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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.12 no.49 Toluca Jul./Set. 2006

 

Problemas de la inserción laboral de la población juvenil en América Latina*

 

Problems of the labour insertion of the young population in Latin America

 

Jürgen Weller

 

Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

 

Resumen

En contra de ciertas expectativas, las condiciones de la inserción laboral de la población juvenil no mejoraron durante la década de 1990 ni lo han hecho recientemente. En este artículo se revisan las principales hipótesis que han sido planteadas para explicar el elevado desempleo juvenil y, con base en un procesamiento especial de las encuestas de hogares de tres países (Argentina, Costa Rica y Venezuela), se analiza el impacto de diferentes variables (educación, género, características socioeconómicas del hogar, ciclo económico) en la inserción laboral de la juventud. Se incluye una perspectiva dinámica, al observar elementos de la trayectoria laboral de cohortes etarias específicas.

Palabras clave: mercado de trabajo, jóvenes, desempleo juvenil, trayectorias laborales, América Latina, Argentina, Costa Rica, Venezuela.

 

Abstract

Contrary to certain expectations, during the nineties and the first years of the present decade, the conditions of the integration of young people into the labor market have not improved. In this article the main hypothesis about the high youth unemployment are reviewed and, based on a special processing of household surveys of three countries (Argentina, Costa Rica, and Venezuela), the effect of different variables (education, gender, socio-economic characteristics of the household, the economic cycle) on the labor market integration of young people is analyzed. By observing elements of the labor market trajectories of specific age cohorts, a dynamic perspective is included.

Key words: labor market, youth, youth unemployment, labor market trajectories, Latin American, Argentina, Costa Rica, Venezuela.

 

Introducción

Una característica de los mercados de trabajo latinoamericanos es la persistencia de graves problemas para la inserción laboral de hombres y mujeres jóvenes, sobre todo, elevadas tasas de desempleo y alta precariedad en el trabajo. Por razones económicas y sociales, esto es motivo de preocupación tanto para las autoridades públicas como para la sociedad en general. Entre estas razones se pueden mencionar las siguientes:

1. Los problemas de inserción laboral generan dudas sobre la eficiencia de la inversión en educación y capacitación, y por lo tanto, sobre las perspectivas del crecimiento económico.

2. Una débil acumulación de experiencia laboral incidiría negativamente en los ingresos futuros de los individuos jóvenes.

3. Un desfase entre las características de la educación y de la demanda laboral tiende a cerrar el canal de la movilidad social, con lo que se agravan los problemas estructurales de la mala distribución del ingreso en la región.

4. La inserción laboral débil, temprana o tardía, relacionada frecuentemente con altos niveles de deserción escolar, afecta sobre todo a jóvenes procedentes de hogares pobres, con lo que hay una alta probabilidad de una transmisión intergeneracional de la pobreza.

5. Jóvenes con inserción laboral precaria son una parte importante de la población de riesgo con problemas de adaptación y marginación social.

Frente a estas preocupaciones, tanto tendencias de la oferta como de la demanda laboral crearon en años recientes expectativas de una mejoría de la inserción laboral de la población juvenil. Entre las primeras vale resaltar el cambio demográfico y la evolución de los sistemas educativos. Con el descenso de las tasas de crecimiento demográfico, las nuevas cohortes entrantes a los mercados de trabajo forman una proporción decreciente de la población en edad de trabajar. A la vez, la expansión de los sistemas educativos tienen un doble efecto respecto a la oferta laboral juvenil: primero, un efecto cuantitativo, pues la mayor permanencia de losjóvenes en el sistema escolar reduce la participación laboral, lo que limita la competencia intrageneracional y debería mejorar sus ingresos relativos; y segundo, un efecto cualitativo, ya que los jóvenes entran al mercado de trabajo con mejores niveles educativos. En consecuencia, del lado de la oferta, una menor presión de participación laboral juvenil y una mayor calidad de la mano de obra de las nuevas cohortes entrantes a los mercados de trabajo tenderían a favorecer la inserción laboral de los jóvenes.

Al mismo tiempo, en la discusión sobre cambios recientes en la demanda laboral se ha hecho énfasis en que habría un sesgo en favor de la mano de obra más calificada, a causa del cambio tecnológico y la creciente competencia en los mercados, fomentada sobre todo por la apertura comercial. Un papel importante juegan en este contexto las tecnologías de información, a las cuales las nuevas generaciones tendrían una mayor adaptabilidad, ya que están creciendo junto a ellas. Por otra parte, la reestructuración sectorial, por lo menos en parte, tendería a favorecer el empleo juvenil, ya que en algunas de las actividades con mayor generación de empleo hay una elevada representación de jóvenes hombres y mujeres empleados. Finalmente, tanto en las actividades que requieren altos niveles de calificación, como en aquéllas de calificación intermedia, hay una elevada presencia de mujeres, lo que facilita una mayor inserción laboral de las mujeres, entre ellas de mujeres jóvenes.

De esta manera, se supondría que las tendencias tanto de la oferta como de la demanda favorecerían a los jóvenes y las jóvenes, mientras precisamente personal de mayor edad formaría la mayor parte de los "perdedores" de las reestructuraciones económicas y tecnológicas en curso. Sin embargo, los datos disponibles indican que la inserción laboral de la juventud no ha mejorado ni en términos absolutos ni en términos relativos. En consecuencia, igual que a nivel global, a nivel regional hay una fuerte preocupación sobre las perspectivas de inserción laboral juvenil y las políticas aptas para mejorarlas.

En este trabajo analizamos las características de la difícil inserción laboral de la población juvenil para contribuir al entendimiento de las causas correspondientes. Para esclarecer el contexto, primero se presentan las principales tendencias recientes a nivel de la región en su conjunto y se revisan las principales hipótesis que se han planteado al respecto. Después, con base en un procesamiento especial de las encuestas de hogares de tres países de la región (Argentina, Costa Rica, Venezuela), se analizan los factores que están detrás del elevado desempleo juvenil y se trata la relevancia que tienen las características del hogar, el género y la educación en la inserción laboral juvenil. En la sección siguiente se ofrece una visión más dinámica, en donde se analiza el proceso de inserción laboral de cohortes etarias específicas. El trabajo concluye con una discusión de los principales resultados a la luz de las hipótesis adelantadas.

