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Revista mexicana de investigación educativa

versão impressa ISSN 1405-6666

RMIE vol.16 spe Ciudad de México Jan. 2011

 

Miradas retrospectivas

 

A propósito de los quince años de la Revista Mexicana de Investigación Educativa

 

Mario Rueda Beltrán

 

Director de la Revista Mexicana de Investigación Educativa de enero de 1996 a diciembre de 1998. Investigador titular del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la Universidad Nacional Autónoma de México. CE: mariorb@unam.mx

 

Quince años de funcionamiento regular de una publicación periódica son muy significativos, sobre todo si se trata de una revista especializada en la que se dan a conocer los temas de interés de la educación formal y los trabajos más recientes de la investigación educativa, principalmente de México y de otros países iberoamericanos. Me alegro, al igual que todos los asistentes a esta celebración, y me congratulo con todos aquellos que por diversas causas no pudieron hacer hoy acto de presencia; ausentes por las múltiples ocupaciones sumadas al trabajo académico cotidiano y a los obstáculos del desplazamiento en una ciudad compleja y de grandes magnitudes como en la que vivimos, en las que destacan las distancias y el crecimiento desmedido de su población.

Las celebraciones, además del talante festivo, también pueden constituirse en un impulso para vigorizar la principal función de las revistas científicas: la difusión de los trabajos más recientes de la investigación educativa además de, simultáneamente, llamar la atención para favorecer la consolidación de la organización que le dio origen y de la que es portavoz, el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE).

La conmemoración debe partir de un reconocimiento de todos y cada uno de los actores que han hecho posible el nacimiento, desarrollo y consolidación de la Revista Mexicana de Investigación Educativa (RMIE); todos ellos protagonistas indispensables en su surgimiento y progresión sostenida: los autores de forma destacada, los lectores, los directivos, los distintos comités académicos, el personal técnico (editores, revisores de estilo, formadores, impresores, encuadernadores, distribuidores, entre otros), las instituciones educativas que la han respaldado y un largo etcétera que nos proporciona apenas una pálida idea de todos los esfuerzos individuales y colectivos acumulados, número a número, para dar como consecuencia una revista con quince años de existencia ininterrumpida y gran impacto en el medio académico y en otros contextos nacionales e internacionales. Así que a todos ellos un merecido y amplio agradecimiento.

A propósito de los quince años de la RMIE, me gustaría comentar algunas de las condiciones, desde mi muy personal punto de vista, en las que se dio origen a este proyecto editorial, ahora consolidado y con perspectivas de mantener su crecimiento por muchas décadas más. Así como remarcar algunas características sobresalientes por las que todos deberíamos seguir contribuyendo para garantizarle una larga y fructuosa existencia.

El contexto nacional en el que se gestó este proyecto editorial tiene que ver con un conjunto de acciones encaminadas a fortalecer el área de la investigación desarrollada en el campo educativo durante las décadas de los ochenta y noventa. La primera fue la realización, en 1993, del II Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) que retomó la estafeta del primero, de 1981, en el que equipos de académicos trabajaron a lo largo de todo un año para dar cuenta pormenorizada del estado de la investigación educativa en todo el país. El campo de la investigación educativa, en este segundo ejercicio colectivo, manifestó un crecimiento considerable en los doce años transcurridos entre estos dos significativos acontecimientos académicos de carácter nacional. Afirmación que se sostiene al identificar una mayor participación de estudiosos con formación profesional especializada y dedicación prioritaria a esta actividad; así como por el aumento evidente del número de trabajos producidos durante ese lapso y la presencia creciente de un público diverso que expresaba un interés por la investigación orientada a cubrir los distintos ángulos del campo educativo.

Un segundo evento relevante, derivado del mismo congreso, fue la constitución formal, en 1993, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, organización conformada por un número considerable de investigadores de casi todos los estados del país, con producción intelectual en el campo educativo. Con la realización del II Congreso se puso de manifiesto la conveniencia de fortalecer la comunicación entre los académicos de distintas instituciones dedicados al estudio sistemático de los fenómenos educativos; en una primera dirección, entre quienes compartían el interés en temas afines y, en una segunda vertiente, entre los que sustentaban posturas teóricas, paradigmas o preferencias disciplinarias similares. En este contexto comenzó a surgir la idea de contar con un medio que además de favorecer la comunicación entre los investigadores, se constituyera en un foro de discusión que contribuyera al logro de los estándares más exigentes de la producción científica, entendida en su acepción más amplia posible.

