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Revista mexicana de investigación educativa

Print version ISSN 1405-6666

RMIE vol.21 n.69 Ciudad de México Apr./Jun. 2016

 

Editorial

Celebramos 20 años

We celebrate 20 years

Wietse de Vries, Director


Este año, 2016, la Revista Mexicana de Investigación Educativa celebra sus 20 años. Como dicta la costumbre, en estas ocasiones se suele celebrar con unas buenas botanas y bebidas, para luego constatar que el mundo ha cambiado mucho en dos décadas. No seremos la excepción: bajo auspicios del Comité Directivo del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) ya arrancaron los preparativos para una celebración semejante, y no cabe duda que ahí la nostalgia brotará.

Y efectivamente abundan los ejemplos de cómo el mundo ha cambiado desde 1996 y que la revista no ha sido ajena a estas mudanzas. Guardo en mi biblioteca todavía un ejemplar del volumen 1, número 1, enero-junio, 1996. Está, como todas las revistas de aquel entonces, impresa en papel, lo cual implicaba un montón de trabajo para los editores. Lentamente, nos estamos moviendo hacia la versión electrónica que, aunque en muchos aspectos es más ágil, hay que admitir que deja un hueco en la biblioteca. Para aquellos que empezábamos a escribir antes de 1990, eso es un cambio drástico. Siempre era un momento especial entrar en una librería o biblioteca y ver ahí un ejemplar físico de tu obra más reciente. La sensación es semejante a lo que uno experimenta en clases presenciales y a distancia.

Si uno revisa el contenido, en aquel entonces las matemáticas y la ortografía eran el rompecabezas, el inglés mucho menos. Todavía no se habían lanzado candidatos a la presidencia bajo el lema de que el problema educativo se resolvería con inglés y cómputo. Pero desde entonces también han nacido campos nuevos, sobre todo en el área de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

Destaca también que en ese entonces la revista era muy mexicana: los temas eran mexicanos y los autores también. Aunque desde el inicio había varios no-mexicanos de origen, ellos solían laborar en instituciones mexicanas, y ya estaban suficientemente mexicanizados. Y debemos admitir con cierta tristeza que los lectores eran prácticamente todos mexicanos. Incluso uno puede sospechar, a partir de varias experiencias vivenciales, que la revista raras veces salía del DF, como en este entonces se llamaba la Ciudad de México. Es más, siempre quedaba un buen remanente en alguna bodega, causando dolores de cabeza con cada una de las muchas mudanzas del COMIE.

El diseño ha cambiado notablemente también: los primeros números siempre me han hecho pensar en la edición rústica de Cuadernos de la cárcel de Gramsci. Hoy hay más formas y colores, y el diseño se antoja más moderno. Un efecto colateral que complica la vida para los editores, sin embargo, es que muchos autores suelen emplear casi todas las herramientas que su procesador de palabras ofrece. Así nos llegan textos con muy distintos tipos de letra, con partes en colores y márgenes variables, en vez de un austero texto en Times New Roman de 12 puntos.

Hay también cosas que no se han modificado. Llama la atención la lentitud del cambio generacional: muchos que ahora aparecen en instancias como el Consejo y el Comité editoriales, o los que editan la revista, también estuvieron presentes en la ceremonia de la publicación del primer número. Pero, al mismo tiempo, en los autores sí se observa un cambio generacional: no solo hay autores nuevos, trabajan en instituciones de muy reciente creación. No cabe duda de que eso se traducirá en cambios en otras instancias también.

Y cabe resaltar que, a pesar de vertiginosos cambios en el mundo editorial -con padrones, índices y ránkings-, la revista se sigue elaborando cada tres meses por un equipo muy pequeño: un director y dos editoras. Buena parte del trabajo -como la dictaminación- la realizan de manera voluntaria, en primera instancia, miembros del Comité o del Consejo editoriales y, posteriormente, los colaboradores externos.

El presente número de la revista atestigua esta dualidad entre cambio y continuidad. Hay temas nuevos, análisis más sofisticados, aportaciones y comparaciones internacionales. Pero muchas veces, la investigación busca encontrar respuestas a problemas que han estado presentes por décadas.

