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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.11 no.44 Toluca abr./jun. 2005

 

Magnitud y dinámica de la inmigración en Chile, según el censo de 2002*

 

Magnitude and dynamics of the Chilean immigration, according to the census of 2002

 

Jorge Martínez Pizarro

 

Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía

 

Resumen

A partir de los microdatos del XVII Censo Nacional de Población y VI de Vivienda de 2002, se examina la magnitud y dinámica de la inmigración en Chile. Luego se exploran algunos aspectos demográficos, entre los que destaca la inédita magnitud de la inmigración alcanzada en 2002 que, no obstante, se traduce en una modesta cifra si se compara con la magnitud de la emigración chilena, y un impacto relativamente pequeño frente al que se registra en países de tradición inmigratoria. Las secciones centrales contienen un análisis de las principales características de los inmigrantes según su origen, sexo, edad y periodo de llegada. La inserción laboral de los inmigrantes ocupa un espacio especial: se explora en la segmentación laboral, la participación económica y la inserción según ocupaciones, prestando atención preferencial a las trabajadoras domésticas peruanas.

Palabras clave: migración, migración internacional, inmigración, características sociodemográficas de los migrantes, Chile.

 

Abstract

From the XVII and VI Nacional Census of Population and Tenement in the 2002 year microdata, it is examined the magnitude and dynamics of the immigration in Chile. Then some demographic aspects are explored, highlighting the unpublished magnitude reached in the same year Nevertheless, it is translated in a modest quantity if it is compared to the magnitude of the Chilean emigration and a small relatively impact in front of that one that is registered in countries of immigratory tradition. The central sections contain an analysis of the main immigrant characteristics according to their origin, sex, age and arrival period. The immigrants laboring insertion occupies a special place: it is explored in the segmental laboring, the economic share and the insertion according to occupations, giving preferential attention to the Peruvian domestic workers.

Key words: migration, international migration, immigration, characteristic sociodemographic of the migrants, Chile.

 

Introducción

Chile es un país cuyo desempeño económico de los últimos años ha sido unánimemente destacado y a partir de ello se le ha imputado una condición de privilegio en el contexto latinoamericano. Un pequeño país que, según muchos de sus historiadores y políticos, sufrió una convulsionada historia en el último cuarto del siglo XX. Junto con la recuperación de la democracia se asistió a una creciente presencia de extranjeros, especialmente sudamericanos, hecho que instaló inquietudes de diverso cuño.

Resulta relativamente sencillo sostener que se trata de una nueva inmigración. Debe aceptarse que la migración internacional abre novedosas oportunidades para los diversos actores, lo cual da cuenta de las fuerzas que gobiernan la movilidad contemporánea y que la convierten en una de las dimensiones más distintivas de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, se tendría que reconocer que Chile ha sido, tradicionalmente, un país de emigración.

La exacerbación del carácter novedoso de la inmigración puede confundir. Por ejemplo, a nivel académico, algunos investigadores difundieron la idea de que Chile se habría convertido en un "polo" de atracción para inmigrantes, tanto de los países limítrofes como de fuera de América Latina. Aquí la frase que la resume: "Chile, en este contexto, a raíz de su nueva situación económica, atrae ostensiblemente a personas provenientes de los países vecinos e incluso provenientes de Asia y Europa" (Mella y Stoherel, 1999: 180).

Esa percepción encontró mucho eco en los medios de comunicación, que colaboraron (y siguen haciéndolo) a crear la imagen de que en Chile se estaría produciendo una oleada migratoria. Las variadas representaciones del inmigrante no estuvieron desprovistas de estigmatizaciones, especialmente frente a las personas que provienen de Bolivia y Perú. El papel de los medios de comunicación en la creación de opiniones frente a un asunto que exige minuciosidad en su análisis se sobredimensiona en la medida que los estudios con ese carácter son escasos y derivan de esfuerzos aislados o, si son recientes, no terminan de difundirse.

Si bien los registros oficiales de concesiones de residencia y visas a extranjeros no son, en rigor, una fuente estadística para el análisis de la inmigración, un primer balance indicaba que el país no experimentaba ninguna oleada y que había una importante llegada de mujeres en busca de empleo en el servicio doméstico, un fenómeno observado ya en otras realidades. Con los resultados del censo de 2002 se pueden abordar inquietudes fundamentales: ¿cómo es, en términos generales, la situación de la inmigración en Chile y qué aportan los antecedentes censales? ¿Cuál es la composición según origen, sexo, edad y grados de calificación de los inmigrantes? ¿Cuántas son, dónde laboran y cuál es el perfil de las empleadas en el servicio doméstico peruanas?

 

Más inmigrantes que nunca, pero menos que los emigrantes

El censo de 2002 muestra una cifra total de 185 mil personas nacidas en el extranjero residentes en Chile. Para nuestros fines, éstos pueden considerarse inmigrantes. Junto con ellos, un total de poco más de 10 mil personas fueron empadronadas como transeúntes, es decir, quienes residen habitualmente en otros países (INE, 2003).1

De acuerdo con la información de los censos nacionales desde 1952, en 2002 el número de estas personas es el más elevado (cuadro 1). Si se le compara con censos más antiguos, sólo en 1907 se encuentra la cifra más cercana, que fue de 132 mil personas. Con tal evidencia, en Chile se ha llegado a una magnitud absoluta hasta ahora inédita de inmigrantes, lo que acompaña las percepciones antes aludidas sobre la inmigración.

Un recodo para la emigración chilena

El fenómeno migratorio no es nada nuevo en Chile. La emigración chilena ha sido un rasgo pertinaz en la sociedad. Sobre la base de los datos de IMILA (Investigación de la Migración Internacional en Latinoamérica, del Celade), nuestros antecedentes hacia 1990 mostraban una cifra máxima del orden de 500 mil personas en el exterior (Martínez, 1997). No disponemos aún de un cuadro completo en IMILA para alrededor del año 2000, aunque los antecedentes de los principales países de destino regional registran una cifra de cerca de 300 mil personas. Con respecto a la emigración extrarregional, los datos disponibles en las páginas electrónicas de las organizaciones estadísticas nacionales indican que en torno a ese año unos 85 mil chilenos residen en Estados Unidos, otros 25 mil lo hacen en Canadá y poco más de 18 mil en España, entre los que registran mayores magnitudes. Otros países de Europa contabilizan cerca de 30 mil en conjunto (Alemania, Bélgica, Italia, Noruega y Suecia), y algo similar se registra al agrupar Australia, Israel y Japón.

