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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.10 no.39 Toluca ene./mar. 2004

 

Vulnerabilidad social y embarazo adolescente en México*

 

Social vulnerability and adolescent pregnancy in Mexico

 

Claudio Stern

 

El Colegio de México.

 

Resumen

El artículo explora el papel que juega la vulnerabilidad social en el hecho de que haya una mayor propensión a que ocurran embarazos en la adolescencia en ciertos contextos.

Para ilustrarlo se analiza un conjunto de historias de vida de jóvenes pertenecientes a diversos contextos socioculturales. Se muestra cómo ciertos elementos como la permanencia en la escuela, el acceso a la información y educación sexual, las oportunidades y aspiraciones de vida y la existencia de redes familiares y sociales de apoyo de las jóvenes, pueden influir en la frecuencia de los embarazos durante la adolescencia. Se denomina vulnerabilidad social al conjunto de dichos elementos y se propone hacer análisis cuantitativos ulteriores, con base en las encuestas sociodemográficas y de salud con las que se cuenta para poner a prueba la hipótesis de la relación entre vulnerabilidad social y embarazo adolescente.

Palabras clave: pobreza, vulnerabilidad social, embarazo adolescente.

 

Abstract

The article explores the role played by social vulnerability in the fact that there is a greater propensity for adolescent pregnancies in certain social contexts.

A set of life histories of young women living in diverse socio-cultural contexts is used to illustrate the argument. It is shown how certain elements like permanence in school, access to information and sexual education, opportunities and life aspirations, and the existence of social and family support networks for young women can be influencing the frequency of adolescent pregnancies.

Social vulnerability is defined as the set of these elements, and it is proposed that the hypothesis of the relationship between social vulnerability and adolescent pregnancy is tested, based on the results obtained in this study and from existing socio-demographic and health surveys.

Key words: poverty, social vulnerability, adolescent pregnancy.

 

Introducción

El embarazo adolescente y los problemas relacionados con éste se han hecho visibles desde hace más de una década en la agenda internacional de los temas de salud reproductiva. Una proporción variable -aunque significativa y a menudo creciente- de los nacimientos ocurre entre las jóvenes adolescentes en muchos países en desarrollo y a este fenómeno se le adjudica un sinnúmero de problemas familiares, individuales y sociales, así como en el campo de la población y la salud. (United Nations, 1989; Alan Guttmacher Institute, 1990; Bongaarts, J. y Cohen, 1998). Por consiguiente, muchas organizaciones multinacionales e internacionales, así como gobiernos y organizaciones no gubernamentales dedican cada vez mayores recursos para lidiar con estos problemas.

Sin embargo, como lo han sugerido varios autores (Nathanson, 1991; Luker, 1996), y tal y como nosotros hemos sostenido en otras partes (Stern y García, 2001), existe la necesidad de una aproximación diferente a este tema. Por un lado, el embarazo adolescente necesita ser ubicado y comprendido dentro de los procesos de cambio social y cultural que están ocurriendo en determinados países y contextos sociales (Safe Passages to Adulthood, 2001). Por otro lado, en vez de suponer cuáles son las necesidades de los adolescentes en términos de su salud sexual y reproductiva, debemos acercarnos más a sus vidas concretas; a sus creencias, actitudes y valores; a la interacción con sus padres, sus amigos y parejas; a sus oportunidades objetivas y sus aspiraciones subjetivas, con el propósito de ser capaces de evaluar sus necesidades y, a partir de ello y del conocimiento acumulado con respecto a programas y políticas exitosos, analizar si es necesario tomar medidas al respecto y qué tipo de acciones pueden y deben tomarse con el fin de mejorar su salud sexual y reproductiva (Population Reports, 1995; Mensch et al., 1998).

 

Objetivos

Durante un largo periodo de análisis preliminares de entrevistas en profundidad con jóvenes y adolescentes, las cuales forman parte de un proyecto de investigación sobre embarazo adolescente en el que he estado trabajando durante los últimos años, resultó muy claro para mí que lo que posteriormente denominaría "vulnerabilidad social" era un factor sobresaliente que subyace en la incidencia de los embarazos tempranos. Me di cuenta de que las variables que aparecen en la literatura, como aquellas que determinan o influyen en los embarazos adolescentes (Hayes, 1987; OPS, 1988; Silber, et al, 1995) no operan de forma aislada o de igual forma en contextos sociales diferentes, sino que es la combinación e interacción entre varios elementos y circunstancias lo que "explica" por qué tiende a haber un mayor número de embarazos adolescentes en algunos sectores sociales que en otros (Geldstein y Pantelides, 2001a). Pensé que el término "vulnerabilidad social" puede expresar muy bien esta combinación de factores y decidí comenzar por ilustrar su significado, lo que constituye el principal objetivo de este artículo.

También me di cuenta de que esta vulnerabilidad social a los embarazos tempranos estaba relacionada con la pobreza, un argumento esgrimido por varios autores (Luker, 1996; Singh et al., 2001; Selman, 2002) y que yo mismo había propuesto en anteriores publicaciones (Stern, 1997); asimismo, percibí que ésta no era una relación directa, sino una más compleja, que merecía mayor reflexión y análisis.

Para decirlo de una manera más impersonal, el objetivo de este trabajo es arrojar alguna luz sobre cómo están relacionadas entre sí la pobreza y la vulnerabilidad social y cómo se vinculan con los embarazos tempranos en México. Se hará un esfuerzo para identificar algunos de los componentes de la vulnerabilidad social y para ilustrar su naturaleza e impacto en el embarazo temprano, basándonos en los resultados del proyecto antes mencionado.

 

Pobreza y vulnerabilidad social

Definiéndola de manera sencilla, la pobreza significa no tener los medios suficientes para satisfacer necesidades básicas, tales como alimentación, vivienda, acceso a la educación básica y a los servicios de salud. Una familia es pobre si no posee los medios para satisfacer estas necesidades. Por otro lado, ser vulnerable significa -de acuerdo con el diccionario- ser susceptible de ser lastimado, de recibir un golpe físico o moral. La vulnerabilidad social implica que esta susceptibilidad no es determinada de manera individual, sino socialmente.

La vulnerabilidad social, en un sentido amplio, es un concepto complejo. Comprende la interacción de condiciones y situaciones tanto estructurales como coyunturales; comprende varias dimensiones: la económica, la social y la cultural, y se manifiesta en varios niveles: objetivo y subjetivo.1

De hecho, es cierto que, en la mayoría de los casos, la vulnerabilidad social se asocia empíricamente con la pobreza, pero esta relación es contingente y no necesaria. Hay muchas formas en que la vulnerabilidad puede ser minimizada aun dentro de la pobreza. El acceso universal a los servicios básicos de salud, a una educación básica y a la seguridad social es una de esas formas. El desarrollo o el reforzamiento de "redes de apoyo social" es otra.

 

Embarazo adolescente y pobreza en México

La tasa de embarazo adolescente en México ha ido disminuyendo a lo largo de los últimos veinte años, pero aún es relativamente alta, de 81 por mil (Menkes y Suárez, 2002).2 Se estima que aproximadamente 40 por ciento de estos embarazos no son deseados (Zúñiga, 2000). Existe evidencia de grandes diferencias entre las distintas clases sociales, estratos o grupos en la incidencia del embarazo adolescente, pero estas diferencias no han sido analizadas sistemáticamente.

Para dar un ejemplo: en 1997, la tasa de fecundidad para adolescentes de entre 15 y 19 años por nivel de escolaridad (utilizado frecuentemente como una aproximación al nivel socioeconómico) fue de 216.6 entre mujeres no escolarizadas, 158.6 para mujeres con instrucción primaria incompleta, 122.3 entre aquellas con educación primaria completa, 87.8 entre aquellas con secundaria, y sólo 27.1 por ciento entre mujeres con preparatoria y educación universitaria. (INEGI, 2002; ver también CONAPO, 2000; Welti, 2000, y Menkes y Suárez, 2002).

En cuanto a la pobreza, se estima que más de 60 por ciento de la población mexicana sufre esta condición en diferentes grados (Boltvinik, 2001; Sedeso, 2002).

