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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.8 no.32 Toluca abr./jun. 2002

 

Tendencias recientes de la participación femenina en el mercado de trabajo de Uruguay, 1986-2000

 

Ximena García de Soria, María Fernanda Rivas, Máximo Rossi y Mariana Taboada

 

Resumen

En este documento realizamos un análisis descriptivo de la evolución de la participación femenina, en comparación con la masculina, en el mercado laboral uruguayo entre 1986 y 2000. El análisis descriptivo realizado sobre las tendencias de la participación, de acuerdo con las variables relacionadas con el ciclo familiar tanto para los hombres como para las mujeres, nos sugiere que en Uruguay se ha dado un proceso de similitud del comportamiento de actividad de hombres y mujeres. Según lo observado, el ciclo de vida familiar pierde importancia en la incorporación de las mujeres al mercado laboral, especialmente entre las más educadas.

 

Abstract

In this document we made a descriptive analysis of the evolution of the female participation in comparison to the masculine one in the Uruguayan labor market between 1986 and 2000. The descriptive analysis of the tendencies of the participation made according to the variables related to the familiar cycle for men and women, suggests to us that in Uruguay there has been a process of similarity of the participation behavior of men and women. According to the information observed, the familiar life cycle loses importance in the determination of the incorporation of the women to the labor market, specially within the most educated.

 

Introducción

La creciente incorporación de las mujeres al mercado laboral ha sido un tema de particular interés en la bibliografía económica de las últimas décadas en muchos países, tanto desarrollados como subdesarrollados, debido a que implica profundos cambios en las relaciones económicas y sociales de la sociedad.

Para Uruguay no existe un análisis descriptivo que abarque un periodo extenso y además analice el mercado laboral en su conjunto, es decir, desde la perspectiva de la oferta, de la demanda de trabajo (tipo de ocupación de la mujer, empleo, tiempo de trabajo parcial o completo, etc.) y de la brecha entre ambas (desempleo). Este tipo de análisis permitirá obtener la información básica sobre las características de dicho mercado para el diseño de políticas de desarrollo de recursos humanos, así como políticas de fomento del empleo para las mujeres.

Este es un primer documento de una serie que se proyecta realizar para capturar las tendencias que sigue el mercado laboral femenino en su conjunto. Para analizar las mismas utilizamos una serie de indicadores, tales como tasa de actividad, de empleo y desempleo, ratios salariales femenino-masculino, etc. El análisis de las tendencias se realiza de acuerdo con determinadas variables que según resultados de trabajos empíricos inciden en el mercado laboral: edad, nivel educativo, tipo de hogar, presencia de niños en el hogar, etc. El mismo tipo de análisis se hace para el sexo masculino, con el objetivo de estudiar las diferencias por género que se han dado en Uruguay.

En este primer artículo realizamos un análisis descriptivo de la evolución de la participación femenina y masculina en el mercado laboral, es decir, estudiamos la tendencia en la oferta laboral.

Para elaborar este análisis descriptivo se procesaron datos de la Encuesta Continua de Hogares (ECH), relevada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que cubre las áreas urbanas del país y representa 88 por ciento de la población total de Uruguay. La información se releva en forma continua a lo largo del año y consta de dos grandes grupos de preguntas, uno referido a la vivienda y el hogar, y el segundo a los integrantes del hogar, este último contiene datos sobre las características individuales, la situación ocupacional, los ingresos y los egresos. Cabe destacar que en 1998 el INE cambió la muestra para relevar la ECH, luego de la realización del Censo de Población y Vivienda de 1996. Estos cambios, en general, mejoran la calidad de la información, pero implican un quiebre en la serie de datos que se venían manejando.1

El análisis se realiza abarcando el periodo 1986-2000, pero debido a los cambios en la muestra de la ECH anteriormente mencionados, se estudian por separado los periodos 1986-1997 y 1998-2000.

El artículo se estructura de la siguiente manera: en el primer apartado se analizan las tendencias de las ofertas de trabajo femenina y masculina, realizando una comparación entre ellas, y en el segundo se presentan las conclusiones del documento.

 

Tendencias en la oferta de trabajo

Tasa de actividad

La decisión de la mujer de participar en el mercado de trabajo se ha convertido en un tema relevante en la bibliografía económica de las últimas décadas. Es importante analizar los cambios en la participación femenina debido a que el cambio estructural producido por la masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo genera un incremento en la oferta de mano de obra que, de no compensarse con un aumento similar en la demanda, produce un crecimiento del desempleo. Resulta entonces fundamental conocer los determinantes de la decisión de participación para planificar el modo óptimo de absorber dicha oferta.

