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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.12 no.48 Toluca abr./jun. 2006

 

Identidad, responsabilidad familiar y ejercicio de la paternidad en varones del Estado de México

 

Identity, family responsibility and fatherhood exercise in the male population in the State of Mexico

 

Alejandra Salguero Velásquez

 

Universidad Nacional Autónoma de México.

 

Resumen

El objetivo del presente trabajo es analizar el proceso de construcción identitario en varones mexicanos, tomando en cuenta la manera en que asumen la responsabilidad familiar y el ejercicio de la paternidad. Se trata de una investigación cualitativa, para la cual se entrevistó a 30 varones de nivel socioeconómico medio-alto, con hijos e hijas en edad escolar, pertenecientes a familias integradas y cuyas parejas realizaban actividades laborales remuneradas. Los resultados permiten identificar la diversidad y complejidad de los significados que atribuyen al 'ser hombre'. Se encuentra una estrecha relación entre el proceso de construcción de la identidad masculina y el ejercicio de la paternidad, ya que una forma de ser padre tiene que ver con una manera particular de ser hombre.

Palabras clave: identidad masculina, paternidad, masculinidad, género, Estado de México.

 

Abstract

The objective of the present work is to analyze the process of identity construction in Mexican men, family responsibility and paternity. A qualitative investigation was carried out where 30 men of middle-high socioeconomic level, with children in school age, belonging to integrated families and whose couples realized remunerative jobs were interviewed. The results allowed us to identify the diversity and complexity of meanings of 'being a man'. It was found a close relationship between process construction of male identity and practice of paternity, a form of being father has to do with a peculiar way of being man.

Key words: masculine identity, paternity, masculinity, gender, State of Mexico.

 

Introducción

Los ciudadanos y ciudadanas vivimos en México relaciones genéricas plurales, diversas y complejas a partir de transformaciones sociales y culturales como el cuestionamiento de las desigualdades de género y los derechos de las mujeres planteados por el movimiento feminista y la Conferencia Mundial de la mujer en 1975. La regulación de la natalidad a través de los programas de anticoncepción y discursos como el de "la familia pequeña vive mejor" generaron un descenso en las tasas de fecundidad. También como parte de los cambios socioculturales se puede hacer referencia a mayores niveles de escolaridad y un ingreso creciente al ámbito laboral en las mujeres y altos índices de desempleo en los varones.

Estos cambios sociales han llevado a cuestionar las prácticas y significados bajo los cuales se vive y ejerce la paternidad en nuestra sociedad. El ámbito de la intimidad y las relaciones entre los géneros se han visto trastocados en el plano de la subjetividad, es decir, en las diferentes formas en que se ha desempeñado la función paterna. Las representaciones sociales a través de los discursos institucionales conforman normatividades, establecen valoraciones y exhortaciones respecto de lo que significa 'ser hombre' o 'ser padre', generando expectativas y aspiraciones no sólo en los varones sino también en las mujeres respecto de las actuaciones que se esperan sean asumidas, ya que genéricamente unos y otras nos influimos de manera relacional.

Parte del planteamiento del problema me lleva a señalar que históricamente se ha construido una visión muy particular tanto de la maternidad como de la paternidad: a las mujeres se les ha asignado el espacio privado de la casa y la crianza de los hijos, en tanto que a los varones se les coloca en el espacio público del trabajo y la obtención de bienes económicos, alejándolos en muchas ocasiones de su vida reproductiva, desde la toma de decisiones hasta la participación en la crianza, lo cual tiene implicaciones no sólo en las estructuras familiares sino en las políticas y sociales, ya que se asignan espacios y prácticas con poderes diferenciales y desiguales a los géneros.

Actualmente existe un creciente interés por los estudios sobre masculinidad y paternidad y cómo son asumidas por los varones. Es un tema que se ha abordado de manera diversa en muchos países de Latinoamérica y del mundo desde los y las estudiosas de la masculinidad, pero sólo recientemente se ha empezado a abordar desde la perspectiva cultural de género en su carácter relacional, es decir, sólo se puede llegar a ser padre de una manera particular a partir de la relación específica que establezca con la pareja y con los hijos e hijas en situaciones particulares.

Disciplinas como la Demografía han estudiado la paternidad mediante la exploración de variables como fecundidad, modelos de anticoncepción y planificación familiar, patrones reproductivos y, sobre todo, sus estudios se han dirigido a mujeres, por considerar que son quienes pueden dar cuenta del número de hijos y de quién es el progenitor, los hombres aparecen en el mejor de los casos como variable.

En la psicología se ha documentado de manera amplia la maternidad y las diferentes maneras como se vive y construye la identidad femenina, pero poco se ha investigado sobre la identidad masculina y el ejercicio de la paternidad en la vida de los hombres. Recientemente se han llevado a cabo estudios desde el ámbito sociológico sobre masculinidad y paternidad incorporando la perspectiva relacional de género y que emplean un análisis cualitativo para dar cuenta de los aspectos relacionales. El que en muchas ocasiones se haya dejado de lado el estudio de los varones y el ejercicio de la paternidad forma parte de las representaciones y los significados históricamente construidos sobre las prácticas sociales atribuidas a los varones y las mujeres. Es necesario analizar la importancia social del proceso de construcción de la identidad en los varones, del ejercicio de la paternidad, las maneras como asumen la responsabilidad familiar, visualizándolos como actores sociales.

Hoy día nos enfrentamos a la necesidad de ampliar los horizontes de investigación en el ámbito social para dar cuenta de la complejidad de lo que implica ser hombre, las maneras como asumen su participación en los diferentes escenarios de práctica como son el trabajo, la familia, la paternidad, entre otros. Es un tema por demás importante, que nos permite reflexionar sobre las diferentes maneras en las cuales los varones han aprendido a 'ser hombres' y a 'ser padres', incorporando la historicidad de las relaciones a través de las cuales se han visualizado como padres, el lugar que otorgan a los hijos e hijas, las maneras en como se involucran en el cuidado, atención y educación, lo cual rompe con la idea de naturalidad e incorpora el proceso de aprendizaje, es decir, los varones van aprendiendo y construyendo una manera particular de ser hombres y de ser padres.

