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Revista mexicana de investigación educativa

versión impresa ISSN 1405-6666

RMIE vol.17 no.53 Ciudad de México abr./jun. 2012

 

Reseña

 

El Ateneo Fuente entre siglos. Itinerarios escolares, jóvenes profesionistas y escolarización superior

 

Antonio Padilla Arroyo

 

Valdés Silva, María Candelaria (2011). La escolarización de abogados, médicos e ingenieros coahuilenses en el siglo XIX. Una promesa de futuro, Ciudad de México: Universidad Autónoma de Coahuila/Plaza y Valdés Editores.

 

Profesor/investigador titular en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Av. Universidad 1001, colonia Chamilpa, 62209, Cuernavaca, Morelos, México. CE: antonin_19@yahoo.com.mx

 

Reseña recibida: 13 de noviembre de 2011
Dictaminada: 24 de noviembre de 2011

 

Diferentes generaciones de jóvenes transitaron por una de las instituciones de educación secundaria y profesional de mayor arraigo y prosapia intelectual y educativa del país, el Ateneo Fuente, la cual puede considerarse como uno de los productos culturales más significativos del liberalismo mexicano del último tercio del siglo XIX, tanto por su origen, esto es, por el carácter público con el que se fundó, como por la gratuidad que mantuvo a lo largo de su existencia. Si bien con diversas modalidades, cuanto por las funciones y los objetivos que se le asignaron, a saber, la formación y la renovación de las élites culturales en consonancia con la construcción del Estado moderno, en general, y de los poderes públicos en el estado de Coahuila, en particular; ya fuese por emprender el cultivo y dedicarse a profesar "bajo el signo de la ciencia", la abogacía, la medicina o la ingeniería o, dicho de otra manera, "los asuntos de las leyes, los servicios médicos y la técnica ingenieril", ya por herencia o deseo familiares, esos jóvenes pasaron por las aulas, laboratorios, bibliotecas, museos y, no menos importante, por pasillos, refectorio, dormitorios, jardines, patios del Ateneo.

Todos esos lugares y ambientes les dieron la oportunidad para abrevar y ellos mismos producir la cultura escolar que los cohesionó y los dotó de una visión del mundo y de unas prácticas culturales que les dieran identidad como generaciones estudiantiles y, más tarde, estirpes de profesionistas. Esa cultura escolar se desplegó mediante la graduación de los contenidos, de "los códigos de organización de corte moderno", de los planes y programas de estudio, de las reformas y las innovaciones que se formularon.

De esa manera, el Ateneo Fuente se configuró como un mecanismo primordial de reclutamiento geográfico –sus estudiantes provinieron prácticamente de todos los municipios del estado– y social, lo que posibilitó diferenciar el tipo de alumnos que ingresaron, bien como internos o externos, de beca o con recursos propios, y que, como ha documentado Candelaria Valdés en otros de sus trabajos, son aspectos fundamentales para comprender la evolución que tuvo desde su creación y hasta su transformación en la actual Universidad Autónoma de Coahuila.

En su obra, María Candelaria Valdés realiza un puntual análisis de los itinerarios escolares que esas generaciones desplegaron y de las vicisitudes que afrontaron para cumplir con las expectativas personales y colectivas, que se sintetizan en lo que la autora define como escolarización, esto es, el proceso que conlleva la adquisición de saberes, de las habilidades intelectuales, morales, de las destrezas prácticas en su conjunto, de los aprendizajes culturales que exigen el dominio y el ejercicio de la disciplina y de la profesión. Para esa labor, Valdés se apoya en un exhaustivo y amplio sostén documental proveniente de archivos de su estado natal, Coahuila, y de la Ciudad de México, en particular del archivo que resguarda el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM. Con este sostén elaboró y fabricó una base de datos que, a su vez, le permitió trazar una cartografía de los recorridos escolares de todos los integrantes de las generaciones de abogados, notarios, médicos, farmacéuticos e ingenieros, quienes cursaron y concluyeron con éxito tanto los estudios preparatorios como superiores.

Dicho esto sin ninguna pretensión retórica, bien en el propio Ateneo Fuente o en planteles escolares de otras entidades –en particular en Nuevo León, San Luis y la Ciudad de México o en instituciones del extranjero– se demuestra que pocos abandonaron sus afanes académicos y cuando esto ocurrió muchas veces fue por cuestiones ajenas a su voluntad. A este respecto, vale la pena apuntar que utilizo el masculino y el plural porque, como destaca Valdés, sólo se registró una mujer que emprendió estudios superiores en una de las profesiones más difíciles de incursionar por su condición de género, la medicina.