La oferta laboral de los individuos, y en particular de las mujeres, es el resultado de la interacción entre sus preferencias y sus posibilidades. En términos económicos, las decisiones sobre oferta laboral se derivan de la maximización de una función de utilidad sujeta a restricciones (Bryant, 1990).

Existen tres conjuntos de factores que determinan la participación laboral femenina, uno relacionado con características personales y dos con características del hogar.

El primer conjunto se refiere a aquellos factores que afectan las oportunidades e incentivos para participar en el mercado laboral. En general se describen bajo el rótulo de ingreso o salario de oportunidad, o sea, el nivel de ingreso al que se puede aspirar en el mercado en función de las características propias de los individuos. El argumento es que a medida que dicho capital humano es mayor, más alto es el costo de oportunidad de la inactividad y, por tanto, mayor es la probabilidad de que la mujer participe en el mercado laboral. Los principales determinantes son la educación, el entrenamiento y las habilidades especiales adquiridas en el propio trabajo, donde el primero es el que ha recibido más atención en los trabajos empíricos.

El segundo conjunto de factores incluye a aquellos que actúan a través de la determinación de la necesidad (percibida por la mujer) de ingreso o del producto que emana de la actividad, es decir, la presión económica para la participación. Mientras mayor es el ingreso proveniente de otras fuentes dentro del hogar (es decir, excluido el ingreso que aporta la mujer), menor es la necesidad percibida de ingreso adicional para atender a las necesidades propias y de los demás miembros del hogar y, por tanto, menor es la presión económica para que la mujer trabaje, reduciéndose la probabilidad de que participe en la actividad.

El tercer tipo de factores son los que actúan como restricciones o eventualmente como factores que permiten o facilitan la participación en el mercado de trabajo y que dependen de la composición del hogar. Esos factores hacen más o menos compatible el trabajo doméstico que realiza la mujer con el trabajo que realiza para el mercado. Incluye variables como número de menores en el hogar o edad del menor del hogar.

Teniendo en cuenta este conjunto de factores, en los próximos apartados se analiza la participación según las variables edad, nivel educativo, estado civil, tipo de hogar, presencia de niños pequeños, jefatura de hogar e ingreso del resto del hogar. Como punto de partida para el análisis del mercado laboral, observamos las variaciones de la tasa de participación de hombres y mujeres (cuadro 1).

Se destaca en el cuadro el crecimiento que ha tenido la tasa de participación femenina en contraposición a la evolución de la tasa masculina, que ha disminuido, en el periodo analizado; sin embargo, se mantiene una importante brecha ente las dos tasas de participación. Intentaremos estudiar la evolución de la tasa de participación según las variables mencionadas anteriormente, enfatizando las diferencias por género.

Otro aspecto destacable en el periodo 1998-2000 es la caída de la tasa de participación. Este fenómeno podría estar afectado por el desaliento en la búsqueda de trabajo debido a la crisis. En periodos recesivos, como el que enfrenta la economía uruguaya a partir de 1999, dichos trabajadores tienen una percepción negativa del mercado laboral que retrae la participación y dejan de buscar trabajo. Este comportamiento podría ser revertido en caso de una recuperación económica.

Al analizar el comportamiento de las tasas de participación femenina y masculina en Uruguay, es interesante considerar que aquél se enmarca en un proceso más general que abarca a toda América Latina.

En Estudio económico de América Latina y el Caribe, 2000-2001, la Cepal (2001) señala que la pequeña caída que se observa en la tasa de participación general de América Latina en el año 2000 respecto a 1999 se debió, en mayor medida, al comportamiento de la inserción laboral de los hombres que al de las mujeres. Lo mismo se observa en Uruguay, como se refleja en el cuadro 2.

Comparando la situación de 2000 con la de comienzos de la década de 1990 se observa un marcado aumento, 2.5 puntos porcentuales, de la tasa global de participación en el promedio simple de América Latina y el Caribe. Es claro que este resultado se debe a la incorporación laboral de las mujeres, que subió alrededor de seis puntos porcentuales (pasó de 37.5 por ciento, en 1990, a 42.9 por ciento, en 2000). Esta mayor inserción laboral femenina es un fenómeno común a todos los países, si bien con diferencias de magnitud. En contraste, el promedio de la participación laboral de los hombres en 2000 es igual al de comienzos de la década presente (Cepal, 2001).

