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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.10 no.42 Toluca Out./Dez. 2004

 

Evolución de las remesas familiares ante el crecimiento económico en México, 1950-2002

 

Familiar remittances before economic growth in Mexico, 1950-2002

 

Alma Rosa Muñoz Jumilla

 

Universidad Autónoma del Estado de México.

 

Resumen

Este trabajo forma parte de una investigación en la que se aplica una perspectiva de largo plazo al análisis de la tendencia histórica de las remesas y su relación con el crecimiento económico. Se comprueba que las remesas han aumentado a partir de las crisis recurrentes que han acompañado al desarrollo económico del país. Esto se explica por el hecho de que las crisis económicas han acelerado los flujos migratorios internacionales. Se observa que durante el periodo en que se aplicaron profundas reformas estructurales en el país aparece una nueva tendencia en la relación entre el crecimiento económico y el de las remesas familiares, pues estas variables dejan de funcionar en sentido opuesto y apuntan hacia una misma dirección; es decir, tanto el producto interno bruto (PIB) como las remesas crecen (aunque el PIB lo hace en menor magnitud). Con base en los datos correspondientes se busca explicar por qué el PIB crece a un ritmo tan bajo a pesar de estos cambios estructurales y cómo esa lentitud afecta al comportamiento de los flujos migratorios.

Palabras clave: migración internacional, remesas familiares, crecimiento económico, México.

 

Abstract

The present study focuses from a long term perspective, to the analysis of the historical tendency of remittances and its relationship with the economic growth. In the last decade, studies on familiar remittances have greatly increased, because the migratory processes have taken a great dimension as a result of the globalization processes resulting as well in a vertiginous growth in the income by concept of remittances which is determined by the behavior of the migratory flows. The GDP rate of growth calculation and the remittances has lead to us to the establishment of several hypothesis such as the fact that the remittances growth is bound to the economic cycles behavior, acting the opposite. It is managed to verify that as a result of the recurrent crises that, since the seventies, have accompanied the economic development of the country, the remittances have increased. This is explained by the fact that economic crises have accelerated international migratory flows.

Key words: international migration, familiar remittances, economic growth, Mexico.

 

Introducción

Las remesas familiares son concebidas desde un punto de vista económico y, más estrictamente, financiero como aquellas transferencias de dinero o en especie que no tienen una contraprestación en el país destinatario. Diversos autores han considerado tres rubros de remesas, éstos son:

1. Remesas de trabajadores (workes'remittances): se trata de transferencias que hacen los trabajadores que han residido en el extranjero por más de un año.

2. Transferencias de migrantes (migrants' transfers): comprende el conjunto de bienes y activos financieros que resultan de la migración por cambio de residencia y corresponden al valor neto de las transferencias de los migrantes, sin incluir bienes de capital.

3. Ingresos por trabajo (labor income): comprende los sueldos, salarios y otras compensaciones (en efectivo o en especie) de personas que trabajan durante menos de doce meses en el extranjero, dentro de este grupo participan los trabajadores estacionales o trabajadores fronterizos (Lozano, 1992: 7).

El Banco Mundial asume estos tres rubros de la balanza de pagos1 como remesas, reconoce que se trata únicamente de "remesas oficiales", o sea, transferencias que tienen algún tipo de registro. Quedan fuera de esta contabilidad los envíos realizados por canales informales. Las remesas se distinguen bajo dos modalidades: las transferencias monetarias y no monetarias. Las primeras se refieren al dinero en efectivo y las segundas son en especie, que comprende bienes de consumo, como ropa, electrodomésticos, televisores, regalos, etc., y bienes de capital, como herramientas, maquinaria ligera, vehículos; así como las destrezas y el conocimiento tecnológico adquirido por los migrantes durante su estancia en Estados Unidos, lo que se denomina capital humano (Lozano, 1992).

De acuerdo con las características del remitente, las remesas pueden ser personales, es decir, el dinero enviado individualmente por un migrante de cualquiera de las categorías antes expuestas, o bien, pueden ser grupales o colectivas, esto se refiere al hecho de que varios individuos juntan su dinero y lo envían a su lugar de destino. Estas últimas son una característica muy particular de grupos organizados provenientes de distintas entidades del país y que han promovido en buena medida el desarrollo local.

En las definiciones propuestas por el Fondo Monetario Internacional no se incluyen los envíos de un sector de la población México-americana que consisten en los pagos del seguro social estadunidense que son remitidos al exterior, ni las inversiones productivas de ciertos grupos de mexicanos residentes en sus entidades de origen en México. Con respecto a esto, se ha argumentado que es necesaria esta inclusión con el propósito de darle una dimensión social y no verla solamente en forma contable, sino como parte de un proceso social que involucra a la migración entre ambos países. Además de que en los últimos años han sido muy significativas las transferencias de recursos por parte de estas asociaciones, dichas transferencias se encuentran más relacionadas con las políticas gubernamentales y proyectos de desarrollo regional.

Las remesas familiares se han convertido en uno de los temas de investigación emergentes entre los especialistas en migración en tiempos recientes, lo cual se debe a la gran dimensión que han tomado los movimientos migratorios a partir de los procesos de globalización y a que estas partidas se han constituido en una importante fuente de divisas en los países receptores de las remesas.

Dichas partidas cobran cada día una mayor importancia para estos países, pues la gran magnitud de estos flujos, que día a día se desplazan hacia los diferentes confines y regiones del mundo, permiten la sobrevivencia de cientos de miles de familias. En algunos casos financian la inversión en cierto tipo de actividades productivas —ya sean agrícolas, microempresas o pequeños comercios, así como el mejoramiento de las viviendas —, al igual que hacen posible afrontar problemas crónicos de balanza de pagos, sobre todo en aquellos países en vías en desarrollo que se caracterizan por ser los principales emisores de migrantes.

En función de la complejidad del fenómeno económico de las remesas y sus diversas repercusiones, los estudios sobre remesas familiares se abordan desde varias perspectivas, las cuales han permitido compensar en cierta forma la carencia de una teoría específica sobre remesas familiares. Por lo regular, la gran mayoría de los estudios suelen centrarse en la temática, utilizando como sustento las diferentes corrientes teóricas que pretenden explicar los procesos migratorios.

