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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.11 no.46 Toluca oct./dic. 2005

 

Articulación de economías domésticas al desarrollo regional del Alto Lerma, México

 

Articulation of domestic economies to the regional development of Alto Lerma, Mexico

 

María Estela Orozco Hernández

 

Universidad Autónoma del Estado de México.

 

Resumen

En la modernidad, las economías ejidales se articulan a la dinámica regional mediante el desempeño de actividades económicas urbanas y la realización complementaria de actividades agrícolas y pecuarias. La ocupación múltiple de la población ejidal responde a la pérdida de importancia de la agricultura y a la reducida rentabilidad de la unidad de producción, al mismo tiempo expresa un cambio en la orientación de las economías domésticas en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Nos interesa analizar las implicaciones del contacto entre las economías ejidales y el ámbito urbano. El enfoque adoptado es analítico-sintético y toma como base la información estadística y documental disponible, así como la información derivada de 439 cuestionarios aplicados en unidades de producción seleccionadas en el año agrícola 2001- 2002.

Palabras clave: economía doméstica, ejidos, desarrollo, desarrollo regional, Lerma, Estado de México.

 

Abstract

Nowadays, the cooperative economies are articulated to the regional dynamics by urban economic activities and the complementary agricultural and cattle activities. The multiple occupation of the cooperative population responds to the loss of importance of agriculture and to the reduced profitability of the production unit, at the same time, it expresses a change in the orientation of the domestic economies in search of better life conditions. It is important for us to analyze the implications of the contact between the cooperative economies and the urban environment. The adopted approach is of an analytic-synthetic nature and is based on the statistic and documental information available, as well as the data from the 439 questionnaires applied in selected production units in the agricultural year 2001-2002.

Key words: domestic economy, cooperative, regional development, Lerma, State of Mexico.

 

Introducción

El desarrollo, visto como un proceso de transformación de la sociedad, se caracteriza por una expansión de la capacidad productiva, elevación del promedio de productividad por trabajador y de ingreso por persona, cambios en la estructura de clases y en la organización social, transformaciones culturales y de valores, así como por cambios en las estructuras políticas y de poder, todo lo cual conduce a una elevación de los niveles medios de vida. Osvaldo Sunkel (1980: 10) indica que la anterior definición es real, pero no significa que los cambios sean necesariamente coherentes y sostenibles a largo plazo, ni favorables a la autonomía nacional y al bienestar de la población.

Rello (1986: 9) señala que la región es un espacio de confrontación de fuerzas sociales en conflicto que se disputan el control de los recursos naturales, el mercado, el financiamiento y el poder político. De esta manera, la apropiación del espacio regional influirá sobre la producción, y sobre el desarrollo rural y sus beneficiarios.

La dinámica de una región se define por la interacción de los recursos territoriales (económicos, humanos, ambientales, institucionales, culturales, etcétera), los que a su vez constituyen el potencial de desarrollo endógeno. La interacción es el vehículo para integrar o articular las diferentes estructuras naturales, sociales y económicas al sistema regional. De este modo, el término articulación se refiere al enlazamiento funcional o utilitario de las economías ejidales con el desarrollo regional.

El funcionamiento de las economías ejidales responde de manera general a dos tipos de objetivos: por un lado, producir, acumular y consumir, y por el otro, proveerse de alimentos y garantizar la reproducción de la familia. A partir de ello se establecen, de forma individual o en grupo, diversas estrategias generadas en un ambiente de escasez y carencia. Entre las opciones se encuentra el trabajo migratorio, negociar con la tierra, cambiar de cultivo, adoptar nuevas tecnologías, cambiar de religión, olvidar la lengua madre, cambiar de hábitos de consumo, etcétera. Todas y cada una de estas estrategias son mediadas por algún tipo de mercado. En la relación económica de estrategia campesina-mercado se perfilan los objetivos y la distribución de los beneficios, ello significa posibilidad de vida y permanencia para las nuevas sociedades rurales (Orozco, 2003).

 

Espacio económico regional

La región del Alto Lerma es una unidad física natural, a la vez que una región conformada por 32 municipios que son agrupados de acuerdo con la posición que ocupan a lo largo de la trayectoria del río Lerma en el Estado de México: a) curso alto: incluye 22 municipios; b) curso medio: abarca siete municipios, y c) curso bajo: con tres municipios (cuadro 1).

La relación entre la superficie territorial y la población muestra que los municipios del curso alto, entre los que se incluye la Zona Metropolitana de Toluca (ZMT) concentran 68 por ciento de la población total (cuadro 2).

La configuración social y territorial de la región del Alto Lerma caracteriza un espacio de organización compleja, en el que se entrelazan procesos sociales y territoriales diversos, representados por la existencia de estructuras agrarias, de estructuras urbanas e industriales. Cada una de estas estructuras tiene necesidades e intereses que definen las formas de apropiación, de control y de producción del espacio regional (Orozco y Sánchez, 2004).

Las interrelaciones entre la estructura, la forma y la función del territorio se analizan a partir de la competencia por el uso de la tierra (Baigorri, 1998: 157). La competencia es atribuible a la demanda social, el mecanismo de interacción son las prácticas humanas (Harvey, 1998: 244).

