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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.8 no.31 Toluca ene./mar. 2002

 

Consideraciones sobre la marginalidad, marginación, pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso

 

Fernando Cortés

 

El Colegio de México.

 

Resumen

Partiendo de que cualquier intento de medición es vano si no se tienen claros los conceptos, decidimos emprender la labor de precisar, hasta donde fuese posible, los conceptos de marginalidad, marginación, pobreza y desigualdad, conceptos estrechamente vinculados a la política de combate a la pobreza. Desde que el Conapo propuso y calculó el índice de marginación en México no falta quien lo asocie con el viejo concepto de marginalidad, a pesar de que la única similitud es morfológica; en realidad se trata de conceptos muy diferentes. Por otro lado, no es inusual que se confundan las nociones de desigualdad en la distribución del ingreso y pobreza: muchas veces cuando se informa que aumentó la desigualdad automáticamente se piensa que también lo hizo la pobreza y viceversa. Sin embargo, la investigación en México ha mostrado que después de las crisis de 1982 y de 1994 ha tenido lugar una disminución de la desigualdad pero combinada con un mayor empobrecimiento de la población.

 

Abstract

Keeping in mind the idea that as long as concepts are not clear any attempt of measurement will be in vain, we have decided to undertake the task to precise —to the extent we can— the concepts of marginal and marginated statues, so as those of poverty and inequality. All of these concepts are closely related to the poverty combat policy in Mexico. Ever since Conapo proposed and computed the marginated status index in Mexico, many still associate the index to the old concept of marginal status. However, we support the argument that the similarity among them is limited to the morphological similarity of words. In reality, the conceptual content of both concepts are quite different. On the other hand, confusions regarding the notions of inequalities in income distribution and poverty are not unusual. In fact, it is often informed that poverty increased right after inequality did, and vice versa. Nevertheless, research in Mexico has proven that after the crisis in 1982 and 1994, a decrease in inequality has occurred, yet combined with an increase in the impoverishment level of population.

 

Introducción

Este trabajo se propone establecer los vínculos entre los conceptos de marginalidad, marginación, pobreza y desigualdad. Los primeros dos suelen confundirse a pesar de estar insertos en matrices teóricas distintas. En la segunda sección se presenta el análisis comparativo de ambos y se subrayan las diferencias más importantes.

En la tercera sección se explicitan las relaciones entre la marginación y la pobreza. No sólo se destacan sus diferencias, sino también se muestra que ambos conceptos son complementarios, premisa en la que se basó el diseño de la primera etapa del Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa).

En el penúltimo apartado se incluyen una serie de consideraciones que delimitan los vínculos entre la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso. Al final se resumen las principales consideraciones que derivan de los temas tratados en el escrito.

A lo largo de todo el trabajo se tratan simultáneamente problemas conceptuales, metodológicos y técnicos y, en ocasiones, se hace referencia a problemas epistemológicos que subyacen a las discusiones de los especialistas en los tópicos que tratan estas líneas.

 

Marginación y marginalidad

El concepto de marginación empleado por el Consejo Nacional de Población (Conapo), cuya función primordial es ayudar en "la definición de estrategias y de política social" (Conapo/Progresa, 1998: 17) permite dar cuenta del fenómeno estructural que surge de la dificultad para "propagar el progreso técnico en el conjunto de los sectores productivos, y socialmente se expresa como persistente desigualdad en la participación de los ciudadanos y grupos sociales en el proceso de desarrollo y en el disfrute de sus beneficios" (Conapo/Progresa, 1998: 17).

Este concepto se objetiva en las localidades y municipios a través de las dimensiones, educación, vivienda e ingresos monetarios, mientras que para el nivel estatal se agrega a ellas la dispersión de población. La exposición, de aquí en adelante, pone atención preferente a la marginación en las localidades.

Una vez definidas las dimensiones se utiliza el porcentaje de población analfabeta como indicador de la educación; los porcentajes de viviendas particulares sin agua entubada, de viviendas particulares sin drenaje, de viviendas particulares sin energía eléctrica, de viviendas particulares con piso de tierra y el promedio de ocupantes por cuarto, como indicadores de la dimensión vivienda (Conapo/Progresa, 1998: 26). Debido a que el recuento de 1995 no incluyó información de ingresos monetarios por localidad se decidió emplear como variable proxy el porcentaje de población ocupada en el sector primario.

