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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.12 no.47 Toluca ene./mar. 2006

 

La población indígena en la Zona Metropolitana del Valle de México, 2000

 

Indigenous population in the Metropolitan Area of the Valley of Mexico, 2000

 

Héctor Hiram Hernández Bringas, René Flores Arenales, Gabriela Ponce Sernicharo y Ana María Chávez Galindo

 

Universidad Nacional Autónoma de México/Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapozalco.

 

Resumen

En este artículo se analizan las características sociodemográficas de la población indígena en la Zona Metropolitana del Valle de México, capital y área más urbanizada del país. Se define como indígena aquella población que declaró hablar alguna lengua o se adscribe a esa denominación. Los indígenas urbanos, a pesar de presentar mejores condiciones que los que habitan en zonas rurales, padecen fuertes niveles de marginación, pobreza, invisibilidad y, por supuesto, presentan peores niveles de vida que la población mestiza o no indígena. Se plantea aquí hacer visibles sus montos, particularidades y características, mismas que se comparan a cada paso con las de los no indígenas para presentar una visión de su situación en la actualidad.

Palabras clave: población indígena, población indígena urbana, mujeres indígenas, condiciones de vida, Zona Metropolitana del Valle de México, México.

 

Abstract

This article analyzes the socio-demographic characteristics of the indigenous population in the Metropolitan Area of the Valley of Mexico (MAVM), the country's capital city and most urbanized area. We define as "indigenous" the population of inhabitants that speak an indigenous language or that consider themselves as such. Despite showing better socio-economic conditions compared to those living in rural areas, the urban indigenous population is lost in the immensity of the urban space and suffers higher levels of marginalization, poverty, social invisibility, and worst living standards in comparison to the non-indigenous. In this paper we examine their numbers, characteristics and particularities and compare step-by-step these variables with those of the rest of the population in order to present a comprehensive description of their current situation.

Key words: indigenous population, urban indigenous population, indigenous women, life conditions, Metropolitan Area of the Valley of Mexico, Mexico.

 

Introducción

El presente trabajo contiene una panorámica de los montos, distribución y algunos aspectos de la situación de la población indígena que habita la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). En ésta se concentra una porción importante de la población del país. Además, en ella encontramos una parte importante de la población indígena mexicana, por lo cual también se pueden encontrar ahí representantes de todos los grupos indígenas actualmente existentes en México. Ha sido pues, un lugar de asentamiento de grandes concentraciones de población y, por ello, de gran riqueza étnica. Sin embargo, los indígenas son relativamente invisibles dentro del panorama citadino, quizás porque de alguna forma muchos de ellos han ido dejando de usar sus vestimentas tradicionales así como de hablar sus lenguas originarias. Con todo, entre los que se declaran hablantes de alguna lengua y los que, sin hablarla, se autorreconocen como indígenas, su monto en relación al total nacional de la población indígena tiene gran importancia, como se verá más adelante.

Para cuantificar sus montos, su distribución y sus características dentro de la ZMVM, se utilizó la información proporcionada básicamente por el XII Censo General de Población y Vivienda de 2000, levantado por el INEGI en ese año. De ese ejercicio censal se utilizaron tanto los tabulados básicos como la muestra de 10 por ciento que se levantó en forma concomitante al levantamiento censal, pero utilizando un cuestionario ampliado. Esto permitió un acercamiento a las características de los hablantes de lengua indígena que no se habría tenido oportunidad de obtener simplemente a través de los tabulados tradicionales. Además, en la muestra del censo del 2000 se incluyó una pregunta acerca de la autoadscripción como indígena de las personas entrevistadas, lo que permitió que personas que no hablaban alguna de las lenguas indígenas fueran identificados como tales. Los montos que arroja cada uno de esos levantamientos censales difieren en alguna medida. Por ello se aclarará cuando se utilice una u otra información. Cuando se utilicen los tabulados básicos, se entenderá por indígena a los mayores de cinco años que declararon hablar una lengua indígena más los menores de cinco años que habitan en viviendas en que el jefe del hogar o su cónyuge son indígenas. Cuando se utilice la muestra, los indígenas serán la población hablante de una lengua indígena y los que, sin hablarla, se asumen como indígenas. Los que en la muestra declararon que a pesar de hablar una lengua indígena no se consideraban indígenas, fueron considerados como tales en este trabajo, bajo el supuesto de que son relativamente muy pocos, en la ZMVM, los hablantes de una lengua que no tiene antecedentes étnicos indígenas que los sitúen fuera de ese grupo de población. Se podría pensar que, por ejemplo, en la península de Yucatán, en donde hablar maya era bastante común por parte de toda la población, indígena o no indígena, el número de hablantes de una lengua que no son indígenas podría ser importante. Pero, como ya se dijo, es poco probable que ese sea el caso en la ZMVM.

Por otro lado, el concepto de ciudad que se utilizó fue el de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM). Esta comprende las 16 delegaciones del Distrito Federal, 58 municipios del Estado de México y un municipio del estado de Hidalgo (mapa 1). Estos municipios son los que se consideran ya conurbados a la Ciudad de México y se consideran los criterios adoptados por el Plan de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de México (ver bibliografía).1

 

Antecedentes

La población indígena del Valle de México ha tenido mucha importancia desde la época prehispánica. De toda la región en que se asentaban las culturas prehispánicas, el centro del país siempre fue una de las zonas más pobladas de América del Norte. Pese a los procesos de despoblamiento en los años posteriores a la Conquista, en la actualidad se pueden encontrar en esta parte del país representantes de prácticamente todas las lenguas indígenas que se hablan en la república mexicana. Si bien los indígenas son actualmente una minoría en todos los municipios que forman la ZMVM, ello se debe en buena medida a que una porción importante ha perdido las características culturales que los distinguen. Como ya lo han planteado muchos investigadores, lo indígena es una cuestión cultural más que racial.

 

La población indígena en la ZMVM

Hasta 1995, la única forma en que, censalmente, se podía tener una estimación del número de indígenas del país, o bien, para nuestro caso, de la ZMVM, era a través de la pregunta de si eran hablantes o no de una lengua indígena y, para los menores de cinco años, si el jefe de hogar o su cónyuge eran hablantes de una lengua indígena. A partir del censo del 2000, en la muestra de 10 por ciento con un cuestionario ampliado, el INEGI incluyó una pregunta referente a la autoadscripción o no de los encuestados como parte de la población indígena.

