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Revista mexicana de investigación educativa

versão impressa ISSN 1405-6666

RMIE vol.16 spe Ciudad de México Jan. 2011

 

Miradas retrospectivas

 

Una mirada a los caminos de ayer y hoy

 

Eduardo Weiss

 

Director de la Revista Mexicana de Investigación Educativa de enero 2002 a septiembre 2004. Investigador del Departamento de de Investigaciones Educativas del Centro de Investigaciones y de Estudios Avanzados. México. CE: eweiss@cinvestav.mx

 

El nacimiento de la RMIE

La Revista Mexicana de Investigación Educativa es, sin duda, mi hija académica favorita. No soy su único padre pero sí corresponsable de su nacimiento. Un gran grupo de investigadores educativos elaboramos, de 1991 a 1993, los estados de conocimiento sobre treinta temas y realizamos su presentación en los siete foros del II Congreso Nacional de Investigación Educativa durante 1993. Con base en esta colaboración nos animamos a fundar en el mismo año el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) como sociedad académica de los investigadores y, en 1995, organizamos el III Congreso Nacional de Investigación Educativa que dio la pauta para los futuros congresos bianuales.

Un grupo de investigadores -recuerdo destacadamente a Teresa Bracho, Patricia Ducoing, Luz Elena Galván, Lorenza Villa Lever y a Mario Rueda- pensábamos que una sociedad académica requiere, además de elaborar cada diez años estados de conocimiento y de realizar bianualmente un congreso, una tercera tarea sustantiva: garantizar la publicación continua de resultados de investigación a través de una revista. Otra razón en este sentido era que estábamos insatisfechos con las revistas existentes que, en general, mezclaban ensayos, propuestas educativas e investigaciones.

Había, en aquel entonces, dos publicaciones periódicas de prestigio, la Revista Latinoamericana de Estudios Educativos y Perfiles Educativos, la primera editada por el Centro de Estudios Educativos enfocada en temas de política educativa y de investigación-acción con grupos marginados, la segunda por el Centro de Estudios sobre la Universidad de la UNAM, centrada en temas de pedagogía. Entre ambas no alcanzaban a cubrir el amplio espectro temático de las investigaciones que habíamos encontrado en los estados de conocimiento y en el Congreso; además, las dos eran editadas por una sola institución y en ambas predominaban -en aquel entonces- artículos de sus investigadores.

Hay dos conceptos clave en el nacimiento de la Revista Mexicana de Investigación Educativa: lo "interinstitucional", por la composición del Comité y del Consejo editoriales y la "pluralidad", por la "convergencia de investigaciones sobre distintos campos disciplinarios, niveles y modalidades educativas" y de diversas tradiciones investigativas (como señala su política editorial). Como primer presidente electo (de 1993 a 1995) del COMIE, me tocó convencer a los comités Directivo y Consultivo, de la importancia de publicar una revista y de garantizar los fondos para, cuando menos, dos números. No era fácil, en el Comité Consultivo estaban los directores de otras revistas que argumentaban -con toda razón como después descubrimos- que había muy pocas propuestas de artículos de investigación a publicar y, como alternativa, ofrecían ampliar los comités editoriales de sus revistas. Nosotros éramos optimistas, habíamos recibido una gran cantidad de ponencias en el m Congreso —algunas muy buenas— y decidimos armar los dos primeros números a partir de invitaciones a ponentes (seleccionados por los coordinadores de área del Congreso) a formular sus ponencias como artículos y someterlos al arbitraje de la Revista Mexicana de Investigación Educativa.

