayor dificultad de la gobernanza local. Es el caso, por ejemplo, de la emergencia de dos nuevas figuras organizativas que de alguna forma dividen a los productores, en vez de potenciarlos en una sola y tener más fortaleza y capacidad de gestión.

Los efectos del movimiento zapatista y el autocontrol que han ganado las comunidades en general, y La Corona en particular, no han repercutido con la misma intensidad sobre el desarrollo territorial. La razón estriba en que los movimientos sociales pueden introducir nuevos temas en la agenda política y modificar la correlación de fuerzas en una región en un plazo relativamente corto, pero para que esto se traduzca en modificaciones estructurales en un territorio se requieren periodos más largos, ya que es indispensable crear nuevas capacidades, consolidar instituciones y generar una redistribución significativa en la dotación de recursos. De manera que hay un desfase temporal, porque no hay paralelismo, simultaneidad, ni mucho menos linealidad entre movimiento, autocontrol y cambio estructural del territorio. Por ende, los procesos de gobernanza requieren de tiempos largos de maduración, durante los cuales los actores locales involucrados interioricen y se apropien de las potencialidades del autocontrol y autorregulación de que son capaces, no sólo para diseñar, sino para accionar sobre las condiciones de vida del presente y por tanto del futuro. Tienen que desembarazarse de la visión anterior y de las ideas influyentes y dominantes de los líderes con vicios de viejo cuño, surgidos en el corporativismo. Necesitan reconocer que existe una nueva situación y una nueva estructura de oportunidades para involucrarse de manera autónoma. Requieren fortalecer y construir las condiciones materiales que permitan el tránsito hacia el futuro, imaginar ex-ante y ex-post un escenario viable y suficiente en donde haya un nuevo patrón productivo, con diversificación aunada a la conservación; todo acompañado indefectiblemente hacia una mayor inserción en los contradictorios, pero necesarios, mecanismos de mercado.

Prácticamente de la extracción, es decir, del aprovechamiento forestal, pasaron al establecimiento de cultivos cíclicos y pastos para la ganadería. La estructura organizacional y productiva del ejido se fue reacomodando en fases sucesivas y con mayor grado de dificultad. Quizás por eso, las contradicciones y rupturas se hacen más evidentes en la medida en que cambia el patrón productivo y se articulan más intensamente al mercado. Los productores han transitado de actividades simples a actividades cada vez más complejas. Paradójicamente, mientras que el mercado demanda mayor complejidad, eficiencia y flexibilidad en la capacidad de respuesta y en la toma de decisiones de los productores, debilita al mismo tiempo el interés común, lo torna más vulnerable (y consecuentemente profundiza la diferenciación), porque la sensibilidad hacia la sobreoferta de los productos agrícolas (el chile, por ejemplo), termina deprimiendo los precios (por la inelasticidad de la demanda), con lo cual agrava el ingreso y la reinversión en los sistemas productivos locales. Quizás por esta relativa vulnerabilidad cíclica en que los coloca el mercado de productos convencionales y experimentada ex-post por los productores, es que le están apostando a nichos de mercados no convencionales, como el de los servicios ambientales, que en sí mismo exige conservar para poder cobrar. Las actividades centradas en la implementación, manejo y conservación de 450 ha destinadas exclusivamente para la conservación refleja la decisión colectiva en aras de buscar estrategias novedosas para insertarse en mercados emergentes. En la figura 4 se ilustra el proceso descrito anteriormente.

 

Debilidades y amenazas de La Corona

La ganaderización, que por principio operativo entra en franca contradicción con la conservación, a todas luces va ganando superficie empastada y amenaza con su terrible lógica de reducir a toda costa la selva subyacente. Los propios ejidatarios se declaran gustosos por el incremento reciente de los precios de la carne de bovinos y demandan cambios en los hatos para mejorar integralmente las condiciones productivas. Este proceso de reconversión productiva es quizá el de mayor peligro, hay ejemplos de hacia dónde desemboca, como el caso más aberrante del estado de Tabasco (Montoya, 1998).

