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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.10 no.41 Toluca jul./sep. 2004

 

Los residentes latinoamericanos en España: de la presencia diluida a la mayoritaria

 

Latinoamerican residents in Spain: from dilute presence to mayority

 

Antía Pérez Caramés

 

Universidad de La Coruña

 

Resumen

Este artículo contiene un análisis de la inmigración a España procedente de América Latina desde el año 1.992 hasta la actualidad. Las distintas fases del crecimiento al ritmo de los procesos de regularización de la población latinoamericana residente en España, así como su composición por sexo y edad, forman también parte de este estudio. En el último apartado, se incluye un análisis sobre el mercado de trabajo español para la inmigración, haciendo especial hincapié en la situación laboral de los inmigrantes latinoamericanos en España.

Palabras clave: inmigración, latinoamericanos, regularización, mercado de trabajo, España.

 

Abstract

An analysis of the Latin American migration to Spain since 1992 to the moment is contained in this article. The different growing stages of the regularization processes from Latin American population residing in Spain, as well as their citizenship, sex and age composition are also studied in this article. In the last section, an analysis of the Spanish labor market for immigrant population is included with special emphasize on the labor situation of Latin American immigrants in Spain.

Key words: migration, Latin Americans, labor market, Spain.

 

Introducción

La reciente historia migratoria de España en su vertiente de país de destino y acogida de inmigrantes ha supuesto una focalización de los estudiosos de diversas disciplinas de las ciencias sociales en la producción científica de investigaciones sobre el carácter, volumen y naturaleza de estos flujos migratorios. A la abundancia de investigaciones concentradas en un periodo de poco más de una década, se suma el factor de la intensidad y la rapidez de crecimiento de los flujos, así como los cambios bruscos en la estructura por edad, sexo y nacionalidad de la inmigración a la que coadyuvan los trompicones dados por una política migratoria desorientada y tomada por sorpresa ante la novedad del fenómeno migratorio.

Desde los dos últimos procesos de regularización de inmigrantes que han tenido lugar en España en los años 2000 y 2001 (este último denominado "documentación por arraigo"), venimos asistiendo a un fenómeno que, aunque no resalta por su novedad, sí es de importancia en su vertiente numérica, y no es otro que el que se ha denominado la "latinoamericanización" de la inmigración española. Como bien decíamos, la presencia de extranjeros de procedencia iberoamericana es una constante desde la conversión de España en país de destino de los inmigrantes; lo que es novedoso es su predominio numérico con respecto a otros colectivos de extranjeros de otros orígenes continentales, así como los cambios habidos en la composición por principales nacionalidades de origen de la inmigración latinoamericana. Todo ello acompasado con el fluir del tiempo, que consolida el asentamiento de los extranjeros y hace que entren en el juego de los flujos de llegada otros componentes que modelarán la estructura por edad y sexo, principalmente a través de la reagrupación familiar.

Este artículo da cuenta de la evolución de la consolidación numérica de la presencia migratoria latinoamericana en España, y realizará asimismo una descripción de su estructura por principales países de origen, sexo y edad, teniendo siempre en mente la perspectiva temporal como agente alterador de dicha estructura. La inserción de los inmigrantes latinoamericanos en el mercado laboral será objeto de un apartado específico en este artículo, en el que se exponen, por una parte, las principales características del mercado de trabajo para inmigrantes en España, y, por otra, la situación laboral de los latinoamericanos: evolución numérica de los trabajadores latinoamericanos en España, por nacionalidades y sexo, así como principales sectores de ocupación.

Si consideramos un periodo relativamente amplio, pongamos del año 1992 al 2004, y vemos la evolución del número de residentes extranjeros en España, comprobaremos que aunque la tendencia a lo largo del periodo es indiscutiblemente creciente, su ritmo es irregular. En efecto, el peregrinar de las cifras de residentes extranjeros aparece marcado por mojones en los que el aumento de un año para otro es espectacular. Así, en el año 1992 contábamos con 393 100 residentes extranjeros en España, mientras que la cifra a junio del presente año era de 1 776 953; el stock de residentes extranjeros se ha multiplicado por 4.5.

Si observamos los datos recogidos en los cuadros 1 y 2, podremos dar cuenta de las aceleraciones en el ritmo de crecimiento de la población inmigrante en España. Así pues, el incremento anual acumulado es mayor en los dos periodos siguientes: 1997-1998 y 2001-2003, algo que a nuestro parecer tiene dos explicaciones plausibles, distintas pero interconectadas. La primera es la influencia de los procesos de regularización de inmigrantes, llevados a cabo en los años 1996, 2000 y 2001 (este último, denominado "documentación por arraigo"), y que, a tenor de los datos, han servido para rescatar de la invisibilidad de las cifras oficiales a voluminosas bolsas de inmigrantes que llevaban cierto tiempo residiendo en España en situación irregular. La segunda explicación parte de la consideración de que desde el año 2000 se abre una nueva etapa para la inmigración en España, caracterizada por el crecimiento y la diversificación en los orígenes nacionales de la misma, así como por la ampliación de los nichos laborales que se abren a la comunidad inmigrante: nuevas ramas y ocupaciones, una demanda para puestos de mayor cualificación y desconcentración geográfica de dicha demanda (Cachón, 2003). España se consolida como destino de la inmigración, las redes de inmigrantes se fortalecen, la reagrupación familiar se acentúa y toman visos de realidad los deseos de permanencia en el país.