En el caso que nos ocupa, la complejidad y la competencia se identifican a partir de la estructura de la tenencia de la tierra, la distribución de los usos del suelo, la inversión y la aportación económica de los diferentes sectores productivos.

El 45 por ciento de la superficie regional es de propiedad ejidal, 11 por ciento es propiedad comunal y 44 por ciento es propiedad privada. El 86 por ciento de la superficie es de uso agrícola, forestal y pecuario; los usos urbano e industrial, así como otros usos sólo constituyen tres, uno y diez por ciento, respectivamente (GEM, 1993).

En el Estado de México se invirtieron 8 281 617 520 pesos, de los cuales 12.94 por ciento se ejerció en el Alto Lerma (1 071 677 848 pesos). El curso alto absorbió 71 por ciento de la inversión; los cursos medio y bajo sólo recibieron 26 y tres por ciento, respectivamente —los municipios metropolitanos concentraron 48 por ciento de inversión—. El 50 por ciento de la inversión regional se ejerce para dotar de servicios e infraestructura a los asentamientos humanos, para educación y administración, el menos importante fue el sector primario, con dos por ciento (21 433 556.96 pesos) de la inversión (INEGI, 2002).

Los sectores económicos más dinámicos de la economía estatal son la industria manufacturera, el comercio y los servicios. En la región, los sectores de comercio y servicios concentran 89.4 por ciento de las unidades económicas, lo que contrasta con la mayor ocupación de la mano de obra en el sector manufacturero (48.7 por ciento), el cual aporta poco más de 77 por ciento del valor agregado censal (INEGI, 1999).

El sector primario regional aporta 18.88 por ciento del valor de la producción sectorial estatal, destaca la agricultura como la actividad más importante, le sigue la actividad ganadera y la actividad forestal no figura (cuadro 3).

Si bien la aportación económica del sector primario de la región es significativa para la entidad, la relación inversión-valor de la producción es deficitaria. El valor de la producción bruta menos la inversión (VPB - I ) tendría que reportar el ingreso sectorial creado (ISC), en este caso la relación es negativa (ISC = 3 143 912 - 21 433 556.96 = -18 289 644.96).

El coeficiente de inversión (CI) establece la relación entre cada peso invertido (I) por cada peso obtenido en la producción (VP), expresa en síntesis (CI: I/VP =) el gasto promedio que se tiene para producir (CI: 21 433 556/3 143 912 = 6.8) (Mederos y Sandoval, 1988).

El dinamismo económico de los sectores industrial, comercial y de servicios, ante el carácter deficitario de la producción primaria, define la porción más extensa del territorio regional como un espacio problema, tanto por su fragilidad natural, económica y social, como por las limitaciones de una política económica y territorial impulsora de la polarización urbana e industrial en favor de la ZMT.

La importancia económica, social y territorial de la ZMT depende de su mayor desarrollo económico, así como del mejoramiento de la infraestructura vial y la mayor concentración de población urbana. En síntesis, se caracteriza por constituirse en la porción de la cuenca más humanizada e industrializada, en convivencia con un amplio territorio con características rurales.

 

Economías ejidales

El término ejido aparece por primera vez en una proclamación de Zapata en 1911, se refiere a las tierras comunales que se encontraban a la salida de los pueblos y que servían para el usufructo colectivo. Las tierras ejidales se tomaron de las fincas afectables, cuyos linderos eran tocados por un radio de siete kilómetros a partir del lugar más densamente poblado del núcleo solicitante. La denominación de ejido se aplica a los núcleos de población que han sido dotados de tierras a través de procedimientos legales a partir de la Ley del 6 de enero de 1915 (Restrepo y Eckstein, 1979: 150).

El reparto agrario en el Alto Lerma afectó grandes propiedades que se encontraban en manos de unas cuantas familias, destacan los Pliego, con propiedades en Metepec, Zinacantepec, Temoaya, Rayón y Almoloya de Juárez; los Barbabosa y Riva y Cervantes, dueños de la hacienda de Atenco —ubicada en Tenango del Valle, que se extendía hasta Santiago Tianguistenco— y de la Gavia —cuya extensión cubría territorio de Temascaltepec, Zinacantepec, Tenango y Almoloya de Juárez—. Además, destacaban las familias Gómez Tagle, en Metepec; Pérez Cortina y Henkel, en Zinacantepec; así como De la Torre y Mier, con la hacienda de Santa Catarina, que incluía tierras de Tenango del Valle y Santiago Tianguistenco. En Acambay y en El Oro, la familia Orvañanos poseía las haciendas Jordana y Solís (cuadro 4).

Para 1952 se reportan 325 ejidos en esta región y en 1994 se registran 413 ejidos y 77 comunidades agrarias (INEGI, 1994), estas últimas existían con anterioridad a la ley del 6 de enero de 1915 (gráfica 1).

De acuerdo con la información más reciente, la región participa con el 39.57 por ciento de los ejidos y comunidades agrarias, 50.3 por ciento de los ejidatarios y 32 por ciento de la superficie ejidal de la entidad (cuadro 5). De este modo, la existencia de los ejidos se constituye en un rasgo estructural de la configuración regional del Alto Lerma.

El 48.36 por ciento de los ejidos y 37 por ciento de las comunidades agrarias de la región Alto Lerma se localiza en los cursos medio y alto, respectivamente. En este último convive y se confronta la estructura agraria ejidal con el área más densamente poblada y urbanizada de la región.

