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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.8 no.32 Toluca abr./jun. 2002

 

Condiciones del consumo e ingreso de la población de Piedras Negras, Coahuila

 

Blanca Delia Vázquez Delgado y Humberto Palomares León

 

El Colegio de la Frontera Norte

 

Resumen

En este trabajo se asume que los patrones de consumo son resultado, principalmente, de la estructura socioeconómica y por ello identifican ciertas condiciones del bienestar alcanzado por la población. La existencia de mercados de consumo transfronterizos, bajo condiciones de diferenciación e integración, permiten a la población asentada a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos discriminar entre bienes y servicios que le proporcionan diferentes escalas de calidad y satisfacción de necesidades. Esta circunstancia, sin embargo, evidencia con mayor magnitud las diferencias en los estándares de bienestar en poblaciones de carácter no sólo heterogéneo y de desigual distribución del ingreso, sino también un desigual acceso a mercados de consumo, colocando, en los espacios transfronterizos, a los usos y valores sociales del acto de compra por encima de las desigualdades propias de la distribución del ingreso.

 

Abstract

This work is assuming that the consumption patrons have been the outcome from the socioeconomic structure, and for that reason they identify certain conditions of the welfare reached in a society. The existence of commuting markets of consumption, under conditions of differentiation and integration, allows population to discriminate between goods and services that provide different scales of quality and satisfaction to their necessities. This circumstance, nevertheless, demonstrates with greater magnitude the differences in the standards of welfare in societies of heterogeneous character, as well as in unequal distribution of income, but also an unequal access to consumption markets. This means that the use and social value of the act of consuming is the deepest element of inequality in the familiar income along Mexico-United States border.

 

Introducción

Hace más de una década que las ciudades de la frontera norte de México presentan niveles de actividad económica y empleo por encima de la media nacional, y pese al proceso de devaluación de la moneda nacional, su población continúa adquiriendo bienes y servicios en el mercado estadunidense. En este sentido, nuestra reflexión tiene el objeto de apuntar evidencia que coadyuve en la evaluación de este fenómeno, empleando información estadísticamente representativa para una ciudad fronteriza: Piedras Negras, Coahuila.

Resulta importante indagar los hábitos de consumo de la población en las ciudades fronterizas, a través de sus compras familiares, cuyo efecto en las condiciones de bienestar es significativo. Para ello se identificaron patrones de consumo de los hogares, integrados por un conjunto de bienes que especifican un aspecto de la calidad de vida de la población en la frontera norte y su relación con el lado estadunidense.

Se propone como hipótesis guía que el desempeño, en la problemática del bienestar, de los habitantes en los asentamientos humanos transfronterizos se ha constituido en un proceso de enajenación en la cobertura de sus necesidades básicas.

Un objetivo adicional es demostrar la conveniencia de establecer encuestas periódicas sobre el bienestar en las ciudades fronterizas, a través del levantamiento de información a hogares.1 Este trabajo se basa en información recabada por la Encuesta de Ingreso y Consumo a Hogares en la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, entre agosto y septiembre de 1997.

El análisis del consumo e ingreso nos permite establecer directrices y modificar ciertas condiciones de políticas federal, estatal y local con la finalidad de mejorar la situación económica de los que habitan las ciudades fronterizas del lado mexicano. Su relevancia consiste en que además de presentar particularidades del consumo de los hogares, permite hacer un seguimiento de sus características y patrones, y medir la parte del ingreso que los hogares destinan a la compra de bienes y servicios en el mercado transfronterizo.

A pesar de que Piedras Negras no es una ciudad de grandes dimensiones demográficas y económicas, presenta problemáticas afines a ciudades como Tijuana, Matamoros o Ciudad Juárez en el desempeño de su economía. Los habitantes, administración pública y demás sectores de Piedras Negras tienen los retos y enfrentan la problemática socioeconómica de las ciudades medias en crecimiento, aunque con menor intensidad. De aquí la importancia de observar la estructura de los patrones de consumo y distribución del ingreso como elementos útiles en la toma de las decisiones locales, con el objeto de prever problemas sociales existentes en otros espacios transfronterizos.

Este documento pretende evaluar las condiciones socioeconómicas de la población, delimitados a las implicaciones del consumo, la asistencia al mercado para realizar compras de bienes y servicios, y en el bienestar familiar; a la vez que intenta resaltar algunas características de la estructura económica y social de una población que vive en la frontera. Aunque aquí no se incorporan las reflexiones de la antropología y la psicología, que tratan de los motivos y circunstancias concretas de la relación que se establece entre la población y los bienes que consume,2 se introducen algunas reflexiones de la sociología del consumo útiles para entender en alguna medida las primeras.

