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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.11 no.44 Toluca abr./jun. 2005

 

El papel de las remesas en la configuración de relaciones familiares transnacionales*

 

The rol of remittances in the transnational family relationships configuration

 

Alejandro I. Canales

 

Universidad de Guadalajara

 

Resumen

Las remesas están directamente vinculadas con los patrones migratorios, y en particular, con los arreglos familiares que se establecen en y entre los hogares. Sin embargo, no todos los hogares migrantes son igualmente perceptores de remesas. En no pocos casos, hogares sin migrantes recientes o simplemente sin migrantes, son sin embargo, perceptores de remesas. Esto es posible porque las remesas, al igual que la migración, se sustentan en redes sociales y familiares transnacionales, que permiten la configuración territorial de arreglos familiares extensos, en términos de la articulación de hogares y unidades domésticas ubicadas tanto en las comunidades de origen en México, como en los barrios y pueblos de destino en Estados Unidos. En otras palabras, las remesas son un soporte básico en la reproducción económica de esta transnacionalización de las relaciones familiares. Las familias de los migrantes suelen establecer formas de reproducción social y económica que involucran de manera preponderante los ingresos salariales de los migrantes en Estados Unidos.

Palabras clave: migración, remesas, hogares, transnacionalismo, México.

 

Abstract

Remittances are directly related to migration patterns, and in particular to arrangements made within and between families and households. However, not all migrants' households are equally recipients of remittances. In a large number of cases, households with no recent migration or that have never had migrants, still receive remittances. This is possible because remittances like the migration itself are supported by transnational family and social networks, which allow current extended family arrangements to be translated to different geographical regions, by articulating homes and domestic units located in the communities back home in Mexico with homes and domestic units in neighbourhoods and towns in the United States. In other words, remittances are a major factor in paying for the reproduction of these transnational family relationships. The families of the migrants back at home find themselves in the same displaced situation, and establish forms of social and economic reproduction which are heavily dependent on the earned income of the migrants in the United Sates.

Key words: migration, remittances, household, transnatiolnalism, Mexico.

 

Introducción

La migración México-Estados Unidos es un proceso complejo, que no sólo involucra un flujo de personas y de trabajadores, sino también un no menos importante flujo de bienes materiales y simbólicos. Con la migración se activan y consolidan redes sociales, familiares y culturales, por medio de las cuales se configura un complejo sistema de intercambio y circulación de gente, dinero, bienes e información entre los asentamientos de migrantes y sus comunidades de origen (Rouse, 1992; Smith, 1994). En este marco, destaca la circulación de recursos económicos e ingresos que bajo la forma de remesas son enviadas y traídas desde Estados Unidos por la población migrante (Conway y Cohen, 1998).

Las familias en las comunidades de origen no son ajenas a este fenómeno, de tal modo que, en no pocas de ellas, su organización social y económica está directamente vinculada con los envíos de remesas que hacen los migrantes. Con las remesas se solventa cotidianamente gran parte de la demanda familiar de bienes de consumo, vivienda, servicios sociales y personales, y otros gastos necesarios para la manutención del hogar de origen de los migrantes. De esta forma, las remesas pueden interpretarse como la forma que adopta el salario en el caso de los trabajadores migrantes (Canales y Montiel, 2004).

En efecto, la migración de mexicanos a Estados Unidos es un fenómeno eminentemente laboral que, por más de 100 años y bajo diferentes contextos macroeconómicos, ha permitido articular una oferta de fuerza de trabajo en México, con una continua y dinámica demanda de ella en diversos ámbitos económicos en los Estados Unidos.1 De esta forma, los ingresos obtenidos por los migrantes representan un fondo salarial, que como cualquier otro, tiende a usarse preferentemente en la reproducción cotidiana y generacional de su familia y comunidad.

Por otro lado, el proceso migratorio no ha implicado la desarticulación de las comunidades de origen, sino más bien, su configuración como comunidades transnacionales (Guarnizo y Smith, 1998; Kearney y Nagengast, 1989). En este marco, las remesas conforman un elemento sustancial para reproducir y sostener económicamente esta desterritorialización de las comunidades. Esta situación abarca también a las familias y hogares de los migrantes, los cuales suelen establecer formas de reproducción social y económica que involucran de manera preponderante los ingresos salariales de los migrantes en Estados Unidos (Canales y Zlolniski, 2001). En este contexto es posible entender el papel de las remesas en la organización transnacional de las relaciones familiares, en particular, como sustento material de los intercambios familiares a través de los cuales se articulan los hogares de los migrantes en sus comunidades de origen y de destino.

Sin embargo, aun cuando las remesas son una importante fuente de ingreso de los hogares, no siempre parecen fluir e influir en la misma magnitud, intensidad, ritmo y frecuencia en todos los hogares de una misma comunidad, aunque todos ellos participen igualmente del fenómeno migratorio y conformen una comunidad transnacional. Tal parece que hay diversos factores sociodemográficos, económicos, así como de estructura familiar, composición de la unidad doméstica, características de sus miembros, evolución del ciclo familiar, experiencia e historia migratoria familiar e individual, entre otros aspectos, que establecen importantes diferencias en cuanto a los momentos y condiciones en que un hogar se vuelve perceptor de remesas.

Si bien las remesas están directamente vinculadas con los patrones migratorios y en particular con los arreglos familiares que se establecen en y entre los hogares, lo cierto es que no todos los hogares migrantes son igualmente perceptores de remesas (Canales, 2004). Asimismo, en no pocos casos, hogares sin migración reciente o simplemente sin migrantes son, sin embargo, perceptores de remesas. Esto es posible, por un lado, porque los tiempos y frecuencias de las remesas no siguen necesariamente los tiempos y frecuencias de la migración, y por otro lado, porque las remesas, al igual que la migración, se sustentan en redes sociales y familiares transnacionales. Todo ello permite la reconfiguración territorial de los arreglos familiares extensos, en términos de la articulación de hogares y unidades domésticas ubicadas tanto en las comunidades de origen en México, como en los barrios y pueblos de destino en Estados Unidos.