Ahora bien ¿qué elementos de la pobreza son los que conducen a una mayor incidencia de embarazos y de maternidad adolescente? ¿Por qué los sectores más pobres de la población son más vulnerables a embarazarse en una etapa temprana de la vida, en comparación con los sectores no pobres?

 

El estudio: antecedentes y métodos

Durante los últimos años he emprendido un proyecto de investigación cualitativo bastante extenso, dirigido a desentrañar el significado que tienen los embarazos adolescentes en diferentes sectores sociales de la población mexicana, los mecanismos involucrados en determinar o influir en la ocurrencia o no de los embarazos adolescentes en cada uno de ellos, así como en determinar e influir los resultados de estos embarazos.3

Este proyecto de investigación, cuyo trabajo de campo se realizó entre los años de 1998 a 2001, comprendió: a) una amplia investigación etnográfica -que incluyó visitas periódicas a las comunidades estudiadas, observación participante, entrevistas con informantes clave, con jóvenes y sus padres, así como la recolección de datos secundarios-; b) entrevistas grupales con jóvenes de ambos sexos, y c) entrevistas en profundidad con hombres y mujeres jóvenes de cada uno de cinco contextos socioculturales diferentes de la población.

El criterio para seleccionar los cinco contextos incluyó básicamente consideraciones socioeconómicas, pero también algunas culturales. Quisimos tener una muestra parcial de la diversidad de clases sociales, sectores o estratos de la población mexicana, para probar nuestra hipótesis de que el significado y las implicaciones del embarazo adolescente difieren ampliamente entre éstos (Stern, 1995b). Incluimos los siguientes sectores: una comunidad rural "tradicional" en el estado de Oaxaca; un sector "marginal" urbano en la Ciudad de México; sectores "populares" urbanos en dos diferentes ciudades: Tonalá, Jalisco, con una industria artesanal tradicional y Matamoros, Tamaulipas, una ciudad con industrias ensambladoras modernas en la frontera con Estados Unidos, y un sector de clase media alta en la Ciudad de México.

Para realizar este artículo tomaremos en consideración básicamente el trabajo etnográfico y los materiales de las entrevistas en profundidad realizadas a mujeres jóvenes de tres de los contextos: el "marginal" urbano, el "popular" urbano en Matamoros y el sector de "clase media alta". En términos generales podemos decir que estos tres sectores "representan" tres estratos diferentes de la población.

La selección de informantes para estas entrevistas se hizo con el propósito de comprender e ilustrar los diferentes tipos de situaciones existentes en cada grupo social analizado, en términos de la ocurrencia o no de embarazos adolescentes, de maternidad adolescente y de sus respectivas secuelas, así como de la naturaleza de otras variables relacionadas con ello, tales como características familiares y de permanencia en la escuela. Las entrevistas fueron no estructuradas y se hicieron en forma de narraciones autobiográficas. La mayoría tomaron dos o tres sesiones de dos a tres horas cada una. Fueron grabadas, transcritas y sintetizadas en forma de reportes individuales. Se prepararon informes integrados que sintetizan los resultados de los tres acercamientos metodológicos utilizados en cada uno de los lugares. Los resultados cualitativos descritos en este artículo fueron tomados básicamente de los informes integrados e ilustrados con testimonios tomados de las entrevistas individuales.

 

Adolescencia y juventud

El concepto de adolescencia que subyace en este estudio es socioculturalmente relativo (Irvine, 1994; Nauhardt, 1997). Como periodo de vida situado entre "la niñez" y la "edad adulta", la "adolescencia" y la "juventud" son conceptos bastante variables. La adolescencia no se reconoce como diferente de la juventud en algunas culturas y sectores de la población, y el concepto de adolescencia puede no ser reconocido como tal (Feixa, 1998). En nuestro proyecto intentamos preguntarnos cómo era definida esta parte de la trayectoria de vida en cada uno de los contextos estudiados (ver más adelante).

Además, aun cuando el periodo de la vida en el que estábamos interesados era precisamente aquel entre la niñez y la edad adulta, decidimos entrevistar adolescentes y también jóvenes que estuvieran más allá de esa etapa y que, por lo tanto, pudieran decirnos qué ocurre en el grupo correspondiente o qué ocurrió en su vida personal durante ese periodo, en términos de los temas de interés para el proyecto, tales como antecedentes y relaciones familiares, educación escolar, relaciones con los pares, relaciones heterosexuales, aspiraciones, etcétera.

Lo que intentamos hacer fue adaptar nuestro enfoque metodológico a cada uno de los contextos y establecer la edad de nuestros informantes para las entrevistas individuales y grupales dentro de los límites definidos por los propios grupos, de acuerdo con lo que habíamos aprendido durante nuestro extenso trabajo etnográfico. En términos generales, las edades de los adolescentes y los jóvenes que entrevistamos iban desde los 15 a los 24 años. En el contexto marginal urbano, donde la infancia termina bastante temprano, entrevistamos a jóvenes de entre 15 y 21 años. En el otro extremo de la escala social, en la clase media alta, donde la adolescencia se extiende más allá de la segunda década de la vida, entrevistamos jóvenes que tenían entre 17 y 23 años de edad. Las edades de nuestros informantes del sector popular urbano de la población oscilaron entre los 16 y los 19 años de edad.

 

Resultados: características de los contextos sociales y ejemplificación de los casos estudiados

El contexto marginal-urbano

Hornos, la comunidad marginal incluida en nuestro estudio, consta de aproximadamente 8 500 habitantes. Está ubicada en el sur de la Ciudad de México, en medio de vecindarios altamente urbanizados en la actualidad y de grandes edificios de departamentos de interés social.

Sus orígenes se remontan a la década de 1950, cuando se asentó allí un grupo de familias dedicadas a la fabricación de ladrillos y lentamente obtuvieron los derechos de propiedad de sus lotes. Desde entonces, otras oleadas de colonos, apoyadas por partidos y grupos políticos, han seguido los mismos procedimientos de invadir terrenos públicos y luego pelear por su propiedad. Como la mayoría de otras comunidades urbano-marginales en grandes ciudades como la Ciudad de México, "Hornos" se caracteriza por los rasgos siguientes: a) una precaria infraestructura sanitaria (pocas calles pavimentadas, viviendas humildes, muy pocas casas conectadas al alcantarillado o a la red de agua potable); b) empleos inestables, la mayoría en el sector informal; c) baja escolaridad (menos de seis años en promedio); d) escasez de servicios públicos (escuelas, clínicas de salud, parques deportivos); e) alcoholismo y drogas como parte de la imagen pública; f) muchas familias "incompletas" y, por tanto, numerosos hogares con jefatura femenina.

Los niños y los jóvenes -particularmente los varones- pasan la mayor parte del tiempo en las calles de la comunidad, lo que hace que su conducta sea muy visible para los demás. La mayoría de las mujeres adultas permanece en sus hogares la mayor parte del tiempo. Los hombres entran y salen de la comunidad, dependiendo de si tienen o no trabajo remunerado.

El ciclo de vida es corto: la niñez termina aproximadamente a los 11 años, cuando muchos niños son iniciados en el alcohol y las drogas: la adolescencia (que no se denomina así) termina entre los 15 y los 16 años, cuando la mayoría de los muchachos ha dejado ya la escuela; los varones trabajan en forma intermitente y se vuelven relativamente independientes de sus familias (aunque en su mayoría siguen viviendo con ellas) y la mayor parte de las jóvenes realizan trabajos domésticos en sus casas y cuidan a sus hermanos más jóvenes. Las historias personales a menudo tienden a ser dramáticas; en muchas de ellas sobresalen la inseguridad, la vulnerabilidad y la precariedad, tal y como lo ilustramos enseguida con el caso de Guadalupe,4 una de las cuatro mujeres jóvenes que entrevistamos en este sector.5

Guadalupe tiene 16 años, tiene un hijo de un año y vive con su pareja en un cuarto ubicado en la casa de su suegro. No pudo ir con regularidad a la escuela cuando estaba en segundo año de la escuela secundaria porque su padre -con quien tenía una muy buena relación- se vio involucrado en un accidente, desapareció por varias semanas y su madre le pidió a Guadalupe que la acompañara a buscarlo:

-Estuvo perdido mucho tiempo, después de buscarlo por Locatel, íbamos cada cuatro horas a marcar a Locatel. -¿Cuánto tiempo estuvo perdido?