Cuando se analizó la información para la ZMVM, aunque se podría haber esperado que los montos de hablantes y de los que se autodesignaban como indígenas fueran muy similares, esto no sucedió. Se dio el caso de que montos significativos de población hablante de alguna lengua indígena no se consideraran indígenas, al mismo tiempo que otros montos igualmente importantes de personas que declararon no hablar una lengua sí se consideraron como indígenas (cuadro 1). De tomarse como correcta esta situación, tendríamos como resultado que de los hablantes poco más de 75 por ciento no se consideran indígenas. Y, por otro lado, 38.02 por ciento de los que se reconocen como indígenas no hablan ninguna lengua indígena.

Se decidió entonces tomar a todos los hablantes de lengua indígena mayores de cinco años de edad como indígenas (aunque dijeran que no lo eran) y sumarles el grupo de población que dijo que era indígena aunque no hablara una lengua indígena.

Con ello se obtuvo que la suma de los hablantes (360 691 personas) más los que se reconocían como indígenas, aunque no hablaran alguna lengua (54 342 personas), ascendía a 415 023 personas para el conjunto de la ZMVM, todas ellas mayores de cinco años de edad, mismas que representarían 2.27 por ciento de la población metropolitana. Si a las cifras anteriores se les sumaban los menores de cinco años habitando en los hogares de un jefe o un cónyuge hablante o autorreconocido como indígena, la población indígena se estima que sumaría en total más de 520 mil personas (2.84 por ciento de la población metropolitana). Sin embargo, cuando se utilizó la muestra censal y para los fines de este estudio, se tomó solamente a los mayores de cinco años de acuerdo con las especificaciones ya mencionadas: hablantes de lengua indígena, más no hablantes autoadscritos como indígenas.

En general, la información que se utilizó para la mayor parte de esta investigación fue la proporcionada por la mencionada muestra censal de 10 por ciento. Pero con fines de análisis, se revisó también la información sobre la población indígena de los tabulados básicos del censo del 2000, misma que se presenta a continuación. De acuerdo con esta última, la población indígena mayor de cinco años ascendía para el conjunto de la ZMVM a 312 917 personas. Si a estas se les sumaba la población menor de cinco años habitante de hogares donde el jefe o el cónyuge hablaban una lengua, a la cifra anterior deberían sumarse 81 239 personas, con lo que el monto de la población indígena censal ascendería a un total de 394 156 personas. Esta cifra, como se ve, es más baja que la que proporciona la muestra censal aunque, claro, en ella no fueron incluidas personas que se consideran a sí mismas indígenas, por no haberse realizado esa pregunta para los tabulados básicos. Es de llamar la atención que, en conjunto y como entidades completas, el Distrito Federal, el Estado de México e Hidalgo suman 1 041 610 indígenas, pero los que habitan la ZMVM solamente son 37.84 por ciento de todos los indígenas de las tres entidades.

Ello nos indicaría que en su inmensa mayoría, casi dos tercios de estos indígenas prefieren continuar viviendo en municipios rurales relativamente cercanos a la ZMVM o a otras ciudades (Pachuca, Querétaro, Puebla, Toluca, Cuernavaca, Tlaxcala etc.). Las grandes metrópolis pues, no parecen ser lo suficientemente atractivas para estos hablantes de lengua indígena, aunque seguramente interactúan con ellas en busca de ciertos servicios (por ejemplo, médicos o educativos). Por supuesto que esta situación es diferente entre las entidades federativas consideradas: en el caso de Hidalgo solamente se considera a uno de sus municipios como conurbano con un monto poblacional reducido; en el caso del Distrito Federal, sus 16 delegaciones, con toda su población, se incluyen en la ZMVM, y en consecuencia todos los indígenas que lo habitan. Y del Estado de México, 74.4 por ciento de su población total es parte de la ZMVM, aunque solamente 53 por ciento de los indígenas de esa entidad viven en alguno de los municipios conurbados.2

Respecto del total de la población de cada entidad y de la ZMVM en su conjunto, los indígenas son relativamente pocos, ya que representan apenas 2.14 por ciento de la población metropolitana, 2.01 por ciento de la población del Distrito Federal, 2.26 por ciento de la de los municipios conurbados mexiquenses y 2.38 por ciento de la población de Tizayuca, Hidalgo.3

La mayor parte de los indígenas metropolitanos (80.58 por ciento) se concentran en solamente 20 de las 75 delegaciones y municipios de la ZMVM (cuadro 4), mismas que también concentran 76.4 por ciento de la población total de la metrópoli. En general, todas estas entidades federativas, son las de más antiguo poblamiento y están relativamente cercanas entre sí y al centro de la ciudad (mapa 2). Entre estas, once de las 16 delegaciones del Distrito Federal y nueve municipios conurbados (de 59). La más alta concentración de población indígena se puede encontrar en la delegación de Iztapalapa (10.48 por ciento) seguido por cuatro municipios mexiquenses y otra delegación del Distrito Federal, estos últimos casos albergan entre cinco y nueve por ciento de los indígenas de la ciudad.

Cuadro 3

En casi todos los casos, los municipios y delegaciones con mayor población indígena se corresponden con aquellos que tienen los mayores montos de población general total. La delegación Milpa Alta, que no está dentro de las primeras 20 en cuanto a número de indígenas, es, sin embargo, la que tiene el mayor número de indígenas en relación a su población total; le siguen municipios como Valle de Chalco Solidaridad y Chimalhuacán, además de Naucalpan, Chalco y Xochimilco.

 

Distribución de la población indígena y no indígena según sexo

En cuanto al sexo de los hablantes de lengua indígena y de cada lengua indígena, aunque hay pequeñas diferencias, éstas no son muy pronunciadas y se podría decir que sus porcentajes por género son muy similares. Lo mismo ocurre cuando se comparan indígenas y no indígenas, con una pequeña mayor proporción de mujeres que de hombres en ambos casos. Por grupo de edad sí hay diferencias importantes en cuanto al número de personas, como se verá más adelante.