La realidad de los inmigrantes latinoamericanos en España se podría resumir diciendo que se han convertido, junto con los europeos del Este, en los verdaderos protagonistas del aumento espectacular de las cifras de residentes extranjeros en los últimos años. Desde el año 1999, el incremento anual acumulado del número de residentes latinoamericanos es muy superior al total, concretamente en los años 2001 y 2003 este incremento es prácticamente el doble que el registrado a nivel de conjunto de los residentes. Es, con gran diferencia, el colectivo regional que más crece, aunque le sigue a la zaga el de los europeos del Este. Además, desde el año 2000, el crecimiento registrado en el volumen total de residentes extranjeros se debe en 40 por ciento a los residentes latinoamericanos. Y esto es resultado, como veremos más adelante, de que este colectivo ha sido el más beneficiado en las distintas regularizaciones que han tenido lugar en España.

Sin embargo, la presencia latinoamericana en España, aunque protagonista en nuestros días, no es algo nuevo en nuestro panorama migratorio. Lo que ha variado es la composición de la inmigración en función de la procedencia continental. Así, para el periodo que nos hemos propuesto analizar, podemos distinguir las siguientes tendencias en cuanto a la composición por continente de origen: (cuadro 1 y 2)

1. En primer lugar, es de señalar el declive de la importancia de los residentes europeos. Entre 1992 y 1996 suponían más de 50 por ciento sobre el total de los residentes extranjeros, mientras que en la actualidad suponen un tercio sobre este total. Esta disminución de la importancia de los europeos en el conjunto de los inmigrantes en España se produce únicamente en términos relativos; los números absolutos son crecientes de manera continua a lo largo de todo el periodo. Conviene añadir que esta caída en la importancia relativa de los europeos se ha visto atemperada por el crecimiento en número y porcentaje de aquellos residentes que provienen de los países de la Europa del Este, que en la actualidad suponen 10 por ciento de la inmigración con residencia legal en España y cuyo incremento anual acumulado supera 30 por ciento desde el año 2000. Los responsables de este declive son, pues, los europeos comunitarios.

2. Los residentes asiáticos aumentan en términos absolutos, pero su participación con respecto al total de residentes ronda ocho por ciento a lo largo de todo el periodo. Son el grupo continental que experimenta menos variaciones en términos relativos.

3. En cuanto a los residentes procedentes del continente africano, la evolución de su importancia relativa con respecto al total de residentes extranjeros en España muestra una tendencia que es un reflejo especular de lo que sucede con la evolución de las cifras relativas de los residentes latinoamericanos. Por ello, vamos a distinguir tres fases en cuanto a su importancia en la composición del stock de residentes extranjeros (Pérez, 2004) que se expondrán de manera comparativa entre los dos colectivos: africanos y latinoamericanos:

a. Entre 1992 y 1996, la contribución relativa de ambos colectivos, latinoamericanos y africanos, al stocktotal de residentes extranjeros se sitúa en una media de 18 por ciento (para cada uno). Ambos crecen a lo largo del periodo en lo que a números absolutos se refiere, y su ritmo de crecimiento interanual es constante y similar; sin embargo, su participación relativa en el stock de residentes extranjeros apenas ha variado al comienzo y al final del periodo.

b. Entre los años 1997 y 1999, se produce un despegue en el crecimiento de los africanos en términos relativos. Desde 18.33 por ciento del total de residentes que representaba este colectivo a finales de 1996 hasta 26.58 por ciento al final del periodo. Este despegue de los africanos no se ha visto acompañado de un aumento porcentual paralelo de la representación latinoamericana, que a finales del año 1999 era de 18.63 por ciento sobre el total. La regularización de 1996 había sido más condescendiente con los ciudadanos marroquíes que con los latinoamericanos.

c. Del año 2000 a la actualidad. El porcentaje de residentes procedentes del continente africano, aunque con altibajos, sufre un descenso a final del periodo, situando su contribución al stock de residentes extranjeros en 25 por ciento sobre el total. Por contra, es el colectivo latinoamericano el que experimenta un crecimiento asombroso, tanto en términos absolutos (de 184 720 a 570 575 a mediados del año 2004) como en términos relativos (suponían 20.62 por ciento a finales del año 2000 y en el presente año representan más de un tercio de la población extranjera residente). El proceso de regularización llevado a cabo en el año 2000 y la documentación por arraigo del año 2001 han recompensado en esta ocasión a los inmigrantes latinoamericanos.

 

Pero veamos con más detenimiento los datos correspondientes a los residentes latinoamericanos. En los años 2001, 2002 y 2003, el número de permisos de residencia a extranjeros en España aumentó a un ritmo medio anual de 22.53 por ciento, lo que supone una aceleración del crecimiento con respecto a años anteriores. Si bien la contribución de un factor como el incremento de volumen de los flujos migratorios de llegada no es nada desdeñable, los verdaderos artífices de dicha aceleración fueron los procesos de regularización llevados a cabo en los años 2000 y 2001, que convertían en numéricamente oficial lo incontable por invisible; y sus protagonistas, los inmigrantes latinoamericanos.1

El incremento anual acumulado del stock de residentes latinoamericanos era de 53.63 por ciento en el año 2001, 28.47 por ciento en el año 2002, y 41.12 por ciento en el año 2003; en términos absolutos, la presencia de latinoamericanos con residencia legal en España se ha duplicado en el lapso que corre entre finales del año 2001y mediados del 2004. Podríamos, además, expresar su protagonismo en el total de residentes ausentes afirmando que, desde el año 2001, los latinoamericanos suponen más de 40 por ciento del crecimiento total operado en el stock de extranjeros; mientras que los marroquíes eran responsables de 51.25 por ciento del crecimiento interanual acumulado del año 2000. (gráfica 1).