-Como unos tres meses yo creo, si no es que más, enton's en ese tiempo yo iba a la secundaria, y todo ese tiempo yo... o sea, como sigo mucho a mi papá, pues yo lo extrañaba, yo ya no comía, yo me desmayaba a cada rato de que no lo veía y todo eso ¿no? Enton's yo dejé de ir a la secundaria.

Aun cuando el director de la escuela dijo que la ayudarían a recuperar el tiempo perdido en la escuela (ella dice que no era mala estudiante), no la ayudaron, no presentó sus exámenes y abandonó los estudios.

Mientras su padre estuvo fuera de casa, Guadalupe conoció a un joven en el camino a la escuela y se hizo su novia. Pronto se dio cuenta de que estaba embarazada, pero se lo dijo a su pareja sólo hasta que tenía tres meses de embarazo. Luego, el joven informó a sus padres del hecho y acerca de su intención de vivir con ella.

-¿A qué edad te embarazaste?

-A los 14... Tenía poquito que me había salido de la secundaria cuando me embaracé... Yo no sabía que estaba embarazada ¿no? hasta después. Y ya después yo no quería que se enteraran mis papás. ¡Ya sabes! ¿No? El miedo y no sé qué tanto, y mi mamá siempre me decía: "¡Donde salgas embarazada, te mando dormir con el perro!"

Los embarazos tempranos en este sector de la población son bastante frecuentes. Guadalupe se embarazó a los 15 años. Otra de las jóvenes de este barrio marginal, a quien entrevistamos, Elisa, se embarazó a los 17. Ambas experimentaron sucesos dramáticos en su niñez o a principios de la adolescencia. Elisa, al tener que crecer sin sus padres y vivir con varias familias adoptivas; Guadalupe, al experimentar la desaparición de su padre cuando tenía 15 años. Ambas alcanzaron poca educación, Elisa porque tuvo que trabajar y pensó que no necesitaba estudiar para ello; Guadalupe, como consecuencia indirecta de la desaparición de su padre.

Ambas parecen ser bastante ignorantes acerca de los temas de la sexualidad y la reproducción, y se involucraron con muchachos a muy temprana edad. En el caso de Elisa, su ingenuidad y una probable búsqueda inconsciente de afecto la condujeron a involucrarse, uno tras otro, con tres hombres que probablemente sólo buscaban sexo. En el caso de Guadalupe, la situación vulnerable en la que se encontraba luego de la desaparición de su padre la condujo a involucrarse con un joven que la embarazó.

A estos elementos habría que agregar otros que están presentes en Hornos, aun cuando no han quedado ilustrados en el material presentado, tales como las pocas expectativas y oportunidades de vida que existen para las jóvenes, fuera de la unión en pareja y la maternidad.

 

El contexto popular urbano

En contraste con las comunidades marginales, los asentamientos del sector popular, que en las grandes ciudades mexicanas albergan a los mayores porcentajes de la población, cuentan con casi todos los servicios urbanos y sanitarios (alcantarillado, agua potable, escuelas, clínicas de salud, policía, parques y campos deportivos); las casas son más sólidas; las familias tienden a poseer varios aparatos electrodomésticos, tales como aspiradora, lavadora, etc.; algunas familias poseen automóvil; la familia nuclear es probablemente la más común y se le otorga un gran valor. Los padres por lo general han completado la escuela primaria, sus hijos casi siempre terminan la escuela secundaria, algunos continúan la escuela preparatoria, y unos cuantos logran ingresar a la universidad. Muchas jóvenes trabajan antes de casarse y la mayoría se casan entre los veinte y los veinticinco años.

La Colonia Mariano Matamoros, en la capital del Estado de Tamaulipas, que seleccionamos como el contexto social popular urbano para este artículo, tiene aproximadamente 5 000 habitantes. Fue construida casi en su totalidad en la década de 1960, como asentamiento para maestros de escuela primaria y secundaria. La Colonia posee su propio parque, centro comunitario y campo deportivo. El empleo, especialmente para las mujeres, creció significativamente en las décadas de 1960 y 1970 del siglo pasado, cuando se multiplicaron las maquiladoras. También hay trabajo tanto para los hombres como para las mujeres del otro lado de la frontera. Las mujeres jóvenes aspiran a trabajar en una maquiladora por algunos años con el fin de tener su propio dinero para comprar ropa y productos de belleza, y luego casarse y tener hijos. Algunas aspiran a estudiar una carrera como pedagogía, pediatría, etcétera.

De las cuatro mujeres jóvenes del contexto popular urbano que entrevistamos hemos seleccionado el caso de Natalia, que, pensamos, ilustra una de las trayectorias comunes de las muchachas que se embarazan antes de los veinte años de edad en este sector de la población.

Natalia tiene 19 años, tiene un hijo de un año y vive con su pareja en casa de sus padres. Proviene de una familia nuclear integrada y es la menor de cuatro hermanos. Sus hermanos están todos casados y viven en otra parte. Existe una situación tensa entre sus padres. Su padre bebe y está celoso porque su esposa trabaja fuera del hogar. La posibilidad de una ruptura entre ellos aflige mucho a Natalia:

Mi papá era muy celoso con mi mamá... Pues no sé realmente por qué; mi mamá siempre ha trabajado en la calle, o sea, no en la calle... Sí (risas), me refiero que llevar comida en las fábricas, o sea, a ella no le gusta estar aquí, sino hasta que después puso el negocio de los teléfonos aquí en la casa. Pero en realidad tiene que andar saliendo para conseguir más teléfonos y pus... los tiene que ir vendiendo y tiene que ir trayendo más pero mi papá no está de acuerdo con ella, por eso son los problemas de que si él no esta de acuerdo con ella. Él, cuando no está de acuerdo, se pone a tomar, y entonces ya en la noche, la pelea.

Natalia terminó la escuela preparatoria y no tenía aspiraciones de estudiar más. Su madre le ofreció esa posibilidad, pero ella prefirió trabajar en una planta maquiladora. En la secundaria fue una alumna sobresaliente -hecho del cual está muy orgullosa- pero luego empezó a asistir a bailes y otros lugares con sus amigos, y comenzó a ver la escuela más como un lugar donde socializar que un sitio donde aprender.

Tuvo varios novios en la secundaria y la preparatoria, pero dice que fue "muy diferente" cuando, a los 17 años, conoció al muchacho que es ahora su pareja, quien muy pronto conoció a su familia y poco a poco se ganó su confianza. Tuvo su primer encuentro sexual con él en casa de ella, luego de más de un año de salir juntos. Practicaba el coitus interruptus para evitar embarazarse:

Total que mis papás se dieron cuenta que siempre fuera novia de Miguel y ya terminaron por aceptarlo; mi mamá, mi papá no mucho... Entonces ya después ya le fueron agarrando confianza y entonces sí entraba, lo dejaron entrar aquí a la casa y me dejaban salir más con él.

[...]

Fue cosa que se fue dando; este, nos quedábamos solos, este pues ya teníamos más de un año de novios, pues veíamos que... Había inclusive que hablábamos de casarnos, pero pues él todavía no terminaba la preparatoria, y yo ya la había terminado, pero pues yo tampoco podía ser egoísta y no dejarlo terminar...

[...]

Pero nunca nos imaginamos que podía salir embarazada. Este...él se cuidaba... él se retiraba en el momento de que iba a eyacular.

[...]

Siempre se cuidó él, nunca me cuidé yo.

Planeaban casarse después de que él terminara la preparatoria, pero Natalia se embarazó y su pareja se fue a vivir con ella a la casa paterna, mientras terminaba su educación y pudieran ahorrar algo de dinero para casarse.

El caso de Natalia ilustra, desde mi punto de vista, una de las situaciones prototípicas que enfrentan las jóvenes en este contexto social, donde las chicas tienden a proceder de familias relativamente pobres, donde los padres tienen niveles educativos relativamente bajos y deben trabajar arduamente para apenas mantener a sus familias.