 

Principales lenguas indígenas en la ZMVM

En la ZMVM se pueden encontrar hablantes de prácticamente todas las lenguas indígenas que se hablan en el país4 aunque en algunos casos en números muy reducidos. Sin embargo, ocho de ellas agrupan a más de 90 por ciento de los hablantes de una lengua indígena. Por mucho, el náhuatl es la más importante, ya que casi un tercio de los indígenas que habitan la ZMVM declararon hablar este idioma, seguido por el otomí, el mixteco, el zapoteco, el mazahua, el mazateco y el totonaca. El náhuatl y el otomí, por otro lado, eran idiomas que se hablaban predominantemente en los territorios donde actualmente se encuentra la ZMVM, lo que explicaría la importancia que hasta la fecha conservan (cuadro 6). De las otras lenguas, básicamente todas las que tienen números importantes de representantes dentro de la población capitalina son de estados con alta proporción de población indígena en relación con su población total. Así, hay hablantes de lenguas indígenas de Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz, Puebla, Hidalgo, Michoacán, San Luis Potosí y Querétaro. Y, claro, los hablantes de maya de la península de Yucatán. Como se puede observar, la lengua del hablante puede ser un factor que dé información sobre el origen étnico y regional de los indígenas capitalinos, punto que se volverá a tocar al analizar el origen de losjefes de hogar indígenas (ver más adelante cuadros 18 y 19).

Por otro lado, la casi totalidad de los indígenas de la ZMVM que hablan una de esas lenguas declararon que también hablaban español y sin que se registraran mayores diferencias según el sexo. Si bien éste no es el caso de muchos hablantes de lenguas indígenas en otras regiones, sobre todo de las mujeres, en la capital del país esto es explicable porque hablar el español, aparte de una lengua nativa, es muy necesario, casi indispensable para la interacción social y económica. Los que nacieron en esta zona asistieron a escuelas en donde el idioma que se utilizaba era el español; los que llegaron desde otras regiones tienen que haber vivido la necesidad de hablar el idioma citadino y lo aprendieron en el curso de su experiencia. Por otro lado, hay que recordar que las personas que toman la decisión de migrar suelen ser precisamente aquéllas con mayores niveles de escolaridad en sus lugares de origen y, además, suelen ser personas con mayores niveles de adaptabilidad e iniciativa personal. Así que es probable que muchos de ellos ya supieran español cuando llegaron a la ZMVM.

 

La población indígena por grupo de edad

En la distribución de la población indígena por grupo de edad es interesante observar que, de acuerdo al cuadro 8, los grupos 5 a 9, 10 a 14 y 15 a 19 años para los hombres indígenas y los dos primeros para las mujeres indígenas, no tienen los montos de población que les corresponderían proporcionalmente. En cambio, en los demás grupos, a partir del grupo de 20 a 24 años, proporcionalmente hay más indígenas que no indígenas en cada sexo. En este caso la explicación obvia parecería ser que esto se debe al efecto de la inmigración y que ésta se realiza preferentemente a edades adultas jóvenes. Para el caso de las mujeres, esto se produce a partir del grupo de 15 a 19 años, probablemente, como ya ha sido reportado en otros trabajos de investigación, para trabajar como empleadas domésticas en casas de familias mestizas o blancas. Ello explicaría el notorio mayor número de mujeres en ese grupo de edad. En el resto de los grupos de edad, al compararlos por sexo, en todos los casos hay aparentemente un mayor porcentaje de efectivos indígenas que no indígenas.

A través de las gráficas 1 y 2, se puede observar, a una escala diferente a la del cuadro 8: por un lado, la desproporción en la base de la pirámide debido a la falta de los efectivos que se esperaría hubiera en esos grupos de edad y, sobre todo, comparándola con la pirámide de los no indígenas, y por otro, el mayor número de mujeres en los grupos 15 a 19 y 20 a 24, debido probablemente a las razones antes expuestas. Para los otros grupos, como ya se mencionó, se puede observar que hay proporcionalmente más población indígena que no indígena.

 

Posición en el trabajo de la población indígena

La mayor parte de los indígenas trabajan como empleados u obreros por cuenta propia (67.53 por ciento), probablemente en el mercado informal (25.12 por ciento) y casi cinco por ciento trabaja como jornalero o peón. Muy pocos alcanzan la categoría de patrones. Aunque las cifras mostrarían un pequeño margen en favor de los no indígenas, no hay grandes diferencias entre ellos.

 

Hogares indígenas en la ZMVM

Del total de hogares de la ZMVM, apenas 3.66 por ciento estarían formados por indígenas o, al menos por unjefe de hogar o por su cónyuge que habla una lengua indígena o que dice pertenecer a un grupo étnico.

Hay un mayor porcentaje de hogares dirigidos por hombres entre los indígenas que entre los no indígenas. Aunque las cifras de hogares dirigidos por mujeres son elevadas para ambos grupos, para los no indígenas éstas son mayores que las de las indígenas en 2.64 por ciento.

Por otro lado, los hogares con jefe indígena empiezan a formarse a edades más tempranas que los de los no indígenas y continúan a un ritmo mayor hasta el grupo de los 30 a 34 años. A partir del grupo 35 a 39 y hasta los 45 a 49 años, tanto los indígenas como los no indígenas conservan sus porcentajes relativos de hogares con pocas diferencias entre sí. Pero a partir de los 50 años, en todos los grupos a partir de esa edad hay un mayor porcentaje de hogares no indígenas. Esto quizás se deba a que los indígenas tienen un mayor porcentaje de hogares extendidos y a que hay menor número de disoluciones por divorcio o separación entre ellos y, por lo tanto, el número de nuevos hogares en las edades extremas de la vida sea ligeramente menor para ellos.

 

Tipo de hogares y número de miembros por hogar

En cuanto al tipo de hogar para toda la población, el predominante es el nuclear, seguido del ampliado y, en menor medida, los unipersonales. Sin embargo, los indígenas tienen casi cuatro por ciento menos hogares nucleares que los no indígenas, pero casi tres por ciento más de hogares ampliados, lo que puede indicar que quizás algunas de sus costumbres relacionadas con la conservación de las redes familiares es más intensa que en el caso de los no indígenas. Ello, como se ha comprobado, tiene gran importancia cuando surgen necesidades económicas y en emergencias. Si se toma en cuenta que los indígenas suelen ser marginados y discriminados por sectores importantes de la población no indígena, el contar con redes sociales de apoyo debe ser un factor importante para su sobrevivencia y ello en parte explicaría y daría sustento a la existencia de un número mayor de hogares ampliados que entre los no indígenas.

