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Agrociencia

versión On-line ISSN 2521-9766versión impresa ISSN 1405-3195

Agrociencia vol.49 no.6 Texcoco ago./sep. 2015

 

Socioeconomía

 

Las bases epistemológicas de la agroecología

 

Epistemological bases of agroecology

 

L. Fernando Gómez1*, Leonardo Ríos-Osorio2, M. Luisa Eschenhagen3

 

1 Programa de Agroecología. *Autor responsable. Universidad de Antioquia. Ciudad Universitaria, Calle 67 No. 53-108, Bloque 5, oficina 134, Medellín, Colombia. (lgomeze77@yahoo.com.co).

2 Programa de Agroecología. Universidad de Antioquia. Ciudad Universitaria, Calle 67 No. 53-108, Bloque 5, oficina 134, Medellín, Colombia. (mleonardo@udea.edu.co).

3 Grupo de Territorio, Escuela de Ciencias Sociales, Universidad Pontificia Bolivariana, Circular 1 No. 70-01, Bloque 7, oficina 411, Medellín, Colombia. (mariesche22@gmail.com).

 

Recibido: noviembre, 2014.
Aprobado: mayo, 2015.

 

Resumen

La agroecología se presenta a sí misma como una ciencia que busca partir de bases epistemológicas diferentes a las de la ciencia convencional. Sin embargo, no se han hecho revisiones bibliográficas o reflexiones en textos teóricos que establezcan de manera explícita las alternativas planteadas en la agroecología. El objetivo del presente ensayo fue determinar las bases epistemológicas principales de la teoría agroecológica identificadas como alternativas a las de la ciencia convencional. Dentro de la agroecología el énfasis se hace en alternativas a la disciplinariedad, el monismo epistemológico y el principio de simplicidad, aunque la reflexión y la construcción de bases alternativas a éstas aún es difusa y poco profunda. Por lo tanto, se requiere mayor desarrollo teórico en este aspecto.

Palabras claves: Agroecología, bases epistemológicas, sistémica, transdisciplinariedad, interdisciplinariedad, complejidad.

 

Abstract

Agroecology makes its appearance as a science that seeks epistemological bases different from those of conventional science. However, literature has not been reviewed nor have theoretical reflections been written that explicitly establish the alternatives proposed in agroecology. The objective of this essay was to determine the principal epistemological bases of agroecological theory identified as alternatives to conventional science. Within agroecology, emphasis is placed on alternatives to disciplinarity, epistemological monism and the principle of simplicity, although the reflection and construction of alternative bases for these is still diffuse and shallow. Therefore, more theoretical development in this aspect is required.

Key words: Agroecology, epistemological bases, systemics, trans-disciplinarity, inter-disciplinarity, complexity.

 

INTRODUCCIÓN

Las diferentes propuestas surgidas desde el decenio de 1960 para solucionar la actual crisis ambiental de escala global se pueden agrupar en dos categorías (Dobson, 1997): 1) Las prácticas reformistas o ambientalistas sostienen que la modernidad hegemónica posee las herramientas necesarias para enfrentar la crisis ambiental y sólo se requieren algunos cambios y aplicar dichas herramientas a los problemas ambientales; 2) las propuestas radicales o ecologistas afirman que la crisis ambiental sólo es superable si se realizan cambios profundos en la visión del mundo moderna y hegemónica.

La agroecología como ciencia que se ocupa del diseño y manejo de agroecosistemas sostenibles, surgió en el decenio de 1970 como respuesta a los problemas ecológicos, económicos y sociales causados por los cambios que la revolución verde produjo en la agricultura (Altieri y Yurjevic, 1991; Assis y Jesus, 2005). Desde su consolidación en la década de 1990, se han publicado varias revisiones bibliográficas que rastrean definiciones, autores y países representativos, así como los cambios conceptuales en este programa de investigación desde la aparición del término en la primera mitad del siglo XX (Hecht, 1995; Wezel y Soldat, 2009; Tomich et al., 2011). Asimismo, en este período se publicaron libros que recogen dichos cambios y que buscan definir y delimitar la práctica científica de la agroecología (Sevilla 2006; Gliessman, 2007; Bello et al., 2010; León, 2010). Sin embargo, estas publicaciones no revisan las críticas a las bases epistemológicas de la ciencia convencional y las alternativas que la agroecología plantea para sí misma.

