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Revista mexicana de investigación educativa

versión impresa ISSN 1405-6666

RMIE vol.16 no.49 Ciudad de México abr./jun. 2011

 

Reseña

 

Un valioso aporte a la teoría de la comparación

 

Armando Alcántara Santuario

 

Schriewer, Jürgen y Hartmut Kaelble (comp.) (2010). La comparación en las ciencias sociales e históricas. Un debate interdisciplinar, Barcelona: Octaedro/ICE–UB.

 

Profesor–investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE). Edificio del IISUE, lado norte Sala Nezahualcóyotl, Centro Cultural Universitario, Coyoacán, México, DF. CE: aralsan@unam.mx

 

La producción y difusión de trabajos con un enfoque comparado en las ciencias sociales y las humanidades se han acrecentado en las últimas tres décadas. Una de las causas más visibles de este fenómeno ha sido la tremenda aceleración de los intercambios provocados por la globalización que caracteriza la dinámica del mundo contemporáneo. Entre los temas más apasionantes a este respecto, está el que se refiere a la comparación entre civilizaciones en periodos históricos determinados. Las palabras iniciales de uno de los compiladores, escritas en la introducción a la edición en español de la obra que aquí se reseña, resultan del mayor interés para ilustrar los esfuerzos por problematizar el desarrollo teórico y metodológico de las ciencias sociales comparativas en el tema señalado:

Son supuestos que afirman, como si se tratara de la conformación del mundo más obvia, la existencia de una multiplicidad de sociedades, naciones o civilizaciones que suelen desarrollarse de manera independiente unas de otras, siguiendo ciertas regularidades estructurales inmanentes, y que, al constituir ambientes distintos son, sin duda, comparables entre sí (p. 7).

Esta visión contrasta con otras que señalan la existencia permanente de prácticas generalizadas de encuentros, interacciones, confrontaciones, intercambios o enlaces entre las civilizaciones. O, en otro sentido, "los procesos de difusión transcultural y en los que otros grupos socioculturales encuentran sus propias identidades colectivas al entenderse con el 'Otro' y, al mismo tiempo distinguirse del que se considera como tal" (pp. 7–8).

Los autores del libro La comparación en las ciencias sociales e históricas. Un debate interdisciplinar pretenden realizar una revaloración teórica de los presupuestos, del alcance y de las posibilidades de la investigación comparativa, así como de la diversidad de sus respectivos enfoques: "no sólo al nivel de los modelos metodológicos sino también al nivel de su puesta en práctica" (p. 8). Con el objeto de alcanzar el propósito anterior, la obra se divide en tres grandes apartados. En el primero se analizan las "Transformaciones del enfoque comparativo", e incluye tres capítulos en los que se discute de manera reflexiva sobre los adelantos, el estado actual y los resultados teóricamente relevantes de la comparación que se lleva a cabo en las ciencias sociales. Los tres capítulos que conforman el segundo apartado versan sobre la "Identidades y modernidades múltiples", las cuales, subrayan los autores, caracterizan al mundo actual. La tercera y última parte, a su vez, está compuesta por cuatro capítulos que examinan las "Interrelaciones entre el cambio intelectual y el cambio social".

De los muchos aspectos que podrían destacarse de los tres capítulos que integran el apartado "Transformaciones del enfoque comparativo", merecen subrayarse de manera general, los siguientes. En el extenso trabajo inicial, escrito por Jürgen Schriewer y que se intitula "Comparación y explicación entre causalidad y complejidad", se utiliza el enfoque de la historia de la ciencia para examinar críticamente las interacciones cambiantes entre diversos paradigmas teóricos y los enfoques correspondientes de la comparación. Posteriormente el autor las discute sobre su capacidad para dominar los problemas de la complejidad inherentes al objeto mismo de las ciencias sociales e históricas. Schriewer subraya la importante contraposición entre explicación y crítica de teorías y la conflictiva dialéctica entre globalización y fragmentación, para demostrar los enormes retos a los que se enfrenta la metodología comparada clásica a comienzos de la época actual. Así, el problema de la complejidad de las relaciones causales se potencia debido a la complejidad cada vez mayor "de las condiciones en el mismo ámbito del objeto de estudio de las ciencias sociales comparadas". Sostiene que las unidades de análisis clásicas (sociedades, naciones o civilizaciones), pierden su univocidad empírica y, por lo tanto, lógico–argumentativa, para "retirarse tras un conglomerado de varias capas en el que se combinan entidades histórico culturales y conexiones mundiales emergentes, ordenamientos configurativos y procesos globales de interpenetración civilizatoria" (p. 44).