En la compleja relación funcional entre el espacio urbano y el espacio ejidal, la accesibilidad y la distancia son factores determinantes del flujo de productos y fuerza de trabajo; en el espacio ejidal destaca el uso agrícola frente a nuevas formas de apropiación de la tierra, mediante las expropiaciones, compra-venta y herencia, así como la producción de nuevos espacios económicos. El mecanismo de control y dominación del espacio ejidal son las alianzas de diferentes actores sociales (capital transnacional, gobiernos estatal y municipal, ejidatarios, intermediarios, colonos). Las implicaciones de las interacciones se materializan en áreas globales (comerciales, de servicios e industriales) y áreas excluidas de aspecto suburbano en convivencia con reducidas parcelas de cultivo y carencia de servicios.

La dinámica urbano-rural se sintetiza en la identificación de tres tipos de ejidos:

1. Ejidos en deterioro: disminución de la superficie cultivada, venta de terrenos, asentamientos marginales, asentamientos campestres, localización de industrias, servicios y comercios de importancia regional y predominio de la ocupación no agrícola.

2. Ejidos en proceso de transformación: la superficie de cultivo es la predominante, aparición de nuevos asentamientos, combinación eventual o permanente de la actividad agrícola con otras actividades.

3. Ejidos distantes de los centros urbanos: la configuración física de este tipo de ejidos no presenta indicios de transformación territorial provocada por la urbanización; en algunos casos la transformación se debe a la implantación de actividades agrícolas alternativas, como viveros para flores de ornato y para la producción de hongos. La actividad agrícola sigue siendo fundamental; sin embargo, el fenómeno de cambio de ocupación de la población ejidal es igual de agudo que en los ejidos periféricos a las ciudades.

La dinámica regional expresa la confrontación de diversas fuerzas e intereses, y ante esta situación es pertinente preguntarse ¿de qué manera las economías ejidales responden a la coyuntura?

Una de las formas de establecer los vínculos funcionales entre lo global, lo regional y lo local consiste en entrar al mundo de los individuos y esclarecer cómo los actores rurales conceptúan, reinterpretan y viven todos los días (Long, 1999).

 

Conjunto social ejidal

Se entrevistaron 439 ejidatarios de la región Alto Lerma, predominan los hombres en 85.42 por ciento. En su estructura por edad destaca el grupo de población de 60 a 65 años y más de 65 años (38.25 por ciento), así como el grupo de población de 50 a 59 años (25.73 por ciento). Poco más de 60 por ciento de los ejidatarios presenta una edad superior a los cincuenta años, 80 por ciento de las mujeres ejidatarias tiene una edad superior a los 40 años (gráfica 2).

Las actividades en el campo y la edad avanzada merman la fuerza física y la productividad del trabajo en general; en las mujeres, la edad merma también la capacidad reproductiva. Ello plantea la necesidad del relevo ejidal, el cual es promovido a través de campañas cortas de cesión de derechos agrarios al heredero preferente u a otros ejidatarios o avecindados.

La tendencia hacia la madurez y envejecimiento es un fenómeno de carácter general que se manifiesta tanto en los ejidatarios como en la población que vive en los ejidos (3 245 personas), en ambos casos se identifica una incipiente renovación (gráfica 3).

El predominio del segmento de población de entre 15 y 29 años incrementa la necesidad de educación y de trabajo. Y en la medida en que la parcela no absorbe la mano de obra, esta población busca el futuro en otras actividades económicas.

El 86.8 por ciento de la población ejidal sabe leer y escribir; sin embargo, el nivel escolar es el indicador más significativo de la preparación de la mano de obra. El 51 por ciento de la población ejidal sólo tiene primaria; 30 por ciento tiene secundaria y 19 por ciento cuenta con preparatoria, técnica, normal y profesional. Esto significa que en 49 por ciento de la población instruida se encuentra la fuerza de cambio del conjunto social y laboral ejidal.

 

Ocupación de la mano de obra

Se registraron 1 019 personas como población ocupada (PO), que constituyen 31.4 por ciento de la población total (3 245 personas). Cada una de las personas mantiene a un promedio de tres o más individuos.

El 87 por ciento de la PO reporta la actividad principal y 13 por ciento no especifica. La población que se dedica exclusivamente a las actividades agropecuarias y la población que la combina con otra actividad constituyen 69.55 por ciento del total. En esta última relación destacan como actividades específicas el comercio, la albañilería y el servicio doméstico (gráfica 4).

La estructura de la PO por sexo muestra que predominan los hombres en 65 por ciento; sin embargo, 82 por ciento de los entrevistados ratifica que es importante que las mujeres trabajen.

La participación de las mujeres jóvenes al trabajo urbano va en ascenso; ello indica, por un lado, un cambio de mentalidad en la familia ejidal, y la incorporación de una estrategia más de vida; por el otro, significa el retraso consciente de la unión de las jóvenes e impacta en el número de hijos, fenómeno que en el mediano plazo repercutirá en el tamaño de las familias.