El próximo paso, consiste en tomar pie en los indicadores para dar cuenta de la marginación socioeconómica de las localidades, entendiendo a la marginación como carencias en el acceso de bienes y servicios básicos (Conapo/Progresa, 1998: 17). El problema entonces se reduce a resumir la información proporcionada por los 7 indicadores (o 7 variables) en una sola medida que refleje el grado de marginación de las localidades del país.

La estadística y la metodología de las ciencias sociales proporcionan una serie de métodos que permiten sintetizar indicadores en índices. Conapo empleó el análisis factorial y obtuvo como resultado un índice sumatorio ponderado, donde los pesos son los elementos del vector característico asociado a la mayor raíz latente de la matriz de intercorrelaciones1 (Conapo/Progresa, 1998: 55).

Con los coeficientes o pesos de cada variable se estima el valor del índice de marginación para cada localidad y se procede a construir los estratos empleando para ello una técnica estadística de estratificación (Conapo/Progresa, 1998: 57). La aplicación de estos procedimientos estadísticos permitió identificar cinco estratos de marginación: muy baja, baja, media, alta y muy alta (Conapo/Progresa, 1998: 58).

En resumen, el concepto de marginación en su versión más abstracta intenta dar cuenta del acceso diferencial de la población al disfrute de los beneficios del desarrollo. La medición se concentra en las carencias de la población de las localidades en el acceso a los bienes y servicios básicos, captados en tres dimensiones: educación, vivienda e ingresos.

Debe notarse que la marginación es un fenómeno que afecta a las localidades y no necesariamente a las personas que viven en ellas. En efecto, una localidad puede ser de muy alta marginación pero algunos de sus habitantes pueden ser alfabetos, vivir en viviendas con agua entubada, energía eléctrica, piso de firme, bajo índice de hacinamiento y ganar un ingreso suficiente como para no ser considerados pobres.

El índice de marginación de Conapo es un valioso instrumento para orientar la política pública pues la base de datos, de dominio público, incluye además de los siete indicadores, variables que permiten situar en el mapa del país las localidades según sus grados de marginación.

Por otra parte, la marginalidad es un concepto que se sitúa dentro de la teoría de la modernización, según la cual las sociedades "subdesarrolladas" se caracterizan por la coexistencia de un segmento tradicional y otro moderno, siendo el primero el principal obstáculo para alcanzar el crecimiento económico y social, autosostenido. La noción de "marginal", en su concepción más abstracta, remite a las zonas en que aún no han penetrado las normas, los valores ni las formas de ser de los hombres modernos. Se trata entonces de vestigios de sociedades pasadas que conforman personalidades marginales a la modernidad (Germani, 1962).

De esta teoría se desprendió la idea que si los países de América Latina buscaban salir del subdesarrollo debían transformar a su población en moderna. Esta fue la tarea que emprendió, en los inicios de la década de 1960, poco después de la victoria de la Revolución cubana, el centro de investigación y acción social "Desarrollo Social para América Latina" (Desal), sito en Santiago de Chile, encabezado por el sacerdote jesuita Roger Vekemans.

Sin embargo, las conceptuaciones y acciones de Desal se redujeron sólo a los marginales urbanos, probablemente como respuesta a la disrupción que entrañaban las intensas migraciones rurales urbanas de la época en el modo de vida predominante en las principales ciudades de los países de América Latina.

Desal distinguió cinco dimensiones del concepto marginalidad (Desal, 1965; Desal, 1969; Cabezas Betty, 1969; Vekemans Roger, 1970) todas ellas referidas a las personas, a los individuos, no a las localidades, municipios o estados:

1. La dimensión ecológica. Los marginales tienden a vivir en viviendas localizadas en "círculos de miseria", viviendas deterioradas dentro de la ciudad y vecindarios planificados de origen estatal o privado.

2. La dimensión sociosicológica. Los marginales no tienen capacidad para actuar: simplemente pueblan el lugar, sólo son y nada más. Marginalidad significa falta de participación en los beneficios y recursos sociales, en la red de decisiones sociales, sus grupos carecen de integración interna, el hombre marginal no puede superar su condición por sí mismo. La marginalidad es un problema que corroe la médula del potencial del hombre para el automejoramiento voluntario y racional.

