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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.6 no.25 Toluca jul./sep. 2000

 

La mujer mexicana económicamente activa: ¿son confiables los microdatos censales? Una prueba a través de censos y encuestas. México y Estados Unidos, 1970-1990*

 

Gabriela Vázquez, Robert McCaa y Rodolfo Gutiérrez

 

University of Minnesota.

Universidad Autónoma de Baja California.

 

Resumen

La propuesta temática de este artículo se sustenta en el desarrollo del proyecto Microdatos Seriados e Integrados de Uso Público Internacional (IPUMSi), que inició en octubre de 1999, auspiciado por el Minnesota Population Center (MPC) de la Universidad de Minnesota. Intentamos probar la utilidad de una base de datos como la que propone crear IPUMSi. Así, a pesar de que no se cuenta aún con datos integrados, procuraremos mostrar la potencialidad de la fuente de datos que agrupe información censal de diferentes países. Dentro de una perspectiva comparativa, hemos desarrollado un análisis multivariado a través de la comparación entre censos y la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), tanto en el tiempo (1970 y 1990) como entre países (México y Estados Unidos), refiriéndonos a la mujer mexicana, en particular a partir del estudio de la fuerza de trabajo femenina.

 

Abstract

The purpose of this paper is based on the previous existence of the Integrated Public Use Microdata Series international (IPUMSi), which began in October 1999, supported by the Minnesota Population Center (MPC) at the University of Minnesota. The present paper tests the utility of a database proposed for IPUMSi. Although the integrated databases do not exist at present, we attempt to demonstrate their usefulness by joining together census samples from different countries. From a comparative perspective, we have applied a multivariate analysis, comparing censuses and the Urban Employment National Survey (ENEU). This comparison is chronological (1970-1990) and spatial (Mexico and the United States), focusing on Mexican-origin women, specifically in regard to female labor force participation.

 

Introducción

El presente trabajo intenta demostrar la utilidad que tienen los censos de población, sobre todo los microdatos muestrales, para investigaciones comparativas tanto en el tiempo como en el espacio. A manera de ejemplo, se analiza una variable que presenta problemas en su captación censal: la condición de actividad económica femenina. La propuesta temática de esta ponencia se sustenta en el desarrollo del proyecto Microdatos Seriados e Integrados de Uso Público Internacional (IPUMSi), que inició en octubre de 1999, auspiciado por el Minnesota Population Center (MPC).

El proyecto se basa en la experiencia previa de construcción de una base de datos sumamente amplia, a partir de la información censal de Estados Unidos, llamado IPUMS (Integrated Public Use Microdata Series), que cuenta con alrededor de 65 millones de casos, con más de 100 variables. El nuevo proyecto, llamado IPUMS-international, (IPUMSi), generará una base de datos con la participación de aproximadamente, de 12 países, que contendrá casi el doble de variables y cuatro veces más el número de casos concentrados en IPUMS.

Una vez concluido el IPUMSi, se podrá contar con censos históricos en microdatos provenientes de Canadá, Noruega, Gran Bretaña y Argentina, que se sumarán a los ya existentes de Estados Unidos. Asimismo, los datos de censos contemporáneos de Estados Unidos, igualmente contenidos en microdatos, se integrarán con los provenientes de Austria, China, Francia, Gran Bretaña, Hungría, España, Colombia, Brasil y México.

Cabe señalar que el principal objetivo de IPUMSi no es simplemente hacer disponibles los microdatos, sino que busca que sean útiles. Incluso en aquellos casos en que se encuentran disponibles, se pretende crear un sistema que posibilite la comparabilidad entre países o entre diversos periodos, lo cual, hasta el momento, resulta difícil, dada la inadecuada documentación y problemas de comparabilidad (Domeschke y Goyer, 1986). El proyecto IPUMSi reducirá las barreras para la investigación internacional, preservando bases de datos y poniéndolas a disposición de los investigadores, bajo un formato uniforme, y proveyendo la documentación necesaria, mediante el desarrollo de herramientas accesibles en formato web, que auxilie en la diseminación de los microdatos y de la documentación correspondiente.

Como es posible apreciar, el proyecto IPUMSi es prometedor, pero vale la pena preguntarse, dada la complejidad conceptual de cada censo y la diversidad cultural de los distintos países, si en realidad será una herramienta útil para los investigadores. Con el presente trabajo intentamos probar la utilidad de una base de datos como la que propone crear IPUMSi. Así, a pesar de que no se cuenta aún con datos integrados, intentaremos mostrar la potencialidad de la fuente de datos señalada.

Se pretende desarrollar un análisis multivariado a través de la comparación entre censos y la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), así como en el tiempo (1970 y 1990) y entre países, México y Estados Unidos, refiriéndonos a la mujer mexicana, en particular a partir del estudio comparativo de la fuerza de trabajo femenino.

 

Medición de la fuerza de trabajo femenina

En todos los estudios consultados se hace referencia a una creciente participación femenina en el mercado de trabajo. Esta participación, en la experiencia mexicana, se encuentra enmarcada en un amplio proceso que involucra importantes transformaciones del propio sistema económico, pero también en la perspectiva bajo la cual se inserta a la mujer dentro de los patrones culturales del país. El caso de México se encuentra altamente relacionado con la experiencia que ha vivido América Latina en su conjunto.

