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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.10 no.40 Toluca Abr./Jun. 2004

 

Retos teóricos de la Demografía en la sociedad contemporánea

 

Theoretic challenges of demography in the contemporary society

 

Alejandro I. Canales

 

Universidad de Guadalajara.

 

Resumen

Desde Malthus, la pregunta por la población se sustentó en la relación población-desarrollo. Tanto el origen de la pregunta como las diferentes respuestas que se elaboraron surgieron de la matriz discursiva de la modernidad. En el marco de la crisis de los metarrelatos de la modernidad, el desafío de la demografía no se refiere tanto a la reinversión de teorías que den nuevas respuestas a viejas preguntas, como al cuestionamiento de la pregunta que dio origen al tema demográfico en el seno de la sociedad moderna. En este sentido, la tesis que se sostiene en este artículo es que el discurso demográfico en la sociedad posmoderna debe surgir de la crítica del concepto de población prevaleciente en el discurso de la modernidad.

Palabras clave: demografía, discurso de la posmodernidad, teoría de la población.

 

Abstract

Since Malthus, the principle of population was sustained on the relatinshippopulation development. Both, the origin of this question and the different answers provided emerged from the discursive array of modernity. In the frame of the meta-discourses of modernity, the challenge of demography does not refer as much to reinvestment of theories, giving new answers to old questions, as to the questioning of the principle that gave origin to the demographic topic in the centre of modern society. In this sense, the thesis supported in this article is that the demographic discourse in post-modern society ahould arise from criticism of the prevalent population's concept in the discourse of modernity.

Key words: demography, question of the post-modernity, population theory.

 

Introducción

En décadas recientes mucho se ha hablado de la crisis de las ciencias sociales en el marco de la crisis de los metarrelatos que sustentaban el discurso de la modernidad. La demografía no está exenta de estos cuestionamientos. Sin embargo, pocos han sido los autores que se han dedicado a reflexionar sobre los retos teóricos y desafíos epistémicos que esta crisis de la modernidad pudiera implicar para la demografía. En este artículo presentamos una serie de argumentos y reflexiones teóricas que pueden contribuir a avanzar en esta tarea. Se trata de una reflexión que intenta, además, retomar el espíritu del pensamiento crítico en América Latina, el cual desde siempre ha impregnado el pensamiento demográfico en la región.

Desde Malthus, la construcción de la pregunta por la población se sustentó en la relación población-desarrollo. Tanto el origen de la pregunta como las diferentes repuestas que se elaboraron surgieron de la matriz discursiva de la modernidad. La tesis que aquí se sostiene, sin embargo, es que en el marco de la actual crisis de los metarrelatos de la modernidad, el desafío para la demografía no es sólo teórico, sino también epistemológico. No se trata sólo de reformulaciones teóricas o metodológicas, sino además de un reposicionamiento de la disciplina, de nuevas formas de mirar y comprender los fenómenos demográficos. Se trata, en definitiva, de un cambio radical en la pregunta original que dio origen al pensamiento demográfico.

En otras palabras, el desafío no se refiere tanto a la reinvención de teorías que den nuevas respuestas a viejas preguntas, como al cuestionamiento de la pregunta que dio origen a una cuestión demográfica en el seno de la sociedad moderna. Desde esta perspectiva crítica de la demografía podemos transformar y reformular no sólo los marcos conceptuales que se han construido en la sociedad moderna, sino además replantear las bases de sustentación del discurso moderno de la población. En este marco señalamos la necesidad de revisar los significados y alcances de la categoría "población", tanto en términos de sus usos teóricos como sociales y políticos.

Esta visión crítica nos permitirá abrir el pensamiento demográfico hacia nuevos horizontes de entendimiento de la relación población-desarrollo con base en al menos dos ejes analíticos. Por un lado, las nuevas problemáticas demográficas y poblacionales que pueden asociarse y configurarse (construirse) en el proceso de globalización, y por otro lado, y desde un nivel más abstracto, respecto a los usos y alcances de la categoría "población" en una sociedad global.

No es nuestra intención resolver aquí estas interrogantes, sino presentar con cierto ánimo de provocación una serie de argumentos que nos permitan orientar el análisis de la población en el marco de la globalización.

Considerando lo anterior, hemos estructurado este artículo en tres grandes secciones, además de esta introducción y las conclusiones. En la primera, intentamos ubicar esta reflexión demográfica en el marco de una perspectiva crítica de la modernidad. En la segunda sección señalamos algunos desafíos que esta tesis implica, especialmente en términos de la crítica del concepto de población prevaleciente en el discurso de la modernidad. En la tercera sección nos centramos en la necesaria interdisciplinariedad de los estudios de población en el marco de una demografía de la desigualdad. Finalmente, en las conclusiones presentamos una síntesis con nuestro argumento en pro de una demografía de la desigualdad.

 

El discurso demográfico en la "sociedad posmoderna"

Desde la segunda mitad de la década de 1980, las ciencias sociales en América Latina óla demografía entre ellasó atraviesan por una profunda crisis de identidad. Esta crisis está directamente vinculada con dos fenómenos distintos pero complementarios. Por un lado, el creciente desencanto respecto a los grandes paradigmas teóricos que prevalecieron en el debate académico y político hasta fines de la década de 1970. Por otro, las grandes transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas del fin de siglo, que plantean la transición de una sociedad industrial a una sociedad informacional (Kumar, 1995; Castells, 1998). Esto es especialmente válido en el contexto latinoamericano, en donde el proyecto de industrialización y modernización nació trunco y desarticulado (Mires, 1993).