 

Inserción laboral juvenil en América Latina e hipótesis explicativas

La evolución del mercado de trabajo latinoamericano en la década de 1990 y a inicios de la presente década fue poco satisfactoria. Destacan el aumento del desempleo a niveles que, durante los últimos años, han superado aquéllos de la crisis de la deuda externa a inicios de la década de 1980, así como el aumento de la informalidad y de la precariedad de la estructura ocupacional.1 Esta evolución general afectó las características de la inserción laboral de la juventud.2

Dos tendencias destacan respecto a la participación laboral juvenil en el mercado de trabajo. Una es la caída de la tasa de participación de los hombres; la segunda, el aumento de la tasa de participación de las mujeres. En consecuencia, se achicó la brecha de la participación entre hombres y mujeres.

Como saldo de estas tendencias opuestas, tanto hombres como mujeres jóvenes registraron un leve aumento de la participación laboral, el cual fue, sin embargo, claramente menor que aquél de los adultos (cuadro 1). Como, además, la transición demográfica implica que en América Latina el número de hombres y mujeres jóvenes está creciendo menos que el número de hombres y mujeres adultos, el menor aumento de la participación laboral juvenil refuerza la tendencia de un descenso de la proporción de población juvenil en la fuerza de trabajo. Si bien esto tiende a mejorar su situación competitiva relativa en el mercado de trabajo, la fuerza de trabajo de la región todavía es eminentemente joven.

La caída de la participación laboral de los hombres jóvenes refleja su mayor permanencia en el sistema educativo, como lo indica el aumento de la proporción de los estudiantes como porcentaje del grupo etario correspondiente. A la vez, bajó la participación de los "otros inactivos",3 que es el grupo que contiene el principal contingente de jóvenes en mayor riesgo de exclusión y marginación. Por el aumento del peso de los estudiantes y la reducción de la proporción de los "otros inactivos", la baja de la tasa de participación laboral de los jóvenes es una tendencia positiva. Sin embargo, todavía persisten problemas al respecto, como lo indica, por ejemplo, la persistencia de una elevada participación laboral de los jóvenes de entre 15 y 19 años y el hecho de que más de cinco de este grupo etario pertenece a los "otros inactivos".

También entre las mujeres jóvenes aumentó la proporción de estudiantes, lo que indica que su mayor participación laboral no condujo a ninguna caída de la atención al sistema escolar. Más bien cayó marcadamente la proporción de las jóvenes que se desempeñan en oficios domésticos y de las "otras inactivas". El aumento paralelo de la atención educativa y de la inserción laboral puede considerarse como otra tendencia positiva. Nuevamente, eso no significa que los problemas de inactividad laboral estén superados, como indica el hecho de que una de cada cinco mujeres jóvenes de entre 15 y 19 años se ocupa de oficios domésticos, lo que restringe severamente las condiciones de una futura inserción al mercado de trabajo.

Respecto de la tasa de ocupación juvenil, se observan tendencias similares, a saber, una caída de la tasa en el caso de los hombres y un aumento en el de las mujeres. En consecuencia, igual que en el caso de los adultos, la brecha entre hombres y mujeres se está reduciendo, si bien sigue siendo considerable.

La tasa de desempleo de hombres y mujeres jóvenes más que duplica aquélla de los adultos (16.1 contra siete por ciento a inicios de la presente década), y la brecha entre jóvenes y adultos es parecida para hombres y mujeres. En el periodo reciente, el desempleo aumentó para todos los grupos, pero en términos proporcionales, más para los adultos, de manera que la brecha entre ellos y los jóvenes disminuyó levemente.4 Entre la gentejoven, la tasa de desempleo de las mujeres supera a aquélla de los hombres en casi la mitad, sin que se observaran mayores cambios en el periodo reciente.

Para explicar los problemas de inserción laboral de hombres y mujeres jóvenes se ha planteado las siguientes hipótesis:5

1. Si bien en términos cuantitativos el nivel educativo ha subido en la región, hay graves problemas de calidad y falta de adaptación a la demanda de parte de los sistemas de educación y de formación profesional. Por lo tanto, el mayor número de años estudiados no da una ventaja especial a la población juvenil para que se inserte exitosamente al mercado laboral.

2. El desempleo juvenil más alto es resultado normal del funcionamiento del mercado de trabajo. En una versión, esta hipótesis se refiere al proceso de matching entre oferta y demanda: Debido a los problemas de información incompleta —tanto de los jóvenes respecto a las empresas, como al revés— los primeros empleos típicamente son de corta duración y los y las jóvenes quedan desempleados rápidamente. Con el transcurso del tiempo, ambas partes acumulan información y experiencia, y las relaciones contractuales se hacen más estables, con un impacto favorable en el desempleo. Una versión de esta hipótesis hace énfasis en que la población juvenil ajusta sus expectativas —inicialmente quizás inadecuadas— al acumular experiencia laboral.

3. Otra hipótesis concentrada en el funcionamiento del mercado de trabajo hace referencia a los costos laborales (salario mínimo, costos no salariales), que serían elevados para los y las jóvenes, tomando en cuenta su baja productividad al inicio de su vida laboral. Por lo tanto, se restringe su contratación.

4. La alta volatilidad económica y específicamente las frecuentes crisis económicas afectan, sobre todo, a los jóvenes, ya que en estas situaciones típicamente son los primeros en ser despedidos y los últimos en ser contratados.

5. No existe un problema general de inserción laboral de los hombres y las mujeres jóvenes, primero porque los datos en parte reflejan una "ilusión óptica" (por ejemplo, debido a la concentración de buscadores de primera vez entre los jóvenes); segundo, por el hecho de que los hombres y las mujeresjóvenes quejefaturan un hogar generalmente registran indicadores laborales más favorables, lo cual indicaría que una parte del problema laboral de la población juvenil que no es jefe de hogar refleja la menor presión laboral que existe en estos casos, y tercero, porque las cohortes etarias que sufren malos indicadores laborales, al insertarse al mercado de trabajo, típicamente los mejoran a lo largo de su vida laboral.