 

Articulación rural-urbana

El 25 por ciento de los entrevistados menciona a la ciudad de Toluca como uno de los lugares que frecuenta, el segundo lugar lo ocupan (24 por ciento) las cabeceras municipales, 17.3 por ciento frecuenta los alrededores del ejido y ejidos vecinos, 11.1 por ciento municipios vecinos y nueve por ciento el Distrito Federal.

En general, el movimiento de la población ejidal de la región Alto Lerma y su relación con el exterior presenta un carácter intrarregional, que tiene como motivaciones principales el trabajo, el abasto y los servicios médicos y educativos. Para el desplazamiento, 50 por ciento de los ejidatarios usa autobús, 17 por ciento usa taxi y 17 por ciento ambos tipos de transporte, 11 por ciento utiliza autos y camionetas propias, cinco por ciento no especifica.

Los niveles de accesibilidad varían en función de la localización de los ejidos y de la ubicación de por lo menos una línea de transporte y de taxis en las localidades grandes. Por ejemplo, en el ejido de San Pedro de Arriba, Temoaya, por su colindancia con la Zona Metropolitana de México, existe una línea de transporte directa a la estación del Metro Toreo, en Naucalpan. Aun cuando esta población que se desplaza hacia Toluca, Atlacomulco o al Distrito Federal invierte más de dos horas en promedio, es un recorrido que se asume como parte de la vida cotidiana y no se considera una limitante.

 

Población ocupada que trabaja en el exterior

La participación de la población ocupada que trabaja fuera del ejido es una de las estrategias de la economía campesina para incorporarse al mercado de trabajo de la ciudad de Toluca, de la ciudad de Atlacomulco y del Distrito Federal (gráfica 5).

La población ocupada que trabaja en el exterior al ámbito del ejido, constituye 71.24 por ciento o 726 personas de la PO total. La mayor parte de la fuerza de trabajo ejidal que se articula al mercado de trabajo urbano es consciente de la importancia del ingreso aportado por las actividades no agrícolas o actividades urbanas. Predomina la ocupación de obrero (15 por ciento), el comercio (12 por ciento), la albañilería (12 por ciento) y actividades varias (18 por ciento).

En la ocupación de obrero presenta mayor participación la población ejidal de los municipios de la porción sur de la región; la ocupación de comerciante, en condiciones de auto-ocupación, destaca como una característica general, y la ocupación de albañil la desempeña la población de los ejidos localizados en la porción media y norte; entre ellos, San Felipe del Progreso, Temascalcingo y Acambay.

El movimiento de la mano de obra hacia otra entidad y hacia el extranjero es escaso, lo cual significa que el mercado de trabajo al que acuden los ejidatarios y la población ejidal es intrarregional. Predomina la frecuencia de regreso diario y semanal; de este modo se establece una relación permanente entre los lugares de origen y los de destino.

Las relaciones de los distintos miembros de la familia con el mercado de trabajo externo varían en función del sexo y la edad, de la relación que se guarda con la unidad doméstica de producción y del rol que cada miembro de la familia desempeña en su reproducción.

La realidad laboral no se explica solamente por el cambio proporcional de población rural a urbana o por el crecimiento del sector secundario y terciario frente al primario, sino por la mezcla de espacios y procesos laborales en cualquiera de los dos ámbitos (De Ibarrola, 1988: 50).

 

Economía doméstica

La economía ejidal se conforma no sólo por la parcela, el cultivo de la tierra y la familia, sino también por la variedad de actividades desempeñadas y el ingreso derivado de tales actividades. De este modo las economías domésticas interactúan con su entorno regional con base en estrategias familiares, económicas y sociales.

El rendimiento económico de las unidades de producción ejidal se analiza con base en el origen y el monto de los ingresos de 60 por ciento de los informantes (cuadro 6).

La actividades desempeñadas por los ejidatarios y por lo tanto fuente de los ingresos permite identificar el fenómeno de 'fragmentación laboral' o una 'estructura laboral múltiple', cuya característica principal es la permanencia de las actividades agrícolas y pecuarias desempeñadas individualmente, así como la definición de un sector de ejidatarios cuyo ingreso proviene de las actividades no agrícolas.

La combinación de las actividades agrícolas y pecuarias con otras actividades denota las formas en que las unidades de producción ejidal complementan su ingreso y promueven desde dentro su articulación al ámbito urbano, con lo que están generando un proceso de transformación social y laboral.

Al comparar el origen del ingreso con el monto obtenido, se observa que 24 por ciento del ingreso regional se deriva de otras actividades, 29.7 por ciento lo aporta la relación venta de cosecha-venta de animales (cuadro 7), así como la combinación de las actividades agropecuarias con otras actividades.

Los ejidatarios del curso alto obtienen el mayor ingreso por otras actividades, así como por la combinación de venta de cosecha y venta de animales con otras actividades.

Los ejidatarios de la porción media obtienen el mayor ingreso de la relación venta de cosecha-venta de animales, lo que confirma su preeminencia agropecuaria. El ingreso promedio de los ejidatarios consultados (264) es de 16 495 pesos, pero la distribución es variable por actividad (cuadro 8).

Las actividades mejor retribuidas en la región son: venta de cosecha-venta de animales; venta de animales-otras actividades; venta de cosecha-venta de animales y otras actividades, y otras actividades.

La venta de cosecha o la venta de animales en lo individual no aporta lo suficiente para que una familia viva, pero en su combinación fortalecen el ingreso familiar.