Sobre este proceso de cambios sociales y paradigmáticos se ha desarrollado un amplio e inacabado debate. Sin embargo, hay un punto en el que diversos autores parecen coincidir. Me refiero al hecho de que con el fin de siglo se inauguraría una nueva era, en la que un determinado modo de entender y pensar el mundo está siendo cuestionado y sustituido por otro (Ianni, 1996). En este sentido, diversos conceptos y teorías se han usado para referirse a esta necesidad de repensar el mundo como un todo. En particular, dos categorías tienden a destacar en el debate social contemporáneo. Por un lado, la noción de que estaríamos entrando en una era posmoderna, esto es, posterior a la era de la modernidad. Por otro, la idea de pensar los procesos en términos globales, esto es, con base en la globalización de la sociedad contemporánea, misma que no se circunscribe únicamente a lo económico, sino que abarca todas las dimensiones de la vida actual.

Ambas categorías -"posmodernidad" y "globalización"- aluden a dos dimensiones del debate contemporáneo, mediante las cuales se intenta comprender las recientes transformaciones en la sociedad mundial. Más allá de lo acertado o no de los términos en sí, el sello característico de ambas categorías es que coinciden en señalar que en el fondo estamos viviendo una era de cambios, de emergencia de nuevos horizontes históricos, que dejan al descubierto las deficiencias y limitaciones de las ciencias sociales en términos de su compromiso con una cosmovisión muy particular y que se ha dado en llamar modernidad (Wallerstein, 1998). En este marco, las ciencias sociales han de ser radicalmente reformuladas, no sólo en términos de sus principios teóricos, sino también metodológicos y epistemológicos.

Así, por ejemplo, a partir de una reflexión sobre el proceso de globalización, Ianni (1996) plantea que el uso de esta categoría exige pensar en aperturas epistemológicas, en particular en cuanto a las dimensiones espacio-tiempo que están subyacentes en los principales conceptos y marcos teórico-metodológicos de las ciencias sociales. Se trata de repensar las ciencias sociales y la sociedad en función de los cambios en la configuración y organización de los espacios y tiempos sociales a partir de los procesos de globalización. Pensar los fenómenos sociales en términos globales implica y exige una revisión de las categorías de espacio y tiempo con las que se ha pensado hasta ahora la sociedad y su movimiento.

Al respecto, Beck (1998) señala que la sociedad moderna no tiene formas de pensarse a sí misma en términos de su globalización, pues las categorías y conceptos usados para su entendimiento están empapados de un nacionalismo metodológico, por medio del cual los contornos espaciales de la sociedad tienden a coincidir con los contornos territoriales de los estados nacionales. En este marco tiene sentido preguntarse cómo analizar procesos globales con categorías de análisis construidas desde otras dimensiones espacio-temporales. Tal vez sea por ello que, en esta era global, la comprensión del movimiento de la sociedad y la población se hace más con referencia a metáforas y otras figuras literarias, y no tanto mediante conceptos teóricos y categorías analíticas (Ianni, 11996).

Asimismo, la crítica posmoderna plantea también la necesidad de repensar los esquemas epistemológicos que hemos usado para comprender las sociedades contemporáneas, en términos de la historicidad de las principales categorías que dan cuenta de la modernidad. Como señala Mires (2001), la posmodernidad es una posición crítica respecto a la modernidad, que exige volver a pensarla desde sus propias raíces y orígenes. El pensamiento posmoderno se funda sobre la desarticulación de conceptos, ideas y cosmovisiones que en un momento estuvieron asociados y que dieron origen a un modo de pensar, percibir y actuar. En particular, el enfoque posmoderno se funda en un ejercicio de crítica metodológica y exigencia epistemológica en torno a las perspectivas de entendimiento de la propia modernidad (Heller, 1991).

La posmodernidad es una modernidad reflexiva, pues a diferencia de la primera modernidad, se funda sobre el cuestionamiento de sí misma (Beck, 1994). En este sentido, la posmodernidad no es una negación de la modernidad, sino su continuación bajo otras formas, en donde el prefijopos(t) es una alusión a otra modernidad, que ha convertido al periodo precedente en algo tradicional.

A lo anterior cabe agregar una tercera consideración. En América Latina las ciencias sociales siempre han experimentado una tensión básica. Me refiero al origen eurocentrista de las categorías, conceptos, teorías y metodologías que utilizamos para el análisis y entendimiento de nuestra sociedad (Quijano, 1998). No se trata de negar el aporte de las teorías sociológicas sólo porque ellas fueron pensadas desde y para Europa y Norteamérica. La tensión es algo más compleja y tiene que ver con la negación que desde el discurso de la modernidad se hizo de nuestra singularidad histórica y social, al homologarnos acríticamente como partes de la sociedad occidental.

En este sentido, cómo no criticar la modernidad si nuestra modernización ha sido no sólo discontinua (Giddens, 1990) o incompleta (Habermas, 1985), sino además subordinada e híbrida. Cómo no cuestionar las teorías sociales de la modernidad, si cotidianamente la realidad latinoamericana se ha vuelto inaprehensible para sus categorías analíticas. Sin duda, el discurso posmoderno ha ayudado a develar este eurocentrismo al poner en cuestionamiento los fundamentos de la modernización. Sin embargo, el enfoque poscolonial representa una crítica aún más radical, pues no sólo implica un cuestionamiento a la modernidad, también permite elaborar una importante crítica al mismo enfoque de la posmodernidad.

En efecto, el discurso posmoderno es eurocentrista, pues asume la crisis de la modernidad liberal-occidental como si ésta fuese universal. Desde una perspectiva poscolonial, en cambio, la crisis de los metarrelatos, de los sujetos, de las leyes y de la filosofía de la historia no es necesariamente la crisis de toda historia, sino sólo la de Occidente. Por lo mismo es posible reorientar la crítica posmoderna si la abrimos a otras lecturas, a otros textos, a otros sujetos y a otras historias que no tenían cabida en el proyecto occidental universalizante, pero que ofrecen marcos de referencia adecuados para transgredir los límites coloniales de los saberes modernos (Lander, 1998).