El objetivo del presente ensayo fue analizar la manera en que la agroecología ha presentado sus propias bases epistemológicas. Para esto, el ensayo se centrará en las bases epistemológicas de la ciencia convencional más discutidas dentro de la literatura: la disciplinariedad, el monismo epistemológico y el principio de simplicidad.

LAS DIVERGENCIAS BÁSICAS DE LA AGROECOLOGÍA

La agroecología ha sido enfática en que debe partir de unas bases epistemológicas distintas a las de la ciencia convencional para enfrentar de manera efectiva los problemas ambientales producto de la agricultura industrial (Norgaard y Sikor, 1995; Assis y Jesus, 2005; Ruiz-Rosado, 2006). De los diferentes rasgos de la ciencia convencional, es recurrente la crítica a la disciplinariedad, el monismo epistemológico y el principio de simplicidad. No obstante, se pueden mencionar por lo menos cuatro fallas en el desarrollo teórico de estos tres aspectos que es necesario abordar para avanzar en la consolidación de la agroecología como una ciencia que diverge de la ciencia moderna convencional.

Primero, no hay un consenso acerca de cuáles deben ser las alternativas a las tres bases epistemológicas de la ciencia convencional más debatidas dentro del campo de la agroecología. Por ejemplo, respecto a la disciplinariedad, mientras Fehlauer (2007) habla de interdisciplinariedad o Caporal y Costabeber (2002) de multidisciplinariedad, Muro (2007) es enfático en que estas dos propuestas no son alternativas reales a la disciplinariedad: "con estos dos enfoques tal investigación no favorece la configuración de perspectivas -sin reduccionismo ni holismo-, con las cuales se comprendan cabalmente los problemas propios de los ambientes naturales y sociales que nos empeñamos en comprender y transformar". Para este autor, la alternativa a la disciplinariedad es un enfoque transdisciplinario y multidimensional. De manera similar, se habla de holismo, complejidad y sistémica en la elaboración de una alternativa al principio de simplicidad (Clements y Shrestha, 2004; Serra et al. 2005; Gómez, 2006).

Este aspecto es fundamental porque un consenso permite avanzar tanto en la comprensión y uso de las bases epistemológicas adoptadas, como en la construcción de métodos de investigación y teorías en el campo de la agroecología. Por ejemplo, si se adopta la transdisciplinariedad, la investigación sería muy distinta a la de si se abraza la multidisciplinariedad. Así, Ruiz-Rosado (2006) escribe que la transdisciplina "es un tipo de investigación que inicia con problemas reales, los define sin pertenecer a una disciplina específica y los soluciona sin depender de una disciplina específica". De esta manera, un problema y no las disciplinas o herramientas disponibles es el que determina la investigación. Además, según este autor, un enfoque transdisciplinario debe incluir personas expertas y de diferentes campos, así como personas involucradas o afectadas por el problema a abordar en la investigación y en la formulación de las preguntas de investigación. Por el contrario, Ruiz-Rosado (2006) señala que la multidisciplinariedad es un proceso aditivo en el cual varias personas coordinan la investigación de un tema desde sus respectivas disciplinas, pues los abordajes se dan de manera separada desde cada disciplina y el panorama global resulto del agregado de los estudios individuales. Según estas definiciones, los resultados y las metodologías son muy diferentes.

Segundo, la agroecología no ha profundizado lo suficiente sobre las bases epistemológicas alternativas que propone. De hecho, pocos autores dan definiciones o caracterizaciones profundas de los conceptos que discuten. Por ejemplo, el pluralismo epistemológico es un concepto que va más allá de la superación de la compartimentación disciplinaria propia de la ciencia convencional, ya que cuestiona la creencia hegemónica de la superioridad de la práctica científica. Precisamente, este campo aboga no sólo por un enfoque inter o transdisciplinario, sino que parte del diálogo de saberes en el que "el pensamiento agroecológico debe abrirse a un pluralismo epistemológico para la producción de conocimiento agrario" (Floriani y Floriani, 2010). Esto ha conducido a plantear la necesidad de incorporar el conocimiento tradicional. Sin embargo, los autores no especifican si dicha incorporación es de tipo instrumental —e.g., el empleo de técnicas de cultivo o formas de asociación entre especies- o epistemológico —i.e., la articulación del discurso científico a formas de conocimiento no científicas como la campesina, la indígena o la afro-.