Una buena parte de los estudios realizados se han centrado en analizar los diferentes usos que se les da a las remesas familiares en los países receptores. Otro grupo de investigaciones abordan el análisis de las dificultades que entraña la medición y estimación de las remesas familiares, así como la aplicación de las diferentes metodologías que existen para tal fin. Otros se orientan a observar los diferentes canales de envíos de estas partidas y de las ventajas o desventajas que representan dichos medios. Asimismo, el análisis de los impactos microeconómicos, a nivel regional y local en los lugares receptores, ha cobrado creciente interés entre algunos estudiosos, los cuales han realizado importantes estudios cuyo objetivo se centra en el análisis del impacto de las remesas familiares para impulsar el desarrollo local.

Además de todas las anteriores líneas de investigación, más recientemente se ha incorporado a los estudios sobre remesas el análisis de su impacto macroeconómico, tanto en los países y regiones receptoras de migrantes, como en los emisores de divisas. Es en este aspecto en el que se centra la atención en el presente trabajo, mediante la formulación de la siguiente hipótesis: el primer impacto de las remesas familiares ocurre a nivel macroeconómico y no en los hogares ni a nivel regional o subregional, como comúnmente se plantea.

Lo anterior se fundamenta en el hecho de que al ingresar las remesas familiares a los países lo hacen bajo la forma de divisas, las cuales no tienen contrapartida alguna en el registro que se efectúa en la balanza de pagos, lo que representa una gran ventaja en términos contables, debido a que tales partidas representan los beneficios obtenidos por la exportación de mano de obra. En resumen, estas partidas se constituyen en parte importante de las reservas de divisas que ingresan al país y que permiten sostener en cierta medida el tipo de cambio, o bien, en todo caso, financiar importaciones (bienes de capital), o como partidas compensadoras de los saldos deficitarios que se presentan en la cuenta corriente, ya sea financiando pago de deuda o intereses.

México es considerado como el principal receptor de remesas familiares en Latinoamérica, ubicándose en un segundo lugar a nivel internacional, pues solamente es superado por la India, aunque no en términos per cápita. A lo anterior se suma el hecho de que estas remesas provienen solamente de un país, Estados Unidos.

Derivado de ello, se ha propuesto como objetivo analizar —a través de la tendencia histórica de las remesas familiares a lo largo de los últimos cincuenta y dos años (1950-2002)— su evolución y peso relativo en relación con el PIB para observar si en el comportamiento de estas partidas han influido realmente las variaciones en los ciclos económicos. Este es el punto de partida de una serie de trabajos cuyo tema central son las remesas, en las cuales se espera contrastar los montos de aquéllas con otras partidas que integran la balanza de pagos, las cuales tradicionalmente han sido consideradas como las principales fuentes del desarrollo.

En este sentido, Arroyo y Berumen (2000) retoman el planteamiento de Pescador, quien destaca la relevancia de las remesas al contrastarlas con otras fuentes. Ahí se observa que la captación de divisas por este concepto representa más de la mitad de la industria maquiladora y oscila alrededor de 40 por ciento de la inversión extranjera directa (IED). De igual manera sostienen que la mayor fuente de entrada de divisas corresponde a las exportaciones, aunque éstas y la industria maquiladora se asocian a una importante salida de divisas por pago de importaciones, de manera que el saldo total de divisas en algunos casos es negativo:

El caso de la IED, como el del turismo, tiene una contraparte muy importante en la repatriación de utilidades. Por el contrario, las divisas que ingresan como remesas son netas, es decir, no tienen una contrapartida directa de salida. Además, no tienen un costo para el gobierno, puesto que no existen programas ni incentivos para ellas (Arroyo y Berumen, 2000: 346).

Respecto a lo anterior, se puede mencionar que tanto las exportaciones —consideradas la principal fuente de divisas que ingresan al país —como el turismo y los ingresos provenientes de las maquiladoras han sido insuficientes para financiar los requerimientos de importaciones que el país demanda. De igual manera, se comparan con pasivos que se registran en la cuenta de capital y que constituyen una parte importante de dicha cuenta. Nos estamos refiriendo al papel que han jugado los préstamos externos en el financiamiento del desarrollo, así como a la inversión extranjera, sobre todo la directa.

Dentro de esta misma lógica resulta evidente que... en la escala macroeconómica, las remesas pueden representar una significativa corriente de divisas, incrementar los ingresos nacionales, financiar importaciones y contribuir al equilibrio de la balanza de pagos. Asimismo, pueden fortalecer la estabilidad cambiaria, al atemperar el déficit en cuenta corriente. De igual manera, al fortalecer el consumo, las remesas alientan una mayor actividad agrícola, manufacturera, comercial y de servicios; el efecto multiplicador respectivo contribuye al avance económico y podría desalentar la emigración en el largo plazo... (Cruz, 2001: 1 019).

 

Principales problemas metodológicos en la medición de las remesas familiares

En fechas más recientes hay un fuerte predominio en el envío de remesas familiares a través de transferencias bancarias y electrónicas. Un dato de suma importancia es que sólo se registraban como transferencias bancarias aquéllas que se captaban en la zona fronteriza conforme al método de captación utilizado antes de 1990, en el que quedaban registradas dentro del rubro de transacciones fronterizas.

Debido a este aspecto habrá que ser un tanto cauteloso en el manejo de las cifras con las que se ha trabajado para periodos anteriores y considerar que existe un alto grado de subvaluación en ellas (Banco de México). Lo anterior explica que desde mediados de la década de 1990, cuando se establece el predominio de las transferencias electrónicas y la desagregación de los rubros, los montos captados por concepto de remesas se incrementen de manera sustancial, lo que en realidad se debe a la aplicación de metodologías más eficientes para su estimación.