Otro acontecimiento sobresaliente, como parte de las primeras iniciativas del COMIE ya formalmente constituido, fue la publicación de una colección de libros que acopiaron el conjunto de trabajos de investigación educativa identificados como producidos en el país entre 1982 y 1992, contribuyendo con la recopilación, a la preservación de la memoria del quehacer investigativo nacional y a la acumulación de evidencias de una producción de investigaciones más abundantes y sistemáticas. La recopilación también respondía a la intención de facilitar la incorporación de nuevos actores a esta primordial tarea. Paralelamente, se fortalecía entre los miembros del COMIE la idea de complementar cada década la elaboración de los estados de conocimiento con la organización de congresos nacionales que captaran los trabajos de investigación más recientes; tal fue el caso del III Congreso Nacional de Investigación Educativa en 1995 que atrajo el interés nacional de más de un millar de interesados en la investigación y que abonaba a la percepción de la necesidad de creación de un nuevo medio que diera cabida a la diversidad de temas tratados y a la variedad de estilos de indagación englobados bajo la denominación común de investigación educativa.

Una comisión de académicos del COMIE se dio a la tarea de diseñar, a lo largo de varios meses, el proyecto editorial de la Revista Mexicana de Investigación Educativa. Las discusiones entre los miembros de esta comisión y del Comité Directivo de la propia organización ponían en evidencia una vez más la necesidad de contar con un foro que propiciara el conocimiento y discusión de los paradigmas y las preferencias teóricas y metodológicas de los investigadores interesados en el estudio de los fenómenos educativos. Por supuesto, el debate no sólo reflejaba la dificultad de elegir el formato de la revista, sino la situación de la profunda y extendida discusión de la crisis de los paradigmas tradicionales y el surgimiento de nuevas opciones teórico-metodológicas en el campo de las ciencias sociales, particularmente, de las disciplinas vinculadas con el estudio de los fenómenos del área de la educación. Una vez aprobado el proyecto por el conjunto de socios del COMIE, se constituyó el primer Comité Editorial, que tuvo a su cargo la encomienda de precisar las políticas editoriales y la estructura de la RMIE así como dar cuerpo al primer ejemplar. Los materiales con los que se formaron los dos números del primer volumen fueron seleccionados por los responsables de las distintas áreas temáticas del III CNIE del conjunto de trabajos presentados, bajo la premisa de que los estados de conocimiento habían captado lo hecho en la década y que lo ahí expuesto representaría la producción científica más reciente. Tal situación de arranque del proyecto editorial significó una ruta un tanto extraña del proceso de dictaminación. Se solicitó a los autores de los trabajos elegidos que los reelaboraran para su publicación como artículos en la nueva revista, por lo que serían sometidos a un doble dictamen de un comité editorial multidisciplinario; todo ello en tiempos relativamente cortos, marcados por las exigencias de los procesos editoriales previamente definidos. A pesar de todas las dificultades, la experiencia dejó constancia de la posibilidad y conveniencia del entendimiento entre campos disciplinarios, teorías y formas de desarrollar investigaciones apegadas a variadas tradiciones intelectuales.

La RMIE comienza en 1996 con una periodicidad semestral, sostenida hasta el año 2000, como un proyecto inicialmente controvertido que, poco a poco, fue logrando consenso entre los propios miembros del COMIE, en armonía con la comunidad amplia de académicos interesados en el estudio de la educación que respondieron enviando un número creciente de trabajos para que fueran considerados en los procesos editoriales rutinarios. La cantidad de solicitudes de materiales para su publicación posibilitaron el tránsito a una segunda etapa de la RMIE, de 2001 a 2003, con una periodicidad cuatrimestral, para posteriormente, en 2004 adoptar el actual formato trimestral. Además de las modificaciones en su periodicidad hay que consignar la incorporación de algunos números que combinaban una sección sobre un tema especial y trabajos sobre tópicos diversos. De la misma manera resalta de forma significativa en el desarrollo de la RMIE su presencia en el sitio electrónico del COMIE que ha permitido el acceso universal, libre y permanente a todos los números publicados.

Desde sus orígenes, la Revista Mexicana de Investigación Educativa pretendió constituirse en un foro académico que reconocía la complejidad de los fenómenos educativos considerados como objetos de estudio, así como la pluralidad del espectro de las producciones de los estudiosos nacionales y extranjeros, por lo que se dio cabida a las más diversas propuestas de investigación que cubrieran los requerimientos de un conocimiento catalogado como científico. La postura llevaba implícito el reconocimiento de que ninguna disciplina, ya se tratara de la psicología, la sociología o la antropología entre otras, por sí misma podía agotar las explicaciones sobre el fenómeno estudiado y que, más bien, habría que propiciar la complementariedad de las explicaciones proporcionadas desde cada visión paradigmática.