Revisando estas hipótesis, resulta importante distinguir si los problemas de inserción laboral de la población juvenil se concentran en problemas de acceso —causados, por ejemplo, por una falta de concordancia entre sus habilidades y conocimientos y las pautas de la demanda laboral o por altos costos laborales debido a un salario mínimo que no refleja su productividad— o en las características de inserción, como una alta rotación entre el empleo y el desempleo, como lo sugeriría, por ejemplo, la hipótesis de los procesos del matching.

 

La dinámica del desempleo juvenil

Para avanzar en el análisis de los factores que explican el elevado desempleo juvenil, en el cuadro 2 se muestran, para los tres países para los cuales se llevó a cado un procesamiento especial de sus encuestas de hogares, los periodos de búsqueda para hombres y mujeres jóvenes, en comparación con los adultos.6

En los tres países bajo estudio prevalecieron situaciones en que el tiempo de búsqueda del conjunto de jóvenes es igual o menor que aquel de los adultos. Las principales excepciones son Argentina en 1999 y Costa Rica en 1994, siendo las circunstancias opuestas: mientras en Costa Rica en 1994 se registró una caída bastante generalizada del tiempo de búsqueda entre 1990 y 1994, que fue más fuerte para los adultos que para los jóvenes, en Argentina, en 1999, los tiempos de búsqueda se alargaron, lo que afectó más a la gente joven que a los adultos.

En consecuencia, los datos del cuadro indicarían que no existe una situación generalizada de problemas mayores de acceso al mercado de trabajo para la poblaciónjuvenil, en comparación con los adultos, ya que aquéllos generalmente consiguen un empleo en el mismo plazo o más rápidamente que éstos.7 Sin embargo, en la comparación por sexo, el tiempo de búsqueda de las mujeres jóvenes típicamente (con la excepción de Argentina 1986 y 1990) es mayor que aquél de los hombres, lo que subraya los mayores problemas que ellas tienen para ingresar al mercado de trabajo.

Por otra parte, como lo indica el cuadro 3, existen marcadas diferencias en el tiempo de búsqueda entre cesantes y los que buscan trabajo por primera vez. Esta pauta es vigente tanto para jóvenes como para adultos e indica la relevancia de la experiencia laboral como factor clave para la inserción al mercado de trabajo. De esta manera, el problema de acceso se concentra en la primera búsqueda, lo que subraya la importancia de mecanismos de apoyo para esta primera inserción laboral. Si comparamos, por otra parte, el tiempo de búsqueda para los cesantes, encontramos que hay pocas diferencias entre jóvenes y adultos. Más bien prevalecen plazos de búsqueda más largos para los adultos, de manera que para los y las jóvenes no se observan mayores barreras de entrada que para los adultos.

Si la causa principal del alto desempleo juvenil no son las limitaciones generalizadas a la "salida" del desempleo, una gran parte de su origen debe estar en la mayor "entrada" de jóvenes al desempleo, en comparación con los adultos. Son dos los componentes que explicarían esta diferencia. Primero, para la mayoría de los activos, su primera búsqueda de empleo se da cuando son jóvenes o adultos jóvenes, de manera que entre estos grupos etarios hay un grupo relevante de "primeras entradas" al desempleo que no existe con el mismo peso entre los adultos. En el grupo más joven generalmente entre una cuarta y una tercera parte de los desempleados son personas que buscan trabajo por primera vez, y entre el grupo siguiente típicamente lo son alrededor de 15 a 20 por ciento, mientras esta tasa desciende fuertemente para los grupos etarios siguientes (Weller, 2003: 36). En consecuencia, una parte importante del alto nivel del desempleo juvenil se debe a la incorporación de nuevos buscadores de empleo.

Sin embargo, aun si se toma en cuenta que la brecha de las tasas de desempleo entre jóvenes y adultos es menor si se excluyen los buscadores por primera vez, esta brecha sigue siendo significativa. Esto se explica por un segundo factor que incide en la "entrada" al desempleo, ya no desde la inactividad, sino desde el empleo, sea en forma de despido, sea en forma de renuncia. Como plantea Martínez (1998), con tasas de desempleo más altas y periodos de búsqueda igual o menor para los jóvenes, debe de haber una mayor rotación de jóvenes entre el empleo y el desempleo. Como proxy para este flujo entre el empleo y el desempleo, en el cuadro 4 se presenta la ratio entre las personas recién cesantes —cesantes que buscan trabajo desde hace hasta un mes en Argentina y Venezuela, y desde hace menos de un mes en Costa Rica— y el número de ocupados para diferentes grupos de edad. De hecho, se observa claramente que esta proporción es más alta entre jóvenes, el grupo etario de 15 a 18 años generalmente registra una tasa que duplica o triplica el promedio.8 La ratio entre los cesantes recientes y los ocupados desciende con la edad. Este resultado coincide con la hipótesis de un proceso de matching, según el cual la permanencia en el puesto de trabajo aumenta con la edad, después de un proceso en que los jóvenes forman sus expectativas laborales, conocen gradualmente el mundo laboral, desarrollan las habilidades requeridas etc., proceso durante el cual —por renuncia o despido— salen frecuentemente de sus puestos de trabajo.

En consecuencia, si bien no se puede negar que existen problemas de acceso de jóvenes al mercado de trabajo, sobre todo para quienes buscan trabajo por primera vez, gran parte del alto desempleo juvenil (en comparación con los adultos) se explica por la concentración del inicio de la inserción laboral durante los años de juventud y por la mayor rotación entre el empleo y el desempleo que caracteriza a la población juvenil, en comparación con los adultos. Este resultado, por lo menos, relativiza el alcance de los argumentos que explican el alto desempleo juvenil con problemas de acceso, sea por la incongruencia entre las habilidades adquiridas y las demandadas, sea por altos costos laborales impuestos por un elevado salario mínimo.