Diversos trabajos comparativos se han desarrollado para medir temporalidad e intensidad de los cambios observados. En un trabajo de hace dos décadas, Wainerman y Recchini desarrollan un nuevo análisis comparativo de la fuerza de trabajo femenina. Las autoras parten de la necesidad de cuestionar la calidad de la información disponible. "En otras palabras, no hay una sección del cuestionario censal o de la encuesta de hogares especialmente destinada a investigar la condición de actividad de las mujeres como sí la hay, en cambio, para medir su fecundidad" (Wainerman y Recchini 1981: 25).

García, Blanco y Pacheco (1999) establecen una serie de prioridades que deben ser tomadas en cuenta cuando se estudia la participación económica femenina. Primero, señalan las autoras, es necesario abordar el problema de la llamada invisibilidad del trabajo femenino, "ya que tanto los productores de información como los analistas del tema y las mujeres mismas tienden a subestimar su contribución a la esfera productiva".

Existen, sin embargo, diversas estimaciones del monto y la especificación de las características de dicho fenómeno. La actual percepción que la incorporación femenina al mercado laboral tiene descansa, en gran medida, en el esfuerzo de académicos y grupos de mujeres para hacer visible el trabajo femenino, mediante la utilización de encuestas de ocupación. Los censos de población, según el punto de vista de García, Blanco y Pacheco citado en el epígrafe, no captan apropiadamente la participación femenina, y agregan:

se necesitan preguntas específicas en estos censos, instrumentos especialmente diseñados, como las encuestas de ocupación, que den cuenta de manera cabal de la actividad económica femenina. Además, no hay que olvidar que en este contexto muchas veces son las propias mujeres las que privilegian su rol familiar y tienden a menospreciar la actividad económica que desempeñan (p. 278).

Asimismo, García (1993 y 1994), afirma que los instrumentos censales captan correctamente el trabajo de tiempo completo, pero presentan deficiencias en la captación de trabajo parcial, empleo marginal y trabajo femenino.

Los censos mexicanos han sido descalificados por economistas y demógrafos como fuente útil para el estudio de la fuerza de trabajo femenina. Sin embargo, desde una perspectiva distinta, es posible desarrollar diversos estudios de validación y exploración que convierten a los microdatos censales en valiosos instrumentos para el estudio comparativo e, incluso, para la validación de diversas fuentes de información. Después de todo, la información censal puede ser considerada como la única que puede ser comparable a lo largo de un periodo mayor, con cobertura nacional.

 

El estudio de la fuerza de trabajo femenina

El estudio de la fuerza de trabajo femenina ha sido abordado con diversas perspectivas, entre ellas podemos citar los estudios que documentan los cambios ocurridos con base en el análisis de características como la edad, el estado civil o la presencia de hijos. Por otro lado, algunos trabajos ponen énfasis en las diferencias entre grupos sociales en función del grado de participación económica femenina, entre las mujeres casadas y con hijos. En un tercer ámbito de acción, se ha analizado el impacto del trabajo extradoméstico en la división del trabajo y las relaciones de género dentro de las unidades domésticas (García et al., 1999).

Desde el punto de vista de Cerrutti y Zenteno (2000), el capital humano (educación formal, no formal e informal, experiencia laboral previa, etc.) y el ciclo de vida individual y familiar (edad, estado civil, posición en el hogar, número y edad de los hijos, estructura familiar, etc.) han sido el centro de atención de los estudios sobre los determinantes de participación femenina en los mercados de trabajo. Estos dos conjuntos de características conforman, por sí mismos, un espectro analítico bastante complejo. Los autores introducen al modelo las características sociodemográficas del cónyuge. Desde luego, aseguran los autores, cualquier análisis del fenómeno tiene que ser multivariado, tomando siempre en cuenta los determinantes fundamentales de la participación femenina, es decir, edad, estado matrimonial, nivel de escolaridad y grado de urbanización del lugar de residencia.

Recientemente se ha llegado a la conclusión de que las mujeres de mayor edad, unidas y con responsabilidad familiar, son las que han acelerado su incorporación al trabajo (García et al., 1999). De ello dan cuenta censos y encuestas de ocupación y de fecundidad, aún cuando presentan algunas diferencias en los niveles de participación que tomen como base para estimaciones una u otra fuentes. Más adelante veremos si esto puede ser generalizado dentro de nuestro análisis.

 

Estrategia seguida para el estudio

El presente trabajo busca desarrollar un análisis comparativo de fuentes en tres dimensiones. En primer lugar, se introduce la ENEU para el primer trimestre de 1990 como fuente de comparación con los microdatos del censo de México de 1990, a fin de evaluar la confiabilidad de los instrumentos. En términos generales, la participación de la población femenina de 16 a 64 años de edad es 50 por ciento mayor en la encuesta de empleo del primer semestre de 1990 (36.4 por ciento) comparado con el censo de población (23.7 por ciento). Sin embargo, al confrontar sólo lugares urbanos del censo con la encuesta (que por definición se refiere a lugares urbanos), la diferencia se reduce a 10 por ciento (36.4 vs. 33.8 por ciento) (cuadro 1). Una vez probado el valor y los límites de la información censal de 1990, se realiza una comparación temporal, aprovechando los microdatos censales de 1970 y 1990 para brindar nuevas evidencias sobre cambios en los factores principales en la participación femenina en el mercado de trabajo: educación, presencia de hijos menores, urbanismo, presencia de esposo y posición de la mujer dentro del hogar. Finalmente, se desarrolla el estudio de la población nacida en México que radica en Estados Unidos, a partir de las muestras censales para los mismos años. Se busca probar si los factores individuales de mujer y familia varían temporal y espacialmente o se mantienen iguales. Tenemos así un análisis comparativo en las perspectivas temporal, espacial y de validación de la información con otras fuentes.