Lo que parecía estar en el fondo de las discusiones de ese momento era el desencuentro entre los investigadores educativos para, de manera colegiada, conceptualizar lo que se podría aceptar como investigación y las características esenciales que este tipo de trabajos deberían cubrir. Al interior de cada disciplina las reglas de la producción de conocimiento y los criterios para reconocer un trabajo de buena calidad parecían estar claros, sin embargo al interactuar entre colegas con orígenes disciplinarios distintos dicha claridad se enturbiaba; más aún porque en ese momento algunos de los autores más leídos —aunque contaran con una formación disciplinaria particular- al investigar adoptaban otra estrategia de indagación identificada con una disciplina distinta a la suya, así que la aplicación de criterios para juzgar su trabajo no podía hacerse de manera mecánica.

La postura inicial adoptada por la RMIE se perfiló hacia plantear una política editorial de convergencia de investigaciones sobre diversos campos disciplinarios, niveles y modalidades educativos; el abordaje de temas con larga tradición y emergentes; la elaboración de análisis de la producción para señalar lagunas y mostrar perspectivas; la discusión de las posturas teóricas y metodológicas existentes, así como el establecimiento de parámetros de calidad en los productos de la investigación educativa. Todo ello sustentado en la participación de académicos con formaciones disciplinarias múltiples y un proceso de arbitraje que preservaba el anonimato de los autores y los dictaminadores. La idea central apuntaba a construir un foro que favoreciera un clima para promover la explicitación de las condiciones del origen del proyecto, las razones de adopción de alguna de las tradiciones investigativas, la justificación de los aspectos teóricos y metodológicos empleados, así como la selección de los recursos para la comunicación de sus hallazgos.

A quince años de su advenimiento y presencia ininterrumpida en el campo de la educación se pueden destacar algunos logros importantes. El primero de ellos, es el hecho de que la RMIE forma parte del índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. Asimismo, resalta su inclusión en más de diez instancias que recopilan sistemáticamente la información y con ello facilitan el acceso a múltiples producciones especializadas, lo que ha hecho posible ampliar considerablemente su presencia y contar con indicadores del número de las personas que la consultan para tener elementos que de alguna manera testifican su impacto.

Un segundo logro significativo, sin lugar a dudas, ha sido la difusión de la RMIE promovida por el desarrollo tecnológico que ha permitido la posibilidad de su libre y permanente acceso a través de Internet en el sitio del COMIE, respondiendo con mayor rapidez a las exigencias de los avances de estos medios de comunicación.

También se observa la diversificación de la participación de autores, tanto de la propia organización como ajenos a ella, nacionales y de otros países. En la RMIE es evidente la presencia de múltiples estrategias de indagación, el tratamiento de temas diversos y la promoción de cuestiones clave para ubicarlas en la agenda de investigación. Un análisis somero de los números correspondientes a 2000, 2005 y 2010 ofrecen un panorama en el que están presentes estudios de corte cualitativo, cuantitativo o mixtos; se incluyen trabajos de análisis de política pública, de evaluación, y estudios sobre didáctica. Asimismo se identifican el empleo de métodos antropológicos, análisis discursivo e histórico, entrevistas a profundidad, etnográficos, estudios de caso y psicometría; de igual forma se ha dado cabida a estados del conocimiento de diversos tópicos. De acuerdo con las características resaltadas de esta información, pareciera que la RMIE está cumpliendo plenamente con algunos de sus principales propósitos esbozados desde su diseño original.

La mención de algunos de los logros de la RMIE necesariamente tiene que combinarse con otros elementos para formular una visión más global de la misma. Se advierte que el crecimiento del número de trabajos que incluye también puede estar afectado por las exigencias renovadas de publicación en diversas iniciativas de las instituciones de educación superior, así como por criterios determinados por programas de posgrado que condicionan la titulación de sus egresados a la publicación de trabajos en revistas arbitradas. Ya sea que se trate de programas especiales que aumentan artificialmente la productividad al asociarla a compensaciones salariales o bien al prestigio social al considerar las publicaciones como indicadores para otorgar la acreditación a los programas de formación profesional, seguirá siendo un reto para la RMIE trascender a estas circunstancias y propiciar un ambiente académico para hacer valer el gusto por el conocimiento, la contribución a la ciencia, el placer del descubrimiento y el compromiso social, reflejado tanto en lo que se investiga como en la manera en cómo se hace.

Me parece necesario insistir, en el marco de esta celebración, en reforzar la conciencia de que la RMIE forma parte del conjunto de acciones de una organización constituida para fortalecer la investigación educativa; valdría la pena el análisis cuidadoso de cada una de estas acciones para vigorizar el vínculo entre ellas, no perder de vista la conexión inicial de los estados de conocimiento y la producción reciente, así como la presentación de los avances de investigación en los congresos nacionales. Otro punto a considerar es la idea inicial de la RMIE de contribuir al establecimiento de parámetros de calidad en las distintas formas de hacer investigación, por lo que habría que insistir en la explicitación de las posturas teórico-metodológicas de los investigadores y de quienes valoran los trabajos en el contexto de elaboración del dictamen; llama la atención que en algunos de los materiales publicados, en los números correspondientes a los años mencionados, no estén claramente presentes algunos de los rubros señalados como claves en los trabajos científicos.