En los dos primeros apartados se presenta una serie de antecedentes sobre el consumo en los ámbitos nacional y regional. Retomamos algunos trabajos de investigación pasados y presentes que permiten establecer el marco conceptual de referencia, incorporando a la discusión del consumo las necesidades esenciales y proponiendo la conveniencia de que el análisis del consumo se realice en términos de espacios y tiempos. En el segundo apartado, particularmente, se discute y propone la reflexión teórica que guía la discusión: las particularidades transfronterizas del consumo en México y Estados Unidos han significado para la población del lado mexicano una enajenación de su bienestar. En el tercer apartado se presenta evidencia que sustenta la hipótesis propuesta, así como de situaciones semejantes observadas a escala nacional sobre el problema de la distribución del ingreso y los patrones de consumo, a la vez que se muestran implicaciones de la construcción social del consumo en el bienestar de la población fronteriza. En las consideraciones finales se destaca la necesidad de una teoría sobre mercado y accesibilidad que permita comprender las dinámicas transfronterizas de crecimiento y desarrollo, y que ofrezca argumentos para posibles políticas de bienestar.

 

Cambios de modelo económico en la escala nacional y su repercusión en la regional

Luego de la crisis de deuda en 1982, se implantó en México un nuevo modelo económico también llamado modelo neoliberal o modelo basado en la promoción de las exportaciones. Con el objeto de lograr un proceso de desarrollo autosostenido, se diseñó un esquema de política económica que requería previamente de la puesta en marcha de programas de estabilización económica apoyados por organismos internacionales, incorporando medidas como la eliminación de los permisos previos de importación, la disminución de las tasas arancelarias, así como la desconcentración gubernamental a través de la privatización. El ambiente resultante fue una desaceleración del crecimiento económico, desempleo y subempleo creciente, la reducción acumulada de los salarios reales y del gasto público destinado al aumento de las fuentes de bienestar de la población, y además una disminución del consumo privado, particularmente el familiar.

Es en la región noreste de México donde se ubica Piedras Negras, en el estado fronterizo de Coahuila. A pesar del desenvolvimiento de los recursos económicos en centros industriales, de producción agrícola y ganadera, que han hecho de ésta una región dinámica, las carencias socioeconómicas siguen siendo significativas. Por ejemplo, en 1995 60 000 habitantes de la zona metropolitana de Monterrey se situaron en el estrato socioeconómico marginal por las condiciones de su vivienda, servicios públicos disponibles, grado de escolaridad, ingreso y tipo de empleo; de hecho, 42.9 por ciento de 1 116 000 personas ubicadas en el estrato de bajo ingreso, a nivel regional, residía en Monterrey, no obstante que esta ciudad es económicamente la más importante de la región.3

En el ámbito local —sobre la ciudad de Piedras Negras— el trabajo de investigación realizado por Rodríguez (1967) hizo evidente las situaciones económica y social de las familias de Piedras Negras, ante las expectativas de desarrollo de los mercados fronterizos para los productos de manufactura nacional que sustituirían las importaciones. La preocupación principal fue el conocimiento del potencial de sustitución de importaciones que el modelo de desarrollo hegemónico imponía. Para entonces, entre 1960 y 1965, la participación fronteriza en el rubro de importaciones había crecido de 10 a 13.6 por ciento; esto en el marco del Programa Nacional Fronterizo (Pronaf), el cual tenía como meta limitar las importaciones fronterizas a través de incentivos a la producción nacional para que se comerciara hacia dentro de la frontera nacional. Sobresale en los hallazgos de Rodríguez (1967) dos hechos: primero, el que aproximadamente 25.2 por ciento de los gastos efectuados por la familia promedio de Piedras Negras lo hacían en productos importados y, segundo, que el Pronaf sólo había tenido efectos marginales en la promoción de la producción nacional, pero importantes en el ámbito de los subsidios hacia los industriales y comerciantes.

Otro estudio, realizado en 1996, acerca de la población y la economía de la cuenca carbonífera en el estado de Coahuila, menciona a Piedras Negras como la localidad de la cuenca que registra las mejores condiciones socioeconómicas, en parte debido a su ubicación fronteriza y al establecimiento de la industria maquiladora de exportación. En este trabajo de investigación se evaluó la calidad alimenticia de la población a través de una encuesta directa: 30 por ciento de los habitantes opinó al respecto que su ingestión alimenticia era buena y gran parte mencionó que los alimentos consumidos los adquirían en Estados Unidos, en donde se les ofrece mejor calidad y mayor variedad de productos en comparación con los de México.4

Para nuestro análisis consideramos conveniente partir del siguiente esquema, en dos escalas: primera, la absoluta, que se refiere a las necesidades axiológicas que el ser humano requiere para vivir y reproducirse como raza humana (Max-Nieff et al., 1986; Sen, 1996, y Boltvinik, 1992 y 1995), y segunda, la relativa, que se refiere a las condiciones efectivas con las que logra cubrir sus necesidades. En esta última escala se desarrolla el esquema teórico que a continuación se presenta.