En nuestro ejercicio se han armonizado las variables necesarias (en este caso, participación laboral, edad, estado marital, educación, tamaño de localidad, etc.), para cada una de las bases de datos empleadas. Posteriormente, las bases son unidas para desarrollar el análisis multivariado, en donde la misma fuente se convierte en una variable más (censo, encuesta de empleo), que actúa en conjunto con el tiempo (1970, 1990) y el lugar (México, Estados Unidos) como variables explicativas del fenómeno.

El estudio desarrollado consiste en un análisis exploratorio mediante el que se busca modelar la asociación entre variables de carácter individual y familiar con la participación laboral femenina. Debido a la naturaleza dicotómica de la variable dependiente, el modelo utilizado en nuestro análisis es un modelo lineal generalizado, usando como función de enlace una logística.

El modelo propuesto se aplica a las diversas poblaciones, población femenina en zonas metropolitanas definidas a partir de la ENEU, en México y nacida en México y que reside en Estados Unidos de 16 a 64 años de edad,1 para 1970 y 1990. Las fuentes de información utilizadas son las muestras censales de México y Estados Unidos. Para 1990 se cuenta con la ENEU del primer trimestre. Los tamaños de muestra varían enormemente y, por tanto, los resultados de significancia estadística deben ser analizados cuidadosamente. Asimismo, la bondad del ajuste de cada modelo no puede ser incorporado por la misma razón.

Como variables independientes dentro del presente análisis se incluyen:

1. Variables espaciales: México y Estados Unidos y tamaño de localidad.

2. Variables sociodemográficas de la mujer: en cualquier espacio: edad, estado marital, hijos nacidos vivos, educación, En México: condición migratoria (lugar de residencia distinta al lugar de nacimiento).

3. Variables familiares: relación de parentesco y presencia de hijos propios menores de 5 años de edad dentro del hogar.

 

Validación del censo de 1990 a partir de la ENEU

Dentro de los estudios comparativos de la mano de obra femenina destacan los que involucran el análisis de la información censal en comparación con aquélla generada a partir de las encuestas laborales, así como entre encuestas. El objetivo es identificar variaciones temporales, y validar que una u otra fuente de información. García (1994) compara los resultados de la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) para los años 1991y 1993, advirtiendo importantes variaciones en los niveles y características de la población ocupada en ambos casos; sin embargo, señala la autora, parte de las diferencias pueden explicarse debido a variaciones muestrales (García, 1994: 31). Las diferencias observadas por la autora pueden mostrar una tendencia que involucra un rápido crecimiento de la participación laboral femenina durante la década de los noventa, si consideramos que la tasa de participación reportada en la encuesta de conteo poblacional de 1995 es de 35 por ciento, mientras que en 1991y 1993 fue de 31.5 y 33 por ciento, respectivamente.

Las encuestas sobre empleo, así como las encuestas en general, ofrecen estimaciones con niveles más altos que las que se derivan de los censos de población, especialmente respecto a la población activa femenina y juvenil (García, 1992). Ello se debe a las características propias de cada fuente, con base en su diseño y aplicación, por lo que a través de encuestas es posible acceder a información más fina que la que ofrece el censo. La temporalidad del trabajo, así como las características propias involucradas en la definición misma, determinan la cantidad de mujeres identificadas como activas en cada caso.

En México existe una larga serie de encuestas que dan cuenta de las condiciones bajo las cuales ha evolucionado la población económicamente activa femenina (PEAf). Se trata de instrumentos diseñados con el fin de obtener una mejor información relacionada con aspectos laborales de la población en diferentes momentos. Para las autoras, es sorprendente que las estimaciones de participación femenina derivada de estas encuestas muestren un nivel muy superior a lo que los censos ofrecen. Las diferencias, tal y como son presentadas en el texto, son, en realidad, notables. En el periodo de 1979 a 1995, la tasa de participación femenina, estimada para el primer año a partir de la ECO y para el segundo a partir de la ENE, pasó de 21 a 34 por ciento (Rendón y Salas, 1995). Sin embargo, a partir de la información censal, las estimaciones pasaron de 13 por ciento, en 1950, a 17 por ciento, en 1970 y a 19 por ciento, en 1990.

Estas discrepancias, o mejor dicho diferencias, han provocado que muchos estudiosos del tema busquen alternativas o explicaciones en diversas direcciones. La mayoría de ellos coinciden en que la forma en que la información es captada determina los distintos niveles de participación estimados; sin embargo, en ningún caso se hace referencia a la distinta naturaleza de censos y encuestas, así como a las diversas poblaciones a las que se dirigen. En este trabajo se comparan la ENEU y el censo de 1990, y encontramos que las diferencias en los niveles de participación no son tan notables como se ha documentado, por lo menos entre centros urbanos.