De esta forma, entonces, no es necesario que en un hogar haya migrantes activos para que éste sea perceptor de remesas. Antes bien, es necesario que dicho hogar esté integrado a una red migratoria para que, bajo determinadas condiciones, pueda ser perceptor de remesas. Tal es el caso, por ejemplo, de hogares formados por personas mayores de 65 años, ya retiradas de la migración hace varias décadas, o que simplemente nunca migraron, pero que tienen hijos y parientes en Estados Unidos, quienes se responsabilizan de la manutención y gastos del hogar de origen. Inversamente, también puede ser el caso de un hogar formado por personas que nunca han emigrado, pero en el que sus miembros pueden provenir de familias y hogares migrantes. En definitiva, se trata de hogares que están integrados a una red de circulación de bienes materiales y culturales, sin necesidad de participar activamente en la migración de personas o fuerza de trabajo.

En este sentido, podemos señalar que son las necesidades económicas y familiares que surgen de cada arreglo familiar y doméstico lo que parece determinar las condiciones para la percepción de remesas en cada caso. O lo que es lo mismo, el patrón migratorio en cada hogar, así como la historia migratoria familiar, definen determinados arreglos familiares (locales y transnacionales), a partir de los cuales se definen los distintos tiempos y condiciones para el envío y percepción de remesas.

En diversos textos se ha señalado cómo la migración se sustenta en la configuración de determinados arreglos familiares y redes sociales (Massey et al., 1987). Así, por ejemplo, la migración temporal del jefe de hogar implica la formación de arreglos domésticos y familiares específicos, en donde juega un papel importante el hogar de los padres o suegros del jefe de hogar, especialmente cuando se da la presencia de niños. En el caso de la migración femenina, en cambio, se establecen arreglos familiares diferentes, en los cuales no está ausente la opción de la migración de la familia en su conjunto (Woo, 2001). Asimismo, la migración deviene en algunos casos en la formación de unidades familiares transnacionales, esto es, familias estructuradas en hogares localizados tanto en las comunidades de origen como en las de destino en Estados Unidos, y en donde el continuo flujo de personas, bienes materiales y simbólicos, e información, se vuelven fundamentales para su reproducción (Moctezuma, 1999).

En este sentido, para entender la dinámica del envío y percepción de remesas resulta fundamental establecer los arreglos familiares y domésticos que sustentan cada patrón migratorio particular, así como la manera en que estos arreglos devienen en perfiles sociodemográficos y demandas sociales y económicas diferenciadas. Los tiempos del envío y percepción de remesas están en función no tanto de la migración en sí, como de los arreglos domésticos que sustentan y posibilitan dicha migración.

El objetivo del presente trabajo es analizar estos factores de diferenciación de los hogares según su condición de percepción de remesas. O lo que es lo mismo, qué aspectos de cada arreglo familiar y doméstico parecen ser más importantes para definir los tiempos y frecuencias del envío y percepción de remesas. Para ello, presentaremos información y análisis proveniente de dos tipos de acercamientos metodológicos complementarios. Por un lado, con base en una encuesta de hogares estadísticamente representativa levantada en febrero del 2001 en más de 360 hogares del municipio de Teocaltiche, podemos describir el perfil sociodemográfico y socioeconómico de los hogares perceptores de remesas.

Por otro lado, con base en un trabajo etnográfico llevado a cabo en el municipio de Tapalpa, Jalisco, basado en entrevistas en profundidad a miembros de hogares con migrantes que en distintos momentos y circunstancias han sido perceptores de remesas, podemos describir el proceso de conformación transnacional de estos hogares, y en particular, el papel de las remesas en la reproducción material y simbólica de este sistema de redes y relaciones familiares extendidas más allá de los límites territoriales de los hogares y las comunidades.

 

Características de los hogares perceptores de remesas

Jalisco es una de las entidades con mayor tradición migratoria en México. Por lo mismo, no es extraño que en el 2000 en esta entidad se localizaran más de 10 por ciento de los migrantes, así como más de 11 por ciento del total de las remesas percibidas en México. En promedio, cada día entran a Jalisco más de 2 millones de dólares por concepto de remesas (Banco de México, 2001). Estas condiciones de migración y remesas son aún más claras en ciertas regiones y municipios de Jalisco, que como Teocaltiche en la región de Los Altos y Tapalpa en la región Sur, se incorporaron desde inicios del siglo XX al proceso migratorio. En este sentido, resulta interesante investigar las condiciones de migración y percepción de remesas en este tipo de regiones, en donde la centenaria tradición migratoria ha permitido la formación y consolidación de redes sociales de carácter transnacional.

En este contexto, en esta sección presentamos un análisis sobre el perfil sociodemográfico de los hogares perceptores de remesas en el municipio de Teocaltiche, Jalisco, dejando para la sección siguiente el análisis sobre la conformación de familias y hogares transnacionales en el municipio de Tapalpa, Jalisco.

En Teocaltiche, la migración y las remesas se han convertido en un fenómeno social y económico que atraviesa horizontalmente a toda la comunidad. En cierta forma, casi todos los hogares están directa o indirectamente vinculados con el proceso migratorio. No se trata de que en cada hogar haya siempre un migrante activo, sino de que las redes sociales, familiares y comunitarias sobre las que se sustenta la migración permiten que hogares temporalmente alejados de la migración activa puedan, no obstante, participar de sus beneficios a través del capital social que han acumulado en periodos anteriores.