La información con la que se trabaja ha sido tomada de la balanza de pagos elaborada por el Banco de México y los valores que se presentan consisten en cifras que se han deflactado mediante el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) de Estados Unidos con base en el año de 1995; se trabaja con este índice debido a que las cantidades que se manejan en la balanza de pagos se presentan en dólares y a que la economía estadunidense presenta una mayor estabilidad.

Cabe señalar que se ha procedido a deflactar las cifras debido a que la serie que se presenta es muy larga, pues comprende un periodo de cincuenta y dos años (1950-2002). Esto resulta interesante, ya que permite contemplar desde una perspectiva de largo plazo la evolución no nada más de las remesas familiares, sino también de otras variables que aquí se presentan, no obstante que proporcionan un mayor grado de complejidad al análisis.

También es importante mencionar que debido a las dificultades que entraña el análisis de un periodo tan extenso (la naturaleza de este trabajo se basa principalmente en el análisis de las fuentes estadísticas), se ha tenido que enfrentar el problema que entraña la continuidad de las series. La información que se pudo localizar para los primeros veintiocho años y que fue publicada a principios de la década de 1980 cuenta con un alto grado de desagregación de los diferentes rubros que conforman la balanza de pagos. Después de este periodo ha sido bastante complicado encontrar información con ese nivel de desagregación, pues si bien se encuentra contenida en los indicadores económicos del Banco de México, también se presenta a nivel muy general.

Actualmente, la información sólo se ofrece al público en internet, mediante la página electrónica del Banco de México; sin embargo, nos encontramos ante dos problemas: el primero de ellos se debe a que el grado de desagregación no se presenta en el mismo nivel que se nos ofrecía en las cifras publicadas en los años anteriores: por ejemplo, destaca la inexistencia de los egresos por concepto de remesas familiares, así como para otras partidas, lo que ha obligado a trabajar con los ingresos brutos a partir de 1980. El segundo obstáculo se relaciona con el hecho de que se han dado a lo largo del tiempo cambios metodológicos en la elaboración de la balanza de pagos; en estos cambios se observa, de manera particular, que la estimación y medición de las remesas se ha visto afectada de manera positiva, lo que se refleja en mayores volúmenes de remesas registradas.

El problema surge entonces por la falta de concordancia entre las cifras estadísticas presentadas en las primeras versiones respecto a estas últimas; ello se refleja de forma bastante marcada en las cifras, pues en la versión que se ofrece en la página electrónica de Banxico -cuyas series inician a partir de 1960-, las cantidades difieren en todos los rubros respecto a las publicadas anteriormente para los mismos años, lo que se debe a los ajustes realizados, por lo que las cantidades resultan ser muy elevadas en relación con las primeras. Esto dificulta la continuidad de la serie.

De aquí surgen las siguientes preguntas: ¿cómo se realizaron los ajustes?, ¿cuáles fueron los renglones que se agruparon para que las cifras fuesen mayores? ¿cuál fue la metodología aplicada?2

Como resultado de dichos problemas metodológicos se optó por dividir la serie en dos, tal vez esta división sea un tanto arbitraria, pues no comprende alguna coyuntura en particular, sino que la primera serie comprende de 1950 a 1979, y la segunda, de 1980 a 2002.

 

Las remesas ante el crecimiento económico

Evolución de las remesas

En las gráficas 1 y 2 se puede apreciar a grandes rasgos el comportamiento que han tenido los ingresos por concepto de remesas durante el periodo que va de 1950 a 2002.

La primera serie de datos comprende el periodo de 1950 a 1979, donde se presentan los ingresos por remesas familiares brutos y los saldos netos, que son resultado de la diferencia entre ingresos y egresos por concepto de remesas. Estas simples curvas muestran que el comportamiento en los ingresos por concepto de remesas familiares no ha sido constante a lo largo de este periodo. Por ejemplo, hacia mediados de la primera década se manifestó un fuerte descenso en los ingresos, principalmente entre 1954 y 1955, que afectó al saldo neto. Los ingresos volvieron a repuntar en 1956, aunque el saldo aumentó en menor medida. Por otro lado, se observa que desde el inicio de la década de 1960 los ingresos empezaron a descender, aunque este descenso se manifestó en forma más marcada en el caso del saldo neto, pues se aprecia que la brecha entre ingresos y saldo se amplió, de tal manera que para 1965 y 1966 el saldo por remesas se volvió negativo. Hacia 1967 los ingresos apenas si se incrementaron y el saldo neto con dificultades logró convertirse en positivo; aunque para 1968 se recuperó sin alcanzar el nivel que se tenía en la década anterior. Para 1969, el saldo neto casi se igualó con los ingresos, ya que la reducción manifestada en los egresos hizo posible que el saldo se incrementara. En 1971 se observó una reducción tanto en los ingresos como en el saldo. No se conoce con certeza qué originó dicho descenso, pues éste fue el primer año que la economía manifestó un descenso en su tasa de crecimiento; sin embargo, después de 1971 se observó cierta tendencia al alza de los ingresos, aunque ésta fue frenada en 1975. Algo similar ocurrió con el saldo neto. A partir de 1976 se observa que la línea de los ingresos se igualó con el saldo neto debido a que los egresos disminuyeron de manera constante, mientras que en el caso de los ingresos se observó una situación contraria, con una tendencia hacia el alza. Hasta aquí podemos analizar el comportamiento de las remesas en función de los saldos netos, pues al no contarse con información sobre los egresos, se procedió a realizar un segundo gráfico para el periodo que comprende de 1980 a 2002.

La tendencia manifestada en los ingresos por remesas durante el segundo periodo fue de un alza constante. Por ejemplo, los ingresos aumentaron de 1980 a 1982, aunque este aumento se manifestó en forma más suave en relación con los años posteriores conforme lo marca la curva. A partir de 1984 el incremento se dio de manera constante y creciente, principalmente en 1986. En este sentido, se tiene que entre 1987 y 1990 estos ingresos crecieron a una tasa de 13.98 por ciento a precios corrientes y en 10.09 por ciento a precios constantes; solamente se redujo en 1996, cuando se registró un crecimiento inferior (7.82 y 5.4 por ciento) al de los años anteriores; no obstante que en cifras absolutas estas partidas rebasaron 4 000 millones de dólares de dólares corrientes, para el año 2000 llegaron a superar 6 500 millones de dólares corrientes y para 2002 registraron una tasa de 12.8 a precios corrientes y de 10.8 por ciento a precios constantes, registrándose 9 814 millones de dólares corrientes en el año 2000. Para 2003 se observa que estos ingresos rebasaron 13 mil millones de dólares.