En el caso de las encuestas, la cobertura diferencial, los cambios en los cuestionarios, así como otros factores, imposibilitan una comparabilidad absoluta. Incluso aquellas encuestas que son nombradas "nacionales", como la ENEU, han modificado su cobertura territorial, centrando su atención en centros urbanos e ignorando los lugares más pequeños, en donde se concentran tres cuartas partes de la población total del país.2

Otro problema que debe considerarse en cualquier análisis, se refiere a las bases de estimación para el diseño de la muestra. Para el caso del primer trimestre de la ENEU 1990, base de comparación en el presente ejercicio, es posible que la ponderación del diseño muestral para la encuesta tenga como base el censo de 1980, lo cual se puede traducir en diferencias en los niveles de las tasas de participación, como se observa en el cuadro 2.

En busca de una mayor comparabilidad entre el censo y la ENEU, se incluyen los resultados del primer trimestre de la encuesta, omitiendo el trabajo sin remuneración, a menos que la persona se hubiese identificado como trabajadora en la pregunta principal. En el cuadro 2 se estima la tasa de participación laboral femenina, incluyendo o excluyendo los conceptos anteriores, para la población femenina de 16 a 64 años.

A diferencia de los censos, la ENEU cuenta con una batería de ocho preguntas que permite la identificación de la actividad laboral con mayor precisión. Encontramos como elementos comunes, entre censos y ENEU, el tiempo de referencia de una semana, lo que difiere del censo de 1990, por cuanto a la alusión a la condición de trabajar por una hora como mínimo. Asimismo, la condición activa dentro de la ENEU ha tomado en cuenta las siguientes categorías: trabaja, no trabaja, pero tenía trabajo, no trabajó, por vacaciones o enfermedad, con goce de sueldo, trabaja sin remuneración, volverá a trabajar en menos de cuatro semanas, comenzará un negocio o busca trabajo. Otro concepto omitido en el censo de 1990, en comparación con la ENEU, se refiere a la posibilidad de reanudar trabajo en el corto plazo o el abrir un negocio, como parte del concepto de desocupación abierta.

Con el fin de comparar la información censal con la ENEU, se consideraron las localidades de 100 000 y más habitantes dentro de las entidades federativas que contienen los centros urbanos considerados por la ENEU.3 Es posible que en algunos casos se incluyan centros urbanos no considerados por la encuesta, pero de esta forma se logra un menor sesgo entre las fuentes, tal como se muestra en los resultados obtenidos.

Es importante anotar que aún excluyendo el mayor número de categorías en la construcción de la tasa de participación laboral femenina (cuadro 2), ésta es significativamente mayor a la obtenida por el censo de 1990, 33.8 por ciento en las entidades consideradas, sobre todo cuando se toma en cuenta la ponderación muestral, es decir, hay una subestimación de 2.6 puntos porcentuales al compararla con la construcción más cercana a la pregunta censal de 1990.

Para la comparación del nivel educativo, las variables sobre educación de ambas fuentes han sido reconstruidas con el fin de homogeneizarlas en el análisis. La distribución porcentual no resulta ser idéntica, pues se capta un menor nivel de escolaridad en la ENEU respecto al censo (cuadro 1).4 Por otro lado, se compararon las estimaciones de la participación laboral femenina por edad entre la ENEU y el censo. La gráfica 1 muestra una subestimación a partir de la muestra censal del mismo nivel para todos los grupos de edad.

Como se ha mencionado previamente, al comparar el censo de 1990 y la ENEU se obtiene una subestimación censal de 2.6 por ciento en los niveles de participación laboral femenina. Cabe preguntarse si esta diferencia puede asociarse con las características mismas de las mujeres consideradas en ambos ejercicios, como consecuencia de las diferencias entre el marco muestral de la ENEU y del censo.

El cuadro 1 muestra que la estructura de las características señaladas para el análisis comparativo entre censo y encuesta, aunque no son idénticas, se ajustan o representan a la misma población, excepto cuando se trata de nivel de escolaridad, como se señaló anteriormente.

Si la sobre representación de la participación femenina con mayor escolaridad observada en los datos censales fuese artificial, ello se reflejaría en una menor participación laboral en el grupo de mujeres con algún año de preparatoria o más. La tasa de participación de dicho grupo es de 44.2 por ciento, contra 41.3 por ciento que arroja la ENEU. Si el efecto que tienen el resto de la variables intervinientes no es controlado, es importante notar una fuerte subestimación laboral entre las mujeres con menor escolaridad (aquéllas que se captaron sin escolaridad o con primaria). Ello puede obedecer a una mala captación de la información como instrumento y a la naturaleza del operativo.

La hipótesis planteada puede comprobarse al formular un modelo de regresión logística que incluye los términos de interacción entre escolaridad y las demás variables, con lo cual se obtiene un efecto significativo de <0.0001, al pasar de una escolaridad de primaria a otra con preparatoria y más.5

Otra evidencia que arroja la aplicación del modelo se presenta en la captación de una subestimación en categorías tales como cónyuges, unidas y con hijos, tratándose de aquellas condiciones que la mujer prioriza, relacionadas con su condición dentro del hogar, sobre cualquier actividad económica que se encuentre desarrollando. Tal es resultado de la forma en que se formula la pregunta censal, que en el caso de 1990 se refiere sólo a "actividad principal".

El modelo de regresión logística indica, para el grupo de mujeres cónyuges, unidas, con primaria, con uno a dos hijos, pero sin presencia de hijos menores de cinco años de edad, una razón de momios de 0.89.