 

Las características del hogar y la educación

¿Cómo influye la situación socioeconómica del hogar en la inserción de los y las jóvenes? Primero hay que resaltar que la situación laboral típicamente es mejor para los y las jóvenes que son jefes de hogar que para aquéllos que no lo son. Sin embargo, este resultado es, en parte, tautológico, dado que la definición de la jefatura de hogar frecuentemente pasa por la sustentación económica de los demás miembros.9

Más interesante es la relación entre la condición laboral de quien jefatura el hogar y de los hombres y mujeres jóvenes que conviven con aquél. La hipótesis típica al respecto es que el desempleo del jefe de hogar presiona a la fuerza de trabajo secundaria, sobre todo a los hombres y mujeresjóvenes, a buscar empleo para compensar la falta de ingresos de quien normalmente sería la principal persona perceptora.

De hecho, generalmente la tasa de participación es más alta en el caso de la población juvenil cuyo jefe o jefa de hogar está en el desempleo que en el caso de los jefes ocupados (cuadro 5).10 Frecuentemente, la tasa de participación es incluso más alta entre jóvenes cuyo jefe o jefa de hogar se dedica a los oficios de hogar. Esta situación puede considerarse como situación estructural, donde la personajoven es la principal proveedora de ingresos, de manera que la presión de insertarse laboralmente se asemeja a la situación de hombres y mujeres jóvenes que jefaturan un hogar. En contraste, el desempleo del jefe o la jefa de hogar puede ser una situación de más corto plazo, por lo que la búsqueda de inserción laboral del individuo joven puede ser transitoria.

Entre los hombres jóvenes, el desempleo es típicamente más alto en los casos cuyo jefe de hogar también está desempleado. Para ello puede haber dos explicaciones: primero, justamente por tratarse de situaciones más transitorias, en que en parte importante de los buscadores de empleo lo hacen en reacción a la cesantía del jefe de hogar, habría una mayor frecuencia de entrada al desempleo que en los otros dos grupos (jefe de hogar ocupado, o en oficios del hogar) lo que —con las mismas probabilidades de encontrar empleo— redundaría en una tasa de desempleo más alta; la segunda explicación sería que existe un vínculo intergeneracional, donde el desempleo del jefe de hogar afectaría negativamente las oportunidades de empleo de los jóvenes.

Entre las mujeres jóvenes, solamente en Venezuela la pauta es parecida, respecto al alto nivel de desempleo en el grupo cuyo jefe de hogar también es desempleado. En los otros dos países, los datos oscilan mucho, en parte probablemente por la pequeñez de las submuestras correspondientes.

La educación generalmente es vista como elemento central para mejorar la inserción laboral de la población juvenil y se ha constatado que un mayor nivel educativo reduce el riesgo de desempleo (Diez de Medina, 2001b: 14). Sin embargo, otros han cuestionado la efectividad de la educación como vehículo para mejorar inserción laboral.11 De hecho, los datos de los tres países bajo estudio muestran un cuadro heterogéneo respecto a la relación entre el nivel educativo y el desempleo (cuadro 6).

En Argentina, entre las mujeres jóvenes inicialmente hay una clara relación negativa entre el nivel educativo y el desempleo. Esta relación se debilita en el transcurso de la década de 1990, cuando las mujeres de todos los niveles educativos sufren de tasas de desempleo sumamente altas. Entre los hombres jóvenes, solamente los más educados se diferenciaban por un desempleo claramente menor que los otros grupos educativos. En 1999, la crisis elevó el desempleo de este grupo (el "desempleo académico") a un nivel similar a las tasas de desempleo de los otros grupos educativos.

En Costa Rica, como inicialmente en Argentina, entre las mujeres jóvenes un mayor nivel educativo generalmente reduce el riesgo del desempleo. Entre los hombres, los niveles de desempleo son similares para los diferentes grupos educativos, si bien destaca el alto desempleo para el grupo mejor educado a fines de la década de 1990. En Venezuela, tanto entre hombres como entre mujeres, se muestra una pauta de una "u inversa": se registran los niveles más bajos de desempleo en los grupos educativos más bajo y más alto, mientras el desempleo es más alto en los grupos intermedios, destacando el grupo de seis a nueve años en el caso de los hombres y de diez a doce años en el de las mujeres. Durante la crisis de fines de los años noventa, el desempleo subió marcadamente para todos los grupos.

En general, si bien con diferencias entre los países, se puede constatar que en muchos casos los más educados registraron un desempleo relativamente menor, siendo esta pauta algo más marcada entre las mujeres que entre los hombres. Por otra parte, la situación de los otros grupos educativos no mostró claras relaciones entre el nivel educativo y el desempleo. La excepción fueron las mujeres en Costa Rica y Argentina, ya que una mayor educación reducía consistentemente los riesgos del desempleo.

De todas maneras, en situaciones de crisis (como Argentina 1999 y Venezuela 1994 y 1999), el desempleo subió marcadamente, incluso para los mejor educados, los cuales de esta manera no escaparon al impacto negativo del contexto económico. Llama la atención el aumento del desempleo académico en Costa Rica, el cual puede tener que ver con la reducción de las oportunidades de empleo en el sector público, al mismo tiempo que se dio un importante aumento de la oferta laboral con estudios superiores debido a la expansión de las universidades privadas (Rodríguez, 1999-2000).