Los jóvenes con esos orígenes tienen más oportunidades que sus padres de alcanzar niveles más altos de educación, pero la mayoría ya está fuera de la escuela a los 18 o 19 años y desean trabajar, hacer dinero propio, y particularmente en el caso de las chicas, encontrar una pareja con quien casarse. Cuando estos jóvenes encuentran una pareja adecuada, tienden a formalizar la relación, dar a conocer su relación a las respectivas familias y ganarse poco a poco la confianza de los padres de las chicas para que les permitan alguna independencia; por ejemplo, salir sola con su prometido, situación que propicia mayores oportunidades para un encuentro sexual.

La combinación de los siguientes tres factores propicia que ocurra un embarazo: a) los estereotipos de género existentes (Pantelides et al., 1995); b) un elemento de confianza mutua (que en este contexto social implica que la mujer se cuida para no quedar embarazada o que él "responderá"; esto es, que aceptará la paternidad del producto y se casará con la madre en caso de que ella se embarace (Stern et al., 2001) y c) una falta de información adecuada concerniente a la reproducción (véase el sorprendente grado de ignorancia que existe en México con respecto a esto en Menkes y Suárez, 2002; así como una evaluación internacional sobre el tema en Blanc y Way, 1998). El hecho de que el embarazo ocurra mientras se supone que la joven aún está en la adolescencia -a los 18 o 19 años- o cuando ya es una joven adulta -20 a 22 años- no significa una gran diferencia.

Estos embarazos parecen ser bastante poco problemáticos en términos del presente y el futuro de la pareja involucrada: ambos jóvenes ya han terminado o estarán a punto de terminar el ciclo de estudios al que aspiran; sus planes no comprenden posponer el matrimonio y la paternidad por mucho tiempo; están listos para casarse más temprano que tarde; casi siempre cuentan con el apoyo de los respectivos padres, que posiblemente desean que su matrimonio no demore demasiado.

Las consecuencias de tales "embarazos adolescentes", que en este sector tienden a ocurrir a finales de la adolescencia, involucran la precipitación de eventos que hubieran ocurrido de todas formas, y quizás un breve periodo de presiones no esperadas, tales como, para el varón, tener que ganar dinero para hacerse cargo del bebé, vivir en casa de la familia de su pareja, etcétera.

 

El contexto de clase media alta

Los sectores de clase media alta en México constituyen una pequeña proporción (menos de 10 por ciento) de la población. El contraste entre sus niveles de vida y aquellos del resto de la población es muy grande. En ciudades tales como la Ciudad de México tienden a vivir en vecindarios muy bien protegidos, con guardias de seguridad en la entrada y varios sirvientes -chofer, criadas, jardinero- que hacen prácticamente imposible que un desconocido acceda a la familia.6 Las familias de clase media alta tienden a vivir en grandes casas -de cuatro o cinco cuartos- con extensos jardines, y por lo general poseen otra casa para fines de semana o vacaciones.

Por lo general tienen varios automóviles de modelo reciente, así como televisores, videocaseteras, computadoras, etc. Los hombres adultos son dueños de empresas o trabajan en las altas esferas de grandes corporaciones o en altos cargos en el gobierno. Muchas de las mujeres adultas también trabajan, la mayoría medio tiempo, como profesionales independientes o asalariadas, o en actividades de negocios de su propiedad: agencias de viajes, escuelas de arte, etcétera.

El periodo de la adolescencia, que comprende entre los 13 y los 19 años, es reconocido claramente por esta parte de la población. Prácticamente todos los jóvenes van a la escuela en este periodo y la mayoría entra a la universidad al término del mismo. Pasan poco tiempo en sus casas. Después de la escuela, toman clases de arte, cultura o deportes. La socialización se realiza casi siempre en la escuela o en grandes centros comerciales u otros centros con toda clase de facilidades -cines, cafés, restaurantes, boutiques-, a los que los adolescentes van atraídos por los artilugios del consumismo.

De las cuatro mujeres jóvenes de clase media alta que entrevistamos hemos elegido el caso de Angélica, de 21 años, que sin ser necesariamente prototípico de las situaciones que viven las jóvenes en este contexto social, nos permite resaltar algunos aspectos relacionados con la vulnerabilidad social.

El padre de Angélica falleció en un accidente de automóvil cuando ella tenía 12 años de edad. Era ingeniero. Su madre tiene una licenciatura en pedagogía. Su familia era bastante pudiente, pero luego del accidente tuvieron que apretarse el cinturón. La madre de Angélica tuvo que trabajar y no pudieron pagar la escuela privada donde ella estudiaba, así que la madre la cambió a la escuela de una tía, donde no tenían que pagar. Angélica se sintió abandonada cuando su padre murió y la madre comenzó a trabajar, aun cuando una amiga de su madre se quedaba todos los días con ella y su hermano. Esta mujer se convirtió en una figura importante para Angélica y la acompañó cuando se fue a la Ciudad de México para enseñarla a moverse en la ciudad:

Cuando mi papá murió, una amiga de mi mamá, Clarita, que... digo, ahorita ha de tener como 38 años, se acercó mucho. Entonces ella, como queriendo ocupar el lugar de mi mamá. Pero yo platico con ella ahora y me dice: "Angélica, es que eras muy cerrada, hija, no sabía ni por dónde agarrarte pero tú... tú a veces... simplemente llegabas y me abrazabas, ya con eso". Y sí es cierto. Clarita llegó a suplir, hasta cierto punto, esa atención que me hacía falta de mi mamá.

A los 17 años, Angélica conoció a León, un joven diferente al grupo de amistades con los que comúnmente se relacionaba, con quien tuvo experiencias que le causaban asombro y curiosidad:

En quinto semestre empecé a salir a tocadas con unas amigas y ahí conocí a un chavo. Mi primer chavo, o sea, aparte era así como que... ¡guau! ¿no? ¡Me hizo caso a mí! Porque, digo, él era el vocalista de la banda, era un año más grande que yo, este... era un incomprendido de mata hasta acá, jeans así medios rotos, y... y él sí tomaba, y él sí quemaba mota. Y me hizo caso a mí ¿no? ¡Guau! Empezamos a salir pero no se concretó nada

[...]

"Por él empecé a escuchar a los Doors, a... Led Zepelin, Iron Butterfly, Rainbow. Por él me empecé a poner huaraches, por él empecé a oradar mis pantalones, este... blusas así de... del mercado y tejidas, y morrales y... y a no bañarme y a usar solamente lentes, ya no los lentes de contacto, porque ¡qué fresa! Este... por él empecé a fumar por ejemplo, no tomar, fumar... y ya ¿no? Era yo así como que ¡guau! ¿no? Qué le pasa ¿no? Y aparte todos mis amigos, digo, super fresitas ¿no? Y entonces me decían: "Oye ¿qué onda con tu facha, maestra?" Y yo ¡ pus qué! ¡lo que pasa es que ustedes son unos fresas.

León la convenció de tener relaciones sexuales antes de trasladarse a la Ciudad de México. Ella pensó que de esa forma afianzaría su compromiso en la relación:

León ahí estaba ¿no?: "Es que ya te vas, es que, mira, es que no sé qué". Total que al final accedí para que ya no estuviera presionándome... ¡Ya, ya cállate! ¡Okey, va! ¡Va! Pero... yo siempre estuve muy consciente de que León no era una persona... hasta cierto punto confiable ¿no? Y es lo que yo le platico a Alicia, a Alicia mucho, digo, es muy jodido estar con una persona que no tiene... Con la que no le tienes la confianza ni para acostarte ¡carajo!.

No se arrepiente de haber tenido relaciones sexuales, pero piensa que aún no estaba lista y que no pudo negociar. Desconfiaba de la efectividad del condón, cuyo manejo dejaba en manos de León, y estaba preocupada por la posibilidad de un embarazo.

Siempre me protegí con León ¿no? Siempre... súper condón riguroso. ¡Y eran unas peleas! "¡Ah!' -que no sé qué- ¡pero es que no confías en mí! ¡Es que mira yo...!" Yo dije me vale madres ¿no? ok. Ya nos acostamos pero... Güey yo no puedo salir con una mamada porque a mi jefa la mato ¿no? Y lo último que quiero es eso. Pero fue horrible, porque... bueno, no horrible, no me arrepiento. Tal vez me hubiera esperado un poco más de tiempo ¿no? Pero, pero era... fue muy difícil para mí enfrentarme a una... a algo que realmente desconocía.