Al analizar los resultados en cada una de las variables incluidas en el modelo, se observa una razón mayor respecto a la categoría de referencia entre las mujeres jefas o con otro parentesco, con un nivel de escolaridad de preparatoria o más, al confrontar el censo con la ENEU. En cambio, para el grupo de referencia entre las mujeres que fueron clasificadas bajo la categoría sin relación de parentesco con el jefe del hogar, solteras, separadas/divorciadas y viudas, el modelo arroja una subestimación censal.

Al graficar la participación de las mujeres unidas por nivel de escolaridad y edad se nota una buena aproximación entre las dos fuentes en mujeres con alta escolaridad y ligeramente inferior en los grupos de baja escolaridad (gráfica 2).

En conclusión, es importante resaltar el hecho de que el censo capte 90 por ciento de la participación laboral de la mujer urbana, sobre todo si se toman en cuenta las críticas hechas a la información censal por algunos académicos, quienes señalan niveles de subestimación mayores. Sin embargo, se ratifica la hipótesis de una subnumeración de mujeres económicamente activas unidas y de baja escolaridad.

 

Un análisis temporal entre dos fuentes semejantes: censo 1970 / censo 1990

A pesar de que las preguntas sobre empleo han sido modificadas, al menos ligeramente, de uno a otro censos (Altimir, 1974; Kessing, 1977; Morelos, 1993 y García, 1994), existe una notable consistencia tanto en el contenido como en la calidad de la cobertura en los censos de 1970 y 1990. Para analizar dichos cambios es necesario tomar en cuenta el periodo de referencia, el número de horas trabajadas, la condición de actividad en edad de trabajar como actividad principal y la incorporación de los trabajadores no remunerados (Rendón y Salas, 1986).

En el caso del censo de 1990, la condición de trabajar (como actividad principal) y el número de horas trabajadas son identificadas por el entrevistado, esto conlleva el riesgo de captar estudiantes-trabajadores como estudiantes exclusivamente y, especialmente en el caso de la población femenina, a la posible sobrevaloración del trabajo doméstico sobre el económico y, por lo tanto, una subestimación del nivel de participación laboral. En el censo de 1970 se establece una hora de trabajo como mínimo en el caso de un trabajo remunerado o bien de 15 horas en negocios familiares, lo cual supone la adopción de criterios diferenciales respecto al censo de 1990.

Las diferencias en la captación de la información entre censos se refleja especialmente en el caso de la población femenina. El bajo incremento de la participación laboral —3.7 por ciento en dos décadas— puede ser resultado de esto mismo.

Los datos sobre la participación laboral femenina por edad de las muestras censales mexicanas de 1970 y 1990 deben ser valorados a partir de los resultados oficiales publicados. Como se puede observar en la gráfica 3, para 1970 el intervalo de confianza muestral contiene el parámetro poblacional, con excepción de la población menor a 20 años, en el que se observa una sobreestimación significativa de la participación laboral, especialmente para el grupo de edad de 15 a 19. Para 1990, la estimación muestral de la participación laboral por edad se encuentra muy próxima a los parámetros poblacionales y es nuevamente entre los 12 y 19 años en donde es posible observar una sobreestimación.

El nivel de participación laboral de mujeres entre 16 y 64 años de edad, obtenido a partir de los censos de población, pasó de 20 a 23.7 entre 1970 y 1990. Si bien este incremento parece muy bajo, especialmente si se contrasta con la tasa del conteo de población de 1995, que es del 39.7. Esto se puede explicar, en parte, debido a una mayor participación en el sistema educativo entre mujeres jóvenes. En estas dos décadas el porcentaje de mujeres con algún año de preparatoria o más pasó de 5.2 a 15.5 por ciento, lo cual modifica los niveles de participación laboral entre mujeres jóvenes.

Como es posible observar en la gráfica 4, en 1970 hubo una mayor participación laboral entre los 12 y los 20 años de edad, seguida de un descenso significativo una vez que el ciclo de vida de la mujer se acerca a la etapa de una mayor fecundidad. En contraste, en 1990, el periodo de participación laboral se alargó hasta pasados los 40 años de edad. Se observa también un patrón diferencial en zonas identificadas como "metro", en las que se mantienen niveles elevados de participación hasta los 40 años de edad con un descenso posterior, en tanto que en zonas rurales y urbanas el descenso es constante y posterior a la edad de máxima participación laboral.

Los elementos que explican una mayor participación laboral son la mayor proporción de mujeres en localidades de 100 mil habitantes o más (25.6 frente a 48.8 por ciento para 1970 y 1990, respectivamente) y un menor nivel de fecundidad (50.3 contra 45.2 por ciento de mujeres con 3 y más hijos). El mayor incremento de la tasa de participación se observa en zonas "metro": de 29.3 a 32.8 por ciento, con una estructura de población por edad que no presenta cambios importantes.

En el presente trabajo se corrobora la hipótesis que asocia una más rápida incorporación al mercado laboral por parte de las mujeres con una condición de unidas, responsabilidad familiar y mayor edad (García et al., 1999). Entre las mujeres unidas, de 1970 a 1990 la tasa de participación laboral pasó de 10.7 a 14.8 por ciento y entre las cónyuges, de 8 a 12.7 por ciento (cuadro 3). A diferencia de estos grupos, las solteras no muestran variación en el nivel de participación laboral, lo que puede estar asociado con una mayor permanencia en el sistema educativo de la mujer. Una situación similar se da entre las mujeres con hijos nacidos vivos y con hijos propios menores a 5 años en el hogar, presentando una mayor participación laboral. Ello puede verse claramente al analizar la participación laboral femenina por edad entre las mujeres solteras por nivel de escolaridad. La gráfica 5 muestra que entre las mujeres con mayor nivel de escolaridad la participación laboral comienza a edades posteriores que entre mujeres de menor escolaridad.