3. La dimensión sociocultural. Los marginales presentan bajos niveles de vida, de salud y de vivienda y bajos niveles educacionales y culturales.

4. Dimensión económica. Los marginales se pueden considerar subproletarios porque tienen ingresos de subsistencia y empleos inestables.

5. Dimensión política. Los marginales no participan, no cuentan con organizaciones políticas que los representen, ni toman parte en las tareas y responsabilidades que deben emprenderse para la solución de los problemas sociales, incluidos los propios. (Giusti, 1973).

A pesar de que los términos marginación y marginalidad son fonéticamente parecidos no hay razón para confundirlos. Presentan múltiples diferencias, sin embargo, sólo destacaremos algunas de ellas.

En primer lugar, el significado del concepto marginalidad se encuentra determinado dentro de la teoría de la modernización y se refiere a las personas, ésta es una de las varias teorías del desarrollo, en boga por la época, que tenían como propósito central develar las determinantes del desarrollo económico. Por su parte el concepto marginación pretende dar cuenta de la exclusión social y da por hecho que representa "un fenómeno estructural que se origina en la modalidad, estilo, o patrón de desarrollo" (Conapo/Progresa, 1998: 17).

En segundo lugar, ambos conceptos difieren en extensión y en comprensión. La marginación es un concepto que comprende a toda la población, en tanto se aplica a sus ámbitos de residencia, en cambio la marginalidad, en su versión desaliana, sólo considera zonas urbanas. Por otra parte, la noción de marginalidad incluye a la marginación pues la primera contiene las mismas dimensiones conceptuales de la segunda, pero considera además aspectos sociosicológicos, culturales, y políticos.

En tercer lugar, difieren sus unidades de análisis. La marginación refiere a agregados sociales espacialmente localizados ya sea en estados, municipios o localidades, mientras que la marginalidad predica sobre individuos. Este es un punto especialmente delicado pues es frecuente que la lectura de los datos de marginación incurra en falacia ecológica (King, 1997): se comete un error lógico al atribuir las características de los agregados como son, por ejemplo, las localidades, a los individuos que habitan en ellas. Como ya se señaló anteriormente, no todas las personas que habitan en zonas con alta o muy alta marginación son marginales.

Confundir marginación con marginalidad implica: a) considerar iguales conceptos con raíces teóricas distintas, que organizan conjuntos de hechos distintos de acuerdo con diferentes teorías, y b) mezclar los referentes empíricos cometiendo así falacia ecológica.

 

Pobreza y marginación

En el país, gran parte de la discusión sobre pobreza se ha constreñido a su medición. Parte de la disputa se debe a que los resultados a que llegan diversos autores, ya sea institucionales o investigadores individuales, utilizando las mismas bases de datos, presentan amplios rangos de variación. Por ejemplo, Boltvinik calcula que la incidencia de la pobreza en 1992 alcanzaba 66 por ciento en las zonas calificadas por la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos (ENIGH) como de alta densidad de población, y 88.1 en las de baja densidad; mientras que Cepal reportaba 36.7 y 54.9 por ciento, respectivamente; para ese mismo año Boltvinik calculó que la incidencia de la pobreza extrema fue de 38.6 y 68 por ciento, y para la Cepal las cifras correspondientes fueron 9.6 y 25.6 por ciento (Boltvinik y Hernández, 1999: 92).

Son muchos los factores que explican las diferencias en las estimaciones: a) ajuste o no de los datos de las encuestas a Cuentas Nacionales; b) diferentes métodos para hacerlo (Lustig y Mitchell, 1995), c) diversas líneas de pobreza d) coeficientes de Engel distintos. Así se podría continuar la enumeración de mil y un detalles que generan estimaciones con amplio rango de variación. No es este el camino que interesa seguir sino destacar un factor adicional que es e) el método de cálculo de la pobreza.