El primer artículo, titulado: "Prerrequisitos deficientes con software matemático en conceptos nuevos: transformada de Laplace", de Leonsio Ruiz Moreno (del Instituto Tecnológico Superior de Cajeme, México), Patricia Camarena Gallardo (Instituto Politécnico Nacional, México) y Socorro del Rivero Jiménez (Instituto Tecnológico Superior de Cajeme), revisa los problemas para la enseñanza de la transformada de Laplace. Como tal, analiza un problema que data del siglo XVIII. Pero, como plantean los autores, el aprendizaje de los estudiantes puede mejorar mucho usando un software llamado "Maple 13". Pasado y presente se encuentran.

El segundo artículo, "La enseñanza del inglés en la educación básica de personas jóvenes y adultas" -de María-Carmen Ricoy y Sabela Álvarez-Pérez, ambas de la Universidad de Vigo en Ourense, España- versa sobre un problema que, en sí, es viejo: la enseñanza de una segunda lengua. La principal diferencia con el pasado es que el latín ha sido reemplazado por el inglés. Un hallazgo importante de las investigadoras es que los maestros siguen las mismas estrategias didácticas que en el caso del idioma materno, y que hay poco uso de recursos didácticos distintos. Incluso, la infraestructura existente es poco aprovechada. Es un hallazgo quizá poco sorprendente, pero importante: la mayoría de las universidades suelen, para la enseñanza del inglés, solicitar al gobierno dinero para laboratorios y paquetería de cómputo, como si el aprendizaje del inglés fuera algo muy distinto que el español.

El siguiente artículo lleva como título "Sistemas para el apoyo, seguimiento y evaluación de las competencias comunicativas". En él, Edith Calderón Arévalo, de las universidades de la Frontera y Católica de la Santísima Concepción de Chile y Mónica Tapia Ladino, de las universidades de Concepción y Católica de la Santísima Concepción, abordan las capacidades comunicativas académicas. El artículo revisa varias experiencias nacionales e internacionales para identificar ocho tipos de iniciativas. El objetivo del estudio es presentar propuestas para mejorar la comunicación, para así mejorar la enseñanza de la lectura, escritura y expresión oral en la educación superior.

El cuarto artículo se llama "El profesor universitario en el Espacio Europeo de Educación Superior: la autopercepción de sus competencias docentes actuales y orientaciones para su formación pedagógica", escrito por Óscar Mas-Torelló y Patricia Olmos-Rueda, ambos de la Universitat Autònoma de Barcelona, España. Los autores revisan la experiencia europea en el ámbito del movimiento hacia las competencias y se preguntan cuáles son las implicaciones para las funciones y roles del profesorado. El profesor europeo, para poder hacer adecuadamente su trabajo, requiere adquirir ciertas competencias, lo cual implica nuevas demandas hacia la formación docente. El artículo forma parte de un estudio más amplio, pero aquí se centra en la autopercepción de los docentes sobre sus competencias y en algunas observaciones de estudiantes. Lo que evidencia el texto es que hay diferentes opiniones de distintos actores sobre las competencias, pero que lo requerido siempre rebasa lo existente, por lo cual el profesorado necesita mejorar. Una pregunta interesante es cómo relacionar estas competencias docentes con los procesos de acreditación, selección y promoción del profesorado. Como tal, introduce nuevos factores en un debate ya longevo: ¿cómo evaluar a los docentes?

El quinto artículo, intitulado "Investigación Iberoamericana sobre enseñanza eficaz" es de la autoría de Cynthia Martínez-Garrido y F. Javier Murillo, ambos de la Universidad Autónoma de Madrid, España. Los investigadores revisan las experiencias en el terreno de la enseñanza eficaz, postulando que eso es la línea de investigación que más ha contribuido a la calidad. Su objetivo es elaborar un modelo iberoamericano de Enseñanza eficaz, a partir de pruebas aplicadas a estudiantes. El modelo final considera 10 factores, así que el asunto no es tan complicado como uno podría creer. Es además un enfoque distinto que en el pasado, quizá un tanto mecanicista, pero menos teórico o filosófico.

En el sexto artículo, con el título "Prácticas de lectura y escritura en el marco de la enseñanza de la psicología: avances de una investigación interdisciplinaria", los autores Jacqueline Giudice, Marcelo Godoy y Estela Inés Moyano, todos de la Universidad de Flores, en Buenos Aires, Argentina, reportan los resultados de una investigación sobre prácticas de lectura y escritura en el aula. Hacen un diagnóstico de las dificultades que los profesores enfrentan para guiar las prácticas de los alumnos, y hacen una propuesta para implementar un programa de lectura y escritura. Como tal, el artículo retoma una vieja veta: mediante entrevistas se revisa lo que pasa en el aula, para luego proponer ajustes.