En este sentido, no resulta extraño que en el año 2000 prácticamente la mitad de los hogares hayan sido perceptores de remesas. De aquí que resulte interesante comparar las características específicas de estos hogares perceptores en relación con los no perceptores, en términos de evaluar si existen diferencias sociodemográficas significativas entre ambos. Nuestra tesis es que estas diferencias sí existen, y que se deben a los distintos arreglos domésticos (locales y transnacionales) que la migración y las remesas posibilitan en cada etapa del ciclo familiar y doméstico. En tal sentido, a continuación presentamos un análisis comparativo tomando en cuenta dos dimensiones. Por un lado, las características del hogar y la vivienda; y por otro lado, las características del jefe del hogar.2

 

El hogar

Un primer punto de diferenciación entre los hogares, según su condición de percepción de remesas, tiene que ver con el tipo de arreglo residencial dentro de los hogares. Como se observa en el cuadro 1, sobre la base de una situación estructural en donde tienden a prevalecer arreglos de tipo nuclear (padre, madre e hijos), se establece, sin embargo, una sustantiva diferenciación entre los hogares perceptores de remesas y los no perceptores. En concreto, entre los hogares perceptores tiende a disminuir la proporción de hogares nucleares, e incrementarse la de hogares compuestos y, en menor medida, unipersonales. En estos dos casos, el índice de percepción de remesas no es sólo mayor, sino que además la relación es casi de dos a uno, esto es, dos hogares con remesas por cada hogar sin remesas.

Este es un dato relevante, que ya ha sido señalado por otros autores (Lozano, 2001) y nos dice, en cierta forma, el posible papel de las remesas en las recomposiciones familiares ante el fenómeno de la migración. En efecto, no es raro que ante la migración del jefe de hogar, el resto del núcleo familiar asuma una estrategia que implique la conformación de hogares extensos y ampliados (Woo, 2001). Asimismo, la observación directa durante el trabajo de campo nos permitió detectar un número importante de hogares formados por personas de la tercera edad que viven solos, o allegados en casas de sus hijos u otros parientes cercanos, pero que dependen para su sobrevivencia del envío de remesas que les hacen sus hijos desde Estados Unidos.

Un segundo nivel de diferenciación se refiere a la composición de los hogares, en particular, a la presencia o ausencia de niños y de personas de la tercera edad. En ambos casos se podría suponer que existen demandas y necesidades específicas que podrían motivar el envío de remesas por parte de parientes o de miembros del hogar en Estados Unidos. En el caso de las personas de la tercera edad, los gastos de salud, y en el caso de los niños, los gastos en educación y salud.

Sin embargo, los datos de la encuesta nos muestran una situación peculiar. Por un lado, efectivamente, la presencia de adultos mayores se asocia con una mayor incidencia de las remesas. De hecho, resulta significativo el hecho de que casi 42 por ciento de los hogares perceptores de remesas, cuenten con al menos un adulto mayor, situación en la que se encuentra menos de 30 por ciento de los hogares no perceptores.

Por otro lado, parece que la presencia de niños menores no estaría asociada con una mayor incidencia de las remesas. Al contrario, en estos hogares el índice de percepción es menor al que prevalece en los hogares sin niños menores de 12 años. No obstante, en estos casos las diferencias no son tan marcadas. En particular, en casi 54 por ciento de los hogares hay niños menores, proporción que se eleva a 55.5 por ciento en los hogares no perceptores de remesas, y se reduce tan sólo a 51.6 por ciento en los hogares perceptores de remesas. En otras palabras, no parece haber evidencia suficiente para suponer que se trata de una diferencia significativa.

Un tercer aspecto se refiere a las condiciones y niveles de actividad y participación económica en cada hogar. En este caso podría suponerse que a medida que aumenta la tasa de actividad económica dentro del hogar, se generan mayores ingresos y, por tanto, habría una menor necesidad de depender de recursos externos como las remesas. Los datos parecen corroborar esta hipótesis. En efecto, en los hogares con baja tasa de actividad económica (menos de un miembro activo por cada cuatro en edad activa), la incidencia de las remesas es de más de dos a uno, esto es, más de dos hogares perceptores por cada hogar no perceptor. En los hogares con niveles medios y altos de participación económica, la incidencia de las remesas es sustancialmente menor.

Por último, un cuarto aspecto se refiere a la situación legal de la vivienda. En particular, se observa que cuando la vivienda es propia y está completamente pagada, el índice de percepción de remesas es menor. Por el contrario, cuando la vivienda es rentada o se está pagando su hipoteca, la incidencia de las remesas es mayor. Ello puede deberse a que, efectivamente, un uso de las remesas es el financiamiento de la vivienda. Por lo mismo, cuando la vivienda está completamente pagada, el flujo de remesas parece reducirse.

Esta situación se corrobora si agregamos al análisis la antigüedad de la vivienda. En efecto, en el caso de viviendas construidas recientemente (cinco años a la fecha), el índice de percepción de remesas se reduce sustancialmente. Por el contrario, la incidencia de las remesas aumenta a medida que aumenta la antigüedad de la vivienda que habitan los hogares. Esta pauta de diferenciación se vincula con la situación respecto a la propiedad de la vivienda, ya que es muy probable que cuando la casa sea rentada, ésta no sea de reciente construcción. De hecho, casi 50 por ciento de los hogares que pagan renta residen en viviendas con más de 20 años de antigüedad.

