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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.7 no.29 Toluca jul./sep. 2001

 

Estrategias tempo-espaciales de trabajo femenino a domicilio*

 

Silvia López Estrada

 

El Colegio de la Frontera Norte

 

Resumen

La participación femenina en distintas modalidades de trabajo a domicilio se está incrementando como respuesta a los procesos de recesión económica y reestructuración industrial. Lo anterior está teniendo consecuencias para la ecología y la organización social de las viviendas y de sus moradores. Con base en información obtenida a través de entrevistas a profundidad, en este artículo se examinan las estrategias espacio-temporales que un grupo de trabajadoras a domicilio en la ciudad de Tijuana pone en práctica para producir la casa como lugar de trabajo. Dichas estrategias tienen que ver con el tipo de ocupaciones que se desempeñan, así como con factores socioculturales, como el curso de vida y la posición que las mujeres ocupan dentro de sus hogares.

 

Abstract

Female participation in distinct aspects of domestic labor is increasing as a response to the processes of economic recession and industrial restructuring. This has important consequences on the ecology and social organization of dwellings and their inhabitants. This article, based on information obtained from in-depth interviews, examines the space-time strategies used by a group of domestic laborers in the City of Tijuana to convert the home into a place of work. Such strategies are related to the type of occupation exercised, as well as sociocultural factors, such as the life course and the place women occupy in their own households.

 

Introducción

A demás de ser una respuesta al desempleo en contextos de reestructuración industrial y pobreza urbana resultante de la recesión económica y políticas de ajuste estructural en los países latinos, el trabajo por cuenta propia a domicilio es considerado, en estos países y los más desarrollados, como estrategia femenina para enfrentar los acomodos entre el trabajo y la familia, particularmente para las mujeres con hijos pequeños.

Este tipo de trabajo es considerado, en general, como parte de las actividades no asalariadas, cuyo aumento en México ha sido significativo en las últimas décadas, siendo mayor el impacto sobre la fuerza de trabajo femenina. En conjunto, las actividades por cuenta propia constituyen una forma precaria de trabajo, carente de beneficios laborales y sin salarios fijos. En particular, se ha documentado que las mujeres que participan en este tipo de trabajo reciben salarios más bajos que las que son asalariadas, y por lo común se ubican en actividades de subsistencia, con ínfimas remuneraciones y largas jornadas laborales (Oliveira y Ariza, 1999). Estas características se reflejan en el trabajo por cuenta propia a domicilio, marcado también por una alta heterogeneidad en lo que se refiere a los tipos de ocupaciones que desempeñan las mujeres.

A pesar de que las ciudades fronterizas han sido caracterizadas como mercados de trabajo donde la mano de obra femenina predomina, principalmente en la industria maquiladora de exportación, en ciudades como Tijuana, este tipo de empleo convive con otras formas de trabajo, entre las que se encuentra de manera importante el trabajo por cuenta propia, que en dicha ciudad constituye aproximadamente 20 por ciento de la población económicamente activa (PEA). De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), para 1996, año en que se llevó a cabo este estudio, 19.6 por ciento de la PEA masculina se ubicaba en actividades por cuenta propia, mientras que 15.9 por ciento de la PEA femenina también se dedicaba a este tipo de trabajo.

Por otra parte, no obstante que las encuestas de empleo no consideran directamente el trabajo por cuenta propia en casa, este parece constituir un porcentaje significativo del autoempleo. Por ejemplo, de acuerdo con la ENEU, esta población constituía 10 por ciento de los trabajadores por cuenta propia, mientras que la Encuesta Nacional de Micronegocios sugería que de los trabajadores en estos pequeños negocios, 15 por ciento de ellos estaban en su casa.

En conjunto, en Tijuana el proceso de reestructuración productiva, las circunstancias de segregación espacial, la falta de provisión de servicios por parte del Estado y el tráfico transfronterizo, han impulsado el crecimiento de trabajo por cuenta propia en casa, como una estrategia alternativa de generación de ingresos, tanto en la clase trabajadora como en la clase media. A pesar de las diferencias socioeconómicas que distinguen a los sectores residenciales de clase media y clase popular, dichos sectores tienen en común la posibilidad de obtener todo tipo de bienes y servicios dentro de las mismas, a través de tiendas de abarrotes y la oferta de servicios personales. Además, el trafico transfronterizo ha hecho posible la existencia de una economía de segunda mano en donde se mercadea todo tipo de productos que los comerciantes obtienen en bodegas y tiendas de descuento en las comunidades vecinas de Estados Unidos (López, 2000).

Como parte de la reconceptualización de la noción tradicional del trabajo, la bibliografía distingue dos tipos de trabajo a domicilio. Uno que es de naturaleza industrial y que se lleva a cabo para un empleador o contratista, aunque sin supervisión directa. A diferencia del anterior, el trabajo por cuenta propia en el hogar se caracteriza por la independencia del trabajador, y se define como la producción de bienes y servicios en la casa del trabajador a cambio de un pago en dinero o en especie (Oberhauser, 1993). Se trata, entonces, de pequeños negocios de actividades de producción, comercio y servicios tanto de carácter formal como informal. Así, las mujeres se ocupan, por ejemplo, en la producción de comida y artesanías, pero también en servicios profesionales, como servicio dental y cosmetología (cuadro 1).

Este tipo de actividades se caracterizan casi siempre por horarios flexibles y generan ingresos irregulares. Además, con frecuencia se carece de prestaciones sociales, en particular cuando tienen carácter informal. El trabajo por cuenta propia en casa es heterogéneo en términos de las ocupaciones, recursos materiales, así como también las experiencias y motivaciones de los trabajadores de acuerdo con sus condiciones de trabajo, y situaciones individuales y familiares. Lo que distingue a este tipo de trabajo es que se lleva a cabo dentro de la vivienda de la trabajadora y con el uso de recursos domésticos.

