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Papeles de población

versão On-line ISSN 2448-7147versão impressa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.6 no.26 Toluca Out./Dez. 2000

 

Desafíos para el estudio de la dinámica demográfica en Jalisco durante el siglo XIX*

 

Carlos Riojas

 

Universidad de Guadalajara.

 

Resumen

El objetivo del artículo es señalar los principales problemas metodológicos a los que se enfrentan los estudios de historia demográfica de Jalisco durante el siglo XIX. Se reconocen tres desafíos susceptibles de condicionar las metas del análisis. El primero es teórico; el texto argumenta sobre la importancia de contextualizar la discusión dentro de un marco conceptual que aporte evidencias empíricas. Se retoma el papel que juega la población en el desempeño económico, especialmente, en el proceso de industrialización. El segundo desafío lo constituyen las fuentes, ¿son éstas congruentes para realizar un estudio sistematizado del crecimiento poblacional a través del tiempo? Finalmente, influyen las hipótesis preestablecidas al respecto, las cuales dan respuestas concretas, pero simultáneamente abren la posibilidad a una gama amplia de preguntas. El trabajo concluye que ninguno de los desafíos mencionados es suficientemente poderoso para impedir un estudio serio y sistemático del comportamiento demográfico en Jalisco durante el siglo XIX.

 

Abstract

The object of the paper is to show the main methodological problems for any study of the demographic history of Jalisco in the 19th century, and to indicate possible solutions. The author identifies three challenges which have to be taken into account when setting the goals of such a study. The first is theoretical: any conclusions must be substantiated by empirical evidence, and in particular facts about the role of the population in the economy and more especially in industrialization. The second challenge is to make sure that the sources used are acceptable for making a systematic study of population growth during the period. Finally, the influence of previous hypothesis on this kind of study: the give us answers but at the same time beg a number of new questions. The paper concludes that none of these objections has sufficient weight to impede the systemic and serious study of the population of Jalisco in the 19th century.

 

Introducción

El objetivo del presente ensayo es señalar los principales desafíos metodológicos a los que se enfrenta la historia demográfica de Jalisco del siglo XIX. Reconocemos tres problemas que pueden condicionar este tipo de investigaciones: a) los objetivos que persiguen los estudios demográficos específicos; es decir, resulta indispensable contextualizar la discusión dentro de un marco teórico específico, con el fin de aportar evidencias empíricas susceptibles de comparar con otros espacios y comprobar las principales hipótesis de trabajo. En nuestro caso nos enfocamos al papel que tiene la población en el desempeño económico, específicamente en el proceso de industrialización; b) el estado que guardan las fuentes, y c) las hipótesis establecidas sobre el comportamiento de este fenómeno, tanto de los contemporáneos como de los investigadores actuales. A pesar de lo anterior, ninguno de estos desafíos es lo suficientemente poderoso como para impedir un estudio serio y sistemático de la dinámica demográfica de Jalisco durante el siglo XIX.

El estudio del comportamiento de los hombres en el tiempo y en el espacio resulta esencial para la historia económica. Para el caso de Jalisco la tarea no es fácil. Las fuentes del siglo XIX, que nos brindan cifras concretas sobre población, están sumamente fraccionadas. Es indispensable buscar en los más diversos documentos, que en su mayoría poseen imperfecciones e incoherencias. Asimismo, es un hecho aceptado el crecimiento general de la población en el territorio mexicano durante el siglo XIX, pero cómo y a qué ritmo son cuestiones que no se han respondido satisfactoriamente para todos los territorios del país. Las estadísticas que presentaremos son imperfectas, pero por el momento son las únicas fuentes que poseemos, por lo que decidimos trabajar con ellas, sin olvidar los riegos que implica tal propósito.

Si explicamos la finalidad en la utilización de ciertos marcos teóricos, es muy probable que investigaciones futuras nos señalen los errores cometidos, así como las nuevas apreciaciones con base en comparaciones con otras áreas de estudio; una vez verificado lo anterior, creemos que la investigación histórica en este rubro habrá dado un paso seguro e importante. Entonces será tiempo de resolver nuevos problemas.

De ninguna forma pretendemos ser pioneros, hay investigadores que se han planteado el problema en otros términos, pero por diversas razones, que posteriormente ampliamos, no se ha podido elaborar un estudio satisfactorio para el caso de Jalisco durante el siglo XIX; esperamos que este trabajo sea de alguna utilidad.

 

Interpretación del crecimiento demográfico

La primera pregunta que nos guía en el estudio de la población a través del tiempo es la siguiente: ¿qué objetivos perseguimos con un análisis concreto del comportamiento demográfico? Resulta indispensable contextualizar la discusión en un marco teórico específico, a fin de aportar evidencias empíricas que ratifiquen o nieguen los principales postulados de un modelo. Tomaremos como ejemplo el papel que tiene la población en el desempeño económico a través del tiempo, específicamente en el proceso de industrialización. Haremos hincapié en dos perspectivas: macroeconómica y regional.

El estudio detallado de la dinámica demográfica reviste una importancia fundamental en las ciencias sociales, particularmente en historia y en economía. Thomas Robert Malthus fue uno de los primeros estudiosos de dichos comportamientos, que nos advirtió de los problemas de crecimiento continuo de los habitantes si se mantenían constantes los demás medios de subsistencia, especialmente la producción de alimentos1 (Malthus, 1951).

Al tomar como ejemplo el proceso de industrialización, a fin de entender más ampliamente los componentes económicos y sociales del fenómeno, será necesario partir del estudio de la población, sobre todo si percibimos dicho proceso como un cambio en las estructuras demográficas, agrícolas y de mercado. Como nos lo recordara Braudel "... de los hombres es de donde debemos partir. Después, llegará el tiempo para hablar de las cosas" (Braudel, 1979: 20). Específicamente debemos vincular la relación que guardan los pobladores con su espacio, con sus riquezas naturales y no naturales disponibles, así como con todo aquello susceptible de transformase para cubrir sus necesidades, objetivo que no todas las sociedades cumplen satisfactoriamente. Dentro de este mismo universo braudeliano, el análisis de los hombres lo ubicamos por encima de todo, incluso, por arriba de mecanismos sumamente complejos, como son los de mercado (Braudel, 1979: 54); Braudel (1990: 167) nos propone que "... no hay más historia que los hombres".