 

Jefes del hogar

En cuanto al perfil sociodemográfico del jefe de hogar, también se observan ciertos patrones de diferenciación entre los hogares perceptores de remesas y los no perceptores. En primer lugar, el índice de percepción es mayor en el caso de los hogares jefaturados por mujeres. En este caso, lo común es que sean los hijos de la jefa del hogar que residen en Estados Unidos, o que han migrado temporalmente, quienes asumen la responsabilidad de apoyar económicamente la manutención de su madre. Sin embargo, cabe señalar que las diferencias no parecen tan marcadas, al menos en comparación con otras características del jefe del hogar. En particular, el índice de percepción en los hogares con jefatura femenina es tan sólo 28 por ciento superior al de los hogares de jefatura masculina. Esta diferencia es muy inferior a la que se da en las demás variables, donde la diferencia es al menos de 100 por ciento, siendo en algunos casos de más de 300 por ciento.

En segundo lugar, el índice de percepción de remesas es mayor conforme aumenta la edad del jefe de hogar. En particular, en el caso de jefes de hogar con más de 65 años, la percepción de remesas se da en casi dos de cada tres hogares. Esto se vincula con el hecho de que cuando el jefe de hogar es joven, suele tratarse de hogares nucleares de reciente formación, donde la incidencia de las remesas es, por lo mismo, menor. Por el contrario, en los hogares con jefes adultos o de la tercera edad, o bien se trata de hogares compuestos por más de un núcleo familiar, o bien son jefaturados por una mujer. En ambos casos, la incidencia de las remesas tiende a ser mayor. En no pocos casos se trata del envío de remesas que hacen los hijos hacia su hogar paterno, como una forma de responder a sus obligaciones en términos de una reciprocacidad diferida.3

Asimismo, al considerar el estado civil del jefe de hogar se observa que la incidencia de las remesas es mayor cuando el jefe de hogar está separado, divorciado o es viudo, y menor cuando es casado o soltero. Esta pauta de diferenciación puede deberse a que en el primer caso es más probable encontrar hogares jefaturados por mujeres o por personas mayores, y que por lo mismo, correspondan a hogares compuestos por más de un núcleo familiar. En cambio, cuando el jefe de hogar es soltero o casado, es más probable que se trate de hogares nucleares jóvenes de reciente formación jefaturados por un hombre.

El nivel de escolaridad del jefe de hogar también plantea una pauta de diferenciación que resulta relevante considerar, en virtud de que el punto de diferenciación lo constituye la culminación de los estudios de primaria. En efecto, entre los jefes de hogar sin primaria completa, el índice de percepción es de casi 1.4 hogares perceptores por cada hogar no perceptor. Esto es, casi 60 por ciento de los hogares son perceptores de remesas. En cambio, en los hogares donde el jefe ha culminado la primaria, la percepción se reduce a menos de 35 por ciento de los hogares.

Finalmente, también resulta relevante considerar la condición de actividad del jefe de hogar. En particular, se observa que en el caso en que el jefe del hogar es una persona económicamente activa, el índice de percepción se reduce sustancialmente. Por el contrario, cuando el jefe del hogar está económicamente inactivo, la relación de percepción de remesas en esos hogares se eleva a casi dos de cada tres hogares. Sin duda, la inactividad del jefe del hogar plantea una situación en que el hogar se hace más dependiente de los ingresos que aportan otros miembros del grupo doméstico, en especial, de aquéllos que residen temporalmente en Estados Unidos.

Con base en estos datos podemos configurar el perfil socioeconómico y sociodemográfico de los hogares perceptores de remesas. En general, se trata de hogares compuestos o extensos, de gran tamaño, con presencia de personas de la tercera edad y con bajos niveles de participación económica. Asimismo, la vivienda que habitan es antigua, por la cual pagan una renta, o están pagando su hipoteca. Finalmente, son hogares jefaturados por mujeres, o por jefes de más de 65 años, que tienden a ser viudos, divorciados o separados, sin primaria completa y que no son económicamente activos.

Cuadro 2

 

Migración y remesas en la formación de familias transnacionales

La migración y la participación de los hogares en ella no puede verse en términos estáticos, sino dinámicos y cambiantes, en función del papel particular de la migración y las remesas en cada etapa de la trayectoria de vida familiar. Asimismo, los arreglos familiares que se configuran a partir de la migración tienen su propia dinámica y evolución, especialmente en términos de la necesidad de remesas y de las opciones migratorias para sus miembros. Hay momentos en el ciclo familiar en los cuales la migración de alguno de sus miembros es más propicia, así como también hay momentos en que las remesas se tornan indispensables para la reproducción material de la unidad doméstica.

En este sentido, si bien las remesas son uno de los principales motivos de la migración, su entendimiento exige una visión estructural que vaya más allá de los tiempos cortos de la migración en cada coyuntura. Así como no todos los hogares con migrantes activos son perceptores de remesas, no todos los hogares alejados de la migración activa están necesariamente distanciados del proceso de envío y percepción de remesas. Sin duda, las probabilidades de percepción de remesas se incrementan en el caso de los hogares con migrantes activos, pero ello no puede negar el hecho de que también en los demás hogares las remesas son un factor importante para su organización social y económica.

Al respecto, el caso de Teocaltiche resulta ilustrativo. En este municipio prácticamente la mitad de los hogares percibieron remesas en el 2001. Sin embargo, los hogares presentan una situación muy diferente en cuanto a su condición migratoria. En efecto, sólo 10 por ciento de los hogares parecen no tener vinculación con las redes que han surgido del proceso migratorio. Nos referimos a hogares sin migrantes activos ni "retirados", sin emigrantes definitivos, y sin parientes directos del jefe de hogar en Estados Unidos. En estricto sentido, no se trata de hogares completamente ajenos a la migración y sus redes sociales, puesto que forman parte de una comunidad migratoria en donde también son importantes las redes sociales de amistad, compadrazgo y otras relaciones comunitarias. Sin embargo, por exigencias metodológicas del instrumento aplicado, se debió dejar de lado este tipo de redes sociales. Lo relevante en todo caso es que más de 90 por ciento de los hogares tiene vinculaciones directas con las redes sociales de la migración, aunque no necesariamente con la migración activa o de un periodo más reciente (gráfica 1).