Esta presencia mayoritaria de los residentes latinoamericanos con respecto al stock de extranjeros residentes no lleva aparejado un reparto homogéneo por todo el territorio español. Si analizamos los datos contenidos en el siguiente mapa, en el que se muestra la distribución porcentual de los inmigrantes latinoamericanos en las 50 provincias españolas, podremos ver que sólo Madrid concentra un tercio de los residentes latinoamericanos, y Barcelona 15.84 por ciento. Las dos grandes ciudades son los principales focos de atracción de inmigrantes latinoamericanos. En segunda posición, mucho más alejadas en términos porcentuales, nos encontramos con las provincias de la Comunidad Valenciana, así como los dos conjuntos insulares: Baleares y Canarias; esto es, el arco mediterráneo. Las provincias situadas en el eje atlántico vienen en tercera posición, y las provincias de la España interior cuentan con un porcentaje de residentes latinoamericanos ínfimo (inferior a uno por ciento sobre el total).

La enorme concentración en los polos urbanos de Madrid y Barcelona y, en mucha menor medida, en torno al arco mediterráneo; así como de una manera escasa en la Comunidad Autónoma Andaluza (en la que el principal sector de actividad de la mano de obra inmigrante es la agricultura), tiene una correlación directa con distintos factores del mercado de trabajo para inmigrantes, como la superabundancia de oferta en determinadas provincias o comunidades autónomas para nichos laborales concretos (buenos ejemplos de esto serían el sector servicios en Madrid y Barcelona, así como la agricultura en Murcia y Andalucía), la posición de determinados trabajos en una jerarquía ocupacional y la doble estratificación de la mano de obra inmigrante: la estratificación por género y la etnoestratificación (en función del origen nacional o étnico). Todo ello será objeto de una exposición más detallada en el capítulo correspondiente a la inserción laboral de los inmigrantes latinoamericanos.

Este giro hacia la latinoamericanización de la inmigración en España no se define exclusivamente por el incremento numérico de residentes latinoamericanos de acuerdo con las tres etapas anteriormente definidas; cada fase lleva asociados cambios en la composición por sexo, edad y nacionalidad de los inmigrantes latinoamericanos, tal y como veremos en el siguiente capítulo.

 

La inmigración latinoamericana en perspectiva: composición por nacionalidad, sexo y edad

La llegada y el posterior asentamiento de la inmigración latinoamericana ha pasado por varias fases de crecimiento en cuanto a su volumen y su peso. Hemos señalado en el anterior apartado que estas etapas podían explicarse en muy buena medida en función de las decisiones que, en materia de política migratoria, ha tomado el gobierno español, y, de manera más contundente, las cifras de residentes extranjeros se han visto afectadas por los distintos procesos de regularización de inmigrantes que han tenido lugar en España.

Pues bien, las distintas fases de crecimiento de la población inmigrante latinoamericana en España han ido acompañadas de cambios en la composición por nacionalidad; en la etapa inicial dominarán unas nacionalidades en concreto, y en la final serán mayoritarias otras bien distintas. Y aquí el juego de factores explicativos amplía su abanico. Por una parte, tenemos los factores del contexto de acogida, donde las decisiones políticas juegan un muy importante papel: cuestiones como el Convenio Bilateral entre España y Ecuador (que les concedió a los ciudadanos de este país una posición aventajada en el proceso de regularización del año 2001 conocido como "documentación por arraigo") o como la introducción de la obligatoriedad de visado a los ciudadanos colombianos por mandato comunitario han sido clave en la evolución numérica de los residentes procedentes de estos dos colectivos nacionales. Pero, por otra parte, también ha tenido una influencia nada desdeñable en los cambios de composición por nacionalidades del stock de residentes latinoamericanos la situación política y económica en los países de origen (Ramírez, 1996).

A la luz de los datos recogidos en el cuadro 3 podremos ver en qué nacionalidades en concreto se han plasmado los cambios volumétricos. Hemos escogido tres fechas: 1992, 1997 y 2002 que resultan características de cada una de las etapas de crecimiento del stock de residentes latinoamericanos en nuestro país.

En el año 1992, los argentinos eran el colectivo nacional más importante en la inmigración latinoamericana, suponiendo un tercio sobre el total de los residentes de América Latina. En segundo lugar figuraban los peruanos, venezolanos y dominicanos, con un peso relativo superior a nueve por ciento sobre el total. Por debajo de esta cifra estarían inmediatamente chilenos y colombianos.

En último lugar, nos encontramos con un conjunto de países cuya representación ronda entre cuatro y cinco por ciento sobre el total de latinoamericanos residentes en el año 1992, estos serían los procedentes de Uruguay, Brasil, México y Cuba. En el año 1997, la composición por nacionalidades ya ha dado su primer vuelco. La importancia de los argentinos ha decaído, pasando de 29.22 por ciento a 15.34 por ciento; surgiendo dos colectivos nacionales, el peruano y el dominicano, que se disputan el primer puesto en la representación porcentual, ambos con un porcentaje ligeramente superior a 18 por ciento sobre el total de residentes latinoamericanos. Cubanos, colombianos, brasileños, venezolanos y chilenos jalonan, en este orden, el listado de representatividad por nacionalidades. En líneas generales, podemos decir que las nacionalidades que componen la inmigración latinoamericana hasta esta fecha son las mismas desde el inicio del periodo estudiado (1992), lo que ha variado es su contribución relativa al total de residentes. Nada hacía vislumbrar el auge que tendrían los ecuatorianos entrado el siglo XXI, ya que en el año 1997tan sólo representaban 3.67 por ciento del total de latinoamericanos con permiso de residencia.