Mario Rueda fue elegido primer editor de la Revista y con él a la cabeza definimos en el Comité Editorial sus características académicas, en especial los criterios de arbitraje que, a grandes líneas, siguen vigentes; con apoyo de Elsa Naccarella, la secretaria técnica de la Revista desde su inicio, Mario decidió la mecánica del proceso de arbitraje y el diseño gráfico. En cuanto a los criterios sobre el tipo de trabajos que se aceptarían, era claro que buscábamos superar el ensayismo de poca calidad y la presentación de propuestas educativas sin pruebas ni fundamentos e impulsar, prioritariamente, trabajos de investigación empírica. Pero, por otro lado, la gran mayoría del Comité y del Consejo editoriales sabía que el ensayo de reflexión y de propuestas conceptuales basadas en la experiencia (práctica y/o de investigación) es una pieza fundamental en el desarrollo de las humanidades y las ciencias sociales, y que la educación no es sólo un campo de investigación sino también de desarrollo educativo.

 

Los números semitemáticos

En 1996 salí por tres años a realizar un trabajo de desarrollo educativo en Guatemala y sólo pude seguir a la Revista de lejos. A mi regreso en el año 2000, Lorenza Villa Lever, la segunda editora, me involucró de nuevo. Como miembros del Consejo Editorial, nos solicitó a Felipe Martínez Rizo y a mí una evaluación de la Revista; ambos trabajos se publicaron en el número 9 de 2000. En mi análisis, bajo el título "Se cumplieron los objetivos, pero hace falta una nueva era", señalaba:

Una debilidad central de la RMIE [...] surge en comentarios informales de los editores y colegas; la revista no es considerada como un órgano privilegiado para publicar los productos científicos más importantes, ni es buscada con regularidad para encontrar los trabajos relevantes, simplemente es un órgano más. El problema reside en una de las virtudes de la Revista, su pluralidad especialmente la temática (RMIE, vol. 5, num. 9, 2000:147-167).

Lorenza había comentado que su problema central como editora era que llegaban pocos artículos de calidad. La idea de hacer números semitemáticos que adoptó el Comité Editorial surgió como una respuesta interesante a dicha problemática en dos sentidos: al invitar a coordinar una parte de la Revista a colegas destacados y éstos, a su vez, a otros investigadores a proponer artículos, se mejoraba la afluencia de trabajos de buena calidad. Al mismo tiempo, reunir varios artículos sobre un mismo tema hacía más atractiva la publicación para los lectores. Creo que convertir la RMIE en revista semitemática, a partir del número 10, fue un gran acierto. A partir de 2001, Lorenza pudo aumentar la periodicidad de dos a tres números por año. También logró su admisión en el índice de Revistas Científicas del Conacyt, lo que incrementó considerablemente el atractivo de la misma.

El manejo del número semitématico ha mejorado continuamente. De ser el coordinador de la sección quien invitaba a académicos a publicar -que seguían un arbitraje similar a los otros artículos- pasamos, por decisión del Comité Editorial en el número 14 (2002) -época en que yo era editor- a publicar una lista de próximos temas y una convocatoria abierta a todos los lectores para enviar artículos sobre los temas anunciados. Un Comité Editorial posterior, encabezado por Susana Quintanilla, decidió abrir una convocatoria a la comunidad de investigadores -pertenezcan o no al COMIE y residan o no en México- para ser coordinadores al enviar propuestas fundamentadas de temáticas actuales.

Actualmente la RMIE no tiene problemas de acopio de propuestas de trabajos de alta calidad; a veces se oyen voces que plantean eliminar la sección temática, ya que retrasa la publicación de los otros artículos aprobados, a pesar de haberse aumentado la publicación de tres a cuatro números al año en 2004. El Comité Editorial encabezado por Susana Quintanilla decidió, a partir del año 2007, alternar un número semitématico con uno de temáticas generales, una solución aceptable. Personalmente espero que podamos seguir disfrutando de las temáticas por dos razones: como lector me atrae y a la vez permite a las diferentes comunidades temáticas -unas con arraigo, otras emergentes- que componen el amplio espectro de campos de investigación educativa en México mostrar presencia ante el público lector.