Piensa que quedar embarazada habría sido un fuerte golpe para su mamá y que habría existido una fuerte condena moral contra su familia en el conservador contexto de Oaxaca.

Cuando yo empecé a andar con León, mi mamá un día me sentó y me dijo: "Sabes qué, Angélica, en este mundo (en este mundo, ni siquiera en Oaxaca) en este mundo hay dos clases de mujeres: las reventadas y las apretadas. Las reventadas son las más chiras, son las que tienen más amigos, son las que todos los niños dicen: '¡Guau! quiero que esa niña reventada sea mi novia'. Pero ¿sabes qué? -me dijo- las niñas apretadas son las que ellos quieren para ser esposas". Pues yo la oigo y yo así: "Tu ley, mamá, o sea... esto me lo debiste haber dicho tal vez una semana antes, no sé". Pero yo la oía ¿no? y me dijo: "Yo quiero que tú seas una niña apretada... y a mi no me importa, y el día que tú me salgas con una pendejada -así me lo dijo, con una pendejada- yo me voy a sentir muy mal porque voy a saber que no fui buena madre y no te eduqué bien".

Cuando Angélica llega a la Ciudad de México para estudiar en la universidad pasa por un periodo en el que parece querer vivir plenamente la libertad de vivir sola.

Primer semestre, segundo semestre... fue así de ¡guau, el destrampe completo! Yo vivía sola, con mis primas nada más. No teníamos autoridad. Si yo quería entraba a clases, si no quería no iba a la escuela. Empecé a tomar aquí en México. Volví a... a tomar, y era reventarme todos los fines de semana, viernes y sábado, este... alcoholizarme hasta el final y divertirme y conocer gente... Y ¿qué pasó? Se me empezó a olvidar León.

Al terminar sus estudios en la universidad, Angélica quiere viajar a Europa, empezar una maestría, trabajar en una agencia de publicidad, establecer una agencia propia, tener éxito y mucho dinero.

Uno de los elementos que sobresalen en los cuatro casos estudiados de jóvenes pertenecientes a la clase media alta es la fuerte presión que ejerce el medio social en el que viven las jóvenes, en términos de que terminen su carrera universitaria y que mantengan su nivel social. No es una coincidencia que las cuatro chicas que entrevistamos sean solteras y aún estudien, todas, en el nivel universitario. Esta es la situación de la mayoría de las jóvenes que pertenecen a esta clase social. Ninguna se ha embarazado y aparentemente sólo una de ellas ha tenido relaciones sexuales.

 

Vulnerabilidad social para el embarazo y la maternidad adolescente en distintos contextos

Aunque en cualquier sector social pueden existir elementos que favorezcan el embarazo de una joven adolescente sin haberlo planeado o deseado, hay una serie de factores que llevan a que esto sea más probable en unos sectores que en otros.

En los sectores marginados, la estructura social suele ser muy endeble. La estructura familiar tiende a ser poco estable, debido en gran parte a las pocas oportunidades de empleo a las que tiene acceso la población y a los bajos salarios que se pagan en las pocas ocupaciones a las que tiene acceso. Esta situación coadyuva para que sean frecuentes los problemas familiares, incluyendo la violencia intrafamiliar, la separación de las parejas, el alcoholismo y la drogadicción, entre otros. Muchas adolescentes crecen en estos ambientes en los que, además, reciben poca atención y poco afecto, dada la urgencia de atender los problemas cotidianos para sobrevivir.

Vamos a tomar los casos descritos para elaborar algunas interpretaciones tentativas relacionadas con la vulnerabilidad social.

En el caso de Guadalupe podemos ver cómo un incidente -la desaparición temporal del padre- desestabiliza su vida y desencadena una serie de hechos que la conducen a una maternidad temprana. Pero no podemos quedarnos con el incidente para explicarnos la maternidad temprana de Guadalupe. Para ello necesitamos recurrir a elementos de la estructura social que caracterizan el contexto en el que vive y que rodean los hechos ocurridos y coadyuvan a su explicación. Veamos.

Primero, Guadalupe se ve obligada a acompañar a su madre a buscar a su padre y, consecuentemente, a desatender su asistencia a la escuela. El que una niña de 14 años tenga que faltar a la escuela durante varias semanas para acompañar a su mamá nos está indicando que probablemente no había a la mano otra persona que lo pudiera hacer, o sea, que no existía una red social de apoyo -familiar o comunitaria- de la cual obtener dicho recurso. De haber existido dicha red, podríamos especular, quizá Guadalupe hubiera permanecido en la escuela secundaria. La inexistencia o precariedad de redes de apoyo social es un elemento que contribuye a la vulnerabilidad en que se encuentran este tipo de familias.

Segundo, Guadalupe parece haber sentido una gran cercanía con su padre, mayor de la que sentía con su madre. Podemos inferir que recibía afecto de su padre. No menciona a otras personas de las que hubiera podido recibir afecto.

Al desaparecer el padre, queda con un vacío que, podemos especular, la lleva a relacionarse con quien la embaraza y con quien acaba uniéndose. Aparentemente, Guadalupe se siente envuelta en la situación; no la buscó. El hecho es que la desaparición del padre, con quien tenía una relación afectiva, pudo haber propiciado que se dejara envolver por un muchacho que le ofrecía afecto en un momento de desconsuelo y de carencia de afecto.

Tercero. Guadalupe dice que no sabía que estaba embarazada, que sólo después lo supo. En ningún momento se refiere a medidas de protección frente a un embarazo. Junto con otros elementos de su narrativa, y por lo que sabemos que ocurre en contextos sociales pobres y de escasa escolarización, podemos inferir que Guadalupe ignoraba datos básicos de la sexualidad, la reproducción y la anticoncepción. De haberlos conocido, quizás habría prevenido su embarazo.

Cuarto. Por lo que nos dice, Guadalupe era una buena estudiante. En su narrativa no hay elementos que lleven a pensar que quería dejar la escuela. Refiere incluso que sus profesores ofrecieron ayudarle a reponer lo perdido durante su ausencia por causa de la desaparición del padre, algo que al parecer no cumplieron. El hecho es que no pasa de año y abandona la escuela. No se trata de culpar a nadie -además de que no tenemos otros elementos para juzgar bien a bien cómo estuvieron las cosas-, pero, nuevamente, por lo que sabemos de la precariedad de las escuelas y la baja calidad y poca motivación de muchos de los profesores que trabajan en este tipo de contextos sociales, podemos inferir que hay aquí también elementos que nos hablan de una vulnerabilidad social que no existe en otros contextos sociales, en los cuales una ausencia temporal de la escuela -por causa justificada- no llevaría fácilmente a que una jovencita dejara de estudiar. En la investigación tenemos el caso de una chica de clase media-alta a quien un accidente la mantuvo varios meses fuera de la escuela en la preparatoria, lo cual no impidió que terminara el año y siguiera estudiando.

Obsérvese que ninguno de los elementos mencionados sería por sí mismo suficiente para ofrecer una explicación de las razones por las cuales Guadalupe se embarazó a una edad temprana, pero mi argumento va en el sentido de que elementos como los mencionados en su conjunto y combinación sí nos ayudan a comprender por qué ocurrió dicho embarazo; nos ayudan a comprender sus causas. Y éstas no están situadas en el nivel individual o en el familiar, sino que forman parte de la estructura social de contextos como el estudiado. Es esto lo que nos permite explicarnos por qué son más frecuentes los embarazos tempranos en estos contextos que en otros.

Las circunstancias particulares que propician que se dé un embarazo temprano específico pueden ser muy variables -cada historia es única-, pero lo importante a destacar es que el hecho de que se den con mayor o con menor frecuencia en un contexto social dado no tiene que ver sólo con las historias individuales, sino con las características sociales que las rodean y condicionan.

No estamos proponiendo un determinismo. No todas las chicas que viven en contextos sociales marginados se embarazan siendo adolescentes. Lo que estamos proponiendo es que ciertas características del entorno sociocultural se traducen en que haya una mayor vulnerabilidad en ciertos sectores sociales para que ello ocurra, en que haya una mayor propensión a que ocurran este tipo de embarazos. En otras palabras, ciertos hechos circunstanciales más o menos semejantes -por ejemplo, la muerte del padre durante la adolescencia- pueden o no contribuir a que se produzca un embarazo temprano, dependiendo de una serie de características situacionales subyacentes. Es el conjunto de estas características lo que denominamos vulnerabilidad social.