Entrando ya en nuestra tercera etapa de crecimiento de la población latinoamericana, en el año 2001, las antiguas nacionalidades que habían copado el panorama migratorio desaparecen y su hueco es ahora ocupado con especial protagonismo por los residentes ecuatorianos, que representan 31.90 por ciento sobre el total. Los colombianos suponen casi 20 por ciento y los peruanos, 10.70 por ciento; los anteriormente predominantes argentinos se quedan en un discreto quinto puesto (el cuarto es ocupado por los residentes dominicanos), con un porcentaje de 7.66.

Intentamos incluir en nuestro análisis una explicación que parte de las condiciones socioeconómicas y políticas en los países de origen, podemos exponer en qué circunstancias temporales y en qué países en concreto los factores de expulsión de la población han sido determinantes para que su presencia inmigrante en España alcance tales volúmenes (Pellegrino, 2000). Podríamos realizar una agrupación de países por área regional de la siguiente manera: Cono Sur (Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Paraguay), países andinos (Ecuador, Perú, Bolivia), Venezuela y Colombia, países caribeños (Cuba y República Dominicana), y países de América Central (México, El Salvador, Honduras, Panamá, Nicaragua, Guatemala y Costa Rica). Ahora veremos si estas agrupaciones son significativas y están dotadas de poder explicativo. A la luz de los datos recogidos en el cuadro 4, podemos ver que lo que realmente ha sucedido en el cambio de la composición por nacionalidades del stock de residentes latinoamericanos es una substitución de los inmigrantes procedentes del Cono Sur por aquellos que provienen de los países andinos (Izquierdo, 2003); la representación de cada área regional superaba 40 por ciento sobre el total, el Cono Sur a principios de periodo y los países andinos, a finales. Otro fenómeno interesante es el auge en el intermedio de los caribeños, que en 1997 suponían un tercio de los residentes latinoamericanos, pero que han bajado en representación porcentual en fechas más actuales. Los inmigrantes procedentes de América Central, por su parte, han perdido representación de manera notable a lo largo de estos años, situándose en el año 2002 en un discreto 2.91 por ciento. Colombianos y venezolanos han sido el reverso de la moneda con respecto a los dominicanos, su participación porcentual es mayor a principio y a final del periodo.

Una explicación que resumiese lo que acabamos de mostrar numéricamente sería la transición del peso de los factores de expulsión: de las dictaduras a las crisis económicas, siendo la violencia el único factor de expulsión que es omnipresente a nivel temporal en todas las migraciones de latinoamericanos a España. Así pues, en 1992, una buena parte de los inmigrantes procedentes del Cono Sur, así como también de Perú y de la República Dominicana, huían de sus países por motivos políticos, escapando de las dictaduras militares y de la violencia que se vivía en sus países de origen, buscando asilo en España. El año 1997 es un hito temporal de transición, en el que la actuación combinada de diversos factores, tanto de expulsión como de atracción, hace tambalear el panorama migratorio latinoamericano para todas las áreas regionales que hemos considerado. La presencia aún latente de migrantes políticos y de aquéllos que huyen de la violencia en sus respectivos países, así como la conciencia de la existencia de nichos laborales para la inmigración, hacen que decrezca el porcentaje de residentes procedentes del Cono Sur y que aumente el peso de los caribeños y andinos. Por su parte, en el año 2002, los factores de expulsión que más inciden en la composición por nacionalidades que observamos son ya principalmente las crisis económicas (véase el caso de Ecuador) y la violencia (de nuevo, el auge de colombianos y venezolanos).

Realizaremos ahora dos operaciones: por una parte, un test de nuestra hipótesis, a través del examen de los datos de la evolución de las concesiones del estatuto de asilo desde 1992 por nacionalidades y, por otra parte, una matización con respecto a estos cambios en el peso relativo de cada colectivo nacional de acuerdo con los datos de naturalizaciones.

Entre los años 1992 y 1997 se concedieron 15 340 estatutos de asilo a latinoamericanos, lo que supone un tercio del total de asilados en ese mismo periodo.

Los principales países beneficiados de esta medida fueron los del área andina (Perú, Ecuador y Bolivia, este último en mucha menor medida) y los países caribeños (la República Dominicana, muy importante en los primeros años, y Cuba, país que siempre destaca en las peticiones y concesiones de asilo en España). Vemos, pues, que en esta primera etapa de la inmigración en España el volumen de asilados era considerable, aunque los ciudadanos procedentes de los países del Cono Sur no ocupan los primeros puestos en número de concesiones.

No todos aquéllos que han venido como inmigrantes y que han figurado a lo largo de estos años como residentes extranjeros en las estadísticas oficiales lo siguen siendo, muchos de ellos, en función de la antigüedad de su residencia en España, han optado por la adquisición de la nacionalidad española, demanda administrativa para la cual los inmigrantes latinoamericanos gozan de privilegios en virtud de lazos histórico-culturales; la acreditación de sólo dos años de residencia legal en España basta en el caso de los ciudadanos latinoamericanos para poder realizar esta solicitud. La representación de los colectivos nacionales con residencia legal de viejo en España ha ido mermando, además de por las causas arriba expuestas, porque han adquirido el estatuto de ciudadanos españoles.