El proyecto productivo que más impacto ha tenido en la comunidad de La Corona es el de un crédito para la cría de ganado. En el año 2000, 16 ejidatarios formaron una cooperativa para obtener un crédito para la adquisición de ganado vacuno. El crédito se los otorgó el Fondo Nacional de Empresas en Solidaridad. A diferencia de lo que pasaba con muchos campesinos, que por diversas razones no pagaban a tiempo los créditos que les daba el gobierno, esta cooperativa ha sido muy cumplida en los pagos y los socios han tenido éxito en sus operaciones. Algunos de ellos ya tienen 50 o 70 cabezas de ganado. Se dedican sólo a la cría, la engorda se hace en otra parte del estado. A pesar de que dependen de los coyotes (intermediarios) para la venta de su ganado, se ha dado un rápido proceso de capitalización, explicado por la organización, lo cual facilitó obtener un buen crédito y, sobre todo, por el trabajo duro y el ahorro.

En el año 2000 sólo seis de las 47 familias (12.7 por ciento) tenían ganado, mientras que en el momento del censo ese porcentaje ya ascendía a 48.9 por ciento. En esos cinco años el número total de cabezas de ganado en la comunidad pasó de 55 a 285. El éxito del proyecto de ganadería y de otros proyectos ha dado lugar a un proceso de estratificación interna, ya que un sector de las familias ha comenzado a tener mejores ingresos. El cuadro 4 muestra la distribución de la propiedad de ganado entre las familias de la comunidad.

La bonanza de quienes han incursionado con éxito en la ganadería ha hecho que otros ejidatarios sigan sus pasos, pero también ha generado envidias y hay quienes los acusan de concentrar la mayor parte de los apoyos que se consiguen para el financiamiento de proyectos.

El inicio de un proceso de estratificación interna en La Corona es innegable, aunque debe decirse que en algunos aspectos es diferente al esquema que tradicionalmente ha predominado en el campo mexicano. En primer lugar, los ejidatarios que han mejorado su situación no emplean fuerza de trabajo extrafamiliar o si la emplean lo hacen muy esporádicamente, es decir que, hasta el momento, se basan más en el trabajo familiar que en el trabajo ajeno. En segundo lugar, los beneficios no se concentran en un cacique, sino en un número mayor de ejidatarios. En tercer lugar, aunque algunos de los beneficiados han tenido puestos de representación en la comunidad, que les han permitido un acceso privilegiado a las relaciones con agentes externos, no se observa un patrón de corrupción o violencia para mantener la representación política o acaparar beneficios. Hasta la fecha, las diferencias pueden discutirse en las instancias comunitarias y no se ha llegado a una fractura irresoluble. Por último, cabe señalar que un factor decisivo para este proceso de mejoramiento ha sido la capacidad de formar grupos que presenten proyectos participativos. Este es el elemento determinante para tener acceso a recursos externos, lo que significa que ya no bastan los mecanismos clientelares, concentrados en un cacique, que tanto predominaron en el pasado.

El éxito de la ganadería en La Corona tiene un ángulo preocupante. De todas las actividades productivas es la que deja mayores ganancias, pero si crece extensivamente va a entrar en contradicción con la conservación de los recursos naturales. En La Corona están discutiendo este problema y analizan la posibilidad de desarrollar una ganadería más intensiva, que no implique mayor deforestación. Están tratando de combinar una actividad muy productiva con la protección del medio ambiente. La breve historia de La Corona está marcada por la constante tensión entre conservar la selva o darle usos agrícolas, forestales y ganaderos, que pueden acabar con ella en poco tiempo. Esta tensión se reflejó en muchas de las entrevistas que realizamos, como se puede ver en las siguientes opiniones:

Nos dimos cuenta de que todas las comunidades estaban destruyendo la selva para introducir pastura y ganado, y tomamos conciencia propia de conservar. Mediante asamblea general se estableció conservar un área de reserva, aunque esto nos ha llevado más de doce años de discusiones y negociaciones. Consideramos que ha valido la pena, porque esa área de reserva servirá para el reparto agrario interno cuando crezcan nuestros hijos y soliciten una parcela para trabajar.5