Una manera de abordar los aspectos que están en juego en la vida de los varones y el ejercicio de las prácticas paternas es indagar aquellos factores que forman parte y están presentes en el proceso de construcción como varones y padres. Lo anterior es algo que otros investigadores se han cuestionado. Para Figueroa (2000), la paternidad es un proceso de relación donde se construye la identidad como persona de los partícipes, dicho proceso no puede imaginarse al margen de la construcción de género masculino y dentro de ella en particular. También Nauhuardt (1999) ha señalado que una determinada manera de vivenciar el ser hombre corresponde a una cierta forma de ser padre. El marco genérico donde se construyen los hombres, cómo se valoran, actúan y piensan, cómo consideran las relaciones con los demás, es el marco donde se construyen los padres. La forma como llegan los varones a ser padres y la manera en que se relacionarán con sus hijos e hijas están fuertemente influidas por las identidades de género masculino.

Tomaremos como escenario sociocultural el de algunos varones de nivel medio-alto del Estado de México, para indagar elementos que nos permitan acercarnos a la comprensión de cómo es que se involucran a partir de los cambios socioculturales y los discursos prevalecientes que conforman el mundo social del cual formamos parte, sin dejar de lado las condiciones y circunstancias de su trayectoria personal como la edad, condición social, cultural y conformación familiar en las que se vive y construye la identidad y el ejercicio de la paternidad.

 

Varones de nivel socioeconómico medio-alto del Estado de México

El objetivo del presente trabajo es analizar el proceso de construcción identitario en algunos varones a partir de los significados que atribuyen al ser hombre, a la responsabilidad familiar y al ejercicio de la paternidad. Del total de la población, elegí trabajar con varones del sector medio-alto del Estado de México, porque es un grupo social que pocas veces se elige para llevar a cabo estudios sobre el proceso de construcción genérica y paternidad. Considero que sus experiencias en su propia voz podrían contribuir a conformar una visión más comprensiva de las vivencias a las que se enfrentan, así como las contradicciones y cómo es que las resuelven. Nehring (2005) señala que en las últimas tres décadas se han llevado a cabo una serie de transformaciones culturales que han tenido implicaciones en las relaciones de género y es necesario indagar las maneras complejas, heterogéneas y variables en que los mexicanos utilizan esas lógicas culturales para comprender y llevar a cabo sus relaciones genéricas interpersonales en la vida diaria. Una gran parte de investigaciones se han enfocado con grupos sociales específicos como las clases populares o los campesinos, pero han dedicado poca atención a los demás grupos, por ejemplo, las clases medias urbanas. Para Oliveira (1999) es importante dirigir los estudios a segmentos de la sociedad considerados relevantes para abordar temas emergentes desde el punto de vista de los cambios en los valores, actitudes y comportamientos.

Consideré que los varones de nivel medio-alto que tenían hijos en escuelas privadas podían ser un grupo social en proceso de cambio en los roles, porque de alguna manera están más expuestos a discursos a través de pláticas y conferencias impartidas en las instituciones escolares a las que asisten sus hijos o hijas, donde se plantean formas de relación que aluden a una mayor participación de los varones en la relación familiar.

La manera en la cual pude establecer contacto con ellos fue a través de la institución escolar donde sus hijos e hijas estaban inscritos. El proceso de negociación y consentimiento informado para la conducción de entrevistas semiestructuradas lo llevé a cabo de manera personal con cada uno de los varones que accedieron participar. El análisis integró la experiencia de 30 varones cuyas edades se encontraban entre 20 y 45 años, con escolaridad de licenciatura y maestría, que tenían hijos e hijas de diferentes edades. En todos los casos las parejas realizaban actividades extradomésticas remuneradas, los ingresos por familia se encontraban entre 9 y 22 salarios mínimos, por lo que se consideraron de nivel socioeconómico medio-alto, ya que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares Mexicanos (INEGI, 2002) menos de 10 por ciento de la población tiene ingresos de ese nivel, la gran mayoría de familias mexicanas se encuentran entre 3.01 y 6.01 salarios mínimos. Con base en las categorías de edad, nivel de escolaridad, ingresos económicos y residencia, se localizaban próximos entre sí en cuanto al estilo de vida, patrones de consumo, tipo de vivienda y expectativas de vida como clase social de nivel medio-alto. Careaga (1984) considera que, como grupo social, forma parte del crecimiento y desarrollo económico producto de la Revolución Mexicana a través de un proceso histórico social que se inició en el siglo XIX pero que se transforma y continúa hasta nuestros días. Bonfil (2003) indica que las clases medias en México viven un proceso de confrontación y en ocasiones de contradicción, ya que tratan de adoptar un proyecto occidental de modernización, pero que en muchas ocasiones las condiciones reales de vida los confrontan al no poder incorporar por completo el estilo de vida al que aspiran.

La mayoría de los varones entrevistados que integran este grupo social, viven, piensan, sienten y generan expectativas de una "vida mejor", aspiran a un mejor nivel económico y social, aunque la realidad misma los confronte en la medida que cada vez es más difícil lograrlo. No les interesa un cambio como grupo social, sino que se centran en un proceso individualista, sólo percibiendo el mundo privado, su persona o su familia. Es un grupo heterogéneo, se encuentran varones que han iniciado una pequeña empresa, pero en su gran mayoría son empleados o profesionistas independientes. El estilo de vida incluye la adquisición de una vivienda y que sus hijos estudien en escuelas privadas, lo cual les da una sensación de éxito y poder, aunque generalmente lo logran a base de "sacrificios", de ir pagando poco a poco, condición que los confronta con sus expectativas de "hombres triunfadores". Se mueven dentro de un mundo de mistificación, ilusiones y sueños, de tensión y confrontación permanente, porque muchas veces no logran alcanzar las aspiraciones planteadas, van conformando una manera de vivir donde luchan día con día para sentir que son importantes en la vida, aunque no encuentren referentes concretos, pues su estabilidad económica es tambaleante, cada vez son más las mujeres que avanzan en la ocupación de puestos en el mercado laboral, el tener un empleo, ingresos económicos y ser muchas veces las proveedoras principales, genera un cuestionamiento respecto de los lugares y funciones genéricamente impuestos, llevando de manera forzada a los varones a un replanteamiento sobre su forma de vida, aunque la mayoría de las veces no saben cómo hacerlo.

Recurrí a la investigación cualitativa porque restituye al individuo su cualidad de ser portador de una realidad social, una voz que no se restringe a la propia experiencia, sino que logra ser representativa de una comunidad, de un medio social y de un tiempo histórico. Se atribuye a los participantes la capacidad de constituirse en voceros de los procesos y contextos sociales integrando su realidad social e histórica. Permite abordar la lógica de lo diferente, lo "otro", recupera lo cultural y el cuestionamiento del orden existente, visualizando la heterogeneidad y complejidad de lo social. Devereux (1973), Denzin y Lincoln (1994), Denman y Haro (2000) reconocen la influencia ideológica y subjetiva en los procesos relacionales, donde la ineludible interdependencia entre los participantes y el investigador, la situación misma donde se genera el encuentro, lo que se deriva del cuestionamiento de la entrevista durante el proceso de investigación, forman parte del proceso del que pretendemos dar cuenta.