¿Cómo se presenta el tiempo de búsqueda de trabajo para jóvenes de diferentes niveles educativos? Los datos muestran (Weller, 2003: 44) que el tiempo de búsqueda de hombres y mujeres jóvenes menos calificados generalmente se ubica por debajo del nivel medio de la población juvenil, lo que indicaría que este grupo educativo tiene relativamente pocos problemas para conseguir algún trabajo de baja productividad (posiblemente como aprendiz o familiar no remunerado). En el otro extremo, hombres y mujeres jóvenes de mayor nivel educativo en la mayoría de los casos registran el tiempo de búsqueda más prolongado. A ello probablemente contribuye que largos años de estudio típicamente generan expectativas que excluyen la aceptación de ciertas vacantes para los cuales éstos y éstas jóvenes estarían sobrecalificados, hasta que encuentren alguna posición más acorde con estas expectativas o se frustran y aceptan un puesto de menor categoría. Debido a la correlación positiva entre el nivel educativo de los jóvenes y los ingresos de su hogar, en estos casos el contexto socioeconómico frecuentemente permite una búsqueda más prolongada hasta que los jóvenes encuentren un puesto de trabajo. En seguimiento de la discusión de la sección anterior, donde para la población juvenil en su conjunto, altas tasas de desempleo y (relativamente) breves periodos de búsqueda se explicaron con una elevada rotación laboral, en el caso de jóvenes de alto nivel se puede deducir lo contrario: como salvo en periodos de profundas crisis registran tasas de desempleo —en comparación con sus coetarios— relativamente bajas, pero prolongados periodos de búsqueda, para este grupo debería prevalecer una mayor estabilidad laboral que para jóvenes de nivel educativo más bajo.

 

La inserción laboral: un ejercicio a manera de resumen

Para resumir el análisis sobre el impacto de algunas características para la inserción laboral y el impacto de las crisis económicas, se ha realizado un ejercicio probit, con la información disponible de los tres países. En éste se pregunta por las características que influyen en la probabilidad de inserción en el segmento de alta productividad.12

El acceso a los sectores de alta productividad, que prometen mejores ingresos laborales, depende en gran parte de factores personales y del hogar. Obviamente, entre ambos factores existe una estrecha relación, pues la asistencia escolar suele ser más alta y prolongada entre miembros de hogares más ricos que entre jóvenes provenientes de hogares más pobres (Diez de Medina, 2001: 7). En el ejercicio siguiente se ha diferenciado el peso de los factores en la probabilidad de inserción en los sectores de alta probabilidad, tomando en cuenta: el sexo (hombres vs. mujeres), el nivel educativo (primaria completa, secundaria completa, estudios superiores completos vs. ocupados sin educación o con primaria incompleta), la edad (un grupo de jóvenes de 15 a 24 años y un grupo de adultos jóvenes de 25 a 31 años vs. adultos), y el nivel socioeconómico del hogar (pobre vs. no pobre).

Los resultados del ejercicio probit confirman que las características individuales y del hogar tienen un impacto importante en la probabilidad de inserción en el sector de alta productividad (cuadro 7). Mayores niveles de educación incrementan claramente la posibilidad de esta inserción. Llama la atención la estabilidad de las probabilidades correspondientes en Costa Rica, donde complementar la educación primaria, secundaria y terciaria aumenta la probabilidad de inserción en los sectores de alta productividad en aproximadamente seis, 23 y 42 por ciento, respectivamente. En Argentina se observa un aumento de la probabilidad de inserción, relacionada con mayores niveles educativos, incluso si se ignora los valores inusualmente bajos de 1986. Sólo para los más educados se registra un leve descenso de la probabilidad en 1999. En contraste, en Venezuela el 'premio de inserción' para la mayor educación aumenta entre 1986 y 1990, y desciende —en el contexto de marcadas crisis económicas— en 1994 y 1999. De esta manera, la prolongada situación de crisis y volatilidad tiene un impacto negativo en la probabilidad de que una mayor educación favorezca una inserción en el segmento de alta productividad. Esto confirma los resultados anteriores, según los cuales la crisis empeora relativamente más la inserción productiva de los jóvenes de mayor nivel educativo.

En Argentina, la posibilidad de inserción productiva de los jóvenes (15 a 24 años) y adultos jóvenes (25 a 31 años) empeoró a lo largo del tiempo. Los coeficientes para los jóvenes —insignificativos al inicio— se vuelven negativos y significativos a partir de 1994, mientras para los adultosjóvenes los coeficientes positivos se reducen y se vuelven menos significativos. En Venezuela, las posibilidades de inserción de los jóvenes son reducidas a lo largo del tiempo, y también aquéllas de los adultos jóvenes empeoraron, sobre todo en los años de más profunda crisis (1999).

Posiblemente, la elevada volatilidad económica a lo largo de la década de 1990 dificultó la inserción laboral de la cohorte que tenía entre 25 y 31 años en 1999, de manera que —contrario a lo observado en Argentina y Venezuela— llegó una probabilidad negativa de inserción a los sectores de alta productividad, en comparación con los adultos. De esta manera, las experiencias argentina y venezolana contradicen al supuesto de que las transformaciones estructurales, económicas y tecnológicas, favorecen sobre todo a la inserción laboral de los jóvenes.

Contrario a las experiencias de Argentina y Venezuela, en Costa Rica, desde 1994, para ambos grupos etarios se registran coeficientes positivos y significativos. Como hipótesis, esta diferencia puede explicarse por la expansión en Costa Rica de algunas actividades que en grandes partes pertenecerían al segmento de alta productividad (maquila, turismo) y que emplean preferentemente a personal relativamente joven.

Por otra parte, llama la atención el contraste de una probabilidad positiva de insertarse en el segmento de alta productividad para los hombres en Argentina, versus probabilidades no significativas en Costa Rica y negativas (y significativas) en Venezuela. Al respecto, hay que tomar en cuenta que los datos argentinos son netamente urbanos (Gran Buenos Aires), mientras que los de Costa Rica y Venezuela son nacionales, lo que implica que su cobertura incluye un sector campesino de relativa baja productividad. Como la forma en que se capta el empleo en las estadísticas incide típicamente en que la gran mayoría de las personas económicamente activas en la economía campesina son hombres, podemos plantear la hipótesis de que esta presencia de hombres ocupados en el sector campesino incide en coeficientes negativos en Venezuela y no significativos en Costa Rica (donde posiblemente un coeficiente positivo para los hombres en las zonas urbanas contrarrestaría el impacto negativo del empleo campesino).