 

Marco analítico

El consumo privado familiar se estima por la parte proporcional de bienes y servicios que los hogares adquieren de la oferta global. En este sentido, el consumo realizado para satisfacer necesidades de la población es reflejo de la capacidad de compra en los hogares y de su acceso al mercado, e incide, además, en la demanda efectiva local que delinea la estructura económica regional al orientarla hacia la producción y distribución de ciertos bienes y servicios, en calidad y cantidad. Un ejemplo de ello es el consumo de bienes y servicios de carácter no esencial, ya que cuando son altamente demandados por los grupos de población con mayores ingresos la estructura del consumo privado estaría determinada por una minoría de la población que, al contar con mayor poder adquisitivo real, impone rubros de demanda para cubrir necesidades esenciales y no esenciales (Coplamar, 1989).

Algunas consecuencias nocivas para el bienestar de los grupos de ingresos medio y bajo es la limitación de los aparatos productivo y de comercialización hacia la cobertura de bienes no esenciales (suntuarios) y no accesibles (caros). Esto provoca una marcada diferencia social: por una parte, una minoría de la población que dispone de recursos suficientes para satisfacer sus necesidades de subsistencia, protección y entendimiento, además de ampliar los satisfactores que cubren sus necesidades axiológicas de participación, creación y libertad (actividades de esparcimiento, enseñanza, cultura y transporte privado), y, por otra, una creciente población que debe destinar todos sus recursos —incluidos los de acumulación— para cubrir principalmente sus necesidades básicas de subsistencia y protección (alimentación y vivienda).

El interés por el estudio del consumo transfronterizo emana del propósito de evaluar las condiciones económicas y sociales de la estructura de producción local, que permite acercarse a la medición del bienestar de la población a partir de algunos elementos de su condición de vida. Igualmente, de la necesidad de conocer y controlar una variable fundamental del comportamiento de fenómenos económicos como las depresiones, por ejemplo. Se entiende el concepto de necesidad como elemento activo de la conducta de compra del individuo, cuya referencia inicial son los satisfactores y su cambio que evidencia la elevación, estancamiento o empeoramiento del nivel bienestar de la población.5

Parece haber acuerdo entre académicos de la economía en el sentido de que el consumo es la realización de todo el sistema. Es el punto de inicio y llegada del proceso de producción. El estudio del proceso de realización del sistema capitalista a partir del consumo puede hacerse con énfasis en los enfoques microeconómico y macroeconómico, a través del análisis de los determinantes del consumo individual o del análisis de una función consumo de la economía nacional, como variable macro, junto con el ahorro y la inversión.

Por otra parte, el problema del conocimiento de las condiciones de bienestar, sin embargo, se circunscribe en la relación entre la distribución del ingreso y los patrones de consumo, en el entendido de que la primera es una de las principales fuentes de bienestar y los segundos, la verificación efectiva de la cobertura de necesidades básicas.

La figura 1 muestra los tres aspectos básicos de lo que denominamos círculo del bienestar. El punto de partida son las fuentes de bienestar o "titularidades" que amplían o reducen el acceso a los satisfactores (bienes y servicios) para derivar en la cobertura de necesidades básicas. Luego, el nivel de cobertura de las necesidades potencian o limitan el crecimiento de las titularidades. El sentido de las flechas indica la dirección del impacto de los mecanismos de intervención estatal y de mercado en cada uno de los elementos. En estos procesos se insertan momentos analíticos del consumo, de nuestro interés, que son: a) las condicionantes económicas para realizar el consumo (distribución del ingreso); b) el gasto económico de consumo (costo económico monetario del bien o servicio, o regalo del mismo); c) la posibilidad del gasto de consumo, las motivaciones y preferencias (posibilidades de mercado y lugar de compra), y d) el carácter social y económico del hecho (características de la estructura de producción y distribución de los bienes y servicios), éstos se muestran en la figura 2.

Este análisis parcial tiene por objeto sentar algunas bases en la discusión de una preocupación teórica que subyace en este trabajo aunque rebase sus límites: ¿hasta qué punto la familia, como célula social, ha dejado de ser una unidad de producción y acumulación para convertirse en unidad de consumo? Algunos estudios (Cortés y Rubalcava, 1991, y Cortés, 1994) muestran evidencia de cómo las familias, ante la reducción o limitación de ciertas titularidades o fuentes de bienestar de que disponen, desarrollan estrategias de sobrevivencia tales como el subempleo y la incorporación adicional, y forzosa, de fuerza de trabajo familiar (cónyuges e hijos en edad escolar) al mercado laboral como medida de resguardo o respuesta, ello en perjuicio de otras titularidades, como, por ejemplo, la educación.