Para algunos historiadores el factor número uno de producción ha sido el hombre. (Deyon, 1984: 800). Se cree que sin un crecimiento de la productividad agrícola, y sin una creciente población activa en los países occidentales, hubiera sido imposible llevar a cabo el proceso de industrialización (Bairoch, 1991: 300, 486). Si tomamos en cuenta lo anterior, nos introducimos en el campo del crecimiento económico, ¿cuáles son algunas aportaciones de los economistas susceptibles de utilizarse en la historia demográfica?

Al final de la década de los treinta y principios de la siguiente Harrod y Domar formalizaron el papel que tiene la población (específicamente el aumento de la fuerza de trabajo) en su intento por explicar el crecimiento económico en países industrializados. Pero los postulados del modelo no dejaron satisfecho a Robert M. Solow, quién relacionó directamente la tasa del progreso tecnológico con la mano de obra; además, reconoció que el funcionamiento de este último mercado era imperfecto, por lo que era necesario estudiar sus componentes institucionales, donde destacaban elementos cuantitativos y cualitativos. Solow, basado en evidencias empíricas, sugirió que la primera variable para explicar el crecimiento económico era el cambio tecnológico, como segunda ubicó al capital humano. A partir de ese momento se ampliaron los alcances de los estudios demográficos para explicar el crecimiento económico o su ausencia (Solow, 1992: 7-29), su aportación consistía en el enfoque de largo plazo derivado de dicha interpretación. Una de las virtudes del modelo de Solow para la historia económica, según Temin, era que permitía organizar histórica y coherentemente las variables que intervenían en el crecimiento económico (dinámica demográfica, cambio tecnológico e inversión), pero no nos decía mucho sobre otros factores, lo que quedó reservado para otros teóricos al tomar en cuenta el capital humano, la educación y las matrices institucionales (Temin, 1997: 130-131).2

Desde la perspectiva macroeconómica, el comportamiento de la dinámica demográfica a través del tiempo, así como el comportamiento de otras variables y las vinculaciones que de ella se derivan (por ejemplo, la agricultura y el proceso de industrialización), resultan fundamentales para explicar el tipo de crecimiento económico o la ausencia del mismo. Pero, ¿cuáles son los alcances y la pertinencia de este tipo de enfoques para México durante el siglo XIX, específicamente para Jalisco?

El análisis de la población en sus respectivos ambientes regionales también es importante. Definir las relaciones entre los habitantes que viven en el campo y aquellos que radican en la ciudad, una separación "... nunca definida de forma perfecta" (Bairoch, 1991: 553) entre ambos espacios, se traduce en una división del trabajo. Con el crecimiento de las ciudades se incrementó la influencia sobre su medio circundante, se multiplicaron sus funciones políticas, económicas, religiosas, culturales, así como su capacidad de transformación. El poder de las ciudades ha repercutido en su entorno inmediato, lo anterior se reflejó en la disminución de la población en el campo, tal como sucedió en Inglaterra (Bairoch, 1983: 470).

El crecimiento demográfico, en un primer momento, puede incentivar favorablemente distintas variables económicas, por ejemplo: aumento en la demanda de productos agrícolas y bienes manufacturados; sin embargo, también es susceptible de transformase en una situación negativa, tal como sucedió en Flandes, que "... desde el segundo cuarto del siglo XVIII [se convirtió] en un país de mano de obra barata y bajos salarios reales comparado con el extranjero" (Mendels, 1984: 942). En un principio dichas características sirvieron para impulsar el proceso de industrialización, después se transformaron en una situación crítica para sus habitantes. Precisamente éste es el enfoque que propone la teoría de la protoindustrialización, que en términos esquemáticos puede ser presentada como la First Phase de la Revolución Industrial, cuyas manifestaciones son estudiadas bajo una óptica estrictamente regional, donde la agricultura temporal era combinada con ciertas tareas manufactureras para complementar el ingreso familiar; la producción de manufacturas estaba orientada hacia los mercados externos, gracias a la participación de un intermediario (Verlager). Los comportamientos demográficos, específicamente la tasa de fecundidad, se encontraban en estrecha relación con este modo de producción, a tal grado que se ha considerado como un sistema demoeconómico.3

Para el caso de Europa se había aceptado que el descenso de las tasas de mortalidad, más que el incremento en las tasas de natalidad, provocó el aumento constante de la población (Dobb, 1988: 307 y Bairoch, 1983: 491), sobre todo gracias a la baja de la mortalidad infantil, así como el considerable progreso de la higiene pública y la medicina. Pero insistimos, el crecimiento demográfico continuo puede ser engendrador de miseria, causante de graves problemas económicos y retrasar fenómenos como el proceso de industrialización (Hobsbawm, 1977: 40).

Este tipo de problemas ya habían sido señalados por Max Weber de una forma general, cuando indicó que el incremento de la población no necesariamente incentiva el desarrollo del capitalismo, incluso causa recesión; citó como uno de sus ejemplos el caso de China (Weber, 1991: 369). Durante el siglo XIX, las sociedades occidentales, después de un periodo de desarrollo agrícola, lograron llevar a cabo exitosamente su proceso de industrialización. Las tasas de crecimiento demográfico oscilaron entre 0.6 y 0.8 por ciento, aproximadamente, es decir, relativamente estables (Bairoch, 1991: 239, 243).