Así, entre 1993 y 2002 hubo 121 825 nacionalizaciones de extranjeros en España, de las cuales 60.3 por ciento corresponde a ciudadanos latinoamericanos.

Concretamente, y como podemos ver en el cuadro 6, se han registrado a lo largo de casi esta década 14 549 adquisiciones de nacionalidad española por parte de dominicanos, 14 337 por parte de peruanos y 11 892 por parte de argentinos. Colombianos, chilenos, ecuatorianos y venezolanos han sido otros colectivos nacionales numerosos en cuanto a adquisiciones de nacionalidad española.

En conclusión, una de las razones explicativas del descenso de representatividad de colectivos como el dominicano, peruano y argentino en nuestras actuales cifras de residentes latinoamericanos no se debe a factores de dinámica migratoria clásica en clave atracción/repulsión, sino más bien al cambio de estatuto, de extranjeros a autóctonos, por parte de colectivos nacionales de asentamiento duradero en el país.

La variable sexo no sólo ha sido tradicionalmente asociada a la inmigración latinoamericana en España, sino que además posee un alto valor explicativo de la composición de dicha inmigración. Así, comparando el porcentaje de mujeres sobre el total de residentes en distintas áreas geográficas de procedencia de los inmigrantes para el año 2003, vemos que el latinoamericano es el único colectivo de residentes extranjeros feminizado, algo que contrasta fuertemente con la extrema masculinización de los residentes africanos (cuyo porcentaje de mujeres es de 32.45 por ciento sobre el total). En los colectivos europeo y asiático, el porcentaje de hombres es superior al de mujeres, pero la evolución del flujo tiende a apuntar cara a un cierto equilibrio entre los sexos, al que parece que también tiende el colectivo latinoamericano.

No obstante, si tenemos en cuenta la evolución desde el año 1997 del porcentaje de mujeres sobre el total de residentes para el caso de América Latina, veremos cómo se partía de una elevada feminización que se ha ido atenuando a lo largo de los años. La peculiaridad de la inmigración latinoamericana a este respecto consiste en que la migración ha sido iniciada por mujeres, ellas han sido las pioneras en la cadena migratoria (Oso, 1998) y ha sido el posterior reagrupamiento familiar el que ha incrementado el número absoluto y el peso de los hombres en el conjunto de los residentes latinoamericanos (Izquierdo, 2001). La existencia de una demanda numéricamente importante de mano de obra inmigrante para ciertos nichos laborales tradicionalmente feminizados, como puede ser el servicio doméstico, ha facilitado la posibilidad de que en los hogares latinoamericanos las mujeres sean las primeras en iniciar un proceso migratorio que, en un primer estadio, implicará el mantenimiento del hogar transnacional para posteriormente reagruparlo en el país de destino.

Si bien esto es cierto, conviene también matizar que no todas los colectivos nacionales participan en igual medida de este pionerismo migratorio femenino. Así, países del Cono Sur, como Argentina o Chile, han mostrado un equilibrio entre ambos sexos (aunque con mayor peso masculino) desde 1992. En cambio, países como la República Dominicana, Ecuador o Colombia sí siguen la pauta anteriormente descrita de llegada inicial de mujeres solas y posterior reagrupación que lleva las cifras de feminización a una paridad con los hombres (Gregorio, 1998).

En cuanto a la variable edad, analizaremos principalmente dos cuestiones: la edad media del total de latinoamericanos con respecto al resto de colectivos y al total de residentes, de hombres frente a mujeres, y de las distintas nacionalidades latinoamericanas, y la distribución por grandes grupos de edad (de 0 a 14 años, de 15 a 64 y de 65 y más) del conjunto de residentes latinoamericanos así como de las distintas nacionalidades que lo componen.

Con respecto a la edad media, ésta es de 32 años para los residentes latinoamericanos, siendo mucho más joven que la de otros colectivos continentales, como los europeos o los norteamericanos (los europeos comunitarios, con una edad media de 44 años contribuyen especialmente a que la edad media del total de residentes extranjeros en España esté en los 34 años; son los migrantes económicos africanos, latinoamericanos y asiáticos los que tiran de la edad media hacia una mayor juventud), pero mayor que la de los africanos. El hecho de que la edad media de los latinoamericanos sea relativamente joven se debe a que la mayoría de los inmigrantes lo son por motivos económicos, y en consecuencia, vienen a España mayoritariamente en edades activas; pero, a su vez, están más envejecidos que los africanos por motivos de selección migratoria, como los que apuntaba la investigadora Raquel Martínez en su artículo "La reciente inmigración latinoamericana a España", al afirmar que la inmigración latinoamericana se produce una vez concluido su ciclo educativo, mientras que la inmigración norteafricana tiene una inserción laboral más temprana (Martínez, 2003).(gráfica 2)

Si miramos los datos contenidos en el cuadro 9, podremos comprobar cómo la antigüedad en la residencia de ciertos colectivos nacionales migrantes, unida con la interrupción en la llegada de flujos procedentes de esos países, determinan que países como Argentina, Chile o Uruguay tengan una edad media más avanzada, que supera en cinco o seis años a la media latinoamericana. Otros colectivos, como el colombiano o el dominicano que, aunque de presencia histórica en la inmigración española, siguen teniendo flujos de volumen numéricamente importante en la actualidad, han atenuado su edad media, mostrando incluso cifras inferiores a la edad media latinoamericana. Es precisamente el colectivo ecuatoriano, de más reciente instalación en España, el que tiene una edad media más joven, dos años inferior con respecto a la latinoamericana. Como vemos, la edad media es un buen indicador tanto de la antigüedad en la residencia, como de las sequías de los flujos de algunas nacionalidades en concreto.