El séptimo artículo se llama "Certificación de la competencia TIC del profesorado universitario: diseño y validación de un instrumento", y fue escrito por Marta Durán Cuartero, Isabel Gutiérrez Porlán y María Paz Prendes Espinosa, todas estudiantes o profesores de la Universidad de Murcia, España. La investigación que reportan se basa en la aplicación de un instrumento para certificar la competencia en tecnologías de la información y la comunicación del profesorado universitario. El instrumento que usan considera tres bloques o niveles de competencia. Se antoja una colaboración de estos autores con el grupo del cuarto artículo. Pero queda claro que el debate se centra cada vez más en las competencias, donde el dominio de las TIC es una de las principales.

El octavo artículo se titula "Aprendizaje basado en problemas en química y el pensamiento crítico en secundaria", es de Violeta Villalobos Delgado, José Enrique Ávila Palet y Silvia Lizett Olivares O., de la Universidad Virtual del Tecnológico de Monterrey, México. El trabajo revisa si el aprendizaje basado en problemas en la asignatura de química en la escuela secundaria favorece el pensamiento crítico. Los autores llegan a la conclusión de que, efectivamente, esta metodología contribuye a las habilidades de evaluación y autorregulación. Ahora, bien, este método es relativamente novedoso en América Latina, pero ya se ha utilizado por décadas en los países anglosajones.

En el noveno artículo, con el título "Concepciones de estudiantes de profesorado de educación primaria sobre la naturaleza de la ciencia: una evaluación diagnóstica a partir de reflexiones en equipo", Antonio García-Carmona de la Universidad de Sevilla, y José Antonio Acevedo Díaz, de Huelva, España, presentan resultados de una investigación sobre las concepciones de estudiantes de profesorado de la escuela primaria sobre algunas cuestiones clave de la naturaleza de la ciencia. Es interesante ver que muchos estudiantes tienen ideas ingenuas al respecto, lo cual sin duda influirá en su futuro como maestros. Como tal, el artículo brinda muchas pautas para la evaluación docente.

El décimo artículo se llama "Tiempo de aprender. El aprovechamiento de los periodos en el aula". La autora es Ana Elizabeth Razo Pérez del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de la Ciudad de México, México. Revisa el uso y la organización del tiempo en escuelas primarias del país, mediante la observación estructurada y videograbada de la práctica de aula. La autora encuentra que solamente la mitad del tiempo es dedicado a interacciones educativas entre maestro y alumnos. Con este estudio, retoma trabajos cardinales de los años setenta del siglo pasado, realizados básicamente por investigadoras del Departamento de Investigaciones Educativas del Cinvestav (quienes descubrieron que mucho tiempo se pierde en ceremonias). Sería interesante comparar los hallazgos de la autora con los de hace cuarenta años, para saber si el uso de tiempo ha mejorado, con el tiempo.

Finalmente, en este número el lector encuentra dos reseñas. La primera, a cargo de Frida Díaz Barriga de la Universidad Nacional Autónoma de México, revisa el libro: Pinar, William F. (2014). La teoría del currículo, con estudio introductorio de J. M. García Garduño, Madrid: Narcea. Plantea que la teoría del currículum es una conversación complicada y generalmente esquivada. Como señala la reseñista: en el "estado de conocimiento de la investigación curricular en México (COMIE, 2002-2012, coordinado por Ángel Díaz Barriga), 61.4% de las publicaciones analizadas se concentraron en las innovaciones educativas a los proyectos curriculares, y solo 3.62% se enfocó en la teoría curricular, es decir, en su conceptualización, en la construcción teórica del currículo o en el debate en torno a la misma." Es decir, solemos "innovar" el currículum sin debatir la teoría subyacente.

La segunda reseña revisa el libro: Cox, Cristián y Juan Carlos Castillo (editores) (2015). Aprendizaje de la ciudadanía: contextos, experiencias y resultados. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile. En su reseña, Andrés Felipe Bianchetti Saavedra, de la Universidad San Sebastián en Concepción, Chile, pregunta, al igual que los autores del libro: ¿Qué tipo de ciudadanos se intenta formar? Analiza como distintas "sociedades definen tanto lo que es ser ciudadano, como los medios por los que los sistemas educativos logran que sus estudiantes adquieran aquel rol en la sociedad en la que viven." Dos buenas lecturas para el verano.

Terminamos con ello el número 69 de la revista. Nos espera una fiesta. ¡Salud!

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