En la misma gráfica se observa un menor nivel de participación laboral de las mujeres con baja escolaridad en el censo de 1990 (entre aquéllas sin escolaridad, la tasa desciende de 14.4 a 10.8 por ciento y entre las mujeres con algún año de primaria pasa de 20.6 a 16.8 por ciento). Ello puede explicarse debido a una posible subnumeración de este sector de la población en 1990, o bien, se debe a que las mujeres de poca educación tenían proporcionalmente menor oportunidad de trabajar en 1990, ya que el mercado es cada vez mas exigente (en números absolutos, en 20 años el número de mujeres trabajadoras se duplicó).

Uno de los principales hallazgos de esta comparación es el creciente efecto que el nivel de educación tiene en la participación laboral femenina. No sólo hay un fuerte incremento en la proporción de mujeres con más educación (de menos de 10 por ciento, en 1970, a más de 38 por ciento, en 1990), sino que la tasa de participación laboral aumentó también, principalmente entre las mujeres unidas. Dos terceras partes del aumento se explica por cambios en niveles de educación de las mujeres. Dicho de otra manera, sólo un punto y medio de incremento en su participación laboral se hubiera observado si las mujeres unidas hubieran mantenido los mismos niveles de educación de 1970. De ello, un punto se debe a la redistribución territorial de la población en lugares cada vez más urbanizadas; lo restante puede estar asociado a la menor fracción de cónyuges y la creciente presencia de hijas u otros familiares.

Una vez controlado el efecto del resto de las variables intervinientes, las categorías de estado civil indican una mayor participación relativa entre las mujeres unidas en 1990, en comparación con 1970. Por otro lado, la presencia de hijos nacidos vivos aparece como un impedimento menor en la participación laboral femenina para 1990 en relación con 1970; lo mismo ocurre con la presencia de hijos menores de 5 años de edad.

Por último, la condición migratoria de la mujer trabajadora deja de aparecer como un elemento de alta importancia en la inserción femenina al mercado de trabajo, modificándose el patrón entre 1970 y 1990 (cuadro 3). Para 1990, las tasas de participación por lugar de origen parecen más semejantes que en 1970, mostrando una mayor inserción de la mujer al mercado laboral en sus lugares de origen.

 

Mujeres trabajadoras mexicanas en México y Estados Unidos. Cuánto cambia, cuánto permanece

Algunas de las expectativas en torno a la condición migratoria y la incorporación de la mujer en el mercado de trabajo apuntan en el sentido de un incremento en las tasas específicas de participación, ya que la mayoría de los migrantes lo hacen por razones económicas. Es de suponer, entonces, que las mujeres migrantes tendrán una mayor participación laboral en Estados Unidos que en México, una vez que migran.

El análisis comparativo entre países requiere de un gran esfuerzo de homologación de conceptos y categorías de variables.6 En el caso que nos ocupa, la población económicamente activa en Estados Unidos se compone por los ocupados durante la semana de referencia y desocupados. El primer concepto incluye a trabajadores sin remuneración y la categoría de desocupados abarca a personas que se hayan dedicado a buscar trabajo en las cuatro semanas previas a la de referencia y estén disponibles para trabajar en la misma semana. La población inactiva es definida como el complemento de la población activa y está compuesta por amas(os) de casa, retirados, estudiantes sin trabajo, personas incapacitadas permanentemente para trabajar o simplemente quienes deciden no trabajar.

Las muestras censales de 1970 y 1990 para México presentan una detallada desagregación por tamaño de localidad. En el caso del censo de Estados Unidos de 1970, se cuenta con una variable que identifica la condición rural de la localidad como aquélla con menos de 2 500 habitantes. Para 1990, esta variable fue construida a partir de una segunda que hace referencia a granjas; es decir, una localidad rural es aquélla considerada como una granja. Esta segunda construcción implica una distribución diferencial entre el censo de 1970 y 1990, al pasar de 5.3 por ciento de mujeres de 16 a 64 años, para 1970, a 7.4 por ciento, en 1990.

La construcción de la tercera categoría, que llamaremos "metro", en los censos de México, se refiere a localidades de más de 100 000 habitantes. En el caso de Estados Unidos, para la muestra de 1970 se requirió aproximar esta variable a partir de una segunda que identificaba a la localidad como parte o no de una zona metropolitana y, por lo tanto, se sobrestimó el número de mujeres en la categoría de "metro": 83.7 por ciento en 1970 contra 37.7 en 1990, en la que sí se cuenta con la variable tamaño de localidad.

En relación con el nivel de escolaridad, el problema que se encontró es el nivel de agregación de las categorías manejadas en los censos de 1990 para Estados Unidos. Por este motivo, no son enteramente comparables, ya que en el censo de Estados Unidos la información se encuentra agrupada de la siguiente manera: 1-4, 5-8, 9-12 años de escolaridad, mientras que para el censo de México de 1990, se manejó el nivel de escolaridad comparable con la información de la ENEU (cuadro 4).