Cuándo hablábamos de conservar, una de las grandes ignorancias de nosotros era, '¿Para qué vamos a dejar la selva, si el gobierno dice que la tierra es de quien la trabaja y si no la trabajamos el gobierno nos lo va a quitar? O nos va a meter gente de otro lado, de reacomodo, mejor la aprovechemos lo tumbemos'. Ése era el argumento de la gente que no quería conservar. 'No actuemos de esta manera si nos lo van a quitar por lo menos nos tienen que decir por qué. Se nos considera que somos los destructores de la selva, entonces demostremos que no es así, que podemos conservar'. Pero igual había intereses de por medio, había gente que quería tener más terreno e ingresos para sobrevivir. Porque en ese tiempo se cotizaba la hectárea en trescientos pesos. Otro argumento era de que ellos no tenían ganado porque no tenían terrenos suficientes con pastura.6

Queramos o no, la ganadería va en aumento. Hay que entrarle a la par con captura de carbono, si no se va a acabar la selva.7

 

Del área de reserva a la venta de servicios ambientales

Desde su arribo a la selva, el aprovechamiento forestal se colocó en el centro de la disputa, primero entre los ejidatarios y su apoderado, Arnulfo Corona, y luego con el gobierno del estado. El aprovechamiento de la madera de especies bien cotizadas atrajo la ambición de muchos. La experiencia adquirida en esta etapa, no fue del todo mala: dejó en la mente de varios la idea de ganar dinero en el largo plazo con la venta de madera. Después vendrían los magros resultados del Plan de Manejo Forestal, de nueva cuenta un proyecto no controlado por ellos (los habitantes del ejido La Corona), pero, eso sí, muy cacareado por el Estado: era una especie de punta de lanza en medio de un discurso sobre las bondades del desarrollo sustentable, que enarbolaba la entonces recién fundada Semarnap. Definitivamente, estos fenómenos dejaron amplia huella en todos los miembros de la comunidad.

El sector maderero es un sector complejo y problemático porque opera con tiempos muy largos, demanda alta inversión de capital para las labores de extracción y si se aspira a agregarle valor requiere de instalaciones adecuadas y técnicos eficientes. Hay que andar con mucho cuidado. Por eso, el planteamiento actual de la reserva natural comunal para vender servicios ambientales llama mucho la atención. Al respecto habrá que estudiar más todavía los efectos reales de la veda forestal en 1989 y luego el gran incendio de 1998, ambos hechos con saldos negativos, que mellaron las conciencias de los comuneros. Es posible que la conjugación de esas percepciones haya sacado a flote la necesidad de conservar.

Sin embargo, a las características del manejo de los recursos forestales enumeradas arriba habría que agregar que contienen una doble figura: son bienes públicos locales, pero cumplen funciones globales, por la sencilla razón de que pueden satisfacer necesidades para el abasto de madera, leña y otros productos que conforman una especie de canasta forestal local, pero también cumplen con una serie de servicios ambientales a nivel global, servicios ambientales deslocalizados, lo que les permite acceder a mercados de productos intangibles internacionales, en donde hay países que compran el servicio de captura de bióxido de carbono, una forma de adquirir el derecho a emitir CO2. Constituyen, en este sentido, una base de recursos con potencial, con la restricción mencionada.

Por tanto, podemos decir que alrededor de los recursos forestales, y quizá por eso el foco en que se ha colocado a la segunda reserva más importante en América Latina (Montes Azules), se configuran múltiples intereses, desde los que van directo al cumplimiento de la normatividad para el manejo y cuidado de la reserva, hasta los organismos o empresas compradoras del servicio, pasando por instituciones que hacen las veces de certificadoras de estándares mínimos de captura de CO2, por no mencionar las que requieren de legitimidad de sus programas y políticas institucionales. Por todo ello encontramos que los recursos forestales penden de varios controles que varían de escala:

1. Control local. Vigilar el cumplimiento de los acuerdos internos para que la reserva cumpla con los mínimos que exigen la certificadora y los compradores internacionales: trabajo comunitario, limpia, poda, aclareo, etcétera.