Ahora bien, la demografía y los estudios de población parecen estar ausentes de este debate. Salvo honrosas excepciones, no parece haber una reflexión que retome esta crisis de las ciencias sociales a la luz de la investigación demográfica. Si bien en los últimos lustros ha habido una importante apertura a nuevos campos de problematización en la investigación sociodemográfica, aquélla no ha ido acompañada de una reflexión en torno a un metadiscurso que integre esos nuevos campos y les dé un sentido que vaya más allá de sus significados parciales. Así, por ejemplo, destacan los aportes que desde un enfoque antropológico y de metodologías de corte cualitativo se han hecho en distintas áreas de la investigación demográfica1 (la salud reproductiva y la sexualidad, el trabajo femenino, la migración y las comunidades transnacionales, entre otras). Sin duda, se ha avanzado en la definición de estas problemáticas, a la vez que han permitido sintonizar su reflexión demográfica con diversos aspectos del debate contemporáneo en las ciencias sociales.

Sin embargo, estos aportes no dejan de ser parciales, en términos de que sólo involucran temáticas específicas de la investigación demográfica, sin dar el salto hacia una reflexión en torno al estado y sentido de la investigación demográfica como un todo, desde una perspectiva global. Por ejemplo, los pocos intentos de recoger el debate posmoderno han sido parciales y en pocos casos obedecen más bien a una moda académica que a una reflexión profunda de los alcances del debate posmoderno en la investigación demográfica. Algo similar sucede con la temática de la globalización en los estudios de población. En otras palabras, hace falta un ejercicio de repensar ("impensar", diría Wallerstein, 1991) el discurso demográfico a la luz de los nuevos elementos que surgen del debate contemporáneo en las ciencias sociales.

En lustros recientes hemos visto una amplia proliferación de programas y líneas de investigación y docencia en materia de población, sin que paralelamente se haya desarrollado una articulación e integración de estos programas en torno a una reflexión sobre el sentido que hoy tendría un discurso demográfico en América Latina. Esto es, ha habido una amplia diversificación de temáticas o campos de investigación en demografía -con sus desarrollos conceptuales y metodológicos propios-, que contribuyen a definir y delimitar nuevos objetos de estudio en la demografía. Sin embargo, esta apertura a nuevos campos de problematización no ha ido acompañada de una reflexión que los articule en un metadiscurso demográfico que les dé un sentido más amplio que sus significados parciales. Esa diversificación temática redunda más bien en una atomización y desarticulación de la investigación demográfica, sin que puedan aún definirse los campos o parámetros sobre los cuales configurar el problema demográfico ni el discurso de la demografía para el presente siglo.

En este sentido, la crisis actual de la demografía se expresa en dos formas. Por un lado, en el estancamiento del discurso demográfico, en términos de que la problemática en torno a la cual se constituye ha sido superada tanto por la dinámica de la población como por la crítica a la noción de modernidad que le daba sentido y significado a dicha formulación del problema demográfico (Canales, 2001a). Y por otro lado, en el desfase que se da entre dicho discurso demográfico y la actual práctica de investigación definida con base en una apertura a nuevas temáticas y campos de configuración de la problemática de la población.

La superación de estos desfases y estancamientos pasa necesariamente por la configuración de un nuevo discurso demográfico que dé sentido a la práctica de investigación y a la apertura de los estudios de población hacia nuevos horizontes de investigación y problematización. En este sentido señalamos que este nuevo discurso habrá de sustentarse en una ruptura con los esquemas teórico-metodológicos que desde la década de 1970 han predominado en la investigación demográfica, y con base en los cuales se configuró el discurso demográfico en América Latina.

En efecto, los desafíos teóricos y metodológicos de la era actual exigen despejar apropiadamente los límites y bloqueos del pensamiento demográfico tradicional. En realidad, la práctica actual de no pocos demógrafos y estudiosos de la población en América Latina ha superado en cierta forma este discurso tradicional de la demografía, haciendo a un lado conceptos, enfoques y posturas intelectuales en franca decadencia.

En este sentido se han hecho ajustes de cuenta con nuestro pasado. Sin embargo, aún falta consolidar esta distancia crítica con respecto al quehacer demográfico que hasta ayer fue hegemónico. Este distanciamiento nos provee un posicionamiento epistémico que nos podría acercar a las claves de entendimiento de nuestro tiempo, a los insumos teóricos y metodológicos indispensables para pensar nuestra era (Lanz, 1998).

En América Latina, el sentido de las ciencias sociales ha sido desde siempre el entendimiento del cambio social. Fieles a esta tradición, el desafío es la reinserción de la investigación demográfica en el seno de las transformaciones de la sociedad latinoamericana contemporánea. Si algún sentido tuviese la demografía que viene, éste no es otro que hacerse cargo de la y las poblaciones en la sociedad que actualmente se construye. Por lo mismo, las nuevas claves de la demografía han de surgir de la reflexión y revisión crítica de los procesos de cambio social y demográfico que actualmente se manifiestan en nuestras sociedades.

En este sentido, la demografía que viene está enfrentada a una serie de tensiones no sólo teóricas y metodológicas, sino también epistémicas, toda vez que está en cuestionamiento el sentido mismo de la demografía, esto es, su posicionamiento respecto al cambio y dinámica de la sociedad contemporánea. Por un lado, el cambio en la dinámica demográfica plantea la obsolescencia de muchas de las preocupaciones que orientaron el quehacer del demógrafo. Por otro lado, el advenimiento de la sociedad informacional (global y postindustrial), plantea un nuevo horizonte de significación de lo demográfico, de su trascendencia, de sus alcances (Canales, 2001b).

Asimismo, la demografía que viene en América Latina debe ser capaz de enfrentar los retos que señala el enfoque poscolonial. En particular, desde esta perspectiva cabe cuestionar los fundamentos eurocéntricos sobre los que se habría configurado la cuestión demográfica en América Latina. No sólo la formulación del problema demográfico, sino también las claves sociales para su entendimiento fueron tomadas del discurso demográfico de la sociedad europea occidental, sin considerar el hecho de que nuestra realidad configura una singularidad demográficamente hablando. De esta forma, en el discurso demográfico predominante en América Latina diversas problemáticas propias de nuestras poblaciones fueron simplemente ignoradas. Sin embargo, es a partir de estos silencios, y de cara a la crisis de la modernidad, que podemos situarnos para repensar la cuestión poblacional y reconstruir un discurso demográfico para y desde América Latina.