Finalmente, no causa gran sorpresa que la variable pobreza del hogar influya significativamente en la posibilidad de insertarse en el sector de alta productividad, y lo hace en todos los años y en todos los países. Esta variable abarcaría características individuales no visibles, por ejemplo, ciertas habilidades que se desarrollan típicamente de mejor manera en hogares no pobres, así como la acumulación de capital social desde joven (por ejemplo, por medio del networking), que favorece la posterior inserción laboral. La desventaja relacionada con la pertenencia a hogares pobres es alta (en promedio, alrededor de 12 y 15 por ciento, respectivamente) en Argentina y Costa Rica. En Venezuela, la probabilidad de inserción a sectores de alta probabilidad relacionada con la pertenencia a un hogar pobre es mucho más baja a partir de 1990 (alrededor de cinco por ciento). La explicación puede estar en el importante aumento de la tasa de ocupación, concentrado en los sectores de baja productividad. Este aumento de la ocupación —y con ello del número de perceptores de ingreso por hogar— probablemente evitó la caída de muchos hogares por debajo de la línea de la pobreza, a pesar de un decrecimiento de los ingresos reales medios de los ocupados.

 

La inserción al mercado de trabajo: las experiencias de cohortes etarias

La población juvenil típicamente tiene índices de inserción laboral que se comparan de manera desfavorable con los de los adultos. Sin embargo, como los adultos de hoy previamente han sido jóvenes, los jóvenes de hoy llegarán a formar grupos de edad que típicamente registran indicadores más favorables. De esta manera, una visión más dinámica del proceso de inserción de los jóvenes puede permitir observar si las características de inserción original repercuten en su vida laboral posterior y cómo lo hacen.

Para estos fines han sido procesadas algunas características de inserción laboral de diversas cohortes. Hubo que definir las cohortes en función de los datos disponibles (1986, 1990, 1994 y 1999 para Argentina y Venezuela, y los últimos tres años para Costa Rica). Principalmente se ha trabajado (en los casos de Argentina y Venezuela) con la cohorte que tuvo entre 15 y 18 años en 1986, entre 19 y 22 en 1990, entre 23 y 26 años en 1994 y entre 28 y 31 años en 1999. En Costa Rica, las edades correspondientes son 15 a 18 (1990), 19 a 22 (1994) y 24 a 27 (1999).

A continuación se revisa, para estas cohortes, la evolución del ingreso laboral.13 Se incluyeron cohortes adicionales (15 a 18 años en 1990 para Argentina y Venezuela, y en 1994 para los tres países) con objeto de observar si el proceso de inserción cambió para cohortes sucesivas. El cuadro 8 muestra la evolución de los salarios relativos de estas cohortes (tres para Argentina y Venezuela, dos para Costa Rica), para las cohortes en su conjunto, como también para los hombres y las mujeres por separado.14

En términos generales, el cuadro 8 muestra que:

1. Los salarios medios relativos de las cohortes crecen continuamente, y a más tardar a la edad de 28 a 31 años alcanzan los salarios medios generales.

2. La brecha salarial de las mujeres jóvenes es menor, y ya a la edad de 23 a 26 años alcanzan el promedio salarial de las mujeres.

3. La dinámica del aumento de los salarios relativos de los jóvenes es sorprendentemente estable en la comparación de las cohortes dentro de los tres países, con divergencias relativamente menores en los diferentes años.15

4. La mayor dispersión se registra en el salario relativo del grupo de los 15 a 18 años (un outlier en Argentina en 1990 y una diferencia relativamente grande en Costa Rica, 1990 vs. 1994), pero ya en el segundo año (edad de 19 a 22 años) se alcanza una mayor homogeneidad.

Obviamente, una parte importante del aumento del salario relativo de las cohortes en el transcurso del tiempo se debe al cambio de su composición laboral, con la incorporación continua de jóvenes de nivel educativo cada vez más alto. Para comprobar la evolución de segmentos más homogéneos dentro de las cohortes, se presenta, en el cuadro 9, el ingreso laboral relativo de una cohorte etaria, según nivel educativo.16

El achicamiento de la brecha de ingresos laborales de las cohortes, en el transcurso del tiempo, se debe sólo parcialmente al efecto composición, causado por la inserción gradual de jóvenes de cada vez mayores niveles de educación formal. De hecho, la reducción de esta brecha se observa en todos los grupos educativos y en ambos sexos.

Es interesante observar que cuando la cohorte tiene entre 15 y 18 años la brecha es menor en los grupos de menor nivel educativo y que se cierra más rápidamente en estos grupos (cero a cinco y seis a nueve años). La explicación puede residir, primero, que en las ocupaciones típicamente desempeñadas por personas de menor nivel educativo la fuerza física tiene una mayor importancia relativa, lo que favorece a las personas jóvenes, segundo, que por la baja demanda de calificaciones en estas ocupaciones se da un bajo premio a la experiencia, con lo cual la posición relativa de los adultos no se aleja tanto de los jóvenes que en ocupaciones que requieren mayores calificaciones y, tercero, que por la inserción laboral más temprana, al llegar a una edad específica, los jóvenes de menor nivel educativo han acumulado más experiencia laboral que los otros miembros de la cohorte.

Se observa que los años de crisis no afectaron la evolución ascendente de los ingresos medios de las cohortes, de manera que la situación laboral de los jóvenes y adultos jóvenes, una vez insertos en el mercado de trabajo, no sufre un deterioro mayor que aquélla de los adultos, pero tampoco logran defenderse mejor en contra del impacto de la crisis.