Lo anterior nos permite afirmar que las remesas empezaron a tener un crecimiento lineal en sus ingresos a partir de la década de 1980 y que obviamente este crecimiento se relaciona con el incremento en los flujos migratorios, de los cuales por ahora hemos hecho abstracción. Tal situación se aprecia en el cuadro 1, el cual contiene las cifras correspondientes a los ingresos por remesas familiares tanto en términos corrientes como constantes, así como la participación porcentual que representan esas remesas en el total de transferencias percibidas.

Con base en la información contenida en el cuadro 1 se elaboraron otras dos gráficas donde se representan la proporción de las remesas en las transferencias unilaterales, rubro del que forman parte.3

En realidad, estas dos gráficas se encuentran estrechamente relacionadas con las anteriores, donde se muestra la evolución de las remesas familiares. En este caso se pretende mostrar la forma en que se han comportado los ingresos por remesas como parte de las transferencias unilaterales y del otro rubro que conforma las transferencias (gráfica 3).

En este sentido se aprecia que las remesas comprendieron la mayor parte de las transferencias a todo lo largo de la década de 1950 y mediados de la de 1960. No fue sino a partir de 1965, derivado de la brusca caída de las remesas, que éstas perdieron su principal representatividad en las transferencias, de tal manera que durante los siguientes años los principales montos captados por transferencias se debieron al rubro conformado por otras transferencias. De igual manera se aprecia que en 1979 la posición relativa de las remesas mejoró al comprender la mayor parte de las transferencias, las remesas iniciaron su proceso de crecimiento sostenido a partir de 1976, año que fue de crisis para la economía mexicana y se aborda en el siguiente apartado. Mediante el cuadro se intenta explicar en buena medida la pérdida de ingresos ocurrida durante la década de 1960, desafortunadamente no se cuenta con la información para los dos últimos años que comprende esta serie.

Resulta por demás ilustrativo el cuadro 2 en el que se aprecia la fuerte disminución en el número de braceros en Estados Unidos. De igual manera se observa que los montos captados por remesas disminuyen en forma considerable. Una razón que explica también esta reducción en las remesas es el carácter ilegal que tomó la emigración de la mano de obra hacia Estados Unidos. Se considera que afectó los montos de las remesas captadas en el país debido a que muchos migrantes no salían de sus trabajos, principalmente aquéllos de origen campesino, por el temor a ser detenidos por las autoridades migratorias, por lo que preferían ahorrar y traer sus ahorros al momento de su regreso.

Como consecuencia, los money order y dólares en efectivo que traían con ellos eran cambiados en los bancos de las zonas fronterizas y debido a los altos montos de las cantidades, quedaban registrados en el rubro de transacciones fronterizas en lugar de remesas. Por lo tanto, es posible afirmar en este caso, que si bien las remesas se redujeron, existe un alto margen de subestimación de éstas. Esto se reafirma por el hecho de que más recientemente el Banco de México ajustó las cifras y ahora se presentan a partir de 1960 con mayores valores.4

Posiblemente resulte más ilustrativa la gráfica 4 en la que se muestra que el crecimiento de las remesas -ocurrido a partir de 1975- continuó dándose en mayor escala. Derivado de ello, las remesas comprenden, hasta ahora, la mayor proporción del total de los ingresos captados por concepto de transferencias.

Las remesas familiares empezaron a adquirir gran importancia como fuente de divisas y de complemento del ingreso de los hogares a partir de la década de 1980, cuando alcanzaron una participación cercana a 80 por ciento del total de transferencias captadas entre 1980 y 1982, proporción que fue superada en los dos años siguientes. A partir de 1985 se aprecia una fuerte reducción en la participación de las remesas familiares, lo cual se explica por dos factores: el hecho de que ingresaron importantes recursos por concepto de donaciones, las cuales fueron registradas en el rubro de otras transferencias, afectando en términos relativos la participación de las remesas, y debido a que en 1985 se aprobó la Inmigration Reform and Control Act (IRCA), ley bajo la cual fue posible que se legalizaran 630 mil inmigrantes no autorizados, ya que otros 550 mil migrantes fueron legalizados mediante el programa Special Agricultural Workers (SAW), iniciado también durante ese año (CONAPO, 1999), pues de ese modo los migrantes pudieron reunirse con sus familias, lo cual redujo de forma importante el envío de remesas a nuestro país. No obstante, las remesas volvieron a incrementarse al año siguiente (cuadro 1), de tal modo que su participación en las transferencias llegó a 81.1 por ciento.

Al observar estas participaciones relativas -no obstante que las remesas se incrementaron en términos absolutos-, su participación no se vio afectada en la misma proporción, lo cual se explica por el hecho de que durante estos años ingresaron al país importantes cantidades de recursos por concepto de devolución de pagos de intereses, derivado de la renegociación de la deuda externa para apoyo de los damnificados de los terremotos. Años después repercutieron las aportaciones hechas para el apoyo de los afectados por el huracán Gilberto. No obstante, la participación de las remesas en las transferencias rebasó 90 por ciento a partir de 1992, y ya para el 2002 comprendían 95.3 por ciento del total de dichas transferencias.