Para hacer inteligible y dar significado al mapa educativo de los estudiantes y egresados del Ateneo Fuente, María Candelaria estableció coordenadas y dimensiones fundamentales que se organizan con base en cuatro pilares conceptuales que, a la vez, se desgranan en niveles analíticos y metodológicos; estos son escolarización, biografía colectiva, "vincular de modo horizontal historias análogas"; reclutamiento escolar y trayectorias escolares con cuyo entramado identifica e interpreta qué perfil de profesionistas se deseaba, el futuro profesional que les esperaba y hasta dónde era posible que esos jóvenes estudiantes coahuilenses lo lograran tanto por sus relaciones personales y sociales como por sus méritos académicos.

Como lo ilustra la autora, el Ateneo Fuente mantuvo su condición de institución de estudios preparatorios, lo que le valió ser reconocida por la calidad en la formación de sus estudiantes como la comprueba el hecho de que cuando solicitaban el ingreso a otros planteles de estudios superiores eran admitidos sin mayores objeciones, entre ellos las escuelas nacionales de Jurisprudencia, de Medicina o de Ingenieros, la de Agricultura y Veterinaria y el Colegio Militar, todas ellas ubicadas en la Ciudad de México.

Valdés Silva explica que el futuro que les deparaba su paso por el plantel escolar no sólo era deseable sino posible a condición de la apertura, la permanencia o la clausura de las opciones educativas, situación que estuvo sujeta a diversos vaivenes. En cualquier caso, las decisiones que se adoptaron no fueron fortuitas ni arbitrarias sino que respondieron a coyunturas en función de los requerimientos políticos, económicos y sociales de la entidad. La consolidación del Estado moderno y el impulso a la modernización económica y social trajeron consigo el aumento del número de ciudades, los fenómenos migratorios del campo a la ciudad, la urbanización con todas las derivaciones en materia de obra pública, salud, vivienda y educación. Este marco explica la necesidad de arraigar la institución con el entorno, es decir, dar respuestas a las necesidades territoriales. Así, el Ateneo Fuente debía atender al mismo tiempo a la formación de profesionistas y de profesiones que estuvieran en condiciones de responder a las demandas en los niveles estatal, regional y local y a aspirar a una formación más general que los colocara en posibilidades de realizar o concluir sus estudios en una institución distinta a la de su origen. Tal situación instauró un vínculo universidad-sociedad y, por añadidura, mecanismos de institucionalización y legitimación de las profesiones que se expresó en modos y tendencias tanto de la formación de profesionistas como del sistema universitario público en Coahuila.

De esta suerte, se esperaba que los abogados edificaran gran parte del andamiaje jurídico que diera certeza jurídica y legitimidad política a las nacientes instituciones que habrían de regular la vida personal y social, económica y política por medio de la elaboración de la legislación pertinente y, al menos en su inicio, de administrar las principales instituciones del gobierno republicano. Por su parte, los profesionistas que se inclinaron o prefirieron el cultivo y la práctica de las ciencias médicas debían ser educados en los paradigmas de la ciencia experimental, de las nuevas fórmulas y preparación de medicamentos, de las maneras inéditas de regulación y funcionamiento de la industria farmacéutica a partir no ya de las pequeñas boticas familiares sino de los incipientes laboratorios a fin de responder a los requerimientos graduales que exigía el crecimiento y la concentración de la población en determinadas regiones y localidades de la entidad para procurar la salud personal y social, así como de las novedosas prácticas hospitalarias que fueron imponiéndose y generalizándose como modelo de atención a los pacientes. En términos similares, la demanda y la formación de ingenieros se hizo presente; baste indicar la trascendencia de esta profesión y de estos profesionistas con las obras ingenieriles asociadas: a la prestación y el abasto de agua potable, la edificación de instalaciones hospitalarias, de vivienda y la construcción de planteles escolares, en suma, del equipamiento urbano. Tal vez una de las diferencias es que los ingenieros conservaron –más que los médicos y los abogados– su rasgo de profesión liberal pues, documenta Valdés, la expansión y el crecimiento de la minería, la agricultura y la industria estuvieron estrechamente ligadas a los negocios familiares o individuales. Ahora bien, una característica común a estos profesionistas fue su desempeño en la docencia, compartiendo su experiencia y enriqueciendo la tradición y el prestigio del Ateneo Fuente en la formación de las generaciones más jóvenes.

Como lo sugiere Valdés, los servicios de una sociedad en pleno proceso de cambio, como lo era la coahuilense, supuso profundas mutaciones en el ejercicio de las "tradicionales" profesiones liberales, hecho que puede constatarse en los mecanismos de incorporación de los jóvenes estudiantes.