Asimismo, la agroecología aún no ha expuesto de manera explícita las implicaciones del pluralismo epistemológico por el que ella aboga. Por ejemplo, la agroecología habla de la necesidad de articular las ciencias naturales y sociales, pero no hace explícito lo que significa incorporar las segundas al estudio de los sistemas de producción con seres vivos (Norgaard y Sikor, 1995; Jordan et al., 2005, Gliessman, 2007). Otros autores van más allá de las ciencias sociales y proponen prácticas discursivas dentro de la agroecología como la ética o la política (Porcuna, 2010; Tomich et al., 2011; González, 2012).

Para las otras bases epistemológicas la situación es similar. Así, Francis et al. (2011) definen la interdisciplinariedad como una forma de enfrentar problemas que están entre los límites de distintas disciplinas, pero no profundizan o a proporcionan unos rasgos básicos, como lo hace Ruiz-Rosado (2006), quien se ocupa de conceptos de interdisciplinariedad, trans-disciplinariedad y multidisciplinariedad con cierto detenimiento. Esta falta de delimitación y aclaración tiene varias consecuencias.

Una primera consecuencia es el uso poco claro e incluso contradictorio de conceptos, como es el caso de las alternativas a la disciplinariedad. Varios textos describen la agroecología como un campo transdisciplinar o interdisciplinar, al mismo tiempo que se define como disciplinar. Wezel y Soldat (2009) escriben que "para todas estas nuevas definiciones y enfoques en la agroecología, llámese una nueva disciplina científica, una interdisciplina o una transdisciplina, es claro que la agroecología es una disciplina científica que integra distintas disciplinas". Y autores prominentes en la agroecología como Altieri, Gliessman y Francis se refieren a ella como una disciplina, aunque la vean como una práctica interdisciplinaria (Altieri, 1995; Francis et al. , 2003), o que busca integrar diferentes disciplinas (Méndez y Gliessman, 2002).

Una segunda consecuencia de la falta de profundidad conceptual es que no se evidencian todas las implicaciones que un término tiene. Por ejemplo, la filosofía le da varios sentidos al pluralismo epistemológico. Así, se entiende como la coexistencia de grupos sociales o personas con diferentes sistemas de conocimiento, y por lo tanto de Weltanschauungen (Holguín, 2008). Pero también se refiere a una sola persona o Weltanschauung que reconoce la validez de múltiples maneras de conocer y pensar (Turkle y Papert, 1990). En ambos casos el pluralismo epistemológico implica suspender la idea de verdad o por lo menos redefinirla como una proposición que es válida en función de un sistema discursivo o Weltanschauung. Según Holguín (2008), en esta perspectiva "la verdad es relativa. Pero no es relativa a una cultura o a quienes en cada caso la determinen, sino relativa a los juegos del lenguaje donde se utiliza este concepto". Así, el pluralismo epistemológico conlleva necesariamente un cuestionamiento a la objetividad trascendente, i.e. la idea de que es posible una acceso a la realidad que no esté mediado por el lenguaje, la cultura y las determinaciones biológicas de la especie humana -otra base epistemológica de la ciencia moderna convencional-, lo cual es un punto álgido no discutido por muchos autores que proponen el pluralismo epistemológico en la agroecología.

Una tercera falla del abordaje de la agroecología a las bases epistemológicas alternativas es la falta de discusión a su interior. Por ejemplo, Schlindwein et al. (2006) critican la falta de rigurosidad en la agroecología con respecto al uso de conceptos como el de sistema, pues existen "diferentes tipos y tradiciones de pensamiento sistémico, cada uno con sus propios paradigmas, metodologías y resultados en términos de investigación, extensión y desarrollo rural"; además, hablan de un pensamiento sistémico convencional de corte objetivista o positivista y otro que llama constructivista o interpretativo. En el primero, se cree que los sistemas son entidades reales y, "por lo tanto, pueden ser descritas, descubiertas, sujetas a modelación, etcétera" (Ison y Schlindwein, 2006). Por el contrario, en el enfoque interpretativo se ve a los sistemas como "un dispositivo epistemológico, i.e., una forma de entender y aprender sobre situaciones en el mundo", y a la complejidad como "percibida, es decir, algo que surge en la relación entre alguien y una situación" (Ison y Schlindwein, 2006). No obstante, esta diferenciación y crítica a la forma como la agroecología ha tratado la sistémica no es recogida por otros autores y, en consecuencia, no se dan propuestas claras de cuál enfoque es más pertinente para la agroecología.