Teniendo esta definición en mente, en este documento se examinan las estrategias espacio-temporales que las mujeres ponen en práctica cuando usan el hogar como lugar de trabajo extradoméstico, alterando de esta forma los patrones sociales y espaciales que organizan la dinámica interna de las familias y sus viviendas. La definición de los usos del espacio y tiempo doméstico juegan un papel importante en las formas en que los procesos de producción-reproducción tienen lugar dentro de la vivienda. Así, se trata de dar respuesta a la pregunta ¿cómo hacen las mujeres para acomodar el trabajo por cuenta propia en la microgeografía de la casa? Al mismo tiempo que indagar ¿cuáles son los impactos de estas estrategias en la división del trabajo y las relaciones de género? El análisis está basado en entrevistas a profundidad y observación no participante, llevadas a cabo con mujeres que trabajaban por cuenta propia dentro de su vivienda en la ciudad de Tijuana en el año de 1996.

Este artículo se divide en cinco secciones. La primera de ellas introduce antecedentes del estudio de las estrategias tempo-espaciales familiares. En la segunda se describen los aspectos metodológicos. La tercera aborda las características de las entrevistadas. La cuarta describe y analiza las estrategias tempo-espaciales de acomodo del trabajo por cuenta propia en casa, de mujeres de sectores populares y medios urbanos, estableciendo para ello diferencias en términos de las ocupaciones, la relación de parentesco y el curso de vida de las entrevistadas. Por último, se señalan los impactos del trabajo remunerado en casa para la dinámica interna de las familias y los posibles cambios en las relaciones de género.

 

Aspectos teórico-metodológicos

El concepto de estrategias de reproducción social ha sido largamente usado en el estudio de la sobrevivencia familiar en economías urbanas deprimidas, y como respuesta a la reestructuración económica en economías avanzadas (Pratt y Hanson, 1993). Dicho concepto define las estrategias individuales y colectivas de los miembros del hogar para su mantenimiento y reproducción bajo un contexto familiar de solidaridad y conflicto, y enfatiza la importancia de las redes familiares y el intercambio (Jelin et al., 1986; González de la Rocha, 1986 y Benería y Roldán, 1987); en los estudios sobre trabajo y familia el tiempo constituye una variable importante (Jelin et al., 1986). Por ejemplo, se destacan los presupuestos de tiempo de trabajo doméstico y la intensificación de la jornada de trabajo de los diferentes miembros de la familia (Oliveira, 1990). Además, se reconoce la influencia de las diferentes etapas del ciclo doméstico en la división del trabajo al interior del hogar.

A pesar de que el espacio está implícito en muchas de estas investigaciones, éste no ha sido estudiado como un factor crítico en los procesos de producción y reproducción. Entonces, debido a que el espacio merece mayor consideración de la que se le ha dado, este estudio pone especial atención a la interacción de las prácticas cotidianas de las mujeres y sus ambientes de trabajo doméstico y extradoméstico.

La dimensión espacial del trabajo femenino ha sido abordada por la bibliografía feminista en geografía. Este paradigma enfatiza la naturaleza cambiante de la relación entre producción y reproducción como parte de un mismo proceso que varía en tiempo y espacio (McDowell, 1989:59). Desde una perspectiva espacial y de manera central, este enfoque destaca las prácticas sociales en la vida cotidiana y las relaciones de género a la escala del hogar, así como una reconceptualización del espacio doméstico. A la escala del hogar el punto central es analizar cómo las estrategias familiares de producción-reproducción son llevadas a cabo dentro de un mismo lugar, y cómo el espacio doméstico se convierte en lugar de trabajo.

Uno de los argumentos centrales que se deriva de los estudios realizados con hogares es que al trabajar en casa las mujeres están rompiendo las dicotomías público-privado, producción-reproducción (McDowell, 1989). Las estrategias tempo-espaciales de acomodo del trabajo remunerado dentro del hogar muestran las restricciones de la dicotomía público-privado e incorporan las propias definiciones culturales que de estos términos tienen las mujeres. Así, ellas están usando y reusando sus espacios de vida y recursos domésticos para llevar a cabo trabajo pagado, readaptando el espacio doméstico y rehaciendo los horarios para realizar actividades de producción y reproducción dentro del hogar (Hanson y Pratt, 1995; Christensen, 1993; Mackenzie, 1989; McDowell, 1989 y Watson, 1991).

Una explicación común al trabajo por cuenta propia, en particular cuando se lleva a cabo en la casa, es que ésta es una estrategia adecuada para combinar el trabajo y la familia (Pacheco y Blanco, 1998: 85). De esta forma, las mujeres pueden adaptar sus horarios a las necesidades familiares, siendo esta situación particular de aquellas con hijos pequeños. En conjunto, estas situaciones expresan la asimetría de género en la división del trabajo y en el acceso a los recursos.