 

Relación costo-beneficio

En la relación inversión-ganancia, 76 por ciento de los ejidatarios entrevistados invierten en la producción (cuadro 9).

De acuerdo con los montos de inversión, destacan los ejidatarios que invierten de 1 000 a 4 999 pesos y de 5 000 a 10 000 pesos. Las variaciones en los montos de inversión definen posesiones de tierra inferiores a una hectárea, o bien, superficies de una hectárea distribuida dentro y fuera del ejido, así como la presencia de un reducido número de ejidatarios que han logrado concentrar superficies compactas para la producción agrícola (cuadro 10).

La capacidad de inversión incide en el incremento de la productividad de la tierra en la medida que permite a unos ejidatarios incorporar insumos como semillas, fertilizantes y abonos e incluso en algunos casos asesoría técnica pagada. Se trata de un reducido número de ejidatarios que han ingresado al circuito comercial del maíz y fungen ya como pequeños empresarios al gestionar el control de la producción y su venta.

Al comparar la inversión con el ingreso total, se observa que los ejidatarios del curso alto invierten menos y captan 50 por ciento del ingreso regional, mientras que en los cursos medio y bajo se invierte la relación. Ello es consecuencia del ingreso aportado por las actividades no agrícolas y su combinación con las agropecuarias (cuadro 11).

En otro escenario de costo-beneficio, se considera la inversión total regional y el ingreso aportado de forma individual por venta de cosecha y venta de animales (cuadro 12).

El ingreso por venta de cosecha y venta de animales sólo representa 22 por ciento de la inversión total, lo que significa que 78 por ciento de los gastos de producción son solventados por el desempeño de actividades económicas variadas. En estas condiciones, la producción agrícola y la actividad pecuaria desempeñadas como actividades individuales son deficitarias.

En un tercer escenario se considera el ingreso por venta de cosecha, por venta de animales y la relación venta de cosecha-venta de animales (cuadro 13).

El ingreso derivado de las actividades agropecuarias solventa en su totalidad el gasto de inversión; sin embargo, no se tiene derrama económica neta, por lo que los ejidatarios se dedican a otras actividades económicas.

En las economías ejidales, la capacidad productiva en lo individual es muy importante; pero en el ámbito de lo colectivo y grupal, la organización es el factor crítico. En los ejidos predomina la organización individual, pero se manifiesta un proceso organizativo que, sin olvidar las reivindicaciones por la tierra, está otorgando mayor importancia al control de la comercialización y la negociación de los precios.

La organización promovida por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, para el Desarrollo Rural y Pesca (Sagarpa) del gobierno federal y la Secretaría de Desarrollo Agropecuario (Sedagro) del gobierno estatal es limitada. Se trata de la formación de pequeños grupos, cuyo incremento depende de los recursos económicos destinados para ello, y del interés y capacidad de negociación de los ejidatarios. Aun en estas condiciones existen grupos de ejidatarios y familias que están aprovechando los apoyos otorgados por esas instituciones.

Si bien es cierto que el cultivo predominante en los ejidos es el maíz, las políticas agrícolas están induciendo activamente la diversificación de cultivos (flores, lechuga, coliflor y zanahoria). El cambio se promueve en su mayoría como una actividad complementaria a la alimentación y en muy pocos casos con una óptica comercial. Sin embargo, un reducido sector de ejidatarios es apoyado con alternativas tecnológicas para producir flores y hortalizas a cielo abierto y en invernadero.

Las flores y los hongos se han convertido en una alternativa comercial viable, sobre todo en los ejidos de los municipios de Atlacomulco e Ixtlahuaca (San Lorenzo Tlacotepec, Manto del Río, Ixtlahuaca y Santa María del Llano).

Otro cultivo comercial son las papas, aunque su producción es cara y los productores no reciben apoyo, coyunturalmente han activado algunas economías locales (Ejido las Mesas y el Ejido San Juan de las Huertas), posteriormente se ha producido un estancamiento debido a los bajos precios del producto. Algunos casos de "éxito" son los experimentados por productores de Almoloya del Río, quienes cultivan en tierra de temporal zanahoria, chícharo, frijol y haba, productos que comercializan con dificultad en la Central de Abastos del Distrito Federal.

La promoción estatal para organizarse sigue siendo importante, la diferencia radica en que paulatinamente la organización se asume como un proceso de abajo hacia arriba, y como una necesidad propia de individuos y nuevos grupos especializados en maíz, plantas de ornato, papas y otros cultivos.

 

Autodiagnóstico de la problemática ejidal

Los entrevistados colocan en primer lugar los problemas naturales: sequías, inundaciones, heladas y erosión del suelo; fenómenos que impactan la producción y productividad de las explotaciones agrícolas (cuadro 14).

En segundo lugar, ubican los problemas económicos, tales como la falta de apoyos gubernamentales y el bajo precio del maíz; en tercer lugar, mencionan los de tipo técnico: ausencia de asesoría, efectos negativos por el uso de agroquímicos, limitada inducción e información para el uso de nuevas semillas.

En un segundo plano identifican a los problemas sociales, en donde incluyen los litigios por la posesión de la tierra y la cesión de los derechos agrarios, así como la herencia y la falta de organización. Dentro de los problemas políticos destacan las diferencias partidistas, pues éstas impiden en ocasiones que las personas se organicen.