Así, vemos la importancia que reviste el estudio de la tendencia del crecimiento demográfico en la historia económica bajo un enfoque específico, especialmente si analizamos procesos concretos como la industrialización en un espacio determinado; pero, ¿cuál fue el comportamiento de la población en México durante el siglo XIX?, ¿qué efectos pudo tener en el desempeño económico la dinámica poblacional en Jalisco durante este periodo?, ¿acaso desde el siglo XIX el aumento de los habitantes fue un factor determinante en la formación de una sociedad subdesarrollada? En suma, ¿qué papel tuvo la población en el proceso de industrialización en Jalisco durante el siglo XIX?

 

A propósito de las fuentes

Al iniciar cualquier estudio sobre historia demográfica resulta útil preguntarse lo siguiente: ¿cuál es el estado que guardan las fuentes básicas para realizar la investigación propuesta? Para el caso de Jalisco dicha problemática adquiere una importancia fundamental.

La recolección de datos sobre población es una tarea poco motivadora y difícil, sobre todo si tomamos en cuenta que las fuentes para Jalisco durante el siglo XIX se caracterizan por su diversidad, dispersión y riqueza. La diversidad se deriva de las constantes modificaciones en los criterios utilizados para recabar las cifras demográficas por parte de las personas y organizaciones encomendadas a ello, donde destacan principalmente dos concepciones distintas: la eclesiástica y la estatal. La dispersión se manifiesta si tomamos en cuenta la cantidad y el tipo de sistematización de la información que se encuentra depositada en los archivos históricos mexicanos y en el extranjero. Resulta complicado escoger un solo camino para el acopio de datos pertinentes; por tanto, surge la necesidad de hacer un muestreo o, al menos, seleccionar cuidadosamente los materiales sin perder de vista sus títulos indicativos. La riqueza, desprendida de la multiplicidad de información en los documentos, es apasionante y frustrante a la vez; la revisión consciente de los materiales deviene un imperativo a fin de extraer lo más relevante para la investigación, sin que lo anterior nos conduzca a ignorar la esencia y originalidad de la fuente.

A parte de la bibliografía citada, para la elaboración de este trabajo utilizamos principalmente fuentes de archivos públicos estatales, lo cual limita la perspectiva planteada en este estudio (el lector encontrará cierta inclinación oficialista). Estamos conscientes de lo anterior, y tratamos de considerar este punto de vista al momento de trabajar con la documentación respectiva a fin de ser lo más objetivos posibles y reducir este sesgo involuntario. Para esta investigación no visitamos ningún archivo parroquial, lo cual es otra limitación, ya que algunos especialistas consideran este tipo de archivos como una de las fuentes más sustanciosas, donde el uso del lenguaje demanda una rigurosa interpretación (Malvido y Cuenya, 1993: 20).

Los documentos consultados se encuentran en el Archivo Histórico del Estado de Jalisco (AHEJ), en el Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco (AIPEJ), en el Archivo Histórico Municipal de Guadalajara (AHMG), en los fondos especiales de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco (BPEJ); en menor medida se consultaron documentos de la Bibliothéque Nationale de France, en la sección de los documentos manuscritos (BNF), algunos materiales "perdidos" en otras bibliotecas,4 y finalmente, gracias a la ayuda de amigos y conocidos, tuve la oportunidad de consultar otros materiales que se encontraban en posesión de particulares, especialmente ilustraciones de la época, que de alguna u otra forma corroboran indirectamente los principales comportamientos demográficos de entonces.

La mayoría de las fuentes oficiales, que se desprenden de informes sobre la situación de la administración local o nacional, tocan diversos asuntos no necesariamente de carácter demográfico, además de ser documentos adecuados para conocer cuantitativamente las características de los pobladores, resultan interesantes las opiniones de las autoridades respectivas sobre la situación política, económica y social del periodo que le corresponde gobernar, juicios que tienen un matiz especial, donde se reflejan la visión y los sentimientos de los hombres que participaron en la elaboración de los documentos. Si se pretende hacer una análisis de larga duración, las series de la estadística demográfica pueden completarse con otros trabajos ya publicados en el transcurso de los últimos años, cifras que son difíciles de encontrar en los archivos históricos. A partir de la promulgación de la Constitución de 1824, específicamente el artículo 12, donde se sugiere la formación de estadísticas demográficas, los datos de población se multiplican en el país; práctica que fue consolidada en 1857, al dictarse la Ley del Registro Civil (Malvido y Cuenya, 1993: 21-22). Conocer la cantidad o características de los hombres y mujeres que gobernaban, así como sus actividades, fue uno de los principales objetivos de los gobiernos estatales o federales. Jalisco no fue la excepción, dichas iniciativas tenían objetivos fiscales, políticos o militares. Algunos miembros del gobierno federal poseían una visión precoz sobre los problemas económicos de la época, incluso detectaron dificultades que posteriormente impedirían el desarrollo económico. Los hombres de Estado tenían la certeza de que sin datos concretos era difícil gobernar un pueblo,5 que en determinados momentos parecía ingobernable, no sólo por la "... tiranía del tamaño y la distancia" (Cunill, 1999: 16), sino por las dimensiones de los problemas políticos, sociales y económicos. Lucas Alamán fue uno de los primeros hombres en México que detectó complicaciones en el desempeño del sistema económico mexicano, pero muy probablemente no comprendió el fenómeno en su totalidad, es decir, los antecedentes históricos de lo que hoy nombramos subdesarrollo. En este contexto, aparecieron ministerios especialmente encargados en dar a conocer y promover los datos sobre distintos temas económicos del país, donde destaca la población. Un ejemplo lo encontramos en el Ministerio de Fomento, que durante el gobierno de Manuel González, en 1882, creó la Dirección General de Estadística al interior de dicho ministerio (Kicza, 1993 y Malvido y Cuenya, 1993: 220).

Algunos hombres, motivados por intereses particulares6 y oficiales,7 se dedicaron a recolectar datos cuantitativos y cualitativos en las diferentes zonas del país. Una de las fuentes más formales e interesantes de la época, donde convergen intereses de organizaciones gubernamentales, no gubernamentales e individuos destacados en las ciencias y en las artes fue, el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística de México, que es sin duda una de las publicaciones más ricas del país durante el siglo XIX, cuya información es sumamente variada.