Asimismo, las diversas posiciones no son confrontadas. Por ejemplo, Bland y Bell (2007) sostienen que muchas propuestas sistémicas no han logrado incorporar el cambio de forma diferente a como lo ha hecho la ciencia ortodoxa. Según ellos, son modelaciones simplistas con base en cajas negras con entradas y salidas que como máximo hablan de "equilibrio dinámico", el cual no es para nada cambio, pues es un cambio predecible que sigue ajustándose al modelo convencional de un mundo organizado en el que no tiene cabida la aleatoriedad o el acontecimiento. Esta aproximación a la sistémica es la que emplea Caporali (2007), quien escribe que "el mejor modelo para representar la estructura y el funcionamiento de un agroecosistema se basa en el esquema funcional de entradas y salidas". No obstante, no se encuentran artículos posteriores que recojan las críticas de Bland y Bell o que defiendan o rechacen la propuesta de Caporali de abordar los agroecosistemas desde un modelo funcional de entradas y salidas.

Por último, la falta de rigor conceptual en la agroecología no ha permitido superar ciertos debates en la discusión general sobre las bases epistemológicas alternativas a las de la ciencia convencional. Así, varias autoras ven el holismo y la sistémica de manera indiferenciada o relacionada. Ruiz-Rosado (2006) habla de "un punto de vista holístico o sistémico", y Francis et al. (2011) afirman que la agroecología adopta "una visión sistémica y holística". Sin embargo, estos conceptos no son necesariamente incluyentes, y muchos menos equivalentes. Por ejemplo, Morin (1986) distingue entre holismo y sistémica; el holismo es otra forma de reduccionismo, pues ignora tanto las partes de un sistema como su organización, pero reconoce que hay una confusión entre estos dos términos y aduce que ésta se debe a los primeros desarrollos de la sistémica, como La teoría general de sistemas, que nunca abandonaron la Weltanschauung propia de la ciencia ortodoxa. No obstante, Morin reconoció dicha confusión en la década de 1980, y la agroecología sigue sin considerarla en el segundo decenio del siglo XXI.

Igualmente, Leff (2009) distingue entre complejidad y sistémica y ve la "complejidad sistémica" de autores como Morin como una propuesta "totalizante, paralizante y autodestructiva" que desconoce aspectos importantes tanto de las dinámicas sociales como de la problemática ambiental. Este rechazo de Leff a la sistémica podría evaluarse como un asunto menor, pues no ha tenido una repercusión significativa dentro del ecologismo donde la sistémica es aceptada de manera amplia, pero este autor tiene una influencia relevante en la reflexión teórica latinoamericana, particularmente en Brasil (Gomes y Rosenstein, 2000; Centelhas, 2009; Floriani y Floriani, 2010). Además, Clements y Shrestha (2004), Sevilla (2006) y Caporali (2007) señalan el enfoque sistémico como un rasgo constitutivo de la agroecología. Por lo anterior, es necesaria una reflexión profunda por parte de los autores que emplean a Leff como referente teórico acerca de su crítica al enfoque sistémica y de las repercusiones que ésta puede tener en la agroecología o en la adopción de su propuesta teórica dentro de un campo que se ha ido autodefiniendo como sistémico.