Al emplear fuentes no convencionales, como los registros de los consulados, que no arrojan estimaciones rigurosas —pues pueden estar afectadas por numerosas duplicaciones, así como por omisiones—, el gobierno chileno indica una cifra del orden de las 800 mil personas. A su vez, el primer registro de chilenos en el exterior, llevado adelante por el gobierno desde septiembre de 2003, presentó una estimación alternativa de 200 mil personas en América del Sur y Centroamérica (incluyendo personas nacidas en Chile y las de origen chileno; INE, 2004).2

De cualquier manera, el total de chilenos residentes en el extranjero incluye una apreciable cantidad de población compuesta por una emigración acumulada en el tiempo que, dependiendo de las coyunturas experimentadas por el país, ha obedecido a factores económicos y políticos. Tradicionalmente, Argentina ha sido el país de destino elegido por la mayoría de los chilenos emigrantes, seguida muy de lejos por Estados Unidos y Venezuela. Los temas que han sido destacados, más en el debate público y los medios de comunicación que en el ámbito de la investigación, comprenden: el monto y las tendencias de los traslados hacia el exterior; el exilio y la identificación de los países de destino; así como las características de quienes emigran, en especial las que atañen a su nivel de calificación.

De la emigración a la inmigración

Volviendo a la inmigración, la variación intercensal del último periodo (19922002) en el número de inmigrantes en Chile es también la mayor de los últimos cincuenta años, comparable a la que se registró a fines del siglo XIX: se trata de un aumento del orden del 75 por ciento entre 1992 y 2002. Estos incrementos fueron muy fluctuantes en otros periodos y en los decenios de los sesenta y los setenta el stock de nacidos en el extranjero incluso disminuyó (cuadro 1). La inquietud que muchos sectores en Chile quisieran seguramente conocer es si efectivamente este país se está convirtiendo en un país de atracción migratoria para los países vecinos. Pero es temprano para afirmarlo. Más bien es tiempo de preocuparse de las representaciones y temores ante la llegada y presencia de extranjeros. Sin afán de sentar doctrina, pensamos que tal conversión es un hecho en el que suelen concurrir numerosos factores. Hay que recordar que la transformación de países emisores a receptores netos, como Corea, España e Italia (Martin y Widgren, 2002) fue prolongada y tuvo lugar en medio de una transición social, económica y política muy singular. En Corea, las comunidades de emigrados tuvieron un papel importante en la innovación tecnológica y fueron impulsadas importantes iniciativas en favor de su retorno y estímulos para la retención de potenciales emigrantes. En los dos países europeos la transformación ocurrió en medio de un proceso de convergencia económica auspiciado por los esfuerzos de integración comunitaria. Ambas naciones están enfrentadas hoy día al debate y las tensiones sobre la inmigración extracomunitaria. Hay también otros países cuya emigración fue sostenida durante décadas y hoy son destino de inmigrantes y retornantes; el ejemplo es Irlanda.

Por otro lado, en el stock actual de inmigrantes en Chile se observa que predominan levemente las mujeres, situación que ya se advirtió en 1992, pero que no se manifestó en el medio siglo pasado. Si esto es parte de la nueva inmigración, ¿se está en presencia de una feminización cuantitativa de la inmigración a Chile? Aunque el fenómeno adopta características intrincadas, no cabe identificarlo como una tendencia aislada en el caso chileno y da cuenta de las actuales expresiones que adopta la movilidad latinoamericana (Martínez, 2003), en donde las mujeres adquieren mayor visibilidad, lo cual sugiere, de paso, que el interés por su conocimiento y las representaciones culturales sobre el inmigrante exigirán una renovada atención que irá mucho más allá de la evaluación de magnitudes.

 

Los modestos impactos demográficos

Aun cuando la magnitud absoluta de inmigrantes es la mayor en la historia de Chile, el porcentaje que comprende la población de nacidos en el extranjero sobre la población total del país sigue siendo ostensiblemente pequeño, apenas superior al uno por ciento (gráfica 1). De acuerdo con las estimaciones realizadas por la División de Población de las Naciones Unidas hacia el año 2000, esta incidencia es muy modesta si se compara con las que se presentan en muchos otros países. Territorios de claros signos de atracción migratoria registran porcentajes muy superiores, como es el caso de algunas naciones europeas y países de otras regiones (como el Medio Oriente y Oceanía); en realidad, hay catorce —con más de un millón de habitantes— donde sus inmigrantes son más de una quinta parte de la población (United Nations, 2002b). La conclusión es que muchos países del mundo exhiben porcentajes de sus inmigrantes holgadamente mayores a uno por ciento de sus poblaciones totales.

Por otra parte, en varios países donde el ritmo de crecimiento natural de sus poblaciones ha disminuido sustancialmente hasta hacerse nulo e incluso negativo, el balance migratorio contribuye decisivamente a mantener un crecimiento demográfico positivo, realzando su papel en el reemplazo de las poblaciones y alimentando el debate sobre la necesidad de la inmigración. En Chile, esta situación es muy diferente, pues si bien existe un bajo y descendente ritmo de crecimiento de su población en el contexto regional, el aporte migratorio es de signo negativo, según las proyecciones oficiales —que no se han revisado aún a partir de los datos del censo de 2002—. Con una tasa de crecimiento total estimada en 1.2 por ciento anual, la migración neta es de -0.06 por ciento (Celade, 2003).

En Argentina —país que después de ser asiento de varios millones de europeos hasta mediados del siglo XX siguió recibiendo importantes contingentes de población desde los países limítrofes—, los inmigrantes registran una incidencia porcentual de aproximadamente cuatro por ciento (gráfica 2; United Nations, 2002b), situación que también se observa en otros países de la región. En este país, eso sí, la migración neta tiene una ínfima contribución al crecimiento demográfico (Celade, 2003).