Los hogares indígenas tienen en promedio un mayor número de miembros (4.39 miembros por hogar) en relación a los no indígenas (4.07 miembros por hogar) aunque no es una diferencia muy significativa. La mayoría de los hogares indígenas tienen entre tres y seis miembros, aunque hay un número importante de hogares con siete miembros y más en porcentajes ligeramente mayores que para los no indígenas. Lo anterior es importante porque se tiene el supuesto de que los grupos familiares indígenas y la fecundidad indígena son mayores que para los no indígenas, cosa que no estaría sucediendo del todo en la ZMVM, ya que las diferencias son mínimas. En este caso, una probable explicación es que muchos de los indígenas que inmigraron a la ciudad siguen teniendo una fecundidad ligeramente más alta que la de los nacidos en ella, lo que daría lugar a hogares ligeramente más grandes. Asimismo, es probable que muchos de ellos migren sin sus hijos pequeños, dando la impresión equivocada que el tamaño medio de sus familias es más bajo de lo que realmente es. Y, por último, es más que probable que en buena medida los indígenas metropolitanos ya hayan cambiado, al menos en parte, sus niveles deseados de número de hijos y que tiendan a la homogenización, entre otros, de sus patrones reproductivos haciéndolos similares a los de la población no indígena mayoritaria.

 

Edades medianas de los jefes de hogar

La edad mediana de los jefes de hogar indígenas es de 40 años, dos años menor que las de los no indígenas. Sin embargo, la mayor diferencia se da en las jefas de hogar. Las no indígenas tienen una edad mediana de 48 años, mientras que en las indígenas es de 45 años, una diferencia de tres años. Ello nos indicaría que estas mujeres, las indígenas, se están quedando solas (por divorcio, viudez o abandono) a una menor edad que las no indígenas y que se tienen que hacer cargo de sus hogares cuando probablemente sus hijos son más pequeños que los de sus contrapartes no indígenas. No obstante, hay que recordar que aparentemente hay menos disoluciones de uniones entre los indígenas que entre los no indígenas y que las mujeres indígenas se unen a una menor edad que las no indígenas. En cualquier caso, para toda la población lo que se puede observar es que los jefes de hogar, en general, son personas adultas, ya maduras.

 

Situación conyugal de los jefes de hogar

La mayor parte de los jefes de hogar hombres, indígenas y no indígenas, están unidos en una relación de pareja que puede ser consensual, civil, civil y religiosa o solamente religiosa. En este caso se encuentra 91.1 por ciento de los no indígenas y 89.5 por ciento de los indígenas. Por su parte, las mujeres acceden a la jefatura del hogar mayoritariamente por viudez o separación. En el caso de las indígenas, el porcentaje de jefas de hogar por viudez o separación es bastante similar (26.9 y 24.1 por ciento, respectivamente) mientras que para las no indígenas, es mayor el porcentaje de las que son jefas porque enviudaron (32.7 por ciento) en relación a las que lo son por separación (21.8 por ciento). Hay, además, en relación con las jefas de hogar, un mayor número de viudas entre la no indígenas (casi seis por ciento más) en relación a las indígenas. Aunque menor a los anteriores, también es importante el número de mujeres jefas de hogar por divorcio en ambos grupos aunque mayor para las no indígenas.

En el caso de los jefes hombres de ambos grupos, solamente alrededor de cinco por ciento entran en esa situación por esos factores. Asimismo, sin olvidar que estamos hablando de jefes de hogar, es llamativo que un mayor número de jefas mujeres (indígenas y no indígenas) son jefas de hogar cuando están solteras y muy pocas cuando están unidas. Los hombres jefes de hogar solteros, en cambio, presentan cifras bastante menores y tal pareciera que, para llegar a ser jefe, en la mayoría de los casos un varón debe primero estar o haber estado unido en matrimonio. En otro aspecto, aunque la religiosidad de los indígenas se da por un hecho, el número de jefes indígenas casados ya sea solamente por la iglesia o civil y religiosamente es casi nueve por ciento menor que el de los jefes no indígenas, y aumenta bastante el de los que solamente están unidos consensualmente con su pareja: ocho por ciento más para los indígenas (a este respecto, ver apartado sobre religión) cuando cabría haber esperado que las cifras de los indígenas fueran mayores en ese aspecto. Por supuesto, los costos y compromisos asociados con una boda por lo religioso pueden hacer que muchas parejas opten por no realizarla o, quizás, llevarla a cabo más adelante en el transcurso de su vida en común.

 

Procedencia de los jefes de hogar

De los jefes de hogar indígenas de la ZMVM, 95 por ciento es originario de solamente 10 entidades del país. El grupo más numeroso reporta como su lugar de nacimiento el Estado de Oaxaca. Le siguen en orden de importancia los indígenas procedentes de municipios de las tres entidades que conforman la ZMVM (el Distrito Federal, el Estado de México e Hidalgo) aunque no necesariamente los que están conurbados. También tienen gran importancia como abortantes de inmigrantes a la ZMVM, los estados de Puebla, Veracruz, Guerrero, Michoacán, Querétaro y San Luis Potosí. Como ya se mencionó antes, los orígenes de la mayoría de los indígenas de la ciudad están situados básicamente en los estados del centro del país. De Chiapas y de la península de Yucatán, a pesar de ser entidades con poblaciones indígenas numerosas, hay relativamente pocos representantes. Y de los estados del norte del país, que por otro lado han tenido poblaciones indígenas relativamente reducidas desde la época prehispánica hasta la actualidad, no hay más que algunas pocas decenas de hablantes de las lenguas de esas regiones.

 

Principales lenguas habladas por los jefes de hogar

La lengua que hablan principalmente los jefes de hogar o sus cónyuges es el náhuatl. Pero el mixteco y el otomí están casi en igual posición como segunda y tercera lenguas más importantes. Las otras lenguas que tienen números importantes de hablantes como habitantes de la ciudad son zapoteco, mazahua y mazateco. Y, en total, son 13 las lenguas que tienen al menos mil o más representantes habitando la ZMVM. Todas las otras lenguas tienen menos de 500 hablantes dentro de la población metropolitana. Aparte de lo ya dicho, lo anterior vendría a mostrar que quizás los hablantes de las diferentes lenguas tienen tamaños de familias diferentes, en este caso más grandes, lo que haría que las posiciones relativas de las diferentes lengua cambien ligeramente según que se considere a todos los hablantes o solamente a los jefes de hogar o cónyuges indígenas. Sin embargo, en términos generales se conservan los órdenes de preeminencia de las diferentes lenguas tanto si se consideran los hablantes individualmente como si es a partir de los hogares.