Se puede afirmar que en lo básico hay dos métodos para calcular la pobreza: línea de pobreza (LP) y necesidades básicas insatisfechas (NBI). El primero define una canasta de bienes y servicios, los cuales se evalúan a los precios de mercado y el costo de dicha canasta se compara con los ingresos; son pobres aquellos que no tienen suficiente dinero para adquirirla. Este procedimiento es válido tanto para definir empíricamente pobreza como pobreza extrema, la distinción entre uno y otro concepto depende de la manera en que se define la canasta.

El método de necesidades básicas insatisfechas mide carencias en una serie de aspectos: calidad y cantidad de la vivienda, inadecuación de las condiciones sanitarias, inadecuación de otros servicios, inadecuación del patrimonio básico y rezago educativo (Boltvinik y Hernández, 999: 314).

A partir de los métodos de línea de pobreza y de necesidades básicas insatisfechas suelen construirse medidas combinadas entre las que destacan el MMIP que es un promedio ponderado de LP y NBI, y el método matricial. Este último combina en un arreglo rectangular los pobres por una u otra medida y, por lo tanto, cabe la posibilidad que un mismo hogar resulte pobre sólo por una de ellas.2 Tal resultado no debería sorprender ya que LP mide lo que se podría denominar "pobreza corriente" pues depende del flujo de ingreso del hogar y NBI mide pobreza por carencia de capital, es decir, es una función de los inventarios o stock de distintos tipos de "capital".

Una crisis económica profunda puede reducir las entradas monetarias de un hogar al punto en que no alcance para comprar la canasta básica cayendo así en la pobreza por LP; sin embargo, difícilmente en el corto plazo, variará la pobreza por NBI, es decir, es poco probable que se altere la calidad y cantidad de la vivienda, las condiciones sanitarias de la misma, los otros servicios, el patrimonio básico, o el rezago educativo. O bien los magros ingresos de una familia pobre se pueden invertir a lo largo de toda una vida para construir una vivienda "digna", con todos los servicios (cuya disponibilidad depende en parte de la política estatal) y activos domésticos propios de la vida moderna, de modo que si bien son pobres por ingresos pueden no serlo por NBI.

Debe notarse que el ingreso corriente y el capital (vivienda, doméstico3 y humano) están interconectados. Así como el flujo monetario permite adquirir activos, de la misma manera estos últimos, en diversas situaciones se pueden transformar en dinero.

La pobreza por NBI incluye las variables de vivienda y de analfabetismo del índice de marginación y la tercera dimensión de éste, el ingreso, es uno de los componentes para medir la pobreza por LP. Sin embargo, son varias las diferencias entre una y otra aproximación.

1. NBI incluye una miríada de indicadores que superan con mucho a los considerados en el índice de marginación, por ejemplo, materiales de construcción utilizados en techos y muros de las viviendas, diferentes tipos de drenaje de las aguas servidas, equipos domésticos, etcétera.

2. Los cálculos de pobreza establecen valores normativos para saber si un hogar tiene o no una carencia específica. No basta el puro ingreso para determinar si una familia es pobre por LP sino que es necesario compararlo con el costo de una canasta normativa. Para saber si un hogar tiene carencia en los pisos de la vivienda es necesario contrastar el recubrimiento del piso con la norma. La agregación de todas las carencias en un solo índice crea interesantes problemas estadísticos que escapan a las consideraciones de este texto. Por el contrario, el índice de marginación se construye agrupando las localidades que presentan puntajes "similares" en las siete variables que las caracterizan. La clasificación en las cinco categorías de marginación resulta de la comparación multidimensional interobservaciones, evitando así la controversia respecto a las normas.

3. Las unidades a las que se refiere el índice de marginación son las localidades, los municipios o los estados, mientras que el referente empírico de la pobreza son los hogares y los individuos que los habitan.

El Programa de Alimentación, Salud y Educación (Progresa) aprovechó los vínculos entre la marginación y la pobreza para poner en práctica su acción. La selección de los pobres que serían beneficiarios de los apoyos del Progresa se hizo en dos etapas. En la primera se seleccionaron localidades de muy alta y alta marginación y con base en la geo-referenciación del índice de marginación de Conapo se identificaron y situaron en la geografía del país. En la segunda fase se realizó un censo en los hogares de las localidades seleccionadas en la primera etapa, y se recabó información sobre ingresos y carencias en la satisfacción de las necesidades esenciales. Con base en esta información se seleccionaron, finalmente, los hogares pobres que serían beneficiados por el Programa (Progresa, 1998: 52-55).