En Costa Rica —con casi 300 mil inmigrantes, compuestos en una mayoría de nicaragüenses arribados principalmente en los últimos años—, el censo nacional de 2000 mostró que el porcentaje sobre la población total se acerca a ocho por ciento (duplicándose en algunos cantones, como sucede dentro de la Provincia de San José).3 A su vez, las proyecciones oficiales —revisadas con los insumos de dicha fuente— indican que el aporte de la migración neta —de signo positivo— es de cerca de un tercio del crecimiento total, cuyo componente natural es superior al de Chile (Celade, 2003). Estos antecedentes demuestran que Costa Rica es un genuino país de atracción migratoria a escala subregional.

A pesar del vigoroso aumento del número de inmigrantes en Chile, su presencia relativa es prácticamente mínima. Por extensión, esto hace difícil imputar consecuencias significativamente notorias sobre los mercados laborales y el uso de los servicios sociales. Por supuesto que repercusiones de esta naturaleza deben examinarse cuidadosamente en escalas geográficas desagregadas, procurando hacer frente a percepciones negativas en el imaginario colectivo de algunos sectores en espacios comunales. Resulta imperativo difundir estos antecedentes debidamente examinados, lo que ayuda, muy probablemente, a poner en su justo lugar la presencia de los inmigrantes en Chile, despojándola de visiones sensacionalistas, prejuicios y temores, contribuyendo concomitantemente a realzar su aceptación y con ello a favorecer su verdadera integración.

Lo relevante del caso chileno es que, además, el porcentaje de los inmigrantes sobre la población total fue mayor en otras épocas, como sucedió en la primera mitad del siglo XX, cuando se empinó por sobre cuatro por ciento de la población total. Luego tuvo una tendencia a la disminución y tanto en 1982 como en 1992 descendió por debajo de uno por ciento (cuadro 2). En realidad, desde mediados del siglo XIX y hasta la siguiente mitad del siglo XX el porcentaje estuvo siempre por sobre el uno por ciento. Hubo entonces una leve recuperación en 2002.

 

Principales características de los inmigrantes

La información censal de 2002 es extraordinariamente importante para trazar un perfil de los inmigrantes de acuerdo con su origen, sexo, edad y periodo de llegada, a modo de avanzar en una interpretación básica de la inmigración. Igualmente, provee antecedentes para examinar la inserción laboral de los inmigrantes y explorar en la segmentación laboral la participación económica y la inserción según ocupaciones, prestando atención preferencial a las trabajadoras del servicio doméstico peruanas y sus principales características sociodemográficas.

Origen: esencialmente sudamericanos

Según el país de origen (nacimiento), se advierte que los inmigrantes sudamericanos aglutinan a 68 por ciento (cuadro 3). Más aún, tan solo los cuatro principales stocks representan 58 por ciento: argentinos, peruanos, bolivianos y ecuatorianos, en ese orden (gráfica 3), de los cuales los dos primeros conforman casi la mitad de los inmigrantes (47 por ciento). Argentina y Perú han experimentado una intensa emigración en los últimos años, como lo prueba la creciente presencia de sus emigrados en países como Estados Unidos y España, donde alcanzan magnitudes y, al menos en el caso de los argentinos, ritmos de crecimiento varias veces mayores que los que se registran en Chile.4

De acuerdo con la información censal, los peruanos constituyen 21 por ciento de los extranjeros residentes en Chile y ocupan el segundo lugar. Esta posición no concuerda con el hecho de que los peruanos fueron la primera mayoría en el otorgamiento de residencias permanentes y de visas temporarias y sujetas a contrato acumuladas en la década de 1990 (Doña, 2002). Tal vez a partir de este último hecho se explicaría que la presencia de los peruanos ocupase casi exclusivamente el objeto de debates y representaciones sobre la inmigración en los medios de prensa. Es que, efectivamente, hubo un gran aumento desde 1992 en el número de los inmigrantes peruanos —lejos, el mayor incremento relativo entre los grupos consignados— , seguido, eso sí, de los inmigrantes procedentes de otros dos países andinos: Ecuador y Colombia (cuadro 3).

Los europeos (17 por ciento de los inmigrantes), por su parte, siguen decreciendo, conforme envejece el stock de sus migrantes, y los asiáticos (con apenas cuatro por ciento del stock total), registraron un leve crecimiento, lo que es otro elemento más para poner en entredicho la hipótesis de la "atracción" de Chile para inmigrantes de otras regiones.5

Sexo: feminización y género

Según la composición por sexo, el ligero predominio de mujeres en el total se aprecia también en siete de los diez principales stocks migratorios (gráfica 4 y cuadro 3). Los hechos más llamativos son el fuerte predominio de mujeres en la inmigración peruana y el equilibrio entre los inmigrantes argentinos. La presencia mayoritaria de peruanas ya era sugerida por los datos de las visas concedidas, pero como buena parte de dicha información se basa en la exigencia de contratos de trabajo, es admisible suponer que estaba afectada por el eventual mayor subregistro entre la población masculina, si se acepta la hipótesis de que la inserción ocupacional de las mujeres peruanas —principalmente en el servicio doméstico— se rige, en mayor proporción, por la exigencia de contratos de trabajo y que tales ocupaciones son menos informales que las desarrolladas por los hombres.6 Los datos censales confirman la feminización cuantitativa de la migración peruana, pues además ésta registraba un predominio masculino en 1992 (Martínez, 1997). También confirman, como se verá luego, la inserción preferente de las mujeres peruanas en el servicio doméstico.

En los términos descritos, la feminización que acompaña al aumento de la migración en Chile pudiera ser indicio para identificar una nueva inmigración. Si ésta se traduce en una segmentación laboral entre las inmigrantes —principalmente peruanas en el servicio doméstico— hay un sinfín de elementos para comentar. Por ejemplo, realza la preocupación por la intolerancia que muestran algunos sectores de la sociedad chilena, como la han reflejado algunos estudios de opinión (Ideas, 1997; OIM, 2002) y los medios de prensa (Doña, 2002; Stefoni, 2003). Al mismo tiempo, sugiere conocer la inserción laboral de las peruanas relacionándola con sus patrones de localización, sus perfiles de calificación y sus antecedentes sociodemográficos, cuyos contrastes con otras poblaciones permitirán evaluar mejor el significado que reviste. Los registros censales provistos en la base de datos (microdatos) prestan una valiosa ayuda y permiten poner a prueba numerosas hipótesis —algunas muy plausibles, como la sobrecalificación de las empleadas domésticas peruanas— y sugerir nuevas investigaciones de carácter cualitativo —como el clima de actitudes de los chilenos frente a las y los inmigrantes, las posibilidades de ahorro y envío de remesas a su país, el grado de estabilidad, seguridad o adversidad que les brinda el servicio doméstico, entre otros asuntos.