 

Identidad en los varones

Mas allá de pensar la identidad como algo unitario y homogéneo, nos enfrentamos a dar cuenta de un proceso diverso y complejo, donde confluyen una serie de representaciones en ocasiones contradictorias, particularmente los varones se enfrentan a la necesidad de manifestarse como hombres de manera distinta a como histórica, social y culturalmente se les ha encasillado. Como ha señalado Lagarde (1993), esa rigidez en las relaciones entre hombres y mujeres genera desigualdad y opresión no sólo a las mujeres, sino también a los propios hombres. Kaufman señala que:

En un mundo dominado por los hombres, el de éstos es, por definición, un mundo de poder. Ese poder es una parte estructurada de los sistemas de organización política y social. Sin embargo, la vida de los hombres habla de una realidad diferente, existe una extraña combinación de poder y privilegios, dolor y carencia de poder (Kaufman, 1997: 63).

En este sentido, los varones se enfrentan a conflictos, contradicciones y costos sociales cuando asumen maneras de ser que llegan a transgredir el "deber ser" hegemónicamente instituido. En el proceso de construcción de las identidades masculinas, como refieren Scott (1998) y Minello (1999) el "plural" tiene un sentido teórico importante, ya que se plantearía la existencia de una sexualidad y masculinidad dominante, hegemónica y otras subordinadas. No podríamos seguir hablando de la "masculinidad" sino de identidades masculinas que, de acuerdo con Kaufman (1994), integrarían formas hegemónicas y subordinadas basadas en el poder social de los hombres, pero intrincadas de manera compleja por ellos mismos cuando desarrollan relaciones armoniosas y no armoniosas, generando tensiones y contradicciones. La identidad de género masculino debe visualizarse como un fenómeno plural, donde el discurso del modelo hegemónico no siempre es seguido por todos aunque una gran mayoría son matizados por él, es probable encontrar disidencias y variaciones en función del grupo sociocultural de pertenencia, la edad, actividades y prácticas en las que se sitúen los varones. Las configuraciones de práctica determinan formas identitarias que no son homogéneas ni fijas, ya que los individuos estamos expuestos a una multiplicidad de discursos que se entrecruzan y llegan a generar fracturas y cambios. Connell (1997) considera que es necesario centrarnos en los procesos y relaciones por medio de los cuales los hombres y mujeres llevamos vidas imbuidas en el género. Es a través de las diferentes prácticas en las que participan donde hombres y mujeres asumen alguna posición de género.

Algunas representaciones y significados asociados a las identidades de género masculino se han centrado en el poder, el dominio, la superioridad, la fortaleza, la virilidad y la ausencia de emociones y sentimientos. Sin embargo, Fuller (1997) señala que también existe un espectro de alternativas respecto al cuidado del otro y la empatía, rasgos atribuidos a lo femenino, pero que también forman parte de las representaciones de la masculinidad, se integra el aspecto doméstico asociado a la familia, matrimonio y paternidad, constituyendo el núcleo de los afectos, el amor, la autoridad, la protección, el respeto como parte de la responsabilidad. Para algunos varones el matrimonio es un paso necesario para llegar a ser un hombre pleno. La vida conyugal implica responsabilidades, preocupaciones y disminución de su libertad personal, pero aceptan intercambiarla por amor, reconocimiento y para sentirse hombres de verdad.

El proceso de construcción de la identidad de género en los varones es diverso y contradictorio, incorpora un aprendizaje social y cultural como hombres donde lo importante es ser exitosos en el ámbito público, en el trabajo y la obtención de bienes para respaldar la responsabilidad familiar, pero a su vez distantes en cuanto a las necesidades de los demás, del mundo de la afectividad y la entrega. En este sentido, el cuestionamiento sería ¿cómo es que asumen la responsabilidad familiar y la paternidad? Para muchos varones es algo que en algún momento se presentará y lo vivirán, pero sobre lo cual no reflexionan porque parece obvio. Pareciera que en la vida de algunos varones conformar una familia y ser padres se inscribe como algo natural y obvio; sin embargo, Wolf (1988) plantea la necesidad de analizar el funcionamiento de lo obvio, de lo que se realiza automáticamente en las relaciones sociales, de la rutina, de lo que "naturalmente es así". Partiendo de las situaciones y los actores, encontraremos que la realidad más obvia deja en cierto momento de ser evidente y necesita nuevamente ser definida.

 

Ser hombre...

A través de la conducción de entrevistas me fui dando cuenta de que había un gran interés por parte de los varones para hablar y hablar sobre cuestiones de carácter personal, familiar y de la manera como viven el "ser hombres y padres", más allá de la actitud arrogante y prepotente que uno pudiera imaginar de los hombres "exitosos", se iba descubriendo esa parte sensible, vulnerable, oculta y muchas veces silenciada, porque en el mundo social "eso no se espera de un hombre". A su vez, el análisis de las entrevistas permitió identificar a través de sus discursos algunos significados que atribuyen al ser hombre o ser padre, incorporando un ejercicio teórico-metodológico que me permitió ubicarlos como participantes dentro de un mundo social y culturalmente estructurado, expuestos a discursos y normatividades institucionales genéricamente diferenciadas sobre las formas de actuación. Reconocer que los hombres y mujeres nos construimos y reconstruimos a través de las múltiples y diversas relaciones que establecemos, pues como agentes sociales nos vemos envueltos en un proceso de negociación constante de significados a partir de las condiciones y circunstancias que vivimos.

Fue necesario acercarme al estudio de los varones desde su propio proceso de construcción como hombres, para comprender e interpretar las múltiples maneras en las que se relacionan en el mundo social, así como las particularidades, semejanzas y diferencias, sus expectativas y oportunidades de vida, las complejas y diversas relaciones en el proceso de construcción de los significados que atribuyen a los eventos vividos desde su condición genérica, así como las posibilidades de cambio. La vida de los hombres está entretejida en la trama de significaciones que van conformando de acuerdo al lugar donde viven, las creencias que sustentan y las formas de vida. La construcción histórica del género fue develada por Simone de Beauvoir (1977) al señalar: "no se nace mujer, llega una a serlo", y con ella es posible afirmar que no se nace hombre, llegan a serlo a partir de los recursos materiales y simbólicos del medio social, económico, político, étnico, educativo, familiar, y del momento particular de su trayectoria de vida. La cultura y las formas de vida, o como diría Beauvoir "del cuerpo vivido", estarían íntimamente relacionadas con los significados sociales de cada cultura y contextos en los cuales se encuentren inmersos.