En efecto, sólo 39 por ciento de los hogares tiene al menos un migrante activo, esto es, individuos cuyo más reciente desplazamiento se dio en los últimos cinco años (1996-2001). Por el contrario, casi 50 por ciento de los hogares tiene, o bien, emigrantes definitivos, esto es, individuos que fueron miembros del hogar y que actualmente residen en Estados Unidos (20 por ciento), o bien, parientes directos del jefe del hogar (padres, hermanos, nietos o abuelos) que residen actualmente en Estados Unidos (29 por ciento).

Resulta interesante que únicamente tres por ciento de los hogares cuente sólo con migrantes "retirados" y ningún otro tipo de vinculación (migrantes activos, emigrantes, etc.). En este sentido, podemos afirmar que el eventual 'retiro' del migrante del circuito migratorio no implica necesariamente el retiro de su hogar de dicho circuito. En Teocaltiche, en concreto, éste sólo parece ser el caso de tres por ciento de los hogares, y ello sin considerar las redes de amistad que en estos casos pudiera tener el jefe de hogar.

Ahora bien, al cruzar esta información sobre las condiciones de la migración con la condición de percepción de remesas se observa una situación muy peculiar. En efecto, aun en los hogares sin vinculaciones con el proceso migratorio, cinco por ciento de ellos son perceptores de remesas, situación que se intensifica en los hogares retirados del circuito migratorio, entre los que más de 30 por ciento son perceptores de remesas (cuadro 3). De esta forma, si bien las remesas tienden a concentrarse en aquellos hogares más directa y activamente vinculados con los circuitos migratorios, las redes sociales de la migración permiten que muchos hogares que están alejados (al menos temporalmente) de la dinámica migratoria participen, sin embargo, del proceso de envío y percepción de remesas.

En otras palabras, la participación en el flujo migratorio tiene ritmos y frecuencias particulares, que no son estáticos ni permanentes, sino dinámicos y variables. De esta forma, tanto la participación como el distanciamiento del proceso migratorio son fenómenos temporales, que pueden variar en función de los ciclos familiares y personales. No obstante, la participación en las redes sociales de la migración es algo más estructural, que no depende directamente del nivel de participación en el flujo migratorio en un momento determinado, sino a lo largo de una trayectoria de vida y migratoria tanto personal como familiar.

Ahora bien, esta situación nos permite ilustrar una peculiaridad metodológica interesante, que se relaciona con la necesidad de tomar en forma preferencial al hogar y a la familia extendida en especial, y no sólo al individuo como la unidad de referencia y análisis para el entendimiento del proceso de envío y percepción de remesas. Si bien a nivel individual los migrantes en algún momento dejan el circuito migratorio, asentándose permanentemente en México o Estados Unidos, a nivel de los hogares y las familias la situación resulta más compleja, al menos por dos factores. Por un lado, a nivel del hogar, no se trata tanto del retiro de alguno de sus miembros del circuito migratorio, como de su sustitución o relevo por otros miembros. En este caso aplica también el fenómeno de la migración de familias completas (Woo, 2001). Por otro lado, aun cuando se trate del retiro de los migrantes, sin su posterior relevo, ello no es indicación suficiente para suponer el retiro del hogar de las redes sociales de la migración, pues éstas se sustentan no sólo en los migrantes activos, sino también en el asentamiento de familiares directos y parientes lejanos en Estados Unidos, esto es, en la extensión de las redes familiares y de parentesco más allá de los límites territoriales de la comunidad.

En este sentido, el análisis en profundidad del caso de dos familias en particular nos permitirá ilustrar el papel de la migración y las remesas en la configuración de sus redes familiares como relaciones transnacionales, así como sus distintos significados económicos y culturales a lo largo del ciclo de vida familiar. Los dos casos representan situaciones diferentes, tanto en términos de ciclo doméstico como de contextos particulares. Sin embargo, cada caso ilustra un sistema familiar de reciprocidades, obligaciones y valores puestos en juego a través del proceso migratorio. Asimismo, en cada caso el análisis se centra en el papel y significado de las remesas para cada grupo familiar. Con ello queremos ilustrar el papel de las remesas en la conformación de redes familiares que trascienden los límites de la comunidad de origen. En este sentido, podemos adelantar que las remesas constituyen un instrumento privilegiado para el análisis de las relaciones de cooperación económica y social, en donde los conceptos de reciprocidad y de responsabilidad resultan fundamentales para entender los distintos tiempos, ritmos y significados de las remesas.4

Caso 1: familia Fernández

La familia Fernández representa, tal vez, el típico caso de una familia exitosa, en la que la clave de su éxito reside en su conformación actual como una familia transnacional, que a través de un sistema de relaciones de intercambio, reciprocidad y responsabilidades consigue articular la dinámica de los hogares de los hijos mayores en Estados Unidos con la del hogar paterno en Tapalpa, Jalisco.

En concreto, la historia de esta familia nos permite ilustrar los distintos usos y significados de las remesas de acuerdo a la dinámica de su ciclo como familia extendida. Así, podemos identificar al menos tres etapas. Una primera corresponde hasta antes de la migración del hijo mayor. Hasta ese momento, la familia estaba compuesta por los padres y sus ocho hijos (cinco varones y tres mujeres).

En 1985 inicia la historia migratoria, cuando Carlos, el hijo mayor, hace su primer viaje a Estados Unidos. Viaja junto con unos primos hacia los campos agrícolas del norte de California, donde se emplea inicialmente en la pizca de la uva y de la nuez. Al año de estar en Estados Unidos, aprovecha las redes sociales construidas por los tapalpenses para instalarse en Concord, California, consiguiendo trabajo primero en un restaurante, y luego en la construcción, actividad que desempeña hasta ahora. Años más tarde migraron cuatro de sus hermanos, todos los cuales se establecieron en Concord, donde trabajan en distintos sectores económicos.