La feminización de la migración tiene numerosos significados. Una lectura directa de este fenómeno es que las mujeres están migrando solas cada vez más, tal vez en condiciones de mayor autonomía, o bien, en el marco de estrategias familiares; cualquiera sea el caso, será preciso investigar las racionalidades que subyacen en sus decisiones migratorias, las cuales podrían dar luz sobre el carácter temporal de la movilidad, las condiciones del ciclo de vida y las redes sociales que establecen en los puntos de destino. Al mismo tiempo, el estudio de la feminización de la migración viene sugiriendo que la diversidad de oportunidades laborales para las mujeres migrantes es menguada, mucho más que para la población femenina nativa, lo que redunda en fuentes de vulnerabilidad social. También se sugiere mucha precaución con estas conclusiones, pues debería evitarse la victimización que acarrearía para las migrantes su inserción laboral segmentada. Estos hechos sólo son una muestra de que, más allá de los exámenes de las poblaciones migrantes según el sexo, lo que se requiere es avanzar decididamente en un enfoque de género de la migración (véase, por ejemplo, Martínez (2003), en www.cepal.cl/celade y la bibliografía que allí hemos identificado).

Edad: trabajadores que llegan y niños que retornan

La acentuada participación de personas en edades activas entre los inmigrantes peruanos y bolivianos es indicativa de que el componente laboral —como motivación directa de la migración— es muy gravitante y es así que en ellos se registra menos de 10 por ciento de niños. Este comportamiento contrasta marcadamente con la incidencia del mismo segmento etáreo entre los argentinos (los niños son casi un tercio) y los ecuatorianos (donde son una quinta parte) (cuadro 3).

Al comparar la distribución por sexo y edad de los inmigrantes argentinos y peruanos, salta a la vista que se trata de grupos muy diferentes, además de las marcadas diferencias en la participación de mujeres y hombres en edades centrales en el caso de las personas nacidas en Perú (gráficas 5 y 6). Resulta, además, muy llamativo comprobar que la estructura por sexo y edad de la población nacida en Argentina que reside en Chile es muy similar a la de la población de este país, lo que indicaría que la inmigración argentina tiene un fuerte carácter familiar.

La información censal permite elaborar índices de participación laboral de los inmigrantes según sexo. Comparados con el total nacional, los extranjeros registran una más intensa incorporación a la fuerza de trabajo. La gráfica 7 muestra que, entre los principales grupos, los peruanos tienen las mayores tasas de actividad, al punto que las peruanas más que duplican la participación que se estima entre las mujeres chilenas en la población total del país y —según la gráfica 7— alcanzan una misma intensidad que entre los hombres ecuatorianos, que es otro grupo que destaca por su intensa participación laboral (a pesar del relativamente elevado número de niños). La población de origen argentino, en cambio, parece registrar comportamientos más parecidos a los de la población de Chile. Antecedentes sobre la proporción de ocupados y la estructura de ocupaciones complementan estas observaciones y permiten aproximarse a la contribución productiva de los extranjeros (contraponiendo argumentos a la inquietud que suele esgrimirse sobre el costo en que incurren los extranjeros con su demanda sobre salud y educación). La intensa participación laboral en algunos grupos de inmigrantes sugiere que las contribuciones pueden ser, potencialmente, muy relevantes.

Por otra parte, la gráfica 5 muestra indicios para suponer que la inmigración de personas nacidas en Argentina se debe en una parte importante al retorno de chilenos con sus hijos nacidos en el país trasandino (situación que pudiera extenderse a otros orígenes), como ya se verificaba en el censo de 1992 y se ha registrado en varios casos de migración entre países vecinos. Lo importante es que ante una situación de este tipo no es correcto olvidar la incidencia de los procesos de retorno de chilenos que operaron durante la década de 1990,7 si bien puede señalarse que la repatriación de personas exiliadas en Chile es una asignatura incumplida y con tristes recuerdos en sus inicios, pues en los comienzos de la década de 1980, el dictador Augusto Pinochet creó una comisión consultiva especial donde dio una de las mayores pruebas de su condición de violador de los derechos humanos, pues ordenó publicar listas de autorizaciones para el retorno de exiliados, en las que Santillo (1986: 3) destacaba que "...aparecen menores de edad, personas fallecidas, detenidos desaparecidos, personas que nunca han salido o retornado sin impedimento, nombres repetidos, etcétera".

El retorno es también parte de todo proceso migratorio. Las cifras de los censos nacionales de 1992 y 2002 muestran que el retorno de chilenos en el periodo previo a cada empadronamiento tuvo mayor cuantía con la recuperación de la democracia que cuando la Concertación de Partidos por la Democracia (coalición gobernante) iniciaba su tercer periodo en el poder. Posiblemente el retorno en 2002 obedeció más a factores económicos o del ciclo de vida que a razones de exilio, pero es interesante consignar que en ambas fechas Argentina fue el origen principal.

Ahora bien, los antecedentes sobre la edad y, en especial, la heterogeneidad de la participación de niños y personas en edad activa, así como la intensa participación laboral que llegan a alcanzar algunos grupos, es una base objetiva para discutir sobre las verdaderas demandas de servicios de educación y la contribución productiva de los inmigrantes, en especial entre las personas de origen peruano. Lo anterior debe dar paso también a compartir la inquietud sobre la inserción de los inmigrantes laborales —planteado el caso de las peruanas— con la reinserción de las familias chilenas de emigrados, aspecto muy olvidado en los debates sobre la inmigración.

Periodo de llegada: intensa inmigración reciente entre los peruanos y ecuatorianos

Uno de los principales fundamentos para describir como nueva inmigración al conjunto de flujos acumulados en Chile hasta 2002 es la concentración de las llegadas a partir de la segunda mitad del decenio de 1990. Las preocupaciones por el fenómeno migratorio —incluyendo las alusiones en los medios de prensa— comenzaron a proliferar desde entonces y la incipiente investigación se concentró en los flujos más protagónicos: los de las personas de origen peruano. De los datos del cuadro 4 vemos que también los ecuatorianos han concentrado sus llegadas desde esa fecha, pero al parecer su inmigración ha sido menos visible.