El caso de Angélica, de la clase media-alta, puede servirnos para ilustrar este punto. Angélica sufre un evento dramático en su adolescencia temprana: la muerte de su padre cuando tenía 12 años. Dicho evento, por una parte, desequilibra la situación familiar: la madre tiene que entrar a trabajar y ya no puede dedicar su tiempo al cuidado de sus hijos; tiene que cambiarlos de escuela porque ya no puede cubrir el costo de la escuela en que están, etc. Por otra parte, afecta profundamente a Angélica, quien se siente abandonada por la pérdida del padre y la dedicación de su madre al trabajo en lugar de la atención a sus hijos. Pero, y eso es lo importante de subrayar aquí, la familia cuenta con una red familiar y extrafamiliar de apoyo que hace posible remontar la situación para llevarla a un nuevo equilibrio: la hermana de la madre es dueña de una escuela a la que pueden asistir Angélica y su hermano "becados", o sea, sin pagar; la madre de Angélica tiene una amiga, Clarita, quien accede a cuidar a los niños y supervisarlos por las tardes. Gracias a ello, Angélica puede seguir en la escuela y podemos especular que, hasta cierto punto, puede superar su sentimiento de abandono mediante la cercanía y el cariño de Clarita.

En otras palabras, podemos ver que en este contexto social, en lugar de haber elementos que propicien el abandono escolar y la desatención doméstica, como en el caso de Guadalupe, existe un capital social que permite remontar situaciones que en otros contextos podrían haber llevado a situaciones propiciatorias de un embarazo temprano. Como en muchas historias familiares, hay eventos y circunstancias que podrían haberse convertido en factores de vulnerabilidad para un embarazo temprano, pero hay elementos que podríamos llamar -tomando prestado un concepto proveniente de la psicología- de resiliencia social, que permiten enfrentar el vendaval y mitigan sus consecuencias.

Otro ejemplo que permite contrastar ambos casos se relaciona con la educación sexual y los conocimientos sobre la reproducción y la anticoncepción, así como con las aspiraciones y perspectivas de vida. Angélica -como muchas jóvenes de la clase media alta- ha estado expuesta en diversos momentos de su vida a ambientes sociales con un riesgo elevado de tener relaciones sexuales sin protección. Estuvo en uno de dichos ambientes en Oaxaca, cuando se hizo amiga y luego novia de León, con quien tuvo relaciones sexuales a sus 17 años. Nuevamente en México, durante su primer año de estudios universitarios, a los 18 años vivía sola y estuvo en un ambiente de reventones (fiestas juveniles) en el que consumía alcohol y, podemos suponer, estuvo expuesta a tener relaciones sexuales. Sin embargo, no ha resultado embarazada. En sus relaciones de pareja con León siempre utilizaron preservativo; podemos suponer que si ha tenido relaciones sexuales posteriormente lo ha hecho también con protección.

Podemos observar que, por una u otra razón, la mayoría de las jóvenes de la clase media alta (o al menos las que hemos incluido como casos estudiados en nuestro proyecto) se las arreglan para no iniciar sus relaciones sexuales en la adolescencia o para no embarazarse cuando son sexualmente activas.7

El caso de Natalia, del sector popular, permite apreciar otro tipo de elementos de vulnerabilidad social que pueden existir para que ocurran embarazos considerados como "tempranos". En verdad se trata en este caso de lo que podría denominarse como una concepción prematrimonial. Todo iba encaminado a que Natalia se casara con su novio cuando éste terminara la preparatoria. Dada la tradición y la norma social existente en estos sectores sociales, seguramente se hubiera embarazado poco después de casarse antes de sus 20 años, por lo que su embarazo de todos modos sería considerado "temprano" en términos sociodemográficos y de la norma sanitaria. Sin embargo, el embarazo ocurre antes del matrimonio, de forma inesperada, no planeada -sería definido como un embarazo "no deseado" de acuerdo con los discutibles criterios en boga.

¿Qué es lo que lleva a que se dé este embarazo? Según nuestra interpretación, básicamente la combinación de tres factores:

La libertad de la que gozaba Natalia para salir con su novio, dada la confianza que le habían otorgado sus padres -motivada seguramente porque veían al novio como un prospecto adecuado para convertirse en su yerno- y, tal vez, las escasas posibilidades de supervisión o vigilancia por parte de los padres. Está también el elemento de desavenencia entre los padres, por los celos del padre hacia la madre.

Segundo, la ausencia de aspiraciones distintas al matrimonio y a la maternidad por parte de Natalia, que de existir quizá la hubieran llevado a posponer el inicio de relaciones sexuales o a protegerse más adecuadamente de un embarazo.

Tercero, el probable escaso conocimiento sobre anticoncepción por parte de la pareja, que los llevó a confiar en un método tradicional bastante dudoso como el coitus interruptus, aunque aquí también pudo intervenir una escasa preocupación por un posible embarazo, dada la situación de compromiso matrimonial existente.

Si pudiéramos generalizar el caso de Natalia al sector popular de la población, podríamos decir que en éste la vulnerabilidad social para que ocurran embarazos "tempranos" imprevistos se ubica en la combinación de una falta de aspiraciones más allá del nivel de estudios de nivel medio superior, cuya otra cara sería la elevada valoración del matrimonio y la maternidad relativamente tempranos; los conocimientos relativamente escasos e imprecisos que tienen los jóvenes sobre la reproducción y la anticoncepción, y el elemento confianza que se establece tanto entre los miembros de la pareja como entre los padres y la pareja de la muchacha una vez que la relación estable ha progresado y que existe un cierto compromiso matrimonial.

 

Conclusiones y discusión

He tratado de mostrar el carácter promisorio del concepto de vulnerabilidad social para comprender el embarazo adolescente y de ilustrar cómo esta vulnerabilidad social se relaciona con la pobreza relativa manifiesta en los tres contextos sociales estudiados.

Aun cuando indudablemente existe la necesidad de un mayor análisis y aclaraciones conceptuales, creo que los casos presentados muestran, por un lado, que la pobreza y la vulnerabilidad social, incluso cuando están relacionadas entre sí, no son equivalentes ni sinónimos y, por otro lado, que ambas están asociadas en un alto grado al embarazo adolescente.

Tengo la impresión de que existen varios niveles de vulnerabilidad social al embarazo temprano y que los diferentes elementos o dimensiones de este concepto no actúan independientemente, sino por medio de su interacción y acumulación. Por ejemplo, se sabe que los jóvenes, y en especial las chicas que viven en el seno de familias incompletas o "disfuncionales" son más vulnerables a tener sexo temprano y a embarazarse que las jóvenes que viven con su padre y su madre (Hayes, 1987; Atkin et al., 1996). Pero esta vulnerabilidad (como probablemente muchas otras) empeora cuando se le añade la vulnerabilidad que implica el ser pobre en muchos países.

De este modo, es probable que debamos distinguir varios tipos y niveles de vulnerabilidad y que éstos deban ser analizados en sus relaciones: ser pobre, además de vivir en una familia incompleta, además de tener muchos hermanos, además de vivir con un padrastro, además de ser mujer en una sociedad patriarcal, además de tener poca educación, además de ser menor de edad; todos estos factores se suman y se conjugan en términos de la vulnerabilidad social para embarazarse siendo joven, por un lado, y por otro, en términos de las consecuencias de este hecho: problemas de salud materna e infantil, nacimientos tempranos , alta fecundidad, obstáculos para remontar la pobreza, etcétera.8

Aun cuando por razones de espacio no hemos podido presentar aquí los casos de las demás jóvenes que entrevistamos en estos tres contextos sociales, del análisis realizado del conjunto de entrevistas hemos derivado los siguientes elementos que, en nuestra opinión, merecen una mención especial:

1. El factor protector que significa mantenerse en la escuela a lo largo del periodo de la adolescencia y tener aspiraciones en la vida, que incluye y otorga importancia al desarrollo personal más allá de ser esposa y madre (Stupp y Cáceres, 2001).