Cuadro 17

 

Nivel de ingreso y posición en el trabajo de los jefes de hogar

Los datos de ingreso tomados de la muestra no están presentados en salarios mínimos y, por lo mismo, la comparabilidad en el tiempo puede ser complicada. Sin embargo, las cifras de los cuadros 19 y 20 muestran que los jefes de hogar indígenas percibían, cuando se levantó el censo del 2000, salarios aproximadamente 30 por ciento más bajos que los que recibían los no indígenas. En el caso de las mujeres indígenas, jefas de hogar, el diferencial era de 35 por ciento con respecto a lo que ganaban las jefas de hogar no indígenas. Ello, a pesar de que, como ya se vio a nivel individual, los indígenas aparentemente ocupan las mismas posiciones en el trabajo que los no indígenas aun y cuando sí hay cierto mayor porcentaje de indígenas empleados como jornaleros y peones, y un número de indígenas menor que el de no indígenas declararon ser patrones. Si la mayoría de los jefes de ambos grupos declaran tener trabajos similares, es obvio que a los indígenas se les paga una cantidad menor por el mismo trabajo desempeñado. Aunque esto también podría tener que ver con su menor nivel de escolaridad relativo respecto de los no indígenas, como se verá más adelante.

El ingreso medido por salarios mínimos está igualmente distribuido en forma desigual y hay más jefes de hogar indígenas en las escalas más bajas y menos en las más altas, al menos comparados con los no indígenas. Así, poco más de 51 por ciento de los indígenas reciben un máximo de tres salarios mínimos contra 42.2 por ciento de los no indígenas en esta situación, casi nueve puntos menos. Entre tres y cinco salarios mínimos hay bastante similitud, pero a partir de ahí las cifras favorecen a los no indígenas. Y aunque el número de no indígenas que reciben más de 20 salarios mínimos es solamente de 5.1 por ciento, esto es más del doble que lo que representan los indígenas, pues de ellos solamente 2.2 por ciento está en esta situación. Por supuesto, si las mujeres en general tienen salarios más bajos que sus contrapartes masculinas, las mujeres indígenas están por abajo, incluso, que las mujeres no indígenas en todas las posiciones. Simplemente como muestra, dentro del grupo que gana hasta tres salarios mínimos, entre las mujeres jefas de hogar indígenas y las no indígenas hay casi 10 puntos porcentuales de diferencia. En ambos casos ganan menos que los hombres de sus respectivos grupos, pero ganan aún menos las mujeres indígenas tanto con respecto a las mujeres no indígenas como respecto de los hombres indígenas. Su situación es, pues, aún más difícil en cuanto al nivel de ingreso.

 

Nivel de escolaridad de los jefes de hogar

El porcentaje de jefes de hogar indígenas sin ninguna escolaridad es de poco más del doble que el de los no indígenas. Para el caso de las mujeres indígenas la diferencia sube hasta ser de poco más de tres veces respecto de las mujeres no indígenas y del doble con respecto a la de los hombres jefes de hogar indígenas. La mayor parte de los indígenas, hombres y mujeres, solamente alcanzaron a cursar la primaria con 50.8 por ciento en ambos sexos que tienen este nivel escolar, aunque hay un mayor acceso de los hombres jefes de hogar en cerca de siete puntos porcentuales en relación con las mujeres indígenas en este nivel escolar. En cambio, para los no indígenas, los que solamente cursaron la primaria llegan a 35.1 por ciento, y casi la cuarta parte alcanzó a llegar a la secundaria contra solamente 21.5 por ciento de los indígenas.

Al nivel de la secundaria, en lo que respecta a los jefes hombres, los números de jefes indígenas y no indígenas son relativamente similares, ya que alrededor de un cuarto de ellos logran este nivel de escolaridad.

Las diferencias entre indígenas y no indígenas se mantienen a partir de este nivel, toda vez que en todos los otros niveles y opciones de estudio, los no indígenas tienen cifras más elevadas que los indígenas en un determinado nivel académico. Como resultado final, los hombres indígenas muestran una mediana de seis años de escolaridad en promedio contra nueve años de los hombres no indígenas.

Las mujeres indígenas, por su parte, con una mediana de solamente cuatro años de escolaridad en promedio, tienen dos años menos que las jefas de hogar no indígenas, que tienen un promedio de seis años de escolaridad. Como se ve, las mujeres de ambos grupos en general tienen un déficit mayor de años de estudio que los hombres, pero en el caso de las indígenas, éste es aún más pronunciado. Si se considera que lo deseable sería que la población tuviera al menos de 12 o 13 años de escuela en promedio, los hombres indígenas apenas estarían a la mitad de ese ideal y las mujeres indígenas a dos tercios de la misma. Este es un grave problema que tiene repercusiones en todos los ámbitos de vida de este grupo de población y que, quizás como se mencionó anteriormente, es el que está detrás de los más bajos salarios relativos pagados a los trabajadores de origen indígena. Con todo, si se toma en cuenta el dato de que a nivel nacional los indígenas tienen solamente cuatro años de escolaridad, aunque bajo resultaría que en la ZMVM tendrían prácticamente 50 por ciento más con lo que, nuevamente, aunque a todas luces insuficiente, los indígenas metropolitanos también se estarían beneficiando de las mayores oportunidades de educación que brinda la ciudad a sus habitantes. Y sería de esperar que en el futuro se acercaran más, al menos, a los promedios de los habitantes no indígenas de la capital.

 

Religión

La inmensa mayoría de los indígenas (87.2 por ciento) indican profesar la fe católica, aunque en un porcentaje ligeramente menor que los no indígenas, cuyo porcentaje de católicos es de 91.2 puntos. Aproximadamente 8.8 por ciento de los primeros profesan alguna otra religión, contra 6.2 por ciento de los no indígenas que así lo indicaron. Sin embargo, es de llamar la atención que hay un porcentaje, aunque pequeño, llamativo, de indígenas que dicen no tener religión (cuatro por ciento) mayor que el reconocido por los no indígenas (2.6 por ciento). En el caso de los hombres indígenas, esta falta de creencia religiosa asciende hasta cinco por ciento.