La gran mayoría de los varones están expuestos a un proceso de aprendizaje continuo de estereotipos de género, muchas veces caracterizados por agresividad, violencia, autoridad, ejercicio del poder, escasa manifestación de afectos y sentimientos, entre otros atributos. Este proceso de aprendizaje se incorpora en los varones mediante el lenguaje, las actitudes y las formas de actuación de los diferentes grupos sociales en los que participan, como la familia, las escuelas, los ámbitos de trabajo y grupos de amigos. Cada grupo social, a través de sus diferentes instituciones, elabora cosmovisiones sobre lo que "los hombres son o deberían ser". A partir de su historia y sus tradiciones nacionales, populares, comunitarias y generacionales, los hombres incorporan ideas, prejuicios, valores, interpretaciones, normas, deberes y prohibiciones sobre su vida. Los varones, desde temprana edad, aprenden a identificarse con cierta cosmovisión de género, conformando una parte de su construcción genérica. Sin embargo, también es posible que a lo largo de su vida incorporen algunos cambios en cuanto a valores, normas y actuaciones como hombres. Desde la psicología cultural, Baerveldt (1999) indica que, aun cuando la acción humana está orquestada culturalmente, el significado de las acciones no puede existir en forma abstracta, está arraigado dentro del mundo experiencial de los seres humanos encarnados. Señala que las personas actúan en formas que ellas mismas experimentan como significativas. El significado se está produciendo continuamente, no es un producto acabado, sino que forma parte de la interacción social.

Para los varones entrevistados, el ser hombre integra una diversidad de significados muchas veces contradictorios. Los significados van cambiando en función del momento particular en la trayectoria de vida, de las condiciones, circunstancias y recursos, no son fijos, se van construyendo y reconstruyendo. Para estos varones, "ser hombre" es el que toma la iniciativa, el que se forja metas, el que provee económicamente —aun cuando la pareja también sea proveedora—, el que asume la responsabilidad y cuidado de la familia, la esposa y los hijos, el que debe resolver todo. Uno de los aspectos centrales de lo que para ellos significa ser hombre es la responsabilidad familiar, llegando a considerarla como lo más importante, pues forma parte del mundo social en el cual se sitúan, donde encuentran su lugar de pertenencia. Se perciben como proveedores económicos, incorporando la idea de "superación y bienestar" a partir de la aportación económica y la educación de los hijos o hijas, circunscrita al proceso de escolarización, al tener a los hijos o hijas en escuelas privadas.

 

La responsabilidad familiar

Para ellos, la responsabilidad familiar está directamente relacionada con la solvencia económica que les permita cubrir las necesidades y sustento familiar, lo cual forma parte de la identidad para muchos varones, identificando como uno de los papeles principales el ser proveedores, rol que van incorporando desde edades tempranas a través de la relación que establecieron con el padre y la forma como asumía la responsabilidad familiar, señalaron algunos entrevistados.

Mi padre me enseñó a ser hombre. Mi padre con su actitud, tal vez el ser responsable, yo creo que un hombre tiene que ser responsable y él me lo enseñó, porque él lo era, me enseñó a comportarme como un hombre. Bueno, como él consideraba tal vez un hombre, el ser trabajador y cumplir con las necesidades de la casa y la familia (Andrés, 28 años).

En los ámbitos familiares se establecen formas de actuación diferenciadas entre hombres y mujeres, llegan a visualizar a través de la relación con el padre el cumplimiento y la responsabilidad genéricamente establecida, donde los hombres debían llevar la aportación económica, conformando el papel de proveedores, Oscar comenta: "En términos, digamos, muy secos, me veo como un proveedor, me crea responsabilidades ver que nada falte" (Óscar, 45 años).

Tratando de indagar desde cuando asumen esta parte de la responsabilidad, varios coinciden en que desde la infancia o adolescencia, el mismo Óscar comenta:

Creo que desde adolescente, creo que es lo que determina una parte importante del hombre, personalmente yo empecé a ser, tener responsabilidades desde los 17 años ya como hombre, asegurar que todo fuera acorde en la casa y que no faltara nada en la de mis padres, por supuesto, y después en la mía. El tener esta responsabilidad me motiva, me hace, me mueve.

Si bien la responsabilidad familiar se va incorporando en la identidad de los varones por medio de la vivencia y las prácticas familiares, no se limita al periodo de la infancia, sino a lo largo de su trayectoria de vida, sobre todo cuando deciden formalizar una relación de pareja, casarse y tener su propia familia, lo cual les legitima como hombres de verdad, como hombres responsables.

Un hombre es el que debe tener responsabilidades y obligaciones, debe ser ordenado en sus cosas, debe... tener bien plantados sus sentimientos, sus ideas, su forma de ser y lo que debe desarrollar en su vida ¿no? Muchas veces el hombre debe de... tener bien estructuradas sus ideas para que pueda resolver todo a su paso y, sobre todo, cuando forma una familia (Carlos, 37 años).

Un hombre se define como la columna vertebral de la familia, ¿no? Esa persona que debe hacerse responsable de la familia, de la educación de los hijos, de la relación con la pareja, ¿no? (Daniel, 32 años).

Adquirir la responsabilidad completa en una familia, no hacer lo que tú quieras, sino, más bien, responsablemente guiar, guiar un hogar, guiar una familia, (Óscar, 45 años).

El ser responsables de una familia, asumir compromisos con la pareja, los hijos e hijas, les lleva a visualizarse como el eje de la familia, como señalan "la columna vertebral de la familia", y en ese sentido adquirir la responsabilidad completa de una familia. Discursos como éstos nos llevarían a pensar que serían los únicos que aportarían económicamente, sin embargo, sus parejas también son proveedoras, pero el hecho de que la esposa incorpore su salario no es reconocido, pues desde su perspectiva, ellas aportan, y muchas veces más que ellos, pero quien debe asumir la responsabilidad familiar es el hombre. Esto ha generado en muchas ocasiones discusiones como pareja, pues el que ellos se visualicen como los únicos "proveedores responsables" les lleva a asumir un poder en la forma de organización familiar, en las actividades, donde se generan divisiones asimétricas. Como señala Esteinou (2005), los hombres se reconocen en la esfera pública, el empleo y la política, confinando a las mujeres a la esfera privada y doméstica. En este sentido, y a partir de lo que señalan los entrevistados podría decirse que en lo que respecta a algunas familias del grupo social investigado, se generan relaciones conflictivas y desiguales, pues resulta que la responsabilidad en los varones se polariza, por un lado se dirige a la obtención de bienes económicos a través del trabajo, pero no se incorpora el sentido de responsabilidad por medio del compromiso compartido en las actividades cotidianas que demanda la vida diaria, como es la organización doméstica, limpieza de la casa, preparación de alimentos, tiempo con la pareja, los hijos e hijas, revisión de tareas escolares, asistencia a juntas o eventos escolares, entre muchas más. Para ellos, quien debe llevar la organización del hogar y los hijos e hijas es la mujer: "A ella esas cosas le salen bien y es muy ordenada", afirman algunos. Ellos no piensan en eso ni tienen tiempo para realizarlo, pues lo importante es el trabajo.