Una característica fundamental, frecuentemente mencionada entre los estudiosos como elemento indispensable en el avance de la ciencia es la discusión, componente aún poco presente de manera integral en la RMIE, siguen siendo excepciones los trabajos incluidos que polemizan alrededor de un tema o manera de abordarlo. Quizás este señalamiento puede convertirse en una posible oportunidad de crecimiento en sus próximos números.

Aún se descansa principalmente en el arbitraje que preserva el anonimato de autores y dictaminadores, como el recurso garante de la objetividad del juicio de la calidad de lo publicado. Sin embargo, tal estrategia está lejos de superar sus propias limitaciones; no es poco frecuente que el anonimato no se cumpla, cuando se trata finalmente de comunidades pequeñas, en las que parte del buen oficio consiste en estar atento a las producciones sobre el tema cultivado y en dar a conocer lo más ampliamente posible las propias contribuciones, así que la identificación de quién está detrás de un texto resulta natural o prácticamente inevitable. La aceptación o rechazo de lo que se analiza, a partir de conocer de quién procede, es otro argumento a favor de omitir el nombre del autor, sin embargo, también está bastante difundida la idea de que la reputación o credibilidad de los autores se construye a lo largo de múltiples acontecimientos de su trayectoria profesional, así que resulta razonable la idea de que la ponderación de un escrito también se construya a partir de la identificación de su fuente.

Otra circunstancia también favorecida por el tamaño reducido de la comunidad y atendida parcialmente con el doble anonimato es el hecho de que cada vez es más limitado el acceso a recursos económicos y a situaciones de prestigio social, lo que puede propiciar en el momento del arbitraje, la competencia desleal o la negociación tribal que acumula favores a canjear en las otras arenas de reconocimiento social del trabajo desarrollado. Tan sólo la mención de estos ejemplos alertaría sobre la permanente vigilancia que se debe tener sobre los medios disponibles para garantizar la calidad de los trabajos que difunde la RMIE, y quizás a revalorar las funciones de quienes se desempeñan en la dirección y la edición para tener una intervención más decidida en la resolución de estas tensiones.

Como corolario del tema anterior, habría que decir que tengo la impresión que como comunidad hemos avanzado, y ya es rutinario el proceso de someter el propio trabajo al examen de otros colegas, a sabiendas de que los resultados puedan ser desfavorables. Quizás un escrutinio periódico del cuerpo de dictaminadores podría ayudar a identificar a aquellos colegas que hicieron bien su tarea, en el sentido de ofrecer comentarios para mejorar el texto, o bien claridad argumentativa para rechazarlo, de quienes desde el anonimato pretendieron descalificar al otro por no coincidir con sus propias preferencias teórico-metodológicas, o cobrar alguna factura de otros asuntos ajenos al tema abordado, derivados de la compleja interacción humana entre actores del mismo campo.

La RMIE ha cumplido con un rol importante, al constituirse como una plataforma que presta atención sistemática a la complejidad de los fenómenos educativos y da cabida a los muy variados niveles posibles para su estudio y comprensión, lo que puede ayudar a identificar elementos iluminativos para su desarrollo y perfeccionamiento permanente. La presencia de un número considerable de miembros del magisterio en los congresos nacionales puede interpretarse como un aliciente que deberá redoblar los esfuerzos para que la RMIE continúe llegando a los maestros y a los estudiantes de todos los posgrados en educación, ya que ellos podrán convertirse en los futuros protagonistas de la investigación educativa del país.

Finalmente, me gustaría destacar la importancia social de la RMIE, ya que es el testimonio mismo de un número considerable de personas que trabajan voluntaria y desinteresadamente para lograr una meta común, a favor del conocimiento sistemático de lo educativo y, con ello, contribuyen a iluminar a todos los actores sociales vinculados con la formación de las nuevas generaciones. Por otra parte, pese a no tener un respaldo permanente de las instituciones relacionadas con la educación, la propia RMIE ofrece la demostración de la fortaleza de nuestra organización que, simbólicamente hablando, sigue siendo extraordinaria su existencia en un contexto en el que cada día el único valor aceptado universalmente es la posesión de dinero en grandes cantidades.

Enhorabuena a todos los miembros del COMIE por los primeros quince años de la Revista Mexicana de Investigación Educativa y los mejores augurios para una larga y fructífera presencia en el campo de la educación en México e Iberoamérica.

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