Siguen a la religión católica la religiones evangélica y la de los Testigos de Jehová con porcentajes muy bajos en ambos casos (2.4 y 1.7 por ciento, respectivamente), En realidad, ante la fuerza del catolicismo entre la población en general, todas las otras religiones aparentemente no tienen mayor presencia todavía.

Cuadro 23

Por otro lado, como se vio cuando se analizó la situación conyugal de los hogares de la ZMVM, quizás ese mayor porcentaje de matrimonios y uniones que no han sido realizados tomando en cuenta una religión entre los indígenas respecto de los no indígenas podría tener que ver con este aparente menor interés por la religión de los indígenas. Aunque como ya se dijo, simplemente puede deberse a que los costos de una boda religiosa no son algo que esté a su alcance y, por lo mismo, opten por no realizar una ceremonia de ese tipo.

 

Calidad de las viviendas habitadas por la población indígena5

Para medir la calidad de la vivienda en la que habitan los hogares dirigidos por jefes indígenas, se utilizó un índice de calidad de la vivienda que consideró tres dimensiones fundamentales para el análisis de la vivienda. En la primera, por medio de un subíndice, se midió la calidad de los materiales e infraestructura con que contaba la vivienda. En segundo lugar se midió el estado de los servicios que tenía la vivienda y, por último, se construyó un subíndice que medía la calidad del espacio dentro de la vivienda, es decir, el grado de hacinamiento y si tenían uso exclusivo de cocina y servicio sanitario. Como contrapartida a este último subíndice, se estimó el nivel que tenía por sí mismo el hacinamiento de las viviendas jefaturazas por indígenas. Asimismo, se hizo una categorización de las viviendas de acuerdo con su infraestructura y, por último, se estimó propiamente el índice de calidad que vendría siendo el resumen de los tres subíndices descritos. Con cada subíndice y el índice de calidad se propusieron cuatro niveles de calidad de las viviendas: 'muy malo', 'malo', 'regular' y 'bueno'. A continuación se hace un breve recuento de lo encontrado al aplicar los subíndices y el índice ya mencionados.

 

Índice de calidad de los materiales de las viviendas e instalaciones habitadas por la población indígena6

La mayoría de las viviendas de los hogares indígenas, casi 70 por ciento, tienen una calidad de sus materiales de construcción que entra dentro de la categoría de 'buenas', es decir, son construcciones que se pueden considerar consolidadas. 23 por ciento entra dentro de 'regular' y solamente 7.65 por ciento en conjunto son 'muy malas' y 'malas' o deficientes en cuanto a las funciones que debe cubrir una vivienda 'digna'.7 No obstante, las cifras para la población no indígena son bastante mejores, ya que entran dentro de la categoría de 'buenas' poco más de 82 por ciento y en 'regulares' casi 14 por ciento, mientras que solamente son 'muy malas' y 'malas' 3.8 por ciento de sus viviendas, prácticamente la mitad de los indígenas. Los no indígenas cuentan entonces con viviendas de mejor calidad en sus materiales que los indígenas. En términos generales, los hogares dirigidos por mujeres de ambos grupos tienen en conjunto un pequeño mejor nivel de calidad que las de los hogares dirigidos por hombres, aunque las diferencias de género intragrupos no son demasiado amplias.

 

Indice de calidad de los servicios en las viviendas indígenas8

En el caso de los servicios en la vivienda, este aspecto presenta aún más carencias y problemas que en la situación ya descrita con respecto a los materiales. El grueso de las viviendas de hogares indígenas entra dentro de la categoría de 'regular' (52.4 por ciento) y solamente 45.9 por ciento dentro de la categoría de 'buena'. Por su parte, en el caso de los hogares no indígenas, la mayoría de sus viviendas entra dentro de la categoría de 'buenas' y poco menos de un tercio entra en la categoría de 'regular'. Tanto para los indígenas como para los no indígenas, las viviendas con malos servicios son relativamente pocas. En la categoría de 'muy malas' apenas se encuentran 0.5 por ciento de las viviendas de ambos grupos. Y en la de 'malas' aunque sube a 1.17 por ciento para los indígenas, realmente es un porcentaje muy bajo. Con todo, este último valor es del doble del que presentan los no indígenas. Y, al igual que en el caso anterior, las viviendas de hogares dirigidos por mujeres presentan un margen mayor de calidad en sus servicios que las dirigidas por hombres: entre cuatro y cinco por ciento más viviendas de mujeres son 'buenas'.

Es importante hacer notar que este rubro de calidad depende más de los servicios proveídos por el sector público que de los propios ingresos de los hogares. Lo que quizá nos está hablando de que los hogares dirigidos por indígenas están ubicados en zonas menos urbanizadas o de mayor marginación en la propia ZMVM.

Como complemento del subíndice anterior, se analizó el porcentaje de viviendas según su infraestructura, considerando el tipo de piso y si tenían agua o si contaban con todos los servicios. Aquí nuevamente los hogares indígenas mostraron fuertes rezagos en relación a los no indígenas. Así, un número importante de viviendas de jefes indígenas, casi seis por ciento, tenían piso de tierra, mientras que hasta 47 por ciento contaban con piso de un material diferente a la tierra (y por lo mismo sería esperar que de mejor calidad), sin embargo, no contaban con agua en el domicilio. Las viviendas que contaban con todos los servicios eran solamente 37 por ciento, lo que contrasta con las viviendas de los no indígenas, que contaban con todos los servicios en un porcentaje cercano a 60 por ciento. Aquí nuevamente es de llamar la atención el hecho de que las viviendas de las mujeres jefas de hogar, tanto indígenas como no indígenas, tienen mejor infraestructura que las de los jefes hombres de sus respectivos grupos étnicos.

 

Indice de calidad del espacio en las viviendas indígenas9

El índice de calidad del espacio en la vivienda de los jefes indígenas, presenta una distribución que nos habla de condiciones ya no sólo materiales de vida sino sociales y de convivencia familiar más difíciles para los hogares indígenas que para los hogares no indígenas. En el caso de este grupo de población cuya principal características es ser dirigidos por un jefe indígena, la mayor parte de sus viviendas no entran dentro de lo que el índice califica como 'bueno'. Si nueve por ciento son 'muy malas', con la categoría de 'malas' ya se tiene que están 22.2 por ciento de sus viviendas, con lo que prácticamente un tercio son 'muy malas' o 'malas'. Algo más de un tercio entran dentro de la siguiente categoría de 'regular' y solamente menos del tercio restante son 'buenas'.