Así, en algunos estudios el punto de partida para el análisis tempo-espacial de la producción/reproducción dentro del hogar ha sido el concepto de integración (Beach, 1988). Aunque existen experiencias exitosas de integración trabajo-familia, como la que narra Beach en su estudio sobre familias rurales en Estados Unidos, combinar el trabajo y la familia dentro de un mismo espacio puede llevar a situaciones conflictivas (Christensen, 1993). Algunas veces el espacio doméstico facilita la interacción entre las actividades de producción y reproducción, pero otras veces las mujeres enfrentan enormes dificultades para balancear el trabajo productivo y reproductivo dentro del hogar.1 Y es entonces cuando se ponen en práctica arreglos socioespaciales que modifican no sólo el ambiente físico de la vivienda, sino que también pueden llevar a una redefinición social del espacio doméstico, así como de los roles y relaciones de género. En este contexto, el conflicto y las estrategias tempo espaciales se consideran como los elementos articuladores de la relación entre producción y reproducción (López, 2000).

La estrategia metodológica para entender cómo las familias acomodan el trabajo remunerado dentro del hogar es examinar cómo el tiempo y el espacio son utilizados en trabajo y vida familiar por las mujeres trabajadoras de este estudio. Para llevar a cabo dicho examen se parte de las prácticas sociales de las mujeres en sus ambientes de vida y de trabajo, y se privilegian sus interpretaciones sobre su experiencia cotidiana (Katz, 1992; Salmi, 1993; Vepsa, 1993 y Visweswaren, 1994). El análisis de las estrategias espacio temporales se llevó a cabo con base en patrones de localización del trabajo extradoméstico dentro de la vivienda, así como en los patrones de uso del tiempo dentro del hogar que ponían en práctica las mujeres entrevistadas. Sin embargo, estas estrategias se transforman de acuerdo con las condiciones específicas de las mujeres, y tomando en consideración elementos socioculturales, como la clase social, el curso de vida y la relación de parentesco.

Para fines de este estudio se tomaron en cuenta los lugares de la casa más usados por las entrevistadas como lugares de trabajo. En particular, se encontraron dos categorías de lugares de trabajo (separado y combinado) como indicadores de uso del espacio. Estos conceptos dan cuenta del acceso que otros miembros de la familia tienen a las áreas de trabajo establecidas dentro de la vivienda. En términos del tiempo se distinguen distintos tipos de horario definidos por las mujeres de acuerdo con las necesidades de sus clientes y sus familias, además de actividades orientadas por tiempos o por tareas, dependiendo de la naturaleza de sus ocupaciones.

 

Las participantes y sus características sociodemográficas

15 mujeres que trabajaban por cuenta propia en su casa en la ciudad de Tijuana generosamente contribuyeron a este estudio al dejarme entrar en sus casas y en sus vidas. Los detalles de sus prácticas cotidianas revelaron las conexiones entre el trabajo y el hogar, reflejando tanto situaciones de conflicto y contradicción, así como de integración y cooperación.

Las entrevistadas tenían diversas ocupaciones, tanto formales (dentista, vendedora de farmacéuticos) como informales (producción y venta de comida, cortes de cabello, costura, etc.). Nueve de las mujeres tenían experiencia previa de trabajo fuera del hogar, seis de las cuales estaban trabajando en ocupaciones similares a las que habían tenido antes. El resto de las mujeres se dedicaban sólo a actividades domésticas antes de trabajar por cuenta propia en su casa. De las 15 entrevistadas, tres llevaban trabajando en casa más de 10 años, aunque algunas veces en forma intermitente, mientras que las demás tenían entre uno y cinco años desempeñando este tipo de actividad.

Respecto al lugar de residencia, en el contexto de una ciudad con alta atracción de migrantes, no es sorpresa encontrar que a excepción de una entrevistada, el resto nacieron en otros estados de la República. Mientras que siete de las trabajadoras habían vivido en Tijuana por más de 10 años, el resto tenían entre dos y cinco años de residencia en dicha ciudad. Las entrevistadas fueron contactadas por la técnica de bola de nieve, y fueron seleccionadas según su edad, estado civil, número de hijos y ocupación. La muestra cualitativa incluyó tanto a mujeres de sectores populares como de clase media. Se define como mujeres de clase media a aquellas trabajadoras no manuales con educación superior a la preparatoria.2 Criterio adicional para determinar la clase social fue la localización residencial.

La edad de las entrevistadas variaba entre los 33 y los 67 años. Respecto a su estado civil, la mayoría de las mujeres eran casadas o unidas, aunque también se incluyó a separadas y viudas. En términos de escolaridad, mientras que las entrevistadas de clase media tenían educación preparatoria o profesional, la mayoría de las mujeres de sectores populares sólo tenían educación primaria o secundaria. En el caso de las mujeres casadas, sus esposos tenían ocupaciones similares a las de ellas. Mientras que los esposos de las entrevistadas de clase media eran ingenieros, administradores u otros profesionales, los maridos de las mujeres de sectores populares eran trabajadores de oficios y trabajadores no calificados. Respecto a la relación de parentesco, cuatro de las trabajadoras eran jefas de hogar, y el resto vivían en familias encabezadas por hombres.

 

Patrones de localización del trabajo por cuenta propia a domicilio

El espacio físico está estrechamente ligado a sus funciones; las viviendas estándar son diseñadas para cubrir funciones y roles familiares muy específicos. El espacio material organiza la adaptación de tal forma que la localización específica del trabajo remunerado dentro de la casa expresa influencia de la interacción familiar, y esta, a su vez, tiene efectos en la construcción del ambiente físico.

Mientras que en el trabajo remunerado fuera de casa diferentes eventos toman lugar en las habitaciones, en el trabajo remunerado dentro de casa diversas tareas se llevan a cabo en el mismo lugar, es decir, no hay una asociación definida entre las habitaciones y las tareas, porque estas ocurren en pequeños intervalos (Friberg, 1993: 165). Así, el espacio expresa la confusa distinción entre la producción y reproducción al interior del hogar, pues se desarrollan ambos tipos de actividades al mismo tiempo en un mismo espacio (Mackenzie, 1989 y Christensen, 1993). Sin embargo, como se verá más adelante, la localización física del trabajo en casa también puede involucrar el uso de áreas separadas.