Parte de la discusión respecto de la incidencia e intensidad de la pobreza se debe, como ya se ha señalado, a diferentes métodos o a diversas estrategias en la resolución de problemas técnicos, pero otra parte enraíza, a mi modo de ver, en distintas ópticas conceptuales que se sumergen en concepciones ontológicas y epistemológicas radicalmente distintas.

Una buena parte de la disputa opone la simplicidad del cálculo por LP a la complejidad de la cuantificación empleando NBI. Pero esta no es la única fuente de la controversia, también surge de las dimensiones de NBI que deben tomarse en cuenta, o bien de cuáles son las normas adecuadas. Estos enfrentamientos suceden como si los oponentes en la disputa estuviesen totalmente de acuerdo respecto al concepto de pobreza. Sin embargo, hay suficientes elementos como para sospechar una vez develadas sus nociones de pobreza difícilmente coincidirían en un único y mismo concepto. Entonces, cabe preguntarse, ¿Cómo se explica el acuerdo tácito de que es posible discutir y, tal vez, hasta llegar a una solución por consenso?¿Qué comparten como para sostener una disputa, a veces, bastante acalorada?

Es posible que haya más de una respuesta a esta pregunta. Una de ellas sería que los involucrados en la polémica, sin importar sus clivajes teóricos, políticos o ideológicos, abrazan nociones básicas del empirismo. Para examinar este tema considérense las proposiciones siguientes que en conjunto constituyen la piedra angular de esa corriente epistemológica. El principio básico de todo empirismo sostiene que el conocimiento no analítico se basa en la experiencia4 (Hempel, 1965: 115) y que el significado de una proposición (este hogar es pobre) sólo tiene sentido si es verificable (Ayer, 1959: 18 y García, 2000: 192-200).5

Para cualquier persona que acepte estas dos ideas resulta evidente que el campo de batalla legítimo es el de los indicadores, vale decir, el dominio de la discusión "conceptual". Si se llegara a un acuerdo sobre los indicadores apropiados sería posible identificar los hechos que pasarían a formar parte del concepto de pobreza y por tanto el problema de su medición quedaría resuelto.

Lamentablemente la controversia no se puede resolver de manera tan fácil y llana. En primer lugar, el significado de un concepto está dado por su referente, es decir a qué unidades se refiere el enunciado (hogares) y por su sentido. Ahora bien, el sentido de cualquier enunciado es lo que éste dice respecto a su referente. Pero un enunciado como "este hogar es pobre" puede decir algo de manera indirecta, por ejemplo, si es pobre entonces carecerá de tal y cual bien o servicio, lo que es una consecuencia lógica del enunciado original y también forma parte de su sentido. Además, a menos que se tratara de un enunciado primitivo, sólo tienen sentido en las proposiciones que lo originan, es decir, en sus antecedentes teóricos. El sentido completo de un enunciado está dado por el conjunto de proposiciones que le anteceden y por las que son sus consecuencias (Bunge, 1996: 57).

De acuerdo con estas ideas, el significado de cualquier enunciado teórico, incluidos los referidos a la pobreza, no se pueden dirimir en el campo de lo empírico, es necesario, antes que nada situarlos dentro de un cuerpo teórico. Ahora bien, en esta perspectiva, las mismas proposiciones teóricas (en este caso referidas a la pobreza) pueden tener significados distintos en diferentes conceptuaciones. Por ejemplo, en la perspectiva teórica de Amartya Sen la "pobreza" se desdobla en las "capacidades", dominio de la pobreza absoluta y los "funcionamientos" que refieren a la pobreza relativa (Sen, 1992: 39-55).