Los documentos que sirvieron de base para la elaboración de este ensayo están sujetos a la crítica; algunas fuentes son más consistentes que otras, pero ninguna puede ser considerada cien por ciento fiable, limitaciones que el historiador debe tener presente y que muchos colegas economistas suelen olvidar. Sería muy largo y tedioso enumerar las deficiencias particulares de los documentos, por tanto, creemos que es más adecuado considerarlas por su utilidad al momento de su presentación y ubicar las fallas en un contexto determinado. A pesar de ello, haremos algunos comentarios generales al respecto.

¿Qué tan confiables son las estadísticas acopiadas por los diferentes gobiernos estatales de México durante el siglo XIX? Difícil resultará conocer con exactitud el grado de confianza de las estadísticas oficiales del siglo XIX, incluidas en ellas, por supuesto, las de población. Sin embargo, conforme avanzó ese siglo se destacó un cambio importante, particularmente en la presentación de las estadísticas, las cuales tendieron hacia el perfeccionamiento y rigurosidad metodológica. Moisés González Navarro nos advirtió, cuando presentó las Estadísticas Sociales del Porfiriato (Secretaría de Economía, 1956), de los incompletos e inseguros cuadros que contiene la obra, especialmente los posteriores a 1895. A pesar de las limitaciones expuestas por González Navarro, el problema no fue descubierto "recientemente".8 Los hombres del siglo XIX lo sabían: en 1847 Joaquín Angulo, gobernador de Jalisco, advirtió: "... se carecen de datos seguros y completos" (Ahej, 1847: 19).

Los respectivos ayuntamientos, que también se encargaban de dar a conocer noticias sobre los pobladores que gobernaban, tampoco escapaban a la problemática general del país a pesar de que estaban más estrechamente vinculados con los habitantes; probablemente sus márgenes de error fueron menores que los intuidos en las estadísticas nacionales, cuyos datos eran presentados de forma agregada. El mismo Porfirio Díaz, refiriéndose a Oaxaca, su estado natal, mostró su insatisfacción al gobernador Albino Zurtuche cuando le comentó que:

... me han mostrado los datos estadísticos, y a la verdad que he sufrido mucho al ver el abandono conque han sido formados ... no pude creer que falten en la realidad datos que se han perdido... y más bién creo que ha sido la indolencia, poca inteligencia y descuido punible de la persona o personas encargadas...9

¿Acaso era una situación especial en el estado de Oaxaca o algo generalizado en México? Seguramente, futuras investigaciones que utilizan, y sobre todo tienen una visión crítica, las estadísticas del siglo XIX aportarán más elementos a esta problemática.

A pesar de toda la discusión que se puede generar en torno a las fuentes, es importante reconocer las características cualitativas entre cada una de ellas. Por supuesto, no resulta lo mismo, desde el punto de vista metodológico e interpretativo, una estimación hecha por un particular, un padrón elaborado por una administración estatal o local y el levantamiento de un censo. Cada una de ellas posee una naturaleza distinta, el grado de confianza debe ser también diferente. Pero conforme avanzó el tiempo dos hechos son evidentes en México: un mayor rigor metodológico y la tendencia a la profesionalización de las personas que han participado en el recuento de los habitantes.

Lo anterior nos ha servido para darnos cuenta o al menos tener algunos indicios sobre la fiabilidad de las fuentes, las cuales reflejan, en buena medida, la compleja realidad del siglo XIX en México. Sin embargo, al no tener datos más fidedignos o fuentes con mejor grado de confianza sobre los comportamientos demográficos, es necesario trabajar con la información disponible y tomar en consideración sus limitaciones, pero, sobre todo, destacar la documentación que nos permite avanzar en el conocimiento de los hombres y las mujeres de aquella época.

 

La discusión sobre los comportamientos demográficos en México y en Jalisco durante el siglo XIX

A continuación intentaremos repasar algunas hipótesis establecidas sobre el comportamiento demográfico en el siglo XIX derivadas de algunos personajes contemporáneos e investigadores actuales. Fundamentalmente nos preguntamos: ¿cómo se ha interpretado la dinámica poblacional para ese periodo en México y en Jalisco?

Resulta complicado medir con precisión el comportamiento demográfico en México durante el siglo XIX; sin embargo, existen algunas aproximaciones al respecto. Uno de los primeros debates públicos sobre este tema se desató en 1858; los protagonistas fueron el periódico La Abeja de la ciudad de México y uno de los más prominentes fundadores de las estadísticas oficiales en el país: Antonio García Cubas.10 En ese año, La Abeja aseguró que la población en México lejos de aumentar disminuyó, su aseveración se basó en un recuento histórico de las principales fuentes disponibles; además, reconoció que García Cubas tuvo en sus manos los documentos más modernos, pero a pesar de ello existían serias divergencias respecto a otros manuales igualmente reputados, se refirió especialmente al de Jesús Hermosa (Hermosa, 1857: 252). La Abeja ejemplificó una de sus desavenencias con el estado de Jalisco. García Cubas rechazó la hipótesis del descenso de la población en México, pero aceptó que su crecimiento no había sido rápido, debido principalmente a que era necesario:

tenerse en cuenta las circunstancias que influyen en un desarrollo lento: 1° La población que perdimos con la cesión de los Estados de Nuevo México, Tejas, Alta California y parte de Tamaulipas, Chihuahua y Coahuila, 2° la que nos arrebató la guerra de independencia, 3° la de los norteamericanos, 4° nuestras odiosas guerras intestinas, 5° la guerra de castas en ... Yucatán, 6° las de los bárbaros que [han] azotado los Estados fronterizos del Norte, según se ha manifestado en el Atlas, 7° la disminución notable que experimenta la raza indígena ... 8° las tres invasiones del cólera, y por último, las grandes enfermedades endémicas de las costas (García, 1859: 115).