En general, el presente estudio y otros sobre el tema muestran que el tipo de actividades que se llevan a cabo involucra distintas estrategias de localización espacial del trabajo dentro de la vivienda, considerando tanto el espacio disponible así como otros recursos domésticos para modificar o transformar de manera temporal o permanente algunas áreas de la casa.

Algunas veces, la circunstancia de ilegalidad de la actividad determina la localización del lugar de trabajo en las áreas posteriores de la vivienda, así lo muestra, por ejemplo, el estudio llevado a cabo por Miraftab en talleres de costureras en Jalisco. La autora encontró que los talleres se localizaban en la parte posterior de las viviendas debido a que no estaban registrados. En este estudio se observó que las mujeres usaban distintos espacios de la vivienda para establecer su lugar de trabajo, y no había relación alguna con su clandestinidad, sino más bien en función del tipo de actividad desempeñada.

Como antes fue mencionado, en general se encontraron dos tipos de uso del espacio doméstico: compartido y separado. En lo que se refiere a la categoría de espacio compartido, las entrevistadas usaban más la sala, el comedor, la cocina y recamaras como áreas de trabajo productivo, en ese orden de importancia (cuadro 2). En estos espacios se llevaban a cabo actividades productivas tales como: empacado de productos, costura, artesanías, producción de comida y cortes de cabello.

Estos espacios son lugares compartidos en tanto son usados en sus condiciones domésticas para llevar a cabo en forma combinada funciones productivas y reproductivas. Por ejemplo, al mismo tiempo que se cocinaba para la familia, se producían alimentos para vender en la cocina de la casa usando mobiliario y equipo doméstico, o se empacaban pañales mientras se lavaba la ropa de la familia, y en otros casos la casa entera y sus instalaciones eran usadas para cuidar niños en su interior.

Otras veces el espacio se usaba en forma alternada y tenía que modificarse durante el día dependiendo del tipo de actividades que se desarrollaban. Por ejemplo, Laura, una cosmetóloga, usaba su recámara como consultorio durante el día para lo cual adaptó la habitación con algún mobiliario adicional. Según sus propias palabras:

...(Por la noche) Mi recámara era un lugar para dormir y para estar con mi marido. No tenía nada que ver con las mañanas, cuando se transformaba en un consultorio, no había cosas mías ahí a excepción de la cama. Entonces me cabía mí mesa de masaje y la acondicioné de tal manera que no parecía una recamara,...tenía una mesa de masaje, un espejo y tapetes para dar un ambiente agradable, se transformaba físicamente...era sólo la cama lo que estaba ahí, no había burós, no había nada, era el closet cerrado y era solamente la base de la cama...o sea... disfrazado el espacio... (Laura, 35 años, cosmetóloga, dos hijos).

En la categoría de espacio separado, la sala, el cuarto de lavado o el cuarto de la televisión fueron adaptados como lugar permanente de trabajo con muebles y equipo. Estas modificaciones materiales son llevadas a cabo para realizar una actividad específica. Por ejemplo, una dentista reconstruyo el cuarto de lavado para establecer ahí su consultorio dental, mientras que una costurera adaptó el cuarto de la televisión como taller de costura, instalando ahí una mesa de trabajo y su máquina de coser. Asimismo, una vendedora de productos farmacéuticos, que contaba con una sala muy amplia, la modificó para instalar en una parte de este espacio su oficina, usando para ello mobiliario y equipo de oficina. Al respecto ella comento:

...esta casa yo la renté, era para vivir, se vino a dar al negocio porque este pedazo.. .me sobraba se puede decir. Tenía muebles, tenía la cantina hasta acá, me sobraba todo el montón, entonces lo que hicimos fue recorrer la cantina, dejarla como mostrador y quedarnos ya aquí (Tony, 54 años, distribución y venta de medicina, cuatro hijas).

Otras veces se construyó un lugar especial para dedicarlo exclusivamente al trabajo remunerado dentro de la casa. Por ejemplo, una vendedora de pañales de segunda mano, después de enfrentar múltiples conflictos con sus hijos por el uso de la sala para almacenar y empacar pañales, construyó un techo en el patio posterior de su casa para empacar ahí el producto, y la propietaria de una tienda de abarrotes estableció el negocio en la parte inferior de la casa:

Al principio, pagábamos renta y vivíamos a una cuadra de la tienda. Era otra casa, teníamos un local comercial. Cuando compramos (el terreno), aquí si, la tienda la hicimos abajo y la casa arriba (Delfina, tienda de abarrotes, cuatro hijos, todos casados).

Los casos anteriores muestran, además, que los arreglos espaciales van cambiando a medida que transcurre el curso de vida familiar, debido a diferentes circunstancias; algunas veces debido a que las condiciones económicas familiares mejoran, o bien porque disminuye el número de miembros de la familia. Lo anterior permite contar con viviendas más amplias, o tener más espacio disponible en la vivienda, facilitando con ello el balance entre el trabajo y la vida familiar. Se puede concluir, entonces, que de acuerdo con los casos de estudio, la instalación del lugar de trabajo dentro de la casa puede formar parte de una estrategia temporal o a largo plazo, según las circunstancias específicas en las vidas de las mujeres.