Sin duda, el silencio más doloroso recayó sobre la población indígena, pero no es el único, a ellos hay que agregar el silencio que por muchas décadas cayó sobre las mujeres, los adultos mayores, los homosexuales, entre otros grupos sociodemográficos. Lo relevante en todo caso es que no pocos investigadores apuntan su quehacer a estas nuevas temáticas y preocupaciones demográficas. No obstante, no siempre se plantea esta apertura en términos de la necesidad de un reposicionamiento de la demografía y los estudios de población en la sociedad latinoamericana contemporánea. En muchas ocasiones, además, esta apertura temática se da en ausencia de una apertura conceptual y metodológica, lo cual reduce sus alcances a la mera descripción de las formas que asume la dinámica demográfica en la sociedad actual. Hemos sido capaces de pensar en nuevos problemas de la población, pero sin superar los límites que imponen las viejas claves de entendimiento de la demografía en América Latina.

También hemos sido capaces de recuperar gran parte del debate sociológico prevaleciente en la sociedad posmoderna, de su globalización y del advenimiento de la era de la información (tal es el caso de los estudios sobre sexualidad y género, entre otros). Sin embargo, continúan siendo recuperaciones parciales, sin avanzar en la construcción de un nuevo discurso demográfico. El arsenal conceptual se ha tomado prestado de otras disciplinas de las ciencias sociales, pero sin que ello redunde en una revisión de los marcos conceptuales de la misma demografía . Por lo mismo, el sentido y trascendencia de dichas investigaciones se restringe a sus ámbitos particulares, cuando no a sí mismas, sin que se reflejen en una posición crítica a la demografía tradicional, ni a sus marcos de comprensión y entendimiento de la población latinoamericana en la era actual. En particular, el concepto de población, así como los marcos desde los cuales es problematizada, no es ni criticado ni mucho menos revisado a la luz de estos cambios en las formas de pensar la modernidad y sus crisis. Esto resulta importante señalarlo, pues nos indica las limitaciones del pensamiento demográfico contemporáneo.

La demografía, al igual que las demás ciencias sociales en América Latina, está sometida a una serie de desafíos que tensan su quehacer, su práctica, su manera de pensar y reconstruir su particular objeto de estudio. Estos desafíos surgen de las contradicciones y tensiones teóricas, metodológicas y epistémicas que atraviesan el quehacer y reflexión del demógrafo, y que exigen repensar el sentido de la investigación demográfica actual de cara a las transformaciones de la sociedad contemporánea. Se trata de las tensiones que surgen de la ya tradicional pregunta del "para qué" hacer investigación demográfica actualmente. O mejor dicho, desde dónde se habla de la población, desde dónde se piensa y problematiza lo demográfico, cuáles son los horizontes que dan sentido y legitimidad al quehacer del demógrafo.

En la sociedad moderna, el sentido de la pregunta por la población venía dado por el sentido mismo de la modernización. Asimismo, la dinámica demográfica parecía indicar el tipo de cuestiones que resultaban relevantes y trascendentes en la sociedad moderna. De esta forma, las ideas de progreso social y la centralidad de la razón en la ideología liberal, el proceso de secularización de las prácticas sociales, entre otros aspectos, subyacen en todo el pensamiento demográfico de la primera modernidad. No resulta extraño que la transición demográfica terminó siendo el marco de referencia por excelencia para el entendimiento de la población en el discurso de la modernidad (Canales, 2001a). En efecto, más allá de las críticas que recibió en términos de sus alcances teóricos y metodológicos, lo cierto es que este esquema de análisis e interpretación de la dinámica de la población llenó de sentido a la práctica del demógrafo.2

Hoy en día, cuando la llamada transición demográfica parece estar llegando a su fin (Teitelbaum y Winter, 1985), que parece coincidir con el fin de la modernidad clásica y el advenimiento de una sociedad posmoderna, cabe preguntarse desde dónde podemos reconstruir el sentido de la demografía. Si el sentido y trascendencia de la investigación demográfica venía dada por los metadiscursos de la población y la modernización, cuáles serán los marcos de legitimación del quehacer demográfico en esta era posmoderna que cuestiona, precisamente, el sentido mismo de la modernidad. No cabe duda que en los tiempos actuales ha de replantearse la posición del demógrafo (y demás científicos sociales), de cara a las nuevas claves de autoentendimiento y reflexividad que exige la sociedad posmoderna.

No es el momento de resolver estas cuestiones. Sin embargo, quisiéramos adelantar algunos comentarios en torno a un par de líneas de reflexión que, nos parece, pueden aportar a esta cuestión. Por un lado, la superación del concepto moderno de población. Y por otro lado, la apertura a la interdisciplina, tanto en términos teóricos como metodológicos y epistémicos.

 

Crítica del concepto de población en el discurso de la modernidad

En demografía, y las ciencias sociales en general, solemos asumir que la categoría "población" designa algo real y concreto. En realidad, cuando hacemos eso, somos presa de una ilusión metodológica que nos lleva a aceptar a una abstracción numérica como una representación de realidades empíricas y concretas.3 En el fondo, la "población" como tal no existe, es tan sólo una invención de la modernidad. Esta ilusión es resultado de la ideología poblacionista que predomina en el pensamiento liberal (Mattelart, 1974). La "población", en su sentido moderno, implica un proceso de abstracción, no de concreción. Como tal, se sustenta en un proceso mental mediante el cual establecemos la reducción de todos a la condición de sujetos indiferenciables, intercambiables y adicionables, desvinculándolos de los diversos campos de estructuración social e histórica que los convierten en sujetos sociales, y que hacen de cada individuo y de cada grupo social sujetos únicos y diferentes (Canales, 2003 y 2001a). En una palabra, la unidad que se representa por medio del número anula la diversidad de lo social e histórico, presente en cada grupo y cada individuo.