En esta discusión se subrayaron las principales transformaciones en la dinámica demográfica de aquella época, situación que La Abeja también asoció directamente con la polémica recolección de cifras, pero no dio suficiente importancia a los cambios sociales y políticos de México. La respuesta de García Cubas reflejó, en buena medida, algunas eventualidades del siglo XIX; sin embargo, las sospechas levantadas por La Abeja no eran infundadas. Para 1857 y 1858 García Cubas presentó el mismo número de pobladores en la República Mexicana en dos publicaciones distintas, en la última incluyó una explicación que no le exime de la desconfianza; detalles que no fueron exclusivos de 1857-1858; en 1870 sugiere, otra vez en documentos diferentes, dos cifras sobre los habitantes en la República Mexicana (cuadro 1).

Por otra parte, algunos investigadores han considerado que la población en México "... creció solamente un 25 por ciento entre 1810 y 1845 (7.5 millones de habitantes) o sea menos de 1 por ciento anual" (Keremitsis, 1972: 703). Incluso se argumenta que a mediados del siglo XIX hubo una baja en la tasa de crecimiento demográfico que influyó negativamente en el consumo de bienes, especialmente manufacturados. John Kicza, con base en un análisis más detallado de las cifras y las fuentes, dice que de 1810 a 1885 el crecimiento fue similar al anterior: 0.99 por ciento promedio anual; pero posteriormente se incrementó a 1.8 por ciento, en promedio, cada año hasta antes de la Revolución (Kicza, 1993: 230 y 233). Para otros, con el inicio de lo que han llamado "industrialización" (Cardoso, 1980: 49), sobresalieron las transformaciones en la estructura demográfica, como fue un crecimiento rápido de las ciudades, lo que implicó, a su vez, un número relativamente alto de compradores potenciales, según señala Carlos Marichal, una ampliación del mercado urbano (Marichal, 1992: XXII-XIII). En el contexto de la modernización porfirista, que se intensificó a finales del siglo XIX, otros autores también han señalado con cifras concretas el crecimiento de las ciudades, donde destacan la ciudad de México y Guadalajara (Guerra, 1988: 347), medición que ha sido posible gracias a los parámetros suministrados por las estadísticas oficiales.11 Además del crecimiento urbano, se agregan otros fenómenos que influyeron en las estructuras demográficas del país, como fueron los movimientos migratorios (especialmente hacia el norte del país) y el deterioro continuo de la vida engendrado por la creciente insalubridad pública (Moreno, 1980: 310-312). A pesar de lo mencionado, no abundan los estudios que analicen cifras concretas y detalladas de los comportamientos demográficos en México durante el siglo XIX.

La situación de la historia demográfica de Jalisco, sobre todo de la ciudad de Guadalajara, es similar a la del resto del país. Contamos con trabajos interesantes que han tratado de interpretar las tendencias demográficas de ambos espacios; sin embargo, aún persisten controversias o lagunas sobre los indicadores, las características y los comportamientos de los pobladores del territorio jalisciense a través del periodo en cuestión. Veamos algunos ejemplos.

Según Luis Pérez Verdía, después de la nueva designación de Guadalajara como capital de la Nueva Galicia, en 1560, habitaban en esta ciudad 70 familias de españoles y cerca de 3 mil indios, y en todo el Reino mil españoles y 20 mil indios convertidos (Pérez, 1988: 241). Este autor, uno de los historiadores y precursores de la crítica historiográfica de Jalisco, señala que

... el Escribano Real D. Fernando Cambre certificó el 10 de octubre de 1803, que por los padrones recientemente hechos, resultaban en el recinto de la ciudad [Guadalajara] 34 697 habitantes, —continua Pérez Verdía— El Barón de Humboldt le asignaba en aquella fecha 19 500 (Pérez, 1988).

A pesar del prestigio que gozan las estadísticas de Humboldt, la cifra que da sobre los pobladores de la ciudad de Guadalajara debería ser vista con reservas, sobre todo si se toma en cuenta uno de sus señalamientos cuando nos dice que

... tampoco el Conde de Revillagigedo llegó a ver terminada su obra, pues parece que no se acabó el censo de las dos intendencias de Guadalajara y Veracruz ... En un informe al Rey, el Conde de Revillagigedo estimó la intendencia de Guadalajara en 458 000 habitantes (Humboldt, 1966: 37-38).12

Efectivamente, Revillagigedo estimó, no tuvo el censo de la Intendencia de Guadalajara en sus manos, entonces perdió la oportunidad de certificar, problemática que obviamente incluye a la ciudad del mismo nombre.13 Independientemente de ello, la Intendencia de Guadalajara en 1803, según Humboldt, era una de las divisiones administrativas con una menor densidad demográfica, contaba con 630 500 habitantes en una superficie de 9 612 leguas cuadradas,14 es decir, con una densidad de 66 habitantes por legua cuadrada, por debajo de las Intendencias de México, Puebla y Guanajuato: 255, 301 y 586 habitantes por legua cuadrada respectivamente (Humboldt, 1966: 105 y 168).

En las últimas décadas han aparecido trabajos que tocan temas demográficos con metodologías más consistentes e hipótesis seductoras. Para Eric Van Young,

... el hecho social más importante en la historia de la región de Guadalajara a finales del periodo colonial fue el aumento de la población en el campo, en los villorios rurales, las aldeas y los pueblos, y en la propia capital de la Nueva Galicia ... (Van Young, 1989: 61),

es decir, un aumento generalizado de la población. El mismo autor nos dice que el crecimiento demográfico fue la fuerza motriz de las transformaciones vividas en Guadalajara a finales del periodo colonial. Pero lo más importante, desde nuestra perspectiva, es definir el tipo de crecimiento, si se debió principalmente a un aumento de la población de tipo social, a partir de 1760 (inmigración), o a un crecimiento de tipo natural por medio del incremento en las tasas de fecundidad o descenso en las tasas de mortalidad, comportamientos que responden a panoramas sociales y económicos distintos. A este respecto, Van Young insiste que Guadalajara atrajo, como muchas otras ciudades, a los habitantes de la campiña cercana.