En esta segunda etapa, las remesas parecen estar guiadas por el principio de reciprocidad diferida (Serrano, 2002). Esto es, sobre los hijos recaería la responsabilidad de compartir los beneficios de la migración con sus padres en reciprocidad de los beneficios obtenidos durante su niñez. En este caso, las remesas constituirían una forma de esta reciprocidad diferida hacia la familia de orientación. Asimismo, desde la perspectiva del hogar paterno, las remesas tienden a constituirse en el principal sostén de los padres y de los hijos que aún residen con ellos.

Ahora bien, lo relevante de esta situación es que las remesas han abierto otros horizontes para los hermanos que no han migrado. Tal es el caso de Artemio, el hijo menor, quien ha decidido continuar una carrera de estudios, misma que ha sido apoyada económica y moralmente por sus hermanos mayores.

Una tercera etapa inició con el matrimonio de Carlos, y posteriormente de otro de los hermanos mayores. La formación de dos nuevos núcleos domésticos al interior de esta familia extendida plantea transformaciones importantes en el sentido y significado de las remesas, así como en las obligaciones y responsabilidades de cada uno de sus miembros. En esta etapa aparece con claridad el hecho de que "los compromisos con la familia de orientación están subordinados a las obligaciones hacia la familia de procreación" (Serrano, 2002: 93).

En efecto, mientras Carlos estaba soltero enviaba cotidianamente dinero para los gastos de su casa paterna (familia de orientación). Al casarse y tener hijos, su responsabilidad principal se reorientó hacia su propio hogar (familia de procreación). Aunque continúa enviando dinero a sus padres, ya no es ni en la cantidad ni con la frecuencia de antes. Se trata, más bien, de "algunos pesitos" que envía a su madre para que se compre algún regalo o para sus gastos personales. De esta forma, la responsabilidad del hogar paterno recae principalmente sobre los hijos solteros, los que a través de las remesas mantienen sus obligaciones en términos de una reciprocidad diferida. Sin embargo, todos los hermanos son solidarios con la familia extensa cubriendo gastos excepcionales derivados de urgencias médicas o de cualquier otro tipo.

En síntesis, en el caso de los Fernández no hay duda de que

su organización familiar depende por completo de su inserción en el campo social transnacional en que viven. Es allí donde generan los principales recursos económicos. Al punto que los hermanos no podrían cumplir con sus deberes de reciprocidad diferida si abandonan ese campo, situación en la que la organización familiar se vería obligada a transformarse (Serrano, 2002: 97).

Caso 2: Lila y Angel

Si el caso de la familia Fernández irradia felicidad y éxito, el siguiente ilustra la situación contraria. Esto se debe a un par de hechos fortuitos que, por un lado, llevaron a una abrupta interrupción del flujo de remesas, y por otro, a una situación de emergencia que implicó reorientar los recursos materiales, humanos y sociales que disponía la familia.

En este caso, antes de la migración del hijo mayor, el hogar pasaba por una situación crítica debido al alcoholismo del padre. Mientras los hijos (ocho en total) eran menores. Lila, la esposa, asumió la responsabilidad de la manutención del hogar. Para ello se empleó como trabajadora prestando servicios en un complejo turístico de la localidad. Cuando Ángel, el hijo mayor, alcanzó una edad adecuada, se vio presionado a asumir la responsabilidad de proveedor principal, para lo cual debió emigrar a Estados Unidos.

En esta primera etapa todo parecía marchar bien. El hijo enviaba remesas cotidianamente a su hogar paterno. Ese dinero permitió que Lila abandonara su trabajo y se dedicara por completo al cuidado de la casa y de sus hijos menores. Asimismo, cuando tres de las hijas mayores se casaron, ellas abandonaron el hogar paterno y dejaron de depender de los ingresos que enviaba su hermano mayor desde Estados Unidos, pues tal responsabilidad recaía ahora sobre sus propios maridos.

Esta situación se modificó parcialmente cuando Ángel se casó y llevó a su esposa a vivir con su madre, respetando el patrón de virilocalidad prevaleciente en la comunidad. En estas condiciones, Ángel debió asumir el doble papel de proveedor tanto en su familia de procreación como en la de orientación, aunque en cada caso operaban principios diferentes. En concreto, durante un tiempo, sus remesas cumplieron simultáneamente el papel de reciprocidad diferida (devolver en la familia de orientación), y el de responsabilidad de ser jefe de hogar y su proveedor principal (dar en la familia de procreación).

La situación entró en crisis por la conjunción de dos eventos desgraciados e impredecibles. Ángel cayó preso en Estados Unidos, lo que hizo que el flujo de remesas se interrumpiera abruptamente. Asimismo, Dolores, su esposa, cayó enferma, lo que planteó una doble crisis económica para el hogar de Lila. Por un lado, debía buscar los recursos para mantener a sus demás hijos, y por otro lado, debía asumir los costos de la operación de su nuera. En el primer caso se vio presionada a buscar trabajo nuevamente; en el segundo, la situación fue tan grave que obligó a una transformación en la organización del hogar. Con la aprobación de su esposo, Dolores regresó a su hogar paterno, donde sus padres se hicieron cargo de los costos económicos de su operación y de su posterior recuperación. Sin embargo, Lila y Ángel asumieron que ésta era una situación coyuntural, y se comprometieron a devolver el dinero de la operación una vez que la situación legal de Ángel se resolviera.