 

Las remesas ante el crecimiento económico

Una de las explicaciones más ampliamente utilizadas sobre la causa de la emigración de mexicanos hacia Estados Unidos es la de los diferenciales en los niveles de ingreso entre ambos países. En el caso de México, se observa que a partir de las crisis recurrentes que han acompañado a la economía mexicana desde la década de 1960, se han incrementado los niveles de desempleo, con el consecuente deterioro en el ingreso. Con base en este argumento sobre la diferenciación de los salarios, se confirma el señalamiento hecho por la Comisión Binacional en 1990 de que el ingreso per cápita es diez veces más alto en Estados Unidos que en México, por lo tanto, le tomaría varias décadas a México igualar el nivel de ingresos per cápita del país vecino, aun si el crecimiento económico aumentara en forma sostenida. Estos mismos autores sostienen esta afirmación planteando que "si el ingreso creciera a un ritmo anual de tres por ciento en México y sólo al uno por ciento anual en Estados Unidos, con estos ritmos de crecimiento el proceso de igualación de ingresos llevaría alrededor de 116 años" (Tuirán et al., 1999).

Durante todo el periodo de crisis, pero particularmente a partir de la década de 1980, con la crisis de la deuda, los movimientos migratorios se han acelerado y han adquirido nuevos matices. Dentro del contexto de los años más recientes (década de 1990), se plantea que a partir de la devaluación de 1994 la migración se aceleró, lo que a su vez se confirma con el incremento que registraron los flujos de remesas (Arroyo y Papail, 1998).5

Con base en lo anterior se ha realizado un ejercicio donde se relaciona el comportamiento que ha tenido el crecimiento económico y las remesas familiares, si bien no es el objetivo establecer y comprobar la relación directa entre migración y las fluctuaciones de la economía mexicana —motivo por el cual no se consideran flujos migratorios—, ya que por ahora la atención se centra exclusivamente en establecer la relación entre el PIB y las remesas familiares por medio del análisis comparativo de las tasas de crecimiento entre ambas variables, así como mediante la medición de la participación relativa de las remesas en el PIB, para observar la relación entre decaimiento en el crecimiento de la economía y fluctuaciones de las remesas familiares originados por los flujos migratorios hacia Estados Unidos.(gráfica 4)

En primera instancia tenemos el cálculo de las tasas de crecimiento para el periodo comprendido entre 1950 y 1959, periodo durante el cual el PIB creció a una tasa real promedio anual de 5.3 por ciento, mientras que las remesas familiares lo hicieron a un ritmo promedio de 2.5 por ciento. Es obvio que estos resultados no nos permiten ver en toda su magnitud el comportamiento que tuvieron ambas variables entre los años del periodo. Por ejemplo, la devaluación de 1954 no afectó el crecimiento de la economía en general, pero sí redujo su ritmo de crecimiento. Asimismo, llama la atención que las remesas familiares crecieron a un ritmo muy por debajo del registrado por el producto, no obstante que el Programa Bracero, que inició en 1942, estaba en su pleno apogeo y la demanda estadunidense de mano de obra fue muy elevada debido a la coyuntura de la guerra de Corea (gráfica 5).

La explicación para este fenómeno descansa en el hecho de que el crecimiento de la economía mexicana fue impulsado principalmente por el proceso de industrialización, el cual generó una gran demanda de mano de obra por parte del sector manufacturero, que fue satisfecha por las oleadas migratorias provenientes del campo. En este sentido, la migración interna se sobreponía en buena medida a la migración internacional.

Por otra parte, al establecer el nivel de participación de las remesas familiares, nos encontramos que la magnitud del PIB en México genera que los ingresos brutos por remesas representen una proporción muy limitada de éste, si se compara con el de otros países cuyas economías son más pequeñas. No obstante, se observa que la tendencia de participación de las remesas familiares suele ser creciente, principalmente en los últimos tres años de la serie (2000-2002), aunque también se observan variaciones en las que la participación de las remesas suele disminuir.

Al contrastar las cifras, los resultados no dependen solamente de las remesas familiares, sino que se encuentran en buena medida condicionados por el comportamiento de las variables con las que se contrastan. Por ejemplo, si el PIB crece y lo hace a un ritmo mayor que el que pudieran tener las remesas, el grado de participación de éstas se reducirá. En caso contrario, si permanece constante el PIB y las remesas se incrementan, su participación aumentará, o bien, puede darse el caso de que ambas variables decrezcan, pero a ritmos diferentes, entonces el comportamiento de las remesas estará determinado conforme al hecho de que aumenten o decrezcan en mayor o menor medida que el PIB.

La evolución que ha tenido la participación de las remesas en el PIB se puede apreciar en la gráfica 4, donde se muestran las fluctuaciones a lo largo de toda la serie y su tendencia es al alza, sobre todo a partir de la década de 1980.

Tal como se observa, entre 1950 y 1956 la participación de las remesas en el PIB osciló entre 0.4 y 0.5 por ciento; para disminuir ligeramente en una décima porcentual (0.3 por ciento) durante los años comprendidos entre 1957 y 1960.

Ahora bien, si volvemos la atención a la comparación de las tasas de crecimiento de las remesas y del PIB para un segundo periodo que va de 1959 a 1964 (gráfica 1), se aprecia un incremento considerable de 8.6 por ciento en la tasa de crecimiento promedio anual del PIB en términos reales; en cambio, la de las remesas manifestó un decrecimiento de 6.4 por ciento, lo que se explica por el fin del Programa Bracero en 1964.

Después de este último año no volvió a firmarse ningún otro acuerdo migratorio. Esto podría explicar el comportamiento que tuvieron los ingresos por remesas en los siguientes años. En este sentido, se observa que mientras que la tasa de crecimiento del PIB aumentó entre 1964 y 1965 en 7.8 por ciento, los ingresos por remesas familiares decrecieron en 70.3 por ciento. Algo similar ocurrió al siguiente año, pues mientras que el PIB mantuvo su expansión, los ingresos por remesas siguieron decreciendo (8.8 por ciento).

En efecto, para 1965, después del último Programa Bracero, se vislumbraba un gran aumento de inmigrantes ilegales (Massey, 1991).6 Precisamente en ese mismo año se enmendó la ley de inmigración estadunidense, sustituyendo el sistema de cuotas por el sistema de prioridades, bajo el cual se privilegió la reunificación familiar y a los trabajadores con habilidades especiales. Aun así, la inmigración ilegal por parte de mexicanos iba en aumento.