Este mismo fenómeno fue corroborado por otros investigadores. Ramón María Serrera argumenta en su trabajo que la población de la Intendencia de Guadalajara casi se duplicó en 25 años, mientras que en la Nueva Galicia, en un lapso de 60 años, se triplicó, comportamiento sustentado en un crecimiento económico significativo, donde destacaron actividades agrícolas, comerciales y artesanales (y no industriales como lo escribiera Serrera) (Serrera, 1991: 16, 381).15 Jaime Olveda, basado en Sims, nos dice que en 1829 Jalisco era una de las entidades en México que albergaba una de las proporciones más altas de españoles (13.9 por ciento), detrás de la ciudad de México, Veracruz y Yucatán (Olveda, 1991: 240). Pérez Verdía nos comenta que el crecimiento demográfico a principios del siglo XIX fue perturbado por un periodo de guerras y migraciones causadas por los movimientos político-militares de Independencia. Posteriormente fueron las epidemias, que se presentaron en Jalisco (Pérez,1988: 365) y en otros lugares, sobre todo el cólera morbus, las que causaron estragos en la población (Garavaglia y Grosso, 1994: 155). Finalmente, encontramos otros trabajos que mencionan cifras de población, pero con interpretaciones más modestas al respecto (González, 1989: 12 y Aldana, 1980: 136).

Por tanto, sin el conocimiento, al menos aproximado, de las principales tendencias demográficas resultará difícil comprender los orígenes de las principales transformaciones económicas y sociales, por ejemplo, el proceso de industrialización. Escasos son los trabajos que abordan profundamente la población de Jalisco durante el siglo XIX, lo anterior no se debe a una falta de sensibilidad por parte de los investigadores, sino a que la sistematización y las contradicciones de las fuentes dificultan la tarea. Pero, ¿contamos con la información suficiente para elaborar un estudio detallado del comportamiento demográfico de Jalisco a lo largo del siglo XIX? Después de realizar un sondeo en los archivos históricos señalados, creemos que sí existen las fuentes apropiadas para llevar a cabo una investigación de este tipo (cuadro 2). No obstante, su sistematización, en función del marco teórico interpretativo o de los intereses de la investigación, tomará tiempo dadas las imperfecciones, contradicciones y heterogeneidad de las cifras. Será necesario hacer una selección exhaustiva de las fuentes que en determinado momento apoyen a las hipótesis respectivas.

 

¿Crecimiento demográfico?

La hipótesis establecida más difundida y conocida acerca de la dinámica demográfica en México durante el siglo XIX es el aumento de la población. A partir de ello surgen varias preguntas: ¿cuáles fueron los factores y las condiciones que motivaron el crecimiento demográfico en el país?, ¿cuál fue el ritmo de este crecimiento?, ¿acaso hubo mecanismos de regulación en este aumento de habitantes?, ¿crecieron todas las regiones del país al mismo ritmo?, ¿cuáles fueron las concentraciones demográficas más dinámicas durante el siglo XIX?, ¿encontramos centros de atracción y repulsión en el México del siglo XIX?, ¿qué consecuencias tuvo este fenómeno para la vida política, económica y social del país? Las modificaciones territoriales, tanto la reorganización interna como la redifinición de las fronteras mexicanas, se agrega a la lista de problemas cuando pretendemos estudiar a sus habitantes, reflexiones expresadas en la controversia La Abeja-García Cubas. La hipótesis establecida del crecimiento demográfico resulta interesante, pero consideramos que aún se deben profundizar y estudiar fenómenos concretos al interior del país, por ejemplo, las funciones de las principales concentraciones urbanas.

Para el caso de Jalisco no se ha intentado hacer una reconstrucción general de las cifras de población disponibles para el siglo XIX. Si tomamos en cuenta lo anterior, entonces es factible caer en imprecisiones al momento de estudiar a los hombres y mujeres a través del tiempo. Por ejemplo, población y mercado son dos conceptos importantes para la historia económica, además de estar en estrecha relación entre sí. ¿Acaso conocemos con precisión las dimensiones del mercado interno para el territorio jalisciense durante el siglo XIX? Cuando se habla de las dimensiones y las características del mercado interno en México durante el siglo XIX, por lo regular, el tamaño potencial de éste es desconocido o, en el mejor de los casos, incierto.

Tradicionalmente, se tiene una idea preestablecida de los mercados internos del siglo XIX en México marcada por la desarticulación, fraccionamiento y poca o casi nula capacidad de consumo; sin embargo, ¿podemos generalizar dicha problemática para una nación tan vasta como México y pasar por alto el funcionamiento regional? Asimismo, se ha generalizado que las exportaciones de materias primas se agregaban como un factor más en detrimento del funcionamiento del mercado interno, generalizaciones que se han repetido constantemente, a pesar de que las evidencias históricas concretas destacan por su ausencia.16 ¿Cómo podemos medir o, lo que es aún más comprometedor, tipificar un mercado interno si no conocemos el número y las características de su principal componente: la población?

El estudio de la dinámica demográfica nos ayudará a reconstruir las dimensiones potenciales del mercado interno, el porcentaje factible de participación en el mundo de los intercambios y su articulación o desarticulación. A partir de cifras y características concretas nos formaremos una idea más fidedigna del funcionamiento económico de Jalisco a través del tiempo.