De acuerdo con el cuadro 3, las entrevistadas con ocupaciones manuales, o de orientación doméstica, tenían una mayor tendencia que las mujeres con ocupaciones no manuales, o no domésticas, al uso de espacios compartidos dentro de la casa.3 De este último grupo, que reportó trabajar en un área separada dentro de la casa, aquellas con una actividad profesional buscaron establecerlo dentro de la vivienda, mientras que las que se dedicaban a actividades de tipo comercial se establecieron en un anexo de la casa (cuadro 3). Al parecer, estas mujeres están tratando de establecer una carrera, debido a ello tratan de separar el trabajo de las responsabilidades domésticas aun dentro de la vivienda. De esta manera, se trata de evitar mutuas interrupciones entre el trabajo y la familia. Sin embargo, los intentos de estas trabajadoras por construir fronteras entre ambas esferas no siempre funcionan.

En el caso de mujeres de sectores populares, la falta de espacio obliga a que con frecuencia se use el mismo lugar para llevar a cabo diversas actividades. Además, muchas veces las mujeres trabajaban en espacios restringidos y en condiciones ambientales poco adecuadas. Por ejemplo, algunas de ellas se quejaron de que no tenían luz y espacio suficiente en su lugar de trabajo dentro de la casa. En cambio, las mujeres de clase media tenían casas más grandes y en mejores condiciones, así como también mayores posibilidades de reconstruir o adaptar ciertos espacios domésticos de manera temporal o permanente para establecer ahí sus actividades productivas.

Por último, para las mujeres con ocupaciones de tipo doméstico que compartían el mismo espacio para actividades de producción y reproducción, y que con frecuencia era usado de manera alterna, manifestaron que trabajar en casa les daba la ventaja de tener mayor control sobre las actividades de su familia. Además, esta estrategia espacial integraba a los hijos pequeños y otros miembros de la familia al lugar de trabajo sin mayores conflictos. En cambio, para las mujeres con ocupaciones no domesticas que trataban de establecer un lugar separado de trabajo dentro de la casa, el acceso de los niños a estos espacios era restringido y con frecuencia ocasionaba tensiones entre la familia y el trabajo (López, 2000).

Por otra parte, el curso de vida determina de manera importante el espacio disponible dentro de la vivienda. De esta forma, la estrategia de uso del espacio se va modificando a través del tiempo, ello de acuerdo con las necesidades de la familia y del negocio. Así, mientras que las familias en etapa de expansión cuentan con menos espacio, aquellas en etapa de fusión tienen mayores probabilidades de contar con áreas disponibles dentro de la casa para instalar ahí el lugar de trabajo.

 

Horarios de trabajo por cuenta propia a domicilio

En general, la flexibilidad de horarios supone ser una ventaja para quienes tienen trabajo remunerado en su casa, las mujeres pueden trabajar en sus propios tiempos y combinar diferentes tipos de actividades. De acuerdo con Salmi (1993), esta estrategia permite a las mujeres rehacer horarios, incrementar o disminuir el trabajo a fin de acomodarse a las necesidades familiares. También es una forma de liberarse de los horarios fijos y tener más control sobre sus vidas. Sin embargo, también puede tener los efectos contrarios, alargando la jornada de trabajo y produciendo un desbalance entre la vida doméstica y el trabajo (Christensen, 1993).

Entre las trabajadoras a domicilio entrevistadas, los arreglos cambian en términos del espacio, pero también en función de los horarios. El estudio detallado de lo que acontece dentro de los hogares nos permitió observar algunos de los cambios tempo-espaciales que tienen lugar en su interior. De esta forma, podemos ver que los horarios de trabajo no tienen nada que ver con el tiempo estándar de los lugares de trabajo fuera de la casa (Friberg, 1993 y Salmi, 1993). La responsabilidad primaria de las mujeres por el trabajo doméstico y la persistencia de roles tradicionales de género dentro del hogar les impone la necesidad de formas diferentes y diversas de organizar el tiempo.

Para la mayoría de las trabajadoras entrevistadas en Tijuana el día de trabajo consiste en una combinación constante de actividades determinada con base en tareas. La jornada de trabajo era heterogénea y variaba entre un par de horas hasta 50 horas a la semana. Por otra parte, se encontró una diversidad de horarios, algunas mujeres trabajaban sólo los fines de semana, otras por las mañanas o por las noches (horarios fragmentados), otras más trabajaban por cita o incluso estableciendo horarios fijos, dependiendo de sus tareas productivas y reproductivas, de las necesidades particulares de sus clientes y sus familias (cuadro 4).

En general, las entrevistadas trataban de tomar ventaja de los horarios flexibles; sin embargo, mientras que las mujeres con ocupaciones de orientación doméstica tenían horarios irregulares basados en la combinación de tareas productivas y reproductivas, las mujeres con ocupaciones no domésticas tendían a establecer horarios fijos. En el primer grupo, hay casos en que el horario de trabajo remunerado se establece en función de las demandas familiares, por ejemplo, por las mañanas cuando los hijos y el marido están fuera de la vivienda, o por la noche cuando el resto de la familia ya se ha ido a dormir. Esta era, por ejemplo, la situación de Mariana, una costurera que trabajaba en intervalos durante el día; por la mañana mientras su familia no estaba, y por la noche cuando su familia ya estaba descansando. Estos casos son particulares de las mujeres con niños pequeños (Christensen, 1993), por ejemplo Elsa, una vendedora de pañales, también aprovechaba el horario nocturno cuando su hijo de tres años ya estaba durmiendo para empacar el producto.