En la sociedad moderna, la ideología del liberalismo se sustenta, entre otros aspectos, en el principio de la igualdad de los hombres. De esta forma, el individuo configura en el pensamiento moderno una entidad unificadora que homogeniza y diluye las diferencias, constituyendo así la categoría de sujeto histórico por excelencia (Wallerstein, 1998). Este concepto de individuo libre e igual configura una categoría analítica de autopercepción que hace abstracción de los ropajes sociales que sustentaban la diferenciación y el reconocimiento de unos y otros por medio de la diferencia. Como individuo, su individualidad no surge de la oposición a "otros", sino de su oposición al agregado, a la población o a la ilusión estadística del promedio. El "otro" es reducido a una modalidad o expresión estadística de la población, del agregado. De esta forma, este proceso de abstracción deriva en la formulación del concepto moderno de población.

En efecto, este proceso de abstracción permite imaginar una categoría conceptual que al mismo tiempo que nombra a todos los individuos los enumera en un agregado que exige la abstracción de las diferencias y distinciones de clase, castas, género, etnias, y otras. Este es el papel y significado atribuido al concepto de población en los tiempos modernos. En este marco, la categoría "población" deja de ser usada para designar el acto de "poblar", siendo ahora usada para designar al conjunto de habitantes, a la suma de individuos de un lugar. Población designa pueblo y plebe, amos y esclavos, hombres y mujeres, monarca y súbditos, en fin, a unos y otros, y a todos por igual.

La adición de los individuos, en tanto población, se da con base en su previa reducción a entidades unitarias iguales e indiferenciadas. Con esto se cumple el anhelo de la ideología liberal: el individuo es la base de la sociedad, a la vez que se sientan las bases del pensamiento demográfico moderno: el individuo es la unidad de agregación de la cual deriva la población como totalidad, representada en el número, en su cantidad. En ambos casos, en el pensamiento liberal y en el demográfico, la unidad anula la diversidad: el individuo es desprovisto de sus ropajes sociales e históricos, en tanto éstos no hacen sino fundar la diferencia, la distinción, la diversidad, la otredad que se oculta tras el número.4

La categoría "población" deviene, así, en concepto político e ideológico (Le Bras, 2000). Los gobiernos ya no piensan en sujetos o clases, sino en algo más abstracto, la población que incluye a todos: sin exclusiones, pero también sin distinciones. La agregación de los individuos es posible, pues se basa en su reducción a entidades iguales e indiferenciadas. Con base en esta abstracción se construye una totalidad numérica, una referencia que nos incluye a todos como iguales e indiferenciados. En este marco, no es casual que la preocupación por la población se centre precisamente en el número, esto es, en lo abstracto de la cantidad, y no en lo concreto de la diversidad. La reproducción de la población (y su problematización) pierde también toda referencia social e histórica, y adquiere la forma de una categoría transcultural.

De esta forma, en el discurso de la modernidad, la categoría población se nos aparece como un total aritmético, producto de una red de agregaciones, nunca representando una totalidad concreta, producto de un sistema de articulaciones y mediaciones. Así, por ejemplo, la distinción demográfica hombre-mujer no se sustenta en una relación de género, de asimetrías de poder, configuración de roles y estatus diferenciados. Sólo se trata de la desagregación de un universo mayor en dos grupos poblacionales diferentes entre sí, pero homogéneos internamente. Es más, su distinción se da con base en una relación estrictamente aritmética de agregación o desagregación. Tan fácil como se descompone la población total en dos subpoblaciones, una masculina y una femenina, como que se vuelve a componer con la agregación de ambas subpoblaciones. En efecto, la población total se obtiene de la suma (agregación) de las poblaciones masculinas y femeninas, suma que se puede hacer sólo con base en la abstracción de la diferencia sexual. La única forma de obtener un total demográfico es a partir de su agregación aritmética, que, por lo mismo, exige la abstracción de sus diferencias.

Nuestra crítica a este concepto moderno de población se sustenta precisamente en la exigencia posmoderna de recuperar lo diverso y la diferencia que ha sido anulada y silenciada en el concepto de población subyacente en el discurso de la modernidad. El desarrollo de una perspectiva crítica de este tipo en demografía permitiría reposicionar a esta disciplina de cara a las nuevas claves de entendimiento de la sociedad contemporánea.

La exigencia, sin embargo, no es sólo de crítica, sino también de propuesta, en términos de la reformulación de un concepto de población con base en la inclusión de las diferencias, de lo diverso, de lo distinto, aspectos, todos ellos, que además son cotidianamente reivindicados en la sociedad posmoderna (García, 1999). En este sentido, el desafío es reconstruir la categoría "población" con base en la diversidad de textos teóricos e instrumentos metodológicos que actualmente disponemos. Sin negar el potencial heurístico que tiene la población como abstracción numérica, el desafío es no dejarse engañar por la ilusión que ella crea. Unidad y diversidad, o mejor dicho, diversidad en la unidad, esa es una de las contradicciones que atraviesan a la demografía desde una perspectiva posmoderna (Canales, 2001a).