Sin embargo, la condición de salud de Dolores volvió a empeorar. En esta situación, Lila se vio entonces forzada a recurrir a la ayuda de su propia familia extensa no residencial: su madre en Tapalpa y sus hermanos migrantes en Estados Unidos, quienes le enviaron dinero para apoyarla en esta situación de extrema emergencia. Esta situación extrema nos permite ilustrar que

la residencia no es un factor exclusivamente determinante en la organización familiar. Existen lazos familiares latentes que se reactivan en los momentos de necesidad. Sin embargo, el equilibrio entre lo que es y no un caso de necesidad justificable se presta a interpretaciones, negociaciones y cuando no, a la manipulación (Serrano, 2002: 111).

El dramatismo de este ejemplo nos permite ilustrar los mecanismos que tienen las familias para enfrentar situaciones de crisis, en las que las redes transnacionales, y las remesas en particular, parecen constituir un capital social de un valor que va mucho más allá de lo estrictamente económico. En este caso, la crisis se origina en dos desgracias simultáneas: Ángel cae preso y su esposa cae enferma. Sin embargo, el resultado no fue la desarticulación familiar. Por el contrario, la ayuda provino de los recursos que provee la familia extensa no residencial, tanto aquélla localizada en la comunidad como la localizada en Estados Unidos. En particular, las redes familiares extensas (tanto las locales como las transnacionales) permitieron movilizar personas y recursos que parecen ser débiles o inexistentes, pero que se renuevan y muestran su verdadero potencial en situaciones críticas, como la sufrida por la familia de Lila.

Si bien la situación puede catalogarse como atípica, el modelo familiar que subyace no lo es tanto.

Se trata de un caso esclarecedor porque en un primer momento (mientras Ángel mandaba dinero) expone los valores y principios asociados a las remesas y el papel que éstas juegan en la organización familiar. Luego la situación se tornó extrema. Ángel fracasó en el papel de proveedor matrimonial y de hijo responsable. Su fracaso sacó a la luz los alcances de las relaciones de reciprocidad en la organización familiar (Serrano, 2002: 114).

Ahora bien, las experiencias de estas dos familias, aunque muy diferentes entre sí, nos muestran el papel de las remesas y la migración en la formación de redes familiares de carácter transnacional. Para las familias de los migrantes, las remesas no representan sólo un flujo monetario, sino también un medio para la reproducción y sustentación de sus relaciones sociales, culturales y simbólicas. Aquí tienden a operar los mismos principios que operan en toda red familiar extensa: relaciones de solidaridad, responsabilidad y reciprocidad. La especificidad de estos casos reside en que estas relaciones traspasan las fronteras nacionales, articulando unidades domésticas, individuos y núcleos familiares en un campo de relaciones que se extiende a través de las fronteras nacionales y de los límites territoriales de las comunidades de origen y destino.

En este sentido, las remesas pueden ser vistas desde una doble perspectiva. Por un lado, como flujos monetarios que posibilitan la reproducción y manutención de las familias en las localidades de origen; por otro, como el sustento material para la constitución de redes familiares extensas. En este último sentido, las remesas no sólo implican un flujo de recursos materiales, sino que junto a ese flujo monetario fluyen valores familiares específicos: la reciprocidad, la solidaridad y la responsabilidad.

La ausencia física, ya sea temporal o definitiva, de los hijos no los libera de sus responsabilidades en cuanto a la reciprocidad diferida para con su hogar de orientación y de proveedor principal respecto a su hogar de procreación. No es casual que el no cumplimiento de estas normas culturales entrañe costos importantes para los individuos. No supone sólo la imagen de ser un hijo desobligado, sino también la exclusión de un sistema de redes de solidaridad e intercambio, las cuales configuran referencias de identidad individual y colectiva y el sentido de pertenencia a una comunidad más allá de las presencias y ausencias físicas.

 

Conclusiones

Con base en el análisis descriptivo y etnográfico presentado en secciones anteriores podemos concluir que si bien el proceso de envío y recepción de remesas está directamente asociado con la condición migratoria y las redes migratorias prevalecientes en los hogares, también es cierto que hay otros factores sociodemográficos que contribuyen a configurar el perfil de los hogares perceptores de remesas. En este sentido, la participación directa en la dinámica migratoria no parece ser el único factor para que un hogar sea perceptor de remesas. A ello hay que agregar ciertas características sociodemográficas del hogar, en particular, los arreglos residenciales que se establecen a partir del mismo proceso migratorio, así como las condiciones de vida del hogar, especialmente en términos de la capacidad para generar recursos propios independientes de las remesas, la disponibilidad de bienes y servicios, la situación respecto a la tenencia de la vivienda, así como algunas características del jefe del hogar. En conjunto, estas variables definen la situación específica de cada hogar, en la cual las remesas asumen un papel sustantivo en la reproducción material del hogar y sus miembros.

Asimismo, las remesas no pueden entenderse en un sentido estático, sino en función del ciclo del hogar, y en particular, de su efecto sobre estas condiciones materiales de sobreviviencia. De esta forma podemos suponer que las remesas tienden a fluir en determinados contextos familiares y arreglos domésticos, pero a la vez, que las remesas contribuyen a modificar dichas condiciones estructurales del hogar. En este sentido, no sería extraño que las remesas disminuyeran o incluso dejaran de fluir temporalmente, al menos cuando la situación del hogar de origen del migrante tienda a mejorar.