2. La enorme importancia que aparentemente tienen las redes de apoyo confiables y estables, al determinar la mayor o menor vulnerabilidad de las jóvenes a embarazarse temprano en sus vidas. El alcoholismo, la muerte o el abandono de uno de los padres, la violencia familiar y la migración -la separación de las redes sociales originales- parecen ser frecuentes, probablemente aún más en los contextos de extrema pobreza, pero también en otros contextos sociales. A falta de apoyos de la comunidad o del estado es probable que exista una mayor propensión al deterioro o ruptura de estas redes, particularmente en contextos de extrema pobreza.

3. La incidencia de violencia doméstica como un factor que induce a muchas jóvenes a distanciarse de sus padres o a abandonar el hogar, poniéndolas en una situación de vulnerabilidad (Román, 2000).

4. La importancia aparente que posee el elemento "confianza" -en la pareja- en coadyuvar a relaciones sexuales desprotegidas. Este elemento abarca también la "confianza" de los padres de la joven en su "buena" conducta y la confianza que éstos tienen en su pareja cuando lo conocen bien (ídem).

Lo importante que queremos destacar aquí es que, aparentemente, estos factores actúan a través de las diferentes clases sociales, aunque en forma cualitativamente distinta.

 

Sugerencias para la investigación

En mi opinión, muchas de las consideraciones vertidas más arriba merecen mayor investigación. Es necesario clarificar conceptualmente los términos de pobreza y vulnerabilidad social, así como sus dimensiones o componentes. Existe también la necesidad de explorar de forma más sistemática las relaciones entre estos dos conceptos.

En un nivel más empírico se podría pensar en volver a analizar los estudios ya existentes sobre los determinantes del embarazo adolescente, buscando la vulnerabilidad social, como la hemos descrito aquí, así como en emprender estudios cualitativos diseñados especialmente para tal propósito, de preferencia comparando distintos grupos de una población en términos de su relativa pobreza o su nivel social.

Con el fin de explorar algunas de estas relaciones cuantitativamente, mencionamos enseguida algunos de los elementos de vulnerabilidad social que podrían estudiarse a partir de la información existente o a partir de nuevas encuestas y que pueden inferirse de la descripción y el análisis que hemos realizado, del cual hemos presentado sólo una parte en este trabajo:

Estructura y contexto familiar

Es bien conocido, por medio de la literatura existente acerca del embarazo adolescente, que las jóvenes que viven en un contexto de familias "incompletas" o con relaciones paternas altamente conflictivas son más propensas a embarazarse que aquellas que viven en ambientes familiares completos y no conflictivos. En estas situaciones pueden operar varios factores tales como: falta de atención o de afecto, menor capacidad de supervisión, etc. Los indicadores que pueden utilizarse incluyen: vivir con o sin padre y madre, la separación o el divorcio de los padres o la muerte del padre o la madre durante la infancia o la adolescencia, la existencia o el grado de violencia familiar, tanto entre los padres como entre éstos y sus hijos; así como el grado y la calidad de la comunicación entre los padres y entre la joven y su madre y su padre. Otro indicador, ya sea por sí solo o combinado con algunos de los arriba mencionados, puede ser el número de hermanos, que también está relacionado con la capacidad de dar afecto y atención a cada hijo.

Seguridad social

En México, apenas 50 por ciento de la población está cubierta por uno de los sistemas de seguridad social, que incluye acceso a servicios médicos, pensiones por incapacidad temporal o permanente y para la vejez y el retiro, permiso de maternidad, así como el acceso a otros servicios sociales y prerrogativas, que en muchos casos incluyen campos deportivos y actividades culturales y educativas. Estar o no cubiertos por uno de estos sistemas podría ser un indicador de vulnerabilidad social.

Oportunidades laborales

Muchas mujeres tienen muy pocas oportunidades en la vida de ser algo más que esposas y madres. Tienen pocas oportunidades de mantenerse en la escuela más allá de la educación primaria y, exceptuando el trabajo doméstico y familiar, ya sea en sus propias casas o en la de otros, tienen muy pocas oportunidades de empleo. En tales casos, la maternidad temprana es prácticamente la única opción disponible y funciona como un puente hacia el reconocimiento social y la edad adulta.

Los indicadores de esta situación de vulnerabilidad serían: en el nivel individual, el nivel educativo y las aspiraciones (la maternidad versus la educación, la profesión, etc); en el nivel colectivo, las actividades que realizan las mujeres de determinado estrato o clase social pueden servir como indicador de las oportunidades disponibles para una joven que pertenezca a ese nivel.

Educación e información

Ignorar factores básicos sobre la sexualidad y la reproducción hace a las mujeres jóvenes vulnerables a un embarazo temprano. Los indicadores que pueden ser utilizados aquí incluyen nivel educativo (temas sobre la reproducción, la sexualidad y el género sólo se imparten en la escuela secundaria),9 así como el acceso a la planificación familiar o a los servicios de salud reproductiva. Dado que muchas encuestas no incluyen una información tan específica, esto se podría sustituir con información acerca del uso de servicios médicos en general y acerca del grado de conocimiento sobre la anticoncepción y la reproducción.

Poder de género

Otro factor que puede traducirse en vulnerabilidad al embarazo temprano lo constituyen las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres. Las posibles dimensiones de este factor van desde definiciones culturales acerca de la conducta de género (cómo se supone que debe comportarse una chica vis a vis un chico) pasando por el grado en el que se le asigna una doble moral a los géneros en cada grupo social, hasta el grado de violencia de género, de coerción y de abuso sexual existente en cada uno de estos grupos (Geldstein y Pantelides, 2001b).10

 

Implicaciones para políticas

Las implicaciones de estos resultados en términos de políticas públicas, intervenciones y servicios para los adolescentes merecen un análisis detallado que va más allá del propósito y las posibilidades de este artículo, pero para el cual podemos realizar un esbozo preliminar.

El problema del embarazo adolescente necesita ser analizado dentro de los parámetros que lo rodean, tales como la transición demográfica, la desigualdad social y la pobreza, el ambiente político y los procesos vigentes de cambio social y cultural, con el fin de obtener una comprensión realista tanto de las razones que lo desencadenan (causas, determinantes) como de los límites de las posibles intervenciones.

Las necesidades de los adolescentes en términos de su salud sexual y reproductiva, así como las posibilidades de intervención, que de forma realista pueden provocar cambios en la dirección deseada -por ejemplo previniendo los embarazos no deseados o posponiendo la maternidad- varían sustancialmente según los diferentes grupos de la población. Las implicaciones que se derivan de esto son que las políticas y los programas deben ser diseñados tomando en cuenta estas diferentes necesidades y posibilidades.11

Pueden hacerse otras reflexiones con relación a las políticas y los programas dirigidos a prevenir embarazos tempranos no deseados y a posponer la maternidad, tomando en cuenta tanto nuestros resultados como otras recomendaciones existentes.

Existen pocas dudas de que, en países como México, la pobreza genera una buena parte de los embarazos adolescentes que ocurren. Pero se ha demostrado que resulta muy difícil, si no imposible, erradicar la pobreza y, bajo las presentes condiciones mundiales, ni siquiera disminuir su grado y extensión. Si bien es cierto que se puede hacer poco en términos de disminuir significativamente y a corto plazo la pobreza en sí, ¿qué podría hacerse con el fin de mejorar algunas de las vulnerabilidades asociadas con los embarazos tempranos? ¿qué recomendaciones podemos hacer basándonos en los resultados del análisis preliminar que hemos hecho aquí?

Una recomendación inmediata sería ayudar a las familias a mantener a sus hijas en la escuela el mayor tiempo posible, lo cual implica no solamente ofrecer educación gratuita a todos los niveles para las jóvenes que no pueden pagar, sino también proporcionar apoyo económico a las familias pobres de manera que sus hijos puedan continuar en la escuela y no tengan que trabajar para contribuir a la subsistencia de la familia.12

Otra recomendación sería estimular y apoyar la organización de actividades colectivas para mujeres jóvenes, particularmente para aquellas que no van a la escuela, combinando entrenamiento vocacional, actividades que generen ingresos y consejería respecto a temas de sexualidad y reproducción; además de ofrecer a las jóvenes un espacio para reunirse e intercambiar ideas, preocupaciones etc., con otras chicas -algo de lo cual están normalmente excluidas en comunidades pobres- esto mejoraría la percepción y concreción de sus aspiraciones, diferentes de la maternidad temprana, así como los medios para lograrlas (Mensch et al, 1998; Kirby, 2001).13

Una tercera recomendación sería establecer un subsidio de emergencia de seguridad social universal para familias que sufran eventos catastróficos en los cuales su subsistencia sea puesta en riesgo, incluyendo la muerte repentina o la discapacidad del jefe de familia, independientemente de sus condiciones de empleo.