En cuanto a las diferencias de la edad media por sexo en el colectivo de residentes latinoamericanos, nos encontramos con que las mujeres tienen una edad media mayor que los hombres, de un año en el total de latinoamericanos y algo mayor según qué colectivos nacionales. Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente acerca de la capacidad predictiva que el indicador edad media poseía con respecto al tiempo de residencia en España, podemos sostener nuestra hipótesis conforme las mujeres latinoamericanas han sido las pioneras en la cadena migratoria, siendo los hombres objeto de una migración posterior por reagrupamiento (aunque no exclusivamente, ya que las diferencias no son tan elevadas). El caso de las dominicanas, cuya migración, como hemos visto anteriormente, fue protagonizada de una manera mayoritaria por mujeres, es, en este sentido el más evidente: la diferencia en la edad media de mujeres y hombres es de cinco años.

Si tenemos en cuenta la distribución de la población latinoamericana residente por grandes grupos de edad y sexo, tal y como se refleja en el cuadro 11, veremos que el peso de la población dependiente (niños menores de 15 años y personas mayores de 65) es realmente bajo, la mayoría de los residentes se encuentra en edades activas. Esta estructura por edades contrasta vivamente con la de otros colectivos, como el africano o el europeo. Las posibles explicaciones residen en el hecho de que la migración latinoamericana es primordialmente económica (con respecto a la de los ciudadanos europeos) y además es relativamente reciente para colectivos tan numerosos como el de los originarios de Ecuador, por ello la reagrupación familiar del hogar transnacional no es todavía una realidad numéricamente considerable y el asentamiento no es aún lo suficientemente duradero como para que el aporte demográfico en términos de fecundidad sea realizable. Es previsible, por lo tanto, que el número de personas menores de 15 años del colectivo de residentes latinoamericanos aumente en los próximos años.

De hecho, tal y como podemos ver en el cuadro 11, en el que se recoge la evolución en términos absolutos y porcentuales del alumnado extranjero matriculado en enseñanzas no universitarias en España con base en los datos proporcionados por el Ministerio de Educación y Ciencia, a partir del curso escolar 2001-2002, el crecimiento del alumnado latinoamericano es incontestable, desbancando en lo que a porcentajes se refiere al colectivo tradicionalmente predominante: el de europeos comunitarios.

 

Inmigración latinoamericana y mercado de trabajo: sobre puertas, nichos y estratificaciones

El mercado laboral español ejerce una triple segregación en lo que a condiciones de trabajo (salario, estabilidad en el empleo, duración de la jornada laboral, capacidad de negociación y sindicación por parte de los trabajadores), sectores de ocupación y situación en el empleo (legalidad o ilegalidad) se refiere. Proponemos el siguiente esquema de la interrelación de las distintas variables en el proceso de segregación del mercado laboral español.

Existiría una estratificación transversal primaria en función de la variable género. Es transversal porque está presente en todos los factores que competen al mundo laboral y es primaria porque no afecta exclusivamente al colectivo inmigrante (aunque en este, la discriminación de mujeres inmigrantes en el mercado laboral se vea afectada por otras variables) (Parella, 2004), sino que es también determinante en el autóctono. Así, es un hecho comprobado que las mujeres, independientemente de su edad y cualificación, son mayoritarias en el mercado informal y que, además, cuentan con peores condiciones de trabajo (incluso ocupando el mismo puesto que los hombres).

Una primera segregación opera ya entre autóctonos e inmigrantes, creando por descarte de los autóctonos unos nichos laborales para los inmigrantes reducidos a ciertos sectores de la ocupación, como la agricultura, la construcción o los servicios personales, en los que las condiciones de trabajo son precarias para los extranjeros: inestabilidad o temporalidad en el empleo, bajos salarios, etcétera.

Se establece una segunda estratificación dentro del colectivo inmigrante que parte de una desigualdad jurídica, y no es otra que el régimen de residencia en el que se ubican unos y otros colectivos migrantes. La legislación española posee dos categorías de permisos de residencia. En primer lugar está el Régimen Comunitario, al que pueden acogerse todos aquellos ciudadanos procedentes de países miembros de la Unión Europea (UE) junto con aquellos que, aun procediendo de países comunitarios, tienen algún vínculo de parentesco con un ciudadano español (a junio de 2004, 21 por ciento de los latinoamericanos con residencia legal en España estaban acogidos al Régimen Comunitario).

El privilegio de figurar como residente dentro del Régimen Comunitario estriba en que no se necesita permiso de trabajo para realizar una actividad laboral, eliminando uno de los trámites más costosos en esfuerzos para los inmigrantes de terceros países y que, en muchas ocasiones, condena a los inmigrantes a la economía sumergida. Por su parte, el Régimen General es aquél al que se acogen todos los inmigrantes nacionales de países no comunitarios (por el que acceden la mayoría de los migrantes económicos), que requiere, para poder ejercer una actividad laboral, la expedición de un permiso de trabajo o bien, la posesión de un permiso combinado residencia más trabajo.