El otro compilador del libro, Hartmut Kaelble, ofrece en "La comparación de civilizaciones en las ciencias históricas", una amplia respuesta al cuestionamiento de si necesitamos realmente una historia de las civilizaciones, es decir, una historia de sus auges, amenazas y decadencias, una historia de la peculiaridad de Europa y del Occidente en comparación con otras civilizaciones del mundo. Esto lo señala al observar en los últimos años un interés creciente por la historia de las civilizaciones y por la comparación entre éstas. De esta manera, utilizando el enfoque de la historia social, Kaelble examina los cambios en los planteamientos y las posibilidades actuales de la comparación entre continentes.

En el tercer capítulo del primer apartado, Shmuel N. Eisenstadt considera que la delimitación de los objetos de análisis en el estudio comparado depende en gran medida del tipo de problema que se intenta plantear, aunque al mismo tiempo esa delimitación permite revisar problemáticas más complejas y diferenciadas, y con la salvedad de saber de modo preciso la relación entre dichos objetos así como los problemas que se pretende analizar y el alcance teórico de los problemas y las delimitaciones. Para ilustrar esa tesis, el autor recurre a su trabajo titulado "The political system of empires", realizado en el marco de la teoría de Max Weber, con un enfoque estructural–funcionalista. Un elemento básico de esa obra lo constituyó el análisis de organizaciones del tipo de las burocracias desarrolladas en los imperios a causa, fundamentalmente, del propósito de los gobernantes de aplicar "políticas que debían mantener las características y perfiles institucionales, es decir, los límites internos y externos del sistema y el equilibrio entre los recursos libres y los marcos más adscriptivos" (p. 86).

El análisis desarrollado por Eisenstadt ejemplifica los procesos de construcción de las "fronteras" que poseen los marcos de civilización en sus relaciones con los diversos ámbitos institucionales, sobre todo con los procesos políticos, y demuestra la aseveración señalada en el sentido de que las especificaciones de la unidad básica de análisis dependen en gran medida del problema bajo estudio, pero que dichas elecciones permiten un abordaje más rico y diversificado de una determinada problemática.

La segunda parte del libro está dedicada al tema de la "Identidad y modernidad desde una perspectiva comparada". En el primero de los tres capítulos, Dominic Sachsenmaier analiza el concepto de "modernidades múltiples", el cual ha cobrado una creciente importancia en la teoría social de distintas disciplinas académicas, incluida la educación. Aunque dicho concepto reconoce "el alcance mundial del proyecto moderno, no concibe la modernización como un proceso de occidentalización ni como el fin de todo particularismo social" (p. 110). De este modo, el carácter moderno puede manifestarse de muy diversas maneras, las que, a su vez, se hallan condicionadas por costumbres, patrones sociales, culturas políticas y otros factores localmente específicos. Para el autor, muchas de las sociedades civiles surgieron, cuando menos en parte, a partir de tradiciones locales e indígenas de solidaridad y tolerancia social. Esto permite explicar las diferencias persistentes entre los distintos sistemas democráticos modernos. Finalmente, Sachsenmaier plantea que una contribución clave de la historiografía al concepto de las modernidades múltiples y las ciencias sociales en general consiste "en la necesidad de establecer una base firme entre las teorías globales remotas y abstractas, y el análisis detallado de lo local" (p. 135).

"Manifestaciones religiosas de la modernidad: los fenómenos del creer en las sociedades europeas" es el segundo trabajo con el que Danièle Hervieu–Léger contribuye al segundo apartado. Ahí analiza las tendencias de cambio en la conciencia religiosa en Europa, refiriéndose a una comparación implícita con Estados Unidos. Coincide con la posición del sociólogo estadounidense Peter Berger, en que Europa occidental es la única región geográfica (además de Canadá) en la que "parecen verificarse las hipótesis sobre la inevitable 'secularización' de las sociedades modernas: retirada de las iglesias de la escena pública, separación de lo religioso y lo político, caída de las prácticas religiosas, privatización del sentimiento religioso" (p, 137). Por contraste, en el resto del mundo, incluido Estado Unidos, sucede lo contrario. Subraya que esto llevaría a pensar en que la merma de la importancia social de lo religioso constituye, desde hace un tiempo considerable, uno de los elementos principales de la homogeneización cultural de Europa.