En relación con la brecha de participación entre hombres y mujeres, que en Uruguay es de 22.8 puntos porcentuales en 2000, para el promedio de América Latina es de 28.5; sin embargo, para Chile la brecha es de 34.4 puntos porcentuales y para Costa Rica de 39.7. De esto se deriva que si bien la diferencia entre las tasas de actividad entre hombres y mujeres en Uruguay es alta, no lo es tanto en comparación con el resto de América Latina y el Caribe. Asimismo, se destaca que Uruguay posee una de las tasas más altas de participación femenina, 6.2 puntos porcentuales por encima del promedio en 2000.

 

Tasa de actividad, edad y educación

Al analizar la relación entre la actividad laboral y la edad debe tenerse en cuenta que existe un marco legal que regula el mercado de trabajo. En Uruguay la edad mínima legal para trabajar es 14 años; entre 14 y 18 años existen determinadas restricciones relacionadas con la duración de la jornada laboral y descanso semanal. La edad de jubilación para la mujer, según la Ley núm. 16.713 de setiembre de 1995, es de 60 años.

En este trabajo se agrega a hombres y mujeres en cinco grupos de edad: 14 a 24 años, 25 a 34 años, 35 a 44 años, 45 a 54 años y 55 a 64 años. Asimismo, se divide a la población en los siguientes grupos educativos: cero a cinco años de educación, seis a nueve años, 10 a 12 años y 13 años y más (cuadro 3).

Al observar el cuadro 3 se puede concluir que las mayores tasas de participación femenina para cada año se ubican en el tramo de 25 a 44 años. Este tramo agrupa a las mujeres que por lo general son las que deben conciliar tareas laborales y domésticas. Las menores tasas de actividad se observan para el grupo de 14 a 24 años y el comprendido entre los 45 y 64 años. El primer tramo está afectado por la decisión de asistir a centros de enseñanza que prima sobre la decisión de participar en el mercado de trabajo, tal como lo establece la teoría del ciclo vital. En cambio, el segundo tramo de edad se ve influido por la mayor proporción de retiros por jubilación.

Entre los años 1986 y 1997 el tramo que más aumentó su participación fue el de las mujeres entre 45 y 54 años con un incremento de 15.1 por ciento, lo mismo sucede en el periodo 1998-2000 en el que la tasa de participación se incrementó 1.9 por ciento. Inclusive, este grupo etáreo fue el único que aumentó su participación en el segundo periodo, ya que los demás sufrieron una caída.

Esta tendencia al aumento de la participación de las mujeres de mayor edad podría explicarse por un cambio importante en el peso relativo de este grupo o por un cambio de conducta respecto a la fertilidad. En relación con la primera hipótesis se observa en el cuadro 1 del anexo que el porcentaje de dicho tramo de edad ha permanecido bastante estable y que no es un porcentaje muy pequeño, cuya variabilidad pudiera afectar la tasa de actividad, por lo que suponemos que la segunda hipótesis se ajusta más a la explicación de dicho aumento. Las mujeres que en 2000 integraban el grupo de 45 a 54 años eran las que en 1986 tenían entre 25 y 44 años, edades de auge del periodo reproductivo. En ese momento las mujeres, al tener hijos, se retiraban del mercado laboral por un periodo prolongado o inclusive no se reintegraban, por lo cual las mujeres entre 45 y 54 años tenían una tasa de actividad baja (48.5 por ciento). En la actualidad el patrón de comportamiento de las mujeres cuando tienen hijos es diferente: no abandonan el mercado laboral o se reincorporan al poco tiempo, presentando niveles de actividad más altos (63.6 por ciento). Es decir, el alto crecimiento de la tasa de actividad del tramo de 45 a 54 años se debe a un cambio generacional o de cohorte.

En diversos estudios empíricos sobre el mercado laboral se ha encontrado una estrecha relación entre la educación y la tasa de actividad, es decir, que la actividad aumenta fuertemente a medida que crece el nivel educacional.

En el cuadro 3 se observa, para cada año, que entre los niveles extremos de educación (menos educadas versus más educadas), en general, las tasas de actividad se duplican. Las tasas de actividad mayores se registran para las mujeres con 13 años y más de educación, seguidas por las mujeres con 10 a 12 años de estudios. Las mujeres con mayores niveles educativos participan más, hecho que está relacionado con la inversión en capital humano que impulsa a la mujer a enfrentarse al mercado de trabajo.