Una cuarta sugerencia sería la de considerar la posibilidad de instituir algún tipo de apoyo básico o de seguridad social para los propios adolescentes de familias pobres, ya que la premisa de que cuentan con sus padres para la continuación de sus estudios es, entre otros aspectos, a menudo incorrecta.

En un nivel diferente, aunque no tuve el espacio para abordar este punto en el análisis específico aquí emprendido, existen dos factores culturales subyacentes que, desde mi punto de vista, entorpecen de muchas formas diferentes las posibilidades de prevenir embarazos tempranos no deseados, particularmente en los sectores de la población no tan pobres: la no aceptación de relaciones sexuales premaritales (o, cuando la intención sea impedirlas, la no aceptación de su posible ocurrencia), y las grandes desigualdades de género que aún permean la sociedad mexicana, particularmente en la esfera de las relaciones heterosexuales (doble moral para hombres y mujeres, coerción y abuso sexual, etcétera).

La mejor forma de lidiar con estos factores, en mi opinión, es influyendo en los medios de comunicación de masas, al programar, mejorar y apoyar programas de radio y televisión que, con el debido respeto a las diferentes creencias y normas morales de los distintos sectores de la población, pugnen por una apertura más realista a los temas relacionados con la sexualidad de los adolescentes, y por una actitud más respetuosa y apoyadora de sus derechos en esta esfera de la conducta, con el objeto de que todos los sectores de la sociedad puedan, poco a poco, contribuir al cambio cultural necesario para que seamos capaces de ayudar realmente a nuestros jóvenes a prevenir embarazos y nacimientos tempranos no deseados. La sociedad mexicana camina en esa dirección, pero podría hacerse mucho con el fin de mejorarla (Stern, 2001).

Para terminar, permítanme repetir lo que he dicho en otras partes (Stern, 1995a, 1997, 1998) y que se encuentra implícito en este artículo: la mayoría de los programas y políticas existentes dirigidos a mejorar la información que poseen los adolescentes sobre temas relacionados con la reproducción y la prevención, o con su acceso a los métodos anticonceptivos, se quedan muy cortos en términos de las necesidades de los distintos sectores de la población para posponer la maternidad o prevenir embarazos no deseados. Espero que este artículo contribuya a poner esto en claro y también a nuestra reflexión colectiva acerca de los medios posibles para mejorar la salud sexual y reproductiva de nuestros jóvenes.

 

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Notas

* Versiones anteriores de este trabajo fueron presentadas como ponencias en el seminario del Comité Internacional de Coopération dans les Recherches Nacionales en Démographie 4 sobre Salud reproductiva, necesidades no cubiertas y pobreza: temas de acceso y calidad de los servicios, realizado en la Universidad de Chulanlongkorn, Bangkok, Tailandia , del 25 al 30 de Noviembre de 2002, y en la VII Reunión Nacional de Investigación Demográfica realizada en Guadalajara, Jalisco, México, del 2 al 5 de diciembre de 2003. Agradezco a Susana Lerner y a María de la Soledad González sus comentarios y sugerencias al primer borrador de este artículo.

1 Me doy cuenta de que la definición de vulnerabilidad social debe ser argumentada de forma más precisa y estoy trabajando en ello, pero hacerlo aquí va más allá de mis intenciones y de mis posibilidades en este momento.

2 Los datos acerca de las tendencias en el embarazo adolescente se reportan normalmente en términos de fecundidad -o sea maternidad- ya que han sido los temas de población y salud los que han estado en el centro de las preocupaciones. Muy pocas veces, como es el caso del artículo aquí citado, se reportan los datos en términos de embarazos. Las tasas de fecundidad adolescente en México han disminuido aún más que las tasas de embarazos (Welti, 2000; Zúñiga, 2000, entre otras fuentes).

3 El proyecto de investigación se titula "Significado e implicaciones del embarazo adolescente en diferentes contextos socioculturales de México" y fue financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Proyecto 26089) y el Programa Especial de Investigación, Desarrollo y Entrenamiento en Investigación sobre la Reproducción Humana de la Organización Mundial de la Salud (Proyecto 98127BSDA).

4 Los nombres de las entrevistadas son ficticios.

5 Por razones de espacio y para poder incluir algunos testimonios textuales ejemplificaremos nuestro argumento sobre la vulnerabilidad, tomando solamente un caso de cada uno de los contextos estudiados.

6 Para nuestras entrevistas, tanto individuales como grupales, queríamos trabajar en una colonia de clase media alta del sur de la ciudad de México, definido y delimitado territorialmente, en el que ya habíamos hecho el trabajo etnográfico, pero tuvimos que renunciar a ello y trabajar mediante contactos con adolescentes de estas familias en escuelas reconocidas como pertenecientes a este sector de la población, ya que no pudimos obtener el acceso a las familias en sus hogares.

7 Aun cuando incluso en la clase media alta parece la gran mayoría de los adolescentes no utilizan anticonceptivos en su primera experiencia sexual, muchos parecen hacerlo en las ocasiones subsiguientes. Debe mencionarse, sin embargo, que aunque no se ilustra con los cuatro casos del estudio, hay una situación diferente que ocurre en los sectores más liberales de esta clase social, que en cierto sentido atraviesa por una "revolución sexual" parecida a aquella que tuvo lugar en Estados Unidos durante la década de 1970, en la que los embarazos durante la adolescencia no son tan inusuales como podría inferirse de los casos estudiados. Aparentemente, una proporción cada vez mayor de chicas de entre 15 y 17 años tienen relaciones sin protección con sus parejas y se embarazan. La mayoría de estos embarazos, sin embargo, se "resuelven" mediante abortos y se mantienen como asuntos privados.

8 Existen otros factores dentro de la sociedad mexicana, tales como vivir en un área rural con poco acceso a los servicios de salud, o la exclusión cultural que implica no hablar el idioma oficial (al ser indígena), que se agregarían a esta vulnerabilidad social. No los hemos incluido en esta lista porque no incluimos la comunidad indígena rural que estudiamos para el análisis emprendido en este artículo, pero deben ser añadidos, para posteriores análisis, a los otros factores mencionados.

9 Una introducción a los hechos biológicos básicos acerca de la reproducción se incluye en el 5º. y 6º. grados de la escuela primaria, pero los estudios han demostrado que la información que se proporciona de este modo tiene poco uso práctico para los adolescentes en términos de prepararlos para un sexo seguro.

10 Próximamente emprenderemos el análisis de algunas encuestas recientes en México, con el fin de explorar algunas de las relaciones entre la estratificación social, la vulnerabilidad, como la entendemos aquí y las tasas de embarazo adolescente.

11 Esto no significa que deben diseñarse políticas y programas específicos para cada grupo de la población -lo cual resultaría imposible e iría en contra de la generalidad que implican, por definición, las políticas públicas- pero sí implica que el énfasis de ciertas políticas, cuando éstas se aplican a grupos específicos, debería ser diferente y que la selección de programas que deberán aplicarse debe ser hecha en términos de las necesidades y posibilidades reales de cada grupo. En otras palabras, mientras que las políticas y programas pueden ser generales, la mezcla de políticas y programas aplicados a cada grupo tendría que ser diferente. Sé de al menos un estudio que ha demostrado claramente que, más que el nivel de educación, es la permanencia en la escuela el elemento protector contra los embarazos tempranos en el "factor educativo" (Stupp y Cáceres, 2001). Otros autores también han insistido en la importancia de la educación entre las chicas para demorar el embarazo temprano (Mensch et al, 1998). El gobierno mexicano está proporcionando becas para los niños de familias más pobres con el fin de que se mantengan en la escuela al menos hasta que terminen su educación secundaria. Los estipendios son mayores para las niñas que para los niños, una política que parece estar dirigida en la dirección correcta.

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