Hipótesis sobre consumo-gasto transfronterizo

La falta de empleos que proporcionen salario (ingreso monetario y/o en especie) suficiente para cubrir una serie de necesidades básicas está conduciendo a una nueva dinámica sociodemográfica y a nuevas problemáticas del bienestar. Aquí sostenemos que las condiciones de quiebre estructural, presentes en el desarrollo del capitalismo en México, no sólo se acentúan en las poblaciones transfronterizas, sino que se constituyen en un creciente proceso de enajenación en la cobertura de las necesidades básicas, y el empobrecimiento diferencial de la población derivado no sólo de la distribución del ingreso, sino, además, del acceso a mercados de consumo transfronterizo territorialmente compartidos. En este sentido, consideramos conveniente utilizar el concepto de enajenación empleado por Marx en los siguientes términos:

Con esta polarización del mercado de mercancías están dadas las condiciones fundamentales de la producción capitalista. La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización del trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor (subrayado propio), (Marx [1976], 1995: 893).

Se entiende en esta hipótesis el sentido de la enajenación en términos de encuentro y desencuentro entre circunstancias territoriales (adyacencia y complementariedad en los asentamientos transfronterizos) y condiciones de accesibilidad (la posibilidad de acceder a ambos mercados de consumo). Parafraseando la idea de Marx en relación con la enajenación, diríamos que la relación del consumo transfronterizo presupone la escisión entre consumidores y habitantes,... misma que no solamente mantiene dicha relación, sino que alienta y reproduce condiciones de bienestar polares: quienes acceden al mercado transfronterizo territorialmente compartido y quienes no tienen esa oportunidad. Se considera que, para la población fronteriza del lado mexicano, los mercados de consumo (gasto) de ambos lados de la frontera se ha venido enajenando debido, por una parte, a la limitación de la movilidad de la población mexicana en el ámbito transfronterizo y, por otra, a la reducción del valor de su fuerza de trabajo (salario real) respecto al existente del otro lado de la frontera, y su consecuente menor capacidad económica.

La hipótesis se asienta en la evidencia de los patrones de consumo transfronterizo de la población en Piedras Negras, mismos que permiten observar que el espacio de acción del individuo u hogar transfronterizo, para controlar y dirigir conscientemente sus condiciones de vida, depende del conocimiento del mercado —de trabajo y de consumo— y de sus capacidades económicas. Así, por ejemplo, el acceso desigual al mercado compartido de una parte de la población del lado mexicano es condición y resultado de un mercado a la vez compartido y dividido, traducido en un proceso de polarización de capacidades, oportunidades y ventajas entre la población.

La enajenación de los recursos transfronterizos se traduce en decisiones de gasto condicionado (patrones o tradiciones de consumo) que hacen la diferencia entre la ampliación o reducción de las titularidades entre individuos y familias. Los individuos y familias de escasos recursos y/o limitadas legalmente para acceder al mercado compartido no son partícipes de los usos y significado social de los patrones de consumo adoptados por la población de la localidad, de modo que ven reducido significativamente su bienestar, al referirlo al consumo socialmente aceptado. A continuación se presentan los patrones de consumo observados en la población de Piedras Negras, Coahuila, para el año de 1997.

 

Patrones de consumo

Para observar los patrones de consumo alimenticio consideramos conveniente partir de una estratificación de los hogares en función de su nivel de ingreso: estrato alto, medio y bajo.6 De la información captada sobre los bienes adquiridos por los hogares en el periodo de referencia, a nivel de estrato, se definieron grupos de productos adquiridos en el mercado local o extranjero, que eventualmente muestren hábitos de consumo particulares en la población.

Consumo genérico observado

Los bienes de consumo mínimo o escaso identificarán a bienes de bajo consumo, es decir, bienes que son adquiridos por menos de 50 por ciento de los hogares en la ciudad; los de consumo moderado identificarán a bienes de consumo intermedio adquiridos por más de 50 por ciento y menos de 75 por ciento de los hogares, y los de consumo generalizado identificarán a bienes de alto consumo que más de 75 por ciento de los hogares locales. Es decir, si más de 75 por ciento de los hogares declaró haber adquirido el bien X en sus compras semanales, el bien se juzga como de consumo generalizado y pude ser considerado dentro de los hábitos de consumo de los hogares; de manera contraria, si menos de 50 por ciento de los hogares declaró haber adquirido el bien Z, éste se considera de consumo mínimo o escaso.

La información señala algunos productos de mayor consumo, como la tortilla de maíz y el arroz en grano dentro de los cereales, la carne de pollo y procesados de carnes, la leche pasteurizada y sus derivados, el huevo de gallina, el aceite vegetal en grasas, los tubérculos, como la papa, las verduras y legumbres, como tomate y cebolla, las leguminosas, como el frijol, las frutas, como el plátano, y el azúcar. Estos bienes se ubican entre los principales productos adquiridos por los hogares en el mercado, con preferencia entre 75 y 95 por ciento de las familias.