En cambio, para los jefes no indígenas, poco más de 50 por ciento de sus viviendas son 'buenas', 33 por ciento 'regulares'; solamente 12 por ciento entran en la categoría de 'malas'y 3.47 por ciento en la de 'muy malas'. También en este caso, pese a que las viviendas de las mujeres jefas de hogar indígenas presentan baja calidad del espacio, tienen, sin embargo, mejores índices que las de los jefes hombres, tanto en el caso de los no indígenas como de los indígenas.

Como complemento de este subíndice, el cuadro 31 muestra el nivel de hacinamiento de las viviendas. En 45.9 por ciento de las viviendas indígenas existe hacinamiento, contra solamente 29.3 por ciento de las no indígenas. Las viviendas de hogares jefaturados por mujeres tienen niveles de hacinamiento de entre nueve y diez por ciento menores que los dirigidos por hombres. Aquí habría que recordar que esto en parte podría deberse a que, como se ha reportado por muchos investigadores, los hogares dirigidos por mujeres suelen tener un miembro menos que los dirigidos por hombres, por la falta del cónyuge en la mayoría de los casos.

 

Indice resumen de la calidad de las viviendas habitadas por indígenas

Como resultado de la combinación de los tres subíndices anteriores se obtuvo un índice resumen. En este, como es obvio, se mantienen las diferencias entre los dos grupos de población que hemos venido comparando. Y se podría decir que la mala calidad de las viviendas indígenas es más aguda que para los no indígenas. Dentro de la categoría de 'buenas' solamente entran 29 por ciento de las viviendas indígenas, contra 48.4 por ciento de las no indígenas. La mayor parte de las viviendas indígenas entran dentro de la categoría de 'regulares' pero un monto importante (casi 19 por ciento) son 'malas', cerca del doble que las de los no indígenas. Y un no despreciable 3.3 por ciento caen en la categoría de 'muy malas', casi el triple que las de los no indígenas.

Y, como en todos los casos anteriores, se puede observar que hay una mayor y mejor calidad general de las viviendas cuando los hogares que las habitan son dirigidos por jefas mujeres, independientemente de su origen étnico.

 

Conclusiones

En una situación que es general tanto para los no indígenas como para los indígenas, la familia nuclear es la predominante y en su inmensa mayoría estos hogares tienen como jefe a un hombre.

Los estados de origen de los indígenas metropolitanos son principalmente los que rodean a la ZMVM, estados con altos porcentajes de población indígena ellos mismos.

Sin embargo, estados con una gran población indígena como Chiapas y los de la Península de Yucatán no tienen una representación muy importante dentro de los hablantes de lenguas indígenas de la ciudad.

Dentro de los límites de la ciudad se pueden encontrar representantes de prácticamente todas las lenguas indígenas habladas en México, aunque las más importantes por el número de hablantes que viven en la ZMVM son el náhuatl y el otomí.

Pese a que la situación de los indígenas de la ZMVM en cuanto a escolaridad y posición en el trabajo presenta menores niveles que la que tiene la población no indígena, en términos generales las diferencias no son tan marcadas como se puede observar en estados y municipios con una población indígena importante o mayoritaria. No obstante, 50 por ciento de los hombres y mujeres jefes de hogar indígenas no alcanzan más que la primaria como nivel de escolaridad y en promedio tienen seis años de escuela. Así, en términos generales, los jefes de hogar indígenas tienen dos años menos de escolaridad que los no indígenas.

En promedio, las viviendas de los hogares indígenas tienen mayores problemas de hacinamiento y son de menor calidad que las de los no indígenas. Pese a que muchos de los servicios prestados por el estado (federal y local) se supone que están dirigidos a todos por igual, las viviendas indígenas tienen carencias importantes en esos aspectos, en porcentajes mayores que las viviendas de los no indígenas.

Con todo, los indígenas metropolitanos han logrado acceder a las ventajas comparativas que ofrece la ciudad y se han insertado dentro de ella, logrando mejorar sus condiciones de vida en relación con los hablantes de lenguas indígenas de otras regiones del país. Pero se mantienen las diferencias con respecto a los no indígenas, aunque no tan marcadas como en otras entidades federativas. Ello sería indicativo de que los indígenas capitalinos siguen siendo en buena medida marginados y excluidos de las posibilidades que les brinda a sus habitantes la ZMVM.

 

Bibliografía

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Notas

1 No se desconoce que hay instancias gubernamentales que utilizan otras delimitaciones por diversas razones políticas o económicas. Y, en general, es difícil un acuerdo absoluto sobre cuál es la delimitación más adecuada o correcta de la ZMVM.

2 Aquí es interesante anotar, solamente con propósitos ilustrativos, que tampoco en la capital del Estado de México, Toluca, y sus cuatro municipios conurbados hay un número importante de indígenas. Se puede decir entonces que casi la mitad de los indígenas de esa entidad habitan en municipios que no pertenecen a alguna de las dos principales conurbaciones estatales, por lo que permanecen más bien en las comunidades rurales del estado.

3 Pero en el Estado de Hidalgo hasta 18.02 por ciento de su población es indígena, un monto importante, sobre todo comparado con el de las otras dos entidades consideradas como un todo (cuadro 3).

4 Según el XII Censo del 2000, entre lenguas y dialectos indígenas, se podían contabilizar al menos 85 variantes idiomáticas en México, aparte de que el censo logró captar representantes de otros grupos indígenas latinoamericanos en México, con sus propios idiomas autóctonos.

5 Para este apartado se utilizó el Índice de Calidad de la Vivienda construido por Gabriela Ponce Sernicharo inicialmente para el estudio de la UAM-A-CONAFOVI de 2003 (ver bibliografía). Se utilizó el método de componentes principales. Las 14 variables utilizadas fueron: 1) material de las paredes, 2) material de techos, 3) material de pisos. 4) Si cuenta o no con servicio sanitario, 5) con conexión de agua. 6) El tipo de combustible utilizado para cocinar, 7) el número de personas por cuarto dormitorio, 8) si cuenta con cocina exclusiva, 9) si cuentan con sanitario exclusivo, 10) si tienen o no disponibilidad de agua, 11) si tienen dotación de agua, 12) si tienen drenaje, 13) electricidad, 14) cómo eliminan su basura.