Otras veces se trabaja sólo durante los fines de semana debido a la demanda de los clientes: por ejemplo, una trabajadora horneaba pasteles sólo los fines de semana, pues en esos días había mayor demanda de su producto debido a la celebración de cumpleaños, bodas, etc.; o bien, en función de las restricciones de espacio, por ejemplo, una productora de tamales trabajaba sólo el fin de semana debido a que la cocina de su casa tenía funciones múltiples. Al trabajar en días de asueto cuando los horarios familiares eran más relajados, ella evitaba el conflicto con el resto de la familia por tener que compartir su espacio de trabajo productivo.

En cambio, las mujeres con trabajos profesionales trataban de establecer horarios fijos o atender a sus clientes con base en previa cita. Algunas trabajaban por cita debido a la flexibilidad de este arreglo. Por ejemplo, si el cliente no podía atender a la cita, él o ella podían llamar para posponerla o cancelarla. De esta forma, las mujeres pueden llevar a cabo sus actividades domésticas e incluso darle continuidad a las mismas, esto no sería posible si ellas trabajaran fuera de casa. Este era, por ejemplo, el caso de Consuelo, una estilista quien dijo: "Trabajar en casa es más cómodo. Yo establezco mis horarios de trabajo con los clientes, ellos llaman para hacer una cita, en esa forma es más fácil organizar mi trabajo" (Consuelo, 63 años, divorciada, cuatro hijos).

En la racionalidad de trabajar en la casa, la edad es también un factor importante. Para mujeres de edad avanzada, como Consuelo y Doña Matilde, una productora de comida, las posibilidades de trabajar fuera de casa están limitadas no solo por su edad sino también por sus condiciones de salud.

Por otra parte, aunque el trabajo en casa supone ser un arreglo flexible en términos del tiempo, algunas mujeres prefieren establecer horarios fijos de trabajo; sin embargo, no siempre esta estrategia tiene los resultados deseados. Entre las entrevistadas está el caso de Tony, quien distribuía productos farmacéuticos. Ella intentó establecer un horario de trabajo regular; sin embargo, sus clientes no lo respetaban y llamaban a la puerta y por teléfono a cualquier hora del día, interrumpiendo e invadiendo así la privacidad de la vida familiar.

Las mujeres de clase media parecen tener una noción más arraigada de la privacidad, por lo que tratan de mantener la separación entre la vida familiar y el trabajo, lo cual muchas veces ocasiona tensiones y conflictos. En cambio, en las mujeres de clases populares, la noción tradicional de lo privado parece diluirse cuando las fronteras entre sus actividades productivas y reproductivas dentro del hogar se mezclan entre sí. De manera importante, estas diferencias parecen estar asociadas también al carácter doméstico o no domestico de las ocupaciones.

Estos arreglos parecen funcionar bien para algunas mujeres, sin embargo otras trabajadoras enfrentan largas jornadas de trabajo y trabajan más intensivamente que si lo hicieran fuera de casa. Los horarios flexibles a veces resultan en más horas de trabajo (Christensen, 1993 y Salmi, 1993). La estrategia de trabajar remunerado en casa a veces es complicada, como en el caso de las mujeres con ocupaciones no domésticas, quienes pretenden tomar ventaja de esta estrategia para estar cerca de los hijos y la familia, al mismo tiempo que tienen una fuerte orientación hacia sus carreras. De esta forma, resulta paradójico que al trabajar extradomésticamente dentro de la vivienda tratan de separar el trabajo y la familia en tiempo y en espacio estableciendo lugares de trabajo separados y horarios fijos. Debido a que la localización del trabajo dentro de la casa tiende a devaluar sus profesiones, para estas mujeres establecer horarios fijos era formalizar los servicios que ofrecían dentro de sus viviendas.

Por otra parte, algunos estudios han descrito el trabajo remunerado en casa como simultáneo al trabajo doméstico (Christensen, 1993 y Oberhauser, 1993). De manera similar, entre nuestras entrevistadas encontramos que ocupaciones de tipo doméstico, como el horneado de pasteles, la producción de comida, la confección de ropa o los cortes de cabello, permitían a las mujeres llevar a cabo actividades reproductivas de manera simultánea con el trabajo del hogar. Sin embargo, en algunos casos era difícil que esto ocurriera, este era el caso, por ejemplo, de ocupaciones de tipo profesional, como el servicio dental que demanda tal concentración que no es posible desarrollar otra actividad al mismo tiempo. Llevar a cabo el trabajo reproductivo y el remunerado dentro de la casa a veces es imposible debido a la naturaleza y calidad de atención que requieren algunas ocupaciones que no son domésticas. De esta forma, la llamada simultaneidad del trabajo por cuenta propia a domicilio parece ser válida solo para las ocupaciones relacionadas con la esfera doméstica. Sin embargo, aun en estos casos dicha característica no siempre se da, ya que encontramos situaciones de uso alternado del espacio.

 

La intersección entre el género y el espacio a la escala del hogar

Las concepciones dicotómicas de lo público y lo privado establecieron la separación entre ambas esferas; mientras que la ciudad y la calle fueron considerados como los sitios de la producción, y de lo masculino, la casa fue considerada el lugar de la reproducción, y de lo femenino (McDowell, 1989). Con frecuencia la casa es un sitio económico y productivo; sin embargo, la nociones tradicionales de este espacio han ocultado y devaluado el trabajo de las mujeres al relacionarlo con la esfera doméstica.

El trabajo a domicilio, en sus distintas modalidades, muestra la intersección de la producción y la reproducción. A partir de estas experiencias, algunas autoras han argumentado que a través de la reorganización espacial de sus actividades en el espacio doméstico, las mujeres ponen en cuestión la separación entre lo público y lo privado, así como las concepciones tradicionales de lo femenino y masculino (Mackenzie, 1989).