En este sentido, reposicionar la demografía en el marco de una sociedad posmoderna, global e informacional exige, a nuestro entender, trascender el análisis demográfico tradicional de agregados poblacionales, para confluir en una reflexión sobre la configuración de sujetos demográficos propios y diferenciados. Si bien en la demografía tradicional se han elaborado diversas categorías para referirse a sujetos sociales concretos: indígenas, mujeres, migrantes, jóvenes, adultos mayores, entre otros, desde nuestra perspectiva se trata de algo diferente. De entrada, no se puede considerar estas categorías analíticas como meras desagregaciones de la población, sino más bien en términos de la configuración de sujetos sociodemográficos en espacios históricos y concretos. En cierta forma, el objeto de la demografía ha de ser la comprensión y análisis de las heterogeneidades e iniquidades sociales entre estos distintos sujetos demográficos.5 Asimismo, no se trata de atomizar el concepto de población, sino de volver a él, pero entendiéndolo no ya como un mero agregado de individuos iguales e indiferenciados, sino como la articulación de sujetos sociodemográficos, misma que no está exenta de tensiones, conflictos y contradicciones, que atraviesan cada una de dichas categorías sociodemográficas.

Al respecto, una revisión del surgimiento del discurso de la transición demográfica en el seno de la sociedad industrial nos puede ayudar para visualizar y entender los alcances y consecuencias de este discurso crítico de la demografía en la sociedad contemporánea.

El discurso de la transición demográfica se inició con esquemas descriptivos del cambio demográfico que pusieron el acento en la dinámica de sus componentes (natalidad y mortalidad). Sin embargo, en este discurso de la transición demográfica la población importaba como un todo abstracto y homogéneo, indiferenciado. Las distinciones provenían de ámbitos externos a la demografía: eran distinciones económicas, sociales, culturales, políticas, etc. La demografía que proponemos, en cambio, ha de centrar su atención en las estructuras de diferenciación demográficas de la población. En este sentido, no es ya la población como un todo, ni su dinámica, la preocupación central, sino las relaciones, la diferenciación y las desigualdades que se plasman en la estructura demográfica. La preocupación por los migrantes, las mujeres, los indígenas, los adultos mayores, entre otros, denota una preocupación por categorías demográficas concretas, que por lo mismo, exigen una construcción con base en procesos sociales históricamente determinados. Por el contrario, la preocupación por el crecimiento de la población, presente en el discurso de la transición demográfica, denota una preocupación por categorías abstractas que en ningún caso permiten referirse a sujetos históricos y concretos. Los componentes del crecimiento (natalidad y mortalidad) no denotan ni connotan una referencia social ni histórica, sólo demográfica, y en función de una abstracción mayor: la población como agregado de individuos (Canales, 2003 y 2001b).

A diferencia del discurso de la transición demográfica, las categorías de diferenciación en el discurso crítico de la demografía se han de internalizar como un componente sustantivo del nuevo régimen demográfico. En este sentido, el problema demográfico se traslada de la preocupación por la dinámica del crecimiento a la preocupación por las estructuras de diferenciación demográfica, mismas que son socialmente construidas. En este contexto, el desafío de este nuevo discurso demográfico es la reconstrucción de los sentidos y significados de una cuestión demográfica. Su especificidad se habrá de elaborar de un modo distinto, no a partir de la dinámica de los componentes del crecimiento demográfico, sino con base en estructuras sociales y demográficas de diferenciación social.

 

La interdisciplina en la demografía, exigencia epistemológica

Desde la crítica posmoderna se señala también el agotamiento y crisis de los enfoques y metodologías disciplinarias.

Tanto los desempeños socioprofesionales de todas las ciencias sociales como la pretendida autonomía de sus objetos y métodos han quedado rotos por el efecto implacable de la disolución de esos viejos núcleos disciplinarios (Lanz, 1998: 82).

Si vamos más allá de las prácticas meramente instrumentales (consultorías, asesorías y similares), queda claro que el quehacer científico actual no parte de definiciones identitarias ni de denominaciones de origen.

Tal pareciera que la crisis de paradigmas hubiese tenido un gran efecto liberador sobre el pensamiento social. En realidad, se trata de algo más que eso. Lo que en un principio se vio como una opción hoy en día podemos entender que se trata de una exigencia. El cambio de época que vivimos ha posibilitado el resquebrajamiento de la lógicas disciplinarias, tanto teóricas como metodológicas. Hoy en día, más importante que definir la disciplina de origen es definir la densidad del problema a investigar. Esto no por un mero purismo científico, sino porque cada vez es más evidente la complejidad del entramado social, el espesor sociocultural de nuestro tiempo.

En este sentido, Lanz (1998) señala dos posibles escenarios que pueden retomarse para el caso de la demografía en América Latina. Por un lado, la reproducción de los saberes académicos, orientada a consolidar las destrezas de cada profesión o disciplina con un claro predominio de perfiles sociotécnicos, que en no pocos casos se refugian en un rechazo a la reflexión teórica, en favor de prácticas de investigación concretas, empíricas y definidas puntualmente.6

Un escenario alternativo estaría caracterizado por

la transversalidad de un pensamiento... que se propone una reapropiación cognitiva de campos teóricos sustantivos, de categorías, estrategias de conocimiento, de teorizaciones provenientes de distintas tradiciones (Lanz, 1998: 81).

Esta transversalidad corresponde a una estrategia de investigación que se abre a otra racionalidad para pensar lo humano, que en cierta forma se ubica en los límites de una nueva episteme.

Puede señalarse que la demografía reclamó desde siempre el carácter interdisciplinario de su objeto de estudio. Sin embargo, esta vez se trata de algo más complejo. En nuestra época, la interdisciplina no surge de la articulación de disciplinas consolidadas, sino por el contrario, surge de la crisis identitaria de dichas disciplinas. Es porque no hay disciplinas consolidadas que hoy podemos no sólo plantear sino exigir una interdisciplinariedad en la práctica de la investigación y reflexión demográfica.

En este sentido, no sólo interdisciplina es la bandera del presente, sino también la indisciplina. Es decir, se trata también de una oposición a los intentos de redisciplinar la investigación demográfica (y social) en los marcos de escuelas, programas y liderazgos disciplinarios. Indisciplina, en términos de que en la actual época de cambio social, tal disciplinamiento de la investigación, sólo nos llevaría a reproducir visiones fragmentadas de la realidad social, cuando de lo que se trata es de conjuntar y articular distintas perspectivas de acercamiento y comprensión de la sociedad.