Es común encontrarnos que los ciclos económicos en México suelen establecerse conforme a los periodos presidenciales, los cuales dependen de las diferentes "formas o estilos" de gobernar, lo que impide partir de los modelos de desarrollo como criterio fundamental en el establecimiento de una periodización. Por ejemplo, en el sexenio comprendido entre 1964 y 1970, el cual abarca la última fase del "desarrollo estabilizador", empezaron a manifestarse los desequilibrios estructurales que se gestaron a lo largo de esta etapa.

No obstante, el crecimiento sostenido que caracterizó a la economía continuó estando presente, lo que se observa en el comportamiento del PIB, el cual creció a una tasa promedio de 8.2 por ciento, muy similar a la del periodo comprendido entre 1959y 1964. Contrariamente a estos resultados, se observa un decrecimiento en la tasa real promedio de las remesas de 8.6 por ciento para este mismo periodo.

Así fue que desde finales de la década de 1960 y durante la de 1970, la economía dio muestras de profundos desequilibrios estructurales que se reflejaron en un mayor nivel de desempleo y en la agudización de los problemas del sector agrícola, los cuales provocaron fuertes oleadas migratorias internas campo-ciudad, a pesar de que no se registraban montos muy elevados de remesas, como ocurre en años recientes.

Sin embargo, se observa que la política económica aplicada durante el sexenio 1970-1976 —la cual se basó primordialmente en la utilización del gasto público expansivo para inducir el crecimiento económico y la creación de empleo—;, hizo posible que la economía creciera a una tasa promedio de 7.9 por ciento, es decir, muy similar a la obtenida en el sexenio anterior. De igual manera, los ingresos por remesas empezaron a dar muestras de recuperación, manifestándose en un crecimiento promedio de 17.8 por ciento.

Durante las décadas de 1950, 1960 y 1970, el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 1999) estimó la migración y detectó que para esos periodos los residentes de origen mexicano en Estados Unidos eran alrededor de 630 mil, 834 mil y un millón 399 mil, respectivamente. A partir de la década de 1970, el número de residentes se multiplicó rápidamente, es posible que esto explique, por lo tanto, el importante crecimiento registrado en la tasa de crecimiento de las remesas en este sexenio.

No obstante, la participación relativa de las remesas en el PIB fue muy limitada a lo largo de la década de 1970, toda vez que de una participación de tan sólo una décima en 1970 —la cual se mantuvo constante hasta 1978—, pasó a 0.4 por ciento en 1979. Ahora bien, si el análisis se aplica anualmente, se observa que entre 1975 y 1976 la economía decreció en 6.3 por ciento, mientras que la tasa de las remesas aumentó en 29.4 por ciento. Esto ocurrió como consecuencia de las medidas que se adoptaron con el fin de corregir los desequilibrios que afrontaba el sector externo, así como el desmesurado déficit del sector público y la fuga de capitales que generaron las expectativas devaluatorias ya desde 1975.

De igual manera, entre 1976 y 1977 el descenso en el crecimiento del PIB en términos reales fue superior (-12.3 por ciento) al del año anterior, lo cual tuvo su origen en la devaluación del tipo de cambio ocurrida en agosto de 1976.

Para el siguiente sexenio (1976-1982), la economía mexicana entró en una etapa de crecimiento acelerado del PIB, el cual fue inducido en buena parte por las expectativas del boom petrolero y por el creciente gasto público, aunque este crecimiento no tuvo el final deseado, pues como es bien conocido, el sexenio culminó en una gran crisis. Al observar el periodo en su conjunto, se tiene que el PIB creció en términos reales a una tasa de 2.4 por ciento promedio anual, mientras que las remesas lo hicieron a una tasa de 38.7 por ciento. Este resultado no refleja el crecimiento real del PIB en los primeros cinco años del sexenio, ya que fue anulado por el efecto negativo de la fuerte recesión que se manifestó en 1982.

Es por ello que si se deja de lado el año de 1982, se observa que entre 1976 y 1981 el crecimiento del PIB fue de 15.4 por ciento en términos reales y el de las remesas de 47.7 por ciento, lo que denota en buena medida la fuerte expansión de la economía en esos años. Sin embargo, los problemas que arrastraba el sector externo —derivado de un abultado déficit en cuenta corriente y los crecientes montos por concepto de pago de intereses de la deuda externa—, se manifestaron desde principios de 1982 y desembocaron en dos devaluaciones del tipo de cambio y en un desequilibrio macroeconómico generalizado, los cuales impactaron negativamente a buena parte de la sociedad mexicana, acelerando con ello los flujos migratorios, sobre todo aquellos que tenían como destino Estados Unidos.

La crisis de 1982 alteró el patrón tradicional del fenómeno migratorio, dado que a partir de entonces no solamente emigró la población rural y la de bajos ingresos, sino que también lo hicieron los sectores medios y medios altos de la sociedad urbana, destacándose la emigración de profesionistas. Esto se reflejó en el incremento del número de emigrantes. Conforme a las estimaciones de CONAPO, para 1980 los emigrantes hacia Estados Unidos eran algo más de 2 millones 500 mil, mientras que en 1990 habían aumentado a los 4 millones 500 mil. Esta cifra equivalía a poco más de 5.4 por ciento de la población residente en ese año.

A consecuencia de lo anterior, los resultados del PIB para el periodo comprendido entre 1982 y 1988 fueron negativos (-3.2 por ciento); por su parte, las remesas familiares arrojaron un crecimiento de 10.6 por ciento promedio anual.

Con respecto al nivel de participación de las remesas en el PIB por año, se observa (véase gráfica correspondiente) que en 1981 fue muy similar al alcanzado el año anterior, incrementándose en 1982 a 0.5 y a 0.8 por ciento en 1983. Estos años fueron de recesión para la economía del país, derivada de la crisis de la deuda externa y de una fuerte contracción en el crecimiento económico. Frente a la notable caída del PIB, la participación de las remesas aumentó.