Algunos contrastes destacables entre los estratos alto y bajo, en relación con productos específicos, por su frecuencia de compra en el mercado son que el arroz en grano, la harina de trigo y la manteca de cerdo son propios del estrato bajo, mientras que para los hogares del estrato alto lo son el agua purificada, variedades de carne de res y refrescos o bebidas gaseosas. En general, se observa que el perfil de alimentos consumidos por los grupos de bajos recursos se constituye básicamente por cereales (carbohidratos) en abundancia y algunos productos de origen animal (proteínas), así como pocos alimentos procesados. Además de las diferencias observadas en el orden cuantitativo, por la proporción de hogares que adquirieron determinados bienes, es importante considerar las características cualitativas del perfil de consumo. Mientras que el grupo de altos ingresos se distingue por la compra de bienes de consumo industrializados, precocidos y de preparación instantánea, tales como cereales, puré de tomate, mayonesa, mostaza, polvos y concentradores, los hogares de bajos ingresos consumen productos menos elaborados y de precio accesible (cuadro 1).

Resultados de una investigación a escala nacional mostraron que el patrón de consumo de la población con mayores recursos —"rica"— está constituido por productos de alto valor agregado (principalmente derivados de lácteos y la carne), así como por productos de origen animal seleccionados y costosos; por otra parte, la población "pobre" ha disminuido su nivel de consumo global. También se observó que los pobres aumentan su consumo y demanda de frijol, tortilla, verduras y frutas no costosas, a la par que disminuye su consumo de carne, pescados, mariscos y huevo. El análisis de Torres y Gasca (2001) muestra que los pobres (los deciles I, II y III), que son 50 por ciento de la población, captan 10 por ciento del ingreso nacional; a su vez, el estrato de más alto ingreso concentra 40 por ciento de la riqueza nacional. Además, el patrón de consumo nacional tiende a acrecentar más aún el consumo de cereales como la base sustancial del alimento de los "pobres".7

En Piedras Negras los hogares en los estratos de menores ingresos dedican proporciones importantes de su gasto total al consumo (gasto) de productos alimenticios básicos, mientras que para los grupos de mayores ingreso éstos representan proporciones bajas o mínimas, y su dieta se caracteriza por el grado de procesamiento y elaboración de los alimentos consumidos. Si analizamos el consumo de sociedades particulares a través de la elaboración de una canasta de bienes que satisfaga los requerimientos de subsistencia y reproducción, encontraremos dos elementos importantes a destacar: primero, al contrastar niveles de consumo con el nivel de ingreso se observa el grado de cobertura de necesidades de la población; segundo, notaremos que las necesidades esenciales del hombre (reproducción, subsistencia, conocimiento, etc.) se transforman en satisfactores concretos, en el ámbito social de la ciudad particular, en función de la especificidad de la sociedad y del espacio temporal.

Consumo transfronterizo observado

En el caso de poblaciones asentadas en un espacio transfronterizo, el ingreso condiciona la adscripción de un individuo (u hogar) a un determinado estrato social. Este, a su vez, se materializa en la disponibilidad de infraestructura y documentación legal para acceder al mercado de Estados Unidos.8 Así, la condición fronteriza le imprime rasgos particulares al círculo de bienestar a través del establecimiento de satisfactores y bienes que tradicionalmente han sido adquiridos en el mercado exterior, y que ya forma parte de un hábito de consumo específico, para Lara: 9

... la incorporación de productos norteamericanos a los patrones de compra y hábitos de consumo de los residentes fronterizos se incrementa en relación directa con su nivel de ingreso. El nivel de ingreso determina también las características de la canasta de consumo, la forma y la frecuencia de las compras (Lara, 1992: 146).

La condición de la población que vive y participa desigualmente del mercado transfronterizo define elementos concretos en los diversos momentos analíticos (considerados en la figura 2). El caso que nos ocupa ofrece evidencia de que el consumo de una proporción importante de la población en Piedras Negras está integrado por bienes y servicios adquiridos en el mercado extranjero. 47.2 por ciento de los hogares declaró haber adquirido productos en él, lo que indica, en algún grado, patrones de consumo que dan forma al intercambio económico en estas ciudades. Así, los habitantes de esta población fronterizas tienen ante sí la existencia de dos opciones de mercado de consumo: el mexicano, que se compone de reducidos lugares de compra y puntos de abastecimiento, debido a la lejanía física de mercados regionales o nacionales, limitando a su vez la diversidad en la oferta de bienes y servicios, y el estadunidense, limitado por la posibilidad de acceso legal, por la disponibilidad de ingreso en dólares y por la reglamentación en materia fiscal.

Estos elementos que han existido por años dibujan, por un lado, una tradición de gasto fronterizo que se puede considerar como la principal relación de interdependencia que existe entre las comunidades y las economías de ambos lados de la línea divisoria y como uno de los elementos que explican patrones de compra y consumo de la población a través del consumo de bienes importados; por otro lado, una creciente enajenación del acceso al bienestar, mediante el consumo de bienes importados, para quienes no cuentan con algún mecanismo de vinculación transfronteriza.