6 Para este subíndice se tomaron en cuenta las primeras seis variables de las mencionadas en el pie de página 5. Se consideraron viviendas 'buenas' las construidas de materiales más resistentes y que cuenta con sanitario con conexión de agua y usan gas o electricidad para cocinar. Viviendas 'regulares' son aquellas cuyos materiales no son tan buenas o no tienen sanitario con conexión de agua y sí usan gas o electricidad para cocinar. Son viviendas 'malas' las que sólo tienen un elemento bueno en sus materiales de construcción y no tienen sanitario con conexión de agua y usan gas o electricidad para cocinar. Por último, viviendas 'muy malas' son aquellas que no tienen ningún material estructural de calidad y tampoco cuentan sanitario con conexión de agua ni gas o electricidad para cocinar.

7 Para una aproximación al concepto de vivienda digna ver el texto de Priscilla Connolly dentro del trabajo citado de la UAM-A-CONAFOVI (2004).

8 'Buenas' son las viviendas que contaban con todos los servicios en forma conjunta (últimas cinco variables de las 14 mencionadas en el pie de página 5. 'Regulares' son las que no contaban con una o dos de los servicios. 'malas' las que no contaban con tres o cuatro servicios. Y de 'muy mala' calidad se calificaron las que no tenían ningún servicio público.

9 Para este subíndice se tomaron las variables 7, 8 y 9 de las 14 mencionadas en la referencia 5. Se ha estudiado y ya se ha hecho referencia en muchas investigaciones sobre el tema, que la cuestión del espacio tiene una importancia fundamental y juega un papel central en la determinación de la calidad de vida de los habitantes de una vivienda. Aun con una construcción de buena calidad, la falta de espacio, cocina o sanitario exclusivo o bien el exceso de personas por cuarto (más de 2.5 personas por habitación) pueden ocasionar tanto problemas de convivencia como de salud física y mental de los habitantes. En este caso se consideró 'buena' una vivienda que no tiene hacinamiento, que cuenta con cocina y sanitario exclusivos. Como 'regulares' se consideró a las viviendas que no contaban con alguna de estas características. Como 'malas' fueron clasificadas las viviendas que sólo contaban con una de las mencionadas características. Y 'muy malas' fueron las viviendas que no tenían ninguna de estas características consideradas positivas.

 

Información sobre los autores

Héctor Hiram Hernández Bringas. Doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Estudios de Población por el Centro de Estudios Demográficos y Urbanos de El Colegio de México, licenciado en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro en Demografía por el Centro de Estudios Demográficos y Urbanos de El Colegio de México. Actualmente es coordinador de Vinculación con el Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de México, miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es especialista en estudios sobre mortalidad. Entre sus publicaciones figuran Zas muertes violentas en México, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, 1989; coautor de "Un panorama de la mortalidad infantil en México", en Aportes de Investigación, núm. 48, CRIM, 1993 y coordinador de La población en México al final del siglo XX, V Reunión Nacional de Investigación Demográfica en México, vol. I. Sociedad Mexicana de Demografía, CRIM, 1998. Correo electrónico: bringas@servidor.unam.mx.

Rene Flores Arenales. Antropólogo físico por la ENAH y demógrafo por el Colmex. Funcionario público de Conapo y del gobierno del Distrito Federal. Ha participado en diversos proyectos de investigación sobre diversos aspectos sociodemográficos de la ciudad de México y de todo el país dentro de proyectos de investigación de algunas de las principales universidades de la república como la UNAM, la UAM y el Colmex. Entre los más importantes, el proyecto Mortalidad Materna Indígena en México, Los Indios de México en el Siglo XXI, La Vivienda en México, Escenarios Demográficos y Urbanos de la Zona Metropolitana del Valle de México, 1990-2010, Fuerza de Trabaj o en México, etc. Ha participado en la elaboración de diversos artículos sobre los temas de dinámica demográfica de México y de la Zona Metropolitana del Valle de México. Asimismo, ha formado parte de los Comités Técnicos de Evaluación del Padrón Electoral del Instituto Federal Electoral en 2002-2003 y 2006. Correo electrónico: renfloran@yahoo.com.mx.

Gabriela Ponce Sernicharo. Socióloga, maestra en Demografía y candidata a doctor en Ciencias Sociales por El Colegio de México. Sus campos de investigación y docencia son mercado de trabajo, calidad de la vivienda, estudios sociodemográficos de la población indígena y familia. Entre sus publicaciones más recientes están Mujeres jefas de hogar en la Zona Metropolitana del Valle de México, trabajo en coautoria con María Teresa Esquivel y René Flores Arenales; Dinámica poblacional y transformaciones socioeconómicas en el municipio de Chimalhuacán (en Coautoría con: Mayra Mena e Irma Kanter), Publicación del Coespo, Estado de México; La investigación social en planificación familiar, Tomo I, FONUAP-OPS-Secretaría de Salud (varios autores); Diagnóstico de la vivienda en el Distrito Federal, UAM-A y PUEC (varios autores de próxima publicación); La evolución de la vivienda en México y los cambios que se requieren para mejorar su habitabilidad, El Colegio de México, UAM-Azcapotzalco y Comisión Nacional de Fomento de la Vivienda (varios autores de próxima publicación). Correo electrónico: gponce@colmex.mx.

Ana María Chávez Galindo. Doctora en Demografía por la Universidad de París I, Panthéon-Sorbonne, maestra en Demografía por El Colegio de México y licenciada en Actuaría por la UNAM. Actualmente es Directora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, institución a la que ha pertenecido como investigadora y funcionaría desde 1983. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel II. Ha sido funcionaría y profesora de diversas instituciones como la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y del Instituto Nacional de Salud Pública, de la UNAM. Ha dirigido o asesorado once tesis de licenciatura, maestría y doctorado. Es autora o coautora de once libros y de 12 artículos de diversos temas relacionados con la Demografía. Sus principales temas de investigación son población indígena, migración interna e internacional, fecundidad, mortalidad, pobreza, empleo. Correo electrónico: amcg@servidor.unam.mx.

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