La participación de las remesas en el PIB se mantuvo en 0.8 por ciento en 1985, a pesar de la reducción en los ingresos por remesas. En este resultado influyó de manera importante el decaimiento de la economía generado por un nuevo choque petrolero y los terremotos de ese año, que afectaron negativamente al PIB; aunque más peso tuvo aún el hecho de que se hubiesen aprobado la IRCA y el SAW, que fueron medidas o instrumentos cuyo fin fue legalizar la estancia de trabajadores en Estados Unidos, lo cual favoreció a muchos familiares de emigrantes que pudieron trasladarse hacia el vecino país, por lo que se dejaron de enviar remesas. En este sentido, se considera que el planteamiento que comúnmente suele darse sobre el papel que juegan las crisis económicas en el aceleramiento de los procesos migratorios tiene un fuerte peso, aunque también es conveniente considerar otros factores que pueden influir, como las políticas migratorias.

No obstante que las remesas familiares se redujeron, en 1986 su participación en el PIB llegó por vez primera a uno por ciento; si bien la economía atravesaba por fuertes dificultades en su crecimiento, este nivel de participación de las remesas (1.1 por ciento) se mantuvo hasta 1989, con una ligera caída (0.9 por ciento) hasta 1994; pero a partir de 1995 se observa un incremento en su participación (1.3 por ciento). Dado al crecimiento experimentado en los últimos años en las remesas, su participación en el PIB ha venido creciendo en términos constantes de 1.6 por ciento hasta el 2002.

Con respecto al periodo 1988-1994 —y debido al cambio de modelo de desarrollo en el país que se manifestó en la puesta en marcha de los procesos de apertura comercial y financiera, así como en la privatización y desregulación— la economía volvió a recuperar su ritmo de crecimiento, de tal manera que la tasa promedio del PIB para el periodo alcanzó 11.6 por ciento. Por otra parte, también las remesas familiares alcanzaron una tasa de crecimiento favorable, aunque ésta fue de sólo un poco más de la mitad de la que se logró en el PIB (6.5 por ciento). Si se observan las cifras absolutas que se presentan en el cuadro, es posible detectar que las remesas registraron un importante incremento.

La profundidad de los cambios estructurales realizados en ese periodo no alcanzaron a influir en la liberalización de la fuerza de trabajo, ya que contrariamente a lo ocurrido con los mercados de bienes y de capital, en el laboral no sólo se han mantenido las restricciones, sino que se han incrementado. Pese a ello, los flujos migratorios han continuado expandiéndose, lo cual se refleja en el acelerado crecimiento de las remesas durante la década de 1990.

Sin embargo, este modelo ha sido muy cuestionado debido a los resultados que se han tenido en cuanto a la creación de empleo, distribución del ingreso y atención a problemas del rezago existente en los sectores productivos. Cabe preguntarse por qué no generó el desarrollo esperado el cambio estructural iniciado a mediados de la década de 1980 y llevado en toda su práctica hacia finales de esa misma década y los años noventa. En el caso de la experiencia de México, se observa un gran desaceleramiento en el ritmo de crecimiento, que se manifiesta a su vez en la incapacidad del sector productivo para generar las suficientes fuentes de empleo. Al respecto, Cárdenas apunta que

...en 1950 la economía necesitaba crear alrededor de 100 000 empleos al año para mantener el mismo nivel de desempleo en el país, para 1970 esa cantidad casi se duplicó para llegar a poco más de 200 000. Pero en los dos decenios siguientes sobrevino la explosión. Para mediados de los noventa la economía necesitaba generar más de un millón de empleos cada año para darle trabajo a los jóvenes que ingresan a la fuerza de trabajo (Cárdenas, 1996: 198).

Podría esperarse que para estos últimos años (2002), el problema de la migración se hubiese logrado resolver, pero la situación se ha dado en forma contraria, pues de acuerdo a como se ha venido analizando, se detecta que cuando el PIB crece las remesas actúan en sentido opuesto y viceversa; sin embargo, esto no llega a ocurrir en este sexenio (1988-1994) en el que se profundizan las reformas estructurales, ya que ambas variables actúan en el mismo sentido, pues el PIB ha crecido, aunque sin el gran dinamismo que le caracterizó en el pasado, por su parte las remesas familiares también han aumentado y lo han hecho a un mayor ritmo que el PIB.

En este sentido, retomando el planteamiento de Leopoldo Solís (en Cárdenas, 1996: 195) el problema del desarrollo en México se ha debido en buena medida a un desequilibrio permanente, donde el crecimiento de la fuerza de trabajo requiere de un crecimiento más elevado que el que ha tenido a partir de la década de 1980. Dicho desequilibrio se manifiesta en buena medida en el mercado de trabajo con un desempleo y subempleo crecientes. Este desempleo crónico en el largo plazo ha contribuido a reproducir la pobreza y al aumento de la migración hacia las ciudades y desde ahí hacia el extranjero.

Contrariamente a lo ocurrido en el sexenio anterior, se observa que entre 1994 y el año 2000 las remesas familiares registraron una tasa de crecimiento superior a la del PIB, ya que mientras las primeras alcanzaron un crecimiento promedio anual de 8.5 por ciento en términos reales, el PIB apenas si creció en tres por ciento. En este sentido se consideró, con base en el planteamiento de Alba, que el problema del empleo en México es uno de los principales rezagos acumulados, cuya solución sería de largo plazo y estaría en función de una reactivación del crecimiento económico que genere mayores niveles de productividad, empleo y salarios (CONAPO, 1999: 56).

De esta manera se observa que el crecimiento económico alcanzado en Estados Unidos en esos años dinamizó la demanda de mano de obra mexicana, sobre todo para aquellos sectores de fuerte requerimiento, como el agrícola y los servicios.

Finalmente, se observa que en los primeros tres años del sexenio 2000-2006, las remesas familiares han venido creciendo a una tasa muy similar a la alcanzada en el periodo anterior (8.7 por ciento). En cambio, el ritmo de crecimiento del PIB se ha desacelerado en mayor magnitud que el grado de crecimiento registrado en el sexenio anterior, pues en estos tres años, apenas si alcanzó un crecimiento de 1.5 por ciento medido en términos reales.