Aunque estudios llevados a cabo en distintos contextos socioculturales demuestran el nuevo rol económico de las mujeres que trabajan a domicilio, también muestran que este tipo de trabajo no lleva a una integración de roles, y con frecuencia las mujeres continúan siendo las responsables del trabajo doméstico a la vez que desarrollan sus actividades productivas dentro de la vivienda (Beach, 1988).

Al igual que en otros estudios, en esta investigación encontramos que el trabajo a domicilio no conduce a una mayor integración de roles, aunque si se manifiestan algunos cambios en la división del trabajo. Por ejemplo, se observa la participación de algunos esposos en el cuidado de los hijos. No obstante, el trabajo doméstico sigue siendo responsabilidad de las mujeres; bien de su administración o de su ejecución. En los casos en que hubo una reorganización de las tareas domésticas, las mujeres delegaron estas actividades en sus hijas y nietas, y aquellas que tenían mayores recursos económicos contrataron personal doméstico. En lo que respecta al trabajo productivo, algunos esposos colaboraban atendiendo a los clientes, y se observó que algunos niños participaban en el trabajo de sus madres casi siempre en la modalidad de trabajador familiar sin pago. De manera importante, se observó que algunos niños se están socializando con la cultura del trabajo a domicilio, que tiene efectos no sólo en términos de transmisión de conocimientos, sino también en la valoración de este tipo de trabajo.

En lo que se refiere a las relaciones conyugales, éstas son relaciones de poder entre los géneros que de reflejarse en la división sexual del trabajo, se expresan en la toma de decisiones sobre diversos tópicos al interior de la familia. Aunque la participación económica de las mujeres supone ser una herramienta para el cambio, diversas investigaciones han mostrado que el acceso a los recursos económicos no es una garantía de poder.

En el caso del trabajo a domicilio, se ha dicho que contribuye al reforzamiento de roles y relaciones de género tradicionales, o bien que es más difícil cambiar estos patrones. Sin embargo, ya sea que trabajen dentro o fuera del hogar, las mujeres tienen que negociar su posición. Ello depende en parte del grado de conciencia que se tenga acerca de la desigualdad.

La bibliografía sobre mujeres que trabajan fuera del hogar distingue situaciones de sumisión, imposición y confrontación (Oliveira, 1999). En lo que respecta al trabajo a domicilio, este tipo de relaciones son, en parte, resultado de los patrones de organización espacial dentro del hogar. Por ejemplo, dado que las mujeres de este estudio tendían a la yuxtaposición de actividades, o bien a llevarlas a cabo de manera alternada en un mismo espacio dentro de la vivienda; la separación entre ambas era con frecuencia ambigua, y a veces conducía a la confrontación y negociación, y otras veces al reforzamiento de roles y relaciones de género. Lo anterior depende también de algunos factores, como su situación económica, su escolaridad, la etapa del curso de vida en que se encuentran, así como su orientación doméstica o profesional.

Por otra parte, tanto en sectores medios como populares, en algunos casos el trabajo a domicilio fue la estrategia resultante de la negativa de los maridos para que sus esposas trabajaran fuera del hogar. En general, entre las entrevistadas se observaron situaciones de conflicto entre las demandas de la familia y las del trabajo. Aunque las mujeres de clase media tenían mayores posibilidades de negociación y de lograr acuerdos para llevar a cabo su trabajo productivo, se observó que algunas mujeres de sectores populares se valieron de su nuevo rol económico para ejercer ciertos derechos, por ejemplo, la libertad de tránsito.

Además, los patrones de autoridad varían de acuerdo con las estructuras familiares y sus dinámicas, por ejemplo, en el caso de las mujeres jefas de familia se observó que tenían mayor libertad para usar el espacio de la vivienda como lugar de trabajo.

El aislamiento y la segregación son considerados aspectos negativos que resultan del trabajo a domicilio. Al respecto, la bibliografía documenta una diversidad de situaciones, mientras que algunas mujeres disfrutan trabajar dentro de la vivienda, otras sufren una situación de aislamiento y opresión (Ahrentzen, 1997). Entre las mujeres entrevistadas en este estudio, trabajar en casa implicaba diversas dinámicas socioespaciales que podían tener lugar dentro y fuera de la vivienda. En la medida en que las mujeres logran un balance del trabajo y la familia en tiempo y espacio, trabajar dentro de casa puede convertirse en una experiencia liberadora. Sin embargo, este balance depende, entre los factores más importantes, de los recursos disponibles, de sus ocupaciones, así como de la etapa del curso de vida en que se encuentran.

Para autoras como Spain (1993), la reclusión dentro del espacio doméstico limita el conocimiento de las mujeres. No obstante, en los hogares se produce cotidianamente una parte importante del conocimiento de las ciudadanas comunes. Por ejemplo, al trabajar dentro de sus casas, las mujeres entrevistadas en este estudio aprendieron nuevas destrezas y habilidades. Por tanto, el problema parece estar más relacionado con el valor social que se ha asignado a este conocimiento.

Por último, el uso de la casa como lugar de trabajo puede influenciar los significados sobre la misma. De esta forma, es importante señalar que además de ser un sitio económico, la casa es también un sitio cultural y de mucho significado para quienes lo habitan, la reorganización espacial de las actividades que se llevan a cabo en su interior, no sólo lleva a una reconceptualización de los roles y las relaciones de género, sino también de los significados que el trabajo, la familia y la casa tienen para las mujeres y otros miembros de sus hogares.