Una vez que se distingue con nitidez entre los enunciados teóricos y empíricos o bien entre los conceptos y sus indicadores aparecen dos conceptos ausentes en las discusiones de la pobreza: la validez y la confiabilidad de las mediciones, es decir, si los indicadores miden aquello que se quiere medir y cuán grande o pequeño es el error de medición. Si resulta que los indicadores no son válidos, entonces éstos no dicen nada respecto a la proposición teórica o al concepto, se desacoplan los campos de la experiencia y de la conceptuación. En este caso no importan los valores ni las tendencias que arrojen las mediciones de pobreza, pues la medición no representa adecuadamente el fenómeno. Si, por otra parte, las mediciones son imprecisas, es decir si la varianza del error de medición es exageradamente grande en relación con la varianza del índice de pobreza, entonces los resultados fluctuarán en una banda amplia sin que necesariamente haya habido cambios en los niveles ni en la tendencia de la pobreza.

La metodología de las ciencias sociales distingue entre: a) el acto de medir, que consiste, por una parte, en poner en correspondencia los atributos de los objetos con un lenguaje formal, lenguaje que puede ser el de la lógica o el de las matemáticas, (Przeworski y Teune, 1970: 92-94) y por otra, en definir las escalas de medida (Cortés y Rubalcava, 1990); y b) la medición propiamente tal que involucra además la objetivación y operacionalización de los conceptos (Blalock, 1968: 5-27) así como la confiabilidad y validez de la medida (Carmines y Séller, 1979). La teoría de la medición tema de la metodología de las ciencias sociales, proporciona al investigador una serie de coeficientes que permiten juzgar la validez y la confiabilidad de las mediciones. Estos coeficientes brillan por su ausencia en las acaloradas discusiones sobre la incidencia y la intensidad de la pobreza.

Llama la atención el escaso interés que ha despertado en México el estudio de las determinantes de la pobreza y su relación con el diseño y puesta en práctica de la política pública propuesta para combatirla.

Como ya se ha señalado, los esfuerzos de los académicos, de los organismos internacionales y de las instituciones del sector público se han concentrado sobre el acto de medir, contándose con esfuerzos aislados encaminados a identificar las determinantes de la pobreza.6 Se podría argumentar que todavía no es el momento, que primero habría que tener bien medido el fenómeno para luego pasar a estudios de carácter explicativo, pero ¿es necesario medir con toda precisión antes de identificar condicionantes?, ¿no podría acontecer que las determinantes de la pobreza sean las mismas independientemente del orden de magnitud de su incidencia e intensidad? No son claras las razones de por qué la falta de acuerdo respecto al número de pobres se erige en obstáculo insalvable para emprender estudios conceptualmente más ambiciosos.

Por otra parte, resulta difícil entender el diseño de acciones para combatir la pobreza sin basarse en estudios detallados acerca de los factores que la provocan, e identificar, entre ellos, los susceptibles de manipulación mediante políticas públicas.

 

Pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso

Como punto de partida es necesario distinguir entre la distribución funcional del ingreso y la distribución del ingreso entre los hogares y las personas. La desigualdad funcional analiza la repartición del producto de la actividad económica entre los factores de la producción (capital, trabajo y sector público), mientras que el análisis de la desigualdad entre las personas y los hogares examina cómo se distribuye el producto que no queda en manos de las empresas ni del sector público.

La distribución del ingreso es un concepto con significado preciso pues se sitúa en contextos teóricos bien identificados. Por ejemplo, la porción del producto que corresponde a cada factor por su aporte a la producción está determinada por su productividad y el volumen de recursos involucrados según reglas matemáticas precisas.

La desigualdad de la distribución del ingreso en relación con el ingreso per cápita sigue, en los países, según la teoría de Kuznets (1965), la forma de una U invertida. A niveles bajo de ingreso per cápita corresponden bajos niveles de desigualdad, éstos se elevan cuando el ingreso per cápita crece y vuelve a declinar a niveles altos de ingreso por persona. La teoría del capital humano explica la distribución del ingreso en función de las disparidades en el grado de escolaridad de las personas (Becker, 1992).

Como se puede apreciar el ingreso y su distribución son conceptos cuyo significado está determinado dentro de teorías que dicen algo directamente sobre los principales agentes económicos, los hogares o las personas. Se trata entonces de un concepto con significado.