En este sentido, se rompe con las expectativas basadas en el propio modelo de desarrollo y se reafirman los planteamientos, de que las "reformas estructurales" emprendidas fueron incapaces de generar las transformaciones profundas que el mercado de trabajo requiere. Se ha cuestionado el hecho de que las tasas de crecimiento de la economía han sido tan débiles, pues conforme a estimaciones realizadas, se propone un ritmo de crecimiento alto y sostenido como el que se obtuvo en décadas pasadas, de entre seis y siete por ciento, el cual es considerado insuficiente para absorber la oferta de trabajo y por lo tanto frenar las corrientes migratorias. Se considera que para el año 2000 la migración de mexicanos hacia Estados Unidos era de 9 millones y que para 2002 se aproximaba a los 10 millones, lo cual se reflejó, por lo tanto, en mayor captación de remesas familiares.

Por otra parte, si se observan las participaciones relativas que tienen las remesas en el PIB, es claro que a principio de los años noventa ésta se vio incrementada; no obstante que empieza a descender durante los siguientes cuatro años, como consecuencia del crecimiento que alcanza el producto en el periodo, dicho descenso se detiene en 1994, cuando la participación de las remesas descendió a 0.80 por ciento. En este sentido se puede relacionar el crecimiento de la participación de las remesas con el descenso en el crecimiento del producto, lo que se observa en 1995 (año de crisis, como consecuencia de la devaluación de finales de 1994), en que las remesas alcanzaron una participación de 1.3 por ciento en el PIB. Este nivel de participación continúa hacia el alza, generado principalmente por el crecimiento de las remesas, que comprenden una participación de 1.7 por ciento hasta el 2002.

 

Comentarios finales

El tema de las remesas familiares es por demás amplio y complejo, por lo que no ha quedado otro remedio más que acotarlo. Al iniciar este trabajo se tenía el propósito de extender este análisis a las diferentes formas de financiamiento al desarrollo y compararlas con las remesas familiares para medir el peso relativo de éstas en el desarrollo económico. Desafortunadamente esto no ha sido posible, pues la gran complejidad y lo extenso de los datos requieren de un análisis más detallado, por lo que nos hemos centrado fundamentalmente en el estudio de las remesas familiares en relación con el crecimiento económico, así como de su evolución y tendencia histórica.

A lo largo del periodo se observan dos tendencias en los flujos de remesas familiares que ingresan al país. Una de ellas nos refleja un crecimiento muy irregular de éstas, determinado en buena medida por el fin de los acuerdos migratorios, el carácter ilegal que adquieren la gran mayoría de los movimientos migratorios y el de la medición. Este último tiene un peso muy importante en la explicación de los cambios que se manifiestan en los montos captados por remesas, pues se detecta que existían fuertes dificultades para medir los ingresos en dólares que provenían de las remesas, por lo que se remarca el alto grado de subestimación, sobre todo con respecto a la primera serie.

Asimismo, contrariamente a lo que ocurre en el primer periodo, para el segundo se observa una tendencia más regular en el incremento de las remesas y una mayor relación entre éstas y las variaciones en el crecimiento económico.

Por otra parte, el lento crecimiento experimentado por el PIB desde la década de 1990 aceleró los flujos migratorios, lo que se refleja en una mayor captación de remesas. Por lo tanto, es pertinente preguntarse si se requiere de nuevas reformas en el campo laboral y en los sectores productivos para que éstos sean capaces de generar mejores condiciones para el desarrollo del país. O, por otra parte, si la aplicación del actual modelo de desarrollo ha sido el adecuado para eliminar los problemas estructurales y rezagos que aquejan desde hace varias décadas al desarrollo de México.

Con todo, cerraríamos esta parte con un nuevo planteamiento: ¿cuál habría sido el panorama de la economía del país, de no haberse contado con las remesas familiares? Esto nos abre otra línea dentro de esta misma temática, con la posibilidad de continuar realizando este análisis, mediante el cual podamos mostrar hasta qué punto la migración se ha convertido en la principal estrategia para captar recursos y aliviar no nada más problemas de ingreso, sino también las tensiones sociales.

 

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Notas

1 La balanza de pagos puede definirse como el registro de las transacciones que se llevan a cabo por parte de un país con el exterior. Este registro consiste en un estado contable que comprende un periodo dado, cuyo propósito es registrar sistemáticamente los flujos de las corrientes de bienes, servicios, transferencias unilaterales y capital, que realizan los residentes de un país con el exterior ((Lozano, 1992: 7).

2 Se ha publicado recientemente en los diarios que la metodología que aplica el Banco de México para la medición de las remesas es una de las más adecuadas y eficientes, de tal manera que ésta empezará a utilizarse en otros países receptores de remesas de la región latinoamericana; sin embargo, no ha sido posible conocerla por parte del público ni por quienes trabajamos estos temas, ya que no se encuentra disponible para el público.

3 Las transferencias unilaterales consisten en una serie de partidas como son: aportaciones de organismos internacionales para asistencia técnica, comisiones para la erradicación de plagas, derechos de pesca, donativos, pensiones, contribuciones a organismos internacionales, recaudaciones de oficinas consulares y remesas familiares.

4 No obstante, se prefirió trabajar en este caso con la información publicada en años atrás, pues se desconocen los rubros que se agregaron para realizar el ajuste y obtener los nuevos valores.

5 Se plantea que a partir de la devaluación de 1994 "se modificó sustancialmente el contexto socioeconómico e invirtió la tendencia de dos factores muy importantes en la generación de los flujos migratorios: el desempleo y la relación de salarios México-Estados Unidos, que reactivó la migración después de la devaluación de 1982".

6 La entrada de braceros mexicanos tuvo lugar bajo la protección de la Ley Pública 414 y, desde entonces no ha vuelto a contratarse mano de obra mexicana legalmente en Estados Unidos. Sin embargo, muchos trabajadores mexicanos sin documentación han seguido cruzando la frontera.

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