Como puede observarse en la gráfica 6, los niveles de participación laboral de las mujeres de origen mexicano en Estados Unidos son muy superiores a su contraparte en México, con tasas de 46.7 y 63.9 por ciento para 1970 y 1990, respectivamente.

La estructura por edad entre estas dos décadas indican cambios notables. Mientras en 1970 los niveles de participación laboral se encuentran asociados con el ciclo de vida de la mujer (la participación se ve interrumpida por la etapa de mayor fecundidad de las mujeres y posteriormente se incorpora a la actividad económica); 20 años después, las mujeres, una vez sumadas a la actividad, se mantienen en ella hasta avanzados los 40 años de edad, cuando comienza a descender. Este patrón se asemeja al que presenta la participación laboral masculina.

Así como la participación laboral mantiene niveles semejantes por edad, las diferencias entre las tasas de las categorías de las otras variables se reducen. A diferencia de lo que sucede en México, el incremento en las tasas de participación en zonas rurales es mayor al registrado en zonas "metro". Cónyuges, unidas, con hijos, así como con bajo nivel de escolaridad, son las categorías con un mayor incremento en su participación laboral.

Elementos que distinguen un modelo de participación laboral respecto a México en 1990 son la mayor permanencia de la mujer en la actividad económica, la menor diferencia entre las categorías de las variables analizadas, como el tamaño de localidad, relación de parentesco y estado civil. A diferencia de estas variables, la fecundidad inhibe la participación laboral entre mujeres de origen mexicano en Estados Unidos en mayor medida que en México y en particular la presencia de menores de 5 años dentro del hogar.

 

Consideraciones finales

A partir del ejercicio desarrollado, se pueden establecer algunas consideraciones significativas. En primer lugar, es posible identificar la importancia que aún tienen los ejercicios de análisis comparativos entre diversas fuentes de información. Ello da cuenta no sólo de los cambios en las variables estudiadas, sino que permite la validación de la información al mismo tiempo. En el caso del censo de 1990, es posible identificar algunos problemas en la captación de la condición laboral de la mujer, que explica, en menor medida de lo que se esperaba al iniciar este análisis, las diversas lecturas que de ello se han hecho por parte de otros autores. A nuestro parecer, el mayor problema no se constituye por los instrumentos sino por el análisis que a partir de ellos se pueda realizar, y nos referimos sobre todo, a los microdatos. Debido a la dureza que imprimen los críticos a la información censal, se ha dejado de analizar los microdatos censales, abandonando el uso de datos más amplios y de mayor profundidad para muchas regiones del país (sin hablar del costo que supone recoger y procesar la información).

Por otro lado, el manejo de microdatos en los estudios comparativos presenta una alta potencialidad de explotación, en la medida en que puedan desarrollarse ejercicios de homologación y homogeneización de variables. Una vez desarrollado dicho ejercicio, su potencial comparativo será sumamente útil, otorgando elementos explicativos para las diferencias observadas por otros autores, a través del tiempo, y con otras fuentes. El desarrollo del ejercicio de regresión, considerando elementos que pudiesen equiparar los marcos muestrales de la ENEU y el censo de 1990, muestra que las diferencias subrayadas en trabajos anteriores pueden ser matizadas.

A partir de la comparación de las muestras censales de 1970 y 1990 es posible establecer algunas conclusiones. Si bien existe una subestimación de la participación laboral en el censo de 1990, ésta puede ser mayor en los grupos con menor nivel de escolaridad. A pesar de que se ha dicho que son los trabajos femeninos de mujeres unidas los que pudieran presentar una mayor subnumeración, es notable que en este grupo la participación laboral se ha incrementado de manera significativa. A ello se suma una mayor participación de las mujeres con hijos. La hipótesis generalmente aceptada para explicar este fenómeno es la necesidad de sobrevivir, como resultado de un menor poder adquisitivo de las familias y de cambios en los patrones familiares que permiten a la mujer incorporarse al mercado laboral. Asimismo, la incorporación de la mujer en la actividad económica inicia a edades superiores, como parte de la inserción y permanencia femenina en el sistema educativo.

La lectura de los resultados de comparación entre las poblaciones mexicanas en México y Estados Unidos sugiere importantes elementos para el desarrollo de posteriores ejercicios comparativos. Resalta el hecho de que la información contenida en las muestras censales de Estados Unidos dan cuenta del proceso que vive la mujer migrante mexicana. Con cambios en los patrones observados en México, uno de los más notables es una mayor participación en los mercados laborales, lo cual está asociado con la búsqueda de mejores condiciones de vida. Asimismo, los elementos diferenciales entre ambos países dan cuenta de un proceso diferente para la inserción de la mujer mexicana al mercado laboral. La mayor participación laboral femenina en sectores rurales, así como la importancia que tiene la presencia de hijos al inhibir dicha participación, son elementos que diferencian a las mujeres mexicanas en Estados Unidos.

Es necesario explorar con mayor profundidad la información contenida en las muestras en ambos lados de la frontera. Sin embargo, de este primer ejercicio es posible concluir sobre lo valioso que resultará la conformación de la base de datos que se propone dentro del proyecto IPUMSi, no sólo al ampliar las posibilidades de comparación de las bases de datos, sino como instrumento para la validación de información. Queda, pues, mucho por hacer. Aquí está un primer paso.