El resultado más llamativo parece ser la consistencia de la mejoría de los ingresos relativos de las cohortes. Esto indicaría que a nivel agregado, aquellos jóvenes que logran insertarse según las pautas correspondientes a su nivel educativo (más temprano los jóvenes de pocos años de estudio, más tarde aquéllos con estudios más prolongados), después se benefician de la acumulación de experiencia laboral. Su integración laboral continúa según sus características individuales y sociales, por lo que la juventud y sus posibles problemas de inserción inicial dejan de ser obstáculos importantes en este proceso.17

 

Conclusiones

¿Qué se puede concluir respecto a los factores que inciden en las características de la inserción laboral juvenil? El alto desempleo juvenil no se explica por un problema general de acceso al mercado de trabajo. Claramente, hay un serio problema de la primera inserción. Pero si tomamos en cuenta la proporción de los buscadores de empleo por primera vez entre los desempleados, la duración de la búsqueda y la proporción entre los ocupados y los cesantes recientes, se puede concluir que los hombres y mujeres jóvenes en su conjunto no tienen mayores problemas de acceso al mercado de trabajo que los adultos. La alta tasa de desempleo juvenil se explica principalmente por la concentración de los buscadores por primera vez entre los grupos etarios más jóvenes y por una mayor rotación laboral de hombres y mujeres jóvenes entre el empleo y el desempleo. Estas características transforman el desempleo juvenil alto en términos relativos, como una situación común en todo el mundo.18

Por otra parte, en el transcurso del tiempo los hombres y las mujeres jóvenes pasan por procesos de mejoría en su inserción, que aparecen sorprendentemente estables para cohortes seguidas. Como respecto a la comparación estática (la inserción seguida de la cohorte más joven de cada periodo), el análisis de la inserción dinámica (la evolución de cohortes específicas) no muestra que el desempeño relativo de la población juvenil haya empeorado respecto a los adultos; pero tampoco muestra ninguna mejoría, como se esperaba, a causa de las actuales tendencias de oferta y demanda. Además, en muchos países de la región hubo un claro empeoramiento absoluto de las condiciones de su inserción.

Este resultado que relativiza, a partir de los resultados observables para las cohortes en su conjunto, la gravedad de los problemas de inserción laboral juvenil, no implica que los y las jóvenes entrantes al mercado de trabajo individuos no enfrenten un elevado grado de incertidumbre (respecto a las características de la demanda laboral, la coherencia que tenga con ellas los conocimientos y habilidades adquiridas, las posibilidades de mejoría de calidad de empleo e ingresos etc.) y de dificultades, sobre todo para la primera inserción laboral. Por lo tanto, si bien los resultados de este trabajo no confirman las visiones "catastrofistas" sobre los problemas de la inserción laboral juvenil, están lejos de ignorar la gravedad de estos problemas. Más bien, los resultados enfatizan que la atención debería concentrarse en los problemas que tienen grupos específicos de jóvenes respecto a la inserción laboral más que en problemas de inserción laboral juvenil en general, destacándose entre ellos jóvenes —sobre todo mujeres— de menor nivel educativo y de un contexto socioeconómico débil.

Los resultados empíricos, como también la discusión de las diferentes hipótesis, llevan a la conclusión de que el éxito de la inserción de los y las jóvenes al mercado de trabajo depende de un conjunto de factores. Obviamente, la educación y la capacitación juegan un papel clave, tanto en cantidad (años de estudios, títulos, certificados) como en su calidad (adaptación a nuevas demandas vs. "devaluación educativa"). Sin embargo, los resultados aquí presentados insinúan que contrariamente a lo que plantea el primer conjunto de hipótesis (problemas de incongruencia de las características de la oferta y la demanda), los problemas de acceso no son la principal explicación del alto nivel del desempleo juvenil. En consecuencia, una mayor coherencia entre las características de la demanda y la oferta laboral no incidiría marcadamente en mejorar el acceso como tal y en menores niveles de desempleo, pero sí incidiría positivamente en las características de la inserción laboral.

La segunda hipótesis planteaba que los problemas de inserción laboral juvenil se deben a características del funcionamiento del mercado de trabajo, sea porque el elevado nivel del desempleo juvenil se debe a los típicos procesos de matching, sea porque los salarios mínimos empeoran la posición relativa de la población juvenil en el mercado de trabajo. Los resultados aquí presentados coinciden con el planteamiento de la hipótesis del matching, ya que se encontraron altos niveles de rotación laboral para los hombres y mujeres jóvenes, en comparación con los adultos, los que explican buena parte del elevado desempleo juvenil. Por otra parte, la hipótesis del ajuste de las expectativas de los jóvenes no se confirma a nivel agregado, dado que en general su tiempo de búsqueda no es más prolongado que aquél de los adultos.

En relación con la tercera hipótesis (también relacionada con el funcionamiento del mercado de trabajo, el encarecimiento relativo de la mano de obra juvenil con medidas como el salario mínimo), no se puede negar que aumentos fuertes de los salarios mínimos, no diferenciados por edad, reducen más que todos las posibilidades de contratación de los jóvenes de bajo nivel de calificación. Sin embargo, difícilmente se trata del factor central para la explicación de los problemas de inserción juvenil, ya que un elevado costo laboral relativo de los y las jóvenes incidiría en problemas de acceso al mercado de trabajo, que se reflejaría en periodos más largos de búsqueda. Como hemos observado, en general esto no es así, y solamente para los buscadores por primera vez este argumento, conjuntamente con el problema de la posible incongruencia de habilidades y las características de la demanda, puede tener relevancia.

Respecto al impacto preponderante del ciclo económico en la inserción laboral juvenil (cuarta hipótesis), si bien en este trabajo no la hemos discutido detalladamente, se puede constatar que en las crisis los indicadores laborales de los jóvenes empeoran, pero a nivel agregado, proporcionalmente, no empeoran más que aquéllos de los adultos, de manera que a este nivel no se confirma la hipótesis de que hombres y mujeres jóvenes sean los últimos contratados y los primeros despedidos. Sin embargo, hay que resaltar que el empeoramiento general de las condiciones en los mercados de trabajo se ha expresado en mayores dificultades para su inserción laboral. Nuevamente, se registra un empeoramiento de la inserción laboral juvenil en términos absolutos, si bien no en términos relativos.

Con ello también se puede hacer referencia a la quinta hipótesis. De hecho, nuestros resultados relativizan la gravedad de los problemas de acceso de los jóvenes frente a los adultos; antes bien, confirmaron el proceso de mejoría continua de la inserción laboral de las cohortes específicas relativa a los adultos. Por otra parte, los datos indican un empeoramiento de muchas variables, a nivel agregado y sobre todo para grupos específicos de jóvenes. Específicamente, condiciones macroeconómicas desfavorables frenan—en términos absolutos— el proceso con que, bajo condiciones normales, las cohortes específicas mejoran continuamente su inserción laboral.