En particular, un pensamiento transdisciplinario nos permite reposicionar la demografía frente a la sociedad contemporánea. La investigación demográfica no se derivaría de formulaciones respecto a un objeto de estudio propio, sino que asume que los fenómenos demográficos están compuestos por múltiples dimensiones que aceptan lecturas desde diversos textos e instrumentos metodológicos (Canales, 2001a).

En este sentido es posible ahondar en lo señalado en el punto anterior. Cuando decíamos que la unidad de la población ahoga la diversidad de los sujetos nos referíamos precisamente a que no basta con la desagregación categorial si paralelamente no se recuperan las múltiples dimensiones de cada categoría sociodemográfica. Esto exige una transversalidad en términos de la densidad de relaciones que configuran cada categoría social y demográfica. La interdisciplina abre la posibilidad de esta transversalidad en términos de construir objetos específicos a partir de la confluencia y articulación de distintas perspectivas de análisis: de género, étnica, generacional, migratoria, familiar, económica, entre otras. Se trata, en definitiva, de pasar de un pensamiento lineal basado en categorías abstractas que posibilitan el tránsito de un nivel de agregación a otro, a un pensamiento reflexivo, en donde la transición de un nivel de abstracción a otro se da con base en una lógica de mediaciones y articulaciones de niveles, procesos y dimensiones del proceso demográfico (Salles, 2003; Zemelman, 1982).

 

Consideraciones finales

El interés por la reproducción humana es tan antiguo como la humanidad misma. Sin embargo, la forma en que esta preocupación ha sido delimitada y reconstruida en cada sociedad es sustancialmente diferente. En la sociedad moderna, el sentido de la pregunta por la población venía dado por el sentido mismo de la modernización. En particular, las ideas de progreso social, la centralidad de la razón en la ideología desarrollista, la secularización de las prácticas sociales, entre otros aspectos, subyacen a todo el pensamiento demográfico de la primera modernidad. Asimismo, la dinámica demográfica parecía indicar el tipo de cuestiones que resultaban relevantes y trascendentes en la sociedad moderna.

De esta forma, en la sociedad industrial la preocupación por la población y su reproducción puso el énfasis casi exclusivo en el virtual desajuste que se daría entre la dinámica demográfica y la dinámica de la modernización. En concreto, la cuestión demográfica es construida en torno al desequilibrio -o tensiónó que se generaría entre la dinámica de reproducción (crecimiento) demográfico y la de desarrollo o modernización de la sociedad. La población y su reproducción devienen en cuestión política y social, producto de esta perspectiva que enfatiza la cuestión de los desajustes y desequilibrios entre ambos polos de la relación población-desarrollo, o población-modernización.7

En esta perspectiva, la cuestión demográfica fue inicialmente formulada con base en la dinámica del crecimiento de la población y de sus impactos en el proceso de desarrollo económico. Tal formulación se deriva del hecho de que la población mundial ha experimentado un crecimiento sostenido por más de dos siglos, el cual se intensificó a mediados del siglo XX (Thumerelle, 1996). De esta forma, el discurso demográfico en la sociedad moderna se construyó básicamente en torno al debate de la relación población-desarrollo. En particular, este debate se centró en el papel del crecimiento demográfico en el proceso de desarrollo e industrialización de la sociedad moderna, especialmente en los países del Tercer Mundo, donde el crecimiento de la población adquirió formas explosivas.8

Este debate tuvo un importante desarrollo, particularmente en América Latina, que derivó en una fuerte crítica al enfoque de la transición demográfica, en tanto no era capaz de comprender las especificidades del proceso de desarrollo y subdesarrollo en sociedades periféricas, mismas que implicaban una reformulación radical de las propuestas de la transición demográfica respecto a la dinámica de la población en nuestros países.9 Sin embargo, aun cuando el enfoque histórico estructural significó un pensamiento independiente y crítico a las posturas neomalthusianas, no implicó necesariamente una crítica igualmente radical al significado modernista del discurso demográfico. En resumidas cuentas, si bien se trata de un enfoque con importantes raíces marxistas, en el enfoque histórico estructural subyacen importantes principios del discurso de la modernidad, en particular, la visión de la historia en el marco de un proceso de evolución social regida por la razón del progreso y el desarrollo.10

En este contexto, la tesis que sostenemos en este documento va más allá de la crítica que el enfoque histórico estructural hiciera en su momento al discurso de la transición demográfica. Nuestra hipótesis es que los cambios sociales, demográficos y estructurales que se vienen desarrollando desde fines del siglo XX inauguran una nueva época histórica que exige revisar las bases mismas sobre las que se ha construido el discurso demográfico, y en general, el discurso de las ciencias sociales modernas.

El advenimiento de la sociedad global e informacional corresponde no sólo a una etapa de transición histórica, sino que plantea además una exigencia metodológica en la medida que los marcos conceptuales para analizar, comprender y actuar en nuestras sociedades están siendo rebasados por la propia dinámica de la sociedad contemporánea (Ianni, 1996; Mires, 1996). Por lo mismo, no podemos sino describir y analizar estos cambios en forma aproximada, con base en metáforas más que en conceptos acabados y cerrados. En este sentido, la exigencia metodológica es avanzar en la construcción de categorías de análisis que desde una perspectiva crítica de la modernidad permitan aprehender los nuevos rumbos y ritmos que están tomando los procesos sociales. La demografía como disciplina y la población como objeto de estudio no son ajenas a esta condición actual de las ciencias sociales.

En este contexto, una primera exigencia consiste en entender el fin de la llamada transición demográfica en el marco del advenimiento de la sociedad informacional, lo cual nos permitirá pensar en nuevas delimitaciones y visiones de la demografía que vayan más allá de la reproducción cuantitativa de la población. La demografía tiene ese desafío: pensar en los procesos sociales que dan cuenta de las estructuras demográficas en la sociedad global e informacional.