Si analizamos el periodo 1986-1997, se observa que el grupo con mayor incremento en la tasa de participación fue el de las mujeres con 10 a 12 años de educación (9.9 por ciento) seguido del grupo con seis a nueve años (8 por ciento). En el periodo 1998-2000 se verifica un descenso en las tasas de actividad de las mujeres de los dos grupos con mayores niveles educativos, quizá esto relacionado con la hipótesis del trabajador desalentado, mencionada anteriormente. Las personas con mayor educación podrían estar aspirando a un trabajo en calificaciones precisas y con una determinada retribución que, debido a la crisis por la cual atraviesa el país desde 1999, no pueden conseguir, por lo que se retiran del mercado laboral. Si se analizan las tasas de actividad para los grupos con mayores niveles educativos, lo más destacable es que la tasa de actividad del grupo con 10 a 12 años de educación es la que más cae cuando en el primer periodo es la que más aumenta.

En la sección del cuadro 3 en la que se presenta la tasa de actividad por grupos de edad y nivel educativo se puede apreciar que para el nivel educativo más bajo la tasa de actividad más alta corresponde a las mujeres de 35 a 54 años, mientras que para los niveles educativos superiores a 6 años, el grupo de mujeres con mayores tasas de actividad son más jóvenes (de 25 a 44 años).

En el periodo 1986-1997, las tasas de participación femenina experimentan incrementos para todos los grupos educativos y de edades, salvo para las mujeres entre 14 y 24 años de edad con menos de seis años de educación. En el periodo 1998-2000, las tasas de participación de las mujeres con menos de seis años de educación aumentan para todos los grupos de edad, salvo el de las mujeres entre 55 y 64 años, que cae 3.3 por ciento. El grupo etáreo que más aumenta para este nivel educativo es el de mujeres entre 25 y 34 años (15.5 por ciento). En los restantes tramos educativos el comportamiento es más diverso.

A diferencia de lo que ha sucedido para las mujeres, la participación masculina se ha mantenido relativamente estable, independientemente del grupo de edad considerado, con tan sólo un incremento de 0.3 por ciento para el total entre 1986 y 1997 y 0.2 por ciento entre 1998 y 2000 (cuadro 4). Por lo cual, se podría concluir que se ha reducido la brecha por género en la participación en el mercado laboral.

Si analizamos la tasa de actividad para los hombres por grupos de edad, los que han aumentando la participación son los grupos extremos, los más jóvenes y los mayores, tanto el primer periodo analizado como en el segundo. En este caso se observa, al igual que lo que sucede con las mujeres, una incorporación al mercado de trabajo de personas de edades mayores.

En relación con el nivel educativo, se encuentra una diferencia con las mujeres, ya que si bien es cierto que los hombres de baja educación también presentan tasas de participación inferiores a las del resto, la distancia entre los grupos extremos (en la distribución de edades) de la fuerza laboral masculina es apreciablemente menor a lo que sucede con las mujeres. En efecto, los hombres con más bajo nivel de estudio (cero a cinco años) presentan una tasa de participación que se encuentra entre 75 y 79 por ciento en los años analizados, mientras que entre las mujeres está entre 35 y 43 por ciento. En el otro extremo, las mujeres con más de 13 años de estudios presentan tasas de participación entre 72 y 80 por ciento, mucho más cercanas a las masculinas.

Analizando la tendencia de la participación masculina por nivel educativo se observa que, para el primer periodo, aumenta la tasa para los grupos con mayor nivel educativo (10 a 12 años y 13 y más), mientras que para el segundo periodo los dos grupos de menor nivel educativo (de cero a cinco y de seis a nueve) son los que incrementan su tasa de participación.

 

Tasa de actividad, estado civil y educación

En el cuadro 5 se presenta la tasa de actividad femenina en relación con su estado civil. La trayectoria por año de la tasa de actividad, según el estado civil, muestra que las mujeres divorciadas o separadas presentan tasas muy superiores a las de los otros grupos. Considerando el periodo 1986-1997, las mujeres que registran un mayor crecimiento en su tasa de participación son las casadas o en unión libre (12.4 por ciento). Este fenómeno podría estar relacionado con el cambio de conducta de las mujeres respecto a la fertilidad mencionada anteriormente. En el periodo 1998-2000 decrece la tasa de actividad de todos los estados civiles; sin embargo, las casadas son las que menos disminuyen su tasa de participación.