 

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Notas

* Este artículo se basa en parte en Weller (2003). Las opiniones expresadas en él son de exclusiva responsabilidad del autor y pueden no coincidir con las de la organización en que se desempeña.

1 Véanse las ediciones de la publicación anual de la OIT, Panorama Laboral, y las secciones correspondientes en los diferentes tomos del Estudio económico de América Latina y el Caribe de la Cepal.

2 Los párrafos siguientes se basan en Cepal/OIJ (2004). Véanse también Cepal (1999: 81-91); OIT (2000: 21-39); Diez de Medina (2001a); Bruni Celli y Obuchi (2002); Fawcett (2002); Tokman (2003) y Schkolnik (2005).

3 Se refiere a inactivos en el mercado de trabajo, quienes no estudian ni se dedican a oficios domésticos.

4 La tasa de desempleo de la juventud superaba a aquélla de los adultos en 170 por ciento alrededor de 1990, y en 130 por ciento a inicios de la presente década.

5 Véase al respecto, con más detalle y referencias bibliográficas, Weller (2003: 13-18).

6 A diferencia de las definiciones etarias habituales (de 15 a 24 o de 15 a 29 años), la disponibilidad de datos y las características del procesamiento (sobre todo, para la sección 6) determinaron que en los procesamientos especiales había que trabajar con grupos etarios más acotados, de 15 a 22 años.

7 Se podría argumentar que los datos están sesgados en el sentido en que al grupo de los jóvenes desempleados sólo "entran" personas con cero tiempo de búsqueda —como cesantes que acaban de perder su empleo o como buscadores de primera vez— mientras al grupo de los desempleados adultos pueden "entrar" jóvenes desempleados al cumplir 23 años y que ya tienen cierto tiempo de búsqueda acumulado. La "salida" de estas personas desempleadas del grupo de los jóvenes al grupo de los adultos bajaría artificialmente el tiempo medio de búsqueda de los jóvenes y aumentaría aquél de los adultos. Si bien este argumento es formalmente correcto, una mayor desagregación de las cifras muestra que aun así no se observan mayores periodos de búsqueda de los jóvenes (véase Weller, 2003: cuadro A3 en el anexo).

8 Para el caso colombiano, Martínez (2003) muestra que los jóvenes tienen mayores probabilidades tanto de salir del empleo como de salir del desempleo, lo que refleja una mayor tasa de rotación.

9 Además, algunos jóvenes no jefes de hogar probablemente no lo son porque no tienen los medios para independizarse, precisamente debido a que la difícil situación obstaculiza la obtención de ingresos estables, condición importante para formar un hogar.

10 También se ha observado un mayor nivel de actividad entre jóvenes que forman parte de hogares con mujeres jefas de hogar, en comparación con jóvenes que pertenecen a hogares cuyo jefe es hombre (Schkolnik, 2003).

11 Por ejemplo, el Director General de la OIT planteó, refiriéndose a los jóvenes latinoamericanos: "En este segmento poblacional, sorprendentemente, el mayor nivel educativo parece no garantizar más oportunidades de empleo" (OIT, 2002: 64).

12 Siguiendo una diferenciación conceptual de la Cepal se distingue, por razones de medición, un segmento de baja productividad que abarca los trabajadores por cuenta propia que no son profesionales ni técnicos, los asalariados de microempresas (hasta cinco trabajadores), el servicio doméstico y los trabajadores no remunerados, de un segmento de alta productividad que abarca las restantes ocupaciones.

13 En Weller (2003: 53-57) se analiza, además, la evolución de las tasas de participación, ocupación y desempleo, así como la proporción del empleo en sectores de baja productividad.

14 Para una mejor ubicación de los cambios de los salarios relativos, se recuerda que en Argentina los salarios reales medios cayeron durante la segunda mitad de la década de 1980 y se estancaron en la siguiente, en Costa Rica (durante la década de 1990) registraron aumentos, y en Venezuela sufrieron pérdidas tanto a fines de la primera como durante la última.

15 Destaca el caso de Venezuela, donde el salario relativo de todas las cohortes alcanzó en el primer año (15 a 18 de edad) entre 51 y 55 por ciento, en el segundo (19 a 22 años) entre 75 y 78 por ciento, y en el tercero (23 a 26 años) entre 97 y 103 por ciento.

16 Las cifras sobre la cohorte en su conjunto no coinciden con el cuadro 7, debido a que aquél se refiere sólo a los asalariados, mientras el cuadro 8 abarca los ocupados en su conjunto.

17 Es de esperar que las trayectorias juveniles específicas sean variadas, algunas mucho más erráticas que lo que los datos medios harían creer.

18 La excepción son casos en que la transición de la escuela al mundo laboral se está institucionalizado para un importante grupo de jóvenes, como en el sistema de formación profesional dual alemán. De esta manera, mientras en Francia, Estados Unidos y Reino Unido las tasa de desempleo juvenil y general muestran relaciones similares a las observadas en América Latina (19.9 y 9.9 por ciento, en Francia; 9.3 y 4 por ciento, en Estados Unidos; y 11.8 y 5.5 por ciento, en Reino Unido), en Alemania ambas tasas son muy similares, 8.2 y 7.9 por ciento (datos para el año 2000; cálculo propio con información tomada de OIT, 2001).

 

Información sobre el autor

Jürgen Weller. Politólogo y doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Libre de Berlín. Actualmente se desempeña como oficial de Asuntos Económicos de la División de Desarrollo Económico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. Su principal área de trabajo es el análisis de los mercados de trabajo latinoamericanos. Ha publicado, entre otros: "Reformas económicas, crecimiento y empleo. Los mercados de trabajo en América Latina y el Caribe", Cepal/ FCE, 2000; "En búsqueda de efectividad, eficiencia y equidad. Las políticas del mercado de trabajo y los instrumentos de su evaluación", (comp.), Cepal/LOM, 2004; "Los jóvenes y el empleo en América Latina. Desafíos y perspectivas ante el nuevo escenario laboral", Cepal/ Mayo/ GTZ, 2006. Correo electrónico: jurgen.weller@cepal.org

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