De esta manera, las restricciones al consumo están en función, inicialmente, del monto de ingreso disponible y del tipo de satisfactores y bienes que los diversos grupos de población (la sociedad) definen para cubrir sus necesidades, sin embargo, en el contexto del mercado transfronterizo, aquél también está determinado por la posibilidad de acceso legal a una parte de este mercado, en otras palabras, a la posibilidad de que la población adquiera la documentación para el cruce.

Calidad de los bienes y servicios (gasto transfronterizo)

La forma de distribución concentrada del ingreso afecta los niveles de gasto —consumo— que realizan los hogares, ya que, como se ha evidenciado, a cada nivel de ingreso corresponde una estructura de gasto. Si se observa la proporción de los gastos de consumo que llevan a cabo los hogares ubicados en cada decil (cuadro 2), se aprecia, en términos generales, que la distribución de los gastos de consumo será igual a la de los ingresos, aunque ligeramente menos concentrada. Esto es así porque los grupos de mayor ingreso ahorran y acumulan. Mientras que 20 por ciento de la población de menores ingresos realiza 8 por ciento del consumo total, 20 por ciento de los que tienen ingresos superiores realiza 39.5 por ciento. Obsérvese que los deciles intermedios, del tercero al octavo, mantienen en promedio un gasto sin mucha varianza, entre 278 y 590 pesos semanales, realizando 52.5 por ciento del consumo total.

Las primeras columnas del cuadro 3 muestran cómo las proporciones de gasto semanal en dólares y pesos, que corresponden a los rubros de alimentación, contrastan entre deciles por su nivel de concentración, sobre todo en las compras semanales realizadas en el mercado del vecino país —38 por ciento de gasto para el décimo decil—. Una situación similar ocurre en los gastos mensuales en ropa y calzado, donde 50.4 por ciento del gasto en este mercado lo realiza la población de mayores ingresos. Es importante notar que las diferencias en las proporciones de gasto alimenticio, vestido y calzado, entre los deciles, resultan en amplias brechas de (in)satisfacción de las necesidades básicas de esta población, que son cubiertas por bienes y servicios condicionados por el nivel de ingreso.

Respecto al gasto mensual en el pago de servicios básicos de la vivienda, en el cuadro 3 se presentan los gastos en servicios esenciales, como agua potable y drenaje, energía eléctrica y gas, agregando de manera consecutiva el servicio de teléfono y gastos de renta de la vivienda. El gasto en servicios de la vivienda depende de la alta o baja disponibilidad de los servicios en los hogares; llama la atención, por ejemplo, que cuando se suman las proporciones del gasto por servicios básicos de la vivienda, más servicio telefónico, crecen en los cuatro deciles superiores (del VII al X) y caen en los restantes. Esta dispersión entre las proporciones de gasto significa que entre los deciles inferiores la disponibilidad del servicio es escasa o simplemente que su rango de ingreso no es suficiente para cubrirlos.

Si se agrega al gasto los pagos de renta de la vivienda, respecto a la situación donde sólo se consideran cuatro y cinco servicios, las proporciones evidencian la diferencia en cuanto a patrimonio familiar acumulado. Por ejemplo, los hogares del décimo decil realizan 20.5 por ciento del consumo total en cuatro servicios básicos, 3 por ciento más si se consideran los gastos por servicio de teléfono, y sólo 21.2 por ciento si se suma a los servicios el gasto en renta. Esta situación patentiza una característica específica de los hogares de ese decil, quienes poseen bienes inmuebles para su uso y disfrutan de una mejor calidad de vida en comparación con los hogares de los tres últimos, cuya proporción de gasto paso de 6.1 a 7.5 por ciento al considerar gastos por renta.

La evidencia mostrada a nivel nacional desde la década de 1970 (Coplamar, 1989) continúa en Piedras Negras, en el sentido de que a un escalafón mayor en el ingreso corresponde una mayor cobertura de necesidades básicas. Y si las proporciones del gasto en consumo de algunos satisfactores esenciales muestran su concentración, el gasto promedio por hogar entre los deciles hace más evidente la brecha existente; mientras que la población pobre cubre su necesidad de alimentación con un gasto que va, en promedio, entre 150 y 250 pesos corrientes semanales en el mercado local, la población rica gasta semanalmente un monto de ingreso superior a 550 pesos en este mercado; además realizan una quinta parte de su gasto en la ciudad vecina (cuadro 4). Esto prueba que no hay mejor política de distribución de los beneficios que aquella que influya directamente en las percepciones salariales.

Dada la importancia que los bienes importados tienen en la definición de hábitos de consumo de la población, el conocimiento del tipo de productos adquiridos en el mercado foráneo, al igual que el de los gastos en bienes y servicios, permite apreciar el grado de integración de las poblaciones fronterizas y de la forma de vida de las mismas. En tal sentido, los gastos que la población en Piedras Negras realiza en este mercado, además de tener un efecto económico, también permiten un efecto social, al definir en este consumo rasgos de una estructura social particular entre la población, asociada en gran medida a la distribución del ingreso.