Para finalizar presentaremos algunos cálculos sobre el comportamiento demográfico; en trabajos posteriores profundizaremos en el análisis. De acuerdo con las cifras recopiladas en el cuadro 1 el crecimiento demográfico en el territorio mexicano durante el siglo XIX (que incluye algunos años de la colonia) se ratifica. Sin embargo, no se presentó de forma regular a través del tiempo, hubo estados donde dicho movimiento fue más intenso. De 1803 a 1900 la población creció a una tasa promedio anual de 0.89 por ciento, si consideramos el primer año que se obtuvieron cifras del periodo nacional, entonces este ritmo fue de 1.03 por ciento.17 En 1895, en la estructura demográfica del país se evidenciaban las irregularidades de años anteriores, los comportamientos del ritmo de crecimiento promedio anual y la tendencia del crecimiento absoluto, se deben fundamentalmente a las cifras, algunas de ellas levantan serias sospechas. No descartamos que efectivamente esa discontinuidad en menor intensidad se haya presentado durante el siglo XIX, como la ratifica la pirámide de población total de México en 1895 (gráfica 1). Si calculamos la misma tasa para los últimos 15 años del siglo XIX, este ritmo de crecimiento se aceleró: 1.5 por ciento promedio anual. Sin embargo, creemos que Kicza exagera cuando dice que se duplica, aún si se consideraran los siguientes 10 años. Pero insistimos, un análisis más detallado necesariamente debe incluir la dinámica demográfica de las principales ciudades mexicanas del siglo XIX, debido a que creemos que los problemas de crecimiento demográfico en México, manifestados en el proceso de subdesarrollo, corresponden única y exclusivamente al siglo XX. Asimismo, es importante poner en relieve las funciones de las áreas urbanas en México dentro del proceso de industrialización.

Jalisco, no obstante que, en general, guardó un lugar intermedio respecto a otras entidades en las principales características demográficas, fue un caso interesante en el México decimonónico. Algunos estados y territorios mexicanos, como Guerrero, perdieron población, mientras que en otros, fundamentalmente los estados norteños, aumentó y creció a ritmos superiores que los registrados para todo el país.18 En Jalisco también se evidenció un crecimiento demográfico irregular, de 1822 a 1900 el ritmo de crecimiento promedio anual fue de 0.72 por ciento; cabe señalar que esta dinámica se vio afectada con la separación del cantón de Tepic; la irregularidad en el crecimiento es apoyada por las pirámides de población de 1895 y 1900 (cuadro 2, gráficas 2 y 3).19

Resulta difícil cuantificar con precisión el crecimiento demográfico de la ciudad de Guadalajara, debido a que los límites de la misma fueron sumamente flexibles a lo largo del periodo; en contraparte, el cantón de Guadalajara representó un parámetro adecuado del comportamiento demográfico de la capital. No obstante, el conocimiento de la dinámica poblacional de esta zona urbana, comparado con su medio circundante, resulta fundamental para explicar transformaciones sociales y económicas, como el proceso de industrialización. A reserva de conocer exhaustivamente los recursos disponibles, creemos que este ritmo de crecimiento poblacional durante el siglo XIX, lejos de ser un factor negativo para el proceso de industrialización, favoreció dicho fenómeno, pero faltaría hacer un análisis cuantitativo más detallado y combinarlo con un análisis cualitativo para indicar los problemas que vivió la industria en Jalisco y sus relaciones establecidas con el medio regional circundante; tema que queda pendiente en la agenda de investigación.

 

Consideraciones finales

Hemos visto cuáles son los principales desafíos que enfrenta la investigación histórica al momento de estudiar la población de Jalisco durante el siglo XIX, los cuales se derivan de: a) la elección de un marco teórico pertinente, b) del estado de las fuentes, y c) las hipótesis establecidas de la dinámica demográfica. El estudio detallado de los habitantes que albergó Jalisco durante el siglo XIX resulta de gran utilidad para comprender más ampliamente fenómenos económicos como el proceso de industrialización. Hasta el momento, la única variable dentro de la interpretación de los modelos de crecimiento económico, susceptible de ser medida con mayor precisión en Jalisco durante el siglo XIX, es la población. Si tomamos en cuenta los tres desafíos señalados, la mayoría de los trabajos que han intentado abordar la problemática del crecimiento demográfico en Jalisco durante el siglo XIX, lo han hecho de manera parcial.

Una vez ratificado el aumento constante de la población, podemos mencionar que desde el punto de vista macroeconómico existían condiciones económicas para impulsar el crecimiento, ya que el incremento promedio anual de la población fue relativamente modesto, es decir, no representaba aún una presión, lo que en teoría se reflejaría en aumento de la inversión y en el avance técnico para la producción en masa, pero si analizamos minuciosamente otros parámetros demosociales dicha hipótesis se debilitará.

Desde el punto de vista regional, podemos argumentar que el crecimiento total del producto agrícola aumentó, lo que se reflejó en una liberación de la fuerza de trabajo y en un aumento en la fecundidad (concretamente para el caso de Jalisco, creemos que se trata más bien de una caída de la mortandad infantil). Algunos pobladores del campo emigraron hacia la ciudad, las actividades artesanales y fabriles florecieron. Pero, si agregamos más datos económicos y sociales concretos sobre estos comportamientos, esta conclusión preliminar se verá modificada. No obstante, creemos que esto sucedió en gran medida en Jalisco durante el siglo XIX; futuras investigaciones corroborarán dichos comportamientos.

 

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Notas

* La presente investigación forma parte de un proyecto más amplio denominado "El proceso de industrialización en México: el caso de Jalisco", que se desarrolla gracias al financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México. Quiero agradecer los amables comentarios que recibí de Luz Ayala y Alejandro Canales con el fin de mejorar el texto. Los errores, por su puesto, caen completamente bajo mi responsabilidad.

1 A pesar de la reputación de este trabajo, Karl Marx consideró a Malthus como un "maitre plagieur", estas son sus palabras: "Malthus, ese maestro del plagio, (toda su teoría de la población es un plagio vergonzoso)" (Marx, 1993). Independientemente de lo que haya sucedido, Malthus fue el hombre que pasó a la posterioridad con dicha teoría. Creemos que las acusaciones de Marx se derivaron, fundamentalmente, de la combinación de la Ley de Población y la Ley de la Renta que complementaban el esquema interpretativo malthusiano, ya que James Anderson había hecho referencia a la segunda ley desde 1777, pero sus propuestas no tomaron las dimensiones históricas conocidas hasta que fue complementada con la Ley de Población de Malthus; véase: Chamberlain, 1996.