De ahí que aparezca de manera recurrente y preocupante el trabajo, la representación del dinero vinculado con la responsabilidad del "bienestar familiar" para cubrir las necesidades económicas "importante, el trabajo, porque de ahí sale para subsistir, ¿no?, y para dar un poquito dentro de la casa a la esposa y al niño. Porque lo importante es la familia" (Miguel Angel, 45 años).

Para algunos varones, la preocupación por el trabajo se da porque se convierte en el medio por el cual consiguen aceptación, reconocimiento social a su capacidad de producir, de generar recursos materiales para garantizar la seguridad y estabilidad familiar, como plantean Valdés y Olavaria (1998). El trabajo también se asume como responsabilidad y forma parte de la identidad masculina. A lo largo de la trayectoria de vida, los hombres incorporan la idea de que mediante su trabajo serán reconocidos y valorados como hombres, por lo cual dedican gran parte de su vida a lograr un éxito profesional y laboral. Para Nolasco (1989), el trabajo define una de las primeras marcas en la construcción de los varones en la medida que, en el plano social, genera independencia económica y le permite ser reconocido y valorado como hombre. En el caso de los entrevistados, la representación social del trabajo y el significado que le otorgan se centra en el logro y desempeño del éxito individual, se vuelve fundamental la obtención de recursos económicos, sin que importe cuanto tiempo le inviertan, lo cual muchas veces es cuestionado y demandado por la pareja, los hijos e hijas; sin embargo, estos cuestionamientos y demandas familiares no siempre son tomadas en cuenta por los varones, pues su idea y objetivo primordial es obtener dinero para mantener el nivel de vida, lo cual cada vez resulta más difícil e inalcanzable dadas las condiciones sociales y económicas del país. Esto los lleva a vivir en una contradicción constante, ya que el que sus parejas femeninas sean profesionistas y asuman un grado de autonomía al desempeñar actividades laborales remuneradas fuera de casa, los ha llevado a cuestionarse como hombres, pues desde su perspectiva ellos debieran llevar "toda la responsabilidad económica y de subsistencia familiar", desdibujando o no reconociendo que ellas también aportan y son proveedoras económicas de la familia. Con muchas dificultades han llegado a incorporar que las mujeres puedan ser económicamente activas, pues eso implicaría el que las visualizaran con las mismas libertades y oportunidades que ellos, a las cuales ellas tienen derecho, pero que a los varones les resulta muy difícil aceptar, porque hacerlo les toca la parte vulnerable de la hombría. Esto los ha llevado en varias ocasiones a discutir con la pareja y, finalmente, llegar a negociar sobre los tiempos, actividades y horas de llegada a casa, pues señalaron en su mayoría que ahora ya no pueden imponer u ordenar tan fácilmente a sus parejas como antes, y cuando lo llegan a hacer no los toman en cuenta, ellas les han llegado a decir: "No estoy de acuerdo contigo, o le entramos los dos parejo o no seguimos adelante".

Ante situaciones como esas, ellos reconocen que muchas veces no saben cómo actuar, no encuentran referentes, pues el modelo aprendido de ser hombre no era tan complicado. Veían en su casa a su papá cumpliendo el papel de proveedor y a su mamá asumiendo la responsabilidad de la casa y los hijos. No había necesidad de negociar, de acordar formas de relación, pero ahora se enfrentan a una situación y dinámica familiar diferente, donde se ven cuestionados como "hombres", y eso, desde su perspectiva, "duele", toca con la parte emocional que tampoco saben cómo incorporar o manifestar, incorporándose a su vez como otro de los significados atribuidos al ser hombre. De Keijzer (1997) y Seidler (1995, 2000) han señalado que gran parte del proceso de socialización en los varones enfatiza no sólo el control sobre los otros, sino sobre sus propias emociones y sentimientos, lo cual forma parte del proceso de aprendizaje como hombres, donde se considera que tener necesidades emocionales representa una señal de debilidad, una prueba de falta de autocontrol, que significa en algún sentido no ser lo suficientemente hombre. El reconocimiento y posibilidad de externar emociones en los varones es casi inexistente en el proceso de socialización, la mayoría se especializa en ocultarlas. Aunque se reconozca la necesidad y el deseo de expresar sus emociones y sentimientos, los llegan a reprimir. Sin embargo, también para muchos de los entrevistados es a través de la relación cotidiana con la pareja, que puede ser mediante discusiones o pláticas persuasivas, donde se ven confrontados y donde se puede construir la posibilidad de cambio. Nolasco (1989) plantea que los hombres administran sus afectos y que esto forma parte de la identidad de género masculino, convirtiéndolos en individuos divididos, por un lado teniendo el control aparente sobre sus vidas, y por otro, descuidando la parte emocional, la parte íntima. Esto, debido al proceso de socialización donde se enseña a negar los sentimientos como la ternura, la tristeza, el miedo, entre otros. Para Kaufman (1997), las emociones y necesidades en los varones no desaparecen, las frenan, las ocultan, las silencian, porque podrían poner en cuestionamiento su actuación como hombres. Esto nos deja ver cómo algunos varones se han dado la posibilidad de replantear sus actuaciones, a partir de la relación compartida con la pareja y los hijos en el manejo de emociones y sentimientos, lo cual forma parte del proceso de transformación y cambio en la identidad de los varones.