Resta entonces indagar si la medición es confiable y válida. Esto lleva directamente a estudiar las fuentes de información. Hay suficiente evidencia como para suponer, o aceptar, que las Cuentas Nacionales del país miden válida y confiablemente el nivel de actividad económica y su evolución a lo largo del tiempo, así como la repartición funcional del ingreso. Lamentablemente no se puede decir lo mismo de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), principal fuente para estudiar la distribución del ingreso personal y de los hogares. Hay evidencia que lleva a sospechar que no sólo adolece de subestimación sino que además trunca la distribución del ingreso en los dos extremos, es decir, no incluye a los hogares más pobres ni tampoco a los más ricos (Cortés, 2001).

La distribución del ingreso según deciles, su representación gráfica en la curva de Lorenz y el índice de Gini son los recursos más frecuentes para formarse una idea de la desigualdad en la repartición del ingreso entre los hogares y las personas. Para estudiar cuánto le toca del ingreso a cada estrato socioeconómico hay que controlar por sus tamaños, por ello en el análisis de la desigualdad primero se ordenan los hogares según su ingreso de menos a más y luego se dividen en grupos de igual tamaño. Así es posible definir 100 centiles, cada uno compuesto por uno por ciento de los hogares. Sin embargo, las agrupaciones que se usan con mayor frecuencia en el estudio de la distribución del ingreso son los deciles (10 grupos de 10 por ciento) o quintiles (5 grupos de 20 por ciento).

Una vez que se ordenan las observaciones de menor a mayor ingreso, se calculan la proporción acumulada del ingreso y la correspondiente proporción acumulada de los hogares. Esta última se representa en el eje de abscisas y aquélla en el eje de las ordenadas; la curva de Lorenz es la línea que une los puntos. En la misma gráfica se representa una recta de 45 grados que correspondería al caso hipotético de distribución equitativa; el área que la separa de la curva se llama área de concentración.

Hay muchas formas de definir el índice de Gini, una de ellas es la razón entre el área de concentración y el área de máxima concentración. Por lo tanto, el coeficiente de Gini asumirá el valor cero si el ingreso está equidistribuido y el valor uno si está totalmente concentrado.

En México la participación porcentual del primer decil de hogares (el más pobre) en el ingreso monetario ha fluctuado alrededor de uno por ciento entre 1977 y 1998, siendo 1984, el punto más alto con 1.4 por ciento. 10 por ciento de hogares con mayores ingresos del país exhibe una participación relativa fluctuante entre un mínimo de 36.8 por ciento del ingreso monetario total en 1984 y un máximo de 44.7 por ciento en 1994, inmediatamente antes de la crisis que explotó en diciembre de ese año. El índice de Gini alcanzó su valor más bajo (0.477) en 1984 y el más elevado (0.538) en 1994 (Cortés, 2000a: 119).

Con frecuencia se piensa que a mayor desigualdad en la distribución del ingreso mayor pobreza, y viceversa, sin embargo esta relación está mediada por el comportamiento del ingreso disponible. Con el propósito de aclarar la relación entre pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso considérense los siguientes casos:

1. Ingreso disponible constante. Si aumenta la desigualdad debido a que la participación de los deciles superiores se incrementa a costa de los inferiores entonces la mayor concentración se traducirá en mayor pobreza.7 Y si tiene lugar una redistribución progresiva la desigualdad y la pobreza disminuirán.

2. Ingreso disponible creciente. En los casos en que creció la cantidad a distribuirse y la desigualdad se mantuvo constante, o lo que es equivalente, las proporciones del ingreso en manos de cada decil permaneció inalterada, la cantidad absoluta de recursos económicos de los pobres creció y la pobreza tenderá a disminuir (este ha sido el caso de Chile en los noventa). En cuánto caerá la pobreza depende de la fuerza del crecimiento del ingreso. Pero, la pobreza podría permanecer inalterada si el efecto del crecimiento económico se compensa por una acentuación de la desigualdad, aún más podría llegar a observarse de que la pobreza aumente por una intensificación exagerada de los niveles de concentración del ingreso.

3. Ingreso disponible decreciente. En estos casos, como son por ejemplo, los de crisis económica, es decir, cuando el tamaño del pastel se contrae, la pobreza aumentará si la desigualdad en la distribución del ingreso no se altera; pero si simultáneamente tiene lugar una redistribución progresiva crecerá menos, no aumentará o disminuirá dependiendo de la intensidad de la redistribución. En México se ha observado una disminución del índice de Gini después de las crisis de 1982 (Cortés y Rubalcava, 1991) y 1994,8 pero no lo suficientemente fuerte como para que al mismo tiempo se hubiese tenido una caída de los niveles de pobreza.