El capítulo con el que se cierra este apartado, elaborado por Alexander Schmidt–Gernig, cuestiona la existencia de una "identidad europea", en torno a la relación entre espacios de experiencia transnacionales, identidades colectivas y discursos públicos en Europa occidental a partir de 1945. El enfoque utilizado por Schmidt–Gernig examina la dimensión europea de las identidades colectivas, recurriendo a la transformación de los espacios colectivos de experiencias y, por lo tanto, por la existencia y por las posibles formas de un nivel supranacional de identidad colectiva, "entendida en el sentido de una autoconcepción de una homogeneidad cultural dada por su condición de europeos" (p.182). Por otra parte, a partir de 1945 y principalmente desde los años sesenta, representan el inicio de lo que el autor denomina "fase de la apertura europea". En este proceso destaca la institucionalización por etapas de la "Comunidad Europea", que comenzó desde los años cincuenta, así como "la formación a nivel internacional y global de redes, de entramados y sobre todo de crecientes similitudes entre las sociedades europeas occidentales, proceso que se debió principalmente al extraordinario despegue económico de Europa Occidental entre los años 50 y 60" (p. 175).

En la tercera y última parte del libro, los cuatro trabajos que lo integran se centran en las "Interrelaciones entre el cambio intelectual y el cambio social". Es un apartado particularmente interesante porque toca diversos aspectos de la construcción del conocimiento en ambientes culturales específicos, desde una perspectiva comparada. Así, Fritz K. Ringer, en su trabajo "Hacia una historia social comparativa del conocimiento", plantea que dentro del desarrollo de una teoría social del conocimiento, "determinadas características de la tradicional 'historia de las ideas' resultan poco convincentes" (p. 197), pues se extrañan en las descripciones de los "pensadores influyentes" y de las "grandes ideas", elementos "que indiquen la incidencia que llegaron a tener en distintos ámbitos intelectuales esas ideas o cómo llegaron a ser importantes esos pensadores" (p. 197). En esencia, lo que más interesa a Ringer son las causas de los cambios ocurridos en la historia intelectual. Luego de revisar algunas consideraciones teóricas derivadas de las ideas de Bourdieu sobre el campo intelectual, las relaciones sociales sobre dicho campo y las trayectorias sociales de diversos grupos, el autor lleva a cabo una revisión comparada de las culturas académicas de Francia y Alemania en los inicios del siglo XX. Para ello toma como unidad de análisis la serie de cambios en la educación secundaria y superior en los estados alemanes a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Dichos cambios se reprodujeron en diversas naciones, entre ellas Francia a partir de la década de 1870. En el terreno de la educación superior, uno de los elementos más sobresalientes fue el imperativo de la investigación, así como la exigencia de titulación superior para los funcionarios y maestros de secundaria y posteriormente para los profesionistas liberales.

En su examen de los cambios acontecidos en los campos intelectuales alemán y francés, Ringer utiliza como elemento primordial las aportaciones de Max Weber y Emile Durkheim en sus respectivos contextos nacionales. Destaca también en dicho análisis el hecho de que la llamada revolución educativa se realizó con décadas de antelación en Alemania, pues ésta llegó a Francia hasta bien entrado el siglo XIX (entre 1870 y 1890). Al comparar las trayectorias de Weber y Durkheim, señala, por ejemplo sus diferencias con respecto a la actividad científica. Para Weber, las tensiones entre las necesidades emocionales del individuo y las exigencias del progreso, señalaban una necesidad trágica de la especialización. En contraste, Durkheim subrayaba su confianza en que la unidad de la ciencia acabaría afirmándose tarde o temprano, y los estudiosos serían capaces de "sentir que están colaborando en la misma tarea" (p. 209). Ringer apunta que se trata de dos experiencias distintas de la investigación científica: en una se acepta con un cierto heroísmo el empobrecimiento del individuo y la otra promete la recompensa de la conciencia del propósito común en una empresa colectiva.