2 Una interpretación reciente sobre las teorías del crecimiento y sus respectivas formalizaciones matemáticas se encuentra en Aghion, 1999: 1615-1660.

3 La bibliografía sobre la protoindustrialización es inmensa, por tanto, citaremos los trabajos que consideramos más importantes: Mendels, 1972: 241-261 y 1981: 21-33; el monumental trabajo de Kriedte (1986: 237); la aguda crítica de Jeannin (1980: 52-65); finalmente, una de las compilaciones más recientes: Leboutte (1996: 271). Una aproximación para los espacios novohispanos puede encontrarse en Miño (1993: 227 y 1989: 793-818) y Ouweneel (1989: 399-417).

4 Por ejemplo, en la biblioteca de la Maison du Mexique, Benito Juárez (BMMBJ) se conservan algunos documentos impresos del siglo XIX que contienen estadísticas demográficas de México.

5 Una de las múltiples iniciativas de Lucas Alamán para conocer las características cuantitativas y cualitativas de la población de México se encuentra representada en AHMG, José Ignacio Cañedo, Bando núm. 24: "que contiene decreto del Congreso General que dispone se levante un censo general de habitantes de la Federación, dando idea exacta de su población...", Guadalajara, marzo 15, 1831.

6 Entre los trabajos particulares podemos citar el estudio de Hermosa (1857: 252). Asimismo, encontramos algunos extranjeros atraídos por esta tarea, entre los que destaca Humboldt (1966: 270).

7 Dentro de un contexto oficial, pero que también estaban motivados por intereses personales, podemos destacar a Antonio García Cubas, Emiliano Busto o Antonio Peñafiel en lo que concierne a México. Para el estado de Jalisco tenemos a Mariano Bárcena, Longinos Banda, Victoriano Roa y Manuel López Cotilla, por mencionar algunos.

8 Hemos utilizado las comillas porque han pasado más de 40 años desde la presentación de la obra hecha por González Navarro. Es decir, en un sentido estricto no es tan reciente.

9 Díaz para el Gobernador Albino Zertuche, enero 17 de 1889, correspondencia personal de Díaz, Leg.41, Caja 7, Tomo 15, doc. núm. 20, cita tomada de Garner (1995: 56).

10 Los detalles de esta controversia se encuentran en BPEJ, La Abeja (periódico núm.18, noviembre de 1858), 1859, "Población de la República", Boletín de la Sociedad de Estadística y Geografía de México, tomo VII, pp.137-145; BPEJ (García Cubas, 1859: 155-158).

11 Otra opinión respecto a las cifras oficiales puede consultarse en San Juan (1980: 83).

12 Cabe señalar que algunas imprecisiones pueden ser encontradas en la obra de Humboldt, por ejemplo: en el cuadro de la página 105, para la Intendencia de México, los habitantes registrados en 1803 fueron 1 511 000, mientras que en la página 107, para el mismo año e Intendencia, encontramos la cifra de 1 511 800; la Intendencia de Puebla se encuentra en una situación similar: 813 900 y 813 300 respectivamente. Finalmente, la Intendencia Guanajuato en el cuadro mencionado se registró con una superficie territorial de 912 leguas cuadradas y en la página 106 aparece la misma Intendencia con 911, ¿acaso se trata de errores de impresión?

13 Además de las Intendencias citadas, la provincia de Coahuila se encontraba en la misma situación, no obstante, después se hicieron estimaciones razonables sobre las poblaciones faltantes (Kicza, 1993: 218).

14 Una legua equivale a 5 572.7 metros.

15 Un comportamiento similar ha sido detectado en la población indígena de la provincia de Guadalajara en la segunda mitad del siglo XVIII, Delfina E.López Sarrelangue concluye que se triplicó durante este lapso (López, 1993: 45).

16 Para el caso de Jalisco, un ejemplo lo encontramos en Aldana (1980: 15). Sin embargo, hay algo interesante por subrayar. El trabajo de Aldana es importante para la historia económica de Jalisco durante el siglo XIX, pocos historiadores han señalado la transición de un antiguo régimen hacia uno moderno. Desde nuestra perspectiva, Aldana tocó un punto central del proceso de industrialización en Jalisco, pero tuvo serios problemas para tratarlo debido a un manejo rudimentario de sus instrumentos metodológicos, postura que lo llevó a perder de vista las especificidades jaliscienses.

17 La fórmula utilizada fue la siguiente: la tasa de la población final entre la población inicial, raíz a la n potencia menos uno y multiplicado por 100.

18 Según Plana, en su estudio económico sobre la región de La Laguna, de 1871 a 1910, Durango creció a un ritmo promedio anual de 2.41 por ciento, mientras que en Coahuila durante el mismo periodo su ritmo fue de 3.39 por ciento (Plana, 1996: 213).

19 Las cifras sobre la población en el territorio jalisciense levantan sospechas, por lo tanto, en la gráfica 2 no se utilizaron los datos de todos los años registrados, sino que se seleccionaron las cifras más fidedignas; aparentemente el comportamiento del ritmo de crecimiento parece más regular que el comparado con el nacional; sin embargo, no fue así.

 

Información sobre el autor

Carlos Riojas. Licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara, Maestro en Investigaciones Comparadas sobre el Desarrollo por l'École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Es profesor-investigador en el Departamento de Estudios Regionales-INESER, en la Universidad de Guadalajara. Entre sus publicaciones están: Industria y estrategia en México 1877-1992: El caso de Jalisco, ed. Universidad de Guadalajara; "Las fábricas en México durante el siglo XIX: Atemajac y el Batán en el estado de Jalisco", en Memorias del XI Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos, Universidad de Liverpool, Inglaterra, del 17 al 22 de septiembre, tomo IV y ¿a agricultura en Jalisco y la situación de la industria a principios del siglo XX. Gaceta Municipal, Ayuntamiento de Guadalajara, año 82, abril-junio de 1999. Correo electrónico: criojas@cucea.udg.mx.

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