Es cada vez más reconocido que los dos países andinos mencionados son escenario de una intensa emigración que comparte algunos rasgos sociodemográficos de los migrantes y ciertas similitudes en los periodos en que se ha presentado desde el siglo XX (Altamirano, 2003a). Aunque con raíces de larga data, en un corto tiempo, en Ecuador la migración ha alcanzado magnitudes y características inéditas en su historia y ya hay signos de su indudable importancia, como la vigorosa presencia de ecuatorianos en países de fuera de la región y el carácter selectivo de los emigrantes. En Perú, la emigración efectivamente no es algo nuevo y es de rigor señalar que su volumen ha estado muy asociado a la mayor o menor estabilidad política y económica del país, al punto que algunos lo identifican como uno de los países de mayor emigración en el mundo, situación que, sin embargo, no se habría traducido en una atención prioritaria por parte de los gobiernos y la sociedad civil (Altamirano, 1992; 2003a y 2003b).

La presencia de ecuatorianos y peruanos en Chile es comparativamente pequeña, a pesar de las tendencias observadas en la segunda mitad del decenio de 1990. Hay que reiterarlo, las estimaciones arrojan cifras muy superiores incluso en países de fuera de la región. En Estados Unidos se estima que 328 mil peruanos —la octava comunidad de inmigrantes hispanoparlantes— y 281 mil ecuatorianos —la décima— residían en el año 2000 (www.census.gov), y en España, en el año 2001, los peruanos totalizan 54 mil y los ecuatorianos cerca de 220 mil personas (el principal stock latinoamericano, de un dinamismo singular y reciente) (www.ine.es).8

La imagen de Chile como opción prioritaria para los emigrantes peruanos en función de sus ventajas salariales y estabilidad económica,9 que con tanta simplicidad se difundió entre los medios de prensa, para identificarlas como condiciones de atracción migratoria, tendió fácilmente a hacer creer a la opinión pública que los migrantes venían en oleadas que, como tales, daban cuenta de un descontrol y una amenaza. Es casi seguro que tal apreciación estuvo dirigida fundamentalmente a parte de la inmigración andina, pues hubo una gran concentración de la inmigración peruana y ecuatoriana a partir de la segunda mitad de la década de 1990, según los datos de la fecha de llegada al país. En cambio, tanto los argentinos como los bolivianos, en su mayoría, arribaron al país antes de 1996 (cuadro 4).

En general, se conoce que la emigración sudamericana es selectiva y está lejos de ser una exportación de personas en condiciones de pobreza. Por ejemplo, existe una destacada selectividad entre la población inmigrante ecuatoriana en España con respecto a la existente en su país de origen: 20 por ciento de los ecuatorianos de 25 y más años de edad en España ha obtenido un título universitario, mientras que en Ecuador este porcentaje es de 16 por ciento.10

La intensificación de la inmigración peruana y ecuatoriana en los últimos años hacia Chile es un hecho objetivo y sugiere indicios de una nueva inmigración. Esto debe entenderse como una tendencia que forma parte de un proceso social de emigración a escala nacional en Perú y Ecuador, que se manifiesta con singular vigor en la diversificación hacia destinos de fuera de la región latinoamericana. De allí que buena parte de los potenciales emigrantes no parecen contar a Chile entre sus preferencias.

 

La inserción en la actividad económica: un cuadro variopinto

Los datos de 2002 muestran que la inserción de la población activa inmigrante según ramas de actividad tiene como primeras mayorías al servicio doméstico (16 por ciento) y al comercio minorista (13 por ciento), ramas que son seguidas muy de lejos por las actividades empresariales (nueve por ciento). La información de IMILA revela que en 1992 los inmigrantes se distribuían principalmente en el comercio minorista (26 por ciento) y las actividades de servicios (24 por ciento); el servicio doméstico abarcaba apenas a tres por ciento de la fuerza de trabajo. Esto muestra modificaciones importantes que son resultado tanto de los cambios advertidos en la composición de la inmigración como también en la demanda laboral.

Para tener una idea de los cambios en la demanda laboral, se puede señalar que las principales ramas de actividad de la población económicamente activa total en Chile son el comercio minorista (20 por ciento) y las industrias manufactureras (12 por ciento). El servicio doméstico aglutina a seis por ciento (16 por ciento entre la población femenina) (INE, 2003). ¿Cuál era la situación en 1992? La industria abarcaba a 17 por ciento y el comercio minorista a 16 por ciento; el servicio doméstico comprendía a siete por ciento (22 por ciento entre las mujeres).

Hay entonces algunos indicios de que la segmentación laboral entre los inmigrantes no es estrictamente nueva, pero que, como resultado de las modificaciones señaladas, parece haberse hecho más visible. Por ello, tal conjetura tiene mayor asidero si se distingue la estructura de actividades según el origen de los inmigrantes.

Al considerar el país de origen, la inserción laboral muestra un panorama muy heterogéneo. La población peruana está muy concentrada en el servicio doméstico (43 por ciento), mientras que los ecuatorianos lo hacen en los servicios sociales y de salud (33 por ciento). Tan intensa concentración no se observa entre los argentinos ni los bolivianos, que se insertan en primer lugar en el comercio minorista (17 y 19 por ciento respectivamente) (gráfica 8).

La presencia de las mujeres peruanas en el servicio doméstico es muy concentrada, pues esa ocupación conforma más de 70 por ciento de la fuerza de trabajo de ese origen; las peruanas son casi 80 por ciento de las extranjeras que laboran en tal ocupación. Lo que esta exploración básica sugiere es que los patrones de inserción laboral segmentada entre la población inmigrante, que aluden a una orientación hacia sectores específicos del mercado de trabajo donde no suelen ocuparse los nativos (que supuestamente los rechazan en función de las bajas retribuciones y desmedrada reputación) son más nítidos entre las mujeres de origen peruano; la segmentación pudiera también encontrarse entre la población inmigrante ecuatoriana, pero de una forma menos notoria (el servicio doméstico aglutina a 14 por ciento de la fuerza de trabajo).