 

Versión electrónica y bases de datos

De septiembre de 2001 al mismo mes de 2004 tuve el honor de fungir como editor de la RMIE. En esa función promoví el nacimiento de su versión electrónica. La razón principal era la suscripción y distribución, un problema añejo que aqueja a todas las publicaciones académicas en México y en cuya solución ya habíamos fracasado cuando intentamos la distribución de los estados de conocimiento. No obstante quise hacer otro intento y con ayuda de la Secretaría Técnica del COMIE, Gabriela Medina, elaboramos una lista de instituciones de investigación y de posgrados en educación y les ofrecimos suscripciones y el envío gratuito de números anteriores que teníamos en bodega. La respuesta era muy escasa.

La solución la había mostrado la Revista Electrónica de Investigación Educativa de la Universidad Autónoma de Baja California que salió en noviembre de 1999. Con la versión electrónica de la RMIE se solucionaría el problema de distribución y accesibilidad de los artículos, tanto dentro de México como en América Latina. Con ello también se podía cumplir un viejo sueño, ya que en la política editorial el primer número anunciaba que la Revista "pretende ser un foro nacional y latinoamericano", pero sólo al poder ser conocida y leída en diferentes países de América Latina, también podíamos esperar que investigadores latinoamericanos enviaran artículos. Con el apoyo entusiasta de Gabriela Medina armé, dentro del espacio electrónico del COMIE, un sitio para la RMIE que inauguró esta versión en junio de 2002, un sitio, donde no sólo se presentaba el nuevo número 15 sino todos los anteriores, desde el número 1, accesibles a través de los índices, de los resúmenes y de los textos completos.

El Comité Editorial discutió si la versión electrónica debía sustituir la de papel, pero pensamos que aún no era el momento. También se consideró la posibilidad de cobrar el acceso por artículo y de esta manera obtener algunos ingresos por suscripción, pero se desechó la idea por ser difícilmente factible, y en pro de la difusión de la Revista a todos los interesados. Especialmente Eduardo Ibarra, como miembro del Comité Editorial, promovió nuestro compromiso con el movimiento de libre acceso a la información.

Al mismo tiempo habíamos buscado estar presentes en índices de revistas y bases de datos y aceptamos una oferta de ESBCO, pero dos años después cancelamos la cooperación dado que cobraba por su servicio y, sobre todo, nuestros lectores potenciales no estaban suscritos a EBSCO.

Nos había llegado en 2004 -creo que por mediación de Carlos Órnelas- la oferta de participar en la nueva Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal (Redalyc), un banco de datos sostenido por la Universidad Autónoma del Estado de México. Aceptamos con base en la experiencia con nuestra versión electrónica y porque promueve el acceso libre a los contenidos científicos que alberga; les dimos nuestros materiales electrónicos desde el primer número. Sin duda la difusión de la RMIE se ha beneficiado por Redalyc y esta red se ha beneficiado con nuestra publicación que es una de las más leídas.

Me parece muy importante que, a partir de 2010, la Revista haya sido incluida también en la base de datos Scientific Electronic Library (Scielo) que es más consultada en Europa, Argentina y Brasil.

Considero importante que la RMIE conserve, a la vez, su sitio electrónico propio que permite, por ejemplo, publicar las convocatorias para números temáticos, la versión en inglés y posibles innovaciones como podrán ser comentarios a los artículos o debates, entre otros. Felizmente, el sitio electrónico del COMIE, que estuvo en algunos tiempos abandonado, ha resurgido con fuerza. Creo que la secretaria técnica de la RMIE (ahora editora) que ha desarrollado una labor excelente en relación con la versión impresa, debe tomar más responsabilidad en las versiones electrónicas, por ejemplo, vigilar que los datos sobre la Revista que aparecen en los bancos de datos sean actualizados o que aparezcan también ahí las convocatorias para secciones temáticas.

