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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.7 no.30 Toluca Out./Dez. 2001

 

Presentación

 

La sociedad mundial ha cambiado. El capitalismo, en la fase actual, sirviéndose particularmente de los avances tecnológicos en la comunicación, ha modificado los ámbitos y contenidos de las relaciones sociales y engendrado nuevas y más complejas contradicciones de escala planetaria. La globalización ha generado cambios importantes, por lo menos en dos sentidos: por un lado, ha modificado la función del espacio y el carácter de los procesos "locales" articulados a lo global y distante; por el otro, ha determinado una mayor fragmentación y/o diferenciación económica y social, en el sentido de que a pesar de que las nuevas tendencias de integración apuntan hacia un aumento en la interdependencia económica transfronteriza, aquéllas, lejos de conducir hacia una homogeneización efectiva, muestran una mayor polarización de núcleos y bloques económicamente diferenciados y una mayor segmentación de la sociedad.

En el ámbito de las conformaciones territoriales, la globalización, al romper y desplazar las fronteras nacionales y regionales, ha desterritorializado las relaciones sociales y creado complejas redes de acontecimientos de proyecciones múltiples, caracterizadas por la simultaneidad, pero discontinuas en el espacio. En la sociedad global, una parte importante de las relaciones sociales operan en relación con ausentes, físicamente desloca1izadas. Las transformaciones recientes, al modificar la articulación de lo global, lo nacional y lo local, han dado lugar a una nueva estructuración socioespacial. La sociedad red —como la define Castells— ha alterado los factores de contigüidad y temporalidad preexistentes, y determinado contenidos inéditos en lo local y lo regional. La globalización ha tendido a la creación de un espacio mundial único, caracterizado por complejas redes de intercambios e influencias, altamente integradas y desterritorializadas. En la sociedad global, las nuevas dinámicas territoriales están basadas en los espacios de flujos y las relaciones sociales tienden a estar dominadas por la no presencia.

El escenario global se distingue por el desacoplamiento entre espacio y tiempo, así como por el incremento de las relaciones sociales territorialmente descontextualizadas. La visión del territorio como entidad continua y jerarquizada según la distancia pierde importancia, y en su lugar, adquiere relevancia ía noción del espacio organizado en redes, discontinuo y fragmentado. El territorio ha aumentado la complejidad y lo regional ha dispersado los marcos de referencia anteriormente vinculados a los contornos de los Estados nacionales. La Nación, que históricamente ha implicado relaciones sociales localizadas, ha sufrido alteraciones diversas; frente a ello, recobra importancia la cuestión local, fragmentada. En este marco, los procesos de globalización y regionalización no sólo plantean transformaciones importantes en las articulaciones socioespaciales, sino que, además, redefinen el carácter de las identidades y acciones colectivas y las relaciones con el "otro". Ciertamente, con la globalización el espacio de la identidad se ha hecho cada vez más local, al mismo tiempo que la función del espacio se hace cada vez más global.

La globalización ha generado una nueva lógica espacial. Las tendencias sugieren plantearse un cambio de perspectiva teórica que considere la necesidad de repensar los estudios regionales a partir de los parámetros de distinción territoriales determinados por la globalización, considerando los espacios de flujos discontinuos y atemporales. En este sentido, destaca por la complejidad analítica el carácter funcional de las ciudades en las estrategias emergentes del "desarrollo" económico globalizado, y, por otra parte, la importancia que paradójicamente adquieren los espacios o zonas fronterizas. La época actual está signada por la combinación de tendencias contradictorias, que en cierto modo conducen a un mundo sin fronteras, pero las propias lógicas contrapuestas definen nuevos límites en relación con los entornos económicos, demográficos y culturales entre regiones y países.

En el mismo sentido que la ciudad globalizada resignifica las lógicas de estructuración funcionales, al destruir espacios preexistentes y articularse a redes y/o circuitos globales, la frontera aflora como un campo de estudio renovado, particularmente respecto a las dinámicas de integración y la formación de mercados, los desplazamientos poblacionales, los procesos de transculturación y resistencia cultural, y las tensiones y conflictos que derivan de la confrontación de identidades entre grupos y naciones.

En este número, Papeles de POBLACIÓN ofrece a los lectores un variedad de artículos que aunque no plantean directamente la cuestión señalada, giran alrededor de ésta, y podrían ser reinterpretados a partir de dichas consideraciones. La temática o sección central del número analiza la problemática de la frontera norte de México con Estados Unidos, considerando las dimensiones políticas, culturales y demográficas. La integran los artículos de Pablo Vila, profesor asociado e investigador del Departamento de Sociología de la Universidad de Texas, San Antonio, concretamente sobre los cambios de orientación y/o perspectivas teóricas recientes en los estudios fronterizos realizados en Estados Unidos; el de Cristóbal Mendoza, investigador y coordinador del Doctorado en Ciencias Sociales de El Colegio de la Frontera Norte, sobre las tendencias demográficas y sociodemográficas en la región fronteriza México-Estados Unidos; y el de Elena García Alonso, investigadora asociada del Centro de Estudios Demográficos de El Colegio de México, sobre el perfil socioeconómico, sociodemográfico y origen de los migrantes indocumentados devueltos de la frontera norte de México. En sentido amplio, el conjunto de trabajos conforma una unidad temática relevante y oportuna.