Los ejidatarios conocen la problemática y la solución; sin embargo, su ejecución no depende únicamente de ellos, sino de esferas de decisión que no se encuentran en los ejidos y cuyos intereses afectan las condiciones naturales, sociales, económicas y culturales de los ejidos y de los ejidatarios.

 

Evaluación del sistema agrario ejidal

En este apartado se intenta rebasar el nivel empírico y coadyuvar en la formulación de propuestas de acción.

La evaluación se sustenta en la construcción de una matriz, cuyas entradas por filas están ocupadas por los problemas y las amenazas identificadas a lo largo del análisis. Las entradas por columnas corresponden a la propuesta de líneas de acción a seguir y los escenarios posibles (cuadro 15).

Los problemas corresponden a los atributos del sistema en cuestión y las amenazas se refieren al contexto exterior, estas últimas son aspectos coyunturales y cambiantes que pueden influir positiva o negativamente (Gómez, 2002: 367).

 

Identificación de problemáticas

Los problemas tienen que ver principalmente con la estructura social ejidal y con los sistemas de producción.

Estructura social ejidal

El envejecimiento de los ejidatarios, de la familia ejidal y del conjunto de población que vive en los ejidos requiere promover el relevo ejidal para mantener a la parcela ejidal como patrimonio familiar, así como fortalecer los programas de seguridad social y educación, y los programas de regularización y certificación de la tierra.

Los resultados se concretarán en el apoyo específico a las mujeres ejidatarias y al conjunto ejidal, con programas que coadyuven al desarrollo social familiar (recursos económicos y capacitación) y disminuyan la vulnerabilidad de este sector de población.

El aumento de la población en los ejidos demanda la satisfacción de necesidades de educación, trabajo y seguridad social, por lo que es importante que no se cierren los ojos ante la situación y se redoblen los esfuerzos para que esta población viva en condiciones decorosas.

Para evitar la ruptura de la continuidad agraria, se debe fortalecer la seguridad en la tenencia de la tierra y el relevo ejidal, bajo una nueva concertación que restablezca la credibilidad en las instituciones.

El desempeño de la agricultura como actividad principal y como actividad complementaria manifiesta que a pesar de su deterioro, sigue siendo una alternativa de trabajo que requiere ser mantenida como una forma de vida necesaria.

El reducido tamaño de la parcela ejidal no absorbe la mano de obra disponible, por lo que la población tiende a migrar y en el mejor de los casos se induce la compactación de parcelas para incrementar su rentabilidad; esta última línea de acción ha beneficiado a pocos ejidatarios.

Los retos más importantes son: fortalecer los programas de empleo y promover organización interna de las familias, de grupos de trabajo, de cooperativas, de asociaciones, etcétera, sustentadas en administraciones eficientes y comprometidas.

El deterioro del acceso al crédito ha sido solventado por las familias ejidales con ingresos derivados de otras actividades; no obstante, se requiere de la recuperación del apoyo productivo y de programas de inversión en zonas deprimidas.

Ante el estancamiento de los procesos de medición y certificación de la tierra, su realización se ha dejado en manos de los ejidatarios como una responsabilidad todavía no asimilada, que se enfrenta a las trabas administrativas y al costo de los servicios. Es importante no perder de vista que los resultados de los programas de medición y certificación reportaron un avance significativo, por lo que es necesario continuar con ellos en su esquema original de concertación y gratuidad.

Cultivo de maíz

Uno de los problemas considerados como relevantes por los ejidatarios es la variación de las condiciones meteorológicas y el predominio de la superficie agrícola de temporal. Al respecto, es necesario identificar las áreas con diferentes niveles de capacidad agrícola y efectivamente inducir cultivos viables que no solamente sean de autoconsumo, sino que se promuevan en un esquema de intercambio regional complementario. Todo ello sobre la base de programas productivos de manejo adecuado de las tierras y de contingencia. De esta manera se aprovecharán racionalmente los recursos agrícolas y se evitará su deterioro.

En los ejidos se han identificado iniciativas de organización individual y colectiva, por lo que sería factible el aprovechamiento de los programas de apoyo.

El uso empírico de la tecnología, así como el predominio del equipo rentado tiene un costo natural y económico elevado, que puede ser aminorado con la reactivación de los programas de asesoría técnica dirigida, así como con los créditos de avío y refaccionarios, en un esquema de corresponsabilidad.

El consumo de trabajo en la parcela es muy poco a lo largo del año; por lo que los ejidatarios se ocupan en diversas actividades, esta situación de contingencia les permite contratar peones con bajos salarios. Este sector de población se ubica en la base de la escala social y con frecuencia la diferencia la establece el tener o no tener tierra. Para los ejidatarios, la contratación de peones representa un ahorro de tiempo y para los peones representa una alternativa de vida.

La falta de empleo y el nivel de ingresos es uno de los aspectos más críticos, no sólo del campo, sino del ámbito nacional, por lo que es necesario crear empleos y reforzar el programa de empleo temporal.

Por lo que se refiere al autoconsumo de la producción, es muy frecuente que en las esferas de decisión se maneje como un problema de grandes magnitudes; sin embargo, el papel que desempeña como base de la alimentación rural y el ahorro en la economía familiar justifica su permanencia.