 

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Notas

* Este artículo fue presentado como ponencia en la VI Reunión de Investigación Demográfica, organizada por la Sociedad Mexicana de Demografía (SOMEDE), que se verificó en junio de 2000 en la Ciudad de México. Los autores desean expresar su agradecimiento a Beatriz Figueroa, organizadora de la mesa, por lograr cohesionar las sesiones que coordinó, además de la valiosa guía e inspiración en que sus comentarios se han traducido para la realización de este trabajo. Asimismo, agradecemos sinceramente las acotaciones hechas por Rodolfo Corona, quien fungió como comentarista de la mesa.

1 El intervalo de edad analizado se definió de la siguiente manera: el limite inferior se marcó como la edad menor a la que las fuentes de información contenían la información sobre participación económica. En el caso de Estados Unidos, la participación laboral se capta desde los 16 años, asimismo para las variables de estado civil e hijos nacidos vivos. La edad superior se determinó, debido a que en edades mayores la información tiene mayores deficiencias y la participación laboral es menor.

2 A partir de la década de los noventa se cuenta con información a nivel nacional a través de la Encuesta Nacional de Empleo.

3 Los centros urbanos considerados por la ENEU son la Ciudad de México, Guadalajara (Jalisco), Monterrey (Nuevo León), Puebla (Puebla), León (Guanajuato), Torreón (Coahuila), San Luis Potosí (San Luis Potosí), Mérida (Yucatán), Chihuahua y Ciudad Juárez (Chihuahua), Tampico, Matamoros y Nuevo Laredo (Tamaulipas), Orizaba y Veracruz (Veracruz) y Tijuana (Baja California). En el caso de Baja California, por ejemplo, al seguir el criterio establecido, quedarán incluidos Mexicali y Ensenada, que están fuera de la muestra de la ENEU.

4 Las diferencias en la distribución son resultado de la inclusión o no de niveles educativos tales como carreras técnicas.

5 La presentación del modelo ha sido omitida debido a las características de la misma presentación.

6 Este ejercicio sólo se ha llevado a cabo para el caso de IPUMS al homologar categorías entre los instrumentos censales en Estados Unidos. Este mismo ejercicio pretende desarrollarse en el contexto de IPUMS international, involucrando la participación de diversos países. Se busca llevar a cabo esta tarea con la intención de contar con categorías que puedan ser incluyentes de los diversos censos y, al mismo, tiempo respetan la diversidad de los instrumentos censales.

 

Información sobre los autores

Gabriela Vázquez. Maestra en Bioestadística por la Universidad de Minnesota, donde actualmente estudia el doctorado. Es también Maestra en Demografía, por El Colegio de México, y Licenciada en Matemáticas Aplicadas por el Instituto Tecnológico Autónomo de México. Actualmente es asistente de investigación en el Minnesota Population Center de la Universidad de Minnesota. Ha desempeñado cargos docentes y administrativos en diversas instituciones en México. Destaca su labor dentro del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, en donde se desempeñó como subdirectora de Análisis Censal. Ha sido ¡Investigadora en El Colegio de la Frontera Norte, al tiempo que ha dictado cursos de Estadística en nivel licenciatura y maestría en distintas instituciones mexicanas. Sus intereses de investigación se orientan al análisis estadístico de información demográfica. Ha participado en diversas publicaciones, como en "International Migration Between Cañad and Mexico", publicado en coautoria con John Samuel y Rodolfo Gutiérrez, en Canadian Population Studies, 1995. Ha publicado también "Características del proceso de migración al Norte de México: 1930-1990", en coatoría con Rodolfo Gutiérrez, publicado en Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano, El Colegio de México. Correo electrónico: vazq0023@tc.umn.edu

Robert MaCaa. Profesor de Historia desde 1974; actualmente se desempeña como Director de Proyectos Internacionales del Minnesota Population Center. Es Doctor en Historia por la Universidad de California y estudió Demografía Histórica en la Universidad de Pennsylvania, así como en Cambridge University. Sus publicaciones se concentran en temas de la historia demográfica, sobre todo de México, como nupcialidad, fecundidad, epidemias y migración. Preocupado por la conservación de los datos censales archivados en cintas magnéticas, ha iniciado una campaña, con el apoyo del National Science Foundation de Estados Unidos, para rescatar tales materiales, sea que se encuentren bajo custodia de particulares o bien en manos de organismos públicos. Ha sido nombrado presidente de la Comisión Internacional de la Historia Demográfica para el periodo 2000-2005. Correo electrónico: rmccaa@umn.edu

Rodolfo Gutiérrez. Maestro en Demografía por El Colegio de México; actualmente realiza estudios de Doctorado en Historia en la Universidad de Minnesota, en donde se desempeña como asistente de investigación. Su experiencia profesional se orienta fundamentalmente al ámbito académico, desempeñándose como docente e investigador en instituciones como las universidades Autónoma Metropolitana, Autónoma de Baja California, Iberoamericana y en El Colegio de la Frontera Norte. Ha publicado diversos artículos, entre los que destacan "international Migration Between Cañad and Mexico", en coautoria con John Samuel y Gabriela Vázquez, en Canadian Population Studies, "Características del proceso de migración al norte de México: 1930-1990", en couatoria con Gabriela Vázquez, publicado en Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano, El Colegio de México, "Los efectos demográficos de la Revolución Mexicana en Estados Unidos", con Myron Gutman, Robert McCaa y Brian Gratton, en Historia Mexicana. Correo electrónico: guti0015@tc.umn.edu

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