 

La versión en inglés

Como buscábamos estar presentes en índices de revista y bases de datos, teníamos que mejorar la traducción al inglés de los resúmenes de la revista que mostraban grandes deficiencias. Por ello entramos en contacto con una traductora al inglés, Trina Brown. Al hacer la versión electrónica, se abría la posibilidad de publicar ahí los resúmenes en inglés y, ¿por qué no?, también una traducción de todos los artículos de investigación.

Tengo que admitir que este emprendimiento fue más bien un pasatiempo personal; el Comité Editorial no lo objetó y las finanzas del COMIE y de la Revista lo permitían. El ejemplo, de nuevo, lo había dado la Revista Electrónica de Investigación Educativa. A mi ver, teníamos dos razones para que también nosotros publicáramos una versión en inglés: por un lado, en aquel entonces todos los bancos de datos importantes se manejaban en inglés y, por el otro, la investigación educativa mexicana era conocida en el mundo de habla inglesa (Estados Unidos, Canadá, Europa no latina) sólo por lo que unos cuantos autores de artículos de revisión como Carlos Alberto Torres o Fernando Reimers encontraban digno de mencionar en sus trabajos.

Los editores posteriores no se interesaron en el asunto y al desatenderse en general el sitio electrónico de la RMIE, se desatendió su versión en inglés. En la situación actual habrá que revalorar el tema. Una objeción importante —desde un inicio— era que al publicar en inglés contribuimos a fomentar la tendencia monopólica de ese idioma, en lugar de fortalecer el uso académico internacional del español. Actualmente los bancos de datos en español como Redalyc y Scielo ya están bien posicionados.

Es importante mencionar que la versión en inglés causa un costo considerable y sus beneficios en términos de lectores son mínimos. ¿Podrá un sitio electrónico del COMIE, bien atendido, y una campaña de promoción de la versión en inglés en índices de revistas y bancos de datos aumentar el número de lectores?

 

El financiamiento de la RMIE y el nuevo diseño gráfico de la versión impresa

Un tema neurálgico de todas las publicaciones académicas es el financiamiento. En especial en la nuestra que tiene pocos suscriptores; los miembros del COMIE la reciben gratis o, mejor dicho, como retribución de su cuota de membrecía anual.

Como ya señalé, fallamos en el intento de aumentar el número de suscriptores. En cambio, fue exitosa la gestión de la presidenta del COMIE de ese tiempo, Margarita Zorrilla, que siempre dio su apoyo entusiasta a la RMIE, para convencer a la Rectora de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN), a la Dirección General de Normales y a la Directora General de la Actualización de Magisterio de comprar un acervo de números anteriores que acumulábamos en bodega y de adquirir anualmente 75 ejemplares para las unidades de la UPN, 200 para las escuelas normales y 700 para los centros de maestros.

Al imprimir mil 400 ejemplares por número, el costo de impresión era alto. Para bajarlo y mantener un formato atractivo de la revista impresa, decidimos hacer cambios a su diseño gráfico que permitiera más palabras por página y fuese a la vez atractivo desde la portada. Iván Avalos, un diseñador recomendado por Susana Quintanilla, lo logró en discusión con Elsa Naccarella y Guadalupe Espinoza. A la vez, Elsa negoció mejores precios con un impresor más cumplido.

En diferentes ocasiones la revista ha recibido subsidios de instituciones académicas, notablemente de las universidades Autónoma Metropolitana, Nacional Autónoma de México y Pedagógica Nacional. En el tiempo de mi gestión como editor obtuvimos, por mediación de Carlos Órnelas, un subsidio del rector general de la UAM.

Pero los directivos de las instituciones académicas cambian, y cada vez es más difícil venderles una revista para bibliotecas cuando ese contenido es accesible sin costo en Internet. La solución a largo plazo se dará -a mi ver- por el lado de los costos, eliminar la impresión en papel y la correspondiente distribución y, por el lado de los ingresos, buscar subsidios de instituciones académicas con el fin expreso de sostener el libre acceso a una publicación académica importante para la investigación educativa en México.