2. Control de la certificadora. Por medio del monitoreo y evaluación de las actividades de manejo.

3. Control de otras financiadoras. Por medio de la evaluación y supervisión de la inversión: Prodefor, Consejo Mexicano para la Silvicultura, Ambio.

4. Control de las empresas compradoras a nivel internacional (Montoya, 2001). Que compran el derecho para contaminar, en virtud de la deslocalización de sus externalidades negativas, y de las exigencias cada vez mayores por los acuerdos internacionales: Río, Kyoto, Johannesburgo, y los acuerdos del Milenio.

Como se puede deducir, no es fácil encontrar y conceptualizar una gobernanza, un autocontrol efectivo sobre los recursos forestales y la comunidad. El proyecto depende de muchos factores que están fuera de las manos de los comuneros. Sin embargo, cabe destacar que los que pueden abortar o continuar el proyecto son ellos. Inclusive el hecho mismo de su decisión para la conformación de la reserva fue una decisión de conjunto. En los riesgos están las oportunidades, y por eso la experiencia de La Corona habrá que seguirla con mucho cuidado.

 

Conclusiones

Los logros objetivos que ha logrado la población de La Corona reflejan procesos de autocontrol, de gobernanza local, sin embargo, ello ha sido posible no sin el ajuste de cuentas internas, de facturas sociales, es decir, costos internos, que se han traducido en rupturas, conflictos y diferenciación. Es muy sintomático lo que Petras (2004: 16) dice al respecto:

(...) Al mismo tiempo, la democracia le ha servido al movimiento popular a fin de crear espacios para la acumulación y la movilización de las fuerzas de oposición y resistencia. En este sentido —esto es, como desarrollo "desde abajo"— la democracia puede verse como un arma de dos filos, uno de ellos progresista.

El proceso de autocontrol o gobernanza local genera avances con retrocesos, si bien los ejidatarios han ido mejorando sus condiciones de vida, distan de estar cerca de niveles de autosustentabilidad. Todavía siguen siendo muy dependientes, no sólo de los recursos externos, sino de las condiciones que impone la naturaleza. Por ejemplo, no tienen satisfechas sus necesidades de abasto de agua, la mayor parte de la agricultura es de temporal. Frecuentemente hay interrupciones de energía eléctrica y su grado de comunicación con los centros urbanos en donde se abastecen de insumos importantes es muy bajo. Por lo mismo, sus productos no encuentran mercados ni en tiempo ni en forma: el mercado los hace depender de la cadena de intermediarios que opera en la región. Por no mencionar su elevada vulnerabilidad a los cambios drásticos y continuos de los precios y demandas del mercado, ante las cuales su capacidad de respuesta, por todo lo mencionado, tiene un amplio efecto de rezago. Es decir, cuando los productores actúan sobre las fluctuaciones de los precios, detienen el proceso productivo, pero para entonces el espacio de demanda efectiva (el contexto) ya cambió. Todo esto no niega un avance en cuanto a la estructura productiva, comandada por la producción ganadera y por el potencial de venta de servicios ambientales. Pero, para lograr un desarrollo sustentable, todavía es muy larga la ruta por la que tendrá que transitar la acción común de los habitantes de La Corona.

 

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Notas

* Los autores reconocen el apoyo del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC, Ottawa, Canadá), a través del Programa Colaborativo de Investigación sobre Movimientos Sociales, Gobernanza Ambiental y Desarrollo Territorial Rural.