Lo relevante es que la segmentación estrecha las posibilidades de inserción laboral frente a contracciones en la dinámica de los mercados de trabajo, lo que puede representar una fuente de vulnerabilidad entre los trabajadores extranjeros que, en el caso del servicio doméstico, se une a la estigmatización que siempre ha tenido este y a las complejas relaciones que mantienen las empleadoras con las trabajadoras, caracterizadas por la difusa distinción entre condiciones de servilismo, dominación del tiempo y obligaciones contractuales (Stefoni, 2002).

De todas formas, es importante destacar que no todos los grupos de inmigrantes tienen iguales características ni estas son constantes en el tiempo. La información de 1992 y 2002 revela que, por ejemplo, los argentinos y peruanos tienen similitudes y diferencias: las primeras están dadas por la inserción en las ramas de actividad en 1992, tanto en hombres como en mujeres; las diferencias se presentan notorias en 2002 en las mujeres, con la segmentación de las peruanas en el servicio doméstico (cuadros 5 y 6).

El servicio doméstico y las inmigrantes peruanas

La concentración de las inmigrantes peruanas en el servicio doméstico es un hallazgo para desarrollar una amplia agenda de investigación que comprende numerosos aspectos: sus grados de calificación, sus condiciones laborales, sus proyectos de estadía, su valoración sobre la experiencia migratoria, sus contactos con familiares y las estrategias que asumen frente a los riesgos de diversa índole que pueden enfrentar, entre otros temas que han venido suscitando interés entre algunos investigadores.11 Algunos de ellos son susceptibles de ser abordados con la información censal.

Hay que puntualizar que más de tres cuartas partes de las mujeres peruanas de 12 y más años de edad en Chile tiene 10 y más años de estudio aprobados (una proporción ligeramente inferior a la de los hombres, pero mayor a la de las mujeres peruanas inmigrantes en 1992). Otro aspecto importante de destacar es que las peruanas son, en su mayoría, madres, aun sin tener pareja declarada, situación que en 1992 fue claramente menos acentuada. El cuadro 7 muestra que más de 85 por ciento tiene al menos un hijo, muy posiblemente en el país de origen debido a la ocupación que desempeñan. Efectivamente, según la estructura del parentesco al interior de los hogares, merece destacarse que las mujeres peruanas, a diferencia de los hombres, tienen proporciones similares de jefas, esposas o convivientes, respectivamente (aproximadamente 15 por ciento), todas inferiores a la condición de miembro del servicio doméstico 'puertas adentro', que representa la principal categoría (aproximadamente 30 por ciento).12 Debemos señalar además que las peruanas son un bajo porcentaje de las empleadas domésticas que trabajan en Chile: cuatro por ciento.

Las trabajadoras del servicio doméstico peruanas están representadas en gran medida en las comunas del oriente de Santiago: allí alcanzan valores superiores a 85 por ciento de la fuerza de trabajo de las mujeres peruanas —casi 100 por ciento en Lo Barnechea y Vitacura. Estas trabajadoras domésticas son entonces fundamentalmente 'puertas adentro', con proporciones cercanas a 60 por ciento en el total nacional, contrastando ostensiblemente con las cifras que registran las empleadas domésticas chilenas y de otros orígenes.

Perfil sociodemográfico de las domésticas peruanas

Las empleadas domésticas peruanas en Chile tienen un perfil de edad más joven que sus pares chilenas y las de otros orígenes: 40 por ciento tiene entre 20 y 29 años de edad, porcentaje muy contrastado con esos otros grupos (gráfica 9). Además, la situación no es muy diferente entre el servicio 'puertas adentro' y 'puertas afuera' para las peruanas. En el caso de las chilenas, es marcado el cambio en el perfil etáreo, pues quienes laboran en la primera condición son claramente más jóvenes. Esto significaría que, desde el punto de vista de las empleadoras, existe una preferencia por mujeres con poca experiencia laboral cuando se trata de contar con una asesora del hogar puertas adentro: las posibilidades de dominación del tiempo, de control de las salidas semanales y de contacto con parientes se hacen ostensiblemente mayores cuando se dispone de una nana extranjera cuyos hijos están lejos. La idealización de la nana joven, siempre dispuesta a aprender y atender las necesidades del grupo familiar, se materializa mejor con la mujer peruana, quien ha migrado justamente conociendo esas condiciones que terminará aceptando, aunque el trabajo para ella se proyecte, en principio, como una estadía temporal.

Posiblemente, la idealización también se asocia a otros elementos que acá son difíciles de contrastar —como las habilidades culinarias. Sin embargo, en el caso de la mayor instrucción que se atribuiría a las peruanas, la percepción se corrobora con los datos censales. Reiteremos que esta información muestra que la población activa de origen peruano tiene mayores niveles de escolaridad que la chilena; la diferencia se presenta de manera más acentuada entre las empleadas domésticas: tres cuartas partes de las peruanas tienen 10 y más años de estudio aprobados, mientras que en las chilenas esta proporción es de un tercio (cuadro 8).13 Para una empleadora, el proceso de transmisión de normas, conocimientos y aprendizajes se facilita con mujeres más instruidas.

¿Son sólo las mujeres peruanas del servicio doméstico las que más se distancian en sus perfiles de instrucción? Los datos reflejan que también la población masculina peruana tiene un porcentaje holgadamente mayor de personas con 10 y más años de estudio aprobados que su contraparte chilena en el conjunto de ocupaciones. Sin embargo, los inmigrantes peruanos son menos visibles o, al menos, estas características han sido escasamente reconocidas en las representaciones sobre los inmigrantes.

Las preferencias de las empleadoras chilenas por mujeres peruanas en el servicio doméstico bien podrían consolidarse en el futuro. Mientras que entre las chilenas un 18 por ciento de las empleadas domésticas labora en la modalidad 'puertas adentro', en las peruanas esta proporción es mayor a 60 por ciento, lo que expresa, claramente, una demanda laboral —pequeña por ahora— que se satisface con la oferta de mano de obra barata, instruida y bien dispuesta. Además, entre las peruanas, el nivel de instrucción es mayor al de mujeres extranjeras de otros orígenes, que son en su mayoría puertas afuera (cuadro 9 y las gráficas 10 y 11).