Aunque no disponemos de información estadística suficiente, la observación directa en el trabajo de campo y las entrevistas paralelas a la aplicación de la encuesta nos permiten suponer que las remesas tienen un significado distinto en cada momento. Así, en una primera etapa, las remesas se destinan principalmente al consumo del hogar. Posteriormente, una vez que el migrante se estabiliza laboral y económicamente, o que adquiere mayor experiencia migratoria, las remesas se orientan a la compra o remodelación de las viviendas, así como a la compra de bienes y dotación de servicios para el hogar. Una vez que se ha alcanzado un mejoramiento en las condiciones de vida en el hogar de origen, las remesas tienden a disminuir y orientarse más a rubros específicos, entre los que adquiere mayor importancia el gasto en salud, especialmente de las personas de la tercera edad. En estos casos suelen establecerse arreglos familiares transnacionales, esto es, en los que migrantes que han abandonado definitivamente el hogar de origen se establecen en Estados Unidos, pero mantienen su compromiso de enviar remesas para la manutención de sus padres y, en menor medida, de otros parientes en las comunidades de origen.

De esta forma, las remesas configuran un aspecto del proceso migratorio que parece mostrar un patrón de comportamiento cambiante en el tiempo, mismo que estaría en función de la trayectoria migratoria de los individuos, así como de los arreglos familiares y domésticos que se establecen en los distintos momentos del ciclo doméstico y migratorio de cada hogar.

En este sentido, las remesas no pueden entenderse sólo como un flujo monetario y de recursos materiales. Antes bien, junto a ello, las remesas comportan un importante flujo de valores culturales y simbólicos, sobre los cuales se sustenta la reproducción social y cultural de estos arreglos familiares extensos, los cuales trascienden los límites territoriales de los hogares y de las comunidades de origen.

En este sentido planteamos que las remesas, como fenómeno social, tienen un doble carácter. Por un lado, conforman un fondo salarial que permite la reproducción económica y material de los hogares. Como flujo monetario, las remesas establecen una articulación económica entre distintos miembros y unidades domésticas de una misma familia extensa. Lo peculiar en este caso es el carácter transnacional que asume este flujo de recursos económicos y materiales. Esta articulación económica es la base material sobre la que se puede sustentar la organización social de los hogares en el marco de comunidades y campos de relaciones sociales y familiares transnacionales.

Por otro lado, las remesas forman parte también de la reproducción cultural y simbólica de estas familias y comunidades transnacionales. Por medio de las remesas se reproducen relaciones de reciprocidad, responsabilidad y solidaridad, mismas que resultan fundamentales en la conformación de todo sistema familiar extenso. Lo relevante y específico en este caso es que estos valores familiares dan lugar a relaciones de intercambio de bienes económicos y culturales que trascienden no sólo los límites territoriales de las comunidades, sino también las fronteras nacionales.

En otras palabras, con base en estos valores familiares (solidaridad, reciprocidad y responsabilidad) se configura un sistema transnacional de intercambios entre los hogares de las comunidades de origen y los hogares de las comunidades de destino. Dentro de estos intercambios destaca el flujo de remesas monetarias, el cual, por lo mismo, asume un doble papel. Por un lado, contribuye a la reproducción material de los hogares, y por otro, contribuye a su reproducción cultural y simbólica. Con las remesas no sólo fluye dinero y mercancías, también permite la reproducción de relaciones culturales, identidades colectivas y sistemas familiares y simbólicos.

 

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Notas

* El presente texto es una traducción del trabajo publicado por el autor en el libro dirigido por Eric Guerassimof , Migrations internacionales, mobilites et developpement, editado en el año 2004 por L'Harmattan, Paris, Francia. Esta versión en español se publica con la debida autorización del autor y los editores del libro.

1 En tiempos recientes, por ejemplo, se señala la creciente mexicanización de diversos empleos y actividades económicas en Estados Unidos, lo que se vincula a la transformación productiva y tecnológica de su economía y de su rol en el concierto económico mundial (Sassen, 1998; Canales, 2003).

2 Los datos empíricos provienen de una encuesta a hogares levantada en febrero del 2001 en el municipio de Teocaltiche, en los Altos de Jalisco. Corresponde a una muestra probabilística de 367 hogares, seleccionados en forma aleatoria, por estratos urbano y rural. Esta encuesta forma parte del proyecto Estimación del impacto económico de las remesas en comunidades de alta emigración en el Centro-Occidente de México, que cuenta con financiamiento del Conacyt.

3 Más adelante, cuando expongamos un par de estudios de casos, profundizaremos en esta idea de las remesas como mecanismo de reciprocidad diferida. Para más detalles sobre este concepto, véase Serrano, 2002.

4 Los dos casos que aquí se presentan corresponden a parte del trabajo etnográfico desarrollado por el maestro Javier Serrano en el municipio de Tapalpa, Jalisco, que forma parte de su Tesis de Maestría presentada en el 2002. Para más detalles, véase Serrano, 2002, especialmente el capítulo III, "La reciprocidad en las lógicas del parentesco".

 

Información sobre el autor

Alejandro I. Canales. Es doctor en Ciencias Sociales con especialidad en estudios de población por El Colegio de México. Actualmente es presidente de la Asociación Latinoamericana de Población, y director del Centro de Estudios de Población, en el Departamento de Estudios Regionales de la Universidad de Guadalajara. Entre sus libros más recientes están: Gente grande. Situación actual y perspectivas del envejecimiento en Jalisco, en coautoría con Israel Montiel y Tarsicio Torres (Universidad de Guadalajara, 2004); Desafíos teórico-metodológicos en los estudios de población en el inicio del milenio, en coautoría con Susana Lerner (El Colegio de México, Sociedad Mexicana de Demografía y Universidad de Guadalajara, 2003); El Norte de todos. Migración y trabajo en tiempos de globalización, en coautoría con Jesús Arroyo y Patricia Vargas (Universidad de California en Los Ángeles, Juan Pablos Editor y Universidad de Guadalajara, 2002). Ha escrito diversos artículos en revistas académicas internacionales sobre el tema de la migración México-Estados Unidos. Correo electrónico: acanales@cucea.udg.mx

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