HACIA LA CONSOLIDACIÓN DE UNAS BASES EPISTEMOLÓGICAS DE LA AGROECOLOGÍA

Partir de unas bases epistemológicas distintas a las de la ciencia moderna convencional implica una serie de desafíos a la agroecología. En primer lugar, este campo debe reflexionar sobre la práctica científica misma, lo cual significa indagar por los rasgos básicos de la ciencia convencional, para determinar cuáles de ellos son obstáculos para el enfrentamiento de los problemas ambientales, económicos y sociales ocasionados por la producción agraria contemporánea. Esto significa, primero, estudiar detenidamente las propuestas hechas de distintos campos como la filosofía y la sociología alrededor de la sistémica, la complejidad, la interdisciplinariedad, la transdisciplinariedad, entre otras. Además, la agroecología debe estudiar las críticas que distintas corrientes de pensamiento como la posmodernidad, la decolonialidad y el feminismo le han hecho a la modernidad en general y a la ciencia moderna en particular. Esto permite un punto de partida para comprender por qué es necesario distanciarse de la práctica científica convencional además de que muestra posibles puntos problemáticos que ella debe considerar para no generar una teoría poco robusta.

En segundo lugar, la agroecología debe poner en debate las distintas propuestas generadas a su interior, para fortalecer sus planteamientos epistemológicos y sus propuestas metodológicas. Así, Dalgaard et al. (2003) plantean dos tipos de agroecología en términos del enfoque sistémico adoptado. Primero, hablan de una agroecología dura, la cual tiene como objetivo "comprender los vínculos entre costos (pérdidas de nutrientes y biodiversidad y degradación ambiental) con los beneficios de la agricultura (producción, generación de riqueza, y mantenimiento del entorno)". Ésta es una práctica físico-analítica, en la que priman la ecología, la agronomía y la economía, y de corte objetivista, pues "las posiciones del observador y el científico son pensadas como externas al sistema en estudio", y cuantitativo, ya que "los recursos que entran y abandonan los sistemas agrícolas son vistos como capital finito medido en unidades monetarias o físicas", por lo que se podría equiparar a la sistémica objetivista de Schlindwein.

Dalgaard et al. (2003) además identifican una agroecología blanda, cuyo objetivo es comprender los vínculos entre prácticas humanas y las dinámicas bio-físicoquímicas de los sistemas agrarios, en la que la obtención de resultados es de manera participativa a partir de un enfoque. En ella, los "investigadores operan como cómplices del agricultor" y se adopta una perspectiva en la que "el capital que entra y sale de los sistemas agrícolas no es únicamente medido en unidades físicas, sino que a su vez incluye conocimiento cultural, experiencias humanas, potencial para desarrollo tecnológico, etcétera".

Esta propuesta de Dalgaard et al. (2003) aún no ha sido discutida dentro de la agroecología, aunque proporciona puntos de partida claros para la práctica agroecológica y permite trabajar más en sus bases epistemológicas y su desarrollo teórico que las caracterizaciones habituales en función del objeto de estudio (Wezel y Soldat, 2009; Tomich et al., 2011). Asimismo, esta propuesta se puede poner en discusión con la de Schlindwein et al. (2006), quienes plantean dos maneras de entender la complejidad y la sistémica en función de adoptar la base epistemológica convencional de la objetividad trascendente o la alternativa de la objetividad constitutiva (Schlindwein et al., 2006; Ison y Schlindwein, 2006).

En tercer lugar, la agroecología debe articularse mejor al ecologismo. Pocos autores en este campo científico han recogido las propuestas epistemológicas elaboradas en otros campos del ecologismo como la economía ecológica, la ética ecológica o la ecología política. Esto permitiría comprender cuáles son las mayores críticas hechas al pensamiento moderno a partir de la crisis ecológica, además de incorporar las bases epistemológicas alternativas que otros campos críticos han planteado o establecido para sí.

 

CONCLUSIONES

La crítica de la agroecología a las bases epistemológicas de la ciencia moderna convencional se ha centrado básicamente en tres aspectos: la disciplinariedad, el monismo epistemológico y el principio de simplicidad. Sin embargo, esta ciencia no ha profundizado en estos conceptos, por cual aún no tiene claridad de lo que estos implican y lo que se busca superar con su rechazo. Además, aún no hay consenso de las alternativas que ella pretende adoptar. Para la disciplinariedad se han propuesto la multidisciplinariedad, la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad; para el pluralismo epistemológico aún no está claro si el recurso al conocimiento tradicional es instrumental o implica la articulación del pensamiento científico a otras prácticas discursivas; y, por último, para el principio de simplicidad se proponen el holismo, la complejidad y la sistémica. Asimismo, las diferentes propuestas al interior de la agroecología no se han puesto en debate, lo cual no permite una elaboración conceptual robusta acerca de ellas.

 

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