 

Ejercicio de la paternidad

La paternidad es una relación social compleja, que va más allá del hecho de engendrar un ser humano y que generalmente comprende otras dimensiones, como las de proveer económicamente, ejercer autoridad, proteger, formar y transmitir valores y saberes de padres a hijos e hijas. Asimismo, la participación masculina en la crianza y cuidado de sus pequeños es un aspecto que también se considera central en el ejercicio de la paternidad cuando se extienden los valores democráticos en la familia y se busca el logro de una mayor equidad de género. De hecho, una de las hipótesis actuales más importantes es la posible transformación desde una paternidad centrada en proveer económicamente y en el ejercicio de la autoridad, a otra donde tendrían mayor cabida el cuidado, la cercanía y el afecto entre padres, hijos e hijas. Sin embargo, algunos estudios sobre paternidad se han abordado más en términos de los problemas generados a partir de la relación ausente y distante con su padre, y las consecuencias negativas para ellos mismos, sus hijos e hijas, pero poco se ha reflexionado sobre los varones y el ejercicio de la paternidad como procesos relacionales, histórica y socialmente situados. Hablar del carácter situado de la relación entre un padre y sus hijos o hijas nos llevaría a reconocer que las relaciones entre padres e hijos hombres y mujeres no han sido las mismas a lo largo de la historia. La paternidad no es una cuestión natural, la paternidad y la maternidad se vinculan con otras formas de relación social y procesos socioculturales que se transforman bajo la presión de múltiples factores. Si bien en cada época o momento histórico las instituciones se encargan de elaborar discursos que pretenden regular el comportamiento de los varones y sus formas de relación con los demás integrantes de la familia —pareja, hijos e hijas (Ariés, 1987, 1987a; Flandrin, 1979)—, también los propios individuos, hombres y mujeres en su calidad de agencia, pueden asumir, reproducir o transformar sus actuaciones como padres, incorporando una diversidad de formas —cercanas, comprometidas, autoritarias, distantes, ausentes— en la relación con los hijos o hijas. Incluso las formas de relación que establecen los padres con sus hijos o hijas no son las mismas a lo largo de su trayectoria de vida; pueden cambiar y re-significar sus actuaciones a través de diversas circunstancias, como podrían ser los cambios socioculturales como el movimiento feminista y los derechos humanos, proponiendo relaciones genéricas más equitativas e igualitarias entre hombres y mujeres, así como una mayor participación de los varones en los ámbitos del hogar, la crianza y educación de los hijos e hijas.

Nehring (2005) señala que las relaciones de género en México, por lo menos desde la década de 1980, se han vuelto mucho más complejas, a pesar de que siguen existiendo ciertos patrones patriarcales, hoy día existen alternativas más accesible para los mexicanos en materia de creencias y prácticas, por ejemplo, muchas mujeres pueden elegir y llevar a cabo proyectos de vida que consideran la entrada a la vida marital a mayor edad, que combinan la vida marital con la actividad laboral remunerada. Estas posibilidades de vida en gran parte tienen que ver con el acceso a la educación y la participación en el mercado laboral como han señalado García y De Oliveira (1995), pero a su vez también tendríamos que considerar que la crisis económica en México ha generado una disminución en el ingreso, donde el salario de un solo proveedor, como históricamente se había atribuido al varón, resulta insuficiente. La pregunta es: ¿cómo particularmente los varones asumen el ejercicio de la paternidad?

Algunas investigaciones que han retomado el carácter relacional de la paternidad señalan que la vida de los hombres forma parte de un proceso que cambia y se transforma a partir de múltiples influencias, como podrían ser el momento de conformación de la familia, los procesos de negociación que se gestan al interior de ella, la decisión de tener hijos, los requerimientos que la pareja y los hijos e hijas hacen en función de sus necesidades (Salguero, 2002). Así también, Nava (1996), en una investigación que llevó a cabo sobre los hombres como padres en la Ciudad de México, encuentra que se ubican como jefes de familia en cuanto al nivel de autoridad y representatividad social, y siguen percibiéndose como proveedores económicos y protectores de su cónyuge e hijos, aunque algunos también incorporan el apoyo emocional y afectivo. Hernández (1996) en su investigación con varones profesionistas de sectores medios de la Ciudad de México, señala que la paternidad implica un proceso de construcción con la pareja y que en algunos casos los varones participan de manera más solidaria con las mujeres en el cuidado, atención y crianza de los hijos.

Rojas (2000) analizó los cambios en el ejercicio de la paternidad en México en varones jóvenes de sectores medios y con niveles educativos altos, señalando que adoptan más fácilmente modelos de comportamiento nuevos, "modernos", relacionados con una mayor participación en las decisiones reproductivas, comparten de manera cercana los eventos de embarazo, parto y crianza de sus hijos. A diferencia de estos varones, se encuentran los de mayor edad de sectores populares y con menor nivel educativo, quienes asumen comportamientos y roles enmarcados en lo tradicional, donde no establecen una comunicación o acuerdo con la pareja en las decisiones reproductivas y se muestran distantes y ajenos a los procesos de embarazo, parto y crianza, por considerarlos propios de las mujeres.

Por su parte, Jiménez (2001) constata en los testimonios de varones profesionistas de nivel medio de la Ciudad de México que algunos viven la paternidad como una gran responsabilidad, como algo que ata y en muchos casos como un proceso que es más bien decisión de las mujeres y que cambia radicalmente sus vidas, pues lo consideran un hecho irreversible, pero también hay disfrute, una experiencia emocional y aprendizaje permanente. Las mujeres, para estos varones, ya no son sólo objetos sexuales y paridoras, ellos buscan a la compañera de su vida en la que puedan concretizar un proyecto de vida. Jiménez encuentra contradicciones en la vivencia de algunos varones, ya que no quieren ser distantes, como lo fueron sus padres; no desean ser autoritarios, quieren ser más amigos y compañeros de sus hijos e hijas, pero en muchas ocasiones se descubren incurriendo en un modelo de paternidad tradicional, pues a la vez se saben y se sienten guía moral y proveedor fundamental, no solamente de elementos económicos, sino de formación moral y eso los vuelve distantes.

Otras investigaciones en América Latina son las de Dória, Oliveira y Muzskat (1999), quienes trabajaron con varones brasileños, y señalan que es esencial tratar de comprender la organización de la relación de pareja en el proceso y ejercicio de la paternidad, ya que la manera en que el hombre establece, vive, percibe y siente la relación con la pareja, constituye un elemento central para la comprensión de las prácticas y representaciones asociadas a la paternidad. Esto incluye el deseo por los hijos y la manera en que éstos se insertan en el proyecto de vida.

Fuller (2000) investigando sobre el significado de la paternidad en Perú, muestra que los varones la describen como un proceso de transformación, de cambio a un nuevo periodo de vida que es la adultez. Los entrevistados conciben la paternidad básicamente como una responsabilidad que implica la renuncia a su autonomía individual y un mayor compromiso tanto material como moral, representa la necesidad de establecer un vínculo con la pareja y con los hijos. De igual manera, Viveros (2000) señala que para los varones de la sociedad colombiana, la paternidad es asociada en primer lugar a la responsabilidad y el paso de la adolescencia a la adultez, la paternidad también constituye un logro, una realización personal. Para los entrevistados les resulta muy importante asegurar el bienestar material a sus hijos del cual ellos no gozaron en su infancia, la paternidad también integra la búsqueda de relaciones más cercanas con los hijos.