Las relaciones entre pobreza y desigualdad son complejas. Los casos examinados no pretenden agotar todo el espacio de posibilidades, solamente se pretendió bosquejar los vínculos más directos entre ambos fenómenos. Hay que tener presente que no siempre menor desigualdad lleva a menor pobreza y que mayor pobreza no es sinónimo de mayor desigualdad. Todo depende del comportamiento de los terceros en discordia, el ingreso disponible y la intensidad de la redistribución del ingreso, ya sea progresiva o regresiva.

 

Consideraciones finales

En las páginas precedentes no se analizaron todas las combinaciones posibles entre marginación, marginalidad, pobreza y desigualdad sino que el interés estuvo centrado en los pares que suelen provocar confusión: marginación y marginalidad; marginación y pobreza; pobreza y desigualdad en la distribución del ingreso.

El análisis realizado lleva a concluir que:

1. Marginación y marginalidad son conceptos que se localizan en diferentes matrices teóricas.

2. La marginación y la pobreza son fenómenos distintos pero relacionados. Con base es sus vínculos se diseñó Progresa.

3. No se puede sostener que a mayor pobreza mayor desigualdad y viceversa. La asociación entre ambos está mediada por el ingreso disponible.

La discusión sobre la incidencia y la intensidad de la pobreza no se podrá dilucidar a menos que se expliciten las conceptuaciones en que se basan las diferentes estrategias de medición, se hagan públicas las opciones metodológicas adoptadas y se manifiesten las razones que llevan a seleccionar tal o cual técnica estadística entre las disponibles.

 

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Notas

1 O de la matriz de varianzas y covarianzas de los siete indicadores.

2 Una discusión detallada y exhaustiva sobre los distintos métodos para medir pobreza así como una discusión de sus bondades y limitaciones se encuentra en Boltvinik y Hernández, 1999: capítulo I.

3 Se entiende por capital doméstico el equipamiento del hogar.

4 En este discurso el conocimiento analítico es el lógico y el matemático. Por otra parte, Bunge (1996: 57) entre otros, contra-argumenta respecto al origen sensorial del conocimiento. Sostiene que el enunciado "el alma sobrevive al cuerpo" tiene pleno sentido en la teología aunque no se pueda someter a prueba.

5 Es probable que ambas posiciones también compartan la idea de que el investigador tiene acceso directo a la realidad y que la pobreza es un hecho que se debe descubrir. Quiénes estén interesados en seguir los senderos de las complejidades ontológicas de tales posiciones pueden consultar a Mario Bunge (1979: 727-734).

6 Me refiero a estudios multivariados que reflejen la naturaleza multidimensional del fenómeno de modo que sea posible saber, por ejemplo, el efecto que tiene el capital humano sobre la probabilidad de ser pobre controlando por, ocupación, contexto rural urbano, índice de dependencia, etapa del ciclo familiar, etcétera.

7 Nótese que si la mayor concentración a favor de los deciles superiores se nutre de deciles "no pobres", la pobreza tenderá a permanecer inalterada a menos que algunos hogares no pobres pasen a serlo después de la exacción.

8 Una explicación de porqué las crisis económicas en México son seguidas por caídas en la desigualdad de la distribución del ingreso se encuentra en Cortés (2000b: 157-171).

 

Información sobre el autor

Fernando Cortés Cáceres. Economista por la Universidad de Chile y Doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS, occidente). Ha ejercido la actividad docente múltiples veces en instituciones académicas. Es miembro externo de la Comisión Dictaminadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, desde 1998. Entre sus publicaciones más recientes están "Algunos aspectos de la controversia entre investigación cualitativa e investigación cuantitativa", en Argumentos: estudios críticos de la sociedad, núm.36, agosto 2000 y "Acerca de la reforma y la desigualdad económica", en Pobreza, desigualdad social y ciudadanía, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), Buenos Aires, marzo de 2001. Correo electrónico: fcortes@colmex.mx

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