El ensayo de Vila, parte del reconocimiento de que uno de los debates académicos actuales de mayor interés en los ámbitos académicos estadunidenses, gira alrededor de los llamados border studies o border theory, pero cuestiona el giro teórico de dichos estudios, que han desplazado los puntos de atención "binacional", que consideraban la frontera México-Estados Unidos desde ambos lados de la línea demarcatoria, pasando a estudiar "la frontera sólo desde el lado norteamericano". En la perspectiva del autor, el complejo escenario de la frontera México-Estados Unidos presenta posicionamientos culturales heterogéneos, no unívocos, donde ocurren procesos de transculturación, pero también de recreación y resistencia cultural. En este sentido, la nueva teoría de frontera norteamericana aparece como parcial y sesgada, "teniendo más que ver con la búsqueda ídentitaria de un grupo social particular, que con la vida cotidiana" multicultural en las zonas fronterizas. Los otros dos estudios, de Mendoza y García, resultan temática y analíticamente complementarios. Mendoza describe y analiza las tendencias demográficas y sociodemográficas recientes en la región fronteriza, considerando los indicadores censales de distribución, concentración y crecimiento de la población, la estructura de edad y la migración, y concluye que no se presentan "evidencias suficientes para afirmar que existe una única región en términos sociodemográficos’’, y que, por el contrario, el efecto difusión de dichos fenómenos a través de la frontera "es limitado". García Alonso, con base en datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte, describe algunas de las características sociodemográficas, las condiciones laborales y las características de cruce de la frontera de los migrantes devueltos fronterizos y no fronterizos. La autora, con base en técnicas de análisis factorial, analiza la vulnerabilidad diferencial y/o exposición al riesgo de ser deportado para dichas subpoblaciones.

La segunda sección, sobre la cuestión urbana, la integran los artículos de Mercedes Arroyo, colaboradora del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona; el de Emilio Duhau, profesor-investigador en el Área de Sociología Urbana de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, ampliamente conocido por sus contribuciones a los estudios urbanos en América Latina y México; y el de Alicia Lindón, también profesora-investigadora del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa.

Arroyo desarrolló un excelente trabajo de reflexión teórica y metodológica en torno al llamado fenómeno de "contraurbanización", que consiste en el cambio en la dinámica de poblamiento "concentrado" en las grandes ciudades y áreas metropolitanas de los países industrializados. La autora presenta las principales líneas de debate en torno al fenómeno, y sobre ello, destaca el cambio funcional de los centros metropolitanos en el actual contexto globalizador, en el que "ya no se puede asegurar que sean los centros metropolitanos donde se centralicen y gestionen con carácter exclusivo las funciones económicas". Concluye que "quizá en un futuro próximo se deba entender las áreas metropolitanas como sistemas de núcleos urbanos interdependientes en los que los centros metropolitanos van a ceder a ciertos equipamientos y servicios, y cierta capacidad de decisión a otros núcleos en crecimiento". Duhau, desde otra perspectiva, aborda la problemática del espacio público en las grandes metrópolis de América Latina, considerando que dicha crisis combina los efectos del "agotamiento" del modelo social, económico, político y urbano prevaleciente hasta la década de los setenta, y el impacto social y urbano de la globalización. Lindón analiza el proceso de reconfiguración territorial metropolitana, a partir del crecimiento de la ciudad de México hacia el sudeste, y, particularmente, el impacto sobre el viejo Chalco, que —apunta la autora— "han desencadenado una variedad de formas de expansión urbana que no han sido advertidas en otros casos y que pueden representar importantes procesos de cambio en la estructura metropolitana de la ciudad de México". Los tres trabajos resultan ampliamente sugerentes sobre las tendencias que experimentan las configuraciones urbanas y la crisis del espacio público en el emergente orden urbano moderno.

La tercera sección, sobre teoría de la violencia y la situación y características del homicidio en México, la conforman los ensayos de Alberto Riella, profesor adjunto del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Uruguay, y el de José Luis Cisneros, profesor-investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, además del artículo de Mario Arroyo Juárez, director general de Sistema de Información para la Seguridad Humana, S. C. y docente en Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México. Los tres trabajos coinciden en destacar el carácter complejo y multifacético de la violencia social y el incremento en las grandes ciudades de América Latina. Al respecto, Riella asocia el creciente fenómeno de ia violencia con el debilitamiento del modelo de dominación y sus correspondientes mecanismos de control social construido con la modernidad, que, según él, "ya no pueden como antes regularizar y normalizar la vida social con la eficacia y la eficiencia legitimadora de las décadas anteriores". Cisneros recoge una revisión amplia de los diversos enfoques teóricos sobre la violencia social, e intenta la reconstrucción del fenómeno destacando la interrelación que guardan el espacio público y la vida cotidiana en la ciudad, en la producción y reproducción de lo que llama "cultura de violencia". Arroyo Juárez, con base en los certificados de defunción de la Secretaría de Salud y registros del Servicio Médico Forense del Distrito Federal, analiza las características y situación del homicidio en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, y muestra, entre otras de sus conclusiones, la relación entre el homicidio y las características sociodemográficas y "los estilos de vida o rutina de actividades de las víctimas". Al parecer, las tentativas por desarrollar una teoría de la violencia social empiezan por reconocer que no hay una, sino muchas variedades de violencia. No obstante, a pesar de que tampoco hay una distribución homogénea del fenómeno, en términos generales, aquélla tiende a coincidir con el mapa de las carencias sociales y la exclusión económica y cultural, con la mayor situación de pobreza y desigualdad social.

 

Dídimo Castillo F.
Director

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