La información captada muestra que si bien los integrantes de hogares del estrato alto son quienes asisten con mayor frecuencia al mercado transfronterizo en el país vecino, el volumen de compras en dólares más importante corresponde a los hogares del estrato medio. De las compras totales realizadas en el mercado de Eagle Pass, Texas, 45 por ciento son de los hogares del estrato alto, 49.1 por ciento del medio y 5.8 por ciento del bajo. A pesar de esto, el mayor consumo per cápita corresponde a los hogares del estrato alto con promedio semanal de 26.3 dólares en la compra de productos alimenticios (cuadro 5). Los principales bienes que perfilan un hábito de compra en el mercado exterior son productos procesados de alto valor agregado.

También se pudieron identificar productos de primera necesidad, como leche y carne de pollo, que son comprados en este mercado por una proporción significativa de los hogares que los consumen; la compra de estos dos productos representó 9.1 por ciento y 20.2 por ciento, respectivamente, del gasto semanal en el mercado de Eagle Pass. Ocho productos, incluyendo los dos anteriores, significaron la mitad del gasto total realizado, en la semana de referencia, por los hogares (cuadro 6).

Hábitos de consumo y significado social

La población fronteriza que tiene la posibilidad de acceder al mercado de ambos lados de la línea internacional discrimina entre bienes nacionales o importados, y lo hace considerando —con mucha seguridad— la calidad y el precio de los mismos. A pesar de que el mercado local no es muy amplio no se puede pensar que exista desabasto en productos de primera necesidad; esta situación lleva a plantear que la compra de este tipo de bienes se ha constituido en un patrón de compra para la población que tienen la posibilidad de acceder al mercado en las ciudades vecinas de Texas. Lo interesante aquí es la relevancia de los bienes importados en los hábitos de consumo de la población fronteriza, sobre todo al considerar que esta situación es reflejo de un los contextos económico y social que se constituyen en una tradición de gasto transfronterizo.

En opinión de Entrena (1997), los hábitos de consumo se construyen y reconstruyen socialmente en un marco socioeconómico específico. Las circunstancias particulares de los contextos social y económico de una población de referencia definirán un perfil alimenticio concreto considerando elementos como la composición de la dieta, el grado de elaboración de los alimentos consumidos y la proporción del gasto dedicado a alimentación. Desde el punto de vista de las condiciones de vida de la población, estos tres elementos muestran los rasgos de un perfil de consumo que si bien no es normativo en términos de los requerimientos nutricionales o alimenticios, la construcción de este patrón de consumo en el transcurso de los años sí tuvo consecuencias normativas en términos sociales.

Este elemento del círculo de bienestar de la población se sustenta en las necesidades esenciales que son reflejo de un estilo de vida socialmente aceptado y creado (estandarizado) a través del establecimiento de satisfactores específicos como son los bienes y servicios importados del vecino país. Para Walzer las reglas de uso y valor del "objeto" resultan de su construcción social de usos y valores, mismas que se vuelven objetivas para quienes se unen o las aceptan, de tal manera que su quebranto no es correcto dentro de la sociedad de referencia; y más aún, comenta:

Si se consideran los usos y valores no como una construcción aislada, sino como una característica de un conjunto más complejo, un sistema cultural o una forma de vida, entonces se acrecienta considerablemente la fuerza de las reglas (Walzer, 1996: 223).

En este sentido, los resultados de la investigación permiten sugerir que cuando el patrón o los hábitos de consumo, su significado, tienen consecuencias normativas en los estándares de bienestar para esta población fronteriza, las implicaciones de las amplias brechas en la distribución del ingreso, que llevan a la realización del consumo, y la posibilidad de acceso a ambos lados del mercado transfronterizo afectan negativamente la calidad de vida de quienes ven limitadas sus capacidades, posibilidades y ventajas en este espacio transfronterizo.

 

Consideraciones finales

Los patrones de consumo en ambientes transfronterizos se amplían con la existencia de un mercado diferenciado y tendencialmente integrado, que permite la discriminación entre bienes y servicios que proporcione a los individuos una mejor calidad de vida. Esta circunstancia, sin embargo, no ha sido benéfica para todos, ya que evidencia con mayor magnitud las diferencias entre las sociedades que comparten adyacencia espacial, y entre los individuos y familias que pertenecen a estas sociedades.

La necesidad de conocer el funcionamiento de un sistema económico como el transfronterizo se vuelve cada vez más importante y decisivo para el conocimiento del crecimiento y desarrollo de sus poblaciones. Este trabajo avanzó en el análisis de dos momentos del consumo de los cuatro propuestos relacionados con el círculo de bienestar. Estos momentos analíticos implican rebasar, y a la vez considerar, la línea divisoria de ambos países como integradora de procesos de crecimiento económico y sociodemográfico, a la vez que diferenciadora de estándares de calidad de vida. La hipótesis propuesta tiene el objetivo de sentar precedente en el sentido de desarrollar una concepción teórica sobre mercado y accesibilidad en los asentamientos transfronterizos.