Evidentemente en coyunturas de vacas flacas, el COMIE tendrá que asumir la responsabilidad financiera, como siempre lo ha hecho. Para tener claridad sobre el tamaño real del déficit de la Revista habrá que aclarar qué porcentaje de las cuotas de membrecía del COMIE corresponde a la revista.

 

¿Y la dimensión académica?

Como se puede observar, no limité la función de editor a los aspectos académicos, pero esta dimensión no se descuidó. Al principio de mi gestión me encontré con el susto de que Conacyt nos negó la revalidación en el índice, cuyo primer ingreso había logrado Lorenza Villa Lever en 2001. En parte era un malentendido (porque consideraban a los arbitros miembros del COMIE como personal interno de una institución), en parte era cierto que no cumplíamos aún con algunas exigencias: arbitros nacionales adscritos al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), preferiblemente nivel n, y presencia de dictaminado-res internacionales. Apelamos y nos readmitieron. El susto nos sirvió para mejorar efectivamente la asignación de arbitros y la composición internacional del Comité Editorial; también para aprender a compilar y diseñar estadísticas mejor presentadas, otro oficio que aprendió la secretaría técnica de la RMIE.

En la asignación de arbitros el Comité Editorial juega un rol crucial; son sus miembros los que leen el resumen de los artículos propuestos, se apuntan para dar una primera lectura a varios trabajos en extensión, deciden si el texto cumple con los requisitos y asignan dos arbitros externos. Quisiera aprovechar la ocasión para agradecer a los miembros del comité durante mi gestión, su labor constante en éste y otros quehaceres, así como sus consejos valiosos, en especial a Beatriz Calvo, Wieste de Vries, Eduardo de la Garza, Patricia Ducoing, Aurora Elizondo, Eduardo Ibarra, Alejandra Pellicer, Roberto Rodríguez, Sylvia Schmelkes, Susan Street, Sofía Vernon y Margarita Zorrilla.

Algunos buenos propósitos que tuvimos se lograron sólo parcialmente, como mejorar el número y la calidad de reseñas, otros quedaron en intentos fallidos, como institucionalizar una sección de debates. Lo que sí logramos fue organizar las convocatorias para las secciones temáticas, aumentar el número de artículos recibidos de 34 en el año 2001 a 90 en 2004 y, en consecuencia, pudimos pasar de tres a cuatro números por año. Esta mejora se debe en parte a nuestra gestión pero también a la creciente importancia de las publicaciones en revistas arbitradas en las evaluaciones académicas y a un número creciente de doctorandos en el país.

Podemos estar contentos de haber contribuido al desarrollo de la RMIE, el único mal sabor de mi gestión como editor lo señalo en el editorial del número 22 (2004):

En general tengo la impresión que los dictámenes de no-aceptación de artículos son bien fundamentados y en contadas ocasiones han sido impugnados por los autores y es cuando más interviene el editor. La dictaminación es un proceso intersubjetivo y el error humano forma parte, mis disculpas a las personas afectadas.

Por último es necesario destacar la labor importante de Elsa Naccarrella, antes secretaria técnica de la Revista y ahora llamada editora para hacer justicia a sus múltiples atribuciones, y de Guadalupe Espinoza. Ellas —además de muchas otras tareas— gestionan todo el proceso editorial de recepción y dictaminación de artículos, realizan el proceso de revisión de estilo y de formateo y supervisan la impresión. Es también, sin duda, la labor profesional y dedicada de Elsa y Guadalupe desde el inicio de la Revista Mexicana de Investigación Educativa, lo que le ha permitido desarrollarse con continuidad con muy diversos directores y salir con puntualidad.

Al ver la Revista hoy en día, todos los que en algún momento contribuimos nos podemos congratular por lo logrado, si bien quedan retos por cumplir como, por ejemplo, convertirse en una referencia obligada en el ámbito de América Latina; seguramente los directores—como ahora se llaman— los sabrán enfrentar.

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