 

Conclusiones

Esta investigación exploratoria ha mostrado las estrategias espacio-temporales que un grupo de mujeres ha puesto en práctica para acomodar el trabajo remunerado dentro de la vivienda, lo cual expresa una nueva geografía de estos hogares, así como la posibilidad de una nueva geografía de relaciones sociales al interior de la familia. Se manifiesta, así, la mutua interacción entre las prácticas sociales y el espacio. Las formas en que las mujeres han producido estas microgeografías tienen que ver con la división sexual del trabajo, así como con aspectos socioculturales que estructuran los roles y las relaciones de género, y que estructuran la organización doméstica, como son la ocupación (clase social), el curso de vida y la relación de parentesco, así como las circunstancias específicas en las vidas de las mujeres.

En general, las mujeres entrevistadas usaban los recursos domésticos ya existentes para llevar a cabo sus actividades productivas; en particular, aquellas que se dedican a ocupaciones con orientación doméstica como la producción de alimentos. En estos casos, la geografía de la vivienda no requiere modificaciones materiales, y los lugares compartidos: cocinas, comedores y recámaras, se convierten en espacios que unifican el trabajo y la familia. Por el contrario, las mujeres que se dedican a actividades profesionales dentro de sus viviendas, tienden a separar el lugar de trabajo del resto de la casa, modificando materialmente los espacios y a veces adaptándolos con maquinaria y equipo especializado.

Más allá de sus aspectos físicos, la casa es un espacio social. El espacio es un medio crucial que facilita la interacción entre los sistemas del trabajo y la familia, pero a veces la forma de organizado puede contravenir la dinámica familiar. Debido a que las mujeres continúan siendo responsables de la mayor parte del trabajo doméstico, el trabajo remunerado en casa con frecuencia resulta en tensiones y en conflictos.

Para aquellas mujeres que han logrado un balance, el lugar de trabajo dentro de la vivienda y el flujo de interacción entre la vida familiar y el trabajo remunerado se ha convertido en la vida cotidiana para sus moradores. Esta situación es particular en las mujeres con ocupaciones de orientación doméstica, de aquellas cuyas familias están en etapa media o avanzada del curso de vida, y de las que cuentan con mayor espacio.

En cambio, las dificultades de combinar ambas dinámicas son para aquellas mujeres con hijos pequeños, en particular para las profesionistas, y para aquellas que tienen viviendas reducidas debido a las mutuas interrupciones entre familia y trabajo, que muchas veces se dan aún teniendo espacios separados, y al conflicto por el espacio entre los miembros de la familia. Así, negociar la familia y el trabajo dentro de un mismo espacio puede ser complicado y opresivo para las mujeres, pero también puede ayudarles a tener mayor control sobre sus vidas. Es por esto que el uso del tiempo y del espacio dentro de la vivienda desempeñan un papel central en la estrategia del trabajo remunerado en casa.

 

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Notas

* Una primera versión de este documento, la cual forma parte de una investigación más amplia, fue presentada en la VI Reunión de la Sociedad Mexicana de Demografía, llevada a cabo del 31 de julio al 4 de agosto de 2000.

1 En particular el caso de las mujeres que trabajan en subcontratación a domicilio. Varios estudios en Europa, Asia y África, así como algunos en América Latina, muestran las condiciones de explotación a que se ven sometidas las trabajadoras tanto en términos de la carencia de todo tipo de beneficios laborales como en términos de las deficientes condiciones ambientales en que trabajan al interior de sus viviendas (Benería y Roldan, 1987).

2 Sin embargo, en la muestra cualitativa de este estudio aparecen algunas excepciones que se deben a la naturaleza misma del trabajo por cuenta propia a domicilio. Algunas veces, los niveles de ingreso son más altos en este tipo de trabajo que en el empleo formal, y se reflejan en las condiciones de vida de las trabajadoras. Así, tenemos, por ejemplo, a una costurera, quien solo tenía educación básica, pero vivía en un sector residencial que contaba con todos los servicios urbanos en la ciudad de Tijuana.

3Algunos estudios han comparado las formas en que hombres y mujeres usan el espacio doméstico, encontrando al respecto que mientras los hombres tienden a separar actividades y espacios, las mujeres tienden a integrar (Beach, 1988; Salmi, 1993 y López, 2000). Asimismo, en las mujeres hay una tendencia a usar el espacio interior de la casa, en tanto que los hombres usan con mayor frecuencia áreas exteriores para establecer ahí su lugar de trabajo.

 

Información sobre la autora

Silvia López Estrada. Doctora en Sociología por The University of New York. Actualmente es profesora-investigadora en el Departamento de Estudios de Población de El Colegio de la Frontera Norte. Sus investigaciones han girado en torno a los estudios de género; entre sus últimas publicaciones están "Uso y significado de la casa como lugar de trabajo", en ¿Esto es cosa de hombres? Trabajo, género y cambio social, Programa Universitario de Estudios de Género/UNA, México, en prensa; "Las organizaciones no gubernamentales feministas en Baja California", en Baja California: escenarios del nuevo milenio, UNAM, México, en prensa; "Women, Urban Life, and City Images in Tijuana, Mexico", in Historical Geography, An annual journal of research, commentary, and reviews. Gender and the City, vol. 26, 1998; "Organización productiva, vida doméstica y participación política de la mujer campesina en la Comarca Lagunera", en Verónica Sieglin (comp.), Mujeres en el campo al final del siglo XX, UANL, 1996, y "Estructura de hogares y empleo femenino en Tijuana", en Soledad González et al. (comps.), Mujeres, migración y maquila en la frontera norte, Colmex/Colef, México, 1995.

Correo electrónico: slopez@colef.mx

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