Quizá por eso la lógica del reclutamiento de las élites intelectuales fue uno de los aspectos más notables del liberalismo, como ideología y práctica política. De ahí que una de las contribuciones más relevantes del trabajo de Valdés sea precisamente desvelar la trama de relaciones que conformó la educación secundaria, en particular, y el sistema educativo coahuilense, en general, a finales del siglo XIX y principios del siguiente al buscar incluir a diferentes sectores sociales.

Vale advertir que la intención formal del dispositivo institucional que encarnaba el Ateneo Fuente era uniformar un pensamiento y una práctica cultural, es decir, inculcar en los jóvenes una visión del mundo, o un mundo como representación, conformándolos como una generación según Roger Chartier, y por ende, hacer plausible la biografía colectiva y el itinerario escolar como recurso teórico y la experiencia personal y colectiva, más o menos homogénea, esto es, como habitus cultural. No obstante, tal y como ha puesto de manifiesto la reciente historiografía de la educación, cada individuo proveniente de grupos sociales diversos se apropió de manera diferencial de las posibilidades que otorgaba la política educativa de la época, en particular de la forma de acceso y de vivencia que obtuvieron durante su recorrido escolar. Desde esta perspectiva no es exagerado sostener que los miembros procedentes de las "familias tradicionales", de las emergentes clases medias y de las clases populares negociaron, de acuerdo con sus estilos de vida y sus prácticas formativas previas, su articulación con la política educativa oficial y su alistamiento en el sistema educativo que comenzaba a estructurarse como tal.

Una mirada atenta a las formas de apropiación que hicieron las clases sociales respecto de estos procesos –y a las tradiciones desde las cuales se hicieron– posibilita una comprensión más acabada de la escolarización de los estudiantes, así como de la configuración de la educación preparatoria y superior tanto en el país como en el estado de Coahuila. Por ejemplo, según insinúa Valdés Silva, el capital cultural así como la red de relaciones sociales y económicas constituyeron factores primordiales para que los jóvenes ateneístas concluyeran o alargaran su itinerario escolar en correspondencia con los plazos estipulados en los planes y programas de estudio. Así, los hijos de las clases altas y medias estuvieron en mejores condiciones para cerrar su ciclo formativo lo más pronto posible, mientras que los de las clases bajas dependían de los apoyos que pudieran ofrecerles las autoridades municipales o las estatales por medio del otorgamiento de las becas de gracia, o bien sus propias familias, lo que prolongó su estancia en los planteles escolares.1 Con todo, esta dinámica del reclutamiento escolar exhibe lo que Francois Dubet define como "elitismo democrático", el cual permite explicar los procesos de recepción académica específica que instauraron en las instituciones educativas creadas y sostenidas con recursos públicos, ente ellas los institutos científicos y literarios, las escuelas nacionales y los colegios que funcionaron en distintas entidades de la república.2

El texto de María Candelaria Valdés Silva es un claro ejemplo de las complejas relaciones entre las instituciones educativas y la sociedad, de la importancia que las instituciones educativas públicas adquieren en condición de patrimonio cultural, tanto en su sentido simbólico como material, esto es, dispositivo de reclutamiento y de formación de grupos intelectuales, productores de ideas y de capacidad de innovación científica y tecnológica inscritas.

Vale recordar que la fundación del Ateneo Fuente fue una respuesta a lo que se consideraba una necesidad para atender las expectativas de autoridades, profesores, padres de familia y, sobre todo, de los jóvenes coahuilenses que pretendían comprender y explicar las preocupaciones derivadas de los problemas sociales, económicos o políticos que derivaban de un nuevo orden cultural, en su sentido más amplio, como lo era la sociedad coahuilense entre dos luces, en el ocaso del siglo XIX y el amanecer del siglo XX.

De igual modo, las sucesivas reformas a los planes y programas de estudio de cada una de las carreras, la clausura o la interrupción de todas o alguna de ellas, así como las alternativas que se les brindaban a los ateneístas a fin de proseguir en sus empeños educativos son otras tantas expresiones de los modos en que las instituciones escolares se conciben y son concebidas, de los objetivos y metas que se imponen y se les imponen, de cómo estas se adecuan a las requerimientos sociales, políticos, económicas y culturales. A la par, estas transformaciones institucionales dan cuenta de la importancia que la sociedad les confiere a sus jóvenes y a sus estudiantes y cómo ellos están dispuestos a reformar lo que es necesario reformar y a conservar lo que es primordial para no perder su identidad.