Para todos los estados civiles existen importantes diferencias entre las tasas de actividad de las mujeres con menos de seis años de educación y las que tienen más de 13. Las mujeres más educadas participan más en el mercado de trabajo, lo que parece otorga un peso mayor a la educación que al estado civil en sí a la hora de tomar la decisión de participar en el mercado laboral. Se destaca que las mujeres divorciadas o separadas presentan menos disimilitudes por niveles educativos, ya que las diferencias entre los estratos de educación más bajos y los más altos son menores que para otros grupos. Esto podría explicarse porque estas mujeres se enfrentan al hecho de tener que mantener el hogar.

Analizando por estado civil, la diferencia más destacable de los hombres con las mujeres es que, en el caso de los primeros, presentan mayores tasas de participación los casados o en unión libre, mientras que en el caso de las mujeres son las casadas las que presentan menores tasas de participación junto con las viudas.

La teoría sugiere que la toma de decisión laboral de la mujer depende de los salarios (el salario que la mujer puede esperar obtener y el salario de su cónyuge), la evaluación de las actividades domésticas, la división de trabajo dentro del hogar y la existencia de niños y sus edades. Bajo el supuesto de que los salarios femeninos son menores que los masculinos y que hay una división desigual de las tareas del hogar, el modelo predice una participación menor de las mujeres o una menor oferta de horas en comparación con el hombre.

En el caso uruguayo los que presentan menores tasas de participación son los hombres solteros; sin embargo, este grupo presenta un crecimiento para el periodo 1986-1997 (2.9 por ciento) explicado por los que tienen 13 y más años de estudio (cuadro 6).2

La mayoría de los estados civiles no presentan cambios muy destacables en ninguno de los dos periodos considerados, salvo el grupo de los viudos, que en general es un grupo poco representativo.

 

Tasa de actividad, tipo de hogar y educación

Según las conclusiones de algunos trabajos empíricos para Uruguay, el tipo de hogar al que pertenece la mujer es una variable que presenta relación con su participación en el mercado de trabajo. Cada tipo de hogar representa diferentes grados de responsabilidad para la mujer en cuanto a las labores domésticas y cuidado de niños, así como niveles variables de presión económica que dependen del nivel de ingreso familiar (Cepal, 1985). Por lo tanto, la oferta laboral de la mujer es incentivada o dificultada dependiendo del tipo de hogar en que reside.

En el cuadro 7 se presenta la tasa de participación por tipo de hogar3 y cruzándola con el nivel educativo. Para todos los años, las mayores tasas de actividad se registran para las mujeres pertenecientes a hogares monoparentales, en los que la ausencia del hombre posiblemente estimule la participación tanto de las madres como de las hijas, en el mercado de trabajo. Por ejemplo, para el año 2000 la tasa de participación de las mujeres en hogares monoparentales es de 69.9 por ciento, seguidas por las de los hogares unipersonales (62.3 por ciento), extendidos o compuestos (59.8 por ciento) y, por último, las de hogares nucleares (55.7 por ciento). Este comportamiento está claramente relacionado con el estado civil, ya que ciertos tipos de hogares se asocian con determinados estados civiles.

El tipo de hogar es una variable que, según las cifras del cuadro 8, no estaría afectando a grandes rasgos la participación masculina. Se puede apreciar una homogeneidad en las tasas de actividad que son altas en todos los tipos de hogares.

 

Tasa de actividad, niños y educación

En el cuadro 9 se presenta la tasa de participación femenina en relación con la presencia de niños pequeños en el hogar. Antes de continuar es necesario aclarar que, debido a como se releva la presencia de niños en el hogar en la Encuesta Continua de Hogares, estos niños pueden ser o no hijos de la mujer, ya que se pregunta la relación de parentesco con el jefe de hogar y pueden ser hijos de jefe y no de la mujer que se está relevando. Se agrupa a las mujeres según la edad del niño menor del hogar en los siguientes tramos: si no hay niños en el hogar o si el menor tiene más de 12 años, si el menor niño tiene menos de dos años, si el menor tiene entre tres y cinco años, y, por último, si el menor tiene entre seis y 12 años.