Por su parte, Hertfried Münkler en "La autointerpretación de la propia sociedad y el cambio político–social: ideas sobre la influencia de la teoría política" describe, en primer término, las ideas sobre la relación entre el cambio cognitivo, y cambio sociopolítico en la teoría y en la historia de las ideas políticas. Para ello revisa a autores como Hegel, Marx, Taine, Tocqueville, Donoso y Schmitt. De la revisión de las ideas de estos pensadores, el autor plantea tres distintas concepciones en torno a la relación entre el cambio cognitivo y el político–social: Marx considera que el cognitivo depende del cambio político–social o económico social. A su vez, Donoso y Schmitt parten de una dependencia inversa del cambio político–social respecto del cognitivo. Por su parte, Tocqueville supone una compleja relación política, en la que unas veces el cambio cognitivo impulsa el político–social y otras ocasiones éste acelera el cognitivo y lo lleva a un papel determinante. En la segunda parte, Münkler utiliza tres metáforas para analizar la posición de los teóricos políticos respecto del cambio cognitivo y político–social: descubridor, intérprete y médico.

El tercer capítulo del último apartado corre a cargo de Christophe Charle, quien en su trabajo "Historia comparada de los intelectuales en Europa: algunas cuestiones de método y propuestas de investigación" plantea, desde una perspectiva crítica, el examen de las condiciones en que pueden estudiarse los campos intelectuales y a los intelectuales de distintos países europeos. Para Charle, el propósito de la historia de los intelectuales consiste en determinar, a pesar de los desfases cronológicos, cuáles son los espacios culturales que no siguen una tendencia determinada y por qué motivos; cuáles son las transformaciones generales, de orden social, cultural o político tras esta extensión por proximidad y cómo varía el alcance del debate en función de los distintos contextos culturales y políticos. El autor también plantea tres preguntas generales a las que debe responder toda comparación en los términos antes mencionados: a) ¿qué grado de autonomía tiene el campo intelectual en cada país?; b) ¿cómo son las relaciones entre el campo intelectual y el del poder?; y c) ¿dentro de un mismo campo intelectual, las diversas relaciones de dominación adscritas a las distintas formas de la actividad intelectual deben analizarse en profundidad, al igual que la estructura específica de la organización espacial del campo intelectual?

El último trabajo del tercer apartado y del libro, elaborado por Friedrich Jaeger, es una interesante "Comparación de sociedades en la historia de las ideas". En él, Jaeger señala que la comparación histórica de sociedades no es privilegio de la historia social, sino una metodología que se puede aplicar de manera productiva al campo de la historia de las ideas. Más que dar cuenta de la gran multiplicidad de tipos, contenido y métodos de comparación en la historia de las ideas, el autor aborda el arco temático de la "comparación de sociedades" bajo la forma de una comparación entre diversos modelos y análisis de la sociedad. Para ello, realiza un estudio de caso basado en las teorías de la sociedad de Max Weber y John Dewey, como forma de aporte a una historia comparada de las ideas de sociedad. De acuerdo con Jaeger, estos pensadores no sólo dejaron una clara impronta en el mundo intelectual de su época, sino que representan hasta la actualidad, una importante referencia en los análisis teóricos de la sociedad. Considera que también es posible encontrar en ambos interpretaciones y modelos teóricos alternativos de la sociedad moderna y poderlos comparar desde una perspectiva sistemática.

Coincidiendo con los compiladores de este libro, puede afirmarse que los diez capítulos que lo componen representan un espectro muy valioso de aportes a la teoría de la comparación, tanto desde el punto de vista teórico como metodológico. Si bien no todos se enfocan exclusivamente al campo educativo sino al de las ciencias histórico–sociales, su relación con dicho campo es muy cercana, puesto que el desarrollo de la historia de las ideas sería impensable sin la participación de la educación en la creación y difusión del conocimiento dentro de las sociedades humanas. Por ello su lectura es altamente recomendable, pese a que se trata de un texto denso en el que casi todos los trabajos están escritos en un estilo que muestra la gran erudición de los autores.

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