1 La gobernanza ambiental se refiere a la regulación del control, acceso, distribución y formas y modalidades de uso y sostenibilidad de los recursos naturales por instituciones públicas y privadas. Así, se regula también la relación entre sistemas sociales y ecológicos, (Abramovay, 2005). Entre los principios que se citan con relación a gobernanza ambiental y que pueden ayudar a caracterizarla, se puede mencionar: a) participación de diversos actores en audiencias públicas; b) rendición de cuentas respecto a las responsabilidades asumidas por los diversos actores; c) subsidiariedad, en el sentido que las decisiones ambientales se toman a los niveles más a la escala de los problemas que tratan; d) la transparencia del proceso y la capacidad de intervención en cualquier momento; y, e) transversalidad de los temas de ambiente a todas las actividades de gobierno (tanto estatal, como privado). Para mayor información, ver Marco Conceptual para el Programa Movimientos Sociales, Gobernanza Ambiental y Desarrollo Territorial Rural, RIMISP, 2006.

2 Trabajo de campo, levantamiento censal en el ejido La Corona, al 30 de junio de 2005.

3 Entrevista con ejidatario de La Corona que migra periódicamente hacia Estados Unidos, mayo de 2005.

4 Entrevista con ganadero ejidatario de La Corona, abril de 2005.

5 Entrevista con ejidatario de La Corona, abril de 2005.

6 Entrevista con ejidatario de La Corona, junio de 2005.

7 Entrevista con técnico encargado del proyecto de captura de carbono en La Corona, abril de 2005.

 

Información sobre los autores

Guillermo Montoya Gómez. Candidato a doctor en Economía Agrícola por la Universidad Nacional Autónoma de México; maestro en Economía Agrícola por la Universidad Nacional Autónoma de México. Trabaja sobre el desarrollo sustentable en el sector primario, con énfasis en la producción agrícola de las economías familiares campesinas, el subsector forestal y la nueva relación entre lo rural y lo urbano, en lo que respecta a la oferta de servicios ambientales. Recientemente ha contribuido a la elaboración del Programa de Ordenamiento Territorial para el Estado de Chiapas (PEOT). Actualmente es jefe del departamento y de la línea de investigación de Gestión Regional de Recursos Naturales, el cual conforma un grupo de trabajo en los estados de Campeche, Quintana Roo y Chiapas. Es investigador Nivel I del SIN en El Colegio de la Frontera Sur, unidad San Cristóbal de Las Casas. Correo electrónico: gmontoya@sclc.ecosur.mx

José Francisco Hernández Ruiz. Licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Chiapas. Áreas de interés: economía de los recursos naturales, economía campesina, desarrollo regional sustentable. Participa como técnico académico en el Departamento de Gestión Regional del Colegio de la Frontera Sur. Correo electrónico: jfhernan@sclc.ecosur.mx

Alfredo Velasco Pérez. Licenciado en Economia por la Universidad Autónoma de Chiapas. Areas de interés: economía campesina, economía informal y desarrollo regional sustentable. Actualmente colabora en el departamento de Gestión Regional de El Colegio de la Frontera Sur. Correo electrónico: velasco32@univision.com

Luis Reygadas Robles Gil. Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa; maestro en Ciencia Política y doctor en Antropología. Ha publicado siete libros y diversos artículos sobre movimientos sindicales, desigualdad social, participación de la sociedad civil frente a los tratados de libre comercio y problemática de las mujeres trabajadoras de maquiladoras en México y Guatemala. Durante los dos años recientes ha trabajado en el proyecto de investigación "Nuevas rutas de la desigualdad en América Latina", con el que obtuvo una Beca Rockefeller en Humanidades. Uno de los ejes centrales de dicha investigación ha sido el análisis de las acciones y movimientos sociales frente a la desigualdad. Correo electrónico: lreygada@netvoice.com.mx

Teresa Ramos Maza. Profesora investigadora del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Licenciada en Economía, con maestría en Antropología y candidata al doctorado en Antropología. Especialista en cuestiones de género en el medio indígena, ha realizado diversas investigaciones y publicado artículos sobre alternativas tecnológicas en agricultura y mujeres indígenas en Chiapas. En sus investigaciones ha combatido el estereotipo de la mujer víctima, mostrando los esfuerzos y capacidades que las mujeres indígenas despliegan mediante estrategias familiares, relaciones con otras mujeres y participación en proyectos productivos y organizaciones sociales. Correo electrónico: teresarm@prodigy.net.mx

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