Se observa un efecto negativo en la participación de las mujeres con la presencia de niños pequeños, sobre todo de los menores de dos años. Si bien la tasa de las mujeres sin niños o con niños mayores de 12 años es baja, está influida por el hecho de que este tramo incluye a las más jóvenes que tienen poca participación en el mercado laboral por su asistencia a centros de enseñanza.4 Asimismo, se observa que el efecto negativo de la presencia de niños pequeños va perdiendo fuerza a medida que avanzamos en los tramos educativos; en el último tramo prácticamente no se ve que se modifique el comportamiento de las mujeres ante la presencia de niños pequeños.

En relación con la evolución de la tasa de actividad entre 1986 y 1997 se observa un incremento en la misma para todos los casos, independientemente de la edad del menor, en el intervalo entre 9 y 12.2 por ciento. Analizando conjuntamente con el nivel educativo, para el primer periodo no se encuentra un patrón muy claro, simplemente crecen todas las tasas. En el periodo 1998-2000, como ya habíamos visto, cae la tasa de actividad y lo hace para todos los casos, aunque al cruzar con la educación algunas tasas crecen y otras disminuyen.

Por otro lado, se puede observar en el cuadro 5 del anexo que la proporción de mujeres con niños menores de dos años cayó en el periodo de estudio. Esto podría contribuir a explicar el aumento de la tasa de participación femenina.

En el cuadro 10 se presenta la tasa de actividad de los hombres según la presencia de niños menores en el hogar, la cual no disminuye la participación del hombre; por el contrario la estimulan por la responsabilidad de la manutención de los mismos. Aquí se aprecia una diferencia importante con el comportamiento femenino. Esta diferencia de conducta también se observa en Chile. Mizala et al. (1999) señalan que ésta es una de las mayores diferencias entre hombres y mujeres en la determinación de la participación. En la estimación que realizan, la presencia de niños afecta positivamente la participación de los hombres y negativamente la de las mujeres.

La llegada de un niño al hogar tiene consecuencias sobre la asignación del tiempo de los padres (Bryant, 1990). En primer lugar, incrementa la productividad de cada esposo en el hogar, induciendo a ambos a sustituir trabajo en el mercado por trabajo en el hogar. En segundo lugar, al aumentar el número de miembros del hogar y cambiar la composición de la familia aumenta la demanda de bienes de consumo de mercado, lo que provoca un incremento en el tiempo de trabajo de mercado.

Como afirma Cook (2000), las mujeres tienden a asumir las responsabilidades primarias de las tareas domésticas y el cuidado de niños aun cuando se encuentran activas en el mercado de trabajo. Esto hace que las mujeres valoren más que los hombres el tiempo de trabajo en el hogar. En tanto que los hombres son los que aumentan su participación en el mercado laboral.

 

Tasa de actividad, jefatura de hogar y educación

En el cuadro 11 se observa que la tasa de participación es mayor para las mujeres que son jefas de hogar que para las que no lo son y se mantiene el patrón que se presenta en las anteriores variables: las mujeres que tienen 13 años y más de educación son las que presentan las mayores tasas para cada año analizado. Pero cabe destacar que dentro de las jefas de hogar las que más aumentan su participación (9.3 por ciento) durante 1986-1997 son las mujeres de menor nivel educativo. En cambio, el grupo de mujeres con cero a cinco años de educación en su conjunto, durante este mismo periodo aumentó su tasa de actividad solamente 3.6 por ciento (cuadro 3), sugiriendo que el hecho de ser jefa de hogar influye en la determinación de la participación por las responsabilidades económicas de manutención, más que el propio nivel educativo.

En América Latina el número de hogares encabezados por mujeres ha aumentado, en la mayoría de los países de la región, al menos uno de cada cinco es encabezado por una mujer. Entre los fenómenos que han contribuido al incremento de los hogares con jefatura femenina destacan el aumento de los hogares monoparentales, encabezados predominantemente por mujeres jóvenes o de la tercera edad, y de los unipersonales, debido al envejecimiento de la población y la mayor longevidad de las mujeres, que forman nuevas parejas con menos frecuencia que los hombres. Salvo excepciones, las mujeres jefas de hogar son divorciadas, viudas o solteras. Un factor que puede haber contribuido y que merece analizarse más detenidamente es la mayor inestabilidad de las uniones (CEPAL, 1995).

En Uruguay se observa el mismo comportamiento en cuanto al aumento de hogares encabezados por mujeres entre 1986 y 1997, aumentó 5.3 por ciento el porcentaje de hogares con jefatura femenina mientras que en el segundo periodo analizado aumentó 0.5 por ciento. Se corrobora con los datos que son los mismos fenómenos mencionados anteriormente para América Latina los que influyen en el incremento de dichos hogares.