En el sector comercial de maíz se deben establecer programas de protección y apoyo que garanticen la colocación del producto en el mercado; así como definir cuotas para los grandes consumidores de maíz nacional e importado y con ello reactivar los mercados regionales y locales.

El precio del maíz es bajo en comparación con los precios internacionales, por lo que es conveniente establecer un precio de amortiguamiento que permita cierto nivel de protección en la producción de maíz comercial blanco y de colores.

Cultivos distintos al maíz

Destaca la reducida superficie sembrada, predominio de la producción de autoconsumo y limitaciones para vender la producción, así como el manejo empírico de la tecnología agrícola. Como líneas de acción viables se identifican fortalecer la producción de cultivos ya probados en la zona, como haba, cebada, trigo, papas, hortalizas y flores e inducir el cambio de cultivos de manera concertada e informada.

Se presenta la posibilidad de cultivar productos agrícolas sin agroquímicos y con una gran proyección comercial, lo que fortalecería el potencial económico de la región, para lo cual se requieren de programas de asesoría técnica y de abastecimiento de insumos agrícolas. Ello también representa una oportunidad de inversión agroindustrial.

Sistema pecuario

Predomina el ganado criollo, el cual es mantenido como un respaldo económico, sin invalidar esta función, es fundamental que se promueva la ganadería comercial a través de los programas de apoyo y mejoría técnica.

La región presenta potencial para el cultivo de alfalfa y forrajes como base para el establecimiento de la ganadería estabulada para carne y leche, también presenta cualidades favorables a la cría de aves en granja para la obtención de carne y huevo. En la relación agricultura-ganadería los ejidatarios ocupan todo su tiempo; por lo tanto, existen mayores posibilidades de arraigarse a su comunidad.

 

Identificación de las amenazas

Las amenazas tienen que ver con la mano de obra y la economía ejidal, así como con la organización social, el mercado de tierras y cambio de uso del suelo (cuadro 16).

Mano de obra y economía ejidal

Destaca la disminución de la población ocupada en actividades primarias y el aumento en las actividades secundarias y terciarias, el fenómeno es atribuible al deterioro de la economía ejidal y a la migración laboral, esta última tradicionalmente ejercida por los hombres, pero ahora reforzada con la participación de las mujeres jóvenes.

Esta estrategia ha sido desarrollada conscientemente por las familias rurales, lo que ha permitido dinamizar las economías domésticas al incorporar los ingresos derivados. Aun cuando los efectos se pueden calificar de positivos, también pueden generar cambios y no siempre positivos en las formas de organización familiar y en la estructura familiar.

La competencia por el mercado de trabajo no agrícola y el incremento de la demanda de empleos, presiona a las zonas urbanas. Es urgente buscar alternativas para que la población rural y urbana tenga mayor oportunidad de conseguir un trabajo y con ello contener un desbordamiento social. Es importante fortalecer la relación agricultura-ganadería como una línea de acción probada para fortalecer a las economías domésticas.

Organización social

La disminución del sector indígena y la tendencia a la desaparición de las costumbres relacionadas con el cultivo de la tierra son la evidencia de rupturas que se recrean en el ámbito familiar y repercuten en el conjunto social.

Otros elementos de cambio social son el radio, la televisión y la estufa de gas —implementos introducidos en las familias indígenas como resultado del trabajo migratorio—, los cuales están produciendo cambios profundos en la organización familiar, en la que la convivencia familiar y la transmisión de conocimientos de padres a hijos se diluye cada vez más.

Es fundamental que se establezca en el ámbito nacional la protección a las formas de identidad cultural y social como base del desarrollo local y que se dé particular atención a los cambios que están generando los medios de comunicación en la unidad doméstica.

Mercado de tierras y cambio de uso del suelo

El resurgimiento de los enfrentamientos por la tierra muestra que el programa de ordenamiento de la tierra ejidal ha dejado un rezago pendiente y que los campesinos defenderán su derecho de posesión incluso por la fuerza.

La venta ilegal de terrenos ejidales sin mediación de autoridad alguna es una de las formas para promover el cambio de uso del suelo, otra forma es la inmigración de población que demanda un lugar para vivir; también está presente la posibilidad de las expropiaciones para el establecimiento de obras de beneficio general.

En los ejidos de los municipios rurales prevalece la renta de la tierra por sobre su venta. Esto se aprecia como un mecanismo de interacción social recuperable que permitirá seguir con la actividad agrícola. Las prácticas de la mediería, aparcería y préstamo de la tierra, que fortalecen las relaciones sociales entre los ejidatarios, constituyen formas tradicionales de intercambio que enfrentan a un proceso de desaparición, ya que cada vez se practican menos.

La regularización de la tenencia de la tierra ejidal ha generado un sentimiento de posesión verdadera de la propiedad raíz, pero a la vez está generando respuestas diferenciadas, entre ellas la decisión de continuar con el cultivo o vender la tierra.

El fraccionamiento de la tierra se ha traducido en el incremento de los precios del suelo para asentamientos humanos, para uso industrial, comercial y de servicios. Aun cuando los ejidatarios vendan su tierra a un precio atractivo, es factible que a corto y mediano plazo los beneficios sean escasos.