En nuestra opinión, los antecedentes permiten afirmar que no existe competencia laboral entre peruanas y chilenas. Sin duda que esto no debe llevar a confundir los planos, pues otra lectura es que las inmigrantes peruanas enfrentan una marcada segmentación laboral, pueden ser objeto de estigmatizaciones cruzadas (género, nacionalidad y ocupación) y enfrentan riesgos de abierta desprotección y aislamiento. Sin embargo, puede tomarse distancia de esta victimización y es lógico reconocer que no todas viven esas situaciones (que han sido bien descritas en los trabajos de Stefoni 2002 y 2003). El servicio doméstico es también fuente de oportunidades de trabajo, de posibilidades de ahorro, de realización de proyectos temporales y adquisición de experiencias que su país de origen les ha negado. Desde el punto de vista de la política migratoria de Chile, la posibilidad de avanzar en la integración de estas inmigrantes puede ser una de las principales exigencias que habrá que abordar: se trata, por ejemplo, de garantizar el goce de la totalidad de derechos laborales existentes y el acceso a salud en condiciones de igualdad con la población chilena.

 

Algunas conclusiones

Los resultados generales del Censo Nacional de Población y Vivienda de Chile realizado en 2002 muestran que este país está lejos de constituir un polo de atracción para inmigrantes, debido esencialmente a que ellos siguen representando una fracción ínfima de la población total y hay muchos países donde la incidencia es varias veces más notoria. Sin embargo, en cifras absolutas, la presencia de personas nacidas en el extranjero es la mayor de toda la historia y ha registrado un aumento relativo sin precedentes en el decenio de 1990, como consecuencia del arribo de ciudadanos sudamericanos, especialmente mujeres peruanas, lo cual ha configurado una de las facetas novedosas para Chile. La emigración desde Perú, como otros países vecinos, es parte de un proceso social de escala ampliada, que tiene historia y no parece mostrar vestigios de cambio.

Los datos presentados no calzan con los argumentos de "oleadas" o "invasiones" de inmigrantes y hay razones poderosas para poner en duda su competencia laboral en gran escala (incluyendo con ello a las influencias sobre el nivel de desempleo de las poblaciones nativas) y su demanda explosiva de servicios sociales. En general, países cuya inmigración es mucho más numerosa tampoco han sido afectados por esta competencia, la cual tiende a existir cuando los marcos institucionales son incapaces de hacer frente a la dinámica de la inmigración y favorecen la llegada, estadía y contratación de personas en condiciones indocumentadas. En Chile, la presencia de migrantes irregulares no parece ser significativa, y ello se infiere, de manera preliminar, por la similitud entre las estimaciones censales de 2002 con las derivadas de los registros de residencias y visas concedidas (recuérdese de todas formas que estos no tienen fines estadísticos).

Los datos censales son indicativos de que los inmigrantes tienen calificaciones superiores a las de la población chilena, particularmente en el caso de los peruanos, cuya inmigración es esencialmente de carácter laboral (con una altísima participación económica). El fuerte predominio de mujeres en la inmigración peruana y su inserción preferente en el servicio doméstico 'puertas adentro' constituye, en gran medida, el perfil medio del nuevo inmigrante: si una parte mayoritaria de esas mujeres se emplea en esta condición —a diferencia de las chilenas—, es cuestionable admitir que estas personas mantienen conductas totalmente distintas dentro de los hogares chilenos —por reducido que sea su número relativo— y que compiten con las trabajadoras nativas, conclusión que sugiere una potencial preferencia por las mujeres peruanas.

La composición del stock de inmigrantes plantea evidencias a menudo poco conocidas, como es el caso de la llegada de niños con sus padres chilenos que retornan. Queremos reiterar que, por muchas razones, en los debates sobre la migración internacional en Chile es importante considerar la situación de los emigrados chilenos. El solo reconocimiento de que un número significativo de connacionales se encuentra en el exterior es un paso fundamental para destacar que la movilidad no es esencialmente un fenómeno novedoso en la sociedad chilena. Así, la identificación de un fenómeno de nueva inmigración debe circunscribirse a las tendencias y características recientes, despojándolo de cualquier acepción prejuiciosa e incentivando el aprovechamiento de oportunidades que ofrece.

¿Cuáles pueden ser las perspectivas de la inmigración en Chile? Es difícil pronosticar un nivel determinado de crecimiento de los stocks de inmigrantes de origen limítrofe. Sin embargo, mientras en los países vecinos no se generen las condiciones de retención de sus poblaciones y prosiga o se incremente el proceso emigratorio con su diversificación de destinos, Chile seguirá siendo una de las posibilidades para algunos migrantes, al menos por el expediente del endurecimiento de las restricciones en países de gran atracción. Un mercado laboral segmentado, donde los inmigrantes son relativamente instruidos, logran generar algunos ahorros y no compiten con la fuerza de trabajo nativa; un país donde, además, se van configurando redes sociales que sustentan tanto los lazos que establecen los migrantes con sus familiares como propician la llegada de nuevos contingentes, son argumentos convincentes para prestar atención a la evolución de la inmigración. Esto no significa ninguna amenaza de oleadas, como se ha tratado de mostrar en este trabajo. Más bien es una oportunidad: si las personas que llegan sufren riesgos de desprotección y son objeto de estigmatización y discriminaciones, no hay razones para desconocer la necesidad de atender la importancia social, económica, cultural y política de la inmigración para las sociedades involucradas y, en especial, para los migrantes varones y mujeres.

Los datos censales de Chile —como de otros países— son muy útiles, pues ayudan a construir percepciones más apegadas a lo que se observa en la migración internacional y, con ello, a definir actitudes despojadas de temores ante la inmigración.

 

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Notas

* Una versión ampliada de este documento fue publicada en la Serie Población y Desarrollo, núm. 49, 2003, de la División de Población-Celade, de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL): El encanto de los datos. Sociodemografía de la inmigración en Chile según el censo de 2002. El autor agradece la gran colaboración de Daniela Vono.

1 Basándose en un cotejo entre la evolución de las permanencias definitivas y las cifras censales de 1992, Doña (2002) estimó que en el año 2000 habría unos 170 mil inmigrantes en Chile. Los registros de residencias permanentes otorgadas datan de mayo de 1992 y la información más desagregada está disponible desde 1996.