Existe una marcada brecha entre las tasas de participación de los jefes de hogar y de los no jefes, reiterándose el hecho de que es necesario trabajar para cubrir las necesidades del hogar.

Las tasas de participación de los hombres no jefes de hogar son similares a las de las mujeres jefas de hogar.

Para los dos periodos la tasa de participación que más crece es la de los no jefes de hogar. Del cuadro 12 se desprende que para el periodo 1986-1997 el mayor incremento se observó para los hombres no jefes de hogar más educados (10.5 por ciento), mientras que los menos educados sufrieron una importante caída del orden de 4.7 por ciento. Para el siguiente periodo se observa el comportamiento inverso.

 

Tasa de actividad, quintil de ingreso y educación

En el cuadro 13 se presenta la tasa de actividad por quintil de ingreso del resto del hogar per cápita. Se consideran los ingresos del resto del hogar (laborales y no laborales) y los ingresos no laborales de la persona analizada.

Al analizar la tasa de actividad por quintil de ingreso se observa una diferencia importante entre el primer y segundo quintil, y luego una caída pequeña quintil a quintil. Así, en el 2000 las mujeres del primer quintil presentan una tasa de participación de 76.2 por ciento, el segundo de 59.1 por ciento y el quinto quintil de 53.5 por ciento. En el periodo 1998-2000 la única tasa que aumenta es la correspondiente al primer nivel de ingreso, pudiendo reflejar la presión económica agravada por la presencia de la crisis económica.

Sin embargo, la desagregación por nivel educativo muestra una diferencia dentro de cada nivel de ingreso, en el 2000 se observa una tasa de 62.7 por ciento para las mujeres del primer quintil con menor nivel educativo y una de 72.3 por ciento para las mujeres del último quintil con mayor nivel educativo. Esto nos muestra una fuerte influencia del nivel educacional, inclusive considerando el nivel de ingreso del resto del hogar.

Nuevamente se verifica una menor dispersión de tasas de actividad entre quintiles para los mayores niveles educativos (cuadro 14).

Al igual que en el caso de las mujeres, la tasa de actividad de los hombres cae a medida que aumenta el nivel de ingreso; sin embargo, existe una diferencia quintil a quintil que no se encuentra centralizada entre el primero y el segundo como en el caso de las mujeres. Asimismo, se observa una diferencia en la variación dentro de los quintiles por nivel educativo, la cual es mayor para las mujeres que para los hombres.

En el periodo 1998-2000 las tasas que crecen son las correspondientes a los dos primeros quintiles de ingreso.

 

Conclusiones

El análisis descriptivo sobre las tendencias de la participación laboral realizado de acuerdo con las siguientes variables: edad, nivel educativo, tipo de hogar, presencia de niños en el hogar, etc., tanto para los hombres como para las mujeres, nos sugiere que en las últimas décadas en Uruguay se ha dado un proceso de similitud del comportamiento de actividad de hombres y mujeres.

Esto se debe a que, según lo observado, el ciclo de vida familiar que se relaciona con la edad, el estado civil y el número de hijos de las mujeres, pierde importancia en la incorporación de las mujeres al mercado laboral, especialmente entre las mujeres más educadas. El comportamiento femenino se aproxima al masculino, en el cual las dimensiones relacionadas con el ciclo de vida familiar tienen poco peso en la decisión de incorporación al trabajo remunerado. Las mismas conclusiones ya fueron alcanzadas por Arriagada (2001) tanto para Uruguay como para Chile. Además afirma que no solamente hubo un aumento cuantitativo sino también un cambio del modelo de la participación laboral femenina, apuntando desde el lado de la oferta a una mayor homogeneización del comportamiento de actividad de hombres y mujeres.

En el periodo analizado la tasa de participación femenina ha tenido un destacable crecimiento en contraposición con la evolución de la tasa masculina que ha disminuido, sin embargo, se mantiene una importante brecha ente las dos tasas de participación.

Se encuentran ciertas similitudes entre hombres y mujeres:

1 . Entre los años 1998 y 2000 tanto la tasa de participación femenina como la masculina cayeron, este fenómeno puede resultar del desaliento en la búsqueda de trabajo debido a la crisis económica.