Con base en las consideraciones anteriores, podría decir que la paternidad está caracterizada por la complejidad y por las contradicciones que se generan en algunos varones. Para muchos, la paternidad representa un cambio en sus vidas, significa fundar una familia, lo cual los lleva a adquirir mayor responsabilidad para con la pareja y los hijos o hijas; la pareja adquiere un papel importante en el proyecto de vida, llega a determinar la manera en la cual ellos van asumiendo el compromiso y participación en el proceso reproductivo y la crianza con hijos e hijas; la autoridad sigue jugando un papel central en la subjetividad de muchos varones, aunque se notan algunos cambios donde se plantean relaciones más igualitarias, cercanas y afectivas, en las cuales se encuentra la posibilidad de disfrutar la experiencia de la paternidad. Es en el ámbito familiar donde se podrían afirmar, pero a la vez cuestionar las bases y estereotipos de la identidad en los varones, y una posibilidad es en el ejercicio de la paternidad.

Para los varones entrevistados de nivel medio-alto del Estado de México, la paternidad es importante y se incorpora como parte del proyecto de vida, se va integrando como idea desde el momento en que deciden formalizar la relación de pareja. Algunos comentaron que aun y cuando no lo habían enunciado verbalmente ya lo habían pensado. La decisión de ser padres en algunos casos es planeada y negociada con la pareja, generalmente se incorpora después de uno o dos años de casados. Sin embargo, también varios entrevistados señalaron que no habían planeado a los hijos o hijas, que se enteraron que serían padres en el momento en que la pareja les comunica que está embarazada, lo cual si bien les llega a causar un conflicto momentáneo porque no estaba en sus "planes de vida" ser padres en ese momento particular, en cuanto se enteran del embarazo lo aceptan e incorporan el cambio que representaría en su vida.

El que los varones entrevistados aludan a que no estaba en sus "planes de vida" ser padres, se debe a que, desde la perspectiva social, ser hombre implica en primera instancia terminar una carrera profesional, establecerse laboralmente, tener ingresos económicos que les permitan adquirir una casa, quizá un auto, y poder mantener el estilo de vida de clase media, lo cual, en México, resulta cada vez más difícil. De ahí que la mayoría de las familias enfrenten la necesidad de que tanto el hombre como la mujer se incorporen al ámbito de trabajo remunerado. Un dato importante en este grupo social es que aun cuando ambos realizan actividades laborales y obtienen ingresos económicos, los varones se siguen visualizando como proveedores únicos, por lo cual comentan que "la responsabilidad económica" es de ellos, que tienen que "ver que todo marche bien en la casa y la familia", lo cual forma parte del proceso de construcción de la identidad de género masculino, donde a su vez se incorpora el ser padres, visualizándolo como una responsabilidad en sus vidas, como señalan algunos entrevistados:

Pienso que la paternidad es algo muy importante, que incluye pues muchas cosas que tienes que hacer, como el ser responsable, tienes que ver por los niños que vengan y pues tienes que ser responsable con los niños y con tu pareja, (Daniel, 23 años).

Es una responsabilidad muy grande, como te lo estoy mencionando yo, pero ser padre implica muchísimas cosas, el tener que cuidar a tu bebé, saber que a tu esposa también la tienes que cuidar, o sea, ser padre implica muchas horas de sacrificio, sí, muchas horas de dedicación a la casa, a la beba, a no descuidar tu matrimonio, que es importante porque tienes que compaginar la paternidad con el matrimonio, porque si nada más te dedicas a la paternidad yo creo que el matrimonio a veces decae, tienes que compaginar matrimonio y paternidad (Roberto, 25 años).

La paternidad se convierte en una función tamizada por los imperativos que los discursos sociales comportan. Ya no es el que biológicamente tiene hijos, como señala uno de los entrevistados "el sólo tenerlos no te hace padre". Tampoco es el que otorga un nombre o apellido, sino el que cumple y se responsabiliza de los hijos e hijas, educarlos, cuidarlos y disfrutarlos, un padre es el que se ocupa de ellos y ellas. El sentido de responsabilidad incorpora el cuidado y educación, el ver por ellos y ellas, estar al tanto de su desarrollo, desde el momento que nacen, cuando son pequeñitos, cuando van creciendo y son adolescentes, incluso cuando son adultos, como señalan los entrevistados:

Para mí, la paternidad es, no, no lo podría describir, o sea... es algo muy difícil de describir. Yo pienso que la paternidad es una responsabilidad muy grande, en la cual tienes que saber educar a tus hijos (Roberto, 25 años).

Es la forma en que tú vas a educar a tu hijo, la forma como lo vas a desarrollar intelectualmente, una etapa muy importante en la cual debes dedicar horas, debes prepararla lo mejor posible (Marcos, 35 años).

Si bien la paternidad integra la responsabilidad, también se incorporan otros significados como el juego y el aprendizaje conjunto, el dar vida al amor que se tiene en pareja.

La paternidad significa un juego, porque te lleva a muchas cosas, es un juego en donde tú aprendes, donde haces que el niño aprenda, donde haces que tu pareja aprenda, que yo siento que, que todo lo que aprendes puede ser un juego (Luis Alfonso, 26 años).

En algunos entrevistados se nota un proceso de cambio y resignificación genérica al cuestionarse los roles y significados socialmente asignados sobre los estereotipos masculinos y la paternidad, sobre todo en valores centrados en el poder económico, la autoridad, la ausencia, distanciamiento y poca participación con los hijos o hijas, los cuales no siempre son incorporados por los varones. Por el contrario, aparece en el discurso una mayor participación desde la decisión reproductiva con la pareja, hasta la distribución de actividades de cuidado y crianza de los hijos. Como señala Fuller (2000), la paternidad es parte de la identidad genérica en los varones y opera como un elemento estructurante en el ciclo de vida, es la consecución de la adultez plena, por medio de ella, un varón se convierte en el centro de un nuevo núcleo social y es considerada como la experiencia más importante y plena en la vida de un hombre. De Keijzer (1995) considera que, en términos de identidad, los varones se enfrentan a desafíos y mandatos entre los que destacan trabajar, formar una familia y tener hijos. Tener hijos es uno de los pasos fundamentales del tránsito de la adolescencia a la madurez, uno de los desafíos que se deben superar. Es, asimismo, la culminación del largo rito de iniciación para ser hombre.