Esto implica trabajo de investigación sobre las posibilidades de producción privada y pública de los bienes que satisfacen las necesidades de los habitantes de ambas parte de la frontera con el objeto de trasminar y diluir el creciente proceso de enajenación del bienestar de que son objeto los habitantes de estas latitudes. En este sentido, los gobiernos municipales tendrían mayores criterios para distribuir los resultados de una posible reforma fiscal que tenga como fin la superación de las desigualdades entre la población. Por su parte, el sector privado con la información sobre el tipo de productos y servicios que acostumbran consumir los residentes fronterizos, pueden alentar la actividad comercial e industrial en esos rubros, además de permitirles mejorar, potenciar o iniciar la prestación de servicios en aquellas actividades que los residentes fronterizos prefieren consumir o adquirir en el mercado transfronterizo del vecino país.

La evidencia ofrecida pretende abrir un marco de discusión orientado al análisis de otras ciudades de la frontera norte y sus respectivas áreas transfronterizas. Estas consideraciones buscan profundizar la reflexión en estudios que destaquen la esencia de las diferencias en la dinámica socioeconómica transfronteriza.

 

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Notas

1 Es conveniente aclarar que ya se han realizado algunas encuestas sociodemográficas para ciertas ciudades fronterizas, como fue el caso de la Encuesta Sociodemográfica Anual de la Frontera Norte (ESAF), llevada a cabo por investigadores de El Colegio de la Frontera Norte, aunque no incluyó variables de consumo y lamentablemente no pudo ser continua; la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos del INEGI, la cual —salvo para ciertas ciudades y ciertos años— no es representativa ni ha tenido continuidad a escala territorial, y, por último, la Encuesta Nacional de Empleo Urbano, que sí es continua y comprende algunas ciudades fronterizas; esta última está enfocada al análisis del empleo y del ingreso derivado de la actividad laboral principal. De esta forma, una encuesta periódica que recoja información completa de ingreso, empleo y consumo es una necesidad imperiosa para entender las circunstancias en las que las escalas locales y regionales se desempeñan.

2 Estos estudios, no menos importantes, resaltan el análisis de la cultura material y sus cambios ante el efecto de los bienes y servicios consumidos en la vida cotidiana de las personas. Para una revisión más profunda de la antropología del consumo, y la evidencia para la frontera norte de México, están los trabajos de Josiah McC Heyman, 1994a y 1994b, y Josiah McC. Heyman y Carrier, 1997.

3 Consejo Estatal de Población (Coespo) del Estado de Nuevo León. Nota hemerográfica de Velia Jaramillo, "Marginados en la metrópoli, 70 mil neoleoneses: Coespo", el Financiero, lunes 7 de abril de 1997.

4 Esta investigación fue desarrollada por un grupo de investigadores del Instituto de Geografía de la Universidad Nacional Autónoma de México en coordinación con la Universidad Autónoma de Coahuila. Véase Juárez y Padilla, 1996.

5 En sociedades desarrolladas las llamadas necesidades básicas han quedado satisfechas en términos generales. Con el paso del tiempo, en dichas sociedades lo que ha venido cambiando es la calidad con que se cubren las necesidades, creando nuevos y complejos bienes y servicios para ese fin. Por su parte, en las sociedades de economía subdesarrollada, las condiciones de satisfacción de las necesidades básicas generalizadas aún es una quimera.

6 La estratificación se realiza en tres grupos, previa agrupación por deciles de ingreso; el estrato alto ("ricos") lo conforman los deciles X, IX y VIII; el estrato medio agrupa a los deciles VII, VI, V y IV, y el bajo ("pobres"), los deciles III, II y I.

7 Proyecto: "México: la relación ingreso-gasto en la alimentación, impacto futuro", coordinado por Felipe Torres T. Nota hemerográfica de El Financiero, 28 diciembre de 1996. Véase también Torres y Gasca (2001).

8 El principal requisito solicitado a la población mexicana residente en la frontera México-Estados Unidos, que desea acceder legalmente a este país, es la solvencia económica a demostrar con cuentas bancarias, escrituras de propiedad, estados de tarjeta de crédito, facturas de vehículos, actas de negocios, cartas de trabajo, últimos tres recibos de honorarios, formas de inscripción a los sistemas de seguridad social (IMSS o ISSSTE), además del pago de 65 dólares (45 hasta el 31 de mayo de 2002), al tipo de cambio del día, por realizar la solicitud. Este cobro se realiza a partir de finales de 1996. Fuente: Embajada de los Estados Unidos de América en México.

9 Lara (1992) lo llama gasto transfronterizo, aludiendo al gasto en bienes y servicios que los trabajadores de la maquila en Agua Prieta, Nogales y San Luis Río Colorado, Sonora, realizan en el mercado de Arizona.

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