Los inmigrantes cuyo permiso de residencia esté acogido al Régimen Comunitario tendrán más posibilidades de encontrar un empleo en el sector formal de la economía, lo que también abre la puerta a negociar mejores condiciones laborales y a huir, en cierta medida, del estigma de la etiqueta de "inmigrante", que en el estereotipo de la opinión pública no suele atribuirse a los extranjeros comunitarios.

Por último expondremos la llamada etnoestratificación, que opera, en un primer momento, mediante la atribuición de ciertos sectores de ocupación a colectivos nacionales concretos, pero que a la larga acaba estableciendo de manera prácticamente inmutable una trayectoria de movilidad social, así como unos itinerarios laborales prefijados a través del mecanismo de la rotación de colectivos nacionales en función de la antigüedad de su llegada y asentamiento en España.

El ejemplo más elocuente de cómo la etnoestratificación prefigura las trayectorias de movilidad laboral de los inmigrantes es en el sector del servicio doméstico (tanto empleados del hogar, como en el cuidado de población dependiente —ancianos y niños). Según el estudio llevado a cabo por el Colectivo IOÉ, sobre la integración laboral de las mujeres inmigrantes no comunitarias, cuyos resultados aparecen recogidos en el artículo "Situación laboral de las mujeres inmigrantes no comunitarias" (Colectivo IOÉ, 2003), el servicio doméstico ejerce en los itinerarios laborales de las mujeres inmigrantes la función de puerta de entrada al mercado laboral, recogiendo a trabajadoras procedentes de países de reciente llegada a España y que están dispuestas a aceptar una mayor "flexibilidad" en sus condiciones de empleo. En cuanto las mujeres migrantes vayan adquiriendo tiempo de residencia en España, irán apostando por otros puestos de trabajo en otros sectores ocupacionales, como la hostelería y, en un grado superior de movilidad laboral, como autónomas. Esta movilidad laboral sólo puede ser posible si se introduce el mecanismo de rotación, que implica la sustitución de una nacionalidad por otra en las trabajadoras del servicio doméstico. Así, donde anteriomente se ocupaban muchas inmigrantes filipinas están trabajando ahora las latinoamericanas (ecuatorianas y colombianas, principalmente).

El sector de la agricultura también ejerce esta función de puerta de entrada, y en él se han llevado a cabo fundamentalmente dos procesos de rotación: el desplazamiento de los marroquíes por ecuatorianos en el campo de Murcia y el desplazamiento de los marroquíes por trabajadoras polacas y rumanas en la recogida de la fresa en Huelva.

En palabras de Lorenzo Cachón,

en determinados sectores/comarcas las políticas empresariales de gestión de la mano de obra reubican a los trabajadores según su origen étnico/nacional y se producen desplazamientos de unos colectivos por otros respondiendo a una atribuida mayor flexibilidad que puede esconder un rechazo a lo "más diferente" y una posición de abuso y explotación sobre el más débil recién llegado (Cachón, 2003).

En cuanto a las fuentes de datos estadísticos con las que contamos para el análisis del mercado laboral de la inmigración en España, estas son básicamente dos: la estadística de Permisos de Trabajo a Extranjeros, en la que se incluyen sólo aquellos residentes dentro del Régimen General, y la estadística de Altas Laborales a la Seguridad Social, en la que se incluye a todos los extranjeros con trabajo legal en España, sean del Régimen Comunitario o General. La ventaja de la primera de estas fuentes es que contamos con una serie de mayor alcance temporal, mientras que sólo se han publicado estadísticas de Altas Laborales a la Seguridad Social en España a partir del año 1999.

Con todas las precauciones metodológicas expuestas en relación con las principales fuentes de datos sobre el trabajo de los inmigrantes en España, pasaremos a exponer estos datos respecto a la población latinoamericana.

En el año 2002 teníamos un total de 150 600 latinoamericanos con permiso de trabajo en España. Si tenemos en cuenta que había 254 031 latinoamericanos en edad activa (16-64 años) con permiso de residencia dentro del Régimen General, podemos calcular la tasa de actividad laboral de los inmigrantes latinoamericanos en España: ésta es de 59.28 por ciento. En lo que falta para llegar a 100 por ciento se encuentran los desempleados, pero también aquellos que trabajan en la economía sumergida que, al tenor de las cifras, habría un porcentaje ciertamente muy elevado de latinoamericanos en la irregularidad en cuanto al trabajo.

Si tenemos en consideración la evolución en términos absolutos y relativos de los permisos de trabajo a extranjeros, lo que sale a luz es que ha habido una inversión en las áreas geográficas que se llevan 50 por ciento de los permisos de trabajo a extranjeros en España. A comienzos del periodo considerado (1992-2002), el colectivo africano suponía 50 por ciento de los permisos de trabajo a extranjeros en España, mientras que en el año 2002 ese 50 por ciento de representación se lo llevan los latinoamericanos. Esta inversión tiene mucho que ver con los procesos de etnoestratificación y de rotación de la mano de obra migrante expuestos anteriormente, pero también con la visibilización de los trabajadores latinoamericanos tras los últimos procesos de regularización de inmigrantes llevados a cabo en los años 2000 y 2001 (cuadro 13).

cuadro 12

El stock de trabajadores extranjeros en alta en la Seguridad Social ofrece una cifra de trabajadores latinoamericanos algo mayor, de 302 341 en el año 2002, y de 343 448 según los últimos datos disponibles con fecha 14 de enero de 2004.