Los entrevistados llegan a señalar que ser padres y ejercer la paternidad les cambia la vida, los convierte en hombres con responsabilidad, lo cual se convierte en el proyecto más importante de su vida en la medida que les dasentido y significado a las actividades que llevan a cabo. Como mencionan algunos: "Me esfuerzo y trabajo como loco para darles lo mejor a mis hijos". A diferencia de lo que la literatura ha dicho respecto a que los varones generalmente no consideran el deseo de tener hijos y participar cercanamente en su proceso de crianza y desarrollo, nos encontramos con que la mayoría le otorga un lugar importante y significativo en su vida.

Coincido con Figueroa (2000, 2001) cuando plantea que la paternidad integra el conjunto de relaciones posibles que pueden darse entre un progenitor y sus hijos e hijas, sin reducirlo a la dimensión biológica, sino también progenitores adoptivos y simbólicos, es decir, hombres que quieren establecer una relación con un niño o una niña que va construyendo su vivencia como persona. Las relaciones pueden ser de afecto, de cuidado y de conducción, a la vez que existen relaciones de sostén económico, de juego y diversión conjunta, así como de búsqueda de autonomía. Podemos decir que la paternidad es un proceso con momentos reales y momentos virtuales, momentos que han ocurrido y momentos que pueden ocurrir, y algunos que, a pesar de su posibilidad, nunca se presentan. Dicho proceso no puede imaginarse al margen de la construcción de la masculinidad, y dentro de ella en particular, de la forma en que se viven dinamismos como la sexualidad, la salud y la reproducción, ya que el conjunto de ellos influye en los diferentes significados que se le puede dar a la paternidad y a los hijos derivados de tal ejercicio.

Los discursos y vivencia de los entrevistados permiten ver que cuando se integra en la subjetividad el deseo, la planeación y decisión de tener hijos o hijas como parte del proyecto de vida, la paternidad se vive como algo que llega a cambiar la vida de algunos varones, quienes replantean y resignifican su vida a partir del intercambio relacional con la pareja y lo que van descubriendo y aprendiendo con los hijos e hijas. Podría decir que la paternidad, para la gran mayoría de los varones de nivel medio-alto del Estado de México, representa un cambio en sus vidas, significa fundar una familia, lo cual los lleva a adquirir mayor responsabilidad para con la pareja y los hijos o hijas. La pareja adquiere un papel importante, llega a influir en la manera en la cual ellos van asumiendo el compromiso y participación en el proceso reproductivo y la crianza con los hijos e hijas. La autoridad sigue jugando un papel central en la identidad de muchos varones, aunque se notan algunos cambios donde se plantean relaciones más igualitarias, cercanas y afectivas, con las cuales encuentran la posibilidad de disfrutar la experiencia de la paternidad.

 

Consideraciones finales

Me parece necesario incorporar y ampliar la investigación sobre las formas de vida que los varones asumen en la actualidad, los conflictos y contradicciones a los que se enfrentan en su acontecer cotidiano en los diferentes escenarios de práctica social, como son la familia, el trabajo, los amigos. Una posibilidad es el abordaje metodológico de corte cualitativo, ya que permite establecer una relación cercana a través de las entrevistas y la información que proporcionan, nos permite indagar sobre el proceso de construcción de la identidad genérica en los varones, encontrando que forma parte de un proceso diverso, complejo y cambiante en su trayectoria de vida, ya que si bien a través de la relación que establecieron con su padre fueron incorporando elementos que les permitieron construir su identidad como hombres y padres, también en la relación que establecen con la esposa, los hijos e hijas van modificando y reestructurando los significados sobre el ser hombre y ser padre, pues se enfrentan a nuevos requerimientos, por ejemplo, para ser responsable, hoy en día no es suficiente con la aportación económica. Ser un hombre responsable abarca un espectro más amplio, como tomar en cuenta las necesidades de tiempo para compartir y participar en actividades en el hogar, en la atención y cuidado de los hijos.

No obstante, para algunos hombres la responsabilidad familiar la siguen relacionando con proveer económicamente. De ahí su preocupación por el trabajo como medio para obtener dinero y mantener el nivel de vida familiar, circunstancia que los confronta con la realidad porque generalmente sus ingresos son insuficientes para mantener el nivel de vida al que aspiran y donde la pareja, al proveer también económicamente, requiere de ellos otras formas de actuación como hombres y padres: que sean más comprometidos y participen más en las actividades domésticas, que dispongan de tiempo para estar con la familia y no se dediquen únicamente a trabajar, que participen en las actividades de cuidado y atención de los hijos, que escuchen las necesidades de la pareja, de los hijos y de las hijas; que estén dispuestos a negociar espacios, tiempos, decisiones y formas de relación, lo cual no siempre es aceptado por los varones, ya que desde su perspectiva pondría en cuestionamiento los lugares y espacios socialmente construidos. Muchos de los hombres actuales carecen de referentes concretos sobre formas de actuación distintas, lo cual les priva la oportunidad de aceptar con facilidad el vivirse como un hombre dispuesto y participativo en las labores domésticas y cuidado de los hijos e hijas, pues para ellos es más importante dedicar horas y horas al trabajo como único medio para mantener el estatus socialmente asignado. Se llegan a notar algunos cambios en los entrevistados más jóvenes, cuyas edades se encuentran entre 20 y 30 años, quienes han iniciado procesos de negociación con la pareja y los hijos e hijas, llegando a señalar que vivirse como un hombre distinto, participativo, afectuoso, dispuesto a vivir y convivir de manera equitativa les ha llevado a disfrutar más de la relación de pareja, del ejercicio como padres. La paternidad representó un cambio en sus vidas, que les permitió cambiar el sentido y significado de su existencia. Podríamos decir que si bien la paternidad juega un papel importante en el proyecto de vida de los hombres, para algunos varones esto ha formado parte de un proceso donde se incorporan diversas experiencias derivadas de la relación cotidiana, quizá algunas impregnadas de contradicciones y dificultades muchas veces silenciadas, las cuales tendrían que ser recuperadas en el ámbito de la investigación, documentando las diferentes formas a través de las cuales llegan a ser hombres y padres. En este sentido es que se establece una estrecha relación entre el proceso de construcción de la identidad masculina y el ejercicio de la paternidad, ya que una forma de ser padre tiene que ver con una manera particular de ser hombre, de las condiciones particulares de vida, de los momentos en los que se accede a la paternidad, de la manera como se estructura y negocia la relación de pareja, de lo que para él o ella signifique ser un hombre o una mujer, de los roles establecidos, incluso de los discursos sociales y políticas gubernamentales en torno a la familia, los hombres y las mujeres.

 

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