2 . Incorporación al mercado de trabajo de personas de edades mayores. Esta tendencia al aumento de la participación de las mujeres de mayor edad podría explicarse por un cambio de conducta respecto a la fertilidad. Anteriormente las mujeres al tener hijos se retiraban del mercado laboral por un periodo prolongado o inclusive no se reintegraban. En la actualidad el patrón de comportamiento de las mujeres cuando tienen hijos es diferente, pues no abandonan el mercado laboral o se reincorporan al poco tiempo, presentando niveles de actividad más altos. En el caso de los hombres, los que han aumentando la participación son los grupos extremos, los más jóvenes y los mayores, tanto para el primer, como en el segundo periodos. En este caso se observa, al igual que lo que sucede con las mujeres, una incorporación al mercado de trabajo de personas de edades mayores.

3 . Se observa que la tasa de participación es mayor para los jefes de hogar que para las que no lo son, tanto para hombres como para mujeres. Las tasas de participación de los hombres no jefes de hogar son similares a las de las mujeres jefas de hogar. Para los dos periodos la tasa de participación que más crece es la de los no jefes de hogar.

Por otro lado, se presentan algunas diferencias:

1 . En relación con el nivel educativo, se observa una marcada diferencia por género, ya que si bien es cierto que los hombres de baja educación, igual que las mujeres, acusan tasas de participación inferiores a las del resto, la distancia entre los grupos extremos de la fuerza laboral masculina, los más jóvenes y los mayores, es apreciablemente menor que la existente entre las mujeres menos educadas y las más educadas.

2 . En cuanto al estado civil, la diferencia más destacable de los hombres en relación con las mujeres es que en el caso de los primeros, presentan mayores tasas de participación los casados o en unión libre, mientras que en el caso de las mujeres son las casadas las que presentan menores tasas de participación junto con las viudas.

3 . Vinculado al tipo de hogar, las mayores tasas de actividad se registran para las mujeres pertenecientes a hogares monoparentales en los que la ausencia del hombre posiblemente estimule la participación tanto de madres como de hijos en el mercado del trabajo. El tipo de hogar es una variable que según las cifras analizadas no estaría afectando a grandes rasgos la participación masculina. Se puede apreciar una homogeneidad en las tasas de actividad que son altas en todos los tipos de hogares.

4 . La presencia de niños pequeños, sobre todo los menores de dos años, provoca un efecto negativo en la participación de las mujeres. En cambio, se observa que la presencia de niños no afecta la participación del hombre, por el contrario la estimula por la responsabilidad de la manutención de los mismos.

Para un análisis más profundo sobre los determinantes de la oferta laboral se plantea la necesidad de la modelización de las participaciones femenina y masculina para diversos años y examinar si hubo cambio estructural en algún determinante.

 

Anexo

 

Bibliografía

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Notas

1 Los cambios que se realizaron fueron: a) el marco muestral empleado desde 1998 en adelante comprende las localidades de 5 000 y más habitantes, mientras que la muestra anterior comprendía las localidades de 900 y más; b) se incorporan a la muestra las periferias de varias ciudades grandes del interior y c) la técnica de muestreo, y en particular los criterios para la reposición de hogares en que no se encuentra respuesta, se modificaron sustancialmente y se volvieron más estrictos de manera que tiende a aumentar el porcentaje de los hogares con activos y con ocupados en total.

2 De aquí en adelante utilizamos el símbolo #N/A cuando el grupo no llega al nivel de representatividad necesario, como sucede en el cuadro 5 para el grupo de mujeres viudas con 13 y más años de educación en 1990.

3 El hogar nuclear es el compuesto por el jefe y su cónyuge con o sin hijos menores de 30 años; el unipersonal es el integrado por el jefe únicamente; el monoparental es el constituido por el jefe y sus hijos menores de 30 años; el extendido es el compuesto por el jefe y familiares entre los cuales está presente algún miembro que no es hijo del jefe o, siendo un hijo, tiene por lo menos 30 años, y el compuesto es el constituido por personas entre las cuales existe al menos una que no es familiar del jefe. Para los efectos del trabajo, los hogares extendidos y compuestos se analizan en conjunto.

4 Si se considera solamente a las mujeres entre 25 y 54 años se puede apreciar una mayor diferencia entre la tasa de participación de las mujeres sin hijos o con hijos mayores de 12 respecto a las mujeres con niños menores de dos años (73 por ciento y 61.3 por ciento, respectivamente, en 1997). Ver García de Soria et al., 2001.

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