En tal sentido creemos que los nuevos ejes de la demografía que podemos avizorar para un futuro próximo ya no se derivarían tanto del crecimiento de la población, como de la forma en que la sociedad postindustrial se organizará para enfrentar las mutaciones demográficas y sociales que actualmente empiezan a experimentarse. De esta forma, el desafío para la demografía, y para la sociedad en general, será dejar de pensar la población en términos de su crecimiento, para pensarla en términos de las relaciones y contradicciones entre individuos, entre generaciones, entre géneros, entre etnias, y entre la especie humana y la naturaleza. En otras palabras, se trata de pasar de la preocupación por la dinámica demográfica y sus componentes a una preocupación por las estructuras demográficas, esto es, por la estructuración social de las diferencias y desigualdades demográficas (Canales, 2003).

Este interés por el análisis y comprensión de las estructuras demográficas no se refiere sólo a la identificación de las diferentes categorías demográficas, ya sea por estratos etáreos, género o condición étnica, entre otras. Como señala Tilly (2000), la diferenciación formal entre categorías sociales suele basarse en una estructura de desigualdad social sobre la cual se construyen los usos y significados sociales, culturales, políticos y económicos de dichas categorías. Por lo mismo, se trata de analizar los procesos demográficos en términos de la construcción de un nuevo sistema de desigualdad categorial. Como hemos señalado a lo largo de este trabajo, las distintas categorías demográficas (hombre-mujer, niño-joven-adulto-viejo, etc.) no son meros atributos individuales, sino que están socialmente organizadas en sistemas de relaciones asimétricas y desiguales.

En este sentido, nuestra propuesta por un discurso crítico en demografía plantea una diferencia no sólo conceptual, sino también epistémica respecto al discurso de la transición demográfica. En efecto, en el discurso demográfico de la modernidad, la población importaba como un todo abstracto y homogéneo. En nuestro discurso crítico, en cambio, la atención la centramos precisamente en las estructuras de diferenciación demográficas de la población. No es ya la población como un todo, ni su dinámica la preocupación central, sino las relaciones, la diferenciación y las desigualdades que se plasman en la estructura demográfica. Asimismo, se trata de una preocupación por categorías demográficas concretas, que por lo mismo, exigen una construcción con base en procesos sociales históricamente determinados.

En definitiva, la demografía que proponemos debe ser capaz de dialogar fructíferamente con lo multicultural, con el relativismo étnico, con las radicales reivindicaciones del género, con la explosión de un diferencialismo generacional, etc. La demografía que viene debe ser capaz de lidiar con conceptos reflexivos e híbridos. La anterior unidad que imponía el concepto de población debe abrir paso a una serie de categorías híbridas, pero que tendrán el potencial de desencadenar nuevos conceptos para pensar y entender la población en esta era de globalización y posmodernidad (Canales, 2001a).

Finalmente, aun cuando necesarias, ni la revisión del concepto de población, ni la crítica posmoderna al enfoque de la transición demográfica, ni la consolidación de una perspectiva interdisciplinaria son por sí mismos elementos suficientes para reposicionar la demografía de cara a las singularidades de la población latinoamericana. Para ello es también necesario revisar la carga eurocentrista de no pocas categorías de análisis y perspectivas de entendimiento de la sociedad contemporánea. Como señalamos anteriormente, incluso la crítica posmoderna en América Latina debe partir y surgir de la crítica de nuestra peculiar incorporación a la modernización del mundo occidental.

En particular, debemos ser capaces de reconstruir un discurso demográfico que recupere las especificidades de las poblaciones de nuestra región. Por lo mismo, el esfuerzo requerido es aún mayor, pues implica un camino doble: por un lado, un constante proceso de traducción del pensamiento occidental a nuestras sociedades, y por otro, ser capaces de generar un pensamiento propio, a modo de construir las claves de entendimiento de nuestra realidad y singularidad histórica.

 

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Notas

1 Sobre el desarrollo de metodologías cualitativas en la demografía mexicana y latinoamericana, véanse Martínez y Lerner, 1996; así como el conjunto de artículos publicados en la revista Estudios Demográficos y Urbanos, vol. 9, núm. 1, 1994.

2 Para una revisión crítica del enfoque de la transición demográfica desde una perspectiva de crítica al discurso de la Modernidad (Canales, 2003).

3 En su Crítica a la economía política, Marx (1984) fue el primero en señalar esta inconsistencia metodológica del pensamiento liberal.

4 Con base en esta conceptualización de la población, no resulta extraño que su problematización en el discurso de la modernidad fuera representada a través del pensamiento malthusiano, donde la cantidad aparece como la principal, si no la única dimensión desde la cual la población deviene cuestión social y política. Para más detalles véase Canales (2001a).

5 Para más detalles sobre esta propuesta, véase Canales (2003).

6 Es lo que Zemelman (2003) señala como el predominio del saber hacer por sobre el saber pensar.

7 De aquí además que la orientación para una "política de población" se dé hacia la "restauración" de estos equilibrios básicos, con base en un control de la reproducción de la población, o de aceleración de la modernización vía políticas de industrialización y urbanización.

8 Por un lado, hubo quienes sostenían que la persistencia de un régimen demográfico tradicional hacían del crecimiento de la población un rezago estructural que era necesario transformar para eliminar los obstáculos a la modernización (Notestein, 1945; Meadows et al., 1973). Por otro lado, visiones alternativas planteaban que el problema del crecimiento demográfico era más bien una consecuencia de la persistencia de estructuras sociales, políticas y culturales heredadas de sociedades tradicionales, las que frenaban el proceso de desarrollo económico y cambio demográfico en las regiones menos desarrolladas (Singer, 1971; Germani, 1976 y 1969).

9 Para más detalles respecto a esta crítica a la transición demográfica (Patarra, 1973 y Benítez, 1994).

10 Para una revisión más amplia de esta tesis, véase Canales (2001a y 1999).

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