La diferencia con el número que nos proporcionaba la estadística de Permisos de Trabajo es debida, principalmente, a los trabajadores latinoamericanos cuyo permiso de residencia está adscrito al Régimen Comunitario. En estas estadísticas, el predominio de los trabajadores latinoamericanos se ve atemperado por el importante peso de los trabajadores de la UE, así como también de los africanos.

En líneas generales, los hombres dominan el panorama estadístico de los trabajadores en alta laboral en la Seguridad Social, para todas las áreas geográficas consideradas (el caso de mayor masculinización de trabajadores extranjeros es el marroquí, donde tan solo 15 por ciento de las altas laborales son de mujeres). Es precisamente el conjunto de trabajadores de América Latina el que muestra un mayor equilibrio entre los sexos, próximo a 50 por ciento de altas laborales por parte de mujeres, siendo marcadas las diferencias por nacionalidad (que se corresponden en buena medida con el grado de feminización o masculinización del stock de residentes de cada colectivo nacional). Tal y como planteábamos en el esquema de arriba, la irregularidad en el trabajo es también una cuestión de género.

En cuanto a los principales sectores de ocupación en los que se emplean los inmigrantes latinoamericanos, y, ante la escasez de datos estadísticos, hemos de decir que los estudios cualitativos realizados sobre esta temática nos indican que éstos son fundamentalmente: el sector servicios, la agricultura y la construcción (Carrasco, 2001), en ese orden. El colectivo latinoamericano, junto con el de europeos del Este, ha sido el protagonista de la rotación promovida por la etnoestratificación, ocupándose en aquellos sectores que actúan como puertas de entrada y punto de partida de los itinerarios de movilidad laboral de los inmigrantes.

 

Conclusiones

Tal y como hemos ido viendo en el discurrir de este artículo, la latinoamericanización de la inmigración en España es un fenómeno de primera magnitud que, además, dado lo reciente de su suceso, se escapa en ocasiones a análisis más profundas de lo que supone en términos de política migratoria, mercado laboral y políticas públicas y de integración.

Los inmigrantes latinoamericanos son ya el colectivo más importante numérica y porcentualmente en el conjunto de los residentes extranjeros en España. Entre otros factores, las decisiones políticas en materia de inmigración (principalmente regularizaciones y convenios bilaterales) así lo han preferido.

Ha habido también una diversificación en los orígenes nacionales de los inmigrantes latinoamericanos, que no ha impedido, sin embargo, el predominio actual de los residentes ecuatorianos. Las cifras que manejamos de permisos de residencia del año 2004 parecen apuntar a que el crecimiento en los años venideros no se alejará del área andina, gracias a un importante aumento del colectivo boliviano.

La representación femenina en el stock de residentes se ha ido atenuando con el paso de los años, llegando en la actualidad a un práctico equilibrio entre ambos sexos, que fue conseguido principalmente vía reagrupación familiar.

Es también una migración muy joven, dado que para muchos colectivos nacionales (como el de los ecuatorianos) la recencia en la llegada aún no ha permitido la reagrupación de los hijos, ni tampoco la perspectiva de fecundidad en el país de destino. El aumento en las cifras de residentes menores de 15 años será mayor en fechas próximas, hasta llegar a equipararse con otros colectivos que llevan más tiempo de residencia en España.

Su participación en el mercado laboral es privilegiada numéricamente, pues los latinoamericanos representan la mitad de los permisos de trabajo y un tercio de las altas laborales a la Seguridad Social, sin embargo, su situación laboral es precaria y circula en numerosas ocasiones por los subterráneos de la economía sumergida, algo que se agrava en el caso de las mujeres inmigrantes latinoamericanas.

Por otra parte, ejercen un rol clave en los procesos de etnoestratificación de la mano de obra inmigrante, siendo el colectivo que ocupa los puestos de trabajo en la puerta de entrada laboral (servicio doméstico y agricultura), facilitando de esta manera la rotación y la movilidad laboral ascendente de otros colectivos nacionales con mayor antigüedad de residencia en el país. Es posible que, a medida que vayan ganando años de experiencia y de residencia, sean ellos los que efectúen una trayectoria de movilidad laboral, dejando el nicho de entrada vacío para que otros lo ocupen.

Entre España y Latinoamérica se ha producido un feedback migratorio con cambio de roles a lo largo del siglo XX. A comienzos del mismo eran los españoles los que a través de grandes oleadas migratorias transoceánicas se fueron asentando en los países iberoamericanos y muchos de ellos han permanecido en esos territorios. Todavía hoy tenemos una deuda académica que no nos permite conocer esas realidades más allá de la pura aproximación estadística.

El tiempo ha pasado y se han invertido los papeles de sociedad emisora y receptora, nuestro bagaje como sociedades debe realizar una apuesta por la integración social de la población extranjera no sólo con base en criterios de proximidad cultural, sino de igualdad social tanto a nivel nacional como internacional, pues la única alternativa para construir una sociedad global cohesionada es la apuesta decidida por el bienestar económico y social.

 

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Notas

1 Así, la regularización del año 2000 concedió 137 454 permisos de residencia a inmigrantes, mientras que la documentación por arraigo llevada a cabo en el año 2001 supuso la regularidad residencial para 216 352 personas; sumando un total para los dos procesos de 353 806; lo que supone aproximadamente 50 por ciento del crecimiento numérico que tuvo lugar entre los años 2000 y 2002.

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