En fin, la obra de Valdés Silva es valiosa porque nos enseña que las soluciones a los problemas sociales, en particular los que enfrentan las instituciones educativas públicas, es también un lance para ir en pos del futuro.

 

Notas

Este texto fue leído en la presentación del libro, realizada en el marco del XI Congreso Nacional de Investigación Educativa, celebrado en la Ciudad de México en noviembre de 2011. El autor agradece a David Sandoval Cedillo su lectura.

1 Por ejemplo, para el caso del Instituto Científico y Literario del Estado de México, el reclutamiento escolar presenta datos muy interesantes. Mediante las listas de inscripciones provenientes del Archivo Histórico de la Universidad Autónoma del Estado de México, es posible identificar la diversidad social y geográfica de los jóvenes y los procesos de selección para la formación de las élites intelectuales. Un rápido recuento a las mismas permite dar una idea de esta diversidad. En los registros de inscripción de 1910 y 1911 pueden identificarse varios aspectos cuantitativos y cualitativos de los procesos de selección, incorporación y acceso a la élite cultural. La lista de solicitudes de inscripción proporciona información sobre los orígenes sociales y las relaciones que cultivaban los jóvenes estudiantes con algunos individuos de relevancia cultural, quienes fungieron como tutores en múltiples oportunidades. En 1911, se reportaron 119 alumnos para cursar los estudios preparatorios y profesionales y se anotaba la siguiente información: nombre del padre o tutor, ocupación de éste, fecha de nacimiento del joven institutense, edad cumplida, lugar de origen, institución de procedencia y año a cursar. Como puede apreciarse estos datos son sumamente interesantes e importantes para analizar los procesos de acceso, incorporación y ascenso a la élite intelectual. Aquí sólo nos referimos a dos de ellos: la ocupación de los padres o tutores y las escuelas de instrucción superior de donde procedían. Vale la pena advertir que existe una pequeña diferencia entre la lista de solicitudes de inscripción y las listas de inscripción. La primera es la que en este momento interesa porque es la que registra dicha noticias.

En dicha lista se anotaban 22 ocupaciones de los padres/madres o tutores según declararon los 93 estudiantes acerca de la ocupación/oficio/ profesión, es decir, 78.15%, lo que puede considerarse representativo del universo de jóvenes estudiantes que asistían al establecimiento educativo. De este número encontramos, para nuestra sorpresa, que 23 tenían la ocupación de labrador (24.73%), detrás de ellos la de comerciante con 21, (22.58%), y a una distancia relativamente significativa la de empleado, con 11 casos (11.82%). Muy debajo de ellos los que declararon ser licenciados o abogados con 5 casos (5.4%) y con igual porcentaje los jornaleros, lo que sin duda es otro dato significativo. Finalmente, 4.3% eran doctores en medicina y con el mismo número absoluto, 3 casos, artesanos y viudas o madres, que representan 3.33%. En conjunto, estas categorías concentran 75 registros, lo que equivale a 63% de las ocupaciones que se declararon, mientras que 37% se distribuye entre empleados de fábrica (2), telegrafistas (2), tejedor, farmacéuticos (2), tenientes del ejército (2), traficante, ingeniero, sastre, agricultor, escribano público, pasante jurista, industrial, profesor de medicina y agente de negocios con un registro, respectivamente.

2 Dubet, François (2005), "Exclusión social, exclusión escolar", en Julián J. Luengo (comp.), Paradigmas de gobernación y de exclusión social en la educación. Fundamentos para el análisis de la discriminación escolar contemporánea, Ciudad de México; Ediciones Pomares, pp. 96-106. Dubet sugiere diversos niveles metodológicos y analíticos: en primer lugar, señala que este proceso se produce en las organizaciones sociales que posibilitan cierta movilidad social y una ampliación y renovación de las élites. En segundo, indica que el sistema social tiene entre sus rasgos mantener un sistema escolar relativamente cerrado que se abre para facilitar el ingreso de los mejores alumnos de los grupos sociales subalternos a fin de unirse a la élite. Para ello, en tercer lugar, identifica los procedimientos de selección mediante los cuales incorpora a los individuos de estos grupos: concursos y sistema de becas que seleccionan a los mejores alumnos, generalmente en la adolescencia, para permitirles el acceso a los mejores centros educativos. Tal condición se da en cuarto lugar, aclara que cuando se brinda educación elemental para todos los sectores sociales con el objetivo de garantizar la misma cultura, los mejores alumnos irán a las grandes escuelas y la universidad. Naturalmente, en este mecanismo de reclutamiento académico subyace un proceso de exclusión social y exclusión escolar.

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