2 Entre septiembre y octubre de 2003 se realizó la primera etapa del registro. Esta iniciativa busca generar información sobre los chilenos que viven en el exterior. La participación es voluntaria y se persigue encuestar a los chilenos con más de seis meses fuera del territorio y a sus hijos, independientemente de su nacionalidad. La planificación y aplicación del registro es una actividad conjunta de los cónsules con las comunidades chilenas en el país respectivo. Se trata de un proyecto inédito y no se conocen experiencias idénticas en otros países. La iniciativa permite auspiciar una mayor vinculación y participación de los chilenos en el exterior con su país de origen (Gobierno de Chile, 2003b; OIM, 2003).

3 Estos datos pueden procesarse directamente desde el sitio web www.inec.go.cr, que contiene una aplicación de Redatam del Celade.

4 Como muestra, en Estados Unidos los argentinos suman 89 mil personas (www.census.gov) y en España 104 mil (www.ine.es).

5 No obstante, la presencia de chinos y coreanos es muy visible cotidianamente en Chile —como en otros países de la región— en rubros como el comercio, vestuario y restaurantes. Según Doña (2002), entre las residencias permanentes concedidas durante la década de 1990, registraron un importante crecimiento. La presencia de chinos ha estado acompañada de mucha discriminación. Flores (1994) destacaba que desde fines del siglo XIX fueron objeto del rechazo xenofóbico de algunos sectores ante el "peligro amarillo" y sus patrones de concentración original en el norte, en función de la actividad guanera y su posterior desplazamiento a la zona central. La sociedad chilena siempre ha discriminado a la raza amarilla: "Trabajar como chino", la "china" del medio rural, simplemente una campesina que, si migra a la ciudad, sólo pasa a ocuparse como servidora doméstica siguió llamándose china ... Se aplica el apodo de "chino" a las personas que tienen ojos pequeños y párpados poco abiertos... entre nuestro pueblo (se ha definido) la imagen de que los chinos pueden comer, habitualmente... comidas consideradas denigrantes..." (p. 75). Hay que reconocer, eso sí, que existen personajes de la vida nacional que recibieron este apodo.

6 Los datos de las visas, en todo caso, no consignan la ocupación actual, sino la que se tenía en el momento de solicitarlas. Un examen de estos hechos es realizado por Stefoni (2002 y 2003).

7 Para que un hijo de chilenos nacido en el extranjero adquiera la nacionalidad chilena, debe residir a lo menos un año en el país, de acuerdo con lo planteado en la Constitución en su artículo 10 núm. 3. Lo anterior ha sido modificado por una reforma constitucional virtualmente tramitada en el Congreso y que elimina el plazo de residencia.

8 En el censo de Ecuador realizado en el año 2001 se incluyó una batería de preguntas dirigidas a hogares con ecuatorianos emigrados (es decir, no se contabilizan los hogares que han emigrado con todos sus miembros). El procesamiento de los microdatos ha arrojado un total de cerca de 380 mil personas (53 por ciento hombres), lo que representa una estimación mínima. Debido al criterio con que se capta la información, es probable que las mayores diferencias entre esos datos y los que arrojan los censos de otros países se deba a la emigración de todos los miembros del hogar, lo que suele ser más notorio en la emigración antigua. Así, se registraron 187 mil ecuatorianos en España y casi 6 mil en Chile, pero solo 100 mil en Estados Unidos y cerca de 7 mil en Venezuela (el censo de este país arrojó casi 30 mil en 2001). Si bien los datos deben examinarse cuidadosamente y explotarse en profundidad, instrumentos como el censo se prestan para estas indagaciones que ya fueron propuestas, de diversas formas, hace muchos años por varios autores, y empleadas en algunos países, especialmente desde los censos de los años ochenta (Martínez, 1999).

9 El ingreso per cápita de Chile en el año 2000 (5 437 dólares) es 2.4 veces mayor que el de Perú y 3.8 veces superior al de Ecuador (Cepal, 2002).

10 Raquel Martínez Buján (2003) sugiere que esta situación es generalizable para los sudamericanos en España. Los estudios del Celade muestran que, con variaciones, tal selectividad también se presenta en los intercambios migratorios dentro de los países de la región y que, en general, tiende a ser menor cuando la migración es de mayor magnitud y acontece entre países vecinos (Villa y Martínez, 2002).

11 Stefoni (2002: 127) destacaba que "...no contamos con información estadística que permita conocer el porcentaje que se desempeña en esta actividad, pero algunos estudios de caso dan cuenta de esta realidad". Esta premisa fue obligada y explica, a nuestro juicio, las preferencias por los estudios de casos y las dificultades de generalización de los resultados.

12 La categoría del servicio doméstico 'puertas adentro' fue incluida por primera vez con dicha denominación en la boleta censal de 2002. Se entiende formalmente como tal a quienes laboran como asesoras del hogar formando parte de este, ya que tienen habitación en la vivienda de sus empleadores (duermen y comen en ella). La caracterización de esta singular relación laboral ha girado reiteradamente en la dedicación temporal de la trabajadora: la mujer está disponible las 24 horas del día para atender las necesidades de la familia.

13 Según nuestras tabulaciones inéditas, 53 por ciento de las peruanas inmigrantes declara tener enseñanza media aprobada; 20 por ciento tiene educación técnica y sólo ocho por ciento tiene enseñanza universitaria.

 

Información sobre el autor

Jorge Martínez Pizarro. Es investigador del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) División de Población de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en Santiago de Chile. Geógrafo, trabaja desde 1990 en esta organización, donde obtuvo la Maestría en Población y Desarrollo. Ha participado en la elaboración de diversos estudios sobre la población y el desarrollo en América Latina y el Caribe, especialmente en el ámbito de la migración, y es también profesor universitario. Es autor de numerosas publicaciones, entre otras, acerca de las relaciones entre población y pobreza; entre la migración, el desarrollo, la globalización y la integración; la migración de mano de obra calificada; y estudios nacionales de migración internacional, migración interna, urbanización y redistribución espacial de la población. También ha participado en la elaboración de diversos documentos institucionales del Celade y la Cepal sobre población y desarrollo, realiza misiones de asistencia técnica a los países de América Latina y el Caribe y es miembro del equipo docente del Celade. Correo electrónico: jmartinez@eclac.cl

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