Es necesario simplificar los trámites administrativos para la certificación y titulación de las tierras, así como establecer programas específicos para resolver casos de litigio agrario. Además es preciso normar la venta de tierras ejidales y promover formas de venta que den a los ejidatarios la oportunidad de beneficiarse con la plusvalía futura, este beneficio va desde obtener una paga concertada por la tierra, hasta dotarles de vivienda o, en su caso, participar de los beneficios de las obras proyectadas que son el objeto de las expropiaciones. De no ser así, se seguirá manteniendo un mercado ilegal de tierras, así como un proceso de crecimiento urbano fundado en la marginalidad suburbana y social.

 

Consideraciones finales

El resultado de la historia social y la ideología agraria han consolidado los factores estructurales que caracterizan el desenvolvimiento del ejido, entre ellos: la pequeñez de la parcela, el manejo individual de la tierra, las forma de organización familiar para el trabajo, la persistencia del cultivo de maíz para consumo y el empleo de tecnología tradicional.

El abandono en que se encuentra el sector ejidal por parte de una política agrícola adversa y una política económica regional dirigida al desarrollo industrial y urbano cuestionan la permanencia de los recursos naturales y sociales de la región del Alto Lerma en el corto y mediano plazos.

La baja rentabilidad de las parcelas es la causa principal de las actividades extraejido. El ingreso derivado de estas actividades constituye la entrada fundamental de las economías ejidales.

La producción agrícola se convierte cada vez más en un recurso complementario; sin embargo, las ventas agrícolas, por mínimas que sean, y el ingreso extraejido se traducen en capacidad adquisitiva que permite sobrevivir a unos, y en otros casos propician diferencias económicas y sociales entre los ejidatarios.

El movimiento de la población ejidal por motivos laborales se constituye en el principal mecanismo de articulación de las economías ejidales al ámbito urbano y regional.

La ocupación múltiple de la población ejidal pone de manifiesto un proceso no tradicional de resurgimiento económico que expresa relaciones de conflictividad entre las formas de trabajo propias y las importadas del ámbito urbano. Ello está ocasionando una redefinición de las economías ejidales y de la sociedad agraria regional.

En el momento en que las economías ejidales se articulan a uno o varios tipos de mercado (mercado de trabajo, mercado de productos, mercado de tierras y mercado de capitales), inicia su proceso de transformación hacia estructuras sociales, económicas y culturales más heterogéneas, en donde el sector ejidal está cada vez más disminuido.

En las economías ejidales es factible que se siga con el cultivo de la tierra, ya que si bien esta actividad pierde preeminencia como actividad principal, se constituye en una más y no la menos importante de las alternativas para seguir viviendo.

La potencialidad económica de la región del Alto Lerma está en la industria, en el comercio y en los servicios; el potencial natural y social está en la agricultura y la ganadería. En esta confrontación de prioridades se encuentran inmersas las economías ejidales, las que cumplen funciones económicas, sociales y culturales de acuerdo a su historicidad, tiempo y ritmo. Sin embargo, las externalidades políticas, económicas y sociales tienen una influencia definitiva en sus posibilidades de desarrollo futuro.

 

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Información sobre la autora

María Estela Orozco Hernández. Es doctora en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha realizado estudios especializados de cartografía automatizada en la Universidad Autónoma del Estado de México. Es profesora-investigadora de la Facultad de Planeación Urbana y Regional de la Universidad Autónoma del Estado de México y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I, desde 2004. Sus líneas de investigación son los estudios regionales y urbano-rurales (enfoque social, territorial y ambiental). Entre sus publicaciones más recientes están: "Organización socioeconómica y territorial en la región del Alto Lerma, Estado de México", en Investigaciones Geográficas. Boletín del Instituto de Geografía, núm. 1, volumen 53, Universidad Nacional Autónoma de México, 2004 (en colaboración con María Teresa Sánchez Salazar); "Atlas agrario ejidal del estado de México", Universidad Autónoma del Estado de México, 2004 (en colaboración con Vicente Peña Manjarrez, Roberto Franco Plata, Noel Bonfilio Pineda Jaimes); "Confrontación rural-urbana o la convergencia de dos hechos socioespaciales: la central de abasto de la ciudad de Toluca y el Ejido de San Mateo Otzacatipan"; La otra cara de la región: región y desarrollo regional en el contexto de la globalización, Universidad de Varsovia, 2004 (en colaboración con Mario Daniel García Romero); "Evaluación diagnóstica para el ordenamiento territorial de la Cuenca Alta del Río Lerma, México", en Actas Latinoamericanas de Varsovia; volumen 27, Universidad de Varsovia, 2004 (en colaboración con Vicente Peña Manjarrez), "Aportaciones teóricas para los estudios urbanos y regionales", en Ciencia Ergo Sum, Universidad Autónoma del Estado de México, número 3, volumen 12, noviembre 2005- febrero 2006. Recientemente término las investigaciones sobre el Sistema agrario ejidal en el contexto de la globalización: el caso de la Cuenca Alta del Río Lerma (Proyecto Conacyt 35434-S) y Competividad territorial de los sistemas de producción florícola comercial en el estado de México (Proyecto PROMEP/103.5/04/ 1353